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“[S]e estará ante un trato degradante si la ejecución de la pena y las formas que ésta revista, traen
consigo humillación o una sensación de envilecimiento de un nivel diferente y mayor al que ocasiona la
sola imposición de una condena” (sentencia del Pleno del Tribunal Constitucional en el expediente n.o
1429-2002-HC, de fecha 19 de noviembre de 2002, fundamento jurídico número 7). Así, a contrario
sensu, se advierte que el Tribunal Constitucional nacional reconoce que la pena privativa de libertad y el
tratamiento penitenciario asociado a su cumplimiento, comportan un nivel de envilecimiento del
ciudadano sancionado. Es importante tener en cuenta esta aseveración pública del máximo intérprete de la
Constitución Política, pues este efecto envilecedor no es teóricamente admisible como uno de los fines de
la pena o de la agencia penitenciaria. Preliminarmente, esta es una confirmación institucional del fracaso
de las teorías positivas de la pena, lo cual ya ha sido sustentado por Zaffaroni al proponer su teoría
agnóstica de la pena.
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Zaffaroni, Alagia y Slokar (2005, 14) describen las características de lo que denominan “prisionización”
para dar a entender que incluso antes de la ejecución de la pena, el imputado ya es privado de su libertad
“por las dudas” y que, cuando ya es sentenciado, las características del régimen penitenciario hacen
posible la aparición de patologías regresivas debido al obligatorio control que se le impone al condenado,
controles que podrían estimarse propios durante la niñez o adolescencia, pero ya no en la adultez. Por
ello, la crítica de estos autores al sub sistema penal implica todos los ámbitos, desde el sustantivo, pre
procesal, procesal y de ejecución; es evidente que la reformulación debe propiciarse desde la criminología
y la política criminal.
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Villavicencio (2004, 1011) da cuenta de los aspectos críticos del sistema penitenciario en Argentina,
pero también se refiere a otros países latinoamericanos. Entre los principales problemas de los centros
penitenciarios que esta autora señala, se encuentra la micro comercialización de drogas, la
sobrepoblación, el hacinamiento carcelario, la corrupción de las autoridades penitenciarias y los códigos
carcelarios que persiguen la afirmación de la vocación delincuencial. Este ambiente, según la autora
citada, coopera para que el presidiario que cumple la pena y abandona el presidio, no tenga posibilidades
reales de reinserción social y que por ello, finalmente vuelva a delinquir.
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En el caso de Zaffaroni, ha trabajado sobre estas críticas desde mucho antes. Así, en 1998, en la
presentación de En busca de las penas perdidas afirmaba que en los quince años transcurridos desde la
publicación de sus obras anteriores “se agudizó la crisis de legitimidad del sistema penal, se refinaron los
instrumentos críticos y arreciaron las contradicciones y antagonismos en la realidad latinoamericana”.
sistema penal (ligada directamente a su instrumentalización, al abuso del
legislador penal y a la terca negación de los principios del derecho penal que
ordenan considerarlo siempre como un medio de control social residual).
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Soy consciente de que una propuesta de esta naturaleza es arriesgada, pero no pretendo ignorar que el
derecho y en mayor medida, el derecho penal, es un recurso de orden político, más aún en Latinoamérica.
En palabras del propio Zaffaroni al referirse a Jakobs y las posibilidades de su teoría en América Latina:
“No creo que haya pasado Jakobs, simplemente es una propuesta más que nunca dominó la jurisprudencia
alemana y tampoco su doctrina. Es un intento que en cierto sentido obliga a reflexionar, pero nada más.
Recuerda bastante a Kelsen, que obligó a usar la lógica, pero que nunca llegó a construir un sistema
aplicable en la práctica del derecho. Es un sistema tecnocrático para aplicarse a cualquier circunstancia, y,
por ende, en América Latina serviría para alimentar la alienación política de los penalistas que quieren
mirar para otro lado e ignorar la dimensión política del derecho penal. Pero, además, como es difícil de
comprender, en su nombre se dirán tantas barbaridades que el propio Jakobs se aterrorizaría porque no
sólo nunca las dijo sino que nunca se las imaginó. El realismo mágico latinoamericano no tiene nombre”.
Entrevista de Matías Bailone, disponible en: http://www.iuspenalismo.com.ar/doctrina/notazaffaroni.htm
consultada el 20 de mayo de 2008.
permanencia del condenado en prisión, pues el legislador ya ha anticipado
(increíblemente) la inutilidad del tratamiento penitenciario -que aún no ha
empezado- en la persona del condenado.
II. Objetivos
III. Las ideas de Zaffaroni y Jakobs respecto al sub sistema penal y la pena
Afirmo que a partir de las concepciones que del derecho penal defienden
Zaffaroni y Jakobs (a pesar de que metodológicamente parten de puntos
distintos), es posible iniciar la búsqueda de un concepto de pena útil a los sub
sistemas penales y a las agencias penitenciarias de cada país latinoamericano.
Para defender esta afirmación, haré un repaso -apretado por las exigencias de
este tipo de trabajo- por las teorías de ambos autores respecto al derecho penal
y la pena, identificaré sus coincidencias e innegables diferencias, para terminar
señalando la utilidad que de su conjunción puede obtenerse.
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Esta premisa excluye la atemporalidad como característica de la pena. Afirmo pues, que no se puede
considerar como pena a la muerte o a la cadena perpetua.
3.1.- La teoría agnóstica y negativa de la pena de Zaffaroni
Eugenio Raúl Zaffaroni ha sido un crítico constante del statu quo del sub
sistema penal latinoamericano7. Sus observaciones y propuestas sobre el
derecho penal de las sociedades marginales -del tercer mundo-, así como su
declarada posición por el abolicionismo penal, han sido bien desarrolladas en
su obra. Su aporte respecto a la pena puede resumirse en que ésta no consigue
los fines establecidos por la dogmática penal y reconocidos en la parte general
de los códigos penales latinoamericanos, por distintos aspectos a los que me
aproximaré a continuación.
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Desde su ya clásico En busca de las penas perdidas. Deslegitimación y dogmática jurídico penal, incide
en lo injusto que se torna un control social deshumanizado y deshumanizante, producto de un esquema
socio-político que encierra el imperio y el dominio, esto es, el poder de una minoría sobre la mayoría.
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Si en términos generales el derecho es una pretensión de orden entre intereses individuales, que
presupone mecanismos que morigeren las pérdidas y maximicen las ganancias derivadas de los conflictos
en procura de la paz social, la pena no compone tales conflictos, por el contrario, los agrava.
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“Se trata de una coerción que impone privación de derechos o dolor, pero que no responde a los otros
modelos de solución o prevención de conflictos (civil o administrativo)”. (Zaffaroni, Alagia y Slokar
2005, 56).
juristas legitimantes, dicen que es. Por ello es necesario dotar al concepto de
límites ónticos, es decir, indagar por sus efectos en la realidad. Zaffaroni no le
reconoce a la pena alguna función positiva, encomiable o útil. Al proponer su
concepto por exclusión, lo que hace es marginar a la pena como herramienta
propia del derecho. Su concepto es agnóstico en cuanto a la función de la pena
porque parte de su desconocimiento. “Mediante esta teoría negativa y agnóstica
de la pena es posible incorporar al horizonte del derecho penal (hacer materia
del mismo) [sic] las leyes penales latentes y eventuales, al tiempo que
desautoriza los elementos discursivos negativos del derecho penal dominante"
(Zaffaroni, Alagia y Slokar 2005, 56).
De ello puede entenderse sin mayor dificultad, que la pena “no es tan
solo un medio para mantener la identidad social, sino que ya constituye ese
mantenimiento mismo” (Jakobs 1996, 18).
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Siguiendo a Rojas (1997, 6), “Una función, en el lenguaje de LUHMANN, es un efecto útil; un efecto
es funcional en tanto sirva al mantenimiento de una unidad estructurada en forma compleja a un sistema”.
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Abanto 2004, 79. Alteración de la filiación por omisión comisiva. Dogmática penal alrededor de roles
sociales especiales y exigibles. Lima: ARA Editores.
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Rojas (1997, 3) citando a Manfred Rehbinder, sostiene que “El Derecho ya no se agota en la tradicional
función de asegurar la paz y el orden; sino que materializa también la organización y la legitimación del
poder social”. El derecho es una forma de planificación y un medio de control y obtención del progreso
social. REHBINDER establece cinco funciones básicas del derecho: 1) La resolución de conflictos
(función de reacción); 2) la orientación de comportamientos (función de orden); 3) la legitimación y
organización del poder social (función de constitución); 4) la configuración de las condiciones de vida
(función de planificación); y 5) la administración de justicia (función de control).
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Confrontar el trabajo de Prieto Navarro 2000, 21.
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Confrontar el Tratado de Jakobs 1997, 9 y siguientes.
forma de comportamiento alternativo, y; 3) de producirse el delito, aceptar sus
consecuencias y la función de la pena como restablecedora de la vigencia de la
norma violentada.
Quitando el velo epidérmico que cubre a estas teorías del saber jurídico
penal, Zaffaroni llegó a reconocer que el sinceramiento más radicalizado
de la dogmática alemana sobre su teleología política, llega con nuestro
contemporáneo Günther Jakobs, quien en el límite de lo ético, reconoce
su filiación hegeliana con la autolegitimación de la pena y del sistema
punitivo, y la fusión de los bienes jurídicos en uno: la restauración
'simbólica' del orden normativo quebrantado por la voluntad particular
del delincuente. Como resume Carlos Parma en su libro sobre Jakobs: "El
retribucionismo hegeliano (en esto unido al kantiano), sintéticamente
dirá que la pena es un mal con que se paga otro mal". Zaffaroni afirma
que el propio Luhmann -inspirador de la teoría de Jakobs- abdicaría del
supuesto 'funcionalismo' jakobiano. Y termina señalando que mientras
Roxin fue el penalista de Brandt, de la socialdemocracia germana y del
pleno empleo, Jakobs lo es de Helmunt Kohl, de la globalización y del
neoconservadurismo europeo continental. De nuevo citando a Parma,
decimos aquello de que cada filósofo es hijo de su tiempo, y lo es de tal
manera, que lo es inconcientemente [sic]. Por ello es una aberratio iuris
implantar ideas disociadas del tiempo al que se dirigieron y en el cual
germinaron.
Sin duda, tal orden es distinto en cada país e integrará una identidad
social propia y exclusiva, sin que ello importe reconocer, en cierta medida,
algunos elementos estructurales comunes. Centrando el análisis al caso
latinoamericano, con el marco teórico de las ideas seculares defendidas por
grupos anacrónicos, que aseguran que sus países son oprimidos económica y
culturalmente por “el imperio”, el “neo” liberalismo, las transnacionales, etc. y
los elementos innegables de pobreza, analfabetismo, inestabilidad política y
económica, en fin, tercermundismo como bien lo conocemos ¿podrá asegurarse
que este escenario es el que otorga la identidad social que es afirmada a través
del sub sistema normativo, según nos dice Jakobs? Si se respondiera
afirmativamente a esta cuestión, habríamos hallado otra coincidencia entre las
propuestas de ambos autores comentados. No debe perderse de vista que
cuando Jakobs asegura que en la sociedad se produce una afirmación de su
identidad, no hace ningún juicio de valor respecto a lo bueno o malo, incorrecto,
correcto, justo o injusto de esta identidad, por lo que bien puede suponerse que
tal identidad sea la de ser siempre, un colectivo de naciones subdesarrolladas.
Hartos como estamos del ejercicio autoritario del poder, es necesario que
atendamos el esfuerzo de Zaffaroni por denunciar que el derecho penal es un
instrumento de éste destinado al fiero control por la conservación de las
estructuras con significado, que Jakobs considera que otorgan identidad a la
sociedad. Debemos advertir cuáles de esas estructuras son fundacionales,
individualmente defendibles, restringidas en sus efectos y cuáles, siendo
también fundacionales (como el estado de derecho y la democracia), descansan
sobre un interés general y en él encuentran razón de existencia. Partiendo de
este presupuesto, recién podrá empezarse la identificación de los elementos
materiales de la pena en procura de la construcción de un concepto útil a la
realidad latinoamericana.
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Téngase en cuenta que si la resocialización es un objetivo de la agencia penitenciario, se presupone que
la sociedad ha fracasado previamente en su intento de socializar (de acuerdo a sus normas que le otorgan
identidad) al sujeto que ha atentado contra su identidad normativa; esto es, la causa de la causa es extra
penal, por lo que un tratamiento del conflicto, al margen del derecho penal, podría revelarse como más
efectivo para la finalidad preventiva.
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Al respecto y desde un abordaje distinto al del derecho penal pero compatible con éste, véase el artículo
de Jorge Luis Huamán Sánchez, titulado: La desideologización de la ideología: su influencia en el plano
jurídico, disponible en: http://www.bahaidream.com/lapluma/derecho/revista007/ideologia.htm
consultada el 20 de septiembre de 2006.
legislación penal. Si el derecho penal continúa siendo tratado como una
herramienta simbólica y en consecuencia, seguimos careciendo de una real
política criminal de la prevención general, nada podrá cambiar en el sub
sistema penal ni en las agencias penitenciarias, que más allá de la
argumentación teórica, le dan significado material a la pena.
Jakobs, Günther. 2000. Sociedad, norma y persona en una teoría de un derecho penal
funcional. Madrid: Civitas ediciones.
___. 1997. Derecho Penal. Parte General. Fundamentos y teoría de la imputación.
Madrid: Marcial Pons.
Prieto Navarro, Evaristo. 2000. Teoría de sistemas, funciones del derecho y control
social. Perspectivas e imposibilidades para la dogmática penal. Alicante:
Universidad de Alicante, Departamento de Filosofía del Derecho. Ingra
Impresores.
Rafecas, Daniel Eduardo. 2006. Una mirada crítica sobre la teoría agnóstica de la
pena, en: Revista Programma n.o 1, octubre de 2006. Disponible en:
http://www.uns.edu.ar/programma/ediciones/edicion1/06_edicion1.pdf y
consultada el 28 de agosto de 2008.
Rojas Vargas, Fidel. 1997. Actos preparatorios, tentativa y consumación del delito.
Dogmática penal y fase externa del delito. Lima: Editorial GRIJLEY.