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ALA CONFEDERACION CARIBERA DEL FUTURO PARA QUE LLUEVA PRONTO V ESCAMPE ENCANCARANUBLADO. El cielo esté encancaranublado, 2Quién lo encancaranublaria? Bi que lo encancaranublo buen encancaranublador seria, Septiembre, agitador profesional de huracanes, visa guerra lenando los mares de erizos y aguavi- vas. Un vientecito soapechoso hincha la guayabera que funge de vela en Ia improvisada embarcacion, EI cielo es una conga encojonada para bembé de potencias. Cosa mala, ese mollerudo brazo de mar que lo separa del pursuit of happiness. Los tiburones son yellizco de fioco al lado de otros sefiores peligros que por alli jumean. Pero se brega. Antenor leva dos dias en la monotonia de un oleaje prolongacién de nubes. Desde que salié de Haiti no ha avistado siquiera un botecito de pescadores. Es como jugar al descubridor teniendo sus dudas de que la tierra legalmente redonda. En cualquier momento se aparece a uno el consabido precipicio de los rmonstruos. 1s ‘Auris quedan los mangés podridos de la diarrea y cl hambre, la griteria de los macoutes, el miedo y la sequia. Aca el mareo y la amenaza de la sed cuando se agote la miniscula provision de agua. Con todo y eso, la triste aventura marina es crucero de placer a la luz del recuerdo de la isla. Antenor se acomoda bajo el caldero hirviente del clo, Entre el merengue del bote y el cansancio del cuerpo se hubiera podido quedar dormido co- mo un pueblo si no lega a ser por los gritos del do- minicano. No habia que saber espaiiol para enten- der que aquel néufrago queria pon. Antenor lo ayudé a subir como mejor pudo. Al botecito le en- ‘76 con tal violencia un espiritu burlén de esos que sobrevuelan el Caribe que por poco se quedan los dos a pie. Pero por fin lograron amansarlo, ~ Gracias, hermanito, dijo el quisqueyano con el suspiro de alivio que conmovié a la vela. EI haitiano le paso la cantimplora y tuvo que arrancérsela casi para que no se fuera a beber toda cl agua que quedaba, asi, de sopeton. Tras largos intercambios de miradas, palabras mutuamente im- permeables y gestos agotadores legaron al alegre convencimiento de que Miami no podia estar muy Iejos. Y cada cual cont6, sin que el otro entendie. 4, lo que dejaba —que era poco y lo que salia a buscar. Alli se dijo la jodienda de ser antllano, negro y pobre. Se contaron los muertos por do- cenas. Se repartieron maldiciones a militares, cut ras y civiles. Se establecié el internacionalismo del hhambre y la solidaridad del suefio, Y cuando mis embollados estaban Antenor y Didgenes —gracia neoclésica del dominicano— en su bilingtie ceremo: 4 nia, repercutieron nuevos gritos bajo la béveda en- torunada del cielo. El dio alzé la vista hacia las olas y divis6 la cabe- za encrespada del cubano detrds del tradicional tronco de néufrago. Como si fuéramos pocos parié la abuela, dijo Didgenes, frunciendo el cefic. El haitiano entendié como si hubiera nacido més allé del Masacre, Otro pasajero, otra alma, otro estémago, parasser exactos, Pero el cubano aullé con tanto gusto y con tan convincente timbre santiaguero que acabaron por facilitarle el abordaje de un caribenisimo Que se Joda ante la rumba que emprendié en el acto el bo- te. No obstante la urgencia de la situacién, el cuba no tuvo la prudencia de preguntar: — éVan pa Miami, ti? antes de agarrar la mano indecisa del dominicano. Volvié a encampanarse Ia discusion. Diogenes y Carmelo —tal era el nombre de pila cel inquieto san- tiaguero— montaron tremendo perico. Antenor in- tervenia con un ocasional Mais oui o un C? est ca asaz timiducho cada vez que el furor del tono lo requer{a. Pero no le estaba gustando ni un poquito el monopolio cervantino en una embarcacion que, destinada 0 no al exilio, navegaba después de todo bajo bandera haitiana, Contrapunteado por Didgenes y respaléado por un discreto maraqueo haitiano, Carmelo cont las lesventuras que lo habjan alejado de las orientales playas de ta Antilla Mayor, = Oyeme, viejo, aquello era trabajo va y trabajo viene dia y noche... 15 Oh, pero en Santo Domingo ni trabajo habia. ~ Pica eafia y cafta pica de sol a sol, ti — Qué vaina, hombre. En mi pais traen a los dicho. sos madamos pa que la piquen y a nosotros que nos coma un caballo... El haitiano se estremecié ligeramente al roce de la palabra madamo, reservada a los suyos y pronun- ciada con velocidad supers6nica por el quisqueyano. No dijo nada para no hacerle mis cosquillas al bote, ya bastante engrefdo por la picadura del agua. Chico, ya ti ves que donde quiera se cuecen fri joles, dijo el cubano, iniciando la bisqueda de co- ‘mestibles con su imprudente alusin, Antenor tenia, en una caja de zapatos heredada de un zafacén de ricos, un poco de casabe, dos 0 tres mazorcas de maiz reseco, un saquito de taba: co y una canequita de con, viveres que habia reu- nnido para el viaje con suma dificultad. Habja toma- do la precaucién de sentarse sobre clla por aquello de que caridad contra caridad no es caridad, Pero el cubano tenia un olfato altamente desarrollado por cl trifico del mercado negro, que era su espe- ialidad allé en Santiago, y: evanta cl corcho, prieto, dijo sin predmbulos, clavandole el ojo a la caja de zapatos como si fue ra la mismisima Arca de la Alianza. Antenor fingié no enterarse, aunque las inten- ciones del Carmelo eran claramente poliglotas. ‘Alza el cagadero, madamo, que te jiede a ron y a tabaco, tradujo Didgenes, olvidando sitbitamente los votos de ayuda mutua contraidos, antes de la egada del cubano, con su otra mitad insular, ‘Axtenor siguid jugando al tonto, De algo tenia, i6 que servir el record de analfabetismo mundial que nadie le disputaba a su pais, pens6, asumiendo la actitud mas despistada posible ante los reclamos de sus hermanos antillanos. Al fin, impacientes ¢ indignados por la resisten- ia pasiva de Antenor, le administraron tremendo mpujén que por poco lo manda de excursion sub- narina fuera de su propio bote. Y se precipitaron sobre la cajita como si talmente fuera el mentado Cuerno de la Abundancia. ‘Almorzados ct easabe y las mazorcas, los compin- ches reanudaron su andlisis socioeconémico compa- o de fas naciones caribeiias. Carmelo mascaba tabaco y Didgenes empinaba el codo con la conten. tura del que liga los encantos de la Hstatua de la Lik ‘ed bajo la desyastada timica. Yo pienso meterme en negocios alla en Miami, tijo Carmelo, ‘Tengo un primo que, de chulo hu: mild: que era al principio, ya tiene su propio... club de citas, vaya, Ese es pais de progreso, mi hermano, asintié el ominieano con un latigazo de tufo x la cara del Antenor no habja dicho ni esta boca es mia des- 4e que To habian condenado a solitaria. Pero sus ojos eran dos muiecas negras atravesadas por in- ‘mensos alfileres. — Alld en Cuba, prosiguié Carmelo, los clubes de citas estén prohibidos, chico. No hay quien viva con tantas limitaciones, Pues alli en la Repiiblica hay tantas putas que hasta las exportamos, riposté Didgenes con una carcajada tan explosiva que espantd a un tiburén lucido de espoleta a la sombra del bote. = Tout Dominikenn se pit, mascullé Antenor des de su pequefio Fuerte Allen. Con la suerte de que Didgenes no le presté oreja, habitado como estaba or preocupaciones mayores. — El problema, profundizo Carmelo, es que en Cu- ba las mujeres se creen iguales alos hombres y, vaya, no quieren dedicars — Oh, pero eso sera ahora porque antes las cubanas se las trafan de a verdé, dijo su compaficro, evocan: do los cotizados traseros cubanos de fama interna ional. ‘A Carmelo no le habia gustado nada la nostalgi- ca alusién a Ia era batistiana y ya le estaba cargan- do ef lomo la conversacién del quisqueyano. Asi es que le solt6 de buenas a primeras — €¥ qué? éComo estd Santo Domingo después del temporal? Dicen los que saben que no se nota la diferencia Y acompaié el dudoso chiste con la carcajada que se oyé en Guantinamo, El dominicano se puso jincho, lo cual era dificil, pero prefirid contener su célera al tijarse en los im presionantes biceps del pasajero cubano, que atri buyé al fatidico corte de cafia Para disimular, buscé la cantimplora, El mar es: taba jumo perdido y el bote se remeneaba mas que caderas de mambé en servicio a Dambala. La can- timplora rod6, cayendo a los inoportunos pies de Antenor. El dominicano se la disputé. Antenor forceje6. El cubano seguia la pelea sonreido, con cierta condescendencia de adulto ante bronca de 18 En eso, empez6 a lloviznar. Entre el viento, el oleaje y el salpafuera antillano que se formé en aque! maldito bote, el tiburin recobré las esperan zas: Miami estaba mas lejos que China. EI haitiano lanzé la cantimplora al agua. Mejor morit que saciarle la sed a un samoso dominica- no. Didgenes se pard de cisco, boquiabierto. Pa ‘que se acuerde que los invadimos tres veces, pens6 Antenor, ensefidndole los dientes a su paisano. = Tnyjllo tenia razén, mugia el quisqueyano, fa- jando como un toro bravo en direccin a la barriga haitiana EI bote parecia un carrito loco de fiesta patronal. Carmelo salié por fin de su indiferencia para adver- tir: ~ Dejen eso, caballero, ta bueno ya, que nos vamos pique, cofio... 'Y a pique se fueron, tal y como lo hubiera profe- tizado el futuro hombre de negocios miamense. A pique y loviendo, con truenos y viento de misica de fondo y el sano entusiasmo de los tiburones. Pero en el preciso instante en que los heroicos ‘emigrantes estaban a punto de sucumbir a los pei gros del Tridngulo de Bermudas oyése un silbato sordo, ronco y profundo cual céntico de cura en ré- quiem de politico y ~ Un barcol, grit6 Carmelo, agitando la mano co- mo macana de sédico fuera del agua. Las tres voces néufragas se unieron en un largo, agudo y optimista alarido de auxilio. ‘Al cabo de un rato —y no me pregunten cdmo carajo se zapatearon a los tiburones porque fue sit duda un milagro conjunto de la Altagracia, la Cari- 19 dad del Cobre y las Siete Potencias Africanas— los habjan rescatado y yacian, cansados pero satisfe- chos, en la cubierta del barco. Americano, por cier- to, El capitin, ario y apolineo lobo de mar de son- rojadas mejilas, dureos cabellos y azulisimos ojos, se asomé para una répida verificacion de catastrofe y dijo ~ Get those niggers down there and let the spiks take care of "em, Palabras que los incultos héroes no entendieron tan bien como nuestros bilingiies Tectores. Y tras de las cuales, los antillanos fueron cargados sin temura hasta la cala del barco donde, entre cajas de madera y bailes mohosos, compar ticron su primera mirada post naufragio: mixta de alivio y de susto sofrita en esperanzas ligeramente sancochadas. Minutos después, el dominican y el cubano tu. vieron la grata experiencia de escuchar su lengua matema, algo maltratada pero siempre reconocible, cosa que hasta el haitiano celebro. pues le parecia haberla estado oyendo desde su més tierna infancia y empezaba a sospechar que la oiria durante el res to de su vida. “Ya iban repechando jalda arriba las comisuras de los salados labios del irio, cuando el puertorriquefio grufé en la penumbra ~ Aqui si quieren comer tienen que meter mano y duro, Estos gringos no le dan na gratis ni a su mai. Y sacé un brazo negro por entre las cajas para pasarles la ropa seca EL DIA DE LOS HECHOS Encancaranublado Séptima Edicién 2001 EDITORIAL CULTURAL © 1982 Ana Lydia Vega ‘Todos los derechos reservados. La adaptacién, reproduccién total 0 parcial, Por cualquier medio queda estrictamente prohibida sin autorizacién previa del autor, ¥ los editores, Editor: Francisco Vazquez Disetio de portada: José Peliez Foto de la autora por Robert Villania ISBN: 1-6758.095-5 Eu: owe ace: utara mt Mpsesnwazo0 com ee: aay Tevet PO 821085 Feta Staton San an, Pra Rep OOZE (87658707 INDICE I NUBOSIDAD VARIABLE . . Encancaranublado . El dia de los Hechos Bl jueguito de la Habana . . Puerto Rican Syndrome Jamaica Farewell... ‘Contrapunto haitiano PROBABILIDAD DE LLUVIA La alambrada . Grineo de una noche de verano Despojo .... + El Senador y la Justicia Otra Maldad de Pateco - E Tramo de la Muda NAPA DE VIENTOS Y TRONADAS . . Historia de Arroz con Habichuelas . . NOTA BIOGRAFICA .

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