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PERSONAJES
Gran Castor Café Jefe de todos los castores y de todas las colonias (Personaje referencial)
Otis Joven castor, ayuda a los castores en su aprendizaje como parte de su propio desarrollo.
Kio Castor que sufre una transformación (se empieza a convertir en Lobato o Gacela)
Tiki Ardilla; enseña a los castores el valor del trabajo y la importancia de la cooperación.
Malak Lechuza; aconseja a los castores, enseñándolos a reflexionar y a pensar. Les enseña la
importancia de cuidar la naturaleza.
Noar Viejo castor, ayuda y enseña a los castores la Ley y el Lema. Es el mejor constructor de la
colonia.
Anú Ciervo, enseña a los castores a ser siempre ágiles, alertas y observadores.
Whoopie Conejo travieso, amigo de los castores, les enseña a estar siempre alegres.
Athos Halcón, amigo de los castores, les enseña destreza, habilidad, gentileza, agudeza visual,
inteligencia y nobleza.
Mapik Mapache amigo, enseña a los castores la limpieza y el orden.
Fincuquis Criaturas del bosque que sólo pueden ser vistas por el Gran Castor Café. Enseñan a los
castores a desarrollar sus sentidos del gusto, tacto, olfato, vista, oído, equilibrio.
Trix Grillo, es alegre y siempre está cantando, enseña a los castores a estar alegres y cantar.
Maac Pájaro carpintero, enseña a los castores como hacer trabajos con sus manos. (Habilidades y
destreza).
Hace ya mucho tiempo, en un bello bosque lleno de frondosos árboles y grandes ríos, vivían
muchos castores y otros animales que convivían diariamente, aunque no eran muy felices.
Los castores que habitaban en ese bosque no estaban bien organizados y trabajaban cada uno por
su lado e incluso en ocasiones llegaban a presentarse pequeñas riñas entre ellos por la posesión
de alguno árboles, ramas o territorios en los ríos.
Además los castores que vivían allí, raras veces se ayudaban entre sí y mucho menos ayudaban a
otros animales.
Entre esos castores vivía un joven castor preocupado por la falta de armonía y fraternidad que
percibía entre los habitantes de la colonia de castores. Él pasaba varias horas del día o de la noche
pensando en como hacer para enseñar a su colonia de castores y también a todos los animales del
bosque.
Un día, este joven castor, cayo en un pozo que estaba oculto en una vereda, al despertar en el
fondo, estaba rodeado por pequeñas criaturas que no conocía.
Él pensó que estaba soñando pero se dio cuenta que no. En ese momento en particular, todos sus
sentidos captaban mejor las cosas, podía oír mejor con un eco especial. En la oscuridad del pozo
veía todas las cosas como si hubiera un gran foco iluminando, podía sentir en su piel el aire cálido
del pozo, podía oler la humedad de las paredes, del piso y todo.
Se levantó muy asustado y se dio cuenta que estaba sobre una pequeñísima piedra, pero por una
extraña razón no se caía y en su boca tenía el sabor de algunas raíces.
En ese momento el que parecía ser el jefe le dijo:
-Bienvenido a Fincuquilandia. No te asustes, nosotros somos tus amigos, al caer aquí te lastimaste
y nosotros curamos tus heridas.
Entonces él pensó -¡Ah! Por eso tengo ese sabor en la boca.
Pero aquella criatura continuó:
-Cada mil años llega a nosotros una criatura del bosque a quien le transmitimos nuestros
conocimientos, para que se los enseñe a sus semejantes.
-Al terminar tu entrenamiento serás llamado “Gran Castor Café”, todos te respetarán como su jefe
y tú les enseñarás todo lo que sabes. Nosotros siempre te acompañaremos, pero solo tú nos
podrás ver, para los demás seremos invisibles.
Él preguntó:
-¿Y quiénes son ustedes?
-Nosotros somos los Fincuquis, dijo el jefe- pequeños duendes del bosque quienes cuidamos a
todos los animales enseñándolos a cuidar la naturaleza y a desarrollar los sentidos. Pero basta de
charla por hoy, debes descansar, pues a partir de mañana trabajarás hasta que estés listo para
cumplir tu gran misión. Sígueme, te llevaré a tu fincuquihabitación.
Y así, el castorcito inició el entrenamiento que lo convertiría en el Gran Castor Café, jefe de todos
los castores y con una nueva y gran responsabilidad:
Dirigir, ayudar y enseñar a todos los castores de la presa.
TIKI
Era una mañana muy soleada. Todos en el bosque trabajaban mucho. Dentro de pocos meses el
invierno iba a llegar y todo se cubriría de nieve.
Tiki estaba recolectando nueces y jugando un poco entre los árboles, corría y saltaba de un lado a
otro, saludó a Whoopie que recolectaba zanahorias para el invierno.
En el río, cerca de la presa, los castores recolectaban madera y comida para el invierno, reían y
nadaban, pero también trabajaban mucho.
Tiki sonrió y pensó que la plática que les había dado acerca del trabajo les había servido mucho, ya
que si todos ayudaban las cosas serían más fáciles y divertidas.
De pronto, un castorcito se enojó y comenzó a nadar hacia otro lado, lejos de donde todos
trabajaban, salió del agua y se sacudió. Desde el árbol, Tiki lo vio todo, saltó y llegó hasta donde
estaba el castorcito enojón.
Este castor había abandonado su trabajo, no estaba compartiendo y en ese momento se
necesitaba su ayuda y su colaboración.
Tiki se acercó y habló al castorcito.
-¿Qué te pasa?
-¡Ay Tiki! A mí me dejan todo, yo voy, yo traigo, yo hago . . .
-No es cierto castorcito. Yo los he estado observando y todos trabajan. A veces parece que uno
solo hace las cosas, pero no. Lo que pasa es que tú tienes más experiencia, haces las cosas más
rápido y debes compartir lo que sabes, le dijo Tiki.
-¿Sabes Tiki?, Creo que tienes razón. Yo soy fuerte, grande y pongo mis dientes para cortar la
madera y ellos no lo saben. Así que en vez de enojarme, les debo enseñar y así terminaremos todo
más rápido.
-Claro, eso es lo que tienes que descubrir, debes compartir todo lo que sabes con los demás.
-Ya no volveré a ser el castorcito enojón. Seré un castor amigo, dijo muy convencido.
Y Así, el castorcito regresó a la presa para seguir ayudando a sus compañeros y Tiki sonrió
satisfecha.
NEVI
KIO
Estaban todos los castores de la colonia muy trabajadores, el Gran Castor Café los observaba muy
contento, cuando de pronto el bosque quedó en silencio.
Los castores empezaron a mirarse unos a otros y dejaron de hacer lo que estaban haciendo. No
sabían qué pasaba pero había algo raro en el ambiente.
Todos fueron acercándose poco a poco a la orilla del estanque. Empezó a obscurecer y parecía
como si ya fuera la tarde. De pronto surgió la luna y de ella una mágica luz como de plata empezó
a caer.
Todos vieron entonces que la luz estaba iluminando a Kio el castor amigo. Él, sorprendido,
preguntó al Gran Castor Café qué era lo que estaba pasando y el Gran Castor Café le preguntó qué
sentía. Kio le dijo que no sabía, pero que se sentía muy raro.
Entonces el Gran Castor Café dijo en voz alta para que todos pudieran escuchar.
-Lo que pasa, Kio, es algo mágico. Poco a poco has ido creciendo, y ya los juegos y trabajos de los
castores son muy fáciles para ti y has sentido ganas de explotar otros caminos. Pues bien, lo que
pasa es que estás transformándote, mírate.
-¡Oh! ¡oh! Dijo Kio al ver que su piel ya no era café, se estaba volviendo de otro color, sus dientes
también estaban cambiando así como sus orejas.
-¿Qué pasa Gran Castor Café?
-Pues que ahora, le dijo él, ha llegado un momento muy importante para ti. Desde hoy ya no serás
un castor, sino otro animal. Por medio de la magia de la luna, te convertirás, pero en el fondo de
tu corazón siempre tendrás a ese castor que hasta ahora has sido y así recordarás todo lo que has
aprendido y lo compartirás con los demás.
-Todo el mundo se dará cuenta de que has sido castor y todos estaremos orgullosos de ti. Ahora te
despedirás de todos nosotros y yo te acompañaré a la entrada del camino, donde te esperan otros
amigos como tu, con quien vivirás desde ahora.
-Gracias Gran Castor Café, dijo Kio, nunca olvidaré lo que aquí aprendí, y gracias a todos mis
amigos. Hasta luego.
Todos los castores y animales del bosque vieron a Kio alejarse acompañado del Gran Castor Café y
se quedaron muy contentos porque sabían que Kio iba a seguir creciendo y aprendiendo cosas
nuevas.
ODDAX
MAPIK
En una ocasión, cuando el Gran Castor Café estaba finalizando su recorrido por la presa, le llamó la
atención un simpático mapache, el cual se estaba bañando a la orilla de la presa. El Gran Castor
Café se le fué acercando poco a poco, sin quitarle la vista y se decía a si mismo:
"Este mapache se parece mucho a mi amigo Mapik, pero solo que tengo mucho tiempo que no lo
veo"
Cuando llegó a la orilla, grande fue su sorpresa al darse cuenta que Si era su amigo Mapik.
¡Hola Mapik! saludo el Gran Castor con mucha alegría -¿Dónde has estado?, tenía mucho tiempo
sin verte.
¡Hola Gran Castor Café! -contestó Mapik, dando un enorme salto de gusto.- Yo también tenía
mucho tiempo sin verte. Me fui a saludar a mi hermano, el mapache Pache, y me quedé un tiempo
viviendo allá con él, pero ya extrañaba a mis amigos y a mi casa y por eso regresé. Mientras
hablaban, Mapik continuaba bañándose, el Gran Castor Café le dijo:
Veo que sigues siendo igual de limpio que siempre.
¡Claro que si!, tu sabes que es muy importante el que nos bañemos diario, ya que durante todo el
día nos llenamos de muchas cosas, que aunque no las veamos, nos pueden hacer que nos
enfermemos. Por eso a mi, -continuó diciendo Mapik- me gusta bañarme, aparte para estar fresco
y no sentir mucho calor.
El Gran Castor Café recordó su misión y le dijo a Mapik:
¡Tienes toda la razón, Mapik! Y ¿sabes una cosa?, tengo que enseñarle a los castorcitos muchas
cosas, pero me gustaría mucho que tu me ayudaras. Tu les podrías enseñar lo importante que es el
baño y . . .
¡Claro que sí! -dijo todo emocionado Mapik- y si tu me lo permites, también les puedo enseñar a
ser ordenados con las cosas, ya que es importante para no tener tiradero en donde estemos,
aparte que es más fácil encontrar las cosas si las ponemos en su lugar.
¡Qué buena idea! -exclamó el Gran Castor Café- te lo voy a agradecer mucho. Ya existen otros
animales del bosque que también ayudarán a los castorcitos a ser mejor.
ANÚ
Cerca del río se encontraba un grupo de ciervos. Era difícil encontrar alimento suficiente ya que el
invierno había comenzado, pero allí a la orilla del río, las hojas aún eran verdes.
Sin ver el peligro un ciervo joven se acercó a la orilla para comer y cuando más ricas le sabían esas
hojas se escuchó el ruido que hace el hielo al romperse: ¡crack! ¡crack!.
Debajo de sus patas el hielo se había roto y se desprendía de la orilla llevado por la corriente del
río.
Asustado, Anú- que así se llamaba, se quedó quieto y dejó que la corriente lo llevara. Pasó un rato
y por fin el hielo se detuvo y sin perder tiempo Anú saltó a la orilla, donde trató de buscar a los
demás ciervos, pero ya se habían ido. Comenzó a caminar cuando oyó una voz que los llamaba:
-Anú, Anú, soy el Gran Castor Café.
Anú volvió su cabeza hacia donde había escuchado la voz y vio al Gran Castor Café, cerca de los
troncos.
-¡Hola! Gran Castor Café, voy en busca de los ciervos de los que me he alejado.
-Anú, tus amigos ya están lejos, será muy difícil que te reúnas con ellos, pero si tu quieres, puedes
quedarte con los castorcitos, podrías enseñarles muchas cosas.
-Gran Castor Café ¿qué podría Anú enseñarles a los castores?
-Bueno Anú, tu, un ciervo, puedes enseñarles a ser ágiles, veloces, graciosos e inteligentes, a saber
escuchar a la naturaleza y muchas cosas más.
Anú decidió quedarse y compartir con los castores muchos días felices, en los cuales convivió
también con Oddax, Malak, Whoopie, Tiki, Noar, Nevi y muchos otros castores.
Habían pasado ya algunos inviernos y Anú vio que ya era tiempo de regresar con los ciervos para
seguir su propio camino, así que al llegar la primavera se despidió de todos para ir en busca de su
destino.
Al despedirse les dijo a los castores que siempre estarían en su corazón y pensamiento.
Oración
Gracias Señor por enseñarnos a Compartir.
Así sea.
Promesa
Yo prometo:
Compartir mi labor como castor y,
Participar con alegría en la colonia.
Ley
El castor comparte con alegría y juega con todos.
Lema
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