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Sí, Dios existe
Escrito por Mons. Sebastián
En estos días está muy viva la discusión sobre si Dios existe o no. Desde luego una
cuestión tan seria no se puede resolver poniendo propaganda en los autobuses. Eso es
una frivolidad.
La pregunta sobre Dios es inevitable. Alguien ha dicho que es lo que nos distingue de
los animales. Nos distingue de los animales la capacidad de percibir la realidad en
cuanto tal, esa capacidad de vernos existiendo como desde fuera, el poder sorprendernos
ante el hecho misterioso de existir. Esa vinculación a lo real, a la realidad en cuanto tal,
es lo que nos lleva sin remedio a preguntarnos por qué existimos, por qué el ser y no la
nada. Más familiarmente podemos decir que los hombres tenemos necesidad de saber
si existe Dios para saber del todo qué y quiénes somos nosotros. Como no sabemos
del todo quiénes somos sin saber quiénes son nuestros padres, tampoco sabemos del
todo qué es el hombre sin saber si ha sido creado con sabiduría y amor por un Dios
personal que cuida de nosotros, o bien somos el fruto casual de una evolución que nadie
sabe cómo ha empezado ni cómo ni por qué ha llegado a donde ha llegado. Si no existe
Dios, eso quiere decir que detrás de nosotros no hay nadie, estamos aquí sin razón
ninguna, por pura chiripa, en la soledad más absoluta. El llegar a ser de una manera
o de otra pertenece a nuestra identidad y marca esencialmente nuestra existencia.
En estos momentos, en la formación y en la vida de los cristianos es muy importante
clarificar y fortalecer la convicción de que en el origen de todo existe un Ser personal
que nos pensó y nos trajo al mundo de lo existente como fruto de su sabiduría y de
su amor, por el simple deseo de multiplicar en nosotros el gusto y la belleza de ser y
de vivir. Si leéis el capítulo primero de la carta de San Pablo a los Colosenses veréis
esta misma afirmación pero más completa, más hermosa. Dios creó un mundo y creó la
humanidad para que pudiera existir Jesucristo como joya del mundo, como coronación
de todo y justificación de toda su obra. Pero dejemos esto y volvamos a la cuestión
estricta de la existencia de Dios.
Hay un primer camino para indagar si Dios existe o no. Es el camino discursivo,
racional, filosófico. La cuestión de Dios ha sido la gran cuestión de todos los grandes
filósofos y de todas las grandes filosofías. En este camino racional no se puede
intentar opinar sobre Dios directamente. A Dios nadie lo ha visto, ni para afirmarlo ni
para negarlo. Lo que decimos es que este mundo, nosotros mismos, de cuya existencia
no podemos dudar, no seríamos posibles si no existiera ese primer Ser espiritual e
infinito que llamamos Dios. ¿Cómo explicamos esto?
Un primer argumento es el del orden. Lo existente, el mundo, la materia, el universo,
los seres vivos, nuestro organismo, nuestra mente, todo lo existente, es tan maravilloso
que no se puede comprender que haya comenzado a existir sin que alguien, dotado de
inteligencia y con el poder de hacer existir a lo que El quiera, lo haya pensado
previamente y lo haya querido así. Basta pensar en la complejidad de nuestro
organismo, es imposible que por puro azar, se haya formado el ojo, y a la vez haya
aparecido la luz, tan hechos el uno para la otra. Alguien ha tenido que pensar en el
conjunto y hacer que fuera así.
Otro argumento es el de la contingencia. Es sencillo. Todo lo que existe a nuestro
alcance es contingente, quiere decir que podría no existir. Nada ni nadie tiene como nota
suya el tener que existir, todo podría no existir. Y surge la pregunta, si todo podía no
existir, ¿quién decidió o cómo se decidió que lo que podía no existir comenzara a
existir?. Antes de todo lo contingente, tiene que haber un Ser necesario, un Ser que no
pueda no existir, capaz de decidir a favor de la existencia de todos los demás. Ese
primer Ser, necesario, que no puede no existir es el Amor, es nuestro Dios, Ser infinito
que es puro Amor.
Y otro argumento parecido es el de la imposibilidad de la nada. Me explico. Es
evidente que si alguna vez no hubo nada de nada nunca hubiera habido nada. Si ahora
existe un universo y existimos nosotros, quiere decir que nunca hubo nada, porque de la
pura nada nunca hubiera salido nada. No importa cómo nos digan los científicos que
se han ido formando las cosas, con evolución o sin evolución, con explosión inicial o
sin explosión. Si hubo una explosión inicial ¿qué es lo que explotó? ¿de dónde provenía
esa concentración de energía que comenzó a desplegarse hasta constituir el universo?
Porque está claro, de la nada no puede salir nada. En la pura nada no hay nada que
pueda explotar ni pueda poner en marcha proceso alguno. Siempre el Ser estuvo
presente. Un Ser en forma infinita, ilimitada, afirmándose por Sí mismo, llenando el
vacío de la nada, sosteniendo la frágil existencia de todos los existentes. Ese Ser que se
afirma por sí mismo es Dios, ese Ser supremo del cual luego Jesús nos dirá que es
Padre, Hijo y Espíritu, Amor infinito en Sí mismo y para todos los existentes.