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Valor, osadía, honor y crueldad: Mujeres en altamar

Parte I
Por: Patricia Díaz Terés
"Antes de arrojarse al peligro hay que preverlo y temerlo, pero, cuando se está en él, no queda más
que despreciarlo."
François de Salignac de la Mothe
Rebeldes, aventureras, valientes y en ocasiones sanguinarias y crueles, así fueron las
mujeres que decidieron irrumpir en una empresa que durante un largo periodo fue exclusiva de los
varones: la piratería.
Desde los mares del Sur de China hasta el Caribe y desde el Canal de la Mancha hasta las
costas africanas, varias jovencitas decidieron viajar en compañía de asesinos y ladrones en busca de
los botines que representaban los barcos comerciales que circulaban las rutas marítimas de cada
centuria.
Al mismo tiempo que el carácter de todas las mujeres que arriesgaron y en ocasiones
sacrificaron su vida en los barcos, ya fueran navíos piratas o buques de guerra, las razones que las
empujaron hacia una existencia llena de peligros fueron muy distintas.
Durante los siglos en los que el matrimonio era más resultado del comercio que del amor,
surgieron algunas féminas que decidieron embarcarse para escapar de sus prometidos. Tal es el
caso de la goda Alvilda, una de las primeras capitanas piratas, quien para escapar de un enlace por
conveniencia con el príncipe danés Alf, se lanzó hacia una aventura en el mar con su séquito de
damas de compañía.
Este relato guarda notoria semejanza con el caso que narra Diego de la Valera en el siglo XV
sobre “Santa Úrsula y sus Once Mil Vírgenes”, según el cual cuando el príncipe pagano Gevia fue a
visitar a su prometida recién convertida al cristianismo, Úrsula, ésta junto con su corte femenina
tomó por asalto los barcos del pretendido futuro esposo y navegó con rumbo a Thule, Marsella y
Roma; siendo capturadas finalmente en la ciudad de Colonia.
Otras vidas estuvieron llenas de coraje y honor como la de María Antonia de Soto, quien
ante su necesidad de proveerse un sustento decidió, en 1794, disfrazarse como infante de marina y
enrolarse para participar en la Guerra de la Convención contra Francia y en la batalla del cabo de
San Vicente en el año de 1797. Tan hábil era la muchachita de dieciséis años que nadie descubrió
que Antonio de Soto era en realidad una chiquilla valiente y decidida; quien gracias a los elogios a su
valor y ejemplar comportamiento en combate durante sus cuatro años de servicio, reportados por su
superior el general José de Mazarredo, el rey Carlos IV no sólo perdonó su falta sino que le concedió
de por vida el grado, sueldo y honores merecidos por un sargento primero de la Marina española.
Pero también encontramos otro tipo de mujeres, crueles, sanguinarias y vengativas, como
Charlotte Berry quien se dedicó a rondar la costa africana acechando barcos cargados de oro,
después de organizar con éxito un motín en una embarcación en la que viajaba con rumbo al
continente negro.
Pero sin duda, dos de los personajes más interesantes de estos relatos son los que de algún
modo lograron mezclar un poco de ambos temperamentos; es así como llegamos a la historia de las
que son, quizás, las mujeres piratas más conocidas: Mary Read y Anne Bonny.
Anne Bonny nació en Irlanda en 1698 con el nombre de Anne Cormac. Siendo hija ilegítima
de un abogado, William Cormac, y de una integrante de la servidumbre de la casa, Mary Brennan, su
vida desde el comienzo estuvo marcada por singulares situaciones. De este modo su padre, al no
querer separarse de ella, optó por disfrazarla como un chico y llevarla a vivir con él; este engaño no
duró mucho tiempo, dando como resultado la separación del abogado y su esposa partiendo él junto
con la Mary Brennan y Anne hacia la ciudad de Charleston (E.U.).
La joven Anne siempre demostró un intempestivo carácter. En contra de los deseos de su
padre, se casó con el marinero James Bonny, quien al ver que su esposa era desheredada decidió
partir con ella rumbo a la isla de Providence en Las Bahamas. Una vez ahí, Anne Bonny conoció al
pirata Jack Rackham también conocido como “Percal” con quien escapó en el barco “Revenge” para
convertirse, debidamente disfrazada de varón, en un miembro de la tripulación.
Fue en esta embarcación donde Anne Bonny conoció a Mary Read, quien también ocultaba
su condición femenina con tal de permanecer a bordo del barco pirata. Al igual que Anne, Mary se
había acostumbrado desde niña a vestir indumentaria masculina, ya que su madre para continuar
con la ayuda económica de su suegra, disfrazó a la pequeña como si fuera su difunto hermano.
Con este antecedente Mary Read, rebelde y atrevida, se enroló en un buque de guerra, en
donde gracias a su excelente comportamiento se ganó el respeto y aprecio de los oficiales. Siendo
una jovencita a la vez apasionada en sus sentimientos pero recatada en su conducta, el soldado del
que se enamoró, de apellido Fleming, resolvió hacerla su esposa en lugar de su amante. Después de
contraer matrimonio, tuvieron algunos años de felicidad en su hostería “Las Tres Herraduras”, cerca
del castillo de Breda en España, hasta que él falleció y Mary decidió volver al ejército, en donde fue
enviada a las Antillas.
Fue justamente durante esta travesía cuando los piratas atacaron su barco y ella eligió unirse
a los bandidos. Posteriormente, optó por unirse a las naves corsarias que se encontraba armando el
gobernador de la isla de Providence, Woddes Rogers. En uno de esos navíos fue donde conoció al
capitán Rakham y a Anne Bonny, de quien se hizo muy amiga después de que ambas descubrieron
que compartían un secreto.
Extraordinario es el fin de esta historia, ya que cuando corría el año de 1720 la armada
británica capturó la embarcación de Rakham, siendo sólo tres intrépidos tripulantes los que se
quedaron a defender la cubierta: Anne, Mary y un pirata desconocido. Se cuenta que cuando el resto
de sus compañeros no salió de su escondite para luchar, Mary Read disparó llena de furia contra
ellos. Asimismo, cuando conducían a Rakham hacia la horca Anne Bonny le dijo “si hubieras luchado
como un hombre, ahora no te colgarían como a un perro”.
Estando las dos piratas encintas al momento de ser aprehendidas, su ejecución fue
postergada. En el caso de Anne Bonny fue suspendida, por lo que recuperó la libertad sin que se
conozca nada de su destino final; mientras que Mary Read no llegó a ser colgada porque murió de
alguna fiebre infecciosa mientras esperaba el nacimiento de su hijo en una cárcel de Jamaica.
Habiendo poseído tan excepcionales y diversas características estas mujeres, todas tienen
algo en común, quebrantaron audazmente la regla V del código de conducta para los piratas que
redactó Charles Johnson en el siglo XVIII: “No se permite la presencia de ningún niño o mujer a
bordo”.
Fuentes:
“Mar Brava”. Autor: Gerardo González de Vega. Ediciones B. Barcelona, 2000.
“Corsarios y Piratas”. Aut. Richard Platt. Ed. Altea. Singapore, 1995.
“Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas”. Aut. Daniel Defoe. Ed.
Valdemar. Madrid, 1999.
“Anne Bonny: La Historia de una mujer pirata”. Aut. Ester Boldú.

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