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EL SENTIDO CINESTÉSICO Y EL SENTIDO VESTIBULAR

Aspectos neurofisiológicos

El sentido cinestésico y el sentido vestibular nos informan del movimiento de


nuestro cuerpo y del mantenimiento de la postura corporal. Proporcionan una
orientación permanente en las tres dimensiones del espacio.

Esta función no está asignada a un solo órgano, a un solo grupo o tipo de


receptores, sino a una serie de estructuras y funciones tan dispares como los
aparatos vestibulares, los ojos y la sensibilidad cutánea y profunda. De éstas, es el
aparato vestibular del oído interno el órgano específicamente destinado a esta
función.
Los receptores de estas estructuras captan información de la situación
espacial de la cabeza, de los distintos segmentos corporales entre sí y de la presión
ejercida sobre cualquier zona de la piel.
Estas impresiones sensitivas son transmitidas a los centros superiores
troncoencefálicos y al cerebelo, de cuya coordinación se produce la integración,
consiguiéndose una precisa orientación espacial y permitiendo que el fallo de
algunos de los receptores pueda ser suplido, en lo esencial, por el resto. Las señales
acaban en la corteza cerebral, probablemente en un centro primario del equilibrio
localizado cerca del área auditiva.
A partir de toda la información recibida, y como respuesta a excitaciones
ópticas y vestibulares, es ya posible que, desde el cerebelo, órgano por excelencia
regulador del equilibrio, postura y marcha, se desencadenen los actos motores
precisos para que, en todas las posiciones del cuerpo, los movimientos se adapten
al fin propuesto. Actuación que se produce gracias a disponer de programas
almacenados, adquiridos por la experiencia y por la práctica, de esquemas de
conexiones para el curso de cada movimiento.

Se consideran sensibilidades independientes ya que se puede actuar en una


sin afectar el funcionamiento de la otra. Por ejemplo, si estamos tumbados, quietos y
con los ojos cerrados, podemos saber, aun con ausencia de movimiento y gracias al
sentido cinestésico, en qué postura nos encontramos; pero si nuestro cuerpo sufre
un movimiento con relación al espacio sabremos que aquél se desplaza gracias al
sentido vestibular o laberíntico.
Tienen en común el hecho de que se sabe poco acerca de ellos y que
normalmente, a pesar de su importancia, no somos conscientes de su
funcionamiento. Difieren en su función y en los mecanismos fisiológicos que los
desencadenan.

SENTIDO CINESTÉSICO
Función

La cinestesia incluye las sensaciones que provienen de la posición y del


movimiento de las diferentes partes del cuerpo. A través de esta sensación,
obtenemos información acerca del movimiento, la postura, el nivel de esfuerzo y el
grado de tensión muscular.

Funcionamiento

Los receptores que producen las sensaciones cinestésicas son:


• Los órganos tendinosos de Golgi. Situados en los tendones, responden cuando
los músculos ejercen presión sobre ellos.
• Los corpúsculos de Pacini. Situados en los músculos, responden cuando se
produce una presión profunda sobre ellos.
• Terminaciones nerviosas libres. Proporcionan información del movimiento cuando
éste se acompaña de dolor.

En general, lo que sucede es que cuando las diferentes partes del cuerpo se
mueven, estos receptores son estimulados por el estiramiento y la presión
producida, dando lugar a la estimulación cinestésica.

Características específicas

Para mover de forma voluntaria cualquier parte del cuerpo es necesario que el
cerebro mande la orden para hacerlo; se puede considerar que para obtener
información sobre el movimiento del cuerpo, el sistema nervioso central dispone de
dos medios, uno a partir de la información que recibe de los receptores sensoriales y
otro a partir de las órdenes que ha dado para la realización del movimiento.

Otras modalidades sensoriales (básicamente la vista, el oído y el tacto)


proporcionan indicios complementarios a este tipo de información.

APARATO VESTIBULAR

Fig. 1. Esquema del oído interno.


1: Conductos semicirculares. 2: Utrículo. 3: Saco endolinfático. 4: Conducto endolinfático, 5: Sáculo.
6: Cóclea. (Según Zóllner.)

El también designado como órgano periférico del equilibrio, nos informa de la


situación y movimientos de la cabeza.
Está ubicado en la porción petrosa del hueso temporal, en las cavidades que
forman el llamado laberinto óseo u oído interno, y lo componen dos vesículas
(utrículo y sáculo) y tres conductos arqueados (conductos semicirculares).
Utrículo y sáculo, ocupan la porción central, vestíbulo, del laberinto.
A un lado del vestíbulo confluyen los conductos semicirculares, y al otro lado la
cóclea o caracol, perteneciente al sentido auditivo.
El sáculo está unido al utrículo y a la cóclea por unos estrechos canales. El canal
que conecta el utrículo al sáculo (conducto endolinfático) tiene forma de Y, cuyo
fondo ciego es el saco endolinfático.
Todo este sistema vesicular y tubular está relleno de líquido (endolinfa), cuyo
desplazamiento, provocado por los movimientos de la cabeza, estimula cinco
formaciones muy diferenciadas (máculas y crestas) en cada conducto semicircular,
otra en el sáculo y otra en el utrículo.
De máculas y crestas parten fibras sensibles, nervio vestibular, con destino a
los núcleos vestibulares del trocoencéfalo, desde donde se establecen tres
conexiones principales: con los núcleos oculomotores (troncoencefálicos,
reguladores de los movimientos de los ojos), con el cerebelo y con la médula.

La actividad constante de los dos aparatos vestibulares y las conexiones


establecidas provocan reflejos tendentes a corregir la posición de la cabeza y de los
ojos y regular el tono postural en todas las circunstancias en que se produzca un
desplazamiento del centro de gravedad.

1. Sáculo y utrículo
Constituyen el órgano estático e informan sobre la posición espacial de la
cabeza y de sus cambios en los movimientos progresivos. Cada uno de ellos posee
una placa sensitiva, mácula, cuyas células disponen de unas pestañas. La mácula
está recubierta de una sustancia gelatinosa en cuya superficie tiene unos gránulos,
otolitos o estatoconias, que por acción de la gravedad producirán una deformación
de las pestañas, con los que se estimularán las células sensitivas. Las dos máculas
están dispuestas perpendicularmente entre sí: la del utrículo horizontal y la del
sáculo vertical.

2. Conductos semicirculares
Son los responsables del sentido de la rotación. Los tres conductos
arqueados están dispuestos de modo que cada uno se corresponde con uno de los
planos del espacio. Todos nacen del utrículo para, tras dilatarse en forma de
ampolla, desembocar de nuevo en el mismo. Cada ampolla está dotada de una
placa sensitiva, cresta, cuyas células poseen pestañas.
Cuando la cabeza gira alrededor de su eje vertical, el desplazamiento de la endolinfa
en los conductos, por la inercia, dobla las pestañas de las crestas afectadas, dando
la sensación rotatoria.

Las perturbaciones vestibulares, por deficiencia de irrigación u otras causas,


provocan vértigos y trastornos del equilibrio que se caracterizan porque aumentan
con la supresión del control visual.
Estos trastornos pueden detectarse al cerrar los ojos.

Función
El sentido vestibular nos informa sobre la orientación, el movimiento y la
aceleración de nuestro cuerpo con relación al espacio, sin que sea necesaria una
actividad muscular. Somos muy poco conscientes de este sentido, salvo cuando los
receptores se estimulan de forma poco usual. Es importante diferenciar el sentido
vestibular del cinestésico: la diferencia esencial estriba en que para que se produzca
la sensación vestibular no es necesario que haya movimiento en las partes del
cuerpo, sino únicamente movimiento del cuerpo con relación al espacio.

Funcionamiento
Algunos estímulos fisiológicos que activan esta sensación son: la rotación del
cuerpo, el cambio de posición de la cabeza con relación al mismo, movimientos
ondulatorios y de aceleración, y algunos estímulos visuales en movimiento (el efecto
de éstos últimos muestra la relación que existe entre el sentido vestibular y la visión).
Los receptores que proporcionan indicios de la posición corporal en ausencia de la
actividad muscular se encuentran situados en la parte no auditiva del oído interno,
en concreto en los canales semicirculares, vestibulares o laberínticos, receptáculos
llenos de fluido (endolinfa) que tienen una cavidad común en el utrículo; cada canal
es funcionalmente un circuito de fluidos completo e independiente, en cuyo interior
hay un conjunto de células pilosas sensoriales y cuya base se amplifica en una
cámara llena de fluido llamada ámpula, que contiene los receptores vestibulares.
Cuando se produce la estimulación fisiológica (aceleración, desaceleración,
cambios de dirección, etc.), los receptores vestibulares se estimulan activados por el
movimiento del líquido de los canales y estimulan las fibras nerviosas asociadas que
envían la información a los centros inferiores del cerebro (médula y cerebelo).

Otros factores relacionados con el equilibrio

El sentido vestibular está muy relacionado con el sentido de la vista. Sin


embargo, cuando la información vestibular y la visual difieren, se presentan
diferencias individuales en la respuesta; algunos individuos se basan más en la
información vestibular y otros en la información visual.
El sentido vestibular está sujeto a la adaptación o a la habituación; así, por
ejemplo, hay procedimientos que reducen determinados fenómenos vestibulares
aunque el organismo permanezca en movimiento, como por ejemplo mantener
estable la información visual (mirada) mediante la observación de un punto.
Un mal funcionamiento de este sentido puede producir alteraciones en el
individuo afectado; la característica más común de la estimulación vestibular
anormal es el mareo o náusea por movimiento. Las situaciones que producen mareo
por movimiento se caracterizan por cierto estado donde la información
proporcionada por el sentido espacial de la visión discrepa o no concuerda, en cierto
modo, con la proporcionada por el sentido vestibular; parece ser que en el
movimiento que de forma potencial produce mareo debe existir cierta forma de
aceleración, lo cual explicaría por qué el mareo no aparece cuando la persona se
transporta a una velocidad uniforme.
En caso de pérdida de la función vestibular, se puede ayudar al sujeto a
compensar la deficiencia a través del sentido de la vista. Los individuos con sordera
congénita pueden tener los órganos vestibulares degenerados, con notables
consecuencias en el mantenimiento del equilibrio. Los individuos que, además de
sordera, padecen ceguera, pueden tener graves dificultades para mantener el
equilibrio.

Los ojos.
Los informes ópticos ayudan a mantener el equilibrio, simplemente por
detección visual de la posición con relación a la vertical. Un movimiento ligero del
cuerpo desvía instantáneamente las imágenes visuales en la retina, hecho suficiente
para activar los mecanismos correctores.
Esta información es similar e incluso complementaria a la obtenida por el
aparato vestibular, lo que se hace manifiesto en determinadas situaciones, como las
que reseñamos a continuación:
• Un individuo con anomalía o malformación vestibular puede mantener un
equilibrio casi normal mientras mantenga abiertos los ojos.
• Un individuo al que se haga dar vueltas sobre una silla giratoria sufrirá, al
detenerse bruscamente, la sensación de que sigue dando vueltas (debido a
la inercia del movimiento de la endolinfa), sensación que puede corregir si
fija los ojos en un objeto estacionario.
• El pasajero de un avión, que vuele en completa oscuridad, con movimiento
circular a velocidad constante, perderá el sentido del plano en que gira,
puesto que, tras una primera estimulación, el movimiento de la endolinfa
coincidirá con la del propio conducto, cesando el estímulo a las pestañas, y
creerá que viaja en línea recta, hasta que pueda percibir informes visuales.

La sensibilidad profunda.
Aporta informes de la situación del cuerpo en general y de sus distintas partes
entre sí.
A tal fin se dispone de receptores situados en las articulaciones, en los
músculos y en los tendones, que captan aspectos como el grado de aproximación de
los segmentos articulares, el tono muscular y la tensión a la que están sometidos los
tendones. Destacan por su importancia los receptores del raquis cervical que
informan de la posición de la cabeza respecto del cuerpo.

La sensibilidad cutánea.
De las distintas sensibilidades percibidas en la piel es la de presión la
directamente relacionada con el sentido del equilibrio. La presión ejercida sobre las
plantas de los pies, por ejemplo, indican si el peso del cuerpo está distribuido por
igual en ambos o desplazado delante, atrás o a un lado.
La presión del aire contra la parte anterior del cuerpo de la persona que corre
indica la acción de una fuerza opuesta, y se produce el mecanismo reflejo de
inclinarse hacia adelante, para contrarrestarla.

Mantener el equilibrio, saber andar y correr, adoptar posturas adecuadas para


distintas situaciones..., todo ello requiere un aprendizaje. Digamos, en síntesis, que
hay que aprender a andar. El ejemplo más patente de este necesario aprendizaje lo
tenemos en los llamados «niños-lobos», que por circunstancias muy diversas
(abandono familiar, extravíos) no han convivido con seres humanos en sus primeros
años, y que no saben adoptar la postura bípeda posteriormente, cuando son
encontrados, rescatados y educados.
Aprender a andar exige una sincrónica maduración del sistema nervioso. Y
hasta los diez años no puede hablarse de una maduración generalizada, tanto de
vías nerviosas como de conjuntos musculares.

La cinestesia, o sentido de la posición, aptitud para la percepción de


posiciones y movimientos, especialmente de las partes del cuerpo, y entendida
como una forma de sensibilidad profunda, debe ser muy tenida en cuenta en todas
las programaciones sistemáticas de aprendizaje del sentido del equilibrio. Se trata
de hacer consciente la postura, el movimiento, con las partes del cuerpo implicadas,
y desmenuzando y practicando todas las posturas y modalidades posibles.
Por ejemplo, los desplazamientos pueden revestir las modalidades de: andar
haciendo conscientes las tres posturas de talón, planta de pie y puntillas, bien
practicando las tres posiciones de forma sucesiva, bien andando en una sola de
tales formas.
Si añadimos la mayor o menor velocidad, seguir un ritmo, andar a la pata coja...,
comprobaremos la variedad de ejercicios que entran en la práctica del aprendizaje
del equilibrio.
En la práctica de diversas variedades de deportes: saltar, correr, nadar,
ciclismo, esquiar.... veremos como todos exigen la práctica del equilibrio por
compensación y la adaptación del cuerpo a distintas situaciones dinámicas y, por
supuesto, el aprendizaje de coordinaciones motoras que aseguran el equilibrio.

Trastornos del equilibrio

Dentro de la actividad cotidiana, suelen presentarse algunas situaciones que


conviene tener en cuenta y, en lo posible, prevenir.

El vértigo puede tener varias causas. Es una alteración del sentido del
equilibrio, con sensación de inestabilidad y movimientos aparentes del propio cuerpo
u objetos circundantes. Puede acompañarse de náuseas y mareos. Puede tener su
origen en la ingestión de tóxicos (alcohol, droga), ciertos fármacos en dosis
elevadas, ya que estos productos son absorbidos preferentemente por las células
ciliares del aparato vestibular.

Por poner algunos ejemplos prácticos:


Las aulas recargadas con escaso o nulo espacio complementario para
desplazamientos espontáneos, o la falta de espacios libres, pueden provocar
situaciones individuales de claustrofobia o fatiga intelectual, derivadas en dolores de
cabeza y mareos.
En otras ocasiones, una errónea concepción del edificio, deviene, elevando la
altura de las ventanas por encima del ángulo visual, a la larga, en claustrofobias e
incremento de la fatiga visual.
Los mareos de viaje, en el uso de transportes, también producen vértigo.

Como educar y/o mejorar el equilibrio:

El trabajo de educación de la psicomotricidad está relacionado con el


equilibrio, aunque no todos los ejercicios de equilibrio están ligados a la
psicomotricidad.
Se deben de aprovechar las situaciones de la vida cotidiana para mejorar los
umbrales y alcanzar el dominio de este sentido, tan necesario en el
desenvolvimiento positivo diario. Los ejercicios breves de cinestesia, que vayan
haciendo consciente cuáles son las partes del cuerpo, las que se mueven o están
inmóviles, qué posibilidades tienen, cómo puede mejorarle el límite o umbral
superior…
Los juegos tradicionales son un acervo riquísimo: saltar a la comba, las carreras de
sacos, andar a la pata coja, el tranco, correr hacia atrás, el pañuelo, juegos todos
ellos con un fuerte componente de habilidad cinética y de equilibrio postural
exigiendo cada uno de ellos determinado dominio del equilibrio. Lo interesante, en
cualquier caso es la explotación a fondo del propio cuerpo, utilización al máximo de
los útiles, herramientas, objetos e instrumentos cotidianos y alcanzables.
LOS SENTIDOS DE LA PIEL

Se estudian en este apartado un conjunto de sensaciones que tienen en


común el hecho de que los receptores se encuentran en la piel y son activados a
partir de la estimulación táctil.
Estos matices se recogen en terminaciones nerviosas específicas para cada
uno de ellos y viajan, por sendas fibras sensibles, hasta la médula espinal y desde
allí al encéfalo a través de la cual se desencadenan diferentes cualidades
perceptivas:
• La localización y discriminación de la estimulación táctil.
• La percepción de la textura de los objetos.
• La percepción de la temperatura.
• La percepción del dolor.

Estas cualidades vienen dadas por el funcionamiento de tres sensaciones


somáticas o cutáneas:
• Sensación de tacto o presión.
• Sensación de dolor.
• Sensación de frío o de calor (temperatura).

Los sentidos de la piel tienen una gran importancia ya que nos informan de
las cualidades de los objetos y/o nos protegen del dolor corporal y de las
temperaturas extremas. Están relacionados con el sentido de la vista y con las
sensaciones cinestésicas y vestibulares.

Los receptores del tacto, presión y vibración son del mismo tipo (a menudo se
les llama sentidos táctiles), y su mensaje se proyecta en la porción anterior de los
lóbulos parietales (áreas 3, 1 y 2 de Brodmann).

Por detrás de estas áreas sensitivas primarias se encuentran las asociativas


(5 y 7), en las que se elaboran sensaciones más complejas que permiten apreciar la
textura, forma, tamaño y peso de los objetos.
Cada parte del cuerpo tiene su representación, casi exclusivamente, en el
hemisferio cerebral opuesto (excepto una pequeña parte de la cara que se
representa en el hemisferio del mismo lado), ocupando una zona proporcional al
número de receptores de que disponga.
La zona más amplia corresponde a los labios, que poseen mayor número de
receptores, seguida por la de la cara y el pulgar, mientras que el tronco y la parte
inferior del cuerpo se hallan representados en zonas relativamente pequeñas de
esta corteza cerebral.
Fig. 1. Representación de las diferentes partes del cuerpo en el área sensitiva primaria
(según Penfield y Rasmussen).

Descripción anatómica y fisiológica

La piel

La piel representa aproximadamente dos metros cuadrados de superficie


receptiva; sus funciones son la regulación de la temperatura, la transpiración, la
respiración y la protección del organismo. Existen dos tipos de piel:
• Piel delgada. Es peluda y cubre la mayor parte de nuestro cuerpo.
• Piel gruesa. Se llama así porque su capa externa es más gruesa. Se
encuentra en las palmas de las manos, las plantas de los pies y en las
superficies lisas de los dedos. Carece de folículos pilosos y sus receptores
son más complejos, pues están relacionados con las actividades
exploratorias.

La piel está formada por venas, arterias, glándulas sudoríparas, folículos


pilosos y receptores. Se divide en tres capas:

• Epidermis. Capa externa, flexible, está constituida por epitelio queratinizado,


entre cuyas células se hallan los melanocitos productores de melanina. Su
espesor varía de unas zonas a otras, siendo mayor en las palmas de las
manos y plantas de los pies, donde alcanza 1,5 mm. Se calcula que la
epidermis humana se renueva cada veinte o treinta días.
• Dermis. Capa intermedia, donde se encuentran numerosas terminaciones
nerviosas y la mayor parte de los receptores cutáneos. Su grosor es máximo
en la planta del pie (unos 3 mm.).
• Hipodermis o Tejido subcutáneo. Permite el deslizamiento de la piel sobre las
estructuras más profundas. Tiene una capa de tejido adiposo donde se
acumulan las grasas.
Los receptores

Son terminaciones de neuronas, si bien hay una gran variedad que difieren en
su estructura y posiblemente en sus funciones. Los más conocidos son:
• Los corpúsculos de Krause. Se localizan en la capa dérmica.
• Los corpúsculos de Meissner y los discos de Merkel. Se localizan en la piel
gruesa (no pilosa). Son particularmente abundantes en los labios y en las
yemas de los dedos, y probablemente explican la capacidad de identificar la
contextura de los objetos. Los corpúsculos de Meissner se adaptan pronto y
son sensibles al movimiento de objetos muy ligeros; en cambio, los discos de
Merkel dan sensaciones más estables y permiten recibir contactos
prolongados.
• Los corpúsculos de Ruffini. Se localizan en las zonas subcutáneas y en los
tejidos más profundos. informando de estados de deformación y de presión
en los tejidos profundos.
• Los corpúsculos de Pacini. Se localizan en la dermis, en los tejidos
subcutáneos (especialmente en los de las manos y los pies) y en las
articulaciones y sus ligamentos. se estimulan por movimientos muy rápidos, y
son importantes para el sentido vibratorio.
• Receptores de Golgi y Mazzoni. Se localizan principalmente en los tejidos
musculares y en los tendones.
• Terminaciones nerviosas libres. Se localizan en las zonas más superficiales.
se hallan en cualquier zona de la piel.

El número de receptores por centímetro cuadrado de superficie es diferente,


según la zona de la piel que se estudie, y varía así la capacidad de discriminar ante
estímulos producidos simultáneamente.
Mientras que en la yema de los dedos percibimos como distintos los extremos
de un compás que disten 1-2 mm., en la espalda son necesarias distancias mayores,
entre 30 y 70 mm., para localizarlos como puntos separados.
Cuanto más sutil es la sensibilidad de una parte del cuerpo, mayor es la densidad de
receptores que posee.

No está clara la relación entre el tipo de receptor y su función; parece ser que
por su localización y estructura, las terminaciones nerviosas libres responden más a
los estímulos dolorosos y térmicos que los corpúsculos, y que los receptores de los
tejidos musculares y los tendones están más relacionados con las sensaciones
cinestésicas (algunos autores incluyen el estudio de las sensaciones cinestésicas
dentro de las sensaciones de la piel). En el estudio de la relación entre el tipo de
receptor y su función se han desarrollado tres teorías cuyo estudio dejaremos para
otra ocasión.

Vías nerviosas

La transmisión neuronal de la información de los receptores de la piel hacia el


cerebro se realiza a través de dos sistemas:
• Sistema espinotalámico. Formado por fibras nerviosas pequeñas, de
transmisión lenta y de poca precisión.
• Sistema lémnisco. Formado por fibras nerviosas grandes, de transmisión
rápida y de mayor precisión.
Ambos sistemas transmiten la información a la corteza somatosensorial, en
concreto a diferentes partes del tálamo desde donde la información pasa al córtex
parietal.

Umbral táctil

La presión mínima necesaria para producir la sensación táctil oscila entre los
2-3 g/mm2, en labios y yemas de los dedos, y alrededor de 50 g/mm2 en la espalda.
Entre estos valores se encuentran las necesarias para las demás zonas corporales,
siendo las menores para el dorso de los dedos, el brazo y la cara interna del muslo,
y progresivamente mayores para el dorso de la mano, la pantorrilla, el hombro, el
abdomen, parte anterior de la pierna, planta del pie y dorso del antebrazo.

Tabla en la que se señalan, según Luria, el número


de receptores sensibles por milímetro cuadrado
en distintos sectores de la piel

Todo el material que nos rodea y envuelve, es fuente de interés y atención.


Como ejemplos pueden servirnos las diferentes texturas de los objetos, los
alimentos o los estados de la materia: más o menos caliente, más o menos duro,
más o menos denso, más o menos voluminoso, más o menos suave...Todo ello
podremos utilizarlo para ampliar los umbrales máximo y mínimo, los límites de la
percepción cutánea.
Podemos partir desde un “grado cero” y, sin limitarnos a una mera percepción
táctil de los objetos, intentando llegar hasta los más altos niveles de agudeza,
memoria y aplicación de estos conocimientos. Llegar a ser expertos táctiles,
explotando al máximo las posibilidades de conocimiento sensorial, adentrándonos
en umbrales de profesiones especializadas

El tacto

Incluye las sensaciones desencadenadas por la distorsión o deformación de


la piel, ocasionadas cuando ésta toca o es tocada por un objeto.

Aspectos fisiológicos

Los receptores más estudiados del sentido del tacto son los corpúsculos de
Pacini, células grandes, de forma elíptica, formadas por capas sobrepuestas en el
extremo de un axón que envuelven la terminación nerviosa. Responden más a un
cambio del estímulo que a una estimulación constante. Su densidad en algunas
áreas de la piel les permite señalar de forma efectiva la localización del estímulo.
La información del tacto se transmite a través de diferentes canales que se
diferencian en los receptores involucrados, la velocidad de adaptación, la
sensibilidad al tamaño y duración del estímulo y en los campos receptivos:
• Los corpúsculos de Pacini y las fibras de adaptación rápida. Responden a
cambios en la estimulación, dejando de responder cuando la presión sobre la
piel es continua.
• Las fibras de adaptación lenta. Responden cuando la presión sobre la piel se
realiza de forma continua.
Los receptores de la piel generan impulsos que se transmiten al córtex
somatosensorial.
La actividad somatosensorial se puede dar de dos formas, que corresponden
a dos sensaciones diferentes, especializadas y complementarias: el tacto pasivo
(notar) y el tacto activo (identificar).

Tacto pasivo
Se produce cuando un estímulo o un objeto se ponen en contacto con la piel.
La sensación básica que se deriva es la de notar el objeto. Los estudios sobre el
tacto pasivo se refieren a dos aspectos básicos:
• Estudios de los umbrales absolutos. Miden los umbrales de los sujetos en la
detección de un estímulo único sobre la piel. Destacan las aportaciones de
Weinstein (1968), quien estudió los umbrales absolutos en los hombres y en las
mujeres, llegando a las siguientes conclusiones:
• Tanto en los hombres como en las mujeres, algunas partes del cuerpo son más
sensibles que otras.
• En algunas partes del cuerpo, las mujeres son más sensibles al tacto que los
hombres.
• Las mujeres y los hombres difieren en sus patrones específicos de sensibilidad.
• Estudios del umbral de discriminación de dos puntos. Miden la capacidad para
detectar la estimulación de dos puntos de la piel. Weinstein (1968) encontró:
• Diferencias entre distintas partes del cuerpo. Por ejemplo, la cara y los dedos
pulgares tienen un umbral bajo en la detección de dos puntos.
• Una relación entre el tamaño del área cortical y el tamaño de los umbrales de
discriminación de dos puntos. Por ejemplo, la gran área cortical dedicada al labio
corresponde a un umbral bajo de esta parte del cuerpo en la discriminación de
dos puntos.

Tacto activo
Se produce cuando el individuo realiza una exploración activa del objeto. Es
un fenómeno complejo, en el cual intervienen las informaciones procedentes de las
sensaciones cinestésicas, y propositivo, es decir, selectivo e intencional.
Aporta mucha más información que el tacto pasivo, ya que en general,
permite la identificación de los objetos. Las informaciones combinadas de la piel y la
cinestesia constituyen la base de un sistema perceptual denominado sistema
háptico.
Algunas de las aplicaciones más importantes derivadas del tacto activo son el
método de Tadoma para sordos y el sistema Braille para ciegos.
Factores que influyen el tacto
Puesto que los mecanismos y las funciones del tacto activo y pasivo son
diferentes, también difieren los factores que los influyen. En síntesis, algunos de
estos factores son:
• Factores que influyen el tacto pasivo. La intensidad del estímulo, la zona
sensorial, el umbral individual, la adaptación, etc.
• Factores que influyen el tacto activo. La experiencia previa del sujeto con los
estímulos, la influencia de otras modalidades sensoriales, situaciones
específicas (como por ejemplo la ceguera), etc.

Estimulación táctil

El ejercicio del sentido del tacto es una actividad compleja, y requiere, más
que otros sentidos, todo un aprendizaje.

Digamos que hay que aprender a palpar, realizar ejercicios de memoria táctil:
• En primer lugar, deben usarse las dos manos. Una mano sostiene el objeto
que se está conociendo mediante el tacto, la otra efectúa el recorrido sobre
el mismo: el contorno, indagación de rugosidades, huecos; presiona para
conocer la dureza total o parcial, sus consistencia, su temperatura. Se
aprieta, se sopesa, se repasa..., se toma posesión táctil del objeto. La otra
mano realiza una función complementaria: se turna o alterna en el
conocimiento, efectúa igualmente el efecto pinza (pulgar contra índice). Las
yemas de los dedos permitirán prevenir cualquier accidente en la palpación
por su mayor sensibilidad al dolor.
• En segundo lugar hay que propiciar la palpación activa mediante el
movimiento continuo de manos y dedos, articulando los mismos, girando
las manos, abriendo y cerrando, presionando en torno al objeto. Y cuanto
más activa sea esta palpación, mayor estimulación en el córtex, mayor
riesgo neuronal, más actividad y rapidez en el punto central receptor... y
mejor conocimiento y posibilidad de identificación del objeto.
• En tercer lugar, la repetición del conocimiento-reconocimiento táctil resulta
en un menor tiempo para la identificación.

El dolor

Aspectos definitorios

El dolor tiene un gran valor biológico y adaptativo ya que, a partir de la


información de la existencia de un estímulo nocivo, nos protegemos del mal corporal;
las personas que carecen de esta sensación, muestran un ejemplo de la importancia
de esta sensación ya que se pueden autolesionar sin darse cuenta.
Tradicionalmente se considera que la principal superficie receptora del dolor
es la piel, si bien es obvio que el lugar del dolor no se limita a la misma: la
estimulación de casi cualquier región del cuerpo, interna o superficial, puede
ocasionar dolor.
Es difícil elaborar una definición del dolor debido a una serie de factores, entre
los que destacan:
• La existencia de diferentes estímulos que producen dolor.
• La existencia de diferentes experiencias de dolor.
• La vinculación del dolor con las emociones.
• La gran carga de subjetividad que conlleva el dolor.
• El hecho de que no existe una única estructura cortical relacionada con el
dolor, pues éste depende del funcionamiento de diferentes estructuras
medulares y cerebrales.
• La existencia de muchas diferencias individuales en la percepción del dolor.

Estos factores llevan a pensar que una definición correcta del dolor debe
tener en cuenta dos aspectos o componentes:
• Componente sensorial. Existencia de un daño (estimulación) en los tejidos
corporales.
• Componente emocional. La experiencia desagradable dolorosa.

Aspectos fisiológicos:

Teoría del control de puerta (Melzack y Denis (1978)).


Propone que la percepción del dolor está controlada por un circuito neural, cuya
base es que las señales que producen la percepción del dolor deben pasar por el
sistema de control de puerta antes de transmitirse al cerebro.
La importancia de esta teoría radica en el hecho de que explica que el dolor
está determinado no sólo por la activación de las fibras conectadas a los
nocioceptores (aspectos más fisiológicos), sino también por el papel que juega el
cerebro a través de las señales inhibitorias que envía (aspectos psicológicos).

Factores que intervienen en la percepción del dolor:

El problema más importante que se plantea en las investigaciones sobre el


dolor es el de medir o cuantificar la intensidad del dolor que experimenta el individuo.
Debido la propia complejidad del dolor, es fácil prever que son diversos y complejos
los factores que influyen en su percepción. Estos factores afectan a dos aspectos
básicos relacionados con el dolor:
• El umbral del dolor. Intensidad del estímulo que el sujeto percibe como
doloroso.
• Las diferentes partes del cuerpo tienen umbrales diferentes.
• La tolerancia al dolor. Máximo grado de dolor que el sujeto puede soportar
o que acepta de forma voluntaria. Por razones éticas es difícil de
investigar.

Generalmente, los factores que intervienen en la percepción del dolor no


actúan de forma aislada, sino que la combinación de algunos de ellos hace posible
el aumento o la disminución del dolor. Se pueden clasificar en tres grupos y en
síntesis, algunos de ellos son:
• F a c t o r e s dependientes de la estimulación realizada:
• El tipo de estimulación utilizada (mecánica, química, eléctrica o térmica).
• La intensidad del estímulo doloroso.
• La duración del estímulo doloroso.
• La proporción de área estimulada (dolorida).
• El tipo de dolor producido (localizado o profundo).
• La adaptación. Se presenta en dolores leves pero no en dolores fuertes.
• Factores dependientes del individuo que sufre el dolor:
• La cultura del sujeto. Tal como muestran ciertos rituales dolorosos que no
son percibidos así por sus protagonistas.
• Las diferencias individuales. Relacionadas con factores de personalidad
(ansiedad, extroversión y depresión).
• La experiencia previa del sujeto.
• La situación en la que se presenta el estímulo.
• El significado del dolor para el individuo.
• Estados mentales del sujeto.
• Utilización de técnicas para el control del dolor. Desarrolladas en el
siguiente apartado.

Control del dolor

Hay diferentes formas o métodos para controlar o reducir el dolor. Algunos de


los más representativos son los siguientes:
• Substancias químicas y fármacos. Entre ellos destacan la novocaína y las
drogas derivadas del opio como la codeína y la morfina.
• E n d o r f i n a s. De descubrimiento reciente, son substancias generadas
por el cerebro (endógenas), que tienen efectos similares a las drogas
derivadas del opio. Su estudio es muy interesante, ya que una vez
conocidos los mecanismos mediante los cuales se liberan se pueden
utilizar como analgésicos; dichos estudios son aún vagos, si bien parece
que la acupuntura y las situaciones de estrés provocan la liberación de
estas substancias.
• Métodos contrairritantes. Provocan la irritación de un área para disminuir
el dolor en otra. Los más representantes son:
• La acupuntura. Sus mecanismos de funcionamiento no están del todo
claros, si bien parece que la teoría del control de puerta puede aportar
alguna explicación, en el sentido que lo que provoca la acupuntura es la
estimulación de fibras grandes (cierran la puerta) que inhiben el dolor.
• La analgesia por estimulación. Se produce a partir de la estimulación
eléctrica de ciertas regiones del cerebro, que provoca una pérdida de la
sensibilidad al dolor.
• Procedimientos psicológicos. Los más representativos son:
• La hipnosis. Consiste en una alteración de la conciencia, durante la cual el
sujeto es susceptible a las sugestiones del hipnotista. Su utilización
provoca gran escepticismo entre los investigadores.
• Aproximaciones cognitivo-conductuales. Ayudan al paciente a desarrollar
respuestas cognitivas y conductuales más adaptadas ante el dolor.
Incluyen diferentes técnicas como la distracción o el modelamiento. Se
han mostrado eficaces en situaciones como la preparación al parto,
operaciones quirúrgicas, etc.

Sensaciones de calor y de frío

Aspectos fisiológicos

Ambas sensaciones forman parte de un mismo fenómeno, la percepción de


una fuente de calor, si bien fisiológicamente forman dos sistemas separados, ya que
sobre la piel es posible identificar puntos diferenciados sensibles al calor y al frío.
La sensibilidad térmica está distribuida de forma irregular sobre la superficie
de la piel; para que un receptor se estimule, la temperatura del estímulo debe ser
diferente a la temperatura de la piel, considerada por algunos como punto de
inferencia o cerofisiológico; esta temperatura puede no ser constante en todas las
zonas de la piel.

Sensaciones térmicas paradójicas

Por sus características, se consideran dos tipos de sensaciones térmicas


paradójicas:
• Frío paradójico. Se produce cuando puntos sensibles al frío se estimulan
con temperaturas muy altas (unos 45º), obteniéndose una sensación de
frío.
• Calor paradójico. Se puede producir cuando se estimulan
simultáneamente puntos sensibles al calor y al frío al alternar la
temperatura del objeto (caliente fría), obteniéndose una sensación de
calor.

Factores específicos de la temperatura

Los factores específicos más característicos relacionados con la percepción


de la temperatura son:
• Los umbrales. Tanto los umbrales absolutos para el calor como los del frío,
varían en las diferentes partes del cuerpo: la frente es especialmente sensible
al calor, y las pantorrillas lo son muy poco; en cuanto al frío, el tórax es la
parte más sensible, y la frente la menos sensible. El umbral diferencial
depende de la velocidad del cambio de temperatura: notamos más un cambio
repentino de la temperatura que un cambio gradual.
• La adaptación térmica. Consiste en la disminución de la intensidad percibida
de la temperatura (caliente o fría) como consecuencia de la exposición
seguida.
• Las sensaciones térmicas de la piel presentan adaptación, si bien la
adaptación térmica absoluta sólo se produce en una fluctuación restringida de
temperaturas; cuanto más extrema sea la temperatura, más largo será el
tiempo necesario para su adaptación.
LOS SENTIDOS QUIMICOS: OLFATO Y GUSTO
Los sentidos químicos son el gusto y el olfato, y son llamados así porque sus
receptores (quimiorreceptores) son estimulados por el contacto con diferentes
substancias químicas.
Algunas especies dependen casi exclusivamente de estos sentidos para la
obtención de información del entorno.
En el hombre estos sentidos ejercen más una función informativa que está
muy relacionada con aspectos culturales y emocionales; sólo en algunas ocasiones
la función de estos sentidos es preventiva.
Gusto y olfato se confunden a menudo: gran parte de lo que llamamos sabor
es en realidad olor. Cuando se padece un catarro nasal y los conductos están
obstruidos, la comida parece insípida, al no poder percibir su olor.

El olfato

El olfato es el sentido menos estudiado y menos conocido, pues aún se


desconocen muchos de los mecanismos estimuladores y fisiológicos implicados. No
obstante, se sabe que existe un uso diferencial del olfato en función de la especie y
en función de la cultura y que puede jugar un papel importante en la cognición y la
memoria humana. En este sentido, destacan los siguientes hechos:
• Algunas especies son mucho más sensibles a los olores que los humanos.
• En algunas especies, este sentido es imprescindible para su adaptación y
supervivencia.
• En muchos animales, el olor es el medio de comunicación dominante; en este
proceso cabe destacar el papel de las feromonas, substancias químicas
desprendidas por los animales que producen reacciones específicas al ser
olidas por otros animales de la misma especie.
• En nuestra cultura esta sensación raramente se utiliza con toda su capacidad,
y su uso está muy relacionado con aspectos de placer altamente vinculados a
aspectos emocionales y culturales.
• En general, el hombre detecta fácilmente los olores pero le es más difícil
identificarlos y reconocerlos; no obstante, una vez identificado o reconocido
un olor su permanencia en el tiempo es larga, es decir, los olores no se
olvidan con facilidad.

Clasificación de los olores

Se han realizado varias clasificaciones de los olores, aunque ninguna ha


resultado completamente satisfactoria. La complejidad de los estímulos olorosos y el
hecho de no poder postular la existencia de receptores específicos para olores
específicos, han contribuido a este hecho. Las dos clasificaciones clásicas
propuestas son:
• El prisma olfatorio de Henning (1916). Clasificación basada en las
descripciones de los olores que realizaron seis sujetos experimentales. En la
estructura del prisma olfatorio se establecen seis olores básicos localizados
en las esquinas: fragante, podrido, etéreo, resinoso, quemado y aromático, y
una serie de olores complejos que se representarían en el interior del prisma
y cuyas cualidades se parecerían más o menos a las de los olores primarios,
en función de su aproximación.
• La teoría estereoquímica de Amoore (1970). Postula que moléculas similares
determinan un olor determinado y que hay receptores específicos
relacionados con la forma de la molécula que se huele. Amoore determinó
una lista de siete olores primarios (alcanforado, picante, floral, etéreo, menta,
enmohecido y podrido) que posteriormente amplió a 32. La teoría, con poca
evidencia empírica, demostró la existencia de una relación entre la forma de
la molécula y su olor, si bien posteriormente se han encontrado moléculas
idénticas que son percibidas como olores diferentes.

Aspectos anatómicos y fisiológicos

Esquema representativo del sentido del olfato, situado en el interior de las cavidades nasales.

En síntesis, en el camino hacia la sensación del olor la molécula olorosa sigue


los siguientes pasos:
Se produce en la región situada en el techo de las fosas nasales. En dichas fosas
nasales se distinguen tres regiones:
1. Vestíbulo.
Es la porción más anterior, y corresponde al interior de las alas de la nariz. Su
mucosa dispone de pelos o cilios y glándulas que impiden la entrada de partículas
gruesas.
2. Áreas respiratorias.
Comprenden las cavidades nasales principales, que están separadas por el
tabique nasal. En la pared lateral de cada cavidad destacan tres prominencias
(cornetes) que limitan unos espacios (meatos).
La mucosa contiene glándulas secretoras de moco, epitelio con cilios y un
abundante plexo venoso. Su función es servir de filtro y humedecer y calentar el aire
que respiramos. Si el aire exterior es caliente y húmedo, los cornetes se deshinchan,
mientras que si es seco y frío, se congestionan. En determinadas condiciones
(resfriados, alergias), el plexo venoso puede congestionarse y dificulta la libre
circulación del aire.
3. Área olfatoria.
Corresponde a la zona superior de las cavidades nasales principales, y está
ocupada por la membrana olfatoria. Esta membrana, de unos 5 cm2 de extensión
total, está formada principalmente por una capa de células de sostén y sensitivas.
Las células de sostén poseen un pigmento responsable de color parduzco.
Las sensitivas son neuronas bipolares, que disponen de cilios, considerados como
los quimiorreceptores, revestidos por la delgada película mucosa.

Las señales que provienen de los receptores del olfato se procesan en un


primer nivel en el bulbo olfatorio. La información que proviene de los dos bulbos
olfatorios se combina posteriormente en algún lugar de la vía olfatoria.
Del bulbo olfatorio parten las neuronas a través de dos vías: el tálamo, área
central de los procesos sensoriales y el hipotálamo, estructura importante en la
ingesta del alimento y en la regulación del comportamiento.
Del procesamiento superior de esta sensación se sabe bastante poco. Según
los diferentes estudiosos situando este proceso en distintas partes del cerebro.

Factores que influyen en la percepción de olores

Algunos de los factores que influyen en la percepción de los olores se han


estudiado a partir de los umbrales absolutos y los umbrales diferenciales de los
olores:
• Factores que influyen los umbrales absolutos. Influyen en la determinación de
la presencia del olor. Destacan los siguientes:
• El tipo de olor. Se han encontrado diferentes umbrales para diferentes olores.
• La especie. Los humanos somos menos sensibles a algunos olores que otros
animales.
• Las diferencias individuales en la sensibilidad olfativa.
• El género. La mayor parte de los estudios muestran que las mujeres son más
sensibles a los olores que los hombres.
• Las preferencias olfativas. Dependen de la concentración. Parece ser que hay
evidencias sobre la preferencia por el olor propio.
• Umbrales diferenciales de los olores. Normalmente son altos ya que
prevalece la constancia del olor, es decir, la fuerza percibida de un olor sigue
siendo la misma a pesar de las variaciones en la intensidad de la inhalación.
• Otros factores que están relacionados con la percepción de los olores son:
• Diferencias culturales. Debidas a la función o el papel que tiene en cada
cultura la percepción de los olores.
• Diferencias individuales específicas. Provocadas por situaciones específicas
como la ceguera, que provoca mejor reconocimiento e identificación de los
olores.
• La adaptación. Pérdida temporal de la sensibilidad a un olor presentado
durante un intervalo temporal. Parece ser que en la adaptación a los olores
intervienen estructuras corticales relacionadas con la memoria.

Para percibir una sustancia se precisa que sea volátil, para que las moléculas
que desprenda sean llevadas por el aire al inspirar, y soluble en grasas y agua para
atravesar la película mucosa, contactando con los cilios.

La razón por la que somos capaces de oler miles de sustancias diferentes es


desconocida, y se han enunciado distintas hipótesis.
Una de ellas considera que entre estímulo y receptor se produce un encaje
del tipo llave-cerradura. Así, los cilios dispondrían de huecos («cerradura»), que sólo
responden a moléculas de una cierta forma («llave»). Esta teoría permite explicar la
adaptación a los olores; durante la permanencia en una atmósfera fuertemente
olorosa, los receptores de estas moléculas irían bloqueándose, disminuyendo e
incluso cesando la sensación.

Se admite la existencia de 50 o más sensaciones odoríferas primarias.

Una característica del olfato es la de poseer un umbral mínimo muy bajo y


uno máximo, relativamente cercanos.
Para producir la sensación son suficientes cantidades mínimas de moléculas,
mientras que bastan concentraciones 10 a 50 veces superiores para desencadenar
la intensidad máxima.

Este hecho contrasta con la gran amplitud entre los umbrales de otros
sentidos (por ejemplo, auditivo, visual), y parece indicar que es un sentido destinado
a detectar la presencia o ausencia de olor, más que a cuantificar intensidades.
Podemos aumentar las posibilidades de olor aspirando con fuerza para incrementar
la cantidad de aire y, por consiguiente, la de moléculas arrastradas.

El gusto

El significado que normalmente atribuimos al gusto o al sabor de los alimentos


va más allá de la experiencia sensorial que se produce al colocar alguna sustancia
en la boca; la denominación responde más bien a un grupo de experiencias que
surgen al activar los receptores gustativos de la lengua y probablemente ciertas
partes de la actividad bucal. En síntesis, estas experiencias vienen determinadas
por:
• La influencia del olfato.
• Las propiedades mecánicas de los alimentos y de otras substancias
implicadas.
• La temperatura de los alimentos.
• Sensaciones hápticas y cinestésicas (que se producen en la boca).
• Contribuciones nerviosas centrales.
• Aspectos emocionales.

Cuando se habla del gusto como modalidad sensorial, se hace referencia a


las percepciones que resultan del contacto de determinadas substancias químicas
con los receptores específicos de la boca.
Estas consideraciones y la experiencia particular relacionada con los sabores
de las comidas, evidencian la estrecha relación entre el gusto y determinados
factores individuales (afectivos) y culturales.

Clasificación de las cualidades gustativas

En principio, una sustancia puede estimular la sensación del gusto si es


disoluble en la saliva. La efectividad estimulante de las substancias depende
además de otros factores como el grado de solubilidad, la concentración, la
capacidad de ionización, la temperatura y la composición química.
Si bien hay cierta controversia, la mayor parte de investigadores cree que en
los humanos existen cuatro cualidades gustativas básicas:
• D u l c e.
• A m a r g o.
• S a l a d o.
• A g r i o.

Esta clasificación ya fue propuesta por Henning (1916), quien utilizó la forma
de un tetraedro para representar en cada una de sus esquinas las cuatro cualidades
principales del sabor, en los bordes los sabores intermedios (mezclas de dos
sabores primarios) y en la superficie los sabores combinados (a partir de tres
sabores primarios); estos términos son adecuados para describir la casi totalidad de
nuestras experiencias gustativas.
Parece ser que existen propiedades físicas y químicas para cada uno de
estos sabores básicos, aunque no son completamente exactas las conexiones entre
las propiedades físicas y químicas de las substancias y la cualidad de su sabor.
Además, la complejidad en la especificación de los estímulos aumenta si
consideramos el hecho de que el sabor de algunas substancias cambia con su
concentración.
Cabe considerar que algunos estudios realizados sobre identificación de
componentes concluyen que la complejidad de los sabores no se puede analizar en
sus componentes primarios, sino como una única cualidad compuesta por diferentes
ingredientes.

Aspectos anatómicos y fisiológicos

Los receptores del sentido del gusto se encuentran en los botones o


corpúsculos gustativos distribuidos por la boca; los más estudiados son los que se
encuentran situados formando pequeñas protuberancias sobre la lengua: las papilas
gustativas. Los corpúsculos gustativos tienen una vida corta (unos diez días) y se
van regenerando.
En los niños, los botones gustativos son muy numerosos, sobre todo en la
punta de la lengua. En el adulto su número es más reducido y, por lo general,
después de los cuarenta y cinco años, muchos botones degeneran y hacen que la
sensación resulte cada vez menos aguda.
La estimulación por puntos de las áreas de la lengua y del paladar blando
parece indicar que existe una cierta relación entre la región de la lengua y la
sensibilidad para cada uno de los gustos (la parte media de la lengua no tiene
corpúsculos gustativos):
• Salado. Mayor sensibilidad en la punta y en los lados.
• Dulce. Mayor sensibilidad en la punta.
• Amargo. Mayor sensibilidad en el paladar blando.
• Agrio. Mayor sensibilidad en los laterales de la lengua.
Hoy en día la mayoría de investigadores creen que los botones gustativos son
sensibles a más de un gusto si bien responden de forma más precisa a un gusto
determinado.

Factores que influyen en la percepción del gusto

En síntesis, algunos de los factores que influyen en la percepción del gusto


son los siguientes:
• Interacción del gusto con el olfato. El sentido del olfato es muy importante en
la determinación de los sabores, lo cual demuestra una cierta cooperación de
los mecanismos nerviosos implicados.
• Temperatura de la sustancia que se gusta. Parece ser que su influencia está
relacionada con el aprendizaje realizado por el sujeto.
• Características visuales de la sustancia que se gusta. Parece ser que su
influencia está relacionada con el aprendizaje realizado por el sujeto.

Adaptación

Cuando una sustancia se coloca en la lengua, aumenta el umbral absoluto


para esta sustancia; es decir, para saborearla, es necesaria una mayor
concentración de la misma. La adaptación se produce más en las sustancias
condimentadas y en las cuatro cualidades del gusto, siendo inferior en la vida diaria
que en los estudios de laboratorio. La adaptación a una sustancia puede afectar el
sabor de otra sustancia degustada a continuación, pudiéndose producir:
• La adaptación cruzada. La adaptación a una sustancia aumenta el umbral
para otra sustancia; normalmente es específica para una propiedad del sabor
particular.
• La potenciación cruzada. La adaptación a una sustancia disminuye el umbral
para otra sustancia.
• Efecto de contraste. Producido, normalmente, por los modificadores del sabor,
que son unas substancias especiales que cambian el sabor de otros
alimentos degustados a continuación. Uno de los más conocidos es la
llamada fruta milagrosa, que cambia el sabor de las substancias agrias.
• Diferencias individuales en el sabor. Debidas a factores genéticos o a
experiencias pasadas con determinados alimentos. Pueden ser de
preferencia o de aversión.
• Hambres específicas. Parece ser que son de origen genético y tienen un
papel fundamental en la regulación de la ingesta de determinadas
substancias.
• Preferencias hedónicas. Parece ser que en el hombre son aprendidas y
dependen de factores culturales, si bien dentro de una misma cultura se
encuentran diferencias individuales importantes.
• Deficiencias en la percepción del sabor. En ocasiones se producen como
consecuencia de traumatismos encefálicos o de la radioterapia. La deficiencia
más grave y poco frecuente es la pérdida total del gusto (ageusia); otros
trastornos son la sensibilidad acentuada a los sabores (hipergeusia) y la
percepción distorsionada de los mismos (disgeusia).
EL SISTEMA AUDITIVO
Mediante el sistema auditivo nos llega información compuesta básicamente
por los sonidos que nos rodean. A través de esta modalidad, también se produce la
codificación de otros fenómenos auditivos más complejos como la localización del
sonido y la percepción del lenguaje.

Los estímulos de la audición

Los sonidos que oímos son pautas de alteraciones de presión sucesivas que
ocurren en algún medio molecular, que puede ser gaseoso, líquido o sólido. Los
sonidos no pueden existir en el vacío, es decir, en ausencia de alguno de estos
medios. Cuando un objeto produce un sonido, su superficie vibra rápidamente y crea
diferencias de presión en el aire circundante. Estas variaciones de presión
generadas por los cuerpos vibratorios se desplazan en forma de onda dentro del
medio, siendo el tipo más sencillo de onda sonora la que produce cambios de
presión sucesivos en el tiempo, en forma de una onda sinusoidal única repetitiva.
Una característica específica es que las ondas avanzan en el espacio sin que
lo haga necesariamente su medio de transmisión; la velocidad del sonido se calcula
a partir del tiempo necesario para que una compresión se mueva a una distancia
conocida y depende de las características físicas del medio, siendo inversamente
proporcional a la densidad y compresibilidad del medio de conducción; así por
ejemplo, en el aire, a 0º C, las ondas viajan a una velocidad aproximada de 340
metros por segundo, siendo esta velocidad de transmisión superior en el agua.

Propiedades de las ondas físicas y dimensiones del sonido

Cada una de las propiedades físicas de una onda sonora está asociada con
cada una de las consideradas dimensiones del sonido o características
experimentales o psicológicas del mismo:
• Frecuencia. Corresponde a la rapidez con la cual varía la presión, es decir, al
número de ciclos o cambios de presión completados en un segundo; se mide
en hertzs. Las diferentes frecuencias originan la característica conocida como
el t o n o de un sonido que se expresa en ciclos por segundo (c p s).
Normalmente, un sonido no mantiene una frecuencia constante, sino que lo
que se produce son cambios tipificados en la frecuencia conocidos con el
nombre de modulaciones de frecuencia. Existen diferencias entre las
especies con relación a la capacidad de oír sonidos con diferentes tonos.
• Amplitud. Corresponde a la intensidad de la vibración, es decir, al grado de
desplazamiento de las partículas vibratorias en cualquier dirección a partir de
la posición de descanso; se mide en Newton por metro cuadrado (N / m2). La
amplitud del sonido origina la característica psicológica de la sonoridad y se
mide en decibeles (d B). Existe una gran variabilidad de presiones a las
cuales son sensibles los oídos; la mayor parte de las experiencias sonoras
cotidianas se encuentran en el rango comprendido entre 60 y 90 dB.

En la experiencia diaria, las ondas complejas, formadas por varias ondas


seno, son fenómenos auditivos más comunes que las ondas seno puras utilizadas
normalmente en la mayoría de las investigaciones.
La dimensión psicológica del timbre, propiedad sonora del tono, corresponde
a la complejidad de la combinación de las ondas sonoras. Una onda compleja es
característica de la voz y de los instrumentos musicales.
Aspectos anatómicos y fisiológicos

Las ondas sonoras, desde su emisión, realizan un recorrido a través de las


tres estructuras básicas del oído (oído externo, oído medio y oído interno), hasta
llegar a los receptores situados en estructuras específicas del oído interno. En
síntesis, este recorrido sigue los siguientes pasos:

1. Oído externo
Recoge las ondas sonoras y las conduce hasta el tímpano. Comprende el pabellón
de la oreja, el conducto auditivo externo y la membrana del tímpano.

Fig. 1. 1: Conducto auditivo externo. 2: Tímpano. 3: Trompa de Eustaquio. 4: Cadena de huesecillos.


5: Oído interno. 6: Cóclea o caracol. 7: Nervio estatoacústico.

1.1. Pabellón de la oreja.


Está constituido de cartílago elástico y no tiene prácticamente función orientativa e
intensificadora de los sonidos.

1.2. Conducto auditivo externo.


Mide unos 3 cm. de longitud. Su mitad externa, continuación del cartílago del
pabellón, está recubierta de piel rica en pelos y glándulas secretoras de cerumen.

1.3. Membrana timpánica.


Es una lámina fibrosa recubierta de epitelio. Transforma las ondas en vibraciones
mecánicas

2. Oído medio o caja del tímpano

Transmite las vibraciones timpánicas hasta el oído interno. Es una pequeña


cavidad, llena de aire, que contiene la cadena de huesecillos. Comunica con la
nasofaringe a través de la trompa de Eustaquio, y con el oído interno por dos
orificios dotados de una finísima membrana.
Al orificio superior se le denomina ventana oval, y al inferior, ventana redonda.

2. 1. Cadena de huesecillos.
El mango o manubrio del martillo está firmemente englobado en el tímpano.
El pie del estribo está encajado mediante fibras elásticas a la ventana oval.
El yunque ocupa una situación intermedia.

Esta disposición en cadena permite que las oscilaciones del tímpano lleguen
al estribo que, a modo de émbolo, presionará sobre el líquido del laberinto a través
de la ventana oval.

El martillo y el estribo disponen de sendos músculos, estimulables por los sonidos


intensos, que al contraerse atenúan los movimientos de la cadena.

2.2. Trompa de Eustaquio.


Es un conducto formado por el cartílago elástico, que mide unos 3,5 cm. de
longitud.
En su estado normal, en reposo, sus paredes están en contacto, ocluyendo la
luz de la trompa. Al hablar o deglutir las paredes se separan y el orificio inferior
(nasofaringe) se abre, circulando el aire por él si hay una diferencia de presión con el
exterior.
Actúa como una válvula reguladora de la presión M aire existente en el oído
medio.
Este mecanismo garantiza la libre oscilación del tímpano, al conseguir que
haya la misma presión a ambos lados de la membrana.

3. Oído interno o laberinto

Comprende una serie de membranas en forma de tubos y sacos (laberinto


membranoso) incluidas en una cápsula ósea (laberinto óseo).
El laberinto membranoso está relleno y rodeado de líquido (endolinfa y perilinfa).
La porción central (vestíbulo) y posterior del laberinto la ocupa el aparato vestibular,
perteneciente al sentido del equilibrio.
La porción anterior corresponde a la cóclea o caracol, órgano del sentido auditivo.

Caracol:
Presenta forma de tubo arrollado en una espiral de 2.3/4 vueltas. Su luz se
halla dividida en tres compartimientos, el superior o rampa vestibular, el medio o
conducto coclear y el inferior o rampa timpánica.

Las rampas vestibular y timpánica contienen perilinfa y están separadas entre


sí por una laminilla ósea, excepto en el vértice del caracol, donde se comunican. La
vestibular está relacionada con la ventana oval mediante el vestíbulo del laberinto,
mientras que la timpánica limita con la ventana redonda.

Fig. 2. 1: Membrana vestibular.


2: Conducto coclear.
3: Organo de Corti.
4: Membrana basilar.
El conducto coclear, relleno de endolinfa, está cerrado por dos finísimas
membranas (membrana vestibular y membrana basilar) e incluye al órgano de Corti.

El órgano de Corti es la parte sensible del aparato auditivo.


Apoyado sobre la membrana basilar, se extiende a todo lo largo del conducto
coclear. Lo forman grupos de células ciliadas, que son los verdaderos receptores,
sobre cuyos cilios flota la membrana tectoria. De las células ciliadas parten las fibras
nerviosas, que agrupadas forman la rama coclear del nervio estato-acústico (VIII par
craneal).

Las vibraciones de la perilinfa producen oscilaciones de las membranas del


conducto coclear, y las células sensitivas son excitadas al contactar sus cilios con la
membrana tectoria.
Bekesy y Ranke proponen que el oído trabaja según un principio
hidrodinámico.
Las oscilaciones del estribo originan una onda progresiva, cuyo alcance está
determinado por las propiedades de los conductos del caracol y por la frecuencia de
las oscilaciones. De este modo las distintas frecuencias estarían relacionadas a
ciertos sectores del caracol; los sonidos agudos, frecuencias altas, generan ondas
que alcanzan el máximo de vibraciones en la base de la cóclea, mientras que los
graves alcanzan su máximo en la cúspide.

El líquido del laberinto también puede vibrar a partir de otros puntos de la


cápsula del caracol.
Las vibraciones de un diapasón, colocado sobre los huesos del cráneo, son
percibidas mediante conducción ósea

Frecuencias e intensidades.

El ser humano es capaz de percibir sonidos de frecuencias comprendidas


entre 16.000 20.000 hertzios (vibraciones por segundo). El oído es mucho más
sensible a las situadas entre 1.000 - 3.000 hertzios. Los sonidos fundamentales para
la comprensión del lenguaje se sitúan en una zona media de 500 hasta 3.000
hertzios.
Se utiliza el decibel (dB) como unidad de intensidad de sonido.

130 dB Nivel de sensación dolorosa.


120 dB Tormenta.
Entre 110 dB y el umbral doloroso Discotecas «en ambiente».
110 dB Avión con motores en marcha, a 15 metros.
100 dB Un taller de calderería.
90 dB Rugido de un león, desde el otro lado de la jaula.
Entre 80 y 70 dB Una vía urbana muy activa, en hora de mayor tránsito
60 dB Una conversación en grupo.
50 dB Un automóvil poco ruidoso.
40 dB Calle tranquila en gran ciudad.
30 dB Comedor o sala de estar en una casa, con sus habitantes.
20 dB Susurro, conversación en voz baja (entre dos).
10 dB Las hojas agitadas por la brisa (no por el viento).
«La conversación corriente, a 40 dB por encima del susurro, pone en juego 10.000 veces
más energía que aquél, y el ruido de un avión a escasos metros aporta al oído 100 veces
más energía que el rugido de un león, 100.000 veces más que la conversación corriente
y 10 elevado a 11 veces más que los ruidos más débiles» (ídem).
ESCALA DE NIVELES DE INTENSIDAD EN ALGUNOS
RUIDOS EN DECIBELIOS, según Gribenski

Localización de un sonido

La experiencia nos muestra que en la mayor parte de las ocasiones somos


capaces de oír un sonido y localizarlo, es decir, identificar su dirección y la distancia
a la cual se emite; esta capacidad nos guía nuestra atención y nos permite la
localización y/o la evitación de objetos. En este proceso intervienen una serie de
estructuras y factores, si bien no hay acuerdo sobre el grado de intervención de cada
uno en la localización del sonido. Algunos de estos factores y estructuras son:
• Distancia de la señal aural y diferencia de intensidad interaural. La mayoría de
las veces el sonido no se produce de forma equidistante a los dos oídos,
originándose la diferencia de intensidad interaural (DII), que es la diferencia
entre los dos oídos en cuanto a la presión sonora recibida de una fuente
externa; esta diferencia varía en función de su relación con la diferencia de
distancia binaural, que depende de la distancia real a la cual se emite un
sonido, de su intensidad y de sus características específicas. En síntesis, un
sonido no equidistante de los dos oídos llega primero al oído más cercano y
transmite un sonido ligeramente más intenso en este oído; la distancia a la
cual se percibirá dependerá de su intensidad, en el sentido que cuanto más
intensa sea, más cercano se percibirá y viceversa.
• Movimientos de la cabeza. El papel de los movimientos de la cabeza en la
localización de un sonido fue estudiado por Wallach (1939, 1940) quien
observó que los sonidos que permanecen en el plano medio del oyente a
medida que gira la cabeza, están localizados en el plano vertical de la misma,
casi siempre por encima de la cabeza, mientras que los estímulos situados
fuera del plano horizontal deberían mostrar cambios en estos dos parámetros
interaurales cuando la cabeza gira. Thurlow y Runge (1967) no comparten
esta idea.
• El pabellón de la oreja. El papel del pabellón de la oreja en la localización del
sonido fue estudiado por Gardner (1973), quien realizó una serie de estudios
en los cuales diseñó una serie de tapones para obstruir el pabellón y
comprobó que la localización del sonido era deficiente en estas condiciones.
Destacan también los estudios de Butler y Humanski (1992) sobre la
influencia de las altas frecuencias en la localización en el plano medio vertical.
Con relación a la transmisión de la onda sonora a través del pabellón se han
desarrollado dos teorías:
• Teoría de la sombra. Según esta teoría los pabellones transforman un frente
de onda acústica que contiene frecuencias altas y que sirve para diferenciar
los estímulos anteriores de los posteriores.
• Teoría de las reflexiones del pabellón. Según esta teoría, los frentes de onda
reflejada son ecos procedentes de las diversas superficies del pabellón, que
tienen varios períodos de retraso en función del ángulo de incidencia de los
frentes de onda de presión sonora.

Algunas deficiencias o patologías auditivas

Existen diferentes formas de manifestarse un mal funcionamiento del sistema


auditivo, siendo múltiples sus causas y consecuencias. En síntesis, una posible
clasificación de las disfunciones auditivas es la siguiente:
Ausencia total o parcial de la sensación auditiva
La ausencia de la sensación auditiva se conoce con el nombre de sordera.
Puede afectar a un oído o a ambos y según el grado de ausencia que provoque
puede ser total o parcial. En el ámbito anatómico funcional la sordera puede ser
de dos tipos:
• Sordera de conducción o de transmisión. Debida básicamente a
deficiencias en el mecanismo de conducción del estímulo sonoro, es decir,
a una deficiencia en el funcionamiento del oído externo o del oído medio;
son un ejemplo las sorderas que provienen de la perforación del tímpano,
de la existencia de un tapón de cerumen, de infecciones del oído o de la
otoesclerosis (inmovilización del estribo).
• Sordera nerviosa. Debida básicamente a deficiencias o patologías de la
cóclea o de los nervios auditivos. Quien la padece presenta pérdida
auditiva a ciertas frecuencias, pudiendo ser la audición normal en otras.

Distorsiones en la forma de recibir un sonido

Las distorsiones en la forma de recibir un sonido o algunas características


específicas del sonido pueden ser transitorias o actuar de síntomas de alguna
patología más compleja. Algunas de las más representativas son las siguientes:
• Tinitus. Se conoce también con el nombre de zumbido. Consiste en la
manifestación de un sonido de fondo, normalmente de un tono elevado.
Puede tener diferentes causas, incluyendo tumores en el nervio auditivo,
traumatismos encefálicos y sobredosis de algunos fármacos; también se
puede manifestar de forma esporádica, en ausencia de patología.
• Presbiacusia. Consiste en una disminución progresiva de la sensibilidad
auditiva (más común a las frecuencias altas). Se produce normalmente por
una degeneración nerviosa que se da de forma paralela al envejecimiento.

Ilusiones y alucinaciones auditivas

Son poco frecuentes y normalmente están relacionadas con una patología


más o menos grave del sujeto, como lesiones corticales, estados de psicosis, etc.
Algunos autores como Hécaen (1978) incluyen aquí el tinitus, como una ilusión
elemental, las alucinaciones musicales y las alucinaciones verbales.

Las agnosias auditivas


Las padecen sujetos que tienen respuestas ante las estimulaciones acústicas
pero que presentan dificultad a la hora de identificar los sonidos asociados.
Algunos ejemplos son la sordera tonal, que consiste en la dificultad a la hora
de distinguir los tonos, y la sordera melódica, que consiste en la dificultad de
diferenciar melodías. Otras agnosias están relacionadas con trastornos
psicopatológicos más graves como la imposibilidad de identificar la significación de
los ruidos (sordera psíquica) o la imposibilidad de comprender palabras (sordera
verbal).

Perturbaciones del lenguaje


En este apartado se incluyen el conjunto de patologías y deficiencias en el
habla, en la estructuración del lenguaje, etc. que tienen su origen en un mal
funcionamiento del sistema auditivo.
Medida de la audición

Ante la sospecha de una alteración auditiva podemos efectuar dos pruebas


simples que nos orienten:

• Prueba del lenguaje cuchicheado.


Se efectúa colocándonos a una distancia de 1 m. La intensidad de la voz y. la
validez de la prueba nos la dará la experiencia comparativa con otros.
• Prueba con diapasones.
Situados tras el observado, colocamos el diapasón cerca del pabellón auricular,
alternativamente de un oído a otro, y pedimos que nos indique por cuál oye. Sirve
de comparación entre ambos oídos. También puede efectuarse manteniendo el
diapasón en un lado hasta que deje de oírlo, momento en que lo trasladamos al
otro oído, o al nuestro, con el que se contrasta.

Estas pruebas son meramente orientativas, y sus resultados deben verificarse


en otras ocasiones, ya que hasta un simple resfriado puede afectar a la trompa de
Eustaquio y producir una disminución auditiva pasajera.

Audiometría.
El audímetro es un aparato que emite sonidos de frecuencias e intensidades
variables, a voluntad del explorador. El sujeto debe indicar los que oye. El resultado
se expresa en unos ejes de coordenadas (audiograma). En el eje horizontal se
sitúan las distintas frecuencias utilizadas, normalmente entre 125 y 8.000 Hz, y en el
vertical las intensidades, entre 0 y 100 dB. La línea horizontal, de intensidad cero,
corresponde al umbral teórico auditivo normal. Cualquier otro valor indica pérdida
auditiva.

Si en un audiograma observamos que, para una frecuencia de 1.000 Hz la


gráfica pasa por 40 dB, por ejemplo, significa que el interesado tiene una pérdida
auditiva de 40 dB, puesto que necesitó una intensidad de 40 dB más de la que
necesitaría un individuo normal para percibir dicho tono.

Educar el oído es un objetivo general muy ambicioso. Su desglose en otros más


parciales y específicos es el siguiente:
• Distinguir sonidos de ruidos, es decir, lo agradable de lo desagradable, lo
placentero de lo incómodo.
• Deleitarse con sonidos, musicales o naturales.
• Evitar ruidos innecesarios, producir sonidos bellos.
• Saber distinguir volumen, frecuencia, timbre, tono.
• Identificar sonidos y ruidos insólitos: los del propio cuerpo, los de una nevera;
distinguir el ruido de un secador en distintas posiciones.
• Iniciar toda una educación musical enriqueciendo el oído, aprendiendo a
distinguir los distintos instrumentos musicales y, dentro de cada uno de ellos,
sus tiempos.
• Mejorar la memoria auditiva, tanto la corta («retentiva») como la larga
(evocación).
• Acostumbrarse a realizar «paisajes sonoros». Paisajes rurales, urbanos,
domésticos.
• Ruidos y sonidos corrientes, cotidianos, insólitos, lejanos, cercanos. Sonidos
y ruidos nuevos, viejos.
• Escuchar en silencio y el silencio.
• Más difícil todavía: diferenciar profesiones, ocupaciones y oficios, según
ruidos y sonidos. Y en cada profesión, ocupación y oficio, matices,
actividades.
• Cálculo de distancias, de tiempos, por el sentido auditivo. Y su posterior
comprobación.
EL SISTEMA VISUAL

El sentido de la vista es muy importante para la adaptación y la supervivencia


del individuo.
Tiene una historia evolutiva que se explica a partir de la evolución de unas
células sensibles a la luz que ya se encontraban en algunas de las formas primitivas
de vida y que en el transcurso de la evolución se han ido convirtiendo en células
especializadas cuyo funcionamiento es más o menos complejo y diferenciado en las
distintas especies. Del sistema visual depende la mayor parte de la información que
percibimos del entorno, entre la que destaca:
• La localización visual de los objetos.
• El reconocimiento de los objetos.
• La percepción del color.
• La percepción de la distancia y la profundidad.
• La percepción del movimiento.
A partir de esta información el individuo puede orientarse y actuar en el medio.

El sistema visual, como el de los demás sentidos, consta fundamentalmente


de un órgano receptivo y codificador del estímulo (el ojo) y de un centro de
tratamiento de la información (cerebro), en donde se analiza y se compara con otras
almacenadas en la memoria.

Estudiaremos los aspectos más generales del funcionamiento anatómico y


fisiológico del sistema visual y de la percepción del color.

Anatomía y funcionamiento general

El estímulo que inicia la experiencia visual es la radiación electromagnética


que corresponde a un rango muy restringido de longitud de onda. Se puede
considerar que la luz está constituida por rayos emitidos por fuentes luminosas que
varían en su intensidad y en su longitud de onda, de forma que el patrón espacial y
temporal de la luz que converge en un punto determinado del entorno proporcionará
información acerca de la estructura de ese punto y de los sucesos que en él ocurran.

El ojo
Del ojo humano cabe destacar dos características importantes que confieren
a la visión las características específicas siguientes:
• Movilidad intracraneal. Permite seguir la pista de objetos móviles moviendo
sólo los ojos, sin necesidad de mover la cabeza o en ausencia de movimiento
corporal, y fijar la mirada realizando cambios posturales.
• Posición frontal. Permite que ambas fóveas registren esencialmente el mismo
patrón de información visual, lo cual genera un mayor grado de sobreposición
binocular que mejora la percepción de distancias y profundidades. Constituye
un medio ideal para ubicar objetos en el espacio y provoca un aumento de las
capacidades manipulativas relacionadas con la visión, la coordinación viso-
manual, etc.
Para que «veamos», una estructura luminosa que procede de un objeto ha de
recorrer una trayectoria a través del globo ocular, del nervio óptico y de los centros
corticales neurales visuales.
Fig. 1. 1: Córnea. 2: Cond. de Schlenn. 3: Cuerpo ciliar. 4: Cristalino. 5:
Esclerótica. 6: Coroides. 7: Retina. 8: Mácula. 9: Nervio óptico.

Situado en la órbita ósea, tiene forma esférica y su envoltura está constituida


por tres capas: externa, formada por la esclerótica y la córnea; capa media, formada
por la coroides, el cuerpo ciliar y el iris; y capa interna o retina.

Interiormente dispone de unos medios transparentes: la lente o cristalino y los


humores acuoso y vítreo. El humor vítreo ocupa el espacio posterior, entre cristalino
y retina, mientras que el humor acuoso se sitúa entre el cristalino y córnea.

1. Capa externa o túnica fibrosa

1. 1. Esclerótica: Da consistencia al ojo, es blanca, opaca y forma las cinco sextas


partes de la superficie ocular.

1.2. Córnea: Es la continuación anterior de la esclerótica, y es transparente,


permitiendo el paso de la luz. En la transición esclerocorneal se encuentra el
conducto o canal de Schlenn, por donde se drena el humor acuoso, producido por el
cuerpo ciliar, y cuya obstrucción provoca aumento de la presión intraocular
(glaucoma).

2. Capa media, túnica vascular o úvea

2. 1. Coroides: Tapiza interiormente a la esclerótica. Contiene un conjunto de vasos


sanguíneos con función nutricia.

2.2. Cuerpo ciliar: Corresponde a un engrosamiento anterior de las coroides y en


61 se inserta el ligamento suspensor del cristalino. Se compone de los procesos
ciliares y del músculo ciliar.

a) Procesos ciliares: Son unos pliegues muy vascularizados que producen el humor
acuoso.

b) Músculo ciliar (músculo de la acomodación): Lo forman dos grupos de fibras


musculares, las fibras meridianas y las circulares. Las meridianas se insertan en la
esclerótica. Participa en el mecanismo de la acomodación visual; cuando se contrae
lleva hacia adelante y adentro los procesos ciliares, produciendo una relajación del
ligamento suspensor del cristalino, lo que permite a éste aumentar su convexidad.

2.3. Iris: Es una membrana con forma de corona circular, situada entre el cristalino
y la córnea, cuyo orificio central 0 pupila es de tamaño variable. Su misión es regular
la entrada de luz al interior del ojo, merced a los músculos dilatador y esfínter de la
pupila.

3 Capa interna o retina

Presenta una porción posterior sensitiva y otra anterior ciega que cubre el
cuerpo ciliar y la parte posterior del iris.
La componen células nerviosas y tejido de sostén. Conos y bastones son los
dos tipos de neuronas fotosensibles, y disponen de distintos pigmentos
descomponibles por la acción de la luz, que se traduce en el impulso nervioso. Estas
reacciones fotoquímicas dependen de la longitud de onda del estímulo.

Los conos recogen las radiaciones matizando sus distintas longitudes de onda
y, por consiguiente, los colores; son los responsables de la agudeza visual y de la
discriminación del color en condiciones de buena intensidad de luz (visión diurna).
Abundan en la zona posterior de la retina (mácula), en cuya porción central o fóvea
son los únicos componentes y es mayor la nitidez de visión. Se admite que existen
tres tipos de conos, cada uno de los cuales responde en forma máxima a uno de los
colores primarios, azul, verde o rojo.

A los bastones concierne la visión con escasa iluminación, dando sólo cuenta
de intensidad, y no permiten distinguir colores ni detalles finos de los objetos;
únicamente aprecian si son claros u oscuros.

Las prolongaciones de las células sensibles salen por el polo posterior del ojo,
papila o punto ciego, formando el nervio óptico.

4. Medíos transparentes internos

4.1. Cristalino.
Es una lente biconvexa de gran elasticidad; se mantiene en posición por una
serie de fibras (ligamento suspensor o zónula) que se insertan en el cuerpo ciliar.
Su elasticidad es importante para el proceso de acomodación que nos permite
enfocar y ver nítidos objetos situados a distancias diferentes del ojo.
Cuando el ojo está en reposo, enfocando un objeto lejano, la zónula está
tensa y el cristalino se mantiene extendido. En esta situación es capaz de concentrar
en la retina los rayos que incidan paralelos al ojo (se consideran así cuando
provienen de una distancia superior a 6 m o punto remoto).
No obstante, cuando queremos enfocar un objeto cercano, el músculo ciliar se
contrae y permite el aumento de convexidad del cristalino. En el niño menor de diez
años el poder de acomodación es muy grande y llega a tener su punto próximo a 7
cm. Con la edad se pierde elasticidad del cristalino y el poder de acomodación,
aumentando el punto próximo. A los quince años se encuentra a 8,5 cm.
aproximadamente.
A partir de los cuarenta o cuarenta y cinco años se sitúa en unos 22 cm. y se
establece la denominada presbicia fisiológica o vista cansada (para poder leer se
necesita ir aumentando la distancia del libro al ojo).
La transparencia del cristalino también se pierde paulatinamente con la edad
denominándose catarata a su opacidad.

4.2. Humores acuoso y vítreo: Aumentan el poder de concentración de los rayos


incidentes y eliminan lo aberrantes.

5. Estructuras anejas

Son los párpados, las glándulas lacrimales y la musculatura extrínseca del


ojo.
Hacemos especial mención de la conjuntiva y de las glándulas secretoras de
los párpados, cuya situación más exterior las hace asiento de patología infantil
frecuente. Las glándulas de los párpados drenan en su borde y la infección o
retención de su contenido puede llegar a ser aparatosa.
Entre las infecciones es conocido el orzuelo. La conjuntiva ocular es una
membrana finísima que cubre la parte anterior de la esclerótica y se continúa por la
superficie interna de los párpados. Su inflamación está muy influenciada por el nivel
higiénico y se denomina conjuntivitis.

En síntesis, los pasos que sigue la estructura luminosa para llegar a producir
la sensación visual correspondiente son los siguientes:
1. La luz pasa a través de la córnea, capa protectora transparente que
constituye la parte frontal de la capa externa del ojo llamada esclerótica.
2. Las radiaciones luminosas pasan a través de la pupila, formada por la
abertura del iris, de colores variables, que ajusta su tamaño para regular la
cantidad de luz que entra; así, ante un aumento de luz se producirá una
contracción pupilar (iris más cerrado) para dejar pasar poca luz y viceversa.
3. Los rayos luminosos atraviesan la lente o cristalino, cuya misión es enfocar la
imagen sobre la superficie de la retina.
4. Las radiaciones luminosas atraviesan el humor vítreo, denso fluido
transparente, que ocupa la mayor parte del volumen del ojo.
5. Las radiaciones luminosas alcanzan la retina, en cuya capa más externa se
encuentran los receptores de la visión y las estructuras nerviosas asociadas y
en la cual se realizará la transducción. Los receptores luminosos son de dos
tipos, los bastones y los conos, que a grandes rasgos darán lugar a dos tipos
de visión («nocturna» y «diurna») que se analizarán en el siguiente apartado.
6. Los impulsos nerviosos generados en la transducción viajan a través del
nervio óptico y llegan a los lóbulos occipitales situados en la parte trasera de
los dos hemisferios cerebrales. Existen muchas interconexiones complejas
entre los fotorreceptores de la retina y las células corticales del área visual del
cerebro.

Teoría de la duplicidad

La teoría de la duplicidad propone que en los humanos hay dos clases de


fotorreceptores diferentes, El sistema visual humano se basa en las respuestas de
dos tipos de receptores: los conos y los bastones, cuyas diferencias anatómicas y de
funcionamiento justifican dos tipos de visión: la visión fotópica y la visión escotópica.

• Conos. En un número aproximado de 6 millones, están localizados en la


fóvea, situada en la zona central de la retina y sobre la cual incide el estímulo
visual cuando fijamos los ojos en un objetivo; son los responsables de la
visión diurna o fotópica de la cual dependen la agudeza visual y la percepción
de los colores; su umbral es alto ya que necesitan bastante energía (luz) para
su activación. Hay tres tipos de fotopigmentos o yodopsinas en los conos, que
indican diferentes sensibilidades a las diferentes longitudes de onda; estas
diferencias podrían ser la base de la percepción del color.

• Bastones. Situados en la retina periférica, los más de 120 millones de


bastones son los responsables de la visión nocturna o escotópica, que se
produce en la penumbra y que no es capaz de registrar los detalles ni los
colores de los objetos; su umbral es bajo ya que se activan con muy poca
energía luminosa. Todos los bastones contienen el mismo fotopigmento, la
rodopsina.
Esta diferenciación responde a los distintos grados de luz a los que tenemos
que responder constantemente; el paso de una luminosidad alta a la
oscuridad no se produce de una forma brusca, sino a través del proceso
llamado de «adaptación a la oscuridad», que dura unos minutos y puede
alterarse en unos instantes.

Los procesos retinianos: mecanismos centrales de la visión

En la retina se produce, a través de un sistema complejo de procesamiento, la


transducción de la energía luminosa en fibras del nervio óptico. En síntesis, los
pasos seguidos son:
• Las células receptivas hacen una primera sinapsis con una primera capa de
neuronas bipolares mientras diferentes células amacrinas establecen
conexiones horizontales entre las sinapsis de este nivel.
• Se produce un segundo nivel de sinapsis entre las neuronas bipolares y
grandes neuronas ganglionares; cada célula ganglionar está unida por medio
de varias células bipolares a diversos receptores de forma que, en la fóvea,
cada cono está unido por una neurona bipolar a una célula ganglionar y en la
periferia de la retina, cada neurona ganglionar está unida a un gran número
de conos. Esta disposición es muy importante pues contribuye a explicar las
diferencias funcionales entre la visión fotópica y la visión escotópica:
• En la visión fotópica, las imágenes que se proyectan en la fóvea se
podrán analizar más nítidamente ya que cada cono podrá enviar a los
centros superiores un mensaje diferente a los otros, si bien para que el
sistema receptivo de los conos se active cada uno de ellos tendrá que
recibir una cantidad de energía luminosa suficiente; se justifican así
dos características de la visión fotópica: umbral elevado y alto poder de
resolución espacial.
• En la visión escotópica, el hecho de que varios bastones converjan
sobre la misma célula bipolar e influyan en la respuesta de una misma
ganglionar, proporciona características contrarias a la visión fotópica:
no se pueden diferenciar dos puntos en el espacio que estén muy
próximos, y ante un objeto poco iluminado las débiles cantidades de
energía que recibe cada bastón van a parar sobre la misma neurona
bipolar y, unidas, llegan al umbral a partir del cual la neurona emite el
impulso proporcionando una visión poco nítida y sin distinción de los
colores.
Los procesos posretinianos: dos sistemas visuales.

En síntesis, en la vía hacia los centros corticales visuales se producen los siguientes
pasos:
1. Los axones de las neuronas ganglionares, tras abandonar la retina, forman
sendos conjuntos de fibras llamadas nervios ópticos que contienen
información de ambos campos visuales relativos a la proyección de la mirada.
2. Las fibras procedentes de la hemirretina nasal se cruzan en el quiasma óptico
y se dividen, dando lugar a dos sistemas visuales, identificador y localizador:
• Sistema identificador. Formado por la mayor parte de las fibras, cuyo
contenido, una vez cruzado el quiasma óptico, corresponde al del
campo visual opuesto a la retina de la cual provienen; estas fibras se
dirigen hacia los c u e rpos geniculados laterales del tálamo formando
el sistema visual genículo-estriado o identificador, cuya función
principal es la de reconocer y codificar («identificar») los estímulos
visuales. El campo visual derecho está representado en el lado
izquierdo del cerebro y el campo visual izquierdo lo está en el lado
derecho del mismo.
• Sistema localizador. Formado por el resto de fibras, de conducción más
lenta, que se dirigen hacia los tubérculos cuadrigéminos superiores
formando el sistema visual retino-tectal o localizador, cuya misión es
controlar la motricidad ocular necesaria para «localizar» los estímulos
visuales y enfocarlos con la fóvea, o para dirigir la mirada hacia un
objeto móvil que se cruza en el campo visual.

Procesos visuales básicos

Existen una serie de procesos básicos relativos al funcionamiento visual; de


su funcionamiento depende que la visión que tengamos del entorno sea correcta.
Estos procesos son la agudeza visual, los movimientos oculares, la
percepción del contraste y la percepción del color. Dadas sus características y su
importancia, la percepción del color se estudia en un apartado específico.

• La agudeza visual
La agudeza visual es la capacidad de ver los detalles en una imagen y
distinguir diferentes partes del campo visual. Su importancia es tan grande que se
considera que una buena agudeza equivale a una buena visión.
La agudeza visual o la visión de los pequeños detalles es posible gracias a la
visión foveal, basada en la activación y el funcionamiento de los conos: la visión por
bastones está mucho menos capacitada para detectar detalles pequeños que la
visión por conos; la agudeza visual es máxima en la fóvea y decae a medida que
nos desplazamos hacia la periferia y a medida que la retina se va adaptando a la
oscuridad. En el disco óptico donde el nervio óptico abandona el ojo, llamado punto
ciego, no hay fotorreceptores y, por lo tanto, no se puede ver nada que se proyecte
en este lugar de la retina; a pesar de ello, el sistema visual completa la información y
hace que no nos demos cuenta de su existencia.

La agudeza se puede medir utilizando diferentes métodos, que se basan en la


descripción de la cantidad de espacio ocupada por el objetivo, llamada ángulo visual,
que es el tamaño del ángulo que se forma al trazar dos líneas desde el ojo hasta los
bordes externos del objetivo; el tamaño del ángulo visual depende del tamaño del
objetivo y de la distancia a la cual se encuentra el objetivo del ojo.
Hay dos tipos de agudeza cuya medida se puede realizar a partir de diferentes
tareas y del cálculo de algún tipo de umbral:
• Agudeza visual estática. Se produce cuando el objeto y el observador no se
mueven. Las pruebas o tareas de agudeza visual estática más usuales son:
o Tareas de identificación. Requieren que el observador identifique una
figura.
o Tareas de detección. Requieren que el observador determine la
presencia o ausencia de un objetivo.
o Tareas de resolución. Requieren que el observador identifique una
separación entre las partes de un objetivo.
o Tareas de agudeza de localización de Vernier. Miden la posición
relativa de un objetivo (una línea) y la capacidad de detectar un
desplazamiento.

• Agudeza visual dinámica. Se produce cuando el objeto se mueve con relación


al sujeto. Las medidas de la agudeza visual dinámica se usan para blancos
en movimiento.

La agudeza visual depende de una serie de factores, entre los que destacan:
• Las características del estímulo. Relacionadas con el nivel de luminosidad y el
brillo.
• Las características del ojo. Relacionadas directamente con el foco del ojo.

Existen diferencias individuales en cuanto al grado de agudeza:


La acomodación. Cambio en la forma del cristalino, necesario para mantener una
imagen enfocada sobre la retina. La realiza el músculo ciliar: cuando se contrae, el
cristalino se ensancha y se pueden ver objetos cercanos; cuando se relaja, el
cristalino se adelgaza y se pueden ver los objetos alejados.
Durante la oscuridad, el músculo ciliar se relaja y el cristalino alcanza un foco de
reposo intermedio llamado foco de oscuridad.

Movimientos oculares

Los movimientos oculares nos permiten conservar sobre la fóvea objetos que
están en movimiento. Su precisión, velocidad y complejidad son sorprendentes y
básicas para poder seguir un objeto en movimiento. Se clasifican en dos grupos:
• Movimientos de versión. Movimientos oculares en los que los ojos se mueven
en la misma dirección y el ángulo entre las líneas de visión permanece
constante. Pueden ser de dos tipos:
 Movimientos sacádicos. Movimientos oculares rápidos
(sácadas) que se producen cuando el ojo se mueve de un punto
fijo al siguiente; son frecuentes, bruscos, rápidos y no producen
fatiga. Se producen por ejemplo, durante la lectura.
 Movimientos de persecución. Movimientos oculares que se
producen cuando se siguen objetos que se mueven sobre un
fondo fijo; son lentos, suaves y no permiten ver los detalles del
objeto en movimiento. Se producen, por ejemplo, cuando
observamos a un pájaro volar por el cielo.
• Movimientos de vergencia. Movimientos oculares que se producen cuando
cambia el ángulo entre las líneas de visión. Son importantes para mantener la
agudeza ya que permiten que ambos ojos enfoquen sobre el mismo objetivo.
Percepción del contraste

El contraste nos permite darnos cuenta de los diferentes objetos que nos
rodean, de sus formas y de sus diferencias. El contraste es posible gracias a la
existencia de un borde o de un contorno: lugar donde existe un cambio repentino en
la brillantez, luminosidad o color; equivale a la región que permite separar de forma
visual un objeto de otro distinto.
La estimulación que proviene del ambiente ofrece, por lo general,
discontinuidades de luminancia y de texturas superficiales; cuando se ve un campo
completamente homogéneo (Ganzfeld), se percibe un ambiente sin estructura,
ambiguo y desorientado.
Según Goldstein (1995), el término de contraste puede tener dos acepciones:
• Contraste físico. Se refiere a las diferentes cantidades de luz que refleja una
determinada escena. Es una propiedad física que se puede medir.
• Contraste perceptivo. Se refiere a cómo se ven las diferentes áreas de la
escena, siendo una propiedad psicológica, percibida por una persona. El
contraste perceptivo depende, además del contraste físico, de los siguientes
factores:
o El estado de adaptación del observador.
o La naturaleza de los contornos existentes entre las áreas adyacentes
(nítidos o borrosos).
o La relación entre las áreas adyacentes.
o La posición aparente del objeto en el espacio.
o El tamaño o la frecuencia espacial del estímulo.

La explicación fisiológica actual más convincente, aunque no del todo


satisfactoria, del contraste perceptivo, se podría encontrar en los efectos de la
inhibición lateral que se produce cuando una luz, que alcanza un punto en la retina,
inhibe la actividad neuronal de los puntos cercanos. La inhibición lateral explica el
fenómeno perceptual de las bandas de Mach, en las cuales se percibe una banda
clara en el lado claro de una imagen formada por una superficie rectangular clara y
una superficie rectangular oscura, y, al contrario, se percibe una banda oscura en el
lado oscuro de la imagen.

LA PERCEPCIÓN DEL COLOR


La percepción del color no es igual ni tiene el mismo valor en todas las
especies; en el hombre es el resultado de una serie de fenómenos complejos que
van desde las propiedades físicas del objeto a los efectos funcionales, emocionales
y estéticos que producen en cada uno de nosotros; su importancia justifica que sean
muchos los profesionales que se dediquen a su estudio y muchos también los
desacuerdos conceptuales existentes.
Al hablar de la percepción del color se puede hacer referencia a dos
componentes:
• Componente físico del color. Corresponde a las radiaciones de una
determinada longitud de onda del espectro visible: cortas (de
aproximadamente 400 nm), largas (de aproximadamente 700 nm) y medias
(entre las cortas y las largas), que hacen posible las sensaciones
correspondientes a los llamados colores primarios (azul, rojo y verde),
llamados así porque no son reducibles en colores componentes.

• Componente interno del color. Corresponde a la forma en que se perciben los


colores o a las consideradas como las dimensiones psicológicas del color:
matiz, saturación y brillo, relacionadas, aunque no de forma exacta, con las
características de la longitud de onda:
o Matiz. Cualidad del color percibida, relacionada con la longitud de onda
(azul, rojo, verde, amarillo, etc.).
o Saturación. Grado de pureza aparente de un color (azul cielo, azul
celeste, azul marino, etc.).
o Brillo o luminosidad. Intensidad percibida o reflejo aparente de un color,
la reflectancia o albedo (un estímulo azul fuerte se percibirá así en
función de la energía que desprende; así si ésta es mínima, parecerá
negro).

Los colores que poseen matiz y saturación son los cromáticos, y el blanco, el
negro y los grises son los colores acromáticos. La combinación de diferentes
matices, saturaciones y brillos permite la discriminación de una gran cantidad de
colores diferentes.

Los colores se pueden organizar y representar de diferentes formas. Las más


clásicas son:
• La rueda cromática. También llamada círculo de colores, organiza las
longitudes de onda del espectro de luz visible; es un círculo con todas las
longitudes de onda colocadas sobre la circunferencia que organiza las
longitudes de onda del espectro de luz visible. Permite representar el matiz y
la saturación de los estímulos de color y predecir el resultado de la mezcla
aditiva. La parte exterior de la rueda representa los colores monocromáticos
(producidos por una única longitud de onda) y los matices no espectrales
necesarios para completar el círculo. La parte interior representa los matices
no espectrales (que no se pueden describir en términos de una longitud de
onda única de una parte del espectro). Permite representar el matiz y la
saturación de los estímulos de color y predecir el resultado de la mezcla
aditiva.
• El huso o sólido cromático. Representación tridimensional que permite
representar el matiz, la brillantez y la saturación de todos los colores; equivale
a una serie de ruedas cromáticas apiladas una sobre otra. La brillantez
aparece a lo largo del eje vertical (va desde el blanco en la parte superior al
negro en la base); la saturación se muestra lateralmente con los colores más
saturados situados en el borde del círculo central y en el punto medio de la
distancia vertical entre el blanco y el negro; el matiz se representa a lo largo
del perímetro del uso. El sólido se afila en ambos extremos y no forma un
cilindro debido a que algunas combinaciones de saturación y luminosidad son
imposibles.

Características asociadas al color

Entre las características asociadas al color destacan las siguientes:


• Mezcla aditiva de colores. Se realiza mezclando luces de diferentes matices,
(por ejemplo proyectando la luz de distintos focos sobre la misma zona de
una pantalla blanca), obteniéndose una adición de la energía luminosa que
produce u n incremento de su brillantez. Cuando se mezclan colores
complementarios (el rojo con el verde y el amarillo con el azul) o bien los
colores primarios con la proporción adecuada, el resultado es el gris. Cuando
se mezclan colores no complementarios, el resultado es un color intermedio
que se parece más al color dominante de la mezcla.
• Postimágenes. Consisten en la persistencia de los efectos cromáticos del
estímulo visual después de su presencia física. Hay dos tipos de
postimágenes:
o Positivas. Se producen cuando la postimagen mantiene las mismas
características cromáticas y de blanco y negro que el estímulo original;
son poco frecuentes y transitorias.
o Negativas Se producen cuando la postimagen presenta las
características cromáticas y de blanco y negro del estímulo original
invertidas; son más frecuentes.
• Efectos de contraste. Se pueden dar dos tipos de efectos de contraste del
color:
o Simultáneo. Se produce cuando la apariencia de un color cambia si
está presente otro color al mismo tiempo. Por ejemplo, el color gris
neutro se ve ligeramente amarillo cuando está presente un fondo azul,
y parece ligeramente azul cuando está presente un fondo amarillo.
o Sucesivo. Se produce cuando la apariencia de un color cambia si se ha
presentado otro color previamente. Es un tipo de postimagen negativa.

Teorías de la percepción del color

En el estudio de la percepción del color se han desarrollado básicamente dos


teorías:
• Teoría tricromática. Basada en las postulaciones de Young (1802) y Helmholtz
(1856), postula la existencia de tres tipos de receptores (fotopigmentos que se
segregan en tres tipos de conos) para cada uno de los tres colores primarios
(verde, clorolabio; rojo, eritrolabio; azul, cianolabio); los matices resultado de
la distribución de las luces espectrales y de sus mezclas se pueden explicar a
partir de la contribución proporcional apropiada de estos receptores; así, por
ejemplo, una estimulación del rojo produce una fuerte activación de los
receptores del rojo y una débil activación de los receptores del verde y del
azul. Estudios fisiológicos realizados posteriormente hacen que esta teoría
tenga aceptación al menos como parte de la explicación del proceso retiniano.
• Teoría de los procesos oponentes. Basada en las postulaciones de Hering
(1878), postula la existencia de tres tipos de receptores independientes para
cada uno de los dos sistemas opuestos de colores: blanco-negro, rojo-verde,
azul-amarillo; cada par está asociado a dos cualidades únicas y el color o
matiz correspondiente se obtiene a partir del conjunto de receptores
activados; cuando se estimulan los dos opuestos con la misma intensidad, se
producen matices de gris.

Goldstein (1995) considera que las investigaciones posteriores al desarrollo


inicial de las teorías parecen indicar que ambas teorías de la visión del color son
correctas. La explicación es que si bien las teorías son diferentes, pueden ser
correctas de forma simultánea si describen lo que está ocurriendo en distintas
estructuras del sistema visual: la teoría tricromática explicaría cómo funcionan los
receptores, y la de los procesos oponentes, cómo lo hacen las células ubicadas a un
nivel superior.

Anomalías y defectos visuales

Podemos considerar el comportamiento del ojo como el de una cámara de


televisión que recoge las imágenes del exterior y las transmite al cerebro. Ambos
ojos están sincronizados para transmitir imágenes superpuestas. Si uno de ellos es
de mala calidad óptica (miopía, hipermetropía o astigmatismo), o si su movilidad es
anormal (estrabismo), se pierde la sincronización, y el cerebro, al recibir dos
imágenes de distinta calidad, selecciona la mejor, rechazando la defectuosa
(fenómeno de neutralización).
Si este defecto se perpetúa en el tiempo se llegará a la ceguera total del ojo
afecto. La prevención pasa por la detección precoz de la anomalía y su tratamiento,
mediante lentes si el defecto es de refracción, o tapando el ojo en caso de
estrabismo.

Lejos de incluir aquí la totalidad de patologías derivadas de un mal


funcionamiento del sistema visual, se expone una síntesis de las más
representativas, que se clasifican en cuatro grandes grupos.

Pérdidas moderadas de la visión

Se incluyen aquí los problemas visuales más generalizados derivados de un


mal enfoque de la imagen en la retina. La mayor parte de personas con problemas
de enfoque sólo sufre pérdidas moderadas de la visión que son fácilmente
corregibles mediante gafas o lentes de contacto. Las más frecuentes son:
• Miopía. Designa al ojo demasiado largo. Se produce cuando la imagen se
proyecta en un foco que está ligeramente delante de la retina; sus
consecuencias son una visión borrosa de los objetos que se encuentran
alejados. Se corrige con lentes cóncavos adecuados al grado de desviación.
• Hipermetropía. El ojo es demasiado corto. Se produce cuando la imagen se
proyecta en un foco que está ligeramente detrás de la retina; sus
consecuencias son una visión borrosa de los objetos que se encuentran
cercanos. Se corrige con lentes convexos adecuados al grado de desviación.
• Astigmatismo. Se produce cuando existe una mala curvatura de la córnea;
sus consecuencias son una visión mal enfocada de la imagen. Se corrige con
lentes que compensan la distorsión de la córnea.
• Estrabismo: Desviación manifiesta del paralelismo de los ojos. Se designa
indicando la dirección de la desviación (convergente, divergente, vertical).

Pérdidas severas de la visión

Se incluyen aquí una serie de situaciones en las que alguna enfermedad o


daño físico puede tener como consecuencia una disminución considerable de la
transmisión de la luz, que se puede manifestar en una pérdida severa de la visión o
en algunos casos, en la ceguera.
En términos de agudeza visual, la definición más generalizada de ceguera
considera ciega una persona que tenga una visión foveal deteriorada y que necesite,
aun después de la corrección con gafas o lentes de contacto, estar a una distancia
de unos 6,5 metros para ver lo que una persona con vista normal puede ver a unos
66,5 metros, aproximadamente. También se puede considerar ciega una persona
con visión normal en la fóvea, pero con una visión periférica pequeña o ausente.
Las pérdidas severas de la visión pueden ser ocasionadas, básicamente, por cuatro
factores:
• Afecciones y lesiones en la córnea. Las más características son las que se
producen cuando lesiones, infecciones o reacciones alérgicas producen en la
córnea la formación de tejidos cicatrizados y la pérdida de su transparencia.
• Ensombrecimiento de la lente. Se llama catarata. La causa más común es la
edad avanzada (catarata senil), si bien puede estar presente desde el
nacimiento (catarata c o n g é n i t a), deberse a otra enfermedad del ojo
(catarata secundaria) o estar causada por una lesión (catarata traumática). Su
único tratamiento posible es la cirugía.
• Daños en la retina. Afectan a la circulación retiniana o a la relación entre la
retina y el epitelio pigmentado, provocando una pérdida visual. Algunos
ejemplos son la retinopatía diabética y el desprendimiento de retina.
• Lesiones del nervio óptico. Impiden que se transmitan al cerebro los impulsos
nerviosos generados en la retina. El ejemplo más característico es el
glaucoma, que ocasiona la degeneración de las fibras del nervio óptico que
llevan a la ceguera.

Detección de las alteraciones

1. Exploración de la agudeza visual.

Un método simple para detectar la anomalía de un ojo consiste en mirar un rótulo o


dibujo, cubriendo un ojo y juego el otro.

1.1. Test para la visión lejana:

Se utilizan los optotipos de Snellen, que son unas láminas con figuras o letras
en negro sobre fondo blanco.
Las láminas de cuadrados incompletos tienen la ventaja de ser útiles incluso para
analfabetos; constan de varias líneas de cuadrados, de distinto tamaño, a los que les
falta un lado. Generalmente se colocan a 6 m de distancia del sujeto, dependiendo
del tamaño de la línea inferior.
Hay comercializadas unas en las que la línea inferior corresponde al tamaño
considerado como visión normal a 5 m de distancia. La inmediata superior debiera
percibirse a 7,5 m. la superior a 10 m. y así hasta ocho líneas.
Si no se dispone de estas tablas puede confeccionarse la línea inferior dibujando de
seis a diez cuadrados a los que les falte un lado en distinta posición. Cada lado
mide, aproximadamente, 8 mm. de largo por 2 mm. de ancho, y queda así una
abertura de 4 mm. entre los dos lados paralelos.
Para pasar la prueba se coloca la lámina en una pared bien iluminada, a la altura de
los ojos. Se sitúa a éste a 5 m de distancia y se le pide que indique dónde falta el
lado o hacia dónde señala la abertura. Se examina separadamente cada ojo,
cubriendo el otro.

Si puede ver las letras que deben observarse a 5 m, se dice que tiene agudeza de
5/5=1. Si sólo ve la línea que debiera ver a 7,5 m, su agudeza será de 5/7,5=2/3, y
así sucesivamente. Hasta los seis años, aproximadamente, no se desarrolla
totalmente la agudeza visual.
1.2. Test para la Visión Próxima:

Se utilizan escritos impresos (optotipos de Jaeger) o la letra E en distintas


posiciones, de diversos tamaños.

2. Exploración del campo visual o conjunto de puntos del espacio capaz de abarcar
un ojo inmóvil.

2.1. Test de confrontación:


Se coloca al u o a una distancia de 50 cm. del explorador. Mientras se vigila
la inmovilidad del ojo explorado, se desplaza nuestra mano desde fuera hacía
adentro. El indicará cuándo ve aparecer los dedos y se confronta con nuestro campo
visual.

Anomalías en la percepción visual

Tienen como consecuencia una percepción visual distorsionada. Su origen


puede ser un mal funcionamiento o una patología cortical más o menos grave de los
mecanismos visuales, asociados a un trastorno psicológico más o menos severo.
Entre ellas destacan:
• Las ilusiones visuales. Debidas normalmente a una patología cortical,
consisten en una modificación en la percepción visual de la forma, los
contornos, el tamaño, el número o el movimiento de los objetos o de las
personas. No se incluyen aquí las ilusiones visuales producidas por las
características de los estímulos.
• Las agnosias. Perturbaciones o trastornos de las funciones perceptivas de la
vía visual, sin aparente déficit de la visión ni de los mecanismos neurales y
corticales relacionados, que producen una distorsión en el reconocimiento de
los objetos, los rostros (p r o p a g n o s i a), las formas, los colores o los
datos espaciales.

Anomalías en la percepción del color.

Su existencia contribuye al estudio de las teorías explicativas del color. Las


más representativas son las siguientes:
• Acromatopsia. Se produce cuando el sujeto carece de conos funcionales y
sólo dispone de la visión a través de los bastones, es decir en blanco y negro
o en matices de gris; de los sujetos que padecen esta anomalía se dice que
tienen «ceguera al color» o que son monocromáticos, ya que carecen de
respuesta cromática, que en ocasiones va unida a otras disfunciones visuales
como poca agudeza visual y una gran sensibilidad a la luz diurna. Es una
anomalía severa pero muy poco frecuente.
• Dicromatismos. Se producen cuando el sujeto carece de un fotoreceptor;
existen tres tipos de dicrómatas:
• Deuteranopas. Su visión es insensible al verde.
• Protanopas. Su visión es insensible al rojo.
• Tritanopas. Menos frecuentes, su visión es insensible al azul y al amarillo.

Exploración de la visión cromática


La ausencia o defecto de un tipo de conos produce incapacidad para
distinguir unos colores de otros.

• Método de confusión. Se usan lanas u objetos de distintos colores y tonos.


Debe seleccionar los que sean similares a uno dado.

• Láminas de Stilling e Ishihara: En ellas hay números o figuras con un color y


a su alrededor otros círculos de otros colores.

Educación de la vista

En términos generales, todos los ejercicios tienen un objetivo común: pasar


del mirar al ver, es decir, de lo pasivo a lo activo, provocando un tropismo o
movimiento del sujeto hacia el objeto, usando exhaustivamente el sentido de la vista.

Conocimiento y familiaridad con el objeto, fenómeno o situación, alcanza a


todos los aspectos que pueden abarcarse con la vista: comprobar todos los matices,
cromáticos, de volumen, distancia, de tamaño; llegar con la vista a todos los
recovecos, intersticios, puntos. Con ello se introduce en e¡ espíritu científico, en el
que la observación deja de ser ocasional para ser sistemática, y de ahí, a la
comprobación.

Aprender a comparar visualmente, a clasificar, a graduar, a hacer escalas, a


diferenciar, a encontrar semejanzas.

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