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Rocío Olivares Zorrilla
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Para consultar una excelente fuente de datos biográficos de Aleister Crowley, recomiendo The Eye in
the Triangle. An Interpretatation of Aleister Crowley, de Israel Regardie, editado por New Falcon
Publications, Tempe, Arizona, 6ª. reimp., 1997, con una introducción de Robert Anton Wilson y un
prefacio de Christopher S. Hyatt, Ph.D.
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Además del libro de Regardie, este episodio de la vida de Crowley es ampliamente comentado por Alex
Owen, en su ensayo "Aleister Crowley in the Desert", de su libro The Place of Enchantment British
Occultism and the Culture of the Modern, Chicago, The University of Chicago Press, 2004, que puede
consultarse en línea: http://www.press.uchicago.edu/Misc/Chicago/642011.html
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los llamados dáimones, ni buenos, ni malos, que obedecen al mago que sabe invocarlos.
En torno a estas invocaciones, que se construyen a partir de toda una combinatoria
convencional de los cuatro elementos básicos del universo y sus atributos con astros,
sustancias, piedras, plantas, animales, humores, colores, sonidos y todo lo susceptible de
clasificación y perceptible por los sentidos,3 incluyendo una fascinante diversidad de
signos y sistemas sígnicos existentes e inventados, está constituido el famoso tratado de
Cornelio Agrippa, De occulta philosophia,4 así como las tablas espagíricas de Paracelso,
dedicadas a la curación y que intentan recuperar, a su vez, la antigua medicina griega.
De occulta philosophia serviría de fundamento, en el siglo XIX, al libro Dogma y ritual
de Alta Magia de Eliphas Levy y a las propias especulaciones de Aleister Crowley. De
esta concepción parte la fabricación de los amuletos y de los homúnculos o golem, tan
importantes en la vida cultural de los hombres comunes de las épocas medieval y
renacentista. Fuese en el ámbito popular, como podemos apreciar en la amplia
recopilación de encantamientos del medieval Picatrix, o entre los letrados, como
Marsilio Ficino, el poder de los signos y las palabras, conectados con los atributos de las
diversas combinatorias, constituyen un repertorio virtualmente infinito no sólo de
encantamientos precisos para requerimientos y problemas específicos, sino también de
ceremonias o ritos por medio de los cuales los espíritus, los dáimones que pueblan los
elementos de la naturaleza, se tornan visibles y pueden actuar al servicio del invocante.
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Una obra en la que puede estudiarse espléndidamente el proceso de formación de la antigua medicina
griega es Therapeia, de Luis Gil, editado en Madrid, por Guadarrama, en 1969.
4
Cornelio Agrippa, Filosofía oculta, Trad. de Héctor V. Morel, Buenos Aires, 2ª. ed., 1978.
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Jerome Pollit.5 Crowley se avezó en el arte del disfraz de jeque, beduino o sherpa, pues
su afición al montañismo lo llevó varias veces al Tibet y a otras regiones asiáticas. Esta
vez, con Neuberg, atisbando probables dificultades ocasionadas por la expresión
occidental y ñoña de su discípulo, decidió raparlo, dejándole sólo dos mechones a
izquierda y derecha del cráneo, a manera de cuernos, diciendo a los paisanos que se
trataba de un demonio que él había domado y tenía a su servicio. Con esta compañía, ya
tranquilizadora y aceptable para la comunidad, Crowley se internó en el Sahara con el
sistema o lenguaje enochiano de John Dee bajo el brazo. Con Neuberg a su vera, llegó a
una montaña, Da'leh Addin, donde ambos iniciaron una serie de rituales "etéricos"
recomendados por Dee para atraer a los dáimones. El procedimiento tenía como punto
central una piedra topacio, la cual recibía los ensalmos prescritos y los ejercicios de
concentración que Dee, ayudado por Kelley, reportaba en sus Mysteriorum Libri.6 En
ellos se daba cuenta de este lenguaje angélico, supuestamente recogido de las
revelaciones de un espíritu a través de la piedra. Estas fórmulas recibirían después la
denominación de "lenguaje enochiano", relacionado con el personaje bíblico arrebatado
por Dios en cuerpo y alma. El gran interés renacentista en este libro no canónico de la
Biblia explica por qué el lenguaje “angélico” del que hablan Dee y Kelley fue
identificado con el enochiano. Crowley traía consigo, además, los elementos que ya
Eliphas Levy había utilizado en sus sesiones necrománticas varias décadas antes: un
vino sacramental especialmente confeccionado, además de una precisa disposición de
objetos con atributos apropiados. Crowley había comenzado a experimentar con
sustancias psicotrópicas durante la estancia de John Bennett, un compañero de la
Golden Dawn, en su departamento de Londres. Para 1909 él ya utilizaba en sus rituales
el anhalolium lewinii, una sustancia extraída del peyote, como la mezcalina. Es
evidente, entonces, que él y Neuberg la ingirieron para su ritual invocatorio, en el que
recibieron la visita de un daimon. El ser se burlaba cruelmente de la pusilanimidad de
Neuberg, y luchando con él, lo condujo a un estado de paroxismo en el que Neuberg
experimentó la dispersión de su personalidad. En términos ramplones se podría decir
que Crowley y Neuberg tuvieron sexo, pero la experiencia fue mucho más que eso.
Todas estas apariciones tuvieron lugar durante la noche, en el seno de la montaña
africana, en la cercanía de una fogata y catalizadas por el anhalolium.
5
Ver Alex Owen, "Aleister Crowley in the Desert", op. cit.
6
Ver la excelente versión digital de Clay Holden de los Mysteriorum libri, de Dee, en http://www.john-
dee.org/
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Se puede consultar el comentario de J. F. Brown sobre estas representaciones en "Aleister Crowley's
Rites of Eleusis", publicados en Drama Review, vol. 22, núm. 2, jun, 1978, pp. 3-26.
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presente que existen versiones probables de que fue Crowley quien inició a Aldous
Huxley en el consumo de la mezcalina. De alguna manera se repite en el trío Levy-
Crowley-Leary la historia, aunque en otro estadio, de los neoplatónicos Plotino,
Porfirio, Jámblico y Proclo, quienes fueron maestros y discípulos de una manera
sucesiva y personal, transmitiéndose su saber de manera directa, como si fuese un tesoro
heredado de padre a hijo. Levy, Crowley y Leary transmigran entre sí la estafeta de
renegados de una modernidad fundamentalmente desalada. En todas estas decisiones
trascendentales hay un común denominador: sobresalir de la generalidad, incursionar en
el difícil camino de los señalados, temidos y vituperados, siempre y básicamente más
allá de los cortos alcances, primero, por las clases media y pequeñoburguesa, luego, por
las masas amorfas de la modernidad. De ese caldo de cultivo gazmoño, hipócrita,
ignorante, prejuicioso, amarillista, difamatorio, cobarde, gris, desprovisto de
imaginación creativa, pusilánime, insidioso, poseído de una envidia afiebrada, nació la
leyenda negra de Aleister Crowley. Y cuando hablo de "leyenda negra" no me refiero a
ese aspecto oscuro y estremecedoramente revelador de sus peregrinas incursiones en los
experimentos herméticos, sino en una serie de anécdotas que los diarios de su tiempo y
muchas de las decenas de biografías suyas que circulan por los medios dicen de este
padre de la cultura psicodélica. En un momento dado, Crowley decidió deshacerse de un
conjunto de falsos adeptos que asistían a sus representaciones rituales ávidos de
escándalo y diversión superficial. Entonces los ahuyentó con una simulación de los ritos
sacrificiales que poblaban la fantasía popular prohijada por todos los Malleus
maleficarum. Los periódicos hicieron lo demás y comenzó la historia del hechicero
negro, que se anunciaba ya entre los elementos más débiles de la Golden Dawn. Luego,
en su retiro de Thelema, su abadía y centro de entrenamiento y formación doctrinal de
Cefalú, en Sicilia, cuando ya era cabeza de la O.T.O y, a la vez, dependía más de las
drogas que comenzó a consumir continuamente a partir de su estancia en los Estados
Unidos, la denuncia de una esposa celosa de un marido rendido ante la personalidad de
Crowley, quien había acudido a las autoridades italianas diciendo que Crowley había
hecho beber a su marido sangre de gato, ocasionó la expulsión de Crowley de la isla de
Cefalú por los seguidores de Mussolini. El susodicho joven había muerto
accidentalmente en Thelema en una época sin penicilina -no olvidemos que Fleming
reportó su descubrimiento en 1929, cuando el incidente en Thelema ocurrió antes de
1923-. Sin embargo, Crowley no se ocupó en desmentir el hecho. Puede rastrearse esta
actitud arrogante y rebelde de Crowley desde su deserción de la figura materna -quien
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lo había bautizado en su adolescencia como "la bestia"-, algo más que lo hermanaba con
Eliphas Levy, cuya madre se suicidó al saber que su hijo abandonaba el seminario por
los estudios herméticos. Luego, su poesía pornográfica en Cambridge, su amasiato con
Jerome Pollit, y ya en las sociedades secretas, su original afán teúrgico y goético a la
vez, neutralizando, a sus 23 años, los dáimones que el cristianismo había dividido en
espíritus angélicos y espíritus malignos. Todo eso era demasiado para la sociedad
victoriana. Aun era demasiado para los adeptos del Dorado Amanecer, todavía
intensamente teñidos de romanticismo benevolente y respeto a la tradición cristiana,
quienes sólo intentaban sincretizarla, como antes lo había hecho Ficino, con los saberes
de la Antigüedad y las religiones exóticas. Love is the Law, Love under Will, será el
precepto de su Libro de la Ley, dictado por el daimon Aiwass a su primera esposa, Rose
Kelly. Anárquico y conquistador, Crowley transitó con pie firme por la vereda de la
fiera. Desde su ruptura con Mathers y su viaje a México, se volcó a una intensa
actividad literaria. Luego vino su viaje con Neuberg al Sahara, al que siguió su
celebridad teatral y el pavor público ante sus desplantes espectaculares. Ahora, en los
años veinte, Crowley se autoimpostasiaba como La Bestia. La deformación facial que
sufrió por el intenso consumo de morfina y heroína sirvió a su propósito histriónico, y
no faltó quien creyese a pie juntillas que se había graduado de mago crucificando a un
sapo después de bautizarlo como Jesucristo. Tampoco faltaron los comediantes baratos
que se burlaban de un hombre ya viejo que estaba demasiado lejos de sus alcances
intelectuales.
En Neuberg el ritual tuvo efectos más duros, pero el suceso lo acompañó el resto de sus
días. Desde ese instante, el movimiento de los oficiantes fue consecuencia de ese
encuentro con su voluntad. Neuberg padeció el asedio de su propio fantasma proyectado
en Crowley y fue capaz de dominarlo. Crowley, por su parte, descubría a ese "otro" que
atisba desde la nuca del ángel guardián y, con ello, lo abordaba y conocía íntegramente,
resultando de todas esas direcciones cognoscitivas el vector que lo movería desde su
propio centro como se mueve una estrella.8
Crowley coronó sus años en este planeta con su monumental Libro de Thot y su
prodigioso Tarot crowleyano, pleno de poesía sexual gracias a la interpretación
iconográfica de Lady Frieda Harris. El Libro de Thot se publicó en 1944. Sin dejar de
escribir poesía, recopilada en su tercera y última antología, Olla, Crowley cedía cada
vez más a los efectos continuados de la heroína. Por ese entonces, Wilhelm Reich
atravesaba su propia ordalía de rechazo científico y persecuciones tanto nazis como
macarthistas con su teoría orgónica basada en la energía sexual. Crowley se había
fundado en ella para ejercer la aventura de la autoadivinación y acometer su peculiar
deificación: Do what you wilt shall be the whole of the Law; El todo de la Ley es hacer
tu voluntad.
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Hay en línea un ensayo en español sobre Crowley bastante recomendable: "De Magia a Magick", de
Juan Sebastián Ohem, en http://www.ohem.net/thelema_magia_a_magick.htm