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“(…) game theory can also be considered a descriptive, or positive, theory, capable of
explanation and prediction. As such it has the potential to develop into fully rigorous, deductive
theory of human behavior, be that behavior social, economic, military, or political”
Frank C. Zagare
Ponencia dedicada al catedrático Dr. José M. Rodríguez Zamora, por su afán inagotable de
forjar la constante renovación curricular de la ciencia política en Costa Rica.
ABSTRACT
La teoría de juegos se constituye en un novedoso y potencial instrumento para el análisis
político ya que explota tres elementos esenciales: en primer lugar, coadyuva a la identificación
de actores y sus estrategias de afectación mutua en la arena política; en segundo lugar, incide
en un ejercicio académico relevante acerca de los escenarios y la información con la que se
apoyan los actores y que impregna la coyuntura o estructura en la que se circunscriben los
hechos políticos; y, en tercer lugar, porque -lejos de apoyarse en la perenne necedad de
concentrarse en los conflictos e intereses egoístas- abre espacios para la cooperación y el
diálogo en la construcción de políticas públicas más efectivas.
Si bien otros como Morton Davis, Aumann, Shapley, Kreps y Hansanyi le dieron impulso a esta
subdisciplina (Cfr. Walker), especial mención merecen los aportes del estudio del equilibrio –
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Profesor del Posgrado Centroamericano en Ciencias Políticas; Investigador del Centro de Evaluación Académica;
Profesor del Área ‘Decisión y Políticas Públicas’ de la Escuela de Ciencias Políticas, todos ellos de la Universidad
de Costa Rica. Correo electrónico: allanabarca@costarricense.cr; Apto. Postal 718-2200 Coronado.
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Incluso se puede certificar que la imposibilidad inicial de comunicar la teoría de juegos con la
teoría de la negociación, merced a la monopólica idea de concentrarse en comportamientos
racionales de coaliciones, fue felizmente resuelta en aras de ampliar el abanico de su
aplicabilidad.
Algunos han preferido denominarle juegos de estrategia, tratando con ello de diferenciarle
respecto a las tomas de decisión, es decir, el primero implica la observancia de cómo
reaccionaría o reaccionará ‘el otro’ u ‘otros’, mientras que la decisión podría encapsularse en
una acción tomada sin que fuese necesario considerar siempre la posible reacción de la
contraparte.
Así, su importancia radica en que ayuda a comprender las acciones racionales y las acciones
no racionales de los individuos y conglomerados, los incentivos tejidos alrededor de los grupos
de presión para concretar sus intereses, y la forma de entender determinadas estrategias
seguidas por políticos y burócratas en el trazado de las decisiones y las políticas públicas.
Por eso es que la referencia a teoría de juegos no debe llamar a confusiones: nos referimos a
cualquier situación social que involucra a dos o más actores -llamados así jugadores- en
donde subyacen intereses interconectados o interdependientes. Por supuesto que las
interacciones generan diferentes posibles resultados los cuales pueden ser óptimos o
subóptimos, de beneficio común o de pérdidas comunes, todo ello alimentado por la necesidad
de los jugadores en alcanzar sus propias metas.
No reparamos aquí en cuales son las argumentaciones básicas para defender fronteras
disciplinarias que ubiquen la teoría de juegos en algún campo científico específico, pero esta
discusión a priori alienta el espíritu multidisciplinario en que encuentra aplicación y certifica la
capacidad que alberga como método de análisis.
Si bien Ken Binmore (1994) señala que es necesario alertar el total alejamiento a cualquier
referencia de los juegos de niños, nosotros más bien relativizamos ese juicio ya que no son
tan contundentes las diferencias de la teoría de juegos con los juegos de la infancia.
¿En qué se parecen o diferencian la teoría de juegos como disciplina científica de los juegos
que practican niños y adolescentes, como los aludidos más arriba? La similitud nos lo arroja lo
común: hay jugadores, estrategias, escenarios, reglas e información. También podemos decir
que en los juegos de infancia existen juegos de abierta competencia con muchos participantes
y donde aparece una diversidad de resultados y posiciones (¿Nos acordamos del ‘Gran
Banco’, ‘Nibanco’ o ‘Petrodólares’?), también hay juegos que exigen mucha coordinación
(¿Nos acordamos de las ‘Palmaditas’?); pues bien, de ellos también hay en la teoría de
juegos, y por lo tanto en la cotidianidad.
Sin embargo, emergen diferencias claves en los fines que persigue una actividad de pleno
esparcimiento –como son los juegos de los niños- con respecto al arsenal teórico para el
análisis político.
La primer diferencia fundamental proviene del manejo subrepticio acerca de ‘los ganadores y
los perdedores’; efectivamente, en las muy diversas tipologías de ‘teoría de juegos’ abundan
los casos de ‘juegos cooperativos’ y de ‘juegos no conflictivos’, mientras que en los juegos de
niños existe un énfasis que defiende la postura de que ‘el ganador que se lo lleva todo’.
En las entrañas de esa posibilidad manifiesta u oculta de cooperar o entrar en conflicto es que
emergen las más disímiles interpretaciones del porqué vivimos en sociedad (contrato social) y
del tipo de Estado en qué vivimos (equilibrio societal), incluyendo por supuesto las
aplicaciones a casos del porqué y cómo se dan las relaciones entre habitantes de un
vecindario o barrio.
Así, la cooperación no es más que un resultado inducido por políticas con incentivos
diseñados de forma apropiada, solamente de esta forma los pagos a recibir -las recompensas
o castigos- en ciertos casos pueden ser modificados. Y por esto mismo los fallos en la
comunicación o en los acuerdos inducen a diversos resultados posibles.
En múltiples áreas ha comenzado esta teoría a dejar huella. Así, la ciencia política ha
enfatizado en los problemas de acción colectiva, de bienes públicos y de votaciones; y
particularmente como insumo a la teoría de las decisiones interdependientes, es una
herramienta poderosa para modelar el comportamiento político.
Para Rasmusen, “la teoría de juegos trata de las actividades de quienes toman decisiones
están conscientes de que tales acciones los afectan mutuamente” (Rasmusen; 1996:23);
desde la decisión de los editores de una ciudad cuando eligen los precios o portadas de sus
periódicos, hasta la formulación de un programa de pago de impuestos merece abordarse
como una situación estratégica.
En este sentido son estratégicas, por ejemplo, la decisión de producción anual de petróleo por
parte de una organización como la OPEP la cual implica una relación de cooperación o
defección de parte de Kuwait, Arabia Saudita, Irak, Venezuela, entre otros países; mientras
que no es propio de un análisis estratégico una situación como la definición de la base salarial
para los obreros de dos transnacionales del banano instaladas en el sur de Costa Rica a
inicios de los noventa, a no ser que aquella fuerza laboral tenga algún impacto como grupo
organizado o que la esfera gubernamental entre a entablar términos de incentivos o alguna
reglamentación particular.
Cuando las estrategias están operando y las complicaciones van en auge, los resultados o
soluciones del juego se vuelven menos fiables de establecer, la predecibilidad se torna difusa
y a veces intriga que algunos actores comiencen a tomar decisiones que en apariencia no son
racionales.
La civilización humana está fundada sobre el egoísmo y la cooperación, uno y otro son
fundamento de normas sobre las que se asienta la convivencia conflictiva o pacífica en las
comunidades, entre países o entre regiones. Nos comportamos de una manera cooperativa,
conflictiva, no conflictiva o no cooperativa desde nuestras unidades básicas de relación
cotidiana (el trabajo, la familia, la Universidad) hasta las más complicadas (adhesión a gremios
profesionales, a partidos políticos, a ideas nacionalistas, entre otros).
Por eso, entre los campos de aplicación más asiduos figuran los negocios (guerra de tarifas
para el dominio del mercado), la publicidad (asignación de fondos a medios o áreas
geográficas), las relaciones internacionales (modelos de desarme, disuasión nuclear) (Davis;
1986:143).
A veces son más factibles las posibilidades de cooperación en un Congreso entre legisladores
ideológicamente muy distantes que en la disputa entre dos vecinos por la disposición de los
desechos sólidos o de la contaminación sónica que produce cada uno desde su hogar. Es
indudable que la reciprocidad, la estabilidad de las relaciones, y la posibilidad de contactos
frecuentes entre actores tengan impacto en el carácter de las múltiples relaciones y resultados
que a diario se generan.
Teorizaciones como ‘El Dilema de Prisionero’, el ‘Juego de la Gallina’, ‘Batalla de los Sexos’,
‘Aseguramiento’, ‘Batalla del Mar de Bismarck’, ‘Deber Cívico’, ‘Cadena de Tiendas’, ‘Seguro
Social’, entre otros, modelan situaciones políticas y sociales que exigen de los decisores
políticos construir incentivos apropiados para fomentar prácticas necesarias o invertir
situaciones socialmente indeseables.
Todos ellos ejemplifican situaciones en las cuales pueden haber o no amenazas; promesas de
comportamiento futuro; información oculta, falsa o incompleta; posibilidades de cooperación; y
defección mutua.
El abanico de aplicación es tan amplio que es preciso advertir que allí residen sus mayores
beneficios; esto es, el esfuerzo por modelar asuntos públicos del más diverso espectro
repercute en tres aspectos:
a) una mayor nitidez sobre los espacios de encuentro y desencuentro entre los diversos
actores (jugadores),
b) una mejor comprensión de las estrategias e intereses en juego,
c) una amplitud de criterios sobre los escenarios políticos posibles en el desarrollo de la
cuestión política.
Particularmente este último beneficio se constituye en el eslabón superior que ratifica las
bondades metodológicas que brinda esta aplicación científica, la cual -si bien es cierto se
apoya contundentemente en el análisis de coyuntura- depura la visualización del
comportamiento de los actores y por ende facilita comprender las estrategias inmersas en
cada juego político (denominado como entorno).
La información es clave para el análisis político. Así como las políticas públicas mejor
planeadas y diseñadas pueden fracasar por ser mal entendidas o explicadas a los sectores
impactados o afectados con las mismas, así también la información incierta y la oculta
generan reacciones diversas entre actores que tratan de afectarse mutuamente en algún
escenario político.
Al ubicar la información como simétrica, completa, cierta o perfecta (Cfr. Rasmusen; 1993:63),
nos referimos a múltiples situaciones, desde el jugador que sabe donde se localiza en el árbol
de las decisiones, los movimientos de la naturaleza que no pueden ser anticipados, hasta
abarcar el tipo de conocimiento que se tiene de las reglas de juego.
Por eso es que en la representación normal que se hace de los diversos juegos se señala que
los nodos que anticipan las estrategias albergan la información que define la respectiva toma
de decisión de los actores en juego, esto es, representa tanto las informaciones específicas
que tienen los actores como el efecto de ‘naturaleza’, de suerte o de probabilidad a la cual se
sujetan los posibles desenlaces.
población no protege bienes públicos y de cómo fomentar el control social sobre el posible
agotamiento de tales bienes.
Es en esta última línea que la Dra. Ostrom ha estudiado problemas de acción colectiva
relacionados con bienes públicos –Vg. repercusiones de comunidades de pescadores en las
costas de Turquía- y el diseño de políticas –con monitoreos y castigos- para combatir los
males generados por los problemas del ‘free rider’ que son tan comunes en aquellos bienes
que nos pertenecen a todos (Cfr. Ostrom: 1996).
También observamos que en las necesidades de restringir la masa vehicular que transita
diariamente por nuestra agotadas calles de Latinoamérica, la polución ambiental provocada, el
bullicio, el desperdicio de hidrocarburos -entre algunas otras externalidades negativas- ha
implicado que algunos países construyan políticas para combatir estos males a partir de claras
concepciones de dónde emergen los comportamientos de los ciudadanos (incentivos
negativos).
V. SITUACIONES ESTRATÉGICAS
Ahora bien, además del ‘diseño de políticas’ hay otra vertiente que auxilia la teoría de juegos
en comprender aún mejor: las situaciones de acciones políticas entre actores. En el caso
Watergate el senador Baker se hizo notorio y perenne al hacer la pregunta clave ‘¿Qué tanto
sabía el Presidente, y cuándo lo supo?’ Interrogantes de ese tipo nos refieren al ‘conjunto de
información’ que son todos los nodos que un jugador cree haber alcanzado en su juego en
particular (Rasmusen; 1996:58).
Dicho de otra manera, hay actores que conocen muy bien en donde se están situando en el
juego merced a los datos, hechos o desenlaces que de alguna forma les fueron anteriormente
revelados, esto auspicia que en las ‘jugadas’ políticas intrainstituciones, en el Parlamento o
desde instancias de control político, se ejerzan acciones que deriven en determinadas tomas
de posición y decisiones finales sobre los agentes o políticas en las que se quieren influir.⑤
Así, no puede pensarse la situación de un agricultor quien quiere especular con su producto
como un juego estratégico, ya que su decisión de guardar su cosecha o aminorar su
producción poco afectará los precios internacionales de ese producto, que es diferente a las
relaciones que se establecen entre sindicatos de trabajadores y sus fábricas o empresas
(Dixit; 1992:16), o entre sindicatos e instituciones de gobierno respecto de una política de
afectación directa. Por eso mismo, las conflictivas relaciones fronterizas, los marcos de
cooperación internacional y las negociaciones bilaterales para la firma de tratados de libre
comercio son situaciones estratégicas.
En fin, el juego estratégico es aquel que cumple con tres postulados; en primer lugar, cada
participante tiene que ser significativo para el otro en una interacción; en segundo lugar,
puedan generarse compromisos y defecciones; y, en tercer lugar, el aspecto de la información
influye de una manera o de otra.
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Incluso puede darse la situación que dentro los jugadores exista un conflicto total o más bien
mucho grado de compromiso o confraternidad. Normalmente los juegos donde ocurre el
conflicto total son aquellos denominados suma cero, es decir, que para muchos no son
estratégicos; lo que ocurre en los estratégicos es que si bien puede haber alguna disputa o
conflicto al respecto de un bien, servicio o política, no menos cierto es que lo que ocurre es
más que todo una división de ganancias, que no quiere decir –en lo absoluto- que sea
simétrica o equitativa.
Por eso hay que superar la miopía analítica de juzgar a la mayoría de eventos, hechos y
aspectos económicos, políticos y comerciales tal que si fueran de suma cero, como
erróneamente se puede creer: “most economic and social games are not zero-sum (...) trade,
or economic activity more generally, offers scope for deals that benefit everyone” (Dixit;
1999:19).
Pero lo que sí es cierto es que la mayoría de las interacciones revelan esa tensión inherente
entre la cooperación y el conflicto, por eso es que la teorización de los juegos ha encontrado
una especial relevancia a la hora de concatenar instrumentos de aplicación tales como la
negociación, el conflicto y el análisis político.
Hay que decir que en realidad -para las aplicaciones de carácter más político- la teoría de
juegos impacta auspiciando un marco lógico comprensivo y no tanto una ecuación
reduccionista de factores contextuales, aunque el peligro en ese sentido no está vedado.
Recordemos de por sí que son las limitaciones en el arsenal matemático y lógico del analista
las que normalmente le lleva a conclusiones inexactas o al reduccionismo analítico.
Además, sobre el señalamiento de la aparente racionalidad con que se conducen los actores
hay que destacar aportes de estrategia y pensamiento político que arrojan luces para
comprender el porqué a veces se abandonan las estrategias de maximización de pagos y se
adoptan más bien posiciones aparentemente subóptimas.⑥
En este sentido apunta Tsebelis (1990:7) que los casos de aparente elección subóptima son
de hecho eventos de desacuerdo entre el actor y el observador sobre el curso óptimo de una
acción, y que entonces sólo hay dos posibilidades: cada actor elige una estrategia subóptima o
el observador es quien se equivoca. Establece que solamente hay dos casos en que el actor
elige subóptimamente: si él no puede elegir racionalmente o si él elige erróneamente; y por
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otro lado, en el observador hay dos situaciones en que no puede reconocer el curso óptimo de
acción: primero, cuando comete el error pensando que la acción subóptima es Ai cuando no
es así y, segundo, cuando el observador piensa que el set disponible de acciones es limitado a
A1, ..., An cuando tampoco es así.
Lo que aparece como subóptimo o no racional puede en realidad ser óptimo como parte de la
totalidad de la red de subjuegos. De esta manera siempre es pertinente considerar que hay
muchas arenas en las que actúan los agentes políticos y que, por lo tanto, determinadas
relaciones o juegos se ven afectadas por algunas otras.
La teoría de juegos abre interesantes espacios de diálogo entre actores, mejorando las
posibilidades y niveles de entendimiento en situaciones conflictivas; no parte de supuestos
abruptamente inmodificables como el ‘interés egoísta’ e ‘innegociable’, o de la racionalidad o
irracionalidad absoluta de las partes involucradas; pero sí auxilia en el trazado de posturas o
acciones a partir de las preferencias de los actores involucrados en situaciones estratégicas.
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NOTAS
① Algunas corrientes más bien se concentran en señalar a qué tipo de ciencias en realidad no
pertenece, es decir, operan con una lógica de excluir; esta postura se defiende ya que incluso
desde la biología, cuando se analiza la evolución de las especies, se dio paso a los
denominados ‘juegos evolutivos’.
② Quizás la fuente del malentendido provenga de los mismos teóricos de la ‘Teoría de Juegos’
quienes han optado por ese bautizo generalista y no el de ‘Juegos de Estrategia’, que es el
otro pseudónimo –quizás más científico y apropiado- con el que se conoce a esta
subdisciplina, que normalmente se viste con ropajes matemáticos y modelos probabilísticos.
④ Dados múltiples factores climáticos tan diversos como: la deforestación, sequías de verano,
reducción de los caudales de los ríos, mayores poblaciones, creciente demanda para
consumo, sobreexplotaciones del manto acuífero, entre otros fenómenos como los
atmosféricos.
⑤ Día a día vivimos situaciones estratégicas con múltiples personas: con nuestros vecinos,
con la persona a quien le compramos el periódico, con quienes viajamos en el autobús, con
quienes transitamos por una acera. En fin, en el devenir se construyen y asimilan un cúmulo
de interrelaciones entre actores diversos que derivan en una afectación mutua de resultados.
⑥ Ya que, efectivamente, las inquietudes centrales giran en torno a: ¿Puede una acción
subóptima existir?, ¿Cómo puede un actor con una serie de opciones A1, ..., An, fuera de la
cual Ai aparece como óptima, elegir algo diferente de Ai? (Tsebelis; 1990:6).
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BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA
- Axelrod, Robert. La evolución de la cooperación. Alianza Universidad. Madrid. 1986.
- Ostrom, Elinor. Governing the Commons. The evolution of institutions for collective
action. Cambridge, University Press. 6ta. Reimpresión. 1996.
- Walker, Paul. “An outline of the history of game theory”. En: http://william-
king.www.drexel.edu/top/class/histf.html P.1-18. Abril, 1995.
- Zagare, Frank. Game theory. Concepts and applications. SAGE Publications. EE.UU.
1984.