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Lo que, tal vez, es específico de este Capítulo es su capacidad para realmente ver, dar
nombre a vuestra realidad, con sus alegrías y sus luchas, sus fortalezas y debilidades. Al
mismo tiempo que habéis dado nombre a esta realidad, mirándola con los ojos de la fe,
habéis podido soñar o imaginar vuestro futuro, en el contexto de nuestra visión como
Instituto.
Habéis afirmado claramente la necesidad de estar atentas al bien común del Vicariato y
a vivir la disponibilidad que esto exige. Habéis reconocido que es necesario considerar
el conjunto en toda decisión y no quedar atrapadas en el viejo modo de pensar en las
partes por separado. Al estar centradas en la visión que estamos tratando de interiorizar
y vivir, tenéis la motivación, la energía y la posibilidad de realizar las llamadas que se
os presentarán en vuestro camino, que pueden dar lugar a grandes o pequeños cambios,
en la vida de cada una de vosotras, y en el Vicariato en su conjunto.
Se constata una comprensión - aunque todavía débil – de que surge un nuevo estilo de
vida contemplativa. Cuando el cambio llama a nuestra puerta, luchamos entre la
búsqueda de la seguridad de lo conocido, de lo que hemos vivido siempre, y la respuesta
al Espíritu que constantemente llama a la novedad, a la vida. En todo caso, vosotras
tenéis el deseo, que viene del Espíritu, de recorrer este camino en la fe, lo reconocéis
como una forma de vivir el Misterio Pascual, en fidelidad creativa a vuestra vocación y
a nuestra misión común. Sin duda, todo lo que aquí habéis vivido es un don del Espíritu
para el Vicariato y para la Familia en este momento en que celebramos los ¡150 años de
vida contemplativa Sagrada Familia!
Podemos verdaderamente decir "... gloria a Aquel, que tiene poder para realizar todas
las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o imaginar..." (Ef 3)
Gracias hermanas, a cada una de vosotras, por vuestra activa, responsable y reflexiva
participación, llena de esperanza en el presente Capítulo.
Margaret Muldoon