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ENTREVISTA A MARYSE RENAUD

¿ONETTI AYUDA A CREER?

por Hugo Giovanetti Viola

La catedrática de la Universidad de Poitiers Maryse Renaud, que se considera martiniqueña a pesar de


haber vivido en Francia desde su niñez, trabajó más de quince años en torno a la obra de Juan Carlos
Onetti para concretar un ensayo de dimensiones extraordinarias en todo sentido. Hacia una búsqueda de
la identidad, en efecto, publicado en dos tomos que suman casi 600 páginas, aporta a nuestro juicio una
suerte de reflexión minuciosamente totalizadora que la obra de nuestro Premio Cervantes todavía estaba
reclamando, sin desmedro de la numerosa bibliografía crítica de gran valor existente al respecto.
Conversamos en París con Maryse Renaud, una hermosa mujer-muchacha poseedora de una vitalidad
desbordantemente sanmariana, en ocasión de intercambiar ideas acerca de la traducción española de su
tesis que realizamos por encargo de la Universidad de Poitiers y la editorial uruguaya Proyección.

La pregunta obligada: ¿cómo se fue gestando y afirmando tu tan particular


dedicación a la obra de Juan Carlos Onetti?

El interés que siento por América Latina en general empezó cuando yo era muy joven, a
los diecisiete o dieciocho años, y fue curiosamente a través de una obra española, el
Tirano Banderas de Valle Inclán. Luego realicé un viaje a México -país que siempre me
entusiasmó- y como además soy de la Martinica, tal vez haya existido una especie de
superdeterminación para que me decidiera, ya a los veinte años, por lo latinoamericano.
Sentí que eso era lo mío, a pesar de que siempre me interesó mucho también la literatura
española. En cuanto a Onetti en particular, me sería muy difícil precisar con exactitud
cómo fui llegando a él. Sé que en medio de un montón de lecturas me atrapó un libro
suyo, y que enseguida leí toda su obra. Posteriormente lo estudié junto a otros autores
como Fuentes, por ejemplo, en torno al tema de la búsqueda de la identidad. Hasta que
dentro de un programa que me pareció demasiado vasto y heterogéneo, me quedé sólo
con Onetti.

Te quedaste con la obra de uno de los maestros latinoamericanos que desarrolla la


búsqueda de la identidad a un nivel casi desnudamente universal, digamos.

Sí. Porque más allá de que en la obra de Onetti existen suficientes “elementos locales”
-lunfardismos, etc.- como para ubicarnos geográficamente, su temática está desprovista
de ornamentos exóticos, y arraiga directamente en lo universal. Aclaro que también me
gusta mucho Carpentier, por ejemplo -acaso por ser martiniqueña- pero su caso es muy
distinto. Carpentier se las arregla para llegar a lo universal a través de otras vías.

Quiere decir que te dedicaste a investigar la obra de un autor ajeno a tu ámbito de


origen, pero con el cual descoincidís además filosóficamente, según lo que se adivina
leyendo tu libro.

Yo tengo más confianza, efectivamente, de la que tiene Onetti en el hombre. Aunque


tampoco coincido con la crítica que se deja engañar por el aparente cinismo de Onetti, y
no se interroga más a fondo sobre el sentido de sus ficciones. Porque desde los textos de
juventud -como Tiempo de abrazar o Los niños en el bosque- hasta un llamativo cuento
de los últimos años, Mañana será otro día, se desprende puntualmente una especie de

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apego atávico a la vida y a la excesiva belleza de este mundo, una especie de esperanza
pausada o de pesimismo superado. Y aquello de que lo esencial es durar, durar, durar.

Entonces los quince años de inmersión investigativa en la obra onettiana te ayudaron a


creer, en definitiva.

Me ayudaron a creer por reacción inversa, en cierta forma. Y además porque, insisto, a
Onetti no hay que tomarlo al pie de la letra. Es un autor muy provocativo, y uno termina
por sospechar de sus afirmaciones tan vehementes e insistentes, como sucede con el
caso de su negación de la ideología. O con su reiterada referencia a la no existencia de
Dios, por ejemplo. Uno se dice, entonces: posiblemente Onetti no cree en Dios, pero
quisiera haber creído. Y yo pienso que su obra afirma, en realidad, la trascendencia. No
se trata de una trascendencia de carácter religioso, sino de un apego a lo sagrado y a
algunos valores que él quisiera perpetuar, aunque no se sienta con las fuerzas suficientes
para edificar ese otro mundo. Pero ese “otro mundo” se transparenta constantemente en
su obra.

CADA OBRA EXIGE SU “BRICOLAGE” CRÍTICO

¿Cómo fuiste arribando a esa metodología de asedio crítico tan ecléctica y a la vez tan
ensamblada que utilizás para desentrañar las claves del universo onettiano?

Empecemos por la negativa, de alguna manera: yo me dije que a Onetti no se lo podía


enfocar únicamente a través de una ideología marxista o de tipo sociológico, por
ejemplo.

Aunque tomás elementos goldmannianos.

Claro. Porque ese corte sociológico sirve para enfocar e iluminar algunos aspectos de la
obra onettiana, y no sería justo desatenderlo por completo. También me di cuenta que
tanto el psicoanálisis como la retórica podían aportarme elementos de mucho valor, y
entonces me decidí a hacer lo que aconseja Lévi-Strauss. Vale decir: que la crítica
literaria, para ser realmente útil y no incurrir en el error del dogmatismo, debe
adueñarse de todos los elementos posibles que ayuden a desentrañar el sentido profundo
de la obra. De modo que opté por la pluralidad.

Que no excluye tu propio discurso poético.

No, en absoluto. Porque me di cuenta, leyendo a Bachelard -a quien hoy se lo considera


un poco rebasado, y por cierto que existen otros análisis renovadores de la perspectiva
crítica- que podía ser muy útil también una aproximación de carácter poético como
también me fue más útil una aproximación de carácter estructuralista, aun con sus
limitaciones.

Y también manejás muy bien la semiótica.

Bueno, no sé si la manejo muy bien, pero me interesé en ella porque me pareció que
podía ser esclarecedora.

Ni siquiera desechás a Greimas.

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Es que su fase estructuralista sirve para mucho en una novela como El astillero, donde
hay un juego de “ayudantes”, “oponentes”, etc., muy interesante de analizar. E incluso
el mismo análisis sirve para demostrar que la obra de Onetti va mucho más allá de este
tipo de juego un poco simplista. En ese caso, uno es ayudado para definirse en contra.

¿Quedarían superados entonces los “andariveles críticos estancos” transitados casi


meticulosamente durante la modernidad?

Posiblemente. Al ingresar a la universidad yo era muy joven y estudié todos los tipos de
enfoque crítico que tenía a mi alcance. Y hubo un momento en que me sentí muy
desconcertada acerca de la metodología a utilizar. Hasta que me di cuenta que no quería
encerrarme ni encastillarme en ninguna de las teorías críticas en particular. Porque no es
verdad que una obra, que siempre es un trabajo superdeterminado, responda a una sola
perspectiva crítica: el escritor no pretende, cuando escribe, ilustrar la teoría de fulano o
mengano.

Lo que tú proponés es un sincretismo crítico.

Es que para mí la crítica no puede ser más que eso: un sincretismo. Un bricolage, como
dijo Lévi-Strauss. Y ese bricolage tengo que armarlo yo, y precisamente eso es lo
difícil, porque nadie te va a regalar el método. El método lo vas forjando tú solo, lo vas
labrando de acuerdo a la perspectiva particular que te exige cada tipo de obra.

EL SILENCIO DE DIOSBRAUSEN

Tuve la sensación, mientras traducía tu libro, de estar siendo iluminado por una
transparencia de dos cabezas: la de Onetti y la tuya. O sea que como muy pocas veces
sucede, lamentablemente, el mundo personal del crítico no quedó subordinado al del
autor ni viceversa: se respira una especie de resplandor redoblado, alimentado por la
satinación de Santa María pero a la vez independiente de ella.

Ojalá haya logrado eso. Mirá: a mí siempre me dejaban perpleja los trabajos críticos
“miméticos” de Saúl Yurkievich. Porque él, que es crítico y fundamentalmente poeta, se
compenetra con el discurso del autor que está analizando hasta llegar al grado de la
mimetización. Y si bien no siempre estoy de acuerdo con sus enfoques, me sirvieron
para impulsarme a tratar de construir -en el marco de un trabajo universitario que por lo
general conlleva el riesgo de terminar resultando insoportablemente pesado y
sobrecargado de datos- un texto oxigenado por ráfagas del entusiasmo puro del lector.
De modo que, sin intentar hacer crítica mimética, hubo una clara intención de rebasar el
acartonamiento académico.

¿Has tenido contactos personales con Onetti?

No. Prácticamente no tuve contactos personales con Onetti. Y no es que no haya querido
tenerlos. Lo que sucedió es que ya hace más de diez años, cuando un amigo común me
lo presentó aquí en París, me di cuenta que a él no le interesaba intercambiar ideas. Y
como no me gusta molestar ni forzar a nadie -además de que yo iba a pasarlo mal,
hablando con quien no quería hablarme- decidí limitarme por completo a la lectura y el
trabajo crítico sobre su obra, lo cual seguramente me seguiría revelando muchísimas

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más cosas de las que podría revelarme el propio Onetti. Por otra parte, él es muy
tramposo al contestar entrevistas. Incluso es tramposo al explicar el supuesto origen
sajón de su nombre. Yo eso lo tomo como broma. Así como la generalidad de sus
declaraciones a los entrevistadores las tomo como literatura.

¿La incomunicación personal con el autor te hizo sentir más sola durante la
elaboración de la tesis?

No, en la medida en que en realidad no esperaba nada de él. Y si ahora él dijera “no
quise decir esto, no quise escribir esto” yo puedo contestar “a lo mejor usted no quiso
decir esto o escribir esto, pero lo escribió”, porque yo siempre he trabajado apoyada en
el texto.

Y sin embargo tampoco sos estrictamente “inmanentista”, en la medida en que tomás


en cuenta la evolución histórica de la vida de Onetti, sus radicaciones en Buenos Aires,
su exilio, etc.

Sí, es cierto que yo utilizo datos históricos de la vida del autor y no creo en la crítica
inmanente. Pero sí reconozco que la crítica inmanente tiene al menos esta ventaja:
cuando se la practica con total seriedad y cientificidad, la adquisición posterior de datos
autobiográficos se transforma en un añadido que no hace más que corroborar tu tesis.
Porque ya has llegado muy cerca de la verdad.

¿MAÑANA SERÁ OTRO MUNDO?

¿Y qué es la verdad para una martiniqueña-francesa después de la caída del socialismo


y la amenaza de irrupción del tan mentado “vacío espiritual” europeo en la propia
América Latina, madre de las más recientes utopías mesiánicas? ¿Qué pasa con
Maryse Renaud y el hombre, al margen del tema Onetti?

¿Por qué al margen? Leyendo la obra de Onetti podemos detectar precisamente que
incluso durante los períodos que están caracterizados o signados por el vacío ideológico
y la desconfianza en el hombre -que siempre alienta en los autores aparentemente más
cínicos y pesimistas- se acentúa una especie de ansia de pureza y de verdad. Ansia de
trascendencia: ya sea de carácter religioso, o vinculación con lo solidario humano
general o con los valores firmes, simplemente. Lo cierto es que ese deseo de
trascendencia alienta incluso en los parajes menos esperados.

París, 1991

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