Propuesta integral para el desarrollo del vínculo terapéutico
Una serie de propuestas basadas en el modelo de Ken Wilber
* Dr. Daniel Sidelski - Universidad de Flores Av. El Cano 3092, piso 9 “D”, BS. AS. RESUMEN: Basado en el modelo integral de Ken Wilber, se presenta la hipótesis de que, para cada nivel de conciencia, existen –en las terapias- formatos vinculares que son más efectivos que otros. En el artículo se describirán mediante las siguientes metáforas: 1- en el nivel de psicosis el sistema que ayuda adoptará el rol de médico tradicional, 2- en el border/narcisista hará de terapeuta madre, 3- en el de las psiconeurosis de terapeuta padre, 4- en el de patologías de guión adoptará el rol de experto, 5- en el de la neurosis de identidad el de co-filósofo, 6- en el de la patología existencial el de compañero de evolución con experiencia. SUMMARY: based on Ken Wilber model the following hypothesis is presented: some kind of therapeutic relationships are more effective for each level of consciousness. In this article the following metaphors will be presented to describe them: 1- in the psychotic level the helping system will take the role of a Traditional medical doctor. 2- In the border narcissistic will become a Mother therapist. 3- In the psychoneurotic and character disorders a Father therapist. 4- In the script disorders will become an Expert. 5- In the identity neurosis level will act as a Co- philosopher. 6- In the existential level will become a Trained evolution mate. Introducción “El sufrimiento constituye un recordatorio constante de la condición humana, pero también es una de las formas más elementales de establecer contacto con los demás porque, de uno u otro modo, todos sufrimos. No convendría, pues, olvidar que el sufrimiento no es algo exclusivamente ‘negativo’, sino que también es un vínculo que nos conecta con todos los humanos...” Ken Wilber El presente artículo se ha inspirado en el ya famoso estudio de Lambert (Feixas y Miró, 1993) respecto de la contribución relativa de los factores que influyen en el resultado de la psicoterapia. A partir de tomar contacto con el mismo, en mis últimos años de práctica profesional me he enfocado en observar el vínculo terapeuta- paciente y lo he hallado tanto vehículo para las intervenciones como un medio de cambio en sí mismo. A partir de mis observaciones he llegado a ciertos supuestos que deseo compartir con los lectores con la ilusión de despertar tanto la motivación de chequearlos en sus propias prácticas, como de inspirar alguna clase de investigación metodológicamente consistente. Con el fin de organizar mis observaciones me he valido del modelo teórico que Ken Wilber propone en Psicología integral (Wilber, 1994), Proyecto Atman (Wilber, 1996) y Una visión integral de la psicología (Wilber, 2000), en su propuesta metodológica de Los tres ojos del conocimento (Wilber, 1991), así como en los principios filosóficos y epistemológicos señalados en Sexo, ecología y espiritualidad (Wilber, 1997), y El ojo del espíritu (Wilber, 1998). A continuación dividiré la presentación en dos partes. En la primera ofreceré una breve descripción de las bases teóricas y filosóficas en las que me he apoyado para organizar mis observaciones. En la segunda parte, presentaré mis propuestas respecto del vínculo terapéutico correspondiente para cada nivel de problemática humana. A. Fundamentos teóricos de las propuestas. De acuerdo a Wilber, “cualquier psicología que aspire a ser realmente integral deberá integrar las formas permanentes de comprender que nos ha proporcionado la premodernidad, la modernidad y la posmodernidad.” (Wilber, 2000) La llamada filosofía perenne constituye el acceso más fácil, de acuerdo a Wilber, a las fuentes premodernas o tradicionales. La esencia de dicha filosofía se asienta en la idea de que la realidad esta compuesta por diversos niveles de existencia – niveles o “nidos” de ser y conocimiento- que abarcan desde la materia hasta el cuerpo, la mente, el alma y el espíritu. La modernidad proporcionó, de acuerdo a Wilber, la diferenciación entre los conocimientos artísticos, científicos y morales. Lo que denomina EL gran tres: la verdad subjetiva, la verdad objetiva y la verdad intersubjetiva; el lenguaje del Yo, del ello y del nosotros; la belleza, la verdad y la bondad. Se basará en este Gran Tres para desarrollar su modelo de los 4 cuadrantes: interior individual (mundo intencional), exterior individual (mundo comportamental), exterior colectivo (mundo social), interior colectivo (mundo cultural). Finalmente la posmodernidad, aportó los siguientes tres creencias fundamentales (Wilber, 2000): 1-La realidad no es algo que nos venga dado de antemano, sino que constituye, en modos muy significativos, una interpretación, una construcción (constructivismo). 2- El significado depende del contexto y los contextos son interminables (contextualismo). 3-La cognición, en consecuencia, no privilegia ninguna visión en particular (aperspectivismo) Empleando estos tres grupos de “verdades” Wilber ha generado lo que denomina Generalizaciones Orientadoras, donde busca 1- integrar la verdad parcial de cada una de las perspectivas, -(desde un multiperspectivismo hacia un transperspectivismo) 2- desarrolla la falacia pre/trans (contextualiza los signos y síntomas generando un transcontexto), 3- apela a las ciencias dialóguicas y translóguicas (la realidad es una interpretación, una construcción, que requiere un diálogo sujetos- objetos). A continuación presentaré una de las generalizaciones orientadoras propuestas por Ken Wilber a lo largo de su obra: los niveles de la conciencia. • Niveles de conciencia Entenderemos por nivel de conciencia a los diferentes estructuras del “Gran Nido el Ser” donde el Yo puede asentar su centro de gravedad en forma temporaria y desde el cual experimenta su existencia de un modo característico. Ello quiere decir que el YO, para poder manifestar su vida, se “instala” transitoriamente en un nivel específico del SER, desde donde comanda todo accionar. De este modo, desde cada nivel, encuentra una perspectiva del mundo y desarrolla un modo de plasmar su “programa de vida”. En cada paso de ese viaje, se pueden manifestar versiones a las que llamaremos saludables y otras a las que llamaremos patológicas. Siguiendo esta idea, cada nivel contiene una “legalidad” específica, una forma de organización energética, una dinámica, un modo de cristalización manifiesta, algo así como una arquitectura que delimita lo probable y genera lo posible para la manifestación concreta de ese ser-en-el-mundo. Y a su vez, cada nivel proporciona un modo característico de sensación de identidad que va emergiendo a “la Piaget.” 1. Yo físico (sensoriomotor, 0-2 años) Al principio el niño está fundido con el mundo material. Poco a poco el niño va diferenciando las sensaciones físicas de su cuerpo y las del entorno que le rodea. Por ejemplo: al morder la sábana, no siente nada, pero al morder su pulgar siente dolor. De este modo la conciencia va delimitando como yo lo que “siente” y no yo aquello que no siente. La visión del mundo es fundamentalmente sensoriomotora. Cuando ocurren “problemas” severos en este nivel se originan versiones de ser humano que manifestarán una dinámica que llamaremos psicótica. 2. Yo emocional (sensaciones, emociones, inicio del preoperacional, 2-4 años) El niño está fundido con el mundo de los impulsos y de las emociones primitivas. No es capaz de distinguir entre sus emociones y las de su madre. Progresivamente comenzará a diferenciar sus emociones del entorno emocional. Se producirá entonces el nacimiento psicológico del niño. En este estadio los símbolos y las imágenes no se diferencian de los objetos que representan. Es un mundo dominado por el desplazamiento y la condensación mágica. La visión del mundo es emocional-sexual y mágica. Cuando ocurren “problemas” en este nivel se darán versiones del ser que generan dinámicas que llamamos Borderline y narcisistas. 3. Yo conceptual (preoperacional-mente representacional, 4-7 años) Las imágenes se parecen al objeto que representan, los símbolos representan al objeto pero no se parecen y los conceptos representan a un conjunto de objetos. Aparece el mundo lingüístico. Comienza a aparecer y a diferenciarse el si mismo mental del niño, un proceso favorecido por la adquisición del lenguaje. El yo ya no es un manojo de sensaciones, impulsos y emociones sino un conjunto de símbolos y de conceptos. El niño comienza a controlar mentalmente su conducta. Aprende que ciertas emociones y conductas (especialmente los sexuales y agresivos) son inaceptables para quienes le rodean y debe intentar suprimirlos. La visión del mundo es mágico- mítica. Como el proceso de socialización, al menos en nuestra cultura, implica la no expresión de ciertos deseos, emociones, impulsos, el control excesivo se torna inevitable, dando origen a versiones del ser que generan dinámicas que llamamos psiconeurosis o trastornos del carácter. 4. Yo rol (operacional concreto-mente regla/rol, 7-13 años) El niño es capaz de aprender reglas mentales y de asumir roles mentales y tiene la capacidad de asumir el papel de los demás. Lo importante de este estadio no es tanto cómo se relacione con sus impulsos sino cómo lo haga con sus roles, con su grupo, con sus compañeros, con su región, su país o su gente. En este estadio la identidad se construye en torno a roles y “guiones”. Soy un “buen hijo”, un “buen alumno” un “buen hermano”. Él es mi padre, ella es mi maestra, etc. La visión del mundo todavía es mitológica, la atención y el respeto se expanden hasta incluir a quienes participan de la misma mitología, la misma ideología, la misma raza, el mismo credo, la misma cultura... pero no más allá. Si usted comparte mi mito será mi hermano o mi hermana, pero en caso contrario es mi enemigo o en el mejor de los casos un extraño. Cuando ocurren “problemas” en este nivel se darán versiones del ser que generan dinámicas que llamamos “neurosis de guión”. 5. El yo mente (operacional formal, 12-17 años) En el estadio anterior el niño podía pensar sobre el mundo (concreto), en éste puede pensar sobre el pensamiento (reflexión). De esta forma la persona puede comenzar a imaginar posibles mundos diferentes. Por primera vez puede comprender "qué ocurriría en el caso de que...". Aparece la posibilidad del mundo ideal y del soñador. La visión del mundo es racional y global. Todos los individuos son merecedores de la misma consideración sin importar raza, credo o sexo. El yo ahora se autodefine por sus ideas, por sus valores, por su forma de ver el mundo Cuando ocurren “problemas” en este nivel se darán versiones del ser que generan dinámicas que llamamos “neurosis de identidad”. 6. El centauro (visión-lógica, más de 17 años) La estructura básica de conciencia de este estadio es la visión-lógica (pensamiento sistémico, pensamiento integral y pensamiento holográfico), una estructura global e integradora. La persona por primera vez empieza a sentir que no tiene una mano sino que es su mano. Es sus ideas y sus valores, tanto como sus piernas, sus ojos y sus intestinos. De este modo, la persona comienza a identificarse como Ser Humano. Ya no es una mente que trata a su cuerpo como a un sirviente. Al identificarse como mente-cuerpo, surge un conflicto inevitable: el de la muerte, el envejecimiento y la decadencia. El eje de este nivel es el existencial, pero no solo como idea sino como experiencia global. El tema del ser autentico se vuelve central, así como el de expresar todo el potencial. Cuando ocurren “problemas” en este nivel se darán versiones del ser que generan dinámicas que llamamos “neurosis existencial”. 7. Yo Psíquico El nivel psíquico es un estadio de transición entre la realidad ordinaria (sensoriomotora, racional y existencial) y los dominios transpersonales. En este estadio una persona puede disolver provisionalmente la sensación de identidad separada (ego o centauro) y experimentar el misticismo natural, la identificación con el mundo ordinario. El individuo descubre que no forma parte de la naturaleza sino que la naturaleza forma parte de él y entonces comienza a tratar a la naturaleza del mismo modo que trata a sus propios órganos. Ante las primeras experiencias místicas naturales (experiencias cumbres que lo llevan momentáneamente a este nivel) el individuo en cuestión comienza a experimentar de manera directa (no a pensar acerca de ello) de que esta unido a todo el mundo. Cuando ocurren problemas en este nivel, los maestros guías hacia el estado de iluminación requieren diferenciar una autentica experiencia mística natural o unión con el mundo de una despersonalización, des-realización o falsa experiencia 8. Yo Sutil El nivel sutil hace referencia a aquellos procesos que son más sutiles que la conciencia de la vigilia ordinaria, las iluminaciones y los sonidos interiores. Este es el misticismo teísta, porque implica nuestra propia forma arquetípica, la comunión con Dios. En este nivel el yo bioenergía debe dar paso al yo arquetipo. Ello implica que ante la pregunta quien eres, la conciencia responde: soy amor, o soy luz, o soy todos los seres sensibles. Cuando ocurren problemas en este nivel, los maestros guías hacia el estado de iluminación requieren diferenciar una autentica experiencia mística teísta o unión con el arquetipo de una alucinación o falsa experiencia. 9. Yo Causal (absoluto) El nivel causal es un estadio de absorción, de cesación sin manifestación. Este estado suele equipararse al estadio de sueño profundo sin sueños, sin embargo este estado no es mero vacío, por el contrario se experimenta como la plenitud más completa, una plenitud que ninguna manifestación puede llegar a contener. La conciencia se concibe a sí misma como “vacío”, Tao, Dios, plenitud, etc. Como se ha alejado por completo de la mente, no puede ser explicada en palabras ya que cualquier categoría genera su opuesta en forma inmediata. Solo se puede proporcionar instrucciones para llegar a la experiencia (instrucciones para señalar). B. Propuesta integral para el desarrollo del vínculo terapéutico El axioma en que me basaré es el que dice que aún cuando no se planifique, todo contacto humano generará alguna clase de vínculo. Por lo tanto a la hora de seleccionar las intervenciones que se han de aplicar en el proceso terapéutico (estrategia), así como la forma concreta en que se realizará (táctica y técnicas) será de crucial importancia generar de manera conciente y planificada, el vínculo en el que las acciones terapéuticas ocurren. La importancia de tomar conciencia de la clase de vínculo que creamos en la psicoterapia se debe a varios motivos: a- el vínculo establece el contexto, el cual influirá de manera concluyente en como se vivenciará el “texto” o sea las intervenciones terapéuticas. b- el vínculo posibilita, favorece o dificulta la empatía entre el sistema terapéutico y el sistema consultante. c- el vínculo cuando es claro y con bajo grado de ambigüedad, genera pautas comunicacionales que una vez instaladas adecuadamente no es necesario coordinar cada vez, despejando entonces el campo para que el proceso terapéutico se despliegue con menor gasto de energía. d- En algunas circunstancias, el vínculo es un agente de cambio en sí mismo cuanto menos igual de poderoso que las intervenciones efectuadas. Por lo tanto, se vuelve necesario asegurarse que la dirección del cambio promovida por el vínculo y la generada por las intervenciones, se orienten en el mismo sentido, a fin que logren hacer sinergia en lugar contrarrestar sus efectos. Basado en el modelo teórico presentado anteriormente, mi propuesta concreta es la siguiente: existen formatos vinculares más efectivos para cada nivel de conciencia en que se despliega la problemática del sistema consultante. 1. NIVEL DE LA DINÁMICA PSICÓTICA En este nivel de problemática el sistema consultante necesita de un Médico Tradicional, de un experto omnisapiente y omnipotente que de indicaciones precisas de que es lo que debe hacer cada uno, así como que sea capaz de anticipar posibles inconvenientes. La demanda suele ser ambigua: el sistema consultante (que no suele ser el paciente) demanda al profesional por un lado la identificación precisa de toda la problemática familiar en el paciente identificado, por lo que resistirán toda indicación que implique un cambio en ellos mismos. Por otro lado suelen dar absoluta autoridad al doctor respecto a las indicaciones que este da relacionada al paciente. Por lo tanto, más allá del modelo teórico que emplea el profesional, y de las herramientas técnicas que decida emplear, el vínculo que requiere construir es el de un Dr. que sabe exactamente que hacer, que pueda dar indicaciones claras pero, al mismo tiempo que no fuerce al sistema consultante mas allá de sus posibilidades de cambio. En caso contrario, se llevarán al paciente identificado hacia otro profesional. 2. NIVEL DE LA DINÁMICA BORDER–NARCISISTA En este nivel, lo que se requiere es un terapeuta madre. Esta metáfora alude a la necesidad de construir un formato terapéutico que brinde al sistema consultante la posibilidad de contar con una “desilusión optima” en un clima de “aceptación incondicional”. El sistema asistido requiere sentir que el terapeuta esta presente todo el tiempo, (ya sea en su atención durante la sesión o mediante las prescripciones durante la vida cotidiana.); que ante cualquier emergencia esta rápidamente localizable, y siempre dispuesto a brindar sostén. Sea cual sea el marco teórico y las herramientas que este ofrece, será necesario que el sistema consultante perciba esta presencia incondicional del sistema que ayuda, más allá de su mejoría o recaída. De este modo, se afianzará paso a paso su confianza en los procesos de la vida, mas allá de que no logren “curarse”. 3. NIVEL DE LA DINÁMICA PSICONEUROSIS – TRASTORNOS DEL CARÁCTER En este nivel, el paciente requiere de un terapeuta padre. Esta nueva metáfora alude a la necesidad del paciente de encontrar una autoridad cariñosa pero firme, tierna pero consistente, condicional pero alcanzable, si bien distante contenedora, que pone limites para crecer no para castigar. Sea cual sea el marco teórico y las herramientas que este ofrece, el paciente se comporta como un niño o niña que busca la aprobación y el reconocimiento de su padre. Estos pacientes suelen mejorar (o resistirse) para sostener el vínculo más que para transformarse de manera positiva hacia la salud. Su principal objetivo consiste en “ser nuestros buenos hijos”. Y nuestra tarea, desde la perspectiva vincular, consiste en ayudarlos a madurar hacia el próximo nivel, empleando la sintomatología como excusa para lograrlo. 4. NIVEL DE LA DINÁMICA DE NEUROSIS DE GUIÓN En este nivel, el paciente requiere de un experto. Esta nueva metáfora alude a la necesidad del paciente de contar con un profesional confiable desde el punto de vista técnico. La persona consultante se dirigirá hacia el terapeuta como de alguien que es sabio en el arte de vivir. Si bien ya no se vincula como un padre, sí lo hace de modo idealizado en cuanto a nuestras habilidades para vivir saludablemente. El paciente espera que tengamos las respuestas justas a sus problemas. El terapeuta entonces, tiene la tarea de asumir este rol y delimitarlo al ámbito de la salud psicológica (aspectos cognitivos y emocionales por ejemplo) sin extenderlo a problemas filosóficos (morales por ejemplo), dado que si incurre en este error perderá capacidad de maniobra frente a las ambigüedades del nivel existencial. En este nivel el vínculo requiere entonces la construcción de un espacio protegido para explorar y ensayar nuevos guiones en la expresión de emociones y selección de esquemas cognitivos más efectivos para vivir en plenitud, bajo la guía de nuestro rol de experto en estos temas. 5. NIVEL DE LA DINÁMICA DE LA NEUROSIS DE IDENTIDAD En este nivel, el consultante requiere de un co-filósofo. Esta nueva metáfora alude a la necesidad de quien solicita ayuda de cuestionar él mismo su filosofía de vida. El consultante deja de ser paciente y se convierte en co-filósofo. Necesita que nosotros cuestionemos sus modelos mentales, y que tengamos la paciencia de que sea él mismo quien encuentre las nuevas respuestas. A su vez, precisa que lo acompañemos en la angustia que provoca el despojarse de los roles como elementos exclusivos de asiento de la identidad. Nuestra tarea aquí consiste en cuestionar con gentileza, en hacer preguntas más que en proveer respuestas. O sea, en que lo ayudemos a realizar una introspección efectiva, en un contexto cálido y protegido. 6. NIVEL DE LA DINÁMICA DE LA NEUROSIS EXISTENCIAL En este nivel, el consultante requiere de un compañero de evolución experimentado. Esta nueva metáfora alude a la necesidad de quien ha solicitado nuestra ayuda de recibir la guía de alguien que ya ha atravesado lo que el está por atravesar. El consultante ha dejado de ser paciente para convertirse en un compañero de evolución, que incluso puede estar mucho más avanzado que nosotros en otros aspectos, pero que en el particular ámbito en el que nos consulta aún no ha atravesado lo que nosotros sí ya hemos trascendido en nuestro periplo personal. En esta clase de vínculo el “terapeuta” ofrece sus propias aventuras como ejemplos, y actúa más como un faro que como un guía activo. Aquí, propone contextos protegidos donde ocurran vivencias que el mismo consultante va a experimentar y luego autointerpretar. Aquí, nuestro saber está al servicio de crear el contexto más apropiado para que el consultante vivencie experiencias de manera protegida, experiencias que incluyen a su cuerpo tanto como a su mente. INTEGRACIÓN VERSUS CARENCIA Llegados a este punto, deseo proponer al lector la siguiente distinción: “problema” de integración y “problemas” carenciales o de “nutrición” . Según esta hipótesis un problema de integración, da cuenta de una dinámica en el que cierta estructura de la conciencia, interviene sobre otra estructura a fin de “defender el todo”. O sea, un “sector del ser” reprime, inhibe, o incluso aniquila a otro sector del ser, en general siguiendo una lógica de salvaguardar el conjunto. Esto implica que la clase de manifestaciones sintomáticas serán producidas por el mismo organismo, aún sin conciencia de que lo hace. Se defiende. Por lo tanto, el tipo de intervención que se suele requerir, tiene que ver con el restituir el funcionamiento original del plan, “antes de que todo marchara mal”. Siguiendo a Wilber, (Wilber, 2000) asocio esta clase de intervenciones al concepto de “técnicas de descubrimiento” (diferenciándolas de las técnicas de emergencia), donde lo que se busca con la intervención propuesta consiste en desreprimir lo reprimido, reintegrar lo escindido o re-introyectar lo proyectado. En este sentido diré que se requiere de un proceso de psicoterapia para conseguir la expansión de la conciencia. Por otra parte, en los problemas de Carencia el problema consiste en que alguna estructura no ha podido emerger como es debido, no por la represión de otra estructura , sino por una “falta de nutrientes” o “espacio de precipitación” adecuado para consolidarse y desarrollarse. En estos casos, la estructura no ha crecido y no se ha diferenciado, razón por la cual, se generan una serie de manifestaciones producto de esa carencia. Esto implica una clase de intervenciones diferentes a las de los problemas de integración. En estos casos se requiere lo que Wilber ha llamado técnicas de emergencia, y si bien las mismas son distintas de acuerdo a cual sea el nivel en que sea preciso que la estructura emerja, el principio es el mismo: generar las condiciones- en los cuatro cuadrantes- que favorezcan dicha emergencia. Siguiendo esta idea, en estos casos lo que se requiere no consiste en una psicoterapia, sino en una re-educación vivencial para conseguir la expansión en la conciencia. A este proceso lo denominamos práctica integral. Siguiendo esta idea, los niveles más allá del de neurosis existencial, en nuestra sociedad actual requerirán de “prácticas integrales” específicas para cada nivel que favorezcan la emergencia de estructuras de conciencia correspondientes. Soy conciente de la importante confusión que existe hoy día respecto de estos niveles del ser y del modo vincular que más favorece su “despertar”. Así como de la crucial necesidad de distinguir experiencias de niveles superiores de las provocadas por regresiones a los niveles inferiores. Por lo tanto presentaré a continuación, el concepto de falacia pre/trans (Wilber 1999). FALACIA PRE/TRANS En un sentido técnico específico Ken Wilber ha definido la falacia pre/trans en relación a la confusión generada entre los dominios PREracionales y TRANSracionales de la conciencia. Al definir nueve niveles de conciencia: 1. los tres primeros son preracionales, preegoicos, prepersonales y en este sentido resultan no racionales. 2. los tres intermedios son racionales, egoicos, personales. 3. los tres últimos son transracionales, transegoicos, transpersonales y resultan no racionales al igual que los estadios pre. Wilber ha señalado en sus observaciones que por el hecho de ser no racionales, los estadios primeros suelen confundirse frecuentemente con los últimos. En esta dirección, los modelos teóricos que podríamos denominar “elevacionistas” tienden a considerar en numerosas ocasiones, ciertas manifestaciones no racionales producto de niveles preegoicos de conciencia (como por ejemplo fantasías grandiosas narcisistas o incluso delirantes), como producto de niveles de conciencia superiores o transpersonales. O sea, tienden a “elevar” los primeros niveles de conciencia, hasta los últimos sin atravesar los niveles intermedios. De este modo, diversas manifestaciones fantasiosas y poco realistas (o incluso patológicas) son consideradas como experiencias auténticamente místicas y de carácter transpersonal. Por otra parte, en numerosas ocasiones, las posturas racionalistas, tienden a confundir (y reducir) numerosas experiencias místicas auténticas a fantasías prepersonales de carácter imaginado o incluso patológico. En otras palabras, tienden a reducir los niveles superiores de la conciencia a manifestaciones de los inferiores, dado que, desde el nivel en que se encuentran, no cuentan con las herramientas apropiadas para realizar tal distinción. De esta manera, numerosas experiencias espirituales auténticas, son consideradas como meras fantasías producto de la imaginación de la persona que las experimenta. Es por este motivo que el concepto de falacia pre/trans puede resultar de verdadera utilidad a toda aquella persona interesada en su desarrollo personal. Dicho modelo puede proporcionar interesantes indicadores a la hora de diferenciar una progresión o una regresión frente a una nueva clase de experiencia que accede a la conciencia. CONCLUSIONES P. Meehl, el prestigioso psicólogo clínico describía la Psicoterapia, hace más de 30 años, como “el arte de aplicar una ciencia que todavía no existe” (Feixas y Miró 1993). Dichos autores, opinan que esta paradójica definición de Meehl servía para poner de manifiesto la situación coyuntural tanto como para mostrar una aspiración legítima. Desde entonces, el área de los tratamientos psicológicos se ha desarrollado considerablemente, sin que ello haya requerido un consenso manifiesto en torno a una definición explícita del área. No obstante, “la búsqueda de una definición sistemática de la psicoterapia ha preocupado y sigue preocupando a los investigadores” (Feixas y Miró 1993). Sabemos que existen grandes diferencias entre las escuelas actuales de psicoterapia, tanto en su interpretación de los síntomas y sus estrategias terapéuticas, como en su descripción de la dinámica básica de la personalidad humana y su forma de abordarla. En lo que la gran mayoría de las escuelas suelen coincidir (y en esto podemos adoptar la metodología de Wilber respecto a la construcción de generalizaciones orientadoras (Wilber 1998) es en que el vínculo terapéutico juega un rol fundamental en cualquier proceso de psicoterapia más allá de la tecnología que cada modelo emplea para el cambio. Cerraré entonces este artículo con esta idea: dado que la importancia del vínculo terapéutico es un tema en el que hay poca controversia, se me ocurre como un excelente punto de partida sobre el que enfocar nuestra atención a la hora de proponer alguna clase de intervención al sistema consultante. Más allá del diagnóstico “formal” que cada modelo provea como base para el diseño de las acciones terapéuticas, necesitamos dar cuenta de un modo racional de la clase de vínculo que vamos a elegir construir dada la problemática del sistema consultante. He encontrado particularmente útil el modelo creado por Ken Wilber para utilizarlo como un metamarco que organice las observaciones más allá de cada teoría de psicoterapia, de modo de poder planificar la construcción del vínculo del mismo modo que planificamos el resto de las intervenciones; y como herramienta para comenzar a incluir de un modo auténticamente trans- racional la dimensión espiritual del ser humano. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Feixas, G.; Miró, M. T. Aproximaciones a la psicoterapia. 1era. Barcelona: Paidós; 1993 2. Wilber, K. Psicología Integral. 1ra. Barcelona: Kairós; 1994 3. Wilber, K. El Proyecto Atman. 2da. Barcelona: Kairós; 1996 4. Wilber, K. Sexo, Ecología, Espiritualidad. 1ra. Madrid: Gaia; 1996 5. Wilber, K. El ojo del Espíritu. 1ra. Barcelona: Kairós; 1998 6. Wilber, K. Los tres ojos del conocimiento. 3ra. Barcelona: Kairós; 1999. 7. Wilber, K. Una visión integral de la Psicología. 1ra. México D. F.: Alamah; 2000 8. Wilber, K. Diario 1ra. Barcelona: Kairós; 2000