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19 POEMAS
HOSPITAL GONCOURT
A Rodolfo Zanabria
MARIBEL SUYAPA
KATHARINE HEPBURN
EL GATO Y LA PIEDRA
1981
EL BLUES DE LA GRANADA
CHERNOBYL
A mi carnal Mauricio
Mientras lloras
una nube pasea sus cabellos por el cielo de Finlandia
Mientras como un animal oscuro te revuelcas
una bocanada envuelve a varios hombres de Kiev
–La muchacha más solitaria de Minsk
detesta las pastillas de cloro
–La muchacha más solitaria y hermosa de Minsk
no podrá vacacionar a orillas del mar Caspio
Es que en una fiebre que padecí hace algún tiempo, oía sin cesar los aullidos de un
animal que indudablemente no aullaba, porque estaba muerto.
Malebranche
Hipócrates
Duque de Rivas
A tientas
Guiado por los Otros
la cabeza se me llena de muertos, de recuerdos de muertos;
vagos amigos recorren mi sueño.
Yo me sueño sobre las tablas,
derramo semen sobre las maderas urgentes.
Cadáver sobre cadáver.
Cada verso breve, cada verso los recuerda
y ellos de sal precipitada
lluvia o alud a mi leño que ardréporas
Qué áspero es el saludo de los muertos:
su mirada bruta y heridora lacera mi costado
hace polvo la calumnia vertebral de mis decires
me pone a bailar los dientes sobre girantes amapolas
sobre el tapete de los tahúres
sobre el tamiz del Támesis-Cuitzeo
sobre el largo insomnio de los monos
sobre todo ser que sobregira con aspas
con laúdes con aguajes salobres
III
IV
Neblinal y hoscamente
y así y todo
quisiera tenerte cerca de mí
ahogada de las amapolas
Eriza de dardos morados
helada almendra
guillotina de mi voz metálica neta
Te sueño herrumbre en el azogue
ala que regresa
rusa tumbada entre alcatraces
oh amor de las amapolas
colilla ahogada en lazo de agua
VI
Padre,
sólo habemos hijos ávidos
con mil dagas
que cantan
nomás asoma la familia.
Madre,
sólo hay urna
con mis restos
que cantan
nomás aclara el día.
El día bloqueado por tus lloros
El diablo que Hado combatir no puede
El día, bloque a dos manos erigido
Padre,
seis flores ácidas
–menos la Peonía–
extienden sus ojos
a ras de tu podre.
Madre,
al oro de Greta Garbo o al azar
sucumbimos entonces
llenos de azoro
por tanta noche de pétalos abiertos
VII
IX
XI
XII
XIII
Esto no es un poema
ni nada que se le parezca
a la poesía mírale rojo el rostro
de vergüenza
vas a morir
XIV
XV
A Sofía Cadena
EN HORAS DE TRABAJO
E incluso demo-
lería la oficina con tal de verte fuera
de la oficina. Y el libro de Edgar Poe en el
empedrado francés de Baudelaire/ ese
grueso tomo cintilando en el centro de la
vidriera en Donceles/ lo robaría
con tal de que lo deshojaras en tu escritorio
o para que a la mitad de Gordon Pym archivaras la
síntesis del viernes 7 de agosto. Todo el
lunes 10 te aguardé/
barajando las maneras de invitarte al Isabela
Corona, pasándome a báscula el anhelo. La
simpleza; de los sentidos la emancipación. Sí.
Tu hermoso pelo
modificándose bajo la estación de lluvias
sin olvidar los grandes días soleados. Y en
Oaxaca las cosas quizá serían distintas; la
banda poblando el aire con monocordes duendes sonoros,
un sábado para los instrumentos de viento cuando
por los domingos la bóveda celeste
descendería hasta mis hombros
–facilitándome el sentimiento. Y en su
envoltura de periódico mi corazón preservaría «para
ti» sus tonalidades inéditas.
Tu rostro inclinándose al pozo del país que amamos.
Mieles alcoholes y bagazo fueron el almuerzo y
harta alfalfa la cena del potro que en tu
pupila adolescente insaciable retoza.
INFORTUNIO
José Vasconcelos