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El presente ensayo se basa sobre las ideas que son, posiblemente todas ellas,
familiares a los psiquiatras que han tratado con alcoholistas o a los filósofos que han
pensado sobre las implicaciones de la cibernética y la teoría de los sistemas. La única
novedad que puede reivindicarse para la tesis presentada aquí procede del hecho de
que esas ideas se tratan con seriedad como premisas de una argumentación y de que se
reúnen ideas que son ya lugares comunes en dos campos independientes de
pensamiento.
Cuando lo concebí inicialmente, este ensayo fue planificado como un estudio, desde la
teoría de los sistemas, sobre la adicción alcohólica; me proponía utilizar en él datos
tomados de las publicaciones de Alcohólicos Anónimos, entidad que tiene el único
récord sobresaliente de éxitos logrados en el tratamiento de alcoholistas. Pero pronto
se me hizo visible que las concepciones religiosas y la estructura organizacional de los
AA presentaba puntos de gran interés para la teoría de los sistemas, y que, para ser
correcto, el objetivo de mi estudio tenía que incluir no sólo las premisas del
alcoholismo sino también las premisas aplicadas por los AA para tratarlo y las
premisas de la asociación AA.
Mi deuda con AA quedará de manifiesto a todo lo largo de este trabajo, como también,
según espero, mi respeto por esa organización y especialmente por la extraordinaria
sabiduría de sus cofundadores, Bill W. y el doctor Bob.
Tengo que dejar constancia, además, de mi deuda para con una pequeña muestra de
pacientes alcoholistas con los que trabajé durante dos años, 1949-1952, en el Hospital
de la Administración de Veteranos, de Palo Alto, California. Esos hombres, es
necesario mencionarlo, llevaban sobre sí otros diagnósticos –principalmente el de
esquizofrenia- además de los sufrimientos del alcoholismo. Varios de ellos eran
miembros de AA. Temo no haberles ayudado en absoluto.
EL PROBLEMA
Es una opinión bastante generalizada que las “causas” o “razones” del alcoholismo
hay que buscarlas en la vida sobria del alcoholista. Los alcoholistas en sus
manifestaciones sobrias, reciben comúnmente títulos tales como “inmaduros”,
“fijados en la madre”, “orales”, “homosexuales”, “pasivo-agresivos”, “temerosos del
éxito”, “hipersensibles”, “orgullosos”, “afables” o simplemente “débiles”. Pero los
corolarios lógicos de esta creencia no suelen examinarse.
1) Si la vida sobria del alcoholista lo impulsa, de una manera u otra, a beber, o le
propone el primer paso hacia la intoxicación, no ha de esperarse que cualquier
procedimiento que refuerce su estilo particular de sobriedad reduzca o controle su
alcoholismo.
2) Si su estilo de sobriedad lo impulsa a beber, entonces ese estilo tiene que contener
algún error o patología, y la intoxicación necesariamente proporciona alguna
corrección – por lo menos subjetiva- de ese error. En otras palabras, comparada con su
sobriedad, que de algún modo es “errada”, su intoxicación tiene que ser de alguna
manera “acertada”. La antigua máxima In vino veritas tal vez contenga alguna verdad
más profunda de la que habitualmente se le atribuye.
3) Una hipótesis alternativa es que, cuando sobrio, el alcoholista es de alguna manera
más sano que los que lo rodean, y esta situación le es intolerable. He oído a
alcoholistas argumentar a favor de esta posibilidad, pero no la tomaré en cuenta en
este ensayo. Pienso que Bernard Smith, representante legal de los AA, que no es
alcoholista, se acercó bastante al blanco cuando dijo: “El miembro (de AA) nunca
estuvo esclavizado por el alcohol. El alcohol le sirvió simplemente de escape de su
esclavización personal a los ideales de una sociedad materialista.* No se trata de una
rebelión contra los ideales insanos que lo rodean, sino de un escape de sus propias
premisas insanas, que se ven reforzadas continuamente por la sociedad circundante.
De todas maneras, es posible que el alcoholista sea de alguna manera más vulnerable
o sensible que el normal respecto del hecho de que sus premisas insanas pero
convencionales llevan a resultados insatisfactorios.
4) La presente teoría del alcoholismo, por consiguiente, proporcionará una
correlación inversa entre la sobriedad y la intoxicación, mediante la cual, esta última
podrá ser vista como una corrección subjetiva apropiada a la primera.
5) Existen, por supuesto, muchas circunstancias en las que la gente recurre al alcohol
y aun a la intoxicación extrema como un anestésico que trae el alivio respecto de las
pesadumbres, el resentimiento y el dolor físicos ordinarios. Podría decirse que la
acción anestésica del alcohol proporciona una correlación inversa suficiente para
nuestros propósitos teóricos. Pero yo excluiré específicamente esos casos de mi
consideración, en la medida en que no son pertinentes para el problema del
alcoholismo adictivo o repetitivo, y lo haré así a pesar del hecho incuestionado de que
“pesadumbre”, “resentimiento” y “frustración” son comúnmente empleados por los
alcoholistas adictos como excusas para su beber.
Buscaré, por consiguiente, una correlación inversa entre la sobriedad y la intoxicación
que sea más específica que la proporcionada por la mera anestesia.
SOBRIEDAD
Bill W., el cofundador de AA, que lo era él mismo, se abrió paso a través de toda esta
mitología del conflicto ya en el primero de sus famosos “Doce Pasos” de AA. El
primer paso exige que el alcoholista reconozca que es impotente frente al alcohol.
Este paso suele mirarse como una “rendición”, y muchos alcoholistas, o son incapaces
de darlo, o lo dan sólo por poco tiempo durante el período de remordimiento que sigue
a una tranca. Los AA no consideran promisorios estos casos: todavía no “tocaron
fondo”; su desesperación no es suficiente, y después de un lapso más o menos breve
de sobriedad intentarán nuevamente emplear el “autocontrol” para luchar contra la
“tentación”. No pueden o no quieren aceptar la premisa de que, ebrio o sobrio, la
personalidad total del alcoholista es una personalidad alcoholista, que de ninguna
manera imaginable puede combatir el alcoholismo. Como lo expresa un folleto de AA:
“Tratar de emplear la fuerza de voluntad es como querer alzarse del suelo tirándose de
los cordones de los zapatos”.
*Esta expresión la emplean los AA para ridiculizar al alcoholista que intenta emplear
la voluntad en contra de la botella. Está tomada, junto con el verso “Mi cabeza está
cruenta, pero no humillada”, del poema “Invictus”, de Ernest Henley, que era lisiado,
pero no alcoholista. El empleo de la voluntad para dominar el dolor y la incapacidad
física probablemente no pueda compararse con el uso de la voluntad que puede hacer
el alcoholista.
EPISTEMOLOGÍA YONTOLOGÍA
Los filósofos han recibido y separado dos clases de problemas. En primer lugar están
los problemas de cómo son las cosas, qué es una persona y qué clase de mundo es
éste. Son estos los problemas de la ontología. En segundo lugar, están los problemas
de cómo conocemos algo, más específicamente, cómo conocemos qué clase de mundo
es éste y qué clase de criaturas somos nosotros, que podemos conocer algo (o quizá
nada) de este tema. Son éstos los problemas de la epistemología. Para estas
cuestiones, la ontología y la epistemología, los filósofos tratan de encontrar respuestas
verdaderas.
Me interesa aquí especialmente ese grupo de premisas sobre las cuales están
edificados los conceptos occidentales del “sí-mismo” e, inversamente, algunas
premisas que corrigen algunos de los más gruesos errores occidentales asociados con
este cocepto.
LA EPISTEMOLOGÍA DE LA CIBERNÉTICA
ORGULLO Y SIMETRÍA
El así llamado orgullo del alcoholista presupone siempre un “otro” real o ficticio, y su
definición contextual completa exige, por consiguiente, que caractericemos la
relación real o imaginada de ese “otro”. Un primer paso en esa tarea es clasificar la
relación como o “simétrica” o “complementaria”. Lograrlo no es del todo sencillo
cuando el “otro” es una creación del inconsciente, pero veremos que las indicaciones
para hacer esta clasificación son claras.
De todas maneras, en necesario hacer una digresión explicativa. El criterio primario es
simple:
Si, en una relación binaria, las conductas de A y B son miradas (por A y B) como
similares y están vinculadas de manera tal que el aumento de una conducta dada de A
estimula un aumento de esa conducta en B, y viceversa, entonces la relación es
“simétrica” respecto de esas conductas.
Si, inversamente, las conductas de A y B son disímiles, pero se adecuan una a otra
(como por ejemplo, la escoptofilia se adecua al exhibicionismo), y están vinculadas de
manera tal que un aumento de la conducta de A estimula un aumento de la conducta
adecuada de B, entonces la relación es “complementaria” respecto de esas conductas.
Ejemplos comunes de relación simétrica simple son las carreras armamentistas; el no
dejarse “ganar por los de al lado”, la emulación atlética, los combates de box y otros
semejantes. Ejemplos comunes de relación complementaria son el dominio-sumisión,
sadismo-masoquismo, nutrición-dependencia, escoptofilia-exhibicionismo y otros
semejantes.
Surgen consideraciones más complejas cuando están presentes tipos lógicos
superiores. Por ejemplo, A y B pueden competir en hacer regalos, con lo cual
sobreimponen un marco simétrico más vasto a conductas que son primariamente
complementarias. O inversamente, un terapeuta puede trabarse en una competición
con una paciente en algún tipo de terapia mediante el juego, con lo cual instaura un
marco nutricio complementario en torno a transacciones, primariamente simétricas,
del juego concreto al que están dedicados.
Cuando A y B perciben en términos diferentes las premisas de su relación, surgen
distintos tipos de “doble vínculo”: A puede ver como competitiva la conducta de B,
cuando B pensaba que estaba ayudando a A. Y así sucesivamente.
Estas complejidades no nos interesan aquí, porque el “otro” imaginario o contraparte
en el “orgullo” del alcoholista no juega, según creo, los complejos juegos que son
característicos de las “voces” de los esquizofrénicos.
Tanto las relaciones simétricas como las complementarias son susceptibles de aquellos
cambios progresivos que he llamado “esquismogénesis”. Las luchas simétricas y las
carreras armamentistas pueden, para usar una expresión corriente, hacer una
“escalada”, y el patrón normal de auxilio-dependencia entre progenitor e hijo puede
volverse monstruoso. Estas evoluciones potencialmente patológicas se deben a una
retroalimentación positiva, no neutralizada o no corregida, hacia dentro del sistema y
pueden –como se dijo- darse lo mismo en los sistemas complementarios que en los
simétricos. Pero en los sistemas mixtos la esquismogénesis se reduce necesariamente.
La carrera armamentista entre dos naciones disminuirá su velocidad mediante la
aceptación de temas complementarios, tales como el dominio, la dependencia, la
admiración, etcétera, entre ellas. Y será acelerada por el rechazo de estos temas.
Esta relación antitética entre temas complementarios y simétricos se debe,
indudablemente, al hecho de que cada uno de ellos es el opuesto lógico del otro. En
una carrera de armamentos puramente simétrica, la nación A es motivada para realizar
esfuerzos mayores si se calcula que B tiene una fuerza superior. Cuando crea que B es
más débil, A amenguará sus esfuerzos. Pero lo exactamente opuesto sucederá si la
estructuración que hace A de la relación es complementaria. Al observar que B es más
débil, A se entregará a sus esperanzas de conquista.
Esta antítesis entre patrones simétricos y complementarios puede ser más que
simplemente lógica. Notoriamente, en la teoría psicoanalítica, los patrones llamados
“libidinales” y que son modalidades de las zonas erógenas, son todos
complementarios. En cambio, la rivalidad, competencia y otras conductas semejantes
caen bajo la rúbrica de “yo” y de “defensas”.
Es también posible que los dos códigos antitéticos –simétricos y complementarios-
puedan estar filogenéticamente representados por estados contrapuestos del sistema
nervioso central. Los cambios progresivos de esquismogénesis pueden llegar a
discontinuidades que culminan en un clímax y a reversiones bruscas. La cólera
simétrica puede convertirse súbitamente en aflicción; el animal que se retira con la
cola entre las patas puede súbitamente encarar al adversario en una desesperada
batalla se simetría hasta la muerte. El matasiete puede transformarse súbitamente en
un cobarde cuando le hacen frente, y el lobo que es derrotado en un conflicto
simétrico puede emitir súbitamente señales de “rendición” que conjuran un nuevo
ataque.
Este último ejemplo ofrece particular interés. Si la lucha entre los lobos es simétrica,
es decir, si el lobo A es estimulado a una conducta más agresiva por la conducta
agresiva de B, y si B muestra luego lo que podemos llamar “agresión negativa”, A no
será capaz de continuar luchando, a menos que desplace rápidamente a aquel estado
de ánimo complementario en el cual la debilidad de B resultaría un estímulo para su
agresión. Dentro de la hipótesis de los modos simétricos y complementarios, resulta
innecesario postular un efecto “inhibitorio” específico de la señal de rendición.
Los seres humanos, que poseen lenguaje, pueden aplicar el rótulo de “agresión” a
todos los intentos de causar daño al otro, independientemente de que ese intento haya
sido incitado por la fuerza o debilidad del otro; pero en el nivel prelingüístico de los
mamíferos, estos dos tipos de “agresión” pueden aparecer como totalmente diferentes.
Se nos informa que desde el punto de vista del león, un “ataque” a una cebra es
totalmente diferente de un “ataque” a otro león.*
Ya hemos dicho lo suficiente para plantear la pregunta: ¿El orgullo alcohólico está
estructurado contextualmente en forma simétrica o en forma complementaria?
En primer lugar, existe una tendencia muy fuerte a la simetría en los hábitos normales
de ingestión de bebidas alcohólicas en la cultura occidental. Con total independencia
del alcoholismo adictivo, dos hombres que beben juntos están impelidos por las
convenciones a equipararse uno al otro, trago tras trago. En esta etapa, el “otro” es
también real, y la simetría, o rivalidad, entre el par de bebedores es amistosa.
A medida que el alcoholista se transforma en adicto y trata de resistir a la bebida,
comienza a encontrar difícil el contexto social en el cual tiene que equipararse con sus
amigos en el beber. Los AA dicen: “¡Dios sabe que hemos intentado con mucho
esfuerzo y por mucho tiempo deber como otras personas!”
A medida que las cosas empeoran, el alcoholista tiende a convertirse en un bebedor
solitario y a exhibir todo el espectro de la respuesta al desafío. Su esposa y sus amigos
comienzan a insinuar que su manera de beber es una debilidad, y él responderá
simétricamente, cobrándoles rencor y aseverando su fuerza para resistir a la botella.
Pero, como es característico de las respuestas simétricas, un breve período de lucha
exitosa debilita su motivación, y se cae del tren. El esfuerzo simétrico requiere una
oposición continua del opositor.
Gradualmente, el eje de la batalla se desplaza, y el alcoholista se encuentra enzarzado
en una especie nueva y más letal de conflicto simétrico. Ahora tiene que demostrar
que la botella no puede matarlo. Su “frente está cruenta, pero no inclinada”. Todavía
es el “capitán de su alma”, valga ella lo que valga.
Entretanto, sus relaciones con la esposa, patrono y amigos se han deteriorado. Nunca
le gustó el status complementario de su patrono como autoridad, y ahora, a medida
que el bebedor se deteriora más y más, su mujer es forzada más y más a asumir un rol
complementario.
En suma, la relación entre el alcoholista y su “otro” real o ficticio es claramente
simétrica y claramente esquismogénica. También en ella se da una “escalada”.
Veremos que la conversión religiosa del alcoholista, una vez salvado por los AA,
puede describirse como un pasaje espectacular desde su hábito simétrico, o
epistemología, a una visión casi puramente complementaria de su relación con los
otros y con el universo o con Dios.
Los alcohoistas pueden ser “un pueblo de dura cerviz”, pero no son estúpidos. La
parte de su mente donde se decide la política que aplican es demasiado profunda para
que pueda aplicarse la palabra “estupidez”. Esos niveles de la mente son
prelingüísticos, y la computación que se lleva a cabo allí está codificada en términos
del proceso primario.
Tanto en el soñar como en la interacción de los mamíferos, la única manera de llegar a
una proposición que contenga su propia negativa (“No te morderé” o “No le tengo
miedo”) es mediante un complejo imaginar o dramatizar la proposición que se quiere
negar, que llevan a una reductio ad absurdum. “No te morderé” es algo a lo que dos
mamíferos llegan por medio de un combate experimental, que es un “no combate”,
algunas veces llamado “juego”. A ello se debe que la conducta “agonística”
comúnmente se transforme en un saludo amistoso.
En este sentido, el orgullo del alcoholista es hasta cierto punto irónico. Constituye un
decidido esfuerzo para poner a prueba algo así como el autocontrol, con un propósito
ulterior pero inestable de probar que el “autocontrol” es ineficaz y absurdo.
“Sencillamente, no resulta” Esta última proposición, como contiene una negación
simple, no puede expresarse en el proceso primario. La batalla heroica con la botella,
ese “otro” ficticio, termina en “un besito, y seamos amigos”.
A favor de esta hipótesis, está el hecho incuestionado de que el poner a prueba el
autocontrol lleva otra vez a la bebida. Y, como argumenté anteriormente, toda la
epistemología del autocontrol que sus amigos proponen con insistencia al alcoholista
es monstruosa. Si es así, el alcoholista tiene razón en rechazarla. Ha realizado una
reductio ad absurdum de la epistemología convencional.
Pero esta descripción de cómo se logra la reductio ad absurdum frisa con la teleología.
Si la proposición “No resulta” no tiene cabida en la codificación del proceso primario,
¿cómo pueden las computaciones del proceso primario dirigir al organismo para que
ensaye aquellos cursos de acción que han de demostrar que “No resulta”?
Problemas de este tipo general son frecuentes en psiquiatría y quizá sólo pueden
resolverse mediante un modelo en el cual, bajo ciertas circunstancias, la incomodidad
del organismo activa un circuito de retroalimentación positiva para incrementar la
conducta que precedió a la incomodidad. Esta retroalimentación positiva
proporcionaría una verificación de que fue realmente esa conducta particular la que
provocó la incomodidad, y podría aumentar la incomodidad hasta cierto nivel de
umbral en el cual el cambio se haría posible.
En psicoterapia, tal circuito de retroalimentación positiva es aportado generalmente
por el psiquiatra, que empuja al paciente en la dirección de sus síntomas, técnica que
ha sido llamada de “doble vínculo terapéutico”. Un ejemplo de esta técnica se
menciona en un párrafo posterior de este ensayo, donde un miembro de AA desafía al
alcoholista a que vaya y haga la prueba de “beber controladamente”, para que pueda
descubrir por sí mismo que no tiene ningún control.
Es también usual que los síntomas y alucinaciones del esquizofrénico –como los
sueños- constituyan una experiencia correctiva, por lo cual el episodio esquizofrénico
total asume el carácter de una autoiniciación. El relato que brinda Barbara O´Brien de
su propia psicosis* constituye quizá el ejemplo más impresionante de este fenómeno,
que hemos analizado en otro lugar.
Se observará que la posible existencia de semejante circuito de retroalimentación
positiva, que provocará un escape hacia la incomodidad creciente hasta llegar a algún
umbral (que pude estar de la otra banda de la muerte), no está incluido en las teorías
convencionales del aprendizaje. Pero la tendencia a verificar lo displacentero
buscando experiencias repetidas de ello es un rasgo humano común. Es tal vez lo que
Freíd llamó “instinto de muerte”.
*B. O´Brien Operators and Things: The Inner Life of a Schizophrenic, Cambridge,
Masachussets, Arlington Books, 1958.
EL ESTADO DE EBRIEDAD
Lo dicho aquí acerca de esa noria que es el orgullo simétrico constituye sólo la mitad
del cuadro. Es el cuadro del estado mental del alcoholista que está combatiendo con la
botella. Se ve claramente que este estado es muy desagradable y también irreal. Sus
“otros” son o totalmente imaginarios o burdas distorsiones de personas de las que el
sujeto depende y a las que puede amar. Para este estado desagradable, tiene una
alternativa: puede emborracharse. O, “por lo menos”, tomarse una copa.
Con esta rendición complementaria, que el alcoholista verá frecuentemente como un
acto de despecho –una flecha del Parto en un combato simétrico- toda su
epistemología cambia. Sus angustias y resentimientos y pánico se desvanecen como
por arte de magia. Su autocontrol disminuye, pero su necesidad de compararse con
otros se reduce más aún. Siente en sus venas la calidez del alcohol y, en muchos casos,
una correspondiente calidez psicológica hacia los otros. Pude ponerse sensiblero o
irritado, pero al menos se ha convertido otra vez en parte de la escena humana.
Los datos directos que se refieren a la tesis de que el paso desde la sobriedad a la
intoxicación es también un paso desde el desafío simétrico hacia la
complementariedad, son escasos, y siempre confusos por las distorsiones del recuerdo
y por la compleja toxicidad del alcohol. Pero hay suficientes indicios en las canciones
y en la historia de que el paso tiene estas características. En el ritual, la participación
en el vino ha representado siempre, a agregación social de personas unidas en una
“comunión” religiosa o en una Gemütlichkeit secular. En un sentido muy literal, el
alcohol supuestamente hace que el individuo se vea a sí mismo y actúe como una
parte del grupo. Es decir, posibilita la complementariedad en las relaciones que lo
rodean.
TOCAR FONDO
Los AA asignan gran importancia a este fenómeno y consideran que el alcoholista que
no ha tocado fondo constituye una mala perspectiva para la eficacia de su ayuda.
Inversamente, se inclinan a explicar el fracaso que ellos experimentan diciendo que el
individuo que retorna al alcoholismo no ha “tocado fondo” todavía.
Por cierto, son muchos los tipos de desastre que pueden hacer que un alcoholista toque
fondo. Distintos accidentes, un ataque de delirium tremens, un retazo de vida ebria de
que no tiene recuerdo, el repudio de su mujer, la pérdida del trabajo, un diagnóstico
desesperanzado, y así sucesivamente, cualquiera de estas cosas puede lograr el efecto
deseado. Los AA dicen que el fondo es diferente para personas diferentes y que
algunos pueden morir antes de tocarlo. *
Es posible, empero, que determinado individuo toque fondo muchas veces; que el
fondo sea un instante de pánico que presenta un momento favorable pata el cambio,
pero no es un momento en que el cambio es inevitable. Amigos y parientes y aun los
terapeutas pueden arrastrar al alcoholista sacándolo se su pánico, mediante drogas o
mediante apoyo, con lo cual se “recuperará” y retorna a su “orgullo” y al
alcoholismo…sólo para tocar más desastrosamente “fondo” en algún momento
ulterior, en que volverá a estar maduro para un cambio. El intento de cambiar al
alcoholista en un período entre esos momentos de pánico no tiene muchas
probabilidades de éxito.
La naturaleza de este pánico surge claramente de la siguiente descripción de una
“prueba”.
No nos agrada dictaminar que alquien es alcoholista, pero usted puede diagnosticarse
a sí mismo fácilmente. Acérquese al bar más cercano y trate de beber
controladamente. Trate de beber y de cesar abruptamente. Trátelo más de una vez. No
le llevará mucho tiempo sacar una conclusión, si usted es sincero consigo mismo al
respecto. Tal vez le cueste un serio ataque de nervios si toma conciencia de su
situación. **
Podríamos comparar la prueba citada en el párrafo anterior con una orden dada a un
conductor de que aplique los frenos cuando corre por un camino resbaloso: pronto
descubrirá que su control es limitado. (La metáfora del “camino con trozas” (skid
row) con que se designa el barrio de borrachos de una ciudad no es inadecuada.)
El pánico de un alcoholista que toca fondo es el pánico del hombre que creyó tener
dominio del vehículo pero descubre súbitamente que el vehículo puede escaparse con
él adentro. Súbitamente, la presión que él hace sobre lo que él sabe que es el freno
parece acelerar el vehículo. Es el pánico de descubrir que eso (el sistema del sí-mismo
más el vehículo) es mayor que él.
En términos de la teoría presentada aquí, podemos decir que el tocar fondo ejemplifica
la teoría de los sistemas en tres niveles:
1) El alcoholista trabaja con las incomodidades de la sobriedad hasta llegar a un
punto que es el umbral donde se le produce la bancarrota de la epistemología
del “autocontrol”. Entonces se emborracha –porque el “sistema” es superior a
él- y tanto da que se entregue o no.
2) Trabaja reiteradamente para embriagarse, hasta que comprueba que existe un
sistema aún mayor. Entonces se encuentra con el pánico de “tocar fondo”.
3) Si los amigos y el terapeuta lo apoyan, puede lograr un nuevo ajuste inestable –
haciéndose adicto a su ayuda-, hasta que demuestra que ese sistema no da
resultado, y “toca fondo” nuevamente, pero en un nivel más profundo. Aquí,
como en todos los sistemas cibernéticos, el signo (de más o menos) del efecto
de cualquier intromisión en el sistema depende de la oportunidad.
4) Por último, el fenómeno de tocar fondo está completamente relacionado con la
experiencia del doble vínculo. Hill W. relata que tocó fondo cuando el doctor
William D. Silkworth lo diagnosticó en 1939 como alcoholista irrecuperable, y
este acontecimiento se considera el comiendo de la historia de los AA. *** El
doctor Silkworth también “nos proporcionó los instrumentos con los cuales
punzar el yo alcoholista más resistente, esas palabras desgarradoras mediante
las cuales describió nuestra enfermedad: la obsesión de la mente que nos
compele a beber y la alergia del cuerpo que nos condena a enloquecer o
morir”. **** Es éste un doble vínculo correctamente basado sobre la
epistemología dicotómica del alcoholista, con la mente opuesta al cuerpo. Con
estas palabras se ve forzado a retroceder una y otra vez hasta el punto en el cual
sólo un cambio involuntario en su epistemología inconsciente profunda –una
experiencia espiritual- hará que esta descripción letal sea inaplicable.
Hablando cibernéticamente, “mi” relación con cualquier sistema mayor que me rodee
y que incluya otras cosas y personas será diferente de “su” propia relación con
cualquier sistema similar que lo rodee. La relación de “parte de” tiene siempre,
necesaria y lógicamente, que ser complementaria, pero el significado de la expresión
“parte de” será diferente para cada persona.* Esta diferencia será especialmente
importante en sistemas que contienen más de una persona. Es sistema de “poder” debe
necesariamente tener un aspecto diferente cuando se lo considera desde el lugar en
que cada persona está sentada. Además es esperable que tales sistemas, cuando entran
en contacto unos con otros, se reconozcan recíprocamente como sistemas en este
sentido. La “belleza” de los bosques por los cuales camino es mi reconocimiento de
cada árbol individual y de la ecología total de los bosques como sistemas. Un
reconocimiento estético análogo se produce de una manera más llamativa aun cuando
hablo con otra persona.
3) Mediante el “tocar fondo” y el “rendirse”, se descubre una relación favorable
con este Poder,
4) Resistiéndose a este Poder, los hombres, y en especial los alcoholistas, acarrean
sobre sí el desastre. La filosofía materialista que ve al “hombre” como
enfrentado con su ambiente se está derrumbando rápidamente, a medida que el
hombre tecnológico adquiere más y más capacidad para oponerse a los sistemas
de máxima dimensión. Cada batalla que gana el hombre le trae una amenaza de
desastre. La unidad de supervivencia –tanto en la ética como en la evolución-
no es el organismo ni la especie sino el sistema máximo o “poder” dentro del
cual vive el ser animado. Si este ser destruye su ambiente, se destruye a sí
mismo.
5) Pero –y esto tiene importancia- el Poder no recompensa y castiga. No tiene
“poder” en este sentido. Para usar la frase bíblica, “Todas las cosas conspiran
para el bien de quienes aman a Dios”. E, inversamente, para los que no lo aman.
La idea del poder en el sentido de control unilateral es ajena a los AA. Su
organización es estrictamente “democrática” (así la califican) y aun su deidad
está ligada por lo que podríamos llamar un determinismo sistémico. La misma
limitación se aplica tanto a la relación entre el miembro de AA y el ebrio al que
trata de ayudar, como a la relación entre la sede central de los AA y cada grupo
local.
6) Los dos primeros “pasos” de los AA, tomados conjuntamente, definen la
adicción como una manifestación de este poder.
7) La relación sana entre cada persona y este Poder es complementaria. Se
encuentra en exacto contraste con el “orgullo” del alcoholista, término que se
aplica a una relación simétrica con un “otro” imaginario. La esquismogénesis es
siempre más poderosa que los participantes de ella.
8) La calidad y contenido de la relación de cada persona con el Poder está indicada
o reflejada en la estructura social de los AA. El aspecto secular de este sistema
–su gobierno- está delineado en las “Doce Tradiciones”**, que complementan
los “Doce Pasos”, donde se desarrolla la relación del hombre con el Poder. Los
dos documentos se sobreponen parcialmente en el Paso Duodécimo, que
prescribe la ayuda a otros alcoholistas como ejercicio espiritual necesario, sin el
cual el miembro corre peligro de relapsar. El sistema total es una religión
durkheimiana, en el sentido de que la relación entre el hombre y su comunidad
es paralela a la relación entre el hombre y Dios. “Los AA es un poder superior a
cualquiera de nosotros”***.
En suma, la relación de cada individuo con el “Poder” se define de la mejor
manera posible con las palabras “es parte de”.
9) Anonimato. Debe entenderse que el anonimato significa en el pensamiento y en
la teología de los AA mucho más que la mera protección contra la censura y la
deshonra. A medida que la fama y los éxitos de la organización han ido
aumentando, se ha vuelto una tentación para los miembros utilizar su afiliación
como un hecho a su favor en las relaciones públicas, la política, la educación y
muchos otros campos. Hill W., el cofundador de la organización, cayó el mismo
en esta tentación en la primera época, y analizó el tema en un artículo público.
**** Considera que el ponerse en las candilejas, de cualquier manera que sea,
constituye un peligro personal y espiritual para el miembro, que no puede
permitirse esa búsqueda de sí mismo; y más allá de ello, que sería fatal para la
organización en conjunto dejarse envolver en la política, las controversias
religiosas y las reformas sociales. Expresa claramente que los errores de los
alcoholistas son los mismos que las “fuerzas que actualmente están desgarrando
al mundo por sus costuras”, pero que la salvación del mundo no es negocio de
los AA. El único propósito de éstos es “llevar el mensaje de los AA al
alcoholista enfermo que lo necesita”. *****Y llega a la conclusión de que el
anonimato es “el máximo símbolo de autosacrificio que conocemos”. En otro
lugar, la duodécima de las “Dice Tradiciones” asevera que “el anonimato es el
fundamento espiritual de nuestras tradiciones, y nos recuerda constantemente
que debemos anteponer los principios a las personalidades”.
A lo que antecede podemos agregar que el anonimato es también una expresión
profunda de la relación sistémica de parte a todo. Algunos teóricos de los
sistemas irán aun más allá, porque una tentación de la teoría de los sistemas
consiste en deificar los conceptos teóricos. Anatole Holt dice que quisiera tener
una señal luminosa que dijera (paradójicamente): “Extermine los sustantivos”.
10) Oración. El empleo que los AA hacen de la plegaria afirma de manera
semejante la complementariedad de la relación parte-todo mediante la técnica
muy sencilla de pedir esa relación. Piden las características personales, por
ejemplo, la humildad, que de hecho se ejercitan en el acto mismo de la oración.
Si el acto de orar es sincero (lo que no es tan fácil), Dios no puede sino otorgar
lo que se pide. Y esto es especialmente cierto referido al “Dios, como usted lo
entiende”. Esta tautología autoaseverante, que contiene su propia belleza, es
precisamente el bálsamo que hace falta después de la angustia del doble vínculo
que se produjo al tocar fondo.
Algo más compleja es la famosa “Plegaria de la Serenidad”: “Que Dios nos
conceda la serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar; valor para
cambiar las cosas que sí podemos cambiar, y sabiduría para conocer la
diferencia”. ******
Si los dobles vínculos producen angustia y desesperación y destruyen las
premisas epistemológicas personales en algún nivel profundo, se sigue
entonces, inversamente, que para curar esas heridas y para que surja una nueva
epistemología será apropiada alguna reversión del doble vínculo. El doble
vínculo lleva a una conclusión desesperanzada: “No existe alternativa”. La
Plegaria de la Serenidad libera expresamente al que la reza de esos lazos
enloquecedores.
Relacionado con esto, vale la pena mencionar que el gran esquizofrénico que
fue John Perceval observó un cambio en sus “voces”. Al comienzo de su
psicosis lo atormentaban con “mandatos contradictorios” (o, como diría yo,
dobles vínculos), pero luego comenzó a recuperarse cuando le ofrecieron la
elección de alternativas claramente definidas.
11) En una característica, los AA difieren profundamente de sistemas mentales
naturales como la familia o los bosques de pinos gigantes de California. Tienen
objetivo único: “Llevar el mensaje de los AA al alcoholista enfermo que lo
necesita”, y la organización está dedicada a alcanza en grado máximo este objetivo.
En este sentido, los AA no son menos complejos y sutiles que la General Motors o
una nación occidental. Pero los sistemas biológicos distintos de los que se asumen
como premisas ideas occidentales (y especialmente la del dinero) tienen propósitos
múltiples. En el bosque de pinos gigantes no existe una variable aislada de la que
podamos decir que todo el sistema está orientado a maximizarla y que todas las
otras variables son subsidiarias de ella; y, efectivamente, el bosque trabaja para
lograr lo óptimo y no lo máximo. Sus necesidades son saciables, y un exceso de
cualquier cosa resulta tóxico.
Pero hay, sin embargo, una cosa, que es la siguiente: que el objetivo único de los
AA está dirigido hacia arriba y aspira a una relación no competitiva con el mundo
más vasto. La variable que ha de maximizarse es una complementariedad y tiene el
carácter de “servicio”, más que de dominio.
LIMITACIONES DE LA HIPÓTESIS