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COMUNICADO Nº 5

12 DE JUNIO DE 2007

Hola hermanitos scout,antes que nada mandar correo del scout que no reciba los
comunicados.

Que bueno lo que pudimos compartir el sábado pasado sobre los milagros de la
Eucaristía y que pudimos visitar juntos al gran jefe y adorarlo un ratito.
les cuento que tengo mas milagros para contarles pero eso sera en un fogón mas
adelante.
Mañana es el día de unos de mis santos favoritos se trata de SAN ANTONIO DE
PADUA.les cuento tuve la suerte de estar frente a sus reliquias en el año 2000 es un
super santo. fue el santo que mas rápido lo canonisaron en 16 meses luego de su muerte
fue canonisado por la iglesia católica.
su lengua permanece incorrupta en la iglesia de padua ,DIOS no permitio que se
descomponga su lengua debido a que había predicado mucho sobre CRISTO durante
toda su vida.
acá les mando unos milagritos de este santo.
aprovecho para recordar que los scouts debemos llegar a misa temprano para poder
realizar diversas tareas de servicio como ser poner alfombras para los niños , traer cosas
del hogar ,acompañar abuelos a la misa ,y de paso se ponen primero para la fila del
"kiosquito"(forma cariñosa de llamar al confesionario).
recuerden la canción que les regale en el 2º aniversario que la Mamma me la soplo al
oído que dice algo de cuanto tenían que confesarse los scouts.
la canción del ultimo aniversario ya la arregle el sábado esta para repartir .
por favor en sus oraciones diarias no dejen de poner el servicio que realizaremos los
rovers en tandil 2007 que sera muy duro y siempre bajo el lema."servir hasta que duela"

SALVE ,SALVE,SALVE, SANTA MARÍA


PD. espero despues de la charla del sabado amen a Jesus eucaristia mucho mas y no
dejen de estar con EL los domingos y que los lobatos y las lobeznas se preparen para
hacer la 1ºcomunion con todo .
Nutria Servicial
San Antonio hoy

Los Milagros de San Antonio: la inteligencia de los peces


Quedó demostrado una vez más que la necedad de Dios es más sabia que la
sabiduría de los hombres; que la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza de
los hombres; que la simplicidad de Dios es más sagaz que la astucia de los
hombres.

de Jorge Fernández
Sucedió que el Señor Jesús, antes de abandonar nuestro mundo material, mandó a
sus discípulos a predicar la Buena Nueva a toda la creación (Mc 16,15); pues, como
dice San Pablo: “la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de
los hijos de Dios” (Rm 8,19).
Sucedió también que los apóstoles y misioneros de la primera hora de la Iglesia, se
dedicaron de lleno a anunciar el Evangelio a los seres humanos, porque creían que
el fin del mundo se produciría en un plazo muy breve y no querían dejar a ningún
hombre sin haber recibido el anuncio de la Buena Nueva del Evangelio. Fue así que
se relegó a un segundo plano el anuncio evangélico al resto de la creación.
Pasaron varios siglos de la encarnación, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo
y vio Dios que los mismos hombres, de débil voluntad y escasa memoria, ya se
estaban olvidando del Evangelio, cuyo anuncio al resto de la creación no había aún
ni comenzado. Entonces el Señor suscitó en medio de su pueblo un “nuevo
apóstol”, capaz de conmover otra vez el corazón de los hombres y de dialogar con
todas las creaturas, Francisco de Asís, el Pequeñuelo.
Gran jolgorio se produjo en el mundo creatural ante este magnífico advenimiento,
porque finalmente alguien les anunciaba cómo habían sido creadas y las exhortaba
a alabar y bendecir al Señor. Especialmente entre los animales hubo muchos que
acogieron con corazón abierto la Buena Nueva y se dispusieron a testimoniarla de
palabra y de obra.
Efectivamente, en aquel tiempo no era extraño ver algunos animales históricamente
antagónicos entre sí, como los perros y los gatos del pueblo o las liebres y los
zorros del campo, encontrarse pacíficamente a dialogar o a orar juntos en rondas, a
la hora de la caída del sol; el viejo muro de enemistad que los separaba había sido
derrumbado.
San Francisco estableció una relación muy cercana con las aves, especialmente con
las alondras; a todas ellas confió la misión de evangelizar al resto del mundo
animal. Esta elección se debió a la buena memoria que tenían, a la facilidad de
desplazamiento para cubrir grandes distancias y, además, por estar dotadas de
buenas voces para ser escuchadas entre sus hermanos.
Sin embargo, después de una euforia inicial también los animales cayeron en el
conformismo, se dejaron dominar por el desgano, la comodidad y la desesperanza,
y el anuncio evangélico ya no tuvo la fuerza de los inicios. Un signo claro de esto
fue que ninguno fue a predicar a los peces, los cuales eran incapaces de abandonar
su propio hábitat para ir al encuentro de los predicadores y, además, eran
despreciados por el resto de los animales que los consideraban cortos de
entendimiento. Los equinos se creían demasiado fuertes, los felinos demasiado
astutos, los primates demasiado inteligentes; y así ninguno quiso ‘rebajarse’ a
predicar a los peces.
SAN ANTONIO Y LOS PECES

Contemporáneamente a San Francisco, el Señor suscitó en el dilecto discípulo del


Pobrecillo, San Antonio, un poderoso e incansable predicador para su pueblo. La
Palabra fluía de la boca del Santo con la transparencia del agua, con la dulzura de
la miel, con la agudeza de una espada de dos filos. A pesar de todo, muchas veces
los hombres despreciaban y se reían de la prédica del Santo, volviéndose indignos
de recibir la palabra de Dios.
Sucedió una vez, en las cercanías de Padua, que un grupo de hombres rechazaba
con sornas y burlas la predicación de San Antonio; éste, viendo el río, consideró
que valía más la pena predicar a los peces que a estos hombres de corazón tan
duro, recordando además que nadie aún había anunciado la Palabra a esos
animalitos de Dios. El Santo se dirigió a la orilla del río y desde allí, con gran
fervor de espíritu comenzó a predicarles, enumerando todos los bienes que Dios
les había concedido: cómo los había creado, cómo les había dado la pureza de las
aguas, cuánta libertad les había donado y cómo los alimentaba sin que tuvieran
que trabajar.
Los peces comenzaron a acercarse y amontonarse cerca del predicador, sacando
fuera del agua la parte superior de sus cuerpos, abrían sus bocas, y miraban
atentamente al Santo. Lo escucharon con gran devoción, ninguno se movió hasta
que la predicación terminó, y no se alejaron hasta no haber recibido la bendición.
Después se dispersaron dando grandes saltos de alegría sobre la superficie del
agua.
Y fue así que los humildes peces, despreciados por hombres y animales por su
extrema simplicidad, enseñaron a los soberbios cómo acoger la palabra de Dios.
Quedó demostrado una vez más que la necedad de Dios es más sabia que la
sabiduría de los hombres; que la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza de
los hombres; que la simplicidad de Dios es más sagaz que la astucia de los
hombres.
Ante semejante prodigio el Santo exclamó en alabanza diciendo: «¡Ho humildad!
¡Estrella refulgente que ilumina la noche y que guía hasta el puerto! Llama
relumbrante que muestra el rey de los reyes, el cual nos dice: “Aprendan de mí
que soy manso y de corazón humilde” (Mt 11,29). Quien carece de esta estrella es
un ciego que camina a tientas y su nave choca contra las tempestades y él será
arrastrado por las olas».
Dice además el Santo: «En la tierra de la humildad del corazón, crece el justo:
cuando disminuye en sí mismo, entonces Dios crece en él. Por eso Isaías afirma:
“El más pequeño será un millar, el más chiquito, una nación poderosa” (Is 60,22).
Entonces, cuando tú te humillas, Dios se exalta en ti, porque te hace elevar sobre
todo lo que es vanidad y aflicción de espíritu».
San Antonio y la mula

Predicaba San Antonio de Padua en Rímini (Italia). Allí los herejes patarinos habían
desfigurado el dogma de la presencia real, reduciendo la Eucaristía a una simple cena
conmemorativa.
Antonio, en su predicación, ilustró plenamente la realidad de la presencia de Jesús en
la Hostia Santa. Mas los jefes de la herejía no aceptaban las razones del Santo e
intentaban rebatir sus argumentos. Entre ellos, Bonvillo, que era el principal y se hacía
el sabihondo, le dijo:
-Menos palabras; si quieres que yo crea en ese misterio, has de hacer el siguiente
milagro: Yo tengo una mula; la tendré sin comer por tres días continuos, pasados los
cuales nos presentaremos juntos ante ella: yo con el pienso, y tú con tu sacramento. Si
la mula, sin cuidarse del pienso, se arrodilla y adora ese tu Pan, entonces también lo
adoraré yo.
Aceptó el Santo la prueba y se retiró a implorar el auxilio de Dios con oraciones,
ayunos y penitencias.
Durante tres días privó el hereje a su mula de todo pienso y luego la sacó a la plaza
pública. Al mismo tiempo, por el lado opuesto de la plaza, entraba en ella San
Antonio, llevando en sus manos una Custodia con el Cuerpo de Cristo; todo ello ante
una multitud de personas ansiosas de conocer el resultado de aquel extraordinario
compromiso contraído por el santo franciscano.
Encaróse entonces el Santo con el hambriento animal, y, hablando con él, le dijo:
-En nombre de aquel Señor a quien yo, aunque indigno, tengo en mis manos, te
mando que vengas luego a hacer reverencia a tu Creador, para que la malicia de los
herejes se confunda y todos entiendan la verdad de este altísimo sacramento, que los
sacerdotes tratamos en el altar, y que todas las criaturas están sujetas a su Creador.
Mientras decía el Santo estas palabras, el hereje echaba cebada a la mula para que
comiese; pero la mula, sin hacer caso de la comida avanzó pausadamente, como si
hubiese tenido uso de razón, y, doblando respetuosamente las rodillas ante el Santo
que mantenía levantada la Sagrada Hostia, permaneció en esta postura hasta que San
Antonio le concedió licencia para que se levantara. Bonvillo cumplió su promesa y se
convirtió de todo corazón a la fe católica; los herejes se retractaron de sus errores, y
San Antonio, después de dar la bendición con el Santísimo en medio de una tempestad
de vítores y aplausos, condujo la Hostia procesionalmente y en triunfo a la iglesia,
donde se dieron gracias a Dios por el estupendo portento y conversión de tantos
herejes.

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