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LA NATURALEZA Y EL CARÁCTER DE LAS SESIONES

EN LAS COMISIONES INVESTIGADORAS


DURANTE EL PERÍODO 1963-2001

Por César Delgado-Guembes (∗)

Las Comisiones Investigadoras son órganos parlamentarios responsables


de obtener información para el Congreso. La finalidad de la obtención de
información está acotada y se enfoca respecto de hechos de interés público
que merecen la vigilancia y control político del Congreso. Su labor se
justifica en función de la capacidad moralizadora que no le es ajena a la
representación nacional. El reciente desempeño de estas agencias de la
institución parlamentaria parece merecer una revisión de la experiencia
sobre su manejo en períodos anteriores, de manera que sea posible indagar
sobre los sentidos de su uso para actores previos de los procesos de
investigación y control parlamentario, y así encontrar elementos de juicio
basados en la experiencia para ajustar o enderezar su orientación al tipo de
misión específica que el Congreso requiere que ellas cumplan.

Es con este tipo de propósito en mente que cabe formular una interrogación
precisa y concreta, que permita recuperar en nuestra propia tradición
parlamentaria el sentido que ha tenido su actividad regular en el pasado.
Esa pregunta puede ser si tienen las sesiones y actividades en general de
las Comisiones Investigadoras, hasta el año 2000 carácter público o
reservado. Tentativamente cabría proponer, a título de hipótesis que existe
una percepción disímil sobre la experiencia en la realización de las sesiones
y que, por lo tanto, el concepto ha variado según los actores. El sustento
para proponer esta hipótesis es la realidad advertida en la experiencia que
empieza el año 1995, desde cuando el concepto de las sesiones de las
Comisiones Investigadoras también ha variado según los actores, como ha
variado también la normatividad con la que se ha regulado dichas sesiones.

En principio cabría esperar que, por la naturaleza de las tareas que se les
encargan, existiera la percepción de que les es esencial actuar como
órgano preparatorio de la voluntad corporativa del Congreso y, por esta
razón, que deben asegurar a las instancias deliberantes de la institución la
información cuyo recaudo debe realizarse observando técnicas no

El autor es especialista y profesor de derecho parlamentario, y tiene experiencia en
la gestión del parlamento peruano desde el año 1980, institución en la que ha ocupado los
más altos cargos como funcionario, desempeñándose como Sub Oficial Mayor de la
Cámara de Diputados bajo el régimen bicameral que concluyó en 1992, y como Oficial
Mayor durante el año 2003. Actualmente se desempeña como funcionario en el Congreso
de la República a cargo del Centro de Documentación y Biblioteca

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precisamente públicas sino, por el contrario, semejantes a las que es
necesario observar en procesos investigatorios como los que se conducen
en la fase instructiva en los tribunales de justicia. ¿Corresponde a su papel
el desarrollar sus tareas con carácter reservado, o debe entenderse que les
es exigible la exposición abierta y transparente de su proceso
investigatorio?. Es a esta pregunta a la que podría preverse que la
respuesta sea que esta finalidad no es adecuadamente advertida entre los
actores de los procesos de investigación parlamentaria. Si esta hipótesis
fuera correcta, es indispensable explorar y examinar en mayor profundidad
para definir con claridad cuál debe ser el perfil que más efectivamente
deban cumplir las Comisiones Investigadoras a la luz del encargo que
reciben y de la misión institucional y constitucional que les toca cumplir.

Para examinar los alcances de las interrogantes anteriores en este


documento se procederá a revisar esquemáticamente el entorno en el que
las Comisiones Investigadoras han desarrollado su labor en particular a
partir de los años 90s, y luego se consignará las referencias obtenidas de
protagonistas de la labor investigadora en períodos parlamentarios
anteriores a dicha década.

El aporte principal que se espera alcanzar es el acopio del testimonio que


las entrevistas desarrolladas durante los meses de Abril y Mayo del año
2005 revelen, pero también una propuesta inicial a la que luego sigan
planteamientos e investigaciones de mayor profundidad. Es pues un primer
intento de acopio de información basado en el testimonio de quienes han
tenido experiencia en el desempeño de las Comisiones Investigadoras, para
recoger de ellos las líneas que orienten mejor el sentido que deba afirmarse
en la normativa y la práctica de estos importantes órganos a cuyo cargo
está la preparación de la deliberación y voluntad de control y fiscalización
del Congreso del Perú.

EL CONTEXTO HISTÓRICO INSTITUCIONAL

1. La naturaleza de las sesiones según los períodos históricos

La observación básica del ejercicio de las Comisiones Investigadoras


permite afirmar que el largo período que comprende los años 1963 al 2005
no ha registrado una práctica regular a partir de la afirmación del carácter
público de sus sesiones, constatándose que frente a una práctica de
reserva existe otra en la que se desarrollan sesiones públicas. A este

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efecto, lo que se ha entendido como sesiones públicas o sesiones
reservadas ha dependido del período materia de la indagación, así como del
concepto y estilo que los actores han dado al desempeño de las
responsabilidades que el Pleno les confió.

Hasta el año 1992, se entendía que eran públicas las sesiones en las que
podían entrar representantes que no eran miembros de la Comisión, o
asesores de ellos; y sesiones reservadas aquellas en las que, primero, el
ingreso a las sesiones era materia de una disciplina mucho más severa,
excluyendo de ingreso incluso a representantes al Congreso que no fueran
miembros de la comisión a cargo de la investigación, y segundo, cuando la
documentación no era accesible ni disponible sino una vez concluida la
investigación y puesta aquélla en conocimiento del Pleno.

A partir de 1993 empieza a cambiar el concepto de qué era una sesión


pública, como consecuencia del efecto producido por el interés y papel de
los medios de comunicación en el desarrollo de la actividad parlamentaria.
Sesión pública fue desde entonces una modalidad de trabajo con
consecuencias diversas. La presencia, cobertura o injerencia de la prensa
en el desarrollo de la labor parlamentaria significó una magnificación de la
difusión de las materias, procedimientos, incidencias, decisiones y acuerdos
del Congreso. Por esta misma razón, definir como pública una sesión tiene
consecuencias sustantivamente diversas en la actualidad, que las que podía
traer hasta el año 1992.

2. El reto institucional para la generación parlamentaria a partir del


2001

En atención a los riesgos que confronta el desarrollo del Congreso en un


marco de transparencia y publicidad mediáticamente masiva, los retos son
también distintos hasta los ahora conocidos. Estos retos se enfrentan con
un marco normativo que resultó de la coyuntura política de los 90s.

Dos hechos significativos en el desarrollo de las Comisiones Investigadoras


a partir de 1993 fueron, primero, que se creara una Comisión, como la
Comisión ordinaria de Fiscalización, que sirvió como criba y filtro para evitar
la investigación parlamentaria de los asuntos públicos, pero a la vez como
salvaguarda para la operación libre del aparato de sostenimiento del poder
político por Fujimori y quienes lo apoyaban en su liderazgo. El segundo
hecho significativo, dentro de esta misma lógica, fue la diseminación de la
función de control, al reconocerla como una actividad ordinaria propia de
cada una de las Comisiones Ordinarias, cuya labor es eminentemente
legislativa.

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La creación de la Comisión de Fiscalización y la dispersión de la función de
control entre las comisiones ordinarias, obedeció a un concepto de la
actividad política que entendió el manejo de la cosa pública como una
materia en la que el parlamento debía servir de colchón de protección y de
silenciamiento de la actividad política del Poder Ejecutivo, y no un órgano de
control, objetivo que no le resultó muy complicado alcanzar al régimen de
1993-2000 debido a las mayorías holgadas con las que contaba en el
Congreso en general, y en las Comisiones Ordinarias en particular.

Otro efecto importante es el desconcierto y la ausencia de modelo para


quienes resultan elegidos al Congreso como representantes de la
comunidad. Los congresistas que llegan a ocupar un escaño parlamentario
a partir del 2001 no tuvieron vínculo histórico con la generación de
parlamentarios que fuera descabezada con el golpe de 1992 y, en
consecuencia, quedaron en una situación de desarraigo cultural, por
ausencia de modelos apropiados y de información suficiente sobre nuestras
tradiciones políticas y parlamentarias.

Los congresistas que se insertan en nuestro parlamento luego del período


de autoritarismo de la década del 90, tuvieron que hacerse cargo de
responsabilidades y riesgos que no conocieron los parlamentarios
precisamente cuyo período de actividad política concluyó a fines de los 80s.
La solución de continuidad fue un agente importante en la devaluación de la
capacidad de acción y reacción de los representantes que empiezan su
gestión a fines del siglo XX.

El reto ya era difícil para quienes vivieron la política nacional durante el siglo
XX, pero la nueva generación de políticos tienen que enfrentar nuevos
desafíos y cumplir otro tipo de desempeños en un contexto totalmente
distinto, despolarizado, aún cuando no menos ideologizado. Las ideologías,
sin embargo, ya no constituyen esas versiones que compiten por una
comprensión de la vida como un mundo democrático o comunista, sino
como versiones en las que compiten una comprensión y actitud ante un
mundo en las que, o el hombre se piensa a sí mismo como el eje de sus
propios deseos y satisfacciones y se concibe como dueño de su propio
destino, o una otra versión en la que el ser humano no se concibe como
indiferente de su comunidad ni exento de responsabilidad por su proyecto
colectivo, solidario e inclusivo.

En el núcleo de estas nuevas responsabilidades está en consecuencia el


distinto modo en el que los congresistas deben cumplir su responsabilidad
de representación a la vez que de control en una sociedad informada y
crítica, que demanda publicidad y transparencia en la gestión pública, y
donde el ámbito y atmósfera mediática ha alterado sustancialmente las
fronteras entre la esfera pública y el dominio de lo privado.

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II

LA CONCEPCIÓN DE LAS SESIONES DE LAS COMISIONES INVESTIGADORAS


SEGÚN LA PERCEPCIÓN DE SUS ACTORES

En razón a que no ha existido una norma que concrete ni defina si las


sesiones de las Comisiones Investigadoras son públicas o no antes de
1995, que es cuando se aprueba el Reglamento del Congreso en cuyo
inciso a) del Artículo 88 se consigna la publicidad de las sesiones de la
Comisiones Investigadoras, es necesario recurrir como fuente de
información a los propios actores, en una aproximación casuística.

El método que se seguirá por lo tanto será la entrevista a quienes han


participado en algunas comisiones investigadoras, ya sea como
congresistas o como personal de éstas.

A continuación los datos obtenidos de las entrevistas realizadas, los mismos


que han sido agrupados según el tipo de percepción. Primero indicando los
criterios y puntos de vista de quienes estiman que antes las Comisiones
Investigadoras tuvieron sesiones públicas, y en seguida los de quienes
perciben la situación de manera opuesta.

1. TESTIMONIOS QUE SOSTIENEN LA PRÁCTICA DE SESIONES PÚBLICAS

a. Testimonio de ex representantes

Enrique Fernández Chacón

El ex Diputado Fernández Chacón fue representante elegido en su


condición de miembro del Partido Socialista de los Trabajadores y fue
integrante de la Comisión Investigadora sobre importación de autos
liberados durante el período 1980-1985.

Señaló que la Comisión a la que perteneció se creó a su propuesta, como


consecuencia de la denuncia que recibió de trabajadores que laboraban en
la industria automotriz en la que explicaban las irregularidades que en la
práctica se cometieron para traer automóviles importados sin pagar
impuestos. Esta comisión fue integrada entre otros por los ex Diputados
Caballero Calderón y Francia Guevara, de Acción Popular.

Refirió que en la época que le tocó ser representante, con la que se iniciaba
un período democrático luego del gobierno militar, era relativamente fácil

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crear una comisión investigadora, y que aún cuando ni en la Cámara de
Diputados ni al interior de su Comisión Investigadora se debatió si las
sesiones debían o no ser públicas, sí se conversaba entre los Diputados
miembros de la Comisión qué se podía discutir públicamente.

En general el propósito era no comunicar sino opiniones personales que no


significaran el adelanto de conclusiones de la Comisión. En todo caso, toda
opinión vertida tenía la condición de una opinión particular de quien la
emitía, en especial si se hacían preguntas que no habían sido tratadas al
interior de la comisión, a menos que hubiera habido un acuerdo de la
Comisión sobre el tema y que se hubiera acordado también cómo tratar el
tema ante los medios de comunicación.

Una vez tomado un acuerdo y decisión el resultado de la Comisión era


manifestable por cualquier miembro, sin que se reconociera prerrogativa del
Presidente para actuar como vocero de la Comisión. El Presidente de la
Comisión era un coordinador y organizador, y no anula a los miembros que
son tan representantes como él. Todos los Diputados tienen los mismos
derechos porque el nacimiento de la representación es el mismo para todos.
La existencia de un Presidente no quita derechos emanados del mandato
popular.

Indicó que entonces los medios no tomaban el interés que hoy le dan al
Congreso los medios de comunicación, y que hoy el régimen político está
mediatizado por la prensa. Por ello la labor de la comisión se desarrollaba
sin mayor interferencia de terceros.

Mencionó que a las sesiones de la Comisión podía ir cualquier Diputado,


según su interés, y que en algunos casos preguntaban durante el desarrollo
de la sesión a quienes asistían como testigos o como invitados para
proporcionar información, para aportar. Sin embargo, la asistencia a las
sesiones era abierta y permitida únicamente para los Diputados. No para
personas extrañas al parlamento.

En cuanto a la relación con los medios de comunicación indicó que se


consideraba necesario mantener una relación, pero que la información que
podía soltarse no debía significar adelantar juicio definitivo.

Indicó que el objetivo de la relación con los medios de comunicación es que


se conozca qué hace la representación nacional, pero también permitir que
los interesados se animen y aporten cuando vean que el Congreso sí está
realizando una acción importante y que el público puede aportar, dando
testimonios o con documentos que sí van a ser valorados para luego tomar
una acción correctiva y de control político.

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El manejo de información que se hacía al público debía ser lo más amplia
posible y que debía tenerse presente que no se debía anunciar en que se
va a acabar o concluir, y que sí debían hacerse afirmaciones que signifiquen
una especie de invitación o persuasión para que otros se animen a
colaborar.

Señaló que los documentos sí podían ser consultados por cualquiera de los
miembros de la Comisión, pero no por otros Diputados.

Refirió que sí se guardaba reserva de la documentación acopiada; tanto que


se tomó la decisión de llevar la documentación fuera de las instalaciones del
Congreso con la finalidad de evitar que los materiales más
comprometedores estén al alcance de cualquiera.

Ex Diputado Joffré Fernández Valdivieso

El ex Diputado Joffré Fernández Valdivieso fue representante por el Partido


Aprista Peruano durante el período 1985-1990, y en ese mismo período fue
Ministro de Justicia y presidente de una comisión investigadora.

Prefirió referir la respuesta sobre la consulta a la opinión del ex Diputado de


su partido político al ex Diputado Héctor Vargas Haya, pero sí expresó que
en su calidad de Presidente de una comisión investigadora desarrolló
originalmente sus actividades como si se tratara de una materia abierta y las
sesiones con carácter público, pero que luego reflexionó sobre esta decisión
debido a las advertencias que le hizo el señor Vargas Haya, para quien las
Comisiones Investigadoras debían sesionar de manera reservada.

b. Testimonio de personal de asesores y funcionarios

Durante el período 1993 a 2000, las referencias obtenidas a través del


personal que ha laborado en Comisiones Investigadoras, se recibió
información de que las sesiones se han desarrollado como públicas,
principalmente porque la única comisión que funcionó fue la Comisión de
Fiscalización, que era en realidad una comisión ordinaria que actuaba como
filtro para evitar la creación indiscriminada de comisiones de investigación
como ocurrió en el período 1985-1990.

Respecto del período que comprende de 1980 al año 1992, igualmente, se


realizaron consultas a personal que laboró en diversas comisiones
investigadoras, particularmente en la Cámara de Diputados, y la indagación
resultó en una constatación inconsistente, toda vez que algunos
trabajadores sostienen que las sesiones eran, en principio, públicas, y que

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tenían la condición de reservadas sólo con acuerdo expreso de la propia
Comisión.

Concuerdan en el sentido de que las comisiones eran públicas, las doctoras


Isabel Chávez Aliaga quien asesoró por breve período la Comisión
Investigadora sobre Cooperación Popular, bajo la presidencia del ex
Diputado Joffré Fernández Valdivieso, y Roxana Mayta Encina quien
asesoró diversas comisiones investigadoras, como la Comisión
Investigadora de las Empresas Extractoras de Conchas de Abanico; la
Comisión Investigadora de la Corporación Departamental de Desarrollo de
Amazonas; la Comisión Investigadora de las Cooperativas Agrarias
Azucareras; y la Comisión Investigadora sobre el caso BANCOPER.

2. TESTIMONIOS QUE SOSTIENEN LA PRÁCTICA DE LAS SESIONES RESERVADAS

a. Testimonio de ex representantes

Ex Diputado Héctor Vargas Haya.

El ex Diputado Héctor Vargas Haya ha sido ampliamente conocido por su


trayectoria como parlamentario con experiencia, y conocimiento sobre la
tradición y los usos de la institución parlamentaria. Fue elegido en cinco
oportunidades y fue Presidente de la Cámara de Diputados. Entre los
rasgos más saltantes de su experiencia en la Cámara de Diputados,
destaca el papel que desempeñó como presidente de comisiones de
investigación, una de las más conocidas fue la comisión sobre el
contrabando, que se conformó a fines del primer período del Presidente
Belaunde Terry (1963-1968), así como la Comisión Investigadora del caso
Bancoper.

Al referir la experiencia que tuvo en las diversas comisiones investigadoras


creadas en la Cámara de Diputados, a la que perteneció en los períodos
1962, 1963-1968, 1980-1985 y 1985-1990, indicó que eran órganos de la
Cámara integrados por no menos de 7 representantes, para facilitar la
presencia y representación proporcional de todos los grupos políticos. El
principio de la actividad investigadora en el parlamento es la discreción y la
severidad en la reserva de la materia que investiga y que se observa el
mismo sistema, estilo y práctica respecto al carácter reservado de sus
sesiones y actividades que se emplea en el Poder Judicial en la instancia
instructiva. Señaló que ello se debe a que si se tiene los mismos apremios
que afectan los derechos fundamentales de las personas, debe seguirse
criterios similares y recíprocos en los procesos de investigación, de forma

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que se cuente con la garantía necesaria que permitiría alcanzar la verdad
de los hechos sobre las pesquisas a su cargo.

Mencionó que debido a que las Comisiones Investigadoras son la instancia


instructiva, no se concibe que mientras dura el proceso indagatorio se abran
las puertas mientras que dura el proceso de obtención de datos e informes
que proporcionan personal o documentalmente los testigos o involucrados.
Sólo mientras que el caso se encuentra en la etapa oral es que el proceso
queda expuesto y abierto al público, y ello se da en el momento en que el
Informe de la Comisión es puesto en conocimiento del Pleno. El Pleno es el
equivalente al juicio oral, en el que se exponen y esclarecen los alcances de
la investigación practicada, y esa actividad sí es necesariamente pública.

Refirió que la actividad de investigación del Congreso es una forma de


administrar justicia, aunque en otro ámbito y con otro tipo de alcances,
porque se afectan los derechos de las personas. En general la investigación
parlamentaria tiene como objeto la conducta y actos propios de los altos
funcionarios responsables de las políticas y órganos estatales o públicos,
así como, en algunos casos, los actos de sujetos privados vinculados a
asuntos de interés público en los que puedan existir responsabilidades de
funcionarios públicos.

Manifestó el señor Vargas Haya que las Comisiones Investigadoras a las


que él perteneció sesionaban a puertas herméticamente cerradas, donde ni
siquiera se permitió la presencia de abogados, y no se permitía el acceso a
los documentos acopiados ni salían documentos fuera del recinto de la
oficina de la Comisión para nadie.

Indicó que cuando se realizaban sesiones o diligencias regularmente se


daban conferencias de prensa para dar cuenta, con toda prudencia, no de
los resultados de las investigaciones, sino quiénes acudían y el avance en
el programa y plan de la investigación. No se adelantaba ni decía qué
pormenores se informaba ante la Comisión, sino sólo quiénes informaban y
el avance en las líneas generales del desarrollo de las indagaciones. Lo
central era ceñirse a informar sobre la agenda y el programa, y de evitar
revelar información que al ser conocida pudiera dificultar y hasta contrariar
el objetivo de hallar la verdad sobre la investigación practicada.

Dijo asimismo que si las sesiones fueran públicas ocurriría que los
presuntos responsables o los testigos se inhibirían de revelar información
esencial para alcanzar la verdad o se podía conseguir que los testigos no
proporcionaran las declaraciones o documentos con los que se obtendría
los datos necesarios para definir responsabilidades. Los testigos declaran
sobre asuntos que pueden comprometer y afectar a terceros, por ello es
posible que se inhiban si las sesiones son públicas. Igualmente, los mismos

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testigos pueden irritarse, encresparse, o inventar cosas para presentarse
bien ante terceros. Pueden limitarse, o exagerar.

De igual manera, cuando un testigo asiste a una Comisión Investigadora, no


se permite que otros testigos estén enterados de lo que dijeron ni los
testigos anteriores, ni los sucesivos. Cabe que se acomoden y solidaricen
entre ellos, y también que traten de hacer quedar mal al otro.

Pero los propios investigadores, los representantes al Congreso, pueden


incurrir con facilidad en los mismos defectos, y aparecen según como son
dominados por la tentación de la figuración. Se piensa más en el público
que mira que en el sentido de la pregunta estricta que se debe hacer para
alcanzar el dato o la información. Sólo en privado cabe encontrar el
ambiente para concentrarse en la materia investigada, porque la indagación
que se procesa en intimidad no se puede decir en público.

Las investigaciones parlamentarias tienen otra exigencia, disciplina, estilo y


conducta. Sólo así permiten que luego las decisiones del Congreso sean
efectivas cuando la investigación concluya y se hagan públicas las
conclusiones derivadas de la evaluación hecha con la información recibida.
La evaluación también debe hacerse en privado a la luz de las distintas
informaciones y datos recopilados.

Las cámaras de televisión y los reporteros disipan y relajan la atmósfera


necesaria de una indagación. Se podría dar el caso de que hasta los
periodistas se permitan alcanzar preguntas y participar durante la sesión, y
luego con ligereza especulan y saltan a conclusiones en los medios de
comunicación que no han sido debidamente evaluadas. El periodismo
puede desacreditar el trabajo de las comisiones investigadoras y en algunos
casos pueden convertirse en instrumentos de impunidad. Los congresistas
que fiscalizan ya no tienen libertad de decir nada, porque todo se ha dicho
en los medios. Una vez asistíó al programa Ante el Público con periodistas
como Luis Loli, o Alfonso Tealdo, y las preguntas que le hicieron refirieron a
la agenda, no a lo sustantivo ni al detalle de las pesquisas. Si el
representante desconoce el código de comportamiento de su institución
para la tarea investigadora que se le encarga puede quedarse sin piso;
puede ocurrir que sean desplazados y hasta sustituidos por periodistas
acusan y sancionan. Luego aparecen tímidamente, como timoratos, porque
los medios en su audacia exageran o minimizan sin el debido rigor de quien
tiene que examinar pulcramente lo que está demostrado de lo que es sólo
una probabilidad. La exposición de la investigación a los medios no sólo
hace ineficaz la labor de la Comisión Investigadora, sino que tiende a
alargar los plazos en los que estas deben entregar resultados al Pleno.
Recordó el entrevistado que en una Comisión Investigadora que presidió se
instalaron el 8 de Marzo de 1968, y el 27 de Abril presentaron su Informe

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sobre el BAP Callao, el que dio mérito para la acusación constitucional
contra el Almirante Texeira, y el ex Diputado Martínez Macera. La dilatación
de la investigación es una forma de hacer ineficiente el trabajo del Congreso
que, además, agranda indebidamente la expectativa mediática.

Precisamente respecto de la Comisión Investigadora del Contrabando de


los sesentas (presidida por el Diputado Vargas Haya e integrada por los
Diputados Oscar Guzmán Marquina de la UNO, el ingeniero Rafael Cubas
Vinatea de la Democracia Cristiana, Ramón Ponce de León del APRA,
Jaime Serruto Flores de Acción Popular, Mario Villarán Rivera de Acción
Popular, y Hugo Carrillo de la UNO), señaló el entrevistado que en la
Comisión se tomó el acuerdo de que mientras duraba el plazo de
investigación se procuraría evitar y cuidar de no asistir a actuaciones
sociales y públicas que no fueran absolutamente indispensables para no
estar en contacto con nadie, para evitar el acercamiento o proximidad con
fuentes que pudieran afectar el proceso por el que eran responsables. El
propósito era evitar las influencias de las conversaciones sociales. Precisó
que eran una especie de frailes.

Durante el proceso de la investigación, además, cabe que existan asuntos


que conoce para otros fines el Poder Judicial que son de su estricta
competencia y que no cabe hacer públicos. Durante las investigaciones a
cargo de una comisión investigadora había mancomunidad y total acuerdo
con el Poder Judicial. Por ejemplo, el contacto permanente con los
Presidentes de la Corte Suprema, Domingo García Rada, y Vicente Ugarte
del Pino.

Ante el argumento que tuvo en ese tiempo el Colegio de Abogados para


hacer prevalecer la disposición sobre que no se pueden avocarse a causas
pendientes en el poder judicial la Comisión salió al frente y defendió la
investigación parlamentaria y la Corte Suprema le dio la razón, porque las
Comisiones Investigadoras sí pueden ser investigar sobre una materia
sometida al Poder Judicial en cuanto a las personas que son objeto de un
proceso de privilegio constitucional.

Los jueces no pueden investigar ni procesar a las personas que tienen el


privilegio del fuero parlamentario y del antejuicio. Pero sí lo puede hacer una
Comisión parlamentaria de investigación. Si se tomara literalmente la regla
constitucional sobre el no avocamiento de asuntos bajo jurisdicción judicial,
no podría esclarecerse nunca el compromiso de un alto funcionario público
porque el proceso quedaría sin realizarse, debido a que sin la participación
del Congreso no cabría la sanción.

Señaló que con ocasión de ese incidente generado por el Colegio de


Abogados, el juez Scamarone fue con el expediente judicial en la mano ante

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la Comisión Investigadora y se sacó copia de las partes que se necesitó en
la Comisión Investigadora. No se desprendió ni dejó el expediente. El juez
tampoco declaró nada. Se sacó copia de las piezas que se necesitó, las
mismas que no le servían al juez porque el juez no puede investigar a
menos que se levante el fuero de la prerrogativa. Como resultado de
experiencias como ésta las Comisiones Investigadoras del Congreso
recibieron el reconocimiento y apoyo de la Corte Suprema en una campaña
anticorrupción.

Los diputados que no eran miembros, sí podían ingresar previo acuerdo de


la comisión si tenían algún aporte que dar. Si no probaban que tenían algún
aporte no entraban. Cualquier filtro sobre las investigaciones eran de
exclusiva responsabilidad de los miembros de la comisión, que podía
autorizar la presencia e intervención de otro Diputado.

Asimismo en el seno de la Comisión Investigadora había obligación de


inhibirse en el conocimiento de ciertos asuntos cuando uno tenía algún tipo
de vinculación. Una vez distribuido el trabajo los diputados se encargaban
de materias, y se inhibían de su parte si había alguien involucrado del
propio partido o de su familia, para que lo vea otro Diputado.

Es una garantía para la investigación parlamentaria que se evite el conflicto


de intereses ya sea a favor o en contra. Sin ese cuidado no se puede
esperar que el resultado de una investigación se respete porque empezó
con el ánimo torcido. Lo más natural sería que se tienda a favorecer a quien
es afín a uno, y a desacreditar a quien nos antagoniza. Pero la investigación
parlamentaria debe tener una ética y hay que aplazar esa tendencia natural
para que la justicia sea confiable.

En cuanto al acceso a la documentación, sólo se permitía el acceso a los


documentos una vez que el proceso de investigación había concluido y se
presentaba el informe para su discusión ante el Pleno. Sólo en el Pleno
cabe la exposición plenamente pública de los resultados de la investigación
parlamentaria.

Es la falta de idoneidad, probidad o conocimiento de los representantes, de


periodistas y aún de académicos que lleva a creer que son públicas.
Posiblemente una que otra comisión integrada por personas desprevenidas
comienzan a degenerar la naturaleza de las comisiones parlamentarias de
investigación a partir del año 85. En términos generales se han desarrollado
las sesiones como privadas y la información es reservada. No es posible
que antes del dictamen el Presidente de la Comisión adelante opinión o
juicio, porque la investigación se convierte en un sainete, un teatro.

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Coincide con el inicio de la desnaturalización de las Comisiones
Investigadoras el aumento considerable de ellas por representantes sin
experiencia en la función instructora del parlamento. Hasta 1985 el número
de Comisiones Investigadoras era limitado. Luego a 1985 empieza su
deformación institucional.

Sostuvo el ex Diputado Vargas Haya que parte de las deformaciones que él


advierte constituye la falta de distingo que se hace entre quienes investigan
y los denunciados, testigos o peritos, en grado tal que actualmente es
posible ver en la cobertura televisiva que los denunciados o invitados toman
asiento a la derecha del Presidente de la Comisión y solicitan y se les
otorga la palabra para intervenir en equiparidad de condiciones como si
fueran no deponentes ante una Comisión del Congreso, sino como si
estuvieran en igualdad de condiciones que quienes tienen la
responsabilidad de investigarlos y de tomar información que ellos poseen
sobre un asunto de interés público. No cabe ni corresponde sentar en el
espacio de los representantes sino a quienes les corresponde el honor de
ocuparlos; no a terceros en los que debe definirse si tienen o no
responsabilidad en la eventual comisión de irregularidades administrativas o
legales en relación con cuestiones de interés público. Perder de vista estas
diferencias lesiona el prestigio que debe mantener la institución
parlamentaria y además contribuye a debilitar el poder moralizador que
tiene el Congreso en el sistema político del Perú.

Ex Diputado Rafael Cubas Vinatea

El ex Diputado Rafael Cubas Vinatea fue Ministro de Agricultura durante el


año 1966, antes de formar parte de la Comisión sobre el Contrabando,
presidida por el ex Diputado Vargas Haya, de 1967 a 1968.

Señaló que no recuerda ninguna sesión pública, aunque sí podían entrar


otros diputados y otros funcionarios que pudieran aportar algo. Se podía
solicitar al Presidente permiso para asistir. Podían incluso ir asesores.
Refirió que las Comisiones Investigadoras carecían de cualquier tipo de
espíritu de espectáculo. No había figuretismo La cuestión era no hacer
laberinto ni que se amontonaran. Se daban declaraciones resumidas a la
prensa. No se ocultaba nada que no se requiriera que conozca la
comunidad. Sin embargo no se propalaba, no se hacía bulla ni se
generaban turbulencias.

c. Testimonio de personal de asesores y funcionarios

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En sentido distinto, sin embargo, se constata que sí hay consistencia entre
quienes afirman que las sesiones eran reservadas, y que una sesión pública
era contraria a la naturaleza instructoria del mandato de una comisión
responsable de una investigación.

El doctor Tomás Gorrio Allende, quien laboró en el Congreso desde la


década del 50 del siglo pasado, y se desempeñó como Director General de
Comisiones en la década del 80, tuvo a su cargo diversas Comisiones
Investigadoras, entre las cuales cabe mencionar la relativa a la Caja
Nacional del Seguro Social Obrero; otra en la que le correspondió asesorar
en relación con la Siderúrgica de Chimbote; y la comisión encargada de
investigar el Contrabando, que presidió el Diputado Héctor Vargas Haya.

Según el testimonio del doctor Gorrio Allende, las sesiones de las


comisiones investigadoras tenían carácter reservado, y sólo ingresaban a
los actos que ellas desarrollaban quienes citara la Comisión. Menciona
además que se realizaban inspecciones en los lugares a los que se
practicaba la investigación y que colaboraban especialistas incluso
extranjeros, como en el caso de un calculista alemán que apoyó en la
investigación relativa a la Caja del Seguro Obrero.

En consulta realizada al doctor Mario Espíritu Calero, quien asistió como


asesor al Diputado Hector Vargas Haya durante la década de los 80s, se ha
podido registrar una percepción similar. Es decir, bajo la presidencia del
Diputado Vargas Haya las sesiones eran, en principio, reservadas, no
permitiéndose el ingreso de otros Diputados que no fueran los miembros de
la Comisión. De igual modo, el acceso a la documentación era restringida y
controlada, de modo que sirviera a la finalidad instructiva que corresponde a
un órgano que necesita informarse y acopiar los datos indispensables para
ilustrar a la Cámara sobre una materia de interés público

En cuanto a períodos anteriores a 1980, pudo obtenerse información


coincidente, en el sentido de que las sesiones de las Comisiones
Investigadoras también tenían carácter público. A este efecto se contó con
el testimonio del ex Oficial Mayor de la Cámara de Diputados y del
Congreso, señor Delfín Sotelo Mejía, quien afirmó que era parte de la
naturaleza de las Comisiones Investigadoras mantener absoluta reserva
sobre el desarrollo y avances de las investigaciones. personal que laboró
directamente en apoyo a la Comisión sobre el Contrabando, que presidió,
durante el período 1963-1968, el Diputado Héctor Vargas Haya.

Señaló el señor Sotelo Mejía que al recinto de la Comisión sobre el


Contrabando no podía ingresar personal ajeno a la propia comisión, salvo
autorización de su Presidente o acuerdo de la propia Comisión. Indicó que
no era posible conocer qué ocurría en el seno de la Comisión, que el

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periodismo no tenía acceso a las diligencias practicadas en su interior y que
se asemejaba a un cenáculo secreto en el que no se grababan sus
incidencias.

III

NATURALEZA DE LAS SESIONES DE LAS COMISIÓN INVESTIGADORAS

Como pudo advertirse, si bien el criterio para proceder como instancia


pública o reservada, en algunos casos, pareciera haber sido el acuerdo
adoptado por la Comisión Investigadora, más allá de este procedimiento no
existe una percepción clara ni unánime, sino criterios presentes en los
protagonistas de la labor desarrollada y, en otros casos, recuerdos parciales
y vagos.

La revisión de los testimonios ofrecidos, sin embargo, conduce a la


formación de una conclusión importante. Esta es que existe el
entendimiento que la investigación es un proceso de acopio de información,
la misma que luego de evaluada debe servir para proponer una acción de
carácter ético, político o penal por el Congreso o por un órgano al que el
Congreso debe derivar sus conclusiones.

Las Comisiones Investigadoras con concebidas como una instancia que


debe centralizar la información sobre un asunto de interés público. Ante este
mandato central existen ventajas y desventajas para definir las sesiones
como públicas, según lo prescribe actualmente el Reglamento del
Congreso.

Entre las ventajas de tratar los asuntos materia de investigación con


carácter público se encuentra la ventilación transparente, precisamente, de
asuntos de interés público. La lógica parece incuestionable: si los asuntos
son de interés público, ¿por qué ocultar la acción del Congreso respecto de
los testigos y protagonistas de los hechos investigados?. La respuesta
también fluye con la misma claridad: no es menos pública ni transparente la
información con la que el Congreso delibera y toma acuerdos sobre los
asuntos de interés público que convocan su atención cuando las
Comisiones Investigadoras realizan la parte del proceso parlamentario que
les corresponde sin permitir injerencia mediática, ni el acceso abierto de
terceros a las sesiones en las que se gestiona la información.

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Las Comisiones Investigadoras no escudriñan en la vida y papeles de
terceros para consumir en privado tal información y ocultársela a la
sociedad. Lo hacen para que la investigación que realizan precisamente le
permita al Congreso contar eficientemente con información que, si se
pretendiera obtener bajo la luz de las cámaras de televisión o fotográficas, o
de las grabadoras en que el periodismo registra las impresiones de quienes
testimonian y deponen, no permitiría que la Comisión cumpla con su misión
que se le encarga ni alcance efectivamente los resultados que debe
presentar ante el Congreso.

La publicidad y transparencia son características inherentes de la actividad


política. Los procesos políticos transparentes elevan la calidad de la relación
entre el Estado y la sociedad, y entre representantes y sus electores.
Cuando, contrariamente, la vida política se desarrolla en la penumbra de la
reserva se sigue la lógica de la clandestinidad y de la ilicitud. Actuar a
escondidas es síntoma de una actitud conspirativa. Y la conspiración no es
precisamente una virtud política ni hábito idóneo del buen gobierno.

En esta misma lógica la Constitución señala en el Artículo 139 inciso 4 que


los procesos judiciales por responsabilidad de funcionarios públicos (...) son
siempre públicos. En consecuencia, existe una dirección constitucional
clara que lleva a proteger a la sociedad encima de los derechos
fundamentales de las personas, cuando el presunto responsable de un acto
que conduce a la incoación de una acción judicial es un funcionario público.
La regla de la reserva cede ante la de la publicidad cuando el demandado o
presunto infractor es una persona demandada o denunciada en virtud del
desempeño de funciones públicas.

Ante estos supuestos inherentes a la naturaleza de la acción política existen


otros que, sin contrariar la exigencia y dirección que impone la Constitución,
son supuestos habilitadores de la acción eficaz del Congreso. Y ello tiene
que ver con las desventajas e inconveniencias del uso del principio de
publicidad durante todo el curso de un proceso entre jurisdiccional y político,
como es el que desarrolla una Comisión Investigadora. En efecto, la tarea
de una Comisión Investigadora consiste en obtener información sobre una
materia políticamente relevante y, por lo tanto, con todo el mérito necesario
para tener una tramitación y cobertura pública y transparente ante la
comunidad. Sin embargo, y no obstante la publicidad de la investigación que
realice el Congreso, es necesario para que la investigación cumpla sus
objetivos una labor preliminar que facilite y permita la comprensión de la
materia de interés pública respecto de la cual debe debatirse y tomarse una
decisión.

Cuando la Constitución, en efecto, dispone que los procesos judiciales en


los que estuviera involucrado un funcionario público se realicen

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públicamente, la referencia se entiende al proceso propiamente dicho, es
decir al juicio. Y el juicio no se inicia sino cuando, luego de la investigación
pertinente, quedan establecidos los hechos y las faltas (si acaso) que se
hubieran cometido, así como la explicación de los vínculos entre los
primeros, las segundas y los funcionarios responsables, de manera que el
caso quede expedito para su discusión y evaluación por el Pleno del
Congreso, en un proceso público.

Por el carácter de su propia esencia la investigación no es una actividad


pública, sino que se desarrolla en una atmósfera de reclusión y aislamiento
con las fuentes del dato y de la información. Es un proceso en el que la
realidad investigada debe ser tocada directamente en la intimidad de la
capacidad perceptiva y reflexiva del investigador. Por lo general es favorable
a esta actividad un ambiente que favorezca la independencia antes que el
auscultamiento e intervención que colectiva. La participación, aun cuando
no fuera sino a través de la presencia silenciosa de terceros, dificulta la
indagación.

Las turbulencias de muchos son un incentivo no a la concentración sino a la


disipación de la atención. Y si esa turbulencia se traslada a foros públicos
de extensión indeterminada como son los medios de comunicación masiva
los efectos son impredecibles. Efectos que, además, retornan al Congreso
impregnados de juicios impropiamente formados, entre otras razones por la
desvinculación y lejanía con la totalidad de la información disponible para
los investigadores.

Esta es la razón por la que un cuerpo colectivo como el Pleno del Congreso
debe delegar a un grupo reducido de representantes una labor que exige
niveles altos de concentración en el análisis y de contracción a la
observación de la información que se obtiene gradual y lentamente tras una
cantidad indefinida de horas de revisión de testimonios o de lectura y
examen de documentos presentados. Si la tarea de compilar y valorar la
información fuera sencilla no se precisaría de una agencia que centralice el
trabajo por delegación. Probablemente todos podrían hacer el trabajo a la
vez. Pero una empresa de ese estilo sería estéril e improductiva.

Entre otras razones es a las exigencias de concentración a la investigación


que obedece la necesidad de que los procesos judiciales requieran de una
etapa instructiva (sea en la modalidad inquisitiva o acusatoria), anterior al
proceso mismo en el que la actividad jurisdiccional es efectivamente
pública. En los procesos judiciales en los que están involucrados
funcionarios públicos éstos se inician con el auto de apertura del juicio oral
que dicta la Corte Superior, de modo que durante la instrucción a cargo del
magistrado de primera instancia se pueda preparar y anticipar el juicio, que
sí tiene carácter público. Pero ese proceso preparatorio que se realiza en la

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etapa instructiva no es un proceso público, sino reservado. Es la válvula que
impide la fuga y contaminación de la información que valorará la Corte
durante el juicio.

La labor de las Comisiones Investigadoras debe realizarse asimilando


adecuadamente el rol que tienen como órgano instructor del Congreso. Es
decir, como órgano responsable de asegurar preventivamente el acopio de
información y análisis elemental esto es, como etapa preparatoria del
debate y del juicio del Congreso sobre las materias de interés público que
motivan su creación. De lo que se trata es de disminuir la posibilidad de
injerencias artificiales (algunas con muy buena voluntad, y otras con otro
tipo de la misma) que determinen resultados técnicamente defectuosos
como consecuencia de procesos de investigación incoherentes,
técnicamente inefectivos, o mal conducidos.

Las Comisiones Investigadoras no son foros de marketing político de los


cabe aprovecharse para ganar visibilidad mediática, reconocimiento
electoral, o popularidad. Su papel es el escrutinio público, y esa labor,
cuando se realiza con rigurosidad, no admite la familiaridad ni igualdad de
investigadores e investigados, y requiere la toma de distancia entre quien
tiene autoridad para proceder como representante de la colectividad ante el
Estado y quien quiera sobre quien pesa una denuncia que demanda
esclarecimiento público.

San Borja, 8 de Junio del 2005

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