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Orquídeas en las piedras, en los troncos, en las hojas: arriba o abajo, también en el medio...
Orquídeas en todos lados, distintas, hermosas: las gigantonas y las casi microscópicas, las
coloridas y las paliduchas, las que parecen bailarinas o las que tienen "cara" de dragón.
Orquídeas en su hábitat natural.
Orquídeas puestas bajo la lupa: así se aprecian mejor, así lucen más lindas. Orquídeas de casi
todas las tonalidades y formas: largas, abombadas, estilizadas como las lágrimas de una
princesa. Orquídeas todo el año en exceso y abundancia. Orquídeas a lo largo de un camino
con apariencia de garabato que se entromete por encrucijadas de verdor.
Orquídeas de Machu Picchu. Orquídeas de nombres extraños -en griego, latín o en quechua- y
arropadas con traje de leyenda.
Quizás inspirada por mis continuos errores o tal vez para evitar que siga haciendo el ridículo, la
bióloga empieza una verdadera lección magistral acerca de las orquídeas, esas plantas
capaces de crecer a nivel del mar, en las selvas calurosas y, también, en las sierras
congeladas; esas plantas cuyo nombre deriva del griego orchis (testículo) en referencia a la
forma de su seudo bulbo. Y aunque no todas presentan esa característica tan sugerente, la
terminología impuesta por Teofrasto -el discípulo dilecto de Aristóteles- se quedó para siempre
describiendo esas apreciadas plantas que abundan en Machu Picchu. Son tantas, que nadie
sabe a ciencia cierta cuantas especies hay, aunque Carmen asegura que solo en el hotel
existen 372.
La flor de la princesa
entonces, contemplo y observo con detenimiento cada una de las orquídeas. Todas me
impresionan, algunas por sus intensas tonali dades o su aparente fragilidad, otras por su
carestía cromática o por fungir de malabaristas que intentan mantenerse en pie en una hoja
retorcida y endeble.
Formas, tamaños, colores y fragancias son los principales atractivos de las orquídeas, plantas
cuyo origen se remonta a 120 millones de años, siendo consideradas entre las más
evolucionadas entre las molocotiledóneas. Su morfología pre senta tres sépalos y tres pétalos
(uno de ellos dis tinto llamado labelo o labio), que en conjunto forman una estructura alargada.
Las dimen siones de sus flores -que no presentan polen varían desde los dos milímetros, hasta
los 60 o 70 centímetros, en el caso de la llamada zapati to de la dama, "la flor más grande del
mundo en condiciones naturales", se ufana Carmen, quien también "saca pecho" al hablar de la
waqanki o pukawaqanki, la más representativa de Machu Picchu.
Simplemente bella. La más hermosa del mundo como determinaron los miembros de la
American Orchide Society, al quedarse maravil lados ante la waqanki (llorarás, en español),
esa flor roja y encendida que alguna vez fue una princesa, y que -según cuenta la leyenda- con
solo veda, los hombres más fieros del imperio derramaban lágrimas de amor.
Todo empezó cuando una doncella, destinada al culto del sol se enamoró perdidamente de un
guerrero. Ante la oposición de su padre, el Inca, la bella muchacha se escapó, huyó al bosque
deshecha en lágrimas, despertando la com pasión de los dioses, quienes para acabar con su
tristeza la convirtieron en la flor más bonita.
Así apareció la waqanki, una espléndida flor que llega a medir hasta doce centímetros. Los
científicos la llaman Masdevallia veitchiana y algunos de ellos advierten -alarmados- que de no
tomarse las medidas de protección ade cuadas, podría estar en grave riesgo.
ladrones de orquídeas
Ahora parecemos inspectores tras las huellas de algún despiadado delincuente o ladrón de
flores, que para ser sinceros también existen y le amargan la vida a Carmen y a Don Moisés, el
jardinero casi vitalicio del Machu Picchu Pueblo Hotel, quien en una de sus tantas andanzas
con el pertinaz conservacionista José Koechlin -a la sazón propietario del hotel y gestor de
todos los proyectos científicos que se desarrollan dentro de sus instalaciones- participó en el
descubrimiento de una nueva orquídea para la ciencia. "Se llama Cafistenia koechlinorum",
puntualiza Carmen, quien ya se olvidó de en esos "visitantes" de manos excesivamente
traviesas que, a la disimulada y como quien no quiere la cosa, arrancan las flores del
orquidiario, diariamente recorrido por turistas de todas partes del mundo.
La protección de las orquídeas en su entorno natural, la recuperación del hábitat del gallito de
las rocas (Rupicola peruviana), el manejo de mariposas y picaflores, la conservación de
helechos, ericáceas, bromelias, begonias y heliconias, la limpieza y forestación de la cuenca
del Alccamayo, son muestras claras de la preocupación de Inkaterra -la empresa propietaria.
Pero eso no es todo, además existe un ambicioso programa de reinserción del oso de anteojos
(Tremarctos ornatus), que ya dio sus primeros frutos al devolver al monte a una hembra
llamada Paula.
Se acaba el camino de las orquídeas. El tren con destino al Cusco pita su partida. El Pueblo de
Machu Picchu (Aguas Calientes) empieza a moverse tras las ventanas.
Ahora pienso en la waqanqui. Me gustaría veda, así tendría una excusa para derramar una
lágrima. Sigo en silencio.
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