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BREVE BIOGRAFIA DEL INCA GARCILASO DE LA VEGA

Inca Garcilaso de la Vega. Dibujo: Johny Polanco

Por: Arturo Gómez

El Inca Garcilaso de la Vega nació en el Cusco, Virreinato del Perú, el 12 de abril de


1539. Sus padres fueron el capital español Sebastián Garcilaso de la Vega y la princesa
incaica Isabel Chimpu Ocllo. El pequeño mestizo fue bautizado con el nombre de Gómez
Suárez de Figueroa.

En 1559 murió su padre, y el joven Gómez Suárez viajó a España donde continuó sus
estudios y se enroló en las tropas del Rey. Vivió en Montilla, cerca de la ciudad andaluza
de Córdoba. Allí tuvo contacto y amistad con grandes figuras de las letras españolas como
Luis de Góngora y Miguel de Cervantes.

A través de cartas con sus parientes del Cusco siempre estuvo informado del Perú. Sus
recuerdos de la infancia, más sus estudios de diversas crónicas de la conquista le
permitieron redactar su obra cumbre Los Comentarios Reales, cuya primera edición es de
Lisboa en 1609.

El Inca Garcilaso de la Vega también es autor de La Florida del Inca y de la traducción al


español de la obra Diálogos de amor del judío León Hebreo.

El gran cronista falleció en Córdoba el 23 de abril de 1616. Sus restos reposan en la


Catedral de la misma ciudad.
Los Comentarios Reales de los Incas

Garcilaso de la Vega, considerado el primer mestizo del Perú, es el gran


cronista de la historia antigua peruana, sus Comentarios Reales de los
Incas, su prohibición en América, sus obras.

Considerado el primer mestizo del Perú. Garcilaso de la Vega buscó su


identidad toda su vida. Es el gran cronista de la historia antigua del Perú.

El Inca Garcilaso de la Vega y sus Comentarios Reales


Bautizado como Gómez Suárez de Figueroa, en
memoria de uno de sus abuelos, el Inca Garcilaso de
la Vega nació en el Cusco el 12 de abril de 1539,
muy pocos años después de la muerte de Atahualpa,
el último soberano Inca. Fue el hijo natural del
capitán extremeño Sebastián Garcilaso de la Vega
Vargas, conquistador de noble linaje de Castilla, y de
Palla Chimpu Ocllo, bautizada como Isabel, nieta del
Inca Túpac Yupanqui y sobrina del Inca Huayna
Cápac.

En aquellos tiempos, los mestizos fueron llamados


hijos de la conquista, hombres de vidas destruidas,
bastardos, hijos de ocasión y pecado o primeros
peruanos. Los estudios etnohistóricos muestran que
en el mundo andino no regían valores vinculados al
matrimonio como sustento de legitimidad -y su
consecuencia la condición de bastardía- tan
presentes en los códigos españoles.

Garcilaso tuvo que buscar su identidad a lo largo de su vida y más tarde decidiría
llamarse Inca Garcilaso de la Vega.

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"A los hijos de español y de india, o de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que
somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron
hijos en Indias; y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación, me lo llamo
yo a boca llena y me honro con él. Aunque en Indias si a uno de ellos le dicen sois un mestizo, lo
toman por menosprecio" ("Comentarios Reales")
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Es el quechua su primera lengua y los indios y los niños mestizos sus compañeros de
juego en los años de su infancia, que transcurrió en el Cusco junto a su madre y
parientes más cercanos en una noble casa de Cusipata.
Viaje a España

Muerto su padre en 1560, Garcilaso llega a España en


busca de los familiares de su padre y para hacer
gestiones que le permitieran conseguir una pensión
por los servicios que aquél había prestado a la corona.
Los trámites ante el Consejo de Indias fueron
frustrados y el joven no pudo conseguir renta alguna.

En 1561 se instala en Montilla, ciudad en la que fue


acogido por su tío paterno, el capitán Alonso de
Vargas, veterano de las guerras de Italia, de cuya
casa (en la calle de su mismo nombre) saldría en
escasas ocasiones.

Usaba todavía el nombre de Gómez Suárez de Figueroa, hasta que en 1563, adoptó
el de su padre, Garcilaso de la Vega. Fracasado su intento de regreso al Perú, se
radica definitivamente en la Península. En este contexto se fue españolizando y llegó
a ser perfectamente bilingüe.

Luego ingresa a la milicia al servicio del rey, combate en la guerra de Las Alpujarras
contra los moriscos en 1570, consiguiendo, también él, conducta de capitán.

La herencia de su tío

Alonso de Vargas, que falleció en 1570, instituye heredero de la mitad de sus bienes
a su sobrino, pero con usufructo vitalicio para su viuda. Hasta la muerte de ésta, son
quince años de mucha estrechez para Garcilaso.

Entregado a la lectura para ocupar su tiempo, sintió despertársele una vocación


literaria y humanista, que debía acompañarlo en el curso de su larga vida.

Hacia 1591 se traslada a Córdoba, había pasado en Montilla treinta años. Inicia aquí,
en plena madurez, la publicación de su obra. Concebida en su mayor parte durante
los largos y fecundos años de retiro montillano, elaborada consultando la rica
biblioteca de su tío y basada especialmente en el recuerdo de sus memorias
cusqueñas.

Los Comentarios Reales

En base a los relatos que escuchara en su juventud de sus


parientes indígenas, de los pasajes vividos por él mismo y
de las noticias recogidas de testigos de la conquista del
Perú escribe su obra inmortal "Los Comentarios Reales".
Esta obra comprende dos partes: en la primera se refiere
a los hechos de los incas y su civilización; en la segunda, a
la conquista y las guerras civiles entre los conquistadores.
En esta obra no sólo pone de manifiesto su gran calidad
literaria sino que su interpretación de los hechos describe
al Imperio Incaico como un modelo ideal a la usanza
platónico y muestra a la cultura incaica a la luz de la cultura occidental.

Al mismo tiempo que se dedica a su labor literaria, en la que a veces le ayuda su hijo
natural (cuya existencia sólo se descubrió hace unos años), Garcilaso lleva en
Córdoba una vida social, al parecer, bastante desarrollada. Lo encontramos en
diversos negocios de cereales que le permiten redondear su fortuna, aunque siempre
con suerte diversa en este plano. También escribe el libro "La Florida del Inca".

En 1612 compró al cabildo una capilla para su entierro. Al final de sus días se
incorporó incluso al estado clerical, pero sólo de órdenes menores.

El 12 de abril de 1616 cumplió 77 años, y seis días más tarde, estando enfermo, hizo
su testamento.

Finalmente, Garcilaso murió en Córdoba, España, el 22, 23, ó 24 de abril de 1616


(esta última es la que consta en su partida de defunción conservada en la catedral
cordobesa, fecha que es cuestionada por diversos historiadores).

Diego de Vargas, hijo suyo y de doña Beatriz de la Vega, cuidó de que fuera
enterrado la capilla adquirida por Garcilaso, donde permanecen sus restos.

Su vida y obra fue el reflejo de una época colonial en la que convivían dos culturas
totalmente diferentes donde no podía sentirse completamente identificado con
ninguna de ellas, por ser mestizo.

Años después de su muerte, a raíz del alzamiento de Túpac Amaru, en 1782, una
Real cédula de Carlos III ordenó a los virreyes de Lima y de Buenos Aires recoger
todos los ejemplares que pudieran hallar de los Comentarios del Inca, porque
"aprendían en ellos los naturales muchas cosas inconvenientes". Quedó
prohibido el libro en América y registrado en el índice expurgatorio... pero en la
metrópoli circulaba libremente y se reimprimía (Madrid, 1801). Obra juzgada
peligrosa por el régimen colonial, era lógico que mereciera todas las simpatías de los
gobiernos independientes. El libertador San Martín proyectó en 1814 una edición que
debía imprimirse en Londres. Los azares de la guerra lo impidieron. Los Comentarios
y la Conquista no se publicaron en América hasta 1918.
SUS OBRAS

El latín y el italiano modelaron su estilo al igual que el de los otros escritores castellanos
contemporáneos a Garcilaso.

En 1586 elabora la traducción, del italiano, de los Tres Diálogos de Amor del platónico León
Hebreo (Madrid, 1590), el cual es testimonio irrecusable de las preferencias filosóficas del Inca.

En 1596 redacta la Relación de la descendencia de Garci-Pérez de Vargas (Lisboa, 1605), a


cuya familia pertenece por su padre, nos da interesantes noticias autobiográficas.

Su Relación de La Conquista de La Florida (1605) por el adelantado Fernando de Soto, con


resonancias de Boyardo, de Ariosto y de Ercilla, es como el llamado del Nuevo Mundo a su hijo,
prófugo en el Antiguo.

Los Comentarios Reales de los Incas (Lisboa, 1609) y la Conquista del Perú (1613) las obras
que afianzan su renombre así en la historia de las letras castellanas como en las fuentes de los
estudios americanistas. Con ellas no pretende sino salvar recuerdos, apuntalar ruinas. "Yo,
incitado del deseo de la conservación de las antiguallas de mi patria, esas pocas que han
quedado, porque no se pierdan del todo, me dispuse al trabajo tan excesivo como hasta
aquí me ha sido y delante me ha de ser, al escribir su antigua república hasta acabarla."

Al fin de su vida trabajaba en su último libro, Historia General del Perú, planificado como
segunda parte de los Comentarios y publicado tras su muerte (Córdoba, 1617).
LOS COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS

PRIMERA PARTE DE LOS COMENTARIOS REALES QUE TRATAN DEL ORIGEN DE LOS
YNCAS, REYES QUE FUERON DEL PERU, DE SU IDOLATRIA, LEYES, Y GOVIERNO EN
PAZ Y EN GUERRA: DE SUS VIDAS Y CONQUISTAS, Y DE TODO LO QUE FUE AQUEL
IMPERIO Y SU REPUBLICA ANTES QUE LOS ESPAÑOLES PASSARAN A EL. ESCRITOS
POR EL YNCA GARCILASSO DE LA VEGA, NATURAL DEL COZCO Y CAPITAN DE SU
MAJESTAD

Proemio
Al Lector

Aunque ha habido españoles curiosos que han escrito las repúblicas del Nuevo Mundo, como la
de México y la del Perú y las de otros reinos de aquella gentilidad, no ha sido con la relación
entera que de ellos se pudiera dar, que lo he notado particularmente en las cosas que del Perú
he visto escritas, de las cuales, como natural de la ciudad del Cuzco, que fue otra Roma en aquel
Imperio, tengo más larga y clara noticia que la que hasta ahora los escritores han dado. Verdad
es que tocan muchas cosas de las muy grandes que aquella república tuvo, pero escríbenlas tan
cortamente que aun las muy notorias para mí (de la manera que las dicen) las entiendo mal. Por
lo cual, forzado del amor natural de la patria, me ofrecí al trabajo de escribir estos Comentarios,
donde clara y distintamente se verán las cosas que en aquella república había antes de los
españoles, así en los ritos de su vana religión como en el gobierno que en paz y en guerra sus
Reyes tuvieron, y todo lo demás que de aquellos indios se puede decir, desde lo más ínfimo del
ejercicio de los vasallos hasta lo más alto de la corona real. Escribimos solamente del Imperio de
los Incas, sin entrar en otras monarquías, porque no tengo la noticia de ellas que (tengo) désta.
En el discurso de la historia protestamos la verdad de ella, y que no diremos cosa grande que no
sea autorizándola con los mismos historiadores españoles que la tocaron en parte o en todo; que
mi intención no es contradecirles, sino servirles de comento y glosa y de intérprete en muchos
vocablos indios, que, como extranjeros en aquella lengua, interpretaron fuera de la propiedad de
ella, según que largamente se verá en el discurso de la historia, la cual ofrezco a la piedad del
que la leyere [...].

Libro I, Capítulo XV
El origen de los Incas Reyes del Perú

Viviendo o muriendo aquellas gentes de la manera que hemos visto, permitió Dios Nuestro Señor
que de ellos mismos saliese un lucero del alba que en aquellas oscurísimas tinieblas les diese
alguna noticia de la ley natural y de la urbanidad y respetos que los hombres debían tenerse
unos a otros, y que los descendientes de aquél, procediendo de bien en mejor cultivasen
aquellas fieras y las convirtiesen en hombres, haciéndoles capaces de razón y de cualquiera
buena doctrina, para que cuando ese mismo Dios, sol de justicia, tuviese por bien de enviar la luz
de sus divinos rayos a aquellos idólatras, los hallase, no tan salvajes, sino más dóciles para
recibir la fe católica y la enseñanza y doctrina de nuestra Santa Madre Iglesia Romana, como
después acá lo han recibido, según se verá lo uno y lo otro en el discurso de esta historia; que
por experiencia muy clara se ha notado cuánto más prontos y ágiles estaban para recibir el
Evangelio los indios que los Reyes Incas sujetaron, gobernaron y enseñaron, que no las demás
naciones comarcanas donde aún no había llegado la enseñanza de los Incas, muchas de las
cuales se están hoy tan bárbaras y brutas como antes se estaban, con haber setenta y un años
que los españoles entraron en el Perú. Y pues estamos a la puerta de este gran laberinto, será
bien pasemos adelante a dar noticia de lo que en él había.

Después de haber dado muchas trazas y tomado muchos caminos para entrar a dar cuenta del
origen y principio de los Incas Reyes naturales que fueron del Perú, me pareció que la mejor
traza y el camino más fácil y llano era contar lo que en mis niñeces oí muchas veces a mi madre
y a sus hermanos y tíos y a otros sus mayores acerca de este origen y principio, porque todo lo
que por otras vías se dice de él viene a reducirse en lo mismo que nosotros diremos, y será
mejor que se sepa por las propias palabras que los Incas lo cuentan que no por las de otros
autores extraños. Es así que, residiendo mi madre en el Cuzco, su patria, venían a visitarla casi
cada semana los pocos parientes y parientas que de las crueldades y tiranías de Atahualpa
(como en su vida contaremos) escaparon, en las cuales visitas siempre sus más ordinarias
pláticas eran tratar del origen de sus Reyes, de la majestad de ellos, de la grandeza de su
Imperio, de sus conquistas y hazañas, del gobierno que en paz y en guerra tenían, de las leyes
que tan en provecho y favor de sus vasallos ordenaban. En suma, no dejaban cosa de las
prósperas que entre ellos hubiese acaecido que no la trajesen a cuenta.

De las grandezas y prosperidades pasadas venían a las cosas presentes, lloraban sus Reyes
muertos, enajenado su Imperio y acabada su república, etc. Estas y otras semejantes pláticas
tenían los Incas Pallas en sus visitas, y con la memoria del bien perdido siempre acababan su
conversación en lágrimas y llanto, diciendo: »Trocósenos el reinar en vasallaje... « etc. En estas
pláticas yo, como muchacho, entraba y salía muchas veces donde ellos estaban, y me holgaba
de las oír, como huelgan los tales de oír fábulas. Pasando pues días,
meses y años, siendo ya yo de diez y seis o diez y siete años,
acaeció que, estando mis parientes un día en esta su conversación
hablando de sus Reyes y antiguallas, al más anciano de ellos, que
era el que daba cuenta de ellas, le dije:

- Inca, tío, pues no hay escritura entre vosotros, que es lo que


guarda la memoria de las cosas pasadas, ¿qué noticia tenéis del
origen y principio de nuestros Reyes? Porque allá los españoles y
las otras naciones, sus comarcanas, como tienen historias divinas y
humanas, saben por ellas cuándo empezaron a reinar sus Reyes y
los ajenos y al trocarse unos imperios en otros, hasta saber cuántos
mil años ha que Dios crió el cielo y la tierra, que todo esto y mucho
más saben por sus libros. Empero vosotros, que carecéis de ellos,
¿qué memoria tenéis de vuestras antiguallas?, ¿quién fue el primero
de nuestros Incas?, ¿cómo se llamó?, ¿qué origen tuvo su linaje?,
¿de qué manera empezó a reinar?, ¿con qué gente y armas
conquistó este grande Imperio?, ¿qué origen tuvieron nuestras hazañas? El Inca, como
holgándose de haber oído las preguntas, por el gusto que recibía de dar cuenta de ellas, se
volvió a mí (que ya otras muchas veces le había oído, mas ninguna con la atención que
entonces) y me dijo:

- Sobrino, yo te las diré de muy buena gana; a ti te conviene oírlas y guardarlas en el corazón (es
frase de ellos por decir en la memoria). Sabrás que en los siglos antiguos toda esta región de
tierra que ves eran unos grandes montes y breñales, y las gentes en aquellos tiempos vivían
como fieras y animales brutos, sin religión ni policía, sin pueblo ni casa, sin cultivar ni sembrar la
tierra, sin vestir ni cubrir sus carnes, porque no sabían labrar algodón ni lana para hacer de
vestir; vivían de dos en dos y de tres en tres, como acertaban a juntarse en las cuevas y
resquicios de peñas y cavernas de la tierra. Comían, como bestias, yerbas del campo y raíces de
árboles y la fruta inculta que ellos daban de suyo y carne humana. Cubrían sus carnes con hojas
y cortezas de árboles y pieles de animales; otros andaban en cueros. En suma, vivían como
venados y salvajinas, y aun en las mujeres se habían (se comportaban) como los brutos, porque
no supieron tenerlas propias y conocidas.

Adviértase, porque no enfade el repetir tantas veces estas palabras: »Nuestro Padre el Sol«, que
era lenguaje de los Incas y manera de veneración y acatamiento decirlas siempre que
nombraban al Sol, porque se preciaban descender de él, y al que no era Inca no le era lícito
tomarlas en la boca, que fuera blasfemia y lo apedrearan. Dijo el Inca:

- Nuestro Padre el Sol, viendo los hombres tales como te he dicho, se apiadó y hubo lástima de
ellos y envió del cielo a la tierra un hijo y una hija de los suyos para que los doctrinasen en el
conocimiento de Nuestro Padre el Sol, para que lo adorasen y tuviesen por su Dios y para que
les diesen preceptos y leyes en que viviesen como hombres en razón y urbanidad, para que
habitasen en casas y pueblos poblados, supiesen labrar las tierras, cultivar las plantas y mieses,
criar los ganados y gozar de ellos y de los frutos de la tierra como hombres racionales y no como
bestias. Con esta orden y mandato puso Nuestro Padre el Sol estos dos hijos suyos en la laguna
Titicaca, que está ochenta leguas de aquí, y les dijo que fuesen por do quisiesen y, doquiera que
parasen a comer o a dormir, procurasen hincar en el suelo una barrilla de oro de media vara en
largo y dos dedos en grueso que les dio para señal y muestra, que, donde aquella barra se les
hundiese con solo un golpe que con ella diesen en tierra, allí quería el Sol Nuestro Padre que
parasen e hiciesen su asiento y corte.

Libro II, Capítulo IV


De muchos dioses que los historiadores españoles impropiamente aplican a los indios

[...] Declarando el nombre Apachitas que los españoles dan a las cum bres de las cuestas muy
altas y las hacen dioses de los indios, es de saber que ha de decir Apachecta; es dativo, y el
genitivo es Apachecpa, de este participio de presente apáchec, que es el nominativo, y con la
sílaba ta se hace dativo: quiere decir al que hace llevar, sin decir quién es ni declarar qué es lo
que hace llevar. Pero conforme al frasis de la lengua , como atrás hemos dicho, y adelante
diremos de la mucha significación que los indios encierran en sola una palabra, quiere decir
demos gracias y ofrezcamos algo al que hace llevar estas cargas, dándonos fuerzas y vigor para
subir por cuestas tan ásperas como ésta, y nunca lo decían sino cuando estaban ya en lo alto de
la cuesta, y por esto dicen los historiadores españoles que llamaban Apachitas a las cumbres de
las cuestas, entendiendo que hablaban con ellas, porque allí le oían decir esta palabra
Apachecta, y, como no entienden lo que quiere decir, dánselo por nombre a las cuestas.
Entendían los indios, con lumbre natural, que se debían dar gracias y hacer alguna ofrenda al
Pachacámac, se debían dar gracias y hacer alguna ofrenda al Pachacámac, Dios no conocido
que ellos adoraban mentalmente, por haberles ayudado en aquel trabajo. [... ]
No miraban al Sol cuando hacían aquellas ceremonias, porque no era la adoración a él, sino al
Pachacámac. Y las ofrendas, más eran señales de sus afectos que no ofrendas; porque bien
entendían que cosas tan viles no eran para ofrecer. De todo lo cual soy testigo, que lo vi
caminando con ellos muchas veces. Y más digo, que no lo hacían los indios que iban
descargados, sino los que llevaban carga. Ahora, en estos tiempos, por la misericordia de Dios
en lo alto de aquellas cuestas tienen puestas cruces, que adoran en nacimiento de gracias' de
habérseles comunicado Cristo Nuestro Señor.

Libro IX, Capítulo XXXI


Nombres nuevos para nombrar diversas generaciones

Lo mejor de lo que ha pasado a Indias se nos olvidaba, que son los españoles y los negros que
después acá han llevado por esclavos para servirse de ellos, que tampoco los había antes en
aquella mi tierra. De estas dos naciones se han hecho allá otras, mezcladas de todas maneras, y
para las diferenciar les llaman por diversos nombres, para entenderse por ellos. Y aunque en
nuestra historia de La Florida dijimos algo de esto, me pareció repetirlo aquí, por ser éste su
propio lugar. Es así que al español o española que va de acá llaman español o castellano, que
ambos nombres se tienen allá por uno mismo, y así he usado yo de ellos en esta historia y en La
Florida. A los hijos de español y de española nacidos allá dicen criollo o criolla, por decir que son
nacidos en Indias. Es nombre que lo inventaron los negros, y así lo muestra la obra. Quiere decir
entre ellos negro nacido en Indias; inventáronio para diferenciar los que van de acá, nacidos en
Guinea, de los que nacen allá, porque se tienen por más honrados y de más calidad por haber
nacido en la patria, que no sus hijos porque nacieron en la ajena, y los padres se ofenden si les
llaman criollos. Los españoles, por la semejanza, han introducido este nombre en su lenguaje
para nombrar los nacidos allá. De manera que al español y al guineo nacidos allá les llaman
criollos y criollas. Al negro que va de acá, llanamente le llaman negro o guineo. Al hijo de negro y
de india, o de indio y de negra, dicen mulato y mulata. A los hijos de éstos llaman cholo; es
vocablo de la isla de Barlovento; quiere decir perro, no de los castizos, sino de los muy bellacos
gozcones; y los españoles usan de él por infamia y vituperio. A los hijos de español y de india o
de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones;
fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en indias, y por ser nombre impuesto
por nuestros padres y por su significación me lo llamo yo a boca llena, y me honro con él.
Aunque en Indias, si a uno de ellos le dicen »sois un mestizo« o »es un mestizo«, lo toman por
menosprecio. De donde nació que hayan abrazado con grandísimo gusto el nombre montañés,
que, entre otras afrentas y menosprecios que de ellos hizo un poderoso, les impuso en lugar del
nombre mestizo. Y no consideran que aunque en España el nombre montañés sea apellido
honroso, por los privilegios que se dieron a los naturales de las montañas de Asturias y Vizcaya,
llamándoselo a otro cualquiera, que no sea natural de aquellas provincias, es nombre vituperoso,
porque en propia significación quiere decir: cosa de montaña, como lo dice en su Vocabulario el
gran maestro Antonio Lebrija (Nebrija), acreedor de toda la buena latinidad que hoy tiene
España; y en la lengua general del Perú, para decir montañés dicen sacharuna, que en propia
significación quiere decir salvaje, y por llamarles aquel buen hombre disimuladamente salvajes,
les llamó montañés; y mis parientes, no entendiendo la malicia del imponedor, se precian de su
afrenta, habiéndole de huir y abominar, y llarmarse como nuestros padres nos llamaban y no
recibir nuevos nombres afrentosos, etc.

La herencia de su tío

Alonso de Vargas, que falleció en 1570, instituye heredero de la mitad de sus bienes a
su sobrino, pero con usufructo vitalicio para su viuda. Hasta la muerte de ésta, son
quince años de mucha estrechez para Garcilaso.
Entregado a la lectura para ocupar su tiempo, sintió despertársele una vocación
literaria y humanista, que debía acompañarlo en el curso de su larga vida.

Hacia 1591 se traslada a Córdoba, había pasado en Montilla treinta años. Inicia aquí,
en plena madurez, la publicación de su obra. Concebida en su mayor parte durante los
largos y fecundos años de retiro montillano, elaborada consultando la rica biblioteca de
su tío y basada especialmente en el recuerdo de sus memorias cusqueñas.

Los Comentarios Reales

En base a los relatos que escuchara en su juventud de sus


parientes indígenas, de los pasajes vividos por él mismo y
de las noticias recogidas de testigos de la conquista del Perú
escribe su obra inmortal "Los Comentarios Reales". Esta
obra comprende dos partes: en la primera se refiere a los
hechos de los incas y su civilización; en la segunda, a la
conquista y las guerras civiles entre los conquistadores. En
esta obra no sólo pone de manifiesto su gran calidad
literaria sino que su interpretación de los hechos describe al
Imperio Incaico como un modelo ideal a la usanza platónico
y muestra a la cultura incaica a la luz de la cultura
occidental.

Al mismo tiempo que se dedica a su labor literaria, en la que


a veces le ayuda su hijo natural (cuya existencia sólo se descubrió hace unos años),
Garcilaso lleva en Córdoba una vida social, al parecer, bastante desarrollada. Lo
encontramos en diversos negocios de cereales que le permiten redondear su fortuna,
aunque siempre con suerte diversa en este plano. También escribe el libro "La Florida
del Inca".

En 1612 compró al cabildo una capilla para su entierro. Al final de sus días se incorporó
incluso al estado clerical, pero sólo de órdenes menores.

El 12 de abril de 1616 cumplió 77 años, y seis días más tarde, estando enfermo, hizo
su testamento.

Finalmente, Garcilaso murió en Córdoba, España, el 22, 23, ó 24 de abril de 1616


(esta última es la que consta en su partida de defunción conservada en la catedral
cordobesa, fecha que es cuestionada por diversos historiadores).

Diego de Vargas, hijo suyo y de doña Beatriz de la Vega, cuidó de que fuera enterrado
la capilla adquirida por Garcilaso, donde permanecen sus restos.

Su vida y obra fue el reflejo de una época colonial en la que convivían dos culturas
totalmente diferentes donde no podía sentirse completamente identificado con ninguna
de ellas, por ser mestizo.

Años después de su muerte, a raíz del alzamiento de Túpac Amaru, en 1782, una Real
cédula de Carlos III ordenó a los virreyes de Lima y de Buenos Aires recoger todos los
ejemplares que pudieran hallar de los Comentarios del Inca, porque "aprendían en
ellos los naturales muchas cosas inconvenientes". Quedó prohibido el libro en
América y registrado en el índice expurgatorio... pero en la metrópoli circulaba
libremente y se reimprimía (Madrid, 1801). Obra juzgada peligrosa por el régimen
colonial, era lógico que mereciera todas las simpatías de los gobiernos independientes.
El libertador San Martín proyectó en 1814 una edición que debía imprimirse en
Londres. Los azares de la guerra lo impidieron. Los Comentarios y la Conquista no se
publicaron en América hasta 1918.

SUS OBRAS

El latín y el italiano modelaron su estilo al igual que el de los otros escritores castellanos
contemporáneos a Garcilaso.

En 1586 elabora la traducción, del italiano, de los Tres Diálogos de Amor del platónico León
Hebreo (Madrid, 1590), el cual es testimonio irrecusable de las preferencias filosóficas del Inca.

En 1596 redacta la Relación de la descendencia de Garci-Pérez de Vargas (Lisboa, 1605), a


cuya familia pertenece por su padre, nos da interesantes noticias autobiográficas.

Su Relación de La Conquista de La Florida (1605) por el adelantado Fernando de Soto, con


resonancias de Boyardo, de Ariosto y de Ercilla, es como el llamado del Nuevo Mundo a su hijo,
prófugo en el Antiguo.

Los Comentarios Reales de los Incas (Lisboa, 1609) y la Conquista del Perú (1613) las obras
que afianzan su renombre así en la historia de las letras castellanas como en las fuentes de los
estudios americanistas. Con ellas no pretende sino salvar recuerdos, apuntalar ruinas. "Yo,
incitado del deseo de la conservación de las antiguallas de mi patria, esas pocas que han
quedado, porque no se pierdan del todo, me dispuse al trabajo tan excesivo como hasta
aquí me ha sido y delante me ha de ser, al escribir su antigua república hasta acabarla."

Al fin de su vida trabajaba en su último libro, Historia General del Perú, planificado como segunda
parte de los Comentarios y publicado tras su muerte (Córdoba, 1617).
LOS COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS

PRIMERA PARTE DE LOS COMENTARIOS REALES QUE TRATAN DEL ORIGEN DE LOS
YNCAS, REYES QUE FUERON DEL PERU, DE SU IDOLATRIA, LEYES, Y GOVIERNO EN PAZ
Y EN GUERRA: DE SUS VIDAS Y CONQUISTAS, Y DE TODO LO QUE FUE AQUEL IMPERIO Y
SU REPUBLICA ANTES QUE LOS ESPAÑOLES PASSARAN A EL. ESCRITOS POR EL YNCA
GARCILASSO DE LA VEGA, NATURAL DEL COZCO Y CAPITAN DE SU MAJESTAD

Proemio
Al Lector

Aunque ha habido españoles curiosos que han escrito las repúblicas del Nuevo Mundo, como la de
México y la del Perú y las de otros reinos de aquella gentilidad, no ha sido con la relación entera
que de ellos se pudiera dar, que lo he notado particularmente en las cosas que del Perú he visto
escritas, de las cuales, como natural de la ciudad del Cuzco, que fue otra Roma en aquel Imperio,
tengo más larga y clara noticia que la que hasta ahora los escritores han dado. Verdad es que
tocan muchas cosas de las muy grandes que aquella república tuvo, pero escríbenlas tan
cortamente que aun las muy notorias para mí (de la manera que las dicen) las entiendo mal. Por lo
cual, forzado del amor natural de la patria, me ofrecí al trabajo de escribir estos Comentarios,
donde clara y distintamente se verán las cosas que en aquella república había antes de los
españoles, así en los ritos de su vana religión como en el gobierno que en paz y en guerra sus
Reyes tuvieron, y todo lo demás que de aquellos indios se puede decir, desde lo más ínfimo del
ejercicio de los vasallos hasta lo más alto de la corona real. Escribimos solamente del Imperio de
los Incas, sin entrar en otras monarquías, porque no tengo la noticia de ellas que (tengo) désta. En
el discurso de la historia protestamos la verdad de ella, y que no diremos cosa grande que no sea
autorizándola con los mismos historiadores españoles que la tocaron en parte o en todo; que mi
intención no es contradecirles, sino servirles de comento y glosa y de intérprete en muchos
vocablos indios, que, como extranjeros en aquella lengua, interpretaron fuera de la propiedad de
ella, según que largamente se verá en el discurso de la historia, la cual ofrezco a la piedad del que
la leyere [...].

Libro I, Capítulo XV
El origen de los Incas Reyes del Perú
Viviendo o muriendo aquellas gentes de la manera que hemos visto, permitió Dios Nuestro Señor
que de ellos mismos saliese un lucero del alba que en aquellas oscurísimas tinieblas les diese
alguna noticia de la ley natural y de la urbanidad y respetos que los hombres debían tenerse unos
a otros, y que los descendientes de aquél, procediendo de bien en mejor cultivasen aquellas fieras
y las convirtiesen en hombres, haciéndoles capaces de razón y de cualquiera buena doctrina, para
que cuando ese mismo Dios, sol de justicia, tuviese por bien de enviar la luz de sus divinos rayos a
aquellos idólatras, los hallase, no tan salvajes, sino más dóciles para recibir la fe católica y la
enseñanza y doctrina de nuestra Santa Madre Iglesia Romana, como después acá lo han recibido,
según se verá lo uno y lo otro en el discurso de esta historia; que por experiencia muy clara se ha
notado cuánto más prontos y ágiles estaban para recibir el Evangelio los indios que los Reyes
Incas sujetaron, gobernaron y enseñaron, que no las demás naciones comarcanas donde aún no
había llegado la enseñanza de los Incas, muchas de las cuales se están hoy tan bárbaras y brutas
como antes se estaban, con haber setenta y un años que los españoles entraron en el Perú. Y
pues estamos a la puerta de este gran laberinto, será bien pasemos adelante a dar noticia de lo
que en él había.

Después de haber dado muchas trazas y tomado muchos caminos para entrar a dar cuenta del
origen y principio de los Incas Reyes naturales que fueron del Perú, me pareció que la mejor traza
y el camino más fácil y llano era contar lo que en mis niñeces oí muchas veces a mi madre y a sus
hermanos y tíos y a otros sus mayores acerca de este origen y principio, porque todo lo que por
otras vías se dice de él viene a reducirse en lo mismo que nosotros diremos, y será mejor que se
sepa por las propias palabras que los Incas lo cuentan que no por las de otros autores extraños. Es
así que, residiendo mi madre en el Cuzco, su patria, venían a visitarla casi cada semana los pocos
parientes y parientas que de las crueldades y tiranías de Atahualpa (como en su vida contaremos)
escaparon, en las cuales visitas siempre sus más ordinarias pláticas eran tratar del origen de sus
Reyes, de la majestad de ellos, de la grandeza de su Imperio, de sus conquistas y hazañas, del
gobierno que en paz y en guerra tenían, de las leyes que tan en provecho y favor de sus vasallos
ordenaban. En suma, no dejaban cosa de las prósperas que entre ellos hubiese acaecido que no la
trajesen a cuenta.

De las grandezas y prosperidades pasadas venían a las cosas presentes, lloraban sus Reyes
muertos, enajenado su Imperio y acabada su república, etc. Estas y otras semejantes pláticas
tenían los Incas Pallas en sus visitas, y con la memoria del bien perdido siempre acababan su
conversación en lágrimas y llanto, diciendo: »Trocósenos el reinar en vasallaje... « etc. En estas
pláticas yo, como muchacho, entraba y salía muchas veces donde ellos estaban, y me holgaba de
las oír, como huelgan los tales de oír fábulas. Pasando pues días, meses y años, siendo ya yo de
diez y seis o diez y siete años, acaeció que, estando mis parientes un día en esta su conversación
hablando de sus Reyes y antiguallas, al más anciano de ellos, que era
el que daba cuenta de ellas, le dije:

- Inca, tío, pues no hay escritura entre vosotros, que es lo que guarda
la memoria de las cosas pasadas, ¿qué noticia tenéis del origen y
principio de nuestros Reyes? Porque allá los españoles y las otras
naciones, sus comarcanas, como tienen historias divinas y humanas,
saben por ellas cuándo empezaron a reinar sus Reyes y los ajenos y al
trocarse unos imperios en otros, hasta saber cuántos mil años ha que
Dios crió el cielo y la tierra, que todo esto y mucho más saben por sus
libros. Empero vosotros, que carecéis de ellos, ¿qué memoria tenéis
de vuestras antiguallas?, ¿quién fue el primero de nuestros Incas?,
¿cómo se llamó?, ¿qué origen tuvo su linaje?, ¿de qué manera
empezó a reinar?, ¿con qué gente y armas conquistó este grande
Imperio?, ¿qué origen tuvieron nuestras hazañas? El Inca, como
holgándose de haber oído las preguntas, por el gusto que recibía de
dar cuenta de ellas, se volvió a mí (que ya otras muchas veces le
había oído, mas ninguna con la atención que entonces) y me dijo:
- Sobrino, yo te las diré de muy buena gana; a ti te conviene oírlas y guardarlas en el corazón (es
frase de ellos por decir en la memoria). Sabrás que en los siglos antiguos toda esta región de tierra
que ves eran unos grandes montes y breñales, y las gentes en aquellos tiempos vivían como fieras
y animales brutos, sin religión ni policía, sin pueblo ni casa, sin cultivar ni sembrar la tierra, sin
vestir ni cubrir sus carnes, porque no sabían labrar algodón ni lana para hacer de vestir; vivían de
dos en dos y de tres en tres, como acertaban a juntarse en las cuevas y resquicios de peñas y
cavernas de la tierra. Comían, como bestias, yerbas del campo y raíces de árboles y la fruta inculta
que ellos daban de suyo y carne humana. Cubrían sus carnes con hojas y cortezas de árboles y
pieles de animales; otros andaban en cueros. En suma, vivían como venados y salvajinas, y aun en
las mujeres se habían (se comportaban) como los brutos, porque no supieron tenerlas propias y
conocidas.

Adviértase, porque no enfade el repetir tantas veces estas palabras: »Nuestro Padre el Sol«, que
era lenguaje de los Incas y manera de veneración y acatamiento decirlas siempre que nombraban
al Sol, porque se preciaban descender de él, y al que no era Inca no le era lícito tomarlas en la
boca, que fuera blasfemia y lo apedrearan. Dijo el Inca:

- Nuestro Padre el Sol, viendo los hombres tales como te he dicho, se apiadó y hubo lástima de
ellos y envió del cielo a la tierra un hijo y una hija de los suyos para que los doctrinasen en el
conocimiento de Nuestro Padre el Sol, para que lo adorasen y tuviesen por su Dios y para que les
diesen preceptos y leyes en que viviesen como hombres en razón y urbanidad, para que habitasen
en casas y pueblos poblados, supiesen labrar las tierras, cultivar las plantas y mieses, criar los
ganados y gozar de ellos y de los frutos de la tierra como hombres racionales y no como bestias.
Con esta orden y mandato puso Nuestro Padre el Sol estos dos hijos suyos en la laguna Titicaca,
que está ochenta leguas de aquí, y les dijo que fuesen por do quisiesen y, doquiera que parasen a
comer o a dormir, procurasen hincar en el suelo una barrilla de oro de media vara en largo y dos
dedos en grueso que les dio para señal y muestra, que, donde aquella barra se les hundiese con
solo un golpe que con ella diesen en tierra, allí quería el Sol Nuestro Padre que parasen e hiciesen
su asiento y corte.

Libro II, Capítulo IV


De muchos dioses que los historiadores españoles impropiamente aplican a los indios

[...] Declarando el nombre Apachitas que los españoles dan a las cum bres de las cuestas muy
altas y las hacen dioses de los indios, es de saber que ha de decir Apachecta; es dativo, y el
genitivo es Apachecpa, de este participio de presente apáchec, que es el nominativo, y con la
sílaba ta se hace dativo: quiere decir al que hace llevar, sin decir quién es ni declarar qué es lo que
hace llevar. Pero conforme al frasis de la lengua , como atrás hemos dicho, y adelante diremos de
la mucha significación que los indios encierran en sola una palabra, quiere decir demos gracias y
ofrezcamos algo al que hace llevar estas cargas, dándonos fuerzas y vigor para subir por cuestas
tan ásperas como ésta, y nunca lo decían sino cuando estaban ya en lo alto de la cuesta, y por
esto dicen los historiadores españoles que llamaban Apachitas a las cumbres de las cuestas,
entendiendo que hablaban con ellas, porque allí le oían decir esta palabra Apachecta, y, como no
entienden lo que quiere decir, dánselo por nombre a las cuestas. Entendían los indios, con lumbre
natural, que se debían dar gracias y hacer alguna ofrenda al Pachacámac, se debían dar gracias y
hacer alguna ofrenda al Pachacámac, Dios no conocido que ellos adoraban mentalmente, por
haberles ayudado en aquel trabajo. [... ]

No miraban al Sol cuando hacían aquellas ceremonias, porque no era la adoración a él, sino al
Pachacámac. Y las ofrendas, más eran señales de sus afectos que no ofrendas; porque bien
entendían que cosas tan viles no eran para ofrecer. De todo lo cual soy testigo, que lo vi
caminando con ellos muchas veces. Y más digo, que no lo hacían los indios que iban descargados,
sino los que llevaban carga. Ahora, en estos tiempos, por la misericordia de Dios en lo alto de
aquellas cuestas tienen puestas cruces, que adoran en nacimiento de gracias' de habérseles
comunicado Cristo Nuestro Señor.

Libro IX, Capítulo XXXI


Nombres nuevos para nombrar diversas generaciones

Lo mejor de lo que ha pasado a Indias se nos olvidaba, que son los españoles y los negros que
después acá han llevado por esclavos para servirse de ellos, que tampoco los había antes en
aquella mi tierra. De estas dos naciones se han hecho allá otras, mezcladas de todas maneras, y
para las diferenciar les llaman por diversos nombres, para entenderse por ellos. Y aunque en
nuestra historia de La Florida dijimos algo de esto, me pareció repetirlo aquí, por ser éste su propio
lugar. Es así que al español o española que va de acá llaman español o castellano, que ambos
nombres se tienen allá por uno mismo, y así he usado yo de ellos en esta historia y en La Florida.
A los hijos de español y de española nacidos allá dicen criollo o criolla, por decir que son nacidos
en Indias. Es nombre que lo inventaron los negros, y así lo muestra la obra. Quiere decir entre ellos
negro nacido en Indias; inventáronio para diferenciar los que van de acá, nacidos en Guinea, de los
que nacen allá, porque se tienen por más honrados y de más calidad por haber nacido en la patria,
que no sus hijos porque nacieron en la ajena, y los padres se ofenden si les llaman criollos. Los
españoles, por la semejanza, han introducido este nombre en su lenguaje para nombrar los
nacidos allá. De manera que al español y al guineo nacidos allá les llaman criollos y criollas. Al
negro que va de acá, llanamente le llaman negro o guineo. Al hijo de negro y de india, o de indio y
de negra, dicen mulato y mulata. A los hijos de éstos llaman cholo; es vocablo de la isla de
Barlovento; quiere decir perro, no de los castizos, sino de los muy bellacos gozcones; y los
españoles usan de él por infamia y vituperio. A los hijos de español y de india o de indio y
española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto
por los primeros españoles que tuvieron hijos en indias, y por ser nombre impuesto por nuestros
padres y por su significación me lo llamo yo a boca llena, y me honro con él. Aunque en Indias, si a
uno de ellos le dicen »sois un mestizo« o »es un mestizo«, lo toman por menosprecio. De donde
nació que hayan abrazado con grandísimo gusto el nombre montañés, que, entre otras afrentas y
menosprecios que de ellos hizo un poderoso, les impuso en lugar del nombre mestizo. Y no
consideran que aunque en España el nombre montañés sea apellido honroso, por los privilegios
que se dieron a los naturales de las montañas de Asturias y Vizcaya, llamándoselo a otro
cualquiera, que no sea natural de aquellas provincias, es nombre vituperoso, porque en propia
significación quiere decir: cosa de montaña, como lo dice en su Vocabulario el gran maestro
Antonio Lebrija (Nebrija), acreedor de toda la buena latinidad que hoy tiene España; y en la lengua
general del Perú, para decir montañés dicen sacharuna, que en propia significación quiere decir
salvaje, y por llamarles aquel buen hombre disimuladamente salvajes, les llamó montañés; y mis
parientes, no entendiendo la malicia del imponedor, se precian de su afrenta, habiéndole de huir y
abominar, y llarmarse como nuestros padres nos llamaban y no recibir nuevos nombres afrentosos,
etc.

Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616)    


  Garcilaso de la Vega  
 

Bautizado como Gómez Suárez de Figueroa, Garcilaso nació en el Cusco el 12 de abril


de 1539, muy pocos años después de la muerte de Atahualpa, el último soberano Inca.
Fue el hijo ilegítimo del capitán extremeño Sebastián Garcilaso de la Vega Vargas,
conquistador de noble linaje, y de Palla Chimpu Ocllo, bautizada como Isabel, quien
descendía de una rama de la nobleza incaica.

 
En aquellos tiempos, los mestizos fueron llamados hijos de la conquista, hombres de
vidas destruidas, bastardos, hijos de ocasión y pecado, primeros peruanos. Los
estudios etnohistóricos muestran que en el mundo andino no regían valores vinculados
al matrimonio como sustento de legitimidad -y su consecuencia la condición de
bastardía- tan presentes en los códigos españoles. El propio Garcilaso en sus
Comentarios Reales escribió: "A los hijos de español y de india, o de indio y española,
nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto
por los primeros españoles que tuvieron hijos en Indias; y por ser nombre impuesto
por nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a boca llena y me honro con
él. Aunque en Indias si a uno de ellos le dicen sois un mestizo, lo toman por
menosprecio".
 
Garcilaso tuvo que buscar su identidad a lo largo de su vida, decidió llamarse Inca
Garcilaso de la Vega. Escribió obras como los famosos Comentarios Reales o Historia
General del Perú. Sus obras son ricas en elementos autobiográficos. El binomio
quechua- español presidió su vida cultural desde muy temprano. "Dos culturas, dos
lenguajes, dos visiones del mundo convergían como un torrente en este niño mestizo
atrapado en los problemas sociales en la relación dominante- dominado/ grupo
mayoritario- grupo minoritario, y los conflictos ajenos al prestigio y a la lealtad
cultural" (Hernández y Saba 1979:115). Garcilaso murió a la edad de 77 años, en el
mes de abril de 1616, probablemente el día 23. Su vida y obra fue el reflejo de una
época colonial en la que convivían dos culturas totalmente diferentes donde no podía
sentirse completamente identificado con alguna de ellas, por ser mestizo.
RESUMEN DE LOS COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS DEL INCA
GARCILASO DE LA VEGA
Considerada la obra maestra del Inca Garcilaso de la Vega , Los Comentarios Reales
aparecen en 1609 y constituyen un invento por dotar al Perú de una historia que recoja
todos los aspectos de su devenir social y cultural. La obre esta dividida en dos partes, la
primera consta de 9 libros y la segunda de 8.

La parte inicial recoge lo concerniente a los incas (dioses, leyes, formas de gobierno e
instrucciones) antes de la llegada de los españoles a su territorio. Con una prosa clara y
expresiva, El Inca mezcla datos de la economía política con los problemas de la cronología,
se vale de fuentes orales y escritas e incluso de recuerdos de su infancia para estructurar su
relato.
En esencia es veraz y algunas veces aporta documentos de primera mano. Se le acusa de
idealizar el pasado, pero hay que considerar todo lo que tenia se humanista y explicar sus
presuntas deformaciones sobre el utopismo renacentista que debió marcarle: El inca veía
una uniformidad psicológica al comparar al indio con el hombre de la antigüedad o con el
español de su tiempo.

La segunda parte de los “comentarios” publicada en forma póstuma, lleva el titulo de


historia general del Perú (1617). Aquí se ocupa del descubrimiento y los sucesos que
desencadenaron las incursiones españolas en territorio inca. Recoge también las
desvanecías que surgían entre los españoles y culmina con la ejecución del príncipe del
imperio a manos de los conquistadores.
Los comentarios reales fueron escritos con base en las memorias personales, las
evocaciones de infancia y los documentos testimoniales de distintos autores.

Pese a que el libro fue prohibido en


principio por el consejo de indias por considerarlo instigador y peligroso en manos de
algunos nativos letrados, El inca era partidario de la conquista española. Habiendo nacido
en América siendo u 50 por ciento de su sangre indígena, adopta la forma de vida del
conquistador y si asoma una tímida critica esta es resignada y débil.
Los comentarios reales cuyo valor histórico ha desmitificado el tiempo, estructuran una
literatura exótica que describe a un país aun misterioso y peculiar, cuyos silenciosos
pobladores portan todavía en sus rasgos físicos, morales y espirituales las huellas de una
tradición milenaria.

El autor de los comentarios reales que tratan del origen de los incas tuvo la oportunidad de
estar en contacto con la vida y el ambiente de los conquistadores a la vez que conoció
perfectamente tanto la costumbre como las leyes y l historia de sus antepasados maternos.
El mismo autor lo recuerda de la siguiente forma:
“Decíanme como procedían sus reyes en paz y en guerra, de que manera trataba a sus
vasallos y como eran servidos ellos.

De mas de eso me contaban, como a su propio hijo, toda su idolatría, sus ritos, ceremonias
y sacrificios, sus fiestas y como las celebraban.

Decíanme sus abusos y superticiones; sus agüeros malos y buenos. En suma digo que me
dieron noticia de todo lo que tuvieron en su república, que si entonces lo escribiera fuera
mas copiosa esta historia”.
Algunos critican sus narraciones por considerarlas excesivamente utópicas, pero las
investigaciones modernas confirman la exactitud de sus informaciones en la mayoría de los
hechos. a excepción de los citados por el autor como leyendas.

Destacan dentro de los comentarios, las descripciones y relatos acerca de la fastuosidad de


sus antepasados:” uno de los principales ídolos de los reyes incas y sus vasallos tuvieron
fue la imperial ciudad de cuzco, que la adoraban los indios como a cosa sagrada , por
haberla fundado el primer Inca Manco Capac, y por las innumerables victorias que ella tuvo
en las conquistas que hizo, y por que era casa y corte de los incas sus dioses… por tenerla
en esta veneracion la ennoblecieron aquellos reyes lo mas que pudieron con edificios
suntuosos y casas reales, que muchos de ellos hicieron para si.

Como en las descripción della diremos de algunas de las casa entre las cuales y en la que
mas se esmeraron , fue la casa y templo del sol , que la adornan de increíbles riquezas ,
aumentándolas cada inca de por si y aventajándose del pasado...la techumbre era de madera
muy alta , porque tuviese corriente ; la cubija fue de paja , porque no alcanzaron a hacer
teja. Todas las cuatro paredes del templo estaban cubiertas de arriba abajo con planchas y
tablones de oro.

En el testero, que llamamos alta mayor, tenian puestas la figura del sol, hecha de una
plancha de madera, al doble mas gruesa que las planchas que cubrían las paredes…”.

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