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* Este ensayo recoge parte de las ideas que expuso el autor en el marco del Congreso de los Americanistas,
del 7 al 12 de julio de 1997 en Quito, Ecuador.
** Doctor en derecho y sociología. Catedrático de sociología del derecho, Universidad de Amsterdam.
hoekema@jur.uva.nl
1 Ver Simposio Indolatinoamericano, “Derecho indígena y autonomía”, Oaxaca, México, 1995.
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2 Escribe un relator del Banco Mundial: “Los tradicionales sistemas de tenencia comunal de tierra en
África originan considerable seguridad en cuanto a la tenencia de tierra cultivada a través de regula-
ciones consuetudinarias de propiedad comunal de tierra y conceden derechos a los miembros de la
comunidad sobre el uso de la misma” (Cleaver, 1993). Por supuesto, cada miembro de una comuni-
dad indígena, incluso cada antropólogo de derecho, sabe esto. Se necesitaron varias decenas de
años y un gran daño humano, antes de que las políticas nacionales e internacionales de desarrollo
lo supieran también.
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3 La situación actual de los movimientos indígenas en los países latinoamericanos es el tema que ex-
pone el libro compilado por Asies, Willem Gemma van der Haar; André J. Hoekema, El reto de la
diversidad: pueblos indígenas y reforma del Estado en América Latina, Amsterdam, Cedla, 2000.
4 Recientemente, funcionarios de la nueva república multiétnica de Suráfrica, por ejemplo, comenza-
ron amplios estudios para desarrollar una filosofía política y una práctica de concertación entre el
nivel centralizado, nacional, y los muchos líderes tradicionales que hasta ahora desempeñan oficios
informales de autoridad política dentro de las varias comunidades étnicas surafricanas. También, en
la nueva Eritrea en el noreste de África, en el anteproyecto de una nueva constitución se ofrece un
lugar destacado a los líderes tradicionales. Antes, las autoridades tradicionales locales fueron dis-
criminadas y atacadas como obstáculos mayores al orden y progreso nacional, así como a progra-
mas unitarios y centralizados de desarrollo.
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diario, puesto que es tomado en cuenta sólo cuando el derecho oficial deja
un espacio abierto, por ejemplo, para ser aplicado de manera supletoria a
las normas jurídicas estatales. De esa manera no es sustitutivo al orden
legal dominante y no es reconocido como sistema de regulación y control
con plena vigencia y autonomía para ejercerse dentro del territorio (Iturralde
y Krotz: 98). A menudo las regulaciones constitucionales que otorgan reco-
nocimiento a normas y procedimientos indígenas (como el artículo 171 de
la Constitución boliviana) no explican claramente si se trata de derecho
complementario o sustitutivo. Por interpretación de la Corte Constitucio-
nal de Colombia la fórmula del Artículo 246 de la Constitución colombiana
que confiere facultad jurisdiccional a autoridades indígenas, ha otorgado
al derecho indígena un carácter más amplio, sustitutivo.
Del carácter meramente complementario del derecho consuetudi-
nario uno debe desconfiar. Con toda razón líderes indígenas responden a
los antropólogos de derecho (y a los políticos) lo siguiente: “Nuestra pro-
ducción se llama artesanía, y la de ustedes es industria. Nuestra música es
folklore y la de ustedes es arte, nuestras normas son costumbres y las de
ustedes son derecho”5.
5 El autor mexicano Óscar Correas apuntó estas observaciones en un manuscrito preliminar a su ar-
tículo “La teoría general del derecho frente al derecho indígena”, publicado en la revista Crítica Ju-
rídica, Nº 14, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, 1994.
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6 Algunas situaciones que ilustran estas luchas internas pueden ser revisadas en los ejemplos inves-
tigados por Magdalena Gómez (en Chenaut y Sierra 1995: 193-219) como el caso de expulsión; otro
ejemplo lo suministra el debate sobre la justificación de las normas que determinan la escasez de
oportunidades para las mujeres indígenas de participar equitativamente en la gestión de la familia y
de la política interna (Cfr. Simposio Indolatinoamericano de Jaltepec de Candayoc, 1995: 28-35).
7 Para evitar confusión quiero subrayar que todo esto se ciñe al discurso académico. Hay otros dis-
cursos bastante importantes. En el derecho internacional por ejemplo ya se prevé el reconocimiento
de que pueblos indígenas –bajo condiciones determinadas– tienen su derecho propio y tienen el
derecho colectivo de practicarlo dentro de su territorio. No se dice exactamente a qué fenómenos se
refieren con esta terminología. Al igual, en el discurso político, tal como el generado por la marcha
por el territorio y la dignidad en Bolivia o la marcha semejante en Ecuador, se plantea su propio
derecho indígena. Esto sirve para rechazar la tesis etnocentrista de que meramente el derecho na-
cional estatal incide en el orden social de la sociedad. Asimismo enfatiza la existencia de una comu-
nidad distinta permeando todos los aspectos de la vida de sus integrantes, autorregulándose, que
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como tal merece reconocimiento como entidad pública dentro del Estado. Por supuesto en este uso
polémico de los términos no hace falta profundizar la esencia del derecho indígena. Pero en el cam-
po de las investigaciones sí es imprescindible una clarificación.
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8 En el derecho civil internacional se usa el nombre reglas de conflicto para indicar reglas que tienen
una función igual.
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El concepto de autonomía
Arriba se ha usado el concepto de autonomía de manera bastante
indiscriminada. Hay varios ámbitos de autonomía, tales como la autono-
mía política, social, cultural, económica, etcétera.
La autonomía política, se entiende como una forma de encarnar el
derecho de libre determinación que incumbe a los “pueblos”. Se refiere a la
capacidad formalmente garantizada en manos de una comunidad, un te-
rritorio o ambos, de autogobernarse, de tener su propio gobierno y territo-
rio, de autogestionarse y de administrar recursos según sus propias normas
y criterios. (Iturralde y Krotz 1996:113). Esta capacidad puede ser ubicada
dentro del orden político-legal internacional, es decir, se encuentra garan-
tizada por el derecho internacional. Se trata de la soberanía de los Estados.
Pero me restringiré a la “autonomía interna” (home rule) excluyendo los casos
en los que los pueblos indígenas aspiren a la independencia total (secesión)
del Estado. No se trata de negar la legitimidad de los intentos de conseguir
independencia total, por la que luchan ciertos pueblos, pues prácticamen-
te la gran mayoría de los pueblos indígenas optan justamente por la auto-
nomía interna. Tampoco de abarcar la especial situación de aquellos pueblos
que pugnan por tener autonomía por el mero hecho de que el territorio en
que viven está situado fuera del territorio efectivamente controlado por el
Estado nacional.
Hablar de la autonomía interna es hablar de todo el país, para
parafrasear un dicho de un dirigente indígena de Bolivia, don José Guasebe,
dirigente de la Central de los Pueblos Indígenas del Beni (CPIB). Es decir, la
autonomía política interna implica la existencia de un régimen nacional
político-legal de devolución de poderes legislativos, administrativos y juris-
diccionales en cuanto a un ámbito amplio de asuntos de vida, así como poderes
de participación en la renta nacional y en la toma de decisiones nacionales
o provinciales que afecten la vida de un grupo específico de individuos y/o
de los habitantes de un territorio determinado.
Hay una gran diferencia en grado y alcance de los poderes en manos
de las comunidades o territorios autónomos. Los dos casos extremos son:
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9 En Australia, en el famoso caso Mabo sobre el reconocimiento de derechos territoriales de los abo-
rígenes, los jueces estipulan que un reconocimiento debe quedarse dentro de los sketal legal principles
(principios básicos) del orden legal nacional. Ver Butt y Eagleson, 1993.
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13 Así dice por ejemplo la Constitución mexicana: “Nadie podrá ser obligado a prestar trabajos perso-
nales sin la justa retribución y sin su pleno consentimiento” (Artículo 5).
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14 Ciro Angarita entra en un análisis profundo de las sentencias de la Corte referentes a pueblos indí-
genas en una ponencia presentada al seminario de expertos “Régimen constitucional y pueblos in-
dígenas en países de Latinoamérica (1995, Colombia). Las ponencias fueron publicadas en Coama,
1996. Consultar también a Ciro Angarita et al.(1995). Sobre las prácticas de la tutela y sus efectos
sobre la autonomía indígena, ver también a Esther Sánchez, 1998.
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15 Ley del servicio nacional de reforma agraria (Ley 1715 de 18 de octubre de 1996). Gaceta oficial de
Bolivia, año XXXVI, Nº 1954, La Paz.
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En este sentido son políticas muy negativas (en términos del fo-
mento de una autonomía genuina indígena) las que conllevan la abolición
de “propiedad” comunal y del carácter de inalienabilidad, imprescriptibilidad
e inembargabilidad de las tierras comunitarias de origen (Perú, Chile, México
entre otros). Afortunadamente, en unos países se avanza en otra dirección
más positiva en cuanto al pluralismo jurídico y en cuanto a condiciones
favorables para un desarrollo genuino.
El rumbo más positivo en este sentido, sin duda alguna, es hacia
la adopción de “un nuevo tipo de propiedad, diferente al concepto romanista
de propiedad privada”, que tiene su lugar dentro de otros conceptos de “pro-
piedad” privada, pública, de patrimonio y otras (Arango, 1994: 35). Sin esta
renovación del código civil nacional imperante, esquemas de otorgar dere-
chos especiales a comunidades o pueblos enteros fracasarán muy proba-
blemente debido a la resistencia de jueces y abogados, y por mera ignorancia.
Derecho administrativo:
formas de participar en las políticas nacionales
El asunto de que se puede colocar dentro del ámbito, no muy pre-
ciso del derecho administrativo la cuestión de organizar sistemas de parti-
cipación de las comunidades y de los pueblos locales en la elaboración de
políticas provinciales y nacionales y en la ejecución de las políticas nacio-
nales, resulta también problemático.
Especialmente la participación en temas de sanidad y educación,
pero también en el manejo de los recursos naturales, en el marco del dere-
cho internacional, encarnado en, entre otras, el Convenio 169 de la OIT, y
en otros esquemas nacionales para la devolución de competencias estata-
les a las comunidades indígenas, ha sido contemplada a través de meca-
nismos de coparticipación que conceden facilidades consultivas o codecisivas
a los cuerpos locales participantes en los circuitos políticos encargados de
formular políticas. El interrogante entonces es si los órganos comunes (u
otras entidades sociales políticamente distintas que disponen de una base
jurídica) creados para la toma de decisiones aumentan las posibilidades para
una nueva cooperación entre el Estado y los pueblos indígenas.
Dicha pregunta es el título de un informe del autor en el que ana-
liza la evidencia empírica de los efectos positivos y negativos de determina-
das maneras para implementar tales órganos, y se pregunta en qué medida
tales órganos fomentan o entorpecen la autonomía local (Hoekema, 1994).
Particularmente la malograda vinculación entre los racionales co-
nocimientos profesionales nacionales de estilo occidental y los conocimientos
locales derivados de otras fuentes y construidos según métodos y princi-
pios diferentes, plantea problemas arduos. Amenaza con reducir la partici-
pación local a un nivel donde funcione meramente como medio apropiado
para una elaboración más eficaz de la política nacional.
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Observación final
Aunque ni la lucha social ni el desarrollo del derecho internacio-
nal han producido resultados definitivos en cuanto al problema de un re-
conocimiento pleno de una jurisdicción indígena plena, es hora de dedicarse
de manera sostenida, coordinada y durable a estudiar las experiencias que
varios pueblos indígenas ya tienen con la articulación de dos o más siste-
mas de autoridad, derecho, instituciones sociales y cultura.
Esta articulación, claro está, se manifiesta en primer lugar en el
nivel de las actitudes y los encuentros diarios entre personas de las varias
comunidades del país. En segundo lugar, se desarrolla donde se ejercen prác-
ticas sociales y culturales que mantienen una convivencia pacífica entre
varias comunidades. Pero para relaciones más durables y estables se nece-
sita la introducción de modelos políticos y legales que instituyan nuevas
relaciones. Lo que pasa en torno al autogobierno en los ámbitos de vida
social mencionados arriba, solamente sirve como ejemplo de las piedras en
el camino hacia un pluralismo jurídico formal igualitario.
Aparte de las luchas sociales adaptadas a la situación concreta de
cada territorio y país, es preciso producir, comparar e intercambiar las ex-
periencias con las muy diversas maneras de concertar el derecho y la auto-
ridad indígena con el nacional. Por tanto, se ha querido abordar el tema de
la evaluación de varios sistemas políticos y legales que dotan de un grado
determinado de “autonomía” a ciertas comunidades indígenas. Para esta
finalidad se ha abordado el concepto de autonomía, aunque fuera sólo para
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