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La Gran Bendicion

de las Aguas
en La Fiesta de la Teofania

La Gran Bendición de las Aguas se celebra en la Epifanía o Teofanía. La palabra ‘Epifanía’ signi-
fica manifestación, aparición o revelación1 y ‘Teofanía’ quiere decir específicamente la manifesta-
ción de Dios.

Manifestación del Mesías: En su bautismo a manos del santo profeta, precursor y bautista Juan
en el río de Jordán, Jesús se manifestó por primera vez como el Mesías de Israel. Llegada la hora
del bautismo, Juan aplica a Jesucristo el título mesiánico, “Cordero de Dios, que quita los pecados
del mundo” (Juan 1:29) Al mismo tiempo, la voz del Padre llama a Jesús el “Amado,”
denominación referente al Mesías en el Antiguo Testamento. Usalas 42:1; Lucas 3:22; Marcos
1:11) Y dice el Evangelio que el Espíritu de Dios descendió y reposó sobre Jesús, lo cual también
le revela como el Mesías esperado por tanto tiempo, el Redentor del mundo (Isaías 61:1-2; Mar-
cos 1:10; Lucas 3:22; Juan 1:33).

Manifestación de la Santísima Trinidad: En su bautismo Jesús es revelado como el divino Hijo


de Dios, persona de la Santa Trinidad, con el Padre y el Espíritu Santo. Así canta la Iglesia en sus
himnos principales de la fiesta:

En el Jordán, al ser bautizado, Señor,


se manifestó la adoración de la Trinidad;
pues la voz del Padre dio testimonio de
ti, nombrándote su Hijo amado. Y el Espíritu,
en forma de paloma, confirmó la verdad
de su palabra. Cristo Dios nuestro,
que te manifestaste e iluminaste el mundo,
gloria a ti. (tropario).

Hoy apareciste al universo, y tu Luz,


Señor, ha brillado sobre nosotros, que te
alabamos, y conociéndote clamamos: viniste
y te manifestaste, Luz inaccesible. (Contaquio).

La Bendición de las Aguas: La bendición de las aguas se celebra dos veces en la festividad de la
Epifanía, después de la Liturgia de la víspera (es decir del 5 de enero) y después de la Liturgia de
la fiesta misma (el 6 de enero) Se comienza con los himnos (idiomelos) de la fiesta y la incensa-
ción de la pila colocada en el centro de la iglesia, la que esta rodeada de cirios encendidos y de
flores, como signos de la hermosura del mundo en su estado original y de la glorificación final por
Cristo y el Espíritu Santo en el Reino de Dios. A veces se celebra la bendición de las aguas cerca
de un lago o de un río.
Hay quien cree que la bendici6n de las aguas y la costumbre de beberlas y ungirse con ellas y
de bendecir las cosas con ella, es un elemento pagano que se ha insinuado erróneamente en la
práctica de la Iglesia cristiana. Sabemos, sin embargo, que este rito fue practicado por el pueblo
de Dios en el Antiguo Testamento (véase Juan 5 y 7) y que sigue practicándose en la Iglesia de
Cristo del Nuevo Testamento con una significaci6n importante.
El ritual de la Bendición de las Aguas revela el significado cristiano de la conmemoración
misma Las lecturas de la Sagrada Escritura, particularmente las profecías mesiánicas de Isaías, y
las letanías, oraciones e himnos, todos sirven para indicarnos cuál es el verdadero significado, no
solamente de la Epifanía, sino también de la Fe cristiana.

La Santificación del Mundo: Según la fe cristiana, el Hijo de Dios se encarno y apareció en el


mundo, y sumergiéndose en las corrientes del Jordán, santifico y purificó toda carne y todo el
mundo material, los purgó de sus cualidades mortíferas heredadas del Diablo y de la iniquidad de
los hombres.
En la Epifanía del Señor, toda la creación se hace buena otra vez, es decir 'buena en gran ma-
nera' (Génesis 1:31), así como Dios la había hecho en el principio. Pues en el principio la voz del
Señor habló, igual que en la ocasión del bautismo de Jesús, y el “Espíritu de Dios se movía sobre
la haz de las aguas” (Génesis 1:2) Al mismo tiempo, Dios “alentó en su nariz soplo de vida” (Gé-
nesis 1:30; 2:7) Y toda la creación fue vivificada por Dios para una vida de comunión viviente con
El.
El mundo y todo lo que hay en él es verdaderamente bueno. Y cuando se contamina, se co-
rrompe y muere, se llena de malignidad y no de Dios, luego Dios lo hace, todo para salvarlo y
glorificarlo una vez más. Esto es lo que nos dice específicamente la Epifanía y sobre todo la Ben-
dición de las Aguas: que Dios ha salvado y glorificado por Cristo y el Espíritu la buena creación
que El habla hecho por el mismo Cristo y por el mismo Espíritu en el principio del mundo.
Dios con nosotros La santificación de las aguas de la fiesta de la Epifanía pone la creación
entera — por medio de su elemento básico — en la perspectiva de la santificación y la glorifica-
ción cósmicas del Reino de Dios, manifestado en el mundo por Cristo y el Espíritu. La Gran Ben-
dición de las Aguas enseña que el hombre y el mundo fueron creados y salvados para ser “llenos
de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:19), “la plenitud de Aquel que hinche todas las cosas en
todos” (Efesios 1:23) Nos enseña también que “los cielos nuevos y la nueva tierra prometidos por
Dios, por medio de sus profetas y sus apóstoles, están verdaderamente `con nosotros` — porque
Dios con nosotros — ahora mismo en el misterio de Cristo y de la Iglesia (Isaías 66:221 11 Pedro
3:13; Apocalipsis 21:1).
Así, la santificación, la participación, y el asperges de las aguas de la Epifanía del Señor no
son ritos paganos. Vienen de las profundidades de la fe bíblica y eclesiástica y la experiencia del
Pueblo de Dios, como expresión de su doctrina más importante. Proclama y celebra la convicción
más honda y la visión de la fe cristiana de que el hombre y su mundo tienen la vocación y el desti-
no de “ser llenados de toda la plenitud de Dios.”

La Bendición de los Hogares: Uno de los signos mas importantes de la divina santificación de
todo por la Epifanía de Cristo en el mundo y por su bautismo en el Jordán, es el rito de la bendi-
ción de los hogares de los fieles. En la festividad de la Epifanía, el sacerdote visita a todos los
miembros de la Iglesia para rezar con ellos en el lugar donde viven, y para bendecirlo con el agua
santificada.
Según la fe ortodoxa, la familia es una iglesia pequeña, y la mesa familiar es el altar domés-
tico, donde se reúne toda la familia todos los días para recibir su pan de cada día de Dios con gra-
titud en el nombre de Cristo. Así, en el tiempo de la Epifanía, el sacerdote, que es el padre de la

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familia de Dios, la comunidad de la Iglesia, viene a todas las iglesias pequeñas, trayendo la bendi-
ción de Dios Padre a todos los que son hermanos en Cristo.
La santificación del hogar se efectúa no sólo por medio de las oraciones, sino también por el
asperges del agua bendita, la que significa, como ya hemos visto, la nueva creación del Reino de
Dios, en la que Dios mismo “llena todas las cosas de si mismo” — hasta todas las cosas de la exis-
tencia material.
Durante la visita anual del sacerdote, ruega a Dios que tenga misericordia de la casa, que la
limpie de todo mal, y que la llene de bendiciones. Todos rezan juntos por el bien de los vivos y de
los muertos de la familia, y de todos los que viven y han vivido en la casa. Todos cantan juntos el
gran himno de la salvación: Cristo, el Hijo del Padre, por la gracia del Espíritu Santo, “se ha mani-
festado y ha iluminado el mundo.” Así que la casa misma, y todas las personas que viven en ella
son “llenados de toda la plenitud de Dios.”

Padre Thomas Hopko

El Servicio de
la gran bendicion de aguas

Concluida la Divina Liturgia (después de la oración del ambón), todo el clero se traslada en
procesión al lugar donde se celebrará la bendición de las aguas. El coro canta los siguientes
idiomelos en el tono 8:

La voz del Señor sobre las aguas clama, diciendo: Venid todos y recibid al Espíritu de sa-
biduría, al Espíritu de inteligencia, al Espíritu del temor de Dios, del Cristo que se ha manifestado.
Hoy es santificada la naturaleza de las aguas, y el Jordán es partido, deteniendo las co-
rrientes de sus aguas al ver lavarse en ellas al Dueño de todo.
Cristo Rey, has venido al río como hombre, y en tu bondad te apresuras a recibir el bautis-
mo propio de un siervo de manos del Precursor, por causa de nuestros pecados, Amante de los
hombres.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
Amén. A la voz del que clamaba en el desierto, 'Preparad el camino del Señor,' has acudido, Se-
ñor, tomando la forma de siervo, y tú que no conoces pecado pides ser bautizado. Viéndote las
aguas temieron; el Precursor temblando exclamo: ¿Como podrá el candil iluminar la Luz? ¿Como
podrá tocar el siervo al Dueño? Salvador, que quitas los pecados del mundo, santifícame a mí jun-
to con las aguas.

Luego las lecturas:

Lectura de la Profecía de Isaías (35:1-10)


Así dice el Señor: Alegrarse han el desierto y la soledad: el yermo se gozará, y florecerá
como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con jubilo: la gloria del Lí-
bano le será dada, la hermosura de Carmel y de Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, la hermosu-
ra del Dios nuestro. Confortad a las manos cansadas, roborad las vacilantes rodillas. Decid a los
de corazón apocado: Confortaos, no temáis: he aquí que vuestro Dios viene con venganza con
pago; el mismo Dios vendrá, y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oí-
dos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del

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mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco será tor-
nado en estanque,' y el secadal en manaderos de aguas, en la habitación de chacales, en su cama,
será lugar de cañas y de juncos. Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santi-
dad; no pasará por el inmundo; y habrá para ellos en él quien los acompañe, de tal manera que los
insensatos no yerren. No habrá allí león, ni bestia fiera subirá por el, ni allí se hallará, para que ca-
minen los redimidos. Y los redimidos del Señor volverán, y vendrán, y vendrán a Sion con alegría;
y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y retendrán el gozo y alegría, y huirá la tristeza y el gemi-
do.

Lectura de la Profecía de Isaías (55:1-13)


Así dice el Señor: A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, ve-
nid, comprad, y comed. Venid, comprad, sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el
dinero no en pan y vuestro trabajo no en hartura? Oídme atentamente, y comed del bien, y deleita-
ráse vuestra alma con grosura. Inclinad vuestros oídos, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y
haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes de David. He aquí, que yo lo di por testi-
go a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones. He aquí, llamarás a gente que no conocis-
te, y gentes que no te conocieron correrán a ti; por causa del Señor tu Dios, y del Santo de Israel
que te ha honrado. Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cerca-
no. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase al Señor, el cual
tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensa-
mientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Señor. Como son
más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pen-
samientos más que vuestros pensamientos. Porque como desciende de los cielos la lluvia, y la nie-
ve, y no vuelve allá, sino que harta la tierra, y la hace germinar y producir, y da simiente al que
siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, antes
hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Porque con alegría saldréis,
y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos
los árboles del campo darán palmadas de aplauso En lugar de la zarza crecerá haya, y en lugar de
la ortiga crecerá arrayán: y será al Señor por nombre, por señal eterna que nunca será raída.

Lectura de la Profecía de Isaías (12:3-6)


Así dice el Señor: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salud. Y diréis en aquel día:
Cantad al Señor, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su
nombre es engrandecido. Cantad salmos al Señor; porque ha hecho cosas magnificas: sea sabido
esto por toda la tierra. Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en media de ti
el Santo de Israel.

Luego se canta el proquimeno siguiente en el tono 3:

El Señor es mi luz y mi salvación: ¿de quién temeré?


Verso: El Señor es la fortaleza de mi vida: ¿de quien he de atemorizarme?

Lectura de la Primera Epístola del Santo Apóstol Pablo a los Corintios (10: 1-4)
Hermanos, no quiero que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y to-
dos pasaron la mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en la mar, y todos comieron
la misma vianda espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la piedra
espiritual que los seguía, y la piedra era Cristo.

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Aleluya, tono 4:

Voz del Señor sobre las aguas.


Verso: Hizo tronar el Dios de gloria:
el Señor sobre las muchas aguas.

Lectura del Santo Evangelio según marcos (1: 9-11)


En aquellos días, aconteció que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan
en el Jordán. Y luego, subiendo del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma, que
descendía sobre El. Y hubo una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tomo
contentamiento.

Y el diácono recita la letanía, En paz al Señor roguemos... y después de la petición, Por los via-
jeros..., añade estas peticiones:

 Para que esta agua sea santificada por la fuerza, la operación y el descenso del Espíritu
Santo, al Señor roguemos.
 Para que sobre estas aguas descienda la operación purificadora de la supersubstancial Trini-
dad, al Señor roguemos.
 Para que a estas aguas sea concedida la gracia de la redención y la bendición del Jordán por
la fuerza, la operación y el descenso del Espíritu Santo, al Señor roguemos.
 Para que Satanás sea aplastado bajo nuestros pies, y que sea anulado todo consejo maligno
dirigido contra nosotros, al Señor roguemos.
 Para que el Señor Dios nuestro nos libre de todo ataque y tentacio5n del Adversario, y que
nos haga dignos de los bienes prometidos, al Señor roguemos.
 Para que seamos iluminados por la luz de la sabiduría y de la piedad, por el descenso del
Espíritu Santo, al Señor roguemos.
 Para que el Señor Dios nuestro envíe la bendición del Jordán sobre estas aguas y las santifi-
que, al Señor roguemos.
 Para que esta agua sea un don de santificación, remisión de pecados, curación de almas y
cuerpos, para todo buen propósito, al Señor roguemos.
 Para que esta agua brote como manantial de vida eterna, al Señor roguemos.
 Para que sea prevención contra toda asechanza de nuestros enemigos visibles e invisibles,
al Señor roguemos.
 Por los que la reciban y la lleven para la santificación de sus hogares, al Señor roguemos.
 Para que sea purificación de alma y cuerpo de todos los que la reciban y la beban, al Señor
roguemos.
 Para que seamos dignos de ser infundidos de santificación por tomar de estas aguas, por la
manifestación invisible del Espíritu Santo, al Señor roguemos.
 Para que el Señor Dios escuche la voz de suplica de nosotros que somos pecadores y que
tenga piedad de nosotros, al Señor roguemos.
 Para que nos libre ...
 Socórrenos, sálvanos ...
 Conmemorando a la santísima...

Entretanto, el sacerdote ha estado recitando en voz baja esta oración:


Señor Jesucristo, Hijo unigénito que permaneces en el seno del Padre, Dios verdadero,
Fuente de vida e inmortalidad, Luz de Luz, que viniste al mundo a iluminarlo, ilumina nuestras

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mentes con tu Espíritu Santo, y recíbenos al ofrecerte gloria y gratitud por todas tus grandes
obras maravillosas, que son por siglos de siglos, y por tu salvadora dispensación en estos últimos
días, en la que te has revestido de nuestra naturaleza pobre y débil, condescendiendo hasta tomar
la forma de siervo, Tú que eres Rey de todo, y te dignaste ser bautizado en el Jordán por la mano
de un siervo, para que, habiendo santificado la naturaleza del agua, Tu que eres impecable, nos in-
dicaras un nuevo nacimiento por el agua y el Espíritu, y nos restauraras a nuestra prístina libertad.
Celebrando la memoria de este misterio divino, te suplicamos, Señor que amas a los hombres, que
nos rocíes, a tus siervos indignos, de acuerdo con tu promesa divina, del agua purificadora, el don
de tu entrañable misericordia; y que te agraden las suplicas de nosotros pecadores sobre esta agua
en tu bondad, y que por ella sea concedida tu bendición a nosotros y a todo tu pueblo fiel, para la
gloria de tu santo y adorable nombre. Porque a ti pertenecen toda gloria, honor y adoración, con
tu Padre que es sin origen, y con tu santísimo Espíritu bueno y vivificador, ahora y siempre, y por
los siglos de los siglos. Amén.

Y al terminar el diácono la letanía, el sacerdote dice en voz alta esta oración:

Grande eres, Señor, y maravillosas tus obras, y ninguna palabra es suficiente para cantar tus mara-
villas. tres veces
Porque Tú, por tu propia voluntad, de la nada has traído todas las cosas a la existencia, y
por tu poder mantienes toda la creación, y por tu providencia ordenas el mundo Constituiste con
los cuatro elementos la creación; coronaste el ciclo del año con cuatro estaciones. Ante ti tiemblan
todas las potestades razonables. El sol canta tus alabanzas, y la luna te glorifica; las estrellas inter-
ceden contigo. Te obedece la luz. Ante ti se estremecen los abismos; los manantiales te sirven. Ex-
tendiste los cielos como una cortina. Estableciste la tierra sobre las aguas. Rodeaste los mares de
arena. Derramaste el aire para el aliento. Las potestades angelicales te sirven. Los coros de arcán-
geles te adoran. Los querubines de múltiples ojos y los serafines de seis alas, estando en derredor
y volando, se cubren de temor ante tu inaccesible gloria. Porque Tú, el Dios incircunscrito, sin co-
mienzo e inefable, descendiste a la tierra, tomando la forma de un siervo y haciéndote a semejanza
del hombre. Pues no toleraba tu entrañable misericordia, Dueño ver a la raza de los hombres bajo
la tiranía del diablo, porque viniste a salvarnos. Confesamos tu gracia; proclamamos tu misericor-
dia; no escondemos tu beneficencia. Libertaste a los hijos de nuestra naturaleza; por tu nacimiento
santificaste el seno de la Virgen. Toda la creación canta tus alabanzas, Tú que te manifestaste.
Porque Tú, Dios nuestro, apareciste en la tierra y habitaste entre los hombres. Santificaste las co-
rrientes del Jordán, enviando desde el cielo a tu santísimo Espíritu, y aplastaste la cabeza de los
dragones que allí habitaban.

Luego el sacerdote traza la señal de la cruz tres veces sobre el agua diciendo cada vez:

Por tanto, Rey que amas a los hombres, está presente ahora, por el descenso de tu Espíritu Santo,
y santifica esta agua.
Y concédele la gracia de la redención, la bendición del Jordán. Haz de ella una fuente de
incorrupción, un don de santificación. una remisión de pecados, un remedio de enfermedades, una
destrucción de demonios, inaccesible a las potestades hostiles, llenada de poder angelical, a fin de
que sea para los que la reciban y la tomen para purificación de sus almas y cuerpos, para curaci6n
de las pasiones, para santificación de sus hogares y para todo buen propósito. Pues Tú eres nues-
tro Dios, que por el agua y el Espíritu, renovaste nuestra naturaleza envejecida por el pecado. Tú
eres nuestro Dios, que por el agua ahogaste el pecado en los días de Noé. Tú eres nuestro Dios,
que por el mar, por medio de Moisés, libertaste a los hebreos de la esclavitud de Faraón. Tú eres

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nuestro Dios, que partiste la roca en el desierto de modo que las aguas brotaron y se desbordaron
los arroyos, y saciaste a tu pueblo sediento. Tú eres nuestro Dios, que por agua y fuego, por me-
dio de Ellas, volviste a Israel del error de Baal.

Tú mismo, Señor, santifica ahora esta agua por tu Espíritu Santo. tres veces

Concede a todos los que la toquen, con ella se unjan, y participen de ella, santificación, bendición,
purificación y salud.
Salva, Señor, a nuestros gobernantes fieles y guárdalos en paz bajo tu amparo. Somete
bajo sus pies a todo enemigo y adversario; concédeles todas sus peticiones que sean por la salva-
ci6n y la vida eterna.
Acuérdate, Señor, de nuestro Metropolitano, Nombre, de nuestro Obispo, Nombre, de
todo el presbiterio, del diaconado en Cristo, y de toda orden sacerdotal, y de todo el pueblo aquí
presente, lo mismo que de nuestros hermanos que están ausentes por causa justa, y ten piedad de
ellos y de nosotros, según tu gran piedad. Para que por los elementos, por los ángeles, y por los
hombres, por todas las cosas visibles e invisibles, sea glorificado tu santísimo nombre, juntamente
con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Paz a todos. Coro: Y a tu espíritu.

Diácono: Inclinad vuestras cabezas ante el Señor.

Coro: A ti, Señor.

Y el sacerdote, inclinando la cabeza, dice esta oraci6n en voz baja:


Inclina tu oído y escúchanos, Señor, que te dignaste ser bautizado en el Jordán y santifi-
caste las aguas. Bendícenos a todos, quienes por la inclinación de nuestras cabezas señalamos
nuestra sumisión, y haznos dignos de ser santificados por participar de esta agua y por ser rocia-
dos con ella, para que sea, Señor, para la salud de nuestras almas y cuerpos.
Exclamación: Porque Tu eres la santificación de nuestras almas y cuerpos y te rendimos
gloria, gracias y adoración, con tu Padre que es sin origen, y tu Santísimo Espíritu Bueno y Vivifi-
cador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Luego, bendiciendo el agua, trazando la señal de la cruz con la preciosa cruz, el sacerdote la
sumerge en el agua y vuelve a levantarla, teniéndola con las dos manos, y cantando este tropa-
rio, tono 1:

En el Jordán, al ser bautizado, Señor, se manifestó la adoración de la Trinidad; pues la


voz del Padre dio testimonio de ti, nombrándote su Hijo amado. Y el Espíritu, en forma
de paloma, confirmó la verdad de su palabra. Cristo Dios nuestro, que te manifestaste e
iluminaste el mundo, gloria a ti.

Y lo repite el coro.

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Y el sacerdote sumerge la cruz dos veces mas, cantando el tropario cada vez, y el coro lo repite.

Luego el sacerdote toma del agua santificada en un aguamanil y se vuelve cara al occidente. Te-
niendo la preciosa cruz en la mano izquierda y el asperges en la derecha. Luego todos se acer-
can, besan la cruz, y el sacerdote los bendice, rociando la cara con el agua santificada. Sigue
cantándose el tropario hasta que todos se hayan acercado. Luego entramos otra vez en el tem-
plo, mientras que se canta el idiomelo siguiente, tono 6:

Alabemos, fieles, la grandeza de la dispensación de Dios por nosotros, porque el que se hizo hom-
bre por causa de nuestras transgresiones, y es el único puro y libre de mancha, para purificarnos
se purificó en el Jordán, para santificarme a mi y las aguas y aplastar las cabezas de los dragones
del agua. Tomemos las aguas con gozo, hermanos, porque sobre los que las tomen con fe, se con-
cede invisiblemente la gracia del Espíritu por Cristo el Dios y Salvador de nuestras almas.

Luego: Bendito sea el nombre del Señor desde ahora y para siempre. tres veces

Y el Salmo 33: Bendeciré al Señor en todo tiempo... Y todos beben del agua santificada y reciben
el antídoto.

Y el sacerdote da la despedida:

El que en el Jordán se dignó ser bautizado por Juan por nuestra salvación, Cristo, verdadero Dios
nuestro, por la intercesión de su inmaculada Madre, y de todos los Santos, tenga piedad de noso-
tros y nos salve, porque es bueno y ama a los hombres.

Panfleto Misionero # S
Copyright (c) 1999 y Publicado por la Iglesia
Ortodoxa Rusa de la Santa Protección
2049 Argyle Ave. Los Angeles, California 90068
Editor: Obispo Alejandro (Mileant).

(bendicion_aguas.doc, 09-06-99).

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