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Los educadores tienen un don especial, que les permite no solamente transmitir
información, sino, despertar los sentidos de sus alumnos y desarrollar su
inteligencia y espíritu. Ellos y ellas son personas que transcienden y dejan huellas
en muchas generaciones. Forman individuos, ciudadanos, el papel que
desempeñan no se queda solo en la transmisión de conocimientos, sino que
trasciende en el desarrollo de habilidades para la vida, valores, actitudes, hábitos y
conductas. Son promotores sociales, proyectándose a las comunidades,
ayudándoles y apoyándolos en proyectos y otras acciones y luchan para que
tengan mejores condiciones.
No hay persona en que los educadores no hayan dejado huella, para bien y
lamentablemente algunos para mal, así de importantes son, y en mucho, lo que
somos ahora, se lo debemos a algún maestro o maestra que alguna vez nos
orientó, nos informó, nos enseñó con su ejemplo, nos aconsejó y hasta nos
regañó.
Lo que en realidad hacen los educadores, días tras días, es tomar a los
educandos de las manos y llevarlos a pasear por las letras, por los caminos de la
patria y por sus regiones. No se cansan de enseñar a sus alumnos y alumnas a
viajar y a descubrir el mundo. En el tablero, dibujan ríos y volcanes, cordilleras y
sumas inocentes, hasta que los alumnos empiezan a entender, con alegría y
asombro. Ellos nos dieron en la infancia un poco de su sangre y de su espíritu, lo
que nos enseñaron mañana y tarde, con entusiasmo y buena voluntad se
confundió con nuestras vidas, sueños y esperanza.
Todos ellos nos impregnaron gotas de cariño, afecto, amor, ternura y sensibilidad
humana, a ellos, a nuestros padres y a Dios, le debemos nuestra formación, para
ser alguien en la vida, felicitaciones, sigan en esa loable labor, gracias por
enseñarnos.