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Agarrate Catalina

(Un diálogo extra-vagante)

Eran las doce del mediodía y Eulogio aún no había despertado.


En el techo de su rancho, su gallo, un poco afónico, cantaba todavía de tanto en tanto.
Su caballo, un matungo atado a un poste, pastaba sin cesar, sin prisa pero sin pausa.
Su mate, ya frío, permanecía intacto sobre un taburete al costado de su cama.
Catalina, su mujer, le estaba dando de comer a las gallinas.
- Levantate Eulogio querés, que hasta el mate ya se te enfrió (le dijo Catalina).
- Pero mujer, en esta casa ya no se respeta la dignidad de un gaucho. ¿No ves que mi
actividad es intelectual?
- ¡Que actividad ni que ocho cuartos! Levantate de una vez que me parece que viene gente.

Eulogio, así tal cual como se levantó, se puso sus bombachas de gaucho, se calzó sus
alpargatas y salío a recibir al inesperado visitante.
- ¡Buenas y santas! (gritó Eulogio)
- ¡Buen día caballero! ¿Puedo pasar? (preguntó el recién llegado).
- Y ya pasó hombre, si ni tranquera tenemos…

El visitante era un señor vestido con saco y corbata, zapatos lustrados y un maletín en la
mano. Lo abríó, sacó varios folletos y algunos formularios.

- Señor, tengo una muy buena noticia que darle… (dijo el visitante sonriendo).
- Desembuche nomás (contestó Eulogio).
- ¡Tengo la solución a todos sus problemas!
- Y digame don ¿qué problemas puedo tener yo?
- Muchos. Pero hoy ya no, porque… ¡la tecnología ha llegado hasta su casa!
Represento a la Sociedad de fomento del pueblo, y vengo a verlo porque estamos ofreciendo
diversos servicios.
- ¿Y qué necesito yo? (preguntó Eulogio que todavía bostezaba).
- ¿Tiene agua corriente? (le preguntó el visitante).
- Aljibe (contestó Eulogio).
- ¿Luz eléctrica?
- Velas.
- ¿Gas natural?
- Brasero
- ¡No ve! (dijo el visitante con entusiasmo). Vengo a traerle la tecnología, la revolución
moderna. ¿Usted en que trabaja?
- Bueno… estoy en el campo, duermo la siesta, tomo mate… Un turista me dijo que yo era
una persona extravagante.
- ¡Extra-vagante! ¡Extra-vagante! (gritó Catalina desde adentro del rancho), ¡con un espacio
al medio! ¡Tiene una cuota extra de vagancia!
- ¡Justamente! (dijo el visitante) Ya no es necesario que camine hasta el pozo a buscar agua,
puede tener agua en una canilla dentro de su casa. Puede tocar un botón y encender un
velador sin tener que acercarse hasta la mesa para buscar una vela. Puede, también, calentarse
con una estufa a gas sin tener que andar buscando leña afuera.
- Si puedo hacer todo desde la cama me interesa (dijo Eulogio).
- ¡Todas esas son cosas del pasado! (dijo el visitante exultante). Hasta su caballo, que no
tiene acceso a la tecnología, sabe hacerse de comida o acercarse a tomar agua. Pero los
animales tienen que areglárselas con lo que les es dado, lo que está ahí. En cambio usted
puede darle bienestar a su vida. Ya no tiene que conformarse con las cosas como vienen ¡se
puede transformar el mundo!
- ¿Puedo modernizar a la Catalina también? Es modelo cincuenta (preguntó Eulogio).
- Puede mandarla a un spa y que venga rejuvenecida. Puede hacerle unos implantes también
(dijo el visitante en tono de confesión). Si la naturaleza no se adapta a nuestras necesidades,
entonces ¡adaptemos la naturaleza!
- Me interesa, sígame contando (dijo Eulogio con cierta picardía).
- Si podemos tener una vida de bienestar, ¿porqué conformarnos solamente con lo básico?
Comer y dormir también los animales lo hacen. Pero las cosas más necesarias son justamente
esas que no necesitamos para subsistir. No solo es cuestión de estar sino de estar bien. Ese
bienestar es el que vengo a proponerle, don. Vida y bienestar son una misma cosa.
- Si puedo pasar más tiempo recostado para mi está bien (dijo Eulogio rascándose detrás de la
oreja).
- ¡Por supuesto! Piense en un lavarropa, un lavavajilla… ¡cuánto tiempo pueden ahorrarle!
- Pero de todas formas la que se encarga de la casa es la Catalina (contestó Eulogio).
- ¿Y usted don? ¿No anda a Caballo? (dijo el visitante).
- ¡Todo gaucho que se precie de tal tiene su flete! (dijo Eulogio con firmeza). Mi matungo se
llama Cólera. Le puse así después que en la doma me tiró varias veces, hasta que al final,
monté en cólera y lo domé.
- ¿Y no pensó en comprarse una moto? No le come el pasto, no toma agua, anda más rápido,
no se cansa… Se puede ahorrar un montón de tiempo.
- ¿Y puede quedarme tiempo para dormir un poco más de siesta?
- Lo que usted quiera (dijo el visitante). El que mejor sabe acerca de sus necesidades es usted
mismo. La idea de bienestar no es igual para todas las personas, y las necesidades de las
personas lo son solamente en función del bienestar de estas. Es esta tecnología que le vengo a
alcanzar la que nos cambia la vida, y así, reforma el mundo. Vea, hay un filósofo que se
llama Ortega y Gasset, ¿oyó hablar de él?
- Al segundo no lo conozco (dijo Eulogio).
- Es el que escribió “La rebelión de las masas” (dijo el visitante).
- ¿Una revuelta de panaderos?
- No importa, déjelo ahí (dijo resignado el visitante). Él dijo justamente que nuestra
necesidad es lo que habitualmente entendemos por necesidad básica, más lo superfluo. La
técnica no solamente satisface nuestras necesidades, sino que también nos ayuda a ahorrar
esfuerzo. Y por eso déjeme decirle que una moto es el artículo ideal para usted.
- ¿Le parece? (preguntó Eulogio)
- ¡Claro hombre! (dijo el visitante) Puede tirar esas bombachas viejas, esas alpargatas y
ponerse unos jeans y unas zapatillas, es el último grito de la moda.
- A mi la que me grita es Catalina.
- Mire, (dijo el visitante) tengo una justo para usted, entrega inmediata.
- ¡Catalina! (gritó Eulogio) ¡Vamos a dar una vuelta por el pueblo!
- ¡Ay Eulogio! ¿pero qué compraste? (Dijo Catalina).
- ¡Vení, que vamos a beneficiarnos de la técnica!

Así fue como Eulogio aprendió que ya no quería estar en el mundo satisfaciendo sus
necesidades elementales, sino también “bien-estar”, que podía inventar en cierta manera su
vida porque podía decidir para sí, cuáles son sus necesidades, las que son relevantes para él, y
qué cosa es “lo superfluo”, a lo cual le puede dedicar el esfuerzo para generar cambios que le
ayuden a ahorrarse esfuerzo.

Así fue también como su mujer aprendió que significaba la frase “agarrate Catalina”.

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