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Estudio de las trazas histórico-criminológicas de las causas del hecho

delincuencial

Extraído de http://www.cartujo.org/ (Adaptado por Criminalistico_Dte)

La polémica clásica, que continúa todavía viva en nuestros días, de las causas de la
conducta criminal han dividido siempre a los científicos (citogenetistas y especialistas
en medicina legal), a los juristas y especialistas del derecho, y a los de la ciencia
policial; existiendo corrientes en cada una de estas profesiones. Básicamente existen
dos grandes grupos: los que consideran que las causas están en el medio ambiente en
que se desarrolla el individuo y los que piensan que el sujeto nace con ciertas taras
genéticas. El delincuente entonces, ¿nace o se hace?
¿Como entender las motivaciones de un criminal o que explicaciones tiene un
asesinato; porque un ciudadano, de aparente personalidad tranquila, repentinamente
puede llegar a transformarse en un asesino?
¿Que explicaciones tenemos para la maldad humana, para la violencia irracional,
para la perversidad gratuita que muchas veces impregna la conducta de algunos de
nuestros semejantes que llega a asustarnos?
Desde los albores de la humanidad, se han producido hechos independientes que
nos confirmarían el gran interés de los hombres por el crimen y sus circunstancias,
que además certifican que dicha exteriorización no es sólo del periodo
contemporáneo. Ya en el libro sagrado de la Biblia, podemos encontrar el primer
asesinato premeditado de Caín sobre Abel.

“Caín mata a Abel” - Gustave Doré

Otras evidencias señalan en libros antiguos este remoto fenómeno humano: Así, en
el Código Hahmurabi de Mesopotamia (año 1686 a.C.) se especifican las primeras
normas jurídicas, antecesoras de la normativa penal moderna, con la intención
primaria de dar una solución a las muertes violentas. Otros rastros del devenir
humano nos señalan como en Egipto se extraían los incisivos de los criminales para su
identificación.
Además de en su mitología, en la Grecia clásica, se nos presentan numerosas
manifestaciones y sangrientas transgresiones contra la vida humana independiente o
contra el derecho vigente. Sócrates, por ejemplo, estableció el perfil del delincuente
nato, formulando celebres frases sobre el tema, tales como: "El hombre malvado no lo
es por nacimiento, sino por falta de cultura". También Arquímedes nos relata la
famosa estafa de la corona de oro que el monarca de Siracusa, Ieron había ordenado
fabricar y como el orfebre que se contrató quiso engañar al rey, haciendo una falsa
corona con una aleación inferior y de escaso oro. Arquímedes, para demostrar el
camelo, haciendo gala de su inteligencia, sumergió en una tina llena de agua la falsa
joya, probando el engaño, al producirse la oxidación de la misma.
El largo y oscuro periodo histórico de la Edad Media, que representó un retroceso
del humanismo occidental , supuso para la investigación delincuencial, el que las
ciencias ocultas y las confesiones religiosas (sobre todo la cristiana) se dedicasen a
establecer los orígenes y las causas de la criminalidad: la quiromancia trataba de
saber el carácter de una persona analizando la palma de la mano; la astrología,
analizando los signos del zodiaco elaboró numerosas tesis sobre el temperamento de
las personas y su incidencia en el crimen, en función del día o la hora de su
nacimiento.

Quiromancia y astrología

Entonces también proliferó la demonología, que consistía en el establecimiento de


la teoría que explicaría la dualidad humana: "El ser humano estaría influenciado por
dos tipos de divinidades superiores antagónicos (el Bien y el Mal)". De esta forma el
Mal intervendría sobre el hombre, poseyéndolo y tentándolo a cometer actos ilícito-
penales o simplemente contra la moral dominante de cada espacio temporal o
geográfico. Es decir el fondo del delito se encontraba en el pecado.
Esta paraciencia establecía que el comportamiento humano estaría determinado
por voluntades y que estas están volcadas a satisfacer los placeres. Voluntades que
pueden ser perversas. Pensaban los demonólogos que tenemos unos demonios en
nuestras almas que nos conducen a la maldad y por tanto la perversión es obra del
demonio. Que hay tres tipos de demonios: aquellos que procuran enfermar a la propia
persona, induciéndola pensamientos o actos espurios o depravantes; otros demonios
harían que los afectados irradiasen mal a las personas, animales y cosas que
estuviesen en su campo de acción y por último existirían otros demonios que
imprimirían ideas de ambición, avaricia, egoísmo, vanidad; provocando que el
individuo poseído tuviese propósitos de dominar y explotar a sus semejantes.
Según esta teoría, entre un adolescente destructivo y un adulto criminal habría un
denominador común: una voluntad perversa.

Estos planteamientos criminalísticos [criminológicos] basados en la demonología y


la brujería tuvieron gran importancia en los siglos XIV y XV. De ahí que la Inquisición
interviniese, desencadenándose la mayor caza de brujas de la historia, donde
perecieron además de los delincuentes comunes, muchos desequilibrados psíquicos, y
gran cantidad de inocentes que eran expuestos a un proceso que perseguía
únicamente la confesión del culpable de herejía, brujería, inducción o posesión; con
bárbaros métodos de tortura física y psíquica.

La “Santa” Inquisición

Afortunadamente hoy día, dicho planteamiento del delito y de su autor, ha


quedado desfasado desde hace mucho tiempo.
A continuación de esta fase histórica oscura del delito, que puede calificarse de
anti-científica, llegó la que podríamos denominar pre-científica, iniciándose en el s.
XVI con tres tendencias diferentes:
- La utopía: que analizó la relación entre el crimen y las situación socioeconómica
del delincuente y su víctima (cultura, conflictos bélicos, marginalidad, etc.);
proponiendo el cambio del sistema penitenciario, tratando de mitigar los castigos y
creando un sistema de derecho premial, paralelo al derecho penal; es decir junto al
castigo de los criminales existirían premios para los ciudadanos honrados.
- La Ilustración: Esta corriente trató de establecer la asociación de todos los
ciudadanos, como punto de partida para exigir la legitimidad de que sean estos los
que establezcan sus normas de convivencia. Es decir, esta corriente parte del
PRINCIPIO DE LEGALIDAD, (todavía plenamente vigente) o lo que es lo mismo, que no
se podrá castigar a ningún sujeto a ninguna pena, si previamente la misma no ha sido
legislada; y del mismo modo nadie podrá ser condenado por un acto, si este
anteriormente no se encuentra recogido en el ordenamiento jurídico. Esta corriente,
empezó a considerar que sólo debían castigarse los hechos que fuesen
verdaderamente perjudiciales para la sociedad y que las normas debían ser conocidas
por toda la ciudadanía, por lo que debían ser claras y precisas, (algo que
desafortunadamente, no siempre tiene en cuenta el legislador actual). este
anteriormente no se encuentra recogido en el ordenamiento jurídico. Esta corriente,
empezó a considerar que sólo debían castigarse los hechos que fuesen
verdaderamente perjudiciales para la sociedad y que las normas debían ser conocidas
por toda la ciudadanía, por lo que debían ser claras y precisas, (algo que
desafortunadamente, no siempre tiene en cuenta el legislador actual).
- La corriente clásica, formula una serie de postulados que parten del contrato
social. Así establece que el delito no es algo inexplicable, sino que encuentra su
sentido de ser en una sociedad de clases desigual. Creen que el delincuente es una
persona normal y libre que hace un mal uso de su libertad, decantándose por
apartarse de la sociedad por el camino del crimen. Por ello sostiene esta teoría que la
pena sólo debe cumplir una finalidad: la reinserción social.
El paso evolutivo pondría posteriormente de moda las corrientes multidisciplinarias
(forenses, psiquiatras, biólogos, etc.) que querrían establecer el perfil del
delincuente con algún factor común que explicase su condición. Destacan los estudios
sobre fisonomía, que trata sobre la apariencia externa de cada ser humano y su
conexión con lo somático y lo psíquico. Famosa es la frase de Montesquieu, cuando
condenaba a un delincuente: "vistos los testigos de cargo y descargo, y tu cara y tus
orejas, yo te condeno...". La palabra "malhechor", viene de ahí: persona mal
constituida.

La frenología, una "ciencia" un poco más científica, puede considerarse la


antecesora de la neuropsiquiatría. Los frenólogos defienden la teoría de la
localización; es decir, que cada función anímica tiene un origen orgánico en el
cerebro e incluso se pueden observar determinados signos externos examinando el
cráneo humano. Con ello se podría trazar un mapa cerebral provisto de 38 regiones en
dónde se localizarían unas facultades anímicas de la persona debido a un mayor
desarrollo de esas malformaciones. Gall y sus discípulos interpretaron la forma del
cráneo y las modificaciones de su superficie como íntimamente relacionadas con los
caracteres, tendencias y habilidades del sujeto, pretendiendo predecir cuál iba a ser
su futuro simplemente por la exploración y palpación del cráneo. Los descubrimientos
de la neurofisiología desvanecieron toda esperanza de sostener aquellas ideas.

La Frenología de Gall

La teoría de Quetelet, utilizada todavía hoy por los estudiosos criminológicos,


estableció las leyes térmicas. Quetelet sostenía que los delitos no se producen en
número regular a lo largo de todo el año. El establecimiento de esta relación de
forma indirecta relacionado con los distintos hábitos que se generan a lo largo del
año. Según él, en invierno se cometerían mas delitos contra el patrimonio que en
verano, así como los delitos contra las personas, aumentan en los meses cálidos, ya
que el calor agobiante aumenta la presión; o que los delitos sexuales se producirían
sobre todo durante la primavera. Él consideró que los factores de tipo social se
efectuaban como rebrote de los delitos sexuales.
Partiendo de la teoría de que el ser humano nace con una predisposición para el
bien y para el mal, por tanto para el crimen, la corriente del positivismo significó la
aplicación científica a la criminología. Creen los positivistas que el delincuente nace
ya con una serie de alteraciones congénitas, que evolucionan posteriormente de
distinta forma. Lombroso, al que se considera el padre del positivismo, supuso un hito
en el siglo pasado con su obra "El hombre criminal" o el criminal nato. Este
investigador efectuó un análisis antropológico a un grupo de delincuentes ejecutados
a muerte, encontrando en ellos determinadas malformaciones craneales, que fueron
comparadas con seres primitivos, estableciendo una conexión directa entre dichas
malformaciones craneales y determinados tipos de una desviada personalidad.

Cesare Lombroso

En el s. XIX nacieron dos escuelas de pensamiento positivista: La escuela de Lyon,


con el profesor Pasteur como cabeza visible, consideraba al delincuente un ser
inofensivo, al igual que los microbios, que si encuentra un campo de cultivo o entorno
adecuado, hace germinar al criminal, convirtiéndose la predisposición primaria en una
aptitud como delincuente.
Las tesis de Lombroso y los que le siguieron, se fueron apagando con los nuevos
descubrimientos de las ciencias médicas y hoy son nada más que un recuerdo
histórico. Pero siguiendo la cronología histórica de la criminología, hay que decir que
en pleno s.XX, nacen las teorías derivadas de las investigaciones antropológicas de la
Escuela Positivista, que pretenden demostrar la relación entre determinados factores
constitucionales y la criminalidad: La biotipología pretendería efectuar esas mismas
conexiones, pero tratando de establecer correlaciones entre las características físicas
de los individuos y los tipos psíquicos o los rasgos psicológicos. Estudios realizados en
EE.UU. por Sheldom, utilizando datos que le proporciona la embriología, elaboró una
serie de rasgos corporales que pretende relacionar las características psíquicas o
temperamentales. Se basa en el estudio de una de las primeras células embrionarias,
el blastodermo, que se presenta en tres capas, dando lugar a tres tipos de sujetos:
Endomorfos: serían aquellos que tienen más desarrollada la primera capa
(endodermo), que evidencian una estructura somática o corporal débil y las vísceras
muy desarrolladas, con tendencia a la gordura y a las formas redondeadas. Los rasgos
temperamentales específicos muestran un carácter amable, extrovertido, sociable,
cómodo.
Mesomorfos: aquellos que tienen más desarrollada la segunda capa (mesodermo),
personas fuertes con peso específico elevado, resistentes. Su tipo psíquico es
agresivo, enérgico, osado, valiente, inestable y ambicioso.
Ectomorfos: aquellos con la tercera capa (ectodermo) más desarrollada, personas
de cuerpo alargado, con extremidades delgadas y afiladas, finas y poco resistentes. Su
tipo psíquico es introvertido, hipersensible, intelectual, desordenado, y con tendencia
a la depresión.

Sheldom llega a la conclusión de que en el grupo del tipo mesomórficos hay un


predominio de criminales debido a su gran musculatura y temperamento agresivo;
presentando cierta tendencia a verse involucrados en delitos pasionales.
La endocrinología ha tratado de reconducir el comportamiento humano general y el
criminal en particular a procesos hormonales, de tal forma que cuando aparecen
determinadas disfunciones anormales se pueden producir cambios temperamentales
debido a la conexión que existe entre el sistema hormonal y el sistema
neurovegetativo, responsables de la vida instintivo-afectiva, habiéndose hecho
importantes investigaciones centradas en el estudio de dos glándulas: la tiroides y las
gónadas o glándulas sexuales. La tiroides segrega la hormona tiroxina (acelerador
biológico) que activa o estimula los diferentes sistemas (nervioso, circulatorio,
respiratorio, etc.) de ahí que cuando surgen disfunciones de esta glándula, como el
hipertiroidismo se produzcan cambios físicos y psíquicos: taquicardia, pérdida de
peso, excitación, agresividad... En muchos delincuentes violentos se ha notado
hipertiroidismo.
Las glándulas sexuales son las responsables de la elaboración de una serie de
hormonas, en concreto en el hombre los testículos producen testosterona (acelerador
biológico), con efectos estimulantes, y en la mujer los ovarios producen la
progesterona, de efectos tranquilizantes.
En los últimos años, en el marco de la delincuencia agresiva y sexual se han
desarrollado exploraciones científicas sobre la relación en los niveles de testosterona
y el comportamiento criminal masculino, ya que en unos estudios realizados en
EE.UU. se ha comprobado que los presidiarios violentos y los delincuentes sexuales
muestran unos niveles de testosterona más altos que el resto de los reclusos, así como
del correspondiente grupo de control.
Sobre estas bases se pretendió establecer relaciones directas entre las agresiones
violentas y la testosterona en cifras elevadas. Estas investigaciones sirvieron también
para justificar unos datos que habían llamado la atención y eran difíciles de explicar
sobre bases biológicas o antropológicas: los bajos porcentajes de criminalidad que
presentaban las mujeres en relación con los hombres. Se presentó en estos estudios el
diferente balance hormonal de las mujeres en las que predomina la progesterona, de
efectos tranquilizantes. Así mismo, usando esos estudios se quiso introducir un
tratamiento específico dirigido a este tipo de delincuentes que presentaba una base
biológica hormonal; consistiendo en suministrar determinadas dosis de progesterona
que trataba de inhibir la secreción de la hormona sexual masculina para eliminar o
disminuir los niveles de agresividad. Al principio los resultados fueron positivos, pero
a medio y largo plazo provocaron efectos secundarios perjudiciales de tipo físico y
psíquico, tales como el desarrollo de caracteres sexuales propios del sexo femenino
(engrandecimiento de los senos, disminución del vello, etc.), generando alteraciones
psíquicas en estos sujetos, que repercutieron en comportamientos antisociales.
Estos estudios científicos sirvieron además para justificar la llamativa fluctuación
en las cifras de criminalidad en la mujer y que se conectan con los desajustes
hormonales producidos en el período menstrual, cuando disminuye la progesterona,
provocando como consecuencia una mayor irritabilidad, inestabilidad y un
comportamiento más agresivo.
Como casi siempre ocurre, una corriente nueva y distinta surge en ciertos
momentos de la historia científica: a aquellos para quienes la herencia lo era todo y a
aquellos para los que el ejemplo y la educación son las causas del comportamiento
individual del ser humano, sea este de tipo criminal o normal, se unieron los
eclécticos que consideran que el término medio es siempre el más acertado, por lo
que creyeron que ambos factores, el congénito y el adquirido, podrían combinarse y
dar lugar a la conducta antisocial o, en último extremo, al crimen. Esta era por
ejemplo, la opinión del Dr. Court Stern, Profesor de Genética de la Universidad de
Berkeley, California, el cual consideraba como probable respuesta la asociación de
una alteración cromosómica con el medio ambiente en que desarrollaba su vida el
individuo.
La polémica más moderna surgió a partir de un pequeño trabajo de Jacobs y col.
(Nature, 1965), apoyándose en otro anterior de Court Brown (1962). Jacobs hizo un
estudio, usando 197 pacientes de comportamiento peligroso, que se hallaban
recluidos en el State Hospital de Lanarkshire (Escocia), encontrando 7 varones con un
cromosoma XYY.

Cromosomas XYY

Estos reclusos habían sido convictos en 92 ocasiones, pero sólo ocho por delitos
contra las personas. Después, muchos estudiosos curiosos por los trabajos de Jacobs
empezaron a estudiar este asunto e hicieron encuestas para averiguar el cariotipo de
los individuos con conducta agresiva recluidos en cárceles y hospitales de máxima
seguridad. En ese estudio buscan la existencia de un doble cromosoma Y, el
característico del sexo masculino. Un varón normal tiene un sexo cromosómico XY,
donde la X corresponde a la mitad de la cromatina de la célula materna y la Y a la
mitad de la cromatina paterna. Pero en ciertas ocasiones y sin saber por qué razón,
no se produce la disyunción, añadiéndose toda la cromatina sexual paterna YY, sin que
ésta se haya dividido en dos mitades durante la fase de meiosis celular. Los
investigadores del tema comenzaron a encontrar un elevado número de varones XYY
entre los reclusos de penales y de los manicomios. La mayoría eran violentos,
agresivos, peligrosos, de conducta criminal, o nada más que pobres subnormales.
Todo esto condujo a la idea que predomina en los años 60 de que el estudio del
cariotipo podría permitir predecir las conductas violentas y el crimen. Y se plantea la
gran interrogante: Un criminal con un cromosoma XYY ¿sería responsable de su
conducta o bien podría considerarse la existencia de este cromosoma como una
condición eximente o, al menos, atenuante de la culpa? Se plantea el problema de la
imputabilidad o inimputabilidad en el delito.

Manuel “El Arropiero” Villegas, poseía la combinación cromosomita XYY

En una mesa redonda celebrada en Ginebra en 1968, organizada por el profesor


Rentchnik, donde participaron especialistas en la materia, para discutir sobre como
afectaba la predisposición a la criminalidad en los delincuentes que muestran el
síndrome del cromosoma "Y supernumerario", se llegó a la siguiente conclusión; "Si la
personalidad del individuo portador de esta anomalía genética no está
suficientemente estructurada, hay mucha mayor probabilidad de un abocamiento a la
conducta antisocial e incluso a la criminalidad".
Por ello, científicamente, no se puede sostener la existencia de un "cromosoma del
crimen". Por su parte, Miller en "The Lancet" (1975) sostuvo que: "Mejor que buscar
una explicación genética para los problemas sociales, deberíamos atacar las
condiciones y la estructura socioeconómica responsable de los problemas de conducta
y de la mayoría de las dificultades que confronta nuestra sociedad".
A pesar de todo, hoy día crecen los estudios sobre el material genético y cada día
se producen nuevos descubrimientos que se van añadiendo al conocimiento de los
cromosomas y sus alteraciones. ¿Qué es los que nos depara el futuro en esta rama de
la criminología? Seguro que cualquier día saldrán a la luz nuevas polémicas en tomo a
este problema tan antiguo como la humanidad. El tema, afortunada o
desgraciadamente, aun no está totalmente cerrado.

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