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Álvaro
El Govern
se manifiesta
A
pesar de pensar lo que pienso, a
veces no tengo más remedio
que dar gracias por el hecho de
que Catalunya sea sólo una co-
munidad autónoma del Reino de España.
Que el Govern de la Generalitat no sea el
Ejecutivo de un país independiente del
que se espera un papel en el concierto in-
ternacional tiene sus ventajas, principal-
mente la reducción del ridículo y del es-
perpento públicos a una dimensión más o
menos soportable. A veces, y contra mis
propias ideas, me alegro de que la adminis-
tración catalana y demasiados de sus go-
bernantes no pasen de ser figuras de un
pesebre marciano ubicado en la periferia
de la periferia, casi tanto como esa Galicia
dócil de Pérez Touriño, que Zapatero nos
pone como modelo. Al contemplar la ima-
gen de Joan Saura, conseller de Interior,
participando en la manifestación del pasa-
do sábado en Barcelona, la misma donde
un encapuchado exhibió una pistola (me
da igual si era real o de juguete), supe que
todavía no hemos tocado fondo. La fun-
ción de circo continúa.
El actual Govern de la Generalitat cuen-
ta con consellers responsables y prepara-
dos que tienen sentido de país y del cargo,
como Nadal (que ayer intentó introducir
racionalidad en las prohibiciones de la ve-
locidad por carretera), Tura, Maragall,
Tresserras o Castells. Pero, desgraciada-
mente, el tripartito también alimenta fenó-
menos como Saura. Todo el mundo tiene
derecho a manifestarse en democracia, pe-
ro los ministros de un Gabinete lo hacen
en contadas ocasiones. ¿Por qué Saura no
trató la reciente manifestación de supues-
to apoyo al pueblo palestino igual como
trató la manifestación que tuvo lugar en la
capital catalana el 1 de diciembre del 2007
sobre el déficit de infraestructuras? Al