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SALVACION
Cuarta Parte: LA PERSONA DEL SALVADOR
Nuestro estudio de hoy es tomado de la teología de Lewis Sperry Chafer, para iniciar el
tema de:
No hay más que un Salvador, y El es el único cualificado bajo todos los aspectos para
salvar. Estas afirmaciones constituyen el fundamento de la doctrina de la salvación, y,
de estas dos declaraciones, la primera requiere una investigación sobre la persona de
Cristo. La segunda afirmación “que sólo El está cualificado para salvar” requiere una
investigación sobre la obra de Cristo en la Cruz y es el soporte de todo el contenido de
la Doctrina de la Salvación.
El campo entero de la Cristología puede resumirse en las siete posiciones en que las
Escrituras nos presentan a Cristo. Esta es la mejor manera para introducirnos en este
vasto tema acerca de la Persona y de la obra de Cristo. El objetivo de esta parte
preparatoria es un intento por captar - en la medida de lo posible - la grandeza infinita
de Aquel que ha tomado a su cargo el salvar a los perdidos.
En estos textos se indica que el concepto del creyente acerca del Cristo que le salva, no
sólo debería extenderse en una panorámica espiritual sino que habría también de
incrementarse día a día. Estas siete posiciones son presentadas aquí, para que Él Hijo
tenga en todo la preeminencia.
Existen las mejores razones para usar este epíteto de verbo, más de lo que se usa
comúnmente, para identificar al Hijo de Dios en el estado anterior a Su Encarnación.
Era preciso poder echar mano de un nombre distintivo de Cristo en su preexistencia
eterna, pero nos ha sido proporcionado en esta forma peculiar por el Espíritu Santo,
quien al usarlo en esta conexión es para nosotros una autoridad inapelable en orden a
usarlo, con la misma finalidad, en toda clase de circunstancias.
Por su sola significación, el epíteto de Logos (verbo) transmite una revelación de largo
alcance, no sólo de su divinidad, sino también de Su eterna y esencial relación a la
Primera Persona de la Trinidad. De este nombre Logos, escribe A.B.D. Alexander:
"La doctrina del Logos ha ejercido una influencia decisiva y de largo alcance sobre el
pensamiento especulativo y cristiano. La palabra tiene una larga historia, y la evolución
de la idea que implica es realmente el desarrollo del concepto del hombre sobre Dios.
Captar la relación de la divinidad con el mundo ha sido el anhelo de toda filosofía
religiosa. Aun cuando, desde el alborear de la especulación occidental, se han concebido
muy divergentes puntos de vista sobre la manifestación de Dios, el término griego
Logos (Verbo) ha sido usado con un cierto grado de uniformidad por una serie de
pensadores para expresar y definir la naturaleza y el modo de la revelación de Dios.
Logos significa en el griego clásico tanto “razón” como “palabra”, y que aunque en el
griego bíblico el término se emplea predominantemente en el sentido de la “palabra”, no
podemos separar ambos sentidos, puesto que toda palabra implica un pensamiento.
Ahora bien, es imposible imaginar un tiempo en que Dios existiese sin pensar; de donde
se deduce que Su pensamiento tiene que ser tan eterno como Su deidad. El término
'pensamiento' es quizás la mejor versión del vocablo griego, ya que designa, de una
parte, la facultad de razonar, o el pensamiento concebido en el interior de la mente; y,
por otra parte, el pensamiento expresado al exterior mediante el vehículo del lenguaje.
Las dos ideas, pensamiento y palabra hablada, están sin duda agrupadas en el término
logos (Verbo); y en cualquier uso que se haga de este término tanto en filosofía como en
las Escrituras, ambas nociones de pensamiento y de su expresión exterior están
íntimamente conectadas" - The International Standard Bible Encyclopaedia, III, 1911-
12.
La segunda Persona, cumpliendo el sentido del término Logos (Verbo), es, y siempre lo
ha sido, como siempre lo será, la manifestación de Dios, ya que esto va implicado en el
término Logos (Verbo), puesto que Aquel que lleva este nombre en el seno de la
divinidad, es a la divinidad lo que el lenguaje es al pensamiento, es decir, su expresión.
El Dr. W. Lindsay Alexander escribe con claridad sobre este punto:
“Este término transmite su propio sentido, es decir, la simple idea de que se ofrece a
nuestra mente al pronunciar esta palabra, describe a Jesucristo con tal exactitud y
propiedad, que puede usarse, sin posterior calificativo, para designarle, justamente
como ocurre con los vocablos vida, luz, maná, Pascua, paz, etc.
Pero esto nos obliga a preguntarnos: ¿en qué sentido es Jesucristo la Palabra o Verbo?
Ya que es necesario confesar que dicho término no nos ofrece un sentido tan obvio a
primera vista como lo ofrecen algunos de esos otros términos con los que lo hemos
comparado. Pues bien, para responder a esto, la antigua respuesta es todavía la mejor.
'El Hijo - dice Orígenes - puede ser el Verbo porque anuncia las cosas ocultas de Su
Padre'; o, como dice otro padre de la iglesia primitiva, porque El es el intérprete de la
voluntad de Dios. Aquí la idea es que, así como una palabra es el intérprete del invisible
espíritu humano, así también Jesús, procediendo del seno del Padre, de Aquel a quien
nadie ha visto jamás, nos lo ha revelado a nosotros.
Las palabras echan un puente sobre el foso que existe entre las mentes. Son como
alados mensajeros procedentes de una región que los sentidos son incapaces de divisar,
y por medio de los sentidos transmiten a otros el conocimiento de aquel poder oculto del
que son enviados, siendo así reveladores, de lo invisible, ya que nos manifiestan
palpablemente lo que, por su naturaleza, hubiese quedado por siempre oculto a nuestra
vista, a no ser por las palabras.
En El Hijo, todos los demás rayos de la luz que Dios ha emitido para iluminar nuestras
tinieblas, están concentrados en un haz luminoso de gloria. En El Hijo, todas las otras
palabras que Dios ha dirigido a los hombres, están reunidas y condensadas en una sola
grandiosa expresión que a todas las abarca, y que, por ello, viene a ser el Verbo por
excelencia, es decir, la manifestación viva y personal de Dios a los hombres.
El lector atento del Antiguo Testamento no habrá dejado de observar el hecho de que, a
lo largo de los escritos allí contenidos, aparecen una distinción entre el Dios como es en
Sí mismo - oculto, invisible, inequívocamente, como en las apariciones del Ángel de
Jehová, que es Jehová mismo y, al mismo tiempo, Alguien distinto de Jehová - algo que
sólo puede entenderse en el supuesto de una distinción entre el Dios en cuanto revelado
y el Dios en cuanto oculto. En otros casos, se presenta la misma idea bajo ciertas formas
de expresión que la presuponen y que, sólo con tal presuposición, tienen una
explicación posible.
Tal es, por ejemplo, la expresión tan frecuente 'El Nombre de Dios' - una expresión que
indica algo distinto de Dios en cuanto Dios, pero a la que se atribuyen, no obstante,
cualidades personales y divinas, ya que se intima a los hombres a que pongan su fe y
confianza en el nombre de Dios; igualmente, Dios se sirve de Su nombre para ayudar y
salvar a los hombres; Dios impone Su nombre a una persona o a un lugar, con el
resultado de que Dios está en aquella persona o en aquel lugar; y muchos otros casos
similares, que sólo tienen una explicación satisfactoria en el supuesto de que el nombre
de Dios es Dios, no cual El es en Sí, sino cual El se revela a los hombres.
De tal género es también la distinción entre 'el rostro de Dios', que nadie puede
contemplar, y Su, “espalda" que Dios permitió ver a Moisés, condescendiendo con su
insistente súplica. Así como el rostro es el espejo del alma; la parte espiritual, por
decirlo así, del cuerpo; así también el rostro de Dios es Su esencial gloria interior, Su
esencia en cuanto Espíritu; y así como la espalda de un hombre es como algo puramente
material, impunemente expuesta al escrutinio de ajenos ojos, así también denota en Dios
cuanto de El puede ser revelado y, de esta forma, ser conocido por Sus criaturas.
La expresión “Yo haré pasar todo mi bien”, es decir, propiamente, “belleza", “majestad”
delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti '. Esto es lo que
Moisés pudo ver, y esto, el divino nombre o revelación de Dios, la belleza o manifiesta
perfección de Dios, es lo que Dios hizo pasar por delante de Moisés; y de esto es de lo
que Dios dice que es Su espalda, por cuanto era algo que podía darse a conocer a los
hombres, en contraste con su rostro, lo íntimo de Su esencia, que nadie puede verla, y
vivir.
Estos ejemplos son suficientes para demostrar que la idea de una distinción entre el
Dios cual es en Sí mismo y el Dios cual es revelado a Sus criaturas, no podía menos de
ser familiar a todo lector atento de las antiguas Escrituras judías; por tanto, al presentar
El apóstol Juan al gran Revelador de Dios como estando con Dios y siendo Dios, no
traspasó los límites del pensamiento y de la inteligencia de un judío ilustrado." - System
of Biblical Thealagy, 1, 360-63.
Toda la Biblia está de acuerdo con esta compendiosa revelación; tal es la Persona
adorable, omnipotente, omnisciente y eterna, que vino al mundo para ser el Salvador de
los hombres.
No intentamos insinuar que esta Persona del Hijo sea superior al Padre o al Espíritu,
sino sólo señalar que difiere de todos los demás seres del cielo y de la tierra en que la
amplitud de la esfera de Su Ser se extiende hasta un punto inalcanzable por ningún otro
ser.
Su ser está en función perfecta y definitiva del servicio peculiar para el que sólo La
Persona del Hijo estaba indicada, y jamás puede surgir la necesidad de ningún otro ser
para tal propósito. Como más adelante habremos de considerar todo el tema de la
mediación, suspendemos de momento su investigación, no sin antes enfatizar con la
máxima urgencia la verdad de que, sin un estudio infatigable y una constante
meditación de los rasgos peculiares de esta singular Persona del Hijo, no cabe progreso
alguno genuino "en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo".
Este texto nos obliga a preguntarnos: ¿Cómo hemos sido crucificados con Cristo? La
respuesta es: Legalmente y en cuanto a la relación con Cristo. Legalmente, Dios nos ve
como si hubiésemos muerto con Cristo, porque nuestros pecados murieron con Él, ya no
estamos más condenados (Colosenses 2.13–15). En cuanto a la relación, hemos llegado
a ser uno con Cristo y sus experiencias son nuestras. Nuestra vida cristiana empieza
cuando, en unidad con Él, morimos a la vida vieja (véase Romanos 6.5–11). En nuestra
vida diaria, en repetidas ocasiones hemos tenido que crucificar nuestros deseos
pecaminosos que han tratado de impedir que sigamos a Cristo. Esta también es una
forma de morir con Él (Lucas 9.23–25).
Aunque el enfoque del cristianismo no es la muerte sino la vida. Porque hemos sido
crucificados con Cristo, también hemos resucitado con Él de acuerdo a ( Romanos 6.5
“Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así
también lo seremos en la de su resurrección”).
Por otra parte, legalmente, hemos sido reconciliados con Dios según (2 Corintios 5.19
“que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a
los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”) y,
así mismo, somos libres para poder crecer a la semejanza de Cristo como dice
(Romanos 8.29 “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que
fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre
muchos hermanos”). Y en nuestra vida diaria, al continuar con nuestra batalla contra el
pecado, el poder de la resurrección de Cristo está disponible como dice ( Efesios 1.19,
20 “19y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos,
según la operación del poder de su fuerza, 20la cual operó en Cristo, resucitándole de los
muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales”).
(Colosenses 1.27 “a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este
misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria)
Grandes ciertamente son los triunfos de Cristo mediante la Cruz - que se extienden
hasta la transformación de todas las cosas en la tierra y en el cielo, y si se entienden
correctamente, producen un conocimiento más rico y más pleno de Aquel que es
poderoso para salvar.
De El Hijo (en cuanto Dios) está escrito: "El único que tiene inmortalidad, que habita en
luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la
honra y el imperio sempiterno" en (1 Ti 6:16).
En este relato fue entonces cuando, el apóstol Juan, cayó como muerto a los pies del
Salvador glorificado, y sólo pudo levantarse cuando fue alzado y fortalecido por la
diestra de su Señor glorificado.
Es con este mismo Salvador glorificado con quien se verán encarados los cristianos
cuando entren en el cielo, y es de este Salvador de quien el creyente debe ahora estar
bien enterado, si quiere saber quién es el que salva su alma.
Mt 24:27-31 “27Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el
occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. 28Porque dondequiera que
estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas. 29E inmediatamente después de la
tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las
estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. 30Entonces
aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las
tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con
poder y gran gloria. 31Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus
escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”
2 Ts 1:7-10 “7y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se
manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, 8en llama de fuego,
para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro
Señor Jesucristo; 9los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia
del Señor y de la gloria de su poder, 10cuando venga en aquel día para ser glorificado en
sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha
sido creído entre vosotros)”
para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del
vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. 16Y en su vestidura y en su muslo tiene
escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”
Este aspecto de Su gloriosa Persona debe añadirse a la suma total de todo lo que es el
Salvador, por quien los perdidos se salvan y por quien son introducidos sin mancha en
la presencia de Su gloria.
SÉPTIMA POSICIÓN: EL CRISTO QUE REINA PARA SIEMPRE. Por la autoridad del
Padre, el Hijo, a quien toda potestad ha sido dada, es menester que reine sobre el trono
de David hasta que todos sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies. Entonces
El, en virtud de la misma autoridad, reinará por los siglos de los siglos, a fin de que
Dios sea todo en todos como afirma (1 Co 15:24-28 “24Luego el fin, cuando entregue el
reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.
25
Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de
sus pies. 26Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. 27Porque todas las cosas
las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él,
claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. 28Pero luego que todas las
cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él
todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”).
De la persona del Salvador, está profetizado que Su reino no tendrá fin - sobre el trono
de Su padre David como vemos en los siguientes textos:
Is 9:6,7 “6Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su
hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno,
Príncipe de Paz. 7Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de
David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde
ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”
Ez 37:21-25 “21y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo tomo a los hijos de
Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los
traeré a su tierra; 22y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey
será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos
en dos reinos. 23Ni se contaminarán ya más con sus ídolos, con sus abominaciones y con
todas sus rebeliones; y los salvaré de todas sus rebeliones con las cuales pecaron, y los
limpiaré; y me serán por pueblo, y yo a ellos por Dios.
24
Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; y andarán en
mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y los pondrán por obra. 25Habitarán en la tierra
que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos,
sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David será príncipe de ellos
para siempre”
Dn 7:13-14 “13Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo
venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron
acercarse delante de él. 14Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los
pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca
pasará, y su reino uno que no será destruido”
dará el trono de David su padre; 33y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su
reino no tendrá fin”
Ap 11:15 “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que
decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él
reinará por los siglos de los siglos”
Tal es Aquel en quien el pecador tiene la opción de creer y confiar, y tal es Aquel a
quien todos los cristianos son exhortados a conocer. La llamada a conocer a "nuestro
Señor y Salvador Jesucristo" es una llamada a entrar en un inconmensurable reino de la
realidad, de todas esas realidades que están incluidas en el Salvador.
En un momento de gran oscuridad, Dios prometió enviar una Luz que brillaría en
cualquier persona que viviera en la sombra de la muerte. Esta luz es el «Admirable,
Consejero» y «Dios fuerte». Este mensaje de esperanza se cumplió con el nacimiento de
Cristo y el establecimiento de su reino eterno. Vino a liberar a todas las personas de la
esclavitud del pecado