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Feldman
Mi nombre es Jack C. Fui Ingeniero en Obras, y tenía un proyecto
próximo a construirse. Se trataba de un complejo Eco turístico que
abarcaría todo el terreno donde se encuentra actualmente el Sanatorio
Saint George. El día siete de Mayo de 1998 me presenté a reconocer el
terreno donde había de construir mi proyecto. El sanatorio es un
edificio rojo, antiguo, que ofrece un aspecto bastante desolador y
lúgubre. Me alivió el pensar que sería demolido pronto. Después de
recorrer todo el lugar junto al encargado de asesoría, regresé a mi
hogar con un expediente muy antiguo de un interno llamado Martin
Feldman, el cual encontré entre los archivos del subterráneo. Me llamó
la atención no sólo porque contara con tres mil ciento cuatro páginas, si
no que el morbo me llevó a registrar la sección "Pacientes Peligrosos".
Ahí encontré la carpeta, la más gruesa de todas ellas. No soy hombre
perverso, mas pasé tanto tiempo leyendo perfiles de asesinos místicos,
psicópatas, antropófagos, necrófilos y otras aberraciones, que se me
hizo tarde y mi equipo estaba buscándome. Como dije, tomé el
expediente de Feldman y lo guardé en mi maletín. Ya en casa, estaba
tan ansioso por descubrir qué había hecho el tipo para que tuviera un
expediente tan largo, que rehusé cenar con mi esposa y me encerré en
mi habitación a leerlo. Tuve que oír sus protestas todo el tramo desde
la puerta hasta mi cuarto, pero ya estaba instalado en mi silla de cuero,
preparado para una lectura nada bella. El archivo contenía, como ya
dije, tres mil ciento cuatro páginas de historial clínico, pero los
elementos más fascinantes eran los dibujos, diagramas y símbolos
adjuntos, todos confeccionados por el propio Feldman, y, según una
nota del doctor, hechos bajo terribles espasmos, insultos e
imprecaciones. Nunca en toda mi vida había visto trazos tan
fascinantes como aquellos. Seres indescriptibles desfilaban en un
dibujo tras otro. Símbolos, al parecer ocultistas, me llenaban de
escalofríos. Pasé muchas horas revisando el contenido, hasta que lo
encontré... Era un sobre que contenía varias hojas muy raídas y
manchadas que dificultaban considerablemente la lectura. No me
habría molestado en leerlas, pero una etiqueta pegada por un tal
doctor Morgan sedujo de nuevo mi morbo. Rezaba lo siguiente:
"PROHIBIDO. A todo el personal del centro, se le advierte que la
posesión sin previo permiso de este documento significa el instantáneo
término del contrato vigente. Dr. F.G. Morgan, director." Abrí el sobre
rápidamente y descubrí que se trataba de una suerte de carta, dirigida
a nadie en especial, una suerte de testimonio. Al final del testimonio se
adjuntaba otra hoja, la más terrible de todas, titulada "La Excomunión
de Tsathoggua", escrita en un idioma desconocido para mí, pero estoy
seguro de que eran cosa de magia negra. Cierto o no, desde que leí
aquellas hojas que nunca más fui el mismo. Mi vida se derrumbó por
completo, mi esposa me abandonó junto a mis dos hijos, y me
encuentro sumido en la miseria más vergonzosa. No se lo atribuyo a
aquellas páginas, pero ya no sé que pensar.
Y aquí estoy, el despojo de lo que fue, alguna vez, un feliz y próspero
hombre, hoy aquejado por una horrorosa enfermedad desconocida que
ennegrece mis manos, retuerce mi columna, desencaja mis
articulaciones, desfigura mi rostro y me pudre vivo. El Gobierno me ha
dado una casucha en lo más alejado del campo, en la cima de una
colina estéril que nadie jamás visita, y también me han otorgado una
irrisoria asignación alimenticia. El doctor me ha dicho que sea realista,
que acepte que voy a morir en tales condiciones infrahumanas, que
acepte que no hay cura para mi mal. En definitiva, debo
acostumbrarme a vivir como un miserable, menos que un paria. Es por
eso, porque estoy cerca de la Muerte, que escribo esto y doy a conocer
estas palabras terribles, aunque verdaderamente no sé por qué lo hago.
Una fuerza superior a mi competencia me obliga a perpetuar esta
infame verdad. Lo mejor que se puede hacer con estas páginas es
quemarlas, olvidar que existen, no es necesario leerlas, ¡Deben
quemarse!...
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LA EXCOMUNIÓN DE
TSATHOGGUA
(Texto transcrito tal cual aparece en la hoja del expediente Feldman)
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EL TESTIMONIO
Era 1828 cuando decidimos emprender nuestras expediciones por el
mundo. Éramos jóvenes llenos de inquietantes ideas. Charles Wright
contaba entonces treinta y dos años, y yo treinta y seis. En aquellos
años, recuerdo, estábamos en busca de ciertos objetos sagrados en
Bangladesh, y si los encontramos entonces, no podría decirlo. No
recuerdo casi nada. No quiero recordar nada. Escribo esta declaración
porque sé que mi fin está cerca. Escribo esto para prevenir a aquel
desafortunado que vea lo que yo vi. A fin de cuentas, escribo esto
porque...