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limpias, no existen. Qu esperamos de la guerra? Una guerra de pauelos?. Con esa miopa moral e insensibilidad actuaba el ejrcito en la zona, comandado por el general Clemente Noel y no haba logro en la lucha antiterrorista. La verdad, eso era lo que buscaban Eduardo de la Piniella, Pedro Snchez y Flix Gaviln de El Diario de Marka; Jorge Luis Mendvil y Willy Retto, de El Observador; Jorge Sedano, de La Repblica; Amador Garca de la revista Oiga y Octavio Infante del diario Noticias de Ayacucho. Para eso llegaron hasta esa comunidad quechua, con el viento helado de la puna calndoles los huesos. Fueron abatidos como los hroes, cumpliendo su deber. Junto a ellos fue asesinado tambin el gua Juan Argumedo y el comunero Severino Huscar Morales. Tras estos asesinatos cosas extraas ocurrieron: las denuncias de los deudos caan en saco roto y los jueces eran amenazados. Y lo ms saltante: ciento treinta y cinco comuneros fueron asesinados, segn la Comisin de la Verdad y la Reconciliacin, CVR, por los ataques del Partido Comunista del Per-Sendero Luminoso, la represin de las fuerzas contrasubversivas y de las rondas campesinas. Algo que muchos no terminamos por creernos. Si algo fue enterrado all arriba, fue justamente la verdad. Esa verdad que algunos esperaron ver en el Informe Vargas Llosa, que fue ordenado por el presidente Belaunde y sus conclusiones
duramente cuestionadas por la izquierda que hoy lo sigue. A mediados de 1984 Uchuraccay desapareci como un Macondo altoandino. Sus pobladores no fueron arrastrados por el viento sino por el miedo: huyeron y se refugiaron en otras comunidades. Antes que despus ver la verdad la luz. [*] Editora de Fin de Semana y Suplementos