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El alma humana y su participación en lo inmodificable.

por Agustín Lavoz Torres.


La reflexión hecha acerca del cuerpo durante toda la historia de la filosofía
en búsqueda de una respuesta a la interrogante “¿Qué es el ser humano?”, ha dado
dos fundamentales nociones, entre muchas otras, acerca de éste tan intrigante tema.
En primer lugar, la noción de Platón, en el siglo II a.C, quien consideraba que el hombre
es en esencia su alma y no su cuerpo, y por otra parte, la noción de Arnold Gehlen, en
el siglo XX, quien consideró al hombre como un ser activo, es decir, en cuanto actúa
sobre la naturaleza y sobre el mundo en sí con el fin de tornárselo útil en compensación
a sus carencias físicas para adecuarse y sobrevivir en su medio ambiente. Esto se aclara
en el siguiente pasaje:

[…] se puede decir que el hombre, expuesto como el animal a la


naturaleza agreste, con su físico y su deficiencia instintiva congénitos,
sería en todas las circunstancias inapto para la vida. Pero esas
deficiencias están compensadas por su capacidad de transformar la
naturaleza inculta y cualquier ambiente natural, como quiera que esté
constituido, de manera que se torne útil para su vida.1

Ambas nociones, tienen algo que las unifica, y no se nos acuse de anacronismo
pese a los más de dos milenios que los separan. Por una parte está Platón, quien
considera que el alma humana, es decir, lo que en esencia es el ser humano, busca
participar de aquello que es divino. Por otra parte, Gehlen considera que en su
condición de ser activo, el ser humano interpreta aquellos estratos inmodificables del
mundo y la naturaleza, es decir, donde el hombre no puede actuar, como aquello a lo
que él debe resignarse; pues, aquello que es inmodificable le supera, por lo tanto le
rendirá culto a aquello que tiene carácter supremo; además, es tan perfecto que no se
puede ni necesita modificar. Entonces, se sigue que el hombre también busca participar
de aquello inmodificable, de aquello que es, en un sentido muy amplio, divino.

En primer lugar, debemos responder a la siguiente pregunta, a saber, ¿Qué hace el


ser humano luego de modificar a la naturaleza y resolver sus carencias físicas? Si el
hombre fuera solo un ser activo en cuanto modifica la naturaleza, en efecto, no tendría

nada más que hacer; sin embargo, existen algunos estratos inmodificables en el mundo,
por ejemplo, la muerte de los seres vivos, que si bien se puede aplazar, al llegar el
1
Gehlen, Arnold, Antropología filosófica. Del encuentro del hombre por sí mismo. Editorial Paidós,
Barcelona, 1993 (traducción de Carmen Cienfuegos W.) p.33.

1
momento éste es inmodificable, las erupciones volcánicas, terremotos, entre otros, que
el hombre y su mano no pueden transformar, y por lo tanto, se ve superado por ellos.
¿Qué hace con ellos? Los interpreta –alude Gehlen- en un sentido mitológico, y los
considera superiores, pues, le superan a su acción manipuladora. Luego, actúa, pero ya
no en el sentido de modificación física, sino mas bien en un sentido intelectual. El
siguiente pasaje de Gehlen, aclarará nuestra idea:

Por lo tanto una filosofía o concepción del mundo o mitología, aparece como
interpretación del sentido de los estados del mundo no susceptibles de
modificación, convirtiéndose estas interpretaciones en motivos para actos que
serán ante todo de culto o rituales […].2

Pues entonces, a medida que el hombre va teniendo experiencia sobre aquellas


cosas que no puede modificar, ¿acaso no se impresiona con ellas, por su perfección y
belleza, o en otras palabras, por su divinidad? Pues, cuando el hombre ya tiene sus
necesidades satisfechas y sus carencias físicas resueltas, entonces, surge el momento de
ocio, es decir, el momento en que por fin puede dedicar al estudio de sí mismo y de
aquello que es inmodificable. En palabras de Aristóteles, luego de las ciencias que
buscan la utilidad, que en nuestro caso serían las que utiliza el hombre para modificar a
la naturaleza, “[…] se inventaron las que no se orientan al placer ni a la necesidad,
primeramente en aquellos lugares en que los hombres gozaban de ocio […]”3. Esto
quiere decir, pues, que luego de actuar el hombre sobre la materia y transformarla, ya
satisfechas sus necesidades básicas, se torna a contemplar aquellas cosas perfectas y
bellas, aquellos estratos no susceptibles de cambio en el mundo.

En segundo lugar, debemos concentrarnos en responder la siguiente cuestión, a


saber, ¿De qué manera el alma humana busca participar de lo divino, o en otras
palabras, participar de aquellos estratos inmodificables del mundo? La respuesta vendrá
de la noción platónica acerca del alma y su tendencia a participar de lo divino, es decir,
de aquello que es “[…] bello, sabio, bueno y otras cosas por el estilo.”4 ¿Qué
particularidad tiene el alma por sobre el cuerpo? Según Platón, “[…] el alma es lo más
semejante a lo divino, inmortal, uniforme, indisoluble […] mientras el cuerpo es lo más
semejante a lo humano, multiforme […]”5. De esto, entonces, se sigue que si el alma es

2
Ibíd. p.37
3
Aristóteles, Metafísica. Editorial Gredos, Madrid, 1994 (introducción, traducción y notas de Tomás
Calvo Martínez) p.73.
4
Platón, Fedro. Editorial Gredos, Madrid, 1992 (traducción e introducción por Lledó Iñigo) p.347.
5
Platón, Fedón, p.71.
2
inmortal y lo más semejante a lo divino, es decir, lo bello, perfecto e imperecedero,
busca, a saber, participar de aquello a lo que es similar, o más osadamente, busca
unirse con aquello inmodificable. Y en ello consta la participación, pues, si algo supera
al hombre, entonces no necesita perfeccionarse pues ya es perfecto, y en otras palabras,
divino. Mientras que el alma humana, en tanto imperfecta pero con posibilidades de
asemejarse lo más posible a lo perfecto, vive en un constante intento por participar de
lo inmodificable.

Para concluir, hemos dilucidado a lo largo de éste escrito los siguientes puntos: en
primer lugar, la adopción de la tesis platónica del alma en una tesis contemporánea
acerca de lo puramente humano. Entiéndase esto de la siguiente manera: la tesis del ser
humano activo, de Gehlen, y de aquellos estratos no susceptibles a modificación como
lo divino, perfecto e imperecedero, no depende de los humanos; por ejemplo, si un
volcán hará erupción o si no lo hará, es un evento absolutamente inmodificable. En
segundo lugar, la tendencia a la participación, del querer-ser-perfecto o alcanzar la
totalidad humana asimilándose a lo inmodificable, basándonos en la visión platónica
acerca de la tendencia del alma humana en participar de lo divino. Y por último,
debemos mencionar que, una posible respuesta a la pregunta “¿Qué es el ser humano?”
se respondería de la siguiente manera: el ser humano, un ser activo en cuanto modifica
la naturaleza y la torna útil para sí mismo, ve en aquellos estratos inmodificables del
mundo la perfección y la permanencia, es decir, aquello que es lo divino. Por lo tanto,
como es un ser carencial e incompleto, vive en una constante búsqueda de completarse,
de obtener la totalidad de su existencia, y ¡qué mejor forma que uniéndose y
participando de lo inmodificable!

Agustín Lavoz
Antropología filosófica

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