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Narcotráfico

en Colombia
Economía y Violencia

Gustavo Duncan
Ricardo Vargas
Ricardo Rocha
Andrés López
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Bogotá, D.C., Octubre de 2005
Contenido

Prólogo ................................................................................. 7

Narcotraficantes, mafiosos y guerreros. Historia de una


subordinación ....................................................................... 19
Por Gustavo Duncan

Cultivos ilícitos en Colombia: elementos para un balance 87


Por Ricardo Vargas M.

Sobre las magnitudes del narcotráfico ................................ 145


Por Ricardo Rocha García

Conflicto interno y narcotráfico entre 1970 y 2005 ............ 183


Por Andrés López Restrepo
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Prólogo

La producción, el tráfico y el consumo de drogas ilícitas continúan


siendo uno de los principales problemas del mundo actual. Desde
su detección y reconocimiento hace varias décadas por parte de
la comunidad de naciones, y a pesar de la voluntad política de
luchar frontalmente por su erradicación, el mercado de estas ha
aumentado, sus mecanismos de producción son más eficientes
y sus conexiones con diferentes formas de actividades criminales,
entre ellas el terrorismo, se hacen cada vez más fuertes. Por otra
parte, este flagelo cuenta con una característica muy singular
pues parece mutar constantemente, lo cual le permite sobrevivir
y salir fortalecido de las diferentes estrategias que contra el se
aplican.

Según el informe de la Oficina de Lucha contra las Drogas y el


Crimen de las Naciones Unidas de 2005, el mercado mundial de
drogas ilícitas tiene un valor aproximado de 322 billones de
dólares, lo cual representa el producto interno bruto del 88% de
las naciones existentes, y es cuatro veces mayor que el total de
las exportaciones de productos agrícolas de América Latina. En
términos de oferta, el marcado mundial de las drogas ilícitas
tiene un valor similar al del total de las exportaciones mundiales
de cereales y carne.

El mercado mundial de cocaína tiene un valor aproximado de 71


billones de dólares. Los mayores productores son Colombia, que
da parte de mas o menos el 50%, Perú del 32% y Bolivia del 15%.
De estos tres países, Colombia es el mayor productor de hoja de
coca y el mayor productor de clorhidrato de cocaína desde 1997.

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Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

De las más de 680 toneladas de pasta de coca que potencialmen-


te producen estas tres naciones, Colombia aporta más de 390.

En el mundo hay 13 millones de consumidores de cocaína, de


los cuales 6 millones están en Estados Unidos. Según Naciones
Unidas –Reporte Mundial de Drogas 2004–, en 42 países se ha
incrementado el consumo, mientras en solo 13 ha disminuido.
Eso indica que, al menos desde el punto de vista geográfico, el
consumo se está expandiendo. Si bien en Estados Unidos y en
Canadá el consumo se ha estabilizado, en el resto de países de
América –donde hay 2.5 millones de consumidores– 14 países
aumentaron el consumo, en otros 8 se estabilizó y solo 2 repor-
taron reducción.

En Europa hay 3.3 millones de consumidores, casi la cuarta


parte del total mundial. El consumo está aumentando en España,
Francia, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Italia, Suiza y Austria,
al igual que en los países balcánicos. También aumentó en el
sur y en el este de Asia.

Según el mismo reporte, la producción alcanza las 800 tonela-


das métricas, de las cuales se incautaron 363, o sea, el 45%.
Según el Departamento de Estado de Estados Unidos –Reporte
de la Estrategia Internacional Sobre el Control de Drogas INCSR
2005– en Colombia se cultiva el 70% de la coca y se procesa el
90% de la cocaína, pero solo se incauta el 30%; en Estados
Unidos se realiza el 28% de las incautaciones, algo más de la
mitad del porcentaje de su consumo, y en Europa el 13%, algo
menos de la mitad de su consumo.

Según WOLA –Drogas y Democracia en Latinoamérica: El Im-


pacto de las Políticas Estadounidenses–, citando fuentes guber-
namentales de Estados Unidos, la coca cultivada en la región
andina se redujo de 223 mil hectáreas en 2001 a 173 mil en
2003, pero esto es apenas un 5% menos que las hectáreas se
hallaban sembradas en 1999, lo que indicaría una tendencia
hacia la estabilización de la producción en el largo plazo.

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NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Para Naciones Unidas, Colombia tendría 86 mil hectáreas sem-


bradas de coca que producirían 440 toneladas de cocaína por
un valor de 350 millones de dólares. Esto quiere decir que aproxi-
madamente cada 200 hectáreas de coca producen una tonelada
de cocaína al año que vale 1.2 millones de dólares. Según ese
organismo en su informe de 2004, la producción ha descendido
en un 16%, pero el precio del gramo al por mayor solo pasó de
22 a 24 dólares entre 2001 –año pico de la producción– y 2002.
Habría entonces una tendencia de largo plazo a una variación
muy marginal de precios.

Es paradójico que precisamente después de la consolidación de


la figura de la extradición y del desmantelamiento de los princi-
pales carteles de la droga de Medellín y Cali a principios de los
90, es cuando Colombia pasa a ocupar el primer puesto en
producción de hoja, pasta y clorhidrato de cocaína. Y es para-
dójico que esta posición se sostenga después de seis años de
recibir el mayor volumen de cooperación extranjera en materia
de lucha contra las drogas a través del Plan Colombia.

¿Que ha permitido que a pesar de la ofensiva contra el narco-


tráfico que se declaró en las Américas desde finales de la déca-
da de los años 80, en especial en Colombia, este mercado ilícito
no solamente haya crecido, sino que haya posicionado a este
país como el principal productor a nivel mundial?

Hoy en día, el escenario del mercado de las drogas ilícitas en la


región, y muy especialmente en Colombia, es radicalmente dife-
rente al de hace 10 años. Los grupos alzados en armas al margen
de la ley, paramilitares y guerrillas, controlan casi la totalidad
del negocio en este país y los tradicionales carteles de la mafia
narcotraficante quedaron englobados de diferentes maneras
dentro de la dinámica del conflicto. Mientras que los grupos
paramilitares tienen mayor influencia en aspectos relacionados
con el procesamiento, la exportación, y lavado de dinero, la
guerrilla parece tener mayor incidencia en los aspectos relacio-
nados con el cultivo y producción de pasta de coca. Ambos se

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Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

disputan el control territorial de diferentes zonas del país, y a


nivel político han logrado importantes niveles de influencia sobre
las instituciones del Estado en algunas de las regiones donde
están presentes.

En materia económica, el escenario también a cambiado sustan-


cialmente. Mientras que a finales de los 80 y principios de los 90
los dividendos de esta actividad se reinvertían en actividades
ilícitas como el contrabando o en la compra de bienes suntuarios
que no generaban movimiento económico alguno, hoy en día
la prioridad es buscar la inserción de estos dividendos dentro
de actividades económicas lícitas.

En materia de lucha contra las drogas el escenario ha cambiado


también radicalmente. La política de lucha contra las drogas de
finales de los 80 y principios de los 90 se centraba en la interdic-
ción y el desmantelamiento de las estructuras criminales. Fue
así como se implementó la extradición, se conformaron los «blo-
ques de búsqueda» y se modernizó el aparato judicial para poder
judicializar de los responsables de estas actividades. Esta política
resultó en el desmantelamiento de los carteles que controlaban
el negocio en ese entonces, pero generó evoluciones insospe-
chadas. Si bien esta política logró golpear duramente la actividad
del narcotráfico en especial en sus componentes urbanos, lo
rural quedó desatendido favoreciendo el surgimiento de nuevas
formas delincuenciales como la de grupos paramilitares confor-
mados por antiguos lugartenientes de los carteles desmantela-
dos. Por otra parte, la guerrilla también aprovechó esos vacíos
de poder dejados por los anteriores carteles, consolidando su
dominio sobre importantes zonas de producción cocalera. A
todo esto contribuyó significativamente el proceso político que
vivió el país durante esa década en materia de fortalecimiento
de las instituciones locales, el cual, paradójicamente lo que hizo
fue favorecer el que estas nuevas estructuras criminales permea-
ran e infiltraran estas estructuras estatales locales. Teniendo en
cuenta los resultados de la experiencia anterior, a finales de los
90, se implementó una política de lucha contra el narcotráfico

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NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

basada en la eliminación de cultivos y la producción a través


del Plan Colombia. Por estar estas actividades hoy en día en
manos de grupos alzados en armas al margen de la Ley, dicha
política ha buscado combinar la lucha contrainsurgente con la
lucha contra el narcotráfico, de ahí que el componente más
importante de esta sea el militar. Sin embargo, y de manera
inversa a lo ocurrido a principios de los 90, esta ha descuidado
el componente urbano, y los aspectos relativos a la judicialización
de las demás actividades mafiosas en general. A lo anterior habría
que sumarle los efectos que sobre todo esto están teniendo los
diálogos de paz y los procesos de desmovilización que el Go-
bierno Nacional adelanta con diferentes grupos paramilitares
involucrados directamente con actividades de narcotráfico, los
cuales paradójicamente, han desembocado en que el narcotráfico
haya logrado hoy en día en Colombia un importante nivel de
reconocimiento como actor político, lo cual sus antecesores de
las décadas de los 70 y 80 nunca pudieron alcanzar.

Según las autoridades colombianas, en el año 2004 se fumiga-


ron cerca de 130 mil hectáreas de coca, y según Naciones Uni-
das ese año las hectáreas sembradas disminuyeron en 6 mil.
Esto significa que para erradicar una hectárea se requiere fumigar
22, y que para erradicar las 80 mil (?) supuestamente existentes
se deberían fumigar un millón 700 mil hectáreas. A todas luces
esto es algo irracional, al menos en términos de eficiencia ope-
racional y técnica, para no hablar de aspectos políticos, sociales
y ambientales.

Esto es así porque cada vez se torna más difícil erradicar la coca
por medio de la fumigación. En los inicios del Plan Colombia
había concentraciones de extensos cultivos de coca en zonas
planas de departamentos como Putumayo. En esas condiciones
la eficiencia de la fumigación allí fue muy alta. Pero los cultivos
de coca han migrado hacia áreas cada vez más distantes, a zonas
montañosas, y la mayoría son cultivos pequeños, muy dispersos
y que se confunden con los cultivos lícitos de pan coger de
familias campesinas. Todo esto atenta contra la eficacia de las

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Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

fumigaciones y las hace muy costosas: económicamente, por-


que cada vez hay que fumigar más lejos; socialmente, porque
buena parte de los cultivos son de familias campesinas y la
fumigación afecta su ingreso y su alimento; políticamente, por-
que sigue echando en brazos de la guerrilla y de los paramilitares
a la población campesina, poniéndola en contra del Estado.

Por todas estas razones, es conveniente buscar salidas alternati-


vas a la erradicación de la coca, aún cuando sigo creyendo que
en el eslabón más débil de la cadena, que es la salida de la
droga desde las áreas de producción hacia los centros de con-
sumo final, todavía hay mucho por hacer en interdicción, con
más eficacia y menos costos políticos y sociales, porque los
afectados con las incautaciones y los derribamientos de avionetas
de transporte, aparte de los pilotos de la mafia, serán los grandes
narcotraficantes.

A pesar de todos los grandes esfuerzos realizados por el Estado


y por la sociedad colombiana durante cerca de dos décadas,
con una importante ayuda reciente de algunos países entre los
que se destaca Estados Unidos, lo cierto es que el problema del
narcotráfico no parece haberse controlado en lo sustancial. La
oferta de droga no ha disminuido, el narcotráfico sigue alimen-
tando la guerra interna y generando corrupción y crimen, pero
al mismo tiempo los cultivos ilícitos son de fuente de sustento
de significativos grupos de población campesina.

Para contribuir al debate público sobre la eficacia de su trata-


miento, la Fundación Seguridad y Democracia ha considerado
oportuno hacer un detallado análisis de la situación, dinámica y
comportamiento del narcotráfico en Colombia en la actualidad.
La intención de este libro de ensayos es examinar en detalle la
evolución de los actores involucrados de este negocio ilícito,
analizar cómo son sus relaciones con los actores políticos y
sociales del país, y revisar los indicadores económicos, su mag-
nitud e influencia sobre el aparato productivo de la nación. Así
mismo, pretende hacer un balance de los resultados de las po-

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NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

líticas y estrategias implementadas por los gobiernos recientes


para luchar contra este flagelo.

Gustavo Duncan, en su ensayo «Narcotraficantes, mafiosos, y


guerreros, historia de una subordinación», hace un exhaustivo
análisis sobre la estructura y la dinámica histórica de la violencia
en Colombia ha creado un ambiente propicio para que los grupos
alzados en armas al margen de la Ley, hayan podido conquistar
el negocio del narcotráfico. Para este autor, a diferencia de lo
que muchos creen, la fortaleza de estos grupos al margen de la
Ley no radica en el control de la actividad narcotraficante, sino
más bien en su capacidad de regular el acceso a las instituciones
del Estado, de controlar las estructuras clientelistas locales y en
el ejercicio de la violencia. Son más bien esas fortalezas las que
les ha permitido posteriormente hacerse al botín del narcotráfico.
Y esas fortalezas no son necesariamente ejercidas directamente
por las estructuras regulares de estos grupos, sino por unos
terceros al servicio de estos que el denomina los «empresarios
de la coerción».

Duncan destaca que si bien los grupos armados al margen de la


Ley que controlan hoy en día las actividades del narcotráfico
tienen puntos en común, también tienen grandes diferencias en
su forma de vincularse a este. Ambos coinciden en que cuentan
con contactos políticos, capital, inmunidad y capacidad de ejer-
cer violencia. Para este autor, la inserción en el narcotráfico de
estos grupos alzados en armas lo que ha logrado es alterar el
orden histórico del Estado y la economía colombiana. Es un
orden más violento que el tradicional, pero ofrece mayores opor-
tunidades de movilidad y ascenso a los estratos bajos pues han
impuesto un orden económico en las regiones que controlan,
que genera beneficios a la comunidad más fácil y rápidamente.
Por el contrario, dentro del orden legal del Estado la redistribución
de las ganancias es más compleja, es difícil hacerse a ellas y los
beneficios no se ven rápidamente. Si bien coinciden en lo ante-
rior, difieren en los fines y los ámbitos que controlan del negocio.
La guerrilla tiene un origen anterior al narcotráfico y su fin es la

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toma del poder nacional. El narcotráfico es un medio más para


ello. La guerrilla reinvierte las ganancias de esta actividad en su
máquina de guerra: reclutando hombres y adquiriendo arma-
mento. La guerrilla tiende a ejercer mayor control sobre las fases
de cultivo de hoja y producción de pasta y base de coca. Es por
eso que las regiones que controla son predominantemente
regiones aisladas, atrasadas y sin desarrollos económicos im-
portantes. Por su parte algunos grupos de las autodefensas tie-
nen su origen en le narcotráfico y su fin es enriquecerse para
invertir en negocios lícitos, controlando economías locales. Por
ello tienden a ejercer mayor influencia en las etapas de
comercialización siendo para ellos criticas las zonas de embar-
que y las más desarrolladas económicamente. Su interés por
tener presencia en las grandes ciudades se debe a que estos
necesitan lavar sus ganancias en proyectos legales. El interés de
los paramilitares por controlar ciertos territorios es para garanti-
zar su seguridad y la dinámica misma del negocio del narcotráfico,
mientras que para la guerrilla el interés del control territorial es
finalmente político.

En esa misma línea, el ensayo «Conflicto interno y narcotráfico


entre 1970 y 2005» de Andrés López, hace una descripción de
como ha sido la relación entre la sociedad, la política y el con-
flicto colombiano en general con el fenómeno del narcotráfico.
López llama la atención sobre las condiciones que ha tenido la
nación colombiana para favorecer las actividades ilegales de
todo tipo: la violencia política, el negocio de las esmeraldas y el
contrabando. López explica como tanto la sociedad colombia-
na, como los actores criminales tenían ya gran experiencia con
estructuras y actividades criminales de tipo organizado al mo-
mento de hacer su aparición el narcotráfico en nuestro país, y
cómo esa experiencia sirvió para que esta nueva modalidad
delictiva fuese altamente exitosa. Por otra parte, este autor argu-
menta que en materia de lucha contra el narcotráfico lo que ha
faltado en Colombia es decisión política tanto a nivel de la so-
ciedad como de los gobiernos de turno, muestra de ello son los
resultados logrados durante la década de los noventa, los cuales

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NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

permitieron que en menos de año y medio se desarticularan los


dos carteles dominantes del negocio en ese momento.

Ricardo Vargas, en su ensayo «Cultivos ilícitos en Colombia: ele-


mentos para un balance», aporta una serie de argumentos y
reflexiones muy importantes para entender y evaluar el manejo
y los resultados de las principales políticas que a desarrollado el
estado en materia de lucha contra las drogas ilícitas.

Para Vargas, las políticas actuales en materia de lucha antinarcó-


ticos no están debidamente enfocadas, presentan inconsistencias
en su aplicación y sus resultados son poco alentadores. La dis-
cusión central sobre la cual ha girado la formulación de las
recientes políticas ha consistido en la simbiosis entre grupos
alzados en armas al margen de la Ley y narcotráfico. En un
principio el Plan Colombia se enfoco hacia la lucha antinarcóticos
partiendo del supuesto de que la principal amenaza para Co-
lombia era esa actividad. El narcotráfico era la fuente principal
de todos los problemas, inclusive los de orden público pues de
ahí emanaba la fortaleza de los grupos subversivos. Se pensaba
que si se golpeaban las actividades de producción de cultivos
ilícitos se debilitaba sustancialmente a estos grupos. Para ese
entonces primó el concepto de que el mayor costo beneficio se
obtiene en el control de la oferta y el cultivo. Posteriormente,
este enfoque evolucionó, incorporándosele el componente de
lucha antiterrorista como otro centro de gravedad critico en el
problema. Este enfoque implica que el principal instrumento de
la lucha antinarcóticos sea el militar, sin embargo, para Vargas
es un error enfocar esta lucha en la erradicación de cultivos y en
la ofensiva militar, pues una política antidrogas requiere abor-
dar otros aspectos del problema tales como el sometimiento a la
justicia, fortalecimiento de los mecanismos de justicia, y control
territorial integral por parte del Estado. El énfasis en la erradica-
ción y la ofensiva militar, termina favoreciendo o permite un
tráfico y una comercialización más libre pues descuida la diná-
mica urbana del narcotráfico con sus variadas formas de corrup-
ción y actividades ilícitas.

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Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Para este autor es claro que el mayor costo beneficio en la lucha


antinarcóticos no está necesariamente en la erradicación de cul-
tivos pues mientras que entre 2002 y 2004 se dieron las fumiga-
ciones mas intensas, ha sido el período en el que proporcional-
mente menor reducción de cultivos se ha logrado. En el 2003
solo se erradicó el 36% de lo erradicado en el 2002 y en el 2004
solo el 14%. Por otra parte, los cultivos se han vuelto más pro-
ductivos pues tienen más matas por hectárea y mientras que en
1999 había cultivos en 12 Departamentos del país, hoy en día
hay presencia de estos en 24 Departamentos. Así mismo ha
crecido su presencia en los Parques Nacionales Naturales.

Con relación a políticas complementarias como el Programa de


Desarrollo Alternativo, Vargas argumenta la falta de coherencia
entre su aplicación y la política de erradicación. Por ejemplo el
Departamento del Guaviare recibió el 18% de toda las fumiga-
ciones realizadas en los últimos 6 años y en materia de Desarro-
llo Alternativo solo ha recibido el 0.2%. del presupuesto de este
rublo. Por su parte mientras que en los Departamentos del
Caquetá y Nariño se llevaron a cabo el 13% y el 16% de fumi-
gaciones, respectivamente, en materia de programas de Desa-
rrollo Alternativo solo se les asignó el 2% y el 4% de presupuesto,
respectivamente. Por otra parte, la política de extinción de do-
minio no ha dado los resultados esperados y ha sido muy lenta.

Finalmente, en el ensayo «Sobre las magnitudes del narcotráfico»,


Ricardo Rocha aborda el tema del impacto de las actividades del
narcotráfico en la economía colombiana. Desde esta óptica, para
Rocha una de las condiciones del contexto colombiano que ha
permitido el crecimiento del negocio es el hecho de contar con
dos escenarios económicos: uno de una economía atrasada y
otro de una economía relativamente desarrollada. Parte de las
actividades del narcotráfico se dan en el contexto de esa econo-
mía atrasada como el cultivo y la producción de pasta de coca,
y otras se dan en el contexto de una economía desarrollada
como el refinamiento de clorhidrato de cocaína, la comercia-
lización y el lavado. Ambos contextos son muy favorables para

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NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

el tipo de actividades que demanda el negocio del narcotráfico


en sus diferentes facetas.

En términos de magnitud, el narcotráfico en Colombia no repre-


senta lo que por percepción corrientemente se cree. En efecto,
la coca producida en Colombia representa apenas el 0,5% del
PIB a precio en puerto y los ingresos percibidos por las organi-
zaciones criminales en Colombia no llegan al 0,8% del PIB. Sin
embargo los efectos del narcotráfico sin duda son negativos. Si
bien aparentemente genera beneficios tangibles rápidamente,
en términos estructurales sus efectos son bastante dañinos. Afecta
la tasa de cambio, favorece la evasión fiscal por el contrabando,
fomenta la fuga de capitales, la contribución al PIB de las cadenas
productivas de la coca son insignificantes, y en general puede
afectar el crecimiento económico hasta en dos puntos. Para Rocha
uno de los efectos más graves es que esta actividad promueve
el desarrollo de un sistema económico al margen de la Ley.

El lector tiene, pues, en sus manos, un actualizado estudio so-


bre el narcotráfico en Colombia, visto desde los ángulos más
diversos, que es como debe analizarse un fenómeno tan com-
plejo y de tantas y tan distintas caras.

ALFREDO RANGEL
Director
Fundación Seguridad y Democracia

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NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Narcotraficantes,
mafiosos y guerreros.
Historia de una subordinación
Por Gustavo Duncan

El término mafia ha sido utilizado indistintamente en Colombia


para referirse a toda una multitud de fenómenos, desde organi-
zaciones de narcotraficantes, contrabandistas u otras modalida-
des delincuenciales hasta ejércitos privados al servicio de hombres
fuertes en comunidades apartadas, e incluso hasta para referirse
a grupos guerrilleros y de autodefensas. En realidad el concepto
de mafia hace referencia a una manifestación más concreta del
crimen organizado, a aquellos delincuentes que tienen como
propósito la conformación de ‘empresas de protección privada’.
El principal objetivo de estos empresarios es el cobro de un
porcentaje de las ganancias por no atentar y, de paso, por prote-
ger de otros delincuentes, a una serie de actividades susceptibles
al control del crimen organizado como los mercados de abastos,
los Sanandresitos1, la extorsión a los pequeños comerciantes, el
sicariato, el narcotráfico y el contrabando, entre otros negocios,
y como logro de un nivel superior el poder político en una
región o ciudad.

1
Los Sanandresitos son centros comerciales donde se ofrece mercancía de contra-
bando. En teoría violan las leyes por evadir impuestos y traficar con mercancías,
pero en la práctica existe toda una tolerancia legal por parte de las autoridades y
cultural por parte de los consumidores que a pesar de estar al tanto del carácter
ilegal de los negocios, compran los bienes que se ofrecen.

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Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Se trata entonces de un fenómeno estrechamente relacionado


pero a la vez diferente al narcotráfico, los paramilitares, las auto-
defensas y las guerrillas, que actualmente imperan en Colombia.
Los narcotraficantes de los carteles de Medellín y Cali, o los ante-
riores contrabandistas de marihuana de La Guajira y la Sierra Neva-
da de Santa Marta, por ejemplo, muy contadas veces centraron
sus actividades económicas en la regulación de actividades crimina-
les, preferían competir o asociarse por el mercado de la distribución
mayorista de drogas a Estados Unidos y Europa. En el caso de las
guerrillas y las autodefensas es normal que tengan estrechas rela-
ciones con la criminalidad organizada, entre ellas la mafia. De
hecho el narcotráfico y el cobro de un impuesto de guerra por
regular determinadas actividades legales e ilegales en sus zonas
de control territorial, constituyen sus principales tecnologías de
financiación. Pero no puede decirse que el alcance conceptual de
lo que significan la guerrillas y las autodefensas en la sociedad, se
limite a su carácter mafioso o a una simple expresión delincuencial.
Existen otras dimensiones que reflejan de manera más precisa su
significado dentro de la configuración del orden social en las
regiones. La definición de la forma que el Estado ha adquirido en
lo local o la organización de las economías regionales alrededor
de la estructura de derechos de propiedad que surge de la pro-
ducción y el contrabando de drogas, son aspectos más dicientes
del impacto que tienen estas organizaciones en la historia reciente
del país, por sólo mencionar unos pocos.

En todo caso, narcotráfico y aparatos armados con suficiente


capacidad coercitiva sobre diferentes transacciones sociales,
constituyen dos variables fundamentales para entender la expan-
sión que los grupos irregulares han alcanzado en Colombia.
Estas variables funcionan en una doble causalidad, sólo con los
ingresos de la droga se pueden financiar los ejércitos tan sofis-
ticados con que cuentan guerrillas y autodefensas y sólo con las
‘empresas privadas de protección’ se puede garantizar la prospe-
ridad del negocio. Al igual que las economías lícitas la producción
y el contrabando de drogas requieren de agencias con suficiente
capacidad de ejercer violencia para regular los derechos de pro-

20
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

piedad y el cumplimiento de contratos, sin los cuales no serían


viables las diferentes etapas de la cadena productiva del
narcotráfico.

La sofisticación de los aparatos de violencia que ha experimen-


tado el país en las últimas dos décadas tiene así un referente
ineludible en los requerimientos de regulación de la cadena
productiva de una empresa ilegal, que se constituyó en la prin-
cipal fuente de ingresos para guerrillas y autodefensas y para
diversos grupos sociales y regiones. Pero como ya se advirtió
sería un error interpretativo reducir el fenómeno actual de violen-
cia a una simple expresión de codicia por parte de organizaciones
criminales que, en la espiral de recursos que proveían las drogas,
decidieron organizar y financiar ejércitos tan complejos para
quedarse con la tajada más sustanciosa del negocio. Lo cierto es
que la expansión y las características tan peculiares que tomaron
los aparatos armados que ejecutan la violencia en Colombia
necesitan para su comprensión precisiones conceptuales que
rebasen la visión delincuencial y se enmarquen en aspectos
más complejos, como la historia, la organización política y la
economía de muchas de sus sociedades. En ese sentido, existe
suficiente documentación sobre la forma en que el narcotráfico
como actividad delincuencial empató con la mediación clientelista
que existía para acceder al Estado y con la manera violenta
como se regulaban las transacciones sociales en muchas regiones
del país. Durante todo ese proceso el negocio de las drogas se
transformó en un fenómeno que rápidamente alcanzó dimensio-
nes políticas, pero a la vez quedó atrapado dentro de las tensiones
políticas que caracterizan la historia de Colombia desde finales
de La Violencia clásica, al punto que los empresarios de las
drogas terminarían subordinados a aquellos actores que ejercen
el poder local a través de la fuerza de sus aparatos armados.
Serían ellos los encargados de prestar los servicios de ‘coerción
y protección a los narcotraficantes, pero más importante, de
hacer posible una dinámica más profunda y sostenida de acu-
mulación de capital en las regiones a partir de los excedentes
de lo ilícito.

21
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

El siguiente artículo inicia a finales de la Violencia, cuando apa-


recen los bandoleros, “pájaros” y guerrilleros, como la manifesta-
ción primaria del fenómeno de ‘coerción y protección’ privada,
y desemboca en la situación actual de violencia organizada, con
el objeto de: i) realizar una distinción conceptual más exacta
sobre lo que representan los narcotraficantes, los mafiosos y los
guerreros (guerrillas y autodefensas) en la estructura actual del
conflicto colombiano, y ii) de analizar un suceso del que se ha
hecho poca precisión: la subordinación de las organizaciones
encargadas de traficar drogas a grupos armados, bien sea mafias,
Señores de la Guerra y guerrillas, que a manera de ‘empresarios
de la protección privada’ regulan y protegen la producción, la
transformación y la comercialización de cocaína y heroína. Este
suceso es de gran importancia porque tiene un efecto directo
en la configuración del Estado y la sociedad, en la medida que
da lugar a la existencia de una economía con suficiente poten-
cial de extracción para armar a aparatos de coerción que dan
forma al orden social en muchas regiones de Colombia durante
períodos de tiempo indefinidos.

El artículo consta de cuatro partes. En la primera se describen


las particularidades del negocio del narcotráfico que explican
sus requerimientos por un servicio de ‘coerción y protección’,
en que consisten los determinantes de estos requerimientos y
como evolucionan de acuerdo a los cambios en la estructura de
los individuos y organizaciones que se dedican al negocio. En
la segunda se precisan los conceptos de narcotraficantes, mafiosos
y guerreros, para señalar los cambios en la naturaleza de subordi-
nación que ha existido entre estos actores a lo largo de las últimas
décadas en la historia de Colombia. En la tercera se narra la his-
toria de cómo han sido suministrados los servicios de ‘coerción y
protección’ a los empresarios del narcotráfico, para señalar que
en la fase actual el grado de complejidad y organización que
han alcanzado las estructuras armadas en Colombia les ha per-
mitido tomar el control directo e indirecto del negocio de las
drogas, y como a su vez la lógica económica del narcotráfico se
ha anexado en sus proyectos de imposición de Estados locales.

22
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

En la cuarta parte se reflexiona sobre algunos efectos en la polí-


tica, la economía y la sociedad colombiana, que se perciben por
la irrupción de organizaciones violentas que imponen todo un
orden social a partir de la dinámica de ‘coerción y protección’.

1. Los empresarios del narcotráfico y sus


requerimientos de ‘coerción y protección’:

La cadena productiva del narcotráfico en Colombia está compues-


ta por cuatro etapas claramente diferenciadas: la siembra de
coca y amapola, la transformación en drogas aptas para el consu-
mo, el contrabando hacia los mercados internacionales y la lega-
lización de las ganancias. De acuerdo a Krauthausen y Sarmiento
(1991) los empresarios del narcotráfico se dividen en dos grandes
sectores, el competitivo y el oligopólico. El sector competitivo
ha sido delegado por regla general a pequeños pero numerosos
empresarios que se encargan de los dos extremos de la cadena
productiva del narcotráfico, por un lado, la siembra y producción
de base de coca, y por otro lado, la venta de drogas en papeleta
a los consumidores. Mientras que el sector oligopólico se ha
centrado en las etapas de transformación y distribución al por
mayor hacia los mercados internacionales.

Los riesgos y el tamaño económico óptimo que conlleva cada


etapa, explican la segmentación del narcotráfico en estas dos cate-
gorías de empresas. La siembra de hoja de coca es una actividad
que requiere de grandes extensiones de tierras y del trabajo de
numerosos campesinos. Como es imposible movilizar su produc-
ción sin volver a comenzar el ciclo del cultivo y como no son
necesarios mayores desarrollos tecnológicos, lo más eficiente es
fraccionar la administración del proceso y sus riesgos en peque-
ñas unidades productivas más competitivas y seguras a la hora de
eludir a las autoridades. Para un solo empresario asumir la carga
operativa y la incertidumbre de una cosecha de miles de hectá-
reas de coca, implica demasiados costos en comparación con la
delegación del riesgo en miles de familias campesinas capaces de

23
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

afrontar la pérdida total de sus cultivos, y menos visibles para que


el Estado pueda desmantelar la operación a partir de la captura
de un único responsable o de su equipo cercano. En cambio,
operaciones en las etapas posteriores, que requieren de grandes
inversiones, mayor complejidad administrativa y que pueden eje-
cutarse de manera más clandestina, son más eficientes cuando la
ejecutan grupos selectos de empresarios con mayores recursos,
tecnología y especialización. Por ejemplo, la transformación de
base de coca en clorhidrato de cocaína implica la construcción de
laboratorios, su dotación, el tráfico de insumos químicos, la con-
tratación del personal que se encargue del procesamiento de la
droga y de la parte logística, entre otras acciones, que exigen la
iniciativa de un empresario con un alto grado de capacidad
organizativa y de capital inicial. Las restricciones para la entrada
de muchos empresarios son pues consecuencia de la compleji-
dad de las diferentes etapas de su cadena productiva, como ilus-
tran Krauthausen y Sarmiento (1991):

[…] si bien, probablemente la compra en Colombia de


diez kilos de cocaína no constituye mayor problema, las
dificultades son inmensas al pretender exportar esta
mercancía: hay que tener acceso a una ruta de exporta-
ción segura y a una red de distribución en el mercado
interno del país consumidor2.

Alrededor y al interior de las etapas y de los dos tipos de empre-


sas, competitivas y oligopólicas, se encuentran una serie de ser-
vicios típicos como el transporte, la provisión de insumos y
logística, abogados, las operaciones bancarias y financieras, el
testaferrato, expertos en química, entre otros, de cuya disponi-
bilidad depende su rentabilidad y su seguridad. Pero además
existe un servicio que es inherente al narcotráfico como empresa
criminal en la medida que no es posible apelar al Estado como

2
Ciro Krauthausen y Luís Fernando Sarmiento (1991). Cocaína & Co. Un mercado
ilegal por dentro. Colombia: Tercer Mundo Editores, Universidad Nacional. Instituto
de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales. Pág. 60.

24
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

regulador de transacciones, se trata del uso de mecanismos de


‘coerción y protección’ para garantizar, y de paso alterar, la estruc-
tura de los derechos de propiedad y de los contratos que se
establecen entre las organizaciones y los individuos dedicados
a cualquiera de las etapas del negocio.

Los empresarios del narcotráfico, tanto los competitivos como


los oligopólicos, necesitan de aparatos violentos que los prote-
jan de otras organizaciones armadas que podrían expropiarlos
de sus posesiones, de su mercancía (drogas o insumos), de su
dinero y de su participación en el negocio (rutas, mercados,
laboratorios, etc.), y que podrían aprovechar el músculo de un
aparato de violencia superior para imponer precios desventajosos
en las transacciones. De la misma manera, una organización
narcotraficante tiene mayores posibilidades de éxito en el negocio
si es capaz de construir un aparato armado superior y está en
capacidad de expropiar a sus competidores o imponer condicio-
nes desventajosas a otras organizaciones con las que realiza
transacciones. En suma: “[…] aquella empresa que no cuente
con un aparato de violencia si no superior, al menos comparable
al de las demás, se encontrará en una desventaja competitiva
considerable al tener que plegarse tanto a los términos impuestos
por los competidores, como incurrir en mayores riesgos en lo
que al incumplimiento de contratos por parte de otros participan-
tes en el mercado se refiere. Igualmente, el no contar con un
aparato de violencia fuerte que pueda respaldar la amenaza de
represalias violentas impide la efectiva imposición de sanciones
disciplinarias en el interior de la empresa”3.

Pero no basta con poseer un aparato de violencia superior en


términos de hombres y de armas para imponerse en la compleja
estructura de redes que constituyen las organizaciones dedicadas
al narcotráfico. Se necesita también influencia sobre el aparato
estatal para evitar la persecución de las autoridades contra los

3
Ibidem. Pág. 82.

25
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

procesos de producción, distribución y lavado, y para lograr


que su acción se concentre en los demás competidores. La corrup-
ción de las instituciones públicas y las amenazas, e incluso la
violencia, contra los funcionarios honestos que no se dejen coop-
tar o que hayan sido cooptados por algún contrincante, se con-
vierten en recursos indispensables para la prosperidad del nego-
cio, y más importante aun, para la supervivencia como empresa
criminal. Al igual que los grupos encargados de la producción y
el tráfico de drogas, las organizaciones encargadas de prestar
los ‘servicios de coerción y protección’ tienen estructuras bastante
diversas que evolucionan según cambia el entorno donde operan
y según cambia la estructura misma de los empresarios del
negocio.

En un principio, los empresarios oligopólicos del narcotráfico


utilizaban asesinos a sueldos o su propio cuerpo de guardaes-
paldas para sus necesidades de violencia y contra-violencia. El
manejo de su influencia en las instituciones del Estado era dejado
al soborno o a la financiación periódica de candidatos, incluso
algunos capos intentaron incursionar en la política como Escobar
y Ledher. En ocasiones hacían uso de las ‘oficinas de cobro’
para castigar los incumplimientos de contratos, y de grupos gue-
rrilleros para el cuidado de laboratorios, pero lo usual era que
los empresarios de las etapas de transformación y distribución
de drogas poseyeran sus propios aparatos coercitivos. Todo lo
contrario sucedió en las etapas competitivas del narcotráfico
que apelaron a una tercera parte que se encargara de ello. Los
cocaleros desde sus inicios como fenómeno social contaron con
los servicios de ‘coerción y protección’ de los grupos guerrilleros,
que regulaban no sólo las propiedades y las transacciones inhe-
rentes al cultivo de coca, sino también el resto de la vida social
en estas comunidades.

Sin embargo, el crecimiento de las ganancias del narcotráfico,


de su participación en la economía del país y de las hectáreas
sembradas de coca, hizo que se necesitaran de servicios de vio-
lencia más complejos, al igual que mayor influencia en las agen-

26
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

cias del Estado encargadas de la persecución de los empresarios


de lo ilícito. Fue así que se establecieron alianzas con los grupos
armados irregulares, se compraron elecciones presidenciales y
al final se configuró una nueva estructura de poder político,
donde para sorpresa de los propios narcotraficantes, los aparatos
de ‘coerción y protección’ que ellos contribuyeron a fortalecer
alcanzaron tal grado de organización que terminarían por subor-
dinar a la mayoría de empresarios de la droga. En últimas, gue-
rrillas y autodefensas se convirtieron en una tercera parte que
regulaba el negocio de las drogas, y lo hicieron bajo su propósito
de establecer una hegemonía sobre el Estado local. No se trató
que su motivación para estar en el conflicto fuera el dominio
del narcotráfico per se, sino que el éxito de un aparato armado
al pretender imponerse como Estado consistía en su capacidad
de proteger a los individuos, sus propiedades y las transacciones
que realizaran entre ellos, a cambio de recursos que incremen-
taran dicha capacidad de protección. El narcotráfico en la medida
que se convirtió en parte importante de las transacciones y de la
acumulación de capital en las comunidades, se constituyó en
una de las actividades principales que debían controlar los gru-
pos armados irregulares. Pero a diferencia del resto de activida-
des, el cobro por su regulación no se estancaba en un carácter
exclusivamente parasitario. La prosperidad del negocio y las
garantías necesarias para invertir en empresas lícitas sus ganan-
cias, dependían de la certidumbre que autodefensas y guerrillas
proveyeron a los narcotraficantes.

Antes de entrar a detallar como fue el proceso de transforma-


ción de estos aparatos de guerra a partir de su imposición como
una tercera parte en la regulación de los empresarios y de las
diferentes etapas del negocio de las drogas, en la siguiente sección
se precisan los conceptos de narcotraficantes, mafiosos y guerre-
ros, para comprender los puntos de quiebre en la historia que
relaciona el narcotráfico con la dinámica de las organizaciones
encargadas de prestar los servicios de ‘coerción y protección’ en
el país.

27
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

2. Distinciones conceptuales entre


narcotraficantes, mafiosos y guerreros

En el contexto actual del conflicto colombiano es normal que


un comandante de la guerrilla o de las autodefensas exija el
cobro de un tributo a un campesino por la venta de su cosecha
de coca, o a un narcotraficante por el uso de pistas clandestinas
para transportar un embarque de cocaína. ¿Puede reducirse por
esta transacción el papel que juegan las guerrillas y las autode-
fensas en el conflicto a simples grupos de narcotraficantes?

Una respuesta a esta pregunta puede enfocarse desde la droga


como fuente de financiamiento necesaria y condición ineludi-
ble para permanecer en el conflicto. El mantenimiento de las
tropas requiere de enormes volúmenes de dinero para pagar las
armas, las municiones, los salarios de los soldados, su alimenta-
ción, su vestimenta, etc. Aquel grupo que no utilice los recursos
de las drogas estaría concediendo enormes ventajas militares a
sus contrincantes, por lo que tendría mayores posibilidades de
ser derrotado. Como consecuencia, sólo sobrevivirían aquellos
grupos armados vinculados a los narcotraficantes. No hay mejor
explicación de las necesidades de capital ilícito para mantener
su aparato de coerción que el editorial ‘la verdad sea dicha’ de
la página de Internet del Bloque Central Bolívar firmado por sus
propios comandantes:

La preparación, el reentrenamiento y la dotación de un


combatiente, dentro de un régimen de severa austeridad,
cuesta más de trece millones de pesos. El sostenimiento
y la manutención de cada hombre fuera del área de
combate ascienden a un millón doscientos mil pesos
mensuales. Los estimativos presupuestales para el planea-
miento y ejecución de operaciones son enormemente
millonarios. […] Frente a éste panorama real, los dineros
del narcotráfico encontraron un terreno muy abonado
para su intromisión e injerencia en el escenario del con-
flicto. Otras fuentes de financiación, inclusive la prove-

28
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

niente del infame delito del secuestro por parte de las


guerrillas, fungen apenas como modestas cajas menores
frente a los ingresos multimillonarios del narcotráfico.
No cabe duda que la prolongación y degeneración de
éste conflicto, están vinculadas a cualquier etapa del
nefasto negocio de producción, compra, cobro de im-
puestos, distribución o comercialización de drogas ilícitas.
El balance estratégico de la guerra está tan influenciado
por los dineros del narcotráfico, que los frentes mas exi-
tosos en la lucha subversiva o antisubversiva son precisa-
mente aquellos asentados en zonas cocaleras o que con-
trolan corredores y puntos estratégicos de producción y
salida de drogas4.

Sin embargo, la necesidad de financiar su ejército como causa


justificadora de la relación con el narcotráfico queda desvirtua-
da como única motivación, cuando se halla que muchos guerre-
ros terminan enriqueciéndose con la guerra, aspecto del cual
existen numerosas evidencias periodísticas. Entonces ¿hasta que
punto guerrillas y autodefensas son narcotraficantes y hasta donde
actores políticos? O dicha de otra forma, ¿es el enriquecimiento
de sus jefes o comandantes una señal tajante de la subordina-
ción de lo político a lo criminal?

Desde el punto de vista moral es plausible señalar a los actores


del conflicto colombiano como criminales en la medida que sus
motivaciones políticas no justifican el enriquecimiento, ni los
daños colaterales, de delitos como el narcotráfico, el secuestro,
la extorsión, etc. Pero desde el punto de vista de su complejidad,
entendiendo la complejidad como el alcance de sus objetivos y
la variedad y la intensidad de las transacciones y condiciones
necesarias para esto, guerrillas y autodefensas son sin discusión
actores políticos. A pesar de lucrarse con las drogas y muchas

4
Editorial de la página en Internet del Bloque Central Bolívar. Firmado por Javier
Montañez, Julián Bolívar y Ernesto Báez. 01/08/2002. Bajado de: http://
www.bloquecentralbolivar.org/detalle.php?Id=46#

29
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

otras variantes del crimen, su propósito como actores del con-


flicto rebasa el narcotráfico y se tranza en el logro de la supre-
macía del poder local para darle una nueva forma al Estado, la
economía y el orden social de las comunidades. Un comandan-
te guerrillero o de algún bloque de las autodefensas tiene como
principal objetivo el control territorial de una zona definida.
Para ello necesita de un aparato de fuerza lo suficientemente
poderoso para disuadir a los pobladores a que establezcan unos
vínculos de lealtad con su grupo. Este vínculo funciona en dos
direcciones, los habitantes de la zona tienen que pagar un tribu-
to periódico por sus posesiones y por las actividades económicas
que realicen, a cambio reciben protección y un servicio de ad-
ministración de justicia para garantizar, entre otros aspectos de
la vida social, los contratos y los derechos de propiedad estable-
cidos. En consecuencia, la complejidad del negocio del narcotrá-
fico, bien sea ejercido de forma directa o delegado a grupos
especializados a cambio de un porcentaje de las ganancias, es
sólo una parte de la complejidad de la estructura organizativa
que manejan guerrillas y autodefensas. En las regiones de Colom-
bia sólo se puede tener primacía sobre el narcotráfico si antes
se posee el dominio sobre una actividad mucho más compleja
como es el control del Estado en las comunidades, con todas
sus implicaciones políticas, económicas y sociales.

No se trata de responder la pregunta sobre los límites de lo polí-


tico y lo criminal de acuerdo a las intenciones de los actores, sino
de acuerdo al alcance que tienen en la práctica las actividades
que realizan. No hay duda que los jefes de las autodefensas poseen
fortunas inimaginables, y su motivación para seguir en el conflicto
pasa por el poder y la riqueza personal que han obtenido, pero
para poder acceder a ellos necesitan controlar aspectos de la vida
social de las comunidades que rápidamente rebasan lo criminal y
se introducen en el campo de lo político. Mientras un jefe de una
empresa narcotraficante centra sus actividades en comprar insumos,
transformarlos en cocaína o heroína, exportarlos y repatriar las
ganancias, y su relación con la política se limita a huir o corromper
a las autoridades, un jefe de autodefensa necesita organizar un

30
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

ejército para protegerse de la guerrilla y de otras facciones de


autodefensas, construir una clientela política a través de las armas,
someter por la fuerza a los políticos profesionales que hacen
campaña en su región, extraer los recursos mediante actividades
lícitas e ilícitas –entre ellas el narcotráfico- para financiar la orga-
nización y proyectar su poder político regional a una escala nacio-
nal, y negociar con el ejército y demás autoridades nacionales
para coordinar la lucha antisubversiva y la impunidad de sus
empresas criminales. Las habilidades que se necesitan son muy
diferentes a aquellas relacionadas con las puramente criminales,
incluso sus miembros con inicios en el narcotráfico requieren
sofisticar las habilidades propias del crimen altamente organizado
para tener éxito en una estructura de autodefensas. Es probable
que el origen de muchos paramilitares en movimientos guerrilleros,
las Fuerzas de Seguridad del Estado o en el proselitismo político,
se deba a que el conocimiento que se adquiere en estas profesiones
es funcional al desarrollo de las habilidades necesarias para el
control armado de una comunidad.

En el caso de la guerrilla hay aun más argumentos para com-


prender su papel político por encima de los actos delincuenciales
que recurrentemente cometen. Su discurso político y muchos
de sus actos están sin duda puestos en la toma del poder a
escala nacional. A diferencia de los grupos de autodefensas, sus
jefes de frentes transfieren recursos a otros frentes de acuerdo a
la agenda política trazada por el Estado mayor. Dentro de esa
lógica, las preferencias de los comandantes de frentes guerrilleros
no coinciden con un análisis rígido de la racionalidad económica
de los Señores de la Guerra. En vez de maximizar sus utilidades,
los comandantes realizan transferencias a otros frentes y asumen
las pérdidas económicas por usar el terror a escalas superiores
del potencial de ganancias que obtendrían si persistieran en
una dinámica exclusiva de depredación de rentas. Por ejemplo,
la voladura de oleoductos o de refinados clubes sociales en vez
de extorsionar a sus propietarios, no tendría sentido a menos
que exista un convencimiento que esas acciones contribuyan a
la toma del poder nacional.

31
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Así las cosas, la comprensión de la relación entre criminalidad y


conflicto en Colombia exige precisar un marco de referencia acerca
de las diferencias conceptuales entre lo que significan los térmi-
nos narcotraficantes, mafiosos y guerreros, y como cada uno de
estos conceptos encierra al anterior en la escala de complejidad
de sus objetivos, transacciones y necesidades. Sobre todo, por-
que la precisión conceptual entre criminales y guerreros ayuda a
comprender las razones por las cuales los narcotraficantes termi-
narían subordinados a las guerrillas y las autodefensas.

Por narcotráfico se entiende una actividad perteneciente a la


categoría de crimen organizado, que hace referencia a delitos
llevados a cabo por varios individuos. La carta de las Naciones
Unidas contra el crimen transnacional define crimen organizado
como: “[...] un grupo estructurado de tres o más personas que
durante un período de tiempo, actúan concertadamente con el
propósito de cometer uno o más crímenes serios u ofensas esta-
blecidas conforme a esta convención, para obtener, directamente
o indirectamente, ventajas financieras o materiales”5. Otros deli-
tos bastante comunes en Colombia como el contrabando de
mercancías legales y de armas, el secuestro, la piratería terrestre,
el sicariato, la especulación con los precios en los mercados de
abastos, la corrupción con los dineros públicos, por mencionar
aquellos delitos que recurrentemente cometen los actores arma-
dos ilegales, pertenecen a la categoría de crimen organizado
pero no dentro de la categoría de mafia.

La mafia es una forma más sofisticada de crimen organizado. Su


concepto hace referencia a la protección y coerción de determi-
nadas transacciones en una sociedad. Gambetta define a los

5
Convención de las Naciones Unidas contra el crimen transnacional. [Art. 2 bis (a)].
Traducción de: “a structured group of three or more persons existing for a period of
time and acting in concert with the aim of committing one or more serious crimes
or offence established pursuant to this Convention, in order to obtain, directly or
indirectly, a financial or other material benefit.”

32
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

mafiosos como ‘empresarios de la protección privada’6, es decir,


organizaciones criminales que cobran un ‘impuesto’ por proteger
a individuos y/o organizaciones y a sus actividades económicas.
Detrás de la protección mafiosa está todo un elemento de coerción.
El incumplimiento del pago de la extorsión implica la violencia
sobre los deudores de transacciones ilegales, que presentan mayor
probabilidad de ser reguladas por agentes mafiosos, e igualmen-
te de las actividades legales que son susceptibles a la regulación7.

La mafia en Colombia es un fenómeno que tradicionalmente se


asocia al narcotráfico, cuando la realidad muestra que raras veces
los empresarios de la droga han sido mafiosos como tales. El
objetivo de los narcotraficantes comunes no es proteger a los
demás narcotraficantes y extraer una renta por su servicio de
protección. Sólo el intento de Pablo Escobar por centralizar el
envío de cocaína al exterior bajo una red a su servicio podría
considerarse como un proyecto mafioso de un narcotraficante.
Sin embargo, este proyecto nunca fraguó, y más bien significó
la eliminación del líder del Cartel de Medellín porque obligó al
resto de narcotraficantes a unirse contra el aparato de coerción
que pretendía someterlos.

Más cercano al concepto de mafia fueron aquellas pequeñas


empresas criminales que en las grandes ciudades cobraban un
impuesto periódico y sistemático a otros criminales por permi-
tirles cometer sus delitos en determinada área. Por ejemplo, a
principios de los noventa, cuando el país se debatía en la guerra
contra el narcoterrorismo, era normal que grupos de delincuen-
tes se encargaran de arrendar una avenida o calle importante a
otros delincuentes para que robaran a los transeúntes. No nece-
sariamente la mafia es más rentable o sofisticada que otras cate-
gorías del crimen organizado.

6
Diego, Gambetta (2000). ‘Mafia: The Price of Distrust’. En Gambetta, Diego (ed.).
Trust: Making and Breaking Cooperative Relation. Oxford: Departamento de Socio-
logía, University of Oxford. Págs. 158-175.
7
John C. Cross and Sergio Peña, 2001. Risk and Regulation in Informal and Illegal
Markets. Florida: Florida State University. Working Paper No. 01-09c.

33
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

También podría considerarse como una empresa mafiosa la


mediación violenta que en muchos municipios y zonas rurales
de Colombia se realizaba desde el poder político local. Antes de
la explosión de violencia de los ochenta, era normal que los
caciques políticos hicieran uso de grupos armados para rentar
todas las transacciones que sucedían en el marco de las relaciones
con el Estado. Si un individuo quería acceder a un puesto públi-
co, a un contrato, o a un servicio como la justicia, la atención en
educación y salud, o el aseguramiento de los derechos de pro-
piedad sobre un predio, tenía que pagar su respectiva suma al
cacique local.

Actualmente la mafia en Colombia es un fenómeno en expan-


sión en las ciudades, como producto de la extensión del poder
de las autodefensas hacia las ciudades a través de redes que
regulan numerosas transacciones de alto valor agregado, la prin-
cipal de ellas las elecciones a las alcaldías. Tal como se sostuvo
en un documento anterior: “el nuevo frente de las autodefensas
en Colombia lo constituye el dominio de actividades estratégicas
en las ciudades más grandes e importantes del país. Mediante
una extensa estructura de redes que se extiende desde sus santua-
rios rurales, los señores de la guerra extraen cuantiosas sumas
de dinero por amenazar y proteger actividades urbanas que van
desde los populares mercados de contrabandos hasta la corrup-
ción en la contratación pública. El enfoque tradicional de la
geografía del conflicto como una disputa entre dos fuerzas que
se contraponen en los límites de las zonas periféricas -platafor-
ma de la guerrilla- y las áreas semiurbanas integradas a la eco-
nomía -plataforma de las autodefensas-, no encaja en la estrate-
gia de infiltración en las ciudades. Se trata de un nuevo terreno
en la crisis de seguridad, y más grave aún, en la incapacidad del
Estado por imponer su hegemonía en zonas que se pensaba su
dominio era casi invulnerable”8.

8
Gustavo, Duncan (2005). Del campo a la ciudad en Colombia. La infiltración urba-
na de los Señores de la Guerra. Documento CEDE Nro. 2. Pág. 25.

34
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

El término guerreros que se utiliza en este artículo hace alusión


a aquellas estructuras armadas organizadas como un ejército,
capaces de asumir funciones de Estado sobre una comunidad,
al punto de darle forma a su orden social, económico y político.
En Colombia existen dos categorías de guerreros, los Señores
de la Guerra representados por las autodefensas y las milicias
representadas por las FARC y el ELN.

Aunque apelen recurrentemente a prácticas mafiosas, la princi-


pal distinción entre guerreros y mafiosos es el alcance de su
dominio político. La máxima aspiración de los guerreros es con-
vertirse en el Estado en las zonas semiurbanas y rurales del país,
mientras que el logro máximo de los agentes de las redes mafiosas
es infiltrar el gobierno de una ciudad importante. La escala en
que guerrillas y señores de la guerra ejercen su función de pro-
tección es tan extensa que transforma la naturaleza del Estado
que regula la organización de las comunidades. Y no es casual
que sea sí, el apoderamiento del Estado local es un propósito
esencial de estos grupos. Por el contrario, el alcance de la coer-
ción y protección privada que ejercen las organizaciones mafiosas
se limita a determinadas transacciones. Incluso al controlar los
gobiernos locales, las células mafiosas necesitan de un Estado
que regule el grueso de las interacciones e intercambios propios
de la organización de una sociedad. Su monopolio de la violencia
llega hasta el dominio de la contratación pública y la asignación
de cargos burocráticos. Más allá de este límite resultaría costoso,
riesgoso e improductivo el desarrollo de empresas de protección
privada de transacciones sociales más complejas, como podrían
ser las disputas judiciales de los habitantes de una ciudad de un
millón de habitantes.

Un ejemplo de la diferencia del alcance del dominio político


entre guerreros y mafiosos es la función de vigilancia. En muchos
pueblos pequeños del país son los miembros de las autodefensas
o las FARC quienes cuidan de la seguridad cotidiana. Se han
hecho al monopolio de la violencia y en esa medida han su-
plantado al Estado central. Mientras que en las ciudades, salvo

35
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

algunos vecindarios problemáticos, la institucionalidad de la


Policía prevalece como agente encargado de cuidar del orden
en las calles. Para una organización mafiosa no es factible, ni
mucho menos rentable, construir todo un cuerpo policivo que
vigile el orden público cuando las sociedades sobrepasan las
dimensiones de pequeñas comunidades aisladas.

Sin pretender desconocer la existencia de unidad ideológica y


de acción para acceder al poder político en un contexto nacio-
nal, al nivel de las comunidades la estrategia de la guerrilla, al
igual que de las autodefensas, está fundamentada en: i) la apro-
piación de excedentes económicos mediante extorsiones, robos
y tráfico ilícito; ii) el dominio sobre la administración pública
municipal para montar sus propias redes clientelistas, desviar
los recursos públicos y cumplir las demandas de su base social;
iii) el control de los flujos demográficos sobre el terreno a través
de la protección de la población leal y el uso del terror contra la
base social del enemigo; y iv) la definición de la normatividad y
de la justicia que deben cumplir las comunidades. Así defien-
dan intereses de grupos sociales opuestos, el despliegue estra-
tégico de la guerrilla se juega en lo local bajo prácticas similares
a las de las autodefensas, con el mismo objetivo de controlar
territorios a partir de la apropiación del Estado y evitar la hege-
monía de las demás fuerzas.

Y es ese sentido de Estado, de extraer recursos por proteger, lo


que hizo que se extendiera la hegemonía que tenían sobre la
sociedad y la economía local a la cadena productiva del narco-
tráfico. Pero antes que los guerreros subordinaran a los empre-
sarios de la droga, los servicios de ‘coerción y protección’ dispo-
nibles tendrían que pasar por un violento proceso de evolución.

36
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

3. El narcotráfico y sus requerimientos de ‘coerción


y protección’ como fuente transformadora de la
estructura de poder político. Una narración de ¿por
qué el narcotráfico terminó subordinado a los
guerreros?

La historia de las empresas de ‘coerción y protección’ privada en


Colombia no empieza con la llegada del narcotráfico en los ochen-
ta. Desde finales de La Violencia numerosos campesinos formaron
bandas criminales que se dedicaron a robar a los comerciantes,
extorsionar hacendados y amedrentar a los competidores políticos
de los gamonales locales, que en un principio los utilizaban como
su aparato de coerción privada, dentro del modelo de luchas
partidistas. Sánchez y Meertens calculaban que en 1964:

Había más de cien bandas activas, constituidas por grupos


de campesinos armados, que más o menos organizada-
mente, y desconociendo los acuerdos de paz entre las
directivas oficiales de los dos partidos tradicionales, pro-
longaron la lucha bipartidista. En primer lugar, con el
apoyo militante o pasivo de las comunidades rurales de
su misma identidad partidaria y, segundo, con la protec-
ción y orientación de gamonales que, utilizándolos para
fines electorales, los empujaba a una guerra de extermi-
nio, debilitamiento o contención de sus adversarios en
la estructura de poder local o regional9.

Luego, los bandoleros se independizaron del control político de


las jefaturas partidistas locales y a través del terror impusieron su
dominio en ciertas áreas rurales del país. Guillén (1996) sostiene
que en las fases finales de La Violencia la estructura de poder
asociativa de hacienda, basada en una alianza vertical entre las
élites rurales, capataces y campesinos, que cada tanto se arma-

9
Gonzalo Sánchez y Donny Meertens, (1983). Bandoleros, Gamonales y Campesi-
nos. El Caso de la Violencia en Colombia, Bogotá: El Áncora Editores. Pág.,42.

37
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

ban y entraban en conflicto contra asociaciones similares, entró


en una fase de disolución y dio paso a una nueva clase de poder
en el campo. Había nacido una nueva serie de organizaciones
dedicadas a las empresas de ‘la coerción y la protección’. Mucho
antes que los grupos narcotraficantes se establecieran de manera
masiva en Colombia, ya existían casos de aparatos armados como
estos bandoleros, o como los “pájaros” del Valle del Cauca, que
permitían a sus jefes, bien fueran gamonales, políticos profesio-
nales o delincuentes puros, convertirse en los verdaderos dueños
del Estado en lo local, o al menos hacer sentir su influencia me-
diante el uso de la violencia criminal como mecanismo de regu-
lación de transacciones en la comunidad.

El caso más relevante de la implantación de un Estado por parte


de bandoleros puede rastrearse en las zonas esmeraldíferas de
Boyacá, donde primero Efraín González y luego Humberto ‘el
Ganso’ Ariza, ambos reconocidos bandoleros, harían del con-
trol territorial de las minas un laboratorio de lo que luego sería
el modelo de dominación de los Señores de la Guerra en zonas
de economía extractiva. Muchos años antes que estuvieran dis-
ponibles los cuantiosos recursos del narcotráfico:

A Efraín González no le tenían miedo sino respeto, por-


que era él quien se encargaba de mantener el orden en
la zona. […] Organizó todo eso, apaciguó la violencia
bipartidista, cuidaba a todos los esmeralderos. […] Se
reunía mucho con los comerciantes y esmeralderos, le
preguntaban que cómo estaba la región, él les respon-
día que trabajaran tranquilos. Los esmeralderos lo patro-
cinaban, no habían robos cuando él cuidaba la zona, la
gente lo quería mucho, y si se robaban algo él no permi-
tía que el delito se quedara impune. Uno podía andar
sin problema por toda la zona esmeraldífera10.

10
Jeison Cifuentes Pérez. Testimonio de guaquero sobre “La guerra verde”. Bajado de
la página de Internet de la Universidad Central de Colombia: http://
www.ucentral.edu.co/acn/articulos/f130904/art053.htm

38
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

También existían grupos guerrilleros que agrupaban a la pobla-


ción, la mayoría de ellos familiares, paisanos, compañeros de
colonización o expulsados de la violencia. Utilizaban el esquema
de autodefensas campesinas como forma de protección contra
la persecución del Estado o de miembros de partidos políticos
antagonistas. Los habitantes de estas comunidades se organizaban
alrededor de los grupos armados, que aunque estaban altamente
influenciados por el trabajo político del partido comunista, en la
práctica eran quienes regulaban todos los aspectos de la vida
social. De esas hordas armadas que vivían en zonas de frontera
con sus respectivas clientelas campesinas, surgirían las FARC
luego de la ofensiva del Ejército y la Fuerza Aérea durante la
Operación Marquetalia en 1964.

A pesar del modesto crecimiento de las guerrillas y de la casi


total extinción de las cuadrillas de bandoleros y “pájaros”, entre
el final de La Violencia y principios de los ochenta, sin que
existiera el narcotráfico como un fenómeno delincuencial masi-
vo, ya era evidente la gestación en el seno de muchas socieda-
des de una parte considerable de la estructura de violencia que
predominaría varias décadas más tarde. Pecault en vez de des-
cribir este periodo como de verdadera paz, utiliza el término de
violencia larvada al manifestar: “que para diversos sectores co-
lombianos la política y las luchas sociales no pueden ser dirigi-
das por un sistema de regulación democrática, sino que pasan
por el uso de la fuerza”11.

Las formas de bandolerismo social de este período concuerdan


ante todo con los parámetros conceptuales de la mafia. Aunque
hay que salvar algunas diferencias relevantes, sobre todo en el
carácter más desorganizado y desinstitucionalizado de los bando-
leros con respecto a la mafia, lo que Hobsbawm señala cuando
sostiene que: “[…] las mafias son a la vez más permanentes y

11
Daniel Pecault, (2001). Guerra Contra la Sociedad. Bogotá: Editorial Planeta Co-
lombiana, S.A.. Pág. 27.

39
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

más poderosas, por ser menos un rosario de rebeliones perso-


nales, y más un sistema normativo institucionalizado, situado
fuera de la norma estatal. En casos extremos pueden llegar al
punto de constituir un sistema de derecho y de poder virtualmen-
te paralelo al de los gobernantes oficiales, o subsidiarios de éste”12.
Pero en definitivas y salvando las diferencias mencionadas, el
propósito de los bandoleros y pájaros consistía en un objetivo
equivalente al de los mafiosos, el de una regulación violenta de
transacciones sociales a través de empresas privadas de ‘coer-
ción y protección’. Bien fuera para favorecerlos directamente o
para favorecer los intereses de algún gamonal, político o terra-
teniente, existía un cobro por violentar y al mismo tiempo pro-
teger las propiedades y los contratos que se establecían entre
los miembros de la comunidad y entre éstos y el Estado. Era
normal también, como la mayoría de manifestaciones mafiosas
de sociedades campesinas, la expropiación masiva de los habi-
tantes que no contaran con algún tipo de protección. El mismo
Hobsbawm en su clásico texto Rebeldes Primitivos señala que al
igual que en la mafia Siciliana tras los motivos ideológicos de La
Violencia en Colombia, yacía toda una manifestación de acceso
violento a la riqueza por capas excluidas de la población:

En cierto modo desde luego se trata de una expresión


de hambre de tierras, aunque se presente como campe-
sinos conservadores asesinando y arrojando a los libera-
les de sus propiedades, o viceversa. Distintamente, en el
curso de 15 años de anarquía, ha sido utilizada por una
clase media rural ascendente (que por otra parte difícil-
mente hubiese encontrado forma de ascensión social en
una sociedad casi feudal) para adquirir riqueza y pode-
río. Este aspecto de la Violencia se ha desarrollado en
formas que recuerdan extraordinariamente a la Mafia
siciliana, en especial en Caldas, el departamento pro-

12
Eric J. Hobsbawm, (2001). Rebeldes Primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de
los movimientos sociales en los siglos XIX y XX. Libros de historia. Barcelona: Crítica.
Pág. 17.

40
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

ductor de café por excelencia. Allí la réplica de los


gabellotti sicilianos, los administradores de los fundos y
los burgueses han llegado a establecer una organización
formal para hacer chantaje a los propietarios y aterrori-
zar a los campesinos, la Cofradía de Mayordomos13.

De hecho, el cambio violento de la estructura de derechos de


propiedad era una señal de lo movible que se había tornado el
orden social en el campo a partir de la irrupción de bandoleros,
“pájaros” y guerrilleros. Una investigación de un caso particular,
el texto A sangre y fuego. La violencia en Antioquia, Colombia.
1946-1953 de Mary Roldan (2003), relata cómo durante el trans-
curso de La Violencia la primacía sobre el poder político evolu-
cionó de los hacendados tradicionales a una nueva clase de
poseedores de los aparatos de violencia. Para Roldan, la segunda
fase de la violencia en Antioquia (1949- 1953) que ocurrió en
los municipios periféricos del departamento, es un fenómeno
opuesto al de la primera fase (1946-1949) en el que lo que se
disputaba era el control de los puestos públicos por parte de la
clase política afiliada a uno u otro partido. La violencia del se-
gundo período estuvo marcada por el predominio de facciones
armadas que bajo la excusa de los ideales liberales y conserva-
dores, revolucionaron las luchas entre hacendados y colonos.
La descripción que Roldan hace de los hechos sucedidos en el
municipio del Tigre (Antioquia) ilustra el cambio en el sentido
del conflicto que tuvo lugar con la nueva primacía de grupos
armados por fuera de las alianzas políticas tradicionales:

Lo que había empezado como una lucha por la propie-


dad de la tierra entre los colonos y propietarios había
abierto el camino para que grupos armados (inicialmen-
te financiados con los terratenientes con la finalidad de
desalojar a los disgustados colonos que desafiaban su
autoridad) asumieran gradualmente el control sobre la

13
Eric J. Hobsbawm, (2001). Op. Cit. P-235.

41
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

hacienda y actuaran por su cuenta. Los grupos de “auto-


defensa” sin duda desalojaron a los colonos, pero tam-
bién provocaron ataques de la guerrilla liberal en la zona
y en última instancia crearon una situación de violencia
tan grave que los propietarios originales no pudieron ni
volver a tomar posesión de sus tierras ni atraer mano de
obra para trabajarlas. Para los terratenientes locales, la
lección de El Tigre era clara: habilitar a grupos armados,
especialmente a aquellos que podían justificar sus acti-
vidades violentas mostrándose como aliados del gobierno
departamental en una zona caracterizada por luchas por
la propiedad y la mano de obra, era sencillamente una
estrategia demasiado arriesgada para ellos, incluso a pesar
de ser conservadores14.

La regulación violenta por parte de bandas armadas en las co-


munidades no guardaba una preocupación seria para el nivel
central de gobierno. Era cierto que se habían salido de control
de las élites locales que funcionaban como canales de comunica-
ción entre el Estado y los partidos con la población, pero en la
medida que las bandas armadas, a excepción de los esmeralderos,
no contaban con una fuente de capital apreciable, podían ser
sometidos por el ejército o la policía e incluso podían ser coop-
tados desde el centro mediante alianzas políticas que recompo-
nían la estructura de poder político en las regiones. La capacidad
de coerción de los mediadores armados quedaba limitada por
su propia naturaleza de fuerza social depredadora en regiones
que pasaban por un estancamiento económico con respecto a
los centros más poblados. Eran los años setenta, el país había
experimentado un radical proceso de modernización. Ocurrieron
las tasas de crecimiento económico más altas de la historia, la
industria y el sector servicio ganaron peso sobre el total de la
producción nacional, se construyó la base de la infraestructura

14
Mary Roldan, (2003). A sangre y fuego. La violencia en Antioquia, Colombia. 1946-
1953. Colombia: Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Fundación para
la Promoción de la Ciencia y la Tecnología. Págs. 197-198.

42
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

vial, la población se urbanizó y en general se dio un proceso de


modernización de la sociedad. El poder político desde las ciuda-
des ganó primacía sobre las élites del campo. Los votos y la
riqueza de lo urbano marcaron una tendencia hacia la consolida-
ción de un Estado central con mayor capacidad de controlar lo
que sucedía en las regiones y de definir las leyes y el modelo
económico que configuraban la naturaleza de la sociedad.

Sólo con la llegada del narcotráfico podrían los grupos armados


disponer de suficiente capital para no depender de la producción
económica regional, que por esos tiempos se rezagaba frente al
auge de las grandes ciudades, y podrían además constituirse en
garantes de la prosperidad de la coca como producto clave de
muchas economías de frontera. Lo importante de resaltar las
estructuras de mediación violenta que se habían conformado en
las sociedades colombianas, es que obligan a tratar a los grupos
armados como un fenómeno sociológico que tiene sus raíces
antes de la aparición del narcotráfico, y a su vez obligan a tratar
al narcotráfico como un fenómeno cuyos requerimientos de ‘coer-
ción y protección’ se circunscriben en la dinámica de la crisis
del monopolio estatal de la violencia. De la misma manera,
afectan como nunca la capacidad de ‘coerción y protección’ del
Estado central, al disponer los aparatos violentos en las locali-
dades de recursos sin precedentes. Su análisis sobrepasa así el
tema delincuencial y se enmarca en temas relacionados con la
forma que adquiere la economía, la sociedad y la política en
aquellas comunidades dominadas por alguna forma extra o para-
estatal de coerción. De paso, en la medida en que se transfor-
maron en estructuras reguladoras de los empresarios del narcotrá-
fico, hicieron que la producción y contrabando de drogas como
tal, alcanzara en un momento dado a volverse un factor determi-
nante en el orden social, económico y político del país, tanto en
un nivel nacional como regional.

Sin embargo, el verdadero poder que se desprende del narco-


tráfico no llegaría de manera directa hasta las áreas rurales, y
mucho menos hasta los dueños de los aparatos violentos en las

43
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

regiones. Cuando se da su explosión hasta convertirse en un


fenómeno de dimensiones inusitadas en la economía nacional,
la primacía del negocio la llevan criminales que han asentado
sus principales áreas de operaciones en los núcleos urbanos, en
concreto aparecieron las organizaciones de Escobar y los Ochoa
en Medellín, los Rodríguez Orejuela en Cali y Rodríguez Gacha
en Bogotá. En ese período, posterior a los traficantes de mari-
huana de los setenta y algunos contrabandistas menores de co-
caína, el narcotráfico se caracterizó por ser un negocio llevado a
cabo por diversos carteles que a manera de grandes oligopolios
del crimen organizado competían más por expandir su tamaño
que por lograr un monopolio o por convertirse una organización
que regulara del mercado. Lejos estaban los aparatos de violencia
de estos carteles de parecerse a los grupos armados como auto-
defensas y guerrillas, que en actualidad regulan las diferentes
etapas del negocio.

La forma de los aparatos de violencia de las organizaciones


narcotraficantes de las grandes ciudades era la de bandas crimi-
nales, sin uniformes, armados con ametralladoras ligeras y armas
cortas, que funcionaban al estilo de guardaespaldas, asesinos a
sueldo y terroristas ocasionales. No necesitaban de tecnologías
de violencia o de terror más complejas. Sus exigencias eran
muy específicas, se debían a los requerimientos de los jefes de
las empresas narcotraficantes, que se orientaban hacia su pro-
tección personal, la eliminación de los competidores, el castigo
a otros empresarios para evitar el incumplimiento de los acuer-
dos o simplemente para poder incumplir los acuerdos sin temor
a retaliaciones. Durante la guerra de Escobar contra la extradi-
ción, y luego contra los ‘pepes’15, unos cuantos de estos apara-
tos se dedicaron a labores más sofisticadas de violencia. Los
sicarios de Medellín ejecutaron operaciones bastante complejas
de asesinato de jueces, funcionarios del gobierno, miembros de

15
Los PEPES ó ‘perseguidos por Pablo Escobar’ era el seudónimo bajo el cual se
agruparon los enemigos del capo de Medellín que pertenecían al mundo criminal.

44
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

las Fuerzas de Seguridad del Estado y atentados terroristas de


gran magnitud, que provocaron la muerte de centenares de víc-
timas inocentes16.

Aunque los grupos de sicarios y guardaespaldas que trabajaban


de la mano de los narcotraficantes, junto a los cuantiosos sobor-
nos que ofrecían a los funcionarios del Estado, fueron los meca-
nismos más usados para acceder a sus necesidades de ‘coerción
y protección’, en esa época aparecieron dos tipos de aparatos
armados y se dio la construcción masiva de redes clientelares
financiadas por los nuevos narcos, que en períodos posteriores
tendrían bastante incidencia en la consolidación de las empresas
privadas de protección. En primer lugar se crearon las famosas
‘oficinas de cobro’, donde los narcotraficantes y demás delin-
cuentes contrataban el uso de la violencia contra socios o con-
trapartes que se rehusaban a cumplir con las deudas contraídas.

En segundo lugar, el surgimiento de los paramilitares creó las


bases para la conformación de grupos armados en las zonas
rurales que ofrecían sus servicios de violencia al mejor postor.
La figura de los bandoleros y “pájaros” que habían quedado
como un resabio de La Violencia y que habían sido casi extermi-
nados por la Fuerza Pública, tendrían una nueva oportunidad
para actuar como mercaderes de la violencia en la definición
del poder político y económico de las regiones. La expansión
guerrillera y la práctica masiva de secuestros, el anticomunismo
y la flexibilidad internacional ante las violaciones de los derechos
humanos en el entorno de la Guerra Fría, las disputas electorales
en las localidades y la necesidad de los narcotraficantes de contar
con algún tipo de protección en sus nuevas propiedades rurales,
le daría una nueva forma a las bandas de asesinos y criminales.

16
Los atentados terroristas de Pablo Escobar bajo el nombre de los ‘extraditables’
fueron de tal magnitud, que solamente en el derribo del avión de Avianca y la
bomba del DAS alcanzaron a causar cerca de 200 víctimas civiles.

45
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Tradicionalmente se señala el inicio de los grupos paramilitares


en 1982 con la conformación del movimiento MAS (Muerte a
Secuestradores), como respuesta al secuestro de una hermana
del Clan de los Ochoa. Pero en la práctica resulta difícil precisar
en que momento aparecen los escuadrones paramilitares, en la
medida que conceptualmente no es claro lo que significa el
término paramilitar para el caso colombiano y en la medida
que, en la práctica, sus características rebasan o se quedan cortos
con respecto a las distinciones que comúnmente se le atribuye
al concepto. Se ha referido a los paramilitares como fuerzas que
el Estado organiza para llevar a cabo asesinato selectivo de opo-
sitores políticos, como grupo de mercenarios anticomunistas
propios de la Guerra Fría, como ejércitos secretos adscritos a un
grupo de interés como terratenientes o barones locales y como
bandas armadas al servicio de narcotraficantes. Lo cierto es que,
en el caso colombiano, existieron rasgos de cada una de las
definiciones, aunque estos rasgos variaban de acuerdo al mo-
mento histórico, a los actores involucrados y a las regiones donde
operaban.

Para efectos del tema de este artículo nos interesa un rasgo


particular de los grupos paramilitares, su subordinación inicial a
los empresarios del narcotráfico de las grandes ciudades. El grupo
paramilitar quizás más representativo de la década del ochenta,
las autodefensas del Magdalena Medio de Henry Pérez y Pablo
Guarín17, no pudo mantener por mucho tiempo su proyecto
contra-insurgente libre de la influencia de Rodríguez Gacha y
de Pablo Escobar, quienes habían encontrado en la región un
terreno propicio para refugiarse y dirigir sus transacciones cri-
minales y su guerra contra el Estado. Con todo y las constantes
fricciones que existieron entre los capos y los mandos parami-
litares, que acabarían con el asesinato del propio Henry Pérez y
la delación de varios de los narcotraficantes, el volumen del
dinero que provenía de las ciudades inclinó la balanza a favor

17
Algunos comandantes pudieron quedar al margen como Ramón Isaza y el “Águila”.

46
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

de los empresarios urbanos, quienes reclutaron a los grupos


paramilitares para cuidar las tierras que habían adquirido en las
zonas rurales, para protegerse del acoso de las guerrillas y para
satisfacer la demanda de violencia que implicaba el negocio.
Así, los paramilitares funcionarían como grupos armados que
garantizaban la seguridad de los miembros de las nuevas élites
rurales conformadas en el proceso de contra-reforma agraria18.
Los antiguos terratenientes y empresarios honestos encontra-
rían una fuente de protección ante la escalada de secuestro y la
extorsión por parte de las guerrillas, como lo describe Camacho:

En zonas del interior de la frontera agrícola, los procesos


de adquisición de tierra por los narcotraficantes se tradu-
cen no sólo en el mejoramiento objetivo de algunas ha-
ciendas ganaderas en las que introducen nuevas varie-
dades de insumos y productos, sino en la modificación
de los patrones de dominación local. Los nuevos terrate-
nientes son desde luego menos escrupulosos que los
viejos propietarios, y no tienen reparos en organizar
bandas armadas contra la insurgencia, sus supuestos sim-
patizantes o quienes son definidos como delincuentes, a
los que es preciso exterminar. No pocos ciudadanos acep-
tan esta modalidad de poder y justicia local, en la medi-
da en que así se pretende lograr una cierta tranquilidad
local19.

En tercer lugar, los recursos de los narcotraficantes y el poder


de intimidación de sus aparatos de violencia, permitieron que
algunos empresarios de la droga financiaran y en ocasiones

18
El término contrarreforma agraria ha sido citado en numerosos textos, pero sin
duda la investigación más seria sobre la apropiación de tierras por parte de
narcotraficantes es la realizada por Reyes. Alejandro Reyes. Compra de tierras por
narcotraficantes. En Drogas ilícitas en Colombia. Su impacto económico, político y
social. Editado por Ariel, PNUD y DNE. 1997. Pp. 279 – 346.
19
Álvaro Camacho Guisado, (2001). “Narcotráfico, Coyuntura y Crisis: Sugerencias
Para un Debate”. En Rafael Pardo (Ed.), El Siglo Pasado. Colombia: Economía,
Política y Sociedad. Bogotá: Red Multibanca Colpatria, CEREC. Pág. 541.

47
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

construyeran sus propios movimientos electorales con su res-


pectiva clientela. Bajo el control de políticos profesionales que
rendían cuentas a los jefes narcos, aparecieron estructuras orga-
nizadas que negociaban su influencia con los círculos de poder
del gobierno central, las altas cortes de justicia y los mandos
militares, para proteger a los empresarios de la droga o direc-
cionar la persecución de las autoridades hacia sus enemigos.
Eran estructuras políticas que iban más allá de los proyectos
delirantes de Ledher y Escobar para llegar a la presidencia, se
trataba de la infiltración sistemática de la clase política para
asegurar la inmunidad de las etapas del narcotráfico y la protec-
ción de sus jefes frente a la persecución de la justicia. El proceso
8000, liderado por el fiscal general, Alfonso Valdivieso, aunque
no logró tumbar al entonces presidente Ernesto Samper destapó
todos los vínculos existentes entre la clase política que manejaba
el país y las estructuras narcotraficantes que sobrevivieron a la
guerra narcoterrorista de Pablo Escobar. El cartel de Cali, de
manera opuesta a sus contrincantes de Medellín, había renuncia-
do a la violencia masiva contra los miembros del establecimiento
y había apostado a la cooptación de las instancias de poder.

Sin embargo, esta estrategia también demostraría ser insuficiente


ante la presión de Estados Unidos para que se persiguiera a los
jefes de Cali, luego que durante el proceso 8000 se hiciera eviden-
te su compleja estructura de vínculos con la clase política. En
1995 serían capturados Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela,
José Santacruz Londoño, Fanor Arizabaleta y Henry Loaiza, un
año después se entregaría Helmer Herrera, con lo que el grueso
del Cartel sería desmantelado. De esa forma, la muerte de Pablo
Escobar en 1993 y la captura de los jefes de Cali en 1995 marcaron
un cambio definitivo en la forma de las organizaciones narcotra-
ficantes del país, que conduciría hacia el desmantelamiento de
los grandes carteles de la droga o, lo que es lo mismo, hacia una
recomposición de las empresas oligopólicas descritas por
Krauthausen y Sarmiento (1991). Los grandes empresarios y gru-
pos dedicados al tráfico de drogas pasarían de una estructura de
redes organizada jerárquicamente a una estructura de redes

48
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

atomizada, menos visible a la persecución de las autoridades y


más readaptable frente a los golpes recibidos por las fuerzas de
seguridad u otros competidores20. En la medida que se daban
estos cambios en su estructura organizativa, ocurrían también
cambios radicales en los requerimientos de ‘coerción y protección’
del narcotráfico. El perfil más bajo de los nuevos empresarios
los hacia menos visibles pero a la vez eran más vulnerables a la
violencia ejercida por grupos armados de izquierda o de derecha,
o por otros delincuentes. El alcance de su infiltración en las
agencias del Estado se redujo considerablemente luego que se
destaparan las redes políticas que habían sido cooptadas por
los anteriores oligopolios de la droga, por lo que su influencia
en las decisiones políticas nacionales se vio tan limitado que no
pudieron evitar el renacimiento legal de la extradición. En conse-
cuencia, como ya no contaban con los aparatos armados que en
su época ostentaran Escobar o Rodríguez Gacha, ni con la red
de influencia sobre la clase política que tejieron los miembros
del Cartel de Cali, sus requerimientos de ‘coerción y protección’
quedaban ahora en manos de los grupos de autodefensas y de
las guerrillas que controlaban el poder local donde estaban ubica-
das las posesiones de los narcotraficantes y las sitios de produc-
ción y transacción de drogas. Los ejércitos que estos guerreros
en las áreas rurales y semiurbanas habían construido durante
hacia más de una década tenían ahora una oportunidad única
para hacerse al control del negocio.

De alguna manera, hasta cuando el Cartel de Cali mantuvo su


vigencia como organización criminal, los narcotraficantes media-
ron como terceros en la lucha que existía entre guerrilla y para-
militares. La captura de los hermanos Rodríguez Orejuela, junto
a la explosión de denuncias por sobornos de los narcotraficantes
a la clase dirigente del proceso 8000, agudizó además el carácter
desorganizado de la relación entre narcos y grupos de poder en

20
Andrés López y Álvaro Camacho Guizado. From smugglers to drug-lords to
“traquetos”: changes in the Colombian illicit drugs organizations. Bajado de: http:/
/www.nd.edu/~kellogg/pdfs/LopeCama.pdf.

49
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

los cuerpos de seguridad. En Colombia, a diferencia de México,


donde el poder de los narcotraficantes está subordinado al poder
de las élites políticas y económicas mediante jerarquías verticales,
las alianzas entre delincuentes y miembros de las agencias de
seguridad no presentan una estructura jerarquizada (Resa, 2001).
Los equilibrios de poder y las cadenas de mando y subordinación
son volátiles, dependen de quién logre imponer sus reglas de
juego durante un momento dado. Las alianzas se dan entre actores
que coinciden en una zona, un operativo o un corredor geográ-
fico determinado en la lucha contra un enemigo común (guerrilla
y/o delincuentes menos organizados), al tiempo que se pacta la
renuncia a perseguir determinada criminalidad, básicamente
narcotráfico y extorsión por protección, a través de sobornos a
miembros de la fuerza pública.

En adelante los empresarios de la droga estarían subordinados


a quien ejerciera el control territorial y pudiera proteger sus
operaciones delictivas. Pero a cambio de la protección las orga-
nizaciones de narcotraficantes estaban obligadas a ceder el grueso
de las ganancias del negocio. El camino para la ruralización de
las grandes fortunas del narcotráfico estaba despejado.

El hecho que el narcotráfico en una primera instancia hubiera


funcionado bajo el mando de los grandes carteles urbanos, que
luego fueron desmantelados, y hubiera terminado en pequeños
carteles y células operativas subordinadas a ejércitos rurales,
responde a toda una lógica económica y sociológica. En las
ciudades era donde existía un aparato económico lo suficiente-
mente grande para absorber los ingresos del narcotráfico, pero
en el largo plazo la visibilidad y la competencia con proyectos
de modernización que eran excluyentes con proyectos criminales,
hacían vulnerables a los jefes de los carteles. El mantenimiento
de una supremacía en el poder del negocio ilegal de las drogas
no dependía solamente de la mayor acumulación de capital,
dependía también de las condiciones sociales que determinaban
la forma que adoptaban las empresas privadas de ‘coerción y
protección’ encargadas de regular el narcotráfico. Y no se trató

50
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

de la extinción de las grandes empresas oligopólicas, este tipo


de organizaciones son indispensables para garantizar las econo-
mías de escalas óptimas en el negocio del contrabando de drogas,
sino de la aparición de súper estructuras armadas que además
de prestar sus servicios de ‘coerción y protección’ asumieron
dentro de sus funciones aquellas relacionadas con la de las gran-
des empresas oligopólicas. Involucrarse con el narcotráfico no
era una opción, guerrillas y autodefensas tenían que hacerlo
para garantizar los flujos de recursos que les permitieran la finan-
ciación de sus ejércitos, una condición indispensable para sobre-
vivir como organización en la guerra. Quien no se involucrara
simplemente era aniquilado por sus enemigos, los que ahora
sobraban con la avalancha de dinero de la droga para armar
ejércitos.

El poder que alcanzaron guerrillas y autodefensas, gracias entre


otras variables a los recursos de la droga, en últimas estaba
determinado por su capacidad de apropiarse del Estado en las
diferentes comunidades del país. Entre mayor fuera el volumen
de población, la riqueza de las economías locales y la extensión
de los territorios controlados, mayor era la influencia de su po-
der. Para ello necesitaban de un aparato coercitivo que además
de ser capaz de proteger a la población de otros ejércitos con-
trincantes y de los propios delincuentes que la sociedad produce,
fuera capaz de extraer suficientes recursos de las comunidades
dominadas y de disuadir a la población de seguir los parámetros
de justicia y el orden social que les interesaba imponer, bien
fuera como un proyecto guerrillero o como un modelo de control
de autodefensa. Los requerimientos de ‘coerción y protección’
del narcotráfico tenían entonces un referente paralelo en el sen-
tido que el conflicto tenía para los guerreros, la producción de
violencia para regular transacciones sociales de toda índole en
las comunidades. El texto de Krauthausen y Sarmiento (1991)
señala de manera muy acertada la racionalidad que existía tras
la conformación de empresas oligopólicas para regular las etapas
intermedias del negocio del narcotráfico. También señala la forma
racional en que los empresarios de la droga hacían uso de la

51
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

violencia y de la infiltración en los cuerpos de seguridad del


Estado, para incrementar la rentabilidad y disminuir los riesgos
de persecución personal y de interceptación de las transacciones
del negocio. Pero este texto fue publicado en 1992 cuando toda-
vía guerrillas y autodefensas no habían alcanzado las dimensiones
de poder que alcanzarían unos pocos años después, por lo tanto
no incluye la siguiente evolución en la racionalidad del negocio
de drogas: la hegemonía por parte de organizaciones que poseen
el monopolio en un territorio de ‘la coerción y la protección’
sobre las empresas oligopólicas. Indistintamente si en un territorio
los guerreros son los propietarios de las empresas oligopólicas,
o si son sus reguladores a cambio de un excedente en los precios
de transacción, las ganancias están garantizadas y los riesgos
pueden asumirse sólo cuando los individuos u organizaciones
narcotraficantes funcionan bajo el manto de aprobación de los
empresarios privados de ‘la coerción y la protección’.

Lo que sucede luego de 1992, año hasta donde abarca la investi-


gación de Krauthausen y Sarmiento (1991), es que la racionalidad
económica del narcotráfico evoluciona y se inserta como un
apéndice en la racionalidad que determina la configuración del
Estado regional en Colombia en el contexto del conflicto interno.
Las expectativas de ingresos del negocio comienzan a ser parte
de un juego de poder de actores colectivos más organizados y
complejos, donde el éxito no se reduce a colocar mercancías
ilícitas en mercados internacionales, sino que se expande hacia
la conversión de las ganancias de la droga en ejércitos y aparatos
políticos capaces de controlar poblaciones y territorios enteros.
Y la racionalidad económica funciona en la otra vía, la de las
ventajas que poseían los guerreros para hacerse a la primacía
sobre las empresas oligopólicas. Autodefensas y guerrillas encon-
traron en sus tecnologías de ‘coerción y protección’ todas las
ventajas dadas para subordinar a los empresarios de la droga
dentro del esquema de funcionamiento de sus organizaciones.
Tenían la disponibilidad y el conocimiento de aparatos adminis-
trativos al margen de lo legal, ya que manejaban la burocracia y
el presupuesto público de los municipios; tenían los contactos

52
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

con las redes urbanas que manejaban las etapas del negocio
que sucedía en las ciudades, de hecho, muchas de estas redes
les pertenecían o eran protegidas por sus estructuras urbanas
de ‘oficinas de cobros’; tenían la mayor influencia política en la
región en la medida en que ellos eran el poder político, por lo
que eran inmunes a la persecución del Estado local, además de
que contaban con influencia en los círculos centrales de poder;
tenían el capital suficiente para financiar las diferentes etapas
del negocio, puesto que cobraban tributos a todos las transac-
ciones económicas; y tenían los aparatos de violencia que mono-
polizaban ‘la coerción y la protección’ sobre todas las transaccio-
nes ilegales que sucedían en su territorio. En suma, tenían todos
los componentes claves para controlar un negocio ilegal: con-
tactos, capital, inmunidad y violencia. Lo racional, tanto para los
guerreros como para los demás empresarios de la droga, era
entonces negociar los términos y los porcentajes de ganancia
para cada una de las partes de modo que fuera rentable para
todos, pero dejando en claro que quienes tenían el control y el
mayor porcentaje de las utilidades de las etapas del negocio
eran las guerrillas y autodefensas que protegían la producción y
las transacciones.

En la dinámica evolutiva del narcotráfico en Colombia que llevó


a que el control de las empresas oligopólicas se balanceara hacia
los guerreros, también influyó el hecho que su primacía contribuía
a la protección de un flujo de capital ilícito hacia regiones eco-
nómicamente rezagadas, lo que evitaba que en su proceso de
apropiación del Estado guerrillas y autodefensas fueran simples
depredadores de la producción local. Su extracción de recursos
de las comunidades era funcional a los intereses de la población,
garantizaban la prosperidad de la economía de las drogas y,
directa o indirectamente, muchos en lo local sacaban provecho
de estos recursos. Así, era de esperar que en un proceso de
definición del Estado en comunidades fragmentadas, sucediera
una subordinación del narcotráfico hacia los aparatos armados
más poderosos, en la medida que el narcotráfico era un negocio
proclive a formas muy violentas de regulación como aquellas

53
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

que surgieron cuando los ejércitos de guerrillas y autodefensas


entraron a disputar el control de territorios.

Tampoco hay que interpretar la mezcla de violencia y depreda-


ción como una anormalidad colombiana, un resumen de los
diferentes modelos utilizados para explicar el origen de los Es-
tados modernos revelaría que todos incluyen algo de estos com-
ponentes (Rasler y Thompson, 1989)21. Ni que decir de los actuales
Estados en crisis que están surgiendo de las guerras internas en
África Subsahariana y los Balcanes. Lo que surge como un fenó-
meno particular de Colombia, y que merece una análisis más
profundo, es la adaptación que han experimentado los bandos
de guerreros a raíz del requerimiento de ‘coerción y protección’
que demandaba el narcotráfico como una empresa criminal fun-
damental de la vida económica y social de muchas regiones, así
como los recursos que genera para fortalecer los aparatos de
guerra. Este análisis de los actores de la guerra puede dividirse
en la formación de dos tipos de ejércitos, él de las guerrillas y él
de Señores de la Guerra, que aunque fueran muy similares en
sus formas de financiación y en su uso de la violencia, tienen
significados históricos muy diferentes, formas opuestas de orga-
nizar la sociedad e intereses encontrados con respecto a las
relaciones que entablan con los empresarios de la droga.

Como se ha mencionado previamente, el primero de estos ejér-


citos compuesto por grupos guerrilleros, básicamente las FARC
y el ELN, tienen un origen anterior al fenómeno del narcotráfico.
En un sentido estricto, están lejos de ser empresarios de la droga,
en la medida que la acumulación de recursos a través de activi-
dades ilícitas no es un fin en sí mismo de la organización sino
un medio para la toma absoluta del poder nacional. Pero a la
vez, no hay duda que han apelado a directamente al tráfico de
cocaína, como lo demuestran los procesos que se siguen en la

21
R. Rasler & W.Thompson, (1989). War and the state making. The shaping of the
global powers. Studies of international conflict. London: Boston Unwin Hyman.

54
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Fiscalía al ‘negro’ Acacio por la venta de cocaína y más diciente


aún de la relación que existe con el negocio de las drogas, es el
crecimiento de estas organizaciones a raíz de su financiación
con algún tipo de transacciones vinculadas al narcotráfico. En
efecto, desde que el narcotráfico entró en escena, le ha permitido
a las FARC y al ELN disponer de cuantiosos recursos para expandir
sus ejércitos y su control territorial. Sólo así pudieron financiar
su avance hacia regiones más integradas a los circuitos económi-
cos nacionales, donde a su vez podían extraer mayores recursos
a través del secuestro y la extorsión. De unos centenares de
combatientes pobremente apertrechados, cuyo armamento de-
pendía del robo de obsoletos fusiles y carabinas que hacían en
audaces emboscadas al ejército y la policía, pasaron a tener una
tropa superior a los 20.000 hombres armados con modernos
fusiles, ametralladoras, RPG y toda una tecnología de armas de
fabricación propia, que les permite enfrentar al ejército en com-
bates de movimiento. En 1998, la capacidad del aparato de guerra
de las FARC quedó demostrada cuando llevaron acabo operacio-
nes contra el ejército como Patascoy y las Delicias.

La relación de las guerrillas con el negocio de las drogas guarda


los rasgos del mismo dilema que mantienen con ciertas pobla-
ciones, en donde los intereses por extraer recursos para fortalecer
el ejército en su objetivo de toma absoluta del poder nacional
puede ser contrario a los intereses de los habitantes que están
bajo su control. En el caso del narcotráfico, la extracción de
recursos para financiar la guerra es contraria a la acumulación
de capital por parte de los empresarios de la droga, su objetivo
no está trazado en la posibilidad de disponer de un consumo
conspicuo o en la construcción de conglomerados de inversio-
nes legales desde las posibilidades que le ofrecen las facciones
armadas a un narcotraficante, sino que el grueso de los recursos
se invierte con un propósito muy específico: reclutar hombres y
adquirir armas para tomarse el Estado y cambiar su naturaleza.
En el mediano plazo los narcotraficantes que habitan y operan
en territorios de las FARC o el ELN, se ven obligados a entregar
sus riquezas ante las amenazas de las guerrillas o a financiar la

55
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

llegada de grupos de autodefensas que cobran una proporción


más racional de sus ganancias y se adecuan a sus aspiraciones
como empresarios de la criminalidad. Es por esta razón que el
grueso de la subordinación de los empresarios del narcotráfico
a la guerrilla ocurren en las etapas iniciales del negocio, donde
todavía no existen grandes empresarios y organizaciones sino
iniciativas individuales o pequeñas empresas de cultivos de coca
y laboratorios de procesamiento de pasta y base. Los individuos
que no están amparados por el poder de organizaciones fuertes
son más vulnerables a la depredación de un grupo guerrillero, y
de hecho, necesitan su presencia para que actúen como una
tercera parte encargada de la regulación de los derechos de
propiedad, de las transacciones y de los precios. De esa manera,
las guerrillas se hicieron al control de uno de los eslabones
competitivos del negocio, compuesto por los productores de
hoja, pasta y base de coca.

En las fases subsiguientes del narcotráfico, los individuos que


han construido organizaciones más complejas, propias de las
etapas de transformación y comercialización de estupefacientes,
necesariamente habrán tenido que estructurar aparatos armados
que podrían ser utilizados en caso de amenazas de algún grupo.
Por lo que estarán en una posición más favorable que los indivi-
duos o grupos pequeños para negociar un porcentaje de las
ganancias de su negocio por la protección que reciben a cambio.
Deben además garantizar grandes flujos de ingresos para pagar
a los miembros y empleados de la organización, por lo que
están obligados a negociar menores descuentos en las ganancias
brutas para cubrir sus gastos operativos. Así pues, la relación de
las guerrillas con los empresarios de las etapas oligopólicas del
negocio, son más tensas y su negociación depende de un pulso
constante de poderes entre las partes.

También influyen las marcadas diferencias en la ubicación


geoestratégica de las guerrillas y de las autodefensas con res-
pecto a las regiones donde ocurren las diferentes etapas del
narcotrafico. Mientras que las FARC y el ELN se hallan en zonas

56
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

por lo general aisladas de los puertos de embarque para hacer


tránsito hacia los mercados internacionales (básicamente
Norteamérica y Europa), los grupos de autodefensa poseen el
punto final de los corredores de drogas en la Costa Caribe y en
el Pacífico, teniendo mayor predominio territorial sobre zonas
consideradas de embarque de cocaína como Tumaco y Buena-
ventura. El hecho que la guerrilla controle las zonas donde se
produce la base y la pasta de coca, y que las autodefensas do-
minen el grueso de las zonas de transformación y comerciali-
zación, determina que el pulso de la negociación entre los dos
tipos de empresarios de la droga, competitivos y oligopólicos,
se relacione usualmente con las fronteras de control territorial
entre los dos grupos armados, que en últimas definen los pre-
cios del intercambio.

El control de la guerrilla sobre regiones donde ocurren las fases


iniciales del negocio tiene una consecuencia adicional en la
dinámica del conflicto que rebasa lo estrictamente económico,
en el sentido de la capacidad de generar recursos para financiar
el ejército. Tan importante como la disponibilidad de recursos
para adquirir armamento moderno en la estrategia de expansión
territorial de las FARC y el ELN, ha sido la aparición del fenóme-
no de los cocaleros que actuó y sigue actuando como válvula
de escape para la población expulsada en el proceso de contra-
rreforma agraria. El éxito de la erradicación de cultivos de coca
en Bolivia y Perú y la producción de variedades de hojas de
coca adecuadas a las condiciones de los bosques tropicales de
Colombia, hizo que el país se convirtiera en el principal productor
mundial. Rocha estimó que “para 1998 los cultivos ilícitos ha-
brían tenido una producción valorada en US$ 301 millones,
equivalentes al 5.5% del PIB agrícola de las regiones producto-
ras. Allí también habrían generado 57.000 empleos directos, es
decir, cerca del 6.7% del empleo agrícola”22. En zonas de fronte-
ra agrícola y colonización, donde las guerrillas ejercen como

22
Ricardo Rocha, (1999). La economía colombiana tras 25 años de narcotráfico. Bo-
gotá: UNDCP. Pág. 33.

57
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

estado, el porcentaje era aún mayor. En Putumayo, Guaviare y


Vichada representaron el 45% del empleo agrícola. Para la gue-
rrilla el fenómeno de campesinos sembradores de coca o
cocaleros significó no solamente una nueva fuente de ingresos,
sino una poderosa base social desde donde articular su lucha
contra el Estado. Los paros campesinos de 1996 auspiciados por
las FARC mostraron que su fuerza social era capaz de inmovilizar
tres departamentos.

Por su crecimiento y exclusión de los servicios básicos del Estado,


los cocaleros y demás base social pobre que se gana la vida
alrededor de la producción de narcóticos, pasó a constituirse un
elemento importante para definir los resultados del conflicto.
Dado que el Estado no puede encargarse de regular actividades
criminales, que serían condenadas por la comunidad interna-
cional, las oportunidades están servidas a facciones armadas del
estilo de guerrillas y autodefensas. En adelante, contarían con
una población que superaba el millón de habitantes ubicadas
en la frontera agrícola del país en busca de un agente que haga
las veces de Estado. Lo que equivalía a cuidar la seguridad de
las comunidades, aplicar justicia, organizar los servicios básicos
y evitar la especulación de los precios de la coca, a cambio del
pago de un tributo periódico.

El mejor ejemplo de la incapacidad del Estado para regular las


transacciones y los proyectos colectivos de las sociedades
cocaleras son las declaraciones de los propios miembros de las
Fuerzas Armadas, que reclaman la acción de otras agencias al
realizar operaciones de recuperación de territorios que funda-
mentan su existencia en la producción y comercio de la coca. El
7 de septiembre de 2002 en un artículo del periódico El Tiempo
el comandante de la Brigada Móvil Número 7, Coronel Jairo
Rodríguez Sarmiento, aseguraba que la recuperación de Mira-
flores, un municipio dominado por las FARC-EP, no se hacía por
la falta de acción integral de otras agencias del estado. Él argu-
mentaba: “si fuera por llegar a Miraflores, ya lo habríamos hecho.
El problema es permanecer allá y eso se debe hacer en conjunto

58
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

con el Gobierno. Junto con la tropa deben llegar obras sociales


e instituciones como la Defensoría, el ICBF, los jueces. Hay que
retomar la confianza de la población civil”23. En operaciones
realizadas durante el primer semestre de 2004, el Ejército final-
mente recuperó el dominio militar de Miraflores. Pero tal como
lo advirtió el Coronel Rodríguez la recuperación del territorio
fue incompleta en la medida que el resto del Estado no llegó. Lo
más preocupante es que la población local, que depende exclu-
sivamente de la coca, ha empezado a abandonar el municipio.
El 9 de junio de 2004, El Tiempo tituló un reportaje con el
encabezado “El ocaso de Miraflores”, donde narraba cómo con
la llegada de las fuerzas militares a reprimir el negocio de la
coca se había producido una quiebra económica general de la
población, al punto de tramitarse una iniciativa legal para redu-
cir la categoría de Miraflores a corregimiento. Y en un reportaje
posterior (agosto 21 de 2004) titulado “Miraflores pasó de ser la
opulenta capital mundial de la coca a un municipio que se muere
de hambre”, los habitantes le solicitaron al gobierno que: “nos
flete un avión para salir de aquí y nos haga un canje por la coca
que tenemos enterrada. Si nos la compran o la canjean, la desen-
terramos”.

El segundo tipo de ejércitos, por el contrario, tiene una relación


más estrecha con el negocio de las drogas, sus empresarios y sus
inversiones en las economías locales. De hecho, muchos de los
comandantes y jefes políticos que iniciaron la construcción del
proyecto de las AUC, eran previamente narcotraficantes puros,
incluyendo a los hermanos Fidel y Carlos Castaño, quienes en la
década de los ochenta se movían a sus anchas en la estructura
del Cartel de Medellín. Otros conformaron sus primeros aparatos
armados para proteger de la guerrilla a los hacendados y ganade-
ros, entre los que se contaban los narcotraficantes que invirtieron
en grandes predios rurales y que propiciaron todo el fenómeno

23
El Tiempo - Conflicto Armado. Las FARC instituyeron un ‘paraestado’ en Miraflores
(Guaviare). Bogotá, 7 de septiembre de 2002.

59
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

de la contrarreforma agraria. Su aparición responde a su vez al


proceso de traslado de la primacía del narcotráfico desde las ciu-
dades al campo. A diferencia de los grandes centros urbanos,
donde no poseían el control absoluto de un complejo sistema de
redes sociales, en las áreas semiurbanas y rurales los grandes
capos podían contar con la protección de sociedades más atrasa-
das, habituadas a un modelo de dominio patronal. El atraso polí-
tico y económico del campo ofrecía la posibilidad de disponer de
clientelas que eran funcionales a la seguridad de la actividad cri-
minal, si se contaba con el poder político y con una base social
propia dependiente de los recursos del narcotráfico o del presu-
puesto y las oportunidades laborales de la administración públi-
ca. El flujo de dinero desde las redes establecidas en las ciudades
durante la etapa de los carteles de Medellín y Cali, a su vez les
permitió desarrollar todo un sistema de inversión de los capitales
repatriados. Bien fuera mediante la infiltración en proyectos y
empresas legales en lo urbano o bien fuera mediante la apropia-
ción del sector productivo rural, de acuerdo a la capacidad de
absorción de lavado de cada economía, desde la caída de los
grandes carteles, los Señores de la Guerra se convirtieron el eje
de los servicios de ‘coerción y protección’ que requería la estruc-
tura económica de las inversiones del narcotráfico.

La disponibilidad de un aparato de coerción capaz de someter a


los otros competidores, como narcotraficantes, políticos, gamo-
nales y la misma fuerza pública, y de garantizar el cumplimiento
de los derechos de propiedad y los contratos, era una condición
indispensable para la prosperidad del negocio. Los ejércitos pri-
vados en las áreas rurales y semiurbanas, articulados alrededor
de la financiación de actividades criminales, terminarían por
adquirir la primacía sobre el tráfico de drogas, y más importante
aun, llevarían a que lo delincuencial adquiriera un trasfondo
eminentemente político. En adelante, muchos criminales dejarían
de pensar puramente en lo delincuencial y tendrían que con-
centrarse en la forma de organizar las sociedades locales para
poder garantizar su prestigio y su supervivencia como figura
ascendente en su comunidad.

60
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Fue así que durante el mismo período en el que las autoridades


desmantelaron los grandes carteles, Carlos Castaño recogía la
cosecha de varios años de construcción de un verdadero ejército
y superaba la subordinación que los paramilitares habían expe-
rimentado a mano de los narcotraficantes, las Fuerzas de Segu-
ridad del Estado, los caciques políticos y demás figuras de poder
en las comunidades. Se había producido la transformación de
los grupos paramilitares en ejércitos privados al servicio de Seño-
res de la Guerra. Ahora no se trataba de grupos armados subor-
dinados a otros poderes, eran ejércitos de combatientes con
una doctrina, identidad simbólica (uniformes, escudos, himnos,
etc.) y armamento de guerra, que garantizaban la primacía de
sus jefes sobre el poder local. En el propio discurso de sus
miembros se hace manifiesto el cambio, se hacen llamar autode-
fensas y niegan su carácter de paramilitares. En las escuelas de
formación del Bloque Central Bolívar, por citar sólo un caso, le
repetían a los nuevos reclutas en las clases de formación política:
“Las autodefensas son un grupo político, militar, antisubversivo,
al margen de la ley, anticomunista, antiterrorista que busca la
paz del país. Las autodefensas no son paramilitares; ellos eran
los de antes, los que hacían masacres y mataban gente inocen-
te. Nosotros sólo matamos guerrilleros”24.

Desde la supuesta muerte de Fidel Castaño en 1994, y la llegada


al liderazgo de las ACCU25 de su hermano Carlos, los grupos
paramilitares adquirieron su verdadera dimensión de propieta-
rios del Estado en muchas ciudades pequeñas, municipios y
zonas rurales del país. Su naturaleza de facciones armadas de
los capitalistas rurales y narcotraficantes evolucionaría hacia ejér-
citos que imponen la seguridad, capturan los excedentes de la
producción lícita e ilícita, administran la justicia y garantizan la
supremacía de sus comandantes en lo local. Indistintamente de
su origen, como narcotraficantes, paramilitares, políticos, militares

24
Publicado en El Tiempo – conflicto armado. Las Autodefensas Unidas de Colombia
entregaron a 13 menores de edad en Santander. Bogotá, diciembre 14 de 2002.
25
Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá.

61
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

retirados o simples asesinos, los Señores de la Guerra se trans-


formarían en nuevas élites rurales. Ahora serían los dueños de
los ejércitos quienes subordinarían al poder político, económico
y social. Incluso, la naturaleza de la relación entre aparatos ar-
mados irregulares y las Fuerzas de Seguridad del Estado, se
trastocó. De ser los encargados de las desapariciones, masacres,
amenazas y el resto del ‘trabajo sucio’ bajo el mando de los
militares, pasaron a incidir en la dirección del aparato de com-
bate de las Fuerzas Armadas del gobierno. Apelando a la máxima
de Patton de ‘no conozco al primer general que haya resistido
un cañonazo de 200.000 dólares’, los Señores de la Guerra sobor-
nan a los oficiales responsables de las acciones militares para
orientar sus acciones de acuerdo con sus objetivos militares estra-
tégicos. Las FARC, como ejército, constituyen sin duda un aparato
de guerra superior a cualquier bloque de autodefensas, pero
para los enfrentamientos entre combatientes los Señores de la
Guerra pueden hacer uso de las tropas regulares del Estado a
manera de un outsourcing, en vez de tener que construir ejérci-
tos más grandes con todos los costos que ello implicaría.

La posibilidad de construir una hegemonía sobre lo rural, esto


es constituirse en el poder de facto que regula la vida de las
comunidades, catapultaría a muchos individuos hacia un poder
por encima de los empresarios oligopólicos de la droga. El uso
de la violencia y de las relaciones con los cuerpos de seguridad
y la clase política del nivel central de gobierno, que se requiere
para garantizar las condiciones de dominio territorial que ejerce
un Señor de la Guerra, era apenas la agencia que necesitaban
los narcotraficantes para que una ‘tercera parte’ dirimiera en las
disputas entre las partes de un negocio ilegal y persuadiera a
los empresarios a cumplir los contratos pactados. Además, la
lógica de la guerra mostraba que el cuerpo de sicarios o de
guardaespaldas de un narcotraficante, por más poderoso y bien
equipado que estuviera, era un blanco fácil en el combate contra
una tropa en campo abierto. No era entonces, que los Señores
de la Guerra fueran instrumentales a los intereses de los empre-
sarios de la droga, sino que estaban obligados a la subordinación
si querían operar en sus zonas de control.

62
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

La mejor demostración de la supremacía del poder de los Señores


de la Guerra sobre los empresarios puramente narcotraficantes,
es que pese a haber sido solicitados en extradición por Estados
Unidos bajo cargos de conspiración para traficar cocaína, ni
“Don Berna”, ni Salvatore Mancuso han afrontado cargos fuera
del país por estar en el proceso de paz con el actual Gobierno.
Durante ese mismo período más de cien narcotraficantes que
no poseían ejércitos fueron extraditados, incluyendo los otrora
poderosos capos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela. La lec-
ción no podía ser más clara. El alcance del poder político de los
Señores de la Guerra es tal que pueden negociar su vinculación
más que probada con el tráfico de drogas dentro de los térmi-
nos del carácter político de sus aparatos de violencia.

Todo este poder de acumulación de capital protegido por un


proyecto de supremacía política en muchas comunidades del
país, está basado en el dominio de dos variables fundamentales:
la población y la tierra. El control de un territorio solamente es
efectivo cuando se despliega población leal sobre el terreno, sin
importar que la lealtad sea producto del terror o de la depen-
dencia de los medios de subsistencia, y no repose sobre los
acuerdos acerca de los principios políticos y morales que deben
regir la sociedad. Es así que el sentido de la apropiación desme-
dida de tierras por parte de los Señores de la Guerra guarda una
racionalidad política antes que económica. La rentabilidad de
los grandes latifundios es pobre cuando se compara con otros
negocios de las autodefensas como el narcotráfico y la extorsión.
La ganadería, los cultivos industriales y la finca raíz en el campo,
no son empresas que se distingan por su dinamismo al evaluar
su tasa de retorno, el riesgo de la inversión y demás indicadores
económicos. Pero la rentabilidad del control de territorios es
invaluable desde el punto de vista de la inmunidad ante la justi-
cia nacional e internacional cuando se trafica con drogas. Duffield
(1998) considera que en los nuevos conflictos internos, a los
que califica como conflictos postmodernos, el objetivo de las
facciones lideradas por Señores de la Guerra o redes de crimen
organizado no es la toma del Estado sino la posibilidad de

63
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

disponer de santuarios inmunes al control de los modernos Es-


tados Nación desde donde negociar con los grandes mercados
internacionales.

El éxito del poder político de los Señores de la Guerra en Co-


lombia es que han logrado disponer de santuarios de inmuni-
dad en las zonas rurales desde donde articular sus operaciones
criminales. La reclusión y la eliminación física de la generación
de los narcotraficantes de los carteles de Medellín y Cali, de-
mostraron que las ciudades eran lugares vulnerables para los
jefes del crimen organizado. Su presencia en un territorio no
controlado del todo, donde la protección de escoltas y los lujos
resaltaba su visibilidad, proporcionaba un blanco atractivo para
las autoridades. El aislamiento del campo proporciona un mejor
refugio para los jefes del crimen si cuentan con facciones arma-
das propias, influencia sobre las autoridades políticas y milita-
res locales, y los respectivos contactos vía soborno de instancias
centrales de gobierno. Pero no se trata de la connotación tradi-
cional del campo de territorios aislados, ordenados bajo la lógi-
ca de economías y sociedades agrarias, sino de las áreas de
influencia de municipios e incluso ciudades intermedias que a
pesar de su historia rural han generado aglomeraciones de po-
blación, mercados locales, servicios básicos e importantes fuen-
tes de trabajo no agrícola. Son regiones que han superado el
relativo atraso de sus economías primarias gracias a los exce-
dentes del narcotráfico. Y fue en estos territorios, mezcla de
cabeceras urbanas en crecimiento con su respectiva área de
influencia rural, que los Señores de la Guerra montaron la es-
tructura de su poder político, basados en la inmunidad de em-
presas criminales, y lo proyectaron a la escala nacional.

La prueba del éxito de la inmunidad de los santuarios rurales ha


quedado plasmada en los resultados de las fuerzas de seguridad
del Estado contra las facciones de autodefensa, que aunque
muestran bajas de combatientes y decomisos de armas y de
drogas, raras veces incluyen la captura de altos mandos de fac-
ciones. Quizá la captura más importante sea la de Juan Prada,

64
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

fundador de las Autodefensas Campesinas del sur del Cesar26,


que es muy probable que se deba más a presiones de otros
jefes de autodefensas que a un esfuerzo verdadero de los cuer-
pos de seguridad. De hecho, el final de los Señores de la Guerra
se debe con mayor frecuencia al ataque de otras facciones de
Señores de la Guerra, interesadas en competir por el dominio
de espacios inmunes. La desaparición de Carlos Castaño, así
como los asesinatos de Miguel Arroyave y alias “Doble Cero”,
por sólo mencionar los casos más sonados, fueron ante todo el
resultado de disputas territoriales entre las mismas autodefensas
o de fricciones al interior de los grupos.

La racionalidad del conflicto no es producto entonces del sim-


ple interés de una clase terrateniente por garantizar su hegemo-
nía sobre el principal medio de producción de las economías
agrarias: la tierra. Pese a que el proceso de expansión de las
autodefensas y la codicia misma de las individualidades exigen
la concentración de extensas propiedades, su racionalidad res-
ponde en últimas al control de poblaciones y territorios, desde
donde se articula todo el proceso de acumulación de capital a
partir de negocios ilícitos, en especial narcotráfico y corrupción
pública. Se es exitoso como un Señor de la Guerra por ejercer
como Estado sobre un mayor número de habitantes y regiones,
pero no por hacerse a la fuerza a un sinnúmero de haciendas.
Las nuevas propiedades, que en la práctica pueden ocupar exten-
siones tan amplias que aparecen en los mapas departamentales,
son ante todo un botín de guerra por el logro del control territo-
rial. La prueba que para los Señores de la Guerra es más impor-
tante el control de poblaciones y territorios que la concentración
de la tierra per se, es que al igual que las guerrillas han reconocido
en la base social de los cocaleros, un elemento de dominio
indispensable para ampliar su poder regional. Aunque no se
pretende cuestionar que una de las consecuencias de la guerra

26
Ver noticia en página Web del Ejército Nacional de Colombia:
http://www.ejercito.mil.co/detalleArticulo_Periodico.asp?numDocumento=7621
&idPagina=

65
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

es la agudización del problema agrario alrededor de ejércitos de


narcotraficantes que concentran las mejores tierras27 y guerrillas
que son funcionales a los intereses de los campesinos expulsa-
dos fuera de la frontera agrícola, en particular hacia el Suroriente
del país, dentro de la estrategia de las autodefensas juega un
papel importante la lealtad de los cocaleros como población
residente en territorios estratégicos. La matanza de la Gabarra
de 34 campesinos raspachines por parte de las FARC, porque
trabajaban en una hacienda cocalera de un jefe paramilitar, ad-
vierte la importancia que tiene para ambos bandos el control
mediante la violencia y la disuasión económica de este campe-
sinado pobre. En su autobiografía Mi confesión, Castaño relató
cómo se apoderó de los sembrados de coca del sur de Bolívar:

El ELN también perdió el control de la zona con esa


rapidez, a raíz de la condonación de la deuda que tenían
los campesinos con la guerrilla. Al llegar la Autodefensa,
reuní a los cultivadores de coca de la región y les dije:
“Por favor se organizan y por cada vereda se presenta
un delegado para una reunión importante”. A la cita
asistieron unos sesenta representantes. Según las cuentas
les debían al ELN más de cinco mil millones de pesos.
La guerrilla los había prestado para sembrar los cultivos

27
Durante las últimas dos décadas las mejores tierras se han concentrado en pocos
propietarios y en actividades de baja productividad. Bejarano et al. argumentan
que: “las organizaciones de justicia privada creadas a nivel rural por estos nuevos
propietarios con intereses en el sector agropecuario cumplen adicionalmente con
la función de amparar la compra de las mejores tierras, que en este momento
puede aproximarse a cuatro millones de hectáreas localizadas en 409 municipios.
Esta superficie sería más o menos la mitad de la tierra que el país dedica a la
actividad agrícola, que en total es de alrededor de ocho millones de hectáreas. El
incremento de los niveles de concentración de la tierra en pocas manos ha ocasio-
nado el desplazamiento de campesinos hacia la frontera agrícola y las ciudades. Las
tierras se han sobrevalorado, lo cual desestimula la entrada de empresarios agríco-
las y ganaderos al mercado. Asimismo, se ha apuntalado la tendencia hacia la
extensión de la ganadería en el país en detrimento de la agricultura y de los bos-
ques”. Bejarano et. al, (1997) Colombia: Inseguridad, Violencia y Desempeño Eco-
nómico en las Áreas Rurales, Fondo Financiero de Proyectos de Desarrollo –Fonade-
y Universidad Externado de Colombia, Bogotá, p. 85.

66
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

ilícitos. En la zona obraba un comandante subversivo


con el alias de “Gallego” al que conocían por “el gerente
del Banco Agrario” Aproveché la situación y les dije a
todos: “Señores, les dicen a todos los campesinos de la
región que la deuda ha quedado condonada”. La gente
hizo tremenda algarabía y festejó varios días. Entérese,
que tampoco todo es color de rosa y que el campesino
no nos quiere porque sí28.

Así como el pasado histórico de las comunidades donde actual-


mente dominan los grupos guerrilleros y los Señores de la Guerra,
está estrechamente vinculado a la naturaleza de sus ejércitos y a
la forma como ejercen su dominio, existe una región que por sus
características históricas ha desarrollado manifestaciones propias
en cuanto a la forma de proveer sus requerimientos de ‘coerción
y protección’. Se trata del área compuesta por aquellos municipios
donde se dio la colonización antioqueña y donde actualmente se
ubican las facciones que componen el Cartel del Norte del Valle.
Allí los mismos narcotraficantes fueron capaces de desarrollar sus
estructuras armadas, diferentes a los ejércitos de otras regiones
que poseen doctrina, un mando regular y una iconografía, pero
que resultan igual de efectivas a la hora de controlar sus territorios.
Las condiciones sociales de la región dispusieron que los ejércitos
se organizaran alrededor de asesinos a sueldos y guardaespaldas
que, sin ninguna mística, ni disciplina militar, ni uniforme, ni mando
organizado, fueron capaces de mantener el dominio de sus jefes
en las comunidades. Pese a que las guerrillas y las autodefensas
han intentado en numerosas ocasiones entrar a estos municipios
de forma permanente y ejercer un verdadero control territorial,
hasta ahora han fracasado porque estas bandas de asesinos sin
ninguna organización militar los han rechazado.

La raíz de los ejércitos de empresarios de la droga en el Norte del


Valle, que a su vez permitió la consolidación de los narcotraficantes

28
Mauricio Aranguren, (2001). Mi Confesión. Carlos Castaño Revela sus Secretos. Bo-
gotá: Editorial Oveja Negra. Pág. 254.

67
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

locales como una verdadera mafia, se halla en dos elementos de su


historia, muy relacionados entre si. Por un lado, la conformación
de una estructura social y económica en estas comunidades a partir
de la experiencia de la colonización cafetera, que se dio bajo pará-
metros diferentes a los de la estructura de hacienda que imperó en
la mayoría del resto de regiones del país29. Eran sociedades más
democráticas, más urbanizadas, más equitativas en sus relaciones
laborales, con mayor movilidad, con un clientelismo político que
había superado su fase puramente agraria y con un predominio de
campesinos propietarios que producían un bien con alta demanda
en los mercados internacionales, el café. La acumulación de capital
por el café luego permitió diversificar la producción agrícola local
gracias a las campañas de la Federación de Cafeteros, lo que con-
tribuiría a la expansión del consumo local y al establecimiento de
mercados internos que otorgaban unas condiciones de vida relati-
vamente prósperas en el contexto nacional. La llegada de los recur-
sos de la droga incluso empató con la conformación de esa diná-
mica regional que era afín al mejoramiento del bienestar local, tal
como lo relata Betancourt (1998):

Estas poblaciones, en un principio producto de la coloniza-


ción antioqueña y ligadas a la economía cafetera y a la
ganadera de leche, a partir de los años setentas entraron
en un proceso de diversificación de cultivos, sobre todo
de frutales, promovido por la Federación de Cafeteros,
proceso que fue retomado por las organizaciones de tipo
mafioso las cuales en los últimos diez años han generado
una gran transformación de la región en cuanto a la mejora
de la ganadería, la tecnificación, los nuevos cultivos, la
vivienda rural y una dinámica comercial y de la construc-
ción muy aceleradas30.

29
Fernando, Guillén Martínez, (1996). El poder político en Colombia. Bogotá: Editorial
Planeta S.A.
30
Darío Betancourt Echeverri, (1998). Mediadores, Rebuscadores, Traquetos y Narcos.
Valle del Cauca 1890-1997. Bogotá: Ediciones Antropos, Colección Historia y
Sociología. Pág. 132.

68
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Y por otro lado, la tradición de los “pájaros”31 que se gestó durante


la Violencia clásica, que incidiría en momentos posteriores sobre
el desarrollo de las tecnologías de producción de violencia en la
región donde posteriormente se ubicaría el Cartel del Norte del
Valle, y que daría lugar a las características de bandas de asesinos
a sueldo de las empresas privadas de ‘coerción y protección’ de
los actuales jefes del Cartel. Los “pájaros” eran una manera par-
ticular de ejercer la violencia, del estilo de criminales a sueldo
en zonas urbanas, muy ligados a los poderes económicos y
políticos de las localidades, diferente al carácter más subversivo
y reivindicativo de las clases campesinas de los bandoleros
(Sánchez y Meertens 2002):

Los “pájaros” eran, a su vez, verdaderos ‘asalariados del


delito’, ejecutores de la violencia planificada desde las
oficinas, los cargos públicos, los directorios políticos.
Era la característica modalidad de la violencia en el depar-
tamento del Valle, que en esos años ya se encontraba a
un nivel de desarrollo de la agricultura y de urbanización
mucho más avanzado que el de cualquiera de los demás
departamentos. Allí el régimen del salario se había gene-
ralizado de en tal forma que ni siquiera la práctica delic-
tiva le escaparía: por el ejercicio del delito se pagaba el
equivalente de un salario32.

Existía una violencia generalizada, de hecho el eje cafetero ha


sido una de las regiones con mayores tasas de homicidios en la
historia reciente de Colombia, pero sus manifestaciones tomaban
un matiz distinto al de la violencia organizada alrededor de un
cacique terrateniente que poseía la hacienda como instrumento

31
“Pájaro” era el término con que se hacía referencia a las bandas armadas afiliadas al
partido conservador, que con la tolerancia de las autoridades, asesinaban y deste-
rraban a los miembros del partido liberal durante el período de la Violencia. Toda-
vía en muchas regiones del país se usa este término para señalar a los guardaespal-
das de los jefes locales.
32
Gonzalo Sánchez y Donny Meertens, (2002). Bandoleros, gamonales y campesinos
el caso de la violencia en Colombia. Bogotá: El Ancora Editores. Pág. 159.

69
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

económico desde donde se organizaba el orden social de las


comunidades. Era cierto que las expropiaciones de tierra eran
usuales, sin embargo, estas expropiaciones se daban en un con-
texto donde la sociedad no era dependiente de sus relaciones
con los latifundistas para acceder a un ingreso ni para acceder a
los servicios básicos del Estado. Por ser más urbanas, por la
presencia de minifundios cafeteros y por poseer un capitalismo
más desarrollado, la mediación se daba a través de individuos
que dominaban sus comunidades ante todo como consecuen-
cia de su control violento del poder político mismo, básicamen-
te del control de las votaciones y de los cargos públicos. Pese a
que la tierra era un factor determinante de poder, en el sentido
que proveía los recursos para organizar los aparatos armados,
también existían otros factores igual de importantes. Por ejemplo,
la extorsión a los comerciantes, la corrupción con los recursos
públicos, el control de clientelas para asegurar los resultados de
una votación, también eran objetos de la presión armada de los
mediadores locales y sus bandas de “pájaros”.

Desde las postrimerías de La Violencia, se consolidaron en la


región estos mediadores violentos que al estilo de mafias
(Betancourt 1998) imponían su hegemonía sobre las comunida-
des, al tiempo que manejaban las relaciones políticas con el
gobierno central y las directivas partidistas, y predaban sobre la
economía local haciendo uso sistemático de la expropiación y
la extorsión.

Las organizaciones de narcotraficantes del Norte del Valle datan


de los inicios de los dos grandes carteles de Colombia en la década
de los ochenta, el de Medellín y el de Cali. La región contaba con
salidas estratégicas para sitios de embarques de cocaína en la
costa pacífica y de refugio de criminales en momentos de alta
persecución por las autoridades, que la hacían propicia para el
establecimiento de empresarios de la droga que controlaran los
municipios de la región. Atehortúa (1995), por ejemplo, relata la
entrada de Henry Loaiza a Trujillo a finales de los setenta, en
momentos en que todavía los caciques locales se disputaban con

70
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

sus asesinos el poder local pero que entraban en un ocaso inmi-


nente frente a la capacidad financiera de los nuevos competidores
y al avance de la guerrilla desde las cordilleras. En ese entonces,
las organizaciones narcotraficantes del Norte del Valle eran ante
todos grupos subsidiarios de los dos grandes carteles. Eran los
encargados del manejo de algunas rutas hacia el Pacífico, de la
operación de laboratorios, del cuidado del transporte de mercancías
e insumos, y de la provisión de asesinos a sueldos para acciones
criminales en otras zonas.

Sólo cuando el Cartel de Cali es reducido a organizaciones des-


articuladas sin su poderosa ascendencia sobre la clase política
nacional, surgió entonces el Cartel del Norte del Valle como una
de las principales organizaciones de empresarios oligopólicos
encargados de la producción y comercialización de drogas y el
lavado de activos. La entrada del ‘hombre del overol’33 a la Cárcel
de la Picota en Bogotá, lugar de reclusión de los hermanos
Rodríguez Orejuela, y sus amenazas contra los miembros del
Cartel de Cali para actuar autónomamente en el negocio, señalan
el momento histórico exacto cuando los narcotraficantes del
Norte del Valle se independizan de la subordinación de los demás
carteles, y comienzan actuar como una estructura clave para la
exportación de drogas y para la repatriación de capital ilícito
hacia las diferentes regiones donde se otorga algún tipo de valor
agregado al negocio.

La dinámica subsiguiente del Cartel del Norte del Valle sucede


en dos escenarios. En las áreas exteriores donde habitan sus
miembros, es decir fuera de determinados municipios de Quindío,
Valle del Cauca, Caldas y Risaralda, recurren a los servicios de
‘coerción y protección’ de autodefensas y guerrillas. Mientras

33
De acuerdo a Carlos Castaño en su texto Mi confesión el ‘hombre del overol’ era
Orlando Henao Montoya, de quién decía “el hombre más poderoso”. Las grabacio-
nes interceptadas a Helmer ‘Pacho’ Herrera y a Gilberto Rodríguez Orejuela confir-
man el episodio de la Cárcel de la Picota. Orlando Henao Montoya sería finalmente
asesinado por un hermano de Pacho Herrera en una prisión.

71
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

que en sus áreas raizales apelan a sus propios aparatos de ‘coer-


ción y protección’, han seguido las pautas de dominio político
de las regiones y de producción de violencia sobre una socie-
dad muy particular en el país, lo que está descrito en párrafos
anteriores.

El problema que encuentran los empresarios del narcotráfico


pertenecientes al Cartel del Norte del Valle, es que la naturaleza
de sus aparatos armados no les permite entablar negociaciones
de paz en los términos de narcotraficantes por motivos ‘políticos’
que adquirieron quienes poseían ejércitos del corte de bloques
de autodefensas que en su momento creó Carlos Castaño. Es
paradójico que por estar situados en regiones más democráticas
y desarrolladas, a diferencia de las sociedades cuasi feudales de
las sabanas de la Costa Norte o del Magdalena Medio o del
piedemonte llanero y amazónico, los empresarios de la droga
del Norte del Valle no hayan podido construir verdaderos ejércitos
con doctrina, mando e iconografía, y que por esta razón, sean
considerados por el Estado y la comunidad internacional como
‘narcotraficantes purasangre’. Todo esto a pesar que una com-
paración de sus características dentro de las distinciones concep-
tuales del término Señores de la Guerra, mostraría que cabrían
más en esta concepción que en la del término Mafia, en el
sentido que el alcance de su dominio traspasa el ámbito de
regulación de algunas transacciones en la sociedad y se enmarca
en el control absoluto del Estado en los municipios de la región.
Los jefes del Cartel del Norte del Valle intervienen como una
tercera parte en las disputas entre los miembros de la comunidad,
es decir prestan el servicio de justicia, se han apoderado de los
gobiernos locales, cobran impuestos por las transacciones eco-
nómicas que exceden determinado volumen, eliminan a los la-
drones y se hacen cargo de la seguridad de la población. Además,
definen quienes pueden vivir en la región y quienes deben
marcharse al exilio. Palabras más, palabras menos, asumieron el
papel de los tradicionales mediadores violentos de la región y
se convirtieron en la forma del Estado.

72
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Se les sindica también de no haber tenido un carácter contrainsur-


gente, cuando en realidad los jefes mafiosos del Norte del Valle
cumplieron un papel clave en la conformación de grupos
armados que contuvieran la entrada de grupos subversivos en
la región. La propia Vicepresidencia de la República sostiene en
sus informes sobre derechos humanos:

Con una presencia anterior a la de las Farc, el Eln se


asentó en el Valle con el frente Luís Carlos Cárdenas a
partir de 1984. Este frente amplió su presencia en los
municipios de Riofrío, El Dovio y Trujillo a lo largo de
dicha década, estableciéndose en la cordillera occidental.
Su expansión sufrió un grave traspiés entre 1989 y 1993
luego del accionar de los grupos paramilitares del cartel
del norte del Valle, que entraron en dura disputa por el
territorio, en especial la zona del Cañón de Garrapatas y
eliminaron el campesinado que podía servirles de apoyo34.

Entonces, ¿por qué no son considerados los jefes del Cartel del
Norte del Valle como empresarios de las drogas con un compo-
nente político, si el resto de cabecillas de grupos armados que
están sentados en Santafé de Ralito también están involucrados
directamente en el tráfico de drogas? Esto se debe en esencia
por la naturaleza de las empresas de ‘coerción y protección’ que
regulan las transacciones de los narcotraficantes del Norte del
Valle. Para la comunidad internacional y la opinión pública re-
sulta muy difícil de aceptar como sediciosos a un grupo armado
que no cumpla con un conjunto mínimo de apariencias que lo
proyecte como un ejército contrainsurgente, y que, por consi-
guiente, parezcan más bien bandas de asesinos al servicio de
los narcotraficantes locales.

34
Panorama actual del Valle del Cauca. Observatorio del Programa Presidencial de
Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario. Vicepresidencia de la
República. Bogotá, Enero 2003. Pág. 5.

73
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Esta dinámica la han percibido las dos principales facciones de


narcotraficantes del Norte del Valle, aquella compuesta alrede-
dor del liderazgo de ‘Don Diego’ y la compuesta alrededor de
‘Jabón’. Al respecto los reportajes de prensa informan sobre la
preocupación de estas dos principales facciones por crear estruc-
turas armadas similares a las de las AUC que están negociando
con el Estado, con todo y que se encuentran en una guerra a
muerte entre ellas:

Desde el 18 de diciembre del 2004, cuando 553 hombres


del bloque Calima dejaron las armas y el Valle creyó que
empezaba a librarse del fenómeno ‘para’, Los Machos y
Los Rastrojos, ejércitos privados de ‘Don Diego’ y ‘Jabón’,
respectivamente, encontraron el espacio libre para hacer-
se pasar como ‘paras’, y así buscar beneficios de la Ley
de Justicia y Paz y ganar poder de intimidación. Entonces,
pasaron a usar camuflados, a tener una línea de mando
más piramidal, a exhibir sus armas y aumentaron sus
patrullajes por las zonas de su influencia. “El espacio
que dejó el Calima lo usaron los capos para consolidar
una idea: inscribir sus bandas como autodefensas y ganar
espacio ante el Gobierno”, dice una analista del DAS35.

Incluso los archivos hallados a un lugarteniente de ‘Don Diego’


demuestran que su jefe estaba preocupado por construir un
ejército capaz de aparentar ante la opinión pública la imagen de
un proyecto político antisubversivo. En su puño y letra se hallaron
documentos donde enfatizaba la necesidad de un himno, uni-
formes, doctrina, campamentos y demás rasgos de un ejército
regular.

35
El Tiempo - Justicia. Advierten en el Valle del Cauca un sorpresivo renacimiento de
los grupos paramilitares. Agosto 7 de 2005. En:
http://eltiempo.terra.com.co/judi/2005-08-07/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-
2174252.html

74
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

4. Algunas reflexiones sobre los efectos políticos,


económicos y sociales del narcotráfico en Colombia,
a partir del concepto de ‘empresarios de la coer-
ción y protección’

[…] y que además genere unas empresas productivas


que den un estabilidad social y económica a todas las
personas de este país, especialmente a las personas del campo,
que han estado marginadas de la gran ciudad y de Bogotá,
que es donde se toman las determinaciones y las decisiones
del país sin consultar y sin conocer cuáles son los problemas
que tienen esas poblaciones rurales.
Salvatore Mancuso36

La anterior declaración de Mancuso muestra el trasfondo de la


violencia política en Colombia, el contraste entre un proyecto
modernizador que se quiere imponer desde las grandes ciudades,
principalmente Bogotá, para expandir las normas y principios
liberal democráticos de un mundo globalizado, con el proyecto
de Estado de los Señores de la Guerra y de la guerrilla que se
impone en las áreas rurales. Como se sostuvo en un artículo
anterior:

De todos los efectos políticos que ha tenido la irrupción


de los Señores de la Guerra, el que se adivina con mayor
trascendencia es la revolución en la estructura de poder
que causó la narcotización de las élites rurales, su apropia-
ción de las mayorías en el Congreso y el control de los
cargos públicos locales. La histórica disputa entre frag-
mentaciones regionales de poder que caracterizó al país
antes del Frente Nacional y que parecía que iba a ser
zanjada con su urbanización, adquirió una nueva forma

36
El Espectador. Salvatore Mancuso habla sobre el futuro de los ‘paras’ desmovilizados.
‘Lo ideal es crear una guardia nacional’. Entrevista por Enrique Rivas G. Bogotá,
domingo 7 de agosto de 2005.

75
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

bajo el liderazgo de ejércitos rurales que, soportados en


una estructura vertical que influye hasta a las altas instan-
cias de gobierno, moldean las decisiones políticas nacio-
nales de acuerdo al interés económico de una clase que
se ha especializado en el tráfico de drogas y la captura
de excedentes mediante la mecánica de ‘coerción y pro-
tección’. El sello de la historia política en el momento
actual es la tensión entre las fuerzas de las ciudades que
quieren orientar la estructura de poder político hacia la
construcción de una democracia y un capitalismo moder-
no versus las fuerzas del campo que quieren dispersar el
poder del Estado para construir gobiernos regionales
basados en la inmunidad de empresas criminales37.

Por consiguiente, las palabras de Mancuso no dejan de tener


una gran dosis de falsedad cuando manifiesta que el interés de
su proyecto político está centrado en la ‘estabilidad social y
económica’ de ‘todas las personas del campo’. La evidencia de-
muestra que el proyecto de Estado de los Señores de la Guerra
no sólo es excluyente e inequitativo, sino que sus instrumentos
de dominación son sumamente violentos y despóticos. Pero más
falsa resulta su afirmación de que las determinaciones y decisio-
nes del país se toman sin consultar a las regiones. La lista de
curules en la rama legislativa del Estado que en la práctica están
ocupadas por candidatos dependientes del poder local de las
autodefensas, supera el 35% del total del Congreso, según las
declaraciones del propio Vicente Castaño a la revista Semana.
Desde el mismo lugar donde se definen democráticamente las
leyes sobre la distribución del poder político nacional, los Señores
de la Guerra son capaces de ajustar las decisiones de la rama
legislativa de acuerdo a sus intereses. Todo este poder se ve
reflejado en la forma como se configura el orden social en la
suma de comunidades del país que son controladas por ellos,
pero que en el fondo reflejan las consecuencias sociológicas de

37
Gustavo Duncan. Op. Cit. Pág. 63.

76
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

la combinación del narcotráfico con nuevas formas de domina-


ción que son afines a la acumulación de capital a través del
negocio de las drogas.

En el resto de este artículo se analizan varios de los efectos


políticos y económicos que en la actualidad tiene el narcotráfico
desde la distinción realizada entre el concepto de crimen orga-
nizado y mafia. Esta distinción se utiliza para comprender hasta
donde llega el alcance delincuencial del fenómeno, que es la
empresa narcotraficante en sí misma, y hasta donde llega su
influencia en campos más complejos y amplios de las ciencias
sociales, como son la estructura de poder político y los cambios
que se experimentan en la naturaleza del capitalismo de muchas
regiones, que es una consecuencia de la expansión de las empre-
sas privadas de ‘la coerción y la protección’ hacia otras esferas
de la sociedad. En otras palabras, las consecuencias que se des-
prenden de la posibilidad de acumular capital suficiente para
conformar grupos armados que fundamentan su poder en la
apropiación de sociedades dependientes de los ingresos del
narcotráfico para mantener niveles básicos de ingresos y de
consumo local.

Lo primero que hay que recalcar en la comparación de los efec-


tos políticos y económicos del narcotráfico en las comunidades
bajo dominio de estructuras armadas irregulares, es el referente
que precede a su conformación. Antes de la llegada de la gue-
rrilla, las autodefensas o cualquier otro grupo violento, no existía
una verdadera democracia ni mucho menos un capitalismo mo-
derno en dichas comunidades. Eran regiones donde el orden
político pasaba sin lugar a dudas por la parte procedimental de
las democracias, había elecciones periódicamente, pero éstas
estaban mediadas por los intercambios propios de un sistema
clientelista desde donde se definía el acceso a la burocracia
pública de la clase política y el acceso a los servicios del Estado
de la población. Eso sin mencionar la incidencia que recurren-
temente tenía la violencia en la definición de los resultados elec-
torales, ya que era común que los seguidores de cada bando

77
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

fueran amenazados por los matones de candidatos contrincantes.


El desarrollo económico era apenas incipiente, y el proceso de
creación de empresas y de acumulación de riqueza sucedía en
el contexto de un capitalismo político. La forma como la econo-
mía era orientada para generar rentabilidad se relacionaba más
con la producción de riqueza a través de las oportunidades que
ofrecían los procesos políticos, que con un capitalismo racional
donde las empresas tenían que competir en mercados con siste-
mas legales independientes y libre acceso de capitales y de mano
de obra. El costo de este tipo de capitalismo era una pobre
acumulación de capital y la marginación de grandes sectores de
la población a salarios con verdadera capacidad de consumo, lo
que conducía a que los mercados locales fueran muy restringidos
para el desarrollo de un capitalismo moderno.

Es necesario resaltar el referente tan pobre de la democracia y


del capitalismo en muchas comunidades colombianas, porque
ayuda a comprender las razones por las que sus habitantes ter-
minaron por aceptar el orden social que se deriva del dominio
de grupos armados irregulares y de la economía del narcotráfico.
En ningún momento el nuevo orden social era una decisión
propia o impuesta por los violentos de renunciar a la democracia
y a la prosperidad del capitalismo moderno. Simplemente esas
condiciones no existían, o en el mejor de los casos apenas estaban
en proceso de formación. Lo que en realidad hicieron y guerrillas
y Señores de la Guerra fue trastocar un orden un tanto premo-
derno del Estado y de la economía, por un orden más violento
pero quizá con mayores oportunidades de ascenso para miem-
bros de las capas bajas de la población, que a través de la vincu-
lación a una organización armada o a una empresa narcotraficante
podían ascender hasta el tope de prestigio en sus comunidades.
A eso fue a lo que renunciaron los habitantes de muchas regio-
nes del país, y por esa razón la comparación del orden social
resultante no puede hacerse con respecto a sociedades previa-
mente desarrolladas. La racionalidad de la población no funcio-
naba dentro de esa lógica, sino que las decisiones individuales
y colectivas eran tomadas de acuerdo al juego de oportunidades

78
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

que ofrecía el Estado con su sistema de mediación clientelista


para alcanzar el desarrollo económico y social y a las oportuni-
dades de riqueza y de poder político que más tarde ofrecería el
narcotráfico.

La disyuntiva entre ambos procesos de formación de las socieda-


des tiene un referente interesante en las reformas y en los cambios
sucedidos durante el Frente Nacional. En ese período el país
entró en un proceso de rápida modernización, en el sentido de
crecimiento de población en las ciudades, ampliación de la cober-
tura de servicios sociales, ampliación de la industria, el sector
terciario y la economía en general. Aunque la participación en
el Estado estaba limitada a los dos partidos tradicionales y se
había impuesto el clientelismo como forma de mediación política
entre el poder central y las regiones, los sectores progresistas
habían encontrado unos mecanismos propicios para impulsar el
desarrollo regional. Los políticos profesionales podían desviar
el gasto público a sus intereses particulares, básicamente sus
fortunas personales y el costo de las campañas para hacerse
elegir, pero se había creado un canal de inversión en la provisión
de ciertos servicios esenciales para encauzar a comunidades
excluidas hacia el desarrollo. Así, las estadísticas en cobertura
de educación, salud, acueducto, energía eléctrica, entre otros
tantos servicios, mejoraron a ritmos sin precedentes.

Pero el sistema político traía implícito muchos defectos para los


propósitos de construir sociedades democráticas y economías
modernas. Algunos de ellos tendrían repercusiones que sobrevi-
virían al Frente Nacional y se manifestarían con mayor fuerza en
el momento en que el narcotráfico y los guerreros trastocarían
el orden social del país. La violencia política, quizá el rezago de
este período que más incidencia tendría en la conformación de
las luchas de poder en las comunidades, no pudo sellar su tér-
mino final con los acuerdos de los partidos. Las tasas de homicidio
se habían reducido en la década de los sesenta y setenta, pero
como bien lo interpreta Bolívar (2003), la vieja clase política y
los políticos profesionales emergentes continuaron usando

79
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

bandas armadas para garantizar su primacía en lo local y para


asegurar su influencia en la mediación con el gobierno central:

Los gamonales respaldaban y protegían a los bandoleros


en la medida en que les garantizan una influencia sobre
la política regional o incluso sobre las consideraciones
de política nacional que hace el gobierno de turno. Los
bandoleros expresan la defensa del dominio indirecto
del Estado, que garantiza el dominio directo propio. El
continuo estrechamiento del campo político del bando-
lero revela hasta qué punto el bandolerismo era parte
del repertorio con que los sectores dominantes de cada
partido resistían la acción de sus contrincantes partiditas
en el gobierno. […] Recogiendo las precisiones de
Betancourt sobre esta modalidad extrema de bandolero
que fue el “pájaro”, habría que decir que forma parte del
repertorio de lucha de políticos emergentes38.

El clientelismo que en un momento se mostró instrumental al


objetivo de ampliar la participación de sectores excluidos y de
llevar servicios básicos a los habitantes más pobres, entró en
una fase de absoluta especulación y desnaturalización de sus
propósitos. Desde antes de la nueva Constitución, las reformas
posteriores al Frente Nacional habían conducido a un relajamiento
de las estructuras partidistas (Gutiérrez Sanín 2003)39. Cualquier
político profesional que se sentía con un caudal atractivo de
votos los negociaba con cualquier otro político que dispusiera
de capital e influencia suficiente para pagarlos. El propósito de
ampliar la base de acceso a servicios como educación, salud,
acueducto, energía o alcantarillado a partir de las clientelas de
la clase política, se diluyó cuando bastaba el dinero en efectivo
o en especie para garantizar los resultados en las elecciones.

38
Ingrid Johann Bolívar (2003). Violencia política y formación del Estado. Bogotá:
CINEP, CESO, UNIANDES. Pág. 141.
39
Francisco Gutiérrez Sanín (2003). Fragmentación electoral y política tradicional en
Colombia – piezas para un rompecabezas en muchas dimensiones. Programa de
Estados en Crisis. Documentos de Trabajo # 24.

80
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Los narcotraficantes que llegaron a las regiones a invertir sus


jugosos capitales, encontraron en los políticos profesionales un
mercado de poder donde podían adquirir inmunidad local, así
como proyectar algo de esa inmunidad en escalas superiores
del poder político nacional. También encontraron en los aparatos
violentos locales y en los grupos armados que ellos habían cons-
truido, una fuente de poder indispensable para satisfacer los
requerimientos de ‘coerción y protección’ que exigía la empresa.
Al agregarle las armas a la ecuación de dinero y votos, era cues-
tión de tiempo que aquellos quienes poseyeran los ejércitos se
hicieran al poder político, en la medida que quien poseyera las
armas podía extraer los mayores recursos para fortalecer su apa-
rato de coerción. El narcotráfico proveyó entonces los recursos
suficientes para agregar la variable armas a la ecuación del con-
flicto. El poder de las clientelas emanaba ahora de un poder
coercitivo que se financiaba en las armas que el narcotráfico era
capaz de proveer. Se había entrado a una fase más intensa del
clientelismo, la del clientelismo armado, un clientelismo donde
el intercambio instrumental entre los electores y los elegidos in-
cluía un nuevo producto, los servicios de ‘coerción y protección’.

Fue así que los ejércitos privados en las áreas rurales y semi-
urbanas, articulados alrededor de la financiación de actividades
criminales, estarían obligados a adquirir la primacía sobre el
tráfico de drogas para mantener su hegemonía sobre las comuni-
dades. Y la consecuencia más importante de este suceso histó-
rico sería que lo delincuencial adquiriría un trasfondo eminen-
temente político.

Sin embargo, e indistintamente de su origen, los narcotraficantes,


políticos profesionales de cualquier tendencia, antiguos guerrille-
ros, militares, paramilitares o terratenientes que decidieron con-
vertirse en Señores de la Guerra, en adelante, estaban obligados
también en dejar de pensar puramente en lo delincuencial y ten-
drían que concentrarse en la forma de organizar las sociedades
locales para poder garantizar su prestigio y su supervivencia como
figura ascendente en su comunidad. Estaba claro que no bastaba

81
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

ser un narcotraficante para llegar al tope de la pirámide de poder,


había que poseer un ejército capaz de mantener el orden local. El
pasado personal pesaba para determinar los rasgos particulares
del orden social que imponía cada Señor de la Guerra, pero in-
distintamente fueran en sus inicios narcotraficantes ‘purasangre’
o milicias contrainsurgente, todos los ríos terminaban en el mis-
mo cauce. La figura del Señor de la Guerra estaba sustentada en
dos tipos de conductas que era imposible de eludir para mante-
ner el orden local, había que construir un aparato de ‘coerción y
protección’ capaz de regular las transacciones sociales y había
que garantizar la estabilidad del flujo de ingresos del narcotráfico
que se canalizaban hacia las comunidades. Quienes entendieron
que su ascenso dependía de la construcción de ‘empresas de la
protección privada’ que subordinaban el tráfico de drogas que
sucedía en una localidad, entraron a hacer parte de la estructura
de poder político nacional. Podían desde regiones apartadas inci-
dir en el trámite de las leyes que se definen en los cuerpos cole-
giados del Estado nacional. Lograron también que en la práctica
se les otorgara un tratamiento de criminales políticos pese a sus
vínculos con el narcotráfico, con lo que garantizaban su inmuni-
dad frente a instituciones de justicia nacionales e internacionales.

No toda la imposición de los aparatos armados se debía a la


fuerza de las empresas de ‘coerción y protección’. La crisis regio-
nal del sector agrario favoreció a la imposición de los guerreros.
Las élites regionales que fundamentaban su poder político en la
posesión de empresas capitalistas asociadas a una producción
capitalista racional, o al menos aquellas empresas que menos
hacían uso de las ventajas políticas para su rentabilidad, entraron
en decadencia con la crisis económica de inicios de los ochenta.
Quienes no hicieron el tránsito hacia políticos profesionales,
con mayor habilidad para acceder a recursos del presupuesto
público o a pactar alianzas con narcotraficantes, serían relegados
en la escala de poder de las comunidades. Una década después
se verían obligados a evolucionar en Señores de la Guerra o en
parte de su estructura de funcionamiento, para guardar sus
espacios de poder.

82
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Y no fueron solamente las élites quienes en la crisis económica


de los ochenta, tendrían que buscar alternativas de ingresos
diferentes a la agricultura y a la incipiente oferta de empleos
que había generado la industria y el sector terciario de la econo-
mía. Las clases medias y bajas encontrarían en las actividades
alrededor del narcotráfico y de la política toda una gama de
nuevas opciones para sobrevivir. Desde los cocaleros que sobre-
viven en la frontera agrícola del suroriente del país, controlada
por las FARC, hasta los testaferros que administran los negocios
de las autodefensas en los municipios intermedios de las sabanas
del Magdalena Medio, dependen económicamente del flujo de
recursos del narcotráfico. De paso encontrarían unas oportuni-
dades sin precedentes para lograr ascensos sociales espectacu-
lares. De hecho, fueron en su mayoría individuos de orígenes
humildes, por lo general delincuentes, excombatientes o acti-
vistas políticos de diferentes corrientes, quienes se encargarían
de construir las dos empresas más lucrativas de las regiones
colombianas en el fin de siglo: las drogas y los votos.

La relación de los cocaleros con la guerrilla, la función de vigi-


lantes de los embarques por parte de las autodefensas, y en
general, la definición de los derechos de propiedad sobre las
ganancias que se reinvierten en las comunidades, demuestra
que los requerimientos de ‘coerción y protección’ que se esta-
blecen en las diferentes etapas del negocio de las drogas, ha
significado que formas de regulación de lo criminal se proyecten
de una manera u otra hacia la regulación de la sociedad en su
conjunto. El papel que el narcotráfico asumió como principal
fuente de riqueza en diversas comunidades donde previamente
existía una disputa violenta por la regulación social, bien fuera
desde la perspectiva de gamonales con sus sicarios o de frentes
guerrilleros, se insertó rápidamente en la lógica de la definición
del Estado en estas comunidades. Y las ganancias, de manera
análoga, se proyectaron hacia el campo de los beneficios políticos
que supone para actores armados irregulares el dominio de una
sociedad dentro de la mecánica de construcción del Estado de
extraer recursos para poder proteger a la población bajo control.

83
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Guerrillas y autodefensas han llegado a ser parte importante de


la estructura de poder político en Colombia no porque tengan
ejércitos capaces de predar la producción local, sino porque el
orden económico que imponen en las regiones permite la pros-
peridad de economías ilícitas, que incrementan el peso del poder
regional sobre la globalidad del poder nacional. Y es también
por esta razón que los propios grupos sociales de menores ingre-
sos se acomodan a su sistema económico y a la forma violenta
como configuran el Estado local. En un eventual orden social
basado en los principios y procedimientos democráticos, con
una forma de producción legal, donde funciona un capitalismo
de mercado abierto y dinámico, la capacidad de competir y
generar ingresos con las condiciones actuales de tecnología,
capital y mano de obra disponible son limitadas. Los ingresos, y
por consiguiente, la capacidad de consumo de pobres y ricos
en esas sociedades sería aun más restringido.

El éxito de los guerreros, y también la razón porque han podido


subordinar a los narcotraficantes, es que han logrado construir
sistemas económicos alternos sumamente rentables, a partir de
una regulación violenta de los derechos de propiedad y las tran-
sacciones ilícitas, que son coherentes y eficientes con las bajas
condiciones de competitividad que prevalecen en muchas re-
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86
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Cultivos ilícitos en Colombia:


elementos para un balance
Ricardo Vargas M.

Abstract
A partir de una mirada sobre la situación de los cultivos ilícitos
y de los resultados en materia de lucha antidrogas para el 2004
en Colombia, el presente texto busca encontrar elementos clave
para establecer los costos sociales y políticos de la inscripción
de la estrategia antinarcóticos dentro de la política antiterrorista.
Si se pudiese valorar como exitoso para la guerra contrainsur-
gente, el cambio de énfasis del Plan Colombia del combate a las
drogas hacia una inscripción más explícita en la política de com-
bate a la guerrilla, colateralmente las posibilidades de estabiliza-
ción de las regiones controladas por los grupos armados, es aún
incierta. Si bien la guerra colombiana está narcotizada, el cruce
de estrategias en los escenarios de confrontación, deja serios
interrogantes sobre su sostenibilidad social, económica y política
en el mediano y largo plazo.

Un nuevo contexto:
Drogas en el marco de la Seguridad hemisférica
Con el derrumbe de la confrontación Este – Oeste, las drogas
hicieron parte, junto con las migraciones ilegales, el tráfico de
armas, el crimen y la corrupción de las definiciones que formuló

87
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Washington sobre amenazas a la democracia, la estabilidad re-


gional y la prosperidad en América Latina1.

Hacia el final de la pos Guerra Fría y con el liderazgo del Depar-


tamento de Estado, el Plan Colombia se constituyó entonces en
la estrategia más decidida de actuación de EU sobre la amenaza
de las drogas. Sin embargo, esta determinación no fue el resultado
de un gran acuerdo entre las distintas instancias de decisión
frente a la seguridad norteamericana, y tempranamente, el Depar-
tamento de Defensa promovió una serie de estudios y debates
sobre lo adecuado de esa política frente a lo que comenzaba a
señalarse como reales peligros2. El desarrollo de ese debate, la
crisis del proceso de paz del presidente Pastrana junto con la
contundencia de los hechos del 11 de septiembre de 2001, ter-
minaron generando las condiciones políticas para un cambio de
énfasis de la estrategia inicial. Se produjo entonces una nueva
lectura de su significación en matera de seguridad, siendo al
final, incorporadas las drogas como parte integral de la lucha
antiterrorista y por tanto, como uno de los aspectos decisivos
en la defensa de los referentes del poder hegemónico cultural
en que se afirma el liderazgo político de los EU a nivel global3.

A pesar de que tanto el Departamento de Estado como de De-


fensa coincidieron en buscar un mayor compromiso de las fuerzas
armadas y por tanto en unos contenidos dirigidos a su fortaleci-
miento, el punto de partida de las críticas fue el señalamiento
del énfasis equivocado de la cooperación del gobierno de los
EU, al definir inicialmente el componente antinarcóticos del Plan
Colombia como el punto central de la estrategia. Cuando se

1
USA Senate Armed Services Committee Statement of General Peter Pace, United
States Marine Corps Commander in Chief, United States Southern Command march
27, 2001, Washington.
2
Véase entre los estudios más prominentes Rand Corporation “Colombian Laberinth”,
2001 (mimeo).
3
Sobre una nueva contribución al debate iniciado por la Rand Corporation, véase
Marks, Thomas, Colombian Army Adaptation to farc Insurgency January 2002
Departament of the Army, DOD, US Government, Washington.

88
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

inició dicho plan bajo esa premisa, incluso dentro de la coman-


dancia de las FFAA colombianas hubo desdén hacia este enfo-
que y dicha cooperación si bien fue apreciada, su articulación a
la estrategia fundamental para el problema de seguridad de este
país, la guerra contrainsurgente, estaba lejos de ser consisten-
temente centrada4.

Los críticos agregaron que además de visualizar desacertada-


mente a las drogas como el foco principal del problema colom-
biano, se cometió el error, como consecuencia, de entender el
apoyo al componente social, como soporte para hacer sosteni-
ble las tareas antidrogas y no como base para recuperar territorios
en el contexto de la guerra. El argumento de la crítica también
se dirige a señalar, una inversión de las prioridades en términos
demográficos, traduciéndose en estimativos que arrojaban como
resultado una actuación no frente al 95-96% de la población
que vive por fuera de las zonas productoras de ilícitos, sino en
últimas alrededor de aquella que se sitúa en la marginalidad y
que es controlada por los grupos insurgentes. Más que una discri-
minación frente a esta última, se trataba de priorizar la significa-
ción política de un plan contrainsurgente y que requería ganar
un gran respaldo nacional.

En un contexto más global, esta crítica también se alimentó de


un debate –luego de los hechos del 11 de septiembre– sobre las
redefiniciones del rol de la cooperación en materia económica
y social de los EU y que hasta entonces de algún modo, se
caracterizó por la falta de una coordinación más rigurosa con
las prioridades que demanda la estrategia de seguridad.

En efecto, una de las respuestas con posteridad a los ataques a


las torres gemelas, al Pentágono y a la ausencia de esa coordi-
nación, fue el Plan Estratégico - que unificó las políticas del
Departamento de Estado y de la cooperación internacional a

4
Véase Marks, Thomas “Sustainibiliy of Colombian Military/Strategic Support for
“Democratic Security”, Strategic Studies Institute, July de 2005, Washington.

89
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

través de la US AID - fundándose en la necesidad de preservar


y defender los valores propios del libre mercado, la libertad de
empresa y en general los principios políticos que fundan los
regímenes democráticos5. Si bien allí se reconoce que en el
forjamiento de estos valores, Estados Unidos ha tenido un papel
muy importante, ahora son más conscientes de que se necesita
desarrollar un liderazgo a nivel global en esa materia.

La razón es el efecto perverso de la globalización, ya que si bien


ella ha favorecido lo que el analista Joseph Nye6 denomina el
“poder blando” de EU, sabemos ahora que sin el fortalecimiento
de este poder basado en los fundamentos culturales y del acceso
a la información, se incrementarán aquellos problemas que ponen
en peligro la permanencia de estas sociedades, en primer lugar
por efecto del terrorismo y también por otros factores (migra-
ciones, delincuencia urbana, corrupción, etc) que pueden afec-
tar la estabilidad política, económica y cultural.

En ese sentido el Plan Estratégico identificó las prioridades más


importantes (key priorities) que necesitan mayor atención de
EU, bajo el reconocimiento de que su falta de solución puede
desestabilizar la seguridad requerida. Uno de esos puntos alude
a la Erradicación de la droga y (la defensa de la) democracia en
la región andina. Dentro de este elemento se argumentó que:

“el comercio de narcóticos en la región andina especialmente


en Colombia, impone un costo muy alto a sus ciudadanos co-
munes y corrientes además de ser la principal fuente del tráfico
de drogas hacia los EU. La Iniciativa Andina Antidrogas a través
de la erradicación, la interdicción y el desarrollo alternativo,
apoyará la lucha contra los narcoterroristas y (trabajará) por una

5
United States Department of State and United States Agency for International
Development: “Strategic Plan Fiscal Year 2004-2009”, Washington. En adelante se
citará como Strategic Plan 2004-2009.
6
Joseph Nye “La paradoja del poder norteamericano” Ediciones Taurus, Madrid,
2003.

90
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

democracia segura, extendiendo la seguridad y restaurando la


prosperidad económica en la región”7.

Esta perspectiva ratificó un nuevo énfasis más unilateral de


Washington y una significación política de la lucha antidrogas
que de alguna manera se diferencia de lo que fueron los intentos
de concertación regional andina, y que fracasaron en el desarrollo
de las cumbres presidenciales de Cartagena (1990) y San Antonio
(1992). Se consolidó así un enfoque que en la práctica sigue
tomando partido por un unilateralismo típico del poder militar
estadounidense del escenario unipolar, sustentado en la hegemo-
nía de EU tanto por el tamaño presupuestal para gastos bélicos8,
como por la posesión de armas de alcance intercontinental y
una infraestructura militar sin competencia.

Sin embargo, han surgido voces críticas que señalan que las
decisiones antidrogas pueden tender a reconocerse más en el
ámbito del llamado “tablero inferior” es decir, el reino de las
relaciones transnacionales, que rebasan las fronteras, quedando
por fuera del control gubernamental9. Una de las características
de este ámbito es el reconocimiento de la participación signifi-
cativa de agentes no estatales que van desde el sistema bancario
que están en capacidad de transferir sumas superiores a muchos
presupuestos nacionales, hasta los grupos terroristas que orga-

7
Strategic Plan 2004 – 2009.
8
Como se sabe, esta cifra abarca desde el 2002, una proporción equivalente a los
veinte siguientes países con mayor presupuesto bélico a nivel mundial.
9
En esta clasificación se sigue a Nye, quien distingue para la actual época de
globalización tres escenarios con tres tipos de mecanismos de actuación para el
gobierno de los Estado Unidos: 1. “Tablero superior” = Poder Militar = Escenario
Unipolar. Aquí el poder militar es generalmente unipolar y es de la hegemonía de
EU por el tamaño presupuestal y la posesión de armas con poder intercontinental
y una infraestructura que no tiene competencia. 2. “Tablero del Centro” = Poder
económico = escenario Multipolar. Con EU, Europa y Japón representando dos
tercios de la producción mundial y eventualmente con China como un posible
jugador importante a principios de siglo, debido a su espectacular crecimiento.
Aquí EU NO es el poder hegemónico y a menudo debe negociar como homólogo
de Europa. 3. “Tablero inferior” = reino de las relaciones transnacionales, que
rebasan las fronteras, quedando fuera del control gubernamental. Joseph Nye, Ibídem.

91
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

nizan atentados o los piratas informáticos que interfieren opera-


ciones realizadas por Internet. En este tablero inferior el poder
está muy disperso y en él no tiene sentido hablar de unipolaridad,
multipolaridad o hegemonía.

“Quienes recomiendan una política exterior estadounidense


hegemónica basada en las descripciones tradicionales del poder
de EU hacen un análisis penosamente inadecuado. Si se partici-
pa en una partida tridimensional, uno perderá si se centra sólo
en el tablero militar interestatal y no repara en los otros tableros
y en las conexiones verticales entre ellos”10.

El punto toca con una distribución más compleja del poder en


el siglo XXI en la medida en que cada vez quedan más elemen-
tos fuera de control, incluso del país más poderoso. Septiembre
de 2001 debió ser una gran enseñanza en este sentido. Aunque
EU domina las medidas tradicionales, cada vez suceden más
cosas en el mundo que esas condiciones no consiguen captar.
Bajo la influencia de la revolución de la información y globali-
zación, la política mundial está cambiando de tal forma que los
estadounidenses no pueden lograr todos sus objetivos interna-
cionales en solitario11.

Si se observa esta afirmación bajo una perspectiva de las drogas


en cuanto movimiento económico ilegal, y se enfrenta a la luz del
incremento del movimiento de personas, bienes y recursos en el
escenario del mundo globalizado, es notorio el gran reto para las
agencias de Estados Unidos que deben proteger las fronteras12.

10
Joseph Nye, Ibídem pág. 67
11
Joseph Nye, Ibídem.
12
Así, para dar unas pocas referencias, cada año de acuerdo con el servicio de adua-
nas:
• 60 millones de personas ingresan a los EU en más de 675.000 vuelos comercia-
les y privados.
• 6 millones ingresan por vía marítima.
• 370 millones lo hacen por tierra.
• 116 millones de vehículos cruzan la frontera terrestre por Canadá y México.

92
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Es evidente pues, que resulta prácticamente imposible desarrollar


un control riguroso a nivel fronterizo, situación que sigue siendo
aprovechada por las organizaciones en redes del narcotráfico,
las cuales están en capacidad de seguir introduciendo drogas a
través de las principales vías de acceso marítimo, terrestre y
aéreo.

A la luz de la tesis de Nye, resulta insostenible una política de


drogas basada en la militarización siendo mucho más necesario
el desarrollo de procesos de concertación global tanto con gobier-
nos como actores no estatales en tareas de inteligencia y control
(compañías aéreas, marítimas y terrestres, por ejemplo) para
ganar una mayor capacidad sobre el flujo de sustancias ilegales.
Esto supone a su vez el desarrollo de tareas asociadas al fortale-
cimiento del control estatal de sus fronteras y una lucha contra
la corrupción, dinámicas que se corresponden con políticas de
mediano y largo plazo.

Sin embargo, en materia de drogas por ejemplo, parece primar


en el contexto político de hoy, un énfasis de resultados en el
muy corto plazo, a través del ejercicio de un control desarrollado
directamente por los EU sobre todo en las acciones contra la
oferta. Bajo el argumento de que el control del cultivo representa,
la mejor relación costo-beneficio frente al uso de medios para
cortar la oferta, ha resultado privilegiándose esta opción con el
fin de incrementar la probabilidad de contener totalmente el
flujo de drogas. Según esta política la destrucción de los cultivos
o su imposibilidad de ser cosechados, implica que son drogas
que no entran al sistema económico ilegal.

Esta decisión hace que la mayor concentración (de recursos e


instrumentos para el uso de la fuerza) de las acciones antidroga,

• Ingresan más de 90.000 embarcaciones comerciales y de pasajeros. Estas em-


barcaciones llegan a tener hasta 9 millones de contenedores que corresponden
a 400 millones de toneladas de carga.
Otras 157.000 pequeñas embarcaciones visitan los pueblos con costas. Sobre el
particular véase DEA “Drugs Trafficking in the United States” 11-10-03 (www.dea.gov).

93
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

recaiga en última instancia sobre los cultivos ilícitos tal como lo


demuestra la composición de la ayuda en el marco del Plan
Colombia.

Pero ello también está significando unos costos políticos que


afectan el poder hegemónico pretendido por EU en el nivel
regional. Así por ejemplo, en el caso boliviano, país donde se
ha venido delegando en las fuerzas de seguridad el control de
las drogas, EU entró a exigir al gobierno de Sánchez de Losada
unos compromisos radicales de “tolerancia cero” frente al ma-
nejo de los cultivos de coca. Tal política contribuyó a generar,
junto con la profunda crisis social, económica y de las políticas
para el manejo de los recursos energéticos, una situación de
ingobernabilidad del régimen. En el caso de Ecuador, bajo el
gobierno de Álvaro Palacio, se han incrementado las críticas a
nivel estatal, de los efectos colaterales de las aspersiones aéreas
en la zona fronteriza de ese país con Colombia13. En Venezuela,
bajo el régimen de Chávez emerge por primera vez, un serio
impasse alrededor de la presencia de la DEA en ese país que
cuestiona las reales intenciones de la política de drogas de EU14.

Como se ha observado, una perspectiva como la de Nye que


diferencia las esferas del poder global, termina por establecer al
narcotráfico en un tablero que no es del resorte del poder mili-

13
Véase Maugé, René “Fumigaciones funestas” en El Comercio, Sábado, 20 de Agosto
del 2005, Quito; “Parra Gil y Carolina Barco se reunirán el miércoles en Bogotá”, El
Comercio, Domingo, 28 de Agosto del 2005, Quito. Associated Press “Ecuador urges
Colombia to stop fumigating drug crops”, September 01, 2005. “Frontera: No termi-
nan líos por fumigaciones”, Resumen de agencias, Quito en El Pais, 7 de septiem-
bre, 2005, Cali.
14
Véase Headline “Conacuid counters DEA arguments against Venezuelan anti-drugs
record” Thursday, August 18, 2005; Domingo Alberto Rangel M. “En materia de
Drogas Chávez y Bush están raspados”, en Venezuela Analítica, Lunes, 22 de agosto
de 2005, Caracas; “Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, reestablecerá las rela-
ciones con la DEA” en El Tiempo, Agosto 30 de 2005, Bogotá. “Zar antidrogas
responsabilizó de la situación al presidente Chávez: Denuncian «serio deterioro» en
la cooperación con EEUU” en El Universal, jueves 01 de septiembre, 2005, Caracas;
“La DEA no podrá participar en operativos policiales” en El Universal, 2 de septiem-
bre, 2005, Caracas.

94
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

tar, sino que se sitúa en las complejidades de la globalización y,


por tanto, de una redefinición del rol del uso de la fuerza como
el mecanismo más expedito para lograr resultados interesantes
en la búsqueda del control de las drogas. Sin embargo, este
aspecto se hace aún más complejo en escenarios de conflicto
armado.

Política de drogas en escenarios de guerra


Colombia tipifica junto con casos como Afganistán y Birmania,
un caso de implementación de la estrategia antidrogas en contex-
tos de guerra. La prolongación del conflicto armado colombiano,
el señalamiento de que una de las consecuencias del proceso
de negociación adelantado por la administración Pastrana fue
justamente el fortalecimiento de la insurgencia y finalmente, los
efectos en seguridad de los hechos del 11 de septiembre, han
terminado por dar todo el impulso a las opciones que buscaban
redefiniciones estratégicas al énfasis puesto en la lucha antidrogas
en materia de seguridad.

Por su parte, en el contexto colombiano la política de ‘Seguri-


dad Democrática y Defensa” también reorientó radicalmente la
posición inicial del Estado frente a las drogas hacia lo que se
considera allí como el principal desafío de seguridad para Co-
lombia, esto es, una insurgencia inextricablemente ligada al trá-
fico de narcóticos y a otras actividades criminales. En tal sentido,
la ofensiva actual apunta hacia los dos centros de gravedad del
poder militar de la insurgencia: sus tropas y las fuentes econó-
micas de sustento, dentro de las cuales, las drogas siguen siendo
percibidas como su principal base financiera.

De este modo los argumentos del Departamento de Defensa pre-


valecen hoy y logran una modificación de los supuestos del Plan
Colombia replanteándolo hacia un enfoque antiterrorista. Obser-
vemos una muestra de este tipo de escenarios con sus conse-
cuencias en diferentes esferas y niveles, en el cuadro No. 1:

95
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Cuadro No. 1
Evolución de la relación Drogas y Lucha antiterrorista
en el marco del Plan Colombia
Punto de Estrategia Objetivo Instrumento Principal Posición en
partida Defensor Colombia
Las drogas son Énfasis en la Erradicación for- Plan Colombia e Dpto de Estado, Gobierno Pas-
una amenaza a contención en zosa de cultivos IRA en su esque- con aprobación trana acepta
la seguridad de los lugares de ilícitos como as- ma inicial. Milita- del Congreso de esta nueva ver-
EU. tránsito pero so- pecto prioritario, rización de la EU. sión del Plan
bre todo, donde junto con accio- guerra contra las Colombia.
se producen. nes de interdic- drogas y fumiga-
ción y DA. ciones.

Si bien las dro- Énfasis en el Fragmentación Plan Colombia Analistas y Think El presidente
gas son un pe- combate a los del Estado co- redefinido, pero a Tanks contrata- Uribe coincide
ligro, no son la grupos armados lombiano permi- mediano plazo, dos por el Depar- plenamente con
amenaza prin- y redefinición de te más poder de una estrategia tamento de De- esta interpreta-
cipal. Tomando las drogas como los grupos insur- específica antite- fensa y el Stra- ción, en el mar-
como referen- su fuente de fi- gentes. Se debe rrorista. Militari- tegic Studies Ins- co de su política
cia áreas pro- nanciación. golpear la capa- zación de la lu- titute SSI. (Tho- de seguridad
ductoras, lo son cidad militar de cha antiterrorista. mas Marks, Rand democrática y
más los grupos los grupos arma- Corporation). se constituye en
insurgentes (o dos y debilitar un ganador
terroristas). sus fuentes de frente a la refor-
financiamiento. mulación que
se desarrolló en
Washington.

Las drogas jun- Énfasis en los Ganar más ca- El instrumento En general ana- No existen sec-
to con otras ac- grupos y estruc- pacidad de con- militar es inade- listas indepen- tores políticos
tividades ilega- turas que están tención en los cuado para este dientes con baja que abierta-
les, se alimentan en capacidad de sistemas de co- propósito. Mayor capacidad de in- mente se acer-
de las ventajas aprovechar la mercialización y énfasis en inteli- cidencia en cam- quen clara y en
de la globaliza- globalización circulación de di- gencia y acuer- bios de política términos de un
ción y corres- para introducir neros. dos transnacio- de drogas. (Las programa de
ponden al table- drogas y lavar nales involucran- referencias rese- gobierno, a una
ro inferior. Acto- dineros (mafias, do Estados y ac- ñadas se infie- reformulación
res transnacio- sistema financie- tores no estata- ren del modelo estratégica. En
nales y poco es- ro, contrabandis- les (Bancos, em- de análisis de algunos casos
pacio al control tas, etc.). presas privadas, Joseph Nye). sólo se habla
gubernamental. etc.). retóricamente
de legalizar.

El impasse que se percibe entre el énfasis de la militarización y


los propósitos antidrogas que caracterizaron la primera fase del
Plan Colombia, han venido siendo superados por un más claro

96
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

enfoque contrainsurgente, dentro del cual las drogas son un


propósito inscrito en la perspectiva estratégica de derrota de los
alzados en armas.

En sentido estricto, la militarización tampoco es el antídoto contra


la lucha antiterrorista, al reconocerse en estos, estructuras en
red que se mueven en un mundo global en contextos como el
tablero inferior de la propuesta de Nye. Pero la militarización si
guarda más correspondencia con la guerra contrainsurgente que
caracteriza el caso colombiano, a pesar de que retóricamente se
hable más de una lucha antiterrorista, afirmación cuyos funda-
mentos son muy precarios.

Puesto sobre el terreno, la estrategia antidrogas redefinida hacia


los grupos armados enfrenta un complejo escenario de crisis
económica y social en aquellos escenarios bajo su influencia, la
cual ha terminado por producir impactos graves sobre la pobla-
ción civil (crisis económica, desplazamiento forzoso, confina-
miento, desestructuración de las organizaciones sociales, crisis
de gobernabilidad, agravamiento de los impactos ambientales)
que vive en las áreas de la ofensiva “antiterrorista”.

El problema de la integralidad de la guerra


contrainsurgente
Sin embargo, tal como lo reconocen los mismos estrategas de la
seguridad democrática, la tarea central de avanzar en el control
de territorios no es una responsabilidad meramente militar, sino
que se requiere de la complementariedad de otras instancias
estatales y en primer lugar, en lo relacionado a garantías en el
cumplimiento de la ley y en el funcionamiento del sistema de
justicia, en las zonas donde el Estado desarrolla una ofensiva
para buscar el control de esas áreas15.

15
Thomas Marks, 2005, ibídem.

97
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Lo que la experiencia ha dictado es que una estrategia contrain-


surgente exitosa debe desarrollar los siguientes pasos generales16:

1. El gobierno debe establecer gradualmente la presencia y


autoridad de las instituciones estatales, comenzando por ha-
cerlo en aquellas áreas estratégicas.

2. Una vez las FFAA y la Policía han establecido el control


sobre esas áreas, unidades como los “soldados campesinos’
y los carabineros de la Policía mantendrán la seguridad y
protegerán a la población civil. Esto permitirá el desenvolvi-
miento de las autoridades de investigación para que puedan
desarrollar su trabajo en el área.

3. Establecido un nivel básico de seguridad, el Estado debe


comprometerse a la consolidación de su presencia a través
de una política de control territorial, que se plasma en la
creación de condiciones que garanticen el funcionamiento
del sistema de justicia, el fortalecimiento de la democracia
local, el reconocimiento de las necesidades prioritarias de la
población, el establecimiento de los servicios básicos e iniciar
procesos dirigidos a garantizar la sostenibilidad del desarrollo.

Para los ideólogos de la política de seguridad democrática, la


protección de la población y la eliminación del tráfico de drogas
son condiciones centrales que deben mantenerse en la estrategia.
Sin embargo, en el marco de una guerra contrainsurgente, que
es muy distinta a una estrategia para acabar con cabezas de
carteles de drogas o a “grupos de bandidos”, el apoyo de la
población civil se convierte un punto central para el logro de
los resultados propuestos. Sin embargo, un balance sobre lo
que sucede en la realidad colombiana en este sentido muestra
serias dificultades de la política de seguridad democrática en
materia de incidencia social y económica, en aquellas regiones

16
Thomas Marks, 2005, Ibídem.

98
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

que están sufriendo los impactos más altos de la ofensiva de


guerra. Este punto se analizará más adelante.

El panorama regional
sobre la economía de las drogas
A pesar de haberse adelantado una fumigación equivalente a
un millón de hectáreas de hoja de coca desde 1994 hasta el
2004, Colombia se mantiene como el primer productor mundial
de coca con 113.850 hectáreas en el 2003, área que se mantuvo
igual en el 2004, según cifras el Departamento de Estado, lo que
equivale al 65.6% del área andina17, o de acuerdo con United
Nations on Drugs and Crime UNODC, 80.000 hectáreas, esto es,
50.8% de la región18.

De otro lado, las cifras sobre áreas de amapola son erráticas


dada la imposibilidad de ser plenamente detectados los cultivos
y medidos mediante el uso de satélite u observados en el terre-
no, lo cual se traduce en un desconocimiento sobre el verdade-
ro potencial productivo de heroína19. Las autoridades antinarcó-
ticos suponen que hay una superficie de 4.000 hectáreas aproxi-
madamente, lo que significaría una producción anual de heroína
entre 4.5 y 5 toneladas.

Al ser contrastada esta cifra con los datos que poseen organismos
de inteligencia de Estados Unidos (EU) sobre el comportamiento
de la demanda y el origen de la sustancia, la información resulta

17
Para calcular este porcentaje se toman como base las cifras del 2003 del informe US
Department of State, 2004, International Narcotics Control Strategy Report, Was-
hington, dado que para el 2004 no aparecen datos oficiales del área de Perú. Véase
US Department of State, 2005, International Narcotics Control Strategy Report.
18
Véase Naciones Unidas, Oficina contra las drogas y el delito, junio de 2005 “Censo
de Cultivos de Coca”.
19
A mediados de junio de 2003, la Cámara de Representantes de los EU propuso
pagar a informantes para que denuncien en dónde se encuentran los cultivos.
Véase “EU pagaría a informantes” en El Tiempo, 13 de junio de 2003. Más adelante
se analiza más en detalle el problema de las cifras del mercado de heroína en EU.

99
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

inconsistente. Sin embargo, se suele denunciar a la heroína colom-


biana como la principal fuente dentro de ese mercado ilegal,
hecho que se argumenta junto con su alta pureza (cerca del
85%) y la comprobada capacidad de los narcotraficantes para
introducirla en diversos puntos de comercio, tanto en la costa
pacífica como del Este de EU.

Por otra parte, si se tienen en cuenta los cálculos de UNODC y


del Departamento de Estado (US DoS) para el 2004, el potencial
productivo de cocaína de Colombia se sitúa alrededor de 390
toneladas anuales. Sumada la capacidad de Perú y Bolivia se
tiene un potencial total en la región de 670 toneladas. Si se tiene
en cuenta que el Departamento de Estado señaló haber incautado
en el 2004 junto con los países del hemisferio 373 toneladas
métricas de cocaína20 y que el consumo mundial se calcula en
540 toneladas21, es decir, que se requieren 913 toneladas para
satisfacer esa demanda, entonces las cifras muestran serias
inconsistencias, apareciendo un subregistro de por lo menos
250 toneladas de cocaína. Adicionalmente, de acuerdo con la
DEA y tomando como base el año 2001, los precios de la cocaína
en EU se han mantenido bajos y estables lo cual sugiere un flujo
normal de esta drogas en el mercado norteamericano, alcanzando
un rango que va entre US$12.000 a US$35.000 dólares kilo. Así
mismo, la pureza permanece estable en niveles altos que oscilan
alrededor del 73%22.

Se calcula que en EU se consumen 259.08 toneladas de cocaína


esto es, el 48.3% del consumo mundial. Si se incautaron 373
toneladas en el trasiego hacia ese mercado, quiere decir que
hacia EU se dirigen cerca de 633 toneladas, quedando el resto,
es decir, alrededor de 280 toneladas de la producción de clorhi-

20
Véase John Otis, Junio 21, 2005, “Drug war in Colombia: Is there any progress? “ en
Houston Chronicle.
21
Drug Avallability Steering Comitee, 2002, “Drug Availability Estimates in the USA”.
22
Drug Enforcement Administration DEA “State Factsheets” en www.dea.gov (consul-
ta 23 – 06 –04).

100
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

drato de cocaína (HCL) de la región para distribuir en el resto


del mercado internacional23.

De acuerdo con el informe para el 2004 de UNODC sobre la


situación de los cultivos ilícitos en Colombia, a lo largo de ese
año la reducción de áreas de coca alcanzó la cifra de 6.000
hectáreas24.

En el caso colombiano, la relación inmediata que se hace frente


a estas cifras, es asociarlas como un resultado relativamente exi-
toso de las fumigaciones. Veamos sin embargo algunos elementos
para contrastar esa asociación. En primer lugar, vale señalar que
la reducción obtenida como resultado de la erradicación manual
fue de 2.589 hectáreas. Quiere decir que lo obtenido por las
fumigaciones aéreas fue una reducción de apenas 3.411 hectáreas.

El equivalente de lo fumigado a lo largo del 2004 fue de 136.551


hectáreas de coca, lo cual significa que para erradicar efectiva-
mente una hectárea de hoja de coca fue necesario fumigar 40
hectáreas (en el 2003 era necesario fumigar 11.3 Has.). Lo que a
nivel de costos implica multiplicar por esta cifra el precio de
cada hectárea erradicada, la cual se calcula en US 700 dólares.
Significa que una hectárea menos de coca en el 2004 costó
cerca de US 28.000 dólares esto es, alrededor de 64 millones de
pesos.

En el marco del Plan Colombia, la dinámica de las fumigaciones


tiene un salto importante a partir del 2002. Veamos:

23
DEA, Ibidem
24
Véase Naciones Unidas, junio de 2005, Op.Cit.

101
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Cuadro No. 2
Áreas de coca, Fumigaciones y Reducciones efectivas
Año Base No. de Has Año de fumigaciones Áreas Fumigadas Disminución efectiva
1999 160.119 2.000 58.073 + 3.170
2000 163.289 2.001 94.153 - 18.482
2001 144.807 2.002 130.364 - 42.736
2002 102.071 2003 132.817 - 15.731
2003 86.000 2.004 136.551 - 6.000

Fuente: Elaborado con base en información de: Naciones Unidas Oficina contra la droga y el Delito UNODC –Gobierno
de Colombia, junio de 2004, “Colombia, Monitoreo de Cultivos de Coca”, Viena y Naciones Unidas Oficina contra la
droga y el Delito UNODC– Gobierno de Colombia, junio de 2005, “Colombia, Monitoreo de Cultivos de Coca”, Viena.

Uno de los argumentos que se ventiló hacia 1999 a raíz del fraca-
so en la disminución de áreas de coca luego de seis años de
aspersiones aéreas, fue la falta de recursos para garantizar accio-
nes más envolventes. Sin embargo, cinco años después de haber-
se gastado una suma significativa de US $4.000 millones dentro
de la cual los gastos en infraestructura y en los operativos de las
aspersiones han tenido un lugar destacado, los resultados tampo-
co son contundentes. Así por ejemplo, a partir del 2002 y durante
el 2003 y 2004 se encuentran las cifras anuales más altas de las
fumigaciones aéreas. Sin embargo, y de acuerdo con los datos de
UNODC, el punto más alto de la disminución efectiva de cultivos
de coca se presentó sólo en el 2002, cuando esta cifra alcanzó
42.736 hectáreas al finalizar dicho año (véase cuadro No. 2).

Al observar los años siguientes, esto es, 2003 y 2004, los resulta-
dos muestran serias dificultades en la obtención del propósito
central: justo en los dos años de mayores fumigaciones en la
historia de las aspersiones en Colombia, el desenlace es muy
pobre si se compara con lo que sucedió en el 2002. En efecto, la
disminución del 2003 representa tan sólo el 36.8% de lo erradi-
cado efectivamente en el año anterior, presentando incluso una
cifra por debajo de los resultados del 2000 (18.482 Has.). Así
mismo, la disminución del 2004 equivale tan sólo al 14% de lo
erradicado en el 2002. La explicación que se puede dar a esa
situación es que el punto de referencia sobre el tamaño de la

102
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

disminución en el 2002 se relaciona con las ventajas de las as-


persiones al concentrase en una de las áreas de mayor siembra
extensiva o continua de coca, como en efecto lo fue el caso del
departamento de Putumayo, que alcanzó a tener el 40% del
área nacional en el 2000, es decir, en el momento en que se
iniciaron los operativos del Plan Colombia.

Es decir, las altas cifras de disminución que se obtuvieron por la


aspersión aérea en el 2002 fueron una oportunidad coyuntural,
pero inmediatamente después los cultivos inician un proceso
itinerante con modelos de producción que son el resultado de
una racionalización de la experiencia en el Putumayo, y como
consecuencia, no se va a repetir la alta concentración de la coca
y la política tendrá que enfrentar mayores dificultades en los
próximos años.

En efecto, se produce a partir de entonces una atomización de


los cultivos que se refleja en la presencia de coca en 23 depar-
tamentos frente a sólo 12 que existían en 1999, en la antesala
del Plan Colombia. En segundo lugar, se establece un cambio
en los manejos agronómicos que se refleja en la conversión
hacia modelos de pequeña finca de 3 o menos hectáreas. En
tercer lugar, el incremento del número de matas sembradas en
cada hectárea con lo cual se varían notablemente los cálculos
de productividad con que se establece la relación de kilo de
cocaína por número de hectáreas. En cuarto lugar, el aprove-
chamiento de siembras en parques naturales para protegerse de
las fumigaciones con lo cual se agrava la situación de esas zonas
frágiles por la tala del bosque y quema de suelos de ecosistemas
importantes en biodiversidad; a esta penosa situación se agrega
la amenaza de las fumigaciones sobre los ecosistemas que se
verán también golpeados por la política gubernamental. Final-
mente, la inserción de los cultivos en zonas no marginales sino
dentro de áreas más integradas a los mercados nacionales y que
son manejados bajo técnicas de asociación de cultivos, como en
el caso de la zona cafetera, con lo cual se obstaculiza el conoci-
miento real de las áreas de ilícitos.

103
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Dentro de las estrategias más recientes de enfrentamiento a las


fumigaciones se agregan otras dinámicas: de un lado la selección
de variedades de coca que dan muestras de resistencia frente al
glifosato (Round Up) por el tiempo de uso intensivo del herbicida
para el cuidado del cultivo. De otro, el incremento de la velocidad
y dispersión de las nuevas siembras. El informe de UNODC de
2004 empieza a registrar esta nueva situación al señalar que del
total de lotes de coca existentes en el país, un 62% corresponde
a cultivos nuevos dentro de los cuales zonas fuertemente fumi-
gadas como Putumayo y Caquetá, presentan los más altos pro-
medios con un 77% de siembras recientes para el 200425.

A pesar de este intrincado escenario de mecanismos de resistencia


de los cultivadores, existe el temor de que un eventual fracaso
de las acciones antidrogas, pueda implicar una mayor radicaliza-
ción de la estrategia, a través de propuestas de uso de un método
biológico, tal como sucedió en el 2000, con la idea de utilizar el
hongo fusarium oxysporum26. Hoy en día ese peligro se manifies-
ta en nuevas iniciativas legislativas dentro de la Cámara de Repre-
sentantes de EU, para autorizar el desarrollo de más investiga-
ciones y el eventual uso de una cepa de hongos supuestamente
específicas de la coca27.

25
UNODC, 2004, ob.cit.
26
A partir de 1990 la Secretaría de Agricultura y el Departamento de Estado de los EU,
auspiciaron investigaciones con diversos agentes biológicos para destruir la coca. En el
marco del Plan Colombia y con el aval de la entonces United Nations International
Drug Control UNDCP, se propuso utilizar el hongo fusarium oxysporum para tal fin. En
el marco del debate que abrió la propuesta, se señaló la imposibilidad de garantizar una
actividad específica sobre la coca, los efectos negativos sobre el medio ambiente (afec-
tación de microorganismos del suelo y aéreos, fauna, plantas, etc.) dado el incremento
abrupto de la población de un organismo que incidiría negativamente sobre el bosque
húmedo tropical. Así mismo, incidiría la condición de patógeno de un sinnúmero de
especies de este hongo y el hecho de contener más de 250 enzimas que pueden ser
activadas o desactivadas de acuerdo con las condiciones ambientales. A ello se agrega
el grave impacto sobre organismo humanos inmunodeficientes. Todos estos argumen-
tos, dieron al traste con la propuesta. Véase Ricardo Vargas M., 2001, Cultivos ilícitos,
conflicto y proceso de paz, en Jairo Estrada (ed.) “Plan Colombia, ensayos críticos”,
Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas.
27
Véase U.S. House of Representatives, june 16, 2005, Media Advisory Office of
Congressman Dan Burton, Fifth District, Indiana “Chairmen Burton & Souder Praise
House Comitee Passage of Illegal Drug Crop Reduction Legislation”, Burton provision
in ONDCP reauthorization bill allows mycoherbicide testing to erradicate drug crops.

104
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Se trata del liderazgo que han asumido de un lado, Dan Burton,


jefe del Subcomité de Relaciones Internacionales para el Hemis-
ferio Occidental de la Cámara y Marc Souder Jefe del Subcomité
de Reforma de la Justicia Criminal del Gobierno, en el marco de
la Ley 2005 sobre reautorización a la Oficina Nacional de Drogas:

“Hemos gastado millones de dólares cada año en esfuerzos


antinarcóticos, incluyendo la erradicación de cultivos de drogas
e interdicción, especialmente en nuestros esfuerzos conjuntos
en Colombia, Afganistán y otros lugares, (y) todavía el flujo de
narcóticos ilegales y letales continúa siendo el mayor problema
de nuestro país” señaló Burton. “La llegada de micoherbicidas y
otras alternativas antinarcóticos nos ofrece la posibilidad de cortar
el flujo de esas drogas, literalmente en sus raíces”.

“Si prueban ser exitosos, los micoherbicidas pueden revolucionar


los esfuerzos de erradicación de drogas” dijo Mark Souder”. “Las
investigaciones de micoherbicidas necesitan ser desarrolladas y
necesitan iniciar pruebas de campo. El beneficio potencial de estos
hongos es tremendo. Mi colega de Cámara (Burton) debería liderar
esta iniciativa y pediría que esta enmienda sea incluida en la ley”.

Esta iniciativa que arrancó el 16 de junio, cuenta con 90 días


para ser desarrollada y aprobada.

Así mismo se empieza a hablar del uso de la larva Elorgia Noyesi


supuestamente específica en el consumo de coca28, o eventual-
mente, el ensayo de nuevos y más peligrosos químicos. Frente a
ese indeseable escenario emerge la pregunta sobre la necesidad
de reflexionar más a fondo acerca de las vías más realistas y
aceptables para garantizar reducciones que se sostengan en el
largo plazo y que generen a la vez menos efectos negativos cola-
terales, hablando sólo de decisiones en la parte de la producción.

28
Véase Le Monde, “Le papillon ‘gringo’à l’assaut de la coca colombienne?”, Juin 28,
2005. Esta propuesta aparentemente aséptica, generaría una proliferación de insec-
ticidas para buscar su destrucción con lo cual, se empeoraría la ya grave contamina-
ción química, sin que se observen resultados eficaces frente al complejo problema
de los cultivos ilícitos es zonas marginales y con conflicto armado.

105
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

El mercado de la heroína
Existen grandes dificultades para establecer cálculos aproxima-
dos acerca de la real participación de Colombia en el mercado
de heroína de EU. De acuerdo con el informe Drug Avalability
Estimates in the United States del Drug Availability Steering
Comitee de diciembre de 2002, se presentan dos informaciones
contradictorias. Mientras la DEA a través de DEA Heroin Signature
Program & Custom señala a Colombia como la principal fuente
de suministro del mercado de heroína en EU, la CIA en su infor-
me Opium Poppy Cultivation and Heroin Production Estimates
CNC señala que el primer lugar lo ocupa México.

Al contrastar el cálculo del número de toneladas que se consu-


men en EU (13 – 18 ton./año)29 y el tamaño del potencial pro-
ductivo de Colombia (4.5 a 5.0 toneladas año) – sobre el su-
puesto, que es válido, que toda la producción de Colombia se
dirige a EU – se tiene una participación que oscila entre el 25%
y el 34.6%.

Esto le daría más consistencia a los cálculos de la CIA (CNC) ya


que ambas entidades coinciden en señalar que el mayor por-
centaje de la heroína consumida en EU procede de América
Latina, habiéndose producido entonces un desplazamiento sos-
tenido de la oferta del sureste y suroccidente de Asia. Al con-
trastar estos dos datos, el comportamiento de la participación
del conjunto de fuentes de suministro de heroína es así:

29
En este estudio más reciente en EU (diciembre de 2002) y confiable por reunir a las
principales agencias que llevan un manejo estadístico en el tema de las drogas,
existen dos fuentes de cálculo sobre la heroína: por un lado, Abt Associetes, Inc. en
el estudio “What America’s Users Spend on Illegal Drugs, US GPO, December 2001
establece para el 2001, una demanda de 13 toneladas. De otro lado, Global Heroin
Threat to the United States, CNC, July 2000, situó en 18 toneladas la demanda en EU
para el 2000.

106
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Cuadro No. 3
Participación de México, Colombia y así en el mercado de la
heroína en EU 1999-2001

Área 1999 2000 2001 (*)


Ton. % de la Ton. % de la Ton. % de la
demanda demanda demanda
México 6 42 3 23 7 54
Colombia 3.3 23 3.2 24 4.3 33
Total A.L. 9.3 65 6.2 47 11.3 87
Asia 5 35 7.1 53 1.7 13

Elaborado por el autor con base en CNC y Abt Study What American’s Users Spend an Illegal Drugs 1988 – 2000.
(*) Se toma como base para el 2001, un consumo de 13 toneladas, dato de Abt Study.

El cambio que se pone de presente en estas cifras entre el 2000 y


el 2001 es significativo ya que México pasó entonces a controlar
de un 23% de la demanda de EU en el 2000 a un 54% en el 2001,
mientras que Colombia desarrolló un salto del 23% al 33%, ratificán-
dose, en el caso de este último, los rangos históricos de participa-
ción de las dos fuentes estadísticas más importantes (CNC y DEA).

Al ser totalizada la producción de heroína de América Latina


como fuente de suministro de la demanda de EU, para la CIA la
participación de México y Colombia tiene el siguiente compor-
tamiento:

Cuadro No. 4
Participación de las fuentes de suministro de heroína
procedentes de Latinoamérica

Área 1999 2000 2001 (*)


Ton. % Ton. % Ton. %
México 6 65 3 48 7 62
Colombia 3.3 35 3.2 52 4.3 38
Total A.L. 9.3 100 6.2 100 11.3 100

Global Heroin Threat to the United States, CNC

107
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

En efecto desde 1999 México preservaría un papel dominante


en la producción de heroína, excepto una disminución coyun-
tural en el 2000 y que representó un repunte de Colombia que
fue luego superado en el 2001 de nuevo por México, al alcanzar
una participación récord de un 62%, presentándose una dismi-
nución significativa de Colombia al pasar a un 38%.

Lo que dice la DEA


Para la DEA la situación es completamente distinta:

Cuadro No. 5
Participación porcentual de las fuentes de suministro
de heroína en el mercado de EU 1999 - 2000

Región Subregión 1999 (%) 2000 (%)


América Latina Sudamérica (C/bia) 60 59
México 24 17
Total 84 76
ASIA Sureste 10 8
Suroeste 6 16
Total 16 24

DEA’s Heroin Signature Programs HSP, 2000.

De acuerdo con el cuadro No. 5, la DEA sostiene que la heroína


colombiana ha venido desplazando paulatinamente a la asiática
tanto del sureste como del suroeste. Sin embargo como se puede
observar en esta presentación, los datos en relación con Asia
son bastante contradictorios entre las dos fuentes. En efecto, si
bien ambas corroboran una tendencia al incremento en la parti-
cipación de Asia (del 16 al 24% en el caso de la DEA) entre el
1999 y el 2000, en el caso de la CIA, se señala prácticamente
que es justamente Asia la que estaría obteniendo un margen
mucho mayor en el mercado de la heroína de EU al pasar de un
35% a un 53%, entre 1999 y el 2000. Pero a diferencia de la DEA,
el dato del 2001 de la CIA presenta un giro muy fuerte en las

108
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

tendencias al señalar que México desplazó a Asia de ese rango


tan importante que muestran las cifras del 2000. Por su parte
para la DEA, entre 1999 y el 2000, Colombia estaría preservando
un porcentaje muy alto del mercado (alrededor del 60%) mientras
México disminuye significativamente su participación (del 24 al
17%).

En general para el Drug Availability Steering Committee la pro-


babilidad de corroborar los datos es remota, manteniéndose un
rango elevado de inconsistencias. Las agencias de aduana que
trabajan incautaciones de drogas ( US Customs Service USCS, la
DEA’s Heroin Signature Programs HSP), sobre las cuales se ha-
cen pruebas para establecer su origen, tampoco han podido
validar sus cifras ya que, no necesariamente las incautaciones
adelantadas en un país determinado, significan, de un lado, que
provenga de ese país y en segundo lugar, que de las incautaciones
se pueda inferir inexorablemente mayor producción del origen
establecido.

En general, sólo se conocen con certeza algunos datos prima-


rios de países productores de opio de amapola y exportadores
de heroína como Colombia, sobre todo a través de acciones
como la Operación Breakthrough (Operación Ruptura) aunque
si bien son importantes, son aún muy primarias:

1. El cultivo de amapola produce dos cosechas al año.


2. Se calcula una alta eficiencia en Colombia en los procesos
de transformación de opio a heroína en un porcentaje del
67%, esto es, que se requieren 24 kilos de látex de opio para
producir un kilo de heroína con una pureza del 100%.
3. El potencial productivo de Colombia está en 104 toneladas
métricas de opio que se cosechan de 6.540 hectáreas de
amapola (dato del 2001, el cual, según organismos antinarcó-
ticos de EU y Colombia, se ha mantenido relativamente cons-
tante hasta el 2005).
4. Bajo la proporción establecida de 24:1, Colombia tiene un
potencial de producción de heroína de 4.3 toneladas métricas.

109
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

5. De acuerdo con US Customs Service, ya para el 2001 y con


base en el análisis de muestras incautadas de heroína en las
fronteras de EU, el porcentaje de pureza de la heroína co-
lombiana alcanza un significativo 84.5%. Quiere esto decir
que si Colombia produce 4.3 toneladas métricas de heroína
100% pura, su conversión para la exportación las convierte
en 5.1 toneladas anuales.

Sobre la demanda de heroína en EU


Por su parte la serie sobre el tonelaje de uso de heroína en EU
es el siguiente:

Cuadro No. 6
Demanda de heroína en EU 1994-2000 (ton.)

1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000


10.8 12.0 12.8 11.8 14.5 14.3 13.3

Fuente: Abt Associetes, Inc. “What America’s Users Spend on Illegal Drugs, US GPO, December 2001

El comportamiento de la demanda de heroína en EU por gran-


des regiones es así:

Cuadro No. 7
Comparativo muertes y casos de emergencia en EU
por grandes regiones 1999 - 2000
Región 1999 2000
Cifras / % Muertes Casos de Muertes Casos de
emergencia emergencia
Este Número 2.782 43.916 3.120 49.988
% (58) (78) (65) (80)
Oeste Número 2.038 12.253 1.712 12.523
% (42) (22) (35) (20)
EU Número 4.820 56.169 4.832 62.511
% (100) (100) (100) (100)

Fuente: DAWN ME and ER 1999 – 2000

110
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Como se observa, la región Este de EU (que se presume es de


mayor influencia de la heroína colombiana) presenta durante
1999-2000, un incremento del 12% en muertes asociadas a la
demanda de heroína y 13.8 % de casos graves de salud por la
misma razón, lo que puede indicar un incremento significativo
del opiáceo. Mientras tanto en la región occidental (en donde
se presume domina la heroína mexicana) se presentó una dis-
minución en muertes (16%) pero un leve incremento de casos
de emergencia hospitalaria. Por su parte el promedio muestra
incrementos en ambas situaciones.

La tendencia al incremento de muertes y casos de emergencia


asociadas al uso de heroína contrastan con la tendencia que
presentaron esos mismos años y que fueron de 14.3 toneladas
en 1999 y 13.3 en el 2000. Se podría afirmar que no necesaria-
mente la disminución del tonelaje consumido disminuye la situa-
ción de problemas de salud por razón del uso o abuso de drogas.

Otros estimativos en el uso de heroína en EU


1. Para 1999, existían cerca de 900.000 usuarios crónicos ver-
sus 250.000 ocasionales.
2. El número de usuarios crónicos disminuyó paulatinamente
en los noventa, sin embargo en la última parte de esa déca-
da se incrementó el número de nuevos usuarios en lo cual
se presume jugó un papel importante el incremento de la
presencia de heroína, la alta calidad y los bajos precios.
3. Para el 2.000 los usuarios de heroína gastaron 10.000 millo-
nes de dólares en su demanda.

El cálculo de una demanda anual de 18 toneladas de heroína en


EU, se establece por vía de información estándar sobre el número
de dosis que demandan los distintos niveles de uso (usuarios
duros y ocasionales). Tomando como referencia los archivos
sobre tratamiento para calcular demanda de dosis con informa-
ción muy segmentada de 1996 e información más global del

111
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

CNC arriba reseñada, se estableció el siguiente cálculo de uso


de heroína:

Cuadro No. 8
Cálculo demanda (ton) de heroína de acuerdo
con cálculos de dosis

Tipo de usuario Ton. Año


Duro 14.13
Ocasionales 4.71
Total 18.84

Fuente: Treatment Episode Set (TEDS) 1996


Global Heroin Threat to the United States, CNC, July 2000

La fuente sobre casos de emergencia es tal vez una de las más


creíbles y aporta datos interesantes para establecer los problemas
asociados al uso de drogas. Así por ejemplo, la oficina de drogas
UNODC en su último informe mundial (2004) reconstruyó un
panorama del estado de los problemas de salud en el hemisferio,
por el uso de todas las drogas más conocidas. Una de las difi-
cultades para establecer análisis comparativos es la inexistencia
de información con años similares de referencia para los distintos
países. Esta situación sirve también para establecer el grado de
compromiso de los Estados en el seguimiento estadístico a su
problema de drogas30. Como complemento y buscando un pa-
norama que nos permita evaluar el tema del tráfico, observemos
enseguida la situación de la política frente a los laboratorios que
procesan la pasta básica en cocaína.

30
En esta información de referencia, Colombia ocupa un lugar vergonzoso en cuanto
al año base de información disponible, al lado de países como Brasil, Nicaragua y
Uruguay. Mientras países como Argentina tienen cifras actualizadas del 2004, las de
este conjunto de países es de 1998. Sabemos pues, casi nada en Colombia sobre los
problemas de salud asociados al uso de drogas.

112
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Un balance sobre la estructura


de laboratorios de procesamiento de cocaína
Para este propósito hemos tomado como referencia una serie
histórica de la destrucción de laboratorios entre 2001 y 2003
(véase cuadro No. 9), información a parir de la cual hemos
buscado contrastar los datos presentados para el 2004 (véase
cuadro No. 10).

Cuadro No. 9
Áreas de coca y laboratorios de cocaína destruidos
por departamento 2001-2003

Departamento Área coca % % Área coca % % Área coca % %


2001 laboratorios 2002 laboratorios 2003 laboratorios
destruidos destruidos destruidos
Arauca 2.749 1.9 1.6 2.214 2.2 3.2 539 0.6 23.5
Antioquia 3.671 2.5 4.0 3.030 3.0 5.9 4.273 5.0 18.6
Magdalena 480 0.3 6.0 644 0.6 11.0 484 0.6 10.9
Nariño 7.494 5.1 5.0 15.131 14.8 8.1 17.628 20.4 8.2
N. de S. 9.145 6.3 9.0 8.041 7.9 14.3 4.471 5.2 7.7
Putumayo 47.120 32.5 49.5 13.725 13.4 42.5 7.559 8.8 6.9
Cauca 3.139 2.1 1.0 2.120 2.0 0.7 1.443 1.7 3.4
Boyacá 245 0.2 1.7 118 0.2 0.5 594 0.7 3.3
Bolívar 4.824 3.3 1.6 2.735 2.7 0.8 4.470 5.2 2.5

Elaborado con base en DNE cifras conciliadas con DIRAN y Fuerzas Armadas citado por UNODC “Coca Survey Colom-
bia”, junio de 2004.

113
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Cuadro No. 10
Áreas de coca y laboratorios de cocaína destruidos
por departamento año 2004
Departamento Área de coca % del área No. laboratorios de % frente al total
nacional cocaína destruidos31 destruido
Nariño 14.154 23 76 31.3
Valle 45 0.1 21 8.7
Antioquia 5.168 6 20 8.2
Santander 1.124 1 20 8.2
Cauca 1.536 2 20 8.2
Bolívar 3.402 4 16 6.6
Boyacá 359 0.4 15 6.2
Caldas 358 0.4 13 5.3
Magdalena 706 1 11 4.5
Meta 18.740 23 6 2.5
La Guajira 556 1 6 2.5
Córdoba 1.536 2 4 1.7
Putumayo 4.386 5 3 1.2
Cundinamarca 71 0.1 3 1.2
Norte de Stder 3.402 4 3 1.2
Cesar 0 0 3 1.2

Fuente: Elaborado con base en información de UNODC Situación de las Drogas Colombia, junio 2005.

Frente al comportamiento histórico de los años 2001 a 2003


(véase cuadro No. 9) la dinámica de laboratorios destruidos pre-
senta modificaciones interesantes. En primer lugar, se observa
un incremento en la presencia (o detección) de laboratorios en
el Valle del Cauca, hecho atribuible a los fuertes enfrentamientos
sostenidos entre los grupos hoy activos dirigidos por Diego
Montoya y por Varela (Jabón), contexto en cual la delación frente
a las autoridades como mecanismo para golpear los intereses
del contrincante, se refleja en el lugar ocupado por el Valle (2º)
en este tipo de acciones.

31
El total de laboratorios de procesamiento de cocaína destruidos en el 2004 fue de
243.

114
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

En segundo lugar, está el grupo de departamentos que sin poseer


un número significativo de áreas de coca, se puede constatar
una significativa presencia de laboratorios, lo cual puede expresar
una fuerte influencia del poder del narcotráfico y se trata de los
casos de Santander, Cauca, Boyacá, Caldas y Magdalena. Se resalta
aquí mismo el ingreso por primera vez en este sentido de los
departamentos de Santander y Caldas.

La dinámica de estos departamentos puede ser asociada al incre-


mento de la actividad del narcotráfico en zonas bajo control
paramilitar, proceso que se incrementó a pesar del cese de hostili-
dades pactado con el alto gobierno con la finalidad de adelantar
las conversaciones de paz.

Finalmente llama nuevamente la atención del caso del Meta, en


el cual la acción contra los laboratorios de cocaína no se corres-
ponde con el fuerte peso que tiene la producción de pasta básica
en esta zona, como resultado del peso que ha adquirido este
departamento en relación con los cultivos de coca.

Se puede concluir que sobre vastas áreas del Meta no se han


desarrollado, por razones aún desconocidas, acciones envolven-
tes contra los cultivos y contra la infraestructura de laboratorios
de procesamiento de cocaína.

Aspersiones aéreas departamentales en el 2004


y la consistencia de la política
De acuerdo con el cuadro No. 11 las fumigaciones en el 2004
estuvieron focalizadas en cuatro departamentos que se distribu-
yeron así: prácticamente una cuarta parte de las fumigaciones
se adelantó sobre Nariño, otra cuarta parte sobre Guaviare y
otra cuarta parte sobre Caquetá y Putumayo. En el caso de estos
dos últimos, sumados ambos, poseen un área similar al Meta.
Sin embargo sobre este último sólo se llevó a cabo el 2.8 de las
fumigaciones lo cual muestra serias inconsistencias si se trata de

115
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

responder con esa estrategia frente a la concentración de cultivos


de coca.

Cuadro No. 11
Comparativo fumigaciones 2004 en zonas de conflicto
a partir de áreas de 2003

Lugar Área dic. / 03 % del total Fumigación % del total


Nariño 17.628 20.5 31.307 23
Guaviare 16.163 18.8 30.892 22.6
Putumayo 7.559 8.8 17.524 12.8
Caquetá 7.230 8.4 16.276 12
Total Dptos 48.580 56.5 95.995 70.3
Total Nacional 86.000 100 136.551 100

Lugar Área dic. / 03 % del total Fumigación % del total


Meta 12.814 15 3.888 2.8
Bolívar 4.470 5.2 6.456 4.7
Antioquia 4.273 5.0 11.048 8.0
N. de S. 4.471 5.2 5.686 4.2
Total Dptos 26.028 30.3 27.078 20
Total Nacional 86.000 100 136.551 100

Fuente: Elaborado con base en información de UNODC Situación de las Drogas Colombia, junio 2004.

Lo que las comunidades perciben a partir de estas cifras, es que


existe una selectividad en el impulso de las acciones de fumiga-
ción más asociadas a la ofensiva de la guerra contra la cúpula
insurgente, que al diseño de una estrategia antidrogas rigurosa-
mente decidida y evaluada.

El resultado es el mismo de años atrás. El Estado no diferencia a


una población civil que es fundamental como aliada para garan-
tizar su legitimidad, siempre y cuando con ella se desarrollen
los diagnósticos y los procesos integrales de desarrollo fundados
en una política estratégica para la Amazonía o para el Pacífico.
Muy al contrario, se promueve una polarización que acentúa la
distancia entre la población civil y el Estado.

116
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Así mismo llama la atención en el comportamiento de las áreas


de coca durante el 2004 que justo en áreas como Antioquia,
Córdoba, Santander, Magdalena, Caldas, Boyacá se esté presen-
tando un incremento importante de los cultivos y de la actividad
del narcotráfico. Algunas de estas áreas coinciden con zonas
bajo control paramilitar, hecho aún más diciente si se tiene en
cuenta el condicionamiento de un cese de hostilidades y activi-
dades ilícitas en el marco del proceso de conversaciones hacia
su desmovilización.

Hoy la amenaza de las fumigaciones se mantiene también sobre


los parques nacionales naturales, en donde la fumigación estaba
prohibida, debido a preocupaciones ambientalistas. Existen en
Colombia 50 parques naturales que cubren 10 millones de hectá-
reas y se hallan entre las cinco principales redes de parques del
mundo en cuanto a diversidad de plantas, anfibios y reptiles.
Cuentan con 1.754 especies de aves, más que cualquier otra red
de parques32. Se calcula que hay coca en 13 de ellos y que
abarcan un 7% del total existente. Para estas áreas se ha venido
implementando la erradicación manual, sin embargo, el control
que ejercen las guerrillas sobre aquellos con más siembra de
coca y a pesar del bajo porcentaje que ocupan frente al total, ha
hecho que el gobierno Uribe Vélez amenace con extender las
fumigaciones hacia estas zonas33.

En general se observa que la articulación total de la guerra anti-


drogas en la dirección exclusiva de la lucha antiterrorista está
teniendo altos costos, en relación con una pretensión estratégica
de integrar zonas marginales hacia el Estado colombiano y

32
Véase Steven Ambrus, “Colombian parks a drug-policy battleground” en Ecoaméricas,
june 2005, Vol.7 – No.8, Santa Mónica, California.
33
El Consejo Nacional de Estupefacientes de Colombia se convirtió en centro del
debate sobre la fumigación el 8 de abril de 2005, cuando aprobó los planes de
fumigación aérea de tres parques nacionales altamente valorados: el de Sierra de la
Macarena al sudeste de la nación; el de Catatumbo-Barí al noreste; y el de Sierra
Nevada de Santa Marta, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco,
sobre la costa Norte. Véase Ecoaméricas, Ibidem.

117
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

consolidar la presencia estatal en esos territorios que hoy en día


se catalogan como áreas en donde se tipifica de algún modo,
dinámicas propias de los denominados Estados Fallidos (failed
states).

Fumigaciones y Desarrollo Alternativo:


la muestra de una incoherencia de la política
De acuerdo con el documento Conpes 3218 “Programa de De-
sarrollo Alternativo 2003-2006”34 el Desarrollo Alternativo (DA)
se propone:

I. Consolidar el proceso de erradicación de cultivos ilícitos y


prevenir su expansión.
II. Brindar alternativas estables de ingreso, empleo y valoriza-
ción patrimonial a las familias y comunidades campesinas
vinculadas.
III. Promover procesos de desarrollo institucional y de legitima-
ción del Estado.
IV. Apoyar el fortalecimiento del capital social, estimulando la
organización, participación y el control comunitario.

Así mismo se ratifica el enfoque del DA en el sentido de jugar


un papel complementario a las acciones de fuerza que soportan
las estrategia antidrogas, y a su vez la estrategia se convierte en
una parte de la política de seguridad democrática. Como lo se-
ñala el documento Conpes:

“El programa de DA 2003-2006 complementa la estrategia de com-


bate a las drogas ilícitas, y en particular la erradicación de cultivos
ilícitos, la cual es un requisito para el acceso al programa”35.

34
Véase República de Colombia, Departamento Nacional de Planeación “Programa
de Desarrollo Alternativo 2003 – 2006”, Documento Conpes 3218, marzo 3 de 2003,
Bogotá. (En adelante Conpes 3218).
35
Véase Conpes 3218, pág. 6.

118
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

A su vez, en cuanto a los criterios para definir las áreas de


intervención, se asume en primer lugar las “Áreas afectadas por
cultivos ilícitos” situación que se reconoce tanto para el compo-
nente productivo, como para el componente de Familia Guarda-
bosques.

Quiere esto decir, que dentro de la ubicación de prioridades, la


presencia de cultivos y el hecho de desarrollarse allí acciones
de erradicación, constituyen los supuestos para el enfoque del
programa y a su vez este juega luego, un papel complementario
al restablecimiento de condiciones que mantengan las áreas de
cultivos ilícitos erradicadas y, a la vez, prevengan que se vuelva
a presentar su expansión.

Para observar un indicador central en la realización de ese pro-


pósito de la política, hemos desarrollado un cuadro (véase cuadro
No. 12) en donde se cruza la información pertinente a la fumi-
gación por departamentos, contrastándola con la participación
en el presupuesto 1999-2007 que ordena el uso de los recursos
invertidos en proyectos de DA directamente en departamentos
y municipios, en relación con la suma que actualmente existe
para ello y que se calcula en US $240 millones de dólares36.

Cuadro No. 12
Relación departamental entre participación en presupuesto
desarrollo alternativo 1999-2007 y fumigaciones
Lugar Departamento Cultivos ilícitos Fumigación Lugar en % del Inversión % del
en prpto acumulados 1999- 2004 fumiga total acum. en DA prpto. prpto.
D.A. 1999-2004 (Has.) de fumiga 1999-2004 1999-2004
(Has.) (US millones)
1º Putumayo 197.109 148.751 1º 24.1 54.5 23
2º Norte de Stder 46.031 48.586 5º 7.9 47.9 20
3º Santander 5.460 2.330 15º 0.4 19.8 8

36
Sobre el particular UNODC “Situación de las Drogas Colombia”, junio 2004.

119
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Lugar Departamento Cultivos ilícitos Fumigación Lugar en % del Inversión % del


en prpto acumulados 1999- 2004 fumiga total acum. en DA prpto. prpto.
D.A. 1999-2004 (Has.) de fumiga 1999-2004 1999-2004
(Has.) (US millones)
4º Magdalena 3.035 1.632 16º 0.3 17.8 7
5º Bolívar 27.288 22.820 7º 3.7 12.9 5
6º Cauca 18.835 9.523 11º 1.5 12.1 5
7º Cesar* 3.514 3.031 14º 0.5 11.5 5
8º Antioquia 21.833 31.147 6º 5 11.2 5
9º Nariño 67.709 100.837 3º 16 11.0 5
10º Huila* 5.497 6.125 12º 1 8.5 4
11º La Guajira 1.891 190 19º 0.03 6.0 3
12º Caquetá 86.979 77.982 4º 13 5.5 2
13º Meta 74.708 19.249 8º 3 4.7 2
14º Córdoba 5.448 1.548 17º 0.3 4.5 2
15º Tolima* 7.218 11.385 10º 2 2.6 1
16º Caldas 412 190 19º 0.03 2.0 1
17º Atlántico 0 0 - 0 1.9 1
18º Valle 453 0 - 0 1.6 1
19º Risaralda 0 0 - 0 0.8 0.3
20º Boyacá 1.638 102 20º 0.02 0.7 0.3
21º Guaviare 124.920 108.686 2º 18 0.5 0.2
22º Quindío 0 0 - 0 0.2 0.2
23º Sucre 0 0 - 0 0.1 0.01
24º Chocó 1.380 0 ** - 0
25º Vaupés 8.151 1.105 18º 0.2
26º Vichada 27.521 4.789 13º 1
27º Guainía 4.367 0 - 0
28º Arauca 8.032 17.070 9º 3
29º Amazonas 2.724 0 - 0
30º Cundinamarca 273 0 - 0
TOTAL 617.078 100 238.6
Fuente: Elaborado con base en información de UNODC Situación de las Drogas Colombia, junio 2004; Policía Nacional
DIRAN “Comportamiento de los cultivos ilícitos año 1991-2000, Agosto 18 de 2000; Dirección Nacional de Estupefa-
cientes “La lucha contra las drogas ilícitas: Acciones y resultados 2001”.
(*) Se trata de cultivos de amapola.

En términos generales, el presupuesto para proyectos de desarro-


llo alternativo dirigidos directamente a departamentos y munici-
pios es bastante precario en relación con el tamaño del gasto
efectuado en tareas de erradicación forzosa y en fortalecimiento
del aparato militar en el marco del mismo Plan Colombia.

120
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

En ese contexto y salvo en el caso de Putumayo, la relación


entre el tamaño de la fumigación, es decir, la destrucción de
una de las más importantes fuentes económicas en algunos depar-
tamentos y la participación de esos entes territoriales en el pre-
supuesto de desarrollo alternativo en el lapso 1999-2007, es cla-
ramente inconsistente.

En efecto, Putumayo contabiliza históricamente la mayor canti-


dad de hectáreas fumigadas en los últimos seis años, esto es, el
24.1% de todo lo fumigado en ese lapso, esto es, casi una cuarta
parte del total. Pero en ese mismo período, este departamento
ha venido teniendo una participación del 23 % de la financiación
de proyectos dirigida a municipios y departamentos. Se aprecia
pues, una aplicación coherente de la política de garrote y zana-
horia para esta región.

Sin embargo en el resto de casos, la política no es tan armónica.


Veamos las situaciones más dicientes: en primer lugar, está el
caso del Guaviare, que recibió el 18% de las fumigaciones (casi
una quinta parte del total) y sin embargo su participación de
inversiones directas de desarrollo alternativo sólo alcanza un
precario 0.2%. Este es el caso más extremo de inequidad entre
la fuerza y la inversión social y económica. Otra situación pare-
cida ha vivido el departamento del Caquetá en donde se descar-
gó el 13% de las fumigaciones y su participación en inversiones
de DA es tan sólo del 2%. En tercer lugar está el caso de Nariño,
que recibió el 16% de las fumigaciones y su participación en DA
es sólo del 4%.

Es decir estos tres últimos departamentos, Guaviare, Caquetá y


Nariño totalizaron una participación en las fumigaciones del or-
den del 47% (casi la mitad) y sin embargo su participación en
inversiones directas de DA ha sido tan sólo del 6.2%. La relación
es en todo sentido bastante injusta e inconsistente con los princi-
pios del desarrollo alternativo a los cuales se acogió el Estado
colombiano, en el sentido de ser de alguna manera, una política
complementaria a las acciones de fuerza ejecutadas contra esas

121
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

áreas en razón a su participación en la economía de los cultivos


ilícitos. Por esta razón nos parece que el comparativo contribuye
a establecer la relación de medición de la consistencia entre le
postulado de la política y la realidad del apoyo económico y
social para estas zonas, en relación con lo presupuestado en DA.

La falta de equilibrio también se refleja en la presencia de de-


partamentos que tienen una baja participación en áreas de cul-
tivos ilícitos o peor aún, que no han tenido acciones de fumiga-
ción tan envolventes como en los casos de Putumayo, Guaviare,
Caquetá y Nariño y que contabilizan juntos el 71.1% de las as-
persiones aéreas.

Se trata de casos como Santander, Magdalena, Cesar, Huila, Gua-


jira, Córdoba, Atlántico y Valle, zonas todas que contabilizan el
2.23% de las fumigaciones y sin embargo vienen participando
con el 31% (casi una tercera parte del total) de la inversión
directa a departamentos y municipios. El hecho es muy diciente
si se compara con el grupo de departamentos más fumigados
distintos a Putumayo, en el cual como se señaló, a pesar de
haber recibido el 47% de las fumigaciones sólo participa de
inversiones directas de DA con un precario 6.2%.

Esta situación de inequidad a simple vista, se observa mucho


más reveladora si tenemos en cuenta las condiciones de preca-
riedad en infraestructura, falta inversiones para el desarrollo y
situación muy grave en cuanto a políticas sociales para las zonas
de colonización como Guaviare o Caquetá, o la condición de
ser uno de los departamentos más pobres como en el caso de
Nariño, situación que se agrava mucho más en la región pací-
fica, área principal en la cual se asientan los cultivos de coca y
por tanto donde más se ha llevado a cabo la fumigación aérea.

Existen casos que sobresalen por inconsistencias aún mayores


como los de Atlántico y Valle que, sin tener cultivos ilícitos, y, por
tanto, no haber tenido fumigaciones como en el primero, o una
muy baja participación histórica (453 has.) y ninguna fumigación

122
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

como en el caso del segundo, contabilizan un porcentaje de par-


ticipación en este presupuesto de DA con un 2% mientras Guaviare
sólo lo hace en un 0.2% a pesar de haber tenido el 18% de las
fumigaciones y tener una mayor dependencia y condiciones muy
débiles de desarrollo, si se compara con el Valle o el Atlántico.

Los pocos ejemplos y relaciones que hemos reseñado muestran


con claridad, una muy seria inconsistencia en los criterios y
decisiones de focalización y aprobación de recursos para el apoyo
directo a los departamentos y municipios con una alta depen-
dencia en la economía ilegal de los cultivos de coca y amapola.

Estos hechos contribuyen a explicar porqué casos como el


Guaviare, que recibió sobre todo en el lapso 1994-1999 unos
niveles de fumigaciones altamente significativos (Vargas, 1999)
con resultados importantes –aunque coyunturales– en la dismi-
nución de áreas, al pasar de 24.000 hectáreas cuando se inició
la fumigación a 17.619 en el 2000, y que experimentó luego un
nuevo auge entre el 2001 y 2003, momento en el cual por la
intensidad de las fumigaciones baja su área nuevamente a cerca
de 10.000 hectáreas en el 2004, no ha funcionado.

Quiere decir que la gran precariedad en la inversión del desa-


rrollo alternativo en este departamento no creó, ni está creando
aún, las condiciones para generar una economía alternativa a
los cultivos de coca. Así mismo, significa que una política que
se sustenta casi exclusivamente en el uso de la fuerza, está gene-
rando nuevamente un círculo vicioso que hace insostenible las
bajas coyunturales de áreas de coca, dada la inexistencia de
unos volúmenes de inversión y claridad en los criterios de foca-
lización de los recursos. El caso del Guaviare es emblemático y
explica porqué la coca retorna en ciclos luego de conseguirse
disminuciones significativas. Adicionalmente, la realidad de las
drogas en Colombia exige analizar otro fenómeno que intervie-
ne estructuralmente en su configuración actual y por tanto en la
elaboración de propuestas de manejo: la inserción de dicha eco-
nomía en el conflicto armado.

123
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Narcotráfico y conflicto armado


Luego de la caída de Pablo Escobar en 1993 y del apresamiento
de los líderes de Cali en 1994, se preveía como uno de los
efectos de esa guerra la proliferación de pequeños grupos cuyo
poder no sería equiparable a los sindicatos conocidos internacio-
nalmente como los grandes carteles. La depreciación de la lucha
contra los nuevos grupos organizados del narcotráfico junto con
el auge de cultivos de coca hacia Colombia, llevó a un cambio
de énfasis en el enfoque de la lucha antidrogas, que condujo
finalmente a hacer más visibles las zonas productoras y los grupos
alzados en armas que se involucraron con esa actividad.

El auge cocalero en el sur de Colombia y la inserción de los


grupos insurgentes en las estructuras del tráfico, condujo a un
mayor sometimiento de los productores a los actores armados
en cuanto a regulación de precios y control de la comercializa-
ción. Como consecuencia en las zonas de producción de cultivos
ilícitos se generó una pérdida de liquidez, y, como resultado, se
terminó afectando la estructura de servicios en los sitios de comer-
cio de la pasta básica de coca, afectando el empleo de las zonas
y así mismo, generando más dificultades para los productores
para adquirir los bienes y servicios básicos. En efecto, al ausentar-
se el circulante, muy pocos negocios del sector servicios pueden
sostenerse en las zonas y de esa manera se produce una crisis
que al final resulta dificultando aún más la adquisición de bienes
de consumo y artículos básicos para los productores. Al crearse
este escenario y terminarse el papel desempeñado por algunas
poblaciones que emergieron por el movimiento comercial de la
coca, los productores deben desplazarse a centros más distan-
tes de sus fincas, incrementándose así el precio de los pasajes y
fletes de las mercancías que se adquieren. Este escenario golpea
los escasos recursos de los productores.

Al constituirse las zonas cocaleras en escenarios bajo control


insurgente y al incrementarse su inserción en el circuito de las
drogas, se ha llegado a una focalización de las acciones ofensi-

124
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

vas hacia esas áreas. En efecto, el Plan Colombia centró su inci-


dencia en el Sur del país, buscando quebrar las finanzas de las
guerrillas y al final, golpearlos militarmente. Así mismo, al genera-
lizarse el argumento de que las guerrillas se constituyen en los
reemplazos de los carteles abatidos a comienzos de los noventa,
junto con el énfasis de la estrategia antidrogas de centrase en la
parte inicial de la cadena basada en resultados mensurables en
el corto plazo, la estrategia terminó facilitando el incremento
del poder de los nuevos empresarios ilegales, que sustituyeron
los viejos carteles.

En efecto, en el lapso de los últimos diez años, se fortaleció una


poderosa simbiosis ilegal que articuló el negocio de drogas con
el control privado y armado de territorios dinámica facilitada a
través de la concentración de la propiedad de la tierra. Según
estimativos del antiguo instituto de la reforma agraria INCORA,
los narcotraficantes adquirieron el 48% de las mejores tierras del
país, mientras que el 68% de los propietarios poseen sólo el
5.2% del área (PNUD-DNE,1997). La compra de predios rurales
por los narcotraficantes les permitió vincularse a las actividades
legales y asimilarse, en cierta forma, a los empresarios tradiciona-
les. (Camacho, López y Thoumi, 1999). Adicionalmente su uso
generó una fuerte irracionalidad en la orientación de la estruc-
tura productiva agraria y en las áreas de bosques, al ser dedicadas
fundamentalmente a la ganadería extensiva.

El control de territorios sirvió también para consolidar la produc-


ción ilícita, la instalación de laboratorios de procesamiento y un
mejor acceso a rutas internacionales para la exportación de dro-
gas. Toda esta dinámica se encubrió y se fortaleció por vía de
un marco político que abrió el uso de un modelo de privatización
de la estrategia contrainsurgente, a través de la promoción de
mecanismos de autodefensa contemplados en el decreto legis-
lativo 3398 de 1965. Este marco legal fue aprovechado en la
década de los ochenta para contener los desmanes de las guerri-
llas (extorsión, secuestro, etc.), pero fue rebasado por el narco-
tráfico y elites locales principalmente del sector rural, quienes

125
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

establecieron ejércitos privados en sus zonas de influencia y


luego, desarrollaron un proceso violento de desalojo o venta
forzada de propiedades, aprovechando la débil presencia estatal.

La dinámica violenta de estos warlords condujo al control pleno


de territorios principalmente en el norte del país, siendo tolerados
por los organismos de seguridad, teniendo en cuenta su papel en
la eliminación de las redes de información o apoyo de las guerri-
llas. En el marco de esa poderosa simbiosis entre narcotráfico y
guerra contrainsurgente, organizaciones de derechos humanos
han logrado establecer 2.137 casos de desapariciones forzadas
entre 1988 y el 2004, bajo responsabilidad de los jefes paramilitares
que actuaron con total impunidad, por omisión o acción de los
organismos de seguridad del Estado37. Así mismo, la compleja
articulación de seguridad privada contrainsurgente y su fortaleci-
miento como poder territorial, han contribuido notoriamente a
que Colombia se sitúe entre los tres países con una situación
humanitaria de desplazamiento más graves del mundo38.

La reiterada ausencia de agilidad en los procesos de extinción


de dominio de los bienes adquiridos con dineros ilegales, con-
tribuyó a consolidar ese proceso. En efecto, del total de bienes
rurales registrados oficialmente como incautados (3.376 bienes),
el 55% no cuenta con información referente a la extensión del
número de hectáreas. Sólo se conoce esa cifra del 45% restante
y que equivalen a 421.638 hectáreas. Las devoluciones por or-
den judicial de esas hectáreas que se conocen ascendieron al
35%, mientras que sólo se ha extinguido el dominio al 4.2% del
total de esos bienes, lo cual representa tan sólo 17.581 hectá-
reas. (Estos son datos sobre el 45% del total incautado porque
no se conocen cifras de los demás). Es decir, sólo el 5% de los

37
Véase derecho de petición a la Fiscalía General de la Nación ejercido por la Asocia-
ción de Familiares Detenidos y Desaparecidos ASFADES, la Fundación “Manuel
Cepeda Vargas”, Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, Colectivo de Abogados
José Alvear y el Proyecto Justicia y Vida, en oficio de julio 1 de 2004, Bogotá.
38
Los otros dos son Sudán y el Congo.

126
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

predios incautados han sido objeto de extinción de dominio y


el 35% del total incautado se ha devuelto a los narcotraficantes
por orden judicial (Contraloría General de la República, 2005)39.

A ello se agrega la falta de claridad y de políticas públicas sobre


el uso de los pocos recursos ya incautados y extinguidos al
narcotráfico, todo lo cual desfavorece y aplaza la creación de
condiciones que inhabiliten el territorio colombiano como lugar
expedito para la continuidad de la economía ilegal de las drogas.

Así mismo y como lo muestran los indicadores sobre disponibi-


lidad de las drogas en mercados como EU y Europa, los narco-
traficantes conservan la capacidad de exportación de sustancias
ilegales. El fuerte espacio político que conserva el narcotráfico,
se manifiesta en su alta capacidad de corrupción y penetración
de diversas esferas del Estado. Este panorama contrasta con los
argumentos señalados por el Departamento de Estado con respec-
to a la relación costo efectividad, que viene implicando concentrar
los mayores esfuerzos y recursos en la búsqueda de resultados
de corto plazo en los escenarios propios de los cultivos ilícitos.

Finalmente y teniendo en cuenta los términos de aprobación de


la denominada ley de Justicia y Paz del 22 de junio de 2005,
marco legal para la reincorporación de los grupos paramilitares
que negociaron su desmovilización con el gobierno Uribe, dife-
rentes entidades expertas en legislación sobre derechos humanos
han argumentado que la ley aprobada deja intactas las estructuras
paramilitares, reduce los plazos para investigar sus crímenes y
no toca las redes mafiosas ni el poder económico que alimenta
las actividades de estos grupos. Así mismo, dificulta la posibilidad
de establecer la verdad de los hechos criminales cometidos,

39
Para un balance de la efectividad de la política de extinción de dominio de bienes
adquiridos por el narcotráfico, véase entre otros Contraloría General de la Repúbli-
ca (CGR), 2005, “La gestión de la reforma Agraria y el Proceso de Incautación y
Extinción de bienes rurales”; CGR, 2001, “Plan Colombia Segundo Informe de Eva-
luación”, Bogotá, y El Tiempo, 28 de julio de 2002, “La mafia recupera sus bienes”,
Bogotá.

127
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

inhibiendo la acción de la justicia y soslayando por tanto, la


reparación de las víctimas expropiadas o que padecieron la vio-
lencia de estos grupos40.

Bajo estas condiciones, Colombia se acerca a un escenario del


posconflicto marcado por un control regional del empresariado
ilegal que se blindó políticamente al calor del modelo de seguri-
dad que cedió a los particulares el uso de la fuerza, en contra de
los grupos de oposición armada. Como consecuencia la recupera-
ción del monopolio de la fuerza en cabeza del Estado, está lejos
de ser alcanzada. Este es uno de los efectos políticos más impor-
tantes del modelo de privatización de la lucha contrainsurgente,
cuyas consecuencias se relacionan con la ausencia de límites
claros entre el monopolio de la fuerza del Estado, la corrupción
asociada al narcotráfico y la condición prevaleciente de los grupos
privados ilegales. Agregado a ello están las consecuencias huma-
nitarias y socioeconómicas, pues en la actualidad no hay meca-
nismos que establezcan con transparencia la responsabilidad
del narcotráfico (y de los grupos armados que han participado
en esa dinámica) sobre el proceso violento de expropiación de
comunidades indígenas, negras y campesinas.

Como consecuencia, el débil ejercicio del cumplimiento de la ley


en Colombia prolonga la condición de lugar favorable a la
pervivencia del narcotráfico (Thoumi, 2002). Teniendo en cuenta
este panorama, la extensión del trato criminalizado del uso de
drogas y el hecho de sobredimensionar el escenario de los cultivos
ilícitos, se han venido convirtiendo en un recurso político útil a
los soportes de las estrategias antidrogas e incluso contrainsur-
gentes, mientras de otro lado se observan muy débiles los diag-
nósticos y las decisiones dirigidas a un fragmentado pero poderoso

40
Véase entre otros, Human Rigths Watch “Colombia: proyecto deja intactas estructu-
ras paramilitares”, junio de 2005. Comisión Colombiana de Juristas, “Sin garantías
del derecho a la verdad”, junio 14 de 2005; “Sin garantías del derecho a la justicia”,
junio 15 de 2005; “Sin garantías del derecho a la reparación”, junio 20 de 2005; “Una
metafórica justicia y paz”, junio 21 de 2005; “Sin paz y sin justicia”, junio 20 de 2005.
Así mismo, The New York Times, “Colombia’s capitulation”, julio 4 de 2005.

128
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

sector empresarial ilegal que controla el uso de la fuerza en vas-


tas regiones, principalmente en el norte de Colombia.

Dentro de esa perspectiva se observa también una responsabili-


dad política de Washington en cuanto a la serie de efectos que
ocasiona la focalización de la estrategia sobre los cultivos ilícitos
y la concentración de su estratégica presencia militar directa o
contratada en el sur del país, privilegiando como enemigo a las
guerrillas. Sin poner en tela de juicio el deber del Estado de
buscar el logro del ejercicio del monopolio de la fuerza sobre la
base del respeto ineludible a los derechos humanos, el desequi-
librio en el uso de esa violencia en términos espaciales y obrando
con una selectividad que puede ser catalogada como ideológica,
se favoreció por omisión, la ausencia de una ofensiva significativa
contra la simbiosis de narcotraficantes y líderes paramilitares41.

En efecto, a pesar de los incrementos de las operaciones milita-


res contra las autodefensas, al pasar de 76 en el 2001 a 134 en el
2002, 276 en el 2003 y 369 en el 2004, (Fundación Seguridad y
Democracia, 2005) se observa en los niveles regionales, un forta-
lecimiento de sus líderes y del negocio de las drogas así como
las actividades mafiosas controladas por las estructuras locales42.
Aquí se revela también la ausencia de correspondencia entre el
modelo de confrontación militar asociada a la condición de gru-
pos armados, frente al tránsito que han venido desarrollando
hacia estructuras mafiosas de redes, en áreas ya consolidadas,
cuya confrontación es más del resorte de la inteligencia y de
golpear intereses económicos de origen ilegal.

41
Es el caso de los planes antinarcóticos y contrainsurgentes más importantes desa-
rrollados en los últimos cinco años, esto es, el Plan Colombia (2000-2005), cuyo
componente antidrogas fue financiado por Washington con un valor de 4.000 millo-
nes de dólares y el Plan Patriota, un plan de ofensiva militar contra la retaguardia
estratégica de las FARC, también apoyado por el Departamento de Defensa de los
EU. Véase LAWG, CIP, WOLA, US Office on Colombia “Blueprint for a New Colom-
bia Policy”, March 2005, Washington.
42
Fundación Seguridad y Democracia,2005, “Colombia: Balance de Seguridad 2001 -
2004”, Bogotá.

129
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Sin embargo, muy pocos cambios se observan en el horizonte


de una política que reconozca con más inteligencia la fuerte
simbiosis entre el narcotráfico, el nuevo control territorial emer-
gente y el incremento del poder de las estructuras en red. Estas
utilizan el control de áreas estratégicas para fortalecer aún más
el negocio de las drogas y la serie de actividades ilegales que se
originaron y se fortalecieron con capital ilegal, y por el contexto
generado ante las señales de privatización de la guerra interna
colombiana.

De otro lado, la solicitud que se ha formalizado ante Washing-


ton para un incremento del número de asesores militares y con-
tratistas privados en el marco de la ofensiva contra la cúpula de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC, refleja
una percepción del problema bajo el sesgo que privilegia a este
grupo como el enemigo principal. Como consecuencia, preva-
lece un tipo de manejo que se afirma casi con exclusividad en la
militarización de las zonas de influencia de los grupos insurgentes,
mientras el aprestamiento del Estado para enfrentar el poder del
narcotráfico que procura su legalización, se observa débil en
investigación e inteligencia y pobre en el accionar de la Fiscalía
General de la Nación frente al tamaño de la criminalidad y los
delitos contra la población civil en las regiones pretendidas. La
política de seguridad muestra pues, debilidades frente a un trata-
miento integral del problema y refleja una carencia de voluntad
política para enfrentar en profundidad, el violento reordena-
miento ilegal producido en el marco de la guerra, y la posterior
consolidación mafiosa de grandes territorios.

La opción de ideologizar la guerra antidrogas seguramente ar-


gumentada en las prioridades de seguridad para garantizar di-
námicas de inversión, está teniendo un alto costo en las zonas
marginales donde se afianza el poder insurgente. Observemos
esas consecuencias.

130
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Implicaciones por la ofensiva armada estatal, que com-


bate a las drogas bajo un enfoque de guerra antiterrorista:

1. Pérdida de visibilidad de las causas sociales y económicas


que inciden en la alta dependencia de algunas regiones frente
a los cultivos ilícitos. Como consecuencia, las aspersiones se
desarrollan indiscriminadamente, lo cual acentúa los impac-
tos sociales en la población expuesta. Fuerte deterioro de la
confianza entre comunidades y Estado, hecho que se expresa
de un lado, en la ausencia de diferenciación entre cultivos
de subsistencia y extensivos; de otro, se refleja en los altos
índices de resiembra de coca nueva en departamentos como
Putumayo que ha tenido la más alta inversión social en el
marco del Plan Colombia. La medida que no diferencia los
cultivos, se corresponde con el énfasis de la producción
ilegal como finanzas de la insurgencia. Así mismo se conti-
núan generando impactos de la fumigación en algunos pro-
gramas de desarrollo alternativo.

En este punto se observan varios elementos para el análisis:

En primer lugar, bajo la administración del presidente Uribe, no


se desarrolló un balance a fondo de los desaciertos en que incu-
rrió el Estado cuando asumió la experiencia de los pactos de
erradicación manual. Se resaltaron más algunos incumplimientos
de cultivadores que, en efecto, quisieron manipular los espacios
de alguna protección frente a las aspersiones, para desarrollar
nuevas siembras ilegales. Sin embargo, el problema es mucho
más complejo y existe una alta responsabilidad estatal en los
modelos de intervención43.

Como consecuencia, se optó por borrar la diferencia que se


hacía entre cultivos de subsistencia y cultivos ilícitos extensivos.

43
Para una mirada crítica de esos modelos en la experiencia de Putumayo véase,
Vargas, Ricardo “Drogas, Conflicto Armado y Desarrollo Alternativo”, Acción Andina
Colombia, 2003, Bogotá.

131
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Este hecho, junto con las dificultades presupuestales para garan-


tizar una cobertura significativa de las ofertas de los programas
de Familia Guardabosques y proyectos productivos, puede estar
generando un incremento de los efectos negativos de las
fumigaciones44.

Para dar un ejemplo significativo, en las aspersiones adelanta-


das recientemente (mayo y junio 2005) en el departamento del
Cauca específicamente en el municipio de Sucre, los campesinos
han denunciado que:

“La Asociación Agropecuaria de Sucre – AGROSUCRE, conforma-


da por 181 productores de café orgánico, los cuales son apoyados
por la Empresa Cooperativa del Sur del Cauca COSURCA en el
proyecto de producción que financian entidades de cooperación,
denunciaron las pérdidas de la cosecha de café, su principal
fuente de ingresos. Esta asociación vende a buen precio el café
que se exporta a Europa pero después de las aspersiones ya no
nos quisieron comprar el producto porque con el veneno per-
dió calidad y esto ha dejado quebrados a los campesinos que
cultivamos café y generamos empleo”45.

Allí mismo se agrega que: “Así como AGROSUCRE, se perjudi-


caron otras asociaciones de productores tales como ASOFRU-

44
En efecto, entre los años 2003 – 2005 el Programa de Desarrollo Alternativo ha
ejecutado US 170 millones de dólares de los cuales un 90% son aportes del presu-
puesto nacional para financiar los programas Familias Guardabosques PFG y el
Programa de Proyectos Productivos PPP. En el lapso de cuatro años (2002 – 2006)
se aspiraba a una cobertura sobre 50 mil familias, de las cuales se ha alcanzado un
poco más de 30.000 en tres años. Los programas tienen una alta dependencia de
recursos del presupuesto nacional, dada la baja estima de sus bondades por parte
de los recursos de la cooperación internacional. Véase Comité Andino para el De-
sarrollo Alternativo CADA, “Estrategia andina de desarrollo alternativo integral y
sostenible”, Agosto 205, Bogotá.
45
Las aspersiones en ese departamento en los meses de mayo y junio de 2005 se
adelantaron también sobre Bolívar, San Sebastián, Santa Rosa, Almaguer, Balboa,
Patía y Rosas. Véase “Fumigaciones en el Macizo colombiano y sur el Cauca: impac-
tos negativos en las comunidades” Informe Preliminar, julio de 2005, testimonios
directos en reuniones con comunidades afectadas, Popayán agosto 2 de 2005.

132
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

TÍCULA, ASOPANELA, quienes perdieron el programa de panela


orgánica. Los productores de tomate de mesa denuncian que
perdieron toda la cosecha calculada en 30 toneladas y quedaron
sin cómo responder a un crédito por valor de 20 millones de
pesos, además se fumigó la bocatoma del agua para riego”46.

En segundo lugar, hemos establecido que aquellas áreas mayor-


mente marginadas y con una alta dependencia de la economía
de la coca, por tanto, con condiciones para una continuidad del
control insurgente y extensamente fumigadas, son prácticamente
excluidas del apoyo a proyectos como lo establecen los objetivos
mismos del Documento Conpes No. 3218 sobre la estrategia del
Desarrollo Alternativo (véase cuadro No. 12).

2. El carácter envolvente de los operativos dirigidos tanto a


golpear la estructura militar de las guerrillas como a debilitar
sus fuentes de financiación, viene generando, de acuerdo
con denuncias de las comunidades, graves violaciones a los
DDHH, en razón a la instauración de la sospecha sobre las
comunidades asentadas en las zonas rurales de estas áreas,
como base de los operativos en zonas cocaleras bajo influen-
cia insurgente. Así mismo en respuesta a estos operativos,
las guerrillas optan por incrementar también mecanismos
de fuerza contra las comunidades (confinamiento, amenazas
de represalias, etc.) que constituyen a su vez graves viola-
ciones a las normas del DIH.

En el marco de los operativos del Plan Patriota, las comunida-


des del Meta, Guaviare, Putumayo y Caquetá han denunciado
casos graves de violaciones a derechos humanos47. En el caso

46
Ibídem pág. 3.
47
Las denuncias se presentaron en foros simultáneos adelantados sobre la situación
humanitaria en esos departamentos, en Bogotá, Florencia y Cartagena del Chairá el
29 de julio de 2005. En un SOS de estas últimas se señala que: “Hay insolvencia
económica para cientos de familias, quienes no pueden trabajar ante la zozobra y
los peligros de la guerra. Hay desplazamiento diario de una o dos familias que les
ha tocado dejar sus tierras, ganados y cosechas abandonadas, perdiéndolo todo.

133
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

de Cartagena del Chairá sus denuncias aluden sobre todo a de-


tenciones arbitrarias, casos de tortura, amenazas individuales,
atentados, desplazamiento, ejecuciones, desapariciones forza-
das y violencia sexual48.

Como consecuencia, la actual política antidrogas - dirigida a


debilitar la economía ilegal que oxigena las estructuras insur-
gentes - es percibida por parte de las comunidades, como ac-
ciones inscritas en la ofensiva de guerra y que las termina
involucrando como parte del problema, desde al lado de los
grupos armados. Así se entiende también, el desarrollo de requi-
sas en rutas fluviales y terrestres, hecho que viene incrementando
de manera alarmante los costos y tiempos de traslado de las
comunidades hacia los centros de comercio y servicios, lo cual
afecta la precaria economía familiar49.

En ese mismo sentido se entienden las limitaciones de compra


de combustible, bienes básicos, medicinas y recursos para el
sustento y las actividades de las fincas.

3. Finalmente las amenaza de fumigación sobre los parques


nacionales con presencia de cultivos ilícitos, se entiende tam-
bién como una decisión en el marco de esa lectura de aca-
bar con toda posibilidad de una financiación para los gru-
pos armados.

Cada día son más estrictos los racionamientos de alimentos y medicamentos esen-
ciales y artículos de primera necesidad para las familias y la producción agropecuaria”.
Véase “SOS de las comunidades de Cartagena del Chairá ante la emergencia huma-
nitaria generada por el conflicto armado y el desarrollo del Plan Patriota”, septiem-
bre 5 de 2005, Florencia.
48
Las cifras se recogen del Banco de datos de Cinep en el documento “Estadísticas de
Derechos Humanos y DIH, Cartagena del Chairá, Caquetá”, números que van entre
el 1 de enero de 2004 y el 6 de julio de 2005.
49
Así por ejemplo, un recorrido desde Remolino del Caguán a Cartagena del Chairá
que se hacía en 5 o 6 horas, hoy puede alcanzar 10- 12 horas. Esto implica más
costos (hospedaje, alimentación) para quienes se desplazan porque deben quedar-
se más tiempo en los sitios intermedios.

134
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Propuestas
En general la fuerte polarización del Estado y las áreas marginales
con presencia insurgente, está teniendo un alto costo que se
viene incrementando con la articulación de la guerra antidrogas
a la estrategia de seguridad, inscrita en el marco de la confron-
tación armada. Esto debería conducir a serias reflexiones para
un marco de políticas que debe partir de la realidad de una
guerra que se inserta profundamente en la economía ilegal. Vea-
mos algunas que podrían suscitar avances hacia la superación
de esa compleja trama, cuyo débil tratamiento puede generar
un autoprolongamiento del conflicto.

1. A pesar de que la iniciativa que envuelve a las drogas como


parte de la ofensiva de guerra ha estado en cabeza del Eje-
cutivo, se ha venido generando un ambiente de baja contro-
versia y veeduría por parte de los partidos políticos y como
consecuencia, de instancias como el Congreso de la Repú-
blica. Los balances de lo que ha sido la implementación del
Plan Colombia se siguen desarrollando de una u otra forma
en escenarios políticos y académicos de Washington. Mientras
tanto en Bogotá, suelen desarrollarse algunos debates que
reaccionan a impactos parciales de orden local o regional50
sin que se observen discusiones integrales con cobertura
nacional o una mirada sobre la incidencia regional andino
amazónica, sobre lo que ha sido la actual estrategia contra
las drogas.

Esa apropiación y su traducción en iniciativas políticas y legales


tiene que ver con:

a. Impulsar un balance nacional de la política de drogas, cuyo


modelo se ha implementado para la coca desde 1994,

50
Casos como Putumayo a iniciativa del Representante de ese departamento Guillermo
Rivera y el Senador Rafael Pardo desarrollado en julio de 2005.

135
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

teniendo un repunte financiero a partir del 2000, hecho sin


antecedentes, y que suma hoy 4.000 millones de dólares. Se
debe abrir ese espacio político dado el tiempo y los efectos
de orden social, económico, político y ambiental –muchos
de ellos aún desconocidos– de la actual estrategia.

b. La generación de condiciones para desarrollar un nuevo


marco de política bajo la identificación y defensa de los
intereses nacionales colombianos y eventualmente una rede-
finición del conjunto de acuerdos con EU en esa materia. En
ese mismo sentido y dadas las alarmas que empiezan a ob-
servarse, se deben asumir compromisos políticos para evitar
que en Colombia se restablezca la posibilidad de uso del
método biológico como técnica de erradicación.

c. Recuperar una voluntad política sobre la extinción de domi-


nio de los bienes incautados al narcotráfico, teniendo en
cuenta las denuncias sobre la crisis institucional en esta
materia. Así mismo la definición de una política sobre el uso
de esos bienes y su incorporación a la reparación de las
víctimas de la guerra. En ese sentido se deben retomar y
resolver, en el marco de la política de Estado, la situación de
crisis permanente que padecen entidades relacionadas como
la Dirección Nacional de Estupefacientes, sobre todo en re-
lación con la sistematización y manejo de los bienes incau-
tados al narcotráfico.

d. Apropiación del tema de los problemas asociados al consu-


mo de drogas, asumiendo una responsabilidad en el desa-
rrollo de la legislación y políticas públicas relacionadas con
la sentencia de la Corte Constitucional que despenalizó la
dosis personal de algunas sustancias51.

51
Como se ha observado este es tal vez uno de los temas de mayor abandono y trato
marginal en Colombia.

136
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

e. Desde el punto de vista institucional, se debe abordar el


desarrollo de políticas estatales que estabilicen un enfoque
coherente en el manejo del problema del abuso de drogas.
Así mismo, sistemas de información óptimos para una iden-
tificación, seguimiento y análisis periódico de los problemas
asociados al uso de drogas, dirigidos a fortalecer una política
elaborada con la participación de organizaciones y entidades
que hoy han acumulado experiencias segmentadas o locales
en el manejo del problema.

2. Las acciones antidrogas inscritas en el marco de la guerra


buscan afectar las fuentes de financiación de las FARC y
determinar el impacto de los esfuerzos antinarcóticos sobre
la capacidad de combate de ese grupo. Sin embargo, las
regiones productoras están pagando unos costos altos que
demandan una reformulación del componente social, eco-
nómico y ambiental. Para este fin se debería producir una
concertación con dirigentes políticos, iglesias, sociedad civil
organizada, incluidas las comunidades, con el fin de esta-
blecer un balance de las emergencias creadas por la ofensi-
va militar en estos escenarios y dar prioridad a la grave
situación humanitaria y proteger los intereses de las regiones.
No se trata además de imponer o llevar una política desde
Bogotá sino de reconocer esfuerzos locales y regionales que
podrían ser fortalecidos. Desde el punto de vista de la pro-
yección en el mediano y largo plazo, se debe partir de una
política para la amazonía como región, identificando los
actores sociales clave en su sostenibilidad estratégica, es decir,
involucrando y reconociendo los espacios de las etnias y
grupos sociales que están desarrollando propuestas alterna-
tivas, las cuales deben ser concertadas por el Estado52.

52
Una de las debilidades del actual esfuerzo gubernamental de acercar los entes
nacionales a regiones de alto conflicto, es la ausencia de un reconocimiento a los
procesos locales y regionales en marcha, los cuales pueden no encajar en los mo-
delos que se buscan implementar para estas áreas desde Bogotá. Eventuales reticen-
cias alrededor de programas como Familias Guardabosques, por ejemplo, deben

137
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

3. La actual política antidrogas inscrita en el ámbito de la segu-


ridad, viene acarreando costos político diplomáticos frente
a los Estados vecinos, generando desconfianza, produciendo
tensiones y limitando las posibilidades de ganar apoyo de
sus recursos y fuerzas dentro del objetivo común de prevenir
el uso de las fronteras para actividades ilícitas. El condiciona-
miento de las relaciones internacionales en el ámbito regional
a la seguridad militar, genera situaciones adversas para el
desarrollo de una agenda integral, la cual ha resultado fuerte-
mente influenciada por demandas de compromisos militares
en el contexto de la política de seguridad de Colombia53.

4. Es perceptible una falta de claridad en el desenvolvimiento


institucional en las acciones frente a los cultivos ilícitos.
Hemos señalado la débil coherencia de la fumigación en
relación con áreas de alta concentración de hoja de coca y
una gran déficit en relación con el desarrollo alternativo. La
política parece subsumirse en una serie de acciones que
combinan: fumigaciones, erradicación manual forzosa, familia
guardabosques, en ocasiones, ofertas poco sustentadas como
la compra de la coca, hechos que develan justamente la
ausencia de una estrategia que vaya más allá del puro interés
de reducir áreas de cultivos ilícitos y que mejore las condicio-
nes de negociación en esta materia con los países más
interesados en el desarrollo de acciones para la oferta.

subsanarse retomando y reconociendo las dinámicas locales en materia de uso y


protección ambiental de ecosistemas complejos como el amazónico. Sobre la ini-
ciativa gubernamental para territorios de ofensiva bélica véase, Presidencia de la
República Centro de Coordinación de Acción Integral CCAI “Por la recuperación
social del territorio”, Agosto de 2005.
53
Véase Arlene Tickner, “La securitización de la crisis colombiana: bases conceptua-
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NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

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144
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Sobre las magnitudes


del Narcotráfico
Por Ricardo Rocha García1

Introducción
El hecho que el narcotráfico sea un problema muy importante
para Colombia, lleva rápidamente a pensar que su importancia
económica también lo sea. Algo nada gratuito, dado que existe
bastante información en la cotidianidad y en la historia reciente
para darle sustento a la percepción de que su importancia econó-
mica va de la mano con sus efectos sobre el acontecer nacional.

Para la muestra, el despliegue militar que exhiben los grupos


armados ilegales, en buena parte es resultado de su incursión
en el control de las regiones con cultivos ilícitos, así como del
acopio de las cosechas de base y de manera creciente en la
exportación de cocaína. Otra muestra radica en la pugna por el
control territorial de significativas regiones del país donde se
sabe que han realizado inversiones en tierras. Dando origen a
un cruento conflicto armado donde la guerra irregular ha dado

1
Investigador Asociado del CEDE de la Facultad de Economía de la Universidad de
los Andes. Artículo elaborado con el patrocinio de la Fundación Seguridad & De-
mocracia. Los errores, omisiones y opiniones contenidas son de responsabilidad
exclusiva del autor y no comprometen de manera alguna a las instituciones men-
cionadas. Comunicaciones rrocha@uniandes.edu.co

145
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

lugar a la intimidación de la población y la corrupción de las


instituciones, las cifras del desplazamiento forzado de la pobla-
ción y los escándalos de corrupción de la política, son una
muestra de la intensidad de los efectos colaterales de las utilidades
del narcotráfico. Otro tanto, se podría desprender de la magnitud
y complejidad de la respuesta del Estado para combatir este
delito y sus efectos colaterales.

Sin embargo, la magnitud del valor de la operación del narco-


tráfico en correspondencia con el valor de las remuneraciones a
los residentes, tiene un límite en las extensiones de los cultivos,
las productividades, las incautaciones, y los precios dentro de la
frontera colombiana. El gasto de operación doméstica presenta
débiles eslabonamientos con los diferentes sectores de la eco-
nomía y tiene un importante componente de importaciones de
contrabando, además está marginado de la cadena de recaudo
fiscal y se realiza en regiones de enclave. Los incrementos de
valor que experimenta la droga en su trayecto hasta el consumidor
final, corresponde a la remuneración tanto de colombianos y no
residentes, sin que el valor exportado guarde correspondencia
con la oferta exportable y los precios finales.

En consecuencia, las percepciones de las magnitudes del narco-


tráfico en la economía colombiana necesariamente no tienen
que ir en consonancia con la realidad, y precisamente, su estima-
ción debe ser un ejercicio contable resultado del entendimiento
del fenómeno en sus diferentes dimensiones, incluido el econó-
mico, por consiguiente, pese a las limitaciones de información
producto de la ilegalidad, existen diversidad de metodologías
de estimación. Aclarando al respecto, que las limitaciones de
datos sobre el tema, no son muy diferentes a la que enfrenta la
medición de muchos sectores de la economía legal.

Precisamente, las reflexiones que suscita el funcionamiento del


narcotráfico respecto a sus magnitudes estimadas y esperadas,
son la principal motivación del presente ensayo estructurado en
cinco secciones. Se aclara que no se trata de un compendio

146
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

metodológico de la medición económica del narcotráfico, ni


pretende hacer una crítica de las existentes, solo se trata de una
revisión de la información secundaria disponible y su entendi-
miento con el fin de discutir algunas hipótesis sobre magnitu-
des y efectos en Colombia.

En la primera sección del ensayo, se abordan diferentes expli-


caciones en torno a la vinculación de Colombia al narcotráfico,
analizando diferentes motivaciones a la luz la información dis-
ponible, intentando aproximar el porqué de la magnitud y hasta
donde debería llegar la inserción de Colombia en el mercado
mundial de las drogas ilícitas. En la segunda sección, se analizan
aspectos del funcionamiento del narcotráfico y los efectos que
se le atribuyen en un sentido multidimensional, haciendo énfasis
en los aspectos de economía política, indagando sobre las impli-
caciones que las magnitudes ejercen sobre el bienestar y las
políticas públicas. La siguiente sección, se dedica a discutir las
estimaciones sobre la contribución del narcotráfico al PIB de la
economía, explorando los alcances de los resultados conocidos
y su pertinencia para la política económica. Finalmente, una
sección de consideraciones finales, que se detiene sobre las
opciones de política pública frente al futuro del narcotráfico,
sobre un escenario, donde se necesita consolidar la reducción
de la operación en Colombia, no solo marchitando la produc-
ción, sino también el accionar del crimen organizado y sus acti-
vidades relacionadas.

1. Explicaciones de la inserción
No resulta sorprendente que el nombre Colombia se asocie con
el tráfico de cocaína, sin embargo, no se trata de un fenómeno
inveterado y por consiguiente no tiene por que ser definitivo.
Hasta mediados de los años setenta se empezaron a registrar
noticias de las primeras incautaciones de cocaína y de la exis-
tencia de los primeros cultivos en los ochenta. Entonces, se
producía y exportaba marihuana desde Colombia, para atender

147
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

la demanda desatada en los años 60, luego de que su cultivo


migrara desde México hacia el Caribe, como resultado de su
persecución por parte de las políticas de erradicación e interdic-
ción, las cuales les dieron alcance en el territorio nacional a
principios de la década siguiente. La elevada relación volumen
peso de la marihuana la hacía relativamente vulnerable frente al
riesgo de incautación y erradicación por parte de las autorida-
des, de allí que su cultivo rápidamente languideciera, al menos
en términos de magnitudes exportables, y se desplazara a otros
países, incluidos los mismos consumidores.

Lo anterior pudo haber sido solamente una incursión transitoria,


si a finales de los años 70 no se hubiera presentado un repunte
en la demanda internacional por el consumo de cocaína. La
hoja de coca se cultivaba y se consumía entre la población indí-
gena desde tiempos precolombinos en Bolivia y Perú en las
regiones de los Yungas, con una producción que para atender
la demanda local no debería superar las 30 mil hectáreas. En
1980 se reportaron en Colombia 4,5 mil hectáreas, el 4% de las
122 mil cultivadas en los países andinos. En 1990 los cultivos
locales se habían multiplicado casi por diez, llegando a 40 mil
hectáreas, un 19% de los tres países andinos, que ya sumaban
en total 212 mil hectáreas. Diez años después, los cultivos en
Colombia se habían cuadriplicado, hasta alcanzar las 163 mil
has y representar el 74% del área andina. Para 2004, de acuerdo
con el sistema de monitoreo de las Naciones Unidas el área
cultivada en hoja de coca fue de 80 mil hectáreas (\h Gráfica 1).

Por otra parte, la incursión de Colombia en la producción de


amapola y las exportaciones de heroína, datan de los años 90, y
esta no pasa de tener un carácter incipiente. En 2004 se reporta-
ron 3.100 hectáreas, luego de un promedio de 14 mil hasta
1998, equivalentes a la mitad de la producción hemisférica y
menos del 2% de la cosecha mundial, cuyos principales provee-
dores son Afganistán, Birmania. Laos y Paquistán (\h Gráfica 2).

148
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Gráfica 1. Cultivos de Hoja de Coca en Colombia y el Mundo

Fuente: UNODC, Policía Nacional

Gráfica 2. Cultivos de Amapola en Colombia y el Mundo

Fuente: UNODC, Policía Nacional

¿Porqué se expandieron de manera vertiginosa los cultivos de


hoja de coca en Colombia hasta el punto de llegar a ser el
principal productor de cocaína?. Es una pregunta que surge de
mirar los hechos mencionados y cuya respuesta se encuentra
recorriendo varios aspectos e interpretaciones del narcotráfico,
que a continuación se mencionan.

149
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Una rápida mirada a la información estadística podría sugerir


que la opción de la economía ilícita es un dilema de ingresos
con la lícita. La rentabilidad de los cultivos ilícitos es generalmente
mas alta que la ofrecida por la agricultura legal, al menos ello es
visible en el precio relativo del kilo de base de coca con respecto
a su equivalente obtenido de los cultivos legales, el cual ha
descendido a su nivel actual desde mediados de los años noventa
(\h Gráfica 3). Si se corrigiera dicho indicador por la probabilidad
de erradicación, se esperaría disminuciones adicionales.

Gráfica 3. Precios relativos de la base de coca y la agricultura ilícita

Plante, Ministerio de Agricultura. Estadísticas agrícolas - Cálculos propios.

Además, la relación reciente (1999-2002) entre el valor de la pro-


ducción agrícola lícita y los cultivos de coca en los departamentos
con mayores áreas cosechadas de coca, ofrece un signo negativo
(\h Gráfica 4), muestra que la reducción de los cultivos ilícitos
estuvo acompañada de una significativa recuperación de la produc-
ción de la agricultura legal, sin que ello se pueda atribuir a una
relación de sustituibilidad, ni a una política deliberada. En conse-
cuencia, las decisiones para insertarse en el narcotráfico no compe-
ten exclusivamente a los campesinos y tampoco a la economía.
Allí, también intervienen otros agentes y variables adicionales.

150
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Gráfica 4. Valor de la producción ilícita con respecto a la producción lícita


(productos y departamentos cultivadores seleccionados, precios constantes de 1994)

Fuente: Plante, Ministerio de Agricultura. Estadísticas agrícolas - Cálculos propios.

Por ejemplo, las ventajas que ofrece la naturaleza o las ventajas


absolutas ayudan a explicar el rol de países que cuentan con
unas condiciones agronómicas optimas, permitiendo que quienes
exhiban elevadas productividades por hectárea de cocaína y
látex, sean al tiempo importantes productores tal como acontece
Perú y Bolivia, así como con Afganistán, de manera respectiva
(\h Gráfica 5). Por su parte, Colombia y Ecuador, a pesar cumplir
con la doble condición de no contar con un significativo consumo

151
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

indígena y de tener condiciones favorables, aunque no optimas


para los cultivos, ofrecen resultados muy diferentes. El primero
logró llegar a ser el principal productor mundial de coca en un
tiempo muy corto, a pesar de tener inferiores productividades,
mientras que en el segundo, los cultivos no muestran en la
actualidad una escala significativa.

La geografía y los costos de transporte también podrían explicar


los cultivos en el área andina. En Perú y Bolivia, por su inme-
diatez a la demanda local por hoja de coca. En Colombia, ha
sido un determinante fundamental para insertarse en la trans-
formación de base importada de la región andina y obtenida de
los cultivos locales, su posición estratégica sobre el mar Caribe
y el océano Pacífico, que le permite acceder a los principales
mercados de consumo de cocaína, como son Norteamérica y
Europa, aprovechando las ventajas que ofrece una arraigada
tradición del comercio de contrabando en Centro América y el
Caribe que se remonta a los tiempos de la colonia. De allí, que
las mafias locales encontraran una rentable oportunidad en la
exportación de cocaína controlando la producción andina.

Gráfica 5. Productividad por hectárea de la cocaína


y la heroína en Colombia y el Mundo

Fuente: UNODC

152
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

También la geografía explica que en el País haya incursionado en


el tráfico de heroína, más por la cercanía al consumo de los Esta-
dos Unidos, que debido a la ventaja comparativa. Tal como ante-
riormente se señaló, las extensiones locales siempre han tenido
una importancia minoritaria dentro del contexto mundial y en
descenso. De hecho, Colombia no se puede considerar un pro-
ductor mundial importante de drogas ilícitas de origen sintético y
la mayor parte de la producción de drogas ilícitas se encuentra en
los mismos países consumidores, debido a que su bajo costo de
producción y química simple, no permite incorporar los costos
de transporte, sin que el precio final logre ser competitivo.

A menudo se argumentan explicaciones de la competitividad del


narcotráfico basadas en aspectos institucionales y de los valores
morales, basados en la sabida intimidación y la corrupción que el
crimen organizado ejerce sobre un amplio espectro de la sociedad
y la economía. El principal ejemplo de ello es la respuesta insti-
tucional a la mayor demanda por bienes públicos relacionados con
seguridad y justicia, desatada por la criminalidad desatada por la
irrupción del narcotráfico en la sociedad. En teoría, dicha respuesta
dependerá de la fortaleza institucional y de su respaldo ciudadano.
En la práctica, una sociedad como la Colombiana de finales de los
años 70, claramente no estaba preparada para enfrentar una per-
turbación institucional como la que se presentó entonces, y sus
efectos desestabilizadores han sido mayúsculos, y desde entonces
han puesto sobre la agenda pública la necesidad de promover el
imperio de la ley y el fortalecimiento de las instituciones.

Es muy difícil establecer cual es la escala de fortaleza institucional


de una sociedad frente al narcotráfico, sobre todo cuando ello
depende entre otras razones de su magnitud relativa frente a la
economía legal. Es de esperarse que el narcotráfico en sus fases
de producción y exportación tiene más oportunidades de operar
con bajo riesgo de interdicción, en la medida que se tengan regio-
nes y sectores marginados del progreso dentro de una economía
grande, diversificada y globalizada. Ello le permitirá al narcotráfico
no recurrir en excesivos costos de intimidación y corrupción.

153
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

El narcotráfico es una actividad económica, agroindustrial de


exportación, que por su ilegalidad se encuentra fragmentada de
manera espacial, de tal forma que los integrantes de esta cadena
productiva, demandan un amplio espectro de bienes y servicios
de la economía legal, cuya operación es compleja y costosa,
que obliga a internalizar reducciones en los costos operativos
mediante la conformación de empresas criminales que operan
con un alto nivel de subcontratación. De lo contrario, el no
operar como empresas criminales para minimizar el riesgo de
su relacionamiento con la sociedad y la economía, preciso cuando
se necesita abarcar un amplio espectro de demanda de bienes y
servicios, sorteando la permanente persecución de las autorida-
des, implicaría elevar los costos de la intimidación y la corrupción
a unos niveles que afectarían adversamente la rentabilidad ope-
racional del narcotráfico. También existen motivaciones para
operar como crimen organizado, ante la imposibilidad de acce-
der a la Ley para hacer respetar los contratos del narcotráfico,
así como para garantizar el control de las rutas logísticas y de
distribución de manera transnacional.

Por las anteriores razones el narcotráfico en Colombia se estruc-


turó en empresas criminales que experimentaron un proceso de
consolidación y crecimiento, hasta llegar a configurar los grandes
carteles de la droga, que en su momento llegaron a operar gran-
des consorcios exportadores con elevada capacidad para contro-
lar rutas, en alianza y subordinación del crimen organizado local
y de otras nacionalidades. En la medida que la escala del narco-
tráfico y la repatriación de utilidades crecían en los años 80,
también se producía la conformación de nuevas modalidades
de crimen organizado, diferentes a las hasta el momento existen-
tes, las cuales estaban dedicadas al contrabando del comercio
internacional, principalmente dedicadas a facilitar la operación
doméstica, la repatriación de utilidades y el lavado de activos.
Un fenómeno que con las inversiones rurales y la promoción de
los cultivos por parte del narcotráfico, determinó la expansión
regional de formas de crimen organizado en torno al control del
territorio, con estrechos vínculos con la guerrilla y los grupos

154
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

paramilitares, que en muchos casos van más allá de la simbiosis


y que desbordan consideraciones ideológicas (\h Gráfica 6).

Lo anterior, produjo un reto a la institucionalidad. En primera


instancia, durante la década de los ochenta se produjo un des-
bordamiento del sistema de seguridad y justicia, cuyo principal
indicador fue el repunte en las tasas de criminalidad muy por
encima de los estándares internacionales, tras lo cual se produjo,
el asesinato de numerosos jueces y policías, líderes políticos,
defensores de derechos humanos, candidatos presidenciales, la
propagación del secuestro y la extorsión. En esa época el narco-
tráfico conformó ejércitos privados encargados de garantizar
contratos criminales, respetar los derechos de propiedad y la
seguridad de los propios narcotraficantes, ejerciendo violencia
sobre organizaciones rivales, las autoridades y de manera
indiscriminada sobre la sociedad.

Gráfica 6. Cultivos de coca y sucesos del narcotráfico

Fuente: UNODC, autor.

155
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Frente al narcotráfico como crimen organizado, la respuesta del


Estado colombiano implicó cambios institucionales en la legisla-
ción, penalizando el narcotráfico y los delitos conexos, recurrien-
do a la extradición y modernizando su aparato de administración
de justicia y de seguridad. Para la primera mitad de los años 90
se había logrado desarticular la mayoría de los grandes carteles
de la década anterior y sus vínculos con la política, el empresa-
riado, funcionarios públicos y medios de comunicación. Para
finales de la década, se implementó el Plan Colombia, una estrate-
gia integral de políticas de fortalecimiento institucional, desa-
rrollo alternativo, sometimiento de los grupos de extrema ideo-
logía y lucha antinarcóticos.

Sin embargo, esta respuesta institucional se dio con éxito, funda-


mentalmente en los principales centros urbanos, donde el Estado
tiene mas instrumentos para garantizar el imperio de la Ley y
protegerse del accionar del crimen organizado. No ocurrió lo mis-
mo en las zonas del país donde se han establecido los cultivos, ni
donde se han conformado clusters de transformación y exporta-
ción, como en las localidades preferidas para las inversiones ru-
rales. Allí, es donde los aparatos de seguridad del narcotráfico de
los desvertebrados carteles y la guerrilla encontraron en el control
del acopio de la cosecha una oportunidad competitiva, tras ser
debilitados en su operación de exportación, protagonizando una
cruenta pugna por el control del territorio, frente a pretensiones
equivalentes de la guerrilla y los grupos paramilitares, desatada
por la búsqueda de recursos financieros y reclutamiento.

Una pugna que ha dado lugar a la ola de masacres y desplaza-


miento forzado de la población civil, y también dio al traste con
las negociaciones de paz con la guerrilla y ofrece serios peligros
para las recientemente iniciadas con los grupos paramilitares.
En el primer caso, las FARC nunca pudieron asumir el compro-
miso de desvincularse del narcotráfico y de las actividades cri-
minales, al tiempo que exigían protección del Estado frente a la
arremetida de los paramilitares en los territorios que extorsio-
naban. Mientras que en el segundo caso, en medio de los evi-
dentes y antiguos vínculos de muchos de sus cabecillas con el

156
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

narcotráfico, los paramilitares hacen al Estado exigencias de no


extradición y de protección frente a la guerrilla.

La debilidad institucional debida al accionar del crimen organiza-


do en un país, donde el narcotráfico ha sido su principal pro-
motor, se hace presente en las encuestas realizadas para el Infor-
me anual de 2003 del Foro Económico Mundial, cuyos resultados
aunque sólo reflejan la percepción que se tiene de las institucio-
nes de 102 países analizados, da una idea de la respuesta
institucional para promover la economía legal (\h Tabla 1).

Allí, el indicador de calificación de las instituciones públicas muestra


que Colombia resulta en la posición 60 ocupando un lugar en la
mitad de menor calificación. El mencionado indicador se compo-
ne de dos subíndices, uno de garantías a la observancia de la ley
y al cumplimiento de los contratos (puesto 79), y otro subíndice
de la intensidad de la corrupción (44), Detrás del primer subíndice,
el componente del costo que representa el crimen organizado
sobre los negocios aparece como la principal explicación, por el
puesto 101 que se le atribuye a Colombia; le siguen en importan-
cia los otros tres componentes en su orden, la independencia del
aparato judicial frente a poder político (70), la imparcialidad de la
gestión pública (72) y la garantía de los derechos de propiedad
(49). Por su parte, el escalafonamiento del subíndice de corrup-
ción es menos desfavorable que el anterior, fundamentalmente
por la percepción de la existencia de prácticas de sobornos a la
gestión pública en el recaudo de impuestos (45), los trámites de
comercio exterior (42) y las compras estatales (45), ubican a Co-
lombia dentro de la primera mitad de los países.

La capacidad institucional del Estado para enfrentar el crimen del


narcotráfico y los delitos relacionados, ha ido en aumento, lo cual
se ha reflejado en los cambios introducidos en la legislación, la
transformación institucional y los recursos destinados en la lucha
contra el narcotráfico. Mucho ha cambiado desde finales de los
años setenta cuando la falta de preparación institucional de Colom-
bia frente al narcotráfico le ofrecía una situación de santuario. La
desvertebración de los grandes carteles, la incautación de sus

157
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

propiedades, destrucción de infraestructura y extradiciones, po-


nen de presente el riesgo de operar en Colombia. Sin embargo, la
implementación y cobertura del imperio de la ley presenta mati-
ces que aún ofrecen oportunidades para la competitividad de la
operación en Colombia. La fortaleza de las instituciones locales,
que resulta evidente en los principales centros urbanos, ofrece
evidentes debilidades en las zonas con cultivos y aquellas prefe-
ridas para hacer inversiones rurales, que en últimas constituyen
el soporte básico de la infraestructura del narcotráfico.

Gráfica 7. Tasas de criminalidad y hectárea de coca en Colombia

Fuente: UNODC y Policía Nacional

Tabla 1. Ranking de Colombia en el Índice de instituciones públicas


del Foro Económico Mundial

Fuente: Informe del Foro Económico Mundial de 2003.

158
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Desde mediados de los años 80 se emprendió un proceso de


descentralización política, administrativa y fiscal, permitiendo la
elección de los gobiernos locales y transfiriéndole recursos del
presupuesto nacional, pero sin descentralizar las políticas de
seguridad y los instrumentos de su financiamiento. En consecuen-
cia, muchos gobiernos locales quedaron a merced de la intimi-
dación y corrupción de los grupos de extrema ideología y el
crimen organizado financiados por el narcotráfico, quienes pre-
cisamente están buscando su competitividad en la operación
local. De allí que no resulte sorprendente que las organizaciones
criminales del narcotráfico que luego de hacer simbiosis con los
grupos de extrema ideología, haciendo alianzas tácticas, hayan
transitando hacia la mutación, donde se han borrado muchas
diferencias con el fin de obtener en sus reivindicaciones políticas
el estatus de santuario para sus riquezas y modo de vida.

Las razones de la inserción también son susceptibles de ser ar-


gumentadas por el lado de los rasgos de la economía, al margen
de consideraciones de política. Por el lado de la estructura, si se
tiene una economía dual, donde coexisten sectores de elevada
informalidad y atraso productivo, en medio de una economía
grande, diversificada e internacionalizada, es muy probable que
el narcotráfico opere de una manera más integrada, fluida y
encubierta. Los costos de la operación serán menores, pues se
puede tener que el riesgo de penalización de la repatriación de
utilidades y el lavado disminuye, en la medida que estas operacio-
nes se puedan mimetizar dentro las transacciones de la economía
moderna y legal.

Por el lado del funcionamiento de la economía, lo anterior obrará


en el mismo sentido en la medida que los costos de transacción
sean mas elevados, tal como usualmente acontece con las econo-
mías inflacionarias y donde también existe una reducida base
gravable y altas tasas de evasión fiscal, elevadas dispersiones
arancelarias y controles administrativos al comercio pueden tam-
bién favorecer el lavado de activos. Además no puede olvidarse
que la precaria integración regional y presencia estatal ofrecen

159
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

oportunidades a la operación del narcotráfico, al incrementar


(aumentar) el costo relativo (la rentabilidad) de la economía.

En este sentido, muchas de estas condiciones, resultaban eviden-


tes para Colombia antes de las reformas estructurales de los 90,
sin que se le pueda por ello atribuir la paternidad de la inserción
al narcotráfico a la economía cerrada. De hecho, la liberalización
de la cuenta de capitales abrió nuevas oportunidades a la repa-
triación que no son fáciles de controlar. Durante la vigencia del
decreto 444 de 1967, el monopolio cambiario en el Banco de la
República estuvo acompañado de un pujante mercado negro de
divisas, que financiaba las transacciones internacionales mas allá
de los controles administrativos y también ofrecía oportunidades
a la repatriación y al lavado de activos.

Posteriormente, con la liberalización de la balanza de pagos


ocurrida en 1991, se descentralizó el mercado cambiario, pero
se mantuvo el registro e identificación de las transacciones y se
implementaron políticas de prevención y control del lavado de
activos. Sin embargo, el mercado negro de divisas persiste ante
la oferta de divisas originada en la repatriación de utilidades del
narcotráfico, mientras que su demanda para financiar importa-
ciones de contrabando y la fuga de capitales, hace posible el
cierre exitoso del nagocio (\h Gráfica 8). En ambos regímenes
se observa como el dólar en el mercado negro era mas barato
que el oficial para la mayor parte de los años.

Así como la inserción de Colombia al narcotráfico antecedió a la


era de la globalización, y logró en aquel entonces integrar las
diferentes fases del proceso y consolidarse como crimen organi-
zado, en la apertura se ha replegado a la fase de producción y
organizado en empresas más pequeñas. Luego de la apertura, el
narcotráfico local ha confrontado con mayor intensidad las polí-
ticas del Estado, su operación se ha replegado a las tareas agro-
industriales, con un menor protagonismo en la exportación y la
distribución internacional.

160
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Sin pretender haber sido exhaustiva, muchas de las condiciones


de índole estructural favorables al narcotráfico, arriba mencio-
nadas, siguen presentes como son la geografía, la agronomía, la
marginalidad regional y la debilidad institucional a escala local,
entre otras. No obstante, sus efectos son susceptibles de mitigarse
y removerse parcialmente mediante las políticas públicas que
tengan como objetivo común, restarle atractivo al narcotráfico
como negocio y su accionar con el crimen organizado y los
grupos de extrema ideología, al tiempo que impulsar un mejor
entorno para la economía legal, mediante la modernización insti-
tucional y el desarrollo económico. Hasta el momento el Estado
ha logrado replegar el narcotráfico a las regiones productoras y
aquellas que sirven de santuario de sus inversiones, donde pare-
cen haberse enquistado los narcotraficantes, con la consecuente
disminución de la escala de operación, pero sin un claro menos-
cabo de su capacidad competitiva. Una perspectiva poco hala-
güeña, la coca sólo se produce en la región andina y la demanda
aunque está bajando, está lejos de desaparecer.

Gráfica 8. Premiun de la tasa de cambio paralela sobre la oficial

Fuente: Banco de la República

161
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

2. Funcionamiento y efectos
Dada la complejidad de la operación del narcotráfico, esta suele
demandar, no sólo insumos y mano de obra, sino también servi-
cios logísticos y financieros por parte de la economía legal, que
en un contexto de ilegalidad hacen necesario obtenerlos a partir
de la corrupción e intimidación de diferentes segmentos de la
población, lo cual ha favorecido la propagación del crimen or-
ganizado, de los grupos de extrema ideología y de la economía
subterránea.

El narcotráfico de origen agroindustrial, entendido como una


actividad que comprende la producción y la distribución de
drogas cuyo consumo genera desutilidad individual y pérdida
de bienestar, opera de manera imperfecta como mercado, no
sólo por su ilegalidad que lo hace objeto de la prohibición, sino
también por la fragmentación de la demanda y de las cadenas
de distribución, donde tanto oferentes como demandantes con-
curren con desigual información a lo largo de las diferentes
fases del negocio, tal como se refleja en los elevados márgenes
de intermediación y en el hecho de que la administración del
riesgo es importante agregador de valor, ante el elevado riesgo
de incautación (\h Gráfica 9). La mayor parte del incremento
del precio que experimenta la cocaína cuando va rumbo al
mercado detallista tiene que ver con la remuneración de las
actividades logísticas destinadas a mitigar el riesgo de pérdida
por incumplimientos contractuales y por incautación.

La base de la cadena productiva se encuentra a cargo de nume-


rosos cultivadores establecidos en las regiones más pobres y
desamparadas de la presencia estatal, algo que también ocurre
en Perú y Bolivia, como también en los países productores de
Asia Central y del Sudeste. En las mismas fincas lo cosechado
experimenta una sencilla transformación por parte de los agri-
cultores para obtener base de coca y látex. Un procedimiento
que facilita el almacenaje y el acopio, reduciendo costos de
transporte y de incautación.

162
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Gráfica 9. Márgenes de precios para la cocaína,


mercados detallista y mayorista

Fuente: UNODC, INSCR varios números, Plante

Gráfica 10. Márgenes de precios para la heroína,


mercados detallista y mayorista

Fuente: UNODC, INSCR varios números, Plante

A su turno, los campesinos venden sus cosechas a monopsomios,


es decir, a unos pocos acopiadores en cada localidad, que sue-
len estar bajo el control por parte de grupos armados ilegales y
pertenecientes al crimen organizado, quienes proceden a reali-

163
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

zar la fase industrial, donde se obtiene la cocaína y la heroína


de la transformación de la base y el látex, de manera respectiva.

La fase agroindustrial demanda insumos químicos que son in-


troducidos de contrabando ante los controles de las autoridades,
su ingreso a las zonas de producción es extorsionado por los
grupos armados, al igual que la salida de las cosechas. También
requiere de ubicar los laboratorios en lugares que tienden a
coincidir con las zonas de cultivos y en territorios de brinden
seguridad frente a la interdicción (\h Gráfica 11).

En consecuencia, el control territorial requiere de la conformación


de ejércitos irregulares capaces de contener a sus rivales y de
hostigar a las autoridades, al igual que la propiedad de grandes
extensiones de tierras y la intimidación de la población, factores
que explican su desplazamiento forzado. Esta fase industrial
demanda la contratación de técnicos especializados en químicos
y equipos especializados, así como personal no calificado que
sirve en las labores operativas y de seguridad.

Gráfica 11. Distribución de áreas de coca y destrucción de laboratorios


1999 - 2003

Fuente: UNODC, Policía Nacional

164
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Los laboratorios generalmente exhiben una elevada capacidad


no utilizada, porque su número excede los requerimientos de
producción de los cultivos, como una respuesta estratégica frente
al elevado riesgo de detección y la necesidad de atender justo a
tiempo los pedidos de exportación. Ello determina que su opera-
ción, sumada al acopio, sea intensiva en requerimientos de capital
en moneda local y por consiguiente en el lavado de la repatriación
de utilidades y la movilización del ahorro privado.

La fase de exportación al mercado mayorista se realiza sobre


pedido y se despacha en frontera emprendiendo infinidad de
rutas y multimodalidad de transporte. Las costas de Colombia
sobre el océano pacífico y el mar Caribe son puerto para lanchas
rápidas que realizan transbordos en países de tránsito, a otros
modos de transporte que comprenden la movilización terrestre
y aérea, según las exigencias de seguridad. También se sabe del
transporte de manera encubierta en navíos de línea, y hasta, el
uso de submarinos. El modo aéreo también es utilizado mediante
el flete completo de aeronaves que eluden los controles de los
radares y también de manera fraudulenta en aerolíneas comer-
ciales. Hasta aquí, la mención de las movilidad de grandes em-
barques de cocaína al mercado mayorista, pues cuando se trata
del transporte de pequeñas cantidades con destino a intermedia-
rios del mercado detallista, es bien conocido el uso de correos
humanos que llevan mimetizados en sus equipajes y adosados
a su cuerpo, la cocaína y la heroína, junto con una multiplicidad
de modalidades entre los despachos de mercancía legal.

Ya en la fase internacional, la exportación al mercado mayorista


demanda de servicios logísticos de exportación por parte del
crimen organizado a lo largo de los países por donde la droga
hace tránsito, incluidos los sobornos y la intimidación. Se sabe
del pago en especie del tránsito con México, Centroamérica y el
Caribe, como una operación de riesgo compartido con residen-
tes de los países de tránsito. La distribución en el mercado mi-
norista se realiza por parte del crimen organizado local, donde
los colombianos tienen una reducida preeminencia. De allí que

165
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

los precios relevantes para los exportadores colombianos, corres-


ponden principalmente a los del mercado mayorista. Ya en la
parte de la repatriación de las utilidades, estos ingresan y salen
de la economía colombiana, utilizando diferentes canales a tra-
vés de la balanza de pagos, financiado el contrabando y la fuga
de capitales. Para lo cual previamente, las utilidades se lavan en
el mercado de destino, en paraísos fiscales de la cuenca del
Caribe, y finalmente, cuando llegan a Colombia ingresan a la
economía informal en aquellas actividades intensivas en el manejo
de dinero de efectivo y por fuera de la base gravable, que por
estos atributos ofrecen una menor vulnerabilidad a la interdicción.

De acuerdo con lo anterior, los efectos económicos del narcotrá-


fico dependen de los rasgos intrínsecos de la operación, locali-
zación y magnitud. La baja capacidad de negociación de los
campesinos frente a los acopiadores determina que la apropia-
ción del valor agregado le sea más favorable a los segundos y
los propietarios de los laboratorios. Los rasgos de enclave de los
cultivos y la transformación, implican eslabonamientos de baja
intensidad con el resto de la economía, es decir, que su accio-
nar si bien tiene efectos directos sobre la economía, equivalente
al valor de su producción, no obstante, no tiene efectos indirectos
significativos, otro tanto ocurre con su marginación de la base
tributaria, pues al no pagar impuestos no reporta efectos fiscales
de consideración. Ello determina que los efectos locales sean
significativos en aquellas regiones donde la economía y el em-
pleo son pequeños en términos relativos (\h Gráfica 12).

En la fase de exportación hasta el momento de cruzar la fronte-


ra se tiene certeza de remunerar el valor agregado de residen-
tes, y por consiguiente, la valoración de la oferta exportable
debe considerarse como una buena aproximación al PIB. Sin
embargo, una vez que se inicia la fase internacional también se
remunera el valor agregado de no residentes (\h Gráfica 13), de
tal forma que las utilidades que quedan disponibles para la re-
patriación, afectaran el PIB en la medida que financien la de-
manda de importaciones de bienes y servicios, relacionados con

166
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

la operación del negocio así como el consumo y las inversiones


de las familias dedicadas al narcotráfico. Se sabe de la elevada
inequidad de la apropiación del valor agregado al interior del
sector narcotráfico y de su propensión al consumo suntuario,
que no hacen esperar efectos multiplicadores de importancia
sobre la demanda.

Gráfica 12. Producción de base como % del PIB en 2000

Fuente: UNODC, Policía Nacional, cálculos propios

Gráfica 13. Decomisos de cocaína en países de tránsito, % del total


1990 - 2004

Fuente: UNODC, cálculos propios

167
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

En la fase de repatriación, las operaciones de lavado, introducen


una recomposición en el portafolio financiero de la economía, a
favor de los activos en moneda extranjera, siempre que la finan-
ciación del contrabando y de la fuga de capitales permita una
acumulación neta y por lo tanto repercusiones sobre la tasa de
cambio. Estos cambios pueden afectar variables reales en la
medida que se financien actividades de menor valor agregado y
eslabonamientos, que aquellas que corresponde a la economía
legal, favoreciéndose la evasión fiscal. En este caso, la economía
del narcotráfico genera una externalidad negativa sobre el desem-
peño macroeconómico y le impide lograr el crecimiento que
permitiría su potencialidad. De tal forma, que la contribución al
PIB de las cadenas de los productivas de la coca-cocaína y de la
amapola-heroína no revisten de una importancia significativa.

En consecuencia su virtual eliminación y sustitución por activi-


dades de la economía legal, y cuyo resultado no sería negativo,
ni un ejercicio de suma cero, dado que la sustitución de la eco-
nomía legal, permitiría un mayor PIB en el mediano plazo, luego
de un proceso de ajuste, donde el empleo y los recursos que se
dedicaban a actividades ilícitas experimentarán un desempleo
transitorio. En el entendido que se trata de la producción de un
bien, pues si se acepta que se trata de un mal, los costos pueden
superar con largueza los beneficios. Algo sobre lo cual se dispone
de abundante información.

La operación del narcotráfico tiene una conexión económica con


los efectos sociopolíticos como son la promoción del crimen or-
ganizado, el conflicto el desplazamiento forzado de la población,
el repunte de la criminalidad, el debilitamiento institucional, el
consumo, la competitividad y el deterioro del medio ambiente. A
lo cual se suma la demanda por recursos públicos para financiar
las políticas antinarcóticos y las relacionadas con la mitigación de
los efectos colaterales, que implican una reasignación de recur-
sos que en ausencia de narcotráfico no se daría. En consecuen-
cia, la producción de drogas ilícitas ejerce efectos adversos sobre
el entorno de los negocios y los procesos de ahorro inversión,
constituyéndose en un lastre para el crecimiento.

168
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Lo anterior tiene sustento en abundante evidencia empírica que


muestra como la incursión de Colombia en el narcotráfico contri-
buyó a la desestabilización sociopolítico en un espectro bastante
amplio. La asociación positiva entre criminalidad y crecimiento
ha sido estimada con econometría que analiza transversalmente
información a escala departamental (Montenegro y Posada, 1995).
La influencia negativa del narcotráfico y el terrorismo sobre la
eficiencia en la administración de justicia también ha sido esti-
mada utilizando técnicas que analizan la cointegración de la
series en el período 1960-1995 (Montenegro y otros (1999). Tam-
bién ha sido evidente la influencia negativa del narcotráfico y el
terrorismo asociado con la eficiencia en la administración de
justicia: “La violencia tiene mucho más que ver con el narcotráfico
y con el desplome del sistema de justicia en el país que con
explicaciones tradicionales que han sido repetidas desde cuando
no había narcotráfico” (Montenegro y otros, 1999; Echeverry y
Partow, 1997). Además, se estima que la inversión privada podría
ser superior en 4% del PIB si se tuviera un contexto de estabili-
dad sociopolítica (Parra, 1998), dado que los factores de violencia
e inseguridad afectan las decisiones de inversión. La asociación
entre los niveles de criminalidad y ingresos por narcotráfico
resulta evidente en los análisis entre la geografía y el crecimiento
(Sánchez y Núñez, 2000). Los patrones de la difusión de la cri-
minalidad son explicados fundamentalmente por la insurgen-
cia y el narcotráfico (Sánchez y otros, 2002; Martínez, 2002).

Además, las pérdidas humanas y materiales derivadas del conflicto


armado con la guerrilla y los grupos paramilitares (minas
antipersonales, desplazamiento, combates, secuestros, asesinatos,
extorsión), han sido estimadas en 0,7% del PIB (Castro y otros,
1999). También resulta evidente que las causas fundamentales del
desplazamiento forzado corresponden en primera medida a la
magnitud del conflicto armado, que pueden superar el 4,5% del
total de la población colombiana. Este conflicto ata sus orígenes a
un problema de dimensión política (reivindicaciones rurales, ideo-
logías extremas, etc.), junto al interés de las facciones confrontadas
por el exclusivo control de la actividad económica regional, tanto

169
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

legal, como la relacionada con la producción de ilícitos. El grado


de concentración de la propiedad rural como determinante del
desplazamiento forzado en Colombia, tiende a reforzarse con la
destrucción de la pequeña propiedad rural y el surgimiento de
grandes extensiones controladas por grupos armados ilegales
(Kirchhoff e Ibáñez, 2001). Los grupos armados han buscado au-
mentar el control territorial a partir de la estrategia del despobla-
miento, enmarcado en la evolución del conflicto colombiano, que
ha pasado de la forma de guerra de guerrillas, a la guerra que
busca el posicionamiento y control de vastas zonas geográficas
económicamente estratégicas (Ibáñez y Querubín, 2004).

En cuanto a las repercusiones económicas sectoriales, resulta


un lugar común atribuirle al narcotráfico la explicación del desem-
peño de sectores de la economía, sin embargo, ello no tiene
mucho asidero en el análisis de la información estadística. Si
ello fuera cierto, en el caso de la construcción ello implicaría
que las constructoras se utilizaran para lavar a gran escala, algo
de lo que no se tiene certeza. Además, de acuerdo con las des-
cripciones de las incautaciones de propiedades realizadas por
las autoridades a los narcotraficantes, se observa una clara incli-
nación por las inversiones que representan un alto depósito de
valor, al margen de consideraciones productivas.

Una sencilla exploración a los datos puede ilustrar lo anterior.


En primer término el valor de la producción de drogas ilícitas
tiene la participación minoritaria dentro del PIB total cuando se
compara con otros sectores económicos (\h Gráfica 14). Ade-
más cuando se examinan las tendencias sectoriales de la pro-
ducción se encuentran relaciones negativas con un indicador
de la actividad del narcotráfico como son las tasas de delitos por
Ley 30 (\h Gráfica 15).

Las anteriores gráficas fueron la principal motivación para reali-


zar un sencillo ejercicio econométrico que combina informa-
ción para el conjunto de sectores para el período 1980-2001,
donde la variable dependiente es el PIB a nivel sectorial depar-

170
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

tamental utilizando modelos de efectos fijos, con variables inde-


pendientes la actividad del narcotráfico y controlando por aque-
llas que se asociarían con una función de producción agregada,
tales como infraestructura, stock de capital físico y humano, el
grado de apertura de la economía, el gasto en educación. Los
mejores modelos desde el punto de vista estadístico resultaron
para la agrícultura, la industria, la construcción y el comercio
(\h Tabla 2).

De acuerdo con los resultados del modelo anterior se puede


establecer que la variable ICV Índice de Calidad de Vida, que
captura efectos por stock de capital humano y la Apertura eco-
nómica, que mide la suma de las exportaciones e importaciones,
presentan signos positivos y altamente significativos en la mayoría
de las estimaciones, con la excepción de la segunda en la cons-
trucción y comercio. La variable que aproxima el narcotráfico –
Delitos por ley 30- es significativa y negativa para el producto
de los sectores industria, construcción y comercio, para el sector
agrícola no resultó significativo a niveles convencionales.

Gráfica 14. PIB para algunos sectores de la economía colombiana

Fuente: DANE-DNP. Millones de pesos de 1994.


Participación de Sectores: EGA: Electricidad, Gas y Agua, CONS: Construcción y obras públicas, CIO:
Comercio, restaurantes y hoteles, AGRO: Agropecuario, silvicultura, pesca y caza, TRANS: Transpor-
te, almacenamiento y comunicaciones, FIN: Sector Financiero, SER: Servicios comunales, sociales y
personales y NARCO: Ingresos netos para repatriación.

171
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Gráfica 15. PIB sectorial vs. Tasa de delitos por ley 30

172
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Tabla 2. Determinantes del crecimiento sectorial con un panel para 1980-2001

Fuente: CANE, DNP, Policía. Cálculos propios.

La sabiduría convencional presume una conexión positiva entre


la economía local y el narcotráfico, en aquellos departamentos
donde han tenido un papel protagónico las grandes organiza-
ciones, como se dice del Valle del Cauca, Antioquia y los depar-
tamentos del Eje Cafetero. Sin embargo, ello sólo parece ser
cierto, cuando se trata de economías regionales débiles En la
tabla se puede observar que para la mayoría no hay una corre-
lación significativa entre el crecimiento y los delitos asociados
al narcotráfico, con la excepción de los departamentos del
Caquetá, La Guajira, Magdalena, Meta y Sucre. Así se sepa que
en algunos de ellos, los cultivos y las inversiones en tierras han
tenido un papel protagónico, todos en común tienen el ser eco-
nomías pequeñas.

De manera global, el menor crecimiento de la economía colom-


biana ha sido atribuido al evidente deterioro de la estabilidad
sociopolítica, al menos cuando se analizan las tendencias del
PIB total. Estimaciones del modelo de crecimiento neoclásico
(Rubio, 1995) con datos anuales para 1950–1993 y nacionales,
encontró que la alta y creciente criminalidad habían afectado en
forma permanente el potencial de crecimiento económico, dos
puntos de crecimiento anual del producto. Recientemente, se
ha reiterado controlado por la productividad y la desigualdad
(Cárdenas, 2002).

Estos resultados van en la misma dirección que trabajos donde


previamente se han analizado los efectos de la criminalidad sobre
el crecimiento regional. La probabilidad de repunte en la crimina-
lidad, se explica por el narcotráfico y la pobreza, y ella implicaría

173
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

pérdidas de crecimiento del 2,8% para las regiones mas afectadas,


lo cual resulta incorporando en el ejercicio de estimación variables
relacionadas con la heterogeneidad inherente a las condiciones
regionales en educación, la internacionalización y la autonomía
fiscal (Rocha y Martínez, 2003). También se ha encontrado que
las manifestaciones de violencia asociadas al conflicto armado,
el narcotráfico y la delincuencia común, han desacelerado
significativamente el crecimiento de los departamentos en la
década de los noventa (Querubín, 2003).

Tabla 3. Correlación entre el PIB departamental y la Tasa de delitos por ley 30

Fuente: CANE, DNP, Policía. Cálculos propios.

3. La contribución al PIB
y repatriación de utilidades
La medición de la economía del narcotráfico se debe enmarcar,
considerando que se trata de un mercado que funciona en los
agregados y en las tendencias de mediano plazo, y donde las inte-
rrupciones en la cadena logística debidas a las incautaciones y la
erradicación, no se reflejan instantáneamente en los precios finales,
pues en el corto plazo los elevados márgenes permiten a los distri-

174
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

buidores absorber los ajustes al interior de los diferentes eslabones


y en el mediano plazo, el ajuste se da en las cantidades, por la
movilidad de los cultivos y la simplicidad de su manufactura. Re-
sulta evidente que una parte significativa del precio corresponde a
rentas que se apropian los eslabones de la cadena con mayor po-
der de negociación, para un producto de elevado poder de adicción.

El cultivo de la coca en 2000 registró una extensión de 163 mil


has observadas, lo cual equivale a cuatro veces la extensión de
1990, posteriormente el área se redujo a 80 mil has en 2004 en
virtud de la ejecución del Plan Colombia, pero sigue siendo el
principal productor nivel mundial Durante el período 1985-1995
Colombia tenía el 15% del área andina, que se elevó a 55%
entre 1995-2000 y luego a un promedio de 63% para 2001-2004
(\h Gráfica 16).

Se estima que una hectárea de hoja de coca puede producir


anualmente 1, 86 toneladas, de las cuales se puede obtener 2,88
kilos de base y de cada uno de ellos 0,95 kilos de cocaína, para
un rendimiento de 5,11 kilos por hectárea. Los márgenes de
precios entre la hoja y la base de 229% y de la cocaína y la base
de 102% (\h Tabla 4).

Gráfica 16. Cultivos de coca en la región andina (1985-2003)

Fuente: 1985-1997 INSCR (1997). 1998-2004 UNODC 2005.

175
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Tabla 4. Coeficientes técnicos y márgenes de la cadena coca-cocaína

Fuente: UNODC 2005. Cálculos propios

Una adecuada medición de la contribución al PIB debe seguir las


pautas de cuentas nacionales, considerando qué tanto es consu-
mo intermedio y cuanto es valor agregado, incorporando los efec-
tos de las incautaciones en las diferentes fases del proceso y los
incrementos de precios, al igual que estimativos de las importa-
ciones de materias primas. Un aspecto metodológico que por su
complejidad aquí no se aborda, pero que a continuación se aproxi-
ma valorando la fase agrícola, de acuerdo con la producción de
base y sus precios en finca, lo cual en 2004 equivaldría al 2,8% de
la producción agrícola y la producción total valorando la produc-
ción de cocaína neta de decomisos por su precio FOB, represen-
taría el 0,5% del PIB total (\h Tabla 5).

Tabla 5. Estimativos del valor de la cosecha de base


y su transformación a cocaína

Fuente: UNODC 2005. DANE, DNP, Cálculos propios

En la fase de exportación, el control de la materia prima y la


transformación industrial, y la apropiación de un excedente por
parte de las organizaciones armadas ilegales, se reflejó en un
deterioro de los términos de intercambio (el precio de la base
de coca para los agricultores vs. el precio mayorista en Estados
Unidos) para los agricultores durante toda la década del ochen-
ta y hasta 1993. Con la desarticulación de los carteles colombia-
nos de la droga estos perdieron poder de mercado en las fases

176
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

de comercialización y colocación del producto en Estados Uni-


dos, mientras localmente los grupos de extrema ideología gana-
ron poder en el acopio de la base de coca.

Desde entonces los precios mayoristas en el mercado de Esta-


dos Unidos se mantuvieron relativamente estables, mientras los
precios de la base para los agricultores se redujeron considera-
blemente. Algo explicable, dado que a diferencia de los acopia-
dores tradicionales del narcotráfico, la guerrilla y los paramilitares
tomaron control de una gran parte de las zonas con cultivos
ilícitos desde finales de los años ochenta, y empezaron a ejercer
un control casi feudal del territorio, con precarios vínculos con
las fases subsiguientes del negocio y por consiguiente con esca-
so poder para influir en los precios de exportación de la cocaí-
na, pero con un gran poder para fijar los precios a los cuales le
compran la base de coca a los campesinos (\h Gráfica 17).

Gráfica 17. Utilidades repatriables por narcotráfico, % del PIB

Fuente: autor.

Así, la producción de base de coca en Colombia en 2004 fue de


429 ton, con las cuales se produjeron 214 ton de cocaína, que
valoradas a precio de la frontera colombiana de US$1.713 por
kilo representan un valor bruto de US$366 millones, equivalen-
tes a 0.5% del PIB. En el caso del látex de amapola, su produc-
ción en 2004 fue de 73 ton (UNODC, 2005), que generaron una

177
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

producción de heroína de 3,5 ton, que valorada a precios de


frontera de US$10.000 por kilo ascienden a US $35 millones,
equivalente a 0.04% del PIB. Así, el valor bruto de la producción
de cocaína y heroína en 2003 fue alrededor de US$400 millones,
equivalentes a 0,5% del PIB.

Una vez las exportaciones salen de las fronteras de Colombia, estas


sufren cambios de valor e incurren en costos relacionados con su
transporte y distribución hasta llegar los mercados mayorístas.

Las utilidades y la repatriación de divisas obtenidas por el


narcotráfico en Colombia han sido objeto de diversas estimacio-
nes, que presentan una dispersión amplia, y como porcentaje del
PIB han oscilado en: 3,6% en 1978 (Junguito y Caballero, 1978);
entre 9,8% en 1982 y 0,9% en 1991 (Gómez, 1988, 1990; Gómez y
Santa María, 1992); topes de 3% y 17% para un escenario mínimo
y un máximo entre 1985 y 1994 (Rocha, 1997); entre 5% y 2%
anual del PIB entre 1980 y 1998 (Steiner, 1997 y Rocha 2000).

Una actualización de la estimación de los ingresos percibidos


por las organizaciones criminales dedicadas a la producción de
drogas ilícitas en Colombia (\h Gráfica 17) siguiendo la metodo-
logía de Rocha (2000), según la cual las magnitudes de las utili-
dades descendieron como porcentaje del PIB de 3,6% anual en
los años ochenta a 3% anual en la década siguiente, para luego
llegar a 0,8% en del año 2004. Es decir, las utilidades superan
los requerimientos de la operación doméstica y no todo se debe
repatriar, de lo cual se sabe que los principales canales para
traer dichos recursos al país, son la sobre-facturación de expor-
taciones, el contrabando y la sobre-facturación de remesas y la
cuenta de capitales.

La repatriación de capitales se destina a la financiación de la


operación doméstica y a la adquisición de riqueza mediante divi-
sas, por fuera de los mercados formales y que tienen una imper-
fecta acreditación de los derechos de propiedad, que hace nece-
saria que la titularidad de los activos se ejerza a través de la

178
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

intimidación y del testaferrato, utilizando vínculos familiares, de


amistad y corporativos, así como sociedades de papel. Lo ante-
rior también explica la preferencia por activos suntuarios, como
automóviles y propiedades inmobiliarias que corresponden a un
depósito de valor más que a activos generadores de ingresos. Por
consiguiente, no resulta sorprendente que en un país donde la
titulación de la propiedad rural sea precaria, parte de las utilida-
des de dichas organizaciones se haya destinado a la adquisición
de tierras, mientras que en sectores de mayor modernidad como
el sector financiero e industrial, donde predominan los esquemas
de propiedad cerrados, sus inversiones sean marginales.

Un ejemplo claro de ello, son las compras de tierras por parte


de narcotraficantes y grupos de extrema ideología con las utili-
dades obtenidas de la droga, quienes han encontrado una for-
ma de atesoramiento fuera de la óptica de las autoridades, ejer-
ciendo los derechos de propiedad a través de testaferros y el
uso de la intimidación. De acuerdo con encuestas realizadas a
expertos en tierras, se encontró que entre 1975 y 1995 se regis-
traron significativas compras de tierras en 400 municipios del
país (Reyes 1997). Diferentes trabajos han reportado un acelera-
do proceso de concentración de la tierra en el occidente del
país y en particular en los departamentos del Valle del Cauca,
Antioquia, Sucre y Cesar, así como en Putumayo, Caquetá y
Meta. En los primeros, coincidiendo con las zonas de exporta-
ción y en los segundos con las de producción, y en todos con
una marcada preferencia de uso de la tierra hacia la ganadería
extensiva, poca intensidad en la demanda de mano de obra y la
compra de tierras de precio relativamente bajo con respecto al
costo total del proceso productivo (Kalmanovitz y López, 2004).

4. Consideraciones finales
La inserción de Colombia al narcotráfico completa ya más de
tres décadas, con efectos adversos sobre el crecimiento y la
competitividad, así como sobre la estabilidad sociopolítica. La

179
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

contribución al PIB ha sido de magnitudes desdeñables sin ejer-


cer efectos positivos sobre el funcionamiento macroeconómico,
por sus bajos eslabonamientos productivos y que la repatria-
ción de las utilidades financia el contrabando y la fuga de capi-
tales, permitiendo el auge del lavado de activos y la promoción
de la economía subterránea.

En cambio han sido significativos y variados los efectos sobre la


criminalidad, el desplazamiento, la corrupción de la política, el
debilitamiento de la democracia y las instituciones, todas ellas
como resultado de la metástasis del crimen organizado en torno
a la operación del narcotráfico y la acumulación de su riqueza,
que en conjunto afectan adversamente el clima para los proce-
sos de ahorro e inversión y las posibilidades de mayor creci-
miento y mejor bienestar.

De lo anterior, las metas del Plan 2019 del Gobierno Colombiano


de eliminación de los cultivos ilícitos para el 2010, surgen dos
reflexiones. En primer lugar, en el sentido económico ello daría
espacio para un relanzamiento de la economía legal, cuya efecti-
vidad dependería de la articulación de las políticas económicas a
las de la lucha antinarcóticos, donde los temas fiscales, regionales
y sectoriales tendrán un gran importancia, para consolidar el ba-
lance de las decisiones macroeconómicas, en una perspectiva
donde parte de la riqueza del narcotráfico no ha sido aún repatriada
al país. En segundo lugar, el enquistamiento regional del crimen
organizado al narcotráfico y su simbiosis con los grupos de extre-
ma ideología, plantea un monumental reto para las políticas de
seguridad, descentralización y fortalecimiento institucional.

De esta manera, surgen dos grandes preocupaciones para la


agenda pública del bicentenario de una Colombia sin narcotráfico,
la lucha contra el crimen organizado y el lavado de activos. Este
legado, plantea una grave amenaza contra los objetivos de esta-
bilizar las condiciones sociopolíticas y consolidar la competiti-
vidad de la economía legal, que ponen en peligro las oportuni-
dades, que se esperarían de un futuro sin narcotráfico.

180
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

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NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Conflicto interno y
narcotráfico entre 1970 y 2005
Por Andrés López Restrepo*

El narcotráfico y sus efectos han sido centrales en la vida colom-


biana de las últimas tres décadas. Dado el carácter ilegal de esa
actividad, son inevitables los vacíos de nuestro conocimiento sobre
su naturaleza y sus alcances. Mucho de lo que sabemos tiene que
ver no con el propio narcotráfico sino con sus consecuencias
sobre la vida política, social y económica, es decir, que lo conoce-
mos no tanto en sí mismo como a través de sus manifestaciones.
Una de tales manifestaciones, la que más preocupa en el momento
presente, es la financiación de las actividades de los grupos arma-
dos no estatales. Pero dado que tales grupos son también ilegales,
su relación con el narcotráfico es muy opaca.

Es claro, no obstante, que los grupos armados ilegales requieren


recursos para sostenerse, y las principales fuentes de recursos
provienen de actividades ilegales: narcotráfico, secuestro, extor-
sión, desviación del presupuesto de municipios y departamentos
y empleo de la violencia para monopolizar actividades legales
como el chance. Todas estas actividades tienen un impacto nacio-
nal, con excepción del narcotráfico, que por diversas razones1

*
Profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de
la Universidad Nacional de Colombia. Este texto se basa en un artículo próximo a
publicarse por Editorial Norma, editado por María Emma Wills, Francisco Gutiérrez
y Gonzalo Sánchez.
1
Las razones son muchas: históricas, sociológicas, de reparto de poder. Se deja cons-
tancia de ellas aunque este no es el lugar para analizarlas en detalle.

183
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

se ha convertido en un problema que interesa a muchos actores


de la comunidad internacional, y en particular a los Estados
Unidos, la potencia hegemónica de la comunidad2.

El interés de los actores externos por el narcotráfico no necesa-


riamente hace más difícil la solución del conflicto interno pero
sí la hace más compleja. La intervención de más actores aumenta
la complejidad de cualquier proceso social, y en el caso de la
solución del conflicto interno, obliga a escucharlos y a tener en
cuenta sus intereses. En ocasiones, esta presencia puede entor-
pecer la solución del conflicto; en otras, por el contrario, puede
presionar a las partes enfrentadas y acercarlas al desenlace.

Esta situación obliga a considerar cuál es la relación entre el con-


flicto y las drogas. Si los grupos armados ilegales se financian con
el narcotráfico y dada la necesidad de combatir ambos fenómenos,
es claro entonces que la política estatal debe tener en cuenta esa
relación. De hecho, el gobierno nacional ha presentado en ciertos
momentos la política de paz o de combate a los grupos armados
como una política contra el narcotráfico, y viceversa, ha planteado
que la política contra el narcotráfico es una política de lucha
contra los grupos armados. Aunque es claro que existen relaciones
entre los grupos armados y los narcotraficantes, es necesario
preguntarse por la pertinencia de este interrogante.

El otro tema es la presencia de los Estados Unidos. Aunque no


con la misma intensidad que en algunos momentos del pasado,
como a principios de la década de 1970 y toda la década de
1980, nuestro vecino del norte sigue defendiendo la necesidad
de combatir el negocio de las drogas ilegales en todas sus etapas.
Los diversos gobiernos colombianos de las últimas tres décadas,

2
No hay contradicción al hablar de comunidad y hegemonía en un mismo sistema:
la comunidad internacional está compuesta por miembros que comparten algunos
valores y pueden actuar de manera concertada en ocasiones, pero no todos los
miembros de esa comunidad tienen el mismo poder. Estados Unidos es la potencia
dominante de esa comunidad.

184
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

por su parte, no siempre vieron el tema de las drogas con la


misma preocupación que el gobierno estadounidense, lo cual
dio lugar a algunas fricciones en el pasado. En particular, esta
situación fue evidente entre principios de la década de 1970 y
mediados de la década de 1980.

Pero la expansión de las grandes organizaciones de exportación


de cocaína con sede en Medellín y Cali obligó al gobierno nacio-
nal a adoptar una posición más firme, lo cual incluyó la utilización
de la extradición. Estados Unidos acogió con satisfacción el cam-
bio de la posición colombiana y empezó a ayudar con recursos
económicos, materiales y humanos a la lucha contra el narco-
tráfico. Esto no significó el fin de los conflictos. El encarcelamiento
de Pablo Escobar en una cárcel construida de acuerdo con sus
especificaciones, la concesión de la zona de despeje para la
negociación con la guerrilla y, sobre todo, las denuncias sobre
financiación de la campaña de Ernesto Samper con recursos del
narcotráfico, pusieron a prueba la cooperación entre ambos
países.

Así, en un contexto en el que lo dominante ha sido la coopera-


ción, en determinados momentos la relación entre ambos países
en materia de drogas ha sido puesta a prueba. En el gobierno
Samper la situación fue tan tirante que el gobierno estadouni-
dense interrumpió toda cooperación y comunicación con el
gobierno colombiano. Por el contrario, Estados Unidos tiene
una relación inmejorable con el gobierno del presidente Álvaro
Uribe. Al mismo tiempo, el gobierno estadounidense ve con
desconfianza el actual proceso de negociación con los parami-
litares por la participación de jefes del narcotráfico, que estarían
aprovechando la oportunidad para pasar a la legalidad con poco
o ningún costo.

Este texto no es un análisis del narcotráfico en sí mismo, sino de


sus vínculos con la sociedad y la política colombiana, en particular
de sus efectos sobre el conflicto y de los efectos que el conflicto
del país ha tenido sobre el narcotráfico mismo. El texto todo

185
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

está atravesado por la convicción de que el país tiene condiciones


que han favorecido la expansión de actividades ilegales, incluidas
el narcotráfico y la violencia política3. Ambos fenómenos, a su
vez, le permiten al otro mantenerse y crecer: el narcotráfico
genera recursos que financian a los actores armados ilegales y
los actores armados ilegales debilitan al Estado y así facilitan el
narcotráfico.

La primera parte describe las condiciones que en las décadas


siguientes al fin de la Segunda Guerra Mundial favorecieron la
aparición y consolidación del narcotráfico en Colombia. Esas
condiciones incluyen factores sociales y el puro azar. La segun-
da parte examina el crecimiento explosivo del narcotráfico en-
tre la década de 1970 y 1984. Durante esos años el país exportó
grandes cantidades de marihuana y de cocaína, aunque no se
prestó tanta atención al auge de esta última droga, por razones
que serán analizadas en su lugar. En ese período muchos secto-
res sociales vieron con simpatía el avance del narcotráfico y los
recursos que aportó a la economía. El gobierno nacional, por su
parte, no mostró gran preocupación por el fortalecimiento de
los criminales dedicados a la exportación de drogas.

Los narcotraficantes comprometieron sus avances cuando busca-


ron acceder a los órganos políticos representativos. Esta situación
culminó con el asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara
Bonilla, en la primera de las acciones violentas que marcaron el
período de la historia nacional durante el cual se dio el enfrenta-
miento entre el Estado y los llamados “narcoterroristas”. Los
actos violentos estuvieron acompañados todo el tiempo por in-
tentos de negociación que eran inspirados por las conversaciones
que simultáneamente efectuaban el Estado y los grupos guerri-

3
La violencia política tiene carácter delictivo –se le considere delito común o tenga
el estatus privilegiado de delito político-, y por tanto es una forma más de ilegali-
dad. El narcotráfico y la violencia política están emparentados por su carácter ile-
gal, y ambos medran en las condiciones generales que propician la ilegalidad en
Colombia.

186
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

lleros. Estos hechos, que tuvieron lugar entre 1984 y 1993, son
estudiados en la parte tercera.

El fin del narcoterrorismo no supuso el fin del narcotráfico, pero


sí abrió un período de grandes cambios dentro del negocio. Los
grandes “carteles” fueron reemplazados por carteles más peque-
ños, el país se convirtió en un centro de cultivos de coca y
amapola, y, lo más importante de todo, los grupos armados
ilegales lograron capturar una parte importante de la renta produ-
cida por el narcotráfico, obteniendo así recursos muy importantes
para financiar sus maquinarias de guerra. En este período el
narcotráfico y el conflicto armado se vinculan de manera mucho
más estrecha que en el pasado. Y aunque aún es pronto para
comprender todos sus alcances, parece que las negociaciones
con los paramilitares pueden estar abriendo la puerta a la incorpo-
ración de algunos narcotraficantes a la legalidad, permitiéndoles
incluso su participación en la política electoral. Los “narcoparami-
litares” podrían así triunfar donde no pudieron hacerlo los narco-
terroristas. Esto será analizado en la parte cuarta. El texto culmi-
na con algunas reflexiones sobre la relación entre el narcotráfico
y el conflicto y el papel de los Estados Unidos en esa relación.

I. Contexto de surgimiento del narcotráfico4


La expansión del narcotráfico en la década de 1970 fue favore-
cida sobre todo por dos factores: la economía ilegal y la violencia.
Fue durante esa década que el narcotráfico se manifestó como
un problema de gran magnitud; antes de esa fecha existía tráfico
de drogas pero era poco significativo. La posición de Colombia
en la esquina noroeste de América del Sur y su vecindad con

4
Algunas de las ideas y los hechos presentados en esta primera parte están más
desarrollados en Andrés López Restrepo, “De la prohibición a la guerra: El narcotráfico
colombiano en el siglo XX”, en Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Interna-
cionales – IEPRI, Colombia: Cambio de siglo. Balances y perspectivas, Bogotá,
Planeta, 2000, págs. 69-112.

187
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Panamá convirtieron al país en obligado camino para muchos


de los intercambios, tanto legales como ilegales, que tenían lugar
entre el norte y el sur del continente. Por ello, desde fines de la
década de 1940, Colombia sirvió como lugar de paso de los
primeros envíos ilegales de cocaína que partían de Perú y Bolivia
hacia Cuba y Estados Unidos, pero la participación de agentes
colombianos en el tráfico fue mínima durante las primeras dos
décadas y media5. Durante estos años se consolidaron dos for-
mas de economía ilegal que después tendrían una importancia
decisiva para el narcotráfico, el contrabando y la explotación de
esmeraldas.

El contrabando en Colombia se ha concentrado tradicionalmente


en dos lugares, ambos sobre el océano Atlántico: el golfo de
Urabá y la península de la Guajira. El contrabando creció y se
organizó en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial,
cuando el crecimiento económico y la expansión de las clases
medias aumentaron la demanda por ciertos bienes que era im-
posible adquirir de forma legal debido a la política proteccionista.
Las rutas y contactos establecidos por los contrabandistas fueron
posteriormente aprovechadas por los narcotraficantes.

El centro de producción de esmeraldas se encuentra en todo el


centro del país. A pesar de que las minas de esta piedra preciosa
son en gran medida propiedad del Estado, éste renunció a ejercer
control sobre la explotación, que quedó en manos de particulares.
Hasta el día de hoy los esmeralderos controlan el occidente del
departamento de Boyacá, la región donde están las explotaciones
de la piedra, y mantienen lazos estrechos con los jerarcas de la
Iglesia, los líderes políticos y las fuerzas de seguridad estatales
presentes en la región. Los diversos grupos dedicados a la explo-
tación de esmeraldas requirieron desde hace décadas ejércitos

5
Sobre los orígenes del narcotráfico en los países andinos y la escasa participación
de Colombia en el negocio, ver Paul Gootenberg, “Birth of the Narcs: The first illicit
cocaine flows in the Americas, 1945-1965”, documento presentado en el Boston
Area Latin American History Workshop, Harvard, 16 de marzo de 2005.

188
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

particulares para defender sus intereses. En esos ejércitos se


formaron sicarios y guardaespaldas que posteriormente partici-
paron en el narcotráfico; el más famoso de ellos fue Gonzalo
Rodríguez Gacha.

El otro fenómeno que contribuyó a crear un contexto favorable


al narcotráfico fue la violencia. Los grandes capos de la primera
generación de narcotraficantes, aquellos que el país conoció
durante la década de 1980, nacieron durante la violencia. Las
familias de algunos de ellos, como Pablo Escobar, la padecieron.
Estos narcotraficantes ejercieron, a su vez, una violencia que
alcanzó niveles sin precedentes en la historia del país. La relación
entre ambos fenómenos, la violencia política y la violencia del
narcotráfico, no requiere una explicación cultural en el sentido
de que quienes crecieron con la violencia están condenados a
repetirla; a este respecto puede ser más útil un argumento racio-
nal: la violencia sigue constituyendo en Colombia un camino
que permite acceder fácilmente al poder y al reconocimiento.
La inexistencia de mecanismos sociales e institucionales para
reprimir de forma efectiva el uso de aquella ha dado lugar a la
creación de una meritocracia de la violencia.

En suma, la ilegalidad y la violencia pagan –y muy bien– en


Colombia; de otra manera, ambos fenómenos constituyen unos
caminos particularmente rentables con respecto a los procedi-
mientos legales, si se considera la relación costo-beneficio6. No
es el momento de demostrar esta afirmación, pero creo que un
rápido repaso de la historia del país desde al menos el Frente
Nacional deja pocas dudas de su validez. Así, los tres fenóme-
nos mencionados –contrabando, explotación de esmeraldas y
violencia- crearon unas condiciones propicias para el narcotráfico.

6
La participación del narcotráfico en la economía total y la larga tradición de la
violencia política sugieren que estas actividades son más rentables en Colombia
que en casi todos los demás países del mundo.

189
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

El contrabando estableció unas rutas por las cuales salían y entra-


ban productos que, como los electrodomésticos, el licor o el
tabaco, eran legales pero cuya introducción se hacía de forma
ilegal. Buena parte de los narcotraficantes de la década de 1970
se formaron en el contrabando de productos legales y conocieron
rutas y contactos que luego les serían muy útiles. Los esmeral-
deros establecieron ejércitos particulares que sirvieron de modelo
a los que establecieron después los narcotraficantes. Unos y
otros, contrabandistas y esmeralderos, eran reconocidos y respeta-
dos en sus regiones de influencia y tenían estrechos contactos
con los poderes legales locales.

Las diferencias principales del narcotráfico con respecto a esas


dos actividades han sido dos, una cualitativa y la otra cuantitativa.
La diferencia cualitativa es que en tanto que el contrabando y la
explotación de esmeraldas suponen el comercio de productos
que son legales, el narcotráfico es ilegal en todos los eslabones
del negocio, desde la adquisición de insumos hasta la venta al
consumidor final. La otra diferencia, de magnitud, es colosal:
los recursos generados por el narcotráfico fueron tan grandes
que su mera presencia desestabilizó las estructuras sociales co-
lombianas, basadas como estaban en actividades mucho menos
rentables. Debido a su riqueza, los narcotraficantes pudieron
comprar acceso a espacios antes restringidos a los miembros de
los grupos de poder tradicionales.

Hubo en un principio una diferencia muy grande en la percep-


ción de los costos y beneficios generados por el narcotráfico.
Los beneficios han sido principalmente económicos y por lo
general han sido muy visibles, por ejemplo, en la mayor dispo-
nibilidad de divisas y en inversiones en bienes raíces y compra
de artículos suntuarios. En cambio, los costos han sido más que
todo políticos y sociales y por su carácter insidioso no fueron
percibidos inicialmente en su real dimensión, por diversos fac-
tores. Por una parte, la sociedad, acostumbrada a unos niveles
altos de violencia y ilegalidad, estaba parcialmente anestesiada
frente a la presencia de una fuente adicional de criminalidad.

190
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

Por otra parte, los efectos negativos operaban de manera acumu-


lativa, siendo pequeños en un principio y solo a medida que
pasó el tiempo se hicieron más notorios.

Es probable que la sociedad hubiera reaccionado más ágilmente


si hubiera visto con claridad la violencia producida por el narco-
tráfico. Los mercados ilegales generan violencia porque no pue-
den recurrir a la justicia ordinaria y la violencia se convierte en
la instancia última para dirimir diferencias. Sin embargo, la tasa
de homicidios no aumentó dramáticamente durante la década
de 1970, pese a que el negocio ya era muy dinámico. Las cifras
agregadas sobre homicidios a nivel nacional, disponibles única-
mente a partir de 1964, muestran que la tasa por cada 100 mil
habitantes alcanzó el punto más bajo en 1969, 19 por cada 100.000
habitantes. La tasa aumentó a lo largo de los años setentas, pero
en 1978 aún era inferior a la de 1964, 27 versus 31 por cada
100.000 habitantes7.

Aunque no existen pruebas al respecto, es muy posible que el


aumento en los homicidios durante la década de 1970 se debie-
ra en gran parte al narcotráfico. El negocio era muy rentable y
los narcotraficantes empezaron a matarse entre sí para resolver
conflictos. Pero aún el mercado estaba muy abierto y el Estado
no ejercía una represión significativa; así, la tasa de homicidios
no superó a la producida por la reciente violencia, por lo que
fue más fácil que la mayor criminalidad consiguiente a la ex-
pansión del negocio pasara inadvertida. En la década siguiente
la violencia se disparó. Después de 1988 las tasas de homicidios
se mantuvieron por encima de los 60 por cada 100.000 habitantes,
lo cual puede atribuirse en buena medida a la competencia de
los narcotraficantes por el control de un negocio que estaba
menos abierto, a la reacción del Estado y a otros efectos del
narcotráfico que operaban indirectamente sobre el aumento de

7
Unidad de Análisis Macroeconómico del Departamento Nacional de Planeación,
Estadísticas históricas de Colombia, Bogotá, Tercer Mundo Editores – DNP, 1988,
tomo I, cuadro 8-2, pág. 267 (Fuente: Instituto de Medicina Legal).

191
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

la violencia, tales como el debilitamiento de las instituciones


estatales y el fortalecimiento de los grupos armados ilegales
gracias a la financiación recibida del narcotráfico.

Un factor que muy probablemente aumentó la tolerancia de la


sociedad frente a la violencia, la corrupción y el debilitamiento
de las instituciones generados por el tráfico de drogas fue la
crítica general de las instituciones que durante la década de
1970 se extendió por todo el mundo occidental, y por América
Latina en particular, incluida Colombia. Si la legalidad era asociada
a un orden capitalista despreciable, entonces las acciones ilegales
podían ser consideradas como un instrumento de lucha política
en contra de ese orden. Más aún si los principales consumidores
de drogas eran ciudadanos de los Estados Unidos, la principal
potencia imperialista. Así, el narcotráfico llegó a ser visto como
un arma más en la lucha contra el capitalismo y el imperialismo8.

Un último factor que pudo anestesiar a la sociedad colombiana


frente a los avances del narcotráfico fue el debilitamiento de las
jerarquías políticas y sociales. La década de 1970 fue un período
de cambios sociales agudos y muy rápidos, inducidos, entre
otros factores, por el narcotráfico mismo. Estos cambios deter-
minaron el fin del predominio de las viejas jerarquías. Así, cuan-
do miembros de las viejas élites señalaron con preocupación el
ascenso de los que entonces se llamaron “grupos emergentes” –
piénsese en el ex presidente Carlos Lleras Restrepo-, se encon-
traron con que su predicamento era cada vez menor. No es fácil
precisar los alcances de este factor, pero no debió ser deleznable.

8
Ver, por ejemplo, los libros de Jorge Child y Mario Arango y las declaraciones de
Jaime Bateman Cayón, líder del grupo guerrillero Movimiento 19 de Abril, M-19, en
Oiga hermano, Bogotá, Ediciones Macondo, 1984, págs. 110-117. Refiriéndose a
Estados Unidos, decía Bateman: “Los que tienen que controlar son ellos el consu-
mo…! Por otro lado nosotros no tenemos por qué ser gendarmes de los gringos
para esa mierda” (pág. 111).

192
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

El contrabando, el comercio de esmeraldas y la violencia confor-


maron el contexto social en el cual surgió el narcotráfico. Pero
lo que más llama la atención del caso colombiano no es la
existencia del narcotráfico, que al fin y al cabo es un fenómeno
que en mayor o menor grado ha afectado a todos los países del
mundo. Lo destacable es la importancia que ha tenido Colombia
en el negocio: durante algunos años fue el principal productor
y exportador de marihuana en el mundo, por tres décadas ha
sido el primer exportador mundial de cocaína, en la última década
se convirtió en el principal cultivador de hoja de coca, y desde
hace unos años exporta la mitad de la heroína consumida en
Estados Unidos.

La cuestión entonces no es porqué surgió el narcotráfico en


Colombia, sino porqué Colombia se convirtió en el centro del
narcotráfico a nivel mundial. Los elementos examinados hasta
el momento constituyen el conjunto de posibilidades que permi-
tieron la implantación con éxito del narcotráfico en Colombia,
pero no contribuyen a dilucidar porqué el país se convirtió en
un centro tan importante del narcotráfico. Para esto puede pen-
sarse en otros dos factores, complementarios entre sí.

El factor accidental, al cual se hizo ya referencia, es de orden


geográfico: son pocos los países que, como Colombia, tienen
una posición tan propicia para el contrabando entre el sur y el
norte del Continente. Pero la geografía casi nunca es destino, y
hay por lo menos ocho o diez países centroamericanos y cari-
beños que comparten con Colombia esa posición estratégica
intermedia. Además, no existe razón alguna que justifique que
actores del país de paso controlen las organizaciones dedicadas
al tráfico de drogas: los grandes carteles hubieran podido tener
igualmente su origen en los países cultivadores o los consumi-
dores. Se ha sugerido que el mayor talento empresarial de los
agentes colombianos les confirió una ventaja competitiva. Este
argumento merece ser explorado en profundidad, pero habría
que explicar porqué esa supuesta ventaja competitiva no se ha
extendido de manera tan clara a las actividades económicas

193
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

legales. Si la supuesta ventaja competitiva se limita a las activi-


dades ilegales, para explicarla había que volver entonces a los
factores ya mencionados: la preeminencia de los colombianos
se derivaría de su experiencia en el contrabando, el comercio
de esmeraldas y la violencia.

El otro factor que habría contribuido a hacer de Colombia el


centro del narcotráfico mundial es que determinados individuos,
podemos llamarlos empresarios, decidieron realizar las inversio-
nes necesarias que tuvieron como resultado esa situación. Los
dos auges de la droga que ha vivido Colombia fueron posibles
por acciones determinadas tomadas por ciertos inversionistas.
La bonanza de la marihuana, durante la cual Colombia fue el
principal país exportador del mundo, comenzó en 1974 en res-
puesta a iniciativas empresariales de agentes estadounidenses
que buscaban nuevos centros de cultivo, luego de los exitosos
esfuerzos de erradicación que recientemente habían tenido lugar
en México y Jamaica. El de la marihuana fue un típico auge de
ciclo corto, que llegó a su fin en 1982 por diversas razones, la
principal de ellas que Estados Unidos completó la sustitución
de las importaciones de la hierba. El fuerte olor, el gran volumen
y el bajo precio de la marihuana son características que des-
alientan su comercio internacional y favorecen la producción
interna9.

La cocaína, a diferencia de la marihuana, sigue siendo luego de


tres décadas un rubro muy importante de las exportaciones co-
lombianas. Esta droga no fue significativa en la década de 1960,
porque entonces se preferían la marihuana y las drogas psicodé-
licas. La cocaína tenía una fracción del mercado de drogas ilega-
les, aunque los colombianos participaban en su tráfico, tenían
un papel subordinado en organizaciones controladas por trafi-
cantes cubanos, chilenos y estadounidenses. En la segunda mitad

9
Al menos tres de los cinco factores que conforman el conjunto que hizo posible el
narcotráfico también son relevantes para la violencia política: la violencia, la geo-
grafía y las condiciones organizativas de determinados individuos.

194
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

de la década de 1970, los colombianos, inconformes con su


parte en el negocio, emplearon la violencia para eliminar a la
mafia cubana de la que entonces dependían y accedieron de
manera directa al mercado estadounidense. De forma simultánea,
y sin que hubieran podido preverlo, las preferencias de los consu-
midores estadounidenses cambiaron de forma súbita y la de-
manda de cocaína se disparó. Así, los traficantes colombianos
se encontraron, por puro azar, en control del tráfico de cocaína
justo en el momento en que el negocio de esta droga adquiría
dimensiones colosales.

II. El auge del narcotráfico: 1975 a 1984


A mediados de la década de 1970 se hizo evidente que el país
empezaba a inundarse con los recursos provenientes del narco-
tráfico. El Estado no lo impidió y permitió que se fortalecieran
unas organizaciones criminales cuyo poder casi no tiene paralelo
a nivel mundial. La presencia del narcotráfico fue particularmente
notoria en algunas regiones, la primera de ellas el nordeste de
la costa Atlántica, en el triángulo que conforman los departa-
mentos de Cesar, Magdalena y la Guajira, donde se concentraba
el cultivo de marihuana. En esos años, cuando los colombianos
pensaban en narcotráfico, pensaban en marihuana, no obstante
que ya era mucho más significativa la exportación de cocaína.
De acuerdo con Kalmanovitz, el negocio de la marihuana tuvo
su mejor momento en 1978, cuando ingresaron al país US$600
millones por concepto de exportación de esa droga. Ese mismo
año la cocaína produjo US$1960 millones, una cifra más de tres
veces superior a la generada por la marihuana10.

10
Salomón Kalmanovitz, con la asistencia de Rafael H. Bernal, “Análisis macroeconómico
del narcotráfico en la economía colombiana”, en Ricardo Vargas (compilador), Drogas,
poder y región en Colombia, tomo 1: Economía y política, Bogotá, Cinep, 1994, cuadro
No. 1, pág. 15. Kalmanovitz es el único de los economistas que han calculado el
tamaño del negocio del narcotráfico en Colombia que presenta cifras para la década de
1970. Estas cifras son dudosas, como todas las estimaciones de actividades económicas
ilegales, pero se las cita para dar idea de las magnitudes relativas del narcotráfico.

195
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Esta diferencia entre las percepciones sobre la magnitud de los


negocios de la marihuana y la cocaína se debió a la particular
localización geográfica de las distintas etapas productivas de
cada una de las drogas. A diferencia de la marihuana, cuya
transformación es mínima –se cultiva, se recoge y se seca-, la
cocaína requiere un proceso más complejo que supone el cultivo
de la hoja de coca, la producción de base de coca, y luego de la
propia cocaína. Por tanto, a diferencia de la marihuana, que es
exportada directamente desde el sitio en que se la produce, en
el caso de la cocaína puede haber una separación entre el lugar
en que se cultiva la coca y aquellos en que se realizan las diversas
etapas de transformación. Así, mientras que la marihuana era
producida y exportada en la costa Atlántica, la cocaína exportada
tenía su origen en base de coca producida en Perú y Bolivia,
donde estaban los cultivos. En la década de 1970 solo se realizaba
en Colombia la transformación de la base de coca en cocaína.

Las actividades agrícolas requieren superficies extensas y por


ello suelen ser más notorias que las industriales. La marihuana
ocupaba una amplia superficie y empleaba muchos trabajadores
debido a que es muy intensiva en mano de obra; la producción
de cocaína, en cambio, dado que no era cultivada en el país,
solo ocupó en un principio a muy poca gente: los jefes, el per-
sonal de los laboratorios, y los encargados de la protección y el
transporte de la droga entre los países cultivadores y los consu-
midores. De esta manera, la marihuana, pese a producir menos
ingresos que la cocaína, era mucho más visible y así lo reflejaron
los medios de comunicación, que en la segunda mitad de la
década de 1970 divulgaron múltiples historias sobre los impactos
sociales, económicos y políticos generados por su explotación,
mientras que poco o nada decían de la cocaína.

Las fortunas generadas por la cocaína pasaron desapercibidas


en un momento en que coincidieron otras dos bonanzas, la de
la marihuana, ya mencionada, y la del café. El precio de este
grano se disparó en 1976, y en 1977 llegó al nivel más alto de su
historia. Entre 1977 y 1979 el total producido por las exportaciones

196
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

de café fue muy similar al de la cocaína: en el primer año las


exportaciones de café generaron US$1577 millones y las de co-
caína US$1680 millones; en 1978 las cifras fueron, respectiva-
mente, US$1936 y US$1960 millones; y en 1979 el café exportado
produjo US$2086 millones y la cocaína US$2080 millones11. El
país se inundó de dólares, haciendo muy difícil distinguir cuales
tenían un origen legal y cuales habían sido obtenidos en activi-
dades criminales. Como ya se mencionó, la bonanza de la mari-
huana llegó a su fin en 1982. El negocio de la cocaína, en cambio,
siguió creciendo; según Kalmanovitz, en 1982 produjo ganancias
por un total de US$4320 millones.

Pero los exportadores de cocaína aún eran un grupo misterioso.


En abril de 1983, la revista Semana, el semanario más prestigioso
de Colombia, presentó a Pablo Escobar, un congresista suplente,
en un artículo de portada titulado “Un Robin Hood paisa”. Aún
entonces, Semana podía eludir el tema de la procedencia de los
ingresos de Escobar, limitándose a decir que este tema era objeto
de muchas especulaciones, sin mencionar siquiera la palabra
cocaína. La revista incluso permitió que Escobar explicara, sin
contradecirlo, que había obtenido su fortuna en negocios de
automóviles y bienes raíces, y concentró su reportaje en las
obras benéficas que él realizaba.

A principios de la década de 1980 las inmensas riquezas genera-


das por el narcotráfico estaban produciendo una profunda trans-
formación de la sociedad colombiana, la cual aún continúa. Las
jerarquías sociales, el destino de las inversiones, el régimen polí-
tico, todo esto fue afectado completamente por el narcotráfico.
Fue en el terreno político donde la influencia del narcotráfico
resultó más decisiva, o, al menos, más evidente. A principios de

11
Las cifras de ingresos de la cocaína provienen del cuadro citado de Kalmanovitz y
las del café de Unidad de Análisis Macroeconómico del Departamento Nacional de
Planeación, op. cit., tomo I, cuadro 4-1, pág. 131.

197
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

los años 1980, esa influencia política tuvo dos manifestaciones


principales12.

La primera fue la creación, en diciembre de 1981, del grupo


paramilitar Muerte a Secuestradores, MAS, en respuesta al secues-
tro de una hermana de los miembros del clan Ochoa, que ha-
cían parte del cartel de Medellín, por parte del grupo guerrillero
Movimiento 19 de Abril, M-19. Con miras a obtener su libertad y
para prevenir futuros secuestros, más de 200 narcotraficantes
aportaron dineros que sirvieron para establecer el MAS. Mediante
el asesinato y la entrega a las autoridades de miembros de la
guerrilla, el MAS consiguió la devolución de la señora Ochoa y
la virtual desaparición del M-19 en Antioquia. Este grupo no se
atrevió nunca más a oponerse a los narcotraficantes. El MAS,
habiendo cumplido su misión, desapareció poco después. Sin
embargo, el éxito de sus acciones llevó a la aparición de grupos
paramilitares en otras partes del país. El MAS dejó de existir, pero
su influencia aún está presente en al actual movimiento paramilitar.

La segunda manifestación de la influencia del narcotráfico fue la


participación en la política electoral de algunos de los principa-
les capos, entre ellos el más importante de todos, Pablo Escobar,
el jefe del cartel de Medellín, quien fundó el movimiento Civismo
en Marcha, con el cual realizó obras públicas como viviendas y
escenarios deportivos en barrios marginales de su ciudad, que
financiaba de su propio bolsillo. Su imagen como benefactor le
facilitó la entrada a la política en compañía del parlamentario
antioqueño Jairo Ortega. Con miras a las elecciones de 1982, el
representante Ortega se vinculó al movimiento “Nuevo libera-
lismo”, que dirigía el disidente liberal Luis Carlos Galán. Ortega
buscaba ser reelecto en una lista en la cual Escobar era su su-

12
Los hechos recogidos a continuación han sido expuestos con más detalle en Luis
Javier Orjuela y otros autores, “Narcotráfico y política en la década de los ochenta:
Entre la represión y el diálogo”, Carlos Gustavo Arrieta y otros autores, Narcotráfico
en Colombia: Dimensiones políticas, económicas, jurídicas e internacionales, Bogo-
tá, Ediciones Uniandes – Tercer Mundo Editores, 1990, págs. 199-276.

198
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

plente. Al enterarse de historias que vinculaban a Escobar con


el narcotráfico, el Nuevo Liberalismo exigió a Ortega que lo
retirara de su lista. Ortega se negó y fue expulsado por el movi-
miento. Aún así, Ortega y Escobar consiguieron ser elegidos,
pero Escobar se encontró con una fuerte oposición de algunos
sectores. Luego de fuertes debates, en octubre de 1983 la Cámara
de Representantes levantó la inmunidad parlamentaria de Esco-
bar, lo que permitió su juzgamiento por la justicia ordinaria.

Otro narcotraficante que intervino en política fue Carlos Lehder.


A mediados de 1983, Lehder lanzó su partido Movimiento Latino
Nacional (MLN). En declaraciones que dio en junio de ese año
reconoció abiertamente el origen ilícito de su fortuna, aunque
aclaró que parte de ella había sido legalizada en la amnistía
tributaria concedida por el presidente Belisario Betancur unos
meses antes. Lehder manifestó que aspiraba a llegar al Senado
de la República y empezó a hacer giras por todo el país. Al
siguiente mes, en julio, cambió de opinión y dijo que se proponía
ser elegido al Concejo de Bogotá. Su carrera política llegó a su
fin en septiembre, cuando fue solicitado en extradición por el
gobierno de los Estados Unidos y optó por pasar a la clandesti-
nidad. Unas semanas después anunciaba la disolución del MLN.

En realidad, el temor de Lehder a ser extraditado no parecía


tener mucho fundamento en ese momento. El tratado de extra-
dición que Colombia firmara con Estados Unidos en 1979 había
entrado en vigencia en marzo de 1982, pero el gobierno colom-
biano no manifestó el menor interés en aplicarlo. Estados Unidos
hizo las primeras solicitudes de extradición en abril de 1983. La
decisión última de extraditar correspondía al Ejecutivo, pero el
proceso requería un concepto previo no vinculante de la Procu-
raduría y el visto bueno de la Corte Suprema de Justicia. El
procurador general Carlos Jiménez expresó que el tratado era
inconstitucional, pero la Corte dio el visto bueno a las extradi-
ciones. Sin embargo, el presidente Belisario Betancur se negó a
autorizar extradición alguna, con argumentos jurídicos teñidos
de una retórica altamente nacionalista. Pese a las presiones del

199
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

gobierno de los Estados Unidos, Betancur se ratificó en su


negativa.

La posición que tuvo Colombia frente al narcotráfico hasta ese


momento podía calificarse de ambigua. Por una parte, diversos
sectores de la economía legal obtuvieron grandes ganancias de
sus negocios con los narcotraficantes. Hubo varias propuestas
para legalizar los capitales ilícitos; una de las personas que más
insistió en la legalización fue Ernesto Samper, futuro presidente
del país y en ese momento presidente de la Asociación Nacional
de Instituciones Financieras, ANIF. Podía notarse incluso en algu-
nas personas cierto orgullo nacionalista de que los colombianos
dominasen el negocio mundial de las drogas ilegales. Pero tam-
bién existían diversos individuos y organizaciones que vieron
con preocupación el ascenso social de las organizaciones crimi-
nales y advirtieron de sus consecuencias.

Por algunos años ambas posiciones coexistieron sin conseguir


imponerse. Fueron muchas las expresiones de la ambivalencia
frente al narcotráfico. En el terreno financiero, por ejemplo, la
propuesta de legalización de los capitales generados por el narco-
tráfico no tuvo al final éxito por la oposición de algunos sectores
nacionales y del gobierno de los Estados Unidos, pero varios
gobiernos aprobaron amnistías tributarias que permitieron la
legalización parcial de esos capitales. Y aunque muchos políticos
estaban dispuestos a recibir el dinero de los narcotraficantes, no
tenían interés en que los narcotraficantes mismos participaran
en política. Esta ambigüedad se vivió al interior mismo de los
gobiernos, en particular el del presidente Betancur. El ministro
de Justicia, Rodrigo Lara, que provenía del Nuevo Liberalismo,
estaba adelantando una dura campaña contra los narcotraficantes,
pero sus actuaciones no parecían tener la solidaridad del Presi-
dente. Lara defendió la extradición, pero la política oficial del
gobierno era la opuesta. El Presidente rechazó la aplicación de
la extradición por razones nacionalistas, pero carecía de una
política alternativa para contener a los narcotraficantes, cuyo
poder siguió creciendo.

200
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

III. La era del narcoterrorismo: 1984 a 1993


El 30 de abril de 1984, Lara fue asesinado por un sicario que iba
en motocicleta. Al matar al ministro de Justicia, los narcotraficantes
demostraron el alcance de su poder y su decisión de desafiar al
Estado y la ley. El asesinato de Lara marcó un momento decisivo
en la historia colombiana porque obligó a reconsiderar las contra-
dicciones en que hasta entonces había vivido el país. Inmedia-
tamente fue declarado el Estado de Sitio y el gobierno lanzó la
ofensiva más intensa hasta el momento contra los narcotraficantes.
Durante el funeral de su ministro, el presidente Betancur señaló
que, a pesar de dudar de sus bondades, empezaría a aplicar la
extradición. Poco después, sin embargo, el gobierno anunció la
creación de una comisión encargada de revisar el tratado. Final-
mente, en enero de 1985 los primeros cuatro colombianos fue-
ron entregados al gobierno de Estados Unidos.

Las vacilaciones del Estado habían propiciado esta situación.


Sin embargo, la muerte de Lara no supuso tanto el fin de la
ambigüedad como el principio del fin. Ante la persecución desa-
tada por las autoridades, los principales narcotraficantes colom-
bianos huyeron a Panamá, donde contaban con la protección -
pagada, claro está- del general Manuel Noriega. El expresidente
Alfonso López y el procurador Jiménez viajaron a Panamá y
sostuvieron conversaciones con esos narcotraficantes. Los narco-
traficantes negaron haber participado en el asesinato de Lara, lo
cual era de esperar, pero prometieron abandonar el negocio y
retirarse de la política si se les juzgaba en Colombia. Cuando la
noticia se supo en el país hubo un escándalo. López y Jiménez
dijeron que los encuentros tuvieron lugar con el beneplácito del
presidente Betancur; este lo negó, pero quedó el sabor de que
el gobierno, pese al asesinato de Lara, aún mantenía abiertas las
puertas a los narcotraficantes.

El que estas conversaciones se llevaran a cabo en tal momento


lo atribuyo a tres razones diferentes. La primera es que muchos
veían en el narcotráfico un fenómeno positivo, o al menos cuyos

201
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

aspectos positivos superaban a los negativos. Esto ocurría con


quienes opinaban que la bonanza del narcotráfico era una ben-
dición, más aún en momentos en que el resto de América Latina
padecía una fuerte crisis económica, o con aquellos que consi-
deraban beneficioso el desplazamiento de las elites tradicionales,
a las cuales achacaban todos los problemas de país, por parte
de los narcotraficantes.

Pero el asesinato de Lara hizo más evidentes los costos, al mos-


trar que el fortalecimiento de una élite criminal era más peligroso
de lo que se había creído. Por ello, la persistencia de la búsque-
da de los acuerdos requiere otros dos factores adicionales, que
fueron entonces más importantes. Uno fue la corrupción: la
política, en particular, se vio afectada por el contacto con los
narcotraficantes. Esto tuvo graves consecuencias, como se verá.

La última razón estaba relacionada con el momento político que


se vivía entonces. Es necesario recordar que el gobierno había
firmado treguas con las principales guerrillas del país: con las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, en mar-
zo de 1984, y con el M-19 y el Ejército Popular de Liberación, en
abril del mismo año. El llamado proceso de paz se mantuvo con
muchas dificultades hasta septiembre de 1985, cuando el M-19
ocupó el Palacio de Justicia, en una acción que dejó más de 100
muertos. Aunque esto nunca se probó y los miembros sobrevi-
vientes del M-19 siempre lo han negado, hubo insistentes rumores
que señalaban que la toma del Palacio había sido financiada
por los narcotraficantes con el fin de atemorizar a la Corte Su-
prema para que dejara de apoyar la extradición, y destruir ade-
más los procesos abiertos en su contra. Pero hasta la tragedia
del Palacio el gobierno hizo una apuesta decidida por una paz
negociada.

Los narcotraficantes, por su parte, manifestaron que si el Estado


podía negociar y dar un trato privilegiado a las guerrillas izquier-
distas, también podía hacerlo con ellos. El proceso de paz estaba
fundado en una ambigüedad que los narcotraficantes aprove-

202
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

charon. El gobierno negociaba con las guerrillas porque, prime-


ro, reconocía motivaciones políticas en su lucha, y segundo,
porque no podía derrotarlas. Este segundo factor es más impor-
tante porque es condición necesaria del primero: si el gobierno
hubiese derrotado a las guerrillas no tendría que reconocerles
motivaciones políticas. Los narcotraficantes vieron la posibilidad
de aprovechar esta condición: si el gobierno nacional no podía
derrotarlos, entonces debería reconocerles un carácter político
y negociar su incorporación a la legalidad. De esta manera, la
apuesta que el gobierno hizo por la negociación tuvo efectos
contrarios a los esperados: no tuvo éxito con las guerrillas y en
su lugar incentivó la violencia de los narcotraficantes.

Los años siguientes estuvieron marcados por la lucha en torno a


la extradición. El objetivo de los narcotraficantes era acabar con
ella y con ese fin emplearon todos los recursos a su alcance,
legales e ilegales –entre los ilegales destacaban la corrupción, la
intimidación y la violencia. Además de emplear la violencia para
resolver los conflictos propios de quienes están involucrados en
actividades criminales, los narcotraficantes empezaron a usarla
para someter al Estado. A principios de la década de 1980 ha-
bían tratado de hacerse al control del Estado de manera pacífi-
ca, participando en elecciones; cuando esto fracasó, quisieron
hacerlo por medio de la violencia. En ese lapso, el alcance de
sus objetivos se redujo. Cuando participaron en política usando
medios pacíficos, buscaban extender al campo político el poder
que ya habían conseguido en el campo económico y, de forma
creciente, en el campo social. En cambio, la violencia de finales
de la década tenía un objetivo menos ambicioso, cual era garan-
tizar su impunidad, evitando lo que más temían, su juzgamiento
en los Estados Unidos. En ese período hizo su aparición la orga-
nización llamada “Los extraditables”, cuyo lema era: “Preferimos
una tumba en Colombia a una cárcel en los Estados Unidos”. La
frase no era cierta: no deseaban ni tumba ni cárcel, su propósito
real era vivir en Colombia libremente, disfrutando de sus ga-
nancias, habiendo sometido al Estado a sus dictados.

203
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

En diciembre de 1986 la Corte Suprema declaró inexequible la


Ley 27 de 1980, por la cual se había ratificado el tratado de
extradición firmado con Estados Unidos. El argumento de la
Corte fue que la ley no había sido ratificada por el Presidente
sino por el ministro de Gobierno, Germán Zea, que estaba encar-
gado de las funciones presidenciales. No obstante, muchos inter-
pretaron que la razón real de la decisión fue el temor de la
Corte, debilitada por la muerte de muchos de sus integrantes en
la toma realizada por el M-19 y asediada por las continuas amena-
zas de los narcotraficantes. Para mantener la vigencia de la extra-
dición, inmediatamente el presidente Virgilio Barco sancionó la
Ley 68 de diciembre de 1986, cuyo texto era idéntico al de la ley
declarada inexequible. Las opiniones de los juristas que no hacían
parte del gobierno fueron unánimes en señalar que esta acción
era abiertamente inconstitucional. Sin embargo, el gobierno ganó
tiempo y prosiguió las extradiciones hasta junio de 1987, cuando
la Corte Suprema declaró inexequible la Ley 68. La extradición
llegó a su fin después de estar vigente menos de dos años y
medio.

Los narcotraficantes obtuvieron así su principal objetivo, el fin


de la extradición, pero ello no supuso el fin de su lucha. Estaban
dedicados a matar a todos los que se les opusieran. Los asesinatos
de un gobernador, del líder del partido de izquierda Unión Patrió-
tica, de jueces, policías, periodistas, se sucedieron unos a otros.
Su objetivo era generar terror en la población y someter al Estado.
Algunos sectores aprovecharon la confusión generalizada y la
debilidad del Estado para impulsar sus agendas: el M-19 y el
EPL volvieron a negociar en 1989 y obtuvieron generosas conce-
siones del gobierno nacional; hay indicios de que algunos sec-
tores de ultraderecha trataron de impulsar una salida autoritaria;
los paramilitares, estrechamente asociados a los narcotraficantes,
empezaron a extender su poder territorial eliminando a los miem-
bros de la Unión Patriótica y masacrando campesinos.

No obstante, en medio de esta situación aún proseguían los


diálogos entre el gobierno y los narcotraficantes, y a un nivel

204
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

más alto que en el pasado. El Secretario General de la Presidencia,


Germán Montoya, recibió a delegados de los narcotraficantes
que pedían un indulto similar al que se estaba ofreciendo al M-
19. En agosto de 1989 fue asesinado Luis Carlos Galán, líder del
Nuevo Liberalismo y seguro ganador de las elecciones presiden-
ciales del siguiente año. Esto ocasionó dos reacciones inmedia-
tas del gobierno. En primer lugar, fue restablecida la extradición
haciendo uso del Estado de Sitio. Mes y medio después, la Corte
Suprema, plegándose a la nueva situación política, declaró cons-
titucional ese mecanismo. En segundo lugar, los contactos entre
el gobierno y los narcotraficantes quedaron interrumpidos.

Por ese entonces el Congreso tramitaba una importante reforma


política que debía ser aprobada mediante referendo en enero
de 1990. Pese a la oposición del gobierno nacional, la Cámara
de Representantes incluyó el tema de la extradición en el temario
del referendo. En su titular, el diario El Espectador decía que la
Cámara había actuado “en abierto desafío al país”, lo cual es
paradójico: la acción de la Cámara entregaba a la ciudadanía la
decisión sobre si mantener o no la extradición, por lo cual parece
una exageración afirmar que estaba desafiando al país. Pero era
claro que el terrorismo había inclinado a la opinión ciudadana a
oponerse a la extradición, y dado que las acciones terroristas
proseguían no se podía considerar que la ciudadanía estuviera
entonces en condiciones de decidir libremente. Se dijo que la
votación de la Cámara era resultado del soborno y las presiones.
El gobierno nacional se empleó a fondo y consiguió el hundi-
miento de la reforma.

El enfrentamiento era brutal y los costos altísimos para ambas


partes. Varios narcotraficantes murieron o fueron extraditados.
En enero de 1990, sus voceros manifestaron que aceptaban el
triunfo del Estado y que depondrían sus armas. Fue un momen-
to muy significativo: los narcotraficantes manifestaban, luego de
casi seis años de enfrentamiento directo, que no podían someter
al Estado. Pero esto no supuso el fin de la lucha. Otros dos
candidatos presidenciales fueron asesinados: Bernardo Jaramillo,

205
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

de la Unión Patriótica, en marzo de 1990, y Carlos Pizarro, del


M-19, en abril del mismo año. Múltiples actos terroristas en las
principales ciudades del país dejaron centenares de muertos. La
Corte Suprema y el Congreso habían sido intimidados, restaba
el Ejecutivo. Los narcotraficantes secuestraron a parientes del
presidente Virgilio Barco y su secretario privado. Con estas ac-
ciones finalmente consiguieron que el gobierno nacional aceptase
reanudar los contactos con intermediarios de los narcotraficantes.

El fiasco de la reforma política, junto con la profunda crisis


derivada del conflicto con los narcotraficantes y la necesidad de
consolidar los acuerdos firmados con el M-19, abrieron la puer-
ta a una reforma de la Constitución. Recién los narcotraficantes
habían reconocido el triunfo del Estado, pero paradójicamente
fue en buena medida la violencia generada por ellos lo que
permitió el proceso que desembocó en la convocatoria de una
asamblea constituyente, la cual cambió profundamente la es-
tructura del Estado.

La Asamblea Nacional Constituyente se reunió durante el primer


semestre de 1991 y acordó una nueva carta que fue sancionada
el 4 de julio de 1991. Indudablemente, la nueva Constitución
era más pluralista y democrática que la Constitución de 1886.
Sin embargo, la Constituyente no estuvo exenta de acciones
controvertidas. La prohibición de la extradición fue quizás la
más polémica de todas. Hacía poco más de un año el gobierno
y la prensa habían puesto en la picota a la Cámara de Represen-
tantes por haber introducido la extradición en el referendo. La
Constituyente fue un pasó más allá, al prohibir directamente la
extradición; sin embargo, la transformación del ambiente político
hizo que las críticas fuesen esta vez mucho más moderadas.

El nuevo gobierno del presidente César Gaviria había apostado


por una solución negociada al conflicto con los narcotraficantes,
a través de la denominada “política de sometimiento a la justicia”,
en la cual los narcotraficantes se entregaban a cambio de rebajas
de pena y beneficios procesales y la promesa implícita de no

206
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

aplicar la extradición. El gobierno nunca reconoció que estaba


negociando la legislación penal con los narcotraficantes –no
podía hacerlo porque eran criminales comunes que habían co-
metido los peores actos terroristas vistos en la historia del país-
; no obstante, su política tuvo un respaldo significativo por par-
te de la opinión pública cansada de la violencia terrorista.

Pero al parecer los narcotraficantes no querían dejar nada al


azar y buscaron garantizar la prohibición de la extradición con
sobornos a los constituyentes. Al menos así lo indicaría la de-
nuncia de uno de ellos, cercano a los paramilitares, que presentó
un video en el cual se le entregaba dinero para que votara a
favor de la prohibición de la extradición. Se decía en ese video
que 36 de los 70 constituyentes habían recibido dinero para
votar en contra de la extradición. Claramente el denunciante
buscaba deslegitimar la decisión tomada por la Asamblea Cons-
tituyente. Se desató una gran polémica sobre los motivos reales
del denunciante, y en general de los constituyentes que apoyaban
el fin de la extradición, pero la decisión de la Asamblea perma-
neció inalterada. El día 19 de junio de 1991, la Asamblea votó
por amplia mayoría el artículo 35, que prohibió la extradición
de los colombianos por nacimiento. Con la seguridad de no ser
extraditado, esa misma tarde se entregó a las autoridades Pablo
Escobar, el líder del cartel de Medellín, que fue recluido en una
cárcel diseñada según sus especificaciones.

La violencia de los narcotraficantes disminuyó, pero pronto empe-


zaron a circular rumores de que el Estado no tenía control alguno
sobre las acciones de Escobar. Éste entraba y salía libremente
de la prisión, e incluso mandó a traer varias personas a quienes
personalmente torturó y asesinó. El gobierno se vio obligado a
intervenir, pero cuando intentó cambiarlo de lugar de detención,
en julio de 1992, Escobar se fugó fácilmente. El gobierno había
sido puesto en ridículo y reaccionó empleando todos los recur-
sos disponibles para cazar a Escobar. Esto incluyó la coopera-
ción de los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido, y de
narcotraficantes enemigos de Escobar. Tras un respiro de un

207
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

año, de nuevo se habían recrudecido la violencia y el terrorismo.


Escobar contactó a algunos funcionarios para explorar las condi-
ciones de su entrega, aunque también manifestó su intención
de convertirse en rebelde político, con el fin de recibir el mismo
trato de los guerrilleros que abandonaron las armas. Finalmente
Escobar fue acorralado y muerto en diciembre de 1993. Con su
desaparición terminó el llamado narcoterrorismo, que había
azotado al país desde 1984.

IV. El conflicto actual: 1994 al día de hoy


Distraído por su enfrentamiento con el Estado, el cartel de Mede-
llín perdió parte del control sobre el negocio de exportación de
cocaína, circunstancia que fue aprovechada por el cartel de Cali.
Esta organización evitó siempre enfrentarse directamente con el
Estado, y por el contrario prefirió el dinero y la corrupción para
impulsar sus intereses. En 1994, el cartel de Cali entregó seis
millones de dólares a la campaña del liberal Ernesto Samper,
quien fue electo presidente. Esta situación provocó una profunda
crisis política, en la cual el gobierno Samper debió confrontar el
rechazo internacional, sobre todo de los Estados Unidos, investi-
gaciones internas, llamados a su renuncia y un movimiento
golpista.

La Fiscalía adelantó investigaciones que llevaron a la cárcel a


empresarios, políticos regionales, congresistas y miembros del
entorno del Presidente de la República, incluido su ministro de
Defensa, Fernando Botero. Pese a que diversos testimonios, in-
cluido el de Botero, comprometieron directamente al Presidente
en las negociaciones que llevaron a la entrega de los seis millones
de dólares, Samper siempre lo negó. La Constitución establece
que el juzgamiento del Presidente es una función del Congreso.
En junio de 1996, el Comité de Acusaciones de la Cámara de
Representantes lo absolvió definitivamente de los cargos rela-
cionados con la financiación de su campaña. Este resultado no
sorprendió a nadie, dados los favores que el gobierno otorgó a

208
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

los miembros del Comité de Acusaciones. Por tanto, la decisión


del Congreso no resolvió la crisis y esta se prolongó hasta el día
en que Samper entregó el poder a su sucesor13.

La crisis política debilitó de forma dramática al gobierno y al


Estado mismo. Entre las múltiples consecuencias de esta situación,
tres son particularmente relevantes para nuestro tema. En primer
lugar, el gobierno colombiano, cuestionado por sus vínculos
con el narcotráfico, incrementó sus acciones en contra de ese
negocio para tratar de probar que las denuncias en su contra
eran infundadas. Los principales esfuerzos fueron dirigidos a
destruir al cartel de Cali y detener a sus principales dirigentes.
Esta campaña empleó a miles de hombres y fue dirigida por el
Director de la Policía Nacional, el General Rosso José Serrano,
quien era prácticamente la única persona destacada del gobierno
colombiano en el que confiaba Estados Unidos. Cali quedó con-
vertida en una ciudad ocupada pero la operación tuvo éxito:
entre junio y agosto de 1995 fueron detenidos seis jefes del
cartel, entre ellos los dos hermanos Rodríguez Orejuela. De esta
manera desapareció el cartel de Cali, que dominaba entonces la
exportación de cocaína hacia los Estados Unidos.

Los defensores del Presidente Samper citan la destrucción del


cartel de Cali como prueba contundente de su inocencia. Según
ellos, Samper, si en efecto hubiera recibido del cartel de Cali
dineros para su campaña, no lo habría combatido entonces con
tal saña, porque se arriesgaba a que sus miembros hubieran
manifestado que efectivamente las denuncias sobre financiación
eran ciertas. Pero este argumento desconoce que tanto Samper
como el cartel de Cali estaban enfrentados a múltiples demandas,
y en ese momento en las presiones eran particularmente fuertes.

13
Para dos posiciones contrarias sobre el proceso de juzgamiento del Presidente en el
Congreso, ver la justificación del Presidente, en Ernesto Samper Pizano, Aquí estoy
y aquí me quedo. Testimonio de un gobierno, Bogotá, El Áncora Editores, 2000; y
una crítica en Informe de la Comisión Ciudadana de Seguimiento, Poder, justicia e
indignidad. El juicio al presidente de la República Ernesto Samper Pizano, Bogotá,
Comisión Ciudadana de Seguimiento, 2000.

209
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Samper estaba obligado a demostrar que las denuncias eran


falsas. Y a los miembros del cartel de Cali no les preocupaba
exclusivamente su libertad. El gobierno podía extraditarlos con
algún pretexto, dificultar su estadía en prisión, acosar a los miem-
bros de su familia o aplicar de forma draconiana la ley de extin-
ción de dominio. No hizo ninguna de estas cosas, y por tanto es
posible pensar que, de ser ciertas las denuncias sobre el cono-
cimiento de Samper frente alo relativo con la financiación de su
campaña, los Rodríguez Orejuela tenían motivos para aceptar
su encarcelamiento sin armar un escándalo político.

En cualquier caso, la destrucción de los carteles de Medellín y


de Cali demuestra que cuando el Estado se lo propone es capaz
de destruir organizaciones criminales muy poderosas, al menos
las que tienen carácter urbano. Fueron indispensables muchos
hombres y la colaboración internacional para copar los carteles
e ir progresivamente eliminado sus círculos de seguridad. Pero
bastaron dieciséis meses para acorralar a Escobar y aún menos
tiempo, ocho meses, para descabezar al cartel de Cali. Por ello,
es inevitable concluir que esos carteles adquirieron tal poder al
menos en parte por la pasividad de los gobiernos anteriores.

El gobierno Samper también impulsó en el Congreso la ley de


extinción de dominio, la cual fue redactada pensando en los
narcotraficantes pero la cual tiene una aplicación mucho más
amplia, permitiéndole al Estado hacerse a las propiedades en
relación con las cuales sus tenedores no puedan demostrar que
las adquirieron con recursos legales. Adicionalmente, debió
enfrentar presiones muy fuertes provenientes del gobierno esta-
dounidense para que restableciera la extradición, lo cual reque-
ría una reforma de la Constitución. En un principio el gobierno
Samper se opuso, pero estaba tan débil que luego accedió a
impulsar la reforma constitucional necesaria. La desaparición
del cartel de Medellín hizo desaparecer el temor que tenían los
congresistas para tratar el tema. Así, el Congreso realizó las vo-
taciones necesarias y desde noviembre de 1997 la extradición
adquirió por vez primera rango constitucional. Pese a que la

210
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

propuesta del gobierno establecía que la extradición podía apli-


carse retroactivamente a hechos anteriores a su aprobación, el
Congreso no acogió esta parte de la propuesta del gobierno,
con lo que la extradición fue aplicable solo a conductas posterio-
res a su aprobación14. A partir de entonces se han realizado
extradiciones de manera ininterrumpida; durante el gobierno
Uribe ya se acercan a las 400, un número muy superior al del
total de las extradiciones efectuadas en los gobiernos anteriores.

El tema de la extradición ya no concita los conflictos de antes.


Esto se debe no solo a la desaparición del narcoterrorismo, sino
también a la internacionalización de la política criminal, que ha
reducido las resistencias a la entrega de nacionales para su juzga-
miento en el exterior, o más precisamente, pues ese es el prin-
cipal objetivo del mecanismo, de la entrega de narcotraficantes
para su juzgamiento por parte de la justicia estadounidense. En
la actual negociación con los paramilitares la extradición es un
elemento contencioso, pero no se discute el fundamento y la
justificación de ese mecanismo sino la conveniencia de su apli-
cación concreta a los narcotraficantes que hacen parte de los
paramilitares.

Un segundo aspecto en el que se reflejó la crisis política fue en


el avance de los cultivos ilegales, particularmente de hoja de
coca. En al año 1994, a comienzos del gobierno Samper, los
cultivos de coca de Colombia eran menos extensos que los de
Perú y Bolivia. En poco tiempo esta situación se invirtió, de tal

14
El texto de la Constitución, en su artículo 35, quedó así: “La extradición se podrá
solicitar, conceder u ofrecer de acuerdo con los tratados públicos y, en su defecto,
con la ley. Además, la extradición de los colombianos por nacimiento se concederá
por delitos cometidos en el exterior, considerados como tales en la legislación
penal colombiana. La Ley reglamentará la materia. La extradición no procederá por
delitos políticos. No procederá la extradición cuando se trate de hechos cometidos
con anterioridad a la promulgación de la presente norma”. Se dijo entonces que el
gobierno apoyaba públicamente la retroactividad de la extradición, pero que priva-
damente hizo saber que estaba de acuerdo con el proyecto del Congreso. Sobre
este tema ver Luis Cañón M., La crisis. Cuatro años a bordo del gobierno Samper,
Bogotá, Planeta, 1998.

211
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

manera que a partir de 1997 Colombia ha sido el principal país


cultivador de hoja de coca en todo el mundo15 . Así, de centro
del tráfico de cocaína, Colombia pasó también a ser en estos
años el centro de los cultivos. Esta significativa transformación
del negocio respondió a varios factores económicos y políticos.
Los “microcarteles” que sustituyeron en el negocio a los grandes
carteles de Medellín y Cali no tenían el poder ni los recursos de
sus predecesores. Para esos microcarteles los viajes a Perú y
Bolivia para adquirir base de coca son mucho más costosos y
riesgosos; necesitados de materia prima, es natural suponer que
los microcarteles debieron fomentar la expansión de los cultivos
en el territorio colombiano16. La decisión de trasladar los cultivos
a Colombia se dio en un contexto político muy favorable, el de
la crisis política del gobierno Samper. Es posible entonces que
la crisis política debilitara la capacidad del Estado de controlar
el territorio nacional, facilitando la expansión de los cultivos.
Así, la decisión de sustituir las importaciones de base de coca
por la producción local, que era fundamentalmente de carácter
económico, tuvo un gran éxito gracias a las muy propicias con-
diciones políticas.

La tercera manifestación de la crisis política fue el avance de los


grupos armados ilegales, sobre todo las FARC y los paramilitares.
Las FARC obtuvieron los mayores triunfos militares de su histo-
ria entre 1996 y 1998, y a fines de 1997 se organizaron las Auto-
defensas Unidas de Colombia, AUC, la primera fuerza paramilitar
de alcance nacional. Pese a que las AUC son una cúpula que
coordina los esfuerzos de organizaciones independientes y no
una entidad centralizada, la conformación de las AUC le permi-

15
En 1994, las hectáreas cultivadas con coca fueron: Perú, 108600, Bolivia, 48100, y
Colombia, 44700. En 1997, fueron: Colombia, 79400, Perú, 68800, y Bolivia, 45800.
Ver Office on Drugs and Crime - United Nations, Global Illicit Drug Trends 2003,
2003 (http://www.unodc.org/pdf/report_2003-06-26_1.pdf).
16
Ver Francisco E. Thoumi, The causes of illegal drug industry growth in the Andes,
anti-drug policies and their effectiveness, Bogotá, Centro de Estudios y Observato-
rio de Drogas y Delito (CEODD) de la Facultad de Economía de la Facultad del
Rosario, marzo de 2005, pág. 24.

212
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

tió a los paramilitares acordar estrategias nacionales y aumentar


el número y alcance de sus operaciones. Así, el total de acciones
bélicas en las cuales participaron los paramilitares dio un gran
salto entre 1996 y 1997, pues de 6 pasaron a 37, y en los siguientes
años mantuvieron ese nivel17.

El progreso de los paramilitares está estrechamente vinculado


con la expansión de los cultivos de coca, habida cuenta que
fueron los gravámenes impuestos sobre los cultivadores de la
hoja los que generaron buena parte de los recursos que permitie-
ron a los paramilitares dar ese salto ofensivo. Carlos Castaño,
jefe de las AUC hasta su desaparición en abril de 2004, reconoció
esa situación: “Actualmente ejercemos control y cobramos im-
puesto en 15.000 hectáreas de coca en el Putumayo, antes de
las FARC y obtenidas en combate. También dominamos en el
sur de Bolívar, donde antes lo hacía el ELN. Ahora controlamos
cerca de 20.000 hectáreas sembradas por la subversión. En la
zona del Catatumbo existen más de 30.000 hectáreas de cultivos
ilícitos, la mitad controladas por las FARC y la otra por la autode-
fensa”. Pero agregaba que “yo soy medio puritano y confieso
que no fue fácil tomar la decisión (de aceptar la financiación del
narcotráfico)”18.

Los dos últimos fenómenos mencionados –la expansión de los


cultivos ilegales y el fortalecimiento de los grupos armados- no
fueron causados únicamente por la crisis política del gobierno
Samper. Ya se ha visto que en el caso de los cultivos los narcotra-
ficantes colombianos tenían motivaciones económicas para pro-
mover la expansión de los cultivos en el territorio colombiano.

17
Ver Fernán E. González, Ingrid J. Bolívar y Teófilo Vázquez, Violencia política en
Colombia. De la nación fragmentada a la construcción del Estado, Bogotá, Cinep,
2002, gráfica N° 4, pág. 104. Precisamente, Jorge Alberto Restrepo y Michael Spagat,
en un artículo publicado en otro lugar de este libro (“La dinámica del conflicto
colombiano, 1998-2003”), usan el término “recrudecimiento” para caracterizar el
conflicto a partir de 1996.
18
Mauricio Aranguren Molina, Mi confesión: Carlos Castaño revela sus secretos, Bo-
gotá, Editorial Oveja Negra, 2001, cap. 14.

213
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

Adicionalmente, los cultivos de coca son un fenómeno regional,


y por tanto lo que ocurre con los cultivos en Colombia está
necesariamente relacionado con los procesos que afectan a los
cultivos de Perú y Bolivia. Por ese entonces los gobiernos de
ambos países adoptaron políticas que disminuyeron la extensión
de los cultivos de coca, lo cual pudo contribuir a su desplaza-
miento hacia Colombia.

Por otra parte, los avances de las guerrillas y los paramilitares


no se debieron únicamente a las oportunidades ofrecidas por la
crisis política que vivía entonces el gobierno. Los éxitos militares
de las FARC fueron posibles también porque ese grupo cambió
su estrategia y concentró ejércitos mayores para golpear instala-
ciones del Ejército Nacional. Esto le permitió tener la iniciativa,
al menos por un tiempo. En cuanto a los paramilitares, su conso-
lidación fue resultado de unos procesos que se remontaban a la
década anterior, por los cuales unos grupos regionales se orga-
nizaron y estabilizaron y posteriormente empezaron a establecer
vínculos con grupos similares de otras regiones, hasta que final-
mente se llegó a la creación de las AUC.

Andrés Pastrana fue elegido presidente en 1998 con el mandato


de sacar al país de la crisis vivida los cuatro años anteriores.
Con ese fin, el nuevo gobierno adoptó dos políticas diferentes.
Por una parte, adelantó conversaciones sin condiciones con las
FARC en la llamada “zona de distensión”, un territorio de más
de 42 mil kilómetros que el gobierno cedió al control de la
guerrilla. El gobierno y las FARC se reunieron durante más de
dos años sin obtener ningún resultado concreto, hasta que en
febrero de 2002, pocos meses antes de culminar su gobierno,
Pastrana declaró el fin del proceso de paz, y por consiguiente
de la zona de despeje. Por otra parte, el gobierno inició un
proceso de fortalecimiento y modernización de las Fuerzas Ar-
madas, sin precedentes en el país. Esta inversión permitió con-
solidar el predominio aéreo de las fuerzas armadas y les dio una
mayor movilidad, lo cual ha impedido a las FARC concentrar
grandes ejércitos.

214
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

La mayor capacidad de combate del Ejército fue posible en buena


medida por la ayuda dada por los Estados Unidos a través del
“Plan Colombia”. Debido a las denuncias de financiación de la
campaña del presidente Samper con dinero del narcotráfico,
Estados Unidos redujo al mínimo la cooperación con Colombia
y mantuvo unas relaciones abiertamente hostiles con el gobierno
nacional, llegando incluso a retirar públicamente la visa de entra-
da a ese país del Presidente colombiano. La presión estadouni-
dense contribuyó a profundizar la crisis política de entonces,
por lo que puede decirse que de manera indirecta el gobierno
estadounidense coadyuvó a la extensión de los cultivos de coca
y amapola y al fortalecimiento de los grupos armados ilegales.
Cuando Pastrana llegó al poder, Estados Unidos, preocupado
por la gravedad de la situación, se propuso ayudar a la recupe-
ración de la gobernabilidad en Colombia. El Plan Colombia fue
resultado de la conjunción de intereses del gobierno Pastrana,
que quería mejorar la eficiencia de las fuerzas armadas, y del
gobierno estadounidense, que trató de revertir el deterioro de la
situación política en Colombia.

Pero la posibilidad de la ayuda de Estados Unidos estaba limitada


por la oposición de importantes sectores políticos de ese país a
colaborar con la lucha antiinsurgente en Colombia. Muchos con-
gresistas demócratas y diversas organizaciones no gubernamen-
tales (ONGs) de derechos humanos se oponían a colaborar con
el Ejército colombiano, dado su historial de violaciones a los
derechos humanos. Por ello, desde su primera versión, en sep-
tiembre de 1999, el Plan Colombia fue presentado siempre como
un proyecto de ayuda exclusiva a la lucha contra el narcotráfico19,
aunque es claro que en su origen estaba la preocupación por
las derrotas sufridas por el Ejército a manos de la guerrilla. Como
en aquel momento el gobierno estadounidense no podía ayudar

19
Sobre el origen del Plan Colombia, ver Andelfo García, “Plan Colombia y ayuda
estadounidense: Una fusión traumática”, en Instituto de Estudios Políticos y Rela-
ciones Internacionales (IEPRI), El Plan Colombia y la internacionalización del con-
flicto, Bogotá, Planeta, 2001, págs. 193-306.

215
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

de manera directa al Ejército, entonces decidió hacerlo de manera


indirecta, colaborando con la erradicación de los cultivos ilegales,
lo cual debía permitir aumentar el control sobre el territorio
nacional y disminuir los recursos de que podían disponer los
actores armados ilegales.

El Plan Colombia ha supuesto el aporte de más de 3 mil millones


de dólares en los últimos cuatro años y medio20. Los resultados
sugieren que el Plan tuvo éxito en la erradicación de los cultivos
ilegales hasta 2003. De acuerdo con todas las fuentes disponibles
–gobierno colombiano, Naciones Unidas, gobierno estadouni-
dense-, la extensión de los cultivos de coca en Colombia au-
mentó continuamente entre 1992 y el año 2000. Los aportes del
Plan Colombia empezaron a llegar a fines del año 2000, y sus
efectos se sintieron con toda intensidad a partir del año 2001.
Los cultivos descendieron en un comienzo. Así, de 169 mil hec-
táreas en el año 2001, pasaron a 114 mil en el año 2003. Sin
embargo, en el año 2004 los cultivos se mantuvieron constantes,
pese a que las fumigaciones llegaron al nivel más alto de su
historia, con más de 130 mil hectáreas afectadas21.

Con anterioridad a los atentados del 11 de septiembre de 2001,


el gobierno de Estados Unidos había declarado como terroristas
a las dos principales organizaciones guerrilleras colombianas,
las FARC y el Ejército de Liberación Nacional, ELN, y al mayor
grupo paramilitar del país, las AUC –en el caso de las AUC, un
día antes, el 10 de septiembre. A raíz de los atentados, Estados
Unidos declaró la guerra contra el terrorismo. Desde entonces
fueron desapareciendo las limitaciones que existían para apoyar

20
Ver las cifras detalladas del Center for Internacional Policy (http://ciponline.org/
colombia/aidtable.htm).
21
Las cifras sobre cultivos son del Proyecto Sistema Integrado de Monitoreo de Culti-
vos Ilícitos – SIMCI (http://www.cultivosilicitoscolombia.gov.co/botoneras/
estadisticas/cultivos_estadisticas.htm#). Las de fumigación provienen del Sistema
de Información de la Defensa Nacional (http://www.mindefensa.gov.co/fuerza/
res_op200307.html) y la Oficina Nacional de Política de Control de Drogas de la
Casa Blanca (http://www.whitehousedrugpolicy.gov/news/press05/032505.html).

216
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

al Ejército colombiano. El Congreso de Estados Unidos, mediante


ley del 2 de agosto de 2002, autorizó el uso de los recursos del
componente militar del Plan Colombia en estrategias conjuntas,
es decir, en la guerra contra el narcotráfico y contra los grupos
armados ilegales. Así, el Plan Colombia, y en general toda la
ayuda militar estadounidense, prácticamente ya no establecen
diferencias entre la lucha antiinsurgente y el combate al
narcotráfico.

El Presidente Álvaro Uribe, que encarnaba el rechazo a la zona


de despeje concedida a las FARC, ganó fácilmente la primera
ronda de las elecciones presidenciales del año 2002. Su “política
de seguridad democrática” ofreció negociaciones a los ejércitos
ilegales que aceptaran una tregua, pero prometió aumentar la
presión militar sobre los que se negaran. El diagnóstico que el
gobierno actual hace del conflicto da un lugar importante al
narcotráfico. El gobierno nacional considera que el narcotráfico
constituye la principal fuente de financiación de los grupos ar-
mados ilegales. Por lo tanto, el combate al narcotráfico es un
elemento esencial de la lucha contra esos grupos22.

Los dos instrumentos principales que el gobierno nacional ha


usado para combatir al narcotráfico han sido la extradición y la
fumigación. La extradición, la entrega de criminales para su
juzgamiento en el exterior, ha alcanzado sus máximas cotas en
el actual gobierno. Desde agosto de 2002 han sido extraditados
a los Estados Unidos cerca de 400 acusados, casi todos por
narcotráfico. La fumigación, como se mostró anteriormente, tam-
bién ha llegado a su máximo nivel durante el gobierno Uribe.

Los resultados de la política gubernamental son difíciles de


precisar. La situación de seguridad ha mejorado: las cifras de

22
Para la estrategia del gobierno nacional, ver Presidencia de la República – Ministe-
rio de Defensa, “Democratic Security and Defence Policy”, 2003 (http://
alpha.mindefensa.gov.co/descargas/Documentos_Home/
Seguridad%20Democratica.pdf).

217
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

homicidios, secuestros, tomas a poblaciones están disminuyendo.


No es claro, sin embargo, en qué medida la disminución se
debe a las acciones del gobierno. En relación con las drogas, la
situación es aún más confusa. Ya se mencionó que las estimacio-
nes disponibles señalan una disminución de los cultivos de coca
entre los años 2001 y 2003, lo cual se atribuyó al aumento de las
fumigaciones, mientras que en el 2004, justo cuando las fumiga-
ciones llegaron a su máximo nivel, se mantuvieron estables.

De acuerdo con el gobierno estadounidense, en el año 2003


disminuyó la cantidad de cocaína exportada hacia los Estados
Unidos pero no hubo cambios en la disponibilidad de la droga
en ese mercado23. Obviamente, estos dos fenómenos son con-
tradictorios. Incluso si se admite que los traficantes tienen exis-
tencias que les permiten cubrir la demanda cuando disminuyen
las importaciones, no es posible que la disminución dure mu-
cho sin que haya un impacto sobre los precios. Dado que los
precios al por mayor en el mercado estadounidense no han
cambiado y que la pureza de la cocaína ha seguido creciendo,
debe suponerse que la disponibilidad de la droga sigue igual o
incluso ha aumentado ligeramente, y que por tanto no han dismi-
nuido las exportaciones de cocaína hacia los Estados Unidos. Y
como la participación de los países productores de coca y cocaína
se ha mantenido más o menos constante24, habría que concluir
que Colombia sigue exportando cantidades similares de cocaína.

Es claro que el gobierno ha fracasado en términos de los obje-


tivos que se impuso: los cultivos de coca y la exportación de
cocaína se mantienen, pese a las acciones gubernamentales.
Pero hay que preguntarse cuál sería la situación si el gobierno
dejase de actuar en contra del narcotráfico. Si se considera que
el narcotráfico ha prosperado en Colombia porque existen di-

23
National Drug Intelligence Center, “National Drug Threat Assessment 2005”, febrero
de 2005 (http://www.usdoj.gov/ndic/pubs11/12620/cocaine.htm#Availability).
24
Ver United Nations – Office on Drugs and Crime, World Drug Report 2004, volumen
2: Statistics, pág. 229 (http://www.unodc.org/pdf/WDR_2004/volume_2.pdf).

218
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

versos factores que estimulan el florecimiento de las actividades


ilegales en su territorio, es indudable que la ilegalidad sería aún
más beneficiosa si llegaran a disminuir las acciones del gobierno.
Lo cual no significa que la estrategia utilizada actualmente para
hacer más costosa la ilegalidad sea la más adecuada. No es este,
sin embargo, el lugar para discutir cuál debería ser la mejor
política contra el narcotráfico.

Si el negocio se mantiene, es porque existen muchas personas


que participan y se lucran de él. Además de su papel tradicional
como exportadora de drogas, Colombia se ha convertido en el
principal centro de cultivo de hoja de coca de los países andinos.
Esto significa que existen miles de personas dedicadas a aten-
der los cultivos y su recolección, y la transformación de la hoja
en cocaína. Los campesinos cultivadores, al igual que los encar-
gados de transportar las drogas, son de bajos recursos y están
en actividades que no requieren mayores conocimientos, por lo
que aquellos que son capturados son fácilmente reemplazados
por otros pobres dispuestos a correr riesgos.

Las organizaciones dedicadas al tráfico de drogas ya no tienen


los alcances y dimensiones de los grandes carteles del pasado.
Los viejos carteles de Medellín y Cali obtenían ganancias inmen-
sas gracias al control del negocio en todas sus etapas, desde el
cultivo hasta la venta en los mercados estadounidenses y el
lavado de las ganancias. Su tamaño y recursos los convirtieron
en una amenaza para la estabilidad del Estado colombiano, y
por esa misma razón el Estado, con la colaboración de muchos
agentes nacionales e internacionales, públicos y privados, con-
centró todos los recursos posibles con el objetivo de destruirlos.
Los nuevos microcarteles concentran su labor en determinadas
etapas del negocio –la refinación, el transporte o el lavado- y se
alían con otros carteles para completar todo el ciclo productivo
y comercial. Ya no constituyen una amenaza para el Estado, no
obligan a una movilización general en su contra y, en aquellos
casos en que son destruidos, resulta fácil su reemplazo por otros
microcarteles. Adicionalmente, los carteles colombianos ya no

219
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

tienen un control del mercado estadounidense. Las organizacio-


nes mexicanas, en particular, se independizaron y establecieron
vínculos entre los productores y los consumidores25 .

Pero aunque ya las organizaciones narcotraficantes no son una


amenaza directa al Estado, el narcotráfico si lo sigue siendo.
Nadie desconoce la importancia que tienen los recursos proce-
dentes del narcotráfico para la financiación de los ejércitos ile-
gales, en particular las FARC y los paramilitares. Pero como es
natural con toda actividad económica ilegal, las estimaciones
sobre el tamaño de los recursos que reciben los actores armados
son muy diferentes. Así, por ejemplo, en el caso de las FARC, el
informe oficial más reciente y detallado afirma que los ingresos
de ese grupo en las diferentes etapas del negocio del narcotráfico
ascendieron a entre 1,1 y 1,8 billones de pesos, lo cual habría
supuesto un 45,8% de sus ingresos totales. De acuerdo con la
tasa de cambio promedio del año 2003, esas cifras corresponden
a entre 378 y 612 millones de dólares26.

Sin embargo, Francisco Thoumi, al examinar los últimos datos


sobre la magnitud de los cultivos ilícitos en Colombia de la
Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito,
consideró que el narcotráfico no generó en 2004 más de 350
millones de dólares a todos los agentes colombianos involucrados
en el narcotráfico –incluidos campesinos, narcotraficantes y gru-

25
“El desmantelamiento del grupo colombiano de Cali en 1995-1996 creó nuevas
oportunidades para los traficantes mexicanos, quienes empezaron a desarrollar sus
propias operaciones mayoristas y al detal en los Estados Unidos. Circunvalando los
ahora débiles operadores colombianos, también empezaron a establecer vínculos
directos con los cultivadores y los laboratorios de procesamiento en Bolivia y Perú”
(Peter Smith, “Semiorganized International Crime: Drug Trafficking in Mexico”, in
Tom Farer (ed.), Transnational Crime in the Americas, An Inter-American Dialogue
Book, New York y Londres, 1999, pág. 197).
26
Junta de Inteligencia Conjunta de la República de Colombia, “Estimación de los
ingresos y egresos de las FARC durante 2003 basados en información de inteligen-
cia recolectada por las agencias del estado”, Bogotá, 24 de febrero de 2005 (http:/
/alpha.mindefensa.gov.co/descargas/Documentos_Home/
Finzanzas%20de%20las%20Farc.pdf).

220
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

pos armados. Y que el total recibido por guerrillas y paramilitares


no debió superar los 150-200 millones de dólares. Estas estima-
ciones no incluyen las ganancias obtenidas por la exportación
de drogas a los mercados extranjeros, pero las FARC, al menos,
no tienen una participación significativa en ese negocio27.

Esta comparación ratifica una vez más la imposibilidad de obte-


ner certeza alguna en relación con la dimensión económica de
las actividades ilegales. Las cifras presentadas por la Junta de
Inteligencia corresponden al año 2003 y las de la ONU al 2004,
pero esto no es problema porque la extensión de los cultivos
no cambió entre esos dos años. Pudiera pensarse que la Junta
tiene una disposición a sobredimensionar la amenaza de las
FARC, pero en todo caso Thoumi estima que los grupos arma-
dos reciben mucho menos recursos de lo que se suele creer. El
interrogante que queda es si Thoumi tiene razón o si más bien
la ONU está subestimando la extensión de los cultivos ilegales.

Las relaciones que establecen ambas organizaciones con el nar-


cotráfico son muy diferentes. Las FARC reciben ingresos del
narcotráfico pero no son una organización exclusivamente narco-
traficante: su propósito no es el enriquecimiento sino el finan-
ciamiento de sus actividades militares. La situación de los parami-
litares es más complicada. Mientras que las FARC son una organi-
zación centralizada, en la cual cada uno de sus miembros actúa
de acuerdo con lo que determinan sus líderes, los paramilitares
son una federación de grupos que tienen historias muy diferentes.
Varios de estos grupos, aunque financiados por el narcotráfico,
tienen una historia real de participación en las luchas antisub-
versivas, en colaboración muchas veces con el ejército regular.

El gobierno del Presidente Uribe adelanta en la actualidad ne-


gociaciones con los paramilitares. Un factor que habría pesado

27
Francisco Thoumi, “Más realista”, en Semana.com (http://semana2.terra.com.co/
opencms/opencms/Semana/articulo.html?id=87932).

221
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

mucho en la disposición de los paramilitares a negociar fue la


actitud de Estados Unidos, que declaró terroristas a las AUC y
en septiembre de 2002 pidió en extradición a sus líderes de
entonces. El objetivo mínimo que pretendían los paramilitares
en las negociaciones era no ser extraditados. Castaño incluso
pidió que Estados Unidos suspendiera los pedidos de extradición
para facilitar el proceso de paz y a cambio ofreció la erradicación
de los cultivos, pero Estados Unidos ha insistido en que no
renuncia a la extradición de los paramilitares comprometidos
en el narcotráfico.

Es posible que algunas entidades del gobierno estadounidense,


como el Departamento de Estado, consideren que el objetivo
de conseguir la paz en Colombia justifique no extraditar a los
paramilitares, pero otras entidades –por ejemplo, los Departa-
mentos de Justicia o de Seguridad Interna- presumiblemente
están más interesadas en la aplicación de la justicia. Por tanto, la
decisión de abandonar la búsqueda de la extradición de los
paramilitares comprometidos en el proceso de paz tendría que
venir de una instancia superior, la Casa Blanca, pero ésta no ha
dado señas de que tenga esa intención. El tema de la extradi-
ción aún sigue rondando las negociaciones.

El proceso se ha visto complicado por el oportunismo de algunos


narcotraficantes que, aprovechando sus vínculos con los parami-
litares, consiguieron colarse en las negociaciones. Hace dos años
un informe confidencial realizado para el gobierno concluyó
que hasta un 80% de la financiación de las AUC provenía del
narcotráfico y que se había hecho imposible diferenciar entre
paramilitares y narcotraficantes. Agregaba el informe que las
AUC estaban vendiendo su “franquicia” a grupos de narcotrafi-
cantes y que a través de los narcotraficantes convertidos en
comandantes paramilitares las AUC controlarían alrededor del
40% del total del narcotráfico en el país. Según el informe, la
principal preocupación y razón de ser del paramilitarismo no
era el combate a la guerrilla sino la ampliación de sus lazos con
el narcotráfico. Y concluía que el objetivo de los paramilitares

222
NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

en las negociaciones era legalizar su pasado y sus ganancias y


salvarse de la extradición28. Las afirmaciones de ese documento
se vieron confirmados al menos en parte en julio de 2004, cuan-
do una investigación del diario El Tiempo ratificó que al menos
dos de los comandantes militares presentes en las negociacio-
nes habían comprado su posición29.

El gobierno nacional optó por aceptar la situación, pero exigió


que no se diese cabida a nuevos comandantes. Los paramilitares
no respondieron, pero al momento de escribir este texto es
claro que algunos narcotraficantes siguen buscando su ingreso
a la negociación. Recientemente dos narcotraficantes del norte
del Valle, conocidos como “Don Diego” y “Jabón”, que tienen a
su cargo sendos ejércitos privados denominados “Los Machos”
y “Los Rastrojos”, decidieron rebautizarlos, respectivamente, como
“Autodefensas Campesinas del Valle» y «Rondas Campesinas
Populares». Su propósito era convertir a sus organizaciones sica-
riales en ejércitos paramilitares y obtener así los beneficios jurí-
dicos contemplados en la Ley de Justicia y Paz, aprobada para
adelantar las negociaciones con los paramilitares. Resulta curioso,
sin embargo, que ambos grupos estén actuando de manera similar
pese a que mantienen entre sí un enfrentamiento que ha produ-
cido unos 1500 muertos. Esta situación fue denunciada por la
revista Semana y el diario El Tiempo y hasta el momento el
gobierno nacional rechaza su pretensión30 . Sin embargo, dado
el carácter descentralizado de los paramilitares y a que no hubo
claridad desde un principio respecto a quienes eran los indivi-
duos con los que el gobierno negociaba, es posible que los

28
El informe es confidencial, pero el periódico The Washington Post obtuvo una
copia a través de un jefe paramilitar –“Rodrigo” o “Doble 00”- que se oponía a las
negociaciones y que posteriormente fue asesinado. Ver Washingtonpost.com, 26
de junio de 2003 (http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/articles/A33676-
2003Jun25.html). El comisionado de paz del gobierno, Luis Carlos Restrepo, calificó
al documento de “no oficial” pero confirmó sus conclusiones, no obstante lo cual
las negociaciones prosiguieron.
29
El Tiempo, 3 de julio de 2004.
30
Fundación Ideas para la Paz, “Siguiendo el conflicto. Hechos y análisis de la sema-
na”, No. 25, 12 de agosto de 2005, pág. 1.

223
Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

intentos de los narcotraficantes por meterse en el proceso con-


tinúen en tanto el proceso siga abierto.

El narcotráfico sigue siendo el factor más perturbador en las


negociaciones con los paramilitares. La doctrina jurídico-política
aún dominante en Colombia –aunque en franco retroceso- esta-
blece una diferencia clara entre delito político y delito común.
El delito político, que es objeto de un trato preferente, incluye
todas aquellas actividades violentas y criminales dirigidas a la
búsqueda del poder, exceptuando los crímenes de guerra y contra
la humanidad. El delito político puede y, de acuerdo con la
opinión de diversos sectores, debe ser negociado y, en últimas,
perdonado por el Estado, dado su supuesto carácter altruista. El
delito común no relacionado con la búsqueda del poder, en
cambio, no puede ser negociado y menos perdonado. La con-
secuencia de esto es que resulta más fácil perdonar los asesina-
tos y masacres cometidos por los paramilitares que su participa-
ción en el narcotráfico. Esta peculiar ética no puede durar
indefinidamente pero por el momento ha dificultado la nego-
ciación con los paramilitares.

V. Para terminar
El narcotráfico surgió y se expandió en Colombia porque existían
en el país condiciones que propiciaban las actividades ilegales.
Así, hasta 1984, cuando tuvo lugar el asesinato del ministro Lara,
los narcotraficantes y sus dineros progresaron rápidamente, sin
mucha oposición, distorsionando la economía y corrompiendo
las instituciones y la política. En las dos últimas décadas han
tenido lugar esfuerzos más consistentes por contener el avance
del narcotráfico, pero esta es una actividad muy rentable y es
muy difícil construir instituciones que permitan imponer el im-
perio de la ley cuando hay tanto dinero sucio penetrando y
tratando de corromper a los distintos sectores de la sociedad
colombiana. Las acciones del gobierno nacional han sido exitosas
en algunos campos, como la destrucción de los grandes carteles

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NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA - Economía y Violencia

de Medellín y Cali que controlaron el negocio hasta principios


de la década de 1990, pero no se ha conseguido la erradicación
de los cultivos ni la disminución de las exportaciones de cocaína.
No obstante, la tarea del país y del Estado es clara: el estableci-
miento del imperio de la ley y la afirmación de la legalidad.

Llegados a este punto, es posible poner bajo una nueva luz el


dilema de la relación entre el narcotráfico y el conflicto armado.
Mucho se ha discutido en el país sobre el sentido de los vínculos
entre ambos fenómenos, es decir, si es el narcotráfico el que
alimenta el conflicto armado o es al revés, o si existe un solapa-
miento inextricable entre ambos. En realidad, uno y otro han
sido posibles y han adquirido tal dimensión porque el país ofrece
grandes ventajas a quienes optan por el camino de la ilegalidad,
bien sea en el campo político, el social o el económico. Para
construir una sociedad democrática y respetuosa de la ley es
necesario que se disminuyan las ventajas que han tenido quienes
optan en Colombia por las actividades ilegales o, dicho de otra
manera, que no se premie y por el contrario se castigue el recurso
al crimen y la ilegalidad. Esto no es fácil, como lo evidencian las
negociaciones que actualmente se adelantan con el paramilita-
rismo. Pero si se acepta el objetivo último, es posible empezar a
imaginar cómo hacerlo.

Algunas estadísticas como las que señalan una disminución gene-


ralizada de la violencia y una reducción de los cultivos ilegales
dan motivos para ser optimista sobre el futuro. Sin embargo,
aún quedan dos guerrillas y no es claro de ninguna manera que
la negociación con los paramilitares, incluso si es exitosa, consiga
eliminar por completo su presencia en las regiones donde son
más fuertes. Además, luego de varios años de disminución de
los cultivos de coca, en el año 2004 parece que la disminución
se hizo más lenta o se paralizó por completo. Por otra parte,
Estados Unidos, aunque apoya en términos generales la acción
política del gobierno Uribe, sigue insistiendo en la extradición
de líderes paramilitares como Salvador Mancuso y “Don Berna”.
En estos momentos no está ejerciendo una presión fuerte porque

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Fundación SEGURIDAD & DEMOCRACIA

ello podría descarrilar las negociaciones, pero con seguridad no


han renunciado a llevar a esos personajes a sus cárceles federales.
Como lo demuestra la experiencia de Fabio Ochoa y de los
hermanos Rodríguez Orejuela, sus esfuerzos pueden requerir
muchos años para tener éxito. Por todo lo anterior, es necesario
concluir que la lucha contra los actores armados ilegales y contra
el narcotráfico es una labor que requerirá paciencia y muchos
más años de trabajo.

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