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ROLAND BARTHES os una de las ‘figuras intelectuales més importantes que emergieron’ on. Franeia en la “hoy objeto de estudio y disc Este critico y ensayina francés, nacido ‘en noviembre de 1915, desarrolls gran parte de ou trabajo en un ambiguo espacio entre la lingtistica yla poesia. Entre au obra, obtuvieron gran reconocimiento sus estudios semiolégicos sobre la imagen. En 1977 fue designado titular de la ftedra de semiologia literaria del Collége de France que fue: ereada especialmente para 61 por consejo de Michel Foucault En su leccién inaugural, publieada por Siglo XXI Editores, Barthes se definié a sf mismo como un “sujeto incierto": demasiado Iiterario para los lingitistas, que siempre lo uso; demasiado consideraron un i lingiiista para Jos criticos literarios, que pocas veces egaron a entenderlo. Es quizés este rasgo el que lo ha convertide en uno de los influyentes pensadores ¥ te6ricos m ensu campo. Murié atropellado por Ia camioneta violencia de una lavanderi estipida de las cosas*, escribiria Foucault en su necrolégica 0.¥o wMinad ZL MITOLOGIAS por ROLAND BARTHES @O E >I Siglo veintiuno editores Argentina s. a. UCU 617 (05040), BUENOS ARES REPLOLEA AMEN Siglo veintiuno editores, s.a. de o.v. CEnho be Aa, LEACH COACH oO WORE, OF ‘Barthes, Koland BAR Mitologias - ved, 2 reimp. - Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2005, 268 ps 2lxld em - (Teoria) ‘Traduceién de: Héctor Schmucler ISBN 987-1105-2541 1. Titulo - 1, Ensayo Francés “Titulo oxfginal: Myotis © 195%, Edldons du Set © 1980, Siglo XXI Baores, S.A. de GY, Edicién al cuidado de Marti Soler Portada original de Anhelo Hernandez (© 2003, Siglo XXI Editores Argentina S.A. ISBN 987-105-231 Impreso en Artes Grificas Delsur Alte Soler 2450, Avellaneda, fen el mes de junio de 2005 Hecho el depésito que marca la ley 11.729 [Impreso en Argentina - Made in Argentina INDICE Prélogo a la edicién de 1970 [7] Prélogo a la primera edicién [8] 1. MITOLOGiAs EI mundo del catch [13] El actor de d’Harcourt [24] Los romanos en el cine [28] El escritor en vacaciones [31] El crucero de la sangre azul [34] Critica muda y ciega [36] Sapénidos y detergentes [38] EI pobre y el proletario [41] Marcianos [42] La operacién Astra [45] Conyugales [47] Dominici 0 el triunfo de Ja literatura [50] Iconografia del abate Pierre [54] Novelas y nifios [57] Juguetes [59] Paris no se ha inundado [61] Bichin entre los negros [65] Un obrero simpatico [68] El rostro de la Garbo [71] Poder y desenvoltura [73] El vino y la leche 75] El bistec y las papas fritas [79] Nautilus y el barco ebrio [81] Publicidad de la profundidad [84] Algunas palabras del sefior Poujade [86] Adamov y el lenguaje [89] El cerebro de Einstein [93] (5) 28 arronooias dejan al actor el rostro que encarnan y lo encierran francamente, con una humildad ejemplar, en su fun- cién social que consiste en “representar” y no en men- tir. Para un mito tan alineado como el de los rostros de actores, esta propuesta resulta revolucionaria: no suspender de las escaleras a los d'Harcourt clasicos, em- pavonados, languidecidos, angelizados o virilizados (se- gin el sexo), es una audacia a la que muy pocos teatros se atreven. LOS ROMANOS EN EL CINE En el Julio César de Mankiewicz, todos los personajes tienen flequillo sobre la frente. Unos lo tienen rizado, otros filiforme, otros en jopo, otros aceitado, todos lo tienen bien peinado y no se admiten los calvos, aunque la Historia romana los haya proporcionado en buen ntimero. Tampoco se salvaron quienes tienen poco cabello y el peluquero, artesano principal del film, supo extraer en todos los casos un iltimo mechén que alcanzé el borde de Ja frente, de esas frentes romanas cuya exi- giiidad siempre ha indicado una mezcla especifica de derecho, de virtud y de conquista. Pero qué es lo que se atribuye a esos obstinados flequillos? Pues ni mds ni menos que la muestra de la romanidad. Se ve operar al descubierto el resorte fun- damental del especticulo: el signo, El mechén frontal inunda de evidencia, nadie puede dudar de que esta. en Roma, antafio. Y esta certidumbre es continua: los actores hablan, actian, se torturan, debaten cuestiones “universales”, sin perder nada de su verosimilitud his- térica, gracias a ese emblema extendido sobre la frent su generalidad puede dilatarse con seguridad absoluta, atravesar el Océano y los siglos, incorporar el aspecto yanqui de los extras de Hollywood, poco importa, todo el mundo est4 instalado en Ia tranquila certidumbre de Lo ROMANOS EN RL cine 29 un universo sin duplicidad, donde los romanos son ro- manos por el més legible de los signos, el cabello sobre la frente. Un francés, a cuyos ojos los rostros americanos atin conservan algo de exético, juzga cémica esa mezcla de morfologias: géngsters-sherifs y flequillo romano; en todo caso es un excelente chiste de music-hall; para nosotros el signo funciona con exceso: al dejar que apa- rezca su finalidad, se desacredita. Pero el mismo flequi- lo, levacio por la Gnica frente naturalmente latina del film, Ja de Marlon Brando, se nos impone sin hacernos reir y no deberfa excluirse la posibilidad de que parte del éxito europeo de este actor se deba a la integracién perfecta de la capilaridad romana en la morfologia ge- neral del personaje. En contraste, Julio César resulta increible con ese aspecto de abogado anglosajén ya desgastado por mil segundos papeles policiales o cémi- os, con ese crineo bonachén rastrillade por un Jamen- table mechén trabajado por el peluquero. Dentro del orden de las significaciones capilares, encontramos un subsigno: el de las sorpresas nocturnas. Porcia y Calpurnia, desveladas en plena noche, mues- tran los cabellos ostensiblemente desalifiados; la prime- ra, més joven, tiene el desorden flotante, es decir que la ausencia de arreglo aparece de algin modo en su pri- mer grado; la segunda, madura, presenta un punto flo- jo mas trabajado: una trenza contornea su cuello y aparece por delante del hombro derecho, imponiendo, de esta manera, el signo tradicional del desorden, que es la asimetria, Pero esos signos son a la vez excesivos e irrisorios: postulan una “naturalidad” que ni siquiera tienen el coraje de sostener hasta el fin: no son “francos”. Otro signo de este Julio César: todos los rostros su- dan sin interrupcién: hombres del pueblo, soldados, conspiradores, todos bafian sus rasgos austeros y crispa- dos con un chorrear abundante (de vaselina), Y los primeros planos son tan frecuentes que, sin lugar a du- das, el sudor resulta un atributo intencional, Como el

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