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Susana Rotker define a la crónica como el lugar de encuentro del discurso literario y el
periodístico (1992, p. 239) Refiere además que, “ perdida con los años la significación
principal que las crónicas pudieron tener para el público lector de aquel entonces, son
discursos literarios por excelencia” (1992, p.136). Es decir, que la recepción de una obra
como crónica o como discurso literario va a depender del marco temporal en que esta
ocurra. Es un asunto de pragmática: no sólo nos interesa la intención del autor sino el
contexto en que la obra fue recibido.
Así mismo, en la introducción, el mismo G.G.M cita que el joven Velasco “tenía un instinto
excepcional del arte de narrar, una capacidad de síntesis y una memoria asombrosas”. Por
otra parte, Puertas Moya comenta que en la narración “no se trata de un mero narrar
memorístico, sino de una interpretación de los hechos narrados”(200, p-29) es decir, la
subjetividad de Velasco esta implícita en el relato. G.G.M necesita de la materia prima que
Gutiérrez
Velasco le ofrece para escribir la crónica. A la conclusión a la cual podemos llegar es que
luego de “ 20 sesiones diarias de seis horas” durante las cuales el periodista tomaba notas,
hay que recurrir a un procesos de selección del material para destacar sólo aquellos
elementos que son de interés para las intenciones del “autor”. En esta trabazón de inclusión
y descarte de los hechos narrados para centrarse en aquellos que son de relevancia, esta
imbricada la autoría de G.G.M. En este sentido, el proceso de selección del material
responde a la necesidad de presentar un hecho noticioso y no la experiencia personal de
Velasco. G.G.M. es el autor de esta crónica periodística desde dicho punto de vista.
Una vez que El relato de un náufrago expira como noticia en el tiempo y lo tomamos en
cuenta como discurso literario podemos permitirnos la licencia de atribuirle la autoría a
Velasco. Es cierto que en la narración sobrevive el enfoque de G.G.M. y que la historia no
fue redactada por el mismo Velasco ¿Pero cede el derecho de la historia el hecho de
transcribirla? ¿Donde quedan los testimonios?
marginada a menos que se piense en los marinos a bordo del A.R.C. Caldas como un
colectivo afectado por una problemática social. No parece ser esta la definición más
adecuada. No obstante, al abordar el relato de Velasco como un “testimonio”, partiendo de
la idea de que el es narrador de un evento que forma parte de su experiencia personal,
estamos asumiendo que hay un componente autobiográfico en él. El relato de una náufrago
asume como modalidad la “escritura” desde el yo.
Podríamos aproximarnos al relato como memorias, pero el interés por otros personajes y
eventos ajenos a su propia experiencia solo se destaca en los tres primeros capítulos. No es
algo constante en toda la historia considerando que el relato consta de 14 capítulos. De
hecho las alusiones a otros personajes y eventos parecen formar parte de un marco de
referencias y no de un intento del personaje por compartir sus recuerdos de modo íntimo.
Recuerdos que además no le son tan lejanos como para tener la necesidad de documentarlos
con estas intenciones. Se limita a hechos factuales, pequeñas biografías de sus compañeros
y referencias de tiempo y espacio intercaladas con algunas manifestaciones de su
subjetividad. De modo que memorias tampoco parece un término apropiado para definirlo.
Ahora que hemos llegado a esta conclusión, nos centraremos en el problema que nos
interesa:
¿En El relato de un naufrago hay verdad para quién y como se construye? ¿Hay un espacio
ficcional?
En este punto es preciso fragmentar la estructura del relato en dos partes: la primera
corresponde los capítulos I, II, III, XII y XIII y parte del XIV. Esta parte es bastante
referencial y por la calidad de los sucesos relatados es comprobable. Entiéndase en este
sentido que hay testigos y documentos que pueden respaldar las palabras de Velasco. La
segunda parte comprende los capítulos IV al XI. Lo relatado en estos capítulos no es
comprobable, dependemos de lo que nos cuenta el náufrago y estrictamente de su visión de
las cosas. Nos cuenta lo que solamente él nos puede decir y no hay forma de verificarlo.
Gutiérrez
No estamos queriendo decir con estos que sospechemos del relato de Velasco en esta parte,
no estamos proponiendo lo que Lejeune llamaría una mitomanía es decir, “ la sustitución de
una historia descaradamente inventada, y globalmente sin relación de exactitud con la
vida”, tampoco nos referimos a esos errores e imprecisiones en el proceso de elaborar su
propia historia, sino a una mezcla de ficción y autobiografía.
“Algunas personas me dicen que esta historia es una invención fantástica. Yo les pregunto:
Entonces que hice durante mis diez días en el mar?” (García Márquez,1980, p.88) Como
podemos darnos cuenta, el narrador esta consciente de que para el lector cabe la posibilidad
de que su historia sea en parte ficcional, pero por otra también asume que en algún
momento se harán la misma pregunta. Sabemos que la historia cuenta con verosimilitud
sintáctica y semántica pero cabe la posibilidad de que la percepción de Velasco haya sido
distorsionada por las condiciones extremas a las que estuvo sometido su organismo y
sabemos que la percepción como proceso cognitivo esta ligado a ciertas condiciones
orgánicas. Sin intención consciente, Velasco pudo haber incluido ficción en su relato.
No parece que Velasco pudiera distinguir claramente entre real y no real: “Yo no sabía si
era realidad o fantasía, a pesar de aquellos breves minutos vi nadar aquella gigantesca
tortuga amarilla” (1980, p.66). Si esto es así ¿Cómo podemos confiar en su testimonio?
La verdad es que a pesar de estas disolvencias entre delirio, sueño y realidad, Velasco
parece estar consciente de ellas: “El día anterior me había visto en una fiesta en el Mobile.
Luego había visto una gigantesca tortuga amarilla (...) ahora estaba viendo tierra. Si cuatro
o cinco días antes hubiera sufrido aquella alucinación me habría vuelto loco de alegría”
(1980, p.71). Sin embargo, las incluye en el relato. Velasco reconoce que la parte de su
experiencia no ocurrió en otra parte de su imaginación y a pesar de ello, la incluye. Velasco
esta ficcionalizando su propia historia.
Como diría Noguerol “la utilidad de este concepto literario (...) para diferenciar la
1" Ficción de acontecimientos y de hechos estrictamente reales, si se quiere, autoficción, confía el lenguaje de la aventura
a la aventura del lenguaje “fuera del propósito y de la sintaxis de la novela, tradicional o moderna”
Gutiérrez
autobiografía tradicional de aquellas obras en las que el nombre del autor coincide con el
personaje sin necesidad de que la realidad se encuentre tras la peripecia narrativa, resulta
incuestionable en los últimos tiempos”(2008, p.44). Aunque este concepto todavía esta en
discusión, parece responder a las necesidades que planteamos, pues se adapta a la
dicotomía ficción/realidad, verdadero/falso en la que Velasco nos coloca al insertar estas
fantasías en su relato.
Entonces la ficción en El relato de un náufrago puede verse, más que como un deseo
consciente de querer alterar la historia, como un deseo consciente de poner en
comunicación en el texto lo real con lo ficcional sin alterar la credibilidad. Lo ficcional
forma parte de esta realidad que Velasco pretende transmitirnos. No deja de ser
autobiográfico ni deja de ser autoficcional.
Gutiérrez
Bibliografía
Borja, M. (2005). Relato de un Náufrago, un texto a medio camino entre literatura y
periodismo. CAUCE, Revista Internacional de Filología y su Didáctica, 28.
Puertas Moya, F.E. (2003) La escritura autobiográfica en el fin del siglo XIX: el ciclo
novelístico del Pío Cid considerado como la autoficción de Ángel Gabinet. Zaragoza:
Universidad de Zaragoza.
Noguerol, F. (2008) Cuentarlo todo: El texto breve como ejercicio de libertad. Publicado
en: El cuento hispanoamericano contemporáneo - Vivir del cuento. París: Université
Paris-Sorbonne.
Disponible en: http://www.crimic.paris-sorbonne.fr/actes/vivir/cuento.htm