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Al principio del segundo capitulo se nos describe la situación que se presentaba en el

territorio con la llegada de los españoles, la manera en que se repartían las tierras y
sometían a los indígenas que allí se encontraban.
Luego se nos presenta a un personaje llamado don Juan de Arcedo el cual acababa de
perder el poco dinero que traía jugando con otros soldados. Solicita una encomienda y
se la dan, se va a caballo acompañado de cuatro hombres y veinte indios hasta llegar a
un valle para tomar posesión del lugar y lo denomino “El Altar”.
“El Altar” prosperó, y allí se desarrollo la generación de don Juan Arcedo. Su bisnieto le
tocó una suerte diferente a la de sus ancestros los cuales habían muerto de viejos; a
pesar de llevar una vida tranquila y muy normal, se casó a temprana edad, pero su mujer
murió dejándole una hija. Adquirió tierras las cuales eran habitadas por don José
Fontana y su hijo Manuel.
Don José Fontana era un hombre de malas acciones y compartía su vida con una india a
la que los cristianos tildaban de bruja. Por otro lado, Manuel su hijo, abusaba de los
indios, violaba mujeres y bebía aguardiente hasta más no poder.
Las tierras de don José se extendían debido a las amenazas que hacía a los dueños de las
mismas para poder obtenerlas. Fontana empezó a codiciar las tierras de Arcedo y luego
de habérsele negado la compra de una pequeña parte de las tierras, se presentaron él y
su hijo en casa de don Carlos a proponerle el matrimonio de sus dos hijos. Don Carlos
tomó esto como una ofensa y por ello no le respondió ni una palabra y por eso desde ese
día quedaron enemistados.
Poco tiempo de pues cambio la vida de Carlos, cambio su forma de ser con su hija y sus
hombres y a raíz de esto la gente empezó a imaginar historias.
Luego de llegar un indio a “El Altar” y habla con él, esta conversación es definitiva en
la vida de don Carlos.
Le mostró varios pedazos de oro puro y le describió por medio de señas el sitio donde
los había conseguido.
Salió de hondas mesetas, pasó sierras interminables, atravesó llanuras y cruzó ríos
anchos. Venia de lejos.
Le habló de una ciudad de oro cuyo resplandor ardía en el aire y la tierra. Con colores
que chocaban en chorros de reflejos de piedras rojas, verdes y blancas, como un pedazo
de sol.
Después de esto Carlos organizó una expedición y se encomendaron a Dios, poseídos
por las ansias, antes de partir.
Pasó año y medio antes de volver a saber de aquel grupo de hombres, cuando
inesperadamente, enfermo, herido, cadavérico, volvió uno de los de la partida; dijo que
anduvieron largas distancias, escasos de provisiones, con algunos enfermos y
descontentos; aun así, don Carlos se negaba a regresar.
Avanzaban cada vez menos y el guía repetía constantemente que estaban a punto de
llegar.
Se detenían a acampar unos días, comer raíces, hojas y uno que otro animal que
lograbas cazar. Una mañana no hallaron al guía.
La desesperación se apoderó de todos, sintiéndose perdidos y destinados a morir de
hambre. Alguien trajo por varios días lo que creían que era carne de indio y cuando esta
se acabó volvieron a desesperarse. Abandonaron a los enfermos y caminaron hasta que
uno de ellos comenzó a oír agua.
Llegaron a la orilla de un río y luego de beber uno de ellos propuso hacer una balsa y
dejarse llevar por el río. Luego de hacerla se subieron y comenzaron a deslizarse.
Todos se quedaron dormidos menos uno. El mismo en darse cuenta que venía el final
del río, intentó insistentemente en despertar a los otros pero fue inútil así que tuvo que
saltar y seguir gritando.
Entonces, un hombre que pasaba al margen del río, cayó de rodillas a rezar una oración
de difuntos.
Luego de esta noticia se creyó que la hija de don Carlos estaba loca.
Un día José Fontana llegó con su hijo y con un fraile y los casó.
De esta unión se produjo una raza pintoresca, orgullosa y mórbida.
De esta casta, en 1790 nació don Fernando Fontana.
De padres distantes y ausentes, solo tenía contacto con su hermana Inés, también
callada, frágil enfermiza como él.
El niño veía con inexplicable excitación los esclavos que estaban al lado de su casa, los
veía comer y algunas veces escuchaba sus riñas. Escuchaba con gusto sus destrezas
musicales y en ausencia de la autoridad los negros lo rodeaban para pedirle ayuda.
Mucho después se enteró de cuan distanciados estaban sus padres debido a que su papá
fue sorprendido por su mamá en una infidelidad. Su madre rezaba para que su padre
fuera por el buen camino.
Después de infructuosos intentos por conservar su matrimonio, los cuales alejaban más
a su marido, murió su madre de manera violenta.
Luego de la muerte de su mamá la relación con su padre se ponía más intensa, vestían a
los niños siempre de negros y estos pasaban la mayoría del tiempo con su vieja esclava
negra y ella se dedicaba a contarles historias de negros.

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