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Como tantos otros trabajos, la excavación del Pósito de la Barbacana de Baeza se realizó en un
ámbito urbano, con una cronología reciente dentro del proceso histórico de la Península Ibérica y con
documentación relativa a la ciudad donde se ubica. Todas estas condiciones le confieren al trabajo de
investigación el carácter de Arqueología Histórica. Pero ¿cuál es la metodología o cuáles los objetivos de
esta particular disciplina?, ¿o deberíamos hablar de estos estudios interdisciplinarios ?.
La discusión de estas cuestiones, de forma autocrítica, utilizando la presentación del registro
arqueológico del Pósito de la Barbacana de Baeza, forma el cuerpo de esta ponencia. Este artículo,
utilizando el caso ya señalado, pretende discutir los diversos niveles de una Arqueología Histórica, desde la
planificación y diseño del proyecto hasta revalorizaciones o puestas en valor, pasando por la metodología
operativa, sistema de registro, análisis y síntesis de los datos, aunque en nuestro caso el análisis de los
materiales todavía sea una tarea inconclusa.
El propio desarrollo de la arqueología como disciplina sistemática ha generado al interior de ella una
multiplicidad de líneas de investigación, muchas de las cuales poseen sus propias técnicas, inclusive unas
pocas han desarrollado su particular metodología operativa.
Es difícil establecer una historia de la arqueología, aún una historiografía de la misma, sin dar
cuenta de las peculiares motivaciones e intereses que cada región, país o proyecto político le dio en sus
orígenes. Así esa intrínseca preocupación por el pasado, y lo antiguo, fue utilizada por quienes en diferentes
sitios fueron estudiando antigüedades y tratando de entenderlas. Se observa entonces cómo es que desde sus
orígenes la actividad arqueológica se ve ya diversificada en sus líneas de investigación: el anticuarismo, los
orígenes étnicos y la búsqueda de lo más antiguo, se convirtieron generalmente en los paradigmas iniciales.
Aceptemos una definición simple y directa de la arqueología como disciplina que estudia la
sociedad a través de sus restos materiales (o registro arqueológico cómo se ha señalado antes). Esta
definición puede ayudarnos a entender no sólo la diferencia entre objeto de estudio y objeto de
conocimiento, sino también a comprender el porqué de la diversidad en las líneas de investigación que
desarrolla. Por un lado, desde su objeto de estudio, requiere el apoyo de técnicas de análisis y conocimientos
de otras disciplinas científicas a las que también les son pertinentes algunos respectivos materiales presentes
en el registro arqueológico. De esta forma surgen trabajos de arqueozoología, arqueobotánica, etc. Desde el
lado del objeto de conocimiento comparte, o mejor dicho, debería compartir, un constante debate,
metodológico y teórico, con las otras disciplinas del conocimiento social, como la antropología, la
sociología, la historia, la economía, etc. De las relaciones establecidas con estas otras disciplinas también se
han generado particulares líneas de investigación.
Volviendo al objeto de estudio, debemos señalar que otras líneas de investigación también se han
generado por la escala de observación del registro arqueológico. De este modo, observaciones de niveles
como objeto, contexto, sitio o territorio, han desarrollado sus propios mecanismos operativos, incluso
paradigmas de la arqueología.
Todas las líneas de investigación así generadas no sólo han influenciado en los diseños de
investigación de los proyectos, abarcando la multiplicidad del registro arqueológico, sino que, como ya lo
hemos señalado, se han desarrollado niveles de alta especialización. Estos dos factores, multiplicidad del
registro y especialización, profundizan una dicotomía presente desde el establecimiento de la arqueología
como disciplina científica. Esta dicotomía es la que enfrenta la gran cantidad y calidad de información y
conocimiento recuperado y generado con la fragmentación del mismo dependiendo de los grupos de líneas
de investigación que puedan representar. Esta suerte de crecimiento de la arqueología nos enfrenta en ya no
pocos casos de ultraespecialización en la que es difícil lograr que la comunidad arqueológica se comunique
integralmente en función de su objeto de conocimiento. Esta problemática no es exclusiva de la arqueología,
es una suerte compartida por gran cantidad de disciplinas, tanto antiguas como modernas.
Otro aspecto de la problemática planteada, pero que se desarrolla no desde la dinámica propia de la
arqueología sino desde el diseño de la investigación, es decir, desde las soluciones planteadas por los
propios arqueólogos, es la que no diferencia la investigación multidisciplinar, o interdisciplinar, con la
figura del propio investigador multidisciplinar. Nos parece aceptable, es más, diríamos que hasta
aconsejable, que el arqueólogo, según la necesidad de la investigación, se especialice en determinadas áreas
temáticas que le permitan un mejor análisis de los materiales trabajados, sin descuidar la aplicación de la
metodología arqueológica que posibilite la transformación de los datos de campo y gabinete en datos de
contenido socio-histórico. Sin embargo, la experiencia nos indica que la presencia de otros especialistas al
interior de cualquier proyecto de investigación arqueológica desde la etapa de diseño de la misma redundará
en beneficio, tanto cuantitativo como cualitativo. Sabemos que las limitaciones presupuestales impiden la
generalización de este modelo, sin embargo existen soluciones de carácter pragmático.
Toda esta reflexión sobre la naturaleza de la arqueología y las múltiples líneas de investigación
derivadas de aspectos cronológicos, temáticos o de las escalas o materiales, está generada por la temática de
este Congreso y nuestra participación. Es de uso generalizado el término Arqueología Histórica en toda
América, aunque refleja dos contenidos diferentes y, en no pocos casos, los dos al mismo tiempo. El uso del
término con un contenido metodológico está referido a la aplicación de la arqueología conjuntamente con
las técnicas de investigación documental de la historia o, en menos casos, el trabajo de investigación
conjunto entre arqueólogos e historiadores. Por supuesto, esto en América es factible a partir de la
Conquista y Colonia y, en algunos casos, para períodos inmediatamente previos a través de la llamada
información etnohistórica. El segundo contenido es estrictamente cronológico pues, estando referido a los
mismos períodos, no implica un trabajo interdisciplinario sino estrictamente arqueológico. Sea cual sea el
contenido que se adecue a cada proyecto de investigación en arqueología histórica, normalmente se
promueven, o financian, para la recuperación de edificios monumentales o proyectos de infraestructura
urbana con fines turístico/culturales o comerciales, aunque en los mejores casos la justificación del proyecto
científico provenga, en algunos países, de la reglamentación para la protección del patrimonio.
Debido a que la historia como disciplina de investigación social parte de la documentación escrita
como objeto de trabajo, y también a la antigua separación de historia/prehistoria, en la Península Ibérica, y
nos atrevemos a decir que en buena parte de Europa, se cuenta con una gruesa separación de períodos en
prehistóricos, protohistóricos e históricos. Como períodos históricos se consideran aquellos de claro
dominio de Roma en Occidente, sin embargo, no debemos olvidar que hacia Oriente se cuenta con gran
cantidad de fuentes históricas desde época griega, es decir desde mucho antes. Un aspecto que complica aún
más la aplicación de estos términos en la Península Ibérica es la existencia de escritura previa a la romana,
paralela a la griega. Nos referimos al Ibero, cuya traducción aún no ha sido posible, y que configura los
períodos protohistóricos, por lo menos en el sudoeste de la Península.
Preferimos por ello la utilización del término arqueología histórica que anteponga en su contenido la
cuestión metodológica, es decir, un estudio interdisciplinario de arqueología e historia, aunque esto luego
esté condicionado cronológicamente por razones obvias.
En el presente trabajo, sin embargo, hemos debido, por razones operativas, restringirnos en la
amplitud ya no sólo recortando el espectro de la temática arqueológica por una aplicación metodológica
concreta, sino también por un factor concreto para la ejecución de estos proyectos que es el referido a los
estudios de las edificaciones monumentales derivados por el crecimiento y transformación de la
infraestructura urbana principalmente por lo que, en muchas regiones de España, es conocida como
arqueología urbana.
La complicación para definir exactamente los grupos de líneas de investigación, como veremos en
nuestro caso específico, no proviene solamente de las limitaciones metodológicas, sino principalmente de la
interrelación, dialéctica si se quiere, de los múltiples aspectos de la investigación arqueológica. Lo mismo
podemos decir de las interconexiones que se dan entre las diferentes disciplinas de la ciencia social las
cuales, más que preocuparnos por la definición exacta de los límites en términos de parcela de investigación,
debieran encaminarnos a procedimientos epistemológicos de nuestro común objeto de conocimiento: la
sociedad.
Las líneas que desarrollaremos a continuación intentan ser un reflejo de la actual práctica de
intervención sobre edificaciones, en el marco de la arqueología urbana y de la Comunidad Andaluza, en el
marco metodológico, la problemática derivada de su práctica y los debates conceptuales surgidos de la
misma. La Junta de Andalucía recibió las competencias sobre el Patrimonio Histórico a comienzos de los
años ochenta. En 1991 fue aprobada la primera Ley de Patrimonio Histórico Andaluz y el Reglamento de
Actividades Arqueológicas no aparecería hasta 1993. En la actualidad existe un profundo debate sobre la
incapacidad de respuesta derivada de las leyes y reglamentaciones vigentes ante las problemáticas surgidas
en los marcos de intervención práctica.
Las actuaciones sobre monumentos han sido siempre asociadas al papel del arquitecto, y dentro del
capítulo de restauración y conservación de estructuras que eran entendidas como “obras de arte”. Esto
conllevaba la exclusión del arqueólogo a un segundo plano, como simple emisor de datos y crítico del
resultado final de la experiencia restauradora, olvidándose de su posición válida como protagonista en el
desarrollo del trabajo.
La idea anterior nos introduce en un debate conceptual complejo, el cual nos lleva a un intento de
redefinición de presupuestos asumidos. En primer lugar, el significado de “monumento”, tradicionalmente
entendido como estructura arquitectónica excepcional, grandiosa, valorada con parámetros meramente
estéticos, actualmente amplía sus horizontes como continente de las más variadas tipologías y situaciones, y
ahora introduce el adjetivo “arqueológico” en sus límites, y extiende el marco de su significado a su entorno,
a su historicidad, a la semiótica asociada a su conservación temporal como hito social.
La reconocida como Arqueología Urbana surge con un apoyo técnico fuerte, pero desde su
nacimiento se encuentra con un problema fundamental: la disociación entre esa teoría y la práctica llevada a
cabo.
Es un discurso lógico el afirmar que existe la necesidad de intervenir en la ciudad, como sustento de
una gran riqueza patrimonial, como asentamiento, que debe ser estudiado en su globalidad, y por equipos
interdisciplinares. Sin embargo, no existe formación en este sentido. El diálogo es mínimo entre
especialistas de las diversas ramas que actúan sobre el Patrimonio Histórico - Arqueológico Urbano.
(HORNOS, 1992)
Se ha construido una metodología operativa propia, la cual tiene como base el análisis estratigráfico
murario o arquitectónico. Un método de análisis que busca el ordenamiento de las distintas fases históricas
que componen una edificación, así como las actividades y procesos de construcción y destrucción, en los
que fundamentalmente influye la acción antrópica.
Esta metodología fue desarrollada fundamentalmente por los arquitectos Parenti (PARENTI, 1985)
y Brogiolo (BROGIOLO, 1988a – 1988b), que beben directamente del análisis estratigráfico de Harris
(HARRIS, 1991), ya que los principios de la estratigrafía arqueológica son totalmente aplicables al examen
de los procesos históricos de una edificación. A las „leyes‟ de superposición, sucesión y continuidad, y
horizontalidad original y continuidad lateral, se les une una serie de preceptos como el de las relaciones de
cruce o corte, y fenómenos de discontinuidad temporal, es decir, el tiempo representado es menor que el no
representado por los elementos. (CABALLERO, 1995).
La unidad mínima de estudios es denominada Unidad Estratigráfica Muraria (USM), la cual incluye
cualquier elemento: muros, techos, suelos, o la carencia de los mismos: huecos, ventanas, etc. Éstos son
elementos volumétricos, pero hay que señalar las unidades conocidas como soluciones de continuidad, o
elementos superficiales que cobran gran importancia en el análisis estratigráfico por estar cargadas de más
valor temporal que los primeros. En este grupo incluimos los límites o delimitaciones que nos pueden
mostrar saltos temporales.
Al hablar de Arqueología Urbana, no tratamos parcializar el concepto de una ciencia, sino reflejar
las problemáticas concretas de una práctica íntimamente relacionada con unos objetivos, una metodología y
un peculiar ambiente en la gestión de las intervenciones.
La actual dinámica de las actuaciones arqueológicas urbanas dificulta en exceso el nexo de unión
que debe existir entre arqueólogos en pro de una mejor definición de la ciudad como asentamiento, y no
como solares o parcelas aisladas. Tampoco hay que admitir que la excavación de urgencia es la única
metodología existente a la hora de abordar el estudio urbano, hay que cambiar ese concepto de actuación,
destinada a la documentación de realidades históricas que serán eliminadas, por una arqueología preventiva.
Son varias las explicaciones a estos hechos. Sin duda el carácter cada vez más mercantilizado de la
arqueología provoca escisiones en el intento de un estudio global. Además la realidad actual es que es casi
imposible la publicación de las distintas intervenciones arqueológicas, lo cual provoca la restricción de los
datos obtenidos y del conocimiento de los mismos a un grupo reducido de profesionales de la materia.
La intervención urbana en un solar se practica por un individuo. Ese individuo genera un
conocimiento particular y genera una „propiedad intelectual‟ de los datos. Por consiguiente surge un
conflicto entre la intervención en el Patrimonio, como bien social, y la propiedad individual de los datos No
existe una estructura, ni administrativa ni corporativa, para evitar esa apropiación individual de los datos.
¿Qué van a hacer en el pósito?, ¿arqueólogos?, ¿para qué?, ¿qué buscarán?: por supuesto, cosas
antiguas.
La intervención estuvo apoyada por las fuentes documentales conservadas en el Archivo Histórico
Municipal de Baeza, en la excavación arqueológica, así como en el análisis de las estructuras emergentes.
La intervención sobre el Patrimonio, entendido más como Colectivo que como Arqueológico,
Histórico, Artístico, Etnográfico,… debe generar un beneficio de la misma índole, que en este caso se
traduce en el interés institucional por su conservación e integración. Dicho interés, por parte de las
administraciones Municipal y Autonómica (Ayuntamiento de Baeza, Delegación Provincial de la Consejería
de Cultura de la Junta de Andalucía en Jaén), motivó la intervención arqueológica y generó distintas
propuestas y condicionantes al proyecto de construcción original presentado, en un marco urbano que
previsiblemente será declarado, conjuntamente con la ciudad de Úbeda, como Patrimonio de la Humanidad.
Baeza se encuentra situada en el centro de la actual provincia de Jaén, en la comarca conocida como
„La Loma‟, caracterizada por sedimentos del Plioceno, que generan un relieve alomado, modelado por
perfiles suaves y amplias laderas, cuyas vertientes miran, hacia el norte, al río Guadalimar, y al sur, al
Guadalquivir. En uno de los puntos más elevados de esta comarca, sobre los 700 msnm., un gran espolón, el
Cerro del Alcázar, controla estratégicamente las fértiles tierras de la Depresión del Guadalquivir,
caracterizada por las excelentes tierras de cultivo en su vega.
Desde la Arqueología y las fuentes queda demostrada su ocupación desde la segunda mitad del
segundo milenio ane. En la antigüedad fue conocida como Beatia, y aunque se ha documentado la
existencia de ocupación romana para los siglos II y III dne., no aparecen noticias de ella hasta época
visigoda (s. VI-VIII) con motivo del traslado del obispado de Cástulo a Beatia. Tras la conquista musulmana
(s. VIII) fue la segunda ciudad en importancia, después de la capital de la cora, Yayyan (Jaén), y una de las
primeras ciudades perseguidas y conseguidas por los reyes castellanos en Andalucía.
Ciertamente, la actual configuración de la ciudad responde a los esquemas que generó la ocupación
cristiana tras la conquista, en el siglo XIII, de la Bayyasa musulmana. Se convirtió en una ciudad de
realengo, con sede episcopal, con la primera universidad de la provincia y ocupada por numerosos
caballeros que disfrutaron del reparto de las tierras conquistadas a los musulmanes. Tal reparto generó la
doble vía económica típica de los siglos XIV, XV y siguientes: la articulación de la gran explotación
ganadera basada en la trashumancia, entre Sierra Morena y las sierras del Sur y Mágina y, por otro lado, la
configuración del latifundio cerealista, fruto del cual es el edificio sobre el que se llevó a cabo la
investigación arqueológica.
En lo que respecta al Pósito, el espacio ocupado por el antiguo inmueble se extendía desde la Torre
de los Aliatares hasta la antigua Universidad de Baeza, si bien, sólo una parte del mismo fue objeto de la
intervención.
Quedaban reflejadas las técnicas constructivas, los huecos, los enfoscados, las modificaciones
sufridas, y, en general, la dinámica particular de la estructura defensiva.
Abre la muralla…
Las murallas de Baeza: el recinto amurallado de Baeza conserva en la actualidad restos visibles de
una sola cerca, si bien son varios los autores que mantienen la existencia de otro lienzo que transcurriría por
la desaparecida Iglesia de San Gil, con la Puerta de Bedmar, a través de la Catedral.
Pero ciertamente parece deducirse de la historiografía una cronología pre-califal para la primera
muralla, y una cronología ya avanzada, de los siglos XII – XIII para la cerca sobre la que se configura el
cierre máximo en su lado norte.
Desde un punto de vista genérico, y si aceptamos la tradición de que en la catedral estuvo emplazada
la mezquita mayor musulmana, es posible que tal extremo fuese cierto. Pero aparecen datos contradictorios e
imprecisos: por un lado, podemos plantearnos un empuje demográfico en el interior de la primera cerca que,
unido a la inestabilidad política de los siglos XI al XIII, momento en que es invadida por los cristianos,
justifica la necesidad de una ampliación de la misma, fuera de la cual es posible que existiesen arrabales o
asentamientos periféricos; otro dato que apoya esta tesis es la aparición de yeserías y azulejos musulmanes
en unas obras de reparación de la solería de la catedral hace unos años. Sin embargo, es sabido el estado de
crisis poblacional a la llegada de los cristianos que cuando entran en la ciudad se la encuentran desierta,
hecho que contradice el empuje poblacional del asentamiento islámico, quizás en decadencia frente a la
vecina ciudad de Úbeda, fundada por cAbd al-Rahmân II.
Pero a falta de un estudio arqueológico que corrobore la existencia del primer cinturón de muralla y
aporte datos sobre su cronología, así como un conocimiento sobre la distribución del/los asentamiento/s, no
podemos avanzar mucho. Esto es, evidentemente, un juego entre conjeturas sobre la realidad arqueológica y
la disponibilidad de fuentes escritas.
La muralla del Pósito. La Barbacana: a lo largo del fondo del solar intervenido transcurre un lienzo de muralla
que, según su topónimo, estaría integrado en la estructura defensiva que definía la barbacana. El lienzo formaría la parte
interior de la misma. El pósito ocupaba este lugar privilegiado, puesto que no se encontraba fuera del recinto amurallado
sino protegido por la cerca de la barbacana, en un lugar bien comunicado por las puertas de la Zacaya, el Cañuelo o el
Barbudo.
Además del lienzo de muralla se ha documentado la existencia de dos torres, la primera conservada
íntegramente, en el espacio más cercano a la antigua universidad, y la segunda, que apenas conserva su
planta baja, adosada al paramento de la muralla.
En la documentación conservada en el AHMB que hace referencia a la muralla del pósito podemos
encontrar datos importantes sobre el estado de conservación de la misma. Por ejemplo, cuando se plantea la
necesidad de ampliar el pósito, en 1611, en la documentación aparecen citadas la muralla y una torre:
“Alargándose la obra incorporándola y abrigándola y fortificándola con una torre a donde viene a
parar el dicho edificio que llaman la torre de las Altares...”
En 1665 se dispone el arreglo de la cerca que une el pósito con las Escuelas, luego Universidad,
debido al robo continuado de piedras de la muralla por parte de los vecinos para realizar obras privadas. De
este modo, un tramo ya fue reparado con tierra antes de que a comienzos del siglo XVIII vuelva a caerse y a
plantearse la necesidad de su reparación por parte del Ayuntamiento.
Lindando con la antigua universidad se conserva una torre de planta cuadrangular, realizada con
mampostería careada, que, en su lado sur muestra lajas de piedra descarnadas por la falta de traba, quizás
por la mayor exposición a la erosión en ese lado. Está muy alterada por intrusiones efectuadas desde el
interior de la planta baja y primera del edificio del pósito, con restos de cemento y ladrillos incrustados en
sus paredes. Su acceso es relativamente sencillo desde el segundo piso de la antigua universidad,
presentando una bóveda de similares características que la de la otra torre documentada en el solar del
pósito, si bien, esta última parece un añadido posterior dado el adosamiento del mismo al paramento de la
muralla.
La planta de la segunda torre es más alargada, con forma rectangular, conservándose su acceso
original desde el patio de fondo (Zona III). Su estado de conservación es ruinoso, dada la presencia de una
gran rotura en el lienzo contiguo y el descarnado de su parte superior, quizás, como se ha citado
anteriormente, destruido para la extracción de piedra.
La ruptura del lienzo facilitó la limpieza de un perfil de la estructura, montada sobre niveles
romanos y musulmanes, por lo que debemos proponer una cronología ya avanzada para la misma, quizás
entre los siglos XIII y XIV, y no anterior, dada la presencia de „cuerdas secas totales‟ por debajo de los
niveles de cimentación de la estructura. La datación puede corresponderse con dos contextos socio-políticos
bien diferentes, dado que la ciudad fue conquistada en el siglo XIII, por lo que debemos interpretar su
construcción bien previamente a la invasión cristiana, en un momento de necesidad de protección y
reforzamiento defensivo en un contexto conflictivo o bien, una vez tomada la ciudad, consolidándose como
punto de apoyo para futuras incursiones en el reducto granadino o estratégico frente a las mismas.
La ruptura presente entre la torre de la Zona I y la continuación del lienzo en la Zona IIa nos hizo
plantear la posibilidad de la existencia de una pequeña puerta (portillo). La hipótesis está basada en la
presencia de un muro careado hacia la misma, la ausencia de restos de cimentación o de cualquier otro tipo
de estructura a la altura de la ruptura, la articulación de la misma respecto a la torre adosada a la muralla y,
desde la documentación escrita, ya que se citan accesos a la calle Barbacana a través de la calle Angosta de
Compañía. También en la historiografía existe una notable ambigüedad en la ubicación de la „Puerta del
Cañuelo‟, que es identificada con la „Puerta del Barbudo‟ y con la „Puerta de la Zacaya‟.
La muralla sirvió de apoyo y cobijo al pósito, que invadió el espacio comprendido entre ésta y el
antemuro o barbacana, aún no documentada desde la Arqueología, desconociéndose su trazado original.
Desde el Archivo (hagamos historia): el pósito es la institución reguladora del abastecimiento del
trigo y de otros cereales, como la cebada, estando regido por el Concejo Municipal, poseyendo además del
edificio propio, casas, tierras y censos. El Pósito de Baeza fue fundado en 1505 por la Reina Doña Juana a
petición del Concejo de la ciudad (Sánchez y Ruz, 1988:51).
Una cartela en su portada nos aporta la cronología de creación del edificio, en el siglo XVI, aunque
debemos hablar de dos pósitos, debido a la ampliación del „Pósito Viejo‟, probablemente a principios del
siglo XVII, momento en el que aparecen las primeras referencias documentales al „Pósito Nuevo‟.
En las fuentes aparecen frecuentes menciones a tres temas principales: obras de ampliación y obras
de reparación o reformas, estado del grano, y cuentas de la administración del edificio, que además estaba
íntimamente relacionado con la alhóndiga a través de un pasadizo subterráneo que aún comunica ambos.
Cabe destacar un fuerte dinamismo reformador y reparador durante el siglo XVII, entrando en declive las
referencias a partir del siglo XIX, cuando la institución quizás pierde su control regulador, arrendándose los
espacios de los almacenes.
Así pues, dentro de la administración municipal, el pósito era una institución de vital importancia,
ya que regulaba la base económica de la Baeza de los siglos XVI y XVII, mostrando una enorme capacidad
de almacenamiento y producción, además de jugar un importante papel social como prestatario de otras
instituciones que supusieron más de un problema para los administradores del mismo. Baeza era una de las
principales reguladoras y productoras de trigo de la provincia, por lo que, en el marco expansivo que
experimenta la ciudad en el siglo XVI es razonable la existencia de un ente arquitectónico de estas
proporciones.
También quedó demostrada la conexión de ambos edificios (Zona I – Zonas IIa y IIb) a través de la
torre documentada en los cortes 3 y 4, a la que se rompieron sus paramentos originales para establecer la
comunicación entre las bóvedas de la planta baja del edificio y la zona de arcadas (Zona IIb). Esta conexión
facilita la entrada y salida del grano desde ambas, por lo que pudiera interpretarse como un lugar de carga y
descarga de trigo, además de una posible zona de estabulado.
Entre los niveles de relleno presentes sobre el empedrado documentado, apareció instrumental
relacionado con la carga y manejo del cereal, como tridentes y orcas de hierro para mover las parvas de paja.
Un análisis descriptivo de las estructuras individualizadas nos permite revelar un fuerte dinamismo
constructivo en el proceso histórico presente en la muralla y el pósito, hecho avalado desde las fuentes que
aluden a continuas reparaciones y reformas del pósito, sobre todo aquellas referidas al arreglo de su
cubierta.
En líneas generales se establecieron tres grandes etapas, diferenciadas no sólo por un paréntesis
cronológico variable, sino también por sus técnicas constructivas y por su referenciación histórica.
La primera estaría definida por la obra realizada en 1760, según hemos podido documentar mediante
la inscripción epigráfica que aparece en la clave de la puerta principal de acceso al pósito. Su técnica
constructiva muestra dos elementos basados en el uso del tapial de tierra (mediante grandes cajones de tierra
prensada separados por pequeñas franjas de cal) y el uso de sillares unidos en seco en los zócalos, puertas o
esquinas del muro. En la muralla parecen abrirse tres ventanas que rompen el lienzo original. El conjunto
estaría adosado a la muralla, y constituye la mayor parte estructural conservada y analizada.
La segunda fase parece una obra menor, consistente en la restitución del tabique que separa las dos
estancias, integrando en su seno uno de los pilares de apoyo documentados en ambos espacios. Este muro
está realizado mediante mampostería careada y concertada, trabada con argamasa compuesta de arena y cal.
Una tercera podría caracterizarse por diversas reformas de carácter puntual y con objetivos
determinados: por ejemplo, la reparación de parte de la muralla, la restitución y consolidación del entorno
de la portada original del siglo XVI, y, por último, la creación de diversos vanos y accesos secundarios que
interpretamos de una fase posterior por la ruptura de la obra original y por concebir al pósito como a una
estructura cerrada en la que apenas existiesen vanos con el fin de mejorar las condiciones de conservación
del grano almacenado.
Hoy el espacio está ocupado por viviendas. La zona de arcadas ha sido demolida. La muralla
ocultada. Pero sabemos cómo, sabemos qué existía previamente a las mismas, es una situación reversible, el
impacto más que arqueológico es paisajístico. Y, finalmente, la conciencia queda tranquila cuando sabe que
las mismas han sido calificadas como de Protección Oficial. Son viviendas arrendadas o alquiladas en
usufructo vitalicio a determinadas familias con unos ingresos y circunstancias económicas especiales.
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