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Gutiérrez

Susana Rotker define a la crónica como el lugar de encuentro del discurso literario y el
periodístico (1992, p. 239) Refiere además que, “ perdida con los años la significación
principal que las crónicas pudieron tener para el público lector de aquel entonces, son
discursos literarios por excelencia” (1992, p.136). Es decir, que la recepción de una obra
como crónica o como discurso literario va a depender del marco temporal en que esta
ocurra. Es un asunto de pragmática: no sólo nos interesa la intención del autor sino el
contexto en que la obra fue recibido.

Borja Orozco reconoce en El relato de un náufrago un texto ambivalente, “a medio camino


entre literatura y periodismo” (2005, p.1). Sin embargo, en sus disertaciones parece
inclinarse hacia la crónica como discurso predominante. En este sentido toma en cuenta los
elementos paratextuales como básicos en la definición del texto, así como el papel de
Gabriel García Márquez como autor. Ella sugiere que el papel del periodista fue
fundamental en la reconstrucción de los hechos, de allí que argumente su “autoría”: “El
autor, al pretender “la reconstrucción periodística” de lo que el superviviente le cuenta,
utiliza el género de la crónica en tanto le permite aludir a un tiempo y espacio bajo una
organización secuencial u orden cronológico” (2005, p.58) Sin embargo, recordemos que la
memoria tiene de por sí sus propios mecanismos de reconstrucción, ya en la narración oral
apreciamos una secuencialidad temporal que responde a un orden lógico. Además:

No puede caber duda de la capacidad de selección y


organización prenarrativa que la memoria posee, de manera
que el individuo no va a trabajar con recuerdos aislados
como materia prima sino con una facultad que funciona con
su propio orden (Puertas Moya, 2003, p.26)

Así mismo, en la introducción, el mismo G.G.M cita que el joven Velasco “tenía un instinto
excepcional del arte de narrar, una capacidad de síntesis y una memoria asombrosas”. Por
otra parte, Puertas Moya comenta que en la narración “no se trata de un mero narrar
memorístico, sino de una interpretación de los hechos narrados”(200, p-29) es decir, la
subjetividad de Velasco esta implícita en el relato. G.G.M necesita de la materia prima que
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Velasco le ofrece para escribir la crónica. A la conclusión a la cual podemos llegar es que
luego de “ 20 sesiones diarias de seis horas” durante las cuales el periodista tomaba notas,
hay que recurrir a un procesos de selección del material para destacar sólo aquellos
elementos que son de interés para las intenciones del “autor”. En esta trabazón de inclusión
y descarte de los hechos narrados para centrarse en aquellos que son de relevancia, esta
imbricada la autoría de G.G.M. En este sentido, el proceso de selección del material
responde a la necesidad de presentar un hecho noticioso y no la experiencia personal de
Velasco. G.G.M. es el autor de esta crónica periodística desde dicho punto de vista.

A pesar de estas consideraciones, El relato de un náufrago consta de mucho más que un


simple hecho noticioso sobre el cual llamar la atención del público. Hay una experiencia
personal minuciosamente detallada que excede los fines del reportaje periodístico. Si bien
G.G.M. se alienta a transcribir estos sucesos porque esta tras una “verdad”, según indica él
mismo: “la verdad nunca publicada hasta entonces”(p.9): la de los ilícitos de carga y
contrabando que ocasionaron el accidente, lo que acontece después del mismo no parece
formar parte de este intento. ¿Que denuncia hay en exponer el padecimiento de Velasco
durante diez días en el mar? Como reportero parece necesitar de la experiencia tortuosa de
Velasco para llamar la atención sobre los hechos que constituyen realmente la denuncia.
Esta claro que G.G.M. busca un impacto en la sociedad y se ancla al relato de Velasco para
lograrlo.

Una vez que El relato de un náufrago expira como noticia en el tiempo y lo tomamos en
cuenta como discurso literario podemos permitirnos la licencia de atribuirle la autoría a
Velasco. Es cierto que en la narración sobrevive el enfoque de G.G.M. y que la historia no
fue redactada por el mismo Velasco ¿Pero cede el derecho de la historia el hecho de
transcribirla? ¿Donde quedan los testimonios?

Podríamos pensar que la relación de Velasco y García Márquez ha pasado a ser la de un


testimonialista-testimoniante. El marinero esta prestando su testimonio para denunciar una
realidad que ha sido ocultada por la versión oficial. Su historia es una crítica que busca un
impacto social; sin embargo, no es un sujeto ejemplar, no representa a una comunidad
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marginada a menos que se piense en los marinos a bordo del A.R.C. Caldas como un
colectivo afectado por una problemática social. No parece ser esta la definición más
adecuada. No obstante, al abordar el relato de Velasco como un “testimonio”, partiendo de
la idea de que el es narrador de un evento que forma parte de su experiencia personal,
estamos asumiendo que hay un componente autobiográfico en él. El relato de una náufrago
asume como modalidad la “escritura” desde el yo.

A pesar de que los elementos paratextuales señalan la intervención de G.G.M. en la


escritura de la obra, debemos señalar que el relato esta firmado por Velasco y que en este
particular esta reseñando un pacto autobiográfico. Esta firma daría por terminadas las
discusiones de la autoría para Lejeune, quién afirma que para que haya relato
autobiográfico debe haber identidad entre autor, narrador y personaje. Sin embargo, definir
El relato de un náufrago como una autobiografía escapa de nuestras consideraciones pues
la narración no abarca toda la vida de Velasco, sólo un hecho puntual y trascendental de su
vida, que si bien refleja su interioridad no involucra el desarrollo de su personalidad.

Podríamos aproximarnos al relato como memorias, pero el interés por otros personajes y
eventos ajenos a su propia experiencia solo se destaca en los tres primeros capítulos. No es
algo constante en toda la historia considerando que el relato consta de 14 capítulos. De
hecho las alusiones a otros personajes y eventos parecen formar parte de un marco de
referencias y no de un intento del personaje por compartir sus recuerdos de modo íntimo.
Recuerdos que además no le son tan lejanos como para tener la necesidad de documentarlos
con estas intenciones. Se limita a hechos factuales, pequeñas biografías de sus compañeros
y referencias de tiempo y espacio intercaladas con algunas manifestaciones de su
subjetividad. De modo que memorias tampoco parece un término apropiado para definirlo.

Tampoco estamos en presencia de un diario íntimo ni de autorretrato. Estamos de acuerdo


en que no se trata de una autobiografía por la corta extensión de los eventos que abarca; de
hecho abarca solo un evento, único y trascendente en la vida del personaje, al punto de
llegar a pensar que en ausencia del mismo Velasco sería un anónimo. Entonces el relato de
este hecho se convierte en algo fundamental para elaborar la identidad del sujeto ante un
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colectivo. Si desconectamos del evento la identidad tenemos un relato, cualquier relato


ficcional que a no ser por las referencias de G.G. M. poco serviría como crónica
periodística porque carecería del principal anclaje de verosimilitud: el actor/ testigo de los
hechos: “...mi único problema literario sería conseguir que el lector lo creyera. No fue sólo
por eso, sino porque nos pareció justo que acordamos escribirlo en primera persona y
firmado por él”(1980, p.8) Con esta declaración García Márquez deja claro que “eso” (la
credibilidad) estaba dentro de los factores que motivaron a incluir la identidad del naufrago
en la obra. Ahora bien, si desconectamos de la identidad el evento, tenemos a un perfecto
desconocido, sin nada relevante que compartir. Identidad y evento están ligados, entonces
estamos ante un relato con componentes autobiográficos: un relato autobiográfico.

Ahora que hemos llegado a esta conclusión, nos centraremos en el problema que nos
interesa:

Lejeune en su afamado “El pacto autobiográfico” afirma que


este tipo de escritura esta llamado a decir la verdad: el
análisis se desplaza al lector. Pero la pregunta es clara: verdad
para quien? Suscribo a Paul de Man cuando señala que toda
narración de un yo es una forma de ficcionalización (Gallego,
2007, p.3)

¿En El relato de un naufrago hay verdad para quién y como se construye? ¿Hay un espacio
ficcional?

En este punto es preciso fragmentar la estructura del relato en dos partes: la primera
corresponde los capítulos I, II, III, XII y XIII y parte del XIV. Esta parte es bastante
referencial y por la calidad de los sucesos relatados es comprobable. Entiéndase en este
sentido que hay testigos y documentos que pueden respaldar las palabras de Velasco. La
segunda parte comprende los capítulos IV al XI. Lo relatado en estos capítulos no es
comprobable, dependemos de lo que nos cuenta el náufrago y estrictamente de su visión de
las cosas. Nos cuenta lo que solamente él nos puede decir y no hay forma de verificarlo.
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Lejeune nos habla de un pacto referencial que esta implicado en la escritura


autobiográfica: se asume que estos textos soportan su verosimilitud en un cierto grado de
parecido con la realidad y que en este se sustenta la credibilidad del lector. Evidentemente
como lectores sometemos a juicio esta referencialidad y aunque El relato de un náufrago
condensa en la primera parte gran cantidad de elementos del exterior para sustentarla, en la
segunda solo podemos tomar como referente de lo real la percepción de Velasco. Es decir,
no hay manera directa o indirecta de comprobación, y no se trata de que la haya, pero
dependemos solo de su subjetividad. El único testigo de lo que ocurrió durante sus días en
alta mar es él mismo.

No estamos queriendo decir con estos que sospechemos del relato de Velasco en esta parte,
no estamos proponiendo lo que Lejeune llamaría una mitomanía es decir, “ la sustitución de
una historia descaradamente inventada, y globalmente sin relación de exactitud con la
vida”, tampoco nos referimos a esos errores e imprecisiones en el proceso de elaborar su
propia historia, sino a una mezcla de ficción y autobiografía.

“Algunas personas me dicen que esta historia es una invención fantástica. Yo les pregunto:
Entonces que hice durante mis diez días en el mar?” (García Márquez,1980, p.88) Como
podemos darnos cuenta, el narrador esta consciente de que para el lector cabe la posibilidad
de que su historia sea en parte ficcional, pero por otra también asume que en algún
momento se harán la misma pregunta. Sabemos que la historia cuenta con verosimilitud
sintáctica y semántica pero cabe la posibilidad de que la percepción de Velasco haya sido
distorsionada por las condiciones extremas a las que estuvo sometido su organismo y
sabemos que la percepción como proceso cognitivo esta ligado a ciertas condiciones
orgánicas. Sin intención consciente, Velasco pudo haber incluido ficción en su relato.

En varios fragmentos del relato estamos en presencia de cierto tipo de alucinaciones o


delirios que Velasco nos cuenta como muy vívidos:

Pero seguí mirando la oscuridad tratando de penetrarla.


Entonces fue cuando vi perfectamente, en el otro extremo
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de la borda, a Jaime Manjarres, sentado, con su uniforme


de trabajo: pantalón y camisa azules, y la gorra
ligeramente inclinada sobre la oreja derecha, en la que se
leía claramente a pesar de la oscuridad: “A.R.C. Caldas”
(1980, p.38)

No parece que Velasco pudiera distinguir claramente entre real y no real: “Yo no sabía si
era realidad o fantasía, a pesar de aquellos breves minutos vi nadar aquella gigantesca
tortuga amarilla” (1980, p.66). Si esto es así ¿Cómo podemos confiar en su testimonio?

La verdad es que a pesar de estas disolvencias entre delirio, sueño y realidad, Velasco
parece estar consciente de ellas: “El día anterior me había visto en una fiesta en el Mobile.
Luego había visto una gigantesca tortuga amarilla (...) ahora estaba viendo tierra. Si cuatro
o cinco días antes hubiera sufrido aquella alucinación me habría vuelto loco de alegría”
(1980, p.71). Sin embargo, las incluye en el relato. Velasco reconoce que la parte de su
experiencia no ocurrió en otra parte de su imaginación y a pesar de ello, la incluye. Velasco
esta ficcionalizando su propia historia.

Entonces ya no estamos en presencia de simples inexactitudes o distorsiones en el proceso


de recuperar la información a partir de la memoria; ¿Estaríamos en presencia de
autoficción?

Este termino fue acuñado por Serge Dubrovsky como:

Fiction d’événements et de faits strictement réels, si l’on


veut, autofiction, d’avoir confié le langage d’une aventure à
l’aventure du langage, hors sagesse et hors syntaxe du roman,
traditionnel ou nouveau (1977. p. N/A)1

Como diría Noguerol “la utilidad de este concepto literario (...) para diferenciar la

1" Ficción de acontecimientos y de hechos estrictamente reales, si se quiere, autoficción, confía el lenguaje de la aventura
a la aventura del lenguaje “fuera del propósito y de la sintaxis de la novela, tradicional o moderna”
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autobiografía tradicional de aquellas obras en las que el nombre del autor coincide con el
personaje sin necesidad de que la realidad se encuentre tras la peripecia narrativa, resulta
incuestionable en los últimos tiempos”(2008, p.44). Aunque este concepto todavía esta en
discusión, parece responder a las necesidades que planteamos, pues se adapta a la
dicotomía ficción/realidad, verdadero/falso en la que Velasco nos coloca al insertar estas
fantasías en su relato.

Entonces la ficción en El relato de un náufrago puede verse, más que como un deseo
consciente de querer alterar la historia, como un deseo consciente de poner en
comunicación en el texto lo real con lo ficcional sin alterar la credibilidad. Lo ficcional
forma parte de esta realidad que Velasco pretende transmitirnos. No deja de ser
autobiográfico ni deja de ser autoficcional.
Gutiérrez

Bibliografía
Borja, M. (2005). Relato de un Náufrago, un texto a medio camino entre literatura y
periodismo. CAUCE, Revista Internacional de Filología y su Didáctica, 28.

Gallego, A. (2007) Punto y coma. Pavese y El oficio de vivir. Granada: Universidad de


Granada.

García Márquez, G. (1980) El relato de un Naufrago. Barcelona:Tusquets Ediciones.


Décima edición.

Lejeune. P. (1991). El pacto autobiográfico. Anthropos, 29.

Mejías, M.C. (2010) documento en línea:


http://proustnotas.blogspot.com/2010/02/autoficcion.html

Puertas Moya, F.E. (2003) La escritura autobiográfica en el fin del siglo XIX: el ciclo
novelístico del Pío Cid considerado como la autoficción de Ángel Gabinet. Zaragoza:
Universidad de Zaragoza.

Noguerol, F. (2008) Cuentarlo todo: El texto breve como ejercicio de libertad. Publicado
en: El cuento hispanoamericano contemporáneo - Vivir del cuento. París: Université
Paris-Sorbonne.
Disponible en: http://www.crimic.paris-sorbonne.fr/actes/vivir/cuento.htm

Rotker, S. (1992) El lugar de la Crónica. Ciudad de Habana: Ediciones de la Casa de las


Américas.

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