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Locura materialista

Fecha Martes, 14 octubre a las 20:00:00


Tema Opinión

Opinión

Michael A. Galascio Sánchez (*)

• Sin embargo, somos prisioneros y a la vez carceleros de una nueva forma de


pensamiento que nos condiciona, donde cada ciudadano es policía del otro. Cada
vez que una oveja se aleja del rebaño, son precisamente los más conocidos, los más
cercanos, los que nos ladran como los perros del pastor para que no rompamos la
disciplina, no sea que nos topemos con nuestra propia personalidad, no sea que
descubramos nuestra identidad, no sea que nos dé por ser libres

Este fin de semana, decidí dar un paseo por un conocido centro


comercial, para realizar unas compras de última hora. Mientras
caminaba, pude observar cómo nuestra "cultura global" se ha olvidado
de la lección del "Rey Midas" y ha creado un mundo superficial,
donde las sensibilidades, la empatía, los valores y otras características
que enriquecen al Ser, se han endurecido absolutamente. La
enajenación parece haberse apoderado de las conciencias humanas y
disfrazada de racionalidad, ocupa el trono de nuestra sociedad.

Dentro de ésta nueva forma de concebir las cosas, dentro de este "nuevo orden", un
padre ejemplar, en vez de ser admirado por su éxito al criar y educar correctamente a
sus hijos, es objeto de la lástima más absurda por ser pobre, porque sus hijos no pueden
tener un televisor, una Nintendo, DVD o una Wii en su habitación. Es una sociedad en
donde las personas son valoradas por lo que tienen (ganan) y no por lo que son. En ésta
línea, no debe extrañarnos que una prostituta sea considerada como proveedora de
servicios, ni tampoco que la decisión de tener hijos sea una cuestión de ingresos,
impuestos u otros análisis financieros, negando así, lo más preciado de la vida.

Con ésta visión de las cosas, ¿hacia a donde nos dirigimos?, ¿Qué podemos esperar de
las generaciones venideras? Dicen que hablar de valores en los tiempos que corren es un
"tópico". Pero, amigos lectores, los tópicos muchas veces son verdad.

La capacidad de admirarse ante la grandeza de la naturaleza se ha perdido. Sólo tiene


valor aquello que es glorificado por una minoría y codiciado por los demás, aquello que
tiene valor ficticio. Por otro lado, los artefactos de ilusión tecnológica, nos apartan de
aquellas cosas que nos inician en el arte. El arte que nos hace libres. Un arte que es parte
de la vida misma. No en vano, los primeros gritos de los niños pueden ser el comienzo
de la música, sus garabatos y sencillos dibujos el principio de la pintura, el juego con
barro o plastilina marcar el comienzo de la escultura, las casitas de cartón, tela y otros
materiales el inicio de la arquitectura y los movimientos espontáneos desde que
comenzamos a caminar, representar el origen mismo de la danza en sus diversas
manifestaciones.

Sin embargo, somos prisioneros y a la vez carceleros de una nueva forma de


pensamiento que nos condiciona, donde cada ciudadano es policía del otro. Cada vez
que una oveja se aleja del rebaño, son precisamente los más conocidos, los más
cercanos, los que nos ladran como los perros del pastor para que no rompamos la
disciplina, no sea que nos topemos con nuestra propia personalidad, no sea que
descubramos nuestra identidad, no sea que nos dé por ser libres.

Hay que detenerse de vez en cuando a pensar. Preguntarnos, ¿Qué nos ha traído hasta
aquí?, ¿Cómo era hace un año? ¿Cómo soy ahora? ¿Qué me ha hecho cambiar? ¿Qué
me ha alejado de mis raíces? ¿Por qué deseo ciertas cosas y porque repudio otras?
Finalmente, preguntarse, ¿si alguna vez, he tomado una decisión por cuenta propia?

(*) Licenciado en Ciencias Políticas, doctorando en Psicología de la Salud y Clínica

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