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PEDRO SALAZAR UGARTE

DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA ) LEGALIDAD


DEMOCRACIA
Y (CULTURA DE LA)
LEGALIDAD

Pedro Salazar Ugarte


Primera edición, noviembre de 2006

© 2006, Instituto Federal Electoral


Viaducto Tlalpan 100, esquina Periférico Sur
Col. Arenal Tepepan, 14610, México, D.F.

ISBN: 970-695-120-2

Impreso en México/Printed in Mexico


Distribución gratuita. Prohibida su venta
Contenido

Presentación ................................................................................................................. 7

Introducción ................................................................................................................. 9

Primera parte .............................................................................................................. 11

I. Algo sobre la cultura y sobre la ‘‘cultura de la legalidad’’ ........................... 11

II. Cultura de la legalidad y Estado de derecho .................................................. 17

III. Cultura de la legalidad y democracia ............................................................... 29

Segunda parte ............................................................................................................. 35

I. La cultura de la legalidad en México ............................................................... 35

Bibliografía .................................................................................................................. 53

Sobre el autor ............................................................................................................. 57


Presentación

La consolidación de la democracia como sistema de gobierno y como forma de vida sólo


puede ser posible con un efectivo estado de derecho que le dé sustento y con la existen-
cia de una cultura de la legalidad, del permanente respeto y obediencia a las leyes que la
sociedad misma se impone por consenso para su convivencia pacífica y armónica.

La legalidad es un valor fundamental de la democracia porque garantiza a los ciudadanos


el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones. Y si bien en un régi-
men democrático la sociedad debe apegarse al ordenamiento jurídico vigente, la legalidad
también implica que tal ordenamiento pueda ser modificado a través de procedimientos
legales previamente establecidos para adecuarlo a las transformaciones de la propia
sociedad.

El respeto a la legalidad no es espontáneo, tiene su origen en la cultura de las sociedades.


De ahí la importancia de la cultura de la legalidad, de construir y arraigar en la sociedad
el apego a las leyes para que los individuos que la conforman las acepten y tomen como
suyas, como criterios de orientación para su actuar cotidiano, en un marco de respeto a la
dignidad, la libertad y la igualdad.

En el presente cuaderno, Pedro Salazar Ugarte realiza un análisis conceptual sobre


cultura de la legalidad y su vinculación con la democracia y el estado de derecho, y
reflexiona sobre diversas particularidades de la relación de los mexicanos con la legali-
dad, destacando la urgencia de un cambio cultural sustentado en la preeminencia de la
igualdad en derechos que lleve a la conformación de un contexto en el que la legalidad
sea percibida y asumida por toda la sociedad como la representación del interés general.

La cultura de la legalidad es un tema que ha cobrado gran importancia en los años


recientes. El Instituto Federal Electoral publica este cuaderno para contribuir al enrique-
cimiento del debate, como un aporte al conocimiento y difusión de los temas relativos a la
cultura política democrática.
INSTITUTO FEDERAL ELECTORAL
Introducción

PARA EMPEZAR: co, evidentemente falso: una extravagante


UN CORTO IMAGINARIO SOBRE CUL - broma colectiva destinada a sorprenderlos.
TURA , L ATINOAMÉRICA Y REGLAS Pero no. La verdadera anormalidad llegó
DEL JUEGO cuando la normalidad se impuso: el equipo
‘‘A’’ recibió el trofeo, el público (una vez
Imaginemos el escenario: los veintidós festejado el triunfo o lamentada la derrota)
jugadores están en el campo, el estadio se regresó a sus casas, del árbitro nadie supo
desborda de personas y pasiones, el árbi- nada. Al día siguiente, un periódico que les
tro no ha soltado su cronómetro desde que regalaron a los turistas en el avión que
inició el último partido de la temporada más los llevaría de regreso a Suecia, encabezó:
competida en la historia del fútbol latino- ¡JUEGAZO!
americano. Un grupo de turistas suecos
observa desde las gradas el inespera-
do desenlace de un juego que parecía NUESTRO RECORRIDO:
predestinado al empate: el centro delan- ¿QUÉ ENCONTRAREMOS EN EL TEXTO?
tero del equipo ‘‘A’’ toma el balón con
ambas manos, aprovecha el codazo en la El cuaderno que el lector tiene en sus
nariz que su compañero le propinó al por- manos pretende ser una guía de pregun-
tero del equipo ‘‘B’’ y, después de dejar tas y no un recorrido de respuestas. Esto
botar un par de veces el esférico en el se debe a la complejidad propia del tema
césped, envía el balón al fondo de las que ocupa nuestra atención y a la convic-
redes. La mitad del estadio celebra enlo- ción de que la invitación a la reflexión es
quecida, la otra reclama airadamente. El mejor que las reflexiones concluyentes. Lo
árbitro señala el gol, corre al mediocampo, que se busca con este texto es evidenciar
observa a sus abanderados y sentencia la magnitud del embrollo conceptual que
con dos sonoros silbatazos el final de un rodea al tema de la ‘‘cultura de la legali-
partido inolvidable al que, según calcula- dad’’ y, posteriormente, sugerir algunas
ban los boquiabiertos suecos, todavía le reflexiones sobre la situación de tal tema
quedaba un cuarto de hora de juego. Hasta en México. Para lograr esto último es ne-
aquí todo resultaba extrañamente pintores- cesario identificar qué entendemos por

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DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

cultura de la legalidad y cómo ésta se tado jurídico’’ (entendido como un estado


vincula con el estado de derecho y con la de leyes) es un ‘‘Estado de derecho’’ (en-
democracia. Para ello es indispensable tendido como un estado de derechos).
entender el significado de estos concep- Asimismo, retomando lo expuesto hasta
tos y las relaciones que existen entre ellos. ese momento, se propone una reconstruc-
Por lo mismo, la exposición tendrá que ción de la idea de cultura de la legalidad,
hacer cuentas con algunos nudos concep- subrayando las diversas acepciones que
tuales que no son fáciles de desamarrar y ésta encierra; finalmente, en el tercer
que, en algunas ocasiones, el lector debe- apartado se busca identificar algunas
rá enfrentar sin que el texto le ofrezca una de las características que corresponden a
solución para deshilar la madeja. la acepción de la cultura de la legalidad
que es compatible con la forma de gobierno
Nuestro recorrido se divide en dos democrática. La segunda parte del ensa-
partes bien diferenciadas. La primera yo, en cambio, se articula de un modo más
se compone de tres apartados: en el pri- sencillo a partir de cinco lugares comunes
mero se propone un panorama del con- que orientan nuestro análisis: ‘‘México no
texto académico en el que surgen las es un país de leyes’’, ‘‘México no es un
recientes reflexiones sobre la cultura de Estado de derecho’’, ‘‘Los mexicanos no
la legalidad, se analiza el concepto de cul- cumplen con la ley’’, ‘‘Los mexica-
tura y, particularmente, se observa su nos son corruptos por naturaleza’’ y ‘‘Los
vinculación con la política así como la mexicanos no son iguales ante la ley’’.
relación de esta última con la legali-
dad; posteriormente, en el segundo apar- Este texto fue elaborado por el autor
tado, se analiza el concepto de legalidad en 2004 y su publicación como Cuaderno
y se recurre a algunas distinciones para de Divulgación de la Cultura Democráti-
evidenciar (y explicar) que no todo ‘‘Es- ca fue aprobada a finales del año 2005.

PEDRO SALAZAR UGARTE

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PRIMERA PARTE
I. Algo sobre la cultura y sobre la
‘‘cultura de la legalidad’’

¿E S L A CULTURA UNA VARIABLE dades o deficiencias de la tesis weberiana,


QUE SIRVE PARA EXPLICAR EL lo que conviene subrayar es que su publi-
(SUB)DESARROLLO? cación motivó muchas otras reflexiones
en torno a una cuestión, hasta ese enton-
Desde las décadas de 1940 y 1950 los ces, inexplorada: ¿es la cultura un factor
estudios culturales y el énfasis en la cul- determinante para el (tipo de) desarrollo
tura de las ciencias sociales fueron co- económico de un país o de una sociedad
brando fuerza.1 En concreto, surgieron determinada?
diversos estudios que, desde distintas
disciplinas (destacadamente la sociología Tiempo después, en 1963, apareció una
y la antropología), indagaban el impacto obra que tendría un impacto innovador en
que las diversas culturas podían llegar los estudios culturales: The Civic Culture,
a tener en el desarrollo político y, sobre de Almond y Verba.2 La originalidad del
todo, económico de los diferentes países estudio de estos autores radicó en que se
y regiones del planeta. Muchos de estos preguntaba cuál era el tipo de ‘‘cultura’’
trabajos (y de los que seguirían en el tiem- política que correspondía a la democracia
po) evocaban una tesis desarrollada por como forma de gobierno. Su conclusión
Max Weber, en los albores del siglo XX, generó más de un debate entre los estu-
en su conocido ensayo La ética protes- dios: para Almond y Verba la democracia
tante y el espíritu del capitalismo: requería de un tipo de cultura política par-
detrás del capitalismo industrial descan- ticular, que ellos llamaron precisamente
saban los valores y virtudes promovidos ‘‘cultura cívica’’, como condición para su
por el protestantismo (concretamente, cal-
vinista). Por el contrario, el conformismo
y verticalismo católicos habrían entorpe- 2 Cfr. Gabriel Almond y Sidney Verba, La cultura
cido el desarrollo del capitalismo en las cívica. Estudio sobre la participación política de-
zonas de su influencia. Más allá de las bon- mocrática en cinco naciones, Fundación Fomen-
to de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada,
Madrid, 1970. De los mismos autores, cfr. tam-
1 Cfr. Samuel Huntington y L. Harrison, La cultura bién, The Civic Culture Revisited, Little Brown
es lo que importa, Planeta, Argentina, 2000, p. 26. and Company, Boston, 1980.

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DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

estabilidad y desarrollo. No sobra adver- de renovado interés por el factor cultural,


tir que tampoco esa cultura se encontra- el Centro de Asuntos Internacionales de
ba en todas partes. Asimismo, conviene la Universidad de Harvard publicó en 1985
señalar que, a diferencia de la tesis de un libro de Lawrence Harrison, ex fun-
Weber, las reflexiones de Almond y Verba cionario de la Agencia Estadounidense
indagaban la relación del ‘‘factor cultu- para el Desarrollo Internacional, especí-
ral’’ con el (tipo de) desarrollo político de ficamente orientado a Latinoamérica: El
los diferentes países y no con su desarro- subdesarrollo está en la mente: el caso
llo económico.3 La noción de ‘‘cultura latinoamericano. 4 La conclusión que
política’’ comenzaría a contar con carta Harrison desprendió de sus estudios de
de identidad a partir de entonces. caso confirmó su hipótesis: la cultura pa-
recía ser un obstáculo fundamental para
Sin embargo, a pesar del impacto ini- el desarrollo de los países latinoamerica-
cial que tuvieron los estudios culturales, nos. Para Harrison, por ejemplo, ‘‘[…] el
en las décadas siguientes perdió fuerza el contraste cultural entre Europa Occiden-
interés por los mismos. En su lugar, los tal y América Latina es [...] la principal
estudiosos comenzaron a buscar otras explicación del éxito del Plan Marshall
explicaciones, como la dependencia o el y el fracaso de la Alianza para el Progre-
colonialismo, para entender la brecha so’’.5 Por ello, desde su perspectiva, los
entre los países desarrollados y los sub- gobiernos y agencias de asistencia de
desarrollados. Sólo hasta la década de los los países latinoamericanos (aunque no
años ochenta, la cultura como una varia- exclusivamente de ellos) deberían reco-
ble explicativa reapareció en el escenario nocer la importancia que tiene la promo-
de las ciencias sociales. En este contexto ción del cambio cultural como condición
para el desarrollo político y económico.

3 Un autor que combina los tres elementos es Ronald


Inglehart, para quien el desarrollo económico no
lleva por sí solo a la democracia, sino que es nece-
saria una cultura política determinada. Cfr. Ronald 4
Inglehart, The Silent Revolution: Changing Values Lawrence Harrison, Underdevelopment is a
State of Mind: The Latin American Case,
and Political Styles among Western Publics, Prin-
Cambridge, Center for International A ffairs,
ceton University Press, Princeton, N. J., 1990.
Harvard University, Lanham, Md., University
También del mismo autor, ‘‘The Renaissance of Press of America, 1985.
Political Culture’’, en American Political Science 5 Cfr. Samuel Huntington y L. Harrison, op. cit.,
Review, vol. 4, diciembre de 1998, pp. 1203-1230. p. 38.

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Las reacciones al libro de Harrison fue- ¿QUÉ ES LA CULTURA POLÍTICA?
ron muchas y muy variadas: algunos
estudiosos, principalmente economistas e El interés por la cultura de la legalidad se
intelectuales de la región latinoamerica- inserta en este contexto académico/inte-
na, acusaron la fragilidad de su tesis y lectual. Pero no dejemos espacio para las
denunciaron, no sin razón, una cierta ins- confusiones: ‘‘cultura de la legalidad’’ es
piración ‘‘racista’’ en la línea argumen- una noción distinta que ‘‘cultura política’’
tativa, pero otros, no pocos intelectuales y evoca un universo conceptual que se re-
del mundo anglosajón, retomaron la invi- fiere a un conjunto de fenómenos más
tación implícita en la obra de referencia específico y acotado que el que inspiró las
para recobrar el factor cultural como clave reflexiones weberianas. Por ello, para
explicativa del (sub)desarrollo económico. entender sus alcances y limitaciones, es
Para algunos, como Ronald Inglehart conveniente abundar, aunque sea ‘‘a vue-
o Samuel Huntington,6 se trató de una lo de pájaro’’, en el significado general del
invitación para retomar una línea de in- concepto de cultura y en el más especí-
vestigación que ya habían explorado en el fico de cultura política.
pasado; para otros, como Robert Putnam
o Francis Fukuyama, constituyó una fuente En su sentido amplio la cultura puede
de inspiración para la realización de pro- significar, al menos, dos cosas relaciona-
yectos académicos que condujeron a das entre sí: a) los modos de vivir y de
la elaboración de nuevos conceptos (como pensar compartidos, y b) todo el conjunto
el de ‘‘capital social’’) orientados a inda- de conocimientos, creencias, artes, leyes,
gar los vínculos que conectan a la cultura usos y costumbres que las personas ad-
con el tipo de organización política y el quirimos y compartimos como miembros
grado de desarrollo económico de los de una sociedad determinada. El signifi-
diferentes países. cado que a nosotros nos interesa es, prin-
cipalmente, este último. Algunos autores
hablan de los ‘‘legados sociales’’ o del
‘‘conjunto de una tradición social’’7 que
pasan de una generación a otra. Así en-
tendida, la cultura otorga identidad a los
6 Un buen ejemplo de la importancia que Huntington
le otorga al factor cultural y de las desafortunadas
consecuencias teóricas que pueden acarrear los
prejuicios en la materia, cfr. Samuel Huntington, 7 Del libro de Peter Häberle, Teoría de la constitu-
‘‘The Hispanic Challenge’’, en Foreing Policy, ción como ciencia de la cultura, Tecnos, Madrid,
marzo/abril de 2004. 2000.

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DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

miembros de una comunidad en la medi- lidad individual hacia ese conjunto de re-
da en que orienta y otorga significado ferentes sociales, más o menos, compar-
a su vida en sociedad. La cultura cohe- tidos.9 Decimos que alguien pertenece a
siona a la sociedad porque condensa una cultura cuando comparte con otros
imágenes y experiencias colectivas com- sujetos el apego hacia ese núcleo cultural
partidas que le dan a la población un sen- básico, aunque simultáneamente abrace
tido de pertenencia.8 ‘‘Somos con los elementos de otras culturas.
otros’’, en gran medida, porque tenemos
una cultura común. Cuando hablamos de la cultura política
de una sociedad determinada nos refe-
Pero al interior de una cultura determi- rimos al conjunto de conocimientos,
nada es posible identificar múltiples creencias, usos y costumbres, etc., de los
subculturas. Por ello, para hablar de miembros de esa comunidad en relación
una cultura que permita referirnos a un con ciertos aspectos específicos de la vida
‘‘nosotros’’ relativamente amplio, es me- colectiva como son, precisamente, los po-
nester identificar el ‘‘núcleo cultural’’ que líticos. Al preguntarnos sobre la cultura
reúne las tradiciones o costumbres com- política de la sociedad ‘‘x’’ o ‘‘y’’, inda-
partidas por las diferentes subculturas gamos cuál es el grado de aceptación del
dentro de un grupo social. Ese núcleo conjunto de objetos sociales específica-
cultural compartido nos permite identifi- mente políticos de dicha comunidad por
car los referentes sociales que cohesionan parte de sus miembros: es decir, cómo
a un grupo social determinado y, conse- percibe su población el universo de rela-
cuentemente, que lo diferencian de otros ciones que tienen que ver con el ejercicio
grupos sociales. Asimismo, debemos y la distribución del poder y cómo las asu-
observar el fenómeno cultural desde la me. Lo que ocupa nuestra atención no es
perspectiva de los sujetos que integran al propiamente el comportamiento político de
grupo social de referencia: desde esta los miembros de una colectividad, sino su
óptica la cultura adquiere una dimensión adhesión o apego hacia el conjunto de ins-
particular y se expresa como la disponibi- tituciones y acciones concretas que orien-
tan dicho comportamiento. Por ejemplo,

8 En este sentido, cfr. Jacqueline Peschard, La cul-


tura política democrática, Cuadernos de Divulga-
ción de la Cultura Democrática, núm. 2, Instituto
Federal Electoral, México, 1996. 9 Ibíd., p. 10.

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cuando investigamos sobre la cultura po- sultados (considerablemente) diferentes
lítica de una sociedad determinada no ob- en las distintas sociedades?, ¿son suficien-
servamos los niveles de participación o de tes las instituciones para moldear la acción
abstención en una jornada electoral, sino política de los miembros de una comuni-
las razones que los explican. dad determinada? o ¿las instituciones (que
encauzan la acción política) dependen de
De hecho, una de las vetas de análisis un conjunto de valores o patrones cultu-
más exploradas por los investigadores rales compartidos que las respalden? Las
sociales es el tipo de relación que existe respuestas a estas y otras preguntas no
entre ambos aspectos de la vida política y pueden ser definitivas, pero no por ello las
social: ¿la acción política se encuentra interrogantes dejan de ser pertinentes,
determinada por la cultura política o vice- al menos no para aquellos que están inte-
versa? Algo parecido vale para las insti- resados en entender y, eventualmente,
tuciones: ¿cómo explicamos que las transformar positivamente a (la cultura
mismas instituciones políticas arrojen re- e instituciones de) sus sociedades.

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II. Cultura de la legalidad
y Estado de derecho

¿Q UÉ RELACIÓN EXISTE ENTRE L A dios jurídicos y los políticos tienen en co-


CULTURA POLÍTICA Y LA CULTURA DE mún es, en primer lugar, el concepto de
LA LEGALIDAD? poder’’.10 En la modernidad, el derecho
es producto del poder político y sin éste
Esquemáticamente: la cultura política es no puede aplicarse; la legitimación del
apenas una parte de la cultura y la cultura poder es, en última instancia, una justifi-
de la legalidad es solamente un aspecto cación jurídica.11 Mientras el derecho no
interconectado con la primera. La cultura puede existir (o carece de toda eficacia)
de la legalidad es un aspecto importante y sin un poder capaz de crearlo y de apli-
estrechamente relacionado con la cultura carlo, un poder sólo es legítimo, no un mero
política, pero que no se agota en la mis- poder de hecho, cuando encuentra fun-
ma: la cultura de la legalidad puede estu- damento en una norma o en un conjunto
diarse en sí misma como una variable de normas jurídicas. Max Weber propuso
independiente. Ambas nociones compar- una fórmula, la del poder legal racional,
ten el primer concepto, cultura, y en ese que sintetiza ambos principios a la perfec-
sentido son parte del mismo conjunto; ción: el único poder legítimo y, en cuanto
pero la noción de cultura de la legalidad tal, generalmente obedecido, es aquél que
sólo se encuentra parcialmente englobada se ejerce en conformidad con las leyes.
dentro de la noción de cultura política. Esto El poder político es el ‘‘monopolio de la
puede explicarse con la siguiente idea: fuerza legítima’’ y, en su forma predomi-
entre la política y la legalidad existe una nante en la modernidad, la legitimidad es
relación directa, pero no son universos
idénticos, entre otras razones, porque el 10 Norberto Bobbio, Teoria Generale della Politica,
primero es más amplio que el segundo. Einaudi, Torino, 2000, p. 183.
11 Obviamente me refiero al derecho positivo. La
teoría kelseniana del ordenamiento jurídico es un
No obstante, la relación entre la políti- buen ejemplo: dada la naturaleza dinámica del or-
ca y el derecho es de interdependencia denamiento, la producción normativa no puede
recíproca. Como lo dice Norberto Bobbio, prescindir de la noción de poder. Cfr. Hans Kelsen,
General Theory of Law and State, Cambridge,
‘‘[…] el concepto principal que los estu- Harvard University Press, 1945, y ¿Qué es el po-
sitivismo jurídico?, Fontamara, México, 1997.

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DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

fundamentalmente jurídica.12 Así las co- poder arbitrario. En palabras de Bobbio:


sas, la política y el derecho (o, en térmi- ‘‘[un] príncipe puede ejercer el poder le-
nos laxos ‘‘la legalidad’’) están fatalmen- galmente aunque carezca de legitimidad,
te relacionados por lo que las reflexiones mientras que otro puede ser legítimo y ejer-
sobre la cultura del primer tipo están rela- citar el poder ilegalmente’’.13 Podemos
cionadas con la del segundo y viceversa. decir que la legitimidad es un concepto
Pero al interior de una misma cultura po- eminentemente político que se refiere a la
lítica podemos encontrar muchas culturas cuestión de quién gobierna, pero que, en
de la legalidad, distintas y coexistentes. Y principio, no nos dice nada sobre la actua-
esto se explica porque, como ya vimos, a ción legal o ilegal del gobernante. Y, ¿qué
pesar de su estrecha vinculación, la políti- tiene que ver esta distinción con la cultura
ca es una esfera más amplia que la lega- de la legalidad? Lo que sucede es que tam-
lidad. De hecho, la cultura de la legalidad bién es posible cuestionar la legitimidad
es solamente una parte de la cultura polí- (política o moral) de una determinada nor-
tica. Y, aunque parezca contradictorio, ma jurídica. Es decir, podemos cuestionar
existen aspectos de la cultura de la legali- la legitimidad de una legalidad determina-
dad que sólo indirectamente tienen que ver da, ya sea porque cuestionamos o desco-
con la política: por ejemplo, el que un nocemos la legitimidad de la autoridad que
individuo respete o no las reglas para la dicta o porque nos parece que dicha
estacionarse en un centro comercial nos norma no se encuentra (moral o política-
puede decir algo de su cultura de la lega- mente) justificada. Siempre cabe pregun-
lidad, pero no tiene mayor relevancia si lo tar: ¿por qué debo obedecer y ajustar mi
que indagamos es su cultura política. conducta a lo que ordena la norma? En
esta dimensión, al menos desde la pers-
Antes de continuar nuestro recorrido pectiva subjetiva, la cultura política y la
conviene subrayar otra distinción recién cultura de la legalidad pueden entrar en
enunciada, pero poco explicada: la legiti- conflicto: desde una cultura política demo-
midad y la legalidad son dos cosas distin- crática, ¿son legítimas las leyes que, por
tas (aunque íntimamente vinculadas). El ejemplo, violan los derechos de las mino-
concepto de legitimidad sirve para distin- rías?; ¿debe observarse la legalidad que
guir el poder de derecho del poder de proviene de un poder de facto? Mi cultu-
hecho, mientras que el concepto de lega- ra de la legalidad puede indicarme que
lidad distingue entre el poder legal y el debo obedecer las normas que rigen la
12 Cfr. Max Weber, Economía y sociedad, Fondo de
Cultura Económica, México, 1998. 13 Cfr. Norberto Bobbio, op. cit., pp. 89-97.

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vida de mi colectividad, pero mi cultura arbitraria del gobernante y la impersonali-
política puede sugerirme que ciertas dad genérica y predecible de las leyes ha
prácticas adolecen de legitimidad. Y acompañado el desarrollo del pensamien-
así sucesivamente. to político occidental. De hecho, en la Edad
Moderna, el pensamiento liberal constru-
ye sus premisas sobre las bases del ideal
LA LEGALIDAD: CONCEPTO, VISIONES Y del gobierno sometido a las leyes: la limi-
DISTINCIONES tación jurídica del poder es clave de las
tesis liberales desde el siglo XVII en ade-
Como podemos observar, nuestro tema lante. Una doble fórmula es la clave jurí-
es un rompecabezas con muchas posibles dica del proyecto liberal: a) el gobierno que
soluciones: las piezas pueden acomodar- actúa sometido y bajo mandato expreso
se de diferentes maneras y se obtendrán de la ley previamente establecida (el
figuras desiguales. Los dos conceptos que gobierno sub lege), y b) el gobierno que
lo integran, la cultura y la legalidad, son actúa mediante leyes (el gobierno per
llaves que abren muchas puertas. Además, leges). El sometimiento jurídico del poder
son objeto de múltiples interpretaciones: es una tesis liberal que está en la base del
sociológicas, antropológicas, históricas, fi- constitucionalismo moderno y tiene como
losóficas, jurídicas. Por eso, una vez que finalidad limitar al poder político desde un
sabemos, al menos en sus rasgos genera- punto de vista formal, pero sobre todo
les, lo que es la cultura y cuál es la vincu- desde una perspectiva sustantiva (supone
lación que existe entre la (cultura) política que los poderosos no pueden decidir cier-
y la legalidad, es oportuno detenernos en tas cosas); sin embargo, el gobierno sólo
los alcances e importancia de este último per leges, la sola actuación jurídica del
concepto. poder, no supone necesariamente limita-
ciones materiales al poder: un gobierno
Desde el pensamiento griego clásico la puede actuar legalmente, mediante leyes,
legalidad en el ejercicio del poder ha cons- sin respetar límites sustantivos de ningún
tituido un criterio para distinguir el ‘‘buen tipo. ¿Qué diríamos, por ejemplo, de un
gobierno’’ del ‘‘mal gobierno’’. En las decreto presidencial que ordena fusilar a
obras de Platón y de Aristóteles son recu- los disidentes? Indiscutiblemente, al ser un
rrentes las disertaciones sobre las bonda- decreto presidencial, sería legal; pero, por
des y defectos del binomio ‘‘gobierno de su finalidad, sabríamos que no respeta lí-
los hombres’’ vs ‘‘gobierno de las leyes’’. mites sustantivos como son los derechos
La disyuntiva entre la discrecionalidad fundamentales de las personas.

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DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

Tenemos tres tesis que conviene dis- N O TODO E STADO JURÍDICO ES UN


tinguir y rescatar: a) la legalidad, tradicio- ESTADO DE DERECHO
nalmente, ha sido observada desde la
perspectiva del gobernante (si éste ajusta Todos los Estados son ‘‘Estados jurídicos’’
o no su actuación a un conjunto de nor- porque fundan su actuación en un conjun-
mas jurídicas); b) en un principio el go- to de mandatos (más o menos) generales
bierno que actúa conforme al derecho es y abstractos que, en sentido amplio, cons-
valorado en positivo porque se supone un tituye un ordenamiento jurídico; pero sólo
poder limitado y predecible; sin embargo, algunos Estados incorporan una serie de
c) la mera legalidad no es una garantía normas e instituciones específicas que nos
del buen gobierno, porque un poder puede permiten considerarlos como ‘‘Estados de
actuar legalmente sin encontrarse jurídi- derecho’’. Los Estados de derecho cuen-
camente limitado por normas que prote- tan con una constitución (normalmente
gen bienes valiosos como los derechos fun- escrita) que limita al poder político me-
damentales individuales (el poderoso diante un conjunto de instituciones espe-
puede crear y aplicar normas jurídicas sin cíficas (como la división o separación de
respetar ningún tipo de limitación mate- los poderes) con la finalidad de proteger
rial). Esta última tesis (sin duda la más un conjunto de derechos individuales fun-
importante de las tres) puede entenderse damentales. Esta idea de constitución, de
de la siguiente manera: todo poder polí- matriz netamente ilustrada, ya se encon-
tico estatal o institucionalizado es, nece- traba plasmada en el artículo 16 de la
sariamente, un ‘‘Estado jurídico’’, pero Declaración Francesa de los Derechos del
no cualquier ‘‘Estado jurídico’’ es un ‘‘Es- Hombre y del Ciudadano de 1789: ‘‘[…]
tado de derecho’’.14 Veamos qué signi- la sociedad en la que la garantía de los
fica esto. derechos no se encuentra asegurada, ni
la división de poderes determinada, no tie-
ne constitución’’. Pero podemos afirmar
que fue hasta la segunda mitad del siglo
XX cuando la distinción entre los Estados
(meramente) jurídicos y los Estados de
derecho, también llamados Estados cons-
titucionales, quedó claramente zanjada.

Después de la Segunda Guerra Mun-


14 Cfr. Elías Díaz, Estado de derecho y sociedad dial proliferaron en Europa (primero en
democrática, Taurus, Madrid, 1998.

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Italia, Alemania y Francia, y algunos años tado constitucional (llamado en inglés Rule
después en España y Portugal) una serie of Law y en alemán Rechtssaat), las re-
de constituciones democráticas que vinie- laciones de poder se han invertido. Pri-
ron a sumarse a los ordenamientos ame- mero están los individuos que, por ser su-
ricano y británico y que, al tener a los jetos autónomos e igualmente dignos, son
derechos fundamentales como eje sustan- titulares de derechos fundamentales, y sólo
tivo primordial y basarse en un diseño de después, para proteger estos derechos, se
poderes divididos, marcaron un antes y un ubican las potestades estatales. Concre-
después en relación con los Estados jurí- tamente, en un Estado de derecho la legi-
dicos precedentes. Obviamente el contras- timidad del poder y de las normas jurídi-
te mayor (y más inmediato) se presentó cas depende del respeto y garantía de los
con los ordenamientos jurídicos de los derechos fundamentales individuales.15
Estados totalitarios y/o dictatoriales que Esto es lo que Norberto Bobbio llamó la
habían regido la vida colectiva de algunos ‘‘gran revolución copernicana de la mo-
de esos países y que no respetaban nin- dernidad’’. Valga la reiteración: un Esta-
guna de las características de los moder- do totalitario, por ejemplo, es un Estado
nos Estados de derecho. Pero el cambio jurídico en el que existen algunas leyes e
de paradigma jurídico rebasaba la coyun- instituciones que responden a la voluntad
tura: la diferencia de contenidos entre los arbitraria del gobernante (pensemos, por
ordenamientos jurídicos constitucionales y ejemplo, en la Alemania nazi, en la Italia
los ordenamientos precedentes estaba fascista o en la Unión Soviética estalinis-
acompañada por una nueva concepción ta), pero no es un Estado de derecho que
de la relación entre el Estado (y sus pode- proviene de la tradición liberal y que deri-
res) y los individuos (y sus derechos).

En la concepción tradicional, el Estado, 15 Cabe señalar que, desde mi perspectiva, los dere-
entendido como el monopolio de la fuerza chos fundamentales que corresponden a la tradi-
legítima, se consideraba el punto de parti- ción liberal, social y democrática son únicamente
da para entender las relaciones de poder. ‘‘derechos individuales’’. Sin embargo, en las últi-
mas décadas han aumentado las voces que sostie-
Primero venía la fuerza estatal y después nen que algunos ‘‘derechos colectivos’’ pueden ser
los individuos que eran, ante todo, sujetos compatibles con el ‘‘estado de derecho’’ y, por lo
de obligaciones y, sólo por una concesión tanto, con el constitucionalismo democrático
moderno. El debate suele identificarse como una
estatal, titulares de derechos. En cambio, discusión entre pensadores ‘‘liberales’’ y teóricos
en la concepción constitucionalista que ‘‘comunitaristas’’ o ‘‘multiculturalistas’’. No me
corresponde al Estado de derecho o Es- detengo en esta prolija discusión, pero me pareció
correcto señalarla.

21
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

vó en el constitucionalismo moderno. Des- y garantizar los derechos (de libertad,


de la perspectiva de este último, de he- políticos y sociales) de los individuos.
cho, las normas y autoridades de los Sólo así el poder político se encuentra
Estados jurídicos totalitarios carecen de efectivamente limitado y, por ende, políti-
legitimidad por lo que los ciudadanos camente legitimado.
tienen derecho a resistirlas. Para decirlo
con una frase: en la cultura de la legalidad
del Estado de derecho no hay espacio para ¿PARA QUÉ SIRVEN LAS NORMAS?
los poderes y las normas autoritarias.
Siguiendo las coordenadas de la revolu-
Sólo los Estados de derecho fundan su ción copernicana, es un hecho que el fenó-
legitimidad en el reconocimiento de la igual meno de la legalidad no debe observarse
dignidad de todos los individuos y diseñan únicamente desde la perspectiva de los
sus instituciones con la finalidad específi- poderes públicos, sino también desde la
ca de garantizarla. De hecho, los Estados óptica de los destinatarios de las normas
de derecho se rigen esencialmente por dos (que en una democracia son, al menos in-
principios fundamentales: el principio de directamente, también sus creadores). La
legalidad que consiste en la ‘‘distinción y legalidad abarca el comportamiento de los
subordinación de las funciones ejecutiva individuos, al menos, en dos direcciones:
y judicial a la función legislativa’’16 y el a) en su relación con estos poderes públi-
principio de imparcialidad que se refiere a cos (como productores y destinatarios del
‘‘la separación e independencia del órga- derecho), y b) en sus relaciones interper-
no judicial respecto a los órganos legisla- sonales con los demás miembros de su
tivo y ejecutivo’’.17 Ambos principios, uno colectividad. Las normas jurídicas –en
referido a las funciones del poder político este caso, independientemente de que se
y otro a los órganos que las desempeñan, trate de un Estado jurídico o de un Estado
son fuente de la certeza y la seguridad de derecho–, tienen como finalidad regu-
jurídicas indispensables para proteger lar, orientar, limitar y encauzar las accio-
nes de los miembros de una colectividad
determinada. Son las reglas del juego de
16
la convivencia colectiva. Un ‘‘Estado’’ sin
Michelangelo Bovero, Contro il Governo dei
Peggiori. Una Grammatica della Democrazia,
ningún tipo de leyes sería un estado anár-
Laterza, Roma-Bari, 2001, p. 145. Existe una tra- quico en el que no existen autoridades y
ducción al español realizada por Lorenzo Córdova los individuos actúan discrecionalmente sin
y publicada por la editorial Trotta.
17 Ibíd.

22
tener que respetar otras normas que las pacíficamente los eventuales conflictos fu-
que su (im)prudencia les dicta.18 turos, y c) la creación de un poder super
partes facultado para garantizar que los
No es difícil imaginar que en esas con- pactos se respeten, incluso utilizando la
diciones, en una situación sin leyes, la coacción. Cuando estos pactos se violan
convivencia es sumamente difícil porque se camina hacia la anarquía que caracte-
la ley que termina imponiéndose es la ‘‘ley riza a un salvaje y peligroso estado de
del más fuerte’’: la anarquía es la cueva de naturaleza. No obstante, sólo en los ver-
la discrecionalidad y ésta es la cuna de los daderos Estados de derecho la legalidad
abusos. En cambio, el derecho, la lega- vigente garantiza algo más que el orden y
lidad, tiene como función última la de di- la estabilidad estatales y apunta hacia la
rimir institucionalmente (lo que implica de protección de la dignidad de las personas
manera pacífica) los conflictos interper- a través de la garantía de sus derechos.
sonales. Esto, conviene advertirlo, vale
para cualquier tipo de legalidad: aquella
que corresponde a los Estados (de dere- E NTONCES , ¿ QUÉ ES L A CULTURA DE
cho) constitucionales modernos o aquella LA LEGALIDAD?
que es propia de un Estado autoritario.
Después de todo, la función última de las Intentemos ahora juntar nuestros dos con-
normas es garantizar el orden y la estabi- ceptos clave: cultura y legalidad. Lo pri-
lidad en una comunidad cualquiera y, para mero que conviene recordar es que la
que esto sea posible, la mayoría de los cultura es un concepto más amplio que el
individuos deben manifestar una tenden- de legalidad: la primera es el contexto en
cia a obedecerlas y debe existir una auto- el que la segunda se desarrolla. Basta con
ridad capaz de hacerlas valer. Podemos recordar la relación, que va de lo general
afirmar que el orden estatal sólo es posi- hacia lo particular, entre los conceptos de
ble cuando los miembros de la colectividad cultura, política y legalidad. Pues bien, si-
se comprometen a respetar tres pactos guiendo la misma lógica que utilizamos
sucesivos: a) la renuncia al uso de la fuer- para construir la noción de cultura políti-
za por parte de los individuos y grupos; b) ca, tenemos que la cultura de la legalidad
la instauración de reglas para resolver de una sociedad determinada es el con-
junto de conocimientos, creencias, usos y
18 Los primeros pensadores modernos, como Hobbes, costumbres, símbolos, etc., de los miem-
Locke, Rousseau y Kant, no dudaban en llamarlo bros de esa comunidad en relación con
‘‘estado de naturaleza’’. Desde esa perspectiva, en los aspectos de la vida colectiva que tie-
realidad, el Estado anárquico es un no-Estado.

23
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

nen que ver con las normas jurídicas y su leza excluyente no pueden abarcarla en
aplicación. Se refiere al posicionamiento su totalidad.20 No obstante, ambas acep-
de los integrantes del colectivo ante el ciones son útiles para adelantar una dis-
conjunto de objetos sociales específica- tinción: una cosa es la cultura jurídica
mente jurídicos en esa comunidad: ¿cómo predominante en una colectividad y otra
percibe su población el universo de rela- cosa es la cultura de la legalidad de los
ciones relativo a la creación y aplicación miembros de dicha colectividad. Podemos
de las normas jurídicas que rigen la vida afirmar, por ejemplo, que la mayoría de
colectiva y cómo las asume? los países latinoamericanos comparten la
cultura jurídica europea de origen
Un destacado filósofo y jurista italiano romanista, mientras que algunos países
contemporáneo, Luigi Ferrajoli, ha soste- africanos comparten la cultura jurídica de
nido que por cultura jurídica podemos corte anglosajón. Y, sin embargo, esto no
entender un conjunto muy amplio de supone que los latinoamericanos o los afri-
conocimientos y actitudes: a) ‘‘el conjun- canos presenten la misma cultura de la
to de teorías, filosofías y doctrinas jurídi- legalidad que los europeos o los británicos
cas elaboradas en una determinada fase (o americanos), según sea el caso. La
histórica por los juristas y filósofos del de- cultura jurídica, como bien lo indican las
recho’’; b) ‘‘el conjunto de las ideologías, dos primeras acepciones propuestas por
modelos de justicia y formas de pensar Ferrajoli, se refiere sobre todo al conjunto
acerca del derecho que caracteriza a los de teorías, filosofías, etc., compartidas por
operadores jurídicos de profesión (trátese los estudiosos y aplicadores del derecho y
de jueces, legisladores o administrado- no a la relación que existe entre la gene-
res)’’, y c) ‘‘el sentido común respecto ralidad de los destinatarios de las normas
del derecho y las instituciones jurídicas en y el ordenamiento jurídico vigente en
lo singular que se difunde y opera en una su colectividad.
determinada sociedad’’.19 Las dos prime-
ras acepciones se refieren a conjuntos (de
20 Uno de los autores mexicanos que ha enfrentado el
ideas o de personas) especializados que
argumento desde una perspectiva (principalmen-
inciden en la conformación de la cultura te) jurídica, Gerardo Laveaga, insiste en el papel
de la legalidad (o ‘‘cultura jurídica’’ en la que desempeña la ‘‘clase dominante’’ para la cons-
terminología de Ferrajoli) de una comuni- trucción de una cultura de la legalidad. El propio
Laveaga sostiene que, en el caso mexicano, el gre-
dad determinada, pero que por su natura- mio de los abogados ha resultado ser un gremio
cerrado y conservador. Cfr. Gerardo Laveaga, La
19 Cfr. Luigi Ferrajoli, La Cultura Giuridica nell’Italia cultura de la legalidad, IIJ - UNAM, México, 1999,
del Novecento, Laterza, Roma-Bari, 1999. pp. 32 y 95.

24
En cambio, la tercera acepción –‘‘el ¿ES LO MISMO LA CULTURA JURÍDICA
sentido común respecto del derecho y las QUE LA CULTURA DE LA LEGALIDAD?
instituciones jurídicas en lo singular que
se difunde y opera en una determinada Afinemos la distinción: dado que no exis-
sociedad’’– sí corresponde a nuestra te un solo tipo de tradiciones jurídicas,
reconstrucción conceptual de la noción tampoco existe un solo tipo de cultura
cultura de la legalidad: así como, cuando jurídica. Para decirlo de otra forma, entre
queremos desentrañar las características el contenido del derecho positivo vigen-
de la cultura política de una sociedad, no te y la cultura jurídica que predomina en
limitamos nuestro análisis a las creencias una sociedad existe una interacción recí-
y comportamientos de los estudiosos de proca. El derecho positivo vigente –las
la política y de los políticos de profesión, normas que rigen la vida social– es el
sino que volteamos nuestra mirada hacia reflejo de una cultura jurídica determina-
los ‘‘ciudadanos de a pie’’, cuando quere- da y ésta se transforma en el tiempo a
mos describir la cultura de la legalidad partir del ejercicio cotidiano del derecho.
predominante debemos observar a los es- Desde esta perspectiva, observando las
tudiosos del derecho y a los operadores características de los diferentes orde-
(creadores y aplicadores) jurídicos, pero namientos, instituciones y prácticas ju-
sobre todo debemos preguntarnos cuál es rídicas en el mundo podemos identificar
la relación que existe entre los hombres y diferentes culturas jurídicas, entendidas
mujeres que integran esa colectividad con como distintas tradiciones o familias
los paradigmas e instituciones jurídicos vi- jurídicas. Pero la cultura de la legalidad
gentes. Es en este nivel en el que resaltan que predomina entre los individuos que
las diferencias entre el comportamiento integran las diferentes colectividades (in-
ante las normas de individuos que viven cluso entre aquellas que comparten una
en sociedades que comparten la misma misma tradición o cultura jurídica) puede
cultura jurídica (por ejemplo, España y y suele ser muy diferente. Y a nosotros
México), pero que no tienen la misma cul- lo que nos interesa es esta segunda acep-
tura de la legalidad. ción. Después de todo, el derecho sólo
tiene sentido cuando regula efectivamen-
te las relaciones de convivencia ciuda-
danos/autoridades, ciudadanos/ciudada-
nos, autoridades/autoridades, etc., y ello
supone un (cierto) acompañamien-
to cultural. Es decir, más allá del conteni-

25
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

do de las normas jurídicas, de la tradición y destinatarios. Una cosa es mirar hacia


jurídica a la que pertenecen, existe un ele- el sistema normativo de una sociedad de-
mento cultural que fortalece o debilita la terminada (hacia el conjunto de reglas
observancia de las normas por parte de y normas vigentes en esa comunidad jurí-
sus destinatarios. Esto es a lo que llamo, dica) y otra es observar el comportamien-
propiamente, cultura de la legalidad. to de las personas hacia ese conjunto de
reglas. Desde esta perspectiva, es clara
Podemos afirmar que existe una cultu- la diferencia entre la noción de cultura
ra de la legalidad difundida entre los miem- de la legalidad y la de cultura jurídica: más
bros de la colectividad cuando, más allá allá del paradigma vigente, de las carac-
del contenido de las normas vigentes, de terísticas del cuerpo normativo que rige la
la tradición o familia jurídica a la que per- vida de una colectividad (y, por ende, pres-
tenecen, e incluso de si se respetan o no cindiendo del tipo de cultura jurídica
los contenidos característicos de un esta- predominante), decimos que existe una cul-
do de derecho, éstos ajustan su compor- tura de la legalidad cuando las normas son
tamiento a las mismas porque les recono- efectivamente observadas. Es decir, cuan-
cen un grado aceptable de legitimidad do las autoridades y los ciudadanos ade-
(reconocen un cierto valor a las normas e cuan su actuación a las reglas que norman
instituciones legales vigentes). Esta obser- la convivencia colectiva. Esto, entre otras
vancia de las normas, conviene advertirlo, cosas, supone un cierto conocimiento de
obedece en parte al elemento coercitivo la legalidad vigente por parte de sus desti-
en manos del Estado, pero no se agota en natarios y un nivel aceptable de legitimi-
el mismo porque la sola fuerza nunca es dad de dicho cuerpo normativo. Pero no
un elemento suficiente para alcanzar la sólo eso, también supone la aceptación,
legitimidad. Sólo un cierto grado de adhe- por parte de la mayoría, de la función que
sión voluntaria a las normas, una cierta cumplen las normas jurídicas como ins-
cultura de la legalidad, explica la per- trumentos reguladores de la convivencia
manencia en el tiempo de los orde- pacífica. Podríamos decir: supone que los
namientos jurídicos respaldados por la miembros de la colectividad conocen y
fuerza del Estado. aceptan su parte en el ‘‘pacto social’’.

En síntesis, tenemos que la cultura de Sin embargo, si retomamos nuestra dis-


la legalidad sirve como criterio para eva- tinción entre Estado jurídico y Estado de
luar el grado de respeto y apego a las nor- derecho, tenemos que la cultura de la le-
mas vigentes por parte de sus aplicadores galidad no es necesariamente un bien en

26
sí mismo: es sensato suponer que una par- do ‘‘[…] el sentido común respecto del
te considerable de los ciudadanos bajo los derecho y las instituciones jurídicas en lo
regímenes totalitarios manifestaron un alto singular que se difunde y opera en una
grado de cultura de la legalidad y, por lo determinada sociedad’’21 es demasiado
mismo, aceptaron voluntariamente la apli- débil. Es decir, cuando los miembros de
cación de un cuerpo normativo que anuló una comunidad determinada desconocen
cualquier resquicio de derechos fundamen- o ignoran las normas que ‘‘deberían’’ re-
tales. Siguiendo este razonamiento, es ati- gir la vida colectiva, lo que puede llevar
nado sostener que, en ciertos casos, vale a una paulatina y progresiva erosión
más la postura crítica frente a las normas del marco normativo vigente. El descono-
vigentes que su obediencia ciega. Pero lo cimiento de las normas lleva a su incum-
cierto es que no siempre es fácil encon- plimiento y esto es causa de inestabilidad
trar la frontera. Muy esquemáticamente jurídica (y política). Todo sistema normati-
se puede afirmar que es legítimo objetar vo contiene normas en desuso, la llamada
el cumplimiento de las normas en un sis- ‘‘letra muerta de la ley’’, pero ningún
tema autocrático o absolutista, pero esto sistema sobrevive si la mayoría de sus nor-
no tiene cabida en un sistema democráti- mas entran en esta categoría. En este ni-
co en el que los ciudadanos participan en vel, la cultura de la legalidad es un ingre-
el proceso de creación normativa y las diente fundamental para determinar la
normas (al menos teóricamente) tienen estabilidad del sistema porque nos indica
como criterio orientador a los derechos el grado de conocimiento que tienen los
fundamentales. Podemos decir que la cul- ciudadanos ante las normas que rigen su
tura de la legalidad democrática supone convivencia y que es un requisito necesa-
una posición crítica frente a las normas rio para su posterior respeto y cumplimien-
del autoritarismo, y ante la cultura de la to. Si, como advertíamos anteriormente,
legalidad podemos decir de obediencia a la función última de las normas es garan-
ciegas, que las acompaña. tizar el orden y la estabilidad del sistema
político en su conjunto, cuando predomina
la incultura de la legalidad podemos sen-
UN INTENTO ( INVERTIDO ) DE tenciar que se aproxima la muerte de las
ACLARACIÓN instituciones. Y esto, como ahora sabemos,
abre la puerta para que se imponga la ‘‘ley
Invertir las fórmulas puede ser útil para del más fuerte’’.
aclarar las cosas. Podemos decir que exis-
te una ‘‘incultura de la legalidad’’ cuan- 21 Cfr. Luigi Ferrajoli, op. cit.

27
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

Pero también podemos imaginar otra desconoce las normas, sino porque cono-
fórmula invertida: la ‘‘cultura de la ilega- ce la forma de evitarlas para sacar venta-
lidad’’. En este supuesto se encuentran ja sobre quienes las respetan; ese es el
aquellos actores individuales (o en un sen- caso, por ejemplo, del que hace trampa
tido amplio difícil de imaginar: aquellas en un juego de cartas; la trampa sólo tie-
sociedades) que conocen la normatividad ne sentido dentro de las reglas del juego.
vigente, asumen una posición frente a la O, con un ejemplo mucho más cercano
misma y deliberadamente la violan. Max y cotidiano, de quien se aprovecha de
Weber sostenía que ese era el caso del la violación de las reglas de tránsito para
ladrón o del homicida: los ladrones o los avanzar antes que sus conciudadanos,
homicidas están conscientes de las nor- dando vuelta en el carril que no está des-
mas que violan y por lo mismo, salvo en tinado para ello. En este caso no sólo se
pocos y extraños casos, intentan evadir al adolece de una cultura de la legalidad, sino
castigo. El que quiere escapar cuando ha que se profesa una cultura deliberadamen-
robado, asesinado o cometido un acto de te ilegal. Pero tampoco en este supuesto
corrupción funda su actuación en la exis- todos los casos son fáciles: ¿acaso el ob-
tencia de un marco jurídico que conoce y jetor de conciencia, el que se niega por
que ha transgredido. Aquí se ubica la des- sus convicciones morales profundas a
afortunada conseja popular ‘‘las leyes na- obedecer (por ejemplo, a una legislación
cieron para ser violadas’’. El que se apro- autoritaria), no se encuentra en la misma
vecha, el abusivo, no lo hace porque circunstancia?

28
III. Cultura de la legalidad
y democracia

¿C ÓMO SERÍA UNA CULTURA DE L A normas es la condición necesaria para que


LEGALIDAD PARA LA DEMOCRACIA? florezca una cultura de la legalidad? ¿De-
bemos fomentar la cultura de la legalidad
Cuando denunciamos que los integrantes a secas, sin detenernos a valorar las ca-
de una comunidad (que bien podría ser la racterísticas de la cultura jurídica vigente,
nuestra) adolecen de una cultura de la le- autoritaria o democrática, en una comuni-
galidad, realizamos una descripción que dad determinada?
con frecuencia se acompaña con un jui-
cio valorativo. En principio se considera Podemos buscar la salida del laberinto
deseable que las personas conozcan las empezando por esta última cuestión: iden-
normas vigentes de su colectividad y ajus- tificando primero el tipo de legalidad vi-
ten sus comportamientos a las mismas. gente, las características de las normas,
Esto es así porque, como sabemos, se su- para el que se quiere construir una cultu-
pone que las normas garantizan el orden, ra de respeto y observancia. Si nuestra
la estabilidad y, en esa medida, un cierto inclinación es hacia la legalidad autorita-
grado de paz social. El razonamiento se ria la salida está en la imposición irreflexiva
aplica, no sin algunas diferencias, a los de la normatividad vigente: la cultura de
funcionarios públicos y representantes la legalidad se reduce al simple respeto
populares y a la ciudadanía en general. de las leyes sin importar su contenido. Algo
Queremos una cultura de la legalidad por- así como enseñarles a los niños que ‘‘to-
que deseamos que las reglas tengan una das las normas deben siempre obedecer-
vigencia efectiva, que sean eficaces, y lo se’’. Los promotores de esta receta abo-
deseamos porque suponemos que ello garán por la legalidad a secas, por la
facilitará la convivencia entre todos sobre ‘‘tolerancia cero’’, por la fuerza como in-
una base de igualdad. Pero tenemos que centivo para la construcción de la cultura
enfrentar de nueva cuenta el mismo pro- y, creo, al final tendrán que hacer cuentas
blema circular: ¿es la cultura de la legali- con la ilegitimidad que suele acompañar a
dad el factor que empuja el respeto a las las decisiones que ignoran la importancia
normas jurídicas vigentes? o ¿el respeto de la dignidad y la autonomía de las per-
efectivo, cotidiano y generalizado de las sonas. Esto es así porque considerarán que

29
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

la cultura de la legalidad es un bien en sí y se opone a la imposición de una legali-


mismo que no debe detenerse ante las dad cualquiera (por ejemplo, de una lega-
razones que pueden esgrimirse para re- lidad totalitaria).
chazar ciertos patrones culturales (en este
caso autoritarios) que pretenden imponer- De hecho, la propia democracia es una
se. En cambio, si nos colocamos en el cuestión de reglas que se fundan en
versante alternativo y buscamos una una cultura basada en ciertos principios
legalidad fundada en el consenso y orien- (dignidad personal, pluralismo, tolerancia,
tada hacia el respeto de los derechos fun- laicismo, responsabilidad, etc.) que, a su
damentales individuales, entonces tendre- vez, respaldan a los derechos fundamen-
mos que apostar por una cultura de la tales. Recordemos los procedimientos que,
legalidad democrática en la que la legiti- según Bobbio, caracterizan a la democra-
midad de las normas camina de la mano cia moderna: 1) todos los ciudadanos que
con su cumplimiento. En este caso bus- hayan alcanzado la mayoría de edad, sin
camos que los individuos incorporen distinción de raza, religión, condición eco-
reflexivamente un cierto conjunto de nor- nómica, sexo, etc., deben gozar de los de-
mas y principios en su acervo cultural: rechos políticos, o sea, del derecho de ma-
aquellos que se fundan en la dignidad de nifestar a través del voto su opinión y/o
las personas. Así, la legitimidad de las le- de elegir a quien la exprese por ellos; 2) el
yes comienza por el reconocimiento de los sufragio de cada ciudadano debe tener
derechos (de libertad, políticos y sociales) un peso igual al de los demás (debe con-
propios y ajenos sobre una base de igual- tar por uno); 3) todos los ciudadanos que
dad que nos sugiere la conveniencia recí- gocen de los derechos políticos deben ser
proca de respetar las normas que conjun- libres de votar de acuerdo con su propia
tamente elaboramos. En esta concepción opinión formada libremente, es decir, en
la cultura de la legalidad se inserta como el contexto de una competencia libre en-
un elemento medular de la cultura cívica tre grupos políticos organizados; 4)
o política democrática que contribuye a la los ciudadanos deben ser libres también
estabilidad de los sistemas democráticos22 en el sentido de que han de ser puestos en
condición de seleccionar entre opciones
diferentes; 5) tanto para las decisiones co-
22 Por ejemplo, para Jacqueline Peschard los compo-
nentes de una cultura política democrática son: la en la aplicación de las normas), la pluralidad, la
ciudadanía, la participación, la sociedad abierta, cooperación entre ciudadanos y una autoridad po-
activa y deliberativa, la secularización, la compe- líticamente responsable. Cfr. Jacqueline Peschard,
tencia o eficacia cívica, la legalidad (universalidad op. cit., pp. 24 y ss.

30
lectivas como para las elecciones de re- vínculos lógicos insuperables: si las per-
presentantes vale la regla de la mayoría sonas no se respetan unas a otras, si no
numérica, y 6) ninguna decisión tomada toleran sus diferencias, si no pueden
por mayoría debe limitar los derechos de expresar sus ideas y participar con liber-
la minoría (en particular el derecho de con- tad, etc., la democracia es práctica y
vertirse, en paridad de circunstancias, en conceptualmente imposible.
mayoría).23
Desde esta perspectiva democrática
Pues bien, aunque no todas las teorías encontramos que existe una estrecha re-
de la democracia promueven la misma re- lación entre una concepción de la política
lación entre (todos) los derechos funda- (entendida como los mecanismos de ac-
mentales y esta forma de gobierno, en tér- ceso y ejercicio del poder sobre la base
minos generales ningún teórico de la del consenso), una acepción de la legali-
democracia objetaría la caracterización dad (entendida como el conjunto de re-
bobbiana.24 Y ello es suficiente para sos- glas que, fundadas en el consenso, permi-
tener nuestro argumento: la legalidad ten la administración del poder y protegen
democrática no solamente se funda en la a los derechos fundamentales) y una idea
eficacia de un conjunto de reglas jurídi- de la cultura (entendida como las orien-
cas, sino que descansa sobre algunos prin- taciones de los miembros de una colec-
cipios como la igual dignidad política de tividad hacia un conjunto de reglas y
los ciudadanos, la pluralidad y las liberta- principios que hacen a la democracia
des (personal, de expresión, de asociación posible). La cultura de la legalidad demo-
y de reunión) sin los cuales perdería natu- crática, el respeto de un conjunto deter-
raleza y sentido. Por lo mismo, la cultura minado de normas con características
de la legalidad democrática debe hacer específicas, sólo se construye engarzan-
eco (al menos) de esos principios. La re- do estos eslabones.
lación entre esa cultura y estos principios
no depende (al menos no necesariamen-
te) de valoraciones ético-morales, sino de

23 Cfr. Norberto Bobbio, op. cit., p. 381.


24 Recordemos que la concepción de Bobbio se inser-
ta en la tradición de la ‘‘democracia social’’ que
otorga un lugar prioritario a los derechos sociales
(al mismo nivel que a los derechos de libertad y a
los derechos políticos).

31
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

L A CUESTIÓN DE LOS DERECHOS tores de los derechos. Por ello escucha-


FUNDAMENTALES: EN BÚSQUEDA DE UN mos con frecuencia expresiones como la
HORIZONTE ‘‘cultura de los derechos’’ o la ‘‘cultura
constitucional’’ (entendida en los términos
Los derechos fundamentales que están en del constitucionalismo moderno) que ha-
la base de la democracia y que constitu- cen referencia a un tipo de cultura de la
yen el criterio para diferenciar entre un legalidad en específico, la que correspon-
(cualquier) Estado jurídico y un Estado de de a la democracia contemporánea.
derecho, contadas veces en la historia fue-
ron el resultado de una concesión ‘‘gra- Es en esta dirección en la que debemos
ciosa’’ por parte de los poderosos. La ra- orientarnos. Si existe un parámetro que
zón es sencilla: los derechos constituyen justifica una distinción de fondo entre
limitaciones a los poderes públicos (y una (cualquier) cultura de la legalidad
deseablemente también a los poderes pri- y una cultura de la legalidad democrá-
vados) que no son bien recibidas por los tica, éste lo constituyen los derechos funda-
poderosos. Son, como ha acuñado mentales. Derechos que ya se encuentran
Ferrajoli, los derechos ‘‘del más débil’’. consagrados en la mayoría de las consti-
Derechos que provienen de luchas histó- tuciones modernas, pero que desafortuna-
ricas contra los hombres del poder: la damente en muchos casos aún no son
Revolución Francesa, la lucha de Indepen- garantizados. No aspiramos a una sociedad
dencia estadounidense, la revolución fe- ordenada bajo parámetros autocráticos
minista del siglo pasado, etc. Desde esta y absolutistas, sino que apostamos por
perspectiva los derechos fundamentales una sociedad democrática y de poderes
también son productos culturales: las li- acotados. De lo contrario nuestra apues-
bertades fundamentales son producto del ta sería un bumerán amenazante: la lega-
pensamiento (y de la lucha) liberal; los lidad que se impone desde lo alto a los
derechos políticos son expresiones de la gobernados puede ser la puerta para la
teoría (y la práctica) democrática y los arbitrariedad de los gobernantes. Una cul-
derechos sociales son manifestaciones del tura de la legalidad democrática se finca en
ideario (y de los movimientos) socialista. el respeto de las normas que regulan la
Lo mismo vale para los nuevos grupos de convivencia sobre una base de igualdad
derechos: ecológicos, de las personas con formal para todos, incluyendo a los pode-
capacidades diferentes, de los niños, etc. rosos. Y, también, en el respeto generali-
En todos los casos existe un conjunto de zado de los seis procedimientos bobbianos
símbolos, conocimientos, creencias, aspi- que instituyen a la democracia.
raciones, etc., compartidos por los promo-
32
Los postulados generales son fáciles de respeto de esas normas, cualquiera pue-
enunciar, pero difíciles de poner en prác- de ser autoridad, el que viola las normas
tica: todos tenemos los mismos derechos será sancionado, etc. Lo que nos dice la
individuales (en esa dimensión somos teoría es que cuando estas premisas for-
‘‘iguales ante la ley’’), participamos (di- man parte de la cultura de (la mayoría de)
rectamente o a través de nuestros repre- los miembros de una colectividad, la ciu-
sentantes) en la creación de las normas dadanía florece y, con ella, una conviven-
colectivas que rigen nuestra convivencia, cia pacífica y ordenada que permite el
elegimos, a partir de un conjunto de re- desarrollo de nuestra dignidad individual.
glas, autoridades que deben velar por el

33
SEGUNDA PARTE

I. La cultura de la legalidad en México

Y, en México, ¿en dónde estamos en ma- U N PRIMER LUGAR COMÚN: ‘‘MÉXICO


teria de cultura de la legalidad? Para ofre- NO ES UN PAÍS DE LEYES’’
cer algunas reflexiones sobre este amplio
y complejo tema –en torno al cual apenas Falso. La construcción del Estado mexi-
podré hilvanar algunas ideas que inviten cano, el largo camino hacia la monopoli-
al lector a la reflexión–, tomo como punto zación de la fuerza, es la crónica de su
de partida cinco lugares comunes que, con legitimación jurídica, de la construcción de
frecuencia, acompañan nuestras discusio- un Estado jurídico. La historia de nuestro
nes sobre el argumento: ‘‘México no es país, al menos desde los albores de su In-
un país de leyes’’, ‘‘México no es un Es- dependencia, puede narrarse teniendo
tado de derecho’’, ‘‘Los mexicanos no como eje orientador a los diferentes do-
cumplen con la ley’’, ‘‘Los mexicanos cumentos políticos de naturaleza consti-
son corruptos por naturaleza’’ y ‘‘Los tucional. Desde la Constitución aprobada
mexicanos no son iguales ante la ley’’. En por las Cortes reunidas en Cádiz el 18 de
algunos casos los lugares comunes pare- marzo de 1812, en donde participaron
cen confirmarse, pero en otros aparecen algunos representantes de la llamada
como cristales irregulares que distorsionan América Septentrional Española, hasta
nuestra imagen de la realidad y que nos la Constitución vigente, aprobada en
impiden valorar en su verdadera dimen- Querétaro el 5 de febrero de 1917, es posi-
sión el estado de cosas. Lo cierto, me pa- ble verificar la constante tendencia hacia
rece, es que constituyen un buen punto de la institucionalización constitucional de
arranque para centrar nuestra atención en nuestro proceso político. No sobra repa-
la dimensión cultural de un tema tan am- sar el elenco de los principales documen-
plio como lo es la relación que tenemos tos jurídicos que confirman esta tesis.
los mexicanos con la legalidad.
En plena lucha de Independencia, el 22
de octubre de 1814 se redactó la llamada
Constitución de Apatzingán que, aunque
sólo tendría un valor histórico, marca el punto
de partida de la carrera hacia la consti-

35
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

tucionalización del México independiente. por el poder entre grupos que defendían
Ya consumada la Independencia se fue- proyectos, intereses e ideologías alterna-
ron sucediendo los siguientes documen- tivas y encontradas. Observando un pe-
tos constituyentes: el ‘‘Acta Constitutiva’’ riodo particularmente intenso del siglo XIX
del 31 de enero de 1824; la ‘‘Constitución mexicano, Emilio Rabasa sintetizó la com-
Federal de los Estados Unidos Mexica- plejidad de ese proceso de construcción
nos’’ del 4 de octubre de ese mismo año; constitucional:
las ‘‘Siete Leyes Constitucionales’’ del 29
de diciembre de 1836; las ‘‘Bases Orgá- En los veinticinco años que corren de 1822 en
nicas’’ del 12 de junio de 1843; el ‘‘Acta adelante, la nación mexicana tuvo siete congre-
de Reformas’’ del 18 de mayo de 1847 sos constituyentes que produjeron, como obra,
que modificaba a la Constitución Federal un acta constitutiva, tres constituciones y un
de 1824 recientemente restituida (22 de acta de reformas, y como consecuencia, dos gol-
agosto de 1846); las ‘‘Bases para la Ad- pes de Estado, varios cuartelazos en nombre de
ministración de la República’’ del 22 la soberanía popular, muchos planes revolucio-
de abril de 1853, la ‘‘Constitución Fede- narios, multitud de asonadas e infinidad de pro-
ral’’ del 5 de febrero de 1857 que, con testas, peticiones, manifiestos, declaraciones y
una breve y conflictiva pausa (en la que de cuanto el ingenio descontentadizo ha podido
estuvo en vigor el ‘‘Estatuto Orgánico’’ inventar para mover el desorden y encender los
del 10 de abril de 1865 del Imperio de ánimos.27
Maximiliano), se mantuvo formalmente
vigente hasta la entrada en vigor de la Desde el desorden y ante el mismo, en
Constitución actual.25 medio de la lucha por el poder y por el
proyecto de nación, con paso constante,
Ciertamente, el proceso de constitu- se abrió brecha la idea de que los proyec-
cionalización fue sumamente complejo, tos políticos tenían que traducirse en nor-
inestable y convulso. No olvidemos que, mas jurídicas constitucionales. Y, ante el
como nos ha enseñado Bobbio, la política peligro de la anarquía, esa idea prevale-
y el derecho son las dos caras de una mis- ció. Por ello, como premisa de arranque,
ma moneda.26 Detrás de cada una de esas es menester sentenciar que la historia de
constituciones bullía una intensa lucha México ha sido la historia de la construc-
ción de un Estado jurídico. Pero, además,
25 Cfr. A. Martínez Báez, ‘‘El derecho constitucio-
nal’’, en México y la cultura, Secretaría de Educa-
ción Pública, México, 1961, p. 942. 27 Emilio Rabasa, La Constitución y la dictadura,
26 Norberto Bobbio, op. cit. Porrúa, México, 1912, p. 9.

36
no hay que dejarlo implícito: por debajo de artículos 14, 16 y 22 de la Constitución)
esos ordenamientos constitucionales y que contemplan tribunales imparciales,
concretamente de la Constitución actual, impiden la retroactividad de la ley, esta-
existe un entero aparato normativo com- blecen derechos procesales, etc. Pero,
puesto por otros documentos jurídicos además, según lo que establece la propia
(constituciones locales, leyes federales y Constitución, México es un Estado demo-
locales, decretos, resoluciones jurisdiccio- crático de derecho. Esto es así porque
nales) que componen al ordenamiento ju- además de los elementos propios de todo
rídico mexicano vigente. Ante el lugar Estado liberal de derecho, la Constitución
común vale mejor la afirmación opuesta: contempla las instituciones que caracteri-
México sí es un país de leyes; sí es un zan a la forma de gobierno democrática:
Estado jurídico. Una cosa distinta, que in- derechos políticos (sobre la base del
dagaremos más adelante, es determinar sufragio universal), partidos políticos, elec-
si esas leyes se cumplen y si se cumplen ciones periódicas, regla de mayoría, etc.
igual para todos. Incluso, podemos ir más lejos: México es
un Estado social y democrático de dere-
cho. Es bien sabido que la Constitución
UN SEGUNDO LUGAR COMÚN: ‘‘MÉXICO mexicana de 1917 fue la primera consti-
NO ES UN ESTADO DE DERECHO’’ tución moderna que incluyó, junto a los
derechos de libertad y a los derechos
Sí y no. Cuando enfrentamos este lugar políticos, un catálogo de derechos socia-
común las cosas comienzan a complicar- les fundamentales (educación, trabajo, vi-
se. Cualquier observador que eche un vis- vienda, etc.). Todas las normas constitu-
tazo a la Constitución mexicana concluirá cionales que consagran ese amplio
que nuestro país no sólo es un Estado jurí- catálogo de derechos son normas vigen-
dico, sino que también es un Estado de tes (no sin algunas modificaciones más o
derecho. El articulado de nuestra carta menos relevantes) desde 1917.
fundamental, sobre todo en su primera
parte, consagra todos y cada uno de los Y, sin embargo, aquí comienzan las
elementos que caracterizan a esta clase complicaciones: no todas las normas consti-
de Estados y que corresponden a lo que tucionales, ni siquiera las más importantes
en el mundo anglosajón se conoce como desde el punto de vista de los individuos,
Rule of Law: derechos de libertad indivi- son normas efectivas. Al menos no siempre
duales, separación de poderes y garantías lo han sido y no lo son para todos. El exce-
jurisdiccionales (sobre todo los famosos lente libro de Samuel Ramos, El perfil del

37
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

hombre y la cultura en México,28 reco- ‘‘[...] vestir a la moderna las superviven-


ge una frase de André Siegfried que da cias del sistema colonial’’.30 Por ello, en
perfecta cuenta de esta situación, valede- nuestros países, la ‘‘[…] ideología liberal
ra para toda Latinoamérica y con estirpe y democrática, lejos de expresar nuestra
histórica: situación histórica concreta, la ocultaban.
La mentira política se instaló en nuestros
Nunca he oído hablar tanto de Constitución como pueblos casi constitucionalmente’’.31 Y
en esos países en los que la Constitución se viola con ello, sentencia Paz definitivo, ‘‘[…]
todos los días. Eminentes juristas discuten seria y el daño moral ha sido incalculable y al-
concienzudamente la significación de los textos canza a zonas muy profundas de nuestro
de los cuales los políticos se burlan, y si uno ser. Nos movemos en la mentira con na-
sonríe, los doctores apuntan con el dedo los ar- turalidad’’.32
tículos que son la garantía del derecho. La ley no
tiene majestad sino en las palabras.29 La denuncia de Siegfried y las refle-
xiones de Paz nos ayudan a entender
En el Laberinto de la soledad, refe- la génesis de la enorme distancia entre
rente obligado para quien reflexiona el discurso constitucional y la realidad
sobre la cultura del mexicano, Octavio Paz social y política que ha marcado la his-
también subrayó esta particularidad lati- toria moderna de los países latinoame-
noamericana, sellándola con una senten- ricanos. Los teóricos del derecho y los
cia categórica. Paz nos recuerda que las líderes políticos entendieron desde muy
naciones latinoamericanas, una vez termi- temprano que el constitucionalismo era
nadas sus respectivas luchas de indepen- un proyecto político orientado hacia la
dencia, fueron adoptando constituciones limitación del poder y, cuando venía
más o menos liberales y democráticas. acompañado del ingrediente democrático,
Pero nos advierte que, a diferencia de lo hacia la distribución del mismo. Y resca-
que sucedió en Europa y en Estados Uni- taron ambos ideales de las tierras que los
dos de América, dichas leyes no corres- vieron nacer, pero nunca se preocuparon
pondían a una realidad histórica latinoa- por analizar el terreno en el que serían cul-
mericana, sino que tenían como finalidad tivados ni mucho menos en estudiar las

28 Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura 30 Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Fondo de
en México, UNAM , México, 1934. Cultura Económica, México, 1959, p. 96.
29 A. Siegfried, Amerique Latine, citado en ibíd., 31 Ídem.
p. 61. 32 Ídem.

38
condiciones que harían posible su puesta transformarían. La práctica de cambiar las
en práctica. Más bien lo contrario, busca- leyes para dejar intacta a la realidad, una
ron la forma de mantener el desorden especie de ‘‘gatopardismo’’ jurídico, se
detrás de la fachada. fue implantando en la cultura política de
nuestras sociedades y descansa detrás
La Constitución se convirtió en una de esa respuesta contradictoria –sí y no–
bandera legitimante, en instrumento retó- que corresponde a la pregunta: ¿existe un
rico del discurso oficial y no maduró como estado de derecho en México?
un verdadero proyecto político hacia el fu-
turo. Triste paradoja: el Estado social y Esa ambigüedad ha calado en la cultu-
democrático de derecho se quedó en el ra nacional. Según la encuesta Cultura
papel, legalizando y legitimando a los po- de la Constitución en México elaborada
derosos, y condenando a la realidad a un por el Instituto de Investigaciones Jurídi-
estado que Guillermo O’Donell no ha cas de la Universidad Nacional Autónoma
dudado en bautizar como el UnRule of de México, la mayoría de los mexicanos
Law latinoamericano. Resurge con entrevistados asocia la palabra ‘‘constitu-
fuerza la mentira denunciada por Octavio ción’’ simplemente con un conjunto de
Paz. México, como gran parte de las ‘‘normas, reglas y leyes’’. En segundo lu-
naciones latinoamericanas, diseñó sus gar, se piensa que la constitución es, de
instituciones para ocultar la realidad, no forma llana, ‘‘lo que rige al país’’. La ter-
para transformarla. Al menos no durante cera idea asociada nos dice que la consti-
un largo y oscuro periodo. tución es un ‘‘órgano máximo’’. Y sólo en
cuarto lugar los mexicanos asocian la pa-
Valgan estas reflexiones para subrayar labra constitución con su significado pri-
un dato: el estado de derecho, para ser migenio y fundamental: ‘‘derechos’’.33
real y efectivo, debe implantarse en insti- Podemos afirmar que, más allá de lo que
tuciones capaces de promover y proteger las normas establezcan, mientras las per-
a los derechos fundamentales individua-
les que le otorgan identidad y sentido. En
México y en el resto de Latinoamérica las 33 Hugo Concha, et al., Cultura de la Constitución
constituciones liberales y democráticas en México, UNAM, TEPJF, COFEMER, México, 2004,
(cuando no fueron abiertamente deroga- p. 47. No es baladí recordar que desde el artículo
16 de la Declaración de los Derechos del Hombre
das) tuvieron una vigencia desconectada y del Ciudadano de 1789, el significado de la Cons-
y alejada de la realidad que supuestamen- titución tiene que ver con dos elementos impres-
te ‘‘constituyeron’’ y que idealmente cindibles: los derechos humanos y la separación de
poderes (que sirve para proteger a los primeros).

39
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

sonas no conozcan sus derechos funda- sustentarla,35 sería un error aceptar el lu-
mentales –no se supere la incultura de la gar común en toda su aparente contun-
legalidad– y no rijan su convivencia coti- dencia. Si los mexicanos no cumplieran la
diana con base en los mismos, no pode- ley en absoluto vivirían en la anarquía, en
mos hablar de la plena vigencia del estado una especie de estado de naturaleza como
de derecho en México y de la cultura de el que imaginó Hobbes y que sirvió de
la legalidad que debe acompañarlo. punto de partida para el pensamiento
contractualista. Entre el México actual y
países como Haití, Ruanda o Irak existe
U N TERCER LUGAR COMÚN: ‘‘LOS MEXI- una gran diferencia. No es casual que di-
CANOS NO CUMPLEN CON LA LEY’’ versos teóricos contemporáneos de la po-
lítica y del derecho, como ya hemos seña-
Los párrafos anteriores abren las puertas lado, identifiquen a las constituciones como
para el análisis de este lugar común y pa- la expresión del pacto social que origina
recen confirmar la siguiente reflexión de al Estado. No pretendo desviarme explo-
Héctor Aguilar Camín, rescatada por los rando esta veta teórica, solamente quiero
autores del estudio Cultura de la Cons- subrayar que la prueba de que existe un
titución en México al que se ha hecho cierto grado, suficientemente aceptable, de
referencia:
35 En los años recientes se han realizado múltiples y
En materia de cultura de la legalidad, sigue vigen- muy interesantes estudios de opinión que indagan
te entre nosotros la vieja tradición mexicana de sobre la cultura de la legalidad en México y en
negociar políticamente la ley, esta larga tra- Latinoamérica. Sería interesante recuperar algunos
de los datos que dichos estudios arrojan pero, para
dición negociadora del sistema corporativo evitar que este trabajo quede atado a la tempora-
y clientelar ha permeado profundamente en la lidad que inevitablemente acota el alcance de los
sociedad mexicana.34 estudios de opinión, prefiero limitarme a indicar
al lector algunas indicaciones bibliográficas: ‘‘La
democracia y la economía. Latinobarómetro (infor-
A pesar de lo sugerente de la opinión me-resumen)’’, en: w w w.latinobarometro.org;
de Aguilar Camín y de los datos que mu- Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas
Ciudadanas, SEGOB , ENCUP 2001, en
chas encuestas recientes ofrecen para w w w.gobernación.gob.mx; ‘‘La democracia en
América Latina. Hacia una democracia de ciudada-
nas y ciudadanos’’, elaborado por el Programa de
las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 2004;
34 Héctor Aguilar Camín, ‘‘El México vulnerable. Un Julia Flores y Yolanda Meyenberg, coords., Ciuda-
recuento de las zonas vulnerables de México a la danos y cultura de la democracia. Reglas, institu-
hora del cambio’’, en Nexos, México, marzo de ciones y valores de la democracia, IIS- UNAM , IFE,
1999, pp. 35-39, citado en ibíd., p. 21. México, 2000.

40
cumplimiento de la ley está en la relativa nerales el país vive en condiciones de
estabilidad que caracteriza a nuestro país. estabilidad. Lo que significa que, en tér-
Reconozco que esta reflexión general debe minos también generales, los mexicanos
matizarse porque en el pasado inmediato orientan su actuación observando las le-
y aun en el presente hemos vivido acon- yes fundamentales del país. También en
tecimientos más o menos relevantes, más la actualidad inmediata encontramos ejem-
o menos generalizados, de riesgos de ines- plos en los que la ruta de la legalidad ha
tabilidad: piénsese, sólo por citar algunos servido para resolver conflictos sensibles
ejemplos, en la toma del recinto legislati- y delicados. Un caso elocuente es el pro-
vo por parte de personas a caballo, en los cesamiento que se ha dado a la llamada
desfiles de personas armadas por las prin- ‘‘guerra sucia’’ de los años sesenta y se-
cipales avenidas de la ciudad capital, en tenta en el país. Más allá de la opinión
el bloqueo de oficinas públicas y vías que nos merezca la ruta institucional ele-
generales de comunicación, en el secues- gida por el gobierno y de los resultados
tro de funcionarios, en los linchamientos poco satisfactorios que al final se obtu-
de presuntos delincuentes (e, incluso, de vieron, nadie puede negar que se optó por
algunos policías) y en la aparición de gru- la vía jurídica para enfrentar esa triste his-
pos armados a los que casi nos hemos toria de nuestro pasado. Lo mismo vale
acostumbrado.36 para conflictos electorales caracterizados
por un altísimo grado de tensión política
Sin embargo, a pesar de éstos y otros y social. Leyes e instituciones han servi-
episodios alarmantes de la historia reciente, do de asidero para lidiar con conflictos
es posible afirmar que en términos ge- que, de otra forma, bien pudieron poner
en jaque a la estabilidad del país.
36 Diego Valadés, en las ‘‘Consideraciones prelimi- Fernando Escalante, autor de otro libro
nares’’ al estudio sobre la Cultura de la Constitu-
ción en México hace una interesante reflexión fundamental para entender la formación
sobre estos acontecimientos: ‘‘Si trasladamos (es- del México moderno,37 ha reflexionado
tos) episodios a otro contexto, e imaginamos qué sobre las falacias que encierra el lugar
pasaría si el Capitolio de Washington fuera inva-
dido por un grupo de jinetes, o si un grupo de común que ahora nos ocupa. Escalante
jinetes armados desfilara por los Campos Elíseos, advierte que los mexicanos sí cumplimos
o si personas enmascaradas hablaran en el Parla-
mento británico, o si el alcalde de Berlín descono-
ciera las sentencias del Tribunal Constitucional,
37 Cfr. Fernando Escalante, Ciudadanos imagina-
no se dudaría en afirmar que en cualquiera de esos
países se estaría viviendo una crisis institucional’’. rios, El Colegio de México, México, 1993. En
Hugo Concha, et al., op. cit., p. XIV. particular, pp. 189 y siguientes.

41
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

con la ley (o mejor dicho, con muchas le- U N CUARTO LUGAR COMÚN : ‘‘L OS
yes) en ejemplos quizás evidentes, pero MEXICANOS SON CORRUPTOS POR NA -
no por ello menos significativos: TURALEZA’’
cotidianamente utilizamos el papel mone-
da para realizar toda clase de transaccio- ‘‘El que no transa no avanza’’, ‘‘un políti-
nes, respetamos los horarios de los servi- co pobre es un pobre político’’, ‘‘la polí-
cios públicos, observamos principios tica es para enriquecerse’’, ‘‘no hay peor
constitucionales como la no reelección, error que vivir fuera del presupuesto’’, ‘‘no
etc.38 Tiene razón. La idea de que ‘‘los hay general que resista un cañonazo de
mexicanos no cumplen la ley’’ debe cincuenta mil pesos’’, ‘‘este es el año
acotarse para evitar que se convierta en de Hidalgo (sexto año de gobierno),
una profecía que se autorrealiza. Aunque que chingue su madre el que deje algo’’,
exista la impresión de que los mexicanos ‘‘más vale bolsa saca que bolsa seca’’ y
tienden a incumplir las normas, la realidad un largo etcétera de refranes, consejas
nos indica que hemos logrado implantar y ocurrencias populares dan cuenta de las
un nivel mínimo aceptable de respeto de distorsiones que con el tiempo han venido
(una parte de) la normatividad vigente. contaminando las relaciones de los mexi-
Esta realidad es el horizonte hacia el que canos con sus gobernantes, con las leyes
debemos apostar para consolidar una cul- y con la ‘‘cosa pública’’. En su libro sobre
tura de la legalidad democrática en Méxi- el tema, Corrupción y política en el Mé-
co y no hacia un lugar común que, xico contemporáneo, Stephen D. Morris
reforzándose en la apariencia, puede con- nos advierte que la ‘‘[…] omnipresencia
vertirse en realidad. de la corrupción en México no es un fe-
nómeno reciente’’.39

El propio Morris recuerda que Eric


Wolf documentó la difundida corrupción
que caracterizó al México colonial; Lucas
Alamán denunció los privilegios de los
militares durante el siglo XIX y Alan Knight
38 Cito de memoria algunas reflexiones expuestas por y Paul J. Vanderwood destacaron la di-
Fernando Escalante en una conferencia impartida fundida práctica de convertir a los ladro-
en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Socia-
les en el marco de la Especialidad en Cultura de la
Legalidad organizada por dicha institución, por 39 Stephen Morris, Corrupción y política en el Méxi-
la Secretaría de Educación Pública y por el Institu- co contemporáneo, Siglo XXI Editores, México,
to Federal Electoral durante 2004 y parte de 2005. 1992, p. 14.

42
nes en policías durante los periodos que o el otro escandaloso caso italiano, cono-
antecedieron y siguieron a la Revolución cido como mani pulite, que sigue empa-
Mexicana.40 Morris también recuerda los ñando el ambiente político de ese país.42
escándalos de corrupción que caracteri-
zaron los primeros años de industria- Tampoco se trata de una práctica cir-
lización del país y, a lo largo de su libro, cunscrita a ciertos sectores sociales: por
documenta el crecimiento del cáncer de la ejemplo, en México, como bien sabemos,
corrupción durante las décadas que siguie- la ‘‘mordida’’ es una práctica difundida
ron a la Revolución. Un cáncer que fue entre los más pobres y entre los más ri-
creando una ‘‘cultura de la corrupción’’ cos.43 Soborno y extorsión son males que
que ha sido cuna de desconfianza y cinis- involucran a funcionarios y ciudadanos de
mo hacia los funcionarios públicos todos los niveles y (al menos casi) en to-
y la función pública en general.41 Pero das partes.44 Pero hay sistemas políticos
la corrupción no es un fenómeno exclusi- que encumbran la corrupción como engra-
vamente mexicano ni se trata de un mal naje fundamental de su funcionamiento.
congénito de un régimen político en par- Ese fue el caso de la maquinaria insti-
ticular. Es larga la lista de escándalos tucional mexicana durante muchos años.45
recientes que demuestran la amplitud de La personalización de la política y la
la mancha gris de los actos corruptos: des- simulación en el lenguaje que caracteri-
de el escándalo del ex canciller Kohl en zaron a muchos gobiernos posrevoluciona-
Alemania hasta el caso ENRON en los Es- rios constituyen un ejemplo de corrupción
tados Unidos o el escándalo de Parmalat institucionalizada difícilmente superable.
en Italia, pasando por los sobornos que re- 42 Sobre algunos de estos casos se recomienda Pedro
partía Montesinos, el brazo fuerte de Salazar, coord., El poder de la transparencia. Seis
Fujimori, a los senadores en el Perú poco derrotas a la opacidad, IFAI- IIJ, México, 2005.
43 Sobre la ‘‘institución’’ de la mordida, cfr. Karina
antes de la caída de ese funesto régimen,
Ansolabehere, ‘‘La mordida’’, caso de estudio para
los sobornos cobrados por algunos sena- el primer módulo de la Especialidad en Cultura de
dores argentinos a cambio de su voto en la Legalidad, IFE , SEP, FLACSO, México, 2004.
44 Sobre los conceptos de corrupción, soborno y ex-
la aprobación de la reforma a la ley labo-
torsión y sobre la dimensión mundial y multi-
ral, los múltiples casos de corrupción que sistémica de los mismos, cfr. Miguel Carbonell y
han caracterizado a la ‘‘transición’’ rusa Rodolfo Vázquez, Poder, derecho y corrupción,
IFE, ITAM, Siglo XXI, México, 2003.
45 Creo que lo mismo podríamos decir del sistema
40 Cfr. ibídem. En este mismo sentido y para el siglo político italiano durante las décadas que siguieron
XIX es digno de mención el libro de F. Escalante, ya a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, el ex go-
citado, Ciudadanos imaginarios, pp. 241-257. bernante Silvio Berlusconi representa la peor cara
41 Stephen Morris, op. cit., p. 36. de los escándalos de corrupción de su país.

43
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

Como bien lo advertía Morris: el conflicto entre la élite.48 De esta forma


la corrupción se afianzó como ingredien-
[…] la corrupción en México emana de un des- te del sistema que sólo era perseguido
equilibrio estructural de las fuerzas estatales y cuando algún político caía en desgracia
sociales, que de hecho confiere al Estado mexi- o cuando los dueños de la maquinaria de-
cano y a sus representantes un virtual monopo- cidían castigar a algún desertor o a algún
lio de las oportunidades de riqueza y movilidad. enemigo político. O al menos eso denun-
Esa asimetría estructural fomenta un peculiar ciaban los acusados.
patrón de conducta corrupta caracterizado por
una extorsión generalizada.46 Pero no debemos perder de vista un
dato fundamental: para la existencia de
Al describir el funcionamiento del funcionarios corruptos deben existir ciu-
sistema político mexicano durante las dadanos corruptores. Por ello, la corrup-
décadas pasadas, el mismo Morris subra- ción, una práctica que no pocas veces se
ya cómo la rotación, la falta de seguridad consideró virtud, abrazó a los medios de co-
en el empleo, el deficiente funcionamien- municación, a las empresas, a los sindicatos,
to del sistema de jubilaciones, la persona- a muchos políticos de oposición, a más de
lización de la política y el diseño jerárquico un académico y, ciertamente, a los ciuda-
del sistema durante el régimen de partido danos de a pie. Además, funcionaba como
hegemónico determinaron que ‘‘[…] la un excelente mecanismo de cooptación po-
única manera de sobrevivir políticamente lítica que, entre otras cosas, desincentivaba
[consistiera] en acatar las reglas del sis- la organización y la movilización ciuda-
tema y disfrutar los beneficios del cargo danas. Así las cosas, una vez institu-
público’’.47 Beneficios, no sobra decirlo, cionalizada, la corrupción se convirtió en
ilegítimos e ilegales que además servían un motor para el sistema, un salvavidas
como cemento para afianzar la lealtad y para la clase política y un combustible para
la dependencia hacia los superiores jerár- la cultura nacional. Según Morris, la ‘‘cul-
quicos, creando un sentimiento de legiti- tura mexicana de la corrupción’’ que
mación recíproco que ayudaba a evitar retroalimenta a la realidad corrupta y

48 Cfr. ibíd. Con las palabras de Morris (quien cita a


46 Stephen Morris, op. cit., p. 63. Purcell y a Knight al respecto): ‘‘El uso de la corrup-
47 Ibíd, p. 66. Debo mencionar que Fernando ción para integrar una élite y estabilizar el sistema
Escalante da cuenta de esta misma tendencia a lo ‘comprando’ apoyo resultó decisivo en el desarrollo
largo del siglo XIX , en Ciudadanos imaginarios, histórico del estable régimen mexicano’’, Stephen
op. cit., pp. 251-257. Morris, op. cit., p. 89.

44
termina por justificarla, decretando su gestando una ‘‘cultura de la corrupción’’,
arraigo nacional, reflejo de una verdadera cultura de la
ilegalidad, durante largos años: tú robas,
[…] se caracteriza por la proliferación de la co- yo robo, todos robamos.
rrupción en la vida civil, por la glorificación
cultural de la corrupción en ciertos sectores de la Pero no perdamos de vista que el siste-
población, por el surgimiento de una morali- ma político mexicano ha cambiado sus-
dad distorsionada en la clase media, por la des- tantivamente en los últimos años. Nadie
viación de la responsabilidad individual y por la puede negar la transformación democra-
difusión de la desconfianza y del cinismo hacia el tizadora de las últimas décadas: hoy en
gobierno y los funcionarios públicos.49 día todos los partidos políticos compiten
en condiciones equitativas para ganar
Subrayo dos datos de la cita que nos el voto popular en contiendas limpias y
ofrecen coordenadas nuevas para retomar transparentes. A pesar de las múltiples
el discurso: a) en México el corrupto no interpretaciones que se han dado a nuestra
solamente ha sido tolerado, sino que con transición hacia la democracia, no es po-
frecuencia ha sido glorificado, y b) la sible negar los datos duros que la realidad
corrupción aniquila el sentimiento de res- ofrece: alternancia en todos los niveles de
ponsabilidad individual. En un contexto en gobierno, pluralidad política expresada en
el que (al menos en apariencia) todos partidos políticos competitivos, autorida-
roban, el que no lo hace destaca por su des electorales confiables, limitaciones
imbecilidad y los que sí lo hacen diluyen recíprocas entre los diferentes poderes
su acción en el actuar colectivo: ¿por qué (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), libertad
no he de aprovecharme si todos los de- de expresión como ejercicio permanente,
más se aprovechan? Además, corre como etc.50 Sin duda falta mucho por hacer para
pólvora la tranquilizante idea de que abs- consolidar la vida política democrática del
tenerse del robo individual de nada sirve país (sobre todo en términos de lo que se
para frenar el atraco generalizado. Nadie suele llamar ‘‘gobernanza’’), pero los cam-
duda que existan leyes en la materia y bios están ahí ante los ojos incluso de quie-
que la corrupción sea un acto jurídicamen- nes se niegan a reconocerlos.
te sancionado, pero todos calculan los
costos que pagaría aquel que ‘‘arroje la
primera piedra’’. Es así como se fue
50 Cfr. Ricardo Becerra, et al., La mecánica del cam-
bio político en México. Elecciones, partidos y re-
49 Ibíd., p. 94. formas, Cal y Arena, 3ª. Ed., México, 2005.

45
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

De esta forma, poco a poco y después no privilegiado para los acuerdos intraélite
de un largo proceso de reformas, la reali- y factor de movilidad social, por la com-
dad nacional se ha venido acercando al petencia política y la alternancia en el
proyecto constitucional. Negarlo sería poder, por la pluralidad expresada en las
miope. Si a esto le sumamos una mayor instituciones de representación, por la
independencia judicial que, aunque to- transformación del modelo de desarrollo
davía con enormes rezagos, crece día con económico, etc. Hoy sabemos que todos
día y una sociedad civil mucho más or- estos aspectos se han venido materializan-
ganizada y actuante que en el pasado do. Pero, ¿podemos decretar que también
reciente (la teoría indica que las organiza- nuestra cultura, al menos en esta materia,
ciones sociales contribuyen a inhibir la está cambiando? Dejo abierta la pregunta
corrupción), tenemos que muchos de los para el lector.
rasgos estructurales que en el análisis de
Morris explicaban la corrupción tienden Recapitulando. Los mexicanos no son
a ser superados. Todavía es muy pronto corruptos por naturaleza, pero durante
para hacer un balance del impacto cultu- muchas décadas la corrupción se fue con-
ral que ha tenido y tendrá esta profunda virtiendo en un ingrediente institucio-
transformación institucional (que ha im- nalizado basilar para el funcionamiento
plicado una enorme mutación política), del sistema político mexicano. De esta
pero podemos suponer que el nuevo fun- forma el fenómeno de la corrupción se fue
cionamiento del sistema (con los cambios instalando en la cultura política nacional
que ha implicado en su diseño) modificará dando lugar a una verdadera cultura de la
los patrones de la corrupción. La sola crea- corrupción en México. Mundialmente
ción de instituciones ‘‘de transparencia’’, famosa, por si fuera poco. Los cambios
como el Instituto Federal de Acceso a la recientes a nuestro sistema político, que
Información Pública, apuntan en esa di- permiten hablar de una transición hacia la
rección virtuosa. El propio Morris, al ana- democracia en el país y de un mayor acer-
lizar las crisis económicas de los años camiento entre la realidad y el proyecto
ochenta y la paulatina apertura del siste- constitucional, sientan las bases para po-
ma político de esos años, advertía una ner en marcha mecanismos institucionales
posible ‘‘crisis de la corrupción’’.51 Una que disminuyan los índices de corrupción.
crisis anunciada por el debilitamiento del Ciertamente la corrupción es un fenóme-
Estado como factor de cooptación, terre- no complejo que no saldrá totalmente
por la ventana ahora que ha entrado la
51
democracia por la puerta grande (los
Stephen Morris, op. cit., pp. 153-163.

46
escándalos en las democracias consoli- Esta igualdad jurídica también pro-
dadas son el mejor recordatorio de la per- mueve una especie de igualdad sustantiva:
sistencia de este mal inevitable), pero aquella que nos dice que todos somos
enfrentamos una coyuntura inédita para iguales en derechos fundamentales y
avanzar en el frente de la transformación que el Estado debe garantizar que los
cultural. Convencernos a nosotros mis- derechos de todos sean debidamente
mos y convencer a los demás de que aho- satisfechos. En teoría esto vale para
ra, con las nuevas reglas y por el bien de los derechos de libertad (medalla del
todos, ‘‘el que transa no debe avanzar’’, pensamiento liberal), para los derechos
es el primer paso para evitar que los políticos (conquista del pensamiento de-
corruptos y la cultura de la corrupción si- mocrático) y para los derechos sociales
gan avanzando. (bandera del pensamiento socialista). Re-
gresamos a nuestro punto de partida: el
Estado (social y democrático) de derecho
QUINTO LUGAR COMÚN: ‘‘LOS MEXICA- promueve la igualdad en derechos de
NOS NO SON IGUALES ANTE LA LEY’’ todas las personas. Pero en México,
durante años y aunque las cosas han
Este triste lugar común, confirmado por comenzado a cambiar, ese ideal transfor-
la realidad, es la negación de ilustres idea- mador no ha dejado de ser una proclama
les: ‘‘nadie por encima de la ley’’, ‘‘la ley enunciada elocuentemente en la Consti-
es la misma para todos’’, ‘‘la ley no tución. De ahí el tino del lugar común.
distingue entre las personas’’. Frases he- Formalmente somos iguales ante la ley,
chas que son la negación de este lugar pero en la práctica recibimos un trato di-
común que, en positivo, evocan uno de ferenciado.52 La mentira que denuncia
los ideales liberales y democráticos más Octavio Paz regresa con angustiante
valiosos: todo individuo, por el solo hecho actualidad. Sabemos que nuestra Consti-
de serlo, deberá obtener el mismo trato tución recogió los principios más nobles
que los demás. Al menos formalmente.
¿Qué quiere decir esto? Simple: que reci-
biremos el mismo trato de las autorida-
des, que éstas actuarán de manera im- 52 Nuevamente quizás el único frente en el que este
parcial en los conflictos entre individuos y lugar común ha sido considerablemente revertido,
es el que se refiere a los derechos políticos: en la
que podremos prever las consecuencias medida en la que se ha logrado la limpieza electo-
jurídicas de nuestros actos en igualdad ral, los votos de los mexicanos han comenzado a
de condiciones. tener un peso igual: ‘‘cada cabeza un voto y todos
los votos valen lo mismo’’.

47
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

que habían quedado plasmados en las cons- El desarrollo de las democracias iberoamericanas
tituciones americana de 1787 (sobre todo difiere considerablemente del admirable espíritu
en algunas de sus enmiendas, particular- de sus cartas políticas. Éstas contienen todos los
mente en el Bill of Rights de 1791), la principios de gobiernos aplicados por las grandes
Declaración de los Derechos del Hombre naciones europeas, armonía de poderes, derechos
y del Ciudadano de 1789, la Constitución naturales, sufragio universal, asambleas repre-
francesa de 1793 y la Constitución espa- sentativas; pero la realidad contradice el idealis-
ñola de 1812. Pero también sabemos que mo de estos estatutos importados de Europa.54
nuestra realidad política y social apenas
puede compararse, en aquel entonces y En síntesis, la igualdad ante la ley es
en el presente, con las realidades de di- una justa y valiosa proclama constitucio-
chos países. Aquí retoma sentido nuestra nalizada que no ha terminado de instalar-
distinción entre cultura (y práctica) jurídi- se en la realidad mexicana. Ni siquiera
ca y cultura de la legalidad. ahora que podemos presumir un clima de
libertades civiles y políticas sin preceden-
La desigualdad en los hechos y ante el te en nuestra historia. La realidad indica
derecho entre las personas es una dife- que detrás de la igualdad jurídica descan-
rencia devastadora. Como advirtió Samuel sa una indignante y apremiante desigual-
Ramos, nuestra vida nacional se desdobla dad económica que nos recuerda que
en dos planos separados, ‘‘uno real y el nuestros rezagos siguen siendo estructu-
otro ficticio’’, y cuando la ‘‘[…] vida se rales. Desigualdad, esta última, que trae
desenvuelve en dos sentidos distintos, por aparejadas divergencias alimenticias, edu-
uno la ley y por el otro la realidad, esta cativas, de salud, de oportunidades, etc.
última siempre será ilegal’’.53 El propio Parecería que, en una triste paradoja,
Ramos rescata para nosotros esta elo- al quedar plasmada en la Constitución,
cuente frase de García Calderón que nos la igualdad abstracta quedó como la única
permite cerrar la idea: igualdad posible. Paz lo había denunciado
con su particular agudeza: ‘‘[…] al
fundar a México sobre una noción gene-
ral del Hombre y no sobre la situación real
53 Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura de los habitantes de nuestro territorio, se
en México, op. cit., p. 31. El propio Paz denuncia-
ba que casi todos los forjadores del México inde-
pendiente pensaban, ‘‘con un optimismo hereda-
do de la Enciclopedia, que basta con decretar nuevas 54 F. García Calderón, Les Democraties Latines
leyes para que la realidad se transforme’’. Octavio del’Amerique, p. 341. Citado en Samuel Ramos,
Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 97. op. cit.

48
sacrificaba la realidad a las palabras y aprendiendo que en este país no todos son
se entregaba a los hombres de carne a iguales. Unos van arriba y otros van aba-
la voracidad de los más fuertes’’.55 A jo. La discriminación y el recelo hacia los
los más fuertes que siguen estando ahí ‘‘otros’’, los ‘‘distintos’’ se incuba en esas
disfrutando sus privilegios. Y esto, inevita- postales de domingo. Sobra mencionar que
blemente, pesa sobre la conformación de ninguno de los adultos pareció extrañar-
la cultura. De unos, de otros y de los se. Unos se preparan para gobernar, los
de en medio. otros siguen ensillando sus caballos: toda
una cultura de la desigualdad.
Me atrevo a contar una anécdota real
que testimonié hace unos diez años en Como se ha insistido en la primera
la casa de campo de la familia de un parte de este documento, cuando habla-
empresario que también ha tenido una mos de la (cultura de la) legalidad, que en
destacada trayectoria política y que, me un Estado de derecho significa hablar de
parece, ilustra cómo se consolida una los derechos fundamentales (de libertad,
cultura de la desigualdad entre desiguales políticos y sociales), iguales para todos,
de facto. En aquella ocasión compartían estas anécdotas no son banales. El trato
la mesa empresarios y políticos de rele- desigual y discriminatorio forma parte de
vancia nacional con sus respectivas fami- una cultura que nada tiene que ver con
lias. A media tarde, cuando los adultos los Estados sociales y democráticos de
se disponían a beber un digestivo y a derecho. Constituyen su negación abso-
disparar al blanco con escopeta, la pru- luta. De hecho, estas reflexiones anterio-
dencia sugirió alejar a los menores: un res me obligan a plantear una pregunta
grupo de pequeños y pequeñas que gusto- para la que no tengo una respuesta satis-
samente aceptaron ir a dar la vuelta en factoria: si no existe una igualdad de facto
una carreta jalada por un caballo que, a ante la ley, mucho menos una igualdad en
su vez, sería tirado por otros pequeños derechos (en el acceso a la garantía de
cuyas familias no pertenecían al selecto los mismos) y en la manera de relacionar-
grupo. Los hijos de los trabajadores tra- nos entre nosotros: ¿es posible, resulta
bajaban para los hijos de los patrones sensato, indagar cuál es la cultura de
como tiradores de caballo. Niños y niñas, la legalidad en México? En otras palabras,
en ambos lados de la carreta, que estaban ante tantas desigualdades, ¿existe algo
como una cultura de la legalidad compar-
tida por todos los mexicanos? Ya lo
55
adelantaba: no tengo la respuesta. Sin
Octavio Paz, op. cit., p. 100.

49
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD

embargo, estoy convencido de que las y, mientras no lo encontremos, será im-


culturas pueden transformarse y/o cons- posible cortarlo. Mi hipótesis es que el
truirse, aunque lo hagan paulatinamente, combate contra la desigualdad en todos
y que el principio de igualdad es un buen sus niveles puede ser la clave para recom-
faro hacia el que debemos orientar nues- poner nuestras relaciones con las auto-
tro replanteamiento cultural. Al menos ridades, con los otros y con las leyes.
por lo que hace a la cultura de la legalidad Una cultura de la legalidad democrática
democrática. es una cultura de la igualdad en derechos
que sólo florece cuando una base de igual-
dades materiales, educativas, etc., le dan
U NA REFLEXIÓN FINAL, PERO NO CON- sustento. Transformar la cultura de la des-
CLUYENTE igualdad, de la corrupción y del miedo en
una cultura de la legalidad democrática
Nuestra historia política y nuestra reali- es una tarea titánica que sólo será reali-
dad social brindan ciertas claves para de- zable si superamos la ambigüedad que
linear algunos rasgos de la cultura de existe entre lo que dicta el discurso y lo
la legalidad en México. Atando cabos que muestran los hechos.
es posible entrever en la ambigüedad un
posible hilo conductor: México, desde Mientras nuestra sociedad sea el reino
1917, ha sido un Estado social y demo- de la desigualdad (económica, social, de
crático de derecho en el que el Estado facto jurídica) seguirá siendo cuna de la
ha pasado desde un autoritarismo que violencia, civil o política, privada o estatal
negó el rasgo democrático, descuidó el y de los discursos que reclaman una ‘‘cul-
carácter social y muchas veces pisoteó tura de la legalidad a secas’’. En cambio,
las garantías que supone el apelativo ‘‘de la cultura de la legalidad que imagino, la
derecho’’, hacia una democracia que no que exige un Estado democrático de de-
ha sido capaz de enfrentar el rezago recho, tiene más que ver con la solidari-
social y que busca dar vigor a su natura- dad, la corresponsabilidad, el sentido de
leza ‘‘de derecho’’, pero sin la legitimidad lo público, la tolerancia y el contacto in-
suficiente para utilizar la fuerza del ‘‘Es- terpersonal que con el uso de la fuerza
tado’’ (o lo que le queda de ella). Nuestra pública, la fortificación de lo privado, el
cultura ha quedado atrapada en esa am- aislamiento interpersonal, la envidia y la
bigüedad. En medio de tanta complejidad desconfianza. Ciertamente el Estado tie-
es difícil encontrar el nudo gordiano que ne la obligación de garantizar la paz
atrapa nuestra (in)cultura de la (i)legalidad social, los derechos patrimoniales de las

50
personas y, sobre todo, sus derechos fun- por el mínimo de derechos sociales que
damentales a la integridad física y a la permitan tener una vida digna, como miem-
vida. Pero el camino para hacerlo no es bros activos de su sociedad, a las nuevas
restringiendo libertades y exigiendo un generaciones de los que nada tienen. Una
cumplimiento ciego de las normas. Todo cultura afianzada en estos principios es la
lo contrario: la única manera de proteger única compatible con un Estado social y
los derechos de unos cuantos es garanti- democrático de derecho. Una cultura de
zar los derechos de todos y eso se logra la corresponsabilidad social y del respeto
cuando existe una conciencia compartida mutuo entre personas que se reconocen
de los principios que dan sustento a como iguales.
la democracia constitucional. Empezando

51
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Sobre el autor

Pedro Salazar Ugarte es licenciado en Derecho por el Instituto Tecnológico Autónomo


de México (ITAM) y doctor en Filosofía Política por la Universidad de Turín, Italia.
Actualmente es investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Univer-
sidad Nacional Autónoma de México (IIJ-UNAM) y miembro del Sistema Nacional
de Investigadores.

Profesor de licenciatura en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey


(ITESM), en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y en la Facultad
de Derecho de la UNAM, ha impartido cursos de maestría en los Poderes Judiciales de
Guanajuato y Tabasco, en la Universidad Iberoamericana de León, en el Instituto Tecno-
lógico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) y en la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO). También ha sido profesor de doctorado en la Escuela
Libre de Derecho de Puebla.

Es autor de La democracia constitucional. Una radiografía teórica, y coautor, con


Ricardo Becerra y José Woldenberg, de La mecánica del cambio político en México y
La reforma electoral de 1996. También ha coordinado libros sobre las teorías de Norberto
Bobbio y Luigi Ferrajoli editados por Trotta de España y Siglo XXI de México.

Fue secretario académico de la edición 2006 de la obra Los derechos del pueblo mexi-
cano. México a través de sus constituciones (25 tomos). Ha publicado en la revista
italiana Teoria Politic, es colaborador de la revista Nexos y traductor de obras de Ermanno
Vitale, Paolo di Lucia, Luigi Ferrajoli, Ricardo Guastini y Michelangelo Bovero.

Es miembro del Consejo Editorial del Instituto Federal de Acceso a la Información


Pública (IFAI) y de la revista Isonomía, del Comité Técnico de la revista Reforma
Judicial, del Comité Académico de la Especialidad en Cultura de la Legalidad (FLACSO/
IFE/SEP) y del Comité Académico del Instituto de Investigaciones Legislativas del Estado
de México.
Democracia y (cultura de la) legalidad
se terminó de imprimir
en la Ciudad de México en el mes de noviembre de 2006.
La edición consta de 30,000 ejemplares
y estuvo al cuidado de la

Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación Cívica


del
INSTITUTO FEDERAL ELECTORAL

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