Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
La leche es uno de los pocos alimentos que puede ser considerado como
equilibrado. Es aceptada por la población como el alimento más estable y
básico, independientemente de la edad de los consumidores. Pero este
producto no está exento de riesgos ya que puede contaminarse en cada uno de
los múltiples pasos que van desde su secreción de la vaca hasta su consumo.
Los dos grupos de riesgo principales a los que se expone la leche y por tanto el
consumidor son: microbiológicos y químicos.
Riesgos microbiológicos
. Hay que resaltar que las vías de contaminación son enormemente variadas
pudiendo ser desde el propio animal (piel y materia fecal), hasta los ganaderos,
transportistas, materiales y superficies, agua, suelo o aire, entre otras. Además,
las oscilaciones de temperatura, con rotura de la cadena del frío, implican unas
condiciones ideales para permitir la proliferación de microorganismos. Esto
supone que de una contaminación de la leche inicial (en el momento del
ordeño) muy baja (incluso estéril en el interior de la ubre) pueden ser
detectados niveles de contaminación superiores a 1.000.000 de bacterias por
mililitro en menos de 24 horas.
Entre las enfermedades más destacables que pueden afectar al hombre por
consumo de leche cruda contaminada se encuentran:
RIESGOS QUÍMICOS
Como peligros para la salud de los consumidores hay que destacar que las
causas principales son las de tipo microbiológico. No obstante, una vez que se
controlan los peligros de tipo microbiológico, no podemos olvidar los de tipo
químico. Estos últimos cada vez más van a estar relacionados con
intoxicaciones de tipo crónico, con problemas que se presentan a largo plazo, y
por supuesto, con la conocida posible resistencia a los antibióticos empleados
en sanidad animal. En cualquier caso, los riesgos químicos a los que se
enfrenta tanto el productor de leche como el consumidor son de naturaleza muy
heterogénea.
La contaminación que presente la leche cuando llegue al consumidor puede
tener procedencias muy distintas, ya sea por contaminación del pienso y/o el
agua que ingiere la vaca, por el uso de materiales inadecuados durante la
obtención, por la manipulación, el almacenaje o por el transporte de la leche.
Curiosamente, la contaminación química se va a producir por una manipulación
inadecuada o por un empleo de materias primas contaminadas, que podrían
ser controladas de manera eficaz teniendo en cuenta los tratamientos a los que
se someten los animales y la alimentación que reciben, pudiendo incluso
eliminarla o reducirla significativamente.
Todos los antibióticos, por una parte, pueden dejar residuos activos en la leche,
y por otra, necesitan un tiempo de espera tras el tratamiento para que el
organismo animal los metabolice. Si no se aguardan unas mínimas medidas de
control los residuos pasarán a la cadena alimentaria humana. En estos casos,
microorganismos que se encuentran en el intestino, o en contacto con el
hombre, pueden adaptarse a estos antibióticos, convirtiéndose en resistentes.
En consecuencia, si una de estas personas sufre una infección por alguno de
estos microorganismos puede encontrase en una situación de especial peligro,
incluso crítico, ya que puede que no haya antibióticos de suficiente potencia
para controlar la infección.
Las micotoxinas pueden llegar a la leche por la alimentación del animal, ya que
puede que una parte de los forrajes empleados pueden estar enmohecidos.
Una vez que la aflatoxina se ha acumulado en el pienso o en el forraje se va a
acumular en la leche y otros tejidos animales, pasando posteriormente al
producto y finalmente a los consumidores. Sin duda, de entre las diferentes
aflatoxinas la B1 es considerada, sin duda, la más peligrosa ya que es una de
las sustancias hepatocarcinógenas más potentes de las conocidas.
AUTORES