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LA CRISIS LIBIA.

A MORO MUERTO
GRAN LANZADA

No son pocos los que se han sorprendido porque no he llamado a Gaddafi "asesino", "genocida" o
"terrorista". Pues no lo he hecho ni lo pienso hacer. Y es que no quiero sumarme al coro de los que le
rocían con estos epítetos, le conminan a marcharse, le amenazan con intervenciones militares
"humanitarias" y le dibujan un futuro penal más que negro. Y no quiero porque entre ellos figuran
quienes le estuvieron cubriendo de elogios tras recibirle con honores militares y alfombra roja, quienes
le entregaron las llaves de oro de su ciudad y cantaron impúdicamente sus glorias, quienes permitieron
que instalase su "jaima" en -por ejemplo- los jardines del Palacio de El Pardo madrileño, quienes le
enviaron personas apresadas contra cualquier derecho para que, en aras de la "Guerra contra el
Terrorismo", las torturase, etc., etc.

Yo tuve una muy buena relación con Moammar el Gaddafi y con varios miembros de la primigenia
cúpula del poder, entre ellos el ministro de Información y un miembro del Consejo de la Revolución.
Fue un idilio, si se le puede llamar así, intenso y corto. Acabó cuando, al estallar la Guerra de Octubre
de 1973, encontrándose el aeropuerto de El Cairo cerrado, tuve que volar a Bengasi y desde allí,
mediante un azaroso viaje por carretera, alcancé Trípoli y la frontera egipcia. Mi sorpresa fue ver que
Libia no estaba en guerra. Gaddafi se habia cruzado de brazos furioso, al parecer, porque sirios y
egipcios le ocultaron, muy razonablemente, sus intenciones de atacar a Israel. Regresé por el mismo
camino, ahora tras haber asistido a cruentas batallas en el desierto del Sinaí, y Libia continuaba, por
decisión de su líder, mirando a otro lado. Ya no podía engañarme sobre quien era en realidad Gaddafi y
tomé la decisión de romper con él.

Mantuve esa actitud durante muchos años hasta que, por razones que no hacen al caso, asistí en Trípoli,
como invitado oficial, a las celebraciones del XX Aniversario de la Revolución. La experiencia fue tan
desgradable que no escribí ni una sóla línea ya que hubiera sido deshonesto aceptar la invitación y,
luego, zaherirles. Por eso me ahorro, ahora, las descalificaciones. Que las hagan quienes, hasta ayer
mismo, le lamían a Gaddafi los zapatos. .

5 marzo 2011

Por: D.Vicente Talón Ortiz

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