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Universidad Externado de Colombia

Facultad de Estudios del Patrimonio Cultural


Cultura y Patrimonio I Módulo de Historia del Arte
Manuela Valdés Valdés
Presentado a: Prof. María del Rosario Leal
Febrero 14 de 2008

El Barroco Tridentino: Arte y Misticismo

Muchas veces nos hemos preguntado por qué muchas de las obras que vemos
en museos tratan de temas religiosos, escenas bíblicas y santos. Si bien estos
temas se han tratado de desde hace siglos, durante el siglo XVI y XVII hubo gran
proliferación de este tipo de obras como respuesta a varios factores religiosos,
sociales y políticos que serán objeto de nuestro estudio más adelante.

La búsqueda de dios siempre ha sido una cuestión metafísica que preocupa al


hombre, bien sea a un solo dios (católico, judío, árabe, etc.) o varios (Brahma,
Shiva, etc). Esta inquietud se vio más intensificada durante los siglos XVI y XVII
entre los católicos porque la iglesia propició, en respuesta a ciertos movimientos
“revolucionarios”, un ambiente de desasosiego con respecto al alma.

Todos estos hechos que llevaron (afortunadamente para nosotros los interesados
en el arte) a esta proliferación del arte religioso empiezan gracias a Martin Lutero,
teólogo y fraile alemán del siglo XVI. Lutero, después de su visita a Roma y
asqueado por lo presenciado en lo más alto de la iglesia católica, plantea 95 tesis
que denuncian el corrupto tráfico de indulgencias, cuestiona la autoridad del Papa
y el uso de imágenes sagradas y además propone el seguimiento de la biblia
como forma de salvación, entre muchas otras cosas.

A medida que las tesis de Lutero fueron ganando fuerza y derivaron en la


Reforma protestante, la iglesia católica se preocupó por el desastroso efecto que
esto podría tener en la fe y el “control” que tenía sobre sus fieles. Es así como en
1545 la iglesia empieza lo que se conoce como el Concilio de Trento, en donde la
iglesia reafirma su fe y sus dogmas, especialmente los que Lutero había criticado
tan fuertemente.

Si bien esta medida parece no tener un efecto significativo si se mira desde un


punto de vista laico, las consecuencias políticas y culturales de la Contrarreforma
se sienten hasta nuestros días. Entre los puntos más importantes que cabe
destacar del Concilio está la reafirmación de la presencia de un pecado original,
los sacramentos, la eucaristía, la existencia del purgatorio y la veneración de los
santos y reliquias.

Aunque esta “barrera de contención” que la iglesia sacó de debajo de la manga


para frenar la Reforma protestante no funcionó en algunos futuros estados
europeos y que llevaron entre otros factores a guerras (como la de los treinta
años), la iglesia intensificó la aplicación de las disposiciones del Concilio en
estados especialmente ligados al vaticano, como Italia (proximidad geográfica) y
España (proximidad derivada de la lucha contra los moros y la alta devoción de los
anteriores monarcas “los Reyes Católicos”).

Que esta exaltada religiosidad se viera refleja en obras de arte no es para nada
una afortunada coincidencia. Si bien el concilio había “legitimidado” la veneración
de los santos y sus representaciones (pinturas, esculturas, etc.), la iglesia vio en
estos elementos un potencial incalculable desde diferentes puntos de vista:

Primero, las imágenes de la vida de los santos acercaban a las personas comunes
con las realidades de estos personajes que habían tenido una aproximación
cercana con Dios, ejemplos que derivarían en el misticismo (principalmente en el
misticismo español), pero no sólo eso, sino que desencadenaría una serie de
experiencias suprasensoriales altamente cuestionadas por unos y alabadas por
otros. Así, las imágenes jugaban un papel pedagógico y adoctrinador, aunque
para esto se tuviera que seguir una rigurosidad compositiva (representaciones y
atributos) y que iba en total concordancia con los diferentes textos bíblicos y
catecismos de la época.

Es importante resaltar que se pretendía acercar estos personajes a los fieles ya


que probablemente eran vistos como seres poco comunes. Es por esto que el arte
del barroco tridentino representa estos santos más humanos y con más exaltación
de esas emociones que estaban sintiendo, con el fin de hacer estos
acercamientos con lo divino más “creíbles”.

En segundo lugar, España, fuertemente arraigada a esta tradición católica quería


profundamente que sus colonias también lo fueran, para lo que fueron esenciales
mecanismos de catequesis para los indígenas de las colonias. Es apenas lógico
concluir que para estas personas que no sabían leer o escribir, la forma más fácil
de aprender era a través de imágenes, “el lenguaje universal”.

Aunque el arte barroco tridentino cumple estas dos metas, la exaltación del
misticismo (y este es un proceso especialmente fuerte en España gracias a Santa
Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, entre otros) causó una serie de
manifestaciones “sobrenaturales” de acercamiento con Dios, especialmente entre
mujeres aparentemente piadosas y devotas. Muchas de estas experiencias fueran
después vistas como demoníacas, algunas veces debido a los notables defectos
de estas personas.

Dentro de estas representaciones de experiencias místicas y las diferentes vías


mediante las que se llega a esa unión con el Amor divino (vía purgativa y vía
iluminativa), hay ciertos elementos que requieren de nuestra completa atención
para poder entenderlos de la mejor manera posible. Sería demasiado quimérico de
mi parte pretender extenderme en este aspecto, teniendo en cuenta que mis
conocimientos en esta área son bastante reducidos, sin embargo, para
generalizar, es importante entender el contexto en que fueron creadas estas
imágenes, especialmente si son barrocas, ya que se ven claramente influenciadas
por una doctrina y unos dogmas específicos. Entre estos elementos son
representativos Jesús y su sufrimiento, el alma, el amor divino, los santos, sus
vidas y atributos, y diferentes elementos como la vanidad, la lujuría, etc. que se
ven expresados en personas, objetos o animales que deben ser identificables.

Es claro entonces que la época barroca tridentina es compleja debido a los hechos
históricos y dogmáticos detrás de todo el arte de este periodo. Si ha habido alguna
vez espacios en la historia de la humanidad donde haya existido una estrecha
relación entre el arte y las necesidades de los pueblos (o lo que los más
poderosos consideraban así), el barroco tridentino es sin duda uno de estos. Si
bien no comparto muchos de las acciones de la iglesia (a través de la
contrarreforma, el concilio, etc.) como he dicho a lo largo de este ensayo,
afortunadamente esto se canalizó para la creación de material intelectual de gran
importancia especialmente para Italia, España y la Nueva Granada, haciendo de
alguna forma más interesante y enriquecedora la labor que realizamos (o
realizaremos, en mi caso particular) las personas que nos dedicamos al estudio de
estos temas.

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