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AGRADECIMIENTOS
Les agradecemos su apoyo incondicional, su contribución, dedicación e interés en
sacar adelante este proyecto, haciendo que las traducciones y correcciones
tuvieran la mejor calidad. Igualmente se le agradece a todos aquellos que
demuestran su interés leyendo nuestras traducciones.
TRADUCCIÓN:
Aya001
Andre_G
Anelisse
Chelsea Sharkovish
Elamela
Eli25
Flochi
Genesis_480
GioEliVicRose
Izzy
Lost Angel
Maggieh
Masi
Selune
Sheilita Belikov
Virtxu
Xhessi
CORRECCIÓN:
Anjhely
Anne_Belikov
Ckoniiytthanzaaw!
Kanon ♪♫♪
Mona
Selene
Tibari
RECOPILACIÓN:
Kanon ♪♫♪
DISEÑO:
Virtxu
INDICE
Sinopsis Pág.5
Capitulo 1 Pág.6
Capitulo 2 Pág.7
Capitulo 3 Pág.19
Capitulo 4 Pág.27
Capitulo 5 Pág.32
Capitulo 6 Pág.37
Capitulo 7 Pág.44
Capitulo 8 Pág.55
Capitulo 9 Pág.61
Capitulo 10 Pág.66
Capitulo 11 Pág.73
Capitulo 12 Pág.79
Capitulo 13 Pág.86
Capitulo 14 Pág.93
Capitulo 15 Pág.99
Capitulo 16 Pág.106
Capitulo 17 Pág.112
Capitulo 18 Pág.118
Capitulo 19 Pág.125
Capitulo 20 Pág.130
Capitulo 21 Pág.135
Capitulo 22 Pág.139
Capitulo 23 Pág.147
Capitulo 24 Pág.153
Capitulo 25 Pág.160
Capitulo 26 Pág.164
Capitulo 27 Pág.168
Capitulo 28 Pág.172
Capitulo 29 Pág.176
Capitulo 30 Pág.185
Capitulo 31 Pág.189
Capitulo 32 Pág.194
Capitulo 33 Pág.196
SINOPSIS
A
nna y Frankie han sido mejores amigas por todas sus vidas. Cuando las dos
chicas van a California para las vacaciones de verano, Frankie decide que le
deberían encontrar a Ana su primer novio conociendo un chico cada día. Lo
que Frankie no sabía es que Anna ya ha tenido el perfecto romance de verano.
Sucedió con el hermano de Frankie, Matt, quien murió en un accidente el año
anterior. Él romance de Anna murió con él, pero su secreto perdura.
Capítulo 1
Traducido por Elamela
Corregido por Kanon ♪♫♪
F
rankie Perino y yo tuvimos suerte ese día. Suerte de estar vivas —eso es lo
que todos decían—. Tengo una muñeca fracturada y una rodilla golpeada, y
mi mejor amiga Frankie tiene una cicatriz un poco gruesa por encima de su
ojo izquierdo, que divide su ceja en dos mitades iguales. Alentada por un lado,
decaída por el otro. Felices, tristes. Conmocionadas, sobrecogidas. Antes, después.
Capítulo 2
Traducido por Chelsea Sharkovich
Corregido por Kanon ♪♫♪
F
ue hace poco más de un año.
Cerré mis ojos, me incliné sobre mis velas, y recé al hada de los pasteles o al dios de
los cumpleaños o a quien sea que estuviese a cargo para que Matt Perino —el
hermano de Frankie y mi mejor amigo desde pequeño—, por fin me besara. Era el
mismo deseo secreto que venía haciendo desde que Frankie y yo teníamos diez, y
Matt doce, cuando accidentalmente, me enamoré de él.
Frankie, Matt y sus padres —Tío Red y tía Jayne, aun cuando no estamos
emparentados—, celebraron mi decimo quinto cumpleaños en nuestro patio
trasero, con mamá y papá, tal y como siempre. Cuando las canciones, los aplausos y
el soplar de las velas se detuvieron, abrí mis ojos. Matt estaba justo al lado mío, a
mi lado, compartiendo mi mismo aire. Peligroso. Mi nuca se puso caliente y
sensible cuando olí su shampoo de manzana —el de la botella verde que robo del
baño de Frankie porque le gusta como hace que se vea su cabello—, y por un largo
segundo pensé que mi deseo de cumpleaños por fin se hacía realidad, justo ahí
frente a todos. Ni siquiera tuve tiempo para pensar cuan embarazoso eso sería
cuando la mano de Matt, llena de pastel de cumpleaños, se movió desde su espalda,
en una trayectoria no tan lenta, hasta mi cara.
Si bien el pastel en la cara era claramente un progreso comparado con arrojar soda
en la cabeza al estilo del Super Bowl del año pasado, algo en la traducción del
deseo se seguía perdiendo desde que soplaba las velas hasta el cielo. Hice una nota
mental para hacer mi solicitud del próximo año en forma de lista, con ejemplos
irrefutables de clásicos de Hollywood, y gritarlo, empujando ambas manos en la
destrozada mesa de picnic.
Me abalancé.
Corrí.
Nos pusimos de pie lentamente, riéndonos a carcajadas mientras que, sin mucho
entusiasmo, declarábamos una tregua. Papá tomó una foto, el brazo de Matt
alrededor de mis hombros, pedazos de pastel y césped pegados a nuestras ropas y
cabello, todo cálido y rosado en el resplandor del atardecer y todo el verano se
extendía frente a nosotros.
—Anna —dijo él, arrastrando sus dedos glaseados por mi cabello—. ¿No sabes lo
que significa cuando un chico hala tu cabello en tu fiesta de cumpleaños?
Inhalando.
Exhalando.
—Ven aquí —susurró, su mano todavía sujetaba mis rizos salvajes. Mi cabello
rubio serpenteaba alrededor de sus dedos.
—Todavía no puedo creer que hiciste eso —dije, no por primera vez—. Es tan…
guay.
Sonreí, con mi mirada fija en el triangulo azul. Tenía miedo de mirarlo, porque si
dejaba mis ojos en él, el tal vez trataría de… y después todo sería… y yo tal vez…
En ese único momento, Matt, antes conocido como amigo, se convirtió en algo
completamente distinto.
Lo besé de vuelta. Me olvidé del tiempo. Olvidé mis pies. Olvidé a las personas
afuera esperando a que regresáramos a la fiesta. Olvidé qué pasa cuando amigos
Me pude haber quedado así toda la noche, de pie frente al fregadero, con el cabello
negro amanzanado de Matt rozando mis mejillas, mi corazón, suertudo y
olvidadizo, latiendo.
Me alejé de Matt justo antes de que ella presionara su cara al vidrio para ver
dentro.
De repente recordé todos los baños que habíamos tomado juntos cuando éramos
niños, antes de que creciéramos lo suficiente para que fuera peligroso. Los
recuerdos parecían diferentes ahora. Más vulnerables. Crudos. Mi cara se puso
caliente, y tuve que mirar hacia otro lado.
—Tienes suerte de que Frankie no vio eso —dije, no muy segura de lo que quise
decir—. Y tienes que cambiarte tu propia camisa. En tu propia habitación. Me
refiero, a que…
—¿Crees que nos vio? —pregunté cuando por fin nos detuvimos.
Sola en mi habitación, metí mi camisa glaseada dentro de una bolsa plástica para
encargarme de eso después. Lavé mi rostro y cabello con agua fría, pero mis
piernas no dejaron de temblar y no pude recuperar el aliento. Mi cerebro que
estaba notablemente ausente por el episodio del fregadero, repentinamente estaba
¿Ahora qué?
¿Ocurrirá de nuevo?
Respuestas confeccionadas pasaron por mi mente, y tuve que cerrar mis ojos y
contar hasta cincuenta para calmarme. Quince minutos después de que todo
cambió era muy pronto para empezar a obsesionarse con los qué podría pasar en
el futuro.
—Gracias por el pastel —dije—. Y por el diario. —Él sabía cuánto amaba mis
diarios, tanto como el amaba sus libros. Era el mejor regalo. Bueno, el segundo
mejor.
Para los demás él era el Matt regular, el hermano mayor parte del inseparable
triangulo de Anna-Frankie-Matt, el chico que solía enterrar nuestras Barbies en el
patio trasero y que nos leía historias de aventuras cuando no podíamos dormir.
Pero para mí, él se había convertido en algo más en el momento en que tiró de mi
cabello en el fregadero de la cocina. Algo diferente. Algo que nunca volvería a ser
como era antes.
Sí
Me puse una sudadera, cepillé mis dientes, y arreglé mi cabello en una holgada cola
de caballo. Empecé a buscar mi delineador de ojos pero decidí que se vería un poco
extraño (y obvio) si apareciese en la puerta trasera a la una de la mañana
totalmente maquillada. En vez de eso, opté por dejar mi cabello suelto con un poco
de brillo de labios sabor a mango, casual, pero linda.
Matt estaba esperando junto a las escaleras cuando caminé de puntillas a través de
la puerta trasera. Mis pies desnudos no habían siquiera tocado el rociado césped,
cuando él tiró de mi contra el costado de la casa.
—No puedo dejar de pensar en ti —dijo, besándome de nuevo, esta vez con un
propósito e intensidad que nunca había visto en él en nuestra larga historia como
amigos. Lo besé, enrollando mis brazos alrededor de su cuello y su boca
presionada contra la mía. Debí haber estado temblando, porque después de un
minuto él se detuvo y me preguntó si tenía frío.
—Yo también —susurró, respirando con dificultad—. Anna, alguna vez tú…
Después besó mi cuello, sus labios quemaban la piel debajo de mi oído como una
chispa de la fogata, que ardió hasta mucho después de deslizarme de regreso a mi
cama.
—Hola.
Frankie.
—No… exactamente.
¿Acaso eso significa que él cree no es nada importante? ¿Qué podemos ir por
helado como cualquier otro día, como si no ocurrió nada? ¿Cómo si no volviera a
ocurrir?
—No te preocupes, Anna. Le diré, ¿de acuerdo? Sólo déjame pensar en la mejor
manera para hacerlo.
—Ok.
Pasé una hora arreglándome, obsesionada con el cabello y la ropa y cosas que
nunca habían importado mucho. No podía calmar las mariposas en mi estomago
por ver a Matt de nuevo, por la sensación de sus labios sobre mí, por el resto del
verano, por el resto del para siempre.
Cuando llegué a su casa, me monté en el asiento trasero del auto de Matt y evité el
contacto visual con él, preocupada de que o ya le había dicho a Frankie, o de que no
lo había hecho. Recorrimos todo el camino sin mirarnos, Frankie hablaba en el
asiento del frente sobre su pronto viaje a California, aparentemente inconsciente
de que el mundo entero había cambiado la noche anterior. No fue sino hasta que
entramos en “La última parada de natillas”, cuando Frankie olvido su bolso en el
auto, que nosotros por fin nos miramos a los ojos.
Matt hizo tintinear sus llaves y pateó el suelo con su pie. —¿En qué piensas? —
preguntó, trazando una línea a través de mi frente.
Antes de que pudiera inventar algo mejor que “En ayer en la noche, detrás de la
casa, y desearía que te callaras de una vez y me beses de nuevo” Frankie estaba de
regreso con su bolso, presionándonos para hacer la difícil decisión entre el banana
Split y el helado fudge de brownie.
—Escucha —dijo Matt. De nuevo estábamos en el patio trasero bajo las estrellas,
escabulléndonos después que todos se fueron a dormir—. Tú sabes que ella
necesita oírlo por mí. Creo que el mejor momento para decirle es cuando estemos
en California. Está a solo unas pocas semanas, y entonces tendré algo de tiempo a
solas con ella para decirle todo. Eso le dará la oportunidad de procesarlo.
La idea de ocultarle algo tan importante, tan intenso, tan increíble a mi mejor
amiga por más de un día casi me mata. Nunca antes en nuestra historia compartida
oculte algo más que un enamoramiento pasajero —ella lo sabía todo—. Ella había
estado allí para cada tragedia, cada celebración, cada momento embarazoso. Ella
había estado conmigo cuando me pusieron mis brackets color verde neón en
cuarto grado. Conmigo en séptimo grado, cuando salí del baño del colegio y camine
la fila entera para el almuerzo con mi falda atorada en mis pantis. Conmigo cuando
Jimmy Cross y yo nos besamos durante la asamblea de octavo grado y nos enviaron
a la oficina del Director. Cumpleaños, sueños, temores, risas, obsesiones —todo—.
Dentro de su cabeza, Frankie tenía el mapa de mi vida entera, y yo el de ella.
Odiaba que mis sentimientos por Matt fueran desconocidos y no estuvieran en ese
mapa, como si fuera un secreto del tesoro enterrado.
Pero él era el hermano de Frankie. Confiaba en él. Y cuando tomó mi cara entre sus
manos y sopló mi nombre en mis labios, sabía que mantendría mi promesa para
siempre.
Para nuestros padres y Frankie, nosotros éramos los mismos mejores amigos de
siempre, inocentes e inseparables. Cada vez que podíamos robar unos minutos a
solas, ahí es cuando nos convertíamos en eso “diferente”, ese intenso algo que me
mantenía despierta por las noches, temiendo enamorarme muy rápido, temiendo
perderlo, temiendo que esto no durara una vez que Frankie se enterara. Nos
dábamos besos muy cortos frente al pasillo, compartíamos miradas sabedoras y
cómplices a través de la mesa del comedor cuando no éramos observados.
Nos escabullíamos cada noche al patio trasero para buscar estrellas fugaces y
susurrar de la vida, de nuestros libros favoritos, del significado de las canciones y
viejos recuerdos, y de sobre qué pasaría después que Frankie se enterara. No eran
los temas de conversación en si los que cambiaron —nosotros habíamos hablado
de esas cosas antes—. Pero ahora, había una nueva intensidad. La urgencia de
saber tanto como pudiésemos, por abarcar lo más posible en nuestras noches
finales antes de que Matt revelara el secreto.
En el último día antes del viaje, después de que había terminado de empacar,
nosotros tres fuimos otra vez a “La última parada de natillas” por helado. Ordené el
helado de menta con chispas de chocolate y brownie, Frankie pidió una barquilla y
Matt una malteada de fresa. Matt y Frankie estaban animados, flotando por la
anticipación de su pronto viaje, contagiándome su entusiasmo. No podía esperar a
que ellos llegaran a Zanzibar, a la casa de verano, a la playa donde Matt le diría a
Frankie acerca de nosotros, donde ella sonreiría, reiría y lo abrazaría, y todo
volvería a ser perfecto otra vez.
—Todo estará bien Anna. Ya lo verás —me susurró cuando Frankie se levantó al
mostrador a buscar más servilletas—. Sé que lo estamos sacando a flote, pero ella
es mi hermana pequeña… no lo puedo evitar. Sólo tenemos que protegerla.
El coro comenzó de nuevo a través de los altavoces y yo canté más fuerte: —Casey
Jones será mejor que… vigiles tu velocidad… —Frankie reía desde el asiento
trasero, Matt sonreía a mi lado, con sus dedos acariciando mi rodilla secretamente,
el sol del medio día estaba en el cielo y yo era feliz en el polvoriento camino que
teníamos adelante.
El tres de corazones.
Interminables posibilidades.
Giros.
Gritos.
Choque.
Vidrios rotos.
Frankie, sentada frente a mí con sus rodillas en el pecho, tenía un labio hinchado y
ocho puntos sobresaliendo de su ceja izquierda como piernas de arañas molestas.
Mientras el doctor nos decía lo que ocurrió, pensé en la boca glaseada con sabor a
clavo y mazapán de Matt, y en sus libros favoritos apilados en cada superficie plana
de su habitación. Matt no era un conductor imprudente; el sólo tenía un hoyo entre
las cámaras de su corazón, una pequeña imperfección que había permanecido
inactiva durante diecisiete años hasta ese momento de regreso a casa de “La última
parada de natillas”, cuando decidió hacerse conocer. Ellos usaron términos
médicos más apropiados cuando se lo explicaron a Red, entregándole una bolsa
plástica llena de las cosas de Matt. Reloj. Billetera. La camisa del hombre
anaranjado de Syracuse que había usado ese día. Pero yo sabía lo que significaba.
Lo sabía tan pronto como Red empezó a gritar, tan pronto como la tía Jayne
colapsó en los brazos de mamá, tan pronto como llegó el sacerdote del hospital con
una mueca triste en su boca y sus ojos entrenados llenos de compasión.
Matt —El Matt de Red y Jayne, el Matt de Frankie, mi Matt—, murió con el corazón
hecho pedazos.
Y todo lo demás que alguna vez importó en mi completa existencia sólo se…
detuvo. Estaba bajo el agua de nuevo, viendo las cosas en un borrón en cámara
lenta sin sonido ni contexto, sin sentimientos, sin cuidado. El mundo pudo haber
terminado y yo no lo hubiese notado.
Ellos debieron haber dejado que Red, Jayne y Frankie se despidieran de él, pero no
lo recuerdo.
Debí haberme quedado dormida, porque soñé con él. En el sueño, el me daba su
collar con el cristal azul y el brazalete rojo de Frankie.
—Debemos cuidar de ella, ¿lo sabes? —dijo—. Debo ser yo el que le diga. Es la
única manera.
Lo sé.
Y así sería.
Capítulo 3
Traducido por Chelsea Sharkovich
A
costada sobre mi estómago en el nuevo edredón púrpura de Frankie, con
una camisa y pantalones de yoga, leo por tercera vez la entrevista de
Helicopter Pilot en la revista Rolling Stone.
—Marrón Brandy. —Frankie tapa su barra de labios y admira sus labios ante el
acertadamente llamado, espejo de vanidad—. Tal vez sea muy oscuro para ti —
dijo, pasándome la barra—, pero pruébalo si quieres.
No necesito probarlo. Va a ser muy oscuro. Mi piel es tan blanca que es casi azul,
excepto por diecinueve pecas que odio, completamente inmunes a limpiezas
faciales, tiras para granos y exfoliaciones con cítricos.
Frankie siempre ha sido la linda, aun cuando nuestras madres nos vestían con los
mismos vestidos de verano en tonos pasteles o con los mismos pañales
desechables. Pero ella solía ser tímida, dulce y un poco torpe incluso.
—Como quieras, Gasparín. —Ella juntó sus labios, presionando una toallita en ellos
y colocándose una capa de brillo transparente.
—Tú solías amar esto —dijo, hurgando en busca de una sombra más clara—. Aquí,
prueba esta “Locura de Luz de Luna”. Tiene cristales molidos o algo así.
—¿Te gusta este color? —Ella parpadea hacia mí y se ríe. Algo en su sonrisa me
recuerda a él, y tengo que mirar hacia otro lado para bloquear la inundación de
recuerdos. Ahora, es oficialmente más de un año. Sé que debería superarlo, pero
realmente esto nunca me abandona. Cada mañana, me despierto y olvido sólo por
un segundo que ocurrió.
Pero una vez que mis ojos se abren, me sepulta como un derrumbe de rocas
afiladas y tristes.
Una vez que abro mis ojos, me siento pesada, como si mucha gravedad estuviera
presionando mi corazón.
Nunca hablo con Frankie sobre eso. Matt era su hermano de verdad, no su mejor
amigo chico en la onda de hermano mayor. Nunca digo nada de él.
Asiento y sonrío.
En los seis meses pasados, Tía Jayne ha estado en una especie de impulso de
decoración. Cada vez que entro en la casa de Frankie, algo está diferente, nuevos
cojines o muebles movidos, más o menos plantas, manchas de colores o neutrales
minimalistas, torbellinos de tiros, fundas, guirnaldas, y muestras. La semana
pasada, ella transformó la habitación al estilo sencillo de 1920 de Frankie, en un
oasis de Moroccan, cubierto con morados oscuros y rojos, y con cortinas de
cuentas de madera.
—Es como una nueva aventura cada día —dijo Frankie el mes pasado cuando su
baño al estilo de luciérnaga se convirtió en un sexy baño para vaqueros, casi en una
solo noche, completado con cuerdas para toallas de soga verdadera. Supongo que
es bueno que la tía Jayne este emocionada por algo de nuevo —corriendo a la
tienda de fábrica o a la tienda de hogar y jardinería cada vez que la inspiración
llega a ella—, que es básicamente cada vez que uno de esos shows en los que dejas
la ciudad y permites que completos extraños redecoren tu casa en cuarenta y ocho
horas aparecen en la TV. Solo en el mes pasado, ella llenó la mitad del garaje con
cajas de revistas, cubiertas de almohadas, botes de pintura, antigüedades, vajilla
cambiada y piel sintética. Sólo hay una habitación que ella no toca —la que está la
final del pasillo—. La que tiene la puerta perpetuamente cerrada, que bien podría
no existir.
—Frankie, ¿Terminaste ya? —Ya sé todo lo que hay por saber de Helicopter Pilot,
incluido el hecho de que la estrella baterista Scotty-O tuvo un trasplante de hígado
cuando tenía cuatro años—. Leí este artículo tantas veces que siento que ya estoy
en la banda.
—Sí —dijo ella—, excepto que ellos son la mejor banda en el universo, y tú ni
siquiera puedes cantar “Cumpleaños Feliz” afinada.
—La palabra de hoy es judicial. Así como: el hecho de que Anna sea una súper
nerd, no significa que deba ser tan judicial en contra de las personas que no lo son.
Lancé la revista al suelo. —Es doloroso, pero alguien debe ser inteligente en esta
operación.
Frankie se encoge de hombros, pasando por última vez su brocha con rubor por su
nariz. —Supongo que deberé confiar en mi belleza. Aquí… estoy lista. —Ella se
levanta de su silla y sonríe, sus manos en sus caderas como si estuviera esperando
por algún tipo de instrucciones de un director de teatro. Mi mariposa. Justo como
su hermano. Cuando sonríe, sus ojos azules se encienden y ponen un hechizo vudú
de amor en todos alrededor.
Mientras trabajo en la lista para empacar, ella camina por la habitación nombrando
ítems potenciales, filmando con su cámara de video. Una de sus tías se la dio
después que Matt muriera, para “distraerla de los hechos”, y ella no la ha soltado
desde entonces. Creo que teme perderse de algo importante, o no ser capaz de
recordarlo después, cuando importe.
En menos de una hora, nos encargamos de la ropa (casual diurna, día formal, noche
casual, noche formal, pijamas, y ropa impermeable para la playa), trajes de baño
(para lo cual todavía necesitamos ir de compras), artículos de aseos personal y
maquillaje (para Frankie), juegos, música, y libros (para mí). También escogimos el
nombre oficial para nuestra próxima aventura —Absolutamente el Mejor Verano
de Todos (A.M.V.T.)—, porque eso era exactamente lo que sería, de acuerdo con mi
reciente designada lista de tour.
—No, estoy bien —dije—. Supongo que no se ve real todavía. Tú sabes cuán
extraño estaba Papá con todo este asunto. No quiero emocionarme mucho hasta
que no esté en el avión.
Papá ya opina que paso mucho tiempo aquí. —Red y Jayne necesitan involucrarse
más en el luto de Frankie —dijo en más de una ocasión, seguido después por algo
así—, especialmente porque este será su primer viaje sin Matt.
¿Pero qué sabe Papá? Su idea de apoyo en el luto implica traer cervezas para Red y
no mencionar el nombre de Matt.
—¿Envisualización? —pregunté.
—Visualización. Sí, eso. Sólo inténtalo, ¿de acuerdo? —Ella cierra sus ojos y
presiona sus dedos en su sien, hablando monótonamente—. Anna está llegando a
California. Ella y Frankie son mágicas y hermosas, como sirenas en el agua. Están
caminando en la playa y muchos chicos las saludan y babean porque son tan
irresistibles.
Hago lo que pide y trato de imaginar la escena que ella describió. Ella habla de
recostarse bajo el sol, el olor de cocos, escribiendo postales a mis padres, y pronto
estoy pensando en las postales que Matt solía enviarme con fotos de focas usando
lentes de sol o mujeres con sobrepeso utilizando bikinis de neón. Guardé cada una
de ellas, a salvo en una caja bajo mi cama.
Si me hubiese besado un año antes, ¿Habría recibido cartas de amor, está vez?
—Anna, ¡esto va a ser tan increíble! —Frankie pega nuestra lista para empacar en
su cartelera de boletines en la pared, sobre su escritorio, y saca un cigarrillo de su
escondite en la gaveta superior. Ella sólo fuma en su habitación, en su ventana.
Nunca en público. Nunca en la escuela. Nunca afuera. Ella lo niega cada vez que lo
menciono. Pero algunas veces creo que a ella ni siquiera le gusta; ella solo quiere
que sus padres la descubran y hagan… no sé. Algo.
El mes pasado, cuando el tío Red y la tía Jayne sugirieron hacer el viaje a su lugar
favorito junto conmigo, Frankie enloqueció. Ella se volvió completamente silente
por un largo tiempo, y ninguno de nosotros sabía que iba a venir después. Era
como cuando la gente mencionaba a Matt en la escuela o en asuntos familiares
justo después del accidente. Su mente se apaga y se iba. Ó ella se molestaba
muchísimo y empezaba a temblar. Otras veces, al principio, ella sólo corría y
lloraba. Llorar es muy diferente a sollozar. Para llorar, requieres todo tu cuerpo, y
cuando terminas, sientes como si no tuvieras huesos para sostenerte.
Sin embargo, ella no lloró la noche en que hablaron del viaje. Ella sólo enloqueció y
se fue como un huracán hasta su habitación, dejando a Red y a Jayne dándome las
usuales disculpas. Podía ver que era difícil para ellos, pero no sabía que es lo que
esperaban. Mientras que el anuncio del viaje a California emergió de la boca de Red
y cayó en la mesa esperando por una respuesta, todo en lo que podía pensar era,
un año después es todavía muy pronto.
—Frankie, ¿crees que lo de California está ocurriendo muy rápido? Digo, ¿muy
pronto? —Mi voz es baja. No estoy segura de que sonó correctamente.
—No realmente —dijo, dejando el cigarrillo fumado hasta la mitad en una lata de
Coca-Cola light, y reuniéndose conmigo en el suelo—. Todavía tenemos una, dos…
cuatro semanas antes de que EMVJ comience oficialmente. Eso implica que nuestro
cabello crecerá aproximadamente media pulgada. —Ella sostiene su mano por
debajo de su barbilla, indicando el largo aproximado—. Además, vamos a tomar las
bebidas Ultra Rápido Delgada.
—Anna, debemos hacerlo. Podemos perder, como, cinco kilos para entonces.
Piensa en playas. Piensa en bikinis. —Ella se levanta su camisa y se pellizca la
inexistente grasa de su barriga—. Y —dijo, golpeándose su barriga dos veces—, no
te olvides del A.A
A.A: El Albatros de Anna. Del latín Anna, es decir, yo, y Albatros, es decir, “algo que
entorpece o incapacita”; por ejemplo, “era un albatros alrededor de su cuello”. Es el
nombre clave que le dimos a mi virginidad cuando Frankie perdió la suya con un
alumno de intercambio estudiantil alemán después del baile de primavera hace
dos meses, cuando ella se convirtió en una experta en estas cosas.
Pero cuando murió, el sueño murió también. ¿Chicos? ¿Acercándose? ¿Tan cerca?
Duele demasiado pensar en eso. Si besara a alguien más, el hechizo se rompería, y
mis recuerdos de Matt y todo lo que anexé con ellos, se borraría. No, gracias.
—¿Especial? ¡Sí, claro! —Frankie me lanza una almohada adornada con elefantes
dorados—. Ya te lo dije, no es tan bueno la primera vez. Es más como un ensayo
para lo verdadero… un ensayo al desnudo. Escogí a Johan porque él se iba una
semana después y sabía que nunca tendría que volverlo a ver.
—Sólo trato de mantenerlo fresco. —Ella se levanta del suelo y me ofrece su mano.
Capítulo 4
Traducido por Chelsea Sharkovich
A
rriba, en mi habitación, filma mi closet con su cámara de video, poniendo su
mejor voz de anunciante de comerciales:
—En un mundo donde los sueños de verano de verdad se hacen realidad, Anna y
Frankie planean las vacaciones de sus vidas. Habrá playas. Habrá trajes de baño. Y
habrá chicos. Pero algo se oculta bajo la superficie, amenazando con arruinar el
A.M.V.T si estas astutas y hermosas amigas no se enfocan en encontrarle una
solución inmediata: “¡El guardarropa de Anna es una completa pesadilla!”
—¿Qué sugieres? —pregunté, pasando mis dedos por las camisas colgadas frente a
nosotras.
—Ni siquiera sé por dónde empezar. —Ella voltea la cámara a sí misma y hace un
encogimiento de hombros exagerado frente a la lente—. Sólo sácalo todo y tíralo
en la cama.
No estoy de humor para desmantelar todo mi closet, pero hago lo que ella dice.
Hace que sonría, sólo un poco, por eso no discuto con ella. Algunas veces, cuando
se ve feliz como ahora, la observo de reojo y me pregunto si mi mejor amiga sigue
allí en algún lado, la que solía hacer bodas elaboradas para nuestras muñecas y que
me negociaba mil dólares extra en Monopolio para que pudiéramos conspirar
contra Matt. En la oscuridad posterior a la muerte de nuestra amistad, no sé si
alguna vez volveré a ver a esa Frankie de nuevo. Somos personas tan diferentes
ahora; si hoy día la conociera en la calle, así como está ahora, jamás podríamos ser
Aún si eso implica hablar de ropa, chicos y malteadas de dieta, en vez de cosas que
de verdad importan.
—El fallo del guardarropa de Anna Reiley, toma uno. —Frankie filma mientras
lanzo sobre la cama pilas de ropa inservible, una tras otra. Tengo unas favoritas
aceptables, acompañadas con frecuentes incursiones al closet de Frankie, pero la
mayoría de los embarazosos conjuntos fueron forzados a la clandestinidad, donde
esperan en vano el día en que, al igual que sus hermanos más elegantes, podrían
ser llamados al servicio de la moda.
—Por Dios, Anna. ¿Qué son estos? —Frankie baja su cámara para agarrar con su
índice y su pulgar unos jeans viejos, como si los pantalones pudieran transmitir un
contagioso virus.
—Anna, cremalleras en los tobillo nunca son buenos recuerdos. ¿Y qué demonios
es esto? Está completamente arruinado.
Mi boca se secó mientras Frankie sacaba una camiseta blanca de la bolsa plástica
en la que la he mantenido durante el último año, guardada detrás de los zapatos en
el piso del closet. Tiene manchas de morado, en costras y decolorado, en
comparación con el azul original del cumpleaños. Al principio no quería lavarla
porque me recordaba esa noche y todo en lo que se suponía que se convertiría.
Después que él murió, no quería lavarla, deshacerme de ella, o hacer algo en
absoluto con ella.
Nunca.
—¡No! —Me arrojé hacia ella y le arrebaté la camisa de sus manos con más fuerza
de la que me proponía. Es la única prueba que sobrevivió de la noche en la que
Matt y yo cambiamos de amigos a lo que sea en lo que nos convertimos, y es casi
imposible para mí no llorar.
—¿Qué te pasa, Anna? Es sólo una camiseta blanca. Puedes comprarte una nueva
por sólo cinco dólares.
Sólo dile.
Dile.
—¿Huh? Oh, lo lamento. Nada. Estoy bien. Me… me desharé de eso después. Como
sea, mira esto. —Tragué el nudo en mi garganta, empujé la camiseta detrás de
algunas cajas de zapatos en el closet, y saqué un par de diminutas pantuflas de
Snoopy—. ¿Recuerdas cuando teníamos pantuflas iguales en tercer grado?
—Anna, teníamos todo igual en aquel entonces. Esto… —ella pasa su mano sobre la
ropa—, es una fashion… una fashion Heidelberg, como tu dirías. No sé cuando nos
alejamos tanto del camino.
—Rescatable. Y no lo hay.
1Es una ciudad alemana, e importante destino turístico, por su centro histórico; el castillo de Heidelberg y la
universidad más antigua del país. Frankie confunde el nombre de la universidad, con el de la ciudad.
—Sí, eso es lo que dije. Rescatable. Así como, capaz de ser rescatado. Además, todo
lo que de verdad necesitamos son bikinis, shorts de jean, y sandalias. Y tal vez un
vestido o dos para salir en la noche. Ahora que lo pienso, tal vez deberíamos
comprar…
Miré a Frankie de arriba abajo y me mordí la uña del pulgar. Tal vez unas
vacaciones en la playa con mi sorprendente mejor amiga no es tan buena idea. —
No lo creo, Frankie.
—Anna, nadie nos notará si andamos por allí con ropas de viejas. Pensarán que
estamos embarazadas o algo así.
—Exactamente.
—Anna, eres hermosa, y lo sabes. Sólo debes dejar de ser tan tímida y empezar a
mostrarte. Ponte un poco de brillo labial, camina derecha, echa tus hombros atrás,
mete la barriga, saca tus senos… ¡y muéstrate!
KABOOM!
Ella lo mira fijamente por mucho tiempo, trazando el camino del agua en la
ventana, distante. Ella hace eso algunas veces, como si su mente se dividiera y una
de las partes se quedara conmigo y la otra esta fuera, viviendo una vida
completamente diferente en la distancia, con personas que no puedo ver ni oír.
—Él amaba las tormentas en la noche, ¿recuerdas? —susurró, más como una
reflexión a la ventana que conmigo. Asentí y apoyé mi cabeza en su hombro. Era lo
más que había dicho de él en un largo tiempo.
Capítulo 5
Traducido por Virtxu
Corregido por Anne_Belikov
A
la mañana siguiente, totalmente en contra de mi voluntad, Frankie le pidió a
Tía Jayne que nos dejara en el centro comercial y que nos condujera a su
tienda favorita, Bling. Todo adentro —incluido el personal—, es o podría
verse o pasar por caucho, purpurina, o alguna combinación de los mismos.
Apoyada en el sistema de altavoces que iban del suelo al techo, detrás del
mostrador, una rubia tan sólo unos años mayor que nosotras hojeaba las páginas
del Celeb Style de este mes y meneaba la cabeza, colgantes de corazones de plata
bailaban por encima de sus hombros al compás del tecno tras de ella.
Nunca disuadida por una mujer con un halter3 negro, Frankie dio un golpecito
sobre el mostrador.
—Hola —gritó sobre la música—. ¿Te han llegado los nuevos trajes de baño?
La Chica Goma4, la cual llevaba unos vaqueros cortos que parecían ropa interior
con bolsillos, levantó una ceja a Frankie y sacudió la cabeza hacia el rincón más
alejado de la tienda.
—Lo que sea. —La Chica Goma pasó la página y dio un largo suspiro, mi-vida-es-
tan-dura.
3 Estilo de ropa, donde el cuello es muy alto y la espalda está casi al descubierto.
Cuando ella encuentra algo con potencial, tira de la tela para simular un día duro
en el surf y lo sostiene a la luz para asegurarse de que haya la cantidad correcta
para ver a través.
—Toma esta mitad, y luego nos la cambiamos. —Me pasa un montón de brillante y
centelleante lycra a medida que avanzamos hacia el probador y nos metemos en
probadores contiguos.
—Creo que es necesario que permanezcamos con el negro —le digo a Frankie
mientras abro un poco la puerta del vestidor para mostrarle una cosa horrible
color naranja que se extiende en particular por mi parte trasera, el tercer traje más
atroz que me he probado—. Se supone que adelgaza.
Cinco posibles más, cinco rechazos más. Bueno, tal vez el amarillo del año pasado
de una sola pieza con el escote de margarita tenga potencial.
—No —dice ella, saliendo de su probador—. No está permitido mencionar ese traje
amarillo de nuevo. Creo que he encontrado uno que me gusta. Ven a ver.
Abro mi puerta. Frankie es una visión envuelta en una bata blanca brillando bajo la
luz del probador.
Ella abre la bata y muestra un traje azul celeste estilo halter con lazos en el cuello y
en las caderas y que cubre lo suficiente de Frankie para mantener a todo el mundo
maravillado. Estaba hecho para ella, lo demostró la reunión de madres e hijas a su
alrededor como ovejas perdidas en busca de su orientación a través de los pastos
enredados de la colección de trajes de baño de Bling.
—¿Me hace ver muy gorda? —Tira un poco de la parte inferior y se vuelve hacia
Frankie sonríe. Las mamás están de acuerdo. Una niña mira. Celeb Style, aquí viene
ella.
—Sí —dicen las ovejas perdidas y ella dice: —Está bien, siempre y cuando tú estés
siendo honesta.
Me duele la cabeza.
—Um, ven aquí. —Antes de que pueda decir otra palabra, Frankie me agarra la
muñeca y tira de mí a la sala principal poniéndome en frente al espejo de tres vías.
Afortunadamente, las ovejas se han disuelto.
—Pero yo…
—Oh, Dios mío —chilla Frankie—. Anna, se me acaba de ocurrir la mejor idea de
todos los tiempos.
—No, escucha. —Ella pone su brazo alrededor mío y baja su voz—. Se trata de
Albatros. —Su ceja rota parece estar bailando mientras se mueve sugestivamente.
—Es perfecto. Estamos en California durante veintitrés días, ¿verdad? —Ella hace
algunos cálculos rápidos con sus dedos, mirando hacia el techo para
concentrarse—. Si nos permitimos tres días para la llegada, la exploración, y la
estrategia, eso nos deja dieciocho, diecinueve, veinte. Veinte días, más o menos.
—Veinte chicos.
Creo que está bromeando, pero sus ojos están fijos. Tengo que parar esta locura
antes de que ella nos compre el pack familiar de condones en la farmacia.
—Vamos, Anna. Sólo quise decir que si pudiéramos conocer a un chico por día, y
quizás hacer una pequeña prueba de manejo, sin duda podrías deshacerte de la AA
en algún momento, ¿verdad? Incluso podemos hacer una apuesta. Quien tenga las
mejores perspectivas, gana.
—Veinte días —digo, feliz por su duradero entusiasmo—. Veinte chicos. Estoy
dentro.
Capítulo 6
Traducido por Andre_ G (Traducción S.O.S.)
Corregido por Anne_Belikov
M
ientras los días se convertían en las horas finales antes del viaje, siempre
que pensaba sobre el plan de Frankie de los veinte-chicos, no podía
ignorar la irritable sensación en mi estómago que acompañaba al rostro
de Matt, desvaneciéndose decepcionado.
¿Pero veinte, Anna? ¿Tienen que ser veinte? ¿Qué tal cinco? ¿O tres? ¿O uno?
Sacudí mi cabeza y empaqué los últimos artículos de mi lista. A menos que Papá
tuviera un cambio de actitud de último minuto, partiríamos mañana en la mañana.
—Eh, no, sólo repasando mi lista se equipaje. —Veo a Papá detrás de ella y espero
que ellos no hayan estado parados en ese lugar por mucho tiempo. Entonces veo el
aspecto grave en sus rostros y trago con fuerza, esperando que ellos sólo estén
aquí para recordarme sobre el bloqueador y los salvavidas y en general sobre ser
una buena niña para Tío Red y Tía Jayne.
—Eh, de acuerdo. —Yo remuevo y redoblo algunas cosas de mi maleta para crear
la ilusión de que estoy ocupada.
No puedo decir si eso es una pregunta o una afirmación, así que me hago la tonta.
—¿Qué quieres decir?
—El día de hoy vine a casa entre open houses5 y la vi —él dijo. Papa trabaja en
bienes raíces, así que su horario puede ser impredecible. Frankie debería saberlo,
su ventana da hacia nuestra casa. Han pasado algunos meses desde la última vez
que él la atrapó, cuando me interrogó sobre mis inexistentes hábitos con el
cigarrillo y me hizo prometerle que haría que ella lo dejara.
—Ella sólo… se dio cuenta que… es solo que… no lo sé, papá. —Me rendí. La única
excusa que podía pensar era la verdad, ella está rota. Hasta que alguien pueda
encontrar la forma de repararla, ¿qué otra cosa puede hacer?
Papá suspiró. —Anna, ¿Crees que el viaje tal vez sea algo que los Perinos necesitan
hacer juntos, como una familia?
—Sé que ellos están yendo como una familia —dice papá—. Quiero decir, sin la hija
de sus vecinos metiéndose debajo de sus pies.
Él dice “la hija de los vecinos” como si yo fuera un percebe6 que incluso fuertes
productos químicos no pueden remover del casco de su tragedia familiar.
—Papá, ella en cierto modo me necesita allí, ¿lo sabes? —Me obligo a mantener la
voz estable, pensando en la “visualización positiva” de Frankie. Estoy en la playa.
Allí hay chicos babeantes y postales y algo sobre hermosas sirenas…
—Eso lo entiendo, Anna. Es sólo que… ¿Alguna vez has pensado que parte de la
razón por la que Frankie no sigue adelante es que tú no la estás dejando hacerlo?
Yo miro a mamá buscando apoyo, pero sus ojos están en mí expectantes, como si
yo pudiera ver en cualquier minuto su lógica irrefutable y desempacara mis
5
Término utilizado en bienes raíces, para referirse a las casas que están en venta, y poseen un “puertas
abiertas”, para que el público las vean.
6 Crustáceo marino cilíndrico que posee un caparazón compuesto por cinco piezas. El término se usa para
referirse a personas torpes e ignorantes.
—Anna —papá dice con gentileza—. Todo lo que estoy diciendo es que mientras
estés alrededor, Red y Jayne no se tienen que preocupar realmente por Frankie, tú
lo estás haciendo por ellos. Y en un viaje a dos mil millas de distancia que será
extremadamente difícil para ellos, eso complica las cosas. Sólo queremos
asegurarnos de que tú estés lista para lidiar con esto.
¿Lidiar con esto? No sólo reduce el estado emocional de mi mejor amiga a algo
similar a un molesto sarpullido, sino que también planta una nueva semilla en mí
ya abarrotado cerebro.
Desde la muerte de Matt, la tierra ha hecho más que un viaje completo alrededor
del sol, bastante tiempo para superarlo, de acuerdo con los libros oficiales y
terapeutas y consejeros escolares que han tratado de hablarme sobre mi papel
“protector” en la vida de Frankie.
Yo no lo he superado.
Y no quiero hablar al respecto, porque algún día su nombre rozara mis labios en
presencia de ella, y a través de un involuntario sonrojo de mis mejillas, un
empalago de ojos, un aliento soltado demasiado fuerte, o una simple lágrima, el
secreto que supuestamente yo debo mantener guardado por siempre será
revelado.
—Cariño —dice mamá. Me da una suave mirada con su cara de Tú Puedes Hablar
Conmigo, que tan sólo es un poco más tolerable que su prima cercana, la cara de Yo
También Fui Una Vez Joven. A diferencia de la cara de YTFUVJ, que normalmente
significa que ella sabe que tengo algo entre manos y que es mejor que no mienta al
respecto, la cara de TPHC es en partes iguales culpa y empatía con un poco de
“¿seguimos siendo amigas?” y “Tu padre no es un tipo malo” mezclada en ella.
—Tú papá y yo sólo estamos preocupados por Frankie. Sabemos que ella está bajo
mucha presión, y tú has estado manejado algunas emociones realmente duras con
las cuales tal vez Red y Jayne deberían estar más involucrados.
—Lo sabemos, Anna —dice papá—. Por eso es que tú mamá y yo estamos
preocupados. California va a ser especialmente difícil para ellos, y quien sabe cómo
va a afectar eso a Frankie. Puede que vayas a tener que ser la fuerte allí afuera,
¿Está bien?
Sofoqué una risa, recordando algo que Matt me dijo en sus últimos días. Frankie
estaba haciendo de niñera en una casa de nuestra calle, y Matt y yo estábamos
pasando el rato en su cuarto clasificando sus libros y música entre pilas de “se
quedan en casa” y “van a la universidad”.
—Sé que no me estoy yendo muy lejos —dijo él, barajeando entre los CDs de “se
quedan en casa”—. Pero estoy preocupado por Frankie. No quiero que ella se
sienta como si nosotros no la quisiéramos alrededor, o como si ella estuviera sola.
Creo que va a ser difícil para ella cuando se entere sobre nosotros. Tendrás que ser
la fuerte, Anna.
—No quise decir eso —dijo él, acercándose a mí en el borde de la cama, tomando
mi rostro entre sus manos.
Levanté la mirada hacia él con dolor fingido. Luego lo abordé, clavándolo a la cama
con otro beso.
—Muy bien, tú ganas. Tú ganas. —Él se rió. Yo me quedé encima de él, descansado
mi cabeza sobre su pecho mientras él jugaba con mi cabello hasta que Frankie
volvió a casa.
—Lo difícil hay que dejarlo a un lado —mamá interrumpió—. Yo también creo que
—Si —dije, esperando que ellos no vieran mis mejillas ardiendo—. Muy bien. —
Papá se levanta de la silla del escritorio—. Termina y metete en la cama. Mañana
tienes que levantarte muy temprano.
Finalmente.
Matt pudo haber muerto de cien formas distintas, pero siempre que miraba el
cristal, pasaba a través de la historia de nuestra amistad buscando cosas que
podría haber hecho de un modo distinto o haber dicho antes para romper la
cadena de eventos que guiaron a ese día en el coche, el día en que su corazón dejo
de funcionar. Hola Matt, estoy enamorada de ti. No vayamos hoy por helado. Tan
sólo vayamos a buscar un lugar para escondernos.
Antes cuando aún seguíamos siendo “sólo amigos,” yo solía escribir en mi viejo
diario sobre él, el cual cargaba para todos lados. Escribía sobre haber pasado el fin
de semana con él y con Frankie, o sobre él pasándose por mi casillero entre las
clases en la escuela, o sobre los libros que él me daba para que leyera y así
pudiésemos hablar después sobre ellos. Sólo algunas veces llegué a admitir mis
verdaderos sentimientos por él en el papel, siempre temía que alguien encontrara
mi diario y le enseñara a él todos mis secretos.
No tuve tiempo para pensar en lo que estaba sucediendo, mucho menos para
escribir cartas que él nunca leería.
Unos cuantos meses después de que él murió, volví a empezar a escribirle, sólo de
vez en cuando. No en una forma de comunicación-con-los-muertos, pero si ayudó a
sentirme más cerca de él, especialmente después de una difícil noche con Frankie o
en noches en las que no podía parar de pensar en él.
Querido Matt,
Sabes, guardé cada una de tus postales. Están aquí en una caja debajo de mi cama,
todas las pequeñas historias que tú enviaste, como pequeñas piezas de California.
Como los cristales de la playa que ustedes siempre me traían. Algunas veces los
dejo sobre el escritorio y presionó mí oído contra las piezas, tratando de escuchar
el océano. Tratando de escucharte a ti.
Matt, por favor no pienses mal sobre el concurso de Frankie. Es sólo un tonto
juego. Es tan Frankie ¿Sabes?
Por favor cuida de nosotros mañana, y las próximas semanas mientras estamos allí
lejos. Tú estarás en mis pensamientos todo el tiempo, como siempre lo estás.
Pasé mis dedos sobre su nombre en la carta y cerré mis ojos, imaginándome que
cuando llegamos a California, él estará allí esperándonos, sonriendo con su cabello
amanzanado y su collar de cristal azul de mar.
Capítulo 7
Traducido por Eli25 (Traducción S.O.S.)
Corregido por Anjhely
—T
e veo en unas semanas. —Mamá me da un abrazo de despedida
en la puerta de entrada de los Perinos—. Llámanos cada dos o
tres días y no te olvides de enviar postales.
—Recuerda lo que dije acerca del filtro solar y siempre nada donde el vigilante te
pueda ver y oír —dice papá—. El océano puede ser peligroso, especialmente
durante la época de vacaciones cuando las playas están abarrotadas.
—Papá, cubrimos esto ya. Además, odias las vacaciones —me molesto—. ¿Cómo
sabes cómo son las playas?
Miré por la ventana de atrás mientras mis padres se despedían desde el patio y se
hacían más y más pequeños mientras vamos subiendo por la calle. En menos de
medio día, me bajaría de un avión a dos mil millas de distancia de donde ninguno
de ellos jamás irá. Por un momento considero sus aflicciones anti-viaje extrañas,
antes de darme cuenta de que nunca he estado en un avión y podría estar
maldecida muy bien con el mismo miedo a volar que mantiene los pies de papá
plantados en el suelo.
Miro su ceja y sintió una punzada de dolor en la muñeca, los fantasmas de las viejas
heridas. Ella no lo nota.
El sol sólo se está asomando por el horizonte cuando Red sale a la carretera.
Alterna entre escanear la charla de la mañana en la radio que da las noticias y el
tiempo y trata de participar en la conversación de Jayne. He estado lejos toda la
mañana, asintiendo y sonriendo, cortés pero preocupada. Sigo la pista de Frankie y
continúo nuestra conversación como si fuéramos cualquier otra familia normal que
toma algunas vacaciones normales.
Frankie me habla del itinerario: el que tiempo lleva el vuelo a San Francisco, lo que
haremos cuando aterricemos, el viaje a Zanzibar, donde almorzaremos, a qué hora
debemos llegar a casa.
—No puedo creer que tenga dieciséis años y nunca haya pasado por la seguridad
en el aeropuerto —digo cuando me quito los zapatos y los pongo en la cinta
transportadora al lado de los de Frankie—. Estoy demasiado protegida.
—En el cuarto de baño. —Red asiente hacia la señal azul y blanca por el vestíbulo.
—Está bien, chicas. Sólo unos pocos nervios antes del viaje, eso es todo. —Tío Red
mete las manos en los bolsillos y mira hacia los cuartos de baño—. Sólo unos
nervios.
—No puedo creer que el aeropuerto tenga una tintorería y Jack Java —digo,
sorbiendo con ruido mi zalamero. Aunque había viajado al aeropuerto con mamá y
papá para recoger y dejar parientes, nunca había estado tan adentro. Encima del
sonido de los anuncios y llamadas de final de embarque a destinos exóticos, los
padres regañaban a sus hijos, las personas gritaban en teléfonos móviles, y los
amigos recuerdan el pasado acerca de sus vacaciones antes de embarcar a los
aviones que los llevarían a casa. Es como un mundo subterráneo secreto, un flujo
constante de llegadas y salidas, de reuniones y rupturas, holas y despedidas, antes
y después.
—Tienen de todo aquí, hasta un balneario —me dice Frankie—. Podrías vivir
totalmente en el aeropuerto.
—A.B.S.E., día uno. Salida. Anna Reiley, visitante principiante al aeropuerto, bebe
de su zalamero esperando su vuelo a California. El aire está cargado de entusiasmo
cuando Reiley devora los últimos trozos de su panecillo sin grasa. ¿Díganos,
Señorita Reiley, cómo se siente al fin al ver el funcionamiento interno del
aeropuerto?
—Está bien, gracias, Señorita Reiley. —Frankie gira la cámara hacia ella misma—.
Soy Frankie P., en directo desde el aeropuerto, me despido.
Red y Jayne se reúnen con nosotras en frente de Jack, piden dos mezclas grandes
de la casa para llevar, y nos dirigirnos a la puerta. Después de unos pocos sorbos de
café fuerte, Jayne parece un poco mejor. Se ríe cuando Frankie y yo le mostramos
nuestra entrevista simulada.
Todavía tenemos una hora antes de embarcar, así que Frankie y yo pasamos el
tiempo escribiendo historias en la parte de atrás de mi diario sobre los otros
pasajeros de la zona de espera. Pasamos desde Duane Durstein, un pervertido, una
esposa de un vendedor de seguros estafador; Gloria Masterson de Boston
Mastersons (dinero de familia), que ignoró hace mucho tiempo su familia cuando
se negaron a aceptar su amor por los perros de lana de exposición; y Mickey, un
niño de seis años con orejas flexibles gigantescas que se niega a escuchar a su
agotada madre. Realmente, esa parte no es inventada, la madre del chico le llama
Mickey, también. Antes de que podamos pasar a la mujer de la sudadera de
ganchillo Americana, el asistente en la encimera llama a nuestra fila.
Alcanzo mi bolsa buscando mi diario para que pueda escribir acerca de todo lo que
veo en el avión y me doy cuenta con un pánico repentino que mi bolsa no es tan
abarrotada como debía ser.
—¡Frankie, no lo puedo perder! —Los pasajeros en las filas vecinas miran con
cierto interés cuando comienzo a hiperventilar. ¡Tengo la piel de gallina! ¿Cómo
pueden estar todos tan tranquilos con esto?
—¿Todo bien? —Una alegre auxiliar de vuelo en un traje azul marino, Darcy, según
el nombre en su etiqueta, apareció al final de nuestra fila.
Después de lo que se sintieron como tres días, la alegre Darcy volvió a nuestra fila,
con el cuaderno en la mano.
—¿Es este? —pregunta—. Uno de los pasajeros se lo dio a Meg ahí adelante.
—¡Sí! —Lo alcancé sobre Frankie y el pasajero anónimo en el asiento del pasillo,
prácticamente arrebatando el diario de las manos con manicura de Darcy. —
Muchas gracias —digo, hojeando las páginas para asegurarse de que nada se ha
roto, comido, rociado, o dañado de algún modo durante nuestra breve pero
dolorosa separación.
—Lo hago. Fliparía así si perdiera mis películas. —Sonríe y enciende su iPod con
Helicopter Pilot de doble-vida que descargamos anoche.
A mitad del vuelo, despego la cara del cristal y me doy cuenta de que no he sentido
ninguno de los síntomas de miedo a volar que papa me advirtió; náuseas, manos y
pies húmedos, latidos del corazón, nudillos blancos, generalmente convirtiéndolo a
uno en idiota (de la misma manera que cuando perdí mi diario, el cual fue un
accidente extraño y agradecidamente acabó rápidamente). Miro el país entero al
que vamos, los ríos, los lagos, las montañas que se parecen a ondas en el suelo—, y
los mosaicos de retazos verdes y amarillos de Centro América.
—Mira, Anna, ese es el puente Golden Gate7. —Frankie se inclina sobre mi cadera
para señalar un puente anaranjado inmenso que se extiende infinitamente. Más
allá está el océano Pacífico, salpicado con tiras de espuma blanca por encima y los
triángulos suaves de los colores de los veleros.
Amo el vuelo y las vistas tanto, que si tuviéramos que regresar a casa en este
momento, todavía se sentiría como unas vacaciones completas.
Es casi la una cuando bajamos por fin del avión, aunque son sólo las diez en
California. Después de encontrar nuestras maletas, recogemos nuestro coche
alquilado y nos dirigimos a la Carretera de la Costa del Pacífico. En menos de dos
horas, estaremos en Bahía de Zanzibar, puerta al A.B.S.E.
Como en el avión, Frankie permite que tenga el asiento con la mejor vista. Abro la
ventanilla y miro el océano; un rayo interminable de brillante azul y verde. El
humor en el coche es una yuxtaposición de entusiasmo y tristeza, alternando en
ondas de sonrisas y risa cuando la familia de Frankie indica varios sitios y las
bromas por mi perplejidad a la extrañeza de todo, seguido por un silencio, la
melancolía tácita que empuja en los espacios que Matt dejó atrás.
Aunque me había sentado con ellos durante las sesiones con el consejero escolar,
en el salón de Frankie, en las comidas torpes en familia, en los festivos donde nadie
hablaba y todo lo que podía oír era el tintinear de tenedores contra los platos,
ahora viajar en coche con los Perinos cuando las escenas navegaban por la
carretera evocaba recuerdo tras recuerdo en la memoria invisible, sin hablar, es lo
más duro que he hecho desde el funeral de Matt.
Tendrás que ser la más fuerte, Anna. —Chicas ¿queréis parar y conseguir una
mejor vista? —pregunta Red después de una hora en la carretera, cambiando de
7 Famoso puente situado en California, que une la Península de San Francisco por el norte, con el sur de Marin.
Frankie y yo andamos hacia la orilla del precipicio mientras Jayne saca un surtido
de rosquillas del aeropuerto y cajas de zumo de una nevera de nylon y los
establece en la mesa de picnic. Nos inclinamos en las barandillas de madera y
dejamos caer piedras sobre la orilla, cada una se hace añicos contra la roca de
abajo en diminutos fragmentos y el polvo se arremolina y zumba antes de
disolverse en el océano. Si no fuera por las rocas de dolomita, según la indicación
de información detrás de nosotros, la base del precipicio se habría erosionado en el
tumulto del océano hace miles de años, y Frankie y yo no estaríamos suspendidas
tan perfectamente como si estuviéramos encima del agua.
Anna, cuando conozcas el océano, lo sientes más de lo que lo ves. Si tienes suerte,
ese asombro nunca se desvanece, y lo sientes cada vez que vuelves aquí. Lo
sentirás algún día.
—Chicas —llama Jayne desde la mesa de picnic—. ¡No tan cerca a la orilla! Venid y
tomad algo de beber. ¡Tenemos tres semanas más para disfrutar de la vista!
—Vayamos —digo.
—Mira… focas. —Ella apunta a diez metros por la orilla de la costa, donde una
docena de bultos marrones se menean y juegan en la arena, ladrando como alguna
clase de perros de agua.
—Anna, ¿qué es la primera cosa más guay que has visto en toda tu vida?
Él no dijo nada después de eso. Solo me miró a los ojos durante un largo, largo
tiempo, perdiéndonos todas las estrellas encima de nosotros hasta que fueron
demasiado ligeras para verlas de todos modos.
—Focas. Las focas son oficialmente lo más guay que he visto en toda mi vida.
—Eso va a ser genial, Twinkies8 —dice Red. Aunque hace mucho tiempo ya que
nos deshicimos del guardarropa amarillo asociado con bebés cuyos padres no
sabían de qué sexo serían, Frankie y yo aún somos inseparables. Ese es nuestro
apodo exacto de la niñez.
—¿Estás bien, Anna? —susurra Frankie delante de las focas cuando Red y Jayne
suben al coche.
—Creo que sí —digo—. Sólo captúralo todo. —Pateó el suelo, enviando una pila de
detritus que cae en cascada por la vertiente rocosa. Una nueva brisa succiona el
aire húmedo sobre el precipicio y recubre nuestros brazos con una niebla de plata.
—Él está aquí —susurra a través del océano. Tomo su mano y cierro los ojos otra
vez, estabilizándome a mí misma con otra la mano en la barandilla, flotando.
Así cuando comienzo a sentirme nostálgica para almorzar, Frankie indica una
erosión azul a lo largo del hombro.
Después de dejar la carretera principal, Red anda y se lanza a través del Bulevar de
Luz de la Luna, Muelle 7, según la señal que nos da la bienvenida a la calle
principal. Atascada con turistas, perritos calientes, trajes de baño de neón, el
muelle es un asalto en cada uno de los cinco sentidos, posiblemente el sexto
también.
No es el pueblo mismo, sino las personas. Nosotros. El verano parece llegar con
nosotros, como si el lugar entero hubiera estado durmiendo desde el mes de
septiembre pasado, despertando sólo cuando los taxis y los coches de alquiler
forman una fila para depositarnos a lo largo de la playa, las familias con
pequeñines, estudiantes universitarios de vacaciones, los retirados procurando
calentarse a sí mismos bajo el sol de California, y nuestra propia pandilla de lo más
variopinta. Juntos rompemos en el muelle como un maremoto que se frota los ojos
soñolientos del sueño de invierno, convirtiéndonos a nosotros en café.
—Así que ¿qué piensas? —me pregunta Red—. Bastante asombroso, ¿huh?
—La ubicación es a un lado, quiero fingir que estamos aislados de la mayor parte
del resto del mundo de aquí. Es bastante tranquilo, con excepción de los surfistas. Y
los turistas. Y los vendedores. Y todos los niños que chillan. —Tío Red suspira—.
¿Recuerdas cuando este lugar era de alguna manera un secreto, Jayne?
—Eso fue hace una vida. —Jayne mira fijamente afuera sobre el agua cuando Red la
abraza y besa su cabeza. Sonríe, sólo un poco. Se aparta, sintiéndose como un
intruso.
—Vayamos a ver si nuestra mesa está lista —dice Frankie—. Anna, tienen la mejor
piña colada de aquí. Espera a probarlo.
—Sin alcohol, por supuesto —dice Jayne, alejándose de Red. Frankie sonríe—.
Vírgenes. Por supuesto.
Después del almuerzo, inclusive con dos de las mejores piñas coladas, Frankie y yo
entramos en la cola para el helado en Lechería de Caramelo Caroline de al lado,
Ultra Adelgaza Rápidamente está maldito. Jayne parece estar sintiéndose mejor,
pero aprendí pronto después de que Matt muriera que incluso algo tan sencillo
como pedir queso gratinado en un menú para un comensal puede soltar una
inundación de recuerdos imposibles de acorralar.
Con los conos de helado en la mano, paseamos por la parte de atrás del soporte del
muelle, en dónde esperamos nuestra mesa en “Brisa”. Cuando lamí una gota
fugitiva de chocolate de cereza fundido en la mano, comencé a ser súper consciente
de nuestros alrededores. La antigua calma del vaivén de la marea. El grito de las
gaviotas que pasan a lo alto. El olor a sal y peces que continúa en la brisa tibia. Con
cada paso por los viejos tablones de madera del muelle, granos diminutos de arena
que hacen autostop son pulverizados bajo los tacones. La arena que viaja millones
de millas en miles de millones de años a través de continentes movedizos y
océanos agitados, sobreviviendo a las placas tectónicas, la erosión, y la
sedimentación sedentaria son aplastados por nuestras nuevas sandalias.
—Chicos. Con sombreros de béisbol. Allí. ¡Dije que no miraras! Nos descubrirán
Asiento y doy una mirada casual a los chicos en cuestión, esperando a que mi
corazón salte o las palmas suden o la lengua llegue a estar desesperadamente
atada. Pero todas las funciones fisiológicas se quedan intactas. Se ven como todos
los chicos en casa, sólo que más bronceados.
—¿Qué es genial? —pregunto, pensando que si esto es tan bueno como sigue, me
arrastraré alrededor del viejo albatros durante un buen rato.
—Lo genial, Anna, es que nos están mirando totalmente. Y no hemos ni siquiera
acabado o algo.
Miro sus pestañas y la capa fresca del brillante rímel que se aplicó en el baño de
“Brisa”. —Mmm hmm.
—Lo que quiero decir es que, hemos estado aquí una hora y ya hay perspectivas.
Llegaremos a veinte fácilmente. Quizás lo debemos aumentar a treinta.
Capítulo 8
Traducido por Sheilita Belikov
Corregido por Anjhely
F
rankie inmediatamente cambia a la Buena Hija, guardando a la Seductora
para un momento más adecuado, es decir, libre de padres. Los chicos frente
al muelle deben haber sentido su cambio de personalidad, o el peligro de un
padre que se acerca, ya que no están en ningún sitio que se detecte cuando Red y
Jayne llegan hasta nosotras.
—¿Así que cuando nos dirigimos a la casa? —Interrumpo para evitar que esta
situación incómoda se vuelva mucho peor. Debido a que Red y Jayne se han vuelto
relativamente poco exigentes en disciplinar a Frankie, ella es menos cuidadosa con
sus secretos de lo que las leyes de relaciones entre padres e hijos dictan. No creo
que diría algo realmente horrible, como: “Acabo de perder mi virginidad con un
estudiante de intercambio extranjero, por favor me pasan la sal”. Pero no quiero
correr ningún riesgo con nuestra competencia y arriesgarme a ser enviada a casa
el primer día. Qué vergonzoso. ¿Qué pensarían Red y Jayne si supieran que su hija y
su mejor amiga organizaron una cacería de hombres, más bien, una cacería de
veinte hombres, en las vacaciones familiares?
—Tenemos que recoger algunas cosas básicas para la cena de esta noche y el
desayuno de mañana —dice Red—. Entonces nos vamos. La casa está a unas cinco
millas colina arriba desde aquí.
Tío Red y tía Jayne guardan silencio desde el camino de tierra hasta la cima.
Mientras serpenteamos alrededor de una arboleda de palmeras en la cima de la
colina, la casa aparece de pronto como si hubiera estado esperando detrás de los
árboles para saltar sobre nosotros.
—Wow —susurro. No puedo decir nada más. La vista de ella, en vivo y de cerca, me
enmudece. No es gigantesca o vanguardista ni nada, pero es impresionante para
mí, un cuento de hadas que vivía en cientos de fotografías e historias, finalmente
viniendo a la vida. Es toda de madera y con ventanas de arriba a abajo. Bajo el
brillante color naranja del sol, se ve como si estuviera ardiendo, un gigantesco
triángulo de vidrio quemándose contra el cielo azul.
Todos nos quedamos sentados en el coche durante unos minutos, sin decir nada.
—Voy a echar un vistazo a la vista desde el patio trasero —digo, saliendo del coche
y del silencio.
Me dirijo por la colina gradual al patio trasero, bajando la mirada al capó plateado
del coche desde la parte superior. Los tres están congelados, con miedo a moverse.
No puedo decir si están hablando, pero Frankie está inclinada entre los dos
asientos delanteros.
Me quito mis sandalias y camino por la hierba húmeda hasta los escalones,
sentándome en el inferior y cavando un pequeño túnel en la arena con mis pies.
Está húmedo y frío bajo la superficie caliente, tal y como Matt dijo.
Mientras las olas se acallan contra la orilla, pongo mi vista hacia el océano y veo
unas cuantas familias dispersas a lo largo de la playa. Frente a mí, una madre está
hasta las rodillas en el agua, agitando sus manos y llamando a dos niños a venir a
almorzar.
Cuando un ser querido muere, la gente te pregunta cómo lo estás llevando, pero
realmente no quieren saber. Ellos buscan la afirmación de que estás bien, que
aprecias su preocupación, que la vida sigue y así puedan ellos. Secretamente se
preguntan cuando el estatuto de limitaciones para preguntar caduca (es de tres
meses, por cierto. Escrito o no escrito, ese es todo el tiempo que le toma a la gente
olvidar lo único que tú nunca podrás).
No quieren saber que nunca más vas a comer pastel de cumpleaños porque no
deseas borrar el sabor mágico del betún sobre sus labios. Que te despiertas todos
los días preguntándote por qué tienes que vivir y porque no. Que en la primera
tarde de tus primeras vacaciones reales, te sientas delante del océano, con la cara
caliente bajo el gigantesco sol, pidiéndole que te dé una señal de que todo está
bien.
—¡Aquí estás!
—Sí. —Me muevo a un lado para hacerle espacio en mi escalón y pongo mi cabeza
sobre su hombro—. Sólo estaba pensando en él.
—Yo también. —Sus ojos están rojos y vidriosos, pero ella sonríe—. Creo que lo
más difícil ha terminado. Estamos oficialmente fuera del coche.
—¿No es asombroso, Anna? —Ella mira hacia el agua—. Te hace sentir bastante
pequeña, ¿eh?
Pienso en los rostros de la escuela cuando pasábamos por los pasillos —ojos
mirando a otro lado, bocas susurrando—. “Ahí va la hermana de Matt. Oye, ¿no es
esa su mejor amiga?”
—Excepto por ti —ella dice—. Eres la única que conoce el gran secreto negro. Y
eres una bóveda cerrada cuando se trata de mantener secretos. —Se ríe, pateando
la arena con las puntas de sus pies.
El agua es más fría de lo que esperaba. Penetra en los dedos de mis pies hasta que
estoy acostumbrada a la temperatura y ya no puedo indicar la diferencia entre el
aire y el agua en mi piel. Me arrodillo y recojo un puñado de lodo y piedras,
mirando fijamente mi palma ahuecada mientras la arena oscura y húmeda se
aclara en el aire.
—¿De dónde crees que vienen? —pregunto, dejando caer las manos al agua para
dejar que las olas pasen sobre ellas.
—De muchos lugares, supongo —dice Frankie, agachándose para recoger una
piedra lisa y del tamaño de una ciruela—. El océano tiene un suministro
interminable de cosas interesantes. Por la mañana, encontraras conchas y cristales,
también. Mira esto. —Sostiene la piedra frente a mí—. Puedes ver tiras de colores
de otras piedras y arena que fueron prensadas juntas durante millones de… ¿qué
estás mirando?
Sonrío. —Sabe, Señorita Perino, para alguien que casi reprobó ciencias de la tierra,
claro está que sabe mucho sobre el ecosistema oceánico.
Abro la boca para discutir, pero en cierto modo tiene razón. Ciencia: una
explicación muy elaborada creada por el hombre para explicar todos los misterios
de la vida. Naturaleza: su propia creación, su propio misterio, existiendo desde
mucho antes de que respiráramos por primera vez y mucho tiempo después de
que respiremos por última vez.
Ella me mira y sonríe suavemente. Su cuerpo está aquí conmigo, sus pies dejando
huellas en la arena mojada, pero sus ojos están a un millón de años de distancia,
nadando con algunas criaturas prehistóricas mientras arena, piedras y huesos
minúsculos se prensan juntos y se reducen en partículas pequeñas por separado, la
naturaleza moviéndose lentamente hacia adelante, inafectada por las idas y
venidas insignificantes de la vida humana. De repente me siento muy pequeña, más
pequeña y menos importante que los granos de arena bajo nuestros pies, y estoy
simultáneamente consolada y humillada.
Caminamos de arriba a abajo por la orilla durante otra media hora, parando cada
pocos metros para recoger una concha vacía o un cristal cuadrado verde. Mis
dedos de manos y pies están arrugados y mi pelo estalla contra mis ojos y boca,
pero quiero pasar todo el viaje aquí afuera, con el océano reabasteciendo sus
tesoros como un viejo comerciante mientras yo sueño junto a ella en la arena.
Frankie está todavía callada, cavando en la arena por sus propios tesoros. La
última vez que estuvo en esta playa, estuvo ayudando a Matt a desenterrar
cristales para sus creaciones de joyería. Ellos se echaban uno al otro al agua.
Haciendo planes para la cena. Hablando de cómo se podría montar una ola todo el
camino hasta la orilla con sólo tu cuerpo si la tomabas correctamente.
A veces pienso que si ella supiera sobre Matt y yo, eso nos acercaría. Si tan sólo
pudiera hacerla entender cuanto me preocupaba por él, ella me dejaría entrar al
exclusivo club donde todos los miembros tienen derecho a estar irrevocablemente
tristes. En cambio, soy una intrusa. Miro por las ventanas y los veo llorar, pero
estoy en el exterior en la oscuridad, y ellos no pueden verme.
—¿Qué?
—Claro, supongo. —Se enjuaga las manos y las limpia en sus caderas—. Oye, ¿estás
lista para dirigirnos de vuelta? Podemos desempacar y preparar nuestra
habitación. Esperemos que mamá y papá estén descargando el coche.
—Está bien. —Lanzó un puñado de piedras al agua y las observo caer como lluvia.
Asentir y sonreír.
Cuando atravieso la terraza hacia la casa, la arena rechina bajo mis pies descalzos,
haciendo un sonido suave y chirriante contra el piso. Trato de no llevarla adentro,
pero Frankie me asegura que la arena en el suelo es sólo parte de la experiencia de
Zanzíbar.
Contengo la respiración cuando la Tía Jayne pone la mesa para la cena, sabiendo
que si la pluma más ligera cae sobre esta fina neblina de paz, todo se hará añicos. A
veces pienso que todos nos sentimos culpables por ser felices, y tan pronto cuando
nos atrapamos a nosotros mismos actuando como si todo estuviera bien, alguien se
acuerda de que no lo está.
Capítulo 9
Corregido por Kanon ♪♫♪
Traducido por Selune
—E
stá bien, mamá —dice Frankie, saltando para agarrar una
esponja—. Ya lo tengo.
—¡Ni siquiera hemos estado en esta casa una noche y ya te estás liando! —Ella
coge la esponja de la mano de Frankie y se arrodilla debajo de la mesa, secando el
derramado refresco de soda con una mano y sus lágrimas con la otra.
—Voy a buscarlo, Jayne. —Red salta sobre sus pies, deseoso de evitar un completo
derretimiento.
Tía Jayne agita su mano. —¿No podemos tener una cena normal en familia, por
favor?"
Ella sigue siendo impredecible. Algunos días se aferra a la palabra normal, como si
fuera la gran balsa naranja que salvara a la familia de la desesperación. "Normal" la
gente va de vacaciones de verano. "Normal" la gente cena junta. "Normal" la gente
no derrama soda en el suelo o tiene hijos muertos.
Otros días, es como ahora. Como si Matt justo acabara de morir de nuevo. Jayne lo
cogió más fuerte que nadie, y justo después del funeral, básicamente se encerró en
su habitación durante semanas, apenas comiendo, sin hablar. Mamá y yo estuvimos
allí todo el tiempo el verano pasado esperando el día en que saliera por fin de su
habitación. Después de un rato, lo hizo. Ella llegó tan lejos como hasta el cuarto de
Matt, donde se sentó en su cama y olió la ropa que había dejado allí en su último
día, nunca lavándolas o cambiando algo allí. Unos meses más tarde, todos
estábamos cenando cuando el tío Red sugirió que donaran algunos de los libros de
Matt y algunas ropas. Traté de imaginar lo que sería ver a alguien con su ropa,
como si estuviéramos haciendo cola en el supermercado y de repente, ¿¡Hey, no es
ese Matt!? No, es sólo el vecino que compró la camisa de Matt, comprando puré de
manzana y muffins ingleses para su madre. No lo podía soportar. Al parecer,
tampoco podía la tía Jayne. Sin responder, se levantó de la mesa y se retiró a su
habitación. Ella no volvió a hablar durante días, ni siquiera a mi mamá, su mejor
amiga. Era como si la muerte de Matt estuviera a punto de tragarse a todos ellos
como una ballena grande, triste, dejando tras de sí una casa llena de flores de
condolencia, cazuelas de pollo, y fantasmas.
Jayne se aturdió cuando se levantó del suelo, pero ella siguió, con rasgones tanto
en sus ojos, como su voz. —Lo siento, Frank, pero no eres la única herida aquí.
—Esto fue suficiente. —Tía Jayne se seca las manos en un paño de cocina y toma la
misma ruta que Frankie, golpeando la puerta de su dormitorio.
—Este viaje, sólo pensamos… ¡ah, olvídalo. No sé qué decir, Anna. Lo siento. —Él
arruga las cejas para mantener sus propias lágrimas, la espalda. Es realmente malo
cuando los papás lloran. En toda mi vida sólo he visto llorar a mi padre dos veces
—una vez en el hospital y luego en el funeral de Matt—. No importa lo que Matt y
mi papá dijeron… los padres se supone que son los fuertes. Probablemente por eso
Red tiene tantas líneas en la frente.
Espero a que no haya sonido que venga de arriba, antes de dirigirme hacia arriba
con mi cara de mejor amiga para encontrar a Frankie. Cuando no la veo en la sala
de color amarillo con las camas gemelas —el cuarto que siempre tuvo cuando era
niña y que compartiría conmigo en este viaje—, sé que hay un solo lugar en el que
puede estar. Voy hasta el final del pasillo más alejado de la habitación de Red y
Jayne y abro la vieja puerta de roble que Jayne nos pidió que no visitáramos,
subiendo por la estrecha escalera a la habitación del ático.
Me gustaría más que cualquier cosa que Matt estuviera aquí, que se riera con
nosotros en su vieja habitación del ático, que todo fuera una gran confusión del
hospital como cuando dan a la gente los bebés equivocados.
“Hola, ¿señor y señora Perino? Esta es Peg desde el Mercy General. Estuve leyendo
algunos archivos antiguos y encontré algunas discrepancias. Sí, ustedes saben
cómo suceden estas cosas. En cualquier caso, hace aproximadamente un año,
debido a un bien jodido papeleo, sin darnos cuenta les dimos las malas noticias de
otra persona. Resulta que Philip fue el que murió, no Matt. Matt ha estado viviendo
con una familia en Toledo. Sí, los he llamado, también. Están volando con Matt
mañana. Sin rencores, ¿no? Ya saben cómo son estas cosas, suceden. Adiós”.
Puse mi mano en la espalda de Frank hasta que los sollozos quedaron en silencio y
su respiración se volvió larga y uniforme.
Una hora más tarde, oímos a Red y Jayne dirigirse escaleras abajo afuera de la
puerta principal, encerrándose en el coche y fijándose en el largo camino de
entrada. La casa estaba vacía, Frankie y yo nos arrimamos a la cocina para comer
algo.
—No puedo creer que se asustara así —dice Frankie, tirando de una nueva Coca-
Cola light de la nevera—. ¡Y papá ni siquiera dijo nada!
—¿De qué estás hablando? Tus padres están bien. Solo se están adaptando a la
primera noche de regreso desde… bueno, es sólo difícil para ellos. —Y para ti.
Frankie sacude la cabeza. —Dicen buenas noches y cierran la puerta, pero papá se
acerca sigilosamente hasta el cuarto de estar cuando piensa que estamos
dormidos. Como si no pudiera ver lo que está pasando.
Hubo un tiempo en que pensé que Red y Jayne no lo lograrían —justo después de
que Matt murió—. Habían estado casados durante veinte años, pero en sólo dos
días se olvidaron por qué. Apenas hablaban entre sí —incluso cuando mis padres y
yo estábamos alrededor—. Una pelea entre todos hubiera sido mejor que el
silencio que los envolvía, pero no vino —ni siquiera entonces—. Tranquila tensión
se instaló en la casa Perino, como el cemento secándose.
—Pero tus padres son diferentes, Frankie. Pensé que ellos… quiero decir, ¿cómo es
que nunca… —No puedo encontrar las palabras para completar mi frase. Frankie
suspira y sigue el borde de su lata de refresco, la ceja rota colocada
protectoramente sobre su ojo izquierdo, conteniendo las lágrimas.
—La última vez que estuvimos todos en Zanzíbar —ella dice—, yo no lo entiendo.
—Su voz está muy lejos y es fina, como un fantasma aullando desde otra
dimensión. No importa si estoy a su lado… podría andar y ella continuaría
hablando
—Él era más viejo —dice ella, jugando con su pulsera—. Yo no vi las cosas que vio.
Yo no amo las cosas que amaba. No lo entendí, Anna. Pensé que tendría más
tiempo. Pensé que había…
Frankie tiene sus razones para no hablar de Matt, y olvidarse de ellas —incluso
momentáneamente—, es demasiado. Ella cruza los brazos a su alrededor y solloza.
Me acerco más, pongo mis brazos alrededor de ella, y lo dejo salir. Juntas lloramos
como lo hicimos en las semanas siguientes al accidente… grandes sollozos que
clavan su salida de lugares internos donde la luz se apagó hace un año.
No sé cuánto tiempo pasó, Frankie y yo sentadas sin palabras, con las cabezas
juntas, respiraciones cortas y sincronizadas, pero cuando salimos de nuestro triste
trance, la gaseosa estaba caliente.
—Hola. —Ella exhala. Su rostro está pálido, sus ojos hinchados, pero esa sonrisa de
magia vudú está despertando en las comisuras de su boca.
En el exterior, los faros a través del césped, anunciaron a Red y Jayne subiendo por
el largo camino de entrada. Frankie y yo tiramos nuestras latas de soda en el
fregadero y nos dirigimos hacia arriba antes de que entraran sus padres, deseosas
de poner esta noche detrás de nosotras. Nos cambiamos rápidamente, nos
metimos en nuestras camas gemelas, apagamos las luces de noche, y tiramos de las
sábanas hasta la barbilla.
Una vez dormida Frankie, mi súper fuerza mejor amiga desaparece. Mi respiración
se rompe, lágrimas borran las estrellas en la claraboya de arriba, y todos los viejos
fantasmas que traté de dejar, flotan como la semilla de diente de león de deseos
por nuestra habitación.
Capítulo 10
Traducido por Aya001
Corregido por Ckoniiytthanzaaw!
F
rankie roncaba ligeramente debajo de su colcha amarilla, mientras yo me
consumía con pensamientos de Matt. El primer beso. Las estrellas fugaces.
Las miradas robadas en la mesa familiar. Los mensajes de texto en que me
citaba sus libros favoritos en medio de la noche. Su mano rozando mi mejilla
cuando nadie estaba mirando. El olor de su piel cuando se inclinó delante de mí
para pagar por nuestros helados el último día en “La última parada de natillas”.
Si yo hubiera sabido que iba a morir, mis últimas palabras para él habrían
significado algo. Desde luego, no habrían sido mi desafinado intento de cantar la
vieja canción “Grateful Dead” que tanto le gustaba. No, yo le hubiera dicho lo que
sentía por él, directamente. No más coqueteo, ni susurros con los ojos desorbitados
fuera en la hierba. Le hubiera mirado mucho más para garantizarme que su imagen
quedara grabada en mi mente de forma permanente. Yo le hubiera pedido un
millón de cosas más para que pudiera recordar lo que importaba, antes que yo
entrara en el coche de camino a casa desde “La última parada de natillas”. Porque
después, nada importaba.
Si yo pudiera encontrar la mariposa que agitaba sus alas antes que se metiera en el
coche ese día, yo la aplastaría.
—Yo no creía que nadie más estuviera despierto —le dije, sosteniendo el aliento—.
Lo siento, no pretendía… Yo solo…
Tía Jayne asintió con la cabeza, la pálida luz de la luna caía alrededor de su pelo
como una aureola, fundiéndola en un brillo azul pálido.
—Siéntate conmigo. —Ella empujó una silla con el pie. Me recordaba a la vieja
Jayne, la que me trataba como una amiga más que una niña pequeña. Antes de todo
lo sucedido, ella solía tumbarse al sol con nosotros, intercambiando un poco de té
helado por un rato de chicas. Por supuesto, los chismes no eran tan buenos en ese
entonces. Frankie todavía era virgen. Blue Frosting no me había hecho llorar. Yo no
estaba guardando secretos a mi mejor amiga.
Nos sentamos durante unos minutos, escuchando el suave ritmo de las olas contra
la orilla. Shhh, ahhh. Shhh, ahhh. Parecían más lentas en la oscuridad, pero más
fuertes.
—Sí, me acuerdo de los frascos. Matt los utilizaba para hacer cosas, también. El
brazalete de cristal rojo de Frankie. Y el azul que solía llevar alrededor de su
cuello… ¿te acuerdas?...
Subiendo. Cayendo.
Parpadeo por las lágrimas y asiento. —No sé qué pasó con él —dijo Jayne—. He
tratado de encontrarlo tantas veces… estoy convencida de que sólo se lo llevó.
Alcance y toque el lugar sobre mi clavícula donde a veces sentía el peso del collar
perdido, como si Matt me lo hubiera dado tal como bromeaba sobre ello. No,
todavía no está ahí. Probablemente fuera arrastrado fuera de entre los restos del
—Está bien. —No estoy del todo segura de a dónde llevaba esto—. Yo sé que no era
yo misma esta noche, y lo siento. A veces no puedo predecir lo que me va hacer
estallar. Estoy trabajando en ello, realmente. Pero es Frankie… ¿Cómo está? En
serio...
Miro a la cara seria de Jayne y pienso en Johan. Pienso en todas las brillantes
sombras de ojos, los cigarrillos en la habitación, malas notas, golpes de puertas, y
me pregunto cómo Jayne realmente puede preguntarlo. Tal vez ella quiere oír un sí
—permiso para seguir sin darse cuenta de nada—. Pero la gravedad de su rostro,
las líneas de la frente y alrededor de su boca, sus nudillos blancos encima de su
taza… ella es una mujer ciega buscando la vista.
Mientras estás cerca, Red y Jayne realmente no tienen que preocuparse por
Frankie… lo estás haciendo por ellos.
—Para mí, también. —Mi boca se detiene haciendo lo suyo de nuevo mientras mi
cerebro está medio dormido. Estúpida boca—. Quiero decir…
—Dime. —La mano de Jayne de repente se posó firme sobre mi brazo—. Está bien.
—Ella me mira a los ojos y me da ese momento, esa oportunidad única de decirle
exactamente cómo es, cuan diferente se ha convertido Frankie, los lejanos viajes de
su mente, Johan, los veinte chicos, A.A., el primer beso glaseado, la promesa, cómo
no puedo dejar de pensar en Matt… todo. Deseo tanto contárselo… la madre rota
que después de tanto tiempo, finalmente podría ser capaz de arreglarnos a todos
nosotros.
—No —dijo Jayne, tirando de su mano hacia atrás—. Ella no lo está. Ninguna de
nosotras lo está. Ponte en mi lugar, Anna.
—Tía Jayne, escucha. —Soy casi impertinente, como si estar dándole con cuchara
estas observaciones a la madre de mi mejor amiga fuera demasiado esfuerzo—.
Frankie sigue aquí. Ella no es suicida o toma drogas. Ella aún puede reírse de las
cosas la mayoría de las veces. Pero no es la misma.
Estoy temblando. Mi mano vuela para taparme la boca casi tan pronto como las
palabras se me escapan, el peso de lo que dije de pronto presionándome. Cosas
hirientes y con significado que nunca debería haber dicho. Soy oficialmente la
número uno peor persona en el universo, y Jayne está congelada, la cara
confundida es todo el castigo que puedo soportar.
Una sonrisa.
Una mirada.
—Anna —dijo ella, enjugándose las lágrimas de sus ojos con el dorso de la
manga—, esta es la primera vez que alguien ha sido completamente honesto
conmigo desde que murió mi hijo.
—Oh Dios mío, Tía Jayne, lo siento mucho. No sé de dónde vino eso. —Me levanto
para abrazarla, con la esperanza de proteger mi cara roja de sus ojos.
Me alejé de ella y me deje caer en mi asiento, todavía temblando por dentro por mi
arrebato y su reacción inesperada. Ella me mira y sorbe su té, toda una vida de
tristeza detrás de sus ojos… la vida de Matt. Pero ella sigue sonriendo.
—Todo el tiempo. Todavía no puedo creer que se haya ido. —Las palabras salen
como un zumbido, con un gusto divertido en mi boca. No importa cuántas veces las
Asiento con la cabeza ausente, olvidándome por un momento, olvidando que estoy
hablando con Jayne y no con mi diario.
—Yo… Quiero decir, él era como un hermano para mí. Ya sabes, como Frankie.
Bueno, ella es la hermana. Quiero decir…
Jayne alcanza mis manos sobre la mesa, moviendo suavemente la cabeza. —Cariño,
cuando dices el nombre de Matt, tienes la misma mirada en tus ojos que se le ponía
a él cada vez que decía el tuyo. —Su voz se rompió al final, pero sus manos estaban
calientes y firmes.
¿Qué mirada? Quiero preguntar, pero las mariposas están de vuelta, mezclada con
una tristeza que parece pegar y ralentizar sus alas mientras que suben a la
garganta. Más allá de nuestra esquina en la cubierta, los suspiros del océano,
esperando mi respuesta.
—Frankie no lo sabe —le dije, aunque no estoy segura de lo que quiero que haga
con esta información. ¿Decírselo a Frankie? ¿Mantener mi secreto? Mi cabeza y el
corazón se enredan. En realidad no he dicho nada, pero Jayne y yo acabamos de
compartir más información acerca de Matt que he compartido con nadie… ni mi
propia madre incluida.
—Sé que no —dice Jayne—. No sería capaz de mantener un secreto así de mí… —
Pienso en Johan, pero lo desestime. Este es mi secreto, no de Frankie.
Una flecha de miedo se dispara hacia arriba por mi espina dorsal, empujándome a
mis pies.
—Bueno, estoy despierta ahora —dijo ella, tirando de una silla al lado de su madre.
Jayne se traga el resto de su té y se limpia la boca con la mano, dejando escapar un
largo suspiro como el del océano—. ¿Repetimos? —le pregunta a Frankie, a
quemarropa.
Ella tiende la palma de su mano, mostrando un coche de metal del tamaño de una
cáscara de cacahuete. Sus ojos eran altivos cuando froto la pintura roja con el
pulgar, pero luego sonrió.
—Siempre estaba perdiendo estas cosas —dice ella, haciéndolo correr a lo largo
del borde de la mesa—.La mitad del tiempo papá se resbalaba sobre ellos y casi se
rompe el cuello. ¿Te acuerdas?
Frankie sonrió. —Pero, ¿cómo sabes que es suyo? Otras personas alquilaron este
lugar.
—Mira. —Jayne hizo girar las ruedas del coche, revelando el tren de aterrizaje de
metal llano y dos letras minúsculas en rotulador negro: MP
—¿Lo ves? —dijo Jayne, acariciando la mejilla de Frankie con los nudillos—. Él
quiere que nos quedemos.
Parece una locura, pero cosas como estas ocurren todo el tiempo. Para mí, son los
peniques. Siempre que pasábamos por un centavo en la acera, Matt no quería
tocarlo. —Deja que otra persona tenga un día de suerte —decía. Yo solía burlarme
de él y le decía que algún día, cuando llegara al más allá, habría un cuarto repleto
de todos los centavos que había dejado para otras personas.
Ahora encuentro centavos por todas partes. No sólo en la acera —que dejo en paz,
como él hubiera querido—, sino en los lugares más extraños. Uno en la ducha. Un
poco más en mis zapatos —que parece ser un lugar favorito—. Ayer mismo, uno se
retiró de un libro que traje.
Los pongo en mis bolsillos y los suelto en la acera cuando tengo oportunidad. Dejan
que otra persona tenga un día de suerte, digo.
Estamos paradas encima de ella, sin saber si debemos participar o llamar al Tío
Red. De pronto ella agita sus brazos como una mariposa volcada en la arena, y todo
lo que podemos hacer es reír.
—Ángeles de arena —dice ella, como si fuera perfectamente normal que una mujer
adulta corriera por la playa a las tres de la mañana para hacerlos—. Vamos.
Estamos situados a ambos lados de ella y aleteamos los brazos y las piernas tan
duro como podemos, lágrimas marcando nuestras mejillas, aunque no si es de risa
o llanto, ya no podemos decirlo.
—¿Crees que los ve? —Jayne se da la vuelta y pregunta después de haber hecho
tres ángeles por encima de la marea.
—Si lo hace —dice Frankie—, él probablemente está preguntándose por qué las
mujeres de esta familia son totalmente dementes.
Las mujeres de esta familia. Por ahora, yo soy una de ellas. No la hija del vecino. No
una percebe. Pero una mujer de esta familia, corriendo de vuelta a la casa con risas
propias de una fiesta de pijamas, helada con arena en el pelo.
Capítulo 11
Traducido por Flochi
Corregido por Kanon ♪♫♪
—¿Huh? Oh, nada. Solo un poco sobre Matt. —Mi corazón empezó a latir más
rápido.
—Eso es lo que pensé. —Frankie se desliza fuera de la cama—. ¿Crees en serio que
ella está bien ahora?
—Sí, creo que está bien. Anoche fue muy divertido, ¿no? —Pasé mis manos por mi
pelo enmarañado, agitando más arena sobre el piso de madera—. Quiero decir, la
parte de la playa.
Frankie se rasca la cabeza. —Sí, cuéntame sobre eso. Yo tengo arena hasta en las
orejas.
Revise el reloj de plástico blanco sobre la mesita de noche compartida, ocho a.m.
no habíamos dormido más de cuatro horas anoche, pero la emoción por el día que
se nos presentaba superaba cualquier somnolencia persistente.
—Anna, gracias por quedarte anoche conmigo cuando enloquecí. Lo siento mucho
por las rarezas y los gritos en la cena.
Ella me mira y me da una media sonrisa, pienso en el terapeuta al que los padres
de Frankie la mandaron un par de veces el año pasado. Fui con ella una vez. Si él
estuviera aquí, probablemente diría algo como, “Está bien, necesitas explorar los
recuerdos provocados por las primeras vacaciones sin tu hermano”. Pero todo lo
que sale de mí es: —No te preocupes, está bien.
Otra sonrisa… un amague de risa. —No. —dice ella—. No es eso. Es… ¿por qué mis
padres están raros?
—Porque son tus padres. Está en la descripción del trabajo. Deben conducir
minivans. Deben ser inmunes a la moda. Deben ser raros.
—Estoy hablando en serio, Anna —dice ella, cortándose una uña rota—. Mamá
está, gritando y llorando un minuto, y después encuentra un viejo auto de juguete y
está corriendo para hacer ángeles de arena en la playa. ¿Por qué querían venir acá?
Considero su pregunta, una que me hice a mí misma miles de veces después que
me invitaran. —Creo que ellos sólo quieren hacer las cosas mejor, Frank. Tal vez
pensaron que conseguirían que las cosas volvieran a la normalidad.
Abro mi boca para decir algo en su defensa, pero Frankie sacude su cabeza. —Está
bien, Anna. Estoy sólo un poco desorientada. Quiero decir que, anoche fue
divertido, pero aún así es raro que mamá se enloqueciera después que derramé mi
estúpida bebida así. Vamos abajo… creo que ya están cocinando algo.
—Hola, Twinkies —dice tío Red, con un sartén lleno de tocino en la mano—.
Espero que tengan hambre.
—Bien, niñas. —El tío Red se une a la mesa con un trapo de cocina en el hombro y
un plato de tostadas francesas ya listas. Estaba preparado para prevenir otro
incidente de portazo y cierre de la puerta a toda costa—. Los huevos se están
enfriando.
Frankie deja su vaso y toma una profunda respiración. —Papá, sólo estaba
sorprendida, ¿bien?
Red se para con la sartén torpemente equilibrada sobre los platos, esperando
servir el desayuno como si fuera el cocinero contratado en vez de un hombre
envuelto en una conversación sobre su hijo muerto.
Frankie sigue. —Ustedes son lo que querían este viaje en primer lugar. No me
preguntaron. Bueno, tengo miedo, también, ¿saben? Todos lo que recuerdos de
California… no quiero… tengo miedo de hacer recuerdos nuevos, y que todo lo
demás… se borre.
Tío Red nos sirve los huevos y se sienta con nosotras. Mi cara está caliente
mientras me concentro en el patrón circular entrelazado a lo largo del borde de mi
plato azul. No puedo dejar de pensar en la puerta de atrás, y lo bien que se sentiría
correr hacia ahí y bajo la costa.
—Mis chicas. —Dice el tío Red, con voz suave, y cejas arrugadas—. Vamos a seguir
con el desayuno, ¿bien? Tenemos que lidiar con las circunstancias a medida que se
presentas. —Puso su mano sobre la mejilla de Jayne y la acarició con el pulgar.
Frankie suspire y toca mi pie con el suyo debajo de la mesa. —Lo siento —
murmura ella.
—Nuestros planes del día. Vamos a echarnos en la playa cerca de la casa, ¿verdad?
—Vamos a ver —dice Frankie, sosteniendo sus manos a ambos lados como La
Dama de la Justicia10—. Caminar en una tienda de comestibles por dos horas
mientras papá evalúa la calidad del producto, o pasar un rato en la playa donde
podemos nadar, conseguir un bronceado, y conocer… es decir, nadar y conseguir
un bronceado. Difícil elección, mamá, vamos a tener que pensar.
—Me lo esperaba —dice tía Jayne—. Haz una lista de lo que quieran. Y asegúrate
de usar protector solar, y volver aplicar después de entrar al agua. Y si estás ahí
más de dos horas, vuelve a aplicar. En realidad, no deberías estar ahí fuera entre
las doce y las dos, entonces…
—Lo tengo cubierto. —Frankie puso sus ojos en blanco—. Ustedes actúan como si
no hubiera estado en el sol antes.
10 Famosa escultura de Nicolás Meyer, que representa la justicia. La figura es una mujer con los ojos vendados,
y con una balanza en una mano y una espada en la otra.
—Bueno —dice Tío Red. Tan cariñoso. Tan confiado. Tan ingenuo—. Diviértanse,
mis hermosuras. —Después de unos segundos y unos cuantos tercios, él apartó su
plato limpio—. Mamá y yo nos vamos pronto. Llama al celular si necesitas algo. De
lo contrario, estén de vuelta antes de la cena. Mamá quiere hacer comida china.
—Escucha —digo, parada lista con mi bikini —al que todavía no estoy
acostumbrada— y pareo—. Nadie va a notar lo que estás usando. Van a notarte a ti.
Todo lo demás es solo ruido de fondo. —Tuerzo mi pelo despeinado en un moño
suelto en la parte superior de mi cabeza.
Casi me río, pero ella no está jugando. Como el concurso de chicos, esto es un
proyecto para ella, cuidadosamente planeado y ejecutado, grabado de principio a
fin para la posteridad. Ni siquiera sus anillos del pie fueron dejados al azar.
—¡Espera! —Frankie grita tan repentinamente que casi pienso que hay un
escorpión o tarántula en mi cabeza—. Aún tenemos que hacer algo contigo.
Ella ríe. Ríe en serio. —Anna, no puedes salir así. ¡Mira tu pelo!
—No sea floja con tu apariencia —dice ella, viniendo hacia mí con un peine y unas
cuantas horquillas en la boca. Da un aterrador paso atrás de un pañuelo escupido y
limpia mi cara con él—. No tomará tanto tiempo.
Capítulo 12
Traducido por GioEliVicRose
Corregido por Kanon ♪♫♪
P
ara el momento de llegar al agua, eran cerca de las once y la máscara
resistente al agua de Frankie sobre mis pestañas se siente pesada y pegajosa.
Me preocupa que todos los buenos lugares en la playa ya no estén, pero
Frankie me asegura que habrá un montón de puestos al llegar abajo a alcoba11,
lejos de todo el "viejo" pueblo.
Hay una cosa que brilla por su ausencia en nuestra playa… pues hay una señal de
“Prohibido bañarse”.
—O testigos.
—Frankie dice “Prohibido bañarse” por una razón. ¿Fuertes Rocas? ¿Tiburones?
¿Baja corriente?"
—Dice “Prohibido bañarse”, porque no es una playa pública, por lo que no tiene
salvavidas —dice ella, agachándose para desdoblar la manta de playa—. Es la
misma agua, Anna. Si hay tiburones aquí, hay tiburones en nuestra playa, también.
No es como que si ellos leyeran las señales.
—¿Cómo es que sabes acerca de este lugar? —le pregunto, dejando caer el bolso y,
con ello, el debate de los tiburones.
La playa está siempre llena de gente, me dijo el año pasado, pocas noches antes de
su viaje. Estábamos solos en la sala de estar, pretendiendo ver una película
11En inglés se utiliza el término alcoba, para nombrar las depresiones en los acantilados de roca homogénea
formadas por la erosión del viento.
Bueno, seguro. Se echó a reír. Pero no esa parte. Nadie va allí a excepción de los
surfistas ocasionales. No hay salvavidas. Sólo el agua y las rocas. Una vez me senté
allí durante tres horas, sólo escuchando el agua y preguntándome que había
debajo.
Hundo mis dedos en la arena, esperando que Frankie diga algo más.
—Muy bien, la manta está segura —le digo, todavía luchando contra la imagen de
Matt en el sofá esa noche, diciéndome sus cosas favoritas sobre California—. ¿Y
ahora qué? ¿Quedarse aquí todo el día hasta que algo emocionante nos pase?
Ella amaba nadar. Ella y Matt me hablaba de ello en sus tarjetas postales, todas las
horas que pasaban en el agua, la piel quemada y el ardor en los ojos por la sal, la
natación y montar las olas y jugando frisbee con los amigos de verano, o a veces
simplemente flotando por ahí sobre sus espaldas.
—Frank, vamos a ir al a…
—¿Qué? —Vuelvo la cabeza para ver lo que está viendo, que es más en la dirección
de dos, ¿pero quién cuenta?
—¡No mires! —Ella aplasta mi muslo—. Sólo actúa natural. Aquí vienen.
—Oh, Anna —Frankie dice en una voz exagerada cuando los chicos están al alcance
del oído—. Tengo mucho calor. ¿Pásame una botella de agua?
¿Está bromeando?
No es broma.
—Oye. —Uno de los chicos dice con un veloz y masculino movimiento de cabeza—.
¿Qué sucede? —Frankie se encoge de hombros, invitándolos a nuestra revisión
anteriormente inalterada de arena.
Ellos intercambian miradas como leones hambrientos que acaban de ser invitados
al foso de cebras para la cena y de la sacudida a nuestra manta, presentándose
como Warren y Todd (¿o es Rod? lo he olvidado). Después de treinta segundos de
conversación, puedo resumir sus razones d'être12.
¿Los chicos realmente creen que este trabajo de mierda es solo de chicas?
¿Llámame más tarde, sexy? Voy a estar enferma. Frankie, en cambio, está
prácticamente lista para irse a vivir con él.
Los chicos se van por la playa y Frankie explora la costa opuesta en busca de Red y
Jayne.
—Anna, ellos eran dos de las veinte cosas marcadas en la lista. ¿Por qué no hablar
con Warren?
—El tiene acné en la espalda, Frank. Por no mencionar que él es casi tan
interesante como algas marinas mojadas.
Frankie se ríe. —Muy bien. Pero todavía los estoy contando. Con ellos y los chicos
de ayer en Carolina, hacen cuatro.
—Bueno, los tendría, si mis padres no hubieran aparecido. —Ella busca su cámara
en su bolso e hizo zoom sobre mi cara—. Por lo tanto, señorita Reiley, ¿admites o
no las muestras A y B de Caroline en la cuenta oficial de los veinte chicos del
verano, por los términos del contrato original del “Absolutamente Mejor Verano de
Todos los Tiempos?"
Ruedo mis ojos y empiezo a desatar mi pareo, listo para entrar en el agua. Si para
alcanzar nuestra meta de veinte chicos hay prioridad sobre los altos estándares de
higiene, la personalidad interesante, y un mínimo coeficiente intelectual de sexto
grado, estoy bajando ahora mismo.
—Oh, está bien. —Frankie guarda la cámara en el bolso y me sigue al agua, con
salpicaduras y risitas cerca de la orilla.
Subimos hasta nuestros hombros, a la espera de coger las olas más fuertes y
montarlos hasta la orilla. El agua y el aire igualmente salados, punzan mis ojos y en
mi piel de revestimiento, al igual que Matt dijo en sus postales.
Al probar el agua en tus labios, se siente como que ha estado comiendo papas
fritas. Pero no hay nada que se le parezca, Anna.
—¿Lista para almorzar? —Frankie pregunta después de dos horas de saltar las
olas—. Me muero de hambre.
—Estoy bien —le digo, pateo a Frankie debajo de la mesa. Estoy totalmente
asustada de que ella esté fomentando este anciano pedófilo para pasar más tiempo
con nosotros el cual ya tiene.
—¿Está bien? ¿Estás segura? Te voy a traer un batido de cereza, ¿Qué te parece?
—¡El es un viejo!
—Cálmate, mamá.
El hombre vuelve antes de que pueda convencer a Frankie de irnos. Él rosa los
dedos contra los suyos cuando toma su batido, y sus ojos se rezagan en su pecho
por un largo tiempo antes de que vuelva a mi lado de la mesa.
Justo cuando no puedo coger otro poco de su alcohólico aliento en mi piel, estamos
salvadas por una mujer igualmente vestida de cuero con un vestido rosa brillante.
—Harold, ¿qué diablos estás haciendo? —ella pisa un cigarrillo a medio fumar en
la arena con su flip-flop. Su voz es áspera y suelta, es de piel marrón sobre sus
sacudidos brazos—. Marcia está esperando en el coche.
—Ya voy, querida. —Él rueda los ojos en nuestro beneficio y desaloja de la mesa de
picnic —una tarea cuando estás borracho—. Disfruten de los batidos, cerezas…
quiero decir, señoritas.
—No estamos bebiendo los mismos. —Aprovecho para quitarle el batido a Frankie
antes de que pueda probar un sorbo y colocar ambos en el bote de basura. Frankie
se ríe.
—Está bien, hermano mayor —dice. Casi me río, imaginando lo que su verdadero
hermano mayor haría si él hubiera sido testigo de este intercambio inquietante.
—Así que la cita del “Viejo Violador” era el número, ¿qué? —se pregunta—.
¿Cuatro o cinco?
—Parece que ya tenemos un nombre para el viaje del próximo año —dice Frankie,
meneando ceja y media. Ella me guiña el ojo y se dirige al mostrador a pedir dos
nuevos batidos, que mantenga el roofies13.
13Es una droga llamada “la droga de la violación”, generalmente los violadores las colocan en las bebidas de la
víctima para provocarle amnesia.
Pasaban platos rojos de la comida china que Jayne cocino para nuestra primera
cena oficial en la casa después de la loca noche anterior, sin pistas y feliz de que su
hija y su mejor amiga tuvieron un primer día maravilloso en la Bahía Zanzíbar.
Capítulo 13
Traducido por Aya001
Corregido por Anne_Belikov
A
la mañana siguiente tenía todos los ingredientes de nuestro primer día en
California, pero esta vez estaba preparada. Mientras Frankie se tomaba su
ducha, me vestí y eché suficientes chispas y destellos para callarla antes de
empezar nuestra agotadora marcha mortal al otro lado desierto de la playa.
—Si quieres conocer chicos —le pregunté a la vez que sacudimos nuestra manta
para el día dos—, ¿por qué estamos aquí como una pareja de nómadas errantes?
—Si ayer fue una indicación de la cantidad de chicos disponibles, no quiero
conocer a más de ellos. Me siento más segura en una multitud, especialmente
después de nuestro encuentro con Harold el Hombre Batido.
—Anna —dijo ella, reconfigurándose a sí misma en la manta como ayer—, sólo los
turistas frecuentan la parte llena de gente. Aquí es donde los lugareños vienen.
—Haz lo que quieras —digo yo—. Pero estoy nadando, no tomando el sol.
No se siente tan cálida como ayer, pero mis pies se adaptan rápidamente, lo que me
permite meterme hasta la cintura. A lo lejos, familias de vacaciones se mueven
arriba y debajo de la orilla del agua, a la playa y de vuelta, sus risas tejiéndose
suavemente a través del húmedo aire.
Miro por encima del hombro para echarle un vistazo a Frankie. Ella sonríe y me
saluda, recolocándose a sí misma en la manta para alcanzar la mezcla de frutas
secas sin sentarse. —Quédate donde pueda verte —grita—. Tengo que conseguir
algunas fotos de esto.
La alcoba está tranquila hoy. A medida que el agua se mueve adelante y atrás sobre
mis muslos, mi mente se desvía hacia la conversación con Tía Jayne la noche que
hicimos ángeles de arena. ¿Cuánto sabe ella realmente? ¿Alguna vez él le habló a
ella de nosotros? ¿Nos vio besarnos sobre el fregadero lleno de platos cuando
14
Es una pieza larga de tejido, que a menudo se ciñe alrededor de la cintura y que se lleva como una falda tanto
por hombres como por mujeres.
—Hey, ¡virgen!
El apelativo es tan mordaz e inesperado que me lleva unos segundos darme cuenta
de que está dirigido a mí. Yo me batí alrededor para encontrar a Frankie riendo en
su manta a la sombra de dos tipos bronceados con tablas de surf de aspecto
regordete, el perfecto cliché de California.
—Virgen, ¿no? —La voz vuelve a preguntar. Viene del alto de cabello rubio
blanquecino que le caía sobre los ojos. Frankie sigue riéndose, y mi cuerpo se
calienta y enrojece, a pesar del frío del agua. Si Frankie se piensa que sólo va a
subastarme, bueno... no sé. Es un poco difícil ser ingeniosa cuando estás tratando
de evocar un calamar de mar gigante para que te trague y te arrastre a las
profundidades del fondo marino, para nunca ser vista, oída, o burlada de nuevo.
—¡Vuelve, Anna! —Frankie agita las manos hacia mí—. Conoce a nuestros nuevos
amigos.
Miro detrás de mí para confirmar que el calamar gigante del mar de antes
mencionado ha ignorado mi petición telepática, a continuación, me vuelvo a
centrar, deseando que mi pareo flotara por sí mismo a la costa y cubriera mi
cuerpo a la vez que emerjo de las olas. Cuando eso no funciona, pienso en fingir un
calambre, uno de ellos saltara dentro y pondrá sus manos sobre mí. Aunque,
probablemente no Rubiecito. Está ocupado catalogando las medidas de Frankie
con sus ojos.
—Oye —digo yo, tratando de parecer casual mientras tiro de mi toalla de debajo de
—¿Por qué, Anna Abigail, eres tan formal? —Se burla Frankie con un acento
sureño ligeramente fuera de tono. Todavía estoy enfadada con ella por seguirles el
juego con la broma de virgen, y me pregunto brevemente si un saludo menos
formal, más apropiado, sería para mí arrancar la parte superior de mi bikini y
atarlo alrededor de mi cabeza como un lazo. Antes de que pueda responder,
Frankie está de pie, sacudiéndose la arena de su trasero a cámara lenta. Jake mira
fijamente. El otro (Sam, me entero) sacude la cabeza y me sonríe.
—Nueva York. —Anuncia Frankie, sin molestarse en aclarar que es la parte pobre,
septentrional del estado.
—Está bien —dice ella, examinando sus uñas y llevando esa cosa de Nueva York
como una insignia que nunca ganó.
—Oh, ya sabes —dice Frankie—. Nunca un momento aburrido. Es por eso que
vinimos a Cali, para relajarnos. —Ella toma un sorbo de agua y se lame los labios,
mirando al océano. Jake mira con asombro a la nueva recién descubierta mujer de
misterio e intriga: Frankie, heredera de Nueva York, cenando con las estrellas,
codeándose con los ricos y famosos, arriesgando su vida todos los días en las
endurecidas calles. En realidad, antes de venir a California hace dos días, nuestras
actividades de verano incluían aventuras tan excitantes como estar extendidas al
sol haciendo cuestionarios en Cosmo15, haciendo simulacros de entrevistas con la
cámara de Frankie, experimentando con tratamientos faciales hechos de harina de
avena y mayonesa, e ir con mamá y papá a un festival gastronómico en el que
hacíamos apuestas de cinco dólares tratando de adivinar cuál de nuestros vecinos
locos estaban vestidos como el combo de kétchup y mostaza.
—Nosotros vivimos aquí —dice Jake—. No, como, en la playa, pero en la ciudad. No
hay nada como Nueva York. Eso es impresionante. —Pienso en nuestros vecinos
comprimiéndose a sí mismos en sus trajes de condimento gigante. Impresionante.
Totalmente.
Sam se vuelve hacia mí y sonríe. Durante unos segundos hacemos ese tango
conversacional incómodo donde los dos tratamos de hablar a la vez y acabamos
riendo y no diciendo nada en absoluto. Frankie chilla desde el agua, y Sam se
encoge de hombros, mirándome.
A pesar de mi actitud fría sobre el tema de los chicos veinte añeros de ayer, algo de
Sam me atrapa. Con el desordenado, sucio pelo rubio veteado por el sol y ojos
verdes, definitivamente está de buen ver. Libre de granos. Sin espeluznantes
vibraciones de viejo. Parece inteligente.
—Está bien, Anna Abby de Nueva Yawk —dice, señalando a su tabla—. ¿Quieres
probar?
Debo haber dicho que sí, porque se me cae la toalla y lo sigo hacia el agua,
prestando absolutamente ningún tipo de atención a la forma en que sus músculos
bien definidos se mueven por la espalda, la cicatriz blanca en el lado izquierdo por
encima de su cadera, o la extraña sensación que tengo en mi estómago cuando
mira por encima del hombro y me sonríe.
En el agua, Frankie está tendida boca abajo en la tabla de Jake, remando con los
brazos mientras él le explica los conceptos básicos.
—Este rincón es ideal para aprender, porque el agua está bastante tranquila —dice
Jake, su mano descansando en la parte baja de su espalda como si fuera lo único
que lo mantiene pegado a la tabla—. Una vez que te metes en la parte pública de la
playa, se llena de gente y se agita.
—Ahora, lo primero que quieres hacer es conseguir una sensación del peso de la
tabla, y cómo reacciona a tu cuerpo. —Sus habilidades de enseñanza parecían tan
expertas que me pregunto si los dos caminan el largo de la playa todos los días,
remolcando las tablas solamente para las ocasiones de impresionar-chicas.
—Él enseña —me dice. Oh, ¡no! ¿Había dicho eso en voz alta?—. Es realmente un
gran maestro, a pesar del ego.
—Sam —dice Jake, alzando las cejas—, no confundamos ego con la confianza en las
capacidades de uno.
—Por favor, continúa —dice Sam con un exagerado gesto de las manos.
—Cómo iba diciendo. Quieres conseguir llegar a tener las rodillas apretadas,
pegadas a la tabla con tu cuerpo tan pegado como te sea posible, como si fueras a
besarla. —Guía a Frankie en posición, moviendo sus manos a lo largo de su cuerpo
como un escultor.
Jake continúa su lección mientras Sam estabiliza su tabla para mí. Cuando me
muevo para subir, mi pierna roza la suya en el agua, piel desnuda sobre la tela
húmeda de su bañador, y siento una sacudida de la cabeza a los pies.
—Estoy bien. —La parte de mi pierna que le tocó todavía estremeciéndose. Sam no
está tan versado en la enseñanza como Jake, y sus manos como que flotan por
encima de mí, esperando mi permiso para proceder a través de cada paso. Cuando
estaba a punto de desequilibrar la tabla, gentilmente me tomó del brazo para
equilibrarme, y tuve que mirar hacia otro lado, fingiendo que es mi profesora
femenina de gimnasia, con sobrepeso, de mediana edad, dándome clases de
natación.
—¿Así que chicos, sólo lleváis estas tablas para buscar chicas? —Frankie preguntó
como si no le importara.
—En realidad, Jake me iba a mostrar algunos trucos nuevos —dijo Sam—. La gente
no suele pasar el rato en el rincón. ¿Qué estaban haciendo aquí, de todas formas?
Dice “Prohibido bañarse”.
—Por favor —dice Frankie—. He estado viniendo aquí toda mi vida. He estado por
toda esta playa, y nado donde quiera nadar.
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Deporte basado en el deslizamiento sobre la superficie aún sin romper una ola con una tabla.
—No estarías hablando con otra persona si yo hubiera estado allí —dice Jake.
—¿Quién puede resistirse a este pelo, este cuerpo? —Frankie le salpica. Él le dice
que está buena. Creo que está enamorada. Una vez más.
—¿Qué pasa con la lección? —Frankie pregunta—. No hemos llegado a hacer nada.
—Podríamos tener otros planes —dice ella, pero no lo hacemos. No sólo vamos a
estar aquí quince minutos antes de la hora señalada, sino que vamos a pasar dos
horas de antelación escogiendo vestuario para Frankie y ensayando sus líneas.
Caminamos a través del agua de nuevo a nuestra manta. Frankie abraza a Jake,
pero Sam simplemente me sonríe con apenas un simple casi imperceptible alce de
sus cejas, ¿Esperanzado? ¿Curioso? ¿Desorientado?
—Nos vemos más tarde, Anna de Nueva Yawk —dice, dándose la vuelta y
desapareciendo por la playa con Jake.
—Oh. Dios. Mío —dice Frankie, dejándose caer sobre la manta—. ¡Están tan
buenos!
—Frank, es sólo el día dos y medio. No vamos a llegar a veinte si sales corriendo a
casarte mañana. —Me cuelgo la toalla sobre mi cabeza como un velo—. ¿Lo haces?
¡Lo hago! ¿Lo haces? ¡Lo hago! ¡Oh, Jake! ¡Tienes que decirme quién te hace las
mechas!
Frankie se ríe y me golpea con su toalla. —Oh, está bien, Miss Sam, ¡sujeta el
tablero para mí! Sam, ¿cómo haces eso? Sam, quiero verte desnudo.
—Oh, Dios, para —le digo, riéndome con Frankie—. ¿Qué pasa con el pobre Rod
Todd? ¿No vas a llamarle?
—No, gracias. Por lo menos encontramos algunos chicos decentes hoy —dijo ella,
volcándose sobre su estómago y desatándose la parte superior—. Y a las dos nos
gustan distintos.
Me puse las gafas de sol y descansé mi mano en mi pierna, la parte que tocó Sam en
el agua. La parte que todavía me hormigueaba. —No quiero a nadie.
—¿Qué te pasa a ti? —Preguntó ella, como si ella fuera un médico que no puede
diagnosticar mi extraña combinación de síntomas poco probables—. Sam estaba
totalmente chequeándote. Y parecía que se estaban divirtiendo.
Capítulo 14
Traducido por GioEliVicRose
Corregido por Anne_Belikov
E
l sol entra y sale sobre Frankie a mi lado en la tarde a la hora de la siesta, he
leído el mismo párrafo de mi libro un centenar de veces, absorbiendo
absolutamente nada. Mi libro tiene trescientas y una páginas. ¿Dónde iremos
a cenar? ¡Wow! La arena es brillante. Pero Sam invade mis pensamientos,
pensamientos que se han convertido en algo peligroso y sólo requieren un poco de
estímulo hacia la mala conducta.
Su sonrisa, ¡Basta Anna! Sus ojos verdes, ¡Enfócate, Enfócate! La forma en que dice
"Anna Abby de Nueva YAWK"
El pensamiento de Matt aprieta mis entrañas nuevamente. Me froto los ojos y miro
fijamente el agua en la parte más aislada, fuera de los límites donde hay tiburones,
corrientes bajas y niños que pueden o no estar esperando para ser llevados por la
corriente a mar abierto.
Shhh, ahhh. ¿Sam dijo que podíamos ir por batidos esta noche, o mañana?
Me doy por vencida. Necesito salir de esta playa, volver a la fría tranquilidad de la
casa. Regreso mi libro de vuelta al bolso y despierto a Frankie.
—Mamá me obligó a hacerlo ayer. ¿Pero por qué voy a querer bloquear el sol dos
días seguidos? —Ella se retuerce adelante y atrás como un pez para ver su
espalda—. Necesito una base para no quemarme más tarde en la semana.
—Estoy bien. —Se pone de pie para sacudir la arena de nuestra manta—. Deja de
ser tan paranoica, podrías ponerte un poco de color, Gasper.
—Me quede dormida —ella dijo, encogiéndose—. Pero estoy completamente bien.
Sólo cansada. —Ella coloca sus flops en el sofá y cierra los ojos antes de que Jayne
pueda inspeccionarla buscando todos los daños y dándole una conferencia sobre
protección solar.
—Es lo mismo cada año —dice Jayne, sacudiendo su cabeza—. Anna, voy a poner
este gel de lidocaína en la nevera. Ella no me preguntará, pero tú puedes darle esto
más tarde cuando no le entre el pijama —dijo, sosteniendo una botella tamaño
familiar de Blue Goo18.
—¿Hay que cancelar nuestra reservación y comer en casa esta noche? —pregunta
Red. Pero Jayne dice que Frankie no dejaría pasar la langosta por nada, así que
pasamos una hora jugando a las cartas en la cocina antes de despertarla para la
cena.
17
Sandalias masajeadoras, que pueden encenderse o apagarse.
18
Gel refrescante para quemaduras.
—¿Cuánto tiempo tenemos que esperar por una mesa, papá? Esto parece una
eternidad. —Y...
—Hace tanto calor aquí. ¿Qué tipo de lugar no tiene aire acondicionado en pleno
verano? —Y...
—Le dije que no quiero nada de agua, gracias. —En esto, ella sostiene su mano
hacia el camarero vertiendo agua de hielo de su jarra de plástico. Lo que sea que
vio en Frankie, sus quemaduras de sol, o su actitud, algo lo distrajo. Dejó caer la
jarra en su regazo, buscando a tientas en cámara lenta para detener la fuerza de
gravedad del agua a su destino final en la camisa y en el regazo de Frankie.
Frankie chilla y se levanta de la mesa, remojada desde la mitad hacia abajo. Los
pobres saltos para ayudarle del camarero en una acción torpe, agarrando
servilletas de tela de la mesa detrás de nosotros e intentando borrar el aire delante
de ella sin llegar a tocar su cuerpo, para no causar más de una escena. Red, Jayne, y
yo estamos sorprendidos, cada uno de nosotros nos reservamos las merecidas
risas. Un movimiento en falso y nos los perderemos, sé que lo haremos. El
camarero, probablemente temiendo por su vida, se excusa para encontrar al
gerente.
—Lo siento mucho, señor —dice el gerente—. La cena de su familia va por la casa
esta noche. Y el postre, también.
—No se preocupe por eso —dice Red, tapando su cara con la servilleta para ocultar
una sonrisa—. Ella estaba hablando sobre lo caliente que estaba. Sincronización
perfecta.
Con eso, Jayne y yo no nos pudimos contener. Nuestra risa confunde al gerente,
que finge tener una emergencia culinaria repentina y nos implora a verlo si hay
algo más que pueda hacer para mejorar nuestra experiencia gastronómica.
19
Salsa de pescado Mahi-Mahi.
En el baño de mujeres, ella está de pie en el lavamanos, limpiando su cara con una
toalla de papel húmeda.
—Vamos, Frankie —le digo—. Vuelve a la mesa, que nos han traído daiquiris de
fresa. —Ella me ignora y arroja la toalla de papel.
—Perfecto. Voy a pedirle al camarero que busque y arroje un galón de agua helada
sobre ti, entonces vamos a ver si todavía es divertido.
—Frankie, te estabas quejando sobre el calor. Es algo así como una respuesta del
universo.
Trata de actuar ofendida, pero puedo ver una sonrisa arrastrándose en su rostro.
—Te ves muy bien, de todos modos —le digo, apelando a su lado más sensible—.
Probablemente por eso dejó caer el agua. Él se sorprendió por tu arrebatadora
belleza. Técnicamente, debes tomarlo como un cumplido.
Ella empuja la puerta. —Perfecto. Más chistes a costa mía. —Al volver a la mesa,
Red y Jayne se disculpan por haberse reído de Frankie y se ofrecen a llevarnos al
golf en miniatura después de la cena.
—¡Hoyo en uno! —Red tira sus manos al aire después de poner la bola con éxito en
la boca de un cocodrilo de plástico—. Anota eso en la tarjeta, cariño. Un disparo.
¡Es el resultado a superar!
Red y Jayne pasan al tesoro hundido en cuanto Frankie tira para el cocodrilo. Como
ella está alineando su tiro, veo a los chicos de nuestro primer día en el muelle
pagar por un juego al frente.
—¿Así que en realidad estás admitiendo que te pareces a una langosta frita? —Yo
me pongo a cojear delante de ella, imitando sus quemaduras de sol en cámara
lenta.
—Por última vez, ¡esto es sólo una base! Estoy hablando de ser vista con ellos. —
Ella asiente con la cabeza hacia Red y Jayne, más adelante chocando entre sí en
virtud de un pabellón negro de calavera y dos hoyos por delante.
—Vamos, bribones ¡eh! —Red nos grita, provocando miradas simpáticas del
patrón en los orificios de cinco a siete—. Póngase al día, o están fuera de la tabla,
eh.
Bueno, Frankie tiene razón. Le agarro la mano y nos conduzco al segundo agujero,
muy lejos de los padres piratas con quienes llegamos y, más importante, los chicos
de Carolina. Tras un examen más detenido, no es tan malo. Aun así. Sam es mucho
mejor.
¡Anna! Vas bien. ¡Casi diez minutos enteros sin pensar en él!
Terminamos los últimos dos hoyos con poco esfuerzo y volvimos a nuestros
equipos, a la espera en el bar de Red y Jayne para completar el curso en su propia
juerga pirata.
Frankie se cierne sobre un banco de hierro, tratando de caer sin causar más dolor a
su espalda quemada. —Probablemente nada —dice—. ¿Sabes? Mamá y papá son
personas tempraneras. ¿Por qué?
***
—No te entiendo —le digo, de vuelta a casa—. Tú eres la que trata de hacerme caer
el AA, y ¿no quieres ir a encontrarte con ellos esta noche? ¡Ellos nos invitaron!
Son más de las diez, Red y Jayne hace mucho tiempo se han ido a la cama, y yo
estoy tratando de convencer a Frankie de salir a escondidas. Yo. Tratar de
convencerla. En sólo tres días, apenas me reconozco.
—Dios, Anna. Cualquiera diría que nunca has conectado con un chico antes. Oh, es
cierto, no lo has hecho. —Frankie lanza una almohada en mi dirección.
—Vaya si lo deseas —ella dice—. Pero me voy a quedar aquí. —Ella hace una
mueca mientras se arrastra entre el frescor de sus sábanas.
—Anna, yo no tengo ganas de romper las reglas, ¿de acuerdo? —Ella me mira con
severidad fingida, comenzando una reacción en cadena de risa histérica. Me inclino
sobre ella, con las palmas extendidas, y la pongo en peligro con una buena bofetada
en la delicada piel de la parte posterior de sus brazos si ella no cede.
—Sam y Jake son sólo cuatro y cinco en la lista. No queremos que piensen que
estamos realmente interesadas, Anna —dice ella, probablemente escaneando en su
memoria por otra referencia Johan con la cual demostrar su experiencia sexual.
—Está bien —le digo—. Porque yo no lo estoy. Interesada, quiero decir. Sólo estoy
diciéndolo, eso es todo.
Capítulo 15
Traducido por Virtxu
Corregido por Anjhely
G
racias a la sobreexposición ultravioleta de Frankie, estamos obligadas a
refugiarnos dentro de la casa jugando cartas y comiendo helado todo el día
siguiente. Incluso el Tío Red y la Tía Jayne se divirtieren más que nosotras,
corriendo por la mañana, nadando en la tarde, sentados leyendo en la parte de
atrás en las últimas horas de luz solar. Me estoy volviendo un poco loca.
Tal vez sea la luz del sol o el aire salado del océano, o la tranquilad de California, o
los pensamientos de conseguir a Sam de vuelta de la nueva hermosa princesa de la
playa, que él probablemente haya encontrado en mi ausencia ayer, pero esta vez,
estoy con Frankie. Me reviso normalmente en la puerta y dejo su trabajo de magia
vudú. Presto atención. Puedo ver y escuchar y hacer preguntas sobre su peinado y
sus técnicas de mezcla de maquillaje, como si todo mi futuro dependiera de ello.
Dejo que me engomine y me haga pruebas y hasta que me pinte con lo que parezco
al menos diez años mayor. Pintamos nuestras uñas, seleccionamos las sandalias
con cuidado, e incluso coordinamos nuestras bolsas de playa con nuestra toalla.
¡Ningún chico mortal puede resistirse a la coordinación y a la hermosura de esta
manera!
Ejercemos nuestro puntal arriba y abajo de la terraza hasta que Red y Jayne nos
dejan para un día de golf real, prometiendo cumplir con volver a casa para un
almuerzo juntos por la tarde.
—Lo sabía —le digo, dejando caer el bolso antes de acercarnos—. Pasaron de
nosotras.
Pero incluso ella no puede ocultar su decepción mientras explora el agua y la tierra
buscando a su amado rubio de California.
—Supongo.
Vamos por la arena, con energía y esperanzas renovadas por la decolorada señal
de madera con sus astilladas letras de color verde y amarillo. Sam está de pie
detrás del mostrador y sonríe cuando nos ve, por lo que toda la caminata valió la
pena.
—Termino a las diez —grita por encima del mostrador—. Esperen, ¿de acuerdo?
Frankie guarda la cámara en su bolso y nos encontramos con una mesa cerca del
mostrador. Después de la larga caminata a través de toda esa gente pastosa y esos
niños pequeños con pañales empapados, vamos a acampar aquí toda la noche si es
necesario.
Diez minutos más tarde, Sam se une a nosotros con tres de algo de plátanos con
coco u otra cosa, su favorito. Él establece las bebidas y se sienta a un lado de la
mesa.
—Oye. ¿Qué le hiciste a tu…? Quiero decir, te ves diferente. —Mis mejillas
inmediatamente se calientan. No es que el espectador promedio pueda decirlo,
teniendo en cuenta todo el maquillaje que llevo puesto—. Frankie y yo estuvimos
jugando esta mañana.
Entonces me enfado conmigo misma por dejar que un chico que acabo de conocer
dicte lo que hago con mi propio rostro. Luego me enfado conmigo misma por
enfadarme conmigo misma y recuerdo que yo también prefiero el aspecto natural.
—Él está enseñando hoy. Se supone que debemos encontrarnos en una hora. Va a
venir conmigo. —Él asiente con la cabeza como si estuviera ya resuelto—.
Creíamos que nos habían abandonado.
—Anna —me corta Frankie, dándome una mirada severa—. No tienes que
informarle de donde estábamos.
Frankie abre la boca para rebatir, pero Sam es demasiado rápido. Él nos habla
sobre el tramo de playa donde nos encontraremos con Jake, y cómo el agua es un
20
En inglés Pinkie, refiriéndose a que está toda rosada por el sol.
—No os preocupéis —dice él—. Tengo la sensación de que vosotras dos podéis
manejarlo. —Regresando la gracia a Frankie, Sam despeja la mesa y deja caer su
delantal detrás del mostrador—. Vamos —dice, sosteniendo la puerta para
nosotras.
Afuera, agarra su tabla de surf desde donde la escondió detrás del restaurante y
nos lleva unos diez minutos más abajo en la playa.
El lugar donde nos encontramos con Jake está en el borde exterior de la parte
turística. Es más amplio que nuestro rincón, así que hay algunos otros surfistas en
el agua, pero tenemos mucho espacio para extendernos.
Jake está cerca del agua, encerando su tabla. Cuando nos ve venir, corre hasta
Frankie y la agarra para llamar su atención elevando a Frankie en el aire con un
abrazo.
—¡Maldita sea, chica! —dice mientras la pone en el suelo—. ¿Te quedaste dormida
bajo el sol?
—Es una… ¿sabes qué? Sí —dice Frankie—. Me quedé dormida al sol. ¿Podemos
movernos ahora?
Frankie sacó una botella de protector solar mientras nos preparamos para el surf,
Parte Deux. Esta vez nos arrodillamos en las juntas y montamos unas pocas olas a
la orilla con Sam y Jake de cerca. El agua está mucho más agitada que en nuestro
rincón —principalmente debido a las lanchas de carreras que iban a través de unos
pocos cientos de metros de distancia—. Casi esperaba que Frankie fingiera un
incidente por la resaca, sólo para que pudiera ser rescatada valientemente, pero
estaba tan concentrada en Jake y en el surf y riendo con la boca abierta y la cabeza
echada hacia atrás que Frankie casi se olvidó de la mayor parte de sus típicos
trucos. Incluso vi un atisbo de algo de la vieja Frankie. Claro, todavía exudaba la
confianza de una chica que podría atraer a un enjambre de socorristas y personal
médico con una uña rota, pero no lo estaba haciendo a propósito.
Lo que significa por supuesto que está fuera de la lista de aspirantes para Último
Chico en Ver mi Virginidad Viva. Desde luego, no puedo soportar el tipo de
vergüenza imposible necesaria durante el plan de deshacerse de un albatros con
alguien a quien realmente podría gustarle.
Para el final de la primera semana, nos instalamos en una rutina. Las comidas y
otras actividades al azar con Red y Jayne, mientras se requiera a la buena hija y a
su angelical mejor amiga, y por la mañana y la tarde con Sam y Jake. En nuestro
tiempo juntos, los cuatro tenemos ese tipo de imposible cercanía que sólo sucede
con las personas que apenas se conocen, gente que vive a cientos de kilómetros y
estados enteros lejos de ti.
Frankie y Jake están el uno sobre el otro en una especie de repugnante manera que
hace que las personas casadas de edad estén visiblemente incómodas. La única
cosa que les impide aventurarse en la última frontera, al estilo de Johan en el
campo de futbol, es la falta de oportunidades. Incluso con la inclinación de Frankie
por los espacios públicos, las horas del día en la playa están demasiado llenas de
gente.
Sam quiere darme un beso, lo puedo sentir. Es esa mirada que me da a veces, una
mirada que he visto antes, y que no estoy segura de que esté lista para ver de
nuevo, no en su totalidad. Mi cuerpo está compuesto de varias partes y
terminaciones nerviosas a las que les encantaría volver a verla. Pero
afortunadamente, mi lado lógico sigue ganando, recordándome cómo las buenas
ideas pueden convertirse rápidamente en malas, ayudando a cambiar el tema o
apartándome cada vez que la mirada aparece en los ojos de Sam.
—No puedo entenderte Anna. De verdad que no —dice al final de nuestra primera
semana con Sam y Jake. Les vemos a hacer trucos en el agua mientras que nosotras
tendemos nuestra toalla en la arena caliente—. ¿No te gusta?
—Sí, pero...
—Supongo, pero...
—¿Supones?
—Frankie, realmente me gusta Sam. —Mantengo mi voz baja para que él no pueda
oírme. — Simplemente no es algo que se pueda forzar.
Ella me mira fijamente. —Entonces no puedo ayudarte, Anna. Vas a tener que
perder tu virginidad por ti misma.
Sam y Jake se unen a nosotras en la toalla, goteando agua fría por las piernas. Antes
de que Sam pueda preguntarme si quiero un refresco de su refrigerador, Frankie y
Jake están pegados por la boca.
—No os preocupéis por eso, niñas —dice tía Jayne—. Nos alegramos de que estéis
haciendo amigos en este viaje
Porque de alguna manera eso significa que todo va a estar bien. —Pero no me
importaría pasar un tiempo de chicas en paz con vosotras dos mañana, si eso está
bien —dice Jayne.— ¡Es decir, si no os importa ser vistas en la playa con un viejo
fósil!
—Claro —decimos, sonriendo como los pequeños querubines que somos, haciendo
una nota mental simultánea de notificar a Jackie y Samantha que no existen, que
nosotros no existimos, y, en caso de que nos encuentren sentadas mañana en la
playa con el ya mencionado antiguo fósil, sólo deben seguir caminando como si no
nos conociéramos.
Pedimos disculpas una vez más, nos ponemos unos pantalones cortos, nos
metemos en el coche para Alcatraz, y prometemos a Red que la próxima vez, nos
atendremos a los planes.
Por supuesto, los planes del tío Red no incluyen la parte en las que sus dos
pequeñas Twinkies hacen un descanso tan pronto como él y Jayne están dormidos,
pero al llegar las once de la noche, ese es el único plan en nuestra agenda.
Capítulo 16
Traducido por Masi
Corregido por Anjhely
—E
s la hora. —Frankie estaba de puntillas en nuestra habitación
debido a su misión de vigilancia del pasillo. — Están totalmente
dormidos.
Con el paso del tiempo y como única voz de la razón de esta operación, yo estoy
empeñada en resistirme. —¿Está seguro de que deberíamos hacer esto? —le
pregunto—. ¿Qué pasara si nos pillan? ¿Qué pasará si vamos caminando todo el
camino hasta allí y ni siquiera están allí?
—Anna, nos dijeron que pasan un rato allí todas las noches. Además, no nos van a
pillar. Mamá y Papá duermen como rocas, especialmente después de haber estado
tomando el sol todo el día.
—No seas ridícula. Incluso si ellos lo hicieran, no entrarán aquí. Sólo haz lo que yo
haga.
Frankie cogió las almohadas extra y mantas del armario de nuestra habitación y
metió la mitad de ellas bajo sus mantas, haciéndome una seña para que yo haga lo
mismo.
La voz de la razón intenta hacerse notar de nuevo, pero cuando pienso en Sam
pasando el rato en la playa por la noche en frente a una fogata, la voz de la razón,
junto con su prima hermana, la voz de la lógica, se vuelven roncas.
Frankie vigila una vez más y levanta el pulgar hacia arriba desde el exterior de la
puerta de Red y Jayne. Caminamos de puntillas por las escaleras, evitando la
tercera que siempre cruje, y salimos, dejando la puerta abierta para nuestro
regreso.
Encuéntrate conmigo en la parte de atrás de nuevo más tarde, ¿de acuerdo? Matt
me empujó dentro del armario del pasillo antes de que nadie pudiera vernos.
Anna, hemos estado haciendo esto todas las noches durante semanas. No van a
oírnos. Además, yo no puedo esperar otras doce horas para verte.
Su boca era cálida sobre la mía, sellando nuestra promesa antes de que yo pudiera
pensar en alguna excusa más.
—Anna, ¿estás conmigo? —El recuerdo de mi último encuentro furtivo con Matt se
desvanece en el aire marino salado.
—Dije, que estés atenta a las rocas en la hierba. Estás totalmente en otro lugar.
—No, estoy contigo. Vamos. —Agarró su mano y nos dirigimos por las escaleras
hacia abajo, observando nuestros pasos con cuidado. Una vez que estamos en la
playa, es fácil guiar nuestro camino por la orilla. El sonido del agua se mantiene
sólido a nuestra izquierda, y la playa se ilumina con las luces de las fogatas
encendidas. Todavía podemos débilmente oler los perritos calientes y la manteca
de cacao de los que toman el sol por la tarde, pero ahora se mezcla con los
cigarrillos y la cerveza y las apacibles melodías de guitarras acústicas de los
menores de edad en el campamento base. Todas las otras pandillas silban y gritan
mientras pasamos, invitándonos a sentarnos junto al fuego y quedarnos a tomar
una copa. A Frankie le encanta llamar la atención, saludando y sonriendo a todo el
mundo, tomando fotos al azar, pero tenemos como misión encontrar a Sam y Jake,
no podemos desviarnos de nuestro curso.
Los muchachos están pasando el rato en frente de la choza, como ellos dijeron que
estarían cuando nos apresuramos a despedirnos tan pronto esta tarde. Al igual que
los otros grupos, Jake y Sam tienen un fuego encendido y una nevera pequeña de
cerveza. Mi estómago se hace un poco gaseoso cuando Sam me sonríe. —Te echaba
de menos —dice él, dándome una botella—. No sabíamos si te arriesgarías.
—Tuve que convencerla — dice Frankie—. Anna puede ser un poco mojigata a
veces.
Intento estrangularla hasta la muerte con mis ojos, pero ella me rodea con su brazo
y se ríe.
Nosotros cuatro estamos de pie alrededor bebiendo las cervezas y cavando hoyos
en la arena con nuestros dedos del pie. Nosotras le contamos sobre nuestra
excursión a Alcatraz con Red y Jayne.
—Tres, en realidad —dice—. Katie tiene trece años. Y tengo hermanas gemelas
más mayores, Marisa y Carrie. Están en Carolina del Norte por la universidad. ¿Y
tú?
Yo les cuento que soy hija única y me doy cuenta, sintiendo un fuerte hormigueo en
el estómago, que acabo de crear un momento perfectamente incómodo y
agonizante. Miro a Frankie y hago una mueca rápida que espero transmita lo
estúpida que yo me siento por meternos en este territorio.
—Yo también —dice Frankie, dejando su botella vacía en la nevera—. Jake, vamos
al agua. —Se limpia con la parte posterior de su mano su boca y se vuelve hacia el
océano.
—¡Al agua vamos! —Jake le pasa su cerveza a Sam y lanza su camiseta encima de la
de Frankie, persiguiéndola por la playa.
—Frankie es, um, una chica divertida. —Sam sacude una toalla con rayas rojas y
blancas y la extiende sobre en la arena.
—Solía ser muy tímida, lo creas o no. —Me uno a él en la manta, contenta de tener
algo que hacer, además de asimilar que me gusta la cerveza.
Me río de la idea. —¿Gorda? Dios, no. Ella… bueno, ella… ya sabes, no hablemos
sobre Frankie ahora. —No hay razón para que yo introduzca a Matt aquí esta
noche. Frankie dijo que no quería traer ese trozo de su vida a la playa este verano,
y hasta ahora, a pesar de mi metedura de pata con la conversación sobre
hermanos, ella no lo había hecho. Es su tragedia, y a pesar de los pensamientos
tormentosos de mi cabeza, no tengo derecho a hablar de él a mi antojo.
Le hablo de las formas que encuentro en las estrellas, la oscuridad que abarca todo
el cielo. Un gris y humeante conjunto de nubes iluminadas por la aureola de la luna.
—Mmm —dice en voz baja—. Ahora cierra tus ojos. —Su palma está sobre mi cara,
sus dedos cerrando mis párpados. El calor cae en ondas de su mano hacia mi piel,
al mismo tiempo atemorizante y emocionante.
—Está bien. —Él vuelve a su posición sobre su espalda, dejando frío en los lugares
donde me había tocado—. Céntrate en todas las cosas que no puedes ver con tus
ojos.
En la oscuridad, veo la forma en que la brisa flota sobre mi piel. Veo cada grano de
arena presionándose en mi espalda por debajo de la manta. El crepitar de las
chispas del fuego, chisporroteando y apagándose alrededor nuestro. La música
fluyendo hacia mis oídos y hacia mi corazón, de un grupo de personas más abajo en
la playa, tocando guitarras y cantando y riendo. Y veo el mar, el sonido de las olas
precipitándose contra la orilla, sólo para caer de nuevo… una interminable carrera.
Mi corazón está completo, pero yo estoy temblando. Abro mis ojos y miro a Sam.
Está mirándome con tal intensidad que todo mi cuerpo reacciona a ella como un
imán al hierro, sin otra opción que el orden natural de las cosas, acercándonos,
Frankie y Jake han desaparecido por la costa, el tenue sonido de la risa de Frankie
por detrás de ellos como migas de pan en el aire. La oigo muy lejos, pero no me doy
cuenta del todo. No me doy cuenta de nada. Quiero decir algo, pero mis labios
parece que no puede recordar cómo formar las palabras.
—Anna, estás temblando —dice Sam, rompiendo el trance—. Aquí. —Se incorpora
parcialmente para quitarse la sudadera con capucha de color rojo y dármela.
—Anna Abby de Nueva YAWK —susurra. Está temblando, todavía encima de mí.
Me muevo para abrir la sudadera y le dejó entrar, envolviéndonos, apretándole y
dejando caer un brazo y una pierna por encima de él perezosamente. Mi cabeza
descansa en hueco entre su barbilla y su hombro. Respiro en su piel y
sosteniéndola allí, justo en mis pulmones, donde nada puede llegar a él.
Toda mi vida puede terminar en este momento y nada mas importaría, ni ahora ni
después.
Momentos más tarde, Frankie y Jake caminan a pie hasta la orilla y Sam y yo nos
separamos. Fue entonces cuando yo lo siento. Al igual que tratar de retener el
agua; que siempre acaba escapando. El aire frío en mi piel donde él se apretó
contra mí hace unos momentos. El olor de su pelo desapareciendo de mi piel. La
suavidad de sus manos, se ha ido. Sensaciones de tristeza sobre mí caen como una
ola, pero Sam sigue a mi lado, sonriendo. Sus ojos muestran satisfacción. Su mano
se roza contra la mía. Frankie y Jake salen corriendo del agua, sin aliento y
riéndose. Sam retira un rizo suelto de los ojos y me besa la ceja.
No puedo dejar de pensar cómo él se sentía contra mi cuerpo, contra mis labios. No
recuerdo ninguna otra cosa, cualquier cosa antes de eso. Y me doy cuenta en este
Se había ido.
Todo lo que puedo pensar es en Sam. Matt está… borrado. Todo mi cuerpo está
caliente y en llamas.
Capítulo 17
Traducido por Izzy
Corregido por Ckoniiytthanzaaw!
Q uerido Matt:
Las palabras son de color negro y sucio como hormigas en mi diario y se ven tan
ridículas como suenan. Han pasado casi veinticuatro horas, y no me puedo quitar la
sensación de calor, punzante que se instaló en mi estómago. No es tanto que lo
haya besado —noche romántica en la playa, estrellas, fogata, cerveza—, estas cosas
pasan, de acuerdo con Frankie.
Nosotras no los vimos hoy. Prometimos pasar la mañana con Jayne en la playa, que
rápidamente se convirtió en el almuerzo, después a en la cena, y a continuación, en
la noche de juegos con el Tío Red. Para entonces ya era demasiado tarde para
volver a la playa —el sol se había puesto—, y de alguna manera había logrado
pasar el día entero con los padres de Frankie haciendo las cosas de vacaciones
familiares sanas que no impliquen ni niños, ni culpa, ni las cosas que dan
escalofríos por la noche.
—Has estado hablando acerca de la universidad desde que éramos niños, Matt.
—¿Qué pasa si vuelvo y soy diferente, Anna? A veces vas a un lugar donde todo es
diferente, y todo lo que conoces cambia, y nadie te vuelve a mirar del mismo modo.
Yo no sabía lo que quería decir en ese entonces. Pensé que estaba siendo
sentimental, que sólo le preocupaba salir de casa por primera vez. Para Frankie,
Red, y Jayne, se mostró confiado y listo, nacido para la universidad, nacido para la
lectura y la escritura y lograr grandes cosas. Pero yo sabía que él tenía miedo. Fue
un cambio para él —estar lejos de mí y Frankie, lejos de nuestro trío inseparable,
lejos de su familia—. A decir verdad, yo estaba tan asustada de que se fuera, como
él lo estaba de irse, pero en esos momentos vulnerables, cuando confesó su
inseguridad bajo las estrellas, no podía estar de acuerdo con él. No podía hacer
otra cosa que mirarlo y sostener su mano con la esperanza de que él supiera lo que
estaba pensando, que nunca podría mirarlo de otra manera, o sentir otra cosa de lo
que sentía en estos compartidos y fugaces momentos.
Son las diez y media, Red y Jayne finalmente están dormidos. La salida a
escondidas de la hora de brujas se aproxima. Frankie estaba ansiosa por volver a
Jake, pero no estoy lista para ver esta noche. Sam.
Cerré mi diario, encogiéndome de hombros, sin saber muy bien cómo explicarlo.
Ella se sentó a los pies de mi cama. —Anna, ¿Sucedió algo?
Considere su pregunta. Sí, algo ha sucedido. Sam me dio un beso, y fue loco e
intenso, e incluso más sorprendente de lo que era con Matt, y ahora quiero que
suceda de nuevo. No, lo dije. Sólo lo pensé.
—No, no es eso. No quiero que se asuste, eso es todo. —Yo convenientemente omití
el resto—. Si seguimos mostrándonos cada día y noche en el itinerario, van a
pensar que estamos desesperados.
Frankie asintió con la cabeza, jugando con el brazalete de cristal rojo en su muñeca.
Esto me compraba la noche, pero otro día no vendría mal, tampoco.
—Frank, en realidad no hemos pasado algún tiempo juntas y solas en este viaje.
¿Por qué no nos levantamos por la mañana temprano y vamos algún lugar sin los
chicos? San Francisco, ¿tal vez?
—Simplemente pensé que sería bueno bajar a la playa por una vez. Aún nos
quedan dos semanas más para pasar el rato con Jake y Sam. —Su nombre se me
atasco en la garganta, y espere que Frankie no se diera cuenta de mi piel sonrojada.
—Hay un autobús por la calle que va a la ciudad —dice—. Pero mis padres no nos
dejaran ir solas, y yo no tengo ganas de pasar todo el día con ellos. Tuve suficiente
de la familia hoy, y aún falta el resto del viaje.
—Así que. Ellos tampoco nos dejan irnos a hurtadillas por la noche, pero lo
hacemos.
—Excelente punto —dice Frankie—. ¿No es a la hora en que Jackie nos invita a
salir en su barco por el día? Con sus padres, por supuesto.
A la mañana siguiente, me levante a las siete cuando Jayne y Red salían hacia su
paseo matinal. Cojo mi diario y un lápiz para ir a la cocina, con la esperanza de
terminar de escribir acerca de las últimas noches y resolver las restantes partes de
la culpa que me sigue dando sacudidas en el estómago antes de Frankie despierte.
Cerré los ojos y bebí el té, lo que le permitió a Sam reaparecer lentamente en mis
pensamientos. El sol cae caliente en mi cara de color naranja y rayas de limón,
recordándome sus manos mientras cerraba los párpados y me enseñó a ver en una
forma totalmente nueva. Es doloroso y al mismo tiempo estimulante, pero me hago
volver allí en mi cabeza, repitiendo cada instante, cada roce, cada respiración. Casi
puedo sentir sus labios en mi boca otra vez, cuando…
—¿Para qué?
—¿Eh?
—Que yo te exaspero.
Ah, eso. Mientras estaba fuera, en mi viaje por la mañana pre-Frankie, me olvidé de
mi idea. San Francisco. Evadir a Sam.
—Estoy segura de que tomaste algo bueno para mí —digo mientras se dirige a la
cocina a buscar el desayuno.
La miro por la puerta abierta. Bajo el estruendo de sus manos buscando el cajón de
los cubiertos, el tintineo de una cuchara arrojada a un tazón de cereales, la
explosión de la puerta del armario en respuesta de su descuidada mano, Frankie
suavemente tararea una canción de nuestra infancia. Saca una caja de Cheerios de
la despensa, un cartón de leche y una lata de Coca-Cola light de la nevera, y canta
en voz baja, sin darse cuenta de su audiencia.
¿O me pedirías a mí?
No había pensado en esa canción desde hace mucho tiempo. Cuando estábamos en
cuarto grado y Matt estaba en sexto, nos fuimos todos a verlo actuar en el
espectáculo de la escuela “-la música me mueve”. Mis padres y yo nos sentamos
con Frankie y Jayne mientras que Red estaba en la fila de atrás con todos los otros
papás grabando el musical para horas de futura tortura.
Ahora lo recuerdo como si acababa de dejar el auditorio. Matt había hecho un solo
de “Pídeme a mí”. Llevaba un esmoquin con una faja de plata de lentejuelas. Los
niños de la clase más joven estaban vestidos como sirenas y peces. Matt cantó el
coro y llevó a los niños al centro del escenario a cantar sus propios versos. La
mayoría de ellos olvidaron sus líneas, por lo que Matt continuó cantando como si
fuera sido planeado de esa manera.
A veces, mirando a Frankie es como ver a Matt a través de un vaso de agua —una
composición distorsionada de él con todas las piezas correctas, pero mezcladas y
en el orden equivocado—. Cuando escucho a cantar su canción, no me puedo quitar
la sensación de que sólo se detuvo a saludar.
—No me escuches —dijo en voz baja, dejando escapar una tos falsa—. No lo estaba
haciendo —Mentí—. Acabo de oír que salías.
Ella pone su desayuno en la mesa y comienza a meter la mano en la caja para sacar
un puñado de pequeñas Os beige. Satisfecha, se sirve un plato lleno y los ahoga en
la leche.
No me gusta la leche más que todos los otros desayunos de otras naturalezas
combinados, pero Frankie puede disfrutar de su desayuno de otra manera.
—Estoy bastante segura de que el autobús de San Francisco sale cada dos horas los
domingos. —Había rastros de leche en las comisuras de su boca cuando hundió su
cuchara en el plato para sacar otro lote de Os, como una garza a los peces—. Es
como un paseo de dos y media horas. Podemos coger el diez y pasar allí todo el día.
El viaje de San Francisco fue mi idea, pero mentirle a Red y Jayne durante todo el
día parecía mucho peor que los cuentos anteriores, sobre todo porque vamos a
estar a sesenta o setenta kilómetros de donde se supone que debemos estar.
—Mira, contarles lo del barco de Jackie fue tu idea. Si volvemos para cenar se verá
falso. Navegar es una cosa de todo el día, y estoy segura de que los padres de Jackie
nos invitarían a cenar.
—Supongo.
Tomé mi diario, la taza, y la barra de granola, mire hacia el cielo, y maldije al Dios
de las Vacaciones de Verano por meterme en este lío, evadir a Sam y aceptar
mentir en primer lugar.
Capítulo 18
Traducido por Selune
Corregido por Ckoniiytthanzaaw!
D
esde que los Perinos están bajo la ilusión de que hemos demostrado
nuestra capacidad para la responsabilidad por llegar a casa antes del toque
de queda, evitar el alcohol y los chicos, y ser completamente buenas chicas,
no es difícil para nosotras garantizar un día entero de libertad cuando regresan de
su excursión. Frankie les dice que los inexistentes padres de la inexistente Jackie
nos has invitado afuera en su inexistente barco, lanzando en una buena posición un
“Te amo”, y estaremos hasta la hora de dormir.
Como prepararse para un día en el mar es muy diferente a preparase para una
excursión a la ciudad sin vigilancia, nos duchamos rápidamente, nos pusimos unos
pantalones cortos y camisetas informales, y el resto de material en mochilas para
que podamos prepararnos de verdad en los vestuarios de las piscinas de la
comunidad en la calle.
—¿Es este el autobús a San Francisco? —Frankie pregunta a una de las mujeres—.
Estamos haciendo un documental.
—Sí —dice la mujer con firmeza tratando de sonreír a la cámara, pero incapaz de
detener sus ojos de su cauce natural a la raja en la falda vaquera de Frankie. Me
encanta ver a las mujeres de edad reaccionar ante Frankie. O bien la miraban con
reproche como si se preguntaran que clase de madre dejaría que su hija saliera así
de casa, o miran con nostalgia sus pequeñas blancas Keds21, dándose cuenta de que
sus maridos —consumidos con pensamientos de seguros de automóviles y la
supervisión de la próstata—, nunca más volverán a colarse a través de sus
ventanas abiertas, o besarlas en la boca en mitad del día sin ninguna razón.
21
Marca de zapatos.
El trayecto hasta la ciudad dura una eternidad, el autobús se detenía cada pocas
manzanas para dejar y recoger pasajeros. Al igual que Frankie y yo, los turistas se
sientan inmóviles durante todo el viaje, nuestros mundos están compuestos sólo
por la localidad y el centro. Para nosotros las pequeñas aldeas grises en el centro
son, en gran parte invisibles. Ojerosa gente sube y baja en el centro, un intercambio
constante de extraños cargando las compras o los niños o angustia o algún otro
peso desconocido a cada paso.
Si el autobús me hizo sentir como en una lancha rápida, las calles de la ciudad son
el océano, lleno de restos y deshechos de toda raza y cultura del mundo natural,
meneándose y tejiéndose a lo largo de las aceras hacia un fin desconocido.
—Vamos a almorzar —dice ella, yendo hacia el comedor una vez estamos en la
calle—. Vamos a averiguar lo que queremos ver después.
—Podría vivir aquí para siempre —le digo, enamorada del brillante cielo azul y del
océano durmiendo en la distancia.
—Yo no —dice Frankie a medida que andamos hacia nuestro próximo destino
desconocido—. Hay demasiada gente. Demasiado caro. Y sin mencionar también el
mal olor.
Frankie se ríe y, de repente, justo detrás de ella, ahí está “Luces de la ciudad”. He
visto la antigua librería tantas veces en las fotos de Matt, que la reconocería en
cualquier lugar. Le encantaba venir aquí en excursiones de un día con Red, Jayne y
Frankie pero ella no parece darse cuenta.
—¿Cuál es la gran cosa, Anna? Es sólo una vieja librería. No tiene ni siquiera un
lugar de café. Vayamos a otra parte.
—Frankie, no todos nosotros equiparamos la gran literatura con café con leche
acaramelada sin grasa. ¿No sabes qué es este lugar? Es el lugar en el que Matt
acostumbraba…
—Sé lo que es, Anna. Adelante —Ella me cortó—. Voy a la puerta de al lado por un
trago. Encuéntrame allí cuando hayas terminado. —Ella desaparece al cruzar la
calle en un lugar llamado “Vesubio”. Parece un bar, pero como no vuelve por la
puerta, supongo que le dieron una mesa.
Es mi misión en la vida que te preocupes por estas palabras Anna. Acerca de estas
personas y todo lo que dicen y todo lo que eran. Trazó las líneas de mi cara con sus
dedos mientras hablaba. Cada artículo es parte de toda una vida, toda, ¿sabes? Feliz
y triste y trágica y lo que sea, pero una vida entera. Y los libros te permiten
conocerlos.
El sol caía sobre su rostro mientras leía, iluminando toda la habitación. El amaba
las palabras.
Frankie coleccionaba en privado sus recuerdos de Matt, pero este es mío, una
conexión que no puede compartir, una memoria que no puede sostener en sus
manos o poner en el frasco perfectamente cerrado con los demás. Amor por la
lectura era algo que he compartido con él a solas, sólo con él. Fue todo para él.
Camino arriba y abajo por los pasillos y corro mis manos a lo largo del lomo de los
libros, antiguos y nuevos. Una capa de polvo inalterada en un estante especial me
hace pensar que Matt pudo haber tocado los mismos libros la última vez que
estuvo aquí. Me agacho para leer algunos de los desvanecidos títulos en los lomos,
recordando una descripción de esta escena exacta de una de las postales de Matt.
Líneas de libros en los estantes sin ningún orden en particular, a la espera de ser
descubiertos. Es como si los espíritus de Kerouac, Ginsberg y Ferlinghetti
frecuentaran los pasillos, llamándome a recogerlos. Para leer sus historias. Para
permitir que se escucharan. ¿Te encanta, Anna?
Compre un libro de poesía sobre el océano de los escritores locales de los años
setenta, agradecí a la cajera, y tomé una última mirada alrededor antes de cruzar la
calle para encontrar a Frankie.
Dentro del “Vesubio”, me muevo entre las mesas y el bar en busca de pelo castaño
de Frankie, pero ella no está aquí.
Arriba, ahí está. Sentada en una mesa de dos con un tipo, revolviendo su bebida
con una pajita, riendo con la cabeza hacia atrás de algo que su compañero acaba de
decir.
—¿Frank?
—Oh, ahí estás. —Ella lleva la voz de adulto—. Me gustaría que conozcas a Jeremy.
—Es Jarred —dice él, de pie para ofrecerme su silla. Parece de nuestra edad, pero
actúa mucho más mayor—. Frankie me ha hablado mucho acerca de ti, Anna.
—Cool. —Asiento con la cabeza como si hbierae estado escuchando a sus bandas
toda mi vida—. Hablando de eso —dice—, ahora me tengo que ir a ensayar. Debo
ir.
Frankie sonríe sobre su refresco. —Gracias por la bebida —dice—. No hay de qué.
¿Por lo tanto nos vemos en el show más tarde?
—Definitivamente.
—Siiii —Jarred sonríe y se dirige a los ensayos, practicando para ganar el corazón
de la chica de sus sueños en el show de esta noche, al que estamos asistiendo al
parecer.
—¿Qué show? —le pregunto—. ¿O era sólo para obtener una bebida gratis.
—Está bien —le digo—. Estemos hasta las seis. —Me alegro de que ella esté
madurando y arreglando la lista. Lo último que necesitamos es un muchacho
confundido.
—¿Obtuviste algo?
—Un libro de poemas. —Me siento frente a ella—. Yo sólo quería chequearla.
—Lo siento, Anna. No era mi intención deshacerme de ti. Me golpeó estar en onda
con Matt o algo así.
—No —le digo—. Soy yo. Debí haber sido más sensible. Pensé que te emocionarías
mucho cuando vi la librería.
—Tomé algunos de sus libros —me dice—. Antes de que mamá empezó a perder
los estribos hacia fuera y no dejara a nadie en su cuarto. No sé por qué, no soy una
lectora.
Asiento con la cabeza, tratando de recordar cómo se veía. No he estado allí desde el
día antes de morir, cuando jugó con Frankie y conmigo este demo HP pirata que se
encuentra en línea. Jayne mantiene la puerta cerrada ahora, como la habitación del
ático en la casa de la playa, confiando en nuestra comprensión silenciosa que nadie
va a entrar.
—¿Qué?
—Siempre te gustaba leer sus libros. Si estuviera aquí, te los habría dado a ti ya.
La alcance a través de la mesa y apreté su mano, ella cierra los ojos frente a solo
una lágrima. De la típica y ridícula manera Anna, todavía no puedo encontrar las
palabras para romper mi promesa y decirle a Frankie todo lo que pasó, pero la tapa
de su frasco de memoria se ha aflojado, y por el momento, estoy agradecida.
Son más de las tres cuando salimos de “Vesubio”. Como el Museo del Cómic está
cerrado por renovación y ninguna de nosotras puede pensar en otra cosa que nos
gustaría ver en la ciudad, decidimos tomar un autobús hasta el puente Golden Gate
y caminar hasta la mitad de ancho, parando cada pocos metros para filmar los
barcos de vela de abajo.
La lluvia se levanta cuando acabamos la cena, las hojas frías y húmedas vienen
fuertes y rápidas. Envolvemos los brazos una alrededor de la otra y corremos hacia
la parada de autobús, congelándonos y riendo y respirando con dificultad. A lo
largo de la carretera, pasan coches a gran velocidad, empapando nuestros pies. En
el momento en que alcanzamos el refugio del plexiglás, estamos temblando y
estamos tan conscientes del peso de la ropa mojada y mochilas, como del
resplandor eléctrico de la ciudad que se desvanece detrás de nosotros.
Esta mañana Frankie dijo que había que coger el autobús de las siete para estar de
vuelta antes de las diez, el momento perfecto para el final de un largo viaje en
barco y la cena tardía con Jackie y Samantha. Pero a medida que ella controla sus
dedos en varias ocasiones a lo largo del horario anunciado en el refugio, siento un
dejo de preocupación.
—No perdimos el de las siete, ¿verdad? —pregunto—. Pasan sólo hasta las diez.
—No, es peor.
—¿Qué?
—Es domingo.
—¿Y?
—Los autobuses de vuelta a Zanzíbar dejar de pasar a las cinco los domingos.
Capítulo 19
Traducido por Dani
Corregido por Angeliitaw
E
l pánico comenzó como pequeños pinchazos en los dedos de mis pies, que
rápidamente se movieron a través de mis pies hacia mis rodillas entonces
tuve que sentarme sobe la húmeda banca metálica en el refugio. Antes de
que el miedo alcanzara mi ya extenuado estómago, tomé una profunda inhalación,
saqué mi teléfono, y marqué al servicio de informaciones.
***
Sam nos acomoda dentro del coche, cediéndole el asiento delantero a Frankie y
subiendo en el de atrás conmigo.
—Nos estábamos preguntando sobre ustedes dos —dice Jake cuando se desliza
hacia la calle.
Antes de que Frankie diga nada que me avergüence, le digo que simplemente
estábamos ocupadas haciendo cosas familiares y queríamos encontrarnos con ellos
para salir esta noche, pero dado que nos quedamos atascadas en San Francisco
más de lo que habíamos planeado quizás no seríamos capaces de arriesgarnos a
salir a hurtadillas.
Ellos se ríen de cómo relatamos nuestro día, en el estilo fingido para la cámara de
Frankie, comenzando por la actuación de presto-o-cambio en el vestuario y
terminando con el descuido con el horario del autobús y la frenética llamada a
“Shack”. Agradecidamente, el amigo de Sam podría cubrir su turno.
—Podrías decirles que golpeaste una gran ola y empapaste toda tu ropa, así que
tuviste que cambiarte con la ropa de tus amigos —dice Jake.
—Aún mejor —dice Sam—. Diles que alguien cayó por la borda, y tuviste que saltar
para salvarlo.
—O que el bote se volcó, y tuvieron que usar sus mochilas como dispositivos de
flotación hasta que el guardacostas apareciera.
—O… o. —Frankie levantó su mano para callarlos antes de que empezaran a hablar
sobre bombas o agentes de control de drogas o cualquier otra fantasía de chicos a
lo James Bond—. Solo diremos que regresamos antes debido a la lluvia, nos
cambiamos en la casa de Jackie para ir a una barbacoa, y dejamos nuestra ropa allá
accidentalmente.
Ensayamos la historia otra vez antes de que Jake y Sam nos dejaran a unas casas de
la nuestra. De otro modo, Red y Jayne podrían divisarnos saliendo de un coche
lleno de chicos extraños y querrían invitarlos a por un té y galletas de limón.
Tendríamos que pretender que ellos eran los hermanos mayores, súper
responsables y súper gays de Jackie y Samantha a quienes no les gustaban las
chicas y coincidentemente tenían casi exactamente los mismos nombres que sus
hermanas. ¡Esos padres locos!
Los chicos se detuvieron y salieron del coche para despedirse. Hicimos planes
provisionales para encontrarnos a medianoche en “Shack”, asumiendo que
podríamos salir sin incidentes. Esta vez, después de que Sam me besara y nos
separamos, la calidez de su cuerpo permaneció mucho tiempo contra el mío,
apartando el frío como una manta en una mañana de sábado nevada de regreso en
el Este.
Debería haber sabido mejor que involucrar al universo cuando está claramente con
el humor de repartir lecciones. Esta noche iba a convertirse en una horrible noche
de televisión en el área de la Bahía, para que Red y Jayne nos estuvieran esperando
en la cocina, bebiendo té, jugando cartas, y ávidos de escuchar sobre nuestras
salvajes aventuras de chicas piratas en el océano.
—Wow, ¿Se cayeron? —pregunta Red. Bañadas por la luz fluorescente de la cocina,
lucíamos como dos criaturas que el océano arrastró para capturarnos con una red.
Las únicas cosas que faltaban eran las estrellas de mar renegadas, algas viejas y
unos pocos percebes bien colocados.
—¿Chicas ustedes aún así salieron al agua hoy? ¿Incluso con el tiempo? —pregunta
Jayne.
¿Porqué las madres siempre notaban las cosas? El Tío Red solo está sentado ahí
con su té, sosteniendo sus cartas, pacientemente esperando que la Tía Jayne
volviera a poner su cabeza en el juego. Pero Jayne está sobre nosotras. En cualquier
momento, ella chasqueará la lengua, soltando un largo suspiro, y levantará el
teléfono para llamar a mi madre y recordarle que horrible hija había criado.
Frankie seguía tranquila bajo presión y repitió toda la historia, justo como la
practicamos. El viaje en bote se interrumpió prematuramente por el tiempo.
Regresamos a la casa para la cena. Cambiamos nuestra ropa de barco que se había
mojado cuando la lluvia llegó. Los padres de Jackie se ofrecieron para traernos
(porque ellos son unas personas realmente geniales, preocupados y responsables),
pero nos rehusamos, insistiendo que queríamos caminar en la lluvia ya que todavía
estaba cálido. Tuvimos un día tan divertido con Jackie, Samantha y sus familias que
nos olvidamos totalmente de nuestra ropa, pero las recogeremos mañana en la
Jayne estira su brazo a través de la mesa para pasarle las galletas y expresa
simpáticamente que nuestro viaje en bote fue anulado por una tormenta. —Sin
embargo, suena como si aún así tuvieron un día divertido.
Les aseguramos que lo hicimos, agarramos algunas galletas más para el camino, y
nos apresuramos hacia la habitación, donde cerramos la puerta y explotamos en
risas.
—Padres —dice Frankie, con la boca llena de polvo de limón—. Ellos simplemente
creen todo.
—Tal vez los tuyos lo hacen. —Me saco mi ropa mojada y me meto en unos
pantalones cortos y una sudadera, ahuyentando el frío por haberme empapado
con la lluvia—. Sabes que Helen y Carl nunca nos dejarían solas en primer lugar. ¿Y
un viaje en bote con chicas desconocidas? Ellos exigirían sus números de teléfonos
para así poder llamar antes y asegurarse de los hechos de nuestra historia con un
adulto responsable, conseguirían una cuenta precisa de las chaquetas salvavidas
disponibles y dispositivos de flotación sobre el bote, luego llamarían al
guardacostas para asegurarse de que alguien estaría observándonos.
—Tal vez dos horas —digo—. Tenemos que bajar y parecer extremadamente
cansadas hasta que tus padres se vayan a la cama. Tú sabes, estar fuera en un barco
la mayor parte del día puede ser muy agotador.
—Oh, esa no es la Anna normal —le aseguré—. Esta es la Anna Loca del espejo del
vestuario. Es totalmente tu culpa.
Frankie ríe. Pienso que a ambas nos gusta la Loca Anna un poco más que la Anna
normal. Es como magia, mientras me estaba tratando de probar un traje de baño,
algo rozó contra mi trasero y dio rienda suelta al Genio de A.B.S.E. del Bikini,
otorgándome todos mis deseos.
—No planeamos a Sam y Jake. —Me senté al final de su cama mientras ella
retocaba su maquillaje para nuestra gran cita con el sillón de abajo.
—Él está bien, supongo. Creo que vamos a… tú sabes. Esta noche. —Tira su rímel
sobre el tocador y gira su cabeza para arreglar su cabello mediante sacudidas como
si estuviera tomando la decisión de no pagar más impuestos o como si la azúcar
espolvoreada y el glaseado de la caja de donas eran importantes en la mañana.
—Quizás. —Ella medio sonríe, como el demonio que se sienta sobre tus hombros
en todas las caricaturas viejas. El que es más lindo que espeluznante y que por lo
tanto causa infinitamente más destrucción y caos.
La miro fijamente con la boca abierta, pero los detalles adicionales no vinieron. En
cambio, hace una revisión final de su cara en el espejo del tocador, seca sus labios
con un pañuelo desechable, y nos dirige abajo por el Acto dos, en el que la hija y su
amiga mimadas en exceso dan una interpretación digna de un Oscar como las dos
chicas más soñolientas sobre el planeta, poniendo todos los miedos del
comportamiento ilícito a descansar.
Sin embargo, dos horas más tarde, cuando fuimos en puntillas por la escalera hacia
el patio trasero, con la cámara, mantas de playa, y la fiel linterna apagada,
descubrimos un agujero previamente sin resolver y potencialmente peligroso en el
plan.
—¿No pueden dormir, chicas? —La Tía Jayne nos llamó desde las sombras oscuras
y solitarias sobras de la costa, envolviendo un chal tejido a croché alrededor de sus
hombros contra la brisa.
Capítulo 20
Traducido por Eli25 (Traducción S.O.S.)
Corregido por Angeliitaw
F
rankie chocó contra mí al oír el sonido de la voz de su madre y yo di un
aullido, no sé si por la sorpresa de pisar a Frankie o por ver a Tía Jayne
pasear por la orilla para encontrarse con nosotras, no puedo decidir.
Funcionó. Frankie tira su manta y baja las escaleras con el propósito de encontrar a
su madre.
—Porque podríamos querer tumbarnos y mirar las estrellas. —Frankie tiene una
respuesta para todo.
Si no puede pagar un abogado, Frankie “Teflón” Perino te será designado por una
corte de leyes.
Tía Jayne abre su boca, pero Frankie contrarresta otra vez antes de que ningún
sonido salga. —¿Quieres estar en nuestra película?
Jayne se río cuando Frankie baja las escaleras para poner su cámara fuera de la
bolsa, añadiendo credibilidad a nuestro gastado tapiz de mentiras.
—Está bien, está bien. —Tía Jayne levanta sus manos y nos lleva de vuelta a el
césped—. Pero háganlo en la terraza. Hace frío aquí esta noche.
¿Esta noche? ¿A diferencia de las otras noches en que ha estado escondida en las
sombras viendo como tu adorada hija y yo me alejaba por la oscuridad? Mi corazón
está latiendo de camino hacia mi esófago y entrando en mi garganta. Lo trago de
vuelta para bajarlo y disparo a Frankie una mirada de lado que se traduce a “¿Tu
madre nos vio salir a hurtadillas la otra noche, y si es así, ¿por qué no ha dicho
nada?”.
Frankie responde con un levantamiento de cejas. “Lo dudo”, sus cejas rotas me
dicen poco.
—Está listo —dice Frankie—. Tenemos que hacer algunas ediciones antes de que
podamos mostrártelo. Queremos que sea una sorpresa cuando volvamos del viaje.
Por editar ella se refiere a transferir todas las partes con Sam, Jake, y nuestra vida
secreta a un oscuro DVD separado y cortar todas las tomas al azar que ella enfocó
de nosotras chapoteando, nadando, leyendo y en general comportándonos como
chicas sanas en la playa. Filmó cerca de veinte minutos el primer día, excepto las
maravillas de los bañadores. Nada más excepto un cambio de ropa para indicar el
paso del tiempo.
Después Tía Jayne se fue a la cama (al menos, después de decirnos que nos
vayamos a la cama), me gire hacia Frankie.
—Perdóname, una grande. No debería haber dudado de ti. —Me incliné con
admiración.
Frankie no estaba afectada, sus ojos estaban distantes y vidriosos. —Frank, ¿qué
pasa? —pregunto—. ¿Crees que estamos rompiendo las reglas y ella solo espera
decírselo a tu padre?
—No importa, Anna —dice ella finalmente—. Ella ve lo que quiere ver.
—Sé qué crees que ella es demasiado fría y todo eso, pero algunas veces deseo que
ella solo se hubiera... no lo sé, enfadado. Gritar. Decirme algo por mis mentiras.
Estar decepcionada. Ella ni siquiera se preocupa.
Dibujo a Tía Jayne en la terraza esa primera noche, con los ojos rojos y severos,
presionándome a contarle la verdad sobre su única hija. Sobre su única hija viva.
—De todas formas. Yo no soy su precioso hijo muerto. Siempre seré la segunda.
Miré a mis pies y no hable por lo que parece mucho tiempo. Frankie suspiró,
rompiendo el silencio. —Lo siento... no eres tú. No sé lo que me pasa esta noche. No
estamos rompiendo las reglas. Eso es lo principal. Vamos.
—No, Frank. Estamos, como, dos horas retrasadas. Ni siquiera estarán allí.
—Mañana.
Fin de la discusión.
La mañana llegó rápidamente, el sol car por la ventana y calienta mis pies como un
baño tibio. Frankie se despierta y me sonríe desde su cama a través de la
habitación, la amargura de la pasada noche se evaporada en la nueva luz. Nos
duchamos y nos vestimos tan rápido como la rutina glamorosa de Frankie permite,
aspirando algunos cereales y zumo por desayuno, y corriendo fuera antes de que
Red y Jayne nos inviten a otro viaje familiar de turista. Después de una rápida
parada en la piscina comunitaria por nuestras falsas ropas de bote, nos dirigimos a
la playa.
—¡Hey! ¡Aquí! —Jake nos ve y nos saluda hacia el agua. Ella debe estar con Sam.
Durante un momento no creo que mis piernas funcionaran, pero Frankie me codea
dejando nuestras cosas y tirando nuestras mantas de playa. La seguí con
entumecimiento obligado, enfadada de que él ya esté con alguien más, y enfadada
porque me permito preocuparme.
Me aparté cuando Jake nos presenta a la chica. Ahora que veo su cuerpo más bien,
le falta cuerpo, creo que casi soy lo bastante mayor para ser su madre. Al menos su
hermana mayor.
Katie. Olvidé totalmente a su hermana. Estaba tan aliviada y avergonzada que casi
río en voz alta. Ella es solo es tres años más joven que yo, pero se siente como si
hubiera una vida entera entre nosotras. Cuando miré su sonrisa fácil y sus ojos
felices, no puedo recordar la última vez que me sentí así, probablemente sería
cuando Frankie aún tenía dos cejas completas.
Pasamos la mañana con el trío surfeando hasta justo antes de almorzar, cuando un
grupo de chicas ligeras de ropa rosa, llamaron a Katie por señas para unirse a ella
Ella estaba sudando, y me sentí mal por desearle cosas malas cuando llegamos al
principio.
Que me guste Sam no es una cuestión ya, al menos no una sobre la que pueda
mentir. Eso es todo lo que puedo hacer para no seguir contando los doce días de
vacaciones, después de los cuales no le veré otra vez.
Una vez que Katie se ha fue, Frankie y Jake se convierten en una ondulante,
besante, indistinguible masa de carne, destacando pegados fuera del agua. Si las
cosas progresan más allá, voy a tener actualizar la calificación de este espectáculo
público de PG-1322 a R23.
Afortunadamente, Sam no es como Jake. Solo que sus pies rozan contra los míos en
nuestra cueva secreta en la arena es suficiente para volverme loca, y en cinco
minutos sé lo encontraré afuera esta noche, aunque deba dejar una nota de rescate
fingiendo mi propio secuestro.
La siguiente semana pasó rápidamente, con nuestros días llenos con natación y sol
y tumbarnos a dormir en la arena, y nuestras tardes haciendo senderismo por la
longitud de la playa a “Smoothie Shack”.
Cada noche estoy con Sam, y las cosas consiguen más intensidad, mientra más y
más se cerca al final.
Algunas veces cuando estoy con él, algo me recuerda a Mat. Una estrella fugaz, el
olor del champú de alguien, una larga risa, el giro de una frase de alguien paseando
por la orilla. Cuando eso ocurre, cierro los ojos, cuento hasta diez, y él se aleja. Para
dejarme. Para devolverme mis recuerdos que son de alguna manera tan simples
como una canción flotando detrás de una hoguera, sin traerme todo el camino de
vuelta a él cada vez. Nunca funciona.
Capítulo 21
Traducido por Lost Angel
Corregido por Mona
—A
sí que, ¿lo hiciste o no lo hiciste? —A la vuelta de nuestra novena
misión exitosa a la luz de la luna, me reí y agarré los hombros de
Frankie. Ella comenzó a contar la historia diez minutos atrás, y
sólo iba en la parte donde fueron a bañarse desnudos. Su versión era demasiado
soñadora y, francamente, esta atípica versión romántica de mi mejor amiga me
está volviendo loca.
—Frankie, ¿sí o no? Lo has estado debatiendo toda la semana. ¡Vamos! —Ella me
mira de reojo, dejando que su movimiento de cejas lo diga todo.
—¡Vamos!
—Lo siento, supongo que tendrás que averiguar cómo es por ti misma.
Ella sonríe, y me pregunto si alguna vez habrá un momento en que esas palabras
no se quemen en su camino de salida.
—Es una pena —dice ella, la reina de todas las cosas, su pequeña Anna todavía se
bamboleaba por la playa con un gran y gordo albatros—. Supongo que tendrás que
esperar hasta mañana en la noche para unirte al club de las chicas grandes. ¿Te ha
dicho algo al respecto? Uno de los estudiantes de surf de Jake tiene esa enorme
casa, cerca de Bahía Moonlight. Sus ricos padres supuestamente estarán en el norte
este fin de semana con sus ricos amigos haciendo cosas de gente rica como polo o
algo así, y probablemente nunca será capaz de hacerle frente a sus amigos de
nuevo (¿qué joven hombre respetable podría?) si no ha aprovechado al máximo la
oportunidad de dar una gigantesca fiesta de playa, llena de chicas semidesnudas en
un jacuzzi y un montón de menores de edad bebiendo. Puedo imaginarla ahora, al
igual que las fiestas en televisión donde mucha gente se presenta, algo caro se
rompe, y la pobre chica sexy llora por lo dura que es la vida, se emborracha y se
vomita a sí misma.
—Sí —le digo—. Sin embargo no vamos a poder permanecer mucho tiempo ni
beber demasiado. Desde nuestro encuentro con la Tía Jayne, en Lady of the Night24,
hemos sido extra prudentes. Muy tranquilas. Nunca demasiado tarde, por si acaso
Si Jayne está dando vueltas afuera otra vez, hacer una historia acerca de filmar un
documental a la luz de la luna es una cosa. Tropezar borracha y desflorada por la
puerta principal es otra bastante distinta.
—Está bien —suspira Frankie—. Me gustaría que hubiera alguna manera de que
pudiésemos regresar en la mañana. Estoy harta serpentear en la oscuridad.
—No bromeo. Más importante, creo que estás a punto de decirme el resto de la
historia de Jake.
Frankie se ríe, más fuerte que el océano. —Vale, vale. Escucha y aprende, mi amiga.
Escucha y aprende.
Para cuando terminó su historia, que era irregular y romántica en partes, pero
parecía al menos cincuenta por ciento cierta, estábamos en la puerta principal,
mirando por las ventanas en busca de signos de vida. Al no ver ninguno, hicimos
24
Es una película de drama sentimental silencioso de 1925. La protagonista se escapaba de noche para
encontrarse con su amante.
California es buena para ella. Incluso el Tío Red y la Tía Jayne parecen felices, a
pesar de los vagabundeos nocturnos de Jayne. Han pasado juntos la mayor parte
del viaje, riendo con nosotros en la cena a su antigua manera, sin complicaciones.
Tal vez hemos retrocedido en el tiempo. Frankie y yo tenemos catorce de nuevo.
Matt está dormido en su habitación del ático de color gris azulado. Y Frankie no ha
estado con dos tipos diferentes… realmente a estado con ellos…
Imagino que algunos chicos desechan la virginidad en la playa. Tendrían que cerrar
la playa y poner un cartel. ¡Peligro! ¡Virginidad salvaje encontrada aquí! ¡Nade bajo
su propio riesgo!
¿Por qué tiene que ser tan especial? Frankie dice que la primera vez no es especial.
Es un inconveniente menor, un acto no más importante que ir al dentista.
Programas la cita a una hora conveniente para ambas partes y yaces tan inmóvil
como sea posible para acelerar el proceso. La próxima vez —y todas las veces
posteriores—, pueden ser especiales, pero no la primera.
El único problema es que con Sam, quiero que sea especial. Quiero decir, si sucede
con Sam. No es que lo esté planeando ni nada. Aparte de afeitar mis piernas. Sólo
por si acaso.
Son casi las cinco de la mañana, de acuerdo a los números que brillan
intensamente en mi reloj de la mesilla. Ruedo sobre mi estómago y empujo mis
manos bajo la almohada, empapándome en la fresca limpieza de la sábana.
Dicen que el verdadero genio con frecuencia ataca en los pálidos momentos entre
despierto y dormido. Este es uno de esos momentos. Ya sea la V de neón o los
pensamientos de las manos de Sam en mi cuerpo, la correcta combinación de
carbono y el oxígeno se unió en una sola chispa, brillante, un petardo en el
horizonte de la desesperanza.
—Jackie y Samantha llamaron —le digo—. La mamá de Jackie dijo que ella puede
tener una fiesta de pijamas mañana en la noche.
Capítulo 22
Traducido por Aya001
Corregido por Mona
P
asamos el día siguiente con Red y Jayne, caminando alrededor del Bulevar
Luz de Luna, fingiendo estar fascinadas con las pinturas de temas sobre la
playa, campanas de viento hechas a mano, y una miríada de otras baratijas
artísticas sin los cuales unas vacaciones en familia no están completas.
Frankie y yo pasamos una hora probándonos ropa que nos sentara bien sobre
nuestros bikinis y enviar el tipo apropiado de mensajes mezclados: informal pero
no descuidada. Caliente pero no barata. Divertida pero no fácil. (Bueno, no tan fácil,
de todas formas). El pelo y el maquillaje tomó otra hora, una delicada danza de
varios productos aplicados con la cantidad justa de presión para las sombras, los
reflejos, y contorneados sin apelmazamiento, escamas o manchas. Sam prefería el
look natural, pero Frankie tenía razón, verse natural requería mucha ciencia.
A pesar de su ignorancia sobre alta costura, él hace que todo mi cuerpo zumbara.
Estoy esperando algún comentario listillo de Frankie o Jake, pero parecen haberse
pegado por la boca, incapaces de comunicarse.
Le sigo por la playa. El cielo está oscuro, pero todavía hay franjas de color naranja y
rosa, sobras de la puesta de sol.
—La clave para una buena fiesta es la música —dice Sam, buscando en su iPod
mientras vagamos a través de la arena—. Eddie —el chico que hacia la fiesta—,
había dejado a cargo de la música a Sam. Si es muy intenso, nadie podrá pasar el
rato y hablar. Pero si es demasiado suave, se convertirá en una fiesta de ronquidos.
También tienes que considerar el momento. Hay un tipo particular de música
apropiado para cada etapa de la fiesta, introducción, calentamiento, apogeo,
decreciente, y la salida.
No sabía que había toda una ciencia detrás de la música de fiesta, pero cuando Sam
habla, quiero saberlo. En estos momentos a lo largo de la costa, no me importa
nada tanto como la melódica cadena de palabras y respiraciones pasando por sus
labios hacia mis oídos, y cuando asiento y pregunto cosas y río, sus ojos se
iluminan a la vez que me mira y pienso que podría llegar a amarle para siempre.
Amarle.
—Sólo tienes que sentirlo. Te lo enseñare después. Empezaremos con algo tecno
ambiental y veremos cuando la energía de la multitud pide otra cosa. Aquí…
compruébalo.
Llegamos a casa de Eddie sobre las nueve y media, Jake y Frankie llegaron justo
después de nosotros. El cielo estaba índigo y la luna iluminaba el patio trasero
como un foco, eliminando los restos de la puesta de sol. Multitudes de personas
llegaban tras nosotros, hablando y gritando y llevando diferentes regalos de
naturaleza alcohólica. Basado en el número de veces que Eddie había dicho:
“Genial, encantado de conocerte,” supuse que cada persona que había invitado
había llevado sobre unos tres o cuatro extras, neveras y pizza en remolque. La casa
se llenó rápidamente con ruido, cuerpos, y botellas de cristal chocando. A veces me
sentía intimidada, asustada de que las cosas se salieran de control, y tengo cuidado
de quedarme cerca de Sam y Frankie. Pero pronto Frankie me da una bebida de
frutas con un parasol de papel, y todo parece un poco menos intenso.
Sam tenía razón sobre la música. Para las once, su ambiente tecno vibra con gracia
y perfección en un club de baile totalmente reggae, embutido de pared a pared con
más gente que toda la población en el final de temporada de la Bahía Zanzibar,
girando y rebotando con los timbales jamaicanos.
La casa podía soportarlo. Era como una pista de baile en sí misma. Enormes
ventanas del suelo hasta el techo daban hacia el océano. Gigantesca, piscina de
suelo. Mesas de billar en más de una habitación. Electrodomésticos de acero
inoxidable en la cocina. El lugar probablemente tenía diez habitaciones, también.
Era como si hubiera sido construido para entretener, como una de esas casas de
celebridad donde un puñado de gente famosa se sentaba dándole a la coca todo el
día, quejándose de sus vidas. Medio esperaba que caminaran de un minuto a otro
con sus drogas y sus problemas de Fantasyland, y Eddie solo se encogería de
hombros y sonreiría y diría genial, encantado de conocerlos.
—Necesitamos una mesa para una pin-pong de cerveza —dijo ella sin más
explicación, haciendo zoom en mi cara como si fuera perfectamente normal
destrozar una casa para tan noble propósito.
—Ves, Anna —Jake dice sobre una base de fans agrupándose en filas a cada lado de
la habitación—. ¡Lo bueno del ping-pong cerveza es que incluso cuando pierdes, tú
ganas! —Saca un par de pelotas de ping-pong de su bolsillo que aparentemente
lleva encima para una ocasión como esta—. ¿Estás dentro?
Jake llama a Eddie para que se le una desde la parte frontal de la puerta lateral, que
ahora estaba plana y horizontal sobre dos taburetes, seis vasos rojos colocados en
triángulos en cada punta.
Choco su mano y tomo un trago de cerveza. —Las dos están a punto de ser
desalojadas —dice Jake, pero no antes de volver a nuestro lado de la puerta y besar
a Frankie una última vez antes del gran juego, provocando una cacofonía de
silbidos de los aficionados a los lados.
Me giro hacia ella y la miro, incapaz de ocultar mi shock. —¿Práctica o magia? —le
pregunto.
—He jugado unas pocas veces, Anna. ¿Te acuerdas de las fiestas?
El juego dura unos diez minutos. Gracias a una extraña combinación de habilidad
mortal de Frankie hundiendo las pelotas de ping-pong en los vasos de cerveza y la
distracción de Jake sobre el burbujeo de las tetas de Frankie en el borde de la parte
superior de la camisola, nosotras ganamos.
—¡La chica de Sam bebe! —grita Eddie a la vez que hunde la última bola frente a
mí, salpicando mi camisa.
¡La chica de Sam! ¡La chica de Sam! ¡La Chica de Sam! Toda la cocina cantaba, y me
di cuenta en ese momento de a cuanta gente podía atraer un estridente juego de
cerveza ping-pong. Saco la pelota del vaso y me lo trago, dejando salir un fuerte
hipo que probablemente lamentaría si estuviera sobria, que para recordar no lo
estaba.
Jake aparta el brazo de Eddie de mis hombros. —Anna —dice él—, ¿dónde está ese
novio tuyo, de todas formas?
—Él no es mí…
—Aquí —Sam se abre paso y coloca sus brazos alrededor de mí por detrás. Mi pelo
está recogido y él está respirando en la parte posterior de mi cuello, gimiendo en
voz baja para que nadie más pudiera oírlo. Si antes estaba contenta, ahora estaba
rebosante de vitalidad. Era una pluma cabeza hueca flotando de nuevo, una pluma
que también estaba rebosante de vitalidad. Hipo. Alguien podía sumergirme en
cerveza y ni me daría cuenta.
Me giro y le beso, provocando una nueva ronda de silbidos. —Ya veo que has
estado perdiendo en cerveza pong —dice él, sonriendo frente a los vasos
esparcidos por toda la pegajosa mesa.
—Sí —dije—. Pero lo bueno de cerveza pong es que incluso cuando tú ganas, tú
ganas. Quiero decir, incluso cuando tú ganas, tú… oh, qué más da. Hemos perdido
completamente. —Me retuerzo para soltarme y coger otra cerveza, que de alguna
forma se había convertido en algo no tan desagradable.
Frankie y Jake cogieron los vasos de la mesa y los recolocaron para el encuentro.
Sonrió y saludo a Frankie mientras desaparece para otra partida. Sam nos dirige a
través de la multitud en la casa, que se había aglomerado más en la última hora.
Muchas personas todavía estaban bailando, mientras otras estaban tiradas en
25
Jugadora más valiosa.
—Es raro —dijo finalmente Sam, con una mano acariciando mi desnuda (y
afortunadamente afeitada) pierna—. He vivido aquí toda mi vida, pero nunca dejo
de asombrarme de lo diferente que se ve el agua de noche.
Entrecierro los ojos y trato de ver más allá de la inmediata costa, más allá de donde
las olas y la espuma rompen contra la arena. Todo es negro. Si intento andar en el
agua pasado el brillo de la luna en la superficie, caeré de la tierra al espacio
exterior.
—Sé lo que quieres decir —dije yo—. Sólo he estado aquí durante un par de
semanas y ya no puedo imaginarme no despertándome a esto.
—Por supuesto —dice, apartando mis piernas para poder ponerse de pie—.
¿Quieres caminar a la Vista?
Artist Vista es una curva estrecha del litoral que sobresale en el otro lado del
muelle más allá del Boulevard Rayo de Luna. Frankie me lo enseñó el primer día
aquí cuando estábamos esperando a que Red y Jayne pidieran helados, pero no
—Buena idea —dice—, y ponte tu sudadera. Voy a ir a por una manta, también.
Perdí la noción del tiempo, pero debían ser cerca de las dos de la mañana. No
estaba cansada, y a juzgar por el sonido rebotando fuera de la casa mientras me
acercaba, tampoco lo estaban la gente guapa de la fiesta.
Frankie estaba en la cocina donde la dejé, excepto que ahora estaba sentada en un
taburete en frente de la mesa de cerveza pong con su brazo alrededor de otra
chica, las dos en pantalones cortos y con la parte superior del bikini, entrevistando
a su compañera con la cámara sobre cómo había perdido su ropa.
—Parece que este juego se ha ido bajando rápidamente —dice Sam, viniendo por
detrás de mí.
No sé cuánto tiempo nos tomaría llegar a la Vista o cuanto estaríamos allí, así que
le digo a Frankie que no me espere. Después de confirmar que Jake está planeando
pasar la noche con ella, le abrazo para despedirme y le sugiero que no beba más a
no ser que quisiera pasarse todo el día siguiente vomitando.
26 Un trago, normalmente de tequila o bourbon, que te bebes del estómago de otras personas.
Se ríe y se echa hacia atrás sobre el asiento, con sus largas, bronceadas piernas
colgando sobre el borde, al lado de la risitas Leah, el club de fans del pong. Frankie
esperando su próximo movimiento.
Localizo un baño a lo largo del pasillo que va hacia la cocina y entro para ponerme
la sudadera y me arreglo el pelo y compruebo mi cara rápidamente. Como por arte
de magia, incluso encuentro algo de loción para las piernas y un cuenco de
caramelos de menta en el lavabo.
Las mariposas están batiendo sus alocadas alas en mi caja torácica mientras hecho
un último vistazo al espejo.
Capítulo 23
Traducido por Elamela & Xhessii
Corregido por Anne_Belikov
—Solíamos venir aquí mucho de picnic cuando era un niño —dice Sam, agitando
una manta para nosotros en la arena—. No he estado aquí en un tiempo.
Me siento en la manta junto a él. —Cuéntame una historia —le digo—. Sólo quiero
escucharte.
—Claro. Ven aquí. —Se tumba y me tira contra su pecho, acariciando mi pelo. Me
cuenta sobre crecer en California, y cómo es tan difícil hacer amigos porque todo el
mundo que conoces se va al final del verano. Su voz es baja y suave, amortiguada
por su pecho contra mi oreja.
—La cosa más trágica de California es que nada es permanente o real aquí —
dice—. Se parece a ti, ¿sabes?
Antes, Juntos.
Después, Separados.
Antes, Feliz.
Después, Triste.
Estar con Sam en este viaje ha sido como unas vacaciones del dolor, pero ahora no
puedo hablar de crecer sin pensar en Matt. El esfuerzo de empujarlo de mis
pensamientos y palabras me agota. Finalmente, su recuerdo gana, arrastrándose
en mi mente y haciéndome estar callada contra el sonido del mar y la respiración
de Sam.
Pero nunca lo hizo. El tiempo siguió su camino. Y dejé de tener miedo. Hasta ahora,
vulnerable e insegura y un poco borracha. Tendida en la arena y enamorada
locamente de alguien que acababa de conocer. Matt me está mirando. Observando.
Posiblemente juzgando. Y lo peor de todo esto es que no quiero despertarme bajo
su derrumbamiento de rocas triste nunca más. No quiero probar el mazapán
glaseado y los cigarrillos de clavo. No quiero pensar en el collar de cristal azul o en
los libros que me leía en su cama o los montones de cosas de la universidad o en
algún chico al azar vistiendo su ropa donada en el supermercado.
No quiero ser la mejor amiga convertida en algo más del chico muerto.
Sólo quiero estar flotando suspendida aquí en mi cápsula del tiempo de California
con ningún atardecer de ayer ni amanecer de mañana en ningún lugar del
horizonte.
Borrado.
—¿Cómo?
—No.
—¿Cuál es el tuyo?
—Quería hacer una granja de orugas. No puedo creer que te acuerdes de eso, Anna.
—Matt sonrió, enjuagándose el jabón de sus manos.
—No es tan guay como ver el mar por primera vez, pero todavía me hace sonreír.
—Te prometo que te llevaré allí algún día. Quiero verlo contigo. Quiero ver todo
contigo.
Sam me mira duro y serio, como si estuviera tratando de leer mi mente. No puedo
encontrar las palabras para esta conversación e incluso si pudiera, probablemente
sólo lloraría. Así que hago la siguiente mejor cosa y lo beso.
Borrado.
En algún lugar debajo de mi reciente piel bronceada, sé que debería esperar, que
debería ser especial, que debería ser con alguien con el que pueda despertar por la
mañana, mañana y siempre.
¿Y si piensa que soy una chica turista buscando alguna aventura de amor
romántica de larga distancia para que sólo lo pueda compartir en sus efusivas
postales manchadas de playa con sus amigas?
Sam, cuyo mechón de pelo cae en suaves ondas en mis mejillas mientras me besa.
Sam, cuyos ojos verdes y salvajes están en mí como sus manos, buscando y
encontrando, caliente e intenso.
Se ríe. —Macintosh.
—Um, ¿Anna?
—¿Sí?
—Está bien —susurro, pasando mis dedos a lo largo de su labio inferior. Mi mente
está corriendo más rápido que mi corazón, pero no estoy segura de cómo
detenerlo. No quiero detenerlo. Quiero devorar todo de él. Quiero saborear su boca
y olor, su champú y luego morir con este recuerdo, de inmediato y rápido, antes de
que nada pueda alejarlo.
Se mueve más cerca para besarme otra vez, pero empujo mi mano contra su pecho.
—Sam, quiero decir, está bien. ¿Tienes algo? —Espero el destello de
reconocimiento que se eleve en su rostro.
—Sí.
Pero no se caen.
Sam está tendido con sus ojos cerrados, sus brazos cruzados sobre su pecho. —
Quédate conmigo, Anna Reiley —susurra soñoliento, sonriendo. Me agacho y toco
su estómago con dedos suaves.
—Sólo voy a enjuagarme mis pies. Volveré enseguida. —Engancho mis sandalias
en un dedo y camino descalza hasta la orilla del agua, mis pantalones cortos
desabrochados colgaban sueltos sobre la parte inferior de mi bikini. Andando por
la arena, los flecos se pegaron a mis muslos como telarañas mojadas.
Dejé que el agua lamiera mis pies y esperé a una señal de que estaré bien, que lo
que hice está bien, que todo está bien. Miro por encima de la espuma del océano y
espero.
Las olas susurran contra la orilla como lo han hecho durante toda la noche,
conocedoras y sabias e inalterables.
El mar emerge hacia adelante hacia los dedos de mis pies, sólo para retroceder, su
superficie opalescente en la arena se evapora al instante. Tomé la mágica píldora, y
ahora ya está hecho.
Capítulo 24
Traducido por Genesis_480
Corregido por Anne_Belikov
C
aminamos por la playa al amanecer, con los brazos cerrados, la cabeza gacha,
escaneando la arena húmeda, que pasaba por debajo de nuestros pies. Mis
bolsillos se hicieron más pesados con cada pieza de vidrio de mar que
recogía: verdes, azules, blancos, ámbar. Después de tres semanas en la playa,
todavía estaba sorprendida de que las piezas de cosas que alguna vez fueron un
conjunto, una parte de otra cosa, puedan romperse y caer en el océano, viajar miles
de kilómetros y años para terminar aquí, pasajeros en los bolsillos de mi sudadera
blanca.
Yo metí mis manos en mis bolsillos, sintiendo el frío vidrio liso entre mis dedos,
recordando algo que leí en una de las tiendas de baratijas en el Boulevard Luz de
Luna con Frankie y Jayne.
—Los pedazos de vidrio del mar supuestamente son las lágrimas de la sirena loca
de amor —le dije a Sam—. Ella fue desterrada al fondo del océano por toda la
eternidad por el Rey Neptuno, porque se enamoró de un capitán de un barco y lo
salvó de una tormenta.
Sam asiente. —Si, ya lo he oído antes. Hay todo tipo de refranes como ese por aquí.
Pero a veces tú tienes que tomar las cosas sólo por lo que son y apreciarlas, no
tratar de etiquetarlas o explicarlas. Las explicaciones le quitan el misterio, ¿sabes?
—Supongo. —Me agaché para recoger un pedazo de vidrio turquesa que vi debajo
de mis pies, y ahí fue cuando lo vi, oscuro y profundo, que sobresalía de la arena
mojada—. ¡Oh dios mío, mira!
Yo tomo la pieza rojo oscura, del tamaño de medio dólar de él y sonrío, mirando al
otro lado del océano. Le dije a Matt en mi carta antes de que nos fuéramos que
encontraría una pieza sólo para él, pero ahora que está realmente aquí, brillando
en mi mano, sé que él querría que yo hiciera algo más con ella.
La levanté sobre mi cabeza y la lancé tan fuerte y tan lejos como pude hacia el
océano.
Sam se ríe. —Hey, loca, ¿por qué hiciste eso? Probablemente no volverás a ver algo
como eso otra vez en toda tu vida.
—No lo entiendo.
Caminamos el resto del camino hacia la casa de Eddie con nuestros brazos
alrededor del otro, un feliz cansancio amenazando con poseernos. Mi piel tenía
pelos de gallina por la fría mañana, pero estoy caliente y optimista por dentro,
mareada por la falta de sueño, por la manera en que me siento junto a Sam, y el
cristal de mar rojo, señal del universo o no.
Cuando nos acercábamos a la casa, una mata de brillante pelo castaño rojizo
brillaba proveniente de las escaleras que llevaban al patio trasero. Cuando veo la
camisola de color claro, lo sé.
—Es Frankie. Ella debió haber esperado por mí o algo. Me pregunto… ¿dónde
estará Jake?
—Él tiene una clase temprano, probablemente tuvo que irse. Hablando de eso,
tengo que estar en el trabajo en tres horas. Estoy en un doble turno esta noche.
—Nah. Sólo necesito como una hora de sueño, luego tomaré algo de café. Estaré
bien.
—Okay. —Saludo con la mano a Frankie. Ella estaba sentada en las escaleras
observándonos, esperando que yo le prestara atención a ella.
—Tal vez iremos por unos batidos. De otro modo, definitivamente esta noche. —Él
sonríe y me abraza, besándome en los labios y en la frente antes de correr por la
playa, y me descubro a mí misma sonriendo.
Amarlo.
Para siempre.
—Hey —digo, esperando que ella notara algo diferente en mí—. ¿Qué estás…?
—Tú. —Ella no se mueve cuando habla, y no hay nada cálido o feliz en su tono—.
Necesitas permanecer muy alejada de mí.
—Frankie, ¿de qué estás hablando? —Trato de recordar cualquier cosa que pude
haber hecho o dicho la noche anterior para molestarla, pero nada viene. Ella estaba
bien cuando me fui con Sam. Y hacer que dejara los A.A. era su misión, de todos
modos—. ¿Qué te pasa?
—Frankie, ¿Qué paso? ¿Es Jake? ¿Algo paso con él? ¿Te lastimó?
Sólo la he visto así otra vez, en el vestíbulo del hospital cuando el doctor salió con
el capellán para decirnos que no pudo salvar a Matt. Jayne sólo se desmayó, y Red,
sosteniendo una bolsa llena de las cosas de Matt gritó: “¡No! ¡No! ¡No!”. Una y otra
vez. Frankie sólo miró a sus padres, la misma cara fantasmal, ningún sonido,
derramando lágrimas por sus mejillas.
—¿Hablarte a ti? ¿Hablarte a ti? —Ella pregunta—. Está bien, hablaré contigo,
Anna Reiley. Así que, ¿Dónde estabas anoche? —Su voz aguda y forzada, burlona.
—Frankie, yo estaba con Sam en el Vista. Te lo dije antes de que nos fuéramos.
¿Recuerdas?
—¿Con él? Como en… ¿con él, ¿con él?, ¿con él?
—Es eso así. —Ella lo dice, en lugar de preguntar—. ¿Justo como me dijiste sobre
esto? —Ella se vuelve y pone algo frente a mi cara, su mano con los nudillos
blancos y temblando. Cuando veo el rectángulo morado, me toma unos pocos
minutos darme cuenta de lo que es, para juntar las piezas. Es como cuando la Tía
Jayne reordenó la habitación de Frankie la última vez. Todas sus cosas todavía
estaban ahí, pero no era donde se suponía que debían estar. Seguíamos
despertando y olvidando donde estábamos.
—Ese es mi… mi…—No puedo hablar. Mis rodillas flaquean. Esa vieja y caliente
sensación punzante corría por mi espalda y cuello. El sonido de las olas en la orilla
se amplifica. Puedo sentir la sangre desde mi corazón hasta mis venas y de vuelta
de nuevo. Estoy hiper-consciente. En cámara lenta. Culpable y enojada.
Yo arremeto contra ella, intentando alcanzar el diario, pero sus pies son rápidos, y
ella retrocede hacia el agua.
—Aquí está uno bueno. —Ella lee de una entrada al azar—. “Querido Matt, hay
tantas cosas que quiero decirte. Todos los días algo pasa en la escuela que me hace
querer regresar a casa y decirte, pero no puedo”. O qué hay de esta. “Querido Matt,
algunas veces me pregunto si alguna vez va a dejar de doler”.
Frankie pasaba por las páginas, gritando mis miedos y recuerdos a través del vasto
océano, liberándolos de sus cárceles de papel plano y rompiéndome en pequeños
pedacitos.
—“Querido Matt, tu hermana está fuera de control. Desearía que estuvieras aquí,
no sé como ayudarla. Anoche ella salió con este tipo de la escuela al campo de
soccer y…”
—¿Tú piensas que lo sabes todo? —Ella grita—. Para tu información, ¡yo ni
siquiera dormí con Johan! Salimos todo el camino hacia allí, ¡y él ni siquiera quiso
estar conmigo!
—¿Qué?
—¡No pasó! ¡Yo no dormí con el! Y mientras estamos en el tema de la verdad, yo
tampoco dormí con Jake. ¿Feliz ahora? ¿Quieres poner eso en tu pequeño libro de
reportes?
No puedo creer lo que estoy escuchando. Abro mi boca para decir algo frío y
molesto, pero ningún sonido sale. Todo lo que puedo hacer es agarrarme del aire
por mi diario, mis pensamientos escritos como los niños perdidos de mi alma.
Frankie toma otro paso hacia atrás, todavía ojeando las páginas.
Ella me mira con unos ojos locos, perdidos. —No, no lo creo. —Estoy desesperada.
—Frankie, por favor devuélvemelo. Por favor. Siento no habértelo dicho. Pero es
todo lo que me queda de…
—Anna, él era mi hermano. Mío. ¡Tú no tienes ningún derecho a tener nada de lo
que queda de él! —Como la declaración dejó su boca, ella volteó su espalda hacia
mí y corrió a la orilla arqueando su brazo tras ella, la más rara lagrima roja de
sirena brillando en su brazalete como la piedra que tiré de vuelta al océano sólo
hace unos latidos de corazón.
—¡Frankie, no! —Corro hacia ella pero mis piernas se sienten pesadas, como si
estuviera atrapada en una horrible pesadilla. La atrapo y agarro el fondo de su
camisola, haciéndola caer en la arena.
Está navegando a través del aire, aterrizando plano en el agua con un plop
aburrido.
—¡Anna! ¡Déjalo! ¡Déjalo ir! —Frankie grita desde la orilla con el agua hasta las
rodillas.
Yo sigo nadando hacia él, pero la corriente es muy fuerte, arrastrando mis piernas
y brazos y quemando mis pulmones hasta que no puedo mantener mi cabeza sobre
ella sin luchar. Mientras pateo y me devuelvo a aguas menos profundas, la marea
mueve el diario completamente fuera de alcance, rodeándolo, dándome un último
vistazo a las páginas deformadas antes de absorberlo a las profundidades del
océano.
Mi corazón late en mil trozos de vidrio roto, cada uno latiendo separadamente,
dolorosamente.
Lo he perdido de nuevo.
Cuando salgo del agua, me siento con fuerza en la orilla, pongo mi cabeza en mis
manos y lloro hasta que no tengo huesos. No me importa lo que piense Frankie. No
me importa si los invitados de la fiesta o el personal del hotel me ven aquí afuera.
Ni siquiera me importa si Sam regresa y me encuentra aquí, ojos hinchados y la
nariz congestionada y el corazón roto. Mi mejor amiga está estropeada en la arena
junto a mí como una muñeca de papel mojada.
Mi virginidad se ha ido.
Y me toma toda la fuerza que me queda para no bucear de nuevo y seguirlo abajo,
abajo, profundo en el fondo del mar, perdido para toda la eternidad como la rota,
desterrada sirena.
Capítulo 25
Traducido por Flochi
Corregido por Mona
L
a culpa por no contarle a Frankie de Matt y yo es abrumadora, pero
empalidece al segundo lugar frente a la violación de que ella lea mis privados
y crudos pensamientos y los destruya. Ella irrumpió en mi corazón
celosamente guardado, robó la única conexión restante que tenía con Matt, y lo
convirtió en una monstruosidad. Para empeorar las cosas, durante todo el tiempo
que se la pasó educándome las primeras veces y los ensayos de desnudarse como
la Reina del Amor, ella estaba llevando una carga igualmente pesada e incómoda;
ella no era más experimentada que yo.
Por parte de Frankie, no puede mirarme, tampoco. Después que derramamos todas
nuestras silenciosas lágrimas en la playa, se dirigió a la casa de Eddie sola.
Le dijimos a Red y Jayne que volveríamos antes del almuerzo. Si aparecíamos antes
del desayuno húmedas y con los ojos hinchados, ellos se darían cuenta de que algo
estaba mal. Tenemos que esperar aquí afuera.
Subo las escaleras hasta el patio trasero, las piernas y el corazón presionados por
la tristeza y la fatiga. Unas cuantas personas se acamparon en las tumbonas que
bordean la piscina, inconscientes e inafectadas de la batalla de gritos de mi y de
Frankie más temprano. A través de la entrada trasera, pasé sobre la masa arrugada
y durmiente de un chico cuya ropa reconozco del club de fans de apestosa cerveza
de anoche. Di unos cuantos pasos más en la cocina antes de detenerme en seco por
un muro de hedor y suciedad. El olor de vómito de alguien se anunciaba a sí mismo
orgulloso, alargándose e intentando ahogarme. Cajas abiertas de pizza y cortezas
sueltas desparramadas por toda la cocina, la puerta convertida en mesa había sido
derribada sobre el taburete del bar, y una capa de arena mezclada con una película
pegajosa de cerveza derramada cubría cada superficie plana a la vista.
Yo nunca había olido un cuerpo en descomposición, pero me imagino que esta casa
se encontraba bastante cerca.
El frente de la mochila está vacío. La parte del medio contiene todo lo que empaqué
la noche pasada, salvo por la única cosa que realmente importaba.
Mi mente se dispersa entre los recuerdos placenteros de los labios de Sam contra
los míos y la intolerable tristeza de ser traicionada por alguien que quería y al que
le confiaba mi vida entera.
—¿Sr. y Sra. Donovan? ¿Hay alguien en casa? —La puerta se abre, dejando pasar
los rayos del sol que caen violentos sobre el rostro de Eddie, pero él no se molesta.
Yo me deslizo al interior de la oficina, así puedo mirar con seguridad el drama de
otra persona sin ser involucrada en él.
—¿Qué… ¡Buen Dios, muchacho! ¿Hay alguien muerto aquí? —Los accesorios de la
señora de la limpieza abren la puerta delantera, ella con su aspiradora de potencia
industrial se dirige al sofá donde Eddie finalmente se mueve.
—Edward, ¿dónde están tus padres? —pregunta ella, doblando sus brazos
rechonchos sobre su pecho.
—Mañana, creo.
—Debe haber sido una fiesta. —dice ella, agarrando su pecho con ambas manos y
asintiendo a la lencería de Eddie.
—¿Qué dem…? —Eddie levanta la mano para tocar el encaje contra su cuerpo y
sacude su cabeza, claramente sin recordar cómo llegó eso ahí.
—Bien entonces. Solamente llame si necesita algo, Edward. —Patea una botella de
la puerta, arrastra la aspiradora, y deja que la puerta se cierre de golpe. La botella
rueda por el suelo y descansa contra una caja de pizza cerca del pie de Eddie.
—Mierda. —Se inclina sobre el sofá con la cabeza entre sus manos, sin hacer
ningún esfuerzo por quitarse el sostén.
—No realmente. Le gustan los cien dólares que le tiraré más tarde. —Eddie pone
algo de café y empieza la tarea de despertar a los muertos que están postrados por
toda la casa, la piscina cubierta y el patio. Le pregunto si vio a Frankie entrar antes.
—Sí, está arriba. Debieron haber bebido mucho anoche. ¡Ambas tienen un aspecto
de mierda!
Fuerzo una sonrisa. —Me han llamado peor. —Hace unas cuantas horas, en
realidad.
Me preparo una taza de café negro en la cocina y espero por la Princesa Perino.
Probablemente puedo nombrar a unas siete mil personas con las que preferiría
caminar por la playa esta mañana, pero no podemos arriesgarnos a aparecer por
separado en la casa. Por lo que Tío Red y Tía Jayne saben, pasamos un tiempo
súper-divertido en la súper mega pijamada de Jackie y Samantha, permaneciendo
sonrientes hasta muy tarde, peleando con almohadas y contestando cuestionarios
Cosmo por lo que necesitamos unas cuantas horas en nuestras propias camas
recuperando el sueño.
Una hora después, Frankie baja pisoteando las escaleras, repleta de maquillaje
cubriendo cualquier evidencia de agitación. Para mi beneficio, hace un gran show
abrazando a Eddie despidiéndose y dando las gracias por la —aturdidora—, fiesta.
Después, sin siquiera girar su cabeza remotamente en mi dirección, tironea su
mochila sobre su hombro y se dirige a la puerta trasera y baja a la playa, barbilla
elevada, estómago dentro, hombros caídos, pecho afuera… un feroz fénix castaño
rojizo elevándose de las cenizas de la ruptura con su mejor amiga.
Capítulo 26
Traducido por Dani
Corregido por Tibari
M
antuve un ritmo de distancia seguro detrás de ella, con mis enredados
sentimientos oscilando entre el arrepentimiento y el enfado, pasando más
tiempo en el segundo. Frankie no miró sobre su hombro ni una vez,
segura de que no la dejaría ir demasiado adelante. Ella sabe tan bien como yo que
si no aparecemos juntas actuando con naturalidad, vamos a tener que dar muchas
más explicaciones.
Corro los últimos treinta metros para asegurarme de que subimos las escaleras del
patio trasero juntas, sonriendo, dibujando perfectos rayos de sol llegando a casa de
nuestra noche de chicas. Red y Jayne están en la cocina cortando algo para el
almuerzo, en ese justo momento.
—¡Hey, chicas! —dice la Tía Jayne, secando sus manos sobre sus pantalones
cortos—. ¿Cómo estuvo la fiesta de pijamas?
—No parece que consiguieras dormir mucho —dice el Tío Red desde detrás de su
periódico.
Los ojos de Frankie se agrandaron, pero Red y Jayne sólo rieron. Nunca se les
ocurriría que estoy diciendo la verdad.
—En ese caso, voy a ir con ustedes la próxima vez. —La tía Jayne guiña un ojo y
dispone sándwiches y tortillas de chip27 sobre la mesa, mirándome durante un
27
Son aperitivos de harina de maíz aplastada y frita en aceite vegetal. Se parecen mucho físicamente a
los Doritos o Nachos.
No vino, sin embargo. Me disparó unas pocas miradas desagradables más cuando
Red y Jayne no estaban prestando atención, a las que yo incondicionalmente
respondí, pero su boca estaba cerrada. Me forcé a comer la mayor parte de mi
sándwich y unas pocas patatas antes de excusarme a nuestro dormitorio para una
muy necesaria siesta.
—Está bien —dice el Tío Red—. Te despertaremos más tarde para la cena. Ustedes
decidirán a dónde vamos a ir… donde quieran.
—Gracias, Tío Red. —Puse mis platos en el fregadero y me encaminé por las
escaleras. Contagiándome con una repentina enfermedad mortal para evitar fingir
mi comportamiento por una tarde con Frankie, probablemente eso está fuera de
pregunta, así que me resigné a eso, a esforzarme sacándolo de mi mente, y me
arrastré entre las frías sábanas blancas de mi cama, temporalmente borrando las
últimas horas de mi existencia. ¡Poof!
—¿Qué? —suelto.
Después del festival del amor, Frankie y yo nos arreglamos para la cena en silencio,
trabajando alrededor una de la otra como si la próxima en hablar o hacer contacto
visual directo se convertiría en piedra. Cada pocos minutos ella mira en mi
dirección, y yo en la de ella, esperando por una apertura, una sonrisa, una
comprensiva inclinación de cabeza… cualquier indicación de que siquiera nos
volveremos a hablar alguna vez.
Nada de Frankie, que probablemente olvidaría los eventos del universo por
llevarse a Matt antes de siquiera considerar perdonarme por no contarle lo que
sucedió entre nosotros.
Y ciertamente por mi parte también. Por mucha diversión que haya tenido con
Frankie, por mucho que la quiera y quiera pasar todas las vacaciones que vengan
con ella, por mucho que quiera preocuparme de ella por Matt… sé que nunca será
de la misma forma otra vez.
—Oh, ¿en serio? —Solté un susurro de regreso, pasando un peine por mi cabello—.
Debería haberte dicho lo de Matt, pero ¿está bien para ti haberme mentido sobre
Johan y Jake?
—¡Cinco minutos, Papá! —grita Frankie, girándose hacia mí—. Oh, ¿entonces se
supone que soy un horrible monstruo de amiga, huh? ¿Hice que vinieras a este
viaje, hice que perdieras tu estúpida virginidad e hice que mintieras sobre Matt?
Toda la noche, Frankie es una imagen de buenos momentos y luz del sol,
hablándoles a Red y Jayne sobre chicas que no existen, juegos que nunca hemos
jugado, y películas que no hemos visto, ocasionalmente mirándome para agregar
un detalle secundario o un “Oh, ¡recuerdo eso! ¡Es tan gracioso!”. Red y Jayne
parecían divertidos, una fotografía perfecta de unas vacaciones normales con su
hoja normal y su normal mejor amiga. ¿Qué podría ser mejor?
—Estoy tan contenta de que hayamos hecho este viaje juntos —dice la tía Jayne
tomando la mano de Frankie sobre la mesa en el Restaurante Costero de Shelly—.
Quizás deberíamos regresar el próximo año.
—Tal vez incluso podamos invitar a Helen y Carl para que vengan —dice el Tío
Red.
—Sí, lástima.
Después de cenar, los Perinos nos llevan al muelle. Debe ser el último fin de
semana de todos en la playa… el lugar está a rebosar.
—Está lleno esta noche. —Red se mueve para evitar chocar con un coche de
bebé—. Por qué no cruzamos al otro lado de la playa. No hemos ido a esa parte
todavía.
Bueno, tal vez ustedes no. Pero tu hija y yo ya casi somos nativas de ahí.
Caminamos por la avenida lentamente, Frankie y yo vamos unos pasos detrás con
los puños apretados, con nuestras sonrisas forzadas traicionando nuestro drama
privado.
La Tía Jayne pregunta si nos gustaría detenernos en alguna parte por un postre, y
dado que asentir y sonreír es más fácil que negar con nuestras cabezas e inventar
una razón para no querer un postre, estamos bien con eso sin pensar.
Capítulo 27
Traducido por Anelisse (Traducción S.O.S.)
Corregido por Tibari
U
na sacudida de pánico y emoción brotó simultáneamente. Por el momento,
mi cabeza y mi corazón estaban esquivándolo, tratando de decidir si debía
estar feliz de ver a Sam o rigurosamente asustada si no se ejecutaba algún
tipo de fuego rápido en la planificación de los próximos quince segundos, todo lo
de Jackie y Samantha iba a volar. Frankie se dirige a mí totalmente asustada, el
primer cambio en su expresión en toda la noche, y yo misma maldiciendo por no
pensar en establecer las reglas del juego con Jake y Sam por adelantado.
La ceja de bebé pájaro de Frankie estaba toda torcida y con miedo, y todo lo que
pude hacer es encogerme de hombros.
Hay una larga fila para conseguir una mesa en “Shack” esta noche, pero eso no
detiene a Jayne. Pensando rápido, anuncio que necesito usar el baño y me abro
camino hacia la parte delantera de la línea en medio de una serie de enojados "¡La
fila comienza ahí atrás!" y "¡No cortes!".
Frankie me coge mirando a Sam y pone los ojos en mí por encima del menú.
Frankie me da una patada por debajo de la mesa, pero la ignoro, llegando hasta a
tomar mi batido de Vineapple —helado de vainilla, piña fresca y ginger ale—. Los
dedos de Sam cepillan contra los míos, enviando un choque que siento a través de
mi mano y todo el camino hasta mí brazo.
Una vez que Sam vuelve a su puesto detrás del mostrador, Frankie detiene las
patadas y sorbemos por nuestras bebidas aproximadamente dos minutos, ansiosas
por salir de aquí antes de que nadie nos reconozca. Tío Red y Tía Jayne, en cambio,
actúan como si fuera la última tienda de batidos que van a ver, como si los batidos
fueran una especie en peligro de extinción para ser apreciados y saboreados y
tardando el mayor tiempo posible. Cada minuto que pasa, Frankie y yo nos
hundimos más abajo en nuestras sillas, orando al Dios de las molestas
coincidencias de que Jake no aparezca y vuele nuestra portada.
Después de lo que se siente como tres horas, Red paga la cuenta y nosotros
estamos en nuestro camino de regreso al anonimato de la playa llena de gente. Sé
que es arriesgado, pero no me resisto al último adiós a hurtadillas. De pronto
recuerdo que tengo de ir al baño otra vez y emprendo mi camino de regreso a
través de la fila ondulante para los batidos para llegar hasta el contador. Después
de confirmar que no me han seguido, me arrodillo en un taburete vacío y llamo a
Sam.
—De acuerdo. —Se inclina y rápidamente me besa en los labios, apenas los toca
antes de que la frenética camarera le grite otro pedido a Sam.
—Nos vemos esta noche. —Él sonríe y vuelve a los cubos de pastel de helado de
detrás del mostrador.
—Te tomó bastante tiempo. —Ella chasquea—. Mis padres están comprando
tarjetas postales.
—Sí —le digo—. Sólo un pequeño relleno de los batidos. Frankie está preocupada
de que si trata de entrar en el automóvil demasiado rápido, la falda le va a explotar.
—¡Chicas! —Se rió Jayne—. ¿Qué pasa con ustedes dos esta noche? ¿Hay luna llena
o algo así?
—De acuerdo, Twinkies. —Tío Red le tiende sus tarjetas postales a Jayne y se
esfuerza por sacar sus llaves—. Vamos a la casa. Todavía nos queda mañana… me
divertiré planeando algo para la última noche.
Voy a matarla.
De vuelta en la casa, Frankie pasa más de una hora en el baño preparándose para la
cama. Puedo usar la oportunidad para poner la alarma vibrante en mi teléfono
celular. No quiero que ella les avise cuando esté tratando de escabullirme… lo
último que necesitamos es otra estúpida pelea que podría despertar a Red y Jayne.
No recuerdo haberla oído regresar del cuarto de baño, pero de repente mi teléfono
estaba zumbando sobre mi mejilla, sacudiéndome de un sueño ligero. Usé la luz de
la pantalla para localizar las chanclas y una sudadera que había escondido debajo
de la cama más temprano y observé que la cama de Frankie seguía hecha.
Eso significaba que quizás ella se había dormido en el sofá o la planta baja porque
no podía soportar el hecho de que tuviera relaciones sexuales antes que ella y se
entregaría a Jake en este mismo instante, decidida a recuperar ser el centro del
escenario.
En la planta baja, el sofá estaba vacío y abrí la puerta delantera para confirmarlo.
Abrigué la idea de encerrarla afuera y acercarme sigilosamente por la ventana de
la cubierta, pero podía imaginarme cómo se desarrollaba esa escena. Ella vino
desde detrás y se dio cuenta de lo que pasaba, golpeó salvajemente en la puerta
para despertar a sus padres, y convencerlos de que me amenazaran por escaparme
al encuentro con el chico de “Smoothie” y ella sólo trataba de ir en pos de mí y
impedirme hacer algo estúpido —sorbiendo los mocos—, así como una mejor
amiga debe —sorbiendo los mocos—, cuando accidentalmente cerró la puerta
detrás de ella —sorbiendo los mocos, sorbiendo los mocos—, suspirando.
Sigo el camino que he tomado tantas veces este verano… a través de la parte
delantera, por la calle, atajando a través del patio de un vecino, por las escaleras a
la playa, pasando por el muelle, a través del laberinto del campamento, hasta la
cubierta de “Shack”, para introducirme en los brazos de Sam.
Capítulo 28
Traducido por Maggih
Corregido por Tibari
—A
nna, ¿qué pasa? ¿Qué pasó?
Asiento con la cabeza, abrí la boca para contarle, pero mi cerebro intercepta con un
telegrama urgente: Oye, tonta. Para. Sam no sabe nada de Matt. Para. Cubre el
golpe. Para.
—Hay tantas cosas que no te he dicho, Sam. Yo no sé ni por dónde empezar. —Me
retiro y me apoyo en la barandilla de la cubierta para tomar una respiración
profunda, mirando la luna sobre el océano. Quería que todo fuera diferente aquí.
Yo quería ser alguien más. Anna, la viajera trans-continental, ¡la mujer de la pasión
y la aventura! No Anna, amiga patética que rompe sus promesas y escribe cartas a
los niños muertos.
—Está bien.
—Muy bien. Hace poco más de un año, había un chico que realmente me gustaba,
de veras... desde que era niño.
—Nosotros tres fuimos los mejores amigos. Básicamente, nos criaron juntos.
—Complicado.
—Mucho. Así que de todos modos, el año pasado en mi cumpleaños, por fin me
besó. —Sam se queda quieto, centrándose en sus pies caminando por la arena. Se
siente raro hablarle de esto por muchas razones, pero las palabras están llegando
demasiado rápido para que me detenga, incluso si quiero.
—Nosotros empezamos a salir todo el tiempo… incluso más que antes. Todas las
noches. Sólo que nosotros no sabíamos cómo decírselo a Frankie, porque no
queríamos que ella se sintiera mal o que la dejábamos de lado o cualquier cosa.
—Él pensó que sería mejor que se lo contara él mismo, así que le prometí que no
diría nada. Pero antes de que pudiera hablar con ella acerca de esto… —Estuve a
punto de atragantarme con la palabra, tomando mi mano contra el brazo de Sam
para detener nuestra marcha hacia adelante a lo largo de la costa.
—Él simplemente… él… Lo siento. Espera. —Las palabras de esta historia han
pasado mil veces de mi mano a las páginas de mi diario, pero nunca de mis labios a
los oídos de otro ser viviente.
Tomé unas cuantas respiraciones profundas antes de que fuera capaz de encontrar
los ojos de Sam y decirlo. —Murió, Sam. Murió de un defecto del corazón que nadie
conocía.
—He cumplido mi promesa con él. Nunca le hablé a Frankie sobre de nosotros.
Pero cuando estábamos en el Vista la noche anterior, ella leyó mi diario y se enteró.
Sam se aleja de mí. —Espera, ¿está enojada contigo por eso? Pero ¿qué pasa con…
—Hay más, Sam. —Sacudo mi cabeza—. Frankie estaba en el coche, también. Así es
como ella consiguió la cicatriz en su ceja. Nosotros tres somos totalmente
inseparables. Matt es… Matt era… el hermano de Frankie.
Sam me mira, con los ojos y la boca abierta. —Oh mier… quiero decir, whoa.
—Es difícil de explicar. Supongo que la gente se asusta de toda la cosa de la muerte,
y una vez que saben de él, es, lo único que asocian contigo, y todo lo que pueden
hacer es sentir lástima por ti. Toda tu existencia es reducida a un solo evento.
Una nueva ola de tristeza chocó en mí cuando pienso sobre todas esas noches en la
habitación de Frankie, ni hablando ni haciendo cualquier cosa. A veces después de
la escuela nosotras literalmente nos sentábamos en el suelo aún con nuestras
mochilas puestas, mirando fijamente la pared y llorando.
—Ella probablemente está sólo sorprendida. Tal vez deberías tratar de hablarle.
—Sam, ella robó y leyó mi diario. Luego lo tiró al agua. Y después, supe que me
mintió sobre… Bueno, sobre un montón de cosas que ella no debió haber mentido.
No creo que podamos solucionarlo. Creo que estamos… rompiendo. —Mi voz
tembló, oleando entre el duelo de los reinos de la ira y tristeza.
—Ven aquí. —Sam pone sus brazos alrededor de mí, envolverme en el olor de él.
Estuvimos frente al mar un largo tiempo, con la mano haciendo círculos en la
espalda al escuchar a su corazón latir… fuerte y entero, como las olas.
—Gracias —dije. Alejándome para limpiar mis ojos y dejando escapar catorce
meses de detener el aliento—. Tú eres la única persona a la que le he contado lo de
Matt. Irónico, ¿no?
Sam sonríe.
En el camino de vuelta, Sam me dice que debo darle otra oportunidad a Frankie.
—No estoy inventando excusas para ella, pero piensa en ello. Son las mejores
amigas, Anna.
—Lo único que digo es han dañado tanto la una a la otra. Y las dos perdieron a
alguien amado. No se pierdan la una a la otra, también.
Él sonríe.
Hacemos planes para reunirnos mañana por la noche para nuestro último adiós.
Hasta en la calle cerca de la casa, Sam me besa y espera hasta que esté segura en la
puerta y gira hacia su extremo de la playa.
La puerta está todavía abierta, y supongo que Frankie no ha vuelto todavía, aunque
me sorprende que no corriera con ella y Jake en nuestro caminar hacia atrás. Pero
cuando llego arriba, Frankie estaba durmiendo en su cama como si hubiera estado
allí todo el tiempo, su cuerpo subía y bajaba debajo de la sábana blanca y delgada.
La luz de la luna lanza su silueta contra la pared y me hace recordar cuando
éramos niñas, cuando en el techo hacíamos títeres de sombra y nuestras manos
con las linternas, charlando y riendo hasta que Matt llamaba a la pared de su
habitación y nos decía que fuéramos a dormir.
Capítulo 29
Traducido por Maggiih
Corregido por Selene
—D
espierten mis amores —Red se colocó en nuestra puerta.
Llamando gentilmente hasta que abrimos nuestros ojos.
—Buenos días, pequeñas —dijo Red—. Mamá está haciendo un gran desayuno,
espero que tengan hambre.
Hay pequeñas fracturas de tiempo en el que quiero abrazarla, decirle que lo siento,
decirle de mi promesa, poner todo detrás de mí. Pero luego veo un flash —su
lectura de mi diario con esa voz burlona, sujetándose en el océano como una
piedra plana para saltar—, y la demente herida vuelve atrás otra vez. Por el bien de
Red, Jayne, y nuestro último día en la playa, ayudo a guardar mis sentimientos.
Después del desayuno. Estamos absorbidos por las mareas de remolino de tortura
conocida como “el día de diversión del Tío Red”.
—Vamos, papá. —Frankie ve como Red saca las paletas de madera plana. —¿No es
esto un poco infantil?
—Claro —dice, sonriendo—. Pero la última vez que lo comprobé, todavía eres mi
niña.
—Pero, paaaa… —Frankie arruga las cejas y trata de hacer algo de Mágica simpatía
con el tío Red, pero él es inmune en la actualidad.
Hay tanto lloriqueo y cojera que incluso me empiezo a sentir mal por ella. Ayudo a
Red a llevarla hasta la casa donde pueda ser debidamente alimentada y adorada.
—Siempre cuidas bien de ella, Anna. —Tía Jayne me da una palmada en la rodilla y
nos trae tazas con helado de chocolate—. Frankie, estas teniendo un poco de
suerte.
—¿Anna?
En cualquier momento.
—Sí, ¿Frank?
Aquí viene.
—Tengo hoteles en Broadway y Park. —Ella mueve sus manos y revolotea sus
ojos—. Me debes mil doscientos dólares.
—¿Cómo está la paciente? —pregunta el tío Red cuando nos cansamos del
Monopolio.
—No sé, papá. Probablemente no debería correr el riesgo. No quiero que empeore.
—Eso es muy malo —dice Tía Jayne—. ¿Qué vamos a hacer con esas entradas de
quinta fila, cariño?
Estoy completamente preparada para salir de la casa con Frankie, si eso es lo que
se necesita para poder ir a una comida francesa de lujo y un concierto en San
Francisco con mi banda favorita número uno en el universo. Al ver el pelo rizado
loco del guitarrista Barry Brandon desde la quinta fila tiene prioridad sobre las
lesiones falsas provocadas por medusas.
Él Tío Red se abanica con los boletos y toma una respiración profunda. —Mejor
empiecen a moverse, salimos en una hora y media.
—¡Sí! —Yo saltaba hacia arriba y abajo como una niña pequeña. Frankie siguió mi
ejemplo, pero se detuvo a mitad de camino recordando su lesión dolorosa.
—¡Quiero decir genial!, gracias papá. —Beso al Tío Red en la mejilla y ella me sigue
arriba para empezar el proceso de embellecimiento que una cena de fantasía y el
concierto de mi banda favorita requieren.
Nos las arreglamos para trabajar alrededor de la otra en las duchas, el cabello y el
maquillaje, pero incluso una loca Frankie no puede salir con un vestuario al azar.
—Lo que tú digas. —Me resigne a la hora de la moda de Frankie. Por lo menos
puedo consolarme con el hecho de que no me va hacer quedar mal. Ya que podrían
hacerla quedar mal por asociación.
Decidimos sobre todo negro con accesorios de color rosa y plata. En realidad, ella
decide sobre todo negro con accesorios de color rosa y plata. Soy un guiño y una
sonrisa. Asiento con la cabeza y sonrío. Pronto estaremos en la quinta fila en el
concierto de HP y este asunto no importara.
A mí me viste de negro y una mini camiseta con una bufanda rosa atada alrededor
de mi cintura, un collar de plata con un pequeño corazón cayendo en el centro, y
pendientes a juego de corazón. —Debes usar el pelo hacia arriba —ella dice,
mirándome de arriba abajo—. Tienes los hombros muy bonitos, tienes que
mostrarlos.
Giró mi cabello hacia arriba con una pinza negra y tiro un poco de mi flequillo hacia
el frente.
—Perfecto —dice ella, en realidad me sonreía—. ¿Y yo? ¿Es correcto? —Se alisa las
manos sobre el vientre en el espejo, y por un segundo veo un destello de la
vulnerabilidad en Frankie. Me golpea como un puño, y tengo que mirar hacia otro
lado para abstenerme de abrazarla y pedirle disculpas como se debe.
—Te ves genial, Frank —le digo, centrándose en sus zapatos—. De verdad.
—Ustedes dos se ven hermosas —dijo Jayne—. Esta va hacer una gran noche.
Frankie y yo nos las arreglamos para poner toda la maldad a un lado esta tarde,
solamente por el bien de Red, Jayne y los chicos lindos de HP. No somos
exactamente amigas, pero no estamos tramando maneras de envenenarnos en la
cena, tampoco.
—Solo estamos comiendo. —Frankie nos cubre. Forzando una sonrisa hacia mí
mientras cucharea un poco de crème brulée28.
El Fillmore está lleno, y él Tío Red tiene que escoltarnos a una fiesta estrellada
donde estaban los asientos de primera en la quinta fila. Nos instalamos justo a
tiempo para cuando se apagaron las luces.
—Señoras y señores —una voz suena por todas partes—, vamos a oír a los que
abren esta noche, ¡Plazma!
Matt fue quién nos presentó a HP hace unos años. Ellos aún no eran populares,
pero él había sido un gran fan desde los primeros años antes de que formaran un
grupo, mucho atrás desde cuando Joe sólo rellenaba en las barras de “Búfalo”. Nos
llamaba a su cuarto y jugaba con estos temas al azar que encontró en línea, notas
de voladura y el ritmo en sus altavoces. Si ya era tarde en la noche, él se ponía sus
audífonos y meneaba la cabeza hasta que caímos y lo seguimos. A Frankie y a mí
nos gusto inmediatamente, aunque no recuerdo si era porque realmente nos
28 Es un postre cremoso que consiste en crema pastelera cuya superficie se ha espolvoreado de azúcar con el
fin de quemarlo y así obtener una fina capa crujiente de caramelo.
En el momento en que lanzó su tercer álbum, Matt se había ido. Nunca los llegué a
ver en concierto.
—Muy bien, todos —Plazma cantante de plomo vuelve al escenario, casi ronca
después de su intensa presentación—. Pongan sus manos juntas para los mejores
rockeros de la costa por lo que estamos todos aquí para ver… ¡Joe, Brandon, Jay, y
Scotty! ¡Helicopter Pilot! ¡Hagan un poco de ruido!
Durante tres horas, Frankie y yo cantamos, bailamos y reímos hasta que nuestro
aliento se agotó, nuestro cabello se nos cayó y se desvaneció nuestra constitución.
Nada importa ni mi diario ahogado o Matt o Johan o Jake o algún secreto y
mentiras entre nosotras. Sólo nosotras y la música, el lenguaje universal del amor y
la esperanza y la pérdida y todo lo demás.
Después de dos ovaciones de pie y dos bises, Helicoper Pilot finaliza con su clásico
primer single, “La sombra del corazón”. Cuando Matt murió, Frankie y yo la
escuchábamos una y otra vez en su habitación, ahogando el alboroto de simpatías
que murmuraban abajo. No he sido capaz de escucharla, ya que esos días largos y
oscuros día, me llevan de nuevo exactamente como en el principio, como dos
muñecas rotas que se caen en el suelo contra la cama.
Observo mientras cierra los ojos y se mece al compás de la canción más dolorosa
de nuestra historia compartida, a la deriva a ese lugar lejano donde no la puedo
seguir.
Puedo ver los brazos saludando y los pendientes prestados que cuelgan en el pelo
castaño rojizo.
—Encuéntrense con nosotros en el frente tan pronto como hayan terminado —Tío
Red dice mientras se dirige al estacionamiento después de la feria. Frankie y yo nos
alineamos en las cabinas de recuerdos de HP para obtener remeras, de pie en
silencio, avanzando unas pulgadas hacia adelante todavía zumbando vivas por el
concierto. No hay mucha rabia entre nosotras, solo una gran división como los
mejores amigos en la escuela secundaria que van a universidades diferentes.
Perder el contacto, y seguir adelante en vidas paralelas que nunca se cruzaran
hasta años más tarde, en un bar al azar o en una tienda de comestibles, y después
de un breve abrazo y cinco minutos de charla, ambos se dan cuenta de que los hilos
que les conectaban hace tanto tiempo se han desgastado y quemado, dejando nada
que discutir.
Paseando por mis propios pensamientos, pierdo a Frankie cuando la línea se divide
en varios grupos por una larga mesa de sudaderas, camisetas, CDs, y pegatinas.
Puedo comprar una camisa negra de HP y caminar hasta el otro extremo de la
mesa llena de gente en busca de Frankie. Más allá de un grupo de niñas de la
escuela media intentando peleando por una sola camiseta en el montón, veo la
parte posterior de la cabeza de Frankie que se inclina a la posición indiscutible de
un beso. Veo impreso un tatuaje en su brazo. La otra mano firmemente sobre su
trasero.
Le doy dos minutos más antes de emitir un disparo de advertencia en forma de tos.
Se desengancha de los labios de su nuevo amigo el tiempo suficiente para un… —
¿Qué?
Se encoge de hombros y la deja ir, una mano aún revoloteando cerca de su culo. —
Esta es la rata —me dice—. Él es el bajista de Plazma. ¿Ya sabes, el abrelatas? Es,
como, totalmente estrecho con Jay Garra en HP. Él nos iba a presentar, antes de
interrumpirnos.
No me moleste diciéndole que bajista de Plazma no tiene tatuajes. —Algo que salta
a la vista desde nuestro punto de vista de quinta fila.
—Garra tiene una especial habilidad con las damas. —Él aspirante a Plazma
anuncia con un guiño—. Es una cosa de bajistas. ¿Cuál es tu nombre?
—Mi nombre es salir. Ahora. —Agarró la mano de Frankie y tiró de ella hacia una
fila de coches en fila en frente de la salida mientras soplaba un beso a la rata.
***
—¿Esto hace… qué… siete para mí? ¿Y para ti, un solo? —Ella tira de su mano lejos
y me da una mirada de satisfacción.
—Si claro, Frank, uno por mí, solo uno. —Le sonrió y meto cabeza en el coche con
la camisa HP de forma segura bajo el brazo, los golpes de la batería de Scotty’O son
intensos y siguen golpeando en mi pecho.
Capítulo 30
Traducido por Maggiih
Corregido por Kanon ♪♫♪
E
s hora de dormir en la víspera de nuestra partida. Me cambio a mi nueva
camisa y unos pantalones cortos de jean y me deslizo entre las sábanas, pero
no tengo ninguna intención de pasar mis últimas horas en Zanzíbar para
dormir cerca de Frankie. Antes de apagar la luz, volví a poner mi alarma del
teléfono en vibrador y lo metí cuidadosamente debajo de mi almohada, para una
hora y cuarenta y cinco minutos más.
Estoy totalmente despierta cuando zumba en mi mejilla. Esta vez, Frankie está en
su cama, quieta en las sabanas donde pertenece.
—Más o menos —le digo—. Bueno, no… en realidad no. Era una especie de una
estancia temporal antes de la ejecución.
Sam asiente con la cabeza y tira de mí más cerca. Nos acurrucarse juntos en la
manta, mirando las estrellas y sin hablar. Estoy perdida en el cielo nocturno,
fantaseando y viéndonos desde el cielo, siguiendo el polvo de una estrella fugaz.
—Va a ser extraño cuando te vayas —dice Sam, apretando los dedos y tirando de
mí a la Tierra.
El aire es cálido, las olas tiran besos a nuestros pies, afuera en el horizonte, el sol
comienza a aparecer, pero la luna brilla todavía, su luz momentáneamente ocupaba
el mismo espacio, cada uno haciendo al otro más encantador. Las estrellas se
desvanecen lentamente para dejar espacio al rosa de la mañana, sé que esta es
probablemente la última vez que lo veré, y que no importa lo que traiga a mi vida,
eso nunca a ser más especial que este momento, día y noche simultáneamente
iluminándose sobre el negro océano para nosotros.
—Es extraño —le digo, frotando mis pies contra los suyos—. Me siento como si
estuviera triste, pero no lo estoy. No es que yo no te vaya a echar de menos, pero
solo se siente como…
Sonrío. —Sam, gracias por escucharme ayer. Ya sabes, sobre Frankie y Matt y todas
esas cosas que sucedieron.
—¿Sabes que ella tiene una picazón de una medusa? —Me rio, pensando de nuevo
en el teatro.
—Como un bebé, pero cuando Red nos dijo sobre el concierto, se le curó como por
arte de magia. Fue un milagro de verdad.
Sam se ríe, cierra los ojos conmigo antes de que yo me tire encima de el por última
vez. Después, la luz del cielo me dice que es hora de volver. Todavía tengo que
empacar, Red y Jayne despertaran pronto para empezar a cargar el coche para
nuestro viaje de regreso.
—Voy a pasear sola esta vez —le digo—, quiero decirle adiós a la playa. Además
van a venir pronto.
Sam asiente con la cabeza, deslizando sus manos detrás de mi cuello y tirando de
mí en un beso profundo.
Coloco mis dedos en sus labios, y lo miro a los ojos por última vez y me alejo de la
orilla. Me doy vuelta una sola vez, al verlo pasar por la playa hasta que se
desvanece en una fina línea de col beige, un punto negro en su camiseta.
El sol no está totalmente todavía y el aire está frío, infundido con pequeñas gotas
de niebla del océano. Camino descalza por la hierba húmeda como lo hice en
nuestro primer día y me gano en el mismo último peldaño, dejándome hipnotizar
por la calma de las olas.
Una gaviota solitaria pasó por la costa frente a mí como si estuviera esperando
noticias, pero todos los residentes de otras tierras, aire y mar en la clandestinidad
se fueron, dejándome solo con la gaviota pensando en todas las veces en que pude
haberle dicho a Frankie acerca de cómo accidentalmente me enamore de su
hermano.
Todas esas veces en la casa, robando miradas a Matt durante la cena. Tomaba sus
libros prestados. Me colgaba fuera de su habitación, esperándolo para interrumpir,
así podríamos sentarnos y hablar.
¿Y si no murió?
¿Y si no quería decir nada?
¿Y si lo era todo?
Pero cuando murió, yo vi… nada. No quedaba nada que ver. Sucedió lo que era
imposible y hermoso, y luego terminó incluso antes de que realmente comenzara,
sin dejar nada atrás, sólo los secretos y los corazones rotos.
Capítulo 31
Traducido por Masi
Corregido por Selene
E
l sol se asoma a través de la bruma de la mañana detrás de mí, volviendo el
cielo de color naranja claro. Todavía hace frío, y estiro las mangas de la
sudadera de Sam sobre mis manos para calentar mis dedos. Cuando una
silenciosa sombra aparece sobre las escaleras y derrama la arena a mi lado, me
sobresalto.
—Ahora mismo —dice, con los brazos desnudos cruzados sobre su camiseta de
algodón fino, con ojos rojos—. Me desperté anoche y te habías ido. Cuando no
regresaste a primera hora esta mañana, me asusté.
Reduje el paso, haciendo una seña para que se sentara a mi lado. Ella inspira
profundamente, provocando una reacción en cadena de sollozos.
—Lo siento, Anna. Lo siento mucho. Yo vine aquí la otra noche para ver si tu diario
fue arrastrado hacia la orilla, pero no hubo suerte. Nunca quise que ocurriera algo
como eso.
Me quema por dentro, y quiero alejarme. Dejar que todo salga. Para olvidar.
—¿Por qué lo has leído, Frankie? ¿Por qué lo cogiste, en primer lugar?
Me dice que cuando saco la cámara lejos de la fiesta, vio el diario saliendo de mi
mochila. Ella estaba borracha y quería ver si yo había escrito alguna cosa acerca de
Sam.
—No importa, Anna… —dice ella—. Matt era mi hermano. Y se supone que somos
las mejores amigas. Me duele que mantuvieras un secreto como ese. Deberías
habérmelo dicho.
Miró hacia abajo hacia la orilla mientras el sol se extiende sobre nosotros. Los
corredores están afuera ahora, siguiendo a sus familiares por rutas a lo largo de la
arena apisonada cerca del agua. Dos mujeres nos pasan de un lado al otro, serias,
con intención y sin aliento.
—Sé que debería habértelo dicho Frankie. Yo quería decírtelo. Y yo… Matt…
nosotros… deberíamos habértelo contado, pero entonces... Cuando le prometí a
Matt que no diría nada, no sabía que sería para toda la eternidad. Si hubiera
pensado que iba a morir antes de confesarse a su hermana pequeña, yo habría
añadido alguna letra pequeña a nuestro acuerdo.
—Un mes entero —continúa Frankie—, y no sólo eso, sino que todo el tiempo
anterior, todo el tiempo que lo amaste. Nunca me hablaste de tus sentimientos
hacia él. Es como todas las veces que nosotros hubiéramos estado pasando el rato,
él no era tu amigo. Siempre fue algo más para ti. Siempre fue una mentira.
¿Una mentira? Eso me golpea como un martillo, liberando todo el dolor y la tristeza
y la confusión que he guardado dentro durante los últimos catorce meses. Salto sin
hablar y me desboco hacia la orilla, incapaz de resistirlo por más tiempo.
—¿Cómo pudiste dejarnos así? —Grité al cielo, con mis lágrimas derramándose
hacia mi boca, haciendo caso omiso de los borrosos corredores que pasan detrás
de mí sin reducir su paso. Sólo otra joven muchacha borracha, deben pensar—.
¡Dile! —gritó—. ¡Dile que me hiciste prometerlo! ¡Dile que es tu culpa! ¡Dile que era
una mentira para ti, también! ¡Dile que me amabas!
Miro por encima del océano, en dirección hacia Japón, esperando una respuesta.
Nada.
—¿Cómo puedes decir que fue todo una mentira? —pregunto, casi en un susurro—
. Matt era mi mejor amigo. Yo lo amé de esa manera siempre. “Tenemos que tener
cuidado por ella”. Eso fue lo último que me dijo a solas. Y luego murió. ¿Qué se
supone que tenía que hacer, Frank? ¿Dime?
Se cruza los brazos sobre el pecho y mira hacia abajo de la orilla. Las olas han
llegado a nuestros pies, heladas y azules. Me duelen mis dedos de los pies, pero es
real, y aquí y ahora necesito sentirlo.
—No necesito que me protejas, Anna. Estoy bien. —Da un paso atrás para quitar
los pies de las olas, temblando en su camiseta HP de color rosa y blanco,
sujetándose las rodillas para bloquear el frío, con su pelo desordenado
metiéndosele en sus ojos.
—¿Sobre qué estás hablando? —le pregunto—. Tu vida está totalmente fuera de
control, Frankie. No has dicho la verdad sobre una sola cosa desde que Matt murió.
Me siento a su lado y meto mis pies dentro de la arena, soplando mis manos para
calentarme los dedos.
—La verdad.
—Con Jake, nos liábamos mucho al principio, en las noches que nos escapábamos.
Casi dormimos juntos unas cuantas veces, y pensé que lo haríamos más pronto o
más tarde de todos modos. Así que una noche cuando le pregunte sobre ello, fue un
poco más fácil para mí decir que sí. Se supone que debía ser una experiencia única,
¿verdad?
Me encojo de hombros, haciendo hoyos en la arena con mis dedos de los pies. —
Supongo.
Está llorando otra vez, y mi corazón se rompe por ella. Todo es tan jodido. No sé
cómo hacer que las cosas mejoren.
—No, Anna. No tienes que decir nada. —Niega con la cabeza—. He leído el diario.
No tienes que contármelo. No importa ya. Es sólo que Matt está… está muerto.
—No hay un segundo que pase que yo no lo sepa. Sólo estoy tratando de decirte
que yo…
No quiero continuar haciéndole daño, así que hago lo que hago mejor.
Asiento y sonrió.
Shhhhhhhhh. —Adiós —le susurro a muchas cosas a la vez. El agua me besa los
pies, y los fantasmas de nuestros recuerdos se desvanecen de la casa como huellas
Capítulo 32
Traducido por Dani
Corregido por Anne_Belikov
E
l viaje de regreso a casa es como ver un rollo de película con los momentos
destacados de nuestra llegada al revés rápidamente. Desde el coche, nos
giramos para mirar las llameantes ventanas anaranjadas de la casa
desapareciendo detrás de las palmeras hasta que sólo quedaba la punta del tejado
de madera. El camino cambió de rumbo alejándose y la casa está casi desaparecida,
de regreso a las fotografías y cuentos de hadas de los cuales surgió.
A lo largo de la carretera, Red se detiene al costado del camino del mirador donde
primero vimos las focas del puerto en nuestra llegada, insistiendo en sacar otra
foto oficial de las vacaciones familiares para poder compararlas.
Las focas están justo dónde las dejamos, ladrando y jugando en la costa.
Toda mi vida ha cambiado en el espacio de tres semanas, pero como las focas
aúllan contra el Pacífico, todo a mí alrededor me recuerda exactamente a lo mismo.
—¿Chicas están bien? —nos pregunta el tío Red cuando nos abrochamos el
cinturón de regreso dentro del coche—. Estoy sorprendido de que no estén
documentando esto.
—No nos queremos ir, tampoco —dice la tía Jayne—. Pero apuesto a que haremos
otro viaje el próximo año.
Llegamos a la puerta con tiempo para una corrida al Jack Java, pero Frankie y yo
pedimos por separado. No hacemos ninguna entrevista simulada. No creamos
historias sobre los otros pasajeros esperando. Nos bebemos nuestros caros batidos
de café y tratamos de permanecer despiertas el tiempo suficiente para abordar el
avión sin caer muertas.
Si, Anna era una chica tan dulce, pero eso fue antes del incidente. Preferiríamos no
hablar sobre eso.
Capítulo 33
Traducido por Elamela
Corregido por Kanon ♪♫♪
L
a mañana llega demasiado pronto, con Mamá zumbando alrededor de mi
habitación para despertarme de un profundo sueño para que podamos tomar
el desayuno juntos y hablar sobre el viaje. Me incorporo y asimilo las paredes
familiares, recordando que ya no estoy más a dos mil millas al otro lado del país en
una casa de playa de alquiler.
El reloj marca las 11 a.m. Diez horas no es apenas suficiente para compensar el
déficit de sueño que he acumulado estas últimas semanas, pero mamá está
demasiado entusiasmada con recuperar el buen tiempo perdido.
Abajo, Papá está en la mesa con el periódico, rodeado por platos cubiertos. En
honor de un retorno tan triunfante de unas vacaciones en familia tan saludables en
las que no experimenté con el alcohol, los chicos, rompiendo el toque de queda, o
saliendo a pasear sin unas generosas aplicaciones de protección solar, Mamá
preparó un desayuno adecuado para los reyes y la hija ángel.
Me siento en mi silla de siempre, cargo un plato, y les cuento todo sobre el viaje.
Más bien, la versión abreviada, centrándome en las actividades coordinadas por
Red y Jayne y algunos lugares estratégicamente mencionados por Jackie y
Samantha (cuyos padres eran por supuesto muy estrictos). Hablo sobre el marisco
que comimos y esa noche cuando el camarero volcó la jarra de agua sobre la
quemadura solar de Frankie. Incluso les cuento sobre los ángeles de arena que
hicimos con la tía de Jayne. Describo el océano y la casa y el Bulevar Rayo de Luna
con su mezcla ecléctica de turistas y locales, resultando sumamente difícil el
recordarlo sin mencionar a Sam y al batido de piña que planeo recrear en la
licuadora más tarde.
—Voy a sacar a todos para celebrarlo esta noche. Los Perinos, también. ¿Suena
divertido?
—¿Qué quieres decir? —Espero que mi voz no deje traslucir ninguna culpa por el
ya mencionado "incidente", el cual evadirá completamente los sensores de su
Padre, pero Mamá lo pondrá por todas partes.
Mamá asiente con la cabeza. —Deberíamos haberte enviado lejos hace mucho
tiempo.
—Ja, ja. —A veces pienso que soy un extraterrestre, que accidentalmente se cayó
de la nave nodriza, destinada a vagar entre despistados padres terrestres por toda
la eternidad.
Empiezo un nuevo frasco para mis cristales de playa y meto el menú en el fondo
del cajón de los calcetines donde Mamá no lo verá. Todo lo demás encuentra un
lugar en mi cuarto como si hubiera estado aquí todo el tiempo, incluso la sudadera
de Sam se dobla sin ningún esfuerzo en mi cajón entre los otros como si fueran
viejos amigos juntándose después de una larga separación.
Todavía huele como a él. Lo dejo cerca de la parte superior para que pueda usarla
esta noche después de que Mamá y Papá estén a buen recaudo en su dormitorio
felizmente despistados.
Abro mi ventana y deslizo hacia arriba la mampara, esperando que pueda sacudir
la arena de algunas de mis ropas sin la brisa soplándola de regreso a mi cara.
Diviso a Frankie tendida afuera en su patio trasero, perpetuando su bronceado
espectacular. Hojea un ejemplar de Celeb Style y lo deja caer en la pila del sillón
adyacente anteriormente conocido como mío.
Ni un mar rugiente.
Parece que hace años que he estado aquí, y los granates y violetas de su habitación
marroquí son un confortable regreso a casa.
Me siento en la cama, tirando de mis piernas debajo de mí. Su cámara de vídeo está
conectada al ordenador de su escritorio, transfiriendo la evidencia de nuestro
Absoluto Mejor Verano de Siempre a su disco duro.
Me encojo de hombros. Nos miramos, entonces no. Si. Luego no. Abrimos nuestras
Coca-Cola Cero y tomamos unos sorbos. No hablamos. Entonces ambas al mismo
tiempo.
—Frankie, yo… —Y
—Anna, yo. —Torpe y forzado. Nunca hemos estado de esta manera antes. No
sabemos cómo manejarlo.
Es su cuarto, así que la dejó ir primero. —Me alegro de que hayas venido, Anna. Sé
que ya hablamos de esto, pero todavía se siente raro. Hay algo más que tengo que
decirte.
—Sí, yo también.
—Lo era. Pero eso es sólo eso… no está aquí para protegerme más, Anna. Y
tampoco lo tienes que ser. Sé que dejé que las cosas se volvieran locas. No
significaba que fuera así… sólo paso. No podía haber cambiado eso. Yo… era algo
por lo que tenía que pasar.
Mi garganta se cierra. —Me sentí como si lo defraudé —digo—. Todas esas cosas
de fumar y Johan y Jake… no te cuide. No pude ni siquiera mantener esa simple
promesa.
—Sé que puedo hacerlo mejor —dice, aplastándolos en su mano y dejándolos caer
en la papelera. No la he visto tan convencida de nada, desde que escogió nuestros
bikinis en Bling e inventó lo del verano con veinte chicos.
—Frankie…
Asiento con la cabeza, recogiendo un hilo de su edredón. —Lo recordé. Matt estaba
actuando como un cadete espacial esa noche después de que llegamos a casa, como
si estuviera flotando. No puedo creer que no lo averigüé, pero de todas las cosas en
las que podría haber estado pensando, tú eras lo último… quiero decir, mi mente ni
siquiera solo iba allí. Eras como nuestra hermana.
—Pero yo…
—Espera, déjame sacar esto. —Me mira duramente, su ceja de ala rota estaba
temblando por contener las lágrimas de nuevo—. Después de que me cepille mis
dientes, entré a su habitación. Estaba sentado en su cama, jugando con ese collar
de cristal azul que siempre llevaba, con una gran sonrisa en su rostro. ¿Recuerdas
el collar?
—Le pregunté qué era tan gracioso. Saltó un poco, sin saber que lo había estado
viendo sonreír allí como un pequeño niño tonto. Dijo que no era nada… sólo que se
había divertido en la fiesta. Y le creí, todo el camino hasta el día en que leí tu diario.
Fue entonces cuando todo cobro sentido. Todas las veces que me había preguntado
sobre quien te gustaba en la escuela, o quien querías que te llevara al baile.
Esta tranquila como digiriendo su historia, poniendo las piezas juntas para formar
un todo completo de la parte que faltaba que me ha perseguido desde esa noche.
¿Cómo realmente se sentía por mí? ¿Fue sólo un momento estúpido, perpetuado un
poco demasiado largo, sólo para ser olvidado tan rápidamente como llegó? ¿Tan
pronto como se fuera de la escuela?
—Estaba enamorada de él desde siempre… desde que tenía, como, diez. —Confesé.
—Sí —dice—. Ambos estabais enamorados. Ahora lo sé. Estábamos todos tan
unidos, ¿sabes? Solo no lo vi venir hasta que leí tu… Lo siento, Anna.
—Adentro, todo estaba exactamente como lo había dejado esa mañana. Su cama
sin hacer. La ropa sucia en el suelo. La camiseta con merengue de vuestra pelea de
tu pastel semanas antes, al igual que la tienes tú en tu armario. Estaba colgada en el
interior de la puerta de su armario, azul y dura. Probablemente todavía está allí.
—No pensé que te diste cuenta —digo—. Ese día fuimos a mi armario antes del
viaje. Me lo querías tirar a la basura.
—No me di cuenta ese día. Pero una vez que vi la foto en tu diario, se empezó a
juntar todo.
—De todos modos —continúa—, esa noche después del accidente, su cuarto aún
olía como él, ¿sabes? Era como si pudiera encerrarme allí para siempre, y seguir
respirando y diciéndome que volvería.
—No, debe haberse olvidado de ponérselo esa mañana. Y la noche del accidente,
algo me dijo que lo cogiera, así que lo hice. Lo encerré en mi puño y lloré hasta
quedarme dormida en su cama. La mañana siguiente, me desperté en mi cama con
el collar alrededor de mi mano. Ni siquiera podía recordar por qué lo cogí, o cómo
llegué desde su habitación a la mía.
—Algunos días más tarde, Mamá estaba vagando por la casa en trance,
murmurando sobre el collar azul, quería que lo pusieran en él. No le dije que lo
tenía. Lo escondí en el bolsillo de un viejo abrigo donde sabía que no lo vería,
incluso con un alboroto de decoración. La misma cosa que me dijo que lo cogiera,
me dijo que lo mantuviera en secreto. Me sentí muy mal porque Mamá pensara que
estaba perdido, pero sabía que había alguna razón por la que se suponía que no lo
enterrara con mi hermano. Solo no sabía por qué… hasta ahora.
Pone en el suelo su refresco y saca algo del cajón del escritorio donde solía guardar
los cigarrillos.
—Quiero decir que, es tuyo, Anna. Siempre ha sido el tuyo. —Aprieta sus dedos en
mi palma.
Mis ojos se mueven lentamente de su rostro al objeto plano, fresco de mi mano. Ahí
está, pequeño y sin modesto, dos cuerdas de cuero sosteniendo un triángulo de
cristal azul. La historia se reproduce a través de mi cabeza como una película, el
pastel, el fregadero de la cocina, el collar, el beso, los mensajes de texto, la parte
trasera de la casa, el segundo beso, el siguiente y el siguiente y el siguiente, las
estrellas, los libros, el armario del vestíbulo, el helado, el coche, el hospital. Mis
mejillas arden. Espero por la tristeza que me ahoga, las lágrimas que empiezan.
Espero.
Espero.
Espero.
Pero... nada.
Estoy bien.
Cierro mi mano alrededor del collar y siento una abrumadora oleada de… calma,
supongo. Y amor. Y perdón. Y cierre. Un comienzo, un final, y un nuevo comienzo.
—Gracias —susurro, estirándome para poner mis brazos alrededor de ella para un
largamente esperado abrazo.
—Así que supongo que no llegamos a los veinte, ¿eh? —Frankie sonríe, secándose
sus ojos.
—Te das cuenta de que voy a necesitar todos los detalles de esta pequeña
rendezvous29, ¿no? —pregunta Frankie.
29
Palabra francesa que significa “cita amorosa”.
—Y estás tratando de cambiar de tema. —Se ríe, borrando una lágrima residual
con la punta de su dedo. Es diferente esta vez… su risa. Triste y un poco seria, pero
natural y con esperanza y honesta, también. Mientras el cristal rojo de su pulsera
brilla contra su piel bronceada, por fin lo entiendo. Nunca hubo una vieja o nueva
Frankie. Todo lo que alguna vez ocurrió es sólo parte de quién es; de quien soy; la
mejor amistad que siempre he amado.
Presiono el triángulo de cristal azul contra mis labios y sonrío a Matt, mi mejor
amigo que es un chico, mi último adiós a la descorazonada promesa que cargué
como mi diario durante tanto tiempo. En algún lugar bajo el océano negro y
espumoso, una sirena desterrada lee mis palabras y llora sin cesar por un amor
que nunca conocerá, no durante un solo momento.
Antes del viaje, Frankie y yo nos propusimos tener el absoluto mejor verano de
alguna vez, el verano de los veinte chicos. Nunca estaremos de acuerdo en el
conteo final, si los chicos de Caroline deberían ser incluidos en el recuento, si el
hombre del batido era demasiado viejo para ser considerado un "chico", si
interludio con el chico tatuado estrella de rock era otra cosa que un rebote. Pero al
final, sólo había dos chicos que realmente importaban.
Matt y Sam.
Cuando cierro mis ojos, veo a Sam tendido a mi lado en la manta que la primera
noche miramos las estrellas, la noche en que me hizo ver todo de una manera
diferente; la brisa en mi piel y la música y el océano en la noche. Pero también veo
a Matt, su beso de glaseado de mazapán. Todos los libros que me leía. Sus cuentos
de hadas de postal de California, finalmente llegando a la vida en la Bahía Zanzíbar.
Cuando besé a Sam, tenía tanto miedo de borrar a Matt. Pero ahora sé que nunca
podría borrarlo. Siempre será parte de mí… simplemente en una manera diferente.
Al igual que Sam, haciendo batidos en la playa a dos mil millas de distancia. Al igual
que Frankie, mi mariposa de magia vudú encontrando su camino de vuelta a casa
en la oscuridad. Como las estrellas, desvaneciéndose con el aura de la luna
desaparecida. Como el océano, cayendo y susurrando contra la orilla. Nada que
realmente alguna vez se va… sólo se transforma en otra cosa. Algo hermoso.
***
Fin
SOBRE LA AUTORA….
Sarah Ockler
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