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entre otras varias acepciones era un "trozo de este tipo de roca oscura algo
pulimentado, de forma rectangular y ordinariamente con marco de madera, en
que se escribe o dibuja con yeso o lápiz blanco".
El pizarrín, por otra parte, era una barrita de lápiz o de pizarra que se usaba
para escribir o dibujar en las pizarras de piedra. Su prima hermana, la tiza, mi
socia inquebrantable, era ya en el siglo pasado sinónimo de escritura y
magisterio: en las academias y escuelas se le daba la función de "lapicero", es
decir, el de elemento de escritura sobre superficies más amplias que el de la
hoja del estudiante. Se le solía llamar también "Clarión".
Las condiciones que se exigían a la tiza o clarión, que en aquella época se
elaboraban con procedimientos cuasi artesanales, eran "que se borre
fácilmente y que a pesar de esto tenga la suficiente consistencia para poder
escribir con ella, que señale bien sin hacer esfuerzo alguno y sin arañar el
encerado..." (¿Pasarán muchas tizas de hoy en día estas pruebas de calidad?)
Para conseguir estas propiedades debía estar "exenta de arenilla y caliches".
Se preparaba el polvo con tierra arcillosa blanca, mezclada con distintos
minerales de los que no podía faltar el yeso. Una vez preparada se podía ya
amasar con agua hasta formar un barro espeso con el que se hacían las
barritas.
Lo mío es menos erudito y mucho menos geológico. Me llaman pizarrón, por lo
general, en las Antillas, en Argentina, Uruguay y Venezuela.
Me dicen también "encerado" y soy a menudo un cuadro encerado (aunque no
lo crean, en algunas partes soy de hule o lienzo barnizado de negro) y, la más
de las veces, soy de madera pintada.
A comienzos de este siglo muchas aulas estaban rodeadas por hermanos
míos. Es decir, no ocupaba solamente el lugar de privilegio al frente de la clase,
sino que también ocupábamos las paredes laterales del aula. ¿Para qué tantos
pizarrones? Los nuevos tiempos exigían bastante trabajo de los chicos y mayor
actividad del alumno. Para eso yo era una herramienta fundamental, y tenerlos
ocupados en prácticas de cuentas o dictados a muchos alumnos a la vez, era
una costumbre muy frecuente, ya que en los laterales de las aulas podían
ubicarse muchos chicos que practicaran dictados, multiplicaciones o divisiones
por tres cifras. Lo que fuera...
Y aquí me ven, todavía disfruto de buena salud. ¿Que la tecnología me puede
desplazar? No lo creo. Ahí tienen, para botón de muestra, a mis sobrinos
electrónicos. A mis primos de fórmica, para que las tizas descansen un poco y
para que trabajen los plumones. Allí andan dando vueltas otros que permiten
tener copia en papel de lo que se ha escrito sobre ellos.
¿Tizas digitales? ¿Encerados de vidrio? Quién sabe. Hacia allá vamos.
Nosotros somos lo de menos porque... ojo... lo que es ¡reemplazable es quien
escribe sobre nosotros. Aquí no pueden faltar alumnos. Y.. por más que algún
tecnólogo quiera reemplazarlos, no pueden faltar los docentes. De ellos, 0 por
ellos y para ellos es todo nuestro trabajo. Nosotros somos testigos mudos de lo
que ellos hacen. No tenemos palabras ni ideas. No somos el centro de sus
universos. Lo son ellos. Por más chips y pantallas de cristal líquido que nos
instalen. Lo más importante seguirá siendo el color de sus sueños sobre
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cualquiera de nosotros. Y esos sueños brillan tanto sobre una pizarra
descascarado como sobre un monitor de última generación.
No habrá corazón digital que lo reemplace.
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y, frente a los niveles de desarrollo cognitivo del alumno, en la mira del
desarrollo de una actitud creativa frente al fenómeno tecnológico.
La tarea consiste, entonces, en conformar los espacios académicos
particulares, sobre los cuales el alumno construya los conceptos propios de la
tecnología y logre alcanzar esa actitud creativa frente al problema del
desarrollo tecnológico.
En México se está creando un ambiente de aprendizaje para aplicar la
tecnología educativa y una importante función social de la educación ha sido,
desde el surgimiento de la escuela en términos modernos, la de preparar a las
jóvenes generaciones de bachillerato para su futura participación productiva en
la sociedad en que nacieron. El sistema educativo es un desarrollo
relativamente reciente en la historia de la humanidad, como un componente de
la sociedad generada por el modo industrial de producción a partir del siglo
XVIII.
La característica central de la industria, que la diferencia de otros modos de
producción, es una mayor división del trabajo, la cual, al final, resultó en el
surgimiento de una nueva serie de instituciones sociales especializadas. Así, la
sociedad se hizo incrementalmente más compleja a medida que los alumnos se
transforman en partes de una "función social de producción”.
Esta recortada dimensión de educar para el empleo no sólo puede contribuir a
fortalecer la capacidad de una nación para desarrollar su potencialidad de
asimilación y generación de ciencia y tecnología. En particular, el conocimiento
tecnológico educativo de nuestros días ha adquirido una sofisticación tal que
requiere, como ya se ha dicho, de un alumno de bachillerato mucho más
desarrollado intelectualmente.
El alumno debe de tener la capacidad para identificar, acceder a y manejar
Fuentes de Información, estas fuentes pueden variar desde las bibliotecas
convencionales, revistas y periódicos, hasta el correo electrónico, redes
telemáticas y búsquedas en bases de datos computarizadas.
El énfasis en las fuentes de información antes que en un determinado cuanto
de información, como es usual en los actuales modelos educativos, se justifica
por la frecuentemente mencionada "explosión de la información" y el rápido
ritmo de desarrollo de muchas disciplinas.
Existen dos implicaciones principales se derivan de este hecho: Primero, la
educación debe enfatizar en ese cuerpo de conocimientos con menor tasa de
obsolescencia, constituido por los principios fundamentales de las ciencias y la
tecnología.
Segundo, es más importante desarrollar en los estudiantes la capacidad de
manejo de fuentes de información, que incluye por supuesto la comprensión de
los conceptos fundamentales del área disciplinar específica, antes que hacerlos
memorizar una cantidad de datos.
Considero que la tecnología educativa es apropiada para el alumno que está
cursando el nivel medio superior porque está desarrollando destrezas técnicas
incluyen tanto destrezas manuales como habilidades de comunicación oral y
escrita. Se ha dicho mucho acerca de la relación entre la mano y el cerebro,
tanto que no parece necesario insistir en la importancia de desarrollar
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habilidades manuales comenzadas a edades tempranas. Por otra parte, la
naturaleza práctica del conocimiento tecnológico ya mencionada, impone la
necesidad de que el estudiante desarrolle la capacidad de manejo de
herramientas y máquinas, como es tradicional en la educación técnica. La
distinción clave aquí es que el énfasis no debe estar ubicado en el
entrenamiento de un operario altamente calificado, como ocurre en la
actualidad, sino en la apreciación de cómo los instrumentos de trabajo
potencian las capacidades de los alumnos para transformar los ambientes en
que vive.