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Ambas nociones, tienen algo que las unifica, y no se nos acuse de anacronismo
pese a los más de dos milenios que los separan. Por una parte está Platón, quien
considera que el alma humana, es decir, lo que en esencia es el ser humano, busca
participar de aquello que es divino. Por otra parte, Gehlen considera que en su
condición de ser activo, el ser humano interpreta aquellos estratos inmodificables del
mundo y la naturaleza, es decir, donde el hombre no puede actuar, como aquello a lo
que él debe resignarse; pues, aquello que es inmodificable le supera, por lo tanto le
rendirá culto a aquello que tiene carácter supremo; además, es tan perfecto que no se
puede ni necesita modificar. Entonces, se sigue que el hombre también busca participar
de aquello inmodificable, de aquello que es, en un sentido muy amplio, divino.
nada más que hacer; sin embargo, existen algunos estratos inmodificables en el mundo,
por ejemplo, la muerte de los seres vivos, que si bien se puede aplazar, al llegar el
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Gehlen, Arnold, Antropología filosófica. Del encuentro del hombre por sí mismo. Editorial Paidós,
Barcelona, 1993 (traducción de Carmen Cienfuegos W.) p.33.
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momento éste es inmodificable, las erupciones volcánicas, terremotos, entre otros, que
el hombre y su mano no pueden transformar, y por lo tanto, se ve superado por ellos.
¿Qué hace con ellos? Los interpreta –alude Gehlen- en un sentido mitológico, y los
considera superiores, pues, le superan a su acción manipuladora. Luego, actúa, pero ya
no en el sentido de modificación física, sino mas bien en un sentido intelectual. El
siguiente pasaje de Gehlen, aclarará nuestra idea:
Por lo tanto una filosofía o concepción del mundo o mitología, aparece como
interpretación del sentido de los estados del mundo no susceptibles de
modificación, convirtiéndose estas interpretaciones en motivos para actos que
serán ante todo de culto o rituales […].2
2
Ibíd. p.37
3
Aristóteles, Metafísica. Editorial Gredos, Madrid, 1994 (introducción, traducción y notas de Tomás
Calvo Martínez) p.73.
4
Platón, Fedro. Editorial Gredos, Madrid, 1992 (traducción e introducción por Lledó Iñigo) p.347.
5
Platón, Fedón, p.71.
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inmortal y lo más semejante a lo divino, es decir, lo bello, perfecto e imperecedero,
busca, a saber, participar de aquello a lo que es similar, o más osadamente, busca
unirse con aquello inmodificable. Y en ello consta la participación, pues, si algo supera
al hombre, entonces no necesita perfeccionarse pues ya es perfecto, y en otras palabras,
divino. Mientras que el alma humana, en tanto imperfecta pero con posibilidades de
asemejarse lo más posible a lo perfecto, vive en un constante intento por participar de
lo inmodificable.
Para concluir, hemos dilucidado a lo largo de éste escrito los siguientes puntos: en
primer lugar, la adopción de la tesis platónica del alma en una tesis contemporánea
acerca de lo puramente humano. Entiéndase esto de la siguiente manera: la tesis del ser
humano activo, de Gehlen, y de aquellos estratos no susceptibles a modificación como
lo divino, perfecto e imperecedero, no depende de los humanos; por ejemplo, si un
volcán hará erupción o si no lo hará, es un evento absolutamente inmodificable. En
segundo lugar, la tendencia a la participación, del querer-ser-perfecto o alcanzar la
totalidad humana asimilándose a lo inmodificable, basándonos en la visión platónica
acerca de la tendencia del alma humana en participar de lo divino. Y por último,
debemos mencionar que, una posible respuesta a la pregunta “¿Qué es el ser humano?”
se respondería de la siguiente manera: el ser humano, un ser activo en cuanto modifica
la naturaleza y la torna útil para sí mismo, ve en aquellos estratos inmodificables del
mundo la perfección y la permanencia, es decir, aquello que es lo divino. Por lo tanto,
como es un ser carencial e incompleto, vive en una constante búsqueda de completarse,
de obtener la totalidad de su existencia, y ¡qué mejor forma que uniéndose y
participando de lo inmodificable!
Agustín Lavoz
Antropología filosófica