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1 PROTOHISTORIA
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”, comienza diciendo el Génesis,
libro primero de Moisés, quien relató el origen del pueblo judío, y, con él, el
origen (“génesis”) de la Humanidad.
Y en la mañana y la tarde del sexto de esos días, Dios dijo “Hagamos al hombre
a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…”, creó a Adán (“primer
hombre”) y a Eva (“primera mujer”), los bendijo, les ordenó fructificar y
multiplicarse, y sojuzgar la tierra. Así, según la Biblia, aparece el ser humano en
este planeta.
Caín mató a Abel por una cuestión de celos, pues Jehová miró con agrado la
ofrenda del pastor pero no la del labrador. Entonces Jehová lo maldijo
diciéndole que ya la tierra no le iba a dar sus frutos, y que debería irse
transformándose en un nómada, errante y extranjero, aunque lo protegió de que
alguien pudiera matarlo cuando lo encontrara.
Entonces Caín se marchó a la tierra de Nod, al este del paraíso, donde conoció a
una mujer con la que tuvo un hijo, Enoc. Edificó una ciudad a la que llamó con
el nombre de su hijo.
Pero Adán y Eva habían tenido un tercer hijo, Set (“reemplazo”), a quien
llamaron así porque había venido a sustituir al Abel asesinado. Set fue padre de
Enós, quien fue padre de Cainán, quien fue padre de Mahalaleel, quien fue padre
de Jared, quien fue padre de Enoc, quien fue padre de Matusalén, el que, según
Moisés, llegó a vivir 969 años, y fue el abuelo de Noé. Era la séptima generación
después de Adán, en la línea de Set. Enoc fue el primero que, según la Biblia,
“fue llevado por Dios”, es decir, que “desapareció”, no aclarando Moisés cómo
fue que ocurrió.
Luego Matusalén fue padre de Lamec, el padre de Noé. El nombre Noé significa
algo así como “consuelo” o “descanso”, nombre que Lamec le puso por
entender que iba a ser quien aliviara a la familia de tanto trabajar con esfuerzo la
tierra que Jehová había maldecido. Noé tuvo como hijos a Sem, a Cam y a Jafet.
para sí. También expresa que los hijos de Dios tuvieron con las hijas de los
hombres unos descendientes muy especiales, muy valientes y que lograron ser
varones de renombre. Y también cuenta el Génesis que por los tiempos de Noé
había gigantes en la tierra.
Por estos tiempos, ya había visto Jehová que el hombre que había creado no era
fácil de llevar, por lo que decidió acortar la existencia humana a solamente 120
años. Pero vio también que la maldad de los hombres era mucha, pues en sus
corazones predominaba el mal sobre el bien. Diez generaciones de seres
humanos habían ocupado la tierra, tomando a Adán como primera generación, y
Jehová estaba arrepentido de haber creado animales y hombres, y decidió
destruir todo.
Sin embargo, vio que Noé era un hombre justo y creyó oportuno salvarlo, y
salvar a su familia. Le indicó que debía construir un arca, y le dio sus medidas y
características, avisándole que iba a inundar la tierra. Allí debería instalarse él,
sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos. Y debía ingresar en al arca
machos y hembras de cada especie animal, siete parejas de cada animal limpio,
una sola pareja de cada animal no limpio. Y, por supuesto, cargar los víveres
necesarios para el mantenimiento de todos.
Noé ya tenía cumplidos 600 años cuando cayó el diluvio que duró 40 días y 40
noches. El agua cubrió todo, hasta los montes más altos, y todos los seres
vivientes que habitaban la tierra murieron, salvo Noé, su familia, y los animales
que había subido al arca.
Hubo más tarde un incidente entre Noé y sus tres hijos, y Cam se comportó mal
ante los ojos de su padre. Por ello, Noé maldijo a Canaán, hijo de Cam, y lo
convirtió en el primer siervo de la historia, que debería servir a sus tíos. En tanto
bendijo a Sem, y pidió a Jehová que engrandeciera a Jafet, debiendo este último
habitar en las tiendas de su hermano mayor.
El hijo segundo de Noé, Cam, tuvo cuatro hijos. El menor era Canaán, a quien se
lo había condenado a la servidumbre. El mayor de los hijos de Cam se llamaba
Cus, quien fue padre de Nimrod, el primer poderoso de la tierra y conocido como
vigoroso cazador.
Nimrod reinó en Babel, Erec, Acad y Caine. De allí salió para Asiria y edificó
Nínive y otras ciudades.
Los hijos de Cannán eran llamados “cananeos” y fue su territorio desde Sidón
hasta Gaza, y, en la dirección de Sodoma y Gomorra, su poder llegaba hasta
Lasa. Esas eran las tierras que Jehová prometería a Abraham, a Isaac y a Jacob,
donde llegarían los hebreos escapados de Egipto y conducidos por Moisés.
Un hijo notable de Sem fue Elam (iniciador de los elamitas). Y otro fue Aram (que
dio origen a los arameos). Los hijos de Noé y sus familias se esparcieron por la
tierra fundando las naciones después del diluvio.
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2 PERÍODO PATRIARCAL
Tiempo después apareció entre ellos un hombre llamado Abram, que vivía en
una ciudad llamada Ur, en la región de Caldea. Toda la familia se marchó luego a
otro lugar llamado Harán. Abram fue elegido por Jehová para fundar una gran
nación en un lugar que le mostraría. Entonces Abram, su esposa Sarai, su
sobrino Lot y otros familiares se marcharon rumbo al Negev.
Sarai, la esposa de Abram, no podía tener hijos. Tenía una sierva egipcia llamada
Agar, y decidió hacerla esposa de su marido, para que pudiera ser padre. Jehová
dijo que ese hijo se llamaría “Ismael” (que significa “Dios oye”).
Por ese tiempo, Sodoma y Gomorra eran dos ciudades en las que el pecado
reinaba. Jehová permitió que Lot y su esposa escaparan, diciéndoles que no
miraran hacia atrás. Pero la mujer de Lot quiso ver qué pasaba con Sodoma
mientras Jehová la destruía con lluvia de azufre y fuego desde el cielo, y, como
castigo, fue convertida en una estatua de sal.
Pero el hijo mayor de Abraham, el que había tenido con la sierva egipcia Agar, se
burlaba de Isaac, su hermanastro. Por eso, Ismael y Agar fueron echados de la
casa de Abraham y se fueron a un desierto llamado Parán, fundando la nación de
los ismaelitas.
Jehová ordenó a Abraham que sacrificara a Isaac, pero cuando vio que iba a
hacerlo como señal de obediencia detuvo su mano, y lo confirmó como padre de
una gran futura nación. Muere luego Sara, y Abraham busca esposa para Isaac,
casándolo con una mujer llamada Rebeca. A los ciento setenta y cinco años,
murió Abraham.
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Isaac se casó con Rebeca y tuvieron gemelos: Esaú y Jacob. Esaú era activo y
cazador, mientras que Jacob era quieto y salía poco de su tienda. Esaú era el
preferido de Isaac, pero Jacob era el protegido de Rebeca. Jacob cambió a Esaú
la progenitura por un plato de potaje de lentejas.
Con Raquel, hija de Labán, Jacob tuvo un hijo al que llamó José, aunque tuvo
otra esposa Lea, hermana de Raquel, y otros hijos. Por un conflicto con Labán,
Jacob y su familia tuvieron que huir de regreso a la casa de Isaac, su padre. Allí
se reconcilió con su hermano Esaú. Y Jehová cambió el nombre de Jacob por
“Israel”.
En total Israel (antes Jacob) tuvo doce hijos con sus dos esposas y con las
siervas de estas. Con Lea tuvo a Rubén (el mayor de todos), Simeón, Leví, Judá,
Isacar, y Zabulón. Con Raquel tuvo a José y a Benjamín. Con Bilha, sierva de
Raquel, tuvo a Dan y Neptalí. Y con Zilpa, sierva de Lea, tuvo a Gad y Aser.
A los ciento ochenta años, murió Isaac, siendo sepultado por sus hijos Esaú y
Jacob.
Como un día José, hijo de Israel (Jacob) dijo a sus hermanos que había soñado
que iba a reinar sobre ellos, decidieron estos matarlo. Pero cuando iban a
hacerlo prefirieron vendérselo a una caravana de ismaelitas, sin decírselo a
Rubén, el mayor. Los ismaelitas se llevaron a José a Egipto. Allí fue comprado
por Potifar, capitán de la guardia del Faraón. Pero la esposa de Potifar gustó de
José y quiso tener relaciones con él. Como José se negó y una vez ella trató de
obligarlo, tuvo que huir. Ella lo acusó de que había sido él quien quiso abusarse
de ella y Putifar lo hizo encarcelar. Pero por su buen comportamiento allí, José
era muy respetado. Además interpretaba sueños.
Dos años después, el propio Faraón tuvo sueños con siete elementos (vacas
una vez, espigas otra) que eran maravillosas pero eran seguidos por otros siete
que eran lamentables. Llamaron a José, que seguía preso, para que los
interpretara. Le dijo que eran siete años de prosperidad que serían seguidos por
siete años de miseria. Entonces le recomendó que durante los buenos años
recogieran todo lo que pudieran y lo almacenaran, para con eso sobrevivir los
siete años malos. Admirado, el Faraón lo nombró gobernador de Egipto.
Un varón de la familia de Leví tomó por mujer a una hija de Leví, es decir, a una
de su misma sangre, lo que estaba prohibido. Tuvieron un hijo que era muy
hermoso, pero que tenían que tener escondido. Cuando el bebé tenía tres
meses, por miedo de seguir ocultándolo lo colocaron en una canastita hecha
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con juntos, calafateada con asfalto y brea, y lo dejaron junto al río. Y pusieron a
una hermana a vigilar.
Justamente llegó a lavarse al río la hija del Faraón y encontró la canastita con el
niño. Lo hizo criar como si fuese hijo suyo y le puso como nombre “Moisés”
(“salvado de las aguas”).
Entonces Jehová les dijo a Moisés y a Aarón que ese mes iba a ser el primero de
los meses del año. Y les enseñó una ceremonia que deberían hacer siempre para
esa fecha, a la que llamó Pascua de Jehová. También Jehová hizo morir a todos
los primogénitos de las familias egipcias, de los no hebreos y hasta de los
animales. Entonces sí el Faraón los dejó ir.
Jehová no los hizo ir por el camino de la tierra de los filisteos para que no vieran
que había guerra y quisieran volverse a Egipto. Los hizo rodear por el camino
del desierto del Mar Rojo. Jehová los guiaba de día con una columna de nubes y
de noche con una columna de fuego, para que hicieran el camino rápidamente,
sin detenerse.
Se alejaron del Mar Rojo yendo por el desierto de Shur, donde no había agua, y
luego por el de Sin, donde no había comida. Jehová los socorría haciéndoles
encontrar pozos o brotar agua de las piedras, y dejando caer del cielo un
alimento que llamaron “maná”. Tuvieron que guerrear contra Amalec,
organizarse como nación, nombrar jueces. A los tres meses llegaron al desierto
de Sinaí, donde acamparon. Allí había un monte con el mismo nombre. Subió
Moisés al monte y allí Jehová le dio las tablas de piedra con sus diez
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Muchos años estuvieron allí, al pie del monte Sinaí, organizándose como nación,
alrededor de un Tabernáculo ordenado por Jehová, aprendiendo reglas y leyes.
Pero también hubo alzamientos que fueron castigados.
Cuando ya iban llegando a la tierra que Jehová había elegido para ellos, Moisés
designa a Josué como su sucesor. Ya habían pasado cuarenta años desde que
salieron de Egipto. Moisés puede subir al monte Nebo, situado en la tierra de
Moab, frente a Jericó, y desde allí mirar la tierra de Canaán, que Jehová daba a
los hijos de Israel, es decir, la tierra prometida. Moisés bendice a las doce tribus
y muere allí mismo. Y es sepultado en un lugar que nadie conoce hasta hoy.
4 PERÍODO DE LA CONQUISTA
Comandados por Josué, los hebreos se preparan para conquistar las tierras de
Canaán. Cruzan el río Jordán y toman la ciudad de Jericó. Luego combaten
contra diferentes tribus hasta que Josué toma toda aquella tierra, todo el Negev,
la tierra de Gosén, los llanos, el Arabá, las montañas de Israel y sus valles. Era
toda la tierra que Jehová había prometido a Abraham, a Isaac y a Jacob. Josué
murió años después, y fue enterrado en esa tierra. También fueron sepultados
allí los huesos de José, que los hijos de Israel habían traído de Egipto. Y también
murió Eleazar, hijo de Aarón.
Pero entonces los hijos de Israel se comportaron mal, dejando a Jehová, el Dios
de sus padres, y adorando ídolos. Por eso Jehová los castigó haciéndolos
víctimas de sus vecinos. Aunque les fue poniendo jueces para que los
protegieran, pero a esos jueces tampoco escuchaban. Dos de esos jueces
fueron Tola y Jair, pero también estuvieron Ibzán, Elón, Abdón y otros.
Muchos años estuvieron dominados por los filisteos. Pero el ángel de Jehová se
apareció a una mujer a quien le dijo que tendría un hijo, pese a que era estéril, y
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que ese hijo estaría dedicado a Dios toda su vida. Cuando el niño nació, le puso
por nombre Sansón. Era un buen hombre, con una enorme fuerza física, que se
convirtió en juez de Israel y causó mucho daño a los filisteos.
Sansón se enamoró de una mujer llamada Dalila. Los filisteos le dijeron a ella
que averiguara de dónde provenía la fuerza de Sansón. Luego de varios intentos,
logró que Sansón le confesara que nunca se había cortado el cabello, y que si se
lo cortaban perdería su fuerza. Mientras él dormía, Dalila hizo entrar a un hombre
que cortó el cabello de Sansón, quien realmente se debilitó, y entonces los
filisteos lo tomaron prisionero, le sacaron los ojos, y atado con cadenas lo
echaron en la cárcel. Pero iba pasando el tiempo y a Sansón, poco a poco, volvía
a crecerle el cabello.
En los tiempos en que los jueces gobernaban hubo hambre en esas tierras. Por
eso algunos cambiaban su lugar para vivir en otros menos desérticos. Uno de
ellos fue Elimelec, quien se mudó de Belén de Judá a los campos de Moab. Uno
de sus hijos se casó con una moabita llamada Rut, quien pronto quedó viuda.
Entonces se casó con un hombre rico llamado Booz, con quien tuvo un hijo al
que llamaron Obed, quien fue padre de Isaí, y éste fue padre de David.
Tiempo después nació un varón al que llamaron Samuel., quien, desde joven, fue
muy apreciado por Jehová y por los hombres del lugar. Poco a poco, Samuel
logró ser conocido por todo el pueblo de Israel, y se convirtió en su guía. Era su
juez, pero Israel necesitaba un rey.
En la tribu de Benjamín había un hombre valiente llamado Cis, que tenía un hijo
joven y hermoso cuyo nombre era Saúl. Con el paso de los años, todas las tribus
de Israel estuvieron de acuerdo en que fuera su rey. Bajo su mando lucharon
contra los amonitas, contra los filisteos, y contra otros. Pero cuando derrotaron
a los de Amalec, Jehová le había ordenado que matara a todos los de allí:
hombre, mujeres, niños, vacas, ovejas, camellos y asnos. Sin embargo, Saúl
dejó vivo al rey de Amalec, y a las mejores ovejas y carneros. Por eso Jehová se
enojó mucho, hasta que Saúl le pidió perdón y Samuel cortó al rey de Amalec en
pedacitos.
Buscando un futuro sucesor de Saúl, Samuel llegó hasta Belén, y allí conoció a
David, el menor de los hijos de Isaí, que era rubio, hermoso de ojos y de rostro.
En una batalla contra los filisteos, uno de estos era un gigante llamado Goliat,
que además estaba muy bien protegido y armado. Todos los judíos le temían
pero David se atrevió a enfrentarlo arrojándole con honda una piedra que se le
clavó en la frente. El rey Saúl también estaba allí y se sintió celoso porque David
era más popular que él entre la gente, e incluso trató de matarlo, por lo que
David tuvo que huir, y andar recorriendo diversos lugares de la región durante
un largo tiempo. Finalmente volvió con los suyos.
En una batalla contra los filisteos, los de Israel murieron al tratar de escapar. Los
filisteos persiguieron a Saúl a y mataron a sus hijos. Entonces Saúl pidió a su
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David tuvo muchas mujeres y muchos hijos, los que nacieron en diferentes
lugares. Entre sus logros, pudo vencer a los filisteos y a otros enemigos,
extendiendo los dominios de su reino. Jehová prometió a David que sus
descendientes serían poderosos y reinarían eternamente.
Durante su gobierno, David vivió muchas aventuras de todo tipo. Por ejemplo, se
enamoró de una mujer que vio pasar, a la que hizo traer para dormir con ella. Se
llamaba Betsabé y esa noche quedó embarazada de David. Y tuvieron un hijo al
que llamaron Salomón, quien fue amado por Jehová.
Cuando el rey David era viejo y ya estaba enfermo, uno guerrero llamado
Adonías quiso usurpar el trono, lográndolo por poco tiempo. Pero David decide
nombrar a su hijo Salomón como su sucesor. Cuando llegó el momento de su
muerte, David llamó a Salomón y le dio las instrucciones para gobernar Israel.
Salomón fue un rey muy firme y muy sabio. Esa sabiduría se la había pedido a
Jehová y Él se la concedió. Así gobernó y el pueblo de Israel prosperó mucho y
se expandió. Salomón tuvo autoridad sobre todos los reinos desde el Eúfrates
hasta la tierra de los filisteos y el límite con Egipto. Organizó su pueblo y formó
un poderoso ejército, y 480 años después de que los hijos de Israel salieran de
Egipto, en el segundo año de su reinado, construyó un enorme templo en
Jerusalem, capital del reino, una de cuyas paredes todavía existe y se la conoce
como “el muro de los lamentos”, pues allí van judíos y no judíos a orar y a dejar
sus pedidos a Jehová. En ese templo hizo colocar Salomón el Arca de la Alianza,
que era el símbolo de la unión de Jehová con el pueblo de Israel.
También Salomón edificó su propia casa, lo que demoró trece años, y la llamada
casa del bosque del Líbano, entre otras grandes construcciones que realizó.
Llegó a ser muy rico y muy famoso, con setecientas mujeres esposas y
trescientas concubinas, siendo Rey durante 40 años. Su comportamiento era
muchas veces criticable, especialmente en lo moral, como había ocurrido
también con David, su padre. Por eso Jehová envió a ambos a unos hombres
santos llamados profetas que los hacían ver sus pecados.
los mandatos que Jehová había ido dando a su pueblo. Y Jehová dejó de
proteger a su pueblo desagradecido.
Ante la caída del reino de Israel, los caldeos buscaron invadir la región. Por eso,
los sobrevivientes judíos huyeron a Egipto. Mientras tanto, Joaquín estuvo
preso durante 37 años en Babilonia. Un sucesor de Nabucodonosor lo liberó y lo
colmó de honores.
Fue Ciro, rey de Persia (hoy llamada Irán), que era por ello Rey de Babilonia.,
quien hizo volver a los judíos a sus tierras. También reedificaron el templo. Ya
muchos judíos estaban casados con extranjeras que conocieron durante su
destierro y cautiverio en las tierras babilónicas. Puede considerarse que en
estos tiempos, 538 a.C., nace el judaísmo, pues haber sufrido desgracias tan
fuertes comienza a unirlos. Y los profetas aseguraban al pueblo judío que
volvería siempre a Jerusalem porque era una forma de que Jehová reinara en
esa tierra llamada Sion.
Por esos tiempos de dominación romana, en Belén de Judá nació un niño al que
llamaron Jesús, hijo de María, una descendiente de la casa de David. Ese niño
fue considerado “Cristo”, es decir, que estaba “ungido” o elegido por Jehová
para asegurar que los judíos volvieran a cumplir las escrituras. Y que era el
mismo que muchos años antes había profetizado Isaías diciendo que en la
Galilea de los gentiles (no creyentes en Jehová), del otro lado del Jordán, iba a
nacer un niño que haría que los judíos recuperaran su antiguo poder. Cuando
creció comenzó a ser muy conocido en toda la región, hacía milagros y
explicaba las escrituras. Pero los judíos de Jerusalem no reconocieron que
Jesús era ese niño esperado, y lograron que los romanos lo condenaran a morir
en una cruz. Sin embargo, los seguidores más cercanos de Jesús a los que se
conocía como “apóstoles”, comenzaron a difundir las palabras de Cristo por
muchas partes del mundo.
Los libros en los que se cuenta la historia de los judíos hasta la destrucción de
Jerusalem se conocen como Antiguo Testamento. Los libros en los que se relata
la historia de Jesús y de sus apóstoles se llaman Nuevo Testamento.
El Código "Da Vinci"
nota de RUBÉN CEDEÑO
“El Código de Da Vinci”, de Dan Brown, es un libro que casi todo el mundo está
leyendo; lleva más de 30 millones de copias vendidas en casi un año y está
traducido a 60 idiomas –compuesto en castellano de 557 páginas y 105
capítulos- que recomendamos se lo lean. Está muy bien escrito, con una trama
por demás interesante, y no precisamente porque estemos de acuerdo en todo
lo que dice en su contenido, que desde el punto de vista de la realidad y los
aconteceres históricos, habría que aclarar algunos puntos.
Nunca hemos estado de acuerdo con que se critique ni condene a ningún grupo
espiritual, y por supuesto, no apoyamos que se estigmatice una organización
espiritual, como se puede interpretar lo que allí se dice de una conocida
organización cristiana. Para la segunda edición del “Evangelio Crístico”
estamos preparando agregarle un capítulo no critico sobre “San Josemaría
Escriba y Balaguer”, en referencia a la organización que fundó; también
aclaratorias sobre “Los Templarios”, “El Priorato de Sión” y otros temas que
trata “El Código De Da Vinci”, pero escritos según nuestras propias
investigaciones.
Si algo es mentira, no hay que prohibírselo a la gente, como han hecho algunas
personas religiosas con el “Código de Da Vinci”; hay que dejar que los seres
humanos investiguen, vean, escudriñen, y si lo que allí dice es falso, lo verán
por sí mismas; si es verdad, que lo corroboren; y si es cierto pero contradice lo
ya establecido, es mejor aclarar las cosas a tiempo; cuando la fe es firme, no se
tambalea.
No hay que temer que la imagen que nos ha dado la Religión Católica sobre
Jesús no sea igual a la que pretende darnos “El Código de Da Vinci”. Lo más
grande de Jesús son sus enseñanzas y ponerlas en práctica –como la del
“Perdón”- y en ningún momento el libro ataca esto. Si ese libro dice cosas de
Jesús que no sean verdad, recordemos sus enseñanzas y seamos verdaderos
cristianos, perdonando, y no defendiendo con odio, como lo han hecho algunos
que se dicen cristianos.
Recordemos y pongamos en práctica lo que Jesús dice. Para esto, les cito, a
modo de conclusión, un fragmento del “Evangelio Crístico”:
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