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CUENTO
“INSPIRACIÓN”
FECHA: 09/07
INSPIRACIÒN
Armeida vivía cerca del río con su abuela Amadís, la curandera; la única que había en aquel
pueblo al pie de la montaña. Supe por la brisa del río que Amadís era la persona más pudiente
y avariciosa que existía por el rumbo.
Armeida trabajaba de tiempo completo al servicio de su abuela. Era una muchacha triste y
decolorada. Parecía dispersa, como si tratara de encontrar respuestas a misteriosas preguntas
que en su mente se arremolinaban. Le daba vueltas la idea de una vida distinta, pues su abuela
la tenía destinada para hacer negocios con los hombres de las montañas.
Una noche, cuando Armeida dormía, sus sueños le hablaron. Su mente comenzó a dibujarle
una escena llena de angustia:
—Me tendrás que pagar todo lo que perdí por tu descuido. — dijo la abuela.
—Pero no tengo con que pagarte. — replicó la mujer.
Armeida sentía que su corazón se marchitaba ante tal escena. Me contó que aquella mujer era
muy tierna y bonita.
Fue la primera vez que la sentí muy cerca. Sin querer, ella me veía en sus sueños. Para mí era
muy extraño, no sé como fue que llegué a ella, ni tampoco sabía como era que quería seguir
escuchando su historia.
—La abuela observaba al bulto que la mujer llevaba en sus brazos. — dijo Armeida con la voz
cortada.
— ¡Eso nunca!—. Contestó la mujer.
—Tendrás que hacerlo si no quieres que te envíe al valle del olvido. —
— ¡Es lo único que tengo! —
Armeida haciendo una pequeña pausa, continuó.
—De pronto, la abuela sacó una llave de su bolso de conjuros y lanzó un letal zarpazo al
corazón de la bella mujer… ¡Mi madre se desvanecía!— dijo Armeida con los ojos llenos de
lágrimas. —Mi abuela me veía con malevolencia y me tomó entre sus brazos —.
Armeida se quedó en silencio. Lo raro fue que mi mente continuaba con su historia, sin que ella
hablara. Era como si yo pudiera leer su pensamiento.
Su abuela decía:
—Cuando seas grande, tú pagaras la deuda de tu madre. — Mientras lanzaba hacia el río la
llave punzante, perdiéndose bajo sus profundidades.
La abuela no pudo esperar y de un soplo hizo que el tiempo pasara muy rápido.
Armeida en un día había crecido lo bastante como para ser esclava de su abuela. Su destino
estaba trazado.
Armeida despertó de sus sueños, con el rostro enjutado de miedo y confundida. No podía creer
lo que había vivido en sueños. Estaba tan adentrada en sus pensamientos que dudé en
interrumpir su silencio. De pronto, una voz salió de mi interior, no tenía idea de qué o quién era:
2
—Armeida, ven a verme al río, no tengas miedo —. Al mismo tiempo, miles de voces se
acercaban. —Es la abuela— se dijo para sí Armeida. Esa cruel mujer venía en compañía de
los hombres de las montañas. En ese momento y sin pensarlo Armeida decidió huir.
De pronto, el imponente paisaje y el sonido del río, me invitó a quedar en silencio. En ese
momento decidí partir vuelta dejando todo atrás. Algo me hizo vacilar y volví la mirada. Advertí
que a lo lejos se aproximaba Armeida, subiendo la montaña con los sentidos abiertos. Corría, y
sus pies se aferraban a las rocas, mientras su mirada me tocaba. Su mirada llevaba alegría y
una paz encantadora. Armeida logró llegar hasta mí; sonrió y dijo:
— ¡Me has hecho libre Gabriel!—de su pelo, tomó una pluma de tinta dorada y escribió en mi
pensamiento el final de su historia, mientras lo repetía en voz alta:
—La vida de los que vivimos en el plano de lo fantástico está guiada por la mano de nuestro
autor. En ese momento su rostro emanaba la paz que tanto había deseado, y su silueta se
desdibujo volando por los cielos —. Ese día fue muy especial; hasta ese momento entendí la
verdadera misión del escritor.
FIN
3
Este cuento fue escrito en memoria de Gabriel García Márquez. Inspirado bajo la obra ” La
increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, 1972.
Derechos reservados.