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ISBN: 970-695-120-2
Presentación ................................................................................................................. 7
Introducción ................................................................................................................. 9
Bibliografía .................................................................................................................. 53
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DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD
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PRIMERA PARTE
I. Algo sobre la cultura y sobre la
‘‘cultura de la legalidad’’
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DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD
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Las reacciones al libro de Harrison fue- ¿QUÉ ES LA CULTURA POLÍTICA?
ron muchas y muy variadas: algunos
estudiosos, principalmente economistas e El interés por la cultura de la legalidad se
intelectuales de la región latinoamerica- inserta en este contexto académico/inte-
na, acusaron la fragilidad de su tesis y lectual. Pero no dejemos espacio para las
denunciaron, no sin razón, una cierta ins- confusiones: ‘‘cultura de la legalidad’’ es
piración ‘‘racista’’ en la línea argumen- una noción distinta que ‘‘cultura política’’
tativa, pero otros, no pocos intelectuales y evoca un universo conceptual que se re-
del mundo anglosajón, retomaron la invi- fiere a un conjunto de fenómenos más
tación implícita en la obra de referencia específico y acotado que el que inspiró las
para recobrar el factor cultural como clave reflexiones weberianas. Por ello, para
explicativa del (sub)desarrollo económico. entender sus alcances y limitaciones, es
Para algunos, como Ronald Inglehart conveniente abundar, aunque sea ‘‘a vue-
o Samuel Huntington,6 se trató de una lo de pájaro’’, en el significado general del
invitación para retomar una línea de in- concepto de cultura y en el más especí-
vestigación que ya habían explorado en el fico de cultura política.
pasado; para otros, como Robert Putnam
o Francis Fukuyama, constituyó una fuente En su sentido amplio la cultura puede
de inspiración para la realización de pro- significar, al menos, dos cosas relaciona-
yectos académicos que condujeron a das entre sí: a) los modos de vivir y de
la elaboración de nuevos conceptos (como pensar compartidos, y b) todo el conjunto
el de ‘‘capital social’’) orientados a inda- de conocimientos, creencias, artes, leyes,
gar los vínculos que conectan a la cultura usos y costumbres que las personas ad-
con el tipo de organización política y el quirimos y compartimos como miembros
grado de desarrollo económico de los de una sociedad determinada. El signifi-
diferentes países. cado que a nosotros nos interesa es, prin-
cipalmente, este último. Algunos autores
hablan de los ‘‘legados sociales’’ o del
‘‘conjunto de una tradición social’’7 que
pasan de una generación a otra. Así en-
tendida, la cultura otorga identidad a los
6 Un buen ejemplo de la importancia que Huntington
le otorga al factor cultural y de las desafortunadas
consecuencias teóricas que pueden acarrear los
prejuicios en la materia, cfr. Samuel Huntington, 7 Del libro de Peter Häberle, Teoría de la constitu-
‘‘The Hispanic Challenge’’, en Foreing Policy, ción como ciencia de la cultura, Tecnos, Madrid,
marzo/abril de 2004. 2000.
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miembros de una comunidad en la medi- lidad individual hacia ese conjunto de re-
da en que orienta y otorga significado ferentes sociales, más o menos, compar-
a su vida en sociedad. La cultura cohe- tidos.9 Decimos que alguien pertenece a
siona a la sociedad porque condensa una cultura cuando comparte con otros
imágenes y experiencias colectivas com- sujetos el apego hacia ese núcleo cultural
partidas que le dan a la población un sen- básico, aunque simultáneamente abrace
tido de pertenencia.8 ‘‘Somos con los elementos de otras culturas.
otros’’, en gran medida, porque tenemos
una cultura común. Cuando hablamos de la cultura política
de una sociedad determinada nos refe-
Pero al interior de una cultura determi- rimos al conjunto de conocimientos,
nada es posible identificar múltiples creencias, usos y costumbres, etc., de los
subculturas. Por ello, para hablar de miembros de esa comunidad en relación
una cultura que permita referirnos a un con ciertos aspectos específicos de la vida
‘‘nosotros’’ relativamente amplio, es me- colectiva como son, precisamente, los po-
nester identificar el ‘‘núcleo cultural’’ que líticos. Al preguntarnos sobre la cultura
reúne las tradiciones o costumbres com- política de la sociedad ‘‘x’’ o ‘‘y’’, inda-
partidas por las diferentes subculturas gamos cuál es el grado de aceptación del
dentro de un grupo social. Ese núcleo conjunto de objetos sociales específica-
cultural compartido nos permite identifi- mente políticos de dicha comunidad por
car los referentes sociales que cohesionan parte de sus miembros: es decir, cómo
a un grupo social determinado y, conse- percibe su población el universo de rela-
cuentemente, que lo diferencian de otros ciones que tienen que ver con el ejercicio
grupos sociales. Asimismo, debemos y la distribución del poder y cómo las asu-
observar el fenómeno cultural desde la me. Lo que ocupa nuestra atención no es
perspectiva de los sujetos que integran al propiamente el comportamiento político de
grupo social de referencia: desde esta los miembros de una colectividad, sino su
óptica la cultura adquiere una dimensión adhesión o apego hacia el conjunto de ins-
particular y se expresa como la disponibi- tituciones y acciones concretas que orien-
tan dicho comportamiento. Por ejemplo,
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cuando investigamos sobre la cultura po- sultados (considerablemente) diferentes
lítica de una sociedad determinada no ob- en las distintas sociedades?, ¿son suficien-
servamos los niveles de participación o de tes las instituciones para moldear la acción
abstención en una jornada electoral, sino política de los miembros de una comuni-
las razones que los explican. dad determinada? o ¿las instituciones (que
encauzan la acción política) dependen de
De hecho, una de las vetas de análisis un conjunto de valores o patrones cultu-
más exploradas por los investigadores rales compartidos que las respalden? Las
sociales es el tipo de relación que existe respuestas a estas y otras preguntas no
entre ambos aspectos de la vida política y pueden ser definitivas, pero no por ello las
social: ¿la acción política se encuentra interrogantes dejan de ser pertinentes,
determinada por la cultura política o vice- al menos no para aquellos que están inte-
versa? Algo parecido vale para las insti- resados en entender y, eventualmente,
tuciones: ¿cómo explicamos que las transformar positivamente a (la cultura
mismas instituciones políticas arrojen re- e instituciones de) sus sociedades.
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II. Cultura de la legalidad
y Estado de derecho
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vida de mi colectividad, pero mi cultura arbitraria del gobernante y la impersonali-
política puede sugerirme que ciertas dad genérica y predecible de las leyes ha
prácticas adolecen de legitimidad. Y acompañado el desarrollo del pensamien-
así sucesivamente. to político occidental. De hecho, en la Edad
Moderna, el pensamiento liberal constru-
ye sus premisas sobre las bases del ideal
LA LEGALIDAD: CONCEPTO, VISIONES Y del gobierno sometido a las leyes: la limi-
DISTINCIONES tación jurídica del poder es clave de las
tesis liberales desde el siglo XVII en ade-
Como podemos observar, nuestro tema lante. Una doble fórmula es la clave jurí-
es un rompecabezas con muchas posibles dica del proyecto liberal: a) el gobierno que
soluciones: las piezas pueden acomodar- actúa sometido y bajo mandato expreso
se de diferentes maneras y se obtendrán de la ley previamente establecida (el
figuras desiguales. Los dos conceptos que gobierno sub lege), y b) el gobierno que
lo integran, la cultura y la legalidad, son actúa mediante leyes (el gobierno per
llaves que abren muchas puertas. Además, leges). El sometimiento jurídico del poder
son objeto de múltiples interpretaciones: es una tesis liberal que está en la base del
sociológicas, antropológicas, históricas, fi- constitucionalismo moderno y tiene como
losóficas, jurídicas. Por eso, una vez que finalidad limitar al poder político desde un
sabemos, al menos en sus rasgos genera- punto de vista formal, pero sobre todo
les, lo que es la cultura y cuál es la vincu- desde una perspectiva sustantiva (supone
lación que existe entre la (cultura) política que los poderosos no pueden decidir cier-
y la legalidad, es oportuno detenernos en tas cosas); sin embargo, el gobierno sólo
los alcances e importancia de este último per leges, la sola actuación jurídica del
concepto. poder, no supone necesariamente limita-
ciones materiales al poder: un gobierno
Desde el pensamiento griego clásico la puede actuar legalmente, mediante leyes,
legalidad en el ejercicio del poder ha cons- sin respetar límites sustantivos de ningún
tituido un criterio para distinguir el ‘‘buen tipo. ¿Qué diríamos, por ejemplo, de un
gobierno’’ del ‘‘mal gobierno’’. En las decreto presidencial que ordena fusilar a
obras de Platón y de Aristóteles son recu- los disidentes? Indiscutiblemente, al ser un
rrentes las disertaciones sobre las bonda- decreto presidencial, sería legal; pero, por
des y defectos del binomio ‘‘gobierno de su finalidad, sabríamos que no respeta lí-
los hombres’’ vs ‘‘gobierno de las leyes’’. mites sustantivos como son los derechos
La disyuntiva entre la discrecionalidad fundamentales de las personas.
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Italia, Alemania y Francia, y algunos años tado constitucional (llamado en inglés Rule
después en España y Portugal) una serie of Law y en alemán Rechtssaat), las re-
de constituciones democráticas que vinie- laciones de poder se han invertido. Pri-
ron a sumarse a los ordenamientos ame- mero están los individuos que, por ser su-
ricano y británico y que, al tener a los jetos autónomos e igualmente dignos, son
derechos fundamentales como eje sustan- titulares de derechos fundamentales, y sólo
tivo primordial y basarse en un diseño de después, para proteger estos derechos, se
poderes divididos, marcaron un antes y un ubican las potestades estatales. Concre-
después en relación con los Estados jurí- tamente, en un Estado de derecho la legi-
dicos precedentes. Obviamente el contras- timidad del poder y de las normas jurídi-
te mayor (y más inmediato) se presentó cas depende del respeto y garantía de los
con los ordenamientos jurídicos de los derechos fundamentales individuales.15
Estados totalitarios y/o dictatoriales que Esto es lo que Norberto Bobbio llamó la
habían regido la vida colectiva de algunos ‘‘gran revolución copernicana de la mo-
de esos países y que no respetaban nin- dernidad’’. Valga la reiteración: un Esta-
guna de las características de los moder- do totalitario, por ejemplo, es un Estado
nos Estados de derecho. Pero el cambio jurídico en el que existen algunas leyes e
de paradigma jurídico rebasaba la coyun- instituciones que responden a la voluntad
tura: la diferencia de contenidos entre los arbitraria del gobernante (pensemos, por
ordenamientos jurídicos constitucionales y ejemplo, en la Alemania nazi, en la Italia
los ordenamientos precedentes estaba fascista o en la Unión Soviética estalinis-
acompañada por una nueva concepción ta), pero no es un Estado de derecho que
de la relación entre el Estado (y sus pode- proviene de la tradición liberal y que deri-
res) y los individuos (y sus derechos).
En la concepción tradicional, el Estado, 15 Cabe señalar que, desde mi perspectiva, los dere-
entendido como el monopolio de la fuerza chos fundamentales que corresponden a la tradi-
legítima, se consideraba el punto de parti- ción liberal, social y democrática son únicamente
da para entender las relaciones de poder. ‘‘derechos individuales’’. Sin embargo, en las últi-
mas décadas han aumentado las voces que sostie-
Primero venía la fuerza estatal y después nen que algunos ‘‘derechos colectivos’’ pueden ser
los individuos que eran, ante todo, sujetos compatibles con el ‘‘estado de derecho’’ y, por lo
de obligaciones y, sólo por una concesión tanto, con el constitucionalismo democrático
moderno. El debate suele identificarse como una
estatal, titulares de derechos. En cambio, discusión entre pensadores ‘‘liberales’’ y teóricos
en la concepción constitucionalista que ‘‘comunitaristas’’ o ‘‘multiculturalistas’’. No me
corresponde al Estado de derecho o Es- detengo en esta prolija discusión, pero me pareció
correcto señalarla.
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tener que respetar otras normas que las pacíficamente los eventuales conflictos fu-
que su (im)prudencia les dicta.18 turos, y c) la creación de un poder super
partes facultado para garantizar que los
No es difícil imaginar que en esas con- pactos se respeten, incluso utilizando la
diciones, en una situación sin leyes, la coacción. Cuando estos pactos se violan
convivencia es sumamente difícil porque se camina hacia la anarquía que caracte-
la ley que termina imponiéndose es la ‘‘ley riza a un salvaje y peligroso estado de
del más fuerte’’: la anarquía es la cueva de naturaleza. No obstante, sólo en los ver-
la discrecionalidad y ésta es la cuna de los daderos Estados de derecho la legalidad
abusos. En cambio, el derecho, la lega- vigente garantiza algo más que el orden y
lidad, tiene como función última la de di- la estabilidad estatales y apunta hacia la
rimir institucionalmente (lo que implica de protección de la dignidad de las personas
manera pacífica) los conflictos interper- a través de la garantía de sus derechos.
sonales. Esto, conviene advertirlo, vale
para cualquier tipo de legalidad: aquella
que corresponde a los Estados (de dere- E NTONCES , ¿ QUÉ ES L A CULTURA DE
cho) constitucionales modernos o aquella LA LEGALIDAD?
que es propia de un Estado autoritario.
Después de todo, la función última de las Intentemos ahora juntar nuestros dos con-
normas es garantizar el orden y la estabi- ceptos clave: cultura y legalidad. Lo pri-
lidad en una comunidad cualquiera y, para mero que conviene recordar es que la
que esto sea posible, la mayoría de los cultura es un concepto más amplio que el
individuos deben manifestar una tenden- de legalidad: la primera es el contexto en
cia a obedecerlas y debe existir una auto- el que la segunda se desarrolla. Basta con
ridad capaz de hacerlas valer. Podemos recordar la relación, que va de lo general
afirmar que el orden estatal sólo es posi- hacia lo particular, entre los conceptos de
ble cuando los miembros de la colectividad cultura, política y legalidad. Pues bien, si-
se comprometen a respetar tres pactos guiendo la misma lógica que utilizamos
sucesivos: a) la renuncia al uso de la fuer- para construir la noción de cultura políti-
za por parte de los individuos y grupos; b) ca, tenemos que la cultura de la legalidad
la instauración de reglas para resolver de una sociedad determinada es el con-
junto de conocimientos, creencias, usos y
18 Los primeros pensadores modernos, como Hobbes, costumbres, símbolos, etc., de los miem-
Locke, Rousseau y Kant, no dudaban en llamarlo bros de esa comunidad en relación con
‘‘estado de naturaleza’’. Desde esa perspectiva, en los aspectos de la vida colectiva que tie-
realidad, el Estado anárquico es un no-Estado.
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nen que ver con las normas jurídicas y su leza excluyente no pueden abarcarla en
aplicación. Se refiere al posicionamiento su totalidad.20 No obstante, ambas acep-
de los integrantes del colectivo ante el ciones son útiles para adelantar una dis-
conjunto de objetos sociales específica- tinción: una cosa es la cultura jurídica
mente jurídicos en esa comunidad: ¿cómo predominante en una colectividad y otra
percibe su población el universo de rela- cosa es la cultura de la legalidad de los
ciones relativo a la creación y aplicación miembros de dicha colectividad. Podemos
de las normas jurídicas que rigen la vida afirmar, por ejemplo, que la mayoría de
colectiva y cómo las asume? los países latinoamericanos comparten la
cultura jurídica europea de origen
Un destacado filósofo y jurista italiano romanista, mientras que algunos países
contemporáneo, Luigi Ferrajoli, ha soste- africanos comparten la cultura jurídica de
nido que por cultura jurídica podemos corte anglosajón. Y, sin embargo, esto no
entender un conjunto muy amplio de supone que los latinoamericanos o los afri-
conocimientos y actitudes: a) ‘‘el conjun- canos presenten la misma cultura de la
to de teorías, filosofías y doctrinas jurídi- legalidad que los europeos o los británicos
cas elaboradas en una determinada fase (o americanos), según sea el caso. La
histórica por los juristas y filósofos del de- cultura jurídica, como bien lo indican las
recho’’; b) ‘‘el conjunto de las ideologías, dos primeras acepciones propuestas por
modelos de justicia y formas de pensar Ferrajoli, se refiere sobre todo al conjunto
acerca del derecho que caracteriza a los de teorías, filosofías, etc., compartidas por
operadores jurídicos de profesión (trátese los estudiosos y aplicadores del derecho y
de jueces, legisladores o administrado- no a la relación que existe entre la gene-
res)’’, y c) ‘‘el sentido común respecto ralidad de los destinatarios de las normas
del derecho y las instituciones jurídicas en y el ordenamiento jurídico vigente en
lo singular que se difunde y opera en una su colectividad.
determinada sociedad’’.19 Las dos prime-
ras acepciones se refieren a conjuntos (de
20 Uno de los autores mexicanos que ha enfrentado el
ideas o de personas) especializados que
argumento desde una perspectiva (principalmen-
inciden en la conformación de la cultura te) jurídica, Gerardo Laveaga, insiste en el papel
de la legalidad (o ‘‘cultura jurídica’’ en la que desempeña la ‘‘clase dominante’’ para la cons-
terminología de Ferrajoli) de una comuni- trucción de una cultura de la legalidad. El propio
Laveaga sostiene que, en el caso mexicano, el gre-
dad determinada, pero que por su natura- mio de los abogados ha resultado ser un gremio
cerrado y conservador. Cfr. Gerardo Laveaga, La
19 Cfr. Luigi Ferrajoli, La Cultura Giuridica nell’Italia cultura de la legalidad, IIJ - UNAM, México, 1999,
del Novecento, Laterza, Roma-Bari, 1999. pp. 32 y 95.
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En cambio, la tercera acepción –‘‘el ¿ES LO MISMO LA CULTURA JURÍDICA
sentido común respecto del derecho y las QUE LA CULTURA DE LA LEGALIDAD?
instituciones jurídicas en lo singular que
se difunde y opera en una determinada Afinemos la distinción: dado que no exis-
sociedad’’– sí corresponde a nuestra te un solo tipo de tradiciones jurídicas,
reconstrucción conceptual de la noción tampoco existe un solo tipo de cultura
cultura de la legalidad: así como, cuando jurídica. Para decirlo de otra forma, entre
queremos desentrañar las características el contenido del derecho positivo vigen-
de la cultura política de una sociedad, no te y la cultura jurídica que predomina en
limitamos nuestro análisis a las creencias una sociedad existe una interacción recí-
y comportamientos de los estudiosos de proca. El derecho positivo vigente –las
la política y de los políticos de profesión, normas que rigen la vida social– es el
sino que volteamos nuestra mirada hacia reflejo de una cultura jurídica determina-
los ‘‘ciudadanos de a pie’’, cuando quere- da y ésta se transforma en el tiempo a
mos describir la cultura de la legalidad partir del ejercicio cotidiano del derecho.
predominante debemos observar a los es- Desde esta perspectiva, observando las
tudiosos del derecho y a los operadores características de los diferentes orde-
(creadores y aplicadores) jurídicos, pero namientos, instituciones y prácticas ju-
sobre todo debemos preguntarnos cuál es rídicas en el mundo podemos identificar
la relación que existe entre los hombres y diferentes culturas jurídicas, entendidas
mujeres que integran esa colectividad con como distintas tradiciones o familias
los paradigmas e instituciones jurídicos vi- jurídicas. Pero la cultura de la legalidad
gentes. Es en este nivel en el que resaltan que predomina entre los individuos que
las diferencias entre el comportamiento integran las diferentes colectividades (in-
ante las normas de individuos que viven cluso entre aquellas que comparten una
en sociedades que comparten la misma misma tradición o cultura jurídica) puede
cultura jurídica (por ejemplo, España y y suele ser muy diferente. Y a nosotros
México), pero que no tienen la misma cul- lo que nos interesa es esta segunda acep-
tura de la legalidad. ción. Después de todo, el derecho sólo
tiene sentido cuando regula efectivamen-
te las relaciones de convivencia ciuda-
danos/autoridades, ciudadanos/ciudada-
nos, autoridades/autoridades, etc., y ello
supone un (cierto) acompañamien-
to cultural. Es decir, más allá del conteni-
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sí mismo: es sensato suponer que una par- do ‘‘[…] el sentido común respecto del
te considerable de los ciudadanos bajo los derecho y las instituciones jurídicas en lo
regímenes totalitarios manifestaron un alto singular que se difunde y opera en una
grado de cultura de la legalidad y, por lo determinada sociedad’’21 es demasiado
mismo, aceptaron voluntariamente la apli- débil. Es decir, cuando los miembros de
cación de un cuerpo normativo que anuló una comunidad determinada desconocen
cualquier resquicio de derechos fundamen- o ignoran las normas que ‘‘deberían’’ re-
tales. Siguiendo este razonamiento, es ati- gir la vida colectiva, lo que puede llevar
nado sostener que, en ciertos casos, vale a una paulatina y progresiva erosión
más la postura crítica frente a las normas del marco normativo vigente. El descono-
vigentes que su obediencia ciega. Pero lo cimiento de las normas lleva a su incum-
cierto es que no siempre es fácil encon- plimiento y esto es causa de inestabilidad
trar la frontera. Muy esquemáticamente jurídica (y política). Todo sistema normati-
se puede afirmar que es legítimo objetar vo contiene normas en desuso, la llamada
el cumplimiento de las normas en un sis- ‘‘letra muerta de la ley’’, pero ningún
tema autocrático o absolutista, pero esto sistema sobrevive si la mayoría de sus nor-
no tiene cabida en un sistema democráti- mas entran en esta categoría. En este ni-
co en el que los ciudadanos participan en vel, la cultura de la legalidad es un ingre-
el proceso de creación normativa y las diente fundamental para determinar la
normas (al menos teóricamente) tienen estabilidad del sistema porque nos indica
como criterio orientador a los derechos el grado de conocimiento que tienen los
fundamentales. Podemos decir que la cul- ciudadanos ante las normas que rigen su
tura de la legalidad democrática supone convivencia y que es un requisito necesa-
una posición crítica frente a las normas rio para su posterior respeto y cumplimien-
del autoritarismo, y ante la cultura de la to. Si, como advertíamos anteriormente,
legalidad podemos decir de obediencia a la función última de las normas es garan-
ciegas, que las acompaña. tizar el orden y la estabilidad del sistema
político en su conjunto, cuando predomina
la incultura de la legalidad podemos sen-
UN INTENTO ( INVERTIDO ) DE tenciar que se aproxima la muerte de las
ACLARACIÓN instituciones. Y esto, como ahora sabemos,
abre la puerta para que se imponga la ‘‘ley
Invertir las fórmulas puede ser útil para del más fuerte’’.
aclarar las cosas. Podemos decir que exis-
te una ‘‘incultura de la legalidad’’ cuan- 21 Cfr. Luigi Ferrajoli, op. cit.
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Pero también podemos imaginar otra desconoce las normas, sino porque cono-
fórmula invertida: la ‘‘cultura de la ilega- ce la forma de evitarlas para sacar venta-
lidad’’. En este supuesto se encuentran ja sobre quienes las respetan; ese es el
aquellos actores individuales (o en un sen- caso, por ejemplo, del que hace trampa
tido amplio difícil de imaginar: aquellas en un juego de cartas; la trampa sólo tie-
sociedades) que conocen la normatividad ne sentido dentro de las reglas del juego.
vigente, asumen una posición frente a la O, con un ejemplo mucho más cercano
misma y deliberadamente la violan. Max y cotidiano, de quien se aprovecha de
Weber sostenía que ese era el caso del la violación de las reglas de tránsito para
ladrón o del homicida: los ladrones o los avanzar antes que sus conciudadanos,
homicidas están conscientes de las nor- dando vuelta en el carril que no está des-
mas que violan y por lo mismo, salvo en tinado para ello. En este caso no sólo se
pocos y extraños casos, intentan evadir al adolece de una cultura de la legalidad, sino
castigo. El que quiere escapar cuando ha que se profesa una cultura deliberadamen-
robado, asesinado o cometido un acto de te ilegal. Pero tampoco en este supuesto
corrupción funda su actuación en la exis- todos los casos son fáciles: ¿acaso el ob-
tencia de un marco jurídico que conoce y jetor de conciencia, el que se niega por
que ha transgredido. Aquí se ubica la des- sus convicciones morales profundas a
afortunada conseja popular ‘‘las leyes na- obedecer (por ejemplo, a una legislación
cieron para ser violadas’’. El que se apro- autoritaria), no se encuentra en la misma
vecha, el abusivo, no lo hace porque circunstancia?
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III. Cultura de la legalidad
y democracia
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lectivas como para las elecciones de re- vínculos lógicos insuperables: si las per-
presentantes vale la regla de la mayoría sonas no se respetan unas a otras, si no
numérica, y 6) ninguna decisión tomada toleran sus diferencias, si no pueden
por mayoría debe limitar los derechos de expresar sus ideas y participar con liber-
la minoría (en particular el derecho de con- tad, etc., la democracia es práctica y
vertirse, en paridad de circunstancias, en conceptualmente imposible.
mayoría).23
Desde esta perspectiva democrática
Pues bien, aunque no todas las teorías encontramos que existe una estrecha re-
de la democracia promueven la misma re- lación entre una concepción de la política
lación entre (todos) los derechos funda- (entendida como los mecanismos de ac-
mentales y esta forma de gobierno, en tér- ceso y ejercicio del poder sobre la base
minos generales ningún teórico de la del consenso), una acepción de la legali-
democracia objetaría la caracterización dad (entendida como el conjunto de re-
bobbiana.24 Y ello es suficiente para sos- glas que, fundadas en el consenso, permi-
tener nuestro argumento: la legalidad ten la administración del poder y protegen
democrática no solamente se funda en la a los derechos fundamentales) y una idea
eficacia de un conjunto de reglas jurídi- de la cultura (entendida como las orien-
cas, sino que descansa sobre algunos prin- taciones de los miembros de una colec-
cipios como la igual dignidad política de tividad hacia un conjunto de reglas y
los ciudadanos, la pluralidad y las liberta- principios que hacen a la democracia
des (personal, de expresión, de asociación posible). La cultura de la legalidad demo-
y de reunión) sin los cuales perdería natu- crática, el respeto de un conjunto deter-
raleza y sentido. Por lo mismo, la cultura minado de normas con características
de la legalidad democrática debe hacer específicas, sólo se construye engarzan-
eco (al menos) de esos principios. La re- do estos eslabones.
lación entre esa cultura y estos principios
no depende (al menos no necesariamen-
te) de valoraciones ético-morales, sino de
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SEGUNDA PARTE
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tucionalización del México independiente. por el poder entre grupos que defendían
Ya consumada la Independencia se fue- proyectos, intereses e ideologías alterna-
ron sucediendo los siguientes documen- tivas y encontradas. Observando un pe-
tos constituyentes: el ‘‘Acta Constitutiva’’ riodo particularmente intenso del siglo XIX
del 31 de enero de 1824; la ‘‘Constitución mexicano, Emilio Rabasa sintetizó la com-
Federal de los Estados Unidos Mexica- plejidad de ese proceso de construcción
nos’’ del 4 de octubre de ese mismo año; constitucional:
las ‘‘Siete Leyes Constitucionales’’ del 29
de diciembre de 1836; las ‘‘Bases Orgá- En los veinticinco años que corren de 1822 en
nicas’’ del 12 de junio de 1843; el ‘‘Acta adelante, la nación mexicana tuvo siete congre-
de Reformas’’ del 18 de mayo de 1847 sos constituyentes que produjeron, como obra,
que modificaba a la Constitución Federal un acta constitutiva, tres constituciones y un
de 1824 recientemente restituida (22 de acta de reformas, y como consecuencia, dos gol-
agosto de 1846); las ‘‘Bases para la Ad- pes de Estado, varios cuartelazos en nombre de
ministración de la República’’ del 22 la soberanía popular, muchos planes revolucio-
de abril de 1853, la ‘‘Constitución Fede- narios, multitud de asonadas e infinidad de pro-
ral’’ del 5 de febrero de 1857 que, con testas, peticiones, manifiestos, declaraciones y
una breve y conflictiva pausa (en la que de cuanto el ingenio descontentadizo ha podido
estuvo en vigor el ‘‘Estatuto Orgánico’’ inventar para mover el desorden y encender los
del 10 de abril de 1865 del Imperio de ánimos.27
Maximiliano), se mantuvo formalmente
vigente hasta la entrada en vigor de la Desde el desorden y ante el mismo, en
Constitución actual.25 medio de la lucha por el poder y por el
proyecto de nación, con paso constante,
Ciertamente, el proceso de constitu- se abrió brecha la idea de que los proyec-
cionalización fue sumamente complejo, tos políticos tenían que traducirse en nor-
inestable y convulso. No olvidemos que, mas jurídicas constitucionales. Y, ante el
como nos ha enseñado Bobbio, la política peligro de la anarquía, esa idea prevale-
y el derecho son las dos caras de una mis- ció. Por ello, como premisa de arranque,
ma moneda.26 Detrás de cada una de esas es menester sentenciar que la historia de
constituciones bullía una intensa lucha México ha sido la historia de la construc-
ción de un Estado jurídico. Pero, además,
25 Cfr. A. Martínez Báez, ‘‘El derecho constitucio-
nal’’, en México y la cultura, Secretaría de Educa-
ción Pública, México, 1961, p. 942. 27 Emilio Rabasa, La Constitución y la dictadura,
26 Norberto Bobbio, op. cit. Porrúa, México, 1912, p. 9.
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no hay que dejarlo implícito: por debajo de artículos 14, 16 y 22 de la Constitución)
esos ordenamientos constitucionales y que contemplan tribunales imparciales,
concretamente de la Constitución actual, impiden la retroactividad de la ley, esta-
existe un entero aparato normativo com- blecen derechos procesales, etc. Pero,
puesto por otros documentos jurídicos además, según lo que establece la propia
(constituciones locales, leyes federales y Constitución, México es un Estado demo-
locales, decretos, resoluciones jurisdiccio- crático de derecho. Esto es así porque
nales) que componen al ordenamiento ju- además de los elementos propios de todo
rídico mexicano vigente. Ante el lugar Estado liberal de derecho, la Constitución
común vale mejor la afirmación opuesta: contempla las instituciones que caracteri-
México sí es un país de leyes; sí es un zan a la forma de gobierno democrática:
Estado jurídico. Una cosa distinta, que in- derechos políticos (sobre la base del
dagaremos más adelante, es determinar sufragio universal), partidos políticos, elec-
si esas leyes se cumplen y si se cumplen ciones periódicas, regla de mayoría, etc.
igual para todos. Incluso, podemos ir más lejos: México es
un Estado social y democrático de dere-
cho. Es bien sabido que la Constitución
UN SEGUNDO LUGAR COMÚN: ‘‘MÉXICO mexicana de 1917 fue la primera consti-
NO ES UN ESTADO DE DERECHO’’ tución moderna que incluyó, junto a los
derechos de libertad y a los derechos
Sí y no. Cuando enfrentamos este lugar políticos, un catálogo de derechos socia-
común las cosas comienzan a complicar- les fundamentales (educación, trabajo, vi-
se. Cualquier observador que eche un vis- vienda, etc.). Todas las normas constitu-
tazo a la Constitución mexicana concluirá cionales que consagran ese amplio
que nuestro país no sólo es un Estado jurí- catálogo de derechos son normas vigen-
dico, sino que también es un Estado de tes (no sin algunas modificaciones más o
derecho. El articulado de nuestra carta menos relevantes) desde 1917.
fundamental, sobre todo en su primera
parte, consagra todos y cada uno de los Y, sin embargo, aquí comienzan las
elementos que caracterizan a esta clase complicaciones: no todas las normas consti-
de Estados y que corresponden a lo que tucionales, ni siquiera las más importantes
en el mundo anglosajón se conoce como desde el punto de vista de los individuos,
Rule of Law: derechos de libertad indivi- son normas efectivas. Al menos no siempre
duales, separación de poderes y garantías lo han sido y no lo son para todos. El exce-
jurisdiccionales (sobre todo los famosos lente libro de Samuel Ramos, El perfil del
37
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD
28 Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura 30 Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Fondo de
en México, UNAM , México, 1934. Cultura Económica, México, 1959, p. 96.
29 A. Siegfried, Amerique Latine, citado en ibíd., 31 Ídem.
p. 61. 32 Ídem.
38
condiciones que harían posible su puesta transformarían. La práctica de cambiar las
en práctica. Más bien lo contrario, busca- leyes para dejar intacta a la realidad, una
ron la forma de mantener el desorden especie de ‘‘gatopardismo’’ jurídico, se
detrás de la fachada. fue implantando en la cultura política de
nuestras sociedades y descansa detrás
La Constitución se convirtió en una de esa respuesta contradictoria –sí y no–
bandera legitimante, en instrumento retó- que corresponde a la pregunta: ¿existe un
rico del discurso oficial y no maduró como estado de derecho en México?
un verdadero proyecto político hacia el fu-
turo. Triste paradoja: el Estado social y Esa ambigüedad ha calado en la cultu-
democrático de derecho se quedó en el ra nacional. Según la encuesta Cultura
papel, legalizando y legitimando a los po- de la Constitución en México elaborada
derosos, y condenando a la realidad a un por el Instituto de Investigaciones Jurídi-
estado que Guillermo O’Donell no ha cas de la Universidad Nacional Autónoma
dudado en bautizar como el UnRule of de México, la mayoría de los mexicanos
Law latinoamericano. Resurge con entrevistados asocia la palabra ‘‘constitu-
fuerza la mentira denunciada por Octavio ción’’ simplemente con un conjunto de
Paz. México, como gran parte de las ‘‘normas, reglas y leyes’’. En segundo lu-
naciones latinoamericanas, diseñó sus gar, se piensa que la constitución es, de
instituciones para ocultar la realidad, no forma llana, ‘‘lo que rige al país’’. La ter-
para transformarla. Al menos no durante cera idea asociada nos dice que la consti-
un largo y oscuro periodo. tución es un ‘‘órgano máximo’’. Y sólo en
cuarto lugar los mexicanos asocian la pa-
Valgan estas reflexiones para subrayar labra constitución con su significado pri-
un dato: el estado de derecho, para ser migenio y fundamental: ‘‘derechos’’.33
real y efectivo, debe implantarse en insti- Podemos afirmar que, más allá de lo que
tuciones capaces de promover y proteger las normas establezcan, mientras las per-
a los derechos fundamentales individua-
les que le otorgan identidad y sentido. En
México y en el resto de Latinoamérica las 33 Hugo Concha, et al., Cultura de la Constitución
constituciones liberales y democráticas en México, UNAM, TEPJF, COFEMER, México, 2004,
(cuando no fueron abiertamente deroga- p. 47. No es baladí recordar que desde el artículo
16 de la Declaración de los Derechos del Hombre
das) tuvieron una vigencia desconectada y del Ciudadano de 1789, el significado de la Cons-
y alejada de la realidad que supuestamen- titución tiene que ver con dos elementos impres-
te ‘‘constituyeron’’ y que idealmente cindibles: los derechos humanos y la separación de
poderes (que sirve para proteger a los primeros).
39
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD
sonas no conozcan sus derechos funda- sustentarla,35 sería un error aceptar el lu-
mentales –no se supere la incultura de la gar común en toda su aparente contun-
legalidad– y no rijan su convivencia coti- dencia. Si los mexicanos no cumplieran la
diana con base en los mismos, no pode- ley en absoluto vivirían en la anarquía, en
mos hablar de la plena vigencia del estado una especie de estado de naturaleza como
de derecho en México y de la cultura de el que imaginó Hobbes y que sirvió de
la legalidad que debe acompañarlo. punto de partida para el pensamiento
contractualista. Entre el México actual y
países como Haití, Ruanda o Irak existe
U N TERCER LUGAR COMÚN: ‘‘LOS MEXI- una gran diferencia. No es casual que di-
CANOS NO CUMPLEN CON LA LEY’’ versos teóricos contemporáneos de la po-
lítica y del derecho, como ya hemos seña-
Los párrafos anteriores abren las puertas lado, identifiquen a las constituciones como
para el análisis de este lugar común y pa- la expresión del pacto social que origina
recen confirmar la siguiente reflexión de al Estado. No pretendo desviarme explo-
Héctor Aguilar Camín, rescatada por los rando esta veta teórica, solamente quiero
autores del estudio Cultura de la Cons- subrayar que la prueba de que existe un
titución en México al que se ha hecho cierto grado, suficientemente aceptable, de
referencia:
35 En los años recientes se han realizado múltiples y
En materia de cultura de la legalidad, sigue vigen- muy interesantes estudios de opinión que indagan
te entre nosotros la vieja tradición mexicana de sobre la cultura de la legalidad en México y en
negociar políticamente la ley, esta larga tra- Latinoamérica. Sería interesante recuperar algunos
de los datos que dichos estudios arrojan pero, para
dición negociadora del sistema corporativo evitar que este trabajo quede atado a la tempora-
y clientelar ha permeado profundamente en la lidad que inevitablemente acota el alcance de los
sociedad mexicana.34 estudios de opinión, prefiero limitarme a indicar
al lector algunas indicaciones bibliográficas: ‘‘La
democracia y la economía. Latinobarómetro (infor-
A pesar de lo sugerente de la opinión me-resumen)’’, en: w w w.latinobarometro.org;
de Aguilar Camín y de los datos que mu- Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas
Ciudadanas, SEGOB , ENCUP 2001, en
chas encuestas recientes ofrecen para w w w.gobernación.gob.mx; ‘‘La democracia en
América Latina. Hacia una democracia de ciudada-
nas y ciudadanos’’, elaborado por el Programa de
las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 2004;
34 Héctor Aguilar Camín, ‘‘El México vulnerable. Un Julia Flores y Yolanda Meyenberg, coords., Ciuda-
recuento de las zonas vulnerables de México a la danos y cultura de la democracia. Reglas, institu-
hora del cambio’’, en Nexos, México, marzo de ciones y valores de la democracia, IIS- UNAM , IFE,
1999, pp. 35-39, citado en ibíd., p. 21. México, 2000.
40
cumplimiento de la ley está en la relativa nerales el país vive en condiciones de
estabilidad que caracteriza a nuestro país. estabilidad. Lo que significa que, en tér-
Reconozco que esta reflexión general debe minos también generales, los mexicanos
matizarse porque en el pasado inmediato orientan su actuación observando las le-
y aun en el presente hemos vivido acon- yes fundamentales del país. También en
tecimientos más o menos relevantes, más la actualidad inmediata encontramos ejem-
o menos generalizados, de riesgos de ines- plos en los que la ruta de la legalidad ha
tabilidad: piénsese, sólo por citar algunos servido para resolver conflictos sensibles
ejemplos, en la toma del recinto legislati- y delicados. Un caso elocuente es el pro-
vo por parte de personas a caballo, en los cesamiento que se ha dado a la llamada
desfiles de personas armadas por las prin- ‘‘guerra sucia’’ de los años sesenta y se-
cipales avenidas de la ciudad capital, en tenta en el país. Más allá de la opinión
el bloqueo de oficinas públicas y vías que nos merezca la ruta institucional ele-
generales de comunicación, en el secues- gida por el gobierno y de los resultados
tro de funcionarios, en los linchamientos poco satisfactorios que al final se obtu-
de presuntos delincuentes (e, incluso, de vieron, nadie puede negar que se optó por
algunos policías) y en la aparición de gru- la vía jurídica para enfrentar esa triste his-
pos armados a los que casi nos hemos toria de nuestro pasado. Lo mismo vale
acostumbrado.36 para conflictos electorales caracterizados
por un altísimo grado de tensión política
Sin embargo, a pesar de éstos y otros y social. Leyes e instituciones han servi-
episodios alarmantes de la historia reciente, do de asidero para lidiar con conflictos
es posible afirmar que en términos ge- que, de otra forma, bien pudieron poner
en jaque a la estabilidad del país.
36 Diego Valadés, en las ‘‘Consideraciones prelimi- Fernando Escalante, autor de otro libro
nares’’ al estudio sobre la Cultura de la Constitu-
ción en México hace una interesante reflexión fundamental para entender la formación
sobre estos acontecimientos: ‘‘Si trasladamos (es- del México moderno,37 ha reflexionado
tos) episodios a otro contexto, e imaginamos qué sobre las falacias que encierra el lugar
pasaría si el Capitolio de Washington fuera inva-
dido por un grupo de jinetes, o si un grupo de común que ahora nos ocupa. Escalante
jinetes armados desfilara por los Campos Elíseos, advierte que los mexicanos sí cumplimos
o si personas enmascaradas hablaran en el Parla-
mento británico, o si el alcalde de Berlín descono-
ciera las sentencias del Tribunal Constitucional,
37 Cfr. Fernando Escalante, Ciudadanos imagina-
no se dudaría en afirmar que en cualquiera de esos
países se estaría viviendo una crisis institucional’’. rios, El Colegio de México, México, 1993. En
Hugo Concha, et al., op. cit., p. XIV. particular, pp. 189 y siguientes.
41
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD
con la ley (o mejor dicho, con muchas le- U N CUARTO LUGAR COMÚN : ‘‘L OS
yes) en ejemplos quizás evidentes, pero MEXICANOS SON CORRUPTOS POR NA -
no por ello menos significativos: TURALEZA’’
cotidianamente utilizamos el papel mone-
da para realizar toda clase de transaccio- ‘‘El que no transa no avanza’’, ‘‘un políti-
nes, respetamos los horarios de los servi- co pobre es un pobre político’’, ‘‘la polí-
cios públicos, observamos principios tica es para enriquecerse’’, ‘‘no hay peor
constitucionales como la no reelección, error que vivir fuera del presupuesto’’, ‘‘no
etc.38 Tiene razón. La idea de que ‘‘los hay general que resista un cañonazo de
mexicanos no cumplen la ley’’ debe cincuenta mil pesos’’, ‘‘este es el año
acotarse para evitar que se convierta en de Hidalgo (sexto año de gobierno),
una profecía que se autorrealiza. Aunque que chingue su madre el que deje algo’’,
exista la impresión de que los mexicanos ‘‘más vale bolsa saca que bolsa seca’’ y
tienden a incumplir las normas, la realidad un largo etcétera de refranes, consejas
nos indica que hemos logrado implantar y ocurrencias populares dan cuenta de las
un nivel mínimo aceptable de respeto de distorsiones que con el tiempo han venido
(una parte de) la normatividad vigente. contaminando las relaciones de los mexi-
Esta realidad es el horizonte hacia el que canos con sus gobernantes, con las leyes
debemos apostar para consolidar una cul- y con la ‘‘cosa pública’’. En su libro sobre
tura de la legalidad democrática en Méxi- el tema, Corrupción y política en el Mé-
co y no hacia un lugar común que, xico contemporáneo, Stephen D. Morris
reforzándose en la apariencia, puede con- nos advierte que la ‘‘[…] omnipresencia
vertirse en realidad. de la corrupción en México no es un fe-
nómeno reciente’’.39
42
nes en policías durante los periodos que o el otro escandaloso caso italiano, cono-
antecedieron y siguieron a la Revolución cido como mani pulite, que sigue empa-
Mexicana.40 Morris también recuerda los ñando el ambiente político de ese país.42
escándalos de corrupción que caracteri-
zaron los primeros años de industria- Tampoco se trata de una práctica cir-
lización del país y, a lo largo de su libro, cunscrita a ciertos sectores sociales: por
documenta el crecimiento del cáncer de la ejemplo, en México, como bien sabemos,
corrupción durante las décadas que siguie- la ‘‘mordida’’ es una práctica difundida
ron a la Revolución. Un cáncer que fue entre los más pobres y entre los más ri-
creando una ‘‘cultura de la corrupción’’ cos.43 Soborno y extorsión son males que
que ha sido cuna de desconfianza y cinis- involucran a funcionarios y ciudadanos de
mo hacia los funcionarios públicos todos los niveles y (al menos casi) en to-
y la función pública en general.41 Pero das partes.44 Pero hay sistemas políticos
la corrupción no es un fenómeno exclusi- que encumbran la corrupción como engra-
vamente mexicano ni se trata de un mal naje fundamental de su funcionamiento.
congénito de un régimen político en par- Ese fue el caso de la maquinaria insti-
ticular. Es larga la lista de escándalos tucional mexicana durante muchos años.45
recientes que demuestran la amplitud de La personalización de la política y la
la mancha gris de los actos corruptos: des- simulación en el lenguaje que caracteri-
de el escándalo del ex canciller Kohl en zaron a muchos gobiernos posrevoluciona-
Alemania hasta el caso ENRON en los Es- rios constituyen un ejemplo de corrupción
tados Unidos o el escándalo de Parmalat institucionalizada difícilmente superable.
en Italia, pasando por los sobornos que re- 42 Sobre algunos de estos casos se recomienda Pedro
partía Montesinos, el brazo fuerte de Salazar, coord., El poder de la transparencia. Seis
Fujimori, a los senadores en el Perú poco derrotas a la opacidad, IFAI- IIJ, México, 2005.
43 Sobre la ‘‘institución’’ de la mordida, cfr. Karina
antes de la caída de ese funesto régimen,
Ansolabehere, ‘‘La mordida’’, caso de estudio para
los sobornos cobrados por algunos sena- el primer módulo de la Especialidad en Cultura de
dores argentinos a cambio de su voto en la Legalidad, IFE , SEP, FLACSO, México, 2004.
44 Sobre los conceptos de corrupción, soborno y ex-
la aprobación de la reforma a la ley labo-
torsión y sobre la dimensión mundial y multi-
ral, los múltiples casos de corrupción que sistémica de los mismos, cfr. Miguel Carbonell y
han caracterizado a la ‘‘transición’’ rusa Rodolfo Vázquez, Poder, derecho y corrupción,
IFE, ITAM, Siglo XXI, México, 2003.
45 Creo que lo mismo podríamos decir del sistema
40 Cfr. ibídem. En este mismo sentido y para el siglo político italiano durante las décadas que siguieron
XIX es digno de mención el libro de F. Escalante, ya a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, el ex go-
citado, Ciudadanos imaginarios, pp. 241-257. bernante Silvio Berlusconi representa la peor cara
41 Stephen Morris, op. cit., p. 36. de los escándalos de corrupción de su país.
43
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD
44
termina por justificarla, decretando su gestando una ‘‘cultura de la corrupción’’,
arraigo nacional, reflejo de una verdadera cultura de la
ilegalidad, durante largos años: tú robas,
[…] se caracteriza por la proliferación de la co- yo robo, todos robamos.
rrupción en la vida civil, por la glorificación
cultural de la corrupción en ciertos sectores de la Pero no perdamos de vista que el siste-
población, por el surgimiento de una morali- ma político mexicano ha cambiado sus-
dad distorsionada en la clase media, por la des- tantivamente en los últimos años. Nadie
viación de la responsabilidad individual y por la puede negar la transformación democra-
difusión de la desconfianza y del cinismo hacia el tizadora de las últimas décadas: hoy en
gobierno y los funcionarios públicos.49 día todos los partidos políticos compiten
en condiciones equitativas para ganar
Subrayo dos datos de la cita que nos el voto popular en contiendas limpias y
ofrecen coordenadas nuevas para retomar transparentes. A pesar de las múltiples
el discurso: a) en México el corrupto no interpretaciones que se han dado a nuestra
solamente ha sido tolerado, sino que con transición hacia la democracia, no es po-
frecuencia ha sido glorificado, y b) la sible negar los datos duros que la realidad
corrupción aniquila el sentimiento de res- ofrece: alternancia en todos los niveles de
ponsabilidad individual. En un contexto en gobierno, pluralidad política expresada en
el que (al menos en apariencia) todos partidos políticos competitivos, autorida-
roban, el que no lo hace destaca por su des electorales confiables, limitaciones
imbecilidad y los que sí lo hacen diluyen recíprocas entre los diferentes poderes
su acción en el actuar colectivo: ¿por qué (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), libertad
no he de aprovecharme si todos los de- de expresión como ejercicio permanente,
más se aprovechan? Además, corre como etc.50 Sin duda falta mucho por hacer para
pólvora la tranquilizante idea de que abs- consolidar la vida política democrática del
tenerse del robo individual de nada sirve país (sobre todo en términos de lo que se
para frenar el atraco generalizado. Nadie suele llamar ‘‘gobernanza’’), pero los cam-
duda que existan leyes en la materia y bios están ahí ante los ojos incluso de quie-
que la corrupción sea un acto jurídicamen- nes se niegan a reconocerlos.
te sancionado, pero todos calculan los
costos que pagaría aquel que ‘‘arroje la
primera piedra’’. Es así como se fue
50 Cfr. Ricardo Becerra, et al., La mecánica del cam-
bio político en México. Elecciones, partidos y re-
49 Ibíd., p. 94. formas, Cal y Arena, 3ª. Ed., México, 2005.
45
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD
De esta forma, poco a poco y después no privilegiado para los acuerdos intraélite
de un largo proceso de reformas, la reali- y factor de movilidad social, por la com-
dad nacional se ha venido acercando al petencia política y la alternancia en el
proyecto constitucional. Negarlo sería poder, por la pluralidad expresada en las
miope. Si a esto le sumamos una mayor instituciones de representación, por la
independencia judicial que, aunque to- transformación del modelo de desarrollo
davía con enormes rezagos, crece día con económico, etc. Hoy sabemos que todos
día y una sociedad civil mucho más or- estos aspectos se han venido materializan-
ganizada y actuante que en el pasado do. Pero, ¿podemos decretar que también
reciente (la teoría indica que las organiza- nuestra cultura, al menos en esta materia,
ciones sociales contribuyen a inhibir la está cambiando? Dejo abierta la pregunta
corrupción), tenemos que muchos de los para el lector.
rasgos estructurales que en el análisis de
Morris explicaban la corrupción tienden Recapitulando. Los mexicanos no son
a ser superados. Todavía es muy pronto corruptos por naturaleza, pero durante
para hacer un balance del impacto cultu- muchas décadas la corrupción se fue con-
ral que ha tenido y tendrá esta profunda virtiendo en un ingrediente institucio-
transformación institucional (que ha im- nalizado basilar para el funcionamiento
plicado una enorme mutación política), del sistema político mexicano. De esta
pero podemos suponer que el nuevo fun- forma el fenómeno de la corrupción se fue
cionamiento del sistema (con los cambios instalando en la cultura política nacional
que ha implicado en su diseño) modificará dando lugar a una verdadera cultura de la
los patrones de la corrupción. La sola crea- corrupción en México. Mundialmente
ción de instituciones ‘‘de transparencia’’, famosa, por si fuera poco. Los cambios
como el Instituto Federal de Acceso a la recientes a nuestro sistema político, que
Información Pública, apuntan en esa di- permiten hablar de una transición hacia la
rección virtuosa. El propio Morris, al ana- democracia en el país y de un mayor acer-
lizar las crisis económicas de los años camiento entre la realidad y el proyecto
ochenta y la paulatina apertura del siste- constitucional, sientan las bases para po-
ma político de esos años, advertía una ner en marcha mecanismos institucionales
posible ‘‘crisis de la corrupción’’.51 Una que disminuyan los índices de corrupción.
crisis anunciada por el debilitamiento del Ciertamente la corrupción es un fenóme-
Estado como factor de cooptación, terre- no complejo que no saldrá totalmente
por la ventana ahora que ha entrado la
51
democracia por la puerta grande (los
Stephen Morris, op. cit., pp. 153-163.
46
escándalos en las democracias consoli- Esta igualdad jurídica también pro-
dadas son el mejor recordatorio de la per- mueve una especie de igualdad sustantiva:
sistencia de este mal inevitable), pero aquella que nos dice que todos somos
enfrentamos una coyuntura inédita para iguales en derechos fundamentales y
avanzar en el frente de la transformación que el Estado debe garantizar que los
cultural. Convencernos a nosotros mis- derechos de todos sean debidamente
mos y convencer a los demás de que aho- satisfechos. En teoría esto vale para
ra, con las nuevas reglas y por el bien de los derechos de libertad (medalla del
todos, ‘‘el que transa no debe avanzar’’, pensamiento liberal), para los derechos
es el primer paso para evitar que los políticos (conquista del pensamiento de-
corruptos y la cultura de la corrupción si- mocrático) y para los derechos sociales
gan avanzando. (bandera del pensamiento socialista). Re-
gresamos a nuestro punto de partida: el
Estado (social y democrático) de derecho
QUINTO LUGAR COMÚN: ‘‘LOS MEXICA- promueve la igualdad en derechos de
NOS NO SON IGUALES ANTE LA LEY’’ todas las personas. Pero en México,
durante años y aunque las cosas han
Este triste lugar común, confirmado por comenzado a cambiar, ese ideal transfor-
la realidad, es la negación de ilustres idea- mador no ha dejado de ser una proclama
les: ‘‘nadie por encima de la ley’’, ‘‘la ley enunciada elocuentemente en la Consti-
es la misma para todos’’, ‘‘la ley no tución. De ahí el tino del lugar común.
distingue entre las personas’’. Frases he- Formalmente somos iguales ante la ley,
chas que son la negación de este lugar pero en la práctica recibimos un trato di-
común que, en positivo, evocan uno de ferenciado.52 La mentira que denuncia
los ideales liberales y democráticos más Octavio Paz regresa con angustiante
valiosos: todo individuo, por el solo hecho actualidad. Sabemos que nuestra Consti-
de serlo, deberá obtener el mismo trato tución recogió los principios más nobles
que los demás. Al menos formalmente.
¿Qué quiere decir esto? Simple: que reci-
biremos el mismo trato de las autorida-
des, que éstas actuarán de manera im- 52 Nuevamente quizás el único frente en el que este
parcial en los conflictos entre individuos y lugar común ha sido considerablemente revertido,
es el que se refiere a los derechos políticos: en la
que podremos prever las consecuencias medida en la que se ha logrado la limpieza electo-
jurídicas de nuestros actos en igualdad ral, los votos de los mexicanos han comenzado a
de condiciones. tener un peso igual: ‘‘cada cabeza un voto y todos
los votos valen lo mismo’’.
47
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD
que habían quedado plasmados en las cons- El desarrollo de las democracias iberoamericanas
tituciones americana de 1787 (sobre todo difiere considerablemente del admirable espíritu
en algunas de sus enmiendas, particular- de sus cartas políticas. Éstas contienen todos los
mente en el Bill of Rights de 1791), la principios de gobiernos aplicados por las grandes
Declaración de los Derechos del Hombre naciones europeas, armonía de poderes, derechos
y del Ciudadano de 1789, la Constitución naturales, sufragio universal, asambleas repre-
francesa de 1793 y la Constitución espa- sentativas; pero la realidad contradice el idealis-
ñola de 1812. Pero también sabemos que mo de estos estatutos importados de Europa.54
nuestra realidad política y social apenas
puede compararse, en aquel entonces y En síntesis, la igualdad ante la ley es
en el presente, con las realidades de di- una justa y valiosa proclama constitucio-
chos países. Aquí retoma sentido nuestra nalizada que no ha terminado de instalar-
distinción entre cultura (y práctica) jurídi- se en la realidad mexicana. Ni siquiera
ca y cultura de la legalidad. ahora que podemos presumir un clima de
libertades civiles y políticas sin preceden-
La desigualdad en los hechos y ante el te en nuestra historia. La realidad indica
derecho entre las personas es una dife- que detrás de la igualdad jurídica descan-
rencia devastadora. Como advirtió Samuel sa una indignante y apremiante desigual-
Ramos, nuestra vida nacional se desdobla dad económica que nos recuerda que
en dos planos separados, ‘‘uno real y el nuestros rezagos siguen siendo estructu-
otro ficticio’’, y cuando la ‘‘[…] vida se rales. Desigualdad, esta última, que trae
desenvuelve en dos sentidos distintos, por aparejadas divergencias alimenticias, edu-
uno la ley y por el otro la realidad, esta cativas, de salud, de oportunidades, etc.
última siempre será ilegal’’.53 El propio Parecería que, en una triste paradoja,
Ramos rescata para nosotros esta elo- al quedar plasmada en la Constitución,
cuente frase de García Calderón que nos la igualdad abstracta quedó como la única
permite cerrar la idea: igualdad posible. Paz lo había denunciado
con su particular agudeza: ‘‘[…] al
fundar a México sobre una noción gene-
ral del Hombre y no sobre la situación real
53 Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura de los habitantes de nuestro territorio, se
en México, op. cit., p. 31. El propio Paz denuncia-
ba que casi todos los forjadores del México inde-
pendiente pensaban, ‘‘con un optimismo hereda-
do de la Enciclopedia, que basta con decretar nuevas 54 F. García Calderón, Les Democraties Latines
leyes para que la realidad se transforme’’. Octavio del’Amerique, p. 341. Citado en Samuel Ramos,
Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 97. op. cit.
48
sacrificaba la realidad a las palabras y aprendiendo que en este país no todos son
se entregaba a los hombres de carne a iguales. Unos van arriba y otros van aba-
la voracidad de los más fuertes’’.55 A jo. La discriminación y el recelo hacia los
los más fuertes que siguen estando ahí ‘‘otros’’, los ‘‘distintos’’ se incuba en esas
disfrutando sus privilegios. Y esto, inevita- postales de domingo. Sobra mencionar que
blemente, pesa sobre la conformación de ninguno de los adultos pareció extrañar-
la cultura. De unos, de otros y de los se. Unos se preparan para gobernar, los
de en medio. otros siguen ensillando sus caballos: toda
una cultura de la desigualdad.
Me atrevo a contar una anécdota real
que testimonié hace unos diez años en Como se ha insistido en la primera
la casa de campo de la familia de un parte de este documento, cuando habla-
empresario que también ha tenido una mos de la (cultura de la) legalidad, que en
destacada trayectoria política y que, me un Estado de derecho significa hablar de
parece, ilustra cómo se consolida una los derechos fundamentales (de libertad,
cultura de la desigualdad entre desiguales políticos y sociales), iguales para todos,
de facto. En aquella ocasión compartían estas anécdotas no son banales. El trato
la mesa empresarios y políticos de rele- desigual y discriminatorio forma parte de
vancia nacional con sus respectivas fami- una cultura que nada tiene que ver con
lias. A media tarde, cuando los adultos los Estados sociales y democráticos de
se disponían a beber un digestivo y a derecho. Constituyen su negación abso-
disparar al blanco con escopeta, la pru- luta. De hecho, estas reflexiones anterio-
dencia sugirió alejar a los menores: un res me obligan a plantear una pregunta
grupo de pequeños y pequeñas que gusto- para la que no tengo una respuesta satis-
samente aceptaron ir a dar la vuelta en factoria: si no existe una igualdad de facto
una carreta jalada por un caballo que, a ante la ley, mucho menos una igualdad en
su vez, sería tirado por otros pequeños derechos (en el acceso a la garantía de
cuyas familias no pertenecían al selecto los mismos) y en la manera de relacionar-
grupo. Los hijos de los trabajadores tra- nos entre nosotros: ¿es posible, resulta
bajaban para los hijos de los patrones sensato, indagar cuál es la cultura de
como tiradores de caballo. Niños y niñas, la legalidad en México? En otras palabras,
en ambos lados de la carreta, que estaban ante tantas desigualdades, ¿existe algo
como una cultura de la legalidad compar-
tida por todos los mexicanos? Ya lo
55
adelantaba: no tengo la respuesta. Sin
Octavio Paz, op. cit., p. 100.
49
DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD
50
personas y, sobre todo, sus derechos fun- por el mínimo de derechos sociales que
damentales a la integridad física y a la permitan tener una vida digna, como miem-
vida. Pero el camino para hacerlo no es bros activos de su sociedad, a las nuevas
restringiendo libertades y exigiendo un generaciones de los que nada tienen. Una
cumplimiento ciego de las normas. Todo cultura afianzada en estos principios es la
lo contrario: la única manera de proteger única compatible con un Estado social y
los derechos de unos cuantos es garanti- democrático de derecho. Una cultura de
zar los derechos de todos y eso se logra la corresponsabilidad social y del respeto
cuando existe una conciencia compartida mutuo entre personas que se reconocen
de los principios que dan sustento a como iguales.
la democracia constitucional. Empezando
51
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DEMOCRACIA Y (CULTURA DE LA) LEGALIDAD
Warman, Arturo, Los indios mexicanos en el umbral del milenio, Fondo de Cultura
Económica, México, 2003.
Encuestas y documentos
Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas, SEGOB, ENCUP 2001,
en www.gobernación.gob.mx
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Sobre el autor
Fue secretario académico de la edición 2006 de la obra Los derechos del pueblo mexi-
cano. México a través de sus constituciones (25 tomos). Ha publicado en la revista
italiana Teoria Politic, es colaborador de la revista Nexos y traductor de obras de Ermanno
Vitale, Paolo di Lucia, Luigi Ferrajoli, Ricardo Guastini y Michelangelo Bovero.