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Tralará

MARUJA TORRES

Desde lo alto del soufflé catalán, hola a todo el mundo. La verdad


es que al indescriptible verbo del presidente Maragall no se le dan bien los
símiles o metáforas. Primero dijo Prestige: algo que enmierda. Soufflé:
algo que, mal hecho, puede hundirse. Menos mal que a nadie se le ha
ocurrido aún hablar de Titanic. Pelillos a la mar. Vivimos un periodo
fascinante de nuestra estúpida historia contemporánea. Y el mundo está en
paz y bien horneado desde que dan la cara los lacayos con librea a que se
refiere Arundhati Roy (más algunos más) en su último libro, del que El
País Domingo acaba de publicar un extracto. En Irak nos va a pedir de
boca. Lo siento por la pobre periodista Florence Aubenas y sus perversos
secuestradores, instalados, ella y ellos, en la realidad; pero es que sin duda
no escuchan lo que cuenta Condi. ¿Qué puede importamos, yendo todo
como va, sobre ruedas?
El bantustán palestino nos queda estupendo, una vez reclutados
los traidores necesarios para ponerse a hacer el trabajo sucio. Y siempre
que se le pueda echar la culpa a Siria de los probables atentados terroristas
que sufrirá Israel por parte de quienes no aprecian los esfuerzos de
Mahmud Abbas por ser un buen polichinela. Blair le da un espaldarazo en
Londres, a Abbas (vestido para pasar el platillo), en una conferencia que no
sirve para nada salvo para que el propio Blair reciba otro espaldarazo de lo
que llamamos comunidad mundial para no llamarlo como merece. El feliz
Blair puede recortar, en su país, cuantas libertades precise. La realidad, qué
grosería.
Democracia también en Líbano (que nunca sufrió otra dictadura
que la de sus propios señores feudales y clientelistas), tal vez el regreso del
mártir pero vivales general Aoun (ver hemeroteca de esta versión maronita
del general Moscardó); quizá la expulsión de los cientos de miles de
trabajadores sirios que barren los suelos que los libaneses no quieren
limpiar.
Además, anoche llamó a mi puerta Mark Vanderloo, el ex novio
de Esther Cañadas, y, llevando mi mano a sus abdominales, me dijo que
nos pusiéramos a triscar. Lo hicimos hasta el amanecer. En el balcón, por-
que hace mucho calor.
Ah, y el Papa, cortando troncos.

El País, jueves, 3 de marzo de 2003

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