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SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado Ponente: Arcadio Delgado Rosales

Expediente No. 08-1572

El 4 de diciembre de 2008, se recibió en la Secretaría de esta Sala Constitucional


el expediente contentivo de la “acción de control de la constitucionalidad” formulada
por los abogados Gustavo Álvarez Arias, Zulia Coromoto Maldonado y Asdrúbal
Blanco, inscritos en el Inpreabogado con los números 34.235, 57.051 y 75.976,
respectivamente, actuando en su carácter de representantes de la REPÚBLICA
BOLIVARIANA DE VENEZUELA, referida a la interpretación acerca de la
conformidad constitucional del fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
de fecha 5 de agosto de 2008, en el que se ordenó la reincorporación en el cargo de los
ex-magistrados de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo Ana María
Ruggeri Cova, Perkins Rocha Contreras y Juan Carlos Apitz B., se condenó a la
República Bolivariana de Venezuela al pago de cantidades de dinero y a las
publicaciones referidas al sistema disciplinario de los jueces.

El 9 de diciembre de 2008, se dio cuenta en Sala y se designó Ponente al


Magistrado Arcadio Delgado Rosales, quien con tal carácter suscribe el presente fallo.

FUNDAMENTOS DE LA SOLICITUD

Con ocasión de la demanda intentada contra el Estado Venezolano por los


abogados Ana María Ruggeri Cova, Perkins Rocha Contreras y Juan Carlos Apitz B., en
su condición de ex jueces de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, la
Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó sentencia el 5 de agosto de 2008, en
la que declaró con lugar dicha demanda.

Los representantes de la República Bolivariana de Venezuela comenzaron por


justificar la competencia de esta Sala como garante de la supremacía y efectividad de las
normas y principios constitucionales, en el cardinal 1 del artículo 266 y los artículos
334, 335 y 336 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y el
cardinal 23 del artículo 5 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia.

Seguidamente, la representación de la República Bolivariana de Venezuela


refiriéndose a la ejecución de la decisión de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos del 5 de agosto de 2008, alegó que “las decisiones de estos órganos
internacionales de protección de los derechos humanos no son de obligatorio
cumplimiento y no son inaplicables si violan la Constitución o no se hayan agotado los
recursos judiciales internos. Lo contrario sería subvertir el orden constitucional y
atentaría contra la soberanía del Estado”.

Señalaron que la Procuraduría General de la República tiene legitimación para


intentar la presente solicitud de acuerdo con lo previsto en el artículo 247 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y lo dispuesto en los cardinales
5 y 8 del artículo 9 de la Ley Orgánica de la Procuraduría General de la República, por
transgredir disposiciones constitucionales y por afectar intereses patrimoniales de la
República.

Denunciaron que el fallo dictado por la Corte Interamericana de Derechos


Humanos viola “la supremacía de la Constitución y su obligatoria sujeción violentando
el principio de autonomía del poder judicial, pues la misma llama al desconocimiento
de los procedimientos legalmente establecidos para el establecimiento de medidas y
sanciones contra aquellas actuaciones desplegadas por los jueces que contraríen el
principio postulado esencial de su deber como jueces de la República”.

Resaltaron que “la sentencia de manera ligera dispone que los accionantes no
fueron juzgados por un juez imparcial, -no obstante señalar previamente que no fue
debidamente comprobada tal parcialidad- y que por el supuesto hecho de no existir un
procedimiento idóneo previsto en el ordenamiento jurídico venezolano para investigar y
sancionar la conducta denunciada por los Ex Magistrados, entonces concluye que no
solo (sic) tales ciudadanos no incurrieron en motivo alguno que justifique su
destitución”.

Denunciaron la intromisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos al


desconocer el ordenamiento jurídico venezolano en cuanto al establecimiento de
medidas y sanciones contra los miembros que conforman el Poder Judicial, en el
referido fallo.

Alegaron que la Corte Interamericana de Derechos Humanos realizó “un


pronunciamiento critico (sic) sobre nuestra legislación, señalando cual (sic) debería
ser a su juicio el procedimiento idóneo ante casos similares al denunciado; y adopta
unas medidas que presuntamente garantizan los derechos humanos de los
denunciantes, que a su decir fueron violentados por Venezuela por carecer de un
procedimiento que garantice la imparcialidad del sistema de justicia venezolano”.

Concluyeron que el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos es


inaceptable y de imposible ejecución por parte de la República Bolivariana de
Venezuela, por exceder de las funciones que legalmente le están establecidas y por
desconocer el contenido del artículo 7 de la Constitución en cuanto a la consagración de
un sistema social de derecho y de justicia.

II

CONTENIDO DE LA DECISIÓN
La sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos del 5 de agosto
de 2008, declaró que el Estado venezolano violó, con la destitución de los ex
magistrados de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, Ana María Ruggeri
Cova, Perkins Rocha Contreras y Juan Carlos Apitz B., sus derechos a ser juzgados por
un tribunal imparcial, a un recurso sencillo, rápido y efectivo, a ser oídos dentro de un
plazo razonable, y el deber de motivación; todo de conformidad con los artículos 8.1 y
25.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con las
obligaciones generales consagradas en los artículos 1.1 y 2 eiusdem.

En consecuencia, dispuso que el Estado venezolano deberá indemnizar a los


aludidos ex jueces con el pago de $ 48.000 para cada uno, por concepto de daño
material (el cual deberá ser realizado en el plazo de un año a partir de la notificación de
la sentencia); $ 40.000 por concepto de daños inmateriales (también para cada uno y en
el mismo plazo); y $ 5.000 para cada “víctima”, por concepto de costas y gastos.

Así mismo, ordenó el reintegro al Poder Judicial de los mencionados ex jueces, y


si el mismo no se realiza en el plazo de seis (6) meses, estableció la obligación para el
Estado de pagar una indemnización adicional de $100.000 para cada uno de ellos.

Finalmente, señaló que Venezuela deberá realizar las publicaciones señaladas en


el párrafo 249 de la sentencia (es decir, consideraciones referidas a la autonomía de los
jueces, a la carrera judicial, a su selección, a la imparcialidad e independencia de los
mismos y a los procedimientos disciplinarios).

En su parte dispositiva, el referido fallo de la Corte Interamericana de Derechos


Humanos condenó a la República Bolivariana de Venezuela, a lo siguiente:
“16. El Estado debe realizar los pagos de las cantidades
establecidas en la presente sentencia por concepto de daño
material, inmaterial y reintegro de costas y gastos dentro del plazo
de un año a partir de la notificación de la presente sentencia, en
los términos de los párrafos 236, 242 y 260 de la misma.
17. El Estado debe reintegrar al Poder Judicial a los
señores Juan Carlos Apitz Barbera y Perkins Rocha Contreras y a
la señora Ana María Ruggeri Cova, si éstos así lo desean, en un
cargo que tenga las remuneraciones, beneficios sociales y rango
equiparables a los que le correspondería el día de hoy si no
hubieran sido destituidos. Si por motivos fundados, ajenos a la
voluntad de las víctimas, el Estado no pudiere reincorporarlas al
Poder Judicial en el plazo de seis meses, deberá pagar a cada una
de las víctimas la cantidad establecida en el párrafo 246 de esta
Sentencia.
18. El Estado debe realizar las publicaciones señaladas en
el párrafo 249 de esta sentencia, en el plazo de seis meses a partir
de la notificación de la misma.
19.- El Estado debe adoptar dentro del plazo de un año a
partir de la notificación de la presente sentencia las medidas
necesarias para la aprobación del Código de Ética del Juez o
Jueza Venezolanos, de conformidad con lo expuesto en el párrafo
253 de esta sentencia.
20. Supervisará la ejecución íntegra de esta sentencia y
dará por concluido el presente caso una vez que el Estado haya
dado cabal cumplimiento a lo dispuesto en la misma. Dentro del
plazo de seis meses a partir de la notificación de esta sentencia, el
Estado deberá rendir a la Corte un informe sobre las medidas
adoptadas para darle cumplimiento”.

III

COMPETENCIA DE LA SALA

Precisado lo anterior debe esta Sala pronunciarse respecto de la naturaleza de la


acción propuesta, para lo cual advierte:
A juicio de esta Sala, la parte actora no pretende la nulidad del fallo de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, por lo que el recurso de nulidad como
mecanismo de control concentrado de la constitucionalidad no resulta el idóneo.

Tampoco se trata de una colisión de leyes, pues de lo que se trata es de una


presunta controversia entre la Constitución y la ejecución de una decisión dictada por un
organismo internacional fundamentada en normas contenidas en una Convención de
rango constitucional, lo que excede los límites de ese especial recurso, pues la presunta
colisión estaría situada en el plano de dos normas de rango constitucional.

En definitiva, del estudio pormenorizado de la solicitud se evidencia que la


misma está dirigida a que se aclare una duda razonable en cuanto a la ejecución de un
fallo dictado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que condenó a la
República Bolivariana de Venezuela a la reincorporación de unos jueces y al pago de
sumas de dinero.

Al respecto, debe esta Sala determinar el alcance de la acción de interpretación


constitucional en nuestro ordenamiento jurídico, para luego analizar el régimen de
competencia, la admisibilidad y, en el supuesto de que fuera admitida, el procedimiento
aplicable.

En tal sentido, se observa:

El artículo 5 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia en su cardinal


52, no prevé expresamente la existencia del recurso de interpretación de la Constitución
y, por supuesto, no atribuye a alguna de las Salas que integran el Supremo Tribunal de
Justicia la competencia para conocer de recursos de esta naturaleza, sino que en su
parágrafo primero establece que su “conocimiento corresponderá a la Sala afín con la
materia debatida”.

Ahora bien, a raíz de la entrada en vigencia de la Constitución de 1999, la


jurisdicción constitucional sufrió importantes transformaciones que abarcan desde la
creación de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, hasta la atribución
a ésta de la competencia exclusiva con relación a la jurisdicción constitucional,
conforme lo dispone el cardinal 1 del artículo 266 del Texto Fundamental.

En materia de interpretación constitucional, el artículo 335 eiusdem dispone lo


siguiente:

“El Tribunal Supremo de Justicia garantizará la supremacía y


efectividad de las normas y principios constitucionales; será el
máximo y último intérprete de esta Constitución y velará por su
uniforme interpretación y aplicación.
Las interpretaciones que establezca la Sala Constitucional sobre
el contenido o alcance de las normas y principios
constitucionales son vinculantes para las otras Salas del
Tribunal Supremo de Justicia y demás tribunales de la
República”. (Subrayado de esta Sala).

Por otra parte, al ser la Sala Constitucional el “máximo y último intérprete” de la


Constitución y teniendo la obligación de velar “por su correcta interpretación” (lo que
se asegura por el carácter vinculante de sus decisiones en materia de interpretación
constitucional, conforme lo prevé el artículo 335 del Texto Fundamental), es esta Sala y
no otra del Tribunal Supremo de Justicia, la única que puede conocer y decidir –en
razón de su afinidad material- los recursos de interpretación constitucionales que sean
propuestos.
Lo anterior condujo a esta Sala a declarar la procedencia de la acción de
interpretación constitucional y asumir la competencia exclusiva para su conocimiento,
mediante su decisión del 22 de septiembre de 2000 (caso Servio Tulio León), motivo por
el cual, al constatarse que la pretensión de los recurrentes versa sobre el alcance e
inteligencia de la ejecución de una decisión dictada por un organismo internacional con
base en un tratado de jerarquía constitucional, ante la presunta antinomia entre esta
Convención Internacional y la Constitución Nacional, supuesto expresamente
contemplado en el aludido fallo (N° 1.077/2000) como justificativo de la procedencia de
la acción de interpretación; y tratándose además de una competencia expresamente
atribuida a la Sala Constitucional conforme al cardinal 23 del artículo 5 de la Ley
Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, esta Sala se declara competente para
conocer del presente recurso de interpretación; y así se decide.

IV

DE LA ADMISIBILIDAD

Sentado lo anterior, pasa esta Sala a pronunciarse acerca de la admisibilidad de


dicho recurso y al respecto estima conveniente transcribir el criterio expuesto en la
sentencia del 22 de septiembre de 2000 (caso: Servio Tulio León), en la cual se expresó
lo siguiente:

“La interpretación vinculante que hace esta Sala, y que justifica


la acción autónoma de interpretación constitucional, se refiere a
los siguientes casos:
1. Al entendimiento de las normas constitucionales,
cuando se alega que chocan con los principios constitucionales.
(omissis)
2.- Igual necesidad de interpretación existe, cuando la
Constitución se remite como principios que la rigen, a doctrinas
en general, sin precisar en qué consisten, o cuál sector de ellas
es aplicable; o cuando ella se refieren a derechos humanos que
no aparecen en la Carta Fundamental; o a tratados
internacionales protectores de derechos humanos, que no se han
convertido en leyes nacionales, y cuyo texto, sentido y vigencia,
requieren de aclaratoria.
3. Pero muchas veces, dos o más normas
constitucionales, pueden chocar entre sí, absoluta o
aparentemente, haciéndose necesario que tal situación
endoconstitucional sea aclarada.
(omissis)
4. ... entre los Tratados y Convenios Internacionales, hay
algunos que se remiten a organismos multiestatales que
producen normas aplicables en los Estados suscritores,
surgiendo discusiones si ellas se convierten en fuente del
derecho interno a pesar de no ser promulgadas por la Asamblea
Nacional, o no haberlo sido por el antiguo Congreso de la
República. En lo que respecta a la constitucionalidad de tales
normas surge una discusión casuística, que debe ser aclarada
por algún organismo, siendo esta Sala la máxima autoridad
para reconocer su vigencia en el Derecho Interno.
5.- También se hace necesaria la interpretación a un
nivel general, para establecer los mecanismos procesales que
permitan el cumplimiento de las decisiones de los órganos
internacionales previstos en el artículo 31 de la vigente
Constitución, mientras se promulgan las leyes relativas al
amparo internacional de los derechos humanos.
6.- El régimen legal transitorio, por otra parte, ha dejado
al descubierto jurídico algunas áreas, donde parecen
sobreponerse normas del régimen legal transitorio a la
Constitución, o donde ni el uno o el otro sistema constitucional
tienen respuestas, creándose así “huecos legales” a nivel
constitucional, debido a que ninguna norma luce aplicable a la
situación, o que ella se hace dudosa ante dos normas que
parcialmente se aplican.
(omissis)
7.- Ha sido criterio de esta Sala, que las normas
constitucionales, en lo posible, tienen plena aplicación desde
que se publicó la Constitución, en todo cuanto no choque con el
régimen transitorio.
Muchas de estas normas están en espera de su
implementación legal producto de la actividad legislativa que
las desarrollará.
El contenido y alcance de esas normas vigentes, pero aún
sin desarrollo legislativo, no puede estar a la espera de acciones
de amparo, de inconstitucionalidad o de la facultad revisora,
porque de ser así, en la práctica tales derechos quedarían en
suspenso indefinido.
Como paliativo ante esa situación, las personas pueden
pedir a esta Sala que señale el alcance de la normativa,
conforme a la vigente Constitución (...)
8.- También pueden existir normas constitucionales cuyo
contenido ambiguo las haga inoperantes, y ante tal situación, a
fin que puedan aplicarse, hay que interpretarlas en sentido
congruente con la Constitución y sus principios, lo que es tarea
de esta Sala.
9.- Dada la especial situación existente en el país,
producto de la labor constituyente fundada en bases
prestablecidas (bases comiciales), también puede ser fuente de
discusiones las contradicciones entre el texto constitucional y las
facultades del constituyente; y si esto fuere planteado, es la
interpretación de esta Sala, la que declarará la congruencia o
no del texto con las facultades del constituyente.
En consecuencia, la Sala puede declarar inadmisible un
recurso de interpretación que no persigue los fines antes
mencionados, o que se refiera al supuesto de colisión de leyes
con la Constitución, ya que ello origina otra clase de recurso.
Igualmente podrá declarar inadmisible el recurso cuando no
constate interés jurídico actual en el actor”. (Negrillas de esta
decisión).

En el caso examinado el objeto de la acción de interpretación es el cumplimiento


del fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de fecha 5 de agosto de
2008, en el que se ordenó la reincorporación en el cargo de los ex-magistrados de la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo Ana María Ruggeri Cova, Perkins
Rocha Contreras y Juan Carlos Apitz B., se condenó a la República Bolivariana de
Venezuela al pago de cantidades de dinero y a las publicaciones referidas al sistema
disciplinario de los jueces.

Con respecto a los requisitos de admisibilidad del presente recurso, esta Sala, en
sentencia de 9 de noviembre de 2000 (Caso: Ricardo Combellas), estableció:

“Resuelto lo anterior, esta Sala pasa de seguidas a precisar los


requisitos de admisibilidad de la acción de interpretación de la
Constitución, en atención al objeto y alcance de la misma.
1.- Legitimación para recurrir. En cuanto a la legitimación
exigida para el ejercicio del recurso de interpretación
constitucional, esta Sala reafirma el criterio que sostuvo en la
decisión nº 1077/2000 de exigir la conexión con un caso
concreto para poder determinar, por un lado, la legitimidad del
recurrente y, por otro, verificar la existencia de una duda
razonable que justifique el movimiento del aparato
jurisdiccional en la resolución del mismo. En dicho fallo se dijo
lo siguiente:
´Pero como no se trata de una acción popular, como no lo es
tampoco la de interpretación de ley, quien intente el ‘recurso’ de
interpretación constitucional sea como persona pública o
privada, debe invocar un interés jurídico actual, legítimo,
fundado en una situación jurídica concreta y específica en que
se encuentra, y que requiere necesariamente de la interpretación
de normas constitucionales aplicables a la situación, a fin de
que cese la incertidumbre que impide el desarrollo y efectos de
dicha situación jurídica. En fin, es necesario que exista un
interés legítimo, que se manifiesta por no poder disfrutar
correctamente la situación jurídica en que se encuentra, debido
a la incertidumbre, a la duda generalizada`.
2.- Precisión en cuanto al motivo de la acción. La petición de
interpretación puede resultar inadmisible, si ella no expresa con
precisión en qué consiste la oscuridad o ambigüedad de
disposiciones, o la contradicción entre las normas del texto
constitucional; o sobre la naturaleza y alcance de los principios
aplicables; o sobre las situaciones contradictorias o ambiguas
observadas en el análisis comparativo de la Constitución y las
normas del régimen transitorio o del régimen constituyente.
3.- Será inadmisible el recurso, cuando en sentencias de esta
Sala anteriores a su interposición, se haya resuelto el punto, y
no sea necesario modificarlo. Este motivo de inadmisibilidad no
opera en razón de la precedencia de una decisión respecto al
mismo asunto planteado, sino a la persistencia en el ánimo de la
Sala del criterio a que estuvo sujeta la decisión previa.
4.- Por otro lado, esta Sala deja claramente establecido que el
recurso de interpretación constitucional no puede sustituir los
recursos procesales existentes ni traducirse en una acción de
condena, ni declarativa, ni constitutiva, por lo que si el
recurrente persigue adelantar un pronunciamiento sobre un
asunto planteado ante otro órgano jurisdiccional o pretende
sustituir con esta vía algún medio ordinario a través del cual el
juez pueda aclarar la duda planteada, el recurso deberá ser
declarado inadmisible por existir otro recurso.
En este sentido, ya se pronunció la Sala en la sentencia
mencionada en los siguientes términos:
´Ahora bien, el que esta Sala, como parte de las funciones que le
corresponden y de la interpretación de la ley, de la cual forma
parte la Constitución, pueda abocarse a conocer una petición en
el sentido solicitado por el accionante, no significa que
cualquier clase de pedimento puede originar la interpretación,
ya que de ser así, se procuraría opinión de la Sala ante
cualquier juicio en curso o por empezar, para tratar de vincular
el resultado de dichos juicios, con la opinión que expresa la
Sala, eliminando el derecho que tienen los jueces del país y las
otras Salas de este Tribunal de aplicar la Constitución y de
asegurar su integridad (artículo 334 de la vigente Constitución),
así como ejercer el acto de juzgamiento, conforme a sus
criterios; lográndose así que se adelante opinión sobre causas
que no han comenzado, y donde tales opiniones previas tienden
a desnaturalizar el juzgamiento`.
5.- Tampoco puede pretender el recurrente acumular a la
pretensión interpretativa otro recurso o acción de naturaleza
diferente, ya que conllevaría a la inadmisibilidad por inepta
acumulación de pretensiones o procedimientos que se excluyen
mutuamente. Tal sería el caso en que pretenda acumular un
recurso de interpretación con un conflicto de autoridades, o que
se solicite conjuntamente la nulidad de un acto de algún órgano
del Poder Público –tanto en el caso que se pretenda que la
decisión abarque ambas pretensiones o que las estime de forma
subsidiaria-, o que promueva la interpretación de algún texto de
naturaleza legal o sublegal, o la acumule con un recurso de
colisión de leyes o de éstas con la propia Constitución.
6.- De igual modo, será inadmisible la solicitud de
interpretación cuando exista la convicción de que constituye un
intento subrepticio de obtener resultados cuasi jurisdiccionales
que desbordan el fin esclarecedor de este tipo de recursos; es
decir, que lo planteado persiga más bien la solución de un
conflicto concreto entre particulares o entre éstos y órganos
públicos, o entre estos últimos entre sí; o una velada intención
de lograr una opinión previa sobre la inconstitucionalidad de
una ley. En fin, cuando lo pedido desnaturalice los objetivos del
recurso de interpretación.

Observa la Sala, que quienes incoaron el recurso pretenden la interpretación del


fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de fecha 5 de agosto de 2008,
mediante la cual se ordenó la reincorporación en el cargo de los ex-magistrados de la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo Ana María Ruggeri Cova, Perkins
Rocha Contreras y Juan Carlos Apitz B., se condenó a la República Bolivariana de
Venezuela al pago de cantidades de dinero y a las publicaciones referidas al sistema
disciplinario de los jueces, así como el examen de su conformidad con la Constitución.
En consecuencia esta Sala estima que, con base en la sentencia del 22 de septiembre de
2000, antes citada, y el fallo parcialmente transcrito supra, los recurrentes están en una
situación jurídica concreta como representantes judiciales de la República Bolivariana
de Venezuela frente a una posible condena patrimonial, por lo que la determinación que
haga esta Sala acerca de la pertinencia y/o extensión que debe darse al contenido y
forma de ejecución de un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es de
su interés aunque no pretendan que se declare un derecho a su favor, sino que se dicte
una sentencia mero declarativa en la cual se establezca el verdadero sentido y alcance de
la señalada ejecución con relación al Poder Judicial venezolano en cuanto al
funcionamiento, vigilancia y control de los tribunales, asunto que esta Sala considera
de interés general, toda vez que desarrolla conceptos de relevancia como los de justicia,
autonomía del Poder Judicial y supremacía de la Constitución, por lo que, haciendo
abstracción de las circunstancias particulares atinentes a la específica situación jurídica
de la recurrente, esta Sala considera que debe admitir el presente recurso.

Ahora bien, por cuanto de su examen se constata que cumple con los extremos
jurisprudenciales para la admisión de este tipo de recursos, y no se encuentra incursa en
ninguna de las causales de inadmisibilidad que preceptúa el artículo 19 de la Ley
Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, se admite en cuanto ha lugar en derecho. Así
se decide.

Por otra parte, del análisis del libelo de demanda y de los recaudos con ella
consignados, la Sala observa que el presente recurso versa sobre una cuestión de mero
derecho, razón por la cual se abstiene en esta oportunidad de fijar una audiencia oral
para escuchar a los interesados, ya que no requiere del examen de ningún hecho y se
omitirá el trámite de notificación de la Fiscalía General de la República, de la
Defensoría del Pueblo y de los terceros interesados, en razón de la inminente ejecución
de la decisión cuya interpretación es requerida. Así se decide.

MOTIVACIONES PARA DECIDIR

Determinada la competencia para el conocimiento del presente asunto, esta Sala


pasa a emitir pronunciamiento, previas las siguientes consideraciones:

En primer término, es necesario advertir que la Convención Americana sobre


Derechos Humanos es un tratado multilateral que tiene jerarquía constitucional y
prevalece en el orden interno solo “en la medida en que contengan normas sobre su
goce y ejercicio más favorables” a las establecidas en la Constitución, de conformidad
con lo pautado en el artículo 23 de nuestro texto fundamental.

Dicho artículo 23 constitucional, dispone a la letra:


“Artículo 23. Los tratados, pactos y convenciones relativos
a derechos humanos, suscritos y ratificados por Venezuela, tienen
jerarquía constitucional y prevalecen en el orden interno, en la
medida en que contengan normas sobre su goce y ejercicio más
favorables a las establecidas por esta Constitución y en las leyes
de la República, y son de aplicación inmediata y directa por los
tribunales y demás órganos del Poder Público”.

Por otro lado, es importante señalar que Venezuela ratificó dicha Convención el
23 de junio de 1977, y los días 9 de agosto de 1977 y 24 de junio de 1981 reconoció
expresamente las competencias de la Comisión Interamericana y de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, respectivamente. En concreto, de conformidad
con lo previsto en el artículo 62 de la Convención, el Estado parte puede declarar que
reconoce como obligatoria de pleno derecho y sin convención especial la competencia
de la Corte sobre todos los casos relativos a la interpretación o aplicación de su texto, lo
cual efectivamente fue hecho por nuestro país.

Ahora bien, para determinar el alcance del fallo del 5 de agosto de 2008 de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos y su obligatoriedad, es preciso observar lo
siguiente:

El preámbulo de la “Convención Americana sobre Derechos Humanos” aclara


que la protección internacional que de ella se deriva es “coadyuvante o complementaria
de la que ofrece el derecho interno de los Estados americanos”. Es decir, que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos no puede pretender excluir o desconocer el
ordenamiento constitucional interno, pues la Convención coadyuva o complementa el
texto fundamental que, en el caso de nuestro país, es “la norma suprema y el
fundamento del ordenamiento jurídico” (artículo 7 constitucional).

Por otra parte, el citado artículo 23 de la Constitución no otorga a los tratados


internacionales sobre derechos humanos rango “supraconstitucional”, por lo que, en
caso de antinomia o contradicción entre una disposición de la Carta Fundamental y una
norma de un pacto internacional, correspondería al Poder Judicial determinar cuál sería
la aplicable, tomando en consideración tanto lo dispuesto en la citada norma como en la
jurisprudencia de esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, atendiendo
al contenido de los artículos 7, 266.6, 334, 335, 336.11 eiusdem y el fallo número
1077/2000 de esta Sala.

Sobre este tema, la sentencia de esta Sala Nº 1309/2001, entre otras, aclara que
el derecho es una teoría normativa puesta al servicio de la política que subyace tras el
proyecto axiológico de la Constitución y que la interpretación debe comprometerse, si
se quiere mantener la supremacía de la Carta Fundamental cuando se ejerce la
jurisdicción constitucional atribuida a los jueces, con la mejor teoría política que
subyace tras el sistema que se interpreta o se integra y con la moralidad institucional
que le sirve de base axiológica (interpretatio favor Constitutione). Agrega el fallo
citado: “en este orden de ideas, los estándares para dirimir el conflicto entre los
principios y las normas deben ser compatibles con el proyecto político de la
Constitución (Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia) y no deben
afectar la vigencia de dicho proyecto con elecciones interpretativas ideológicas que
privilegien los derechos individuales a ultranza o que acojan la primacía del orden
jurídico internacional sobre el derecho nacional en detrimento de la soberanía del
Estado”.

Concluye la sentencia que: “no puede ponerse un sistema de principios


supuestamente absoluto y suprahistórico por encima de la Constitución” y que son
inaceptables las teorías que pretenden limitar “so pretexto de valideces universales, la
soberanía y la autodeterminación nacional”.

En el mismo sentido, la sentencia de esta Sala Nº 1265/2008 estableció que en


caso de evidenciarse una contradicción entre la Constitución y una convención o tratado
internacional, “deben prevalecer las normas constitucionales que privilegien el interés
general y el bien común, debiendo aplicarse las disposiciones que privilegien los
intereses colectivos…(…) sobre los intereses particulares…”.

Ahora bien, se advierte del fallo de la Corte Interamericana de Derechos


Humanos que este órgano pretende que el Estado venezolano indemnice a los ex jueces
de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo Ana María Ruggeri Cova, Perkins
Rocha Contreras y Juan Carlos Apitz, a quienes califica de “víctimas” por haber
presuntamente sido violados sus derechos individuales; pero en la supuesta constatación
por dicha Corte de la violación de los derechos o libertades protegidos por la
Convención, dictó pautas de carácter obligatorio sobre gobierno y administración del
Poder Judicial que son competencia exclusiva y excluyente del Tribunal Supremo de
Justicia y estableció directrices para el Poder Legislativo, en materia de carrera judicial
y responsabilidad de los jueces, violentando la soberanía del Estado venezolano en la
organización de los poderes públicos y en la selección de sus funcionarios, lo cual
resulta inadmisible.

En efecto, el párrafo 147 de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos


Humanos del 5 de agosto de 2008, dispone que la omisión de la Asamblea Nacional de
dictar el Código de Ética del Juez o Jueza Venezolano, “ha influido en el presente caso,
puesto que las víctimas fueron juzgadas por un órgano excepcional que no tiene una
estabilidad definida y cuyos miembros pueden ser nombrados o removidos sin
procedimientos previamente establecidos y a la sola discreción del TSJ”.
Sorprendentemente, en ese mismo párrafo y de manera contradictoria, afirma que no se
pudo comprobar que la Comisión de Emergencia y Reestructuración del Poder Judicial
haya incurrido en desviación de poder o que fuera presionada directamente por el
Ejecutivo Nacional para destituir a los mencionados ex jueces y luego concluye en el
cardinal 6 del Capítulo X que “no ha quedado establecido que el Poder Judicial en su
conjunto carezca de independencia”.
En consecuencia, al margen de la eventual antinomia entre normas protectoras
de derechos individuales y las relativas al bien común, es claro que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, al no limitarse a ordenar una indemnización por
la supuesta violación de derechos, utilizó el fallo analizado para intervenir
inaceptablemente en el gobierno y administración judicial que corresponde con carácter
excluyente al Tribunal Supremo de Justicia, de conformidad con la Constitución de
1999.

En ese orden de ideas, es menester citar las normas que sobre administración,
gobierno y autonomía del Poder Judicial establece la Carta Fundamental, las cuales
textualmente establecen:

“Artículo 254. El Poder Judicial es independiente y el Tribunal


Supremo de Justicia gozará de autonomía funcional, financiera y
administrativa. A tal efecto, dentro del presupuesto general del
Estado se le asignará al sistema de justicia una partida anual
variable, no menor del dos por ciento del presupuesto ordinario
nacional, para su efectivo funcionamiento, el cual no podrá ser
reducido o modificado sin autorización previa de la Asamblea
Nacional. El Poder Judicial no está facultado para establecer
tasas, aranceles, ni exigir pago alguno por sus servicios.

Artículo 255. El ingreso a la carrera judicial y el ascenso de los


jueces o juezas se hará por concursos de oposición públicos que
aseguren la idoneidad y excelencia de los o las participantes y
serán seleccionados o seleccionadas por los jurados de los
circuitos judiciales, en la forma y condiciones que establezca la
ley. El nombramiento y juramento de los jueces o juezas
corresponde al Tribunal Supremo de Justicia. La ley garantizará
la participación ciudadana en el procedimiento de selección y
designación de los jueces o juezas. Los jueces o juezas sólo
podrán ser removidos o suspendidos de sus cargos mediante los
procedimientos expresamente previstos en la ley.

La ley propenderá a la profesionalización de los jueces o juezas y


las universidades colaborarán en este propósito, organizando en
los estudios universitarios de Derecho la especialización judicial
correspondiente.
Los jueces o juezas son personalmente responsables, en los
términos que determine la ley, por error, retardo u omisiones
injustificados, por la inobservancia sustancial de las normas
procesales, por denegación, parcialidad, y por los delitos de
cohecho y prevaricación en que incurran en el desempeño de sus
funciones.

Artículo 267. Corresponde al Tribunal Supremo de Justicia la


dirección, el gobierno y la administración del Poder Judicial, la
inspección y vigilancia de los tribunales de la República y de las
Defensorías Públicas. Igualmente, le corresponde la elaboración y
ejecución de su propio presupuesto y del presupuesto del Poder
Judicial.

La jurisdicción disciplinaria judicial estará a cargo de los


tribunales disciplinarios que determine la ley.

El régimen disciplinario de los magistrados o magistradas y


jueces o juezas estará fundamentado en el Código de Ética del
Juez Venezolano o Jueza Venezolana, que dictará la Asamblea
Nacional. El procedimiento disciplinario será público, oral y
breve, conforme al debido proceso, en los términos y condiciones
que establezca la ley.

Para el ejercicio de estas atribuciones, el Tribunal Supremo en


pleno creará una Dirección Ejecutiva de la Magistratura, con sus
oficinas regionales”.

Por otra parte, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en su


decisión N° 1942/2003 precisó, en relación con el artículo 23 constitucional, lo
siguiente:

“A juicio de la Sala, dos elementos claves se desprenden


del artículo 23: 1) Se trata de derechos humanos aplicables a las
personas naturales; 2) Se refiere a normas que establezcan
derechos, no a fallos o dictámenes de instituciones, resoluciones
de organismos, etc., prescritos en los Tratados, sino sólo a normas
creativas de derechos humanos. (…)

´Repite la Sala, que se trata de una prevalencia de las


normas que conforman los Tratados, Pactos y Convenios
(términos que son sinónimos) relativos a derechos humanos, pero
no de los informes u opiniones de organismos internacionales, que
pretendan interpretar el alcance de las normas de los instrumentos
internacionales, ya que el artículo 23 constitucional es claro: la
jerarquía constitucional de los Tratados, Pactos y Convenios se
refiere a sus normas, las cuales, al integrarse a la Constitución
vigente, el único capaz de interpretarlas, con miras al Derecho
Venezolano, es el juez constitucional, conforme al artículo 335 de
la vigente Constitución, en especial, al intérprete nato de la
Constitución de 1999, y, que es la Sala Constitucional, y así se
declara. (….)

Resulta así que es la Sala Constitucional quien determina


cuáles normas sobre derechos humanos de esos tratados, pactos y
convenios, prevalecen en el orden interno; al igual que cuáles
derechos humanos no contemplados en los citados instrumentos
internacionales tienen vigencia en Venezuela.

Esta competencia de la Sala Constitucional en la materia,


que emana de la Carta Fundamental, no puede quedar disminuida
por normas de carácter adjetivo contenidas en Tratados ni en
otros textos Internacionales sobre Derechos Humanos suscritos
por el país, que permitan a los Estados partes del Tratado
consultar a organismos internacionales acerca de la
interpretación de los derechos referidos en la Convención o Pacto,
como se establece en el artículo 64 de la Ley Aprobatoria de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San
José, ya que, de ello ser posible, se estaría ante una forma de
enmienda constitucional en esta materia, sin que se cumplan los
trámites para ello, al disminuir la competencia de la Sala
Constitucional y trasladarla a entes multinacionales o
transnacionales (internacionales), quienes harían interpretaciones
vinculantes. (…)

A las decisiones de esos organismos se les dará


cumplimiento en el país, conforme a lo que establezcan la
Constitución y las leyes, siempre que ellas no contraríen lo
establecido en el artículo 7 de la vigente Constitución, el cual
reza: ´La Constitución es la norma suprema y el fundamento del
ordenamiento jurídico. Todas las personas y los órganos que
ejercen el Poder Público están sujetos a esta Constitución`
siempre que se ajusten a las competencias orgánicas, señaladas en
los Convenios y Tratados. Debido a ello, a pesar del respeto del
Poder Judicial hacia los fallos o dictámenes de esos organismos,
éstos no pueden violar la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, así como no pueden infringir la
normativa de los Tratados y Convenios, que rigen esos amparos u
otras decisiones.

Si un organismo internacional, aceptado legalmente por la


República, amparara a alguien violando derechos humanos de
grupos o personas dentro del país, tal decisión tendría que ser
rechazada aunque emane de organismos internacionales
protectores de los derechos humanos…(…)

´La Sala considera que, por encima del Tribunal Supremo


de Justicia y a los efectos del artículo 7 constitucional, no existe
órgano jurisdiccional alguno, a menos que la Constitución o la ley
así lo señale, y que aun en este último supuesto, la decisión que se
contradiga con las normas constitucionales venezolanas, carece
de aplicación en el país, y así se declara. (…)

Los artículos 73 y 153 constitucionales, contemplan la


posibilidad que puedan transferirse competencias venezolanas a
órganos supranacionales, a los que se reconoce que puedan
inmiscuirse en la soberanía nacional.

Pero la misma Constitución señala las áreas donde ello


podría ocurrir, cuales son -por ejemplo- las de integración
latinoamericana y caribeña (artículo 153 eiusdem). Áreas
diversas a la de los Derechos Humanos per se, y donde las
sentencias que se dicten son de aplicación inmediata en el
territorio de los países miembros, como lo apunta el artículo 91 de
la Ley Aprobatoria del Estatuto del Tribunal de Justicia de la
Comunidad Andina.

Entiende la Sala que, fuera de estas expresas áreas, la


soberanía nacional no puede sufrir distensión alguna por mandato
del artículo 1 constitucional, que establece como derechos
irrenunciables de la Nación: la independencia, la libertad, la
soberanía, la integridad territorial, la inmunidad y la
autodeterminación nacional. Dichos derechos constitucionales son
irrenunciables, no están sujetos a ser relajados, excepto que la
propia Carta Fundamental lo señale, conjuntamente con los
mecanismos que lo hagan posible, tales como los contemplados en
los artículos 73 y 336.5 constitucionales, por ejemplo.

Consecuencia de lo expuesto es que en principio, la


ejecución de los fallos de los Tribunales Supranacionales no
pueden menoscabar la soberanía del país, ni los derechos
fundamentales de la República” (subrayados de este fallo).

Asimismo, el fallo de la Corte Interamericana equipara de forma absoluta los


derechos de los jueces titulares y los provisorios, lo cual es absolutamente inaceptable y
contrario a derecho. Al respecto, en sentencia Nº 00673-2008 de la Sala Político
Administrativa, se expresó lo siguiente:
“… es necesario precisar que el ejercicio de la función
disciplinaria en toda su extensión, esto es, sobre jueces titulares
que han alcanzado la garantía de estabilidad por haber mediado
el concurso de oposición respectivo, y los jueces provisorios, es
dirigida hoy en forma exclusiva por la Comisión de
Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial, como un
órgano creado con carácter transitorio hasta tanto sea creada la
jurisdicción disciplinaria.

Distinta es la facultad de remover directamente a un


funcionario de carácter provisorio o temporal, sin que opere
alguna causa disciplinaria, dado que tal atribución se encuentra a
cargo de la Comisión Judicial del Tribunal Supremo de Justicia,
por delegación expresa que le hiciera la Sala Plena. Vale decir,
que tanta potestad tiene la Comisión Judicial para designar a los
jueces, de forma provisoria, como para dejar sin efecto su
designación, cuando así lo considere la mayoría de sus miembros,
y siempre que no medie una causa disciplinaria que obligue a la
actuación del ente encargado de aplicar las sanciones.

En este orden de ideas, debe esta Sala traer a colación el


criterio sostenido por la Sala Constitucional, en función del cual
la potestad que tiene la Comisión Judicial de este Máximo
Tribunal para remover de sus cargos a los funcionarios
designados con carácter provisional, es de estricto carácter
discrecional.

En efecto, a través de sentencia Nro. 2.414 del 20 de


diciembre de 2007, a propósito de la revisión de oficio de la
decisión Nro. 1.415 del 7 de agosto de 2007 dictada por esta Sala
Político-Administrativa sobre un caso análogo al presente que fue
declarado con lugar, aquella Sala señaló:
´Sin duda, hay una distinción entre jueces de carrera y jueces
provisorios: Los primeros adquieren titularidad luego de la
aprobación del concurso; en cambio, los jueces y juezas
provisorios se designan de manera discrecional, previo análisis de
credenciales. Los jueces y juezas de carrera gozan de estabilidad y
sólo pueden ser sancionados o destituidos de sus cargos si se
demuestra, en el curso de una audiencia oral y pública con
garantías de defensa, y regulado por el Reglamento de la
Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Sistema
Judicial (publicado en la Gaceta Oficial N° 38.317, del 18 de
noviembre de 2005) que han resultado incursos en faltas
disciplinarias previstas en la Ley Orgánica del Consejo de la
Judicatura y la Ley de Carrera Judicial, no así los jueces y juezas
provisorios, que son susceptibles de ser separados del cargo de la
misma manera como fueron designados: discrecionalmente.`
(Resaltado del presente fallo).
Asimismo, en el fallo citado la Sala Constitucional ratificó
su posición previamente fijada en la sentencia Nro. 280 del 23 de
febrero de 2007, en el sentido siguiente:
´(…) como el derecho de defensa y el debido proceso (artículo 49
constitucional) deben respetarse al imputado por la falta
disciplinaria, él debe, en principio, ser sometido a acusación y
procedimiento, y por ello la Comisión de Funcionamiento y
Reestructuración del Sistema Judicial debe solicitar a la
Inspectoría General de Tribunales el inicio del procedimiento
disciplinario con instrucción del respectivo expediente, con el fin
de recibir la acusación para así no convertirse en juez y parte.
Pero es obvio que en casos de graves errores judiciales
inexcusables reconocidos en sentencia firme por las Salas de este
Tribunal Supremo, o desacatos a órdenes judiciales, la
investigación de la Inspectoría General de Tribunales puede
limitarse a oír al Juez sobre las causas del error, o del desacato o
incumplimiento, sin necesidad de seguir un largo procedimiento,
para preparar la consiguiente acusación, fundada en los fallos
que califican el grave error inexcusable o el desacato, y entonces
no tienen razón para que la instrucción dure los noventa días que
según el artículo 41 de la Ley Orgánica del Consejo de la
Judicatura puede durar la investigación. Por ello -a juicio de esta
Sala, y como una alternativa- si en un término de diez (10) días
hábiles de la recepción por la Inspectoría General de Tribunales
de las sentencias de las Salas a que se refiere este fallo, no existe
acusación por parte de ella, la Sala respectiva podrá informarlo a
la Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia, de quien depende
jerárquicamente la Inspectoría General de Tribunales (artículo 17
de Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia) para que
remueva al Inspector, o nombre un Inspector General de
Tribunales ad hoc, que supla al omiso en sus funciones respecto a
la aplicación de las sanciones del artículo 40 numerales 4 y 11 de
la Ley de Carrera Judicial.
Lo hasta ahora señalado sólo es aplicable a los jueces de carrera,
ya que los provisorios, accidentales u otros jueces que son de libre
nombramiento y remoción por la Comisión Judicial del Tribunal
Supremo de Justicia, pueden ser removidos por dicha Comisión
con notificación a la Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia
de lo resuelto con estos jueces, a fin de la ratificación de lo
decidido.` (subrayado de esta Sala).

Igualmente, la Sala Político Administrativa de este Tribunal Supremo de Justicia


observó, en el fallo Nº 00463-2007, lo siguiente:
“…toda sanción disciplinaria contemplada en la Ley de
Carrera Judicial, necesariamente deberá estar precedida por el
procedimiento administrativo correspondiente, sea que se trate de
un funcionario de carrera o de un funcionario de libre
nombramiento y remoción; mientras que cuando lo que se
persigue es la remoción de un juez cuyo nombramiento ha sido
efectuado de forma provisional, el acto administrativo que
determine su separación del cargo, no tiene que ser sometido a
procedimiento administrativo alguno, por cuanto la garantía de
estabilidad del juez, y por consiguiente, el derecho a ser sometido
al procedimiento respectivo, se obtienen con el concurso de
oposición que instituyó el Texto Constitucional en su artículo 255,
como una exigencia indispensable para acceder al cargo de juez
con carácter de titular o juez de carrera, estabilidad ésta que no
poseen los jueces provisorios. (subrayado de este informe).

La Sala aprecia que en este último caso, cuando el


funcionario goza de titularidad tendría siempre el derecho a ser
sometido al procedimiento administrativo correspondiente y no
podría la Comisión Judicial del Tribunal Supremo de Justicia
decidir su remoción en ningún caso, pues se insiste, la garantía de
estabilidad se la otorga el haber resultado vencedor en el
concurso provisto al efecto”.

Además de lo anterior, la sentencia cuestionada pretende desconocer la firmeza


de decisiones administrativas y judiciales que han adquirido la fuerza de la cosa
juzgada, al ordenar la reincorporación de los jueces destituidos. En tal sentido, debe
señalarse que la ex jueza Ana María Ruggeri Cova no ejerció recurso de reconsideración
o judicial alguno contra el acto de destitución (hecho reconocido en el párrafo 183 de la
sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y en el cardinal 10 del
capítulo X del mismo fallo). De otro lado, el acto de destitución dictado contra los ex
jueces Perkins Rocha Contreras y Juan Carlos Apitz quedó firme por decisión Nº 634
del 21 de mayo de 2008, dictada por la Sala Político Administrativa del Tribunal
Supremo de Justicia, mediante la cual se declaró desistido el recurso contencioso
administrativo de nulidad interpuesto contra dicho acto, por no haber retirado, publicado
y consignado el cartel de emplazamiento a los terceros interesados en el plazo
establecido en el artículo 21 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia,
situación por demás omitida en el fallo de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. De allí deriva que, a juicio de esta Sala Constitucional, no puede
desconocerse la cosa juzgada que enviste a los actos de destitución de los ex jueces de la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, cuando los recursos administrativos o
judiciales que prevé el ordenamiento jurídico interno no fueron instados o fueron
desestimados por sentencia definitivamente firme dictada por el Máximo Tribunal de la
República, pues ello iría en contra de uno de los valores esenciales del sistema de
justicia venezolano, como lo es la seguridad jurídica.

No se trata de interpretar el contenido y alcance de la sentencia de la Corte


Interamericana de Derechos Humanos, ni de desconocer el tratado válidamente suscrito
por la República que la sustenta o eludir el compromiso de ejecutar las decisiones según
lo dispone el artículo 68 de la Convención Interamericana de Derechos Humanos, sino
de aplicar un estándar mínimo de adecuación del fallo al orden constitucional interno, lo
cual ha sucedido en otros casos, como cuando fue declarada la inejecutabilidad del fallo
dictado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el 30 de mayo de 1999, en
el caso: Castillo Petruzzi y otro, por parte de la Sala Plena del Consejo Supremo de
Justicia Militar del Perú, por considerar, entre otras cosas, que el poder judicial “es
autónomo y en el ejercicio de sus funciones sus miembros no dependen de ninguna
autoridad administrativa, lo que demuestra un clamoroso desconocimiento de la
Legislación Peruana en la materia”; que “pretenden desconocer la Constitución
Política del Perú y sujetarla a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en
la interpretación que los jueces de dicha Corte efectúan ad-libitum en esa sentencia”;
que el fallo cuestionado, dictado por el Tribunal Supremo Militar Especial, adquirió la
fuerza de la cosa juzgada, “no pudiendo por lo tanto ser materia de un nuevo
juzgamiento por constituir una infracción al precepto constitucional”; que “en el
hipotético caso que la sentencia dictada por la Corte Interamericana fuera ejecutada
en los términos y condiciones que contiene, existiría un imposible jurídico para darle
cumplimiento bajo las exigencias impuestas por dicha jurisdicción supranacional”,
pues “sería requisito ineludible que previamente fuera modificada la Constitución” y
que “la aceptación y ejecución de la sentencia de la Corte en este tema, pondría en
grave riesgo la seguridad interna de la República”.
En este caso, estima la Sala que la ejecución de la sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos del 5 de agosto de 2008, afectaría principios y
valores esenciales del orden constitucional de la República Bolivariana de Venezuela y
pudiera conllevar a un caos institucional en el marco del sistema de justicia, al pretender
modificar la autonomía del Poder Judicial constitucionalmente previsto y el sistema
disciplinario instaurado legislativamente, así como también pretende la reincorporación
de los hoy ex jueces de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo por supuesta
parcialidad de la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Poder Judicial,
cuando la misma ha actuado durante varios años en miles de casos, procurando la
depuración del Poder Judicial en el marco de la actividad disciplinaria de los jueces.
Igualmente, el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos pretende
desconocer la firmeza de las decisiones de destitución que recayeron sobre los ex jueces
de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo que se deriva de la falta de
ejercicio de los recursos administrativos o judiciales, o de la declaratoria de
improcedencia de los recursos ejercidos por parte de las autoridades administrativas y
judiciales competentes.

En virtud de las consideraciones anteriores, esta Sala Constitucional declara


inejecutable el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de fecha 5 de
agosto de 2008, en la que se ordenó la reincorporación en el cargo de los ex-magistrados
de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo Ana María Ruggeri Cova, Perkins
Rocha Contreras y Juan Carlos Apitz B.; con fundamento en los artículos 7, 23, 25, 138,
156.32, el Capítulo III del Título V de la Constitución de la República y la
jurisprudencia parcialmente transcrita de las Salas Constitucional y Político
Administrativa. Así se decide.

Asimismo, con fundamento en el principio de colaboración de poderes (artículo


136 eiusdem), se insta a la Asamblea Nacional para que proceda a dictar el Código de
Ética del Juez y la Jueza Venezolanos, en los términos aludidos en la sentencia de esta
Sala Constitucional Nº 1048 del 18 de mayo de 2006. Así se declara.
Igualmente, con base en el mismo principio y de conformidad con lo dispuesto
en el artículo 78 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, se solicita al
Ejecutivo Nacional proceda a denunciar esta Convención, ante la evidente usurpación
de funciones en que ha incurrido la Corte Interamericana de los Derechos Humanos con
el fallo objeto de la presente decisión; y el hecho de que tal actuación se fundamenta
institucional y competencialmente en el aludido Tratado. Así se decide.

En relación a la omisión del Tribunal Supremo de Justicia en la designación de


los integrantes de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo, esta Sala
Constitucional, por notoriedad judicial, conoció de las decisiones de la Sala Plena del 29
de octubre y 3 de diciembre de 2008, mediante las cuales fueron designados los
ciudadanos Andrés Eloy Brito Denis, Enrique Sánchez y María Eugenia Mata, como
Magistrados Principales de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo.

DECISIÓN

Por lo expuesto, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala Constitucional,


administrando justicia en nombre de la República, por autoridad de la ley, declara:

1) INEJECUTABLE el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,


de fecha 5 de agosto de 2008, en el que se ordenó la reincorporación en el cargo de los
ex-magistrados de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo Ana María
Ruggeri Cova, Perkins Rocha Contreras y Juan Carlos Apitz B., se condenó a la
República Bolivariana de Venezuela al pago de cantidades de dinero y a las
publicaciones referidas al sistema disciplinario de los jueces.

2) Con fundamento en el principio de colaboración de poderes (artículo 136 de


la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela) y de conformidad con lo
dispuesto en el artículo 78 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, se
solicita al Ejecutivo Nacional proceda a denunciar este Tratado o Convención, ante la
evidente usurpación de funciones en que ha incurrido la Corte Interamericana de los
Derechos Humanos, con el fallo objeto de la presente decisión.

Notifíquese de la presente decisión al Ejecutivo Nacional, por intermedio del


Ministerio Popular para las Relaciones Exteriores.

Remítase copia de la presente decisión a la Corte Interamericana de Derechos


Humanos.

Publíquese y regístrese. Cúmplase lo ordenado.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional del


Tribunal Supremo de Justicia, a los 18 días del mes de diciembre de dos mil ocho.
Años: 198º de la Independencia y 149º de la Federación.

La Presidenta,

Luisa Estella Morales Lamuño

El Vicepresidente,
Francisco Antonio Carrasquero López

Jesús Eduardo Cabrera Romero

Magistrado

Pedro Rafael Rondón Haaz

Magistrado

Marcos Tulio Dugarte Padrón

Magistrado
Carmen Zuleta de Merchán

Magistrada

Arcadio Delgado Rosales

Magistrado-Ponente

El Secretario,

José Leonardo Requena

Exp. 08-1572

ADR

Quien suscribe, Magistrada Carmen Zuleta de Merchán, pese a estar conforme

plenamente con la declaratoria de inejecutabilidad del fallo de la Corte Interamericana


de Derechos Humanos de fecha 5 de agosto de 2008, se permite respetuosamente

disentir de lo resuelto por la mayoría sentenciadora cuando «…solicita al Ejecutivo

Nacional proceda a denunciar este Tratado o Convención [se refiere a la Convención

Americana sobre Derechos Humanos]. Ello, en función de la evidente usurpación de

funciones en que ha incurrido la Corte Interamericana de los Derechos Humanos…»,

ya que dicha decisión corresponde en exclusiva al Presidente o Presidenta de la

República, a tenor de lo dispuesto en el artículo 236.4 de la Constitución de la

República Bolivariana de Venezuela.

En efecto, a lo largo de nuestra historia republicana el Presidente o Presidente de

la República es jefe del Estado y del gobierno, y con base en esa condición tiene

asignado constitucionalmente la dirección de las relaciones internacionales, atribución

que le corresponde en exclusiva, pues ni siquiera exige el texto constitucional la

aprobación del gabinete ejecutivo, ya que la parte in fine del artículo 236 constitucional

mencionado, sólo exige que sea refrendado por el Vicepresidente Ejecutivo y por el

Ministro respectivo, es decir, por el Ministro del Poder Popular para las Relaciones

Exteriores.

El caso es que siendo la política exterior de la competencia exclusiva del

Presidente o Presidenta de la República no le es dado a ningún órgano del Poder Público

participar a priori sobre la pertinencia de la política exterior ni sobre la legalidad de la

actuación del jefe o jefa de Estado, ya que dicha actuación en materia de política

exterior tiene el carácter de acto de gobierno; ello sin perjuicio de que la Asamblea

Nacional, que es un órgano de origen popular, pueda de conformidad con el artículo 154

constitucional debatir sobre los asuntos que comprometan internacionalmente la

soberanía del Estado venezolano.


En cambio, en mi modesto criterio debió la mayoría sentenciadora por razones

de orden público constitucional, interpretar el alcance del artículo 152 del Texto

Fundamental inserto en el Capítulo IV, en el cual se define el carácter de las relaciones

internacionales de la República, ya que precisamente es esta la normativa que respalda

la dirección de la política exterior, cuya competencia -se insiste- es exclusiva del

Presidente o Presidenta de la República; y así, con dicha interpretación constitucional, y

con fundamento en el principio de colaboración de poderes, como la Sala codyuvaría a

ponderar la trascendencia para la República de la ejecutabilidad o inejecutabilidad de

los fallos de la Corte Interamericana, que de decidirlo el Presidente puede conducir a

denunciar la Convención; o a justificar el rechazo razonado de la sentencia del órgano

internacional ante la Plenaria de Plenipotenciarios de la Organización de Estados

Americanos (OEA), ya que ciertamente existen fundadas razones -como bien lo advierte

la mayoría sentenciadora- para demostrar que el fallo de la Corte Interamericana

adolece de graves vicios violatorios del orden público internacional, cuando no fue

estimada la defensa previa del Estado venezolano como lo es la falta de agotamiento de

los recursos de la jurisdicción interna, lo que era causal de inadmisibilidad a tenor de los

artículos 46.a y 47 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (1969). De

ello se infiere, que la Corte Interamericana estaba impedida de conocer la denuncia

efectuada por los ciudadanos Ana María Ruggeri Cova, Perkins Rocha Contreras y Juan

Carlos Apitz B. porque la norma internacional infringida era de obligatorio

cumplimiento por parte de la Corte Interamericana, y no admite excepción en el caso de

autos, ni siquiera bajo el precedente de retardo procesal injustificado que en similares

casos ha resuelto la Corte Interamericana estimada en más de diez años; lo que además,

sugiere un trato desigual para la República de Venezuela. En el caso de los ex

-magistrados venezolanos denunciantes que ocupó a la Corte Interamericana, una de


ellos no impugnó; y los otros dos, desistieron de los recursos ejercidos. No obstante

este impedimento de orden legal, el fallo de la Corte Interamericana incurre en una

intromisión indebida de los asuntos internos que ampara la soberanía nacional como lo

son; el gobierno y la administración del Poder Judicial, atribuido al Tribunal Supremo

de Justicia en el artículo 267 de la Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela.

De otra parte, considera también quien suscribe, que la mayoría sentenciadora,

lejos de instar a la Asamblea Nacional para que proceda a dictar el Código de Ética del

Juez y la Jueza venezolana en los términos aludidos en la sentencia de la Sala

Constitucional N° 1048 de fecha 18 de mayo de 2006, ha debido dejar en evidencia que

esta Sala Constitucional desde la sentencia No 1793 de fecha 19 de julio de 2005 había

asignado a la Comisión de Funcionamiento y Restructuración del Sistema Judicial la

tarea de realizar, ante el vacío normativo que produce la falta legislativa del Código de

Ética del Juez venezolano o Jueza Venezolana -un Proyecto de Código de Ética- previo

a la declaratoria de omisión legislativa en la sentencia N° 1048 de 18 de mayo de 2006,

y es en virtud de estos actos jurisdiccionales que la Asamblea debe proceder a la

promulgación del Código de Ética independientemente de la pretensión que a este

efecto manifiesta el fallo de la Corte Interamericana cuya inejecutabilidad ha sido

declarada.

Queda expresado en los términos expuestos el criterio de quien suscribe.

La Presidenta,
Luisa Estella Morales Lamuño

El Vicepresidente,

Francisco Antonio Carrasquero López

Jesús Eduardo Cabrera Romero

Magistrado

Pedro Rafael Rondón Haaz

Magistrado

Marcos Tulio Dugarte Padrón

Magistrado

Carmen Zuleta de Merchán

Magistrada Concurrente
Arcadio Delgado Rosales

Magistrado

El Secretario,

José Leonardo Requena Cabello

V. Exp.- 08-1572

CZdeM

El Magistrado Pedro Rafael Rondón Haaz manifiesta su disentimiento


del fallo que antecede, razón por la cual, de conformidad con el artículo 20 de la Ley
Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, expresa su voto salvado en los siguientes
términos:

1. LEGITIMACIÓN.

La sentencia parece confundir la personalidad jurídica de la República


con la de sus representantes judiciales cuando afirma que “… los recurrentes están en
una situación jurídica concreta como representantes judiciales de la República
Bolivariana de Venezuela frente a una posible condena patrimonial, por lo que la
determinación que haga esta Sala acerca de la pertinencia y/o extensión que debe
darse al contenido y forma de ejecuión de un fallo de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, es de su interés aunque no pretendan que se declare un derecho a
su favor, …”.
Conviene, por tanto, la precisión de que se comparte la existencia de
legitimación en cabeza de la República Bolivariana de Venezuela –y no de sus
abogados- para la solicitud de resolución de una de las controversias a que se refiere el
artículo 5.23 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia.

3. DECLARATORIA DE MERO DERECHO.

Por lo que respecta a la declaratoria de mero derecho, por una parte,


resulta difícil imaginar una pretensión como la que se resolvió que no lo sea. Por otro
lado, la mayoría sentenciadora la pronunció como justificación para la eliminación de
una audiencia cuya realización es potestativa y para la omisión de las notificaciones
necesarias, “en razón de la inminente ejecución de la decisión”.

En criterio del disidente, en el caso de autos, la celebración de una


audiencia se imponía en virtud de que, pese a que es un asunto de mero derecho, no sólo
involucra el interés patrimonial de la República, en tanto que fue condenada a
prestaciones dinerarias en la sentencia cuya ejecución es el objeto de la interpretación
sino, como es obvio, el de los beneficiarios de dicha condena cuyo derecho a ser oídos
fue desconocido y, como declaró el mismo veredicto que antecede, el interés general,
cuya protección compete al Ministerio Público y a la Defensoría del Pueblo, dentro del
ámbito de las atribuciones de cada uno. Además, llama la atención la alusión a la
“inminente ejecución” como motivo de urgencia porque, para la fecha de la decisión,
todavía restan casi dos meses del lapso que, para el cumplimiento, fijó la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, tiempo suficiente para la tramitación de la
pretensión de la República a través de un proceso que garantizase la participación de
todos los interesados y la protección de todos los intereses que estaban involucrados en
este pronunciamiento.

4. LA “INEJECUTABILIDAD” DE LA SENTENCIA DE LA
CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS DE 5 DE AGOSTO DE
2008.

Con la finalidad de “determinar el alcance del fallo del 5 de agosto de


2008 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y su obligatoriedad”, la
mayoría empezó por la delimitación del alcance de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos a la luz del artículo 23 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, con alusión a su rango constitucional –por oposición a
“supraconstitucional”-, a su carácter “complementario” del derecho interno y sometido
a una interpretación “conforme con el proyecto político de la Constitución”, junto con
la puntualización de que, en caso de contradicción con ésta, “deben prevalecer las
normas constitucionales que privilegien los intereses colectivos (…) sobre los intereses
particulares”.

Además de la debida ratificación del criterio discrepante de quien,


también en esta oportunidad, se ve en la necesidad de dejar constancia de su desacuerdo
con la opinión mayoritaria en relación con el criterio anterior (cfr. v.s. a la s. S.C. n.°
1265/2008), resulta imperativo que se ponga de relieve que el acto jurisdiccional que
antecede no estableció cómo entrarían en contradicción el fallo y/o la Convención con
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela o con el proyecto político que
ésta albergaría o con los intereses colectivos. En efecto, la lectura del veredicto en
cuestión revela que, en criterio de la Sala Constitucional, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos habría intervenido en el gobierno y administración judicial, que
corresponden, exclusivamente, al Tribunal Supremo de Justicia, en forma “inadmisible”,
de modo que la ejecución de su sentencia de 5 de agosto de 2008, “afectaría principios
y valores esenciales del orden constitucional” y “pudiera conllevar a un caos
institucional en el marco del sistema de justicia, al pretender modificar la autonomía
del Poder Judicial constitucionalmente previsto y el sistema disciplinario instaurado
legislativamente”; además de que dicho acto decisorio “pretende desconocer la firmeza
de las decisiones de destitución que recayeron sobre los ex jueces de la Corte Primera
de lo Contencioso Administrativo que se deriva de la falta de ejercicio de los recursos
administrativos o judiciales, o de la declaratoria de improcedencia de los recursos
ejercidos por parte de las autoridades administrativas y judiciales competentes.” Según
la Sala, tales circunstancias harían inejecutable el acto de juzgamiento interamericano
en cuestión, decisión de aquélla que tiene por fundamento los artículos 7, 23, 25, 138,
156.32 y el Capítulo III del Título V de la Constitución de la República y varios
pronunciamientos de la Sala Constitucional y de la Sala Político-Administrativa del
Tribunal Supremo de Justicia.
No explicó la mayoría la relación entre los hechos que estableció y las
normas que enunció ni entre éstas y un determinado “proyecto político” o el “interés
colectivo” frente a los intereses de los particulares beneficiarios de la sentencia cuya
inejecutabilidad declaró. Esa inmotivación vicia, per se, el veredicto del que se discrepa
pero, adicionalmente, las supuestas causas que imposibilitarían la ejecución no existen,
como se razonará a continuación. Por el contrario, la propia Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela imponía su cumplimiento.

5. EL DEBER DE CUMPLIMIENTO, POR PARTE DE ESTADO


VENEZOLANO, DE LA SENTENCIA DE LA CORTE INTERAMERICANA DE
DERECHOS HUMANOS DE 5 DE AGOSTO DE 2008.

El artículo 7 constitucional preceptúa que la Constitución es la norma


suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico; el artículo 23 de esa “norma
suprema”, en el contexto del caso concreto, determina el rango constitucional de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos; según el artículo 30, el Estado tiene
la obligación de indemnizar integralmente a las víctimas de violaciones de los derechos
humanos que le sean imputables, lo que incluye la reparación de daños y perjuicios y
deberá adoptar la medidas legislativas y de otra naturaleza que hagan efectivas esas
indemnizaciones; como corolario, el artículo 31 eiusdem declara el derecho de toda
persona, en los términos establecidos por los tratados, pactos y convenciones sobre
derechos humanos ratificados por la República, a dirigir peticiones ante los órganos
internacionales que hayan sido creados para tales fines, con el objeto de solicitar el
amparo a sus derechos humanos, para lo cual, el Estado “adoptará, conforme a
procedimientos establecidos en esta Constitución y en la ley, las medidas que sean
necesarias para dar cumplimiento a las decisiones emanadas de los órganos
internacionales previstos en este artículo.”

Por su parte, el artículo 25 del Texto Magno determina la nulidad de todo


acto del Poder Público que viole o menoscabe los derechos que él garantiza, mientras
que el 138 hace lo propio respecto de los actos de la “autoridad usurpada”. El artículo
156.32 se contrae a la atribución de competencia al Poder Público Nacional para que
legisle en distintas materias (infiere el disidente, a falta de razonamiento alguno al
respecto por parte del fallo anterior, que la Sala tomó en cuenta la que se refiere a la
organización y funcionamiento de los órganos de ese poder público) y el Capítulo III del
Título V de la Constitución se dedica a la regulación del Poder Judicial y del Sistema de
Justicia.

5.1 En opinión de quien rinde este voto salvado, los preceptos 7 y 23


de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que fueron mencionados
como fundamento de la decisión que se rechaza, por el contario, junto con los artículos
30 y 31 eiusdem, imponían la ejecución del veredicto interamericano. El primero, en
cuanto refuerza la ineludible imperatividad del resto de las normas constitucionales; el
segundo, en cuanto da el rango y fuerza de tales normas al tratado que recogió los
derechos humanos cuya violación determinó la Corte Interamericana de Derechos
Humanos en ejercicio de competencias y mediante procesos que la República aceptó a
través de los medios internacionales idóneos; y los últimos –que la mayoría no recogió-,
en tanto imponen al Estado la obligación de indemnización a las víctimas de violación a
sus derechos humanos, precisamente la condición que se reconoció a quienes ejercieron
el derecho que les atribuyó el artículo 31 de solicitar el amparo a tales derechos ante un
organismo internacional que fue creado para tal fin y el deber de adopción de las
medidas necesarias para el cumplimiento con decisiones como la que obtuvieron éstos a
su favor, todo lo contrario de lo que se hizo a través del acto jurisdiccional anterior.

5.2 En cambio, no aprecia el disidente la aplicabilidad al caso


concreto de los artículos 25 y138 constitucionales en virtud de que, en primer lugar, la
Corte Interamericana de Derechos Humanos no hace parte del Poder Público
venezolano y, como se razonará infra, no usurpó la autoridad de ningún órgano de dicho
poder y no infringió ni la potestad legislativa a que se contrae el artículo 156.32 ni la
organización del Poder Judicial que concibió el Capítulo III del Título V de la
Constitución; por el contrario, se expresó acerca de la ausencia de algunas
características que, a tenor de varias de las normas de ese capítulo, deberían presentar
nuestro Poder Judicial y nuestro régimen disciplinario judicial (p.e., arts. 255 –ingreso
por concurso a la carrera judicial- y 267 –jurisdicción disciplinaria judicial a cargo de
tribunales disciplinarios y régimen disciplinario garantista y fundamentado en el Código
de Ética del juez o jueza venezolanos).

5.3 La Sala no ofreció razonamiento alguno según el cual las normas


interamericanas, de rango constitucional en el derecho interno, que fueron aplicadas por
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, contuviesen reglas menos favorables a
las de la Constitución o las leyes venezolanas (Cfr. artículo 23 constitucional).

6. LAS CAUSAS QUE IMPOSIBILITARÍAN LA EJECUCIÓN DE


LA SENTENCIA DE LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS
DE 5 DE AGOSTO DE 2008 NO EXISTEN.

6.1 La Corte Interamericana de Derechos Humanos no “dictó pautas


de carácter obligatorio sobre gobierno y administración del Poder Judicial” ni
estableció “directrices para el Poder Legislativo” en forma que sea violatoria de la
“soberanía del Estado venezolano en la organización de los poderes públicos y en la
selección de sus funcionarios” o constituya una intervención inaceptable en el gobierno
y administración judicial.

La mayoría sentenciadora no especificó cuáles fueron esas pautas y


directrices invasoras de la soberanía nacional, por lo que se impone la lectura de la
sentencia “inejecutable” para su identificación.

El dispositivo del fallo en cuestión, reza:

PUNTOS RESOLUTIVOS

267. Por tanto,


LA CORTE
DECIDE,
por unanimidad:
1. Desestimar la excepción preliminar interpuesta por el Estado, en los
términos del párrafo 24 de la presente Sentencia.
DECLARA,
por unanimidad, que:
2. El Estado no violó el derecho de los señores Juan Carlos Apitz Barbera
y Perkins Rocha Contreras y de la señora Ana María Ruggeri Cova a ser
juzgados por un tribunal competente, conforme a los párrafos 47 a 53 de
esta Sentencia.
3. El Estado no garantizó el derecho de los señores Juan Carlos Apitz
Barbera y Perkins Rocha Contreras y de la señora Ana María Ruggeri
Cova a ser juzgados por un tribunal imparcial, lo que constituye una
violación del artículo 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con las obligaciones generales consagradas en los
artículos 1.1 y 2 de la misma, conforme a los párrafos 54 a 67 de esta
Sentencia.
4. El Estado no violó el artículo 8.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos al no oír a los señores Juan Carlos Apitz Barbera y
Perkins Rocha Contreras y a la señora Ana María Ruggeri Cova en el
proceso de avocamiento ante la Sala Político Administrativa del Tribunal
Supremo de Justicia, y al no oír en audiencia pública a los señores Juan
Carlos Apitz Barbera y Perkins Rocha Contreras en los recursos
interpuestos, conforme a los párrafos 68 a 76 de este fallo.
5. El Estado incumplió con el deber de motivación derivado de las
debidas garantías del artículo 8.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en
perjuicio de los señores Juan Carlos Apitz Barbera y Perkins Rocha
Contreras y de la señora Ana María Ruggeri Cova, conforme a los
párrafos 77 a 94 de esta Sentencia.
6. No ha quedado establecido que el Poder Judicial en su conjunto
carezca de independencia, conforme a lo expuesto en los párrafos 96 a
108 de esta Sentencia.
7. El Estado violó el derecho de los señores Juan Carlos Apitz Barbera y
Perkins Rocha Contreras y de la señora Ana María Ruggeri Cova a ser
juzgados por un tribunal independiente, conforme al artículo 8.1 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con las
obligaciones generales consagradas en los artículos 1.1 y 2 de la misma,
por las razones expuestas en los párrafos 109 a 148 de esta Sentencia.
8. El Estado violó el derecho a ser oído dentro de un plazo razonable,
consagrado en el artículo 8.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en
perjuicio de los señores Juan Carlos Apitz Barbera y Perkins Rocha
Contreras, conforme a los párrafos 157 a 161 y 172 a 181 de esta
Sentencia.
9. El Estado violó el derecho a un recurso sencillo, rápido y efectivo,
consagrado en el artículo 25.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en
perjuicio de los señores Juan Carlos Apitz Barbera y Perkins Rocha
Contreras, conforme a los párrafos 150 a 156 y 171 de esta Sentencia.
10. El Estado no violó el derecho de la señora Ana María Ruggeri Cova a
la protección judicial, consagrado en el artículo 25.1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, por lo expuesto en los párrafos 182
a 185 de esta Sentencia.
11. El Estado no violó el derecho de los señores Juan Carlos Apitz
Barbera y Perkins Rocha Contreras y de la señora Ana María Ruggeri
Cova a la igualdad ante la ley, consagrado en el artículo 24 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, conforme a los
párrafos 190 a 200 de esta Sentencia.
12. El Estado no violó el derecho de los señores Juan Carlos Apitz
Barbera y Perkins Rocha Contreras y de la señora Ana María Ruggeri
Cova a tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las
funciones públicas, consagrado en el artículo 23.1.c) de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, conforme a los párrafos 201 a 207
de esta Sentencia.
13. El Estado no violó la cláusula general de no discriminación contenida
en el artículo 1.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
en relación con el derecho sustantivo a ser oído dentro de un plazo
razonable consagrado en el artículo 8.1 de dicho tratado, conforme a los
párrafos 208 a 215 de esta Sentencia.
14. No es procedente la alegada violación del artículo 29.c) y 29.d) de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el
artículo 3 de la Carta Democrática Interamericana, conforme a los
párrafos 216 a 223 de esta Sentencia.
15. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación.
Y DISPONE:
por unanimidad que:
16. El Estado debe realizar los pagos de las cantidades establecidas en la
presente Sentencia por concepto de daño material, inmaterial y reintegro
de costas y gastos dentro del plazo de un año a partir de la notificación de
la presente Sentencia, en los términos de los párrafos 236, 242 y 260 de
la misma.
17. El Estado debe reintegrar al Poder Judicial a los señores Juan Carlos
Apitz Barbera y Perkins Rocha Contreras y a la señora Ana María
Ruggeri Cova, si éstos así lo desean, en un cargo que tenga las
remuneraciones, beneficios sociales y rango equiparables a los que les
correspondería el día hoy si no hubieran sido destituidos.
Si por motivos fundados, ajenos a la voluntad de las víctimas, el Estado
no pudiese reincorporarlas al Poder Judicial en el plazo de seis meses a
partir de la notificación de la presente Sentencia, deberá pagar a cada una
de las víctimas la cantidad establecida en el párrafo 246 de esta
Sentencia.
18. El Estado debe realizar las publicaciones señaladas en el párrafo 249
de esta Sentencia, en el plazo de seis meses a partir de la notificación de
la misma.
19. El Estado debe adoptar dentro del plazo de un año a partir de la
notificación de la presente Sentencia las medidas necesarias para la
aprobación del Código de Ética del Juez y la Jueza Venezolanos, de
conformidad con lo expuesto en el párrafo 253 de esta Sentencia.
20. Supervisará la ejecución íntegra de esta Sentencia y dará por
concluido el presente caso una vez que el Estado haya dado cabal
cumplimiento a lo dispuesto en la misma. Dentro del plazo de seis meses
a partir de la notificación de esta Sentencia, el Estado deberá rendir a la
Corte un informe sobre las medidas adoptadas para darle cumplimiento.
(Subrayado añadido).

Salvo la disposición n.° 19, las órdenes que la Corte Interamericana de


Derechos Humanos dio al Estado venezolano se contraen a la situación jurídica concreta
de las víctimas, a favor de quienes se limitó a ordenar una indemnización por la
violación a sus derechos, y en nada se refieren a “pautas” o “directrices” de obligatorio
cumplimiento que guarden relación con el gobierno y administración del Poder Judicial
interno. En cuanto a esa disposición, el párrafo 253 del veredicto declaró que:

253. Como se estableció anteriormente, en el año 2006 la Sala


Constitucional del TSJ declaró la “inconstitucionalidad por omisión
legislativa de la Asamblea Nacional […] con motivo del procedimiento
legislativo iniciado para sancionar el denominado Proyecto de Código de
Ética y Disciplina del Juez Venezolano o Jueza Venezolana, elaborado
por dicha instancia legislativa en el año 2003, que no fuera finalmente
promulgado”. Teniendo en cuenta que el propio Poder Judicial
venezolano ha considerado que es imprescindible que se emita el Código
de Ética, considerando que el régimen transitorio se ha extendido por
más de 9 años, y en vista de las violaciones declaradas al artículo 2 de la
Convención, esta Corte dispone que el Estado debe adoptar dentro del
plazo de un año a partir de la notificación de la presente Sentencia las
medidas necesarias para la aprobación del Código de Ética.
Esta normativa deberá garantizar tanto la imparcialidad del órgano
disciplinario, permitiendo, inter alia, que sus miembros puedan ser
recusados, como su independencia, regulando un adecuado proceso de
nombramiento de sus integrantes y asegurando su estabilidad en el cargo.

Se refiere la Corte a la sentencia de esta Sala n.° 1048/2006 en la que se


dispuso –en cuanto es relevante en esta oportunidad- que:

(…).

2.- Declara la inconstitucionalidad por omisión legislativa de la


Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, con
motivo del procedimiento legislativo iniciado para sancionar el
denominado Proyecto de Código de Ética y Disciplina del Juez
Venezolano o Jueza Venezolana, elaborado por dicha instancia legislativa
en el año 2003, que no fuera finalmente promulgado.

3. Fija un período de un año para que la Asamblea Nacional realice las


consultas necesarias con todos los sectores del país, dada la trascendencia
de la materia ético-judicial y así se de efectivo cumplimiento al espíritu
del artículo 211 constitucional. Durante ese año la Comisión de
Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial dará la mayor
difusión posible a los temas relacionados con la Disciplina Judicial, a los
fines de informar a la comunidad y a las instituciones del Estado, así
como a todos los sectores públicos o privados sobre el desempeño de la
comisión y los alcances que supone la denominada Jurisdicción
Disciplinaria.

4.- Exhorta a la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del


Sistema Judicial prestar toda su asesoría y cooperación a la Asamblea
Nacional con el fin de desarrollar en armonía el trabajo legislativo que
permita la sanción y puesta en vigencia del futuro código disciplinario
judicial, dentro del espíritu que prevé el artículo 136 constitucional de
colaboración entre los órganos del Poder Público.

5. Exhorta a la Asamblea Nacional considerar debidamente el


Anteproyecto de Código de Ética del Juez y Jueza Venezolanos,
elaborado por la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del
Sistema Judicial.

(…)

Así, nada añadió la Corte Interamericana de Derechos Humanos –salvo


un lapso mayor al ya vencido infructuosamente que había otorgado la Sala
Constitucional- respecto al deber de la Asamblea Nacional de que apruebe el Código de
Ética a que se refiere el artículo 267 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela; por otra parte, las garantías que, según la Corte, deberá ofrecer la normativa
que sigue pendiente de que sea dictada –mucho después del año que fijó a la Asamblea
Nacional la disposición transitoria cuarta, cardinal 5, de la Constitución de 1999-, las
impone el propio texto constitucional cuando garantiza los derechos al juez natural, al
debido proceso y a la estabilidad de los jueces, de modo que nada agrega al
ordenamiento jurídico interno.

Resulta pertinente el señalamiento de que el anteproyecto de Código de


Ética que presentó este Tribunal Supremo de Justicia a la Asamblea Nacional recogió –y
no podría haber sido de otra manera- las garantías a que hizo referencia la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, como puede comprobarse con su lectura en el
sitio web del Máximo Tribunal en la dirección electrónica:

http://www.tsj.gov.ve/informacion/miscelaneas/proyecto_codigo_etica.html#proyecto.

También surge de la simple lectura de las disposiciones que fueron


trascritas supra que las mismas están, en un todo, conformes con lo que preceptúan la
Constitución y las leyes y no violan los derechos humanos de grupos o personas dentro
del país ni producen distensión alguna de la soberanía nacional, en los términos de la
sentencia de la Sala Constitucional n.° 1942/2003 que fue invocada por la decisión
mayoritaria.

6.2 En opinión de la que se difiere, el veredicto que precede declaró


que “el fallo de la Corte Interamericana equipara en forma absoluta los derechos de
los jueces titulares y los provisorios, lo cual es absolutamente inaceptable y contrario a
derecho”, aserto que se fundamentó en distintas sentencias de la Sala Político-
Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia. Tal afirmación no se corresponde con
el fallo a que se refiere.

Lo que la Corte planteó fue la necesidad de “determinar si los Estados


deben ofrecer a los jueces provisorios un procedimiento de remoción igual o similar al
ofrecido a los jueces titulares”. (Cfr. párrafos 42 y ss). Al efecto observó que “… los
Estados están obligados a asegurar que los jueces provisorios sean independientes y,
por ello, debe otorgarles cierto tipo de estabilidad y permanencia en el cargo, puesto
que la provisionalidad no equivale a libre remoción. En efecto, el Comité de Derechos
Humanos de Naciones Unidas expresó que la destitución de jueces por el Poder
Ejecutivo antes de la expiración del mandato para el que fueron nombrados, sin que se
les dé razón concreta alguna y sin que dispongan de una protección judicial efectiva
para impugnar la destitución, es incompatible con la independencia judicial.”

Independientemente de la opinión que merezca una y otra tesis


(estabilidad o libre remoción de los jueces provisorios, la primera de las cuales fue
sostenida por largo tiempo por la Sala Político-Administrativa de la Corte Suprema de
Justicia a partir de la sentencia líder “Arnoldo Echegaray”), las opiniones de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos al respecto (que coinciden con la de las Naciones
Unidas y la del Consejo de Europa, según se expresó en el acto jurisdiccional
interamericano que se examina) no hacen parte del dispositivo; es decir, no se ordenó al
Estado venezolano que equiparase a las dos categorías de jueces; por el contrario, la
Corte determinó que el Estado venezolano ofreció a los ex jueces de la Corte Primera de
lo Contencioso Administrativo, que eran jueces provisorios, un proceso ante la
Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Poder Judicial previo a su
destitución.

6.3 El acto jurisdiccional del que se aparta el salvante declaró que “la
sentencia cuestionada pretende desconocer la firmeza de decisiones administrativas y
judiciales que han adquirido la fuerza de la cosa juzgada, al ordenar la
reincorporación de los jueces destituidos”, cosa juzgada que no puede desconocerse
“pues ello iría en contra de uno de los valores esenciales del sistema de justicia
venezolano, como lo es la seguridad jurídica.”

Tal conclusión revela, a lo menos, un desconocimiento del proceso de


protección de los derechos humanos que se lleva a cabo ante los organismos
interamericanos ad hoc, que no es propio del Tribunal Constitucional de un país
signatario de la Convención Americana sobre Derechos Humanos desde 1977, en tanto
que la obligatoriedad de agotamiento de los recursos internos (en la forma que ha sido
determinada por la jurisprudencia de la Corte Interamericana) impone la existencia de
decisiones administrativas y judiciales internas definitivamente firmes (o la
imposibilidad de su obtención, en ciertos casos) como condición de admisibilidad de la
demanda ante el tribunal interamericano. De hecho, en el caso que se examina, el
Estado demandado alegó, como excepción preliminar, la falta de agotamiento de las
vías internas, defensa que fue desestimada por extemporánea.

En consecuencia, el sistema al que el Estado se sometió voluntariamente


cuando suscribió la Convención y aceptó la jurisdicción de la Corte, determina que, en
principio, sea indispensable la previa existencia de cosa juzgada en el derecho interno
para que se tenga acceso a esa jurisdicción; acceso que garantiza, a texto expreso, el
artículo 31 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

En todo caso, la Corte Interamericana de Derechos Humanos no revocó


ni anuló, ni declaró la anulabilidad, ni ordenó que se anulase o revocase por algún
tribunal venezolano una sentencia revestida de cosa juzgada por el derecho interno. Lo
que determinó, dentro de la esfera de su competencia, es que el Estado venezolano, a
través de distintas decisiones y omisiones, violó varios de los derechos humanos que la
Convención americana reconoce a los nacionales de uno de sus Estados miembros y
estableció las formas de reparación de esa violación, mediante la obligación (de hacer)
de reincorporación de los ex jueces a los cargos que desempeñaban o a otros
equivalentes o mediante la obligación (de dar) de pagarles determinado monto a modo
de cumplimiento por equivalente.

7. Con fundamento en las consideraciones anteriores, el salvante


discrepa de la conclusión mayoritaria según la cual “… la ejecución de la sentencia de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos del 5 de agosto de 2008, afectaría
principios y valores esenciales del orden constitucional de la República Bolivariana de
Venezuela y pudiera conllevar a un caos institucional en el marco del sistema de
justicia, al pretender modificar la autonomía del Poder Judicial constitucionalmente
previsto y el sistema disciplinario instaurado legislativamente, así como pretende la
reincorporación de los hoy ex jueces de la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo por supuesta parcialidad de la Comisión de Funcionamiento y
Reestructuración del Poder Judicial, (…). Igualmente, el fallo (…) pretende desconocer
la firmeza de las decisiones de destitución que recayeron sobre los ex jueces…”. Valga
el señalamiento adicional de que la Corte no declaró la parcialidad de la Comisión que
se mencionó: Su decisión al respecto fue del siguiente tenor:

147. (…), el Tribunal constata que el propio Poder Judicial venezolano


ha condenado la omisión legislativa en la adopción del Código de Ética.
Dicha omisión ha influido en el presente caso, puesto que las víctimas
fueron juzgadas por un órgano excepcional que no tiene una estabilidad
definida y cuyos miembros pueden ser nombrados o removidos sin
procedimientos previamente establecidos y a la sola discreción del TSJ.
En definitiva, si bien en este caso no ha quedado demostrado que la
CFRSJ haya actuado en desviación de poder, directamente presionada
por el Ejecutivo para destituir a las víctimas, el Tribunal concluye que,
debido a la libre remoción de los miembros de la CFRSJ, no existieron
las debidas garantías para asegurar que las presiones que se realizaban
sobre la Corte Primera no influenciaran las decisiones del órgano
disciplinario.
148. Por todo lo anterior, el Tribunal declara que el Estado violó el
derecho de los señores Apitz, Rocha y Ruggeri a ser juzgados por un
tribunal con suficientes garantías de independencia, lo que constituye
una vulneración del artículo 8.1 de la Convención, en relación con los
artículos 1.1 y 2 de la misma.

8. Llama la atención la exhortación que se hizo a la Asamblea


Nacional “para que proceda a dictar el Código de Ética del Juez y la Jueza
Venezolanos, en los términos aludidos en la sentencia de esta Sala Constitucional N°
1048 del 18 de mayo de 2006”, por dos razones: la primera, porque ante el evidente
desacato de la Asamblea Nacional el fallo en cuestión que, como fue trascrito, concedió
un año para que se remediara una omisión legislativa en que incurrió desde diciembre
de 2000 (ex Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela), lo que corresponde es la ejecución del acto de juzgamiento y
no que se “inste” al órgano remiso y, la segunda, porque se declaró la inejecutabilidad
de la sentencia interamericana, entre otras cosas, porque ordenó el cumplimiento con la
obligación que dispone la misma decisión.

9. Con especial énfasis, por último, se aparta quien disiente de la


solicitud al Ejecutivo Nacional de que “proceda a denunciar” la Convención
Americana sobre Derechos Humanos “en función de la evidente usurpación de
funciones en que ha incurrido la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con el
fallo objeto de la presente decisión.”

Más allá de que no se comparte la existencia de una evidente usurpación


de funciones por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, se hace un
flaco servicio al Estado cuando se le coloca en incumplimiento con sus obligaciones
nacionales (artículos 30 y 31 de la Constitución) e internacionales (artículo 68 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos) en materia tan sensible como los
derechos humanos que, paradójicamente, gozan de una protección ejemplar en nuestra
Constitución, cuyo texto se reduce a eso, sólo un texto, cuando se le desconoce.

Por otra parte, resulta desconcertante que la sentencia reconozca la


vigencia de la Convención y su rango constitucional dentro del derecho interno; la
diferencia entre ese tratado y los informes, opiniones y decisiones que se dicten con
ocasión de su aplicación; que declare que “no se trata de interpretar el contenido y
alcance de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ni de
desconocer el tratado válidamente suscrito por la República que la sustenta o eludir el
compromiso de ejecutar las decisiones según lo dispone el artículo 68 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos” y, en el mismo veredicto, los mismos
sentenciadores estimen que debe denunciarse la Convención a causa de un supuesto
exceso, no del acuerdo multilateral en sí, sino de un acto distinto.

En este sentido, resalta que la Sala Constitucional en ningún momento se


planteó la conformidad a derecho o no de las conclusiones de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos acerca de la violación a los derechos humanos de los ex jueces de la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, derechos todos que, además de la
Convención, recoge nuestra Carta Magna (derecho a la motivación de las decisiones –
art. 49.1-, al juzgamiento por un tribunal independiente –art. 49.4-, a ser oído en un
plazo razonable –art. 49.3-, a un remedio judicial sencillo, rápido y efectivo -art. 27-).

En todo caso, la solicitud que se hizo al Ejecutivo Nacional -sin


motivación alguna que concierna, per se, a la Convención a que se contrae- dista mucho
de la colaboración entre los poderes públicos a que alude el artículo 136 de la
Constitución y constituye, en cambio, una indeseable injerencia en sus funciones
propias, en lo que a las relaciones internacionales se refiere.
10. En criterio de quien rinde esta opinión, la solicitud de la
República que encabeza estas actuaciones ha debido ser resuelta en el sentido de que, de
conformidad con los artículos 23, 30 y 31 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela y el artículo 68 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, el Estado venezolano está en el deber de cumplir a cabalidad con la sentencia
del 5 de agosto de 2008 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuyas
disposiciones se compadecen en un todo con el Derecho Constitucional interno.

Queda así expuesto el criterio del Magistrado disidente.

Fecha retro.

La Presidenta,
LUISA ESTELLA MORALES LAMUÑO

El Vicepresidente,

FRANCISCO ANTONIO CARRASQUERO LÓPEZ

Los Magistrados,

JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO

PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ

Disidente

MARCOS TULIO DUGARTE PADRÓN


CARMEN ZULETA DE MERCHÁN

ARCADIO DE JESÚS DELGADO ROSALES

El Secretario,

JOSÉ LEONARDO REQUENA CABELLO

PRRH.sn.ar

Exp. 08-1572

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