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La Importancia de la "Fase en Brazos".

El Concepto del Continuum ¿Acaso su


"naturaleza humana" es diferente a la nuestra?

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La Importancia de la "Fase en Brazos". El Concepto del Continuum

Todo llevó cinco expediciones, con grandes intervalos de tiempo entre ellas para
reflexionar. Durante esos dos años y medio que pasé en la Jungla de Sudamérica junto a
indios de la Edad de Piedra, pude darme perfecta cuenta de que nuestra naturaleza
humana no tiene mucho que ver con lo que nos han hecho creer. Los bebés de la tribu
Yequana, lejos de necesitar un clima de paz y tranquilidad para dormir, eran capaces de
echar una cabezadita tranquilamente en el momento preciso en que se encontraban
cansados, o cuando los hombres, mujeres o niños que los cargaban bailaban, corrían,
caminaban, gritaban o remaban en sus canoas. Los chiquillos se pasaban todo el día
jugando juntos sin que se montara ninguna trifulca. Ni siquiera discutían y obedecían a
sus mayores al instante mostrando una voluntad plena. Aparentemente, la idea de
castigar a un niño nunca se le habría ocurrido a este pueblo. Tampoco su conducta
mostraba nada que pudiera verdaderamente ser catalogado como permisividad. Ni un
solo niño habría soñado con incomodar, interrumpir o que un adulto tuviera que esperar
por ellos. A los cuatro años, los niños ya contribuían más con la fuerza del trabajo dentro
de su propia familia de lo que sus cuidados suponían a los otros. Cuando los bebés
estaban en brazos, rara vez lloraban; nunca gritaban y, lo que es más fascinante, no
agitaban las manos ni pataleaban ni movían la cabeza; tampoco arqueaban la espalda ni
retorcían los pies o las manos, tal y como vemos con frecuencia en nuestros niños. Se
mantenían tranquilamente sentados sobre los hombros o bien se quedaban traspuestos
sobre la cadera de alguien, lo cual desconfirma el mito de que los bebés tienen que ir
flexionados para ´hacer ejercicioª. Tampoco echaban buches, a no ser que estuvieran
realmente enfermos, y no tenían cólicos. Cuando durante los primeros meses les atraía
algo, se arrastraban por el suelo, andaban a gatas y luego caminaban sin esperar a que
alguien viniera a por ellos, sino que ellos mismos iban hacia sus madres o cuidadores
buscando la confianza necesaria antes de retomar sus actividades exploratorias. Sin lo
que conocemos como supervisión, incluso los más pequeños rara vez resultaban heridos
de alguna manera. ¿Acaso su "naturaleza humana" es diferente a la nuestra? Hay quien
puede imaginar que así es. Ahora bien, existe una especie humana. Entonces, ¿Podemos
aprender NOSOTROS del ejemplo Yequana?

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Nuestras expectativas innatas


Vamos a intentar entender en su totalidad el poder formativo de lo que yo denomino "fase
en brazos", que empieza con el nacimiento y concluye con el comienzo voluntario del
gateo, que es cuando el bebé puede marcharse y volver desde y hacia las rodillas de la
persona encargada de su cuidado. Esto consiste, simplemente, en que el bebé disfrute de
24 horas al día de contacto físico con un adulto o con otro niño. En principio, todo
consistía en una mera observación de esta experiencia de estar en brazos, y pude
comprobar que tenía un efecto impresionante sobre la salud de los bebés y que no
suponía ningún "problema" [estar todo el tiempo en brazos]. Presentaban un tono
muscular suave y sus cuerpos se adaptaban convenientemente a cualquier tipo de
posición que requiriera la propia dinámica del cuerpo que lo iba cargando... Incluso hubo
quien colgaba a los bebés a su espalda mientras los agarraba por las muñecas. Como
contraposición a esto que les cuento, tenemos la INCOMODIDAD de los bebés a los que
se les tumba sobre un "cómodo" moisés o cochecito mientras le pasan la manita
suavemente por encima mientras se retuercen y lloran por ese cuerpo vivo que es, por
derecho natural, el lugar adecuado para estar. ¿Por qué esta incompetencia en nuestra
sociedad? Desde la infancia se nos enseña a no creer en nuestro conocimiento instintivo.
Se nos dice que los padres y los profesores lo saben todo mejor y, entonces, cuando
nuestros sentimientos no coinciden con sus ideas, es que estamos equivocados. Viviendo
condicionados para descreer o desconfiar completamente de nuestros sentimientos, nos
dejamos convencer fácilmente para no respetar a ese bebé cuyo llanto nos dice
claramente "¡cógeme!", "¡déjame dormir contigo!", "¡no me abandones!". Estos
sentimientos, que constituyen claramente nuestra respuesta natural, son regidos
entonces por una ley superior en rango que se encuentra a la par de la moda y dictada
por los "expertos" en el cuidado del bebé. Esta pérdida de fe en nuestra experiencia
innata nos deja en manos de este u otro libro, como consecuencia de cada sucesivo
esfuerzo errado de sobrepasar a la naturaleza. Ahora es fundamental preguntarse
quiénes son los verdaderos expertos, contando con que el segundo gran experto en el
cuidado del bebé se encuentra dentro de nosotros. Esto es tan cierto como que reside
igualmente dentro de cada especie superviviente que, por definición, ya sabe cómo cuidar
de su prole. El mayor experto de todos es, por supuesto, el bebé... programado durante
millones de años de evolución para señalar, por medio de la voz y la acción, cuándo la
atención que le proporcionan es incorrecta. La evolución es un proceso de refinamiento
que ha construido nuestro comportamiento innato con una precisión exquisita. Esa señal
que emite el bebé, la comprensión de esa señal por parte de su gente, el poderoso
impulso que los lleva a obedecerla... todo ello es parte integral de las características de
nuestra especie. El presuntuoso intelecto se ha demostrado a sí mismo que se encuentra
equipado para descubrir los requisitos auténticos de los bebés humanos. A menudo surge
la siguiente cuestión: ¿Debería de coger al bebé cuando llora, o primero lo dejo llorar un
poco? ¿O debería de dejarlo llorar y llorar para no mimarlo y que se convierta en un
tirano? -palabrita del Dr. Spock. No habría ningún bebé que estuviera de acuerdo con
NINGUNA de esta serie de imposiciones. De modo inequívoco y unánimemente, nos
hacen saber que ¡NO SE LES DEBE DEJAR SOLOS NUNCA!. Dado que
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esta opción no ha sido fomentada en la civilización occidental contemporánea, la relación


existente entre el progenitor y el niño ha permanecido firmemente en conflicto. El juego
ha consistido en cómo hacer que el bebé se quede dormido solito en la cuna, sin tener en
cuenta si el bebé llora o no. A pesar de que algunos libros de Tine Thevenin como "La
Cama de la Familia" se han adentrado en parte por la vía para abrir el tema de los niños
que duermen con sus padres, la base fundamental no se ha tocado con claridad:
ACTUAR CONTRA NUESTRA NATURALEZA COMO ESPECIE ES PERDER EL
BIENESTAR. Una vez hayamos entendido y aceptado el principio de respetar nuestras
expectativas innatas, seremos capaces de descubrir con precisión cuáles son estas
expectativas que surgen... En otras palabras: lo que la evolución se ha encargado de
adaptar para nuestra experiencia.

El papel formativo de la "fase en brazos"


¿Cómo llegué a concebir la "fase en brazos" como elemento tan crucial para el desarrollo
personal? Primeramente, viendo a este pueblo tan feliz y relajado que habita las selvas
de América del Sur arrastrando con sus bebés por todos lados. Nunca los soltaban. Poco
a poco fui dando con la conexión existente entre este simple hecho y la calidad de vida de
la que disfrutaban por completo. Con mis observaciones, un poco más adelante llegué a
algunas conclusiones acerca del "cómo" y "por qué" de este constante contacto y sus
repercusiones esenciales para la etapa inmediatamente posterior al nacimiento
relacionado con el desarrollo humano. Primera función: Parece que la persona que lleva
al bebé - que normalmente es la madre durante los primeros meses y luego algún/a
niño/a de entre 8 y 12 años- está construyendo un propósito fundacional que va a resultar
útil en posteriores experiencias. El bebé participa de manera pasiva en las actividades de
la persona que lo carga: correr, caminar, reír, hablar, cantar, trabajar y jugar. El tipo de
actividad, el ritmo al que se produce, las inflexiones de la lengua utilizada, la variedad de
señales observadas, los cambios de luz del día y la noche, los cambios de temperatura,
la humedad, la sequedad, los sonidos de su familia, la vida tribal... Todos estos elementos
constituyen la base de su participación de modo activo en su entorno, hecho éste que va
a comenzar a los seis u ocho meses, cuando comienza a arrastrarse, luego a gatear y
más tarde a caminar. Sucede que, cuando, por otra parte, un bebé se ha pasado la mayor
parte de este tiempo echado en la cuna con la mirada apuntando a la pared de enfrente o
mirando al interior del cochecito en el que lo llevan o dirigiendo la mirada constantemente
hacia el cielo... se habrá perdido, entonces, la mayor parte de esta esencial experiencia.
Dado que existe esta necesidad del niño por disfrutar de este tipo de experiencia
prematura, se requiere que aloje en su ser esta visión panorámica de la vida en la que va
a entrar. También es importante que los cuidadores no se limiten simplemente a sentarse
y echar un ojo, ni que se pongan a preguntarse qué necesitará el niño, sino más bien
tener una vida activa ellos mismos. De manera ocasional, uno no puede resistirse a darle
un fuerte achuchón repleto de besitos pero, ahora bien, cuando se programa al bebé para
que esté observando tu agitada vida, se siente confuso y frustrado cuando inviertes tu
tiempo en observarlo a él. Un bebé que se encuentra en el meollo del aprendizaje de lo
que es la vida tal y como las vives tú se siente confuso; es como si lo que quisieras fuera
que el bebé finalmente fuera quien dirigiera tu propia vida. Segunda función: la segunda
función esencial que cumple la "fase en brazos" parece haberse escapado del raciocinio
de todos (incluida yo hasta mediados de los años 60). Consiste en proporcionar a los
bebés un medio que les facilite descargar el exceso de energía que tienen en sus
cuerpos hasta el momento en que puedan hacerlo por ellos mismos. Durante los meses
previos al momento en el que los

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bebés son capaces de levantarse por sí mismos, acumulan energía de la absorción de los
alimentos y el sol. En consecuencia, el bebé requiere un contacto constante con el campo
energético de una persona activa que pueda igualmente descargar el exceso de su
energía. Así se puede explicar la razón por la que los bebés de los Yequana vivían en ese
estado de relajación, no mostraban síntomas de agarrotamiento, no pataleaban ni
arqueaban o flexionaban sus músculos para liberar esa incomodidad que supone tal
acumulación de energía. Si queremos facilitar una experiencia "en brazos" óptima,
debemos ser capaces de descargar de manera eficiente nuestro propio campo
energético. Se puede calmar rápidamente a un bebé irritado si corremos con él o
saltamos, bailamos, o bien realizando cualquier cosa que reduzca nuestros propios
niveles energéticos a un nivel que resulte cómodo para nuestra actividad. Cuando de
repente un padre o una madre tienen que salir a comprar algo no van a tener que volver a
decir nunca más "¡Venga, coge tú al bebé que voy a bajar a comprar!", sino que igual que
baja corriendo, se lleva al bebé aprovechando la situación y le da una vuelta por ahí.
¡Cuanta más acción, mejor, para que la fluya la energía! Tanto los bebés como los adultos
sufren tensiones cuando se impide la circulación de la energía por los músculos. Un bebé
que parece estar lleno de energía por descargar sólo está buscando acción. A veces
incita a quien le cuida con pequeñas llamadas de atención, a la vez que intenta descargar
su incomodidad arqueándose, flexionando su cuerpo, etc. Darle una vueltita por la
habitación o ponerlo en brazos de alguien que haya estando haciendo ejercicio poco
antes... Con ello, el campo energético de un bebé se va a beneficiar de esos momentos
que comparte con un adulto que está en proceso de descarga. Los bebés no son cositas
frágiles que manejemos con guantes de terciopelo. De hecho, cuando un bebé recibe
este tipo de tratamiento "frágil" en esta etapa formativa, puede llegar a convencerse de
que es frágil, con lo que puede llegar fácilmente a perder la confianza en su propio
cuerpo. Entonces, ¿qué es lo que conseguimos? De manera Inconsciente vamos a
perjudicar a nuestra descendencia. Como padres, ustedes son capaces de adquirir el
conocimiento suficiente como para comprender la "fase en brazos" con la circulación y
fluidez de la energía. Van a descubrir muchas maneras de ayudar a sus bebés a
mantener un tono muscular suave característico de nuestro ancestral bienestar. Al mismo
tiempo, vamos a transmitirles la calma y la comodidad que necesita un bebé para sentirse
en casa como en su propia piel, a la vez que se sienta bien recibido en el mundo en que
vivimos. Jean Liedloff Autora de la obra "El concepto del continuum", Editorial Obstare
Artículo publicado en la revista Obstare Jean Liedloff nació y se crió en Nueva York.
Después de estudiar en el Drew Seminary for Young Women fue a la Cornell University,
pero empezó a viajar sin llegar a licenciarse. Sintiéndose atraída por Europa y más tarde
por la selva sudamericana, participó en cuatro expediciones para estudiar a los indios de
Venezuela, que seguían viviendo en la Edad de Piedra antes de convencerse de que ´los
que pertenecemos a la civilización occidental hemos malentendido trágicamente nuestra
naturalezaª. Después de realizar la quinta expedición que le confirmó sus observaciones
retrospectivas, escribió El concepto del continuum. Jean Liedloff ha escrito artículos para
el Sunday Times y fue una de las creadoras de la revista Ecologist. En la actualidad da
conferencias y difunde este tema por todo el mundo dirigiéndose a estudiantes, médicos,
padres, psicoterapeutas y al público en general que busca explicaciones y remedios para
la alienación personal y los males sociales. Además, practica y enseña una clase de
psicoterapia basada en los principios de El concepto del continuum. Tiene en proyecto
escribir libros sobre este trabajo y sobre una crianza de los niños que no sea conflictiva.

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