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Zabdiel David Rodríguez BIB1013 Panorama del Nuevo Testamento

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El precio de la Vida Eterna


según Lucas 18:18-30
por

Zabdiel David Rodríguez

Proyecto
presentado a Global University-ICI
en cumplimiento parcial para los requisitos de
BIB1013
Panorama del Nuevo Testamento
(Faith and Action Series)

Global University-ICI
Noviembre, 2010
Zabdiel David Rodríguez BIB1013 Panorama del Nuevo Testamento
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EL PRECIO DE LA VIDA ETERNA

(Lucas 18:18-30)

Tesis: A través del pasaje del Evangelio de Lucas, identificamos tres aspectos de la fe en

Jesucristo que hacen de nosotros verdaderos discípulos suyos, herederos de la Vida

Eterna. Estos aspectos vendrían siendo niveles de profundidad en la aplicación de la fe.

A. Reconocer que Jesucristo es Dios.

El que se acerca a Dios está seguro de que existe y de que lo necesita. Jesucristo es

el Salvador que Dios envió a la humanidad. El que cree en Él, en su obra redentora, tiene

la vida eterna. Jesús afirmó que solo Dios es bueno, de modo que aseverar su especial

bondad es, lógicamente, decir que proviene del Cielo.

El joven rico era un hombre honesto y piadoso que buscaba el reino de Dios. Había

escuchado el mensaje de Jesús y cuando tuvo la oportunidad lo abordó con la pregunta:

“Maestro Bueno ¿Cómo puedo heredar la vida eterna?” (v.18). Esto es una muestra de

fe, al menos en un primer nivel.

Igual que este dignatario judío, debemos reconocer que Cristo viene de parte de

Dios, para recibir su ayuda, la cual no negará a quien con sinceridad le busca como

Redentor. Si creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios, tenemos fe, esa clase de fe que

nos salva, la misma clase de fe que implica algo más profundo que “hablar”.
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B. Obedecer la Palabra de Dios.

“Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos” fueron las palabras de Jesús a

sus discípulos, registradas por Juan (14:15). A la profesión de fe siguen los actos de

obediencia. Es fácil decir que creemos lo que Dios dice, pero evitar vivir de acuerdo a lo

que establece.

El dignatario judío sabía de la existencia de Dios y deseaba entrar en la vida eterna.

Desde joven se dedicó a hacer Su voluntad expresa en la Torá. Aparentemente, había

cumplido con sinceridad y diligencia cada mandamiento. Ahora bien ¿sería esto

suficiente para Dios? Parece que más que en lo que decimos o “hacemos”, Él está

interesado en nuestros corazones.

Obedecer es sinónimo de creer. Si confiamos en la Palabra de Dios entonces

viviremos en consonancia a ella. Leerla, recitarla, pero no aplicarla no es más que

incredulidad.

C. Desprenderse de aquello en lo que confías.

El Mesías clama a sus seguidores “No pueden servir a dos señores”. Sean las riquezas

o cualquier cosa que “gobierne” nuestros corazones, no podremos serle leales a la vez

que pretendemos confiar en Dios. Sólo Él es suficiente para nuestras necesidades

eternas y aún las terrenales.


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El joven rico se fue triste porque no quiso desprenderse de sus riquezas. Es como un

camello propiedad de un mercader que llega a una ciudad amurallada al caer la noche.

Para que su animal entre por “el ojo de la aguja” (la puertecita destinada para entrar

una vez cerrados los portones) tendrá que quitarle toda la carga de encima. En

contraste, los discípulos, como Pedro, dejaron lo que tenían (empresa, comodidades, el

calor del hogar) para seguir al maestro. A ellos Cristo les dio una promesa hermosa

(v.30).

Abandonarse a Él implica que no viviremos sujetos a lo que tenemos sino a Dios, y

por eso disfrutaremos beneficios eternos pero también terrenales. Él será nuestra

confianza y nuestra esperanza. Ese es el nivel más alto de nuestra fe, la demostración de

que realmente seguiremos a Cristo sin importar el costo.

Aplicación: La Vida Eterna es costosísima. No hay nada que podemos dar a cambio para

obtenerla. No obstante, Jesucristo, quien pagó el precio para cada uno de nosotros,

demanda extrema obediencia y dependencia a Él para que al final del camino podamos

gozar de la Vida Eterna junto a Él. Esto significa que no solo reconoceremos que viene

del Padre, o cumpliremos sus mandatos, sino que también nuestros deseos, satisfacción

y metas estarán en Él. Nada que perdamos en esta vida nos importará porque lo

tenemos a Él. De este modo caminamos –y llegaremos- a la Vida Eterna.

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