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PRIMERA PARTE

Reestructuración y relaciones
industriales: debates teóricos y
tendencias latinoamericanas
Las Teorías sobre la
Reestructuración Productiva
Enrique de la Garza Toledo

El ámbito de las teorías de la reestructuración productiva concierne principal-


mente a la economía no ortodoxa, la institucionalista, a la sociología industrial y
del trabajo, a la ciencia política y a los especialistas en administración de empre-
sas y en relaciones industriales. En América Latina está muy relacionada con
una forma de interpretar la crisis de principios de los ochenta (por ejemplo,
como crisis del fordismo) y las tendencias en los modelos productivos actuales.
Se puede considerar que el origen de las teorías sobre la reestructuración
productiva, desde la segunda parte de los setenta y hasta la actualidad, se en-
cuentra en las nuevas corrientes institucionalistas de la economía. El institucio-
nalismo fue importante en los Estados Unidos entre la primera guerra mundial
y el New Deal; se diferencia de la economía ortodoxa neoclásica en que, además
del mercado, toma en cuenta la presencia de instituciones, normas y actores pa-
ra explicar los comportamientos económicos (Kerr, 1969). En Inglaterra, una
corriente emparentada con el institucionalismo, la democracia industrial, negó,
desde los años veinte, la idea de competencia perfecta y consideró que los sala-
rios, las jornadas y las condiciones de trabajo se fijan, en parte, dependiendo de
las relaciones de fuerzas entre los actores de las relaciones industriales. Entre los
años treinta y sesenta, en los Estados capitalistas no dominaron los economistas
ortodoxos y las leyes laborales, la contratación colectiva y los sindicatos se vieron
como entidades políticas que jugaban un rol positivo en la regulación del siste-
ma capitalista y no como distorsiones del mercado que alejarían del equilibrio
(Streeck, 1992). De este tenor es la concepción keynesiana, que niega la ley de
Say y que el remedio de la crisis se encuentre en el libre mercado. Fue ésta la
época en la que se desarrolló la perspectiva de las relaciones industriales que, en
su momento, sufrió la influencia de las críticas de Herbert Simón que al concep-
to de hombre racional opuso la noción de racionalidad limitada (Shister, 1956).

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En los setenta el instituclonalismo entró en crisis; hubo un repunte de los


herederos de los neoclásicos en la forma de monetaristas, ofertistas y nueva eco-
nomía clásica. Sin embargo, la reestructuración productiva que apareció con cla-
ridad desde los ochenta abonó el terreno para el resurgimiento de la concepción
institucionalista y su posterior influencia en la sociología del trabajo. Es decir, el
campo problemático de la reestructuración productiva, que comprende cambios
internos (tecnología, organización y gestión, relaciones laborales, perfil de la
fuerza de trabajo y culturas laborales) y externos (relaciones cliente proveedores,
cadenas productivas, relocalización territorial, joint ventures) en el funcionamien-
to de las empresas, constituye una interfase entre la economía, la sociología del
trabajo, las relaciones industriales y la administración de empresas. En esta me-
dida, las teorías que dan cuenta de este campo problemático incluyen las postfor-
distas (Regulacionismo francés, especialización flexible y neoschumpeterianismo)
(Aglietta,1979) (Lipietz,1985) (Boyer, 1988) (Coriat, 1991), las nuevas relaciones
industriales (Rochan y Katz) (Katz y Sabel, 1985), la nueva ola de la gerencia
(Calidad Total y Justo a Tiempo) y el lean production (Womack, 1992), la geogra-
fía de Storper (1992), los nuevos conceptos de producción de Kerr y Schuman
(1987), la modernización reflexiva de Beck y las nuevas teorías de segmentación del
mercado de trabajo (Dankabar, 1992).

LAS TEORÍAS DEL POSTFORDISMO

Tres escuelas de pensamiento son comúnmente incluidas en la teoría postfordis-


ta que estudia la reestructuración productiva: el regulacionismo francés, la espe-
cialización flexible y el neoschumpeterianismo. Las tres tienen en común consi-
derar que se llegó al fin de la producción en masa estándar, que las instituciones
del período anterior (fordista) son obsoletas, y que estamos en un período de
transición productiva y de las instituciones reguladoras caracterizado por la fle-
xibilidad del trabajo.
Otras perspectivas teóricas emparentadas con el postfordismo serían las de
Edwards y Gordon (1982) (estructura social de acumulación), Lash y Urry
(1987) (fin del capitalismo organizado), Storper, Kerr y Schuman (nuevos con-
ceptos de producción) y Beck (modernización reflexiva).

El regulacionismo

La preocupación principal de esta teoría es cómo durante períodos prolongados


del capitalismo es posible la articulación más o menos armónica entre produc-
ción y consumo; se lo explica dando un papel importante a las instituciones de
regulación entre los dos niveles. De acuerdo a esta hipótesis, se trataría de expli-

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Las Teorías sobre la Reestructuración Productiva

car la crisis capitalista que parte de los setenta y las actuales tendencias de trans-
formación. Para ello, esta corriente acuña conceptos centrales como el de regula-
ción que, en general, es la forma como una relación social se reproduce a través
de normas y valores internalizados, así como por medio de mecanismos institu-
cionales. Así, el modo de regulación consistiría en las formas institucionales que
aseguran la reproducción de las relaciones sociales y en particular la adaptación
entre producción y demanda. A esa relación armónica entre producción y con-
sumo se le llama régimen de acumulación. Es claro que el interés central regula-
cionista no es hacer una teoría de la acumulación del capital, ni tan siquiera del
proceso de trabajo, sino de la consonancia entre producción y consumo y de las
instituciones que la hacen posible (Boyer, 1988). Por supuesto, rechaza la idea
neoclásica de tendencia espontánea al equilibrio lo cual es una nueva versión de
la economía institucionalista preocupada por la estabilidad; también es notable
la mayor preocupación por las estructuras e instituciones que por los sujetos.
El fordismo, dentro de la lógica regulacionista, es concebido como un Régi-
men de Acumulación caracterizado por la articulación entre producción y con-
sumo en masa; su crisis es analizada en dos niveles: por un lado, como el límite
de los procesos fordistas de producción encaminados a incrementar la producti-
vidad (segmentación entre concepción y ejecución e imposibilidad de seguir
segmentando, simplificando y estandarizando indefinidamente el trabajo por la
resistencia física y social de los trabajadores). Por otro lado, como crisis de la re-
lación salarial, leyes, instituciones y normas que regulan el uso de la fuerza de
trabajo y su reproducción (Conde, 1984). Esta última explicación es la más
coherente con el marco teórico regulacionista porque trata de la contradicción
entre el marco institucional fordista (leyes laborales, negociación colectiva, segu-
ridad social) y el incremento de la tasa de ganancia.
Las coincidencias formales entre el regulacionismo y el neoliberalismo en la
flexibilidad del trabajo se derivan de la idea de crisis como rigidez de las institu-
ciones reguladoras de la relación salarial. Sin embargo, los regulacionistas no
afirman que ya esté conformado un modo de regulación flexible substituto del
fordista (aunque las simpatías por una flexibilidad con consenso, negociada u
ofensiva es explícita) y reconocen que actualmente coexisten diferentes regula-
ciones: producción masiva flexible, viejos modelos fordistas, neotaylorismo, to-
yotismo, kalmarianismo (Lipietz, 1993). Todavía el capitalismo no habría resuel-
to una nueva articulación entre producción y consumo. En forma autocrítica,
Boyer reconoce que el regulacionismo tiene una versión muy economicista del
Estado que, en especial, no incorpora la reflexión acerca del neocorporativismo
y que desprecia el análisis de la base técnico material de los procesos producti-
vos (Boyer, 1989).

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Críticas externas importantes al regulacionismo han sido: su visión estructu-


ral funcionalista acerca de las relaciones entre régimen de acumulación y modo
de regulación; la subsunción de los sujetos y el conflicto a las estructuras e insti-
tuciones; la mistificación de la derrota del movimiento obrero en los ochenta y
su reducción a un reacomodo de estructuras; otros críticos consideran que el
fordismo no ha llegado a su fin y que los cambios productivos son menos dra-
máticos de lo que cree la teoría de la regulación.

Neoschumpeterianismo

Kondratiev inició una tradición de estudio de los ciclos largos en el capitalismo


continuada por Schumpeter en otros sentidos. El punto central para esta tradi-
ción teórica, relacionado con la innovación tecnológica, es sí esta última es una
variable exógena al mecanismo de precios de mercado o, en otros términos, si el
cambio tecnológico depende de las necesidades de acumulación de capital (Dosi,
1988). En su versión actual, la corriente neoschumpeteriana ha contribuido
substancialmente al entendimiento del proceso que va de la invención a la in-
novación tecnológica, de ésta a su difusión y finalmente a la inversión producti-
va. Se trata de un proceso con múltiples mediaciones entre las que se destacan
las características del aparato científico-técnico, las expectativas de los actores con
respecto de los resultados de la innovación y la incertidumbre del mercado acer-
ca de los resultados de la innovación tecnológica, entre otros (Freeman, 1982).
El eje conceptual de esta perspectiva, relacionado con las reestructuraciones pro-
ductivas, es el paradigma tecnológico, entendido como el conocimiento científico
en el que se basan las técnicas de procesos productivos, circulatorios o de con-
sumo centrales. Conceptos complementarios son los de tecnología genérica que
es la base de una constelación de innovaciones, por ejemplo las formas de con-
trol de los procesos productivos y las fuentes de energía; el de ciclo de vida del
producto y del proceso; el de revolución tecnológica, cuando cambia el paradigma
tecnológico y el de trayectoria tecnológica (Pérez, 1985) (Pérez, 1986) (Pérez y
Ominami, 1986).
La diferencia con los regulacionistas está en el peso central que los neo-
schumpeterianos dan a la base tecnológica para explicar el desarrollo, la crisis y
la reestructuración productiva. Se asemejan con los primeros en considerar que
el marco institucional para las invenciones, innovaciones, difusiones e inversio-
nes es fundamental, especialmente para la investigación, difusión y capacitación,
fenómenos que no son resultado de un proceso automático normalizado por el
mercado. En esta medida, la crisis actual manifiesta el agotamiento del paradig-
ma tecnológico anterior, su superación estaría en la aplicación de los resultados
de la tercera revolución tecnológica a los procesos productivos, circulatorios y de

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Las Teorías sobre la Reestructuración Productiva

consumo. Pero este salto adelante quedaría todavía en suspenso frente a la au-
sencia de las nuevas instituciones que posibilitarán la difusión amplia de las
nuevas tecnologías.
Esta corriente tiene sus particulares obscuridades:
• No queda claro el concepto de ciclo tecnológico, en términos teóricos e históri-
cos, a pesar de que es central para esta perspectiva porque enmarca las etapas del
capitalismo. Mandel trató, en su momento, de darle una justificación teórica a
través de la relación entre tiempo de rotación del capital fijo con ciclo capitalista;
según él, habría un ciclo tecnológico de desvalorización que enmarcaría el tiempo
de vigencia de un paradigma tecnológico. Sin embargo, las trayectorias tecnológi-
cas de los diferentes procesos no son sincrónicas y, aunque se han propuesto di-
ferentes periodizaciones con criterios de tecnología genérica diferentes, éstas son,
teórica e históricamente, poco convincentes.
• Por otra parte, el neoschumpeterianismo permanece como una teoria de alcance
regional, más limitada que el regulacionismo. Si bien tiene riqueza conceptual en
la línea que va de la invención a la inversión productiva, no hace propuestas es-
pecíficas del lado de la demanda; la intervención del Estado se analiza en el ám-
bito señalado dejando fuera otros aspectos políticos e institucionales estatales im-
portantes.

La especialización flexible

La originalidad de esta corriente consiste en la importancia que da a las peque-


ñas y medianas empresas, Pymes, como posibles competidoras de las grandes.
Esta perspectiva contradice, en primer lugar, la tesis neoclásica acerca de las
economías de escala y considera que en las nuevas condiciones del mercado
(economía de compradores que exigen variedad) las Pymes pueden realizar con
éxito la producción en pequeños lotes de alta calidad. Es decir, el fin de la pro-
ducción estándar en masa, el advenimiento de la producción por lotes con va-
riedad y calidad y la disminución de los costos de los equipos microelectrónicos
con capacidad de reprogramación, darían una ventaja a las Pymes con respecto
de las grandes. Ciertamente, esta corriente n o cree que la alternativa de la espe-
cialización flexible sea la tendencia necesaria; avizora dos futuros posibles pero
contradictorios; una nueva división del trabajo a la manera de Frobel, con pro-
cesos automatizados y mano de obra recalificada en el centro, contra procesos
intensivos en mano de obra en el Tercer M u n d o con malas condiciones de tra-
bajo. Frente a esta opción indeseable se abre la perspectiva de la especialización
flexible que consistiría en la producción en pequeños lotes, con calidad, utili-
zando tecnología reprogramable, con una fuerza de trabajo recalificada, con con-
senso entre este nuevo artesanado y los pequeños patrones. Esta sería función de
las Pymes que estarían articuladas formando distritos industriales (redes tupidas

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de empresas con relaciones de solidaridad entre ellas e instituciones locales de


apoyo mutuo) (Piore, 1990) (Sabel y Zeilin, 1985).
La teoría de la especialización flexible ha sido muy criticada. No ha demos-
trado la inferioridad de la gran empresa frente a las Pymes; tampoco que la pro-
ducción en masa tienda a desaparecer. La economía internacional n o puede des-
cansar en la producción por pequeños lotes, porque va dirigida principalmente
hacia los sectores medios altos; la perspectiva de la especialización flexible no re-
suelve el problema de crecimiento de la demanda agregada; la producción por
lotes utiliza componentes de producción masiva y, finalmente, las Pymes logran
el éxito pero subordinadas a las grandes como subcontratistas, empleando, di-
cen los críticos, trabajadores en peores condiciones que los obreros de las que
las subcontratan (Hyman, 1991).
Críticas generales al postfordismo son las siguientes:
• Son teorías muy estructuralistas, funcionalistas y evolucionistas. Frente a estas crí-
ticas, la salvedad postfordista de que varios modos de regulación coexisten es dé-
bil cuando se insinúa que uno de ellos (el flexible y consensual) será el que pre-
valezca por las contradicciones de los otros y las presiones del mercado.
• Se ha criticado la forma de periodización de las diferentes corrientes postfordis-
tas, como ya hemos visto en cada caso particular.
• Se ha cuestionado el olvido de los sujetos voluntarios para el resultado final de
las reestructuraciones productivas.
• Finalmente, la coincidencia con las conclusiones neoliberales en el sentido de
que la rigidez en las relaciones laborales tendría que ser superada con flexibiliza-
ción.

Para América Latina el postfordismo presenta dificultades explicativas y pre-


dictivas adicionales: no hay constatación histórica acerca del predominio del
fordismo en el período de sustitución de importaciones. En cuanto al tipo de
proceso de trabajo dominante se cuestiona la aplicabilidad universal del taylo-
rismo-fordismo y, en particular, su extensión en los procesos productivos lati-
noamericanos entre la década de los treinta y los años setenta.
Se plantea la necesidad de una mejor caracterización de la crisis y la reestruc-
turación en América Latina que sea capaz de articular, desde los niveles de la
macroeconomía y los procesos productivos, el Estado y las clases sociales fun-
damentales. Finalmente, la investigación empírica latinoamericana que parte de
los ochenta cuestiona en su mayoría la constitución de un postfordismo con sus
componentes negociados y consensúales entre el capital y el trabajo. Sin embar-
go, el postfordismo ha sido una corriente fundamental en nuestra región que ha
abierto nuevos horizontes de reflexión e investigación empírica desconocidos en
los años setenta; el problema ha sido adaptarlo como marco teórico cerrado pa-
ra entender la crisis y la reestructuración. Estas dificultades lo han convertido en

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Las Teorías sobre la Reestructuración Productiva

una nueva ortodoxia que frena la capacidad de observar y descubrir nuevos con-
ceptos para explicar los cambios productivos en Latinoamérica.

EL DEBATE SOBRE EL PROCESO DE TRABAJO

Aunque el debate sobre el proceso de trabajo que parte de las elaboraciones de


Harry Braverman (Braverman, 1974) no ha logrado conformar, en sí mismo,
una teoría acabada sobre la reestructuración productiva, su capacidad crítica y
metodológica con respecto de las teorías del postfordismo, la japoneización y la
flexibilidad proporcionan principios que permiten la reconstrucción de las teo-
rías en cuestión.
El debate sobre el proceso de trabajo ha pasado por varias etapas, desde las
tesis originales de Braverman sobre las tendencias a la descalificación del trabajo
en el capitalismo, pasando por la crítica a estas tesis dentro de la misma corrien-
te y la aceptación de la posibilidad de diversas formas de control, hasta llegar a
una suerte de teoría de la contingencia en la que no hay tendencias (Thompson,
1983) (Edwards, 1985) (Edwards, 1979). Braverman tuvo el mérito de romper
con el optimismo de la sociología industrial y las relaciones industriales de los
sesenta que veían en la automatización la liberación del trabajo humano y en los
sistemas de relaciones industriales el camino hacia la concordia entre el capital y
el trabajo. Braverman partió de la tesis de Marx del desdoblamiento en el proce-
so de producción, entre proceso de trabajo y proceso de valorización; el capital
necesita controlar al obrero en el proceso de trabajo para cumplir su función de
explotación. En esta línea, Braverman identificó la descalificación con la pérdida
de control del obrero sobre su trabajo.
Pronto surgieron las críticas a los planteamientos de Braverman: si las carac-
terísticas de los procesos de trabajo se correlacionan con etapas de la acumula-
ción del capital, y si hay una secuencia necesaria entre las formas de los proce-
sos de trabajo, la ausencia en Braverman del espacio de la subjetividad, la volun-
tad y la acción colectiva que pueden variar tendencias en el cambio de estructu-
ras productivas, muestran que: 1. Sus tesis están impregnadas de estructuralis-
mo, funcionalismo y evolucionismo; 2. Que descuidó el análisis de las nuevas
formas de organización del trabajo de su tiempo, Job enrichment, Job enlargement;
3. Que el control despótico por el capital sobre el trabajo es sólo una de las po-
sibles formas de control; y 4. La ausencia de una noción de totalidad en cuanto
a relaciones entre economía, producción, Estado y lucha de clases (Smith, 1994)
(Wood, 1987) (Littler, 1982).
En la segunda etapa del debate se desechó la idea de exclusividad del control
despótico y, en cambio, se planteó que el management desarrolla diferentes estra-
tegias de control en función, en parte, a la resistencia de los trabajadores. Asi-

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mismo se desechó la tesis de evolución lineal en la ganancia de control por la


gerencia y se identificaron diversas formas de control, por ejemplo el directo, el
técnico, el burocrático. Algunos hablaron de ciclos del control en función de la
resistencia obrera y por tanto de la posibilidad del consenso en el proceso de
trabajo. Sin embargo, se aceptó la tesis del antagonismo estructurado, es decir,
que la incertidumbre en cuanto a la relación entre valor de la fuerza de trabajo y
trabajo (cuánto valor nuevo se debe crear en el proceso de trabajo) se resuelve
cotidianamente en el propio proceso, en el cual no sólo hay reglas formales, las
hay también informales. La práctica de las reglas formales se cuestiona por las
diferencias de intereses y de formas de significación, lo que significa múltiples
interpretaciones de las reglas. Por ello, más allá de la negociación colectiva se
impondría una negociación del orden, y la manera como el management puede
lograrlo es aceptando que los trabajadores tengan una autonomía responsable
(Burawoy, 1979) (Edwards, 1979) (Friedman. 1977).
En la tercera etapa se llevó el juego entre estructuras, subjetividades y accio-
nes a su extrema consecuencia; ya no se acepta que haya relaciones causales en-
tre organización y control, tampoco que la descalificación sea necesaria; incluso
se critica que los managers busquen explícitamente el control; se cuestiona tam-
bién el concepto de estrategia empresarial y que los cambios productivos obe-
dezcan a grandes planes. Ya no habría métodos, tecnologías, organizaciones,
controles o calificaciones propios de una etapa (Burawoy, 1985) (Steward, 1992)
(Holloway, 1988) (Clarke, 1990).
Aunque actualmente el debate sobre el proceso de trabajo tiende hacia el
empirismo y la contingencia, presenta posiciones críticas muy importantes con
respecto de la japoneización, el postfordismo y la flexibilidad del trabajo que en-
garzan con las teorías sobre la reestructuración productiva.
En cuanto a la japoneización, dice S. Wood, que habría que distinguir tres
niveles de análisis: primero, si la experiencia japonesa es globalmente reprodu-
cible en otros países (japoneización propiamente dicha); segundo, la experiencia
de los transplantes japoneses; y, tercero, la doctrina gerencial inspirada en el es-
tilo japonés de management (el toyotismo). Al respecto se afirma que el estilo to-
yotista de management es un tipo ideal, incluso en Japón, y que los métodos ja-
poneses reales son a la vez de masa y en línea, sin la flexibilidad que plantea la
doctrina toyotista; que habría continuidad entre fordismo y toyotismo y que en
el futuro no es necesaria la cooperación e involucramiento de los trabajadores
puesto que para la eficiencia productiva puede haber equivalentes funcionales; a
la vez, que el fordismo realmente existente no es tan rígido porque en él tam-
bién se impone la necesidad de la negociación del orden (Wood, 1991) (Wood,
1993) (Tolliday, 1993).

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Las Teorías sobre la Reestructuración Productiva

En la polémica sobre la flexibilización hay dos líneas críticas: una muestra


que las relaciones laborales no han cambiado tanto hacia la flexibilidad y que la
flexibilidad extrema atenta contra la productividad; la otra, que no hay estrate-
gias conscientes empresariales de flexibilidad porque el management no posee in-
formación total, está dividido y busca soluciones ad hoc más que estratégicas
(Pollert, 1989) (Pollert, 1991) (Hyman y Streek, 1988).
En cuanto al postfordismo, la crítica se inicia afirmando que el fordismo no
es necesariamente rígido porque el proceso de trabajo no es totalmente predeci-
ble, el control por medio de las máquinas es relativo por fallas y el taylorismo-
fordismo sólo se aplicó en partes de ciertos procesos productivos. Empíricamen-
te no habría postfordismo ni en los países desarrollados, a pesar de que éstos
presentan muchas variantes nacionales. Hay empresas en las que apenas se in-
troducen el taylorismo y el fordismo, además la tecnología avanzada no requiere
necesariamente de flexibilidad laboral. Por otra parte, la flexibilidad no resuelve
el lado de la demanda al haber mas trabajadores precarios, ni tampoco las con-
tradicciones entre flexibilidad y resistencia, ni entre flexibilidad y necesidad de
cooperación de los trabajadores periféricos menos calificados, ni entre flexibili-
dad y conciencia de poder de los recalificados.
El debate sobre el proceso de trabajo, más allá de sus tendencias empiristas y
anulad oras de las teorías sobre el proceso de trabajo, ha rescatado la preocupa-
ción por no pensar lo laboral como simple juego entre estructuras. Introducir el
problema en la incertidumbre y las resignificaciones que hace el sujeto, la con-
vierte en la corriente que da mayor importancia al conflicto y la acción colectiva
en la reestructuración. Para ellos, la acción colectiva muestra que no existe una
única vía de transformación. Su extremismo voluntarista se traduce, es cierto, en
la contingencia pero, no necesariamente, la recuperación de sujetos, subjetivida-
des y acciones junto a estructuras debe conducir a la negación de tendencias,
aunque posiblemente se trate de definir en la coyuntura un espacio de posibili-
dades para la acción viable de los sujetos.

PROBLEMAS METODOLÓGICOS DE LAS TEORÍAS DE LA REESTRUCTURACIÓN

Las teorías de la reestructuración productiva han sido aplicadas en América La-


tina para explicar la crisis y anticipar el futuro de la producción y las relaciones
laborales. Estas aplicaciones se han hecho de forma hipotético deductiva; no
han implicado verificaciones rigurosas en términos estadísticos sino que proce-
den a través de la ilustración. En este sentido, no se ha demostrado estrictamente
que en América Latina predominó el fordismo en el período anterior ni, más es-
pecíficamente, que los procesos productivos centrales podrían caracterizarse como
tayloristas-fordistas antes de 1980. Asimismo, los intentos por mostrar las tenden-

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cias hacia el postfordismo, o bien hacia la especialización flexible, se han topado


con la existencia de múltiples anomalías que, desde el punto de vista de las teorías
del postfordismo, han recibido dos interpretaciones. Por un lado, la falsacionista
que niega el postfordismo pero sin una propuesta teórica alternativa y, por el otro,
la aceptación de que, si bien todavía no hay postfordismo, en el futuro las presio-
nes del mercado harán exitosas sólo a las empresas postfordistas.
El problema metodológico detrás de esta polémica estriba en que la vía hipo-
tético deductiva no permite explorar estrictamente alternativas explicativas por-
que, a lo sumo, se puede verificar o falsear la hipótesis, pero no proporciona
una guía para la construcción de nuevos conceptos.
El otro problema de fondo de las teorías de la reestructuración productiva
consiste en que éstas suelen ser estructuralistas puesto que dan poca importan-
cia a la acción de los sujetos en el desenlace de los acontecimientos. Pareciera
que los cambios productivos son resultado de estructuras que se desajustan y a
las cuales los sujetos tendrían que plegarse. Subjetividad, acción colectiva y, por
tanto, las posibilidades de desarrollos alternativos que escapen del evolucionis-
mo y del funcionalismo, no aparecen —al menos con claridad— en el horizonte
de las teorías de la reestructuración. La hipótesis mas común en estas teorías es
una propuesta estructuralista en el sentido de que las nuevas condiciones del
mercado y la globalización (condiciones estructurales) imponen ciertas vías de
desarrollo en los métodos, tecnologías, organizaciones, relaciones laborales y ca-
lificaciones.
Por tanto, el problema es cómo introducir en las teorías de la reestructura-
ción a los sujetos con sus subjetividades y acciones como factores también de-
terminantes de los cambios productivos. Una alternativa es la de la contingencia
acerca del futuro, como en el debate inglés sobre el proceso de trabajo; otra es
concebir dicho futuro no como una línea de desarrollo sino como un espacio de
posibilidades para la acción viable de los sujetos. El problema anterior se com-
plica cuando se plantea la influencia de diferentes contextos en el desenlace de
los procesos (por ejemplo los diversos sistemas de relaciones industriales) y, en
consecuencia, la pertinencia de teorías generales acerca de la reestructuración
productiva. Es decir, qué tanto los factores locales pueden alterar predicciones
generales acerca del futuro de los modelos de producción. En este tenor habría
que conectar la polémica interna acerca de la reestructuración productiva con las
críticas a las perspectivas bolistas, a las concepciones puramente sistémicas y, en
esta línea, a las concepciones del actor racional.
Decíamos que la aplicación hipotético deductiva de las teorías de la reestruc-
turación productiva ha conducido a un callejón sin salida a la teorización en
América Latina; son frecuentes las anomalías que a lo sumo se traducen en tér-
minos de pre, proto o pseudo postfordismo. En este nivel metodológico habría

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Las Teorías sobre la Reestructuración Productiva

que asumir que el concepto estándar de teoría que acuñó el positivismo hace
tiempo está en crisis; que el pensar la teoría como sistema de proposiciones vin-
culadas entre sí en forma deductiva y de ella deducir hipótesis, implica un nivel
de claridad en las relaciones entre los conceptos y entre las proposiciones que
las teorías reales están lejos de poseer. Es decir, se impone un concepto menos
rígido de teoría con relaciones duras y laxas entre los conceptos y las proposi-
ciones; la mezcla entre términos teóricos con otros del lenguaje común, la asun-
ción de la influencia de poderes y legitimidades; la presencia en la teoría de la
contradicción, la discontinuidad y la obscuridad. La crítica puede extenderse a
todos los niveles del método hipotético deductivo, a las relaciones entre concep-
tos teóricos e indicadores, a las técnicas de recolección y análisis de datos y al
propio carácter del dato empírico; esto implica abandonar las concepciones po-
sitivistas. En el fondo se trata de poner a tono las teorías de la reestructuración
con el abandono que la epistemología contemporánea hace de la concepción
newtoniana del mundo y su substitución por un concepto alternativo de reali-
dad, no sujeta a leyes universales, en movimiento, que acepte la contradicción,
analizable como procesos articulados no sistémicos, con un papel activo para los
sujetos junto a las estructuras pertinentes al problema, que comprenda en las
explicaciones lo general junto a lo específico de los contextos locales y con una
idea de explicación que no consista en subsumir el caso particular en la ley uni-
versal, sino en la reconstrucción de lo más abstracto a lo más concreto de las de-
terminantes genéricas y específicas del fenómeno. Es decir, la posibilidad de una
estrategia no de justificación de supuestas teorías generales sino de reconstruc-
ción de las teorías para el caso específico. De esta manera, el propio concepto de
predicción tendría que transformarse en otro de definición del espacio para la
acción viable de los sujetos, escapando así de la unilinealidad en el desarrollo.
Estas consideraciones metodológicas son pertinentes para las teorías sobre la
reestructuración en América Latina porque más de 10 años de investigación
empírica han desembocado en el descubrimiento de múltiples anomalías, apli-
caciones forzadas o descontextualizadas. Por falta de verificación de las teorías,
éstas no han proporcionado guía alguna de reconstrucción; aceptar un marco
teórico en forma hipotético deductiva no sólo es aceptar los conceptos y sus re-
laciones sino también un horizonte de observación. Este proceso, por lo tanto,
no permite aclarar si lo que en América Latina llamamos anomalías sí lo son o
si son nuevas realidades que sobrepasan los marcos teóricos importados.
El perfil y la configuración son una alternativa metodológica que permitiría
abrir los conceptos a la realidad y evitar las limitaciones del uso hipotético de di-
chos conceptos. Estas herramientas metodológicas pueden ser construidas en un
juego entre conceptos previos desarticulados de sus proposiciones teóricas y
desglosados en dimensiones de tal manera que, pudiendo tener orígenes teóri-

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Enrique de la Garza Toledo

eos diferentes, estas dimensiones se reintegrasen en un perfil a través de su con-


frontación con lo empírico. Por ejemplo, el perfil de una fuerza de trabajo en
términos descriptivos podría constar de características sociodemográficas (edad,
sexo, escolaridad), laborales (antigüedad, calificación, capacitación) y salariales,
sin presuponer que ciertas características tendrían que ir juntas. Su integración
se daría a posteriori, en la confrontación empírica que permitiría construir el per-
fil y, posteriormente, convertirlo en concepto. Perfiles diferentes pueden consti-
tuir una configuración, construida de una manera semejante a los perfiles y, a
posteriori, las configuraciones pueden convertirse en relaciones teóricas entre
conceptos derivados de los perfiles que las componen. Derivar relaciones teóri-
cas puede significar el análisis de la coherencia, contradicción y potencialidades
de relación con otras configuraciones de otros niveles de realidad. Por ejemplo,
podríamos definir la configuración sociotécnica de los procesos productivos co-
mo la relación entre perfiles tecnológicos, organizacionales y de gestión de la
mano de obra, de relaciones laborales y de la fuerza de trabajo. Entre los perfiles
de esta configuración no hay relaciones de causa-efecto, pero un perfil define
junto a los otros espacios de posibilidades de desarrollo de la configuración, o
bien el cambio en un perfil sólo abre posibilidades de cambio en los otros den-
tro de ciertos límites. El concepto de configuración también puede ser útíl para
analizar la crisis en cuanto a límites de las configuraciones dominantes; por
ejemplo, la crisis de la base sociotécnica de los procesos productivos. Esta crisis
puede venir de los límites de sus perfiles: en la base tecnológica, en el diseño de
las máquinas o en la articulación entre éstas; en la base organizacional, en la di-
visión del trabajo, en las formas de supervisión y control sobre los trabajadores,
en las formalizaciones del proceso de trabajo, en las líneas de autoridad y jerar-
quías, en las formas de comunicación; en las relaciones laborales en cuanto a su
rigidez o flexibilidad y también en lo relacionado con la unilateralidad y bilatera-
lidad; en la fuerza de trabajo en las características sociodemográficas, laborales o
salariales. Pero una crisis de la configuración sociotécnica no puede analizarse
en abstracto sino en articulación con otras configuraciones, como los mecanis-
mos de la acumulación del capital, el de articulación de las unidades socioeco-
nómicas de producción con clientes, proveedores, mercado del dinero, de traba-
jo o de la tecnología, sistema de relaciones industriales y el Estado; el de las re-
laciones macro entre producción, circulación y consumo; el de las instituciones
macro de regulación de las empresas y de las relaciones industriales; el de las re-
laciones de fuerza entre sujetos colectivos; el de las políticas económicas de los
Estados y el de los comportamientos macroeconómicos. Esta configuración de
configuraciones podría ser llamada formación socioeconómica, que no es un mo-
delo teórico puesto que acepta contradicciones, discontinuidades y obscuridades
en las relaciones que pueden ser definidas o redefinidas por la acción de los su-

44
Las Teorías sobre la Reestructuración Productiva

jetos y con ello cambiar, dentro de ciertos límites, pautas de desarrollo. Es decir,
estas formaciones socioeconómicas son constituidas históricamente y las tensio-
nes estructurales no son suficientes para definir sus cambios; las relaciones entre
sus elementos pueden ser duras o laxas; no son cerradas semánticamente, la in-
certidumbre siempre es parte suya y se pueden especificar con prácticas. En esta
medida, no pueden funcionar como marcos teóricos para definir hipótesis, sino
que son punto de partida para la reconstrucción teórica; finalmente, no hay ra-
zón para que las configuraciones socioeconómicas converjan en una sola, aun-
que pueden tener elementos comunes relevantes entre ellas.

LA REESTRUCTURACIÓN PRODUCTIVA EN AMÉRICA LATINA

La reestructuración productiva en América Latina puede ser conceptualizada


como la transformación de la base sociotécnica de los procesos productivos, sea
en sus niveles tecnológico, organizacional, en relaciones laborales, el perfil y cul-
tura del trabajo (De la Garza, 1996). Esta reestructuración actual puede darse en
todos sus perfiles o en parte de ellos. Detrás de la reestructuración productiva
está la crisis de las configuraciones sociotécnicas dominantes en el período ante-
rior. Esta crisis en otro nivel puede entenderse como de sobreacumulación de
capital frente a una reorientación de las políticas económicas de los Estados sig-
nificadas por la reducción del gasto público y las políticas de ajuste macroeco-
nómicas para reducir las inflaciones, que deprimen el mercado interno. Es de-
cir, el Estado con su gasto dejó de ser palanca de la demanda agregada, añadida
la apertura del mercado interno a la competencia internacional; en estas condi-
ciones las configuraciones sociotécnicas anteriores dejaron de ser capaces de so-
portar materialmente la acumulación del capital y en las nuevas condiciones n o
permitieron niveles adecuados de productividad, calidad y competitividad. En es-
ta medida, las reestructuraciones productivas han sido decididas directamente
por las empresas ante las nuevas condiciones del mercado y la reorientación
económica del Estado; han estado también en relación con el cambio específico
de la política industrial, de aquella de fomento a la industrialización, propia del
período de substitución de importaciones, a la nueva de menor intervención es-
tatal e intento de conversión del sector exportador en el elemento dinamizador
de la economía. Sin embargo, el Estado n o se encuentra totalmente ausente de
la reestructuración productiva; participa a través de las políticas salariales y de
apoyo e inducción de la flexibilidad en los mercados de trabajo.

Los resultados empíricos de la investigación en América Latina acerca de la


reestructuración productiva en general apuntan, desde los años ochenta, en las
siguientes direcciones:

45
Enrique de la Garza Toledo

• La reestructuración está centrada principalmente en la gran empresa. Las teorías


de la especialización flexible han sido frecuentemente rebatidas, porque los pe-
queños establecimientos no son exportadores, tienen configuraciones sociotécni-
cas atrasadas, son de baja productividad y calidad y las condiciones de trabajo y
salarios son peores que en las grandes empresas (De la Garza, 1995).
• El cambio tecnológico adquiere dos formas, en una mayoría se trata de renova-
ción de maquinaria y equipo pero no de última generación, en la otra parte hay
tecnologías de punta pero sobre todo en oficinas (Mertens, 1996).
• En las grandes empresas los cambios organizacionales se dan en dos sentidos: en
una parte se trata apenas de la introducción del taylorismo-fordismo; en otra es la
aplicación parcial de la calidad total y el justo a tiempo, con un uso más instru-
mental y de control de la fuerza de trabajo que partidpativo (Leite, 1992) (Taddei,
1992) (Humphrey, 1992).
• Hay países en los que los empresarios modernizantes prefieren el cambio tecno-
lógico duro, mientras que en otros el organizacional es el preferente (Dombois,
1993) (Abramo, 1991) (Lucena, 1993) (Stolovich, 1992).
• La flexibilidad del trabajo es uno de los cambios más importantes: ésta adopta la
forma de transformaciones en los pactos corporativos, en las leyes laborales, en la
contratación colectiva y en las relaciones laborales reales en los procesos de traba-
jo. Preferentemente esta flexibilidad en el piso de las empresas es emprendida
unilateralmente, aunque hay casos minoritarios de flexibilizaciones concertadas
con los trabajadores y a veces con los sindicatos (Iranzo, 1992) (Wannoffel,
1995).
• No hay relaciones causales estrictas entre cambio tecnológico, organizacional, en
relaciones laborales y en perfil de la fuerza de trabajo; hay combinaciones diver-
sas entre estos niveles de la configuración sociotécnica acuñados de acuerdo con
concepciones e interacciones entre los sujetos fundamentales de la producción, y
en relación con contextos extraproductivos como los sistemas de relaciones indus-
triales, las políticas y relaciones de fuerzas entre los Estados, las empresas y los
sindicatos (Pérez Sainz, 1994) (Wannoffel, 1995).

El resultado es, por ahora, una polarización del aparato industrial en Améri-
ca Latina, entre una minoría de empresas exportadoras, reestructuradas o en re-
estructuración y una mayoría no suficientemente articulada con las primeras, en-
focadas hacia mercados internos frecuentemente deprimidos y cada vez mas
competidos frente a las aperturas.
En términos de configuraciones empíricas de reestructuración podemos
identificar dos principales:
1. La conservadora, caracterizada por una innovación tecnológica consistente
en la renovación de equipo antiguo por otro más moderno pero n o de última
generación; la aplicación hasta ahora más sistemática del taylorismo-fordismo;
baja flexibilidad externa y moderada interna y un perfil de fuerza de trabajo tra-
dicional (hombres, edad madura, contrato de base, salarios bajos, calificada en
una máquina). Este perfil conservador no necesariamente tendrá que ser susti-
tuido por otro más moderno porque las relaciones de fuerza entre los actores de

46
Las Teorías sobre la Reestructuración Productiva

las relaciones industriales, las políticas estatales, etc. pueden permitir su éxito re-
lativo durante períodos de mediana duración. Es el ejemplo de la maquila tradi-
cional cuyo éxito exportador, se basa en la intensificación taylorista del trabajo.
2. Configuración flexibilizante; su eje no es la innovación tecnológica dura si-
no la flexibilidad organizacional, con aplicaciones parciales de la calidad total y
el justo a tiempo, con flexibilidad interna y externa en énfasis diversos depen-
diendo del país, con cierta recapacitación de la fuerza de trabajo, pero con un
perfil combinado entre la que llamamos tradicional y una nueva mano de obra
de mayor proporción femenina, descalificada, de alta rotación externa, joven, sin
experiencia laboral o sindical amplia. Es también el caso de la exitosa maquila
pero en su versión moderna, que es también de bajo salario y que descansa en
una intensificación semitoyotista del trabajo.
Finalmente, tendremos que decir que hasta ahora la polarización entre em-
presas en América Latina no ha significado la polarización en el mercado de
trabajo (Escobar, 1993); entre segmentos de empresas que no cambian y los que
se reestructuran en sus dos modalidades hay mayor capilaridad de trabajadores
de lo que pudiera pensarse, desde el momento en que, en términos generales, la
reestructuración no está implicando sectores que descansan en obreros recalifl-
cados de manera profunda. Lo anterior repercute en los cambios en los merca-
dos de trabajo en América Latina desde los años ochenta hacia la inforrnaliza-
ción, que es la otra reestructuración y flexibilización del mercado de trabajo no pre-
vista en las teorías del postfordismo. En nuestras economías, en contra de las
previsiones, los ineficientes no mueren definitivamente sino que se reproducen
más que nunca, conformándose economías de dos velocidades, una globalizada
que logra ser eficiente y la otra dirigida hacia los mercados de pobres al interior
de cada país. Los efectos macroeconómicos hasta ahora implican que el reducido
sector exportador no ha sido capaz en plazos largos de equilibrar las balanzas
comerciales, provocando desajustes macroeconómicos que han reactivado infla-
ciones, devaluaciones y elevación de tasas de interés y que, a través de estas rees-
tructuraciones polarizantes, no han conformado todavía economías estables.

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49
Globalización, subcontratación y
desregulación laboral
(Una revisión bibliográfica parcial) *

Fernando Urrea Giraldo

INTRODUCCIÓN

Este ensayo tiene como objeto discutir las perspectivas contemporáneas de la


llamada subcontratación en los procesos laborales1 en la literatura más reciente
—de tipo sociológico y económico— en el campo de los estudios del trabajo. El
artículo se apoya en una lectura de estudios críticos de los enfoques apologéticos
y ortodoxos que han convertido el discurso de la mundialización de las econo-
mías y la desregulación del mundo del trabajo en panacea y fuentes de progreso
y bienestar. La literatura sociológica y económica revisada es francesa, española,
inglesa, norteamericana, mexicana, argentina, chilena y brasilera, con referencias

Con la colaboración de la socióloga María del Carmen Castrillón. Este artículo es una ver-
sión revisada de un documento anterior producto del período de año sabático 1995-1996.
Agradezco el comentario a este primer texto de los profesores de la Universidad del Valle,
Carlos Alberto Mejía, del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias So-
ciales y Económicas, y Alvaro Zapata, de la Maestría de Organizaciones de la Facultad de
Administración.
Por subcontratación se puede entender la descentralización de los procesos productivos en
unidades de gestión y control de la fuerza de trabajo "autónomas" y, por lo tanto, con una
gestión administrativa en áreas geográficas separadas o discontinuas, de forma tal que la uni-
dad empresarial dominante controla y articula las distintas unidades subordinadas, bajo la
modalidad de contratos de productos semiacabados que ingresan o intervienen como insumos
o servicios específicos para la producción de un determinado bien o servicio. Las unidades
subordinadas dependen generalmente en Insumos, diseños, controles de calidad, a veces capi-
tal de trabajo y manejo administrativo, etc. de la unidad capitalista dominante. Estas unidades
subordinadas pueden ser de diferentes tamaños, casi siempre pequeñas empresas y microem-
presas. De esta manera, los contratos laborales que los trabajadores sostenían con la propia
empresa se sustituyen bajo el modo de contratos comerciales con prestadores de servicios
(Velásquez 1996, citando a Bronstein 1985, p.87).

50
Globalización, subcontratación y...

a alguna literatura alemana, en este último caso más referida a América Latina.2
Otros textos revisados son artículos de análisis periodístico aparecidos en Le
Monde Diplomatique y Courrier International,3 que constituyen una mirada inde-
pendiente de la corriente dominante en los enfoques económicos convenciona-
les y de la ideología en boga de los organismos internacionales que, en su gran
mayoría, se ubican en la denominada corriente neoliberal.

ALGUNAS CONSIDERACIONES DE CONTEXTO

Las transformaciones contemporáneas de desregulación de los vínculos salaria-


les entre las empresas y los trabajadores forman parte de los profundos cambios
en la historia de la configuración de la relación salarial en las sociedades capita-
listas. Ciertamente no significa la supresión del asalariamiento sino todo lo con-
trario, su generalización sin vínculos estables o regulares con una determinada
empresa, a lo largo de la trayectoria laboral de un individuo, y a veces sin inte-
gración permanente a un sector de la producción de bienes y servicios (menos
frecuente, es cierto). Pero a estas transformaciones subyacen las extensas y com-
plejas historias nacionales de la fabricación del trabajo asalariado que escapan a
los límites de esta revisión y ensayo por lo que, en forma contextual y esquemá-
tica, apenas mencionaré algunas tendencias sociohistóricas.
1. El asalariamiento de la población sin regulación social de la explotación
de la fuerza de trabajo, corresponde a una etapa histórica del capitalismo a lo
largo del siglo XIX, especialmente a partir de la consolidación de la gran indus-
tria. En este período la relación capital-trabajo asalariado opera a merced de la
lógica del mercado sin la regulación externa que más adelante desempeñará el
Estado. La contratación y explotación de la fuerza laboral es un asunto privado
del capital, con base en disposiciones de mercado entre compradores y vendedo-
res. El salario se rige así escuetamente por el producto o el servicio producido,
sin consecuentes compromisos entre el capitalista y el trabajador (lo que en tér-
minos clásicos se denomina trabajo al destajo o por pieza o unidad producida).
De tal modo que importa poco la suerte y condiciones de vida del trabajador en
cuanto asalariado permanente y, por lo tanto, es difícil que exista un esquema
de profesionalización con trayectoria laboral estable y de por vida del asalariado
en el interior de una empresa y, a veces, en una rama o sector de la economía.
Esto significa la alternancia frecuente entre períodos de desempleo y empleo y el
abandono de la subsistencia a la propia suerte de los asalariados en momentos
de desempleo. Por otra parte, no hay restricciones de género, edad y ciclo de vi-

Se pueden agrupar en dos amplias tendencias, una anglosajona y otra europea.


Y algunos números de El País y El Mundo de Madrid (España), Le Monde Hebdomanaire, Le
Monde Journal y Le Monde Les Cíes De LTnfo.

51
Fernando Urrea Giraldo

da en ei enganche y uso de fuerza laboral. Es la época clásica del trabajo infantil


y femenino generalizado, descrito por diversos autores, en particular Marx
(1977:517-526).4 No obstante, en las diferentes sociedades nacionales también
se presentaban actividades productivas y de servicios con una organización del
trabajo de artesanos calificados, que constituía un importante contrapeso al pro-
ceso de asalariamiento sin regulación social.
2. Sin embargo, en el siglo XX, especialmente a partir de las décadas de los
veinte y los treinta, en las diversas sociedades capitalistas de Europa y los Esta-
dos Unidos y otras regiones del planeta, se generaliza un modelo de regulación
social de las relaciones capital-trabajo asalariado, garantizado por la intervención
del Estado a través de un régimen de seguridad social (bajo las denominaciones
de Estado de bienestar o welfare state, Estado benefactor, Estado providencia,
etc.).5 El soporte de este modelo es la construcción de un régimen de carrera
profesional o laboral del asalariado en su trabajo, a través de la experiencia
acumulada en el desempeño del oficio; de esta forma se favorecen los diferencia-
les salariales de acuerdo a la antigüedad. Esto significa que la regulación social
se basa en la existencia de empleos estables con acceso a la seguridad social y un
asalariamiento de por vida hasta la salida del mercado de trabajo vía jubilación o
edad de retiro. La regulación ha sido pactada en acuerdos entre sindicatos, capi-
talistas y el Estado a escala nacional y consagrada a través de legislaciones labo-
rales en los distintos países. Igual proceso siguió el régimen de seguridad social
—que teóricamente va a cobijar a todos los asalariados— y por esta vía a toda la
población (en cuanto se supone que en su mayor parte será asalariada y vincu-
lada a empleos relativamente estables y permanentes).6 En el plano de la política

Entre el proceso de asalariamiento de la población laboral durante el siglo XIX y la confor-


mación de una sociedad asalariada regulada por la Intervención del Estado ya entrado el siglo
XX, median múltiples desarrollos nacionales, con diferentes modalidades de transición entre
la aparición de una población abandonada a su suerte (los miserables, ver Castel, 1996:218-
231; los pobres, Burnett, 1994: 122-139; el asalariado frágil, Topalov, 1994:36-58; el vagabun
daje y la ley de pobres, Vorspan, 1994: 41-61), las diversas formas de Intervención asistencialis-
ta y modalidades patronales y de los mismos trabajadores de regular las condiciones de traba-
jo, una buena parte de ellos aún inscritos en una organización del trabajo artesanal en el siglo
XIX. Las particularidades aslstenciallstas con participación de grupos religiosos, de empresas
providencia o localidades que pusieron en marcha prácticas asistenciales son diversas. Todo
ello en variados contextos políticos y sociales sin que existiese aún una política desde el Esta-
do (Castel, op. cit., Topalov, op. cit.).
Alemania hacia finales del siglo XIX, durante el régimen de Bismarck, fue una de las prime-
ras sociedades que apuntaló formas del Estado de bienestar, lo cual estuvo relacionado con el
desarrollo político del movimiento obrero y su participación parlamentaria en ascenso a través
de la social-democracia y la estrategia de la administración bismarckiana de ampliar el merca-
do interior e integrar a las clases trabajadoras en un proyecto nacional.
Es lo que Castel (1996: 452) denomina una sociedad salarial regulada, en la que además de
la ciudadanía económica opera una ciudadanía social. Sobre este aspecto se discutirá en ex-

52
Globalización, subcontratación y...

económica paulatinamente se entroniza el keynesianismo, con sus distintas va-


riantes, desde los modelos de las democracias occidentales anglosajona y france-
sa, hasta los de las economías corporativistas de tipo autoritario-fascista en Ale-
mania, Italia y la misma España, o incluso el Japón, estos últimos durante los
años treinta y hasta la finalización de la Segunda Guerra Mundial, a excepción
de España que prolonga su régimen por varias décadas. De esta forma las políti-
cas keynesianas se generalizan y sofistican a partir de la Segunda Postguerra en
Europa y Estados Unidos, ampliándose su radio de influencia hacia América La-
tina, Asia y luego a los nuevos países africanos. Sin embargo, buena parte de las
experiencias de política económica de diversos países latinoamericanos a lo largo
de la primera mitad del siglo XX, casi desde el comienzo del mismo, estuvieron
marcadas por esquemas dirigidos a conformar y proteger los nacientes mercados
nacionales, y dentro de este contexto a favorecer la regulación del trabajo asala-
riado. Esto fue posible con intervención del Estado basado en legislaciones la-
borales que reconocían como presupuesto central la desigualdad social entre el
capital y el trabajo y la necesidad de que el ente público la regulara. En realidad,
éste se convertirá en uno de los supuestos filosóficos del Estado de bienestar.
Sin embargo, otras condiciones fundamentales operaban en este modelo.
Una producción industrial en masa, organizada en forma creciente en una mo-
dalidad vertical. Las experiencias que arrancan desde las primeras décadas del
siglo XX, todavía en el marco del anterior modelo capitalista (los sistemas de or-
ganización del trabajo tayloristas y que constituyen la base de la jerarquización
vertical en el mundo del trabajo), desplazando el orden social del artesano en el
proceso de trabajo, constituyen un ingrediente fundamental. A partir de los
años treinta y cuarenta y, sobre todo, a partir de la segunda postguerra, en las
grandes unidades productivas de los Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y
Francia, y en otras sociedades en menor grado, se generaliza un patrón de divi-
sión de las tareas y los oficios de los operarios, bajo una supervisión vertical
desde arriba llevada a cabo por los ingenieros e implementada por los supervi-
sores. En realidad este fenómeno venía desde comienzos del siglo XX, pero su
generalización corresponde a las décadas del veinte y treinta, cuando se dan me-
jor las condiciones de la producción en masa o fordista (término alusivo al es-
quema introducido por Henry Ford de la cadena de producción en el sector au-
tomotriz) para atender a los gigantescos mercados nacionales de consumidores
que se conforman alrededor del automóvil y, paulatinamente con éste, alrededor
de una serie de bienes intermedios y de consumo durable y no durable. Una vez
los mercados nacionales se consolidan el modelo también se extiende a los mer-
cados de exportación, especialmente desde los países desarrollados a los menos

tenso más adelante al presentar la corriente francesa.

53
Fernando Urrea Giraldo

desarrollados, en una serie de bienes, especialmente de consumo durable, oin


embargo, a medida que la producción de esos bienes se instala en las sociedades
del llamado Tercer Mundo (por ejemplo, la industria automotriz a partir de los
años sesenta y setenta) los mercados nacionales de estos países comienzan a ser
atendidos por las sucursales de las empresas multinacionales localizadas con
producciones locales.
3. No obstante, hacia la década del setenta se inicia la relocalización de la
producción internacional mediante otro patrón diferente al de producción en
masa para mercados nacionales protegidos. El nuevo patrón de producción de
bienes y servicios se caracteriza por flujos discontinuos del producto, diferencia-
dos según mercados diversificados o especializados, en medio de una feroz com-
petencia internacional en aumento, que busca atender demandas más exigentes
por calidad y precios bajos. Esta forma atraviesa las fronteras nacionales y regio-
nales, en una espiral de diversificación de los consumos en todos los sectores
sociales, gracias a la oferta creciente y sofisticada de productos, nuevos materia-
les e insumos, resultado del avance científico y tecnológico internacional. Este
proceso está a su vez respaldado por las innovaciones en las áreas de la produc-
ción (particularmente en las comunicaciones), la distribución y los circuitos fi-
nancieros, las cuales han contribuido a la globalización7 o mundialización de los
mismos procesos económicos en marcha.
El nuevo contexto conllevó drásticos cambios en materia de relaciones labo-
rales. De acuerdo con Watson (1995:332-333), los cambios tecnológicos que se
dan incesantemente en el mundo contemporáneo tienen la suficiente fuerza para
amenazar los niveles de empleo y socavar las expectativas que la gente tiene tra-
dicionalmente sobre una identidad ocupacional específica, pues las nuevas reglas
de organización laboral —que buscan altos niveles de rendimiento productivo a
bajos costos de inversión de mano de obra— desarticulan la relación entre em-
pleo y estabilidad laboral, empleo e identidad ocupacional. Esto significa que la
competencia internacional, al imponer un patrón de acumulación mundial sin
mercados protegidos, ha conllevado a una dinámica de cambios en la modalidad

Definida como «la rápida Integración de las economías del mundo a través del comercio, los
flujos financieros, los flujos de tecnología compartidos, las redes de Información y las corrien-
tes culturales» (Fondo Monetario Internacional, World Economic Outlook, Global Economic
Prospects and Policies, Mayo de 1997). Un punto interesante que queda por fuera de este en-
sayo es la discusión conceptual sobre la relación entre las categorías de globalización y mun-
dialización con la clásica de imperialismo, particularmente Importante en la tradición marxista
y algunas orientaciones neokeynesianas. Consúltese al respecto los artículos de Patnaik
(1997:279-284), Boratav (1997:285-291), y el de Bhadurl y Nayyar (1997:295-310). Por otra
parte, ¿cuáles son las continuidades y diferencias entre los fenómenos de globalización con-
temporáneos y los que se dieron a finales del XIX y comienzos del XX en las diversas socieda-
des capitalistas?

54
Globalización, subcontratación y...

de trabajo asalariado apoyado en la profesionalización del oficio, a partir de una


trayectoria de carrera garantizada por la empresa (denominada por Watson iden-
tidad ocupacional) que se había construido en la etapa precedente; a la vez, esta
modalidad se articulaba a un régimen de negociación y contratación laboral has-
ta entonces regulado por el Estado. Se trata, entonces, de otras reglas de juego
laborales, de otros escenarios que traen a la memoria la historia de la primera
fase de expansión del capitalismo: el capitalismo salvaje o desregulado, en el que
la relación capital-trabajo asalariado quedaría por fuera de la intervención del Es-
tado, ya que se ubicaría en un mundo imaginario de igualdad económica entre
compradores y vendedores de fuerza de trabajo. Según Touraine, «desde hace 20
años vivimos una segunda revolución capitalista que se ha llevado por delante
no sólo los discursos reformistas, sino también todas las fuerzas que habían
conseguido transformar el capitalismo industrial en democracia industrial y pos-
teriormente en Estado de bienestar. Los sindicatos han desaparecido o están a la
defensiva, y los partidos socialistas y socialdemócratas también acaban de desa-
parecen) (El País, N° 363, Jueves I o de mayo de 1996).
La última tendencia enfrenta resistencias importantes en diversas sociedades
nacionales, especialmente las europeas continentales (Francia, Alemania y Es-
paña, para citar los países más destacados en este fenómeno), mientras que en
otras ha alcanzado un desarrollo significativo (Estados Unidos e Inglaterra), con-
figurando —precisamente en las últimas— el prototipo del modelo desregulativo.8
Por supuesto, este proceso global habría que matizarlo bastante debido a que en
los países donde se han generado movimientos de mayor resistencia (Francia,
Alemania y España) también han aparecido procesos en la misma dirección des-
regulativa; en otros países europeos hay una situación compleja intermedia, de
acuerdo con sus particularidades políticas y económicas internas (por ejemplo,
los casos de Holanda y los países escandinavos).9

La reciente huelga nacional en la United Parcel Service, UPS en los Estados Unidos, con la
participación de 200.000 trabajadores, que paralizó una buena parte del servicio de correos
privados en este país, cuya principal causa fue contra el sistema de trabajo a tiempo parcial y
la consiguiente precarización de los empleos, característica del modelo desregulativo de las re-
laciones laborales americanas, ha revelado que aún en el país líder en los procesos de flexibi-
lidad del mercado laboral las resistencias no se han hecho esperar (El Mundo, España, 1997,
Jueves 7 de Agosto de 1997).
Los países del antiguo campo socialista europeo, hoy en su casi totalidad con economías ca-
pitalistas desreguladas, con Importantes matices y diferencias entre ellos habrían involuclona-
do hacia formas salariales de capitalismo salvaje, en algunos casos bastante radicales (la Rusia
de Boris Yeltsin es el mejor ejemplo).

55
Fernando Urrea Giraldo

ALGUNAS PERSPECTIVAS ANGLOSAJONAS: LA CASUALIZACIÓN DEL TRABAJO


La fábrica mundial inglesa

A partir de una primera aproximación de la revisión bibliográfica para el caso


anglosajón, vale la pena destacar, entre otras cosas, la preocupación de sociólo-
gos y economistas contemporáneos —en el campo de la sociología y economía
del trabajo— por las grandes transformaciones que los nuevos modelos produc-
tivos han venido generando en la esfera del trabajo, especialmente en Inglaterra,
transformaciones que rompen abruptamente con las tradicionales estructuras
industriales y comerciales dominantes hasta los años setenta. En esta dirección,
Henderson (1989), citado por Watson (Ibid. pp. 341-342), establece un paralelo
entre la industria tradicional o clásica y la reindustrialización, basada en las nue-
vas tecnologías, específicamente con la presencia de la electrónica, para mostrar,
entre una serie de cambios, dos que merecen importancia por cuanto amplían el
espectro de las formas contemporáneas laborales, dentro de las que se encuentra
la subcontratación como fenómeno en expansión:
1. La generación de una nueva división técnica y social del trabajo bien dife-
rente de aquella que existía en la industria manufacturera clásica. En este senti-
do, los nuevos empleos se orientan hacia una gran cantidad de ingenieros califi-
cados y técnicos (quienes tienden a ser hombres) y de otra, una gran cantidad de
trabajadores manuales no calificados (los cuales tienden a ser jóvenes, mujeres y
frecuentemente migrantes).
2. Como los procesos de trabajo en la reindustrialización pueden ser técnica-
mente desarticulados (el caso por ejemplo de la industria textil y el ensamblaje de
carros), diferentes partes de la producción se ejecutan en distintas zonas del
mundo. Cuando esta situación se combina con el potencial de las modernas te-
lecomunicaciones y los sistemas de transporte, aparece la idea de una world fae-
tory (fábrica mundial).
El engranaje de una world factory obedece a la nueva naturaleza de la indus-
tria, fundamentada en una flexibilización de la organización corporativa de la
firma industrial a escala nacional e internacional, de forma tal que viene a arti-
cular otras formas contractuales en la esfera del trabajo, modificando las anti-
guas categorías de empleo.
Por otro lado, Alien y Henry (1996: 65-82) efectúan su análisis a partir de la
expansión del sector de servicios, hacia finales de los años ochenta y principios
de los noventa, en ciudades como Cambridge y Londres. Sostienen que la sub-
contratación y la externalizadón (outsourcing), tanto en firmas manufactureras
como de servicios, son hoy en día la principal estrategia; ellas permiten a la em-

56
Globalización, subcontratación y...

presa dominante conservar las actividades centrales básicas —las mínimas nece-
sarias— y comprar a proveedores externos —otras empresas— todo aquello que
sea requerido para mantener la operación en marcha. Los servicios del sector
privado han sido los más beneficiados de las diversas modalidades de subcon-
tratación; no sólo los servicios financieros y comerciales de mayor prestigio sino
también los de menor prestigio, como los de aseo-limpieza, alimentos y seguri-
dad.
El argumento central de los autores es que lo sui géneris del crecimiento de
estas industrias y sectores de servicios, no es tanto el incremento del número de
empleos sino la transformación de las relaciones laborales que inscriben a todos
aquellos que han sido expulsados del empleo seguro (trabajadores cesantes) o
quienes apenas están insertándose en la base del mercado de trabajo
(aspirantes). Esta reestructuración claramente obedece a un profundo cambio
político-económico en la naturaleza de las relaciones de empleo en Inglaterra,
que puede estar abriendo espacio hacia un nuevo régimen laboral, sustentado
en el empleo precario (precarious employment Op. cit., pp. 66).
Estas nuevas prácticas de empleo se sostienen porque están articuladas por la
estructura organizacional fragmentada de las industrias de contrato de servicios.
En este contexto, las prácticas de trabajo formal e informal coexisten dentro de
las grandes corporaciones como un mecanismo para conseguir el trabajo por pro-
ducto o servicio realizado, sin establecer un vínculo laboral entre la empresa y el
trabajador que lo realiza (getting the work done); así se genera una atmósfera de
continua inseguridad para la fuerza de trabajo, calificada o no.
Lo interesante en el caso inglés, según los autores, es la gran ofensiva de las
políticas gubernamentales centrales y sus propuestas en los años ochenta y no-
venta, dirigidas a la desarticulación de todas las formas de protección laboral
(Welfare State) y a la eliminación de la rigidez en el mercado de trabajo. Medidas
como la eliminación de los consejos de salarios en las empresas y el bloqueo a
la creación de leyes que puedan representar protección desigual para la pobla-
ción sindicalizada, o sencillamente, el desmonte de las existentes, el socavamien-
to de las actividades de los sindicatos para organizar de forma efectiva los lugares
de trabajo, además del fuerte impulso a la privatización de las empresas públi-
cas, son algunos ejemplos de la moderna agenda reformadora anglosajona en la
cual las prácticas de subcontratación han tenido una amplia difusión en lo
transcurrido de las décadas del ochenta y noventa. Tal es el caso del proceso de
fragmentación manifestado en el acelerado crecimiento de compañías de aseo,
alimentos preparados y seguridad que dominan cada industria y organizan el
trabajo en numerosos sitios.10 En general, las grandes compañías de contratos

Entre los ejemplos citados por los mismos autores cabe destacar el mercado de servicios de

57
Fernando Urrea Giraldo

de servicios ^ejemplo, alimentos o comidas preparadas; son corporaciones va-


cías, conformadas en su totalidad por fragmentos aislados (Alien y Henry, Op.
cit.) y con una división del trabajo que no permite una integración de los sitios,
como ocurre en la industria manufacturera tradicional. Puede existir alguna mo-
vilidad entre los sitios de trabajo de los servicios de alimentos, pero sólo es para
ganar experiencia en materia de este tipo de contratos. Como dicen los autores:
«Aún más, la fuerza de trabajo en cada fragmento es relativamente aislada de las
operaciones centrales, están socialmente distantes de la mayoría de la gente o de
los clientes. Tú estás en lo tuyo... éste es tu contrato, éste es tu sitio. Mientras el
centro de operaciones en esas grandes compañías puede ser formal, dinámico y
estratégico, los sitios de trabajo están esparcidos, perdidos, son lugares imprede-
cibles» (pp.73 y 74).
Para Alien y Henry este tipo de organización provoca una tensión entre la
lógica de la distribución y contratación de los trabajadores en una serie de sitios
de trabajo dispersos, a partir de regulaciones nacionales diversas, y la urgencia
de que el trabajo sea realizado en cada lugar, de acuerdo con las políticas inter-
nas de la corporación, de modo tal que quede por fuera de las disposiciones le-
gales existentes en cada país. En esta medida, aparecen en escena modalidades
del empleo informal para vincularse a la organización del trabajo y el empleo de
estas compañías.
Estamos así en presencia de una dinámica industrial articulada a la presta-
ción de servicios especializados y cada vez más sofisticados, que integra una ofer-
ta diversificada de servicios en expansión con un sistema desarrollado de redes
proveedoras de componentes de esos bienes y servicios para los consumidores
finales; éstas redes pueden operar en forma de procesos de subcontratación, con
uso de mecanismos de contratación no formales, o por fuera de las disposiciones
legales para el trabajo asalariado que aún operan en los países. Lo que articula
las redes en su sector central es el control corporativo de un gran pool de capita-
les bajo el nombre de una marca de diseño o presentación del producto o servi-
cio final. De este modo hay un poder corporativo que subordina las cadenas de
redes de proveedores, integradas desde el diseño hasta el contenido y la compo-
sición de los subproductos demandados por la firma que controla el proceso.
Alien y Henry concluyen, a partir de sus análisis y observación de la subcon-
tratación en tres esferas (limpieza, alimentos y seguridad), que el crecimiento
contractual en Inglaterra, surgido desde mediados de los ochenta, trae consigo
muchas consecuencias, ligadas a la naturaleza del trabajo y el empleo, que se re-

limpieza controlado por una multinacional de base danesa con su oficina principal en Lon-
dres, la cual agrupa alrededor de 120.000 empleados en toda Europa. En segundo lugar, los
contratos de servicios de comidas preparadas distribuidas en tres multinacionales de origen
inglés, las cuales controlan el 80% del mercado en Inglaterra.

58
Globalización, subcontratación y...

flejan más allá de sus formas de organización; visualizan un potente malestar en


la fuerza de trabajo, en la medida en que el trabajo de por vida a través de una
carrera ocupacional (job for life) es un proyecto cada día menos viable. Por esta
razón, se observa el fenómeno de trabajos con muy bajos salarios para los em-
pleos no calificados y semicalificados del mercado de trabajo, la imposición de
un estatus contractual cada vez más precario para ellos y el continuo descenso de
los salarios a un nivel tal que ya se habla de los nuevos obreros pobres (new
working poor; pp. 79-80). Este proceso, más característico de los empleos no cali-
ficados y semicalificados, ya habría comenzado a ampliarse a otros empleos. Al
respecto, los autores dicen: «Hasta el presente, hay una evidencia limitada que
aquellos empleos de alta calificación, en los niveles de ingresos altos, hayan ex-
perimentado una incertidumbre de formas precarias de empleo, pero por otra
parte, hay la imposibilidad de predecir sobre las carreras laborales, debido a la
erosión del trabajo estable que se ha generalizado en un número creciente de
empleos, incluyendo los trabajos de profesionales de mayor calificación» (Op. cit.
pp.80).

Las ciudades globales y el trabajo precario

Sassen, en un texto sobre movilidad laboral y trabajo (1994), publicado por vez
primera en 1988, discute la manera en que la descentralización y la transforma-
ción tecnológica de los procesos de trabajo han permitido el desarrollo de nue-
vos núcleos de expansión económica en países altamente industrializados, en
donde la subcontratación es una importante modalidad. Según la autora, estas
tendencias se acentúan especialmente en los principales centros urbanos nor-
teamericanos —Nueva York y Los Angeles—1 a los cuales ha llegado siempre
una considerable cantidad de inmigrantes. De acuerdo con Sassen, las nuevas
olas migratorias a partir de los setenta y ochenta, con la característica particular
—independientemente del país de origen— de una reducida tradición sindical,
han aportado la mano de obra en todos los niveles de calificación que ha favo-
recido el papel de centros económicos dominantes a escala americana y mun-
dial, de estas dos ciudades. La nueva economía americana de los últimos 20
años se caracteriza por la provisión de trabajos con salarios bajos, que han nu-
trido la industria en impresionante expansión de servicios especializados, de alta
tecnología (microelectrónica) e, incluso, de sectores industriales tradicionales de
bienes de consumo. Es obvio que, tanto en el sector de servicios especializados
como en los cuarteles de las grandes corporaciones internacionales en este tipo

La autora las denomina ciudades globales, en tanto ellas concentran los actividades líderes
que dirigen la economía mundial, Ibid. pp. 126-127. Este fenómeno se extiende a otras ciu-
dades americanas, con alto peso de migrantes, como es el caso de Miami y Houston.

59
Fernando Urrea Giraldo

de ciudades globales, también se han expandido los trabajos asalariados de profe-


sionales y técnicos altamente calificados (Ibid. 129) que, a la vez, se han alimen-
tado de personal inmigrante muy calificado generando una oferta laboral abun-
dante de nuevos profesionales y técnicos. Lo interesante para la autora es que es-
tos empleos asalariados calificados, que evidentemente gozan de altos ingresos,
también han entrado a formar parte de sistemas de contratación muy flexibles
para las empresas.12
En relación con el surgimiento de empleos de bajos salarios, dice la autora
(Op. cit. 159-168) que en las industrias tradicionales de bienes de consumo
(downgraded manufacturing sector) se presenta un continuo crecimiento del sector
de servicios de alimentos y de algunos tipos de manufactura, especialmente en la
electrónica y ciertas formas de manufactura reorganizada bajo la modalidad clá-
sica del sweatshop (taller con un número limitado de operarios u operarías que
trabajan en condiciones físicas y tecnológicas precarias, con largas jornadas la-
borales —por encima de las 8 horas diarias—, mediante el sistema de pago al des-
tajo o por pieza,13 resultante en muy bajos salarios, buena parte de las veces por
debajo del mínimo legal) que se han re-constituido bajo relaciones de subcontra-
tación, a través del tipo de talleres antes descritos, utilizando mano de obra bara-
ta en su gran mayoría femenina. A pesar de las características productivas atra-
sadas, en algunos de estos sectores reactivados su producción está articulada,
paradójicamente, a la demanda de modernos sectores de la economía de con-
sumo (confecciones de lujo para mercados sofisticados, zapatillas de marca). Para
Sassen este fenómeno, al lado de la otra modalidad clásica, el homework (trabajo
industrial a domicilio, que se paga por pieza), ha permitido la aparición y ex-
pansión considerable de un sector informal con mano de obra femenina en las
ciudades de Nueva York y Los Angeles en los años ochenta y noventa, compues-
to casi en su totalidad por inmigrantes ilegales y algún sector de mujeres y hom-
bres discapacitados.14 Esto ha representado una acelerada feminización de la nue-

Por otro lado, las demandas de consumo generadas por estos grupos asalariados de altos
ingresos son una fuente Importante de empleos de servicios no calificados o semicalificados
con bajos salarlos que la misma oferta laboral Inmigrante aporta, con escasa o nula tradición
de organización sindical (Sassen, op. cit.129).
Este sistema fue ampliamente descrito por Marx en El Capital, el capítulo 21, trabajo por
piezas o al destajo, tomo I (Marx, 1977:692-700). El término en inglés utilizado por Marx es
sweating system, según su uso en Inglaterra; o para designar el tipo de establecimiento, sweat-
shop, según el Oxford American Dictionary, «un negocio, especialmente una factoría, que em-
plea trabajadores contratados con muy bajos salarlos y largas Jornadas de trabajo, bajo pobres
(precarias) condiciones (del sitio de trabajo)».
El reciente escándalo —que ha sacudido las relaciones México-Estados Unidos— de la red de
trabajadores mexicanos sordomudos, por supuesto todos Indocumentados, que distribuían
baratijas con el sello de apoyar al sordomudo, en la ciudad de Nueva York, fabricados por los
mismos trabajadores, en condiciones de trabajo y vivienda bastantes precarias, con salarios

60
Globalización, subcontratación y...

va fuerza de trabajo industrial, como lo anota antes la autora (Ibid. 107-114),


concentrada tanto en las subsidiarias transnacionales como en las compañías
nativas americanas, especialmente del sector manufacturero de bienes de con-
sumo no durables en los Estados Unidos. De este modo las mujeres inmigran-
tes ilegales del Tercer Mundo (Sassen, Op. cit. 114) constituyen para las nuevas
zonas industriales americanas, una mano de obra barata y vulnerable a través de
prácticas de contratación y despido particulares de estas nuevas zonas de pro-
ducción. Desde el punto de vista de los hogares a los que pertenecen estas muje-
res, ellas se han convertido en la principal fuente proveedora de ingresos favore-
ciendo así el cambio de las estructuras tradicionales de generación de ingresos
entre mujeres y hombres y su relación con el sostenimiento del hogar (Op. cit.
pp. 97); el impacto de esta situación se siente también en los hogares de los paí-
ses de origen de esas mujeres.
La subcontratación y el trabajo por sección crean un tipo de organización del
trabajo que permite la exportación de ciertos oficios y la substitución, así mis-
mo, de trabajadores altamente calificados. De ahí que el pool de hombres y mu-
jeres inmigrantes (latinos y asiáticos) a los Estados Unidos15 sea una provisión
pertinente para asumir los trabajos con bajos salarios, ofrecidos por estos secto-
res de la economía, en los que se incluye de manera fuerte el sector de producer
services.
La subcontratación es un fenómeno que se ha expandido a pasos agiganta-
dos, se ha generalizado a los diferentes procesos productivos de bienes y servi-
cios y ha trascendido todas las fronteras nacionales, independientemente de los
sistemas políticos.16 Esto ha conllevado a un acelerado crecimiento de las pe-
queñas compañías altamente especializadas en servicios y manufacturas asocia-
das con las nuevas tecnologías de producción de nuevos productos que, apo-
yándose en una fuerza de trabajo en distintos países, han creado nuevas disposi-
ciones de gestión, en términos de planeación, organización, distribución, mer-
cadeo y finanzas. El resultado final es un aparato central expandido, requerido

muy por debajo del mínimo legal en los Estados Unidos, es un interesante ejemplo de este
fenómeno. Como muy bien lo coloca el diario Le Monde, en su edición del 15 de Agosto de
1997, en el encabezado de la noticia, ¿es mejor ser esclavo en Nueva York o sordomudo en Méxi-
co? (VautTl mleux étre esclave á New York ou sourd-muet á México?).
Así como en Europa la Inmigración ilegal magreblna, turca, y en general de diferentes paí-
ses del Asia, de poblaciones negras de las diferentes ex-colonias francesas, inglesas y portugue-
sas, o de los países del Caribe, al igual que de los países suramerlcanos.
China continental es el mejor ejemplo de la internacionalizaclón de la producción manufac-
turera de las principales compañías americanas, desde las líneas de zapatillas de marca hasta
la producción de computadores. Lo que eran antes Taiwan, Filipinas, Singapur, Malasia, etc.,
la China hoy en día es el espacio de la expansión manufacturera de las multinacionales ame-
ricanas o europeas. En menor grado otros países del Sudeste Asiático están desempeñando es-
te papel, así como algunos de los países centroamericanos y del Caribe.

61
Fernando Urrea Giraldo

para ei control y dirección de los procesos productivos descentralizados y una


fuerza de trabajo global repartida en varios países.
La misma autora en otro texto (1991), desarrolla las posibles implicaciones
sociales de las nuevas relaciones laborales, a partir de un estudio sistemático de
tres ciudades: Nueva York, Londres y Tokio. Trabaja con la hipótesis de ciuda-
des globales en cuanto Juegan un papel fundamental y estratégico en las nuevas
formas de acumulación capitalista mundial, sobre la base de las finanzas y la
globalización de la manufactura, lo cual ha creado profundas transformaciones
en sus estructuras sociales, tanto directamente, a través de los procesos de traba-
jo en las industrias (finanzas, producer services y toda la cadena de servicios adhe-
rida a aquella), como indirectamente dentro de la dimensión de la reproducción
social y del mantenimiento de los trabajadores de altos y bajos ingresos que em-
plea este nuevo complejo industrial (Ibid. pp. 338).
Según la autora, la transformación en las formas de organización productiva
internacional ha traído consigo no sólo un acelerado crecimiento de la produc-
ción en pequeños grupos de trabajadores, que a la vez producen a escalas pe-
queñas o lotes por encargos (small-batch), con una alta diferenciación en la pro-
ducción y rápidos cambios en el rango de producción, sino que ha incentivado
la subcontratación y el uso de formas flexibles de la organización en la produc-
ción. Así, a raíz de la competencia internacional, las nuevas administraciones de
las empresas llevaron a cabo ajustes en la organización del trabajo que favore-
cían la descentralización de los procesos productivos; también impusieron drás-
ticos recortes de personal en los diferentes niveles de calificación, que apunta-
ban a la desconcentración de las actividades en diferentes unidades autónomas.
De esta forma, de acuerdo con la autora, a finales de los años setenta, el poder
de negociación de los trabajadores asalariados de las industrias líderes, las cuales
operaban a través de grandes unidades organizadas verticalmente, se había redu-
cido significativamente, no sólo en Inglaterra, también en los Estados Unidos y,
a mediados de los ochenta, esta tendencia se hizo presente en Japón (pp. 218-
219).
La pérdida inexorable de las garantías salariales y laborales converge en lo
que Sassen llama la casualización del trabajo, que crea un estado de contingencia
laboral (ausencia de beneficios sociales y bajos salarios) que se puede presentar a
través del trabajo informal dentro de una economía progresivamente informali-
zada. Tal es el caso de los trabajadores migrantes ilegales en la ciudad de Nueva
York,17 el trabajo de medio tiempo y tiempo parcial y del sweated labor en Ingla-

Estas modalidades de trabajo se desarrollan para Nueva York en las áreas de la producción
del vestido, zapatillas deportivas, muebles, actividades relacionadas con ventas al por menor
(relail activities) y la electrónica; sin embargo, como dice la autora «... hay una fuerte tendencia
de estar localizado el trabajo informal en áreas densamente pobladas con altísimas cuotas de

62
Globalización, subcontratación y...

térra,18 o el daily labor en Tokio.19 En estas formas casuales de las relaciones la-
borales, se hacen presentes la subcontratación como situación y proceso cada
vez más extendido en múltiples actividades y relacionado con la pérdida de tra-
bajos estables o con trayectorias laborales de por vida en el sector manufacture-
ro, y el crecimiento del sector de producer services, la expansión de las manufac-
turas downgraded, los sweatshops y las industrias domésticas.
Por otro lado, para Sassen los cambios laborales experimentados en ciudades
como Nueva York, Londres o Tokio, desde los años setenta, tienen que ver con
transformaciones urbanas de tipo socioespaclal, entre ellas, el proceso de abur-
guesamiento (gentrification), o cambios en los patrones residenciales, y la apari-
ción de consumos culturales sofisticados alrededor de las áreas centrales de las
ciudades, vinculados con nuevos grupos sociales urbanos con altos niveles edu-
cativos y actividades profesionales. Estos consumos, de una forma u otra, se re-
lacionan con la economía de servicios especializados asociada a la expansión
mundial de una producción manufacturera masiva pero cada vez más diferen-
ciada por el tipo de consumo (pp.326-327) según clases sociales.20
Las tendencias de los últimos años de la acumulación capitalista no sólo han
significado la aparición de una fuerza laboral desregulada de trabajadores no cali-
ficados y semicalificados, en su mayor parte inmigrantes ilegales, incluso disca-
pacitados, sino también la presencia de segmentos de trabajadores altamente ca-
lificados. Sin embargo, según Sassen, «el alto ingreso de los nuevos trabajadores
no es suficiente para explicar la transformación. Otros factores menos visibles
son también determinantes. La nueva cultura del trabajo es ante todo cosmopo-
lita, porque las condiciones objetivas del trabajo tienen una orientación mun-
dial, estando cada vez más envueltas en un contexto de creciente internacionali-
zación en las economías de estas ciudades. El creciente número de mujeres pro-
fesionales jóvenes además ha contribuido a una urbanización de las clases profe-
sionales que la suburbanización típica de las etapas anteriores...» (p.335). En

Inmigrantes... » (p.289).
Como dice la autora, «... Londres ha perdido sus grandes fábricas, muchas de sus grandes
empresas manufactureras no producen más: por el contrario, ellas subcontratan en el extran-
jero o a través de productores domésticos», vía las fly-by-night factories (p.295), o factorías de
trabajo al destajo, que recluían personal femenino y minorías étnicas por períodos estaciona-
les de alta demanda, sin ningún sistema de seguridad social.
19
«El trabajo de por día ha llegado a ser una categoría residual que se ha venido incremen-
tando (en Tokio), constituida por los que fueron despedidos de otros empleos, incluso em-
pleados de oficina, hombres de edad que perdieron sus antiguos empleos, y también Jóvenes
que no han podido conseguir un empleo...(también) el trabajo de por día ha llegado a ser una
modalidad de empleo clave para los inmigrantes ilegales recientes de diversos países asiáti-
cos... »(p.297). Este trabajo de por día se utiliza en la construcción e industrias relacionadas
con ella, y en todo tipo de actividades de servicios especializados (pp.297-298).
Un fenómeno además observable en diversas ciudades latinoamericanas.

63
Fernando Urrea Giraldo

Ai : A „ „!™4I„.. „1 J „ 14 : n Q Q G . I G I 9 1 7 \ „„ „* t..A: ¡ *.
u n a u i i c L u u n 3 i i i i n a i , ci u c x x a i u u g a i i \ Í \ J K J \ J . LU X~L*X I } ra u u u c a t u u i u iccicmc
pero focalizado sobre la ciudad postmoderna o la nueva urbanización. Este autor
también señala las relaciones de los nuevos procesos urbanos de aburguesamien-
to con las tendencias de globalización económica y de consumos culturales
(pp.176-191).

PERSPECTIVAS FRANCESAS RECIENTES:


LA DESREGULACIÓN DEL TRABAJO ASALARIADO

El ascenso de la vulnerabilidad en el e m p l e o

En el medio francés, a partir de la experiencia de su país y Europa, el sociólogo


Castel (1992, 1995, 1996) ha destacado las nuevas tendencias de las relaciones
laborales en el capitalismo contemporáneo.21 En un primer artículo traducido al
español (1995), «de la exclusión como estado a la vulnerabilidad como proceso»,
el autor establece los nexos entre las desigualdades sociales y las formas de ex-
clusión y las nuevas relaciones laborales del capitalismo en las últimas décadas.
Para Castel el estudio de la organización o cohesión social debe tener en cuenta
tres zonas, denominadas por él zona de integración, zona de vulnerabilidad y zona
de exclusión.22 Desde la dimensión del trabajo la zona de vulnerabilidad ocupa

Diversos autores trabajan esta problemática desde la economía en la escuela francesa de la


regulación, sobre el mercado de trabajo y el empleo asalariado: Jacob, Fabre, Boyer, Reynaud,
Didry, Saláis, Eymard-Duvernay, en Jacob y Vérln (1995), bajo el título de la inscripción social
del mercado, dentro de la colección muy sugestiva de cuadernos de socio-economía. De otra par-
te, los autores franceses, sociólogos y economistas, que a lo largo del texto son referenclados,
se mueven en una perspectiva, si no cercana a la escuela de la regulación, por lo menos coin-
cidente (es el caso de Bourdieu, quien es citado hacia el final de la corriente francesa y no
propiamente es un especialista en el campo de la sociología del trabajo). Un análisis desde la
sociología del trabajo sobre una sociología de la economía en esta misma dirección de una so-
cio-economía se encuentra en el comentario de Laville (1994:239-249) sobre el libro de Perret y
Roustang (1993). Según Laville, apoyándose en estos autores, «ciencia social en su origen, la
economía se consolida en un esfuerzo por desarrollarse como una ciencia exacta que olvida
sus condiciones de aparición. La construcción walrasiana, donde el valor es el valor de cambio
revelándose empíricamente en el equilibrio de un mercado transparente, oculta su presupues-
to fundador: la autonomizaclón de la esfera mercantil» (Ibid. p.247); más adelante anota que
«las dos condiciones socio-históricas para un equilibrio entre trabajo e intercambio, de "que el
trabajo sea siempre monetizado en relación con su cantidad y calidad, y que el modo de fija
ción de la jerarquía social sea reconocido como legítimo por los interesados", están hoy en día
amenazadas por el desempleo masivo y por la diferenciación, a través de la atomización de las
situaciones de trabajo» (Ibid. p.248).
«Por una parte una zona de integración de la que no hablaremos aquí, puesto que, por de-
finición, plantea grandes problemas de regulación social. Dlstingámosla de una zona de \ul
nerabilidad que es una zona de turbulencias caracterizada -una vez más someramente- por

64
Globalización, subcontratación

una posición bien estratégica, no sólo porque ésta, según el autor, es la que
«produce las situaciones extremas a partir de un basculamiento que se produce
en sus fronteras», sino también porque significa una precarización del empleo y
con ello, un debilitamiento del vínculo social de la familia y del contexto fami-
liar. La situación actual —desde el entorno francés— está mostrando cada vez más
la ascensión de la vulnerabilidad, reflejada en los «pequeños trabajos, la alternan-
cia del empleo y de inactividad, las ocupaciones más o menos aleatorias», que de
todas maneras ha sido un común denominador de las sociedades occidentales,
pero que desde la década del setenta se ha venido intensificando (Ibid. pp. 29).
La precarización del trabajo se manifiesta a partir de una vulnerabilidad indivi-
dual y colectiva, mediante formas contractuales totalmente diferentes a los con-
tratos indefinidos que constituían una relativa seguridad y garantías y derechos
laborales estables en el capitalismo del Estado de bienestar, desarrollado a partir
de los años treinta. La alternancia de los individuos en sus vidas laborales entre
empleo y desempleo, a través de trabajos fragmentados que no permiten acumu-
lar una experiencia laboral, especialmente de la población joven, desarticula
cualquier tipo de estabilidad social. Para el autor el tránsito desde la zona de vul-
nerabilidad en el empleo, característico del capitalismo contemporáneo, hacia la
zona de exclusión se amplía haciéndose más transitable para varios segmentos de
la población (pp. 35). En síntesis, la vulnerabilidad individual y colectiva produ-
cida por el cambio del sistema de contratación laboral en el capitalismo contem-
poráneo es la base de las nuevas condiciones de desigualdad social que, incluso,
pueden llevar a un amplio sector de la población a una situación de exclusión,
siendo algunos segmentos de ella más afectados que otros: los jóvenes, las muje-
res, sectores de la antigua población ocupada masculina (cesante), entre los 30 y
50 años, que ya no tienen opción de encontrar un empleo estable. Es interesan-
te advertir que las principales referencias empíricas hechas por Castel son de
Francia y Europa, a partir de los años setenta, y sobre todo las décadas del
ochenta y noventa, pero focalizadas en la fuerza laboral contratada o desemplea-
da bajo las formas convencionales; es decir, se trata de ciudadanos franceses o
de otro país europeo, no de migrantes ilegales (turcos, norafricanos y africanos
de las antiguas colonias de la región del Subsahara, asiáticos, polacos, rumanos,
albaneses, etc.), cuya contratación se hace en otras condiciones, buena parte de
ellos en empleos no demandados por los nacionales de los países respectivos y
con salarios seguramente por debajo del mínimo legal de cada país.23

una precariedad en relación al trabajo y por una fragilidad de soportes relaciónales. Estas dos
variables muchas veces se superponen. Habría, en fin, una tercera zona que se podría deno-
minar zona de exclusión, de gran marginalidad, de desafinación, en la que se mueven los más
desfavorecidos...» (1995:29).
También migrantes con residencia legal y descendientes de migrantes legales de algunas de

65
Fernando Urrea Giraldo

¿Qué tienen que ver ias nuevas formas de contratación laboral dei asalariado
con el fenómeno de la subcontratación para Castel? «La estructura misma de la
relación salarial es la que se pone en cuestión. La consolidación de la condición
salarial (en el capitalismo bajo regulación salarial)... se había apoyado en el he
cho de que al asalariar una persona se hacía cada vez más atando su disponibi
lidad y sus competencias a la larga duración (de la trayectoria laboral), esto con-
tra una concepción más frustrante para el asalariado, que consistía en alquilar a
un individuo para llevar a cabo una tarea específica (capitalismo siglo XIX)... Las
nuevas formas particulares del empleo se asemejan a las antiguas modalidades de
contratación, cuando el estatuto del trabajador no existía frente a las obligacio-
nes del trabajo. La flexibilidad es una manera de designar esta necesidad de ajus-
te del trabajador moderno (contemporáneo) a su tarea... (pero) la flexibilidad no
se reduce a la necesidad de ajustarse mecánicamente a una tarea puntual. Ella
exige que el operario esté inmediatamente disponible para adaptarse a las fluc-
tuaciones de la demanda. Gestión de flujo extendido, producción por enco-
mienda, respuesta inmediata a los azares de los mercados, son convertidos en
los imperativos categóricos de funcionamiento de las empresas competitivas. Pa-
ra lograrlos, la empresa puede recurrir a la subcontratación (flexibilidad externa)
o formar su personal para la adaptabilidad y la polivalencia, con el objeto de en-
frentar toda la gama de situaciones nuevas (flexibilidad interna). En el primer
caso, a las empresas satélites les es confiado la atención de asumir las fluctua-
ciones del mercado.24 Ellas pueden hacerlo a costa de una enorme precariedad
de las condiciones de trabajo y de fuertes riesgos de desempleo. En el segundo
caso, la empresa asume la adaptación de su personal a los cambios tecnológicos.
Pero al precio de eliminar a aquéllos que no son capaces de alcanzar el rango de
las nuevas normas de excelencia» (1996: 402-403).25

estas nacionalidades, especialmente norafricanos (magreblnos) y turcos, que en países como


Francia, Alemania y en menor grado España, presentan las más altas tasas de desempleo en-
tre la población Joven (18-25 años) y de precariedad en el tipo de empleos a los que pueden
optar. La mayor parte de esta población habita en las periferias de las ciudades de los países
mencionados.
Más adelante observa Castel (Ibid. 408), tomando como referencia el caso francés, «... las
empresas subcontratan también (flexibilidad externa) en los países donde el costo de la mano
de obra es varias veces menos caro (respecto a Francia). En un primer momento, esta forma
de deslocalización ha afectado principalmente los empleos no calificados y las industrias tradi-
cionales (cf. la ruina del sector textil en los países desarrollados, el cual podría haber sido el
sector industrial con mayor demanda de trabajadores). Pero una empresa puede igualmente
subcontratar la construcción de aparatos sofisticados o de programas informáticos en el Su-
deste Asiático o en otra parte... ». Por supuesto, la ruina de Industrias como la textil o la side-
rurgia tradicional atraviesa todos los países, desarrollados o en desarrollo, por efecto de la cru-
da competencia internacional, como es el caso colombiano.
Según Castel, Francia es un país que privilegiaría la flexibilidad externa, a diferencia del Ja-
pón, Alemania y Suecia, aunque menos que Estados Unidos e Inglaterra (los paraísos de la

66
Globalización, subcontratación y...

Para las nuevas cohortes de trabajadores franceses, para los cesantes de más
de 30 años de edad e, incluso, para los que superan los 50 años la frontera en-
tre estar empleado y desempleado ha desaparecido. Como anota Demaziére
(1995A:117), «actualmente, el lugar del desempleo en las trayectorias individua-
les evoluciona tal como se transforma su lugar en los modos de regulación so-
cioeconómica. Ante todo, los ciclos de vida de los individuos son desordenados:
para los jóvenes el tiempo de inserción profesional se prolonga, para los adultos
la vida profesional se vuelve más incierta y discontinua, para los de mayor edad
los riesgos de quedar cesantes anticipadamente son cada vez mayores. Aún más,
las normas anteriores de empleo y de trabajo se infringen: los excedentes estruc-
turales de mano de obra pronuncian el fin del pleno empleo, las actividades de
trabajo son ejercidas bajo estatutos jurídicos más y más diversificados, las políti-
cas de gestión de edades (laborales) imponen otros modos de categorización de
los trabajadores, etc.».26 Según Castel (Ibid. p.409-410), «el problema actual no
es solamente el de la conformación de una periferia precaria, sino también el de
la desestabilización de los estables. El proceso de precarización atraviesa ciertas zo-
nas antiguamente estabilizadas del empleo... No hay nada de marginal en esta
dinámica. Al igual que el pauperismo del siglo XIX estaba inscrito en el corazón
de la dinámica de la primera industrialización, la precarización del trabajo
(contemporánea) es un proceso central, comandado por las nuevas exigencias
tecnológico-económicas de la evolución del capitalismo moderno...».27

subcontratación), lo cual explicaría en un aspecto para el autor las altas tasas de desempleo y
de mayor precariedad del empleo: «los salarios son menos sostenidos en la empresa, y las ta-
reas menos calificadas son más frecuentemente contratadas externamente a través de un per-
sonal muy vulnerable a la coyuntura» (Ibid. p. 403). Curiosamente los Estados Unidos e In-
glaterra presentan las tasas menores de desempleo en la actualidad, pero la razón tiene que
ver precisamente con que la generalización del empleo precario ha permitido reducir significa-
tivamente la tasa de desempleo abierto nominal, mientras los países europeos, Francia a la
cabeza, aún mantienen un régimen de protección al asalariado que impide este tipo de com-
pensación anglosajona (desempleo por precariedad).
Un interesante estudio sobre la expansión de la condición de desempleado en Francia y su
relación con el nuevo patrón de crecimiento capitalista se encuentra en D'Iribarne, 1990, bajo
el título del desempleo paradójico. Dos estudios clásicos sobre el desempleo son, desde la pers-
pectiva del análisis económico, el de Saláis, Baverez y Reynaud (1986) y, desde la sociología y
de la historia, el reciente y magnífico de Topalov sobre el nacimiento del desempleado entre
finales del siglo XIX y comienzos del XX (1994). Otro estudio comparativo Francia-Inglaterra
en esta temática, escrito por economistas, sociólogos e historiadores franceses e Ingleses, es el
editado por Mansfield, Saláis y Whiteside (1994), sobre las fuentes del desempleo entre 1880-
1914. El texto de Demaziére (1995B) sobre la sociología del desempleo, describe las particula-
ridades de la condición de desempleado en la sociedad francesa contemporánea mostrando
cómo ha sido construida a partir de categoría estadística, con una norma Institucional y un es-
tatuto jurídico.
Según Castel (Ibid. p.436-437), una tendencia ha sido la degradación de la condición sala-
rial, fenómeno observable a partir de los años setenta. Retomando a K. Polany en su obra clá-
sica (1983), Castel señala: «El mercado autorregulado, forma pura del desarrollo de la lógica

67
Fernando Urrea Giraldo

Flexibilización y externalización de los riesgos de las empresas

Una presentación detallada y didáctica del llamado modelo de producción flexible


se encuentra en Bardelli (1996); hace una revisión exhaustiva de la literatura in-
ternacional existente pero, sobre todo, coloca el debate en términos críticos y es-
cépticos para el caso de la sociedad francesa, otros países europeos y los Estados
Unidos, respecto a la idealización de las tecnologías japonesas de gestión de la
fuerza laboral y reorganización de la producción como soporte de una estrategia
de flexibilidad, ya sea del tipo especialización flexible o flexibilidad dinámica. Lo
que interesa de este autor es su análisis de la subcontratación como eje constitu-
tivo de la reorganización de las relaciones concurrenclales entre las firmas, tomando
el caso japonés (Op. cit.pp.58-62, 108-109).
Las relaciones de cooperación entre las firmas oferentes y las demandantes
en la cadena de subcontratación (caso japonés), tienen que ver con la duración
de la cooperación según el ciclo de vida del producto; una relación instituciona-
lizada y jerarquizada entre las firmas, la cual varía dependiendo del nivel de in-
tervención de la firma demandante en la concepción del producto; un soporte
contractual entre las firma oferente y demandante, de suerte que la primera tiene
condiciones de exigencias sobre el producto entregado y una integración en as-

económica abandonada a ella misma, en estricto sentido es inaplicable, porque él no compor-


ta ninguno de los elementos indispensables para fundar el orden social. Pero él podría des-
truir el orden social que le precede. Si la dominación de la economía a partir del siglo XIX no
ha destruido completamente la sociedad, es porque ella ha sido limitada por dos órdenes de
regulación no-mercantiles. La sociedad de mercado ha podido ser aclimatada ante todo porque
ella ha sido instalada en una formación social donde las tutelas tradicionales y las formas or-
gánicas de solidaridad eran aún fuertes: sociedad predominantemente rural, con extensos y só-
lidos lazos familiares y redes eficaces de protección cercanas. Esta situación preexistente a la
llegada del mercado ha amortiguado sus potencialidades desestabilizadoras, las que actuando
solas habrían sometido al flagelo a las poblaciones ya a la deriva (desarticuladas), estos mi-
grantes internos que han dejado sus lugares de origen pauperizados, que han conformado la
mano de obra de las primeras concentraciones industriales. En segundo lugar, la respuesta a
este remezón ha sido la constitución de nuevas regulaciones sociales -protecciones sociales,
propiedad social, derechos sociales. Es la invención de lo social que ha domesticado el mercado
y humanizado el capitalismo». Es lo que Castel denomina la sociedad salarial, «una construc-
ción histórica que ha sustituido otras formaciones sociales, pero que no es eterna... La socie-
dad salarial es la formación social que ha coadyuvado a conjurar en una gran medida la vul-
nerabilidad masiva (de los sectores populares) y a asegurar una larga participación en los valo-
res sociales comunes. En otras palabras, la sociedad salarial es el soporte sociológico sobre el
cual reposa una democracia de tipo occidental, con sus méritos y lagunas: no como punto de
consenso sino de regulación de los conflictos, no como igualdad de condiciones sino de com-
patibilidad de sus diferencias, no como justicia social sino de control y reducción de la arbi-
trariedad de los ricos y los poderosos, no como gobierno de todos sino de representación de
todos los intereses y su puesta en debate en la escena pública...» (Ibid. p.451). Para Castel el
capitalismo del Estado de bienestar hace compatible la ciudadanía económica con la ciudadanía
social (Ibid. 452).

68
Globalización, subcontratación y...

pectos de innovación tecnológica entre las firmas, bajo el comando de la firma


demandante, para garantizar mejorías en el producto (Ibid. pp 58-61). Sin em-
bargo, el autor señala que la jerarquización entre las empresas es el elemento de-
terminante de la coherencia en las redes de subcontratación en Japón (Ibid.
p.62), se trata pues de una relación de cooperación asimétrica en la que las fir-
mas oferentes se adecúan a las exigencias de la firma demandante.
Ahora bien, lo que interesa para efectos de esta revisión crítica es que la ca-
dena de subcontratación en el modelo japonés presupone la «flexibilización de
las variables sociales» (Ibid. p.109) en dos aspectos, nuevas modalidades salaria-
les al nivel de la empresa (grupos de trabajo responsables de las cantidades y ca-
lidades en detrimento del trabajo individual, énfasis en la cooperación horizon-
tal en los procesos de trabajo y la polivalencia de los operarios) y, sobre todo,
nuevas modalidades al nivel societal que suponen nuevas relaciones contractua-
les. En esta segunda dimensión sobresalen el principio de evaluación de los sa-
larios por méritos y competencias, a través de la individualización de las condi-
ciones del salario, para garantizar un compromiso de parte del trabajador, y las
diversas formas de administración participativa en el interior de la empresa
(Ibid. pp. 111-113).
Lo anterior es incompleto si no se advierte que el modelo social japonés, en
su versión clásica, ha presupuesto —en términos societales— la existencia de una
relación salarial estable en la empresa. «El estabiliza por un período suficiente-
mente largo la relación salarial en su doble aspecto, de organización de la pro-
ducción y las modalidades de remuneración... (Ibid. p.64)... La estabilidad del
empleo y la flexibilidad de los hombres para el mercado interno de trabajo aseguran
la gestión teóricamente perfecta de la flexibilidad de la mano de obra, puesto
que ella es estabilizada en el interior del grupo» (Ibid. p.67, cursiva del autor).
Sin embargo, las nuevas condiciones internacionales de concurrencia capitalista,
a medida que se ha intensificado el proceso de globalización, han venido soca-
vando la estabilidad del empleo dentro de una trayectoria laboral de por vida,
tanto en el contexto de organización taylorista-fordista como en el de las diversas
variantes de la producción flexible de la vertiente japonesa.28

Respecto a los cambios que se presentan en las relaciones salariales y el empleo en el Ja-
pón, son bien Indicativos los artículos periodísticos del Nlhon Kelzal Shimbun, el más presti-
gioso diario económico japonés, aparecidos en Courrier International, el primero en el núme-
ro 314, Noviembre de 1996, el segundo, en el 332, Marzo de 1997. En el primero se advierte
que «las industrias niponas no resisten más la tentación de deslocallzar sus plantas, invocando
el nivel alto de salarios y el impuesto sobre las sociedades en el Archipiélago... En los últimos
tres años, Matsushita Electric Industrial, ha procedido a la suspensión de 4.000 empleos en el
Japón, mientras que en sus filiales extranjeras ha creado más de 20.000. Al mismo tiempo,
cuando sus fábricas en el Archipiélago acusan una baja de producción, las del extranjero pre-
sentan un aumento notable... Los medios de negocios japoneses han hecho el gran salto hacia

69
Fernando Urrea Giraldo

El libro de Veliz (1996), Mundialización, ciudades y territorios: la economía de!


archipiélago, ofrece uno de los análisis más sugerentes sobre la lógica de la sub-
contratación y la globalización capitalista.29 El eje analítico que propone el autor
es el de la externalización de los riesgos por parte de las empresas en un contexto
de mundialización de las economías, vía la subcontratación y el acceso a los
mercados más flexibles de trabajo más calificado (1996: 13). Veltz sostiene, en
una dirección próxima a la de Sassen, que es debido al fenómeno de la econo-
mía a escala mundial que se gira cada vez más alrededor de los modelos de servi-
cios. El esquema ideológico dominante de la cooperación entre oferentes y clien-
tes (demandantes) permite crecientemente ordenar en la actualidad las relaciones
entre los actores económicos (Ibid. p.175) en la medida en que hay incertidum-
bre sobre la definición de los productos (el tipo de producto demandado) sobre
la trayectoria y los resultados de ellos.
Todo esto se realiza a través de una «mutación de las formas organizacionales
de la producción (de bienes materiales como de servicios). La tendencia general
de las grandes firmas a externalizar las actividades consideradas no estratégicas,
la reducción del tamaño de las entidades (down-sizing), en un gran número de
casos perseguida como un objetivo en sí, la reorganización de los sistemas de
producción y de intercambios en redes más o menos estables y más o menos
controladas centralmente, se observan hoy en día en las economías desarrolla-
das. Estas tendencias no son simplemente coyunturales. Ellas se abren paso en
las nuevas configuraciones de la empresa, del asalariado, del empleo, del trabajo, de
la relación entre vida laboral y vida personal» (Ibid. p.175, cursiva del autor). De
este modo la lógica de subcontratación formaría parte de un sistema de desceñ-

ía mundialización. Aún cuando ellos tengan escrúpulos de privilegiar su propio interés ante
la necesidad de expatriar al igual que los occidentales-, en los hechos, ellos comienzan ¡i per
der el interés por su país» (Courrier International, 314, p.24). En otro comentario del mismo
diario económico se advierte que el japón ha incrementado considerablemente sus Impon i
clones desde otros países asiáticos donde ha deslocalizado una parte de sus industrias, y al (i
nal se Indica: «Mientras los grandes grupos (industriales) aplican una política de reestructura-
ción con el objeto de reducir el personal sobrante, la continuación a la baja de la tasa de nata
lidad de empresas constituirá una amenaza seria para el empleo». En otro comentario en el
mismo diarlo, bajo la autoría de Kazuhlko Yatabe, se anota lo siguiente: «(para el Japón) me-
jor casarse con la mundialización, tal parece ser el deseo principal del país. Todo pasa como si
en el Japón se busca ignorar las consecuencias sociales. La deslocalización, la desreglamenla-
ción y su corolario, el vaciamiento -küdóka en Japonés- del tejido industrial nipón, se man-
tienen como temas económicos que no son retraducidos en términos políticos...» (Ibid. p.24).
En el segundo artículo (Courrier International, 332, p.6), se compara la situación actual del
Japón con la de Inglaterra al fin de la era vlctorlana, una sociedad que no pudo transformar
sus estructuras por haberse dormido en su opulencia como la fábrica del mundo; una preocu-
pación que se encuadra precisamente en el contexto de la globalización.
Además del estudio que se referencia llene otros, algunos en coautoría, en temáticas de la
sociología del trabajo y de la economía laboral, con un especial énfasis en la dimensión terri-
torial.

70
Globalización, subcontratación y...

tralización en redes de la producción y de los trabajadores, que les permite a las


empresas minimizar los riesgos de la incertidumbre que la competencia capitalis-
ta a escala cada vez más global les impone. Pero, como anota el mismo autor,
los impactos sobre aspectos como el tipo de asalariado en su relación contrac-
tual con la empresa que controla el proceso, el empleo, el trabajo y la relación
de éste con la vida personal de quien lo realiza, son fundamentales.
En realidad, para Veltz la economía mundial pasa de una producción en
masa verticalizada y monolítica a un sistema de redes de una economía domina-
da por la lógica de servicios (Ibid. p.182). Según el autor, el modelo de pipe-line
de la producción en masa, donde la firma realizaba prácticamente todo por sí
misma, desde los estudios hasta la comercialización, pasando por la fabricación
de lo esencial de los componentes, pierde fuerza inexorablemente. Él cede el lu-
gar a los modelos en red bastante más diversificados y más complejos, donde
coexisten las business units más o menos autónomas en el plan operacional, pe-
ro fuertemente enmarcadas en el plan estratégico, financiero y normativo, y una
multitud de subcontratistas, ocasionales o a la inversa, cuasi integrados (Ibid.
p.183). Pero, en una perspectiva cercana a la de Sassen, para Veltz no se trata de
que esté desapareciendo la producción de bienes y servicios para consumo ma-
sivo, sino que ella es ahora altamente diversificada o diferenciada, con productos
no homogéneos, precisamente para abarcar más amplios mercados y consumi-
dores, siguiendo el modelo de servicio al cliente, de oferentes y demandantes de
servicios (toda mercancía se transfigura ahora bajo el esquema de un servicio).
Pero, además, porque el sistema de redes conlleva una sofisticación y compleji-
zación en términos de servicios especializados para articular y permitir la centra-
lización de los procesos productivos (servicios de comunicación, transporte,
mantenimiento, financieros, etc.).
Para Veltz, «cualquiera sea la forma, siempre estos procesos de red y de ex-
ternalización, en medio del ambiente general de una competencia centrada alre-
dedor del modelo de servicio, tienen consecuencias esenciales sobre el paisaje so-
cial y económico. Ellos transforman la morfología del asalariado, los grupos so-
ciales (cuadros) de la vida profesional. Ellos interrogan en profundidad la no-
ción misma de empresa. El punto fundamental es que no se trata simplemente de
una nueva segmentación de actividades, de una nueva división técnica del traba-
jo...» (Ibid. p.186). La externalización, ya sea terciaria o industrial, particular-
mente vía la subcontratación, hace surgir «un mundo de pequeñas o muy pe-
queñas firmas cuya demografía es bastante loca...» (Ibid. p.187). Según este au-
tor, en el caso francés las pequeñas empresas se relacionan con las filiales direc-
tas de los grandes grupos entre otras porque —continuando con el autor— los
servicios a las mismas empresas representan una gran parte de la creación de es-
tas pequeñas firmas. Pero lo interesante para Veltz es la alta tasa de mortalidad

71
Fernando Urrea Giraldo

de estas pequeñas empresas (Ibid. p.187): «Los inspectores de trabajo y el fisco


(francés) conocen bien las luciérnagas, estas firmas efímeras que se crean en el
momento de un pedido y desaparecen ¡antes de haber pagado los impuestos y
las cotizaciones sociales!». Por otra parte, de acuerdo con el autor, «la multiplica-
ción de las profesiones independientes es otra cara del mismo movimiento». El
espectro va desde las calificaciones más banales hasta las más sofisticadas.
Aunque el fenómeno de la subcontratación ha existido en todas las etapas
históricas del capitalismo, la particularidad en la sociedad capitalista contempo-
ránea es que forma parte de una estrategia de externalización para enfrentar la
velocidad e incertidumbre de la producción globalizada. Según Veltz, «del lado
de las firmas... la tendencia dominante es cuestionar las grandes estructura
monolíticas y burocráticas, el movimiento hacia la descentralización, la externali
zación, la constitución de redes en fronteras abiertas...» (Ibid. p.229) y de esta
forma redistribuir los riesgos. Sin embargo, Veltz resalta cómo se crean también
«nuevas formas de incertidumbre: incertidumbre relativa al empleo, para UIIH
franja rápidamente creciente de asalariados...; incertidumbre también sobre cl
contexto de la actividad, incluso para los núcleos estables de trabajadores em
pleados. En la firma-nebulosa30 o en los nuevos procesos de negocios más o menos
fragmentados, los individuos se centran difícilmente... Cuando los límites de las
tareas y de los organigramas se vuelven amorfos, nuevas fronteras implícitas
aparecen y crean dinámicas más o menos opacas, difíciles de prever y encuadrar.
Los miembros de la red pueden estar tentados a desarrollar comportamientos
oportunistas o desviados...» (ibid. p.230).
Veltz describe ampliamente los efectos de la desregulación laboral por la fle-
xibilización de los procesos de trabajo, entre los que la subcontratación juega un
papel destacado, y sus efectos sobre las vidas y expectativas laborales de los tra-
bajadores. «Desde el punto de vista de los salarios, la primera consecuencia de la
economía de la velocidad y la incertidumbre es la disminución general del nivel
de compromiso de los empleadores respecto a los empleados; cualesquiera que
sean las variaciones nacionales, ellas son fuertes en términos de política de em-
pleo y del marco jurídico del contrato de trabajo» (Ibid. p.230). En términos so-
ciales, para Veltz la incertidumbre no se limita al empleo. «Ella concierne igu.il
mente a las posibilidades y las vías de una carrera social, de una trayectoria as-
cendente considerada como normal, tanto en la empresa como en la línea inier-
generacional... El fin de esta sociedad con movilidad ascendente, precisamente
cuando la escolarización no cesa de elevarse, sólo crea frustraciones inmediatas.
Ella mina las coordenadas de la conducta biográfica... El empleo parece cada vez

Sugestiva expresión del autor para referirse a las firmas que constituyen una red de subcon-
tratos. Cursiva del autor.

72
Globalización, subcontratación y...

menos referido a un proyecto de vida, pero percibido apenas como un contrato mer-
cantil del cual se trata de sacar la mejor partida posible, del lado del empleador como
del empleado. Las convenciones implícitas concernientes a los ascensos en el escala-
fón, el papel de la antigüedad, el equilibrio entre jóvenes y personal adulto de más de
40 años en los colectivos de trabajo son desestabilizados. En la empresa todos los in-
dicios revelan que la antigüedad es un valor que pierde importancia, en términos tan-
to simbólicos como monetarios...» (Ibid. pp.230-231, cursivas del autor). 31
Por otra parte, «la idea de un menor salario al comienzo de la carrera com-
pensado por una garantía futura de ascenso... es cuestionada por un menor
tiempo en la duración de los contratos, a la vez real y subjetivamente anticipada.
Se añade a esto el hecho de que los modos tradicionales de transmisión de los
saberes parecen sencillamente más lentos en relación con los ritmos de innova-
ción en las técnicas y productos, percepción que conduce de alguna manera a
despreciar el papel siempre crucial de la experiencia. Las nuevas contrataciones
de personal son siempre de personal más escolarizado y los niveles de selección
se elevan regularmente. Pero los ascensos por antigüedad evolucionan cada vez
más lentamente, lo cual es decepcionante para los jóvenes (quienes ascienden
menos rápido impidiendo que se queden) como para los viejos (cuya diferencia
salarial con los jóvenes se reduce y muchas veces se invierte)» (Ibid. p.232). De
este modo, según el autor, «la autonomía alabada por los nuevos esquemas de
organización del trabajo es en verdad positiva, pero también desestabilizante y
frustrante cuando ella no se acompaña de una contrapartida (de parte de la em-
presa)... (por tal razón) en forma global el trabajo es sentido como menos nor-
mativizado, pero simultáneamente los asalariados sienten una multiplicación de
las presiones».32 En el m u n d o tradicional de la empresa se podía intercambiar la

En el estudio de la socióloga del trabajo, Gulllemard, sobre el empleo, la protección social y


el ciclo de vida en Europa y los Estados Unidos (1993:257-283), se llega a conclusiones simi-
lares, bastante pesimistas por cierto, en la medida en que la Jubilación ya no es más el princi-
pio unificador que daría un sentido homogéneo y una Identidad a la tercera fase de la vida
(tercera edad), que se abre con la salida hacia el retiro o inactividad, debido a un proceso de
desinstituclonalización entre las edades ante las nuevas modalidades de inserción laboral. «Él
desordena igualmente el sistema de reciprocidad de los compromisos entre generaciones al
que estaba estrechamente asociado... » (Ibid. p.281).
El sociólogo del trabajo francés Linhart, 1991, describe lo siguiente sobre las campañas de
movilización interna de los trabajadores alrededor de la participación y la flexibilidad en el
proceso de trabajo, en medio de una organización del trabajo que continúa siendo taylorista
en la industria francesa: «los asalariados se encuentran constantemente solicitados, implica-
dos, movilizados. Se les demanda sus observaciones, sus sugerencias, sus puntos de vista...
Demasiado puede ser para que no caigan en el estrés, la ansiedad, en otras palabras, el páni-
co» (1991: 249). En otro estudio más reciente de Linhart, sobre la modernización de las em-
presas en Francia y Europa (1994), y la conformación de un nuevo modelo de relaciones so-
ciales en las empresas, se anota que «el modelo buscado no opera más sobre el soporte co-
munitario (en el interior de una adhesión afectiva, de una dependencia al lado de un colectivo

73
Fernando Urrea Giraldo

estabilidad y la seguridad por la disciplina y un cierto compromiso en ei trabajo.


Este gran acuerdo está en vías de extinción. La competitividad exige implicación
en el trabajo, motivación y calidad, la disciplina es menos mecánica, el trabajo
es a menudo más interesante. Pero por la coherencia y la estabilidad laborales, el
individuo, ya sea asalariado o profesional independiente, debe contar con sus propias
fuerzas" (Ibid. p.232-233, cursivas del autor).

Migración, trabajo ilegal y subcontratación

Dos estudios sociológicos sobre la migración y el empleo (Marie, 1994:143-163;


y Creen, 1994:165-184), en la sociedad francesa el primero y el segundo un aná-
lisis comparativo para la industria de la confección entre París y Nueva York,
permiten retomar las consideraciones de Sassen respecto a las nuevas condicio-
nes laborales de desregulación y flexibilidad laboral, pero ahora vistas por la so-
ciología del trabajo francesa. Según Marie (Ibid. pp.154-156) en Francia para los
años noventa hay una clara relación entre inmigración irregular y formas ilegales
de la actividad laboral y el empleo. Este autor construye la noción de trabajo ile-
gal, para referirse a «todas las formas ilegales de trabajo y de empleo, notoria-
mente las más sofisticadas (a través del enganche ilegal de mano de obra33) que
se ponen en marcha bajo la cobertura de la subcontratación.31 El trabajo ilegal de-
signa así todas las prácticas que se basan en el encubrimiento de toda o de una
parte de una actividad profesional, con el objeto de escapar a las obligaciones es-
tablecidas por las regulaciones fiscales, económicas y sociales... (por parte de los
empresarios)» (Ibid. p.156). El investigador toma como ejemplo el trabajo clan-
destino, el tráfico de mano de obra y las formas ilegales de empleo en Francia, a
raíz de la expansión de la inmigración ilegal en los años ochenta y noventa. El
autor ha encontrado más frecuente este fenómeno en los sectores de la construc-
ción y de los trabajos públicos (carreteras, vías, etc.), en la agricultura, el comer-
cio y los hoteles, bares y restaurantes (Ibid. p.156).
Creen, en su estudio comparativo para la industria de la confección en Fran-
cia y Estados Unidos sobre el uso de mano de obra inmigrante, encuentra que
en esta industria tributaria ante todo de la moda —según la autora, uno de los

con el cual se Identifican los asalariados) sino, y aquí reside la paradoja de las estrategias de
tipo partlcipativo (en las empresas de punta), sobre un soporte puramente contractual, seme-
jante a la relación cliente-vendedor que se difunde más y más en el seno de las empresas... El
nuevo tipo de lazo social que se instaura se concreta en realidad en una participación -con la
mayor frecuencia limitada en el tiempo -a las necesidades de una empresa confrontada a las
exigencias de desempeño particularmente Imperiosas» (1994:115-116).
La autora se refiere a las prácticas de contratación por fuera del Código de Trabajo francés
que utilizan trabajadores sin papeles o ilegales.
34
Cursivas del autor.

74
Globalización, subcontratación y...

mejores ejemplos de variabilidad de la demanda— (Ibid. p.166), «los talleres de


inmigrantes han sido presentados [en la literatura internacional] como un caso
clásico de flexibilidad económica que se explica en términos de capital y de cul-
tura: con una necesidad de reducido capital; y de redes familiares de recluta-
miento». Para esta autora la principal problemática de un estudio comparativo
de largo plazo de la industria de la confección entre Nueva York y París, 1880-
1980, válido para la situación contemporánea, la constituyen las consecuencias
sociales de la especialización flexible como fenómeno constante en más de cien
años: malas condiciones de trabajo, largas jornadas y salarios bajos. Una de las
principales características sociohistóricas de la famosa especialización flexible
que ofrece la industria de la confección, tanto en Francia como en Estados Uni-
dos desde el siglo XIX hasta nuestros días, bastante apreciada por los economis-
tas, es una base social constituida por una estructura organizativa de pequeños
establecimientos industriales cuyos empresarios manejan reducidos márgenes de
beneficio (Ibid. p.177). Cada empresario está envuelto en un combate por la su-
pervivencia, de ahí que «los talleres de la confección no tengan una esperanza de
vida media superior a los cinco años. Un corolario importante del sistema de
subcontratación ha sido siempre una alta rotación, que afecta tanto a los fabri-
cantes y empresarios como a los obreros» (p.177).
Según la autora, en la sociedad francesa y americana «las convenciones colec-
tivas y la legislación del trabajo han mejorado las condiciones de trabajo en el
transcurso del siglo, pero la persistencia de la subcontratación como medio de
regularizar la extensión y la contratación de la mano de obra ha permitido la
existencia recurrente (en distintos momentos históricos a lo largo del siglo XX)
de estas bolsas de evasión legal donde los inmigrantes legales e ilegales encuen-
tran trabajo... La realidad, de la concurrencia salvaje, de tasas de rotación eleva-
das y de malas condiciones de trabajo, generadas por una flexibilidad volátil,
aún subsisten» (Ibid. p.178-179). Pero la lógica de la subcontratación en esta in-
dustria llega hasta el trabajo a domicilio, «con la mayor frecuencia se trata de
una mujer o de un inmigrante, o casi siempre, de hecho, una mujer inmigran-
te...Es una mano de obra elástica, extensible y compresible en función de las es-
taciones, del clima o del último capricho. El trabajador a domicilio paga los gas-
tos generosamente y a menudo su máquina de coser, y es a la vez el operario
menos remunerado en la jerarquía de la industria. El resultado es una mezcla de
los espacios...» (Ibid. p.179).

75
Fernando Urrca Giraldo

Bourdieu y ei Estado mínimo en intervención social


y máximo en control policíaco

Entre los sociólogos franceses que últimamente han hecho consideraciones so-
bre los nuevos procesos laborales de desregulación y los fenómenos socioeco-
nómicos y políticos que los acompañan se encuentra Bourdieu quien, a pesar de
no ser una temática en la que haya producido estudios específicos, ni ser soció-
logo industrial o del trabajo, ha emitido más que opiniones y ha presentado,
como pensador social, una interpretación crítica sobre el proceso social en mar-
cha alrededor de términos en boga como globalización, flexibilización, competi-
tividad, productividad en las sociedades europea, americana y, en general, de
otras latitudes. Recientemente en Le Monde Diplomatique (Septiembre de
1997:19), este sociólogo hace un análisis crítico de las supuestas bondades de
los discursos sobre la moneda única del euro, que sostienen la necesidad de
«crear condiciones favorables a un crecimiento durable y la confianza de los in-
versionistas, para lo cual es preciso controlar las finanzas públicas»35 (Op.
cit.p. 19). En realidad el autor presenta un agudo análisis de sociología política
sobre la tendencia dominante alrededor del neoliberalismo y sus efectos sobre el
mundo del trabajo.
Para Bourdieu lo que está en juego es la producción a través de los discursos
neoliberales de una ortodoxia, una evidencia indiscutible, a través de «una serie
de análisis de textos, de lugares de publicación, de características de los autores
de esos discursos, de ¡os coloquios en ios cuales se reúnen para producirlos,
etc., ellos muestran, en Gran Bretaña y en Francia, un trabajo constante, aso-
ciando a los intelectuales, los periodistas, los hombres de negocios, en las revis-
tas que son poco a poco impuestas como legítimas, para establecer como válida
en sí misma una visión neoliberal que, en lo esencial, viste de racionalizaciones
económicas los presupuestos más clásicos del pensamiento conservador de todos los
tiempos y de todos los países» (Ibid. p.19).
Más adelante Bourdieu anota que, poco a poco, se trata de «imponer una vi-
sión neoliberal, de hecho conservadora, que reposa sobre una fe que procede de
otra edad respecto a la inevitabilidad histórica fundada sobre la primacía de las
fuerzas productivas. Y esto no puede ser al azar que las gentes de mi generación
han pasado sin pena de un fatalismo marxista a un fatalismo neoliberal: en los
dos casos, el economicismo que desresponsabiliza y desmoviliza anulando la po-

El texto de Bourdieu aparecido en Le Monde Diplomatique es la transcripción de una con-


ferencia realizada por el autor en Friburgo. Alemania, en Octubre de 1996. El pretexto de la
conferencia y del texto ha sido la entrevista ofrecida por el presidente de la Banca Federal de
Alemania, M. Hans Tletmayer, quien es presentado por los medios de comunicación como el
gran padre del marco alemán, y uno de los apologistas del euro y de una economía europea
globalizada y flexible.

76
Globalización, subcontratación y...

lítica e imponiendo toda una serie de fines que no se discuten, el crecimiento


máximo, el imperativo de la productividad, y de un golpe un ideal humano, que
se podría llamar el ideal FMI (Fondo Monetario Internacional). No se puede
adoptar la visión neoliberal sin aceptar todo lo que va con ella, el arte de vivir
yuppie, el reinado del cálculo racional o del cinismo, el curso del dinero institui-
do en modelo universal... Lo que sorprende es que este mensaje fatalista se ofre-
ce bajo las apariencias de un mensaje de liberación, para toda una serie de jue-
gos léxicos alrededor de la idea de libertad, de liberalización, de desregulación,
etc., a través de una serie de eufemismos, o de doble juego con las palabras —
reforma por ejemplo— que pretende presentar una restauración como una revo-
lución, según la lógica que es la de todas las revoluciones conservadoras». Bour-
dieu, apoyándose en el sociólogo americano Loic Wacquant, señala que «en los
Estados Unidos el Estado caritativo, fundado sobre una concepción moralizante
de la pobreza, tiende a desdoblarse en un Estado social que ofrece las garantías
mínimas de seguridad a las clases medias y en un Estado más y más represivo
para contrarrestar los efectos de la violencia ligada a la precarización de las con-
diciones de existencia de la gran masa de la población, negra especialmente...
Otro ejemplo, la Gran Bretaña, donde se nos dice todos los días que ella ha re-
suelto el problema del desempleo, en realidad ha multiplicado los empleos pre-
carios y los trabajadores británicos descubren con envidia las conquistas sociales
que aún sobreviven en Francia. Esto último, paradójicamente en el momento
que se le dice a los franceses hasta qué punto los trabajadores del otro lado del
Canal de la Mancha son orgullosos de su desgracia» (Ibid. p.19).
La hipótesis central de Bourdieu es la siguiente: «Parece ser que estamos asis-
tiendo a un fenómeno de involución del Estado que se ha constituido históri-
camente por la concentración sucesiva de fuerza física (la policía y el ejército), de
capital cultural (el sistema métrico, etc.) y de capital simbólico. Uno de los efec-
tos de la filosofía neoliberal, que no es más que la máscara de una vieja filosofía
conservadora, es la de conducir hacia una regresión del Estado hacia un Estado
mínimo, bien conforme al ideal de los dominadores, es decir, reducirlo a las
fuerzas represivas, como lo prueba el aumento de los gastos para la policía»
(Ibid. p.19).

LA MIRADA ESPAÑOLA: EL TRABAJO EN ESTADO FLUIDO

Una de las figuras contemporáneas más destacadas de la sociología del trabajo


europea es el español Juan José Castillo, fundador y codirector de la prestigiosa
revista española Sociología del Trabajo, publicación trimestral alrededor de temas
relacionados con empleo, trabajo y sociedad. De sus escritos más recientes, el
que hace la más clara referencia al fenómeno de la subcontratación y, en general

77
Fernando Urrca Giraldo

a los procesos de desregulación de las relaciones laborales en la sociedad espa-


ñola y europea y al uso de trabajo ilegal, tiene el sugestivo título proustiano A la
recherche du travail perdu (y de la sociología capaz de encontrarlo...). Castillo
(1996) construye una reportería sociológica bastante fina sobre casos típicos de
la descentralización de los procesos de trabajo vinculada con el mecanismo de la
subcontratación y el uso de trabajo ilegal, altamente precarizado, en cinco espa-
cios laborales de la España actual.36 El autor, a partir de una observación reflexi-
va de estos espacios geográficos, donde transcurren escenas de trabajo, explica
cómo todas estas nuevas formas en que la fuerza de trabajo se ha desarrollado a
partir de las décadas del ochenta y noventa, entre las cuales se encuentra como
elemento dominante, el mecanismo de la subcontratación, se configuran como
u n estado fluido propio de estas sociedades complejas. Para Castillo, existen
unos rasgos fundamentales que definen el trabajo en estado fluido (pp. 18):
1. Una producción en tiempo real (se produce lo que es demandado en el menor
tiempo posible).
2. Una liofolización organizativa: descentralización y dispersión en el territorio,
empresas red, funciones expulsadas de las empresas a través de la subcontratación,
constitución de empresas por funciones empresariales, etc.
3. Un gran desarrollo de redes de comunicación físicas e informáticas, necesarias
para integrar los fragmentos productivos y las funciones dispersas, junto con la
emergencia, bajo forma de empresas, de sistemas de integración de partes o
funciones.
4. Un constante deterioro de los sistemas de garantías para los trabajadores sólidos,
fijos.
El texto de Castillo es ante todo una dura crítica a las formas tradicionales de
hacer sociología del trabajo ligadas tanto a la «trivialidad de la reproducción
ideológica del más mercado, más fuerza laboral de trabajo débil y en migajas,
por un lado, y las líneas dominantes en el Social Science Citatlon Index, que can-
tan odas al justo a tiempo o a la producción flexible o ligera y al teletrabajo»
(Ibid. pp.31); propone como alternativa de investigación volver a ese estado de
trabajo fluido, en el que se construyen y deconstruyen dinámicamente las expe-
riencias de vida de los trabajadores. En este orden, propone trabajar a partir del
concepto de intensificación del trabajo, es decir, "la economía interior del tiem-
po de trabajo, las capacidades requeridas de las personas, las nuevas disposicio-
nes generadas por los nuevos complejos sistemas de producción, el simple tra-
bajar más, con más desgaste en el mismo tiempo" (Ibid. p. 20), que n o es más que
la famosa producción ligera.37 A propósito de estas nuevas formas productivas,

Son ellos Fuenlabrada (Madrid); Elda en el país valenciano; Isla Cristina en Andalucía;
Madrid y Asturias.
Como el mismo autor señala y de una manera satírica «Un fantasma recorre Europa...de

78
Globalización, subcontratación y...

Castillo, en un estudio anterior (1995B:69-70), analiza - m i r a n d o la manera


como se fabrica la organización del trabajo— a través de una empresa de motores
para carros líder en España, la dimensión social del trabajo, constatando, entre
otras cosas, la sorprendente reducción de la plantilla: en 1992 contaba con
2.500 trabajadores y ya en 1995 quedó con un poco menos de la mitad, 1.200
trabajadores. Esta situación viene a reflejar cómo esta producción ligera (también
llamada toyotismo) fortalece la capacidad productiva y el rendimiento, pero debili-
ta por completo al trabajador: «Dieta adelgazante de choque que hace pensar
que quizá el mal de nuestra época, sea el que unos se maten por trabajar, debi-
do al empleo precario, a la coacción externa del miedo al paro...» (Op. cit. 1996:
24).
Para Castillo se trata entonces de sumergirse teórica y metodológicamente en
los actuales modos productivos y de relaciones laborales para comprender que
«no estamos, pues, ante el fin de la sociedad del trabajo, ni siquiera ante una ce-
sión del papel del valor trabajo: trabajo fluido, disperso, invisible, intensificado,
desregularizado, pero trabajo al fin» (Ibid. pp, 27). Esta es una clara respuesta a
los apologistas de la sociedad de servicios postindustrial, quienes han venido insis-
tiendo en la desaparición de la producción industrial como eje de la nueva so-
ciedad. En realidad, de lo que se trata es de lograr u n vigoroso desarrollo indus-
trial pero a través de la reaparición y extensión de las formas clásicas del capita-
lismo salvaje del siglo XIX, que acompaña la globalización o mundialización.
Los avances tecnológicos en los procesos productivos contemporáneos no van
en contravía de la utilización de una fuerza laboral desregulada, por el contrario,
facilitan el proceso como muy bien lo hacen los desarrollos de la informática y
las telecomunicaciones.
Castillo, haciendo eco a las implicaciones sociales de la subcontratación, cita
el texto de MacDonald (1994) sobre trabajo y empleo en Gran Bretaña.
MacDonald define esta forma de relación laboral como fiddly work, favorable pa-
ra los empresarios que subcontratan o externalizan con más frecuencia el trabajo
y desconcertante para los trabajadores, a pesar de su permanencia en ellos, pues
el problema para éstos es el de una supervivencia en medio de la continua incer-
tidumbre. «Si la gente busca estos trabajos es porque no encuentra "verdaderos tra-
bajos", con capacidad de suscitar iniciativa, interés, etc. No se mueven las perso-
nas que buscan este trabajo borroso por una ética del n o trabajo, sino todo lo
contrario, concluye MacDonald: "Son vías alternativas de ganarse la vida cuan-
do las avenidas legitimadas están todas cerradas para ellos [...]; una forma nece-

nuevo:el fantasma Japonés, la producción ligera». También se refiere a la producción adelgazan


te o esbelta, como se dice en la traducción retórica y expresiva de lean al francés o al italiano
(Ibid p. 22).

79
Fernando Urrea Giraldo

saria de mantener el respeto de sí mismo y los ingresos domésticos"» (ibid. pp.


26).
En un artículo precedente, Castillo (1995A:21) ofrece un panorama bien
descarnado, «por ejemplo, ¿qué hay detrás de la metafórica flexibilidad que ha
ocupado en los pasados años ochenta a centenares de sociólogos del trabajo? Pa-
ra empezar..., toda una simulación de funcionamiento de la economía y de la
sociedad que encadena con otras metáforas justificadoras del empobrecimiento
de los rasgos centrales del trabajo. Una última es la de que en ese mundo flexi-
ble, abierto, y cambiante el trabajo no puede ser ya considerado una carrera, si-
no una aventura... que se bauticen como nuevas formas de trabajo y actividad, lo
que es masivamente vivido por los trabajadores como precarización. Cada vez
hay más trabajadores part time, tanto en Estados Unidos como en España contra
su voluntad, por imposición del mercado. Sin embargo, no dejará uno oír can-
ciones a la libertad ofrecida a los trabajadores y, sobre todo, impuesta a las tra-
bajadoras, en esta forma de trabajo"».

UNA BREVE REFERENCIA A ALGUNOS ESTUDIOS EN AMÉRICA LATINA: ENTRE EL


EMPLEO ATlPICO Y LA PRECARIZACIÓN DEL EMPLEO ASALARIADO

En América Latina el estudio de Velásquez (Op. cit. 1996:90), sociólogo y eco-


nomista del trabajo, analiza el problema de la subcontratación en Chile, seña-
lando tres factores macroeconómicos y sociales que explican las condiciones fa-
vorables a este mecanismo en la sociedad chilena. Como es bien sabido, Chile
es el país latinoamericano estrella en la apertura y la privatización de amplios
sectores de las empresas públicas.
1. La apertura comercial y financiera dada a partir de los años setenta, que
acabó con los altos niveles de protección industrial, exponiendo a los sectores
productivos nacionales a competir intensamente con el exterior. De esta manera,
se redujo el empleo industrial, se suprimieron secciones en diversas agrupacio-
nes de la industria, se vendió maquinaria y se externalizaron muchas fases del
proceso productivo interno.
2. Las transformaciones en el sistema tributario, que pasa de un esquema de
impuestos a la compraventa al impuesto del valor agregado, actuando como in-
centivo para la desintegración vertical, pues este último castiga sólo el valor
agregado incorporado sin importar la cantidad de transacciones que se realicen a
lo largo de la cadena.
3. La modificación de la normatividad concerniente al desarrollo de la sub-
contratación a finales de los años setenta. En aquella época, las disposiciones
más relevantes sobre la subcontratación señalaban que los trabajos relativos a la
producción principal y continua de una industria, o de la reparación y mante-

80
Globalización, subcontratación y...

nimiento de los equipos, no podían ejecutarse por medio de concesionarios o


contratistas. Pero quedaban al margen de esta disposición aquellas actividades
especializadas, encomendadas a una empresa o industria establecida, cuya tarea
principal fuese la de manufacturar elementos, piezas o repuestos por orden de
terceros, exceptuando la actividad de la construcción.
El mismo autor analiza la subcontratación a partir de dos casos, la minería y
la industria del calzado:
1. La subcontratación en la minería produce una concentración en tareas
claves, al lado de la extemalización de funciones que generan el surgimiento de
mercados. Ello permite contratar servicios a menores riesgos y costos de coordi-
nación para la empresa contratante, tal es el caso de la Corporación del Cobre
(Codelco).
2. Dentro de las actividades demandadas por la actividad cuprífera, se pue-
den apreciar tanto servicios de especialidad, bajos tipos de consultorías o aseso-
rías específicas sobre proyectos de evaluación económica, obras civiles, eléctricas,
entre otros, como la demanda de contratistas en obras de infraestructura y la
provisión corriente de servicios de apoyo.
Sobre la pequeña minería la demanda está fundamentalmente orientada ha-
cia la subcontratación, a través de la capacidad que ofrezcan agentes económicos
de menor tamaño con u n nivel de competencia bastante alto. Lo anterior sucede
con los pequeños productores de materias primas (con bajo valor agregado) o
con trabajadores no calificados, pero especializados con tecnología simple (Ibid.
p. 91). La minería del cobre se ha organizado, en forma creciente, en cadenas de
subcontratación para abaratar costos y ganar flexibilidad ante los cambios de la
demanda.
La nueva organización —a través de la extemalización de las funciones— pro-
vocó también una readaptación de la industria del calzado, exigida por las ur-
gencias de la flexibilidad y competitividad propias de las nuevas formas econó-
micas de producción a escala internacional. La extemalización viene a reprodu-
cirse en el sector de microempresas y talleres, registrando una estructura atomi-
zada y competitiva. Sus procesos van desde la producción artesanal hasta la fa-
bricación semindustrial; algunos se transforman en satélites de las grandes em-
presas de calzado.
El resultado de estos procesos ha sido, consecuentemente, un cambio en las
relaciones laborales de los trabajadores en los sectores de bienes y servicios en
los que se ha impuesto la subcontratación. Progresivamente se generaliza una
vinculación contractual precaria entre el trabajador y el empleador. El modelo de
empleo con trayectoria de por vida, que predominaba años atrás en los sectores
industriales y de servicios, hoy ha desaparecido.

81
Fernando Urrea Giraldo

Ahora bien, otros estudios de países latinoamericanos, recientemente publi-


cados por el Instituto Internacional de Estudios Laborales de la OIT (1996), so-
bre las instituciones laborales y los cambios en la dinámica industrial indican,
como es de esperar, una desregulación laboral más intensa, que la que se ha da-
do en las economías centrales. En un artículo comparativo de los distintos estu-
dios publicados por esta institución, Marshall (1996:413) sostiene que «... en
América Latina habría que preguntarse más bien en qué medida el bajo costo de
la mano de obra y el amplio excedente de fuerza de trabajo han desalentado la
introducción de cambio técnico con orientación a la substitución del trabajo».
Esta hipótesis sirve para argumentar que una buena parte del aumento de la
productividad del trabajo a raíz de la apertura de las economías latinoamericanas
se ha debido «principalmente a la intensificación del uso de los factores y a un
uso más extensivo del trabajo» (como señala la autora para el caso de Chile), lo
cual es característico de un considerable fenómeno de precarización. Sin embar-
go, Marshall advierte que, a pesar de ese excedente de mano de obra, no se
puede negar que «el costo salarial relativo depende no sólo de las condiciones
en el mercado de trabajo y de la propia evolución de la productividad, sino del
régimen de determinación de los salarlos, en el cual el derecho colectivo de tra-
bajo y el poder de negociación sindical son cruciales. No es casual que en Amé-
rica Latina las políticas de gobiernos que pretendieron reducir drásticamente el
costo del trabajo hayan colocado sistemáticamente el énfasis sobre el cercena-
miento de los derechos colectivos, reprimiendo el accionar sindical, ¡legalizando
la huelga y eliminando la negociación colectiva (regímenes militares), y estable-
ciendo administrativamente, con mayor o menor éxito, el nivel de salarios...»
(Ibid. p.416). Es decir que, con todo, las instituciones laborales en las socieda-
des latinoamericanas habrían jugado un papel amortiguador de las fuertes pre-
siones de flexibilización, por lo menos para un sector de los trabajadores sindi-
calizados y de las empresas privadas y, sobre todo, públicas.
Otros estudios sobre Centroamérica, como el del sociólogo Pérez Sáinz
(1996:28-48), que analizan la expansión de la industria maquiladora en esta re-
gión en los últimos años, revelan que, a diferencia de otros países, las relaciones
no reguladas han sido dominantes por lo que, al observar el fenómeno de la
maquila, no puede hablarse de una estrategia empresarial desregulativa en las re-
laciones laborales, pues nunca hubo un mercado laboral asalariado de tipo regu-
lado.38 Para este autor, la nueva industrialización centroamericana sencillamente
ha revitalizado el modelo fordista e, incluso, un taylorismo primitivo, en donde

Como dice el autor, «en términos de la problemática de la regulación... no lodos los países
latinoamericanos tenían mercados laborales regulados... Como han argumentado ciertos auto-
res, el denominado trabajo atípico es lo predominante en América Latina y no los empleos
asalariados y regulados», citando a Dombois y Pries, 1993, (Ibid. p.41).

82
Globalización, subcontratación fe-

lá subcontratación en unidades maquiladoras forma parte de una estrategia de


condiciones de trabajo signadas por la precariedad. En los diversos casos estu-
diados por el autor «persisten las actitudes empresariales de exclusión y rechazo
de los sindicatos».
Otro estudio sociológico reciente sobre la industria maquiladora en Tijuana,
México, es el de Hualde y Mercado Celis (1996:55-82) con el sugestivo título Al
sur de California, industrialización sin empresarios. Los autores hacen una intere-
sante descripción de la condición migratoria que afronta una gran mayoría de
trabajadores jóvenes, entre ellos, un importante contingente de mujeres, con
una altísima rotación laboral. Según los autores, «la rotación constituye ya una
convención, algo esperado por los patrones y practicado por trabajadores que
conocen las oportunidades del mercado de trabajo y pueden rotar sin grandes
costos. Ello facilita la creación de condiciones de trabajo flexibles como algo ya
estatuido. Por eso se dice que las plantas tienden, más que a eliminar la rota-
ción, a administrarla... Los factores que propician dicha rotación son la escasez
de regulaciones sindicales, la abundancia de empleos y la inexistencia de una ca-
rrera profesional dentro de las plantas, salvo para un núcleo de trabajadores con-
solidados entre los que se encuentran los ingenieros...» (Ibid. p.72)... «Otro fac-
tor relevante es que, dentro de la lógica de producción imperante en la maquila-
dora, los procesos de trabajo y las tecnologías usadas apuntan la mayoría de las
veces a una baja capacitación del trabajador...» (Ibid. p.73). Los investigadores
señalan que los mayores esfuerzos innovadores en estas plantas se limitan a me-
jorar los procesos de ensamblaje y fabricación de productos estandarizados
(Ibid. p.75). De acuerdo con estos sociólogos, «en Tijuana y otras partes de la
frontera existe un gran número de pequeñas maquiladoras, propiedad de mexi-
canos, que se caracterizan por operar bajo esquemas de subcontratación...»
(Ibid. p.76). Como puede observarse, las características de la industria maquila-
dora en países tipo México y Centroamérica son representativas de las tenden-
cias de globalización económica y generalización de un régimen laboral desregu-
lado, favorecido por la alta rotación de sus trabajadores. No es, entonces, casual
que un ingrediente importante de la industria maquiladora sea el sistema de
subcontratación.
Sin embargo, otro enfoque que problematiza el esquema de empleo atípico en
las sociedades latinoamericanas que sostienen, entre otros, Dombois y Pries
(1993), para quienes es éste el que domina, independiente al empleo asalariado,
es el del sociólogo y economista del trabajo de origen chileno, Alvaro Díaz
(1995: 155-192), en su análisis sobre México y Chile para las décadas del ochen-
ta y noventa. Este punto es básico para entender la lógica laboral de los procesos
de subcontratación y precarización en América Latina. Según Díaz (Ibid. p.185),
«existen cada vez más evidencias de que el empleo precario en América Latina

83
Fernando Urrea Giraldo

no puede considerarse como un empleo atípico ni como una fuente de anomalía


o excepción en el mercado ni como el resultado del estancamiento, o como una
situación que sólo existe en empresas tradicionales o pequeñas. Pareciera que el
empleo precario no constituye una forma tradicional de comportamiento empresarial,
sino que es el resultado de un estilo de modernización capitalista39 que se asentó en
México como en Chile, y que se manifiesta en ias industrias maquiladora y pro-
cesadora de recursos naturales renovables (fruta, pesca, madera), respectivamen-
te, es decir, en sectores de punta de ambas economías... El empleo precario tiene
un origen sistémico de carácter básicamente institucional. Por un lado, fue ase-
gurado por los cambios en la legislación y en la regulación de los mercados la-
borales de ambos países, y el resultado ha sido el aumento de la flexibilidad
empresarial en el uso de la fuerza de trabajo. Por otro lado, es producto de los
cambios en los sistemas productivos y en el modelo imperante de empresas que
se ha constituido tanto en México como en Chile, bajo paradigmas similares...
El empleo precario expresa una relación capital/trabajo inestable e informal...»
(Ibid. p.185). Para el autor la opción de disminución del empleo informal y de
asalariados con empleo parcial en el año se habría dado en Chile en el período
de expansión económica (1988-1992) cuando la trayectoria individual de un tra-
bajador pasó de un empleo esporádico en una empresa «a contar con un empleo
más regular por medio de contratos de breve duración en varias empresas o en
diferentes labores (y condiciones de trabajo) en una misma empresa...» (Ibid.
p.185), lo cual evidentemente no modifica la condición de precariedad en el
empleo, sólo que ahora el trabajador está plenamente ocupado.
De acuerdo con Díaz, «en el caso de México, existen evidencias de que hay
un importante aumento del empleo precario, cuyo componente informal se in-
crementa significativamente, pero ahí también existe un aumento del empleo
asalariado temporal y del subcontratado...» (Ibid. p.185). Lo interesante en la ar-
gumentación de Díaz es su hipótesis de asalarización acelerada del empleo —
especialmente en el caso chileno en la fase de expansión económica (Ibid.
p.184)— pero bajo condiciones de precariedad (predominio de relaciones infor-
males entre el capital y el trabajo, ausencia de protección social y de una carrera
o trayectoria laboral estable, por lo mismo alta rotación del trabajador, además
de largas jornadas, etc., lo que caracteriza el llamado uso extensivo de la fuerza
laboral). A partir de este contexto se entienden mejor las relaciones laborales en
los procesos de subcontratación contemporáneos, los cuales, para el caso lati-
noamericano y de otras sociedades, a nivel de hipótesis y siguiendo las conside-
raciones de Díaz, constituirían una importante y dinámica modalidad de asala-
riamiento con escasa o ninguna regulación de las condiciones laborales. En este

Cursiva del autor.

84
Globalización, subcontratación y...

sentido, los procesos de trabajo que operan bajo este modelo tienden a privile-
giar un ordenamiento informal entre el capital y el trabajo, con alta incertidum-
bre para la mano de obra. De esta forma hay aspectos comunes en las tenden-
cias internacionales desregulacionistas observadas en países centrales, Europa y
Estados Unidos, o la misma sociedad japonesa, reseñados en otra parte de este
texto, con los procesos observados en América Latina. Es claro que la subcon-
tratación atraviesa la historia del capitalismo en sus distintas etapas (el caso es-
tudiado por Green para la industria de la confección durante un período de lar-
ga duración), pero lo interesante es su revitalización contemporánea apoyada en
las nuevas tecnologías de la informática y las telecomunicaciones. La subcontra-
tación en su versión contemporánea, ya sea en los talleres con inmigrantes ilega-
les en una ciudad como Nueva York o las plantas maquiladoras en México o
Centroamérica, tiene que ver con lo que Castillo (1995A:27) comenta, «nos re-
ferimos al cuarto trasero de la fabricación electrónica, con condiciones de trabajo
poco modernas o postfordistas».
Para el sociólogo brasilero Moreira Cardoso (1996: 12-13), en una perspecti-
va analítica común a los de la vertiente francesa, en especial a Castel, detrás de
los cambios en las relaciones laborales observados en América Latina, en parti-
cular en Brasil, lo que estaría en juego son «transformaciones profundas en la
naturaleza del trabajo, principalmente fabril, que delinean lo que pudiera de-
nominarse una transformación en las formas de incorporación del trabajador asa-
lariado a la economía capitalista brasilera contemporánea. Por incorporación
quiero decir las formas por las cuales los trabajadores asalariados encuentran su
lugar no sólo en la estructura productiva, proveyéndose de los medios de super-
vivencia, pero también en la estructura social. Por lo tanto, es un hecho incon-
testable que el vínculo del empleo es uno de los mecanismos de identidad cen-
trales en sociedad. A través de éste, el individuo encuentra sitio en los esquemas
clasificatorios e de identidad que organizan la vida social, adquiere un estatus
específico, gana una relativa autonomía para participar de la sociedad de consu-
mo y del mercado de un modo general...» La vasta literatura sobre la reestructu-
ración productiva permite formular una hipótesis fuerte de investigación respec-
to a una vieja polémica; aquélla en torno a la centralidad del trabajo como cate-
goría analítica. Me parece que las transformaciones en curso en las formas de
producir y en las modalidades de incorporación del trabajador asalariado recolo-
can de modo negativo aquella polémica, en el siguiente sentido: el carácter in-
tensivo en capital y ahorrador de fuerza de trabajo de las nuevas tecnologías y
formas de organización de la producción traen la perspectiva del desempleo al
centro de las angustias y de los proyectos de vida de contingentes enteros de la
población asalariada que tiene en el mundo fabril su objetivo primordial. El
empleo industrial, principalmente el empleo calificado, siempre fue encarado

85
Fernando Urrea Giraldo

como una profesión, en ex seníiuo ue que el individuo era üoíauo ue ciertas Ha-
bilidades distintivas que al mismo tiempo lo calificaban para un cierto tipo de
trabajo y le conferían un estatus social específico.

BREVES COMENTARIOS FINALES

Las diversas corrientes aquí presentadas alrededor de la temática de los procesos


de subcontratación y los aspectos relacionados con ellos, parecieran apuntar a
ciertas similitudes en las sociedades capitalistas contemporáneas, a pesar de las
profundas diferencias entre unas y otras, por ejemplo, entre los países centrales
europeos o los Estados Unidos y los latinoamericanos, como lo han señalado
reiterativamente Dombois y Pries (1993). Hay tendencias equivalentes en las es-
trategias y prácticas desregulativas adoptadas por las empresas dentro del marco
de globalización o mundialización. Esas equivalencias existen a pesar de que
procesos históricos muy diferentes han dado lugar, tanto al sistema capitalista
regulado, predominante en las sociedades centrales, en el que la regla sería el
asalariamiento a través de una carrera profesional estable, como a los empleos
atípleos (o de cuenta propia), característicos de las sociedades latinoamericanas,
propiciadas por una organización industrial heterogéneas y fragmentada en su
tamaño y en la tecnología que utiliza.
Los procesos de subcontratación, ya sea en la literatura anglosajona, france-
sa, española o latinoamericana revisada, en una buena parte de sociólogos del
trabajo y/o en algunos casos también de economistas laborales, constituyen un
mecanismo privilegiado de desregulación contractual y flexibilización de los pro-
cesos de trabajo en la producción de bienes y servicios en el capitalismo con-
temporáneo. Sin embargo, este mecanismo estaría muy relacionado, en varias
experiencias, con el desarrollo de una economía internacionalizada de servicios
(Sassen y Veltz especialmente) pero no porque la producción industrial dé paso
a una economía de servicios terciarizada, sino más bien debido a que el mismo
orden manufacturero está cada vez encuadrado en un modelo de servicios. La ló-
gica operativa y organizacional de la industria está comandada y centralizada en
prestación de servicios.
La precarización del trabajo asalariado no significa para nada su desapari-
ción. Todo lo contrario, se trata de un régimen de asalariamiento generalizado
para las diversas capas de la población en una sociedad, en diferentes niveles de
calificación, que se caracterizan como algunos autores lo indican (véase Díaz),
por una relación informal, no regulada, entre el capital y el trabajo o, como lo
coloca Sassen, una casualización del trabajo. La inforrnalización de la relación sa-
larial, su desregulación, no es lo mismo que el llamado sector informal o empleo
atípico, en el sentido dado por Dombois y Pries.

86
Globalización, subcontratación y...

En realidad, un asalariamiento precarizado revitaliza la idea del capitalismo


salvaje, de un régimen neoconservador, en la línea sugerida por Bourdieu y
Castel, de una sociedad capitalista con un Estado fuerte en el control o la domi-
nación y el uso de la represión, pero mínimo en la regulación de los agentes
económicos y en las transacciones de los mercados, incluyendo el mercado labo-
ral. O, como anota Castillo, una sociedad en la que el mercado se encarga de
disciplinar a los trabajadores porque no tienen otra opción, sólo empleos sin
seguridad social, ni estabilidad y carrera laboral, sino una alta rotación, bajos sa-
larios, altos riesgos de salud ocupacional, a veces largas jornadas; además em-
pleos de tiempo parcial, con contratos fijos por períodos de corta duración. El
Estado de bienestar pareciera así un modelo cada vez más del pasado, construi-
do históricamente alrededor de los mercados nacionales, que da paso a un pro-
yecto en donde las regulaciones preexistentes pierden juego frente a los nuevos
intereses globales, los cuales ahora cuentan con una oferta laboral excedentaria
procedente de distintas sociedades en medio de una diversidad cultural. Por tal
razón, hoy en día en las sociedades centrales y periféricas se presenta un fenó-
meno de reestructuración de mercados e intereses, de proyectos y estrategias
empresariales que fracturan y hacen obsoletas las formas de protección social de
los asalariados, sindicalizados o no.
El otro elemento para resaltar, a modo de conclusión, es que los procesos de
subcontratación se han expandido preferencialmente en las economías exporta-
doras, tanto de países centrales como periféricos, en los últimos 20 años, aun-
que también pueden prosperar en la producción de bienes y servicios orientados
hacia el mercado interior. Hay así una asociación que no debe dejarse de lado
entre globalización y esquemas de externalizacíón-descentralización de procesos
productivos.
Lo que llama la atención de varios de los autores revisados, entre ellos
Watson, Alien y Henry, Sassen, Veltz, Green, Castillo, Díaz, es la revitalización
industrial en las sociedades centrales y periféricas a través de procesos de des-
centralización-subcontratación. En el caso de las sociedades europeas y america-
na, todos los autores consultados hacen énfasis en el uso del trabajo ilegal o le-
gal muy precario, especialmente realizado por migrantes, u otros componentes
de la población nativa, sobre todo mujeres y jóvenes. Los migrantes internacio-
nales parecieran constituir uno de los sectores más dinámicos de este asalaria-
miento masivo en condiciones precarias de los ochenta y los noventa en las so-
ciedades centrales que han revigorizado las principales metrópolis (Sassen). En
las sociedades periféricas se desarrollan otras expresiones interesantes, en parti-
cular la industria maquiladora (casos de México y Centroamérica).
La lógica de la subcontratación forma parte de un mundo del trabajo más y
más incierto en las diferentes sociedades contemporáneas. No representa nin-

87
Fernando Urrea Giraldo

guna novedad histórica pues ha acompañado el desarrollo del capitalismo desde


sus inicios. Sin embargo, los avances tecnológicos y el ordenamiento de la pro-
ducción de bienes y servicios hacia una economía bajo el mando de la prestación
de servicios, que precisa de la descentralización para responder las cambiantes
condiciones del mercado, ha impulsado su generalización en diferentes activida-
des económicas. Tal vez su secreto resida más que en un modelo de extemaliza-
ción de diferentes partes del proceso productivo (Veltz), en que permite una in-
corporación laboral al proceso productivo sin compromisos para el capital, des-
cargando en el trabajador la responsabilidad de su reproducción permanente.
Finalmente, valdría la pena preguntarse si la lógica de la subcontratación en las
relaciones laborales contemporáneas es una manera de revitalización del capita-
lismo salvaje o desregulado, a través de la flexibilización de los procesos de traba-
jo, en el contexto de la mundialización de las economías.

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Globalización, subcontratación y...

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91
Subcontratación, reestructuración
empresarial y efectos laborales en la
industria*
Edgar A. Valero J.

Desde el comienzo de los años ochenta y hasta el presente, se advierte en las


más diversas actividades de casi todas las ramas industriales un progresivo in-
cremento del trabajo realizado por medio de subcontratistas. Este proceso ha ori-
ginado un panorama complejo y heterogéneo de modalidades que se aplican en
empresas muy diferentes en cuanto a tamaño, estructura productiva y estrategia
de competencia. La observación de las formas de subcontratación a nivel de ra-
mas y empresas muestra que si bien las primeras practicas de subcontratación se
orientaron a reducir el costo labora!, sortear normas laborales supuestamente
adversas y variaciones imprevisibles de la demanda,1 en los últimos años se han
introducido otras motivaciones empresariales y realizado cambios o ajustes para
generar nuevas y más dinámicas estructuras productivas.
Del mismo modo, se encuentra que el tipo de subcontratación de labores no
calificadas e intensivas en trabajo, en elaboración de productos poco estandari-
zados, con trabajadores de bajos y fluctuantes niveles de ingresos y malas condi-
ciones laborales, no es la única forma de aplicación —como se creía—, sino que
se desarrollan otras modalidades donde está presente el aporte calificado de tra-

El presente análisis hace parte del trabajo de grado que el autor presentó en el Postgrado de
Sociología de la Industria y el Trabajo de la Universidad Nacional de Colombia en septiem-
bre del presente año. La Información base de esta reflexión se obtuvo mediante entrevistas, vi-
sitas de planta y observaciones en 52 empresas industriales del área de Bogotá en donde es
bien conocida la importancia de la subcontratación (ramas de confección, artes gráficas, rae-
talmecánica y autopartes) y en un conjunto de cinco empresas destacadas por su elevada In-
versión, tamaño y antigüedad. Por razones de espacio se Incluye poca Información sobre los
casos analizados, dando prioridad a la presentación de conclusiones.
1
CORCHUELO A. Subcontratación y empleo temporal en la industria manufacturera. Cidse, U.
del Valle. Pág. 35 - 55 mimeo.

92
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

bajadores de oficios con buena posición negociadora de salarios y, más recien-


temente, se han difundido algunos sistemas de proveedores que vinculan a pe-
queñas y medianas empresas muy dinámicas.
Todo lo anterior pone de presente la necesidad de examinar el fenómeno en
relación con los distintos contextos empresariales en que se practica, sus proce-
sos de cambio, los problemas de productividad, gestión y estrategias de compe-
tencia; del mismo modo, son importantes las implicaciones para los trabajado-
res: inestabilidad y deterioro en la calidad del empleo, pero también las nuevas
oportunidades y espacios de desempeño laboral que se pueden generar.
A partir de la información sobre diversos casos de subcontratación, en el
presente artículo se interpretará una variedad de situaciones diferentes que coe-
xisten bajo formas de trabajo que, en su aspecto contractual y económico, son a
primera vista similares. Este escrito comenzará por definir la forma en que cier-
tas condiciones externas a las empresas (mercado de trabajo y de bienes) y aspec-
tos internos (tecnología y organización, p.e.) inciden en la difusión de diferentes
formas de subcontratación.
Una vez establecido el marco general de condiciones favorables o determi-
nantes, se verá cómo en medio de las particularidades de los establecimientos,
los empresarios optan por aplicar modalidades de subcontratación dentro de
concepciones y estrategias productivas que pueden ser agrupadas y diferenciadas
en tres tipos, según estén dirigidas a un tradicional ahorro de costos, a un ajuste
en períodos de crisis o a la aplicación de prácticas innovadoras de competencia.
Se concluye con el planteamiento de algunos elementos para definir la situación
y condiciones laborales de los trabajadores que actúan en esas modalidades.

DEFINICIÓN Y CONTEXTO DE LA SUBCONTRATACIÓN

Se puede definir la subcontratación como un acuerdo entre dos partes: una em-
presa o entidad y trabajadores de modo individual u organizados en grupos o en
pequeñas empresas, con el fin de que éstos realicen para la primera un servicio,
un proceso o una fase de la producción. Otros aspectos pueden estar presentes
o no, y varían según el tipo de acuerdo que se aplique; así, por ejemplo, se pue-
de definir el aporte de materias primas, medios de producción, modelos y dise-
ños por alguna de las partes, o el establecimiento de compromisos de exclusivi-
dad, garantía de cantidades mínimas encargadas y grado de independencia del
contratista. Se supone que el subcontratista es un trabajador independiente, sin
acceso directo al mercado final del bien y que el contratante no tiene nexos de
propiedad o administración con el establecimiento que realiza el trabajo.
El empleo de subcontratistas no ha sido nunca un hecho aislado, sino que
se relaciona con procesos más amplios de la industria y el mercado laboral,

93
Edgar A. Valero

constituyéndose en un versátil y funcional instrumento para diversas necesida-


des empresariales. Como veremos, esta forma productiva en algunos casos hace
parte de planes para reducir el costo laboral y el empleo a término indefinido,2
incrementar el personal vinculado a término fijo y debilitar los sindicatos. Exis-
ten modalidades asociadas a la supervivencia precaria de pequeñas empresas;
otras típicas de ramas industriales con particulares condiciones de mercado;
también significativos casos de redes empresariales para provisión de partes en
esquemas muy productivos y dinámicos tecnológicamente, o ligados a la intro-
ducción de teorías como la Calidad Total y el Justo a Tiempo.
Muchas son las opciones respecto al nivel de calificación del subcontratista,
continuidad de los vínculos, situación laboral de éste, etc., de modo que existen
muy diversas formas de disponer esta forma productiva. En la página siguiente
se presenta un cuadro en donde se diferencia la subcontratación de acuerdo a
ocho variables muy elementales.
Aunque el avance y configuración de las modalidades de subcontratación se-
rá analizado esencialmente en términos de los factores determinantes del contex-
to empresarial en donde se demanda ese tipo de trabajo y su conexión con as-
pectos laborales, no se pueden dejar de mencionar algunos elementos del con-
texto que refuerzan esta tendencia.
En primer término debe señalarse la conocida tendencia de los trabajadores
a la Independencia, a ser patrones de sí mismos, mediante el trabajo por cuenta
propia en pequeñas empresas y el concomitante proceso de tercerización o in-
forrnalización de la economía, que hace que predominen las pequeñas unidades
de producción; 87.3% de los establecimientos tienen menos de diez trabajado-
res.3
Un cierto estímulo a la oferta de trabajadores que esperan laborar para las
empresas como subcontratistas, se puede derivar también de los planes de apo-
yo a la microempresa que en los últimos años han adelantado organismos ofi-
ciales y privados, sea con el propósito social de generar empleo y ayuda a secto-
res desfavorecidos, o como estrategia para retirar personal antiguo de empresas y
entidades.
Algunos de los cambios introducidos por la reforma laboral de 1990 reflejan el
auge de esta forma de organizar el trabajo y la facilitan ampliamente, así por ejem-
plo, en el artículo 2 sobre presunción de contrato laboral, se diferencia la situación
de los profesionales liberales o los servicios personales, de modo que puedan
configurarse como una prestación de servicios de asesoría o consultoría

ANGARITA, H. y VALERO, E. El papel de las empresas como unidades de demanda en el mercado


de trabajo. Informe no. 3 de la Investigación presentada al Ministerio de Trabajo, Dirección
General de Empleo, 1990.
3
DAÑE. Censo económico nacional y multisectorial 1990. Pág. 50.

94
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

C u a d r o I . Formas de subcontratación.

VARIABLE MODALIDADES

T i p o de Servicios especializados no permanentes, de labores muy calificadas, p.e., sistemas,


actividad contabilidad, diseño, calidad, etc.
Servicios internos permanentes, * p.e., vigilancia, cafeterías, mensajería, aseo,
transporte de personal, etc.
Labores de producción o muy relacionadas con la producción o el producto final,
p.e,, elaboración de componentes, mantenimiento de equipo, transporte de
materia prima, distribución y venta de productos, etc.
* Servicios que en sus primeros períodos las empresas realizaban con personal de
vinculación directa

Frecuencia Ocasional.
Permanente.
Por temporadas (previsibles o no).

Lugar donde se Dentro de la empresa contratante.


trabaja Fuera de la empresa contratante.
-En el espacio del subcontratista.
-En el lugar de instalación o requerimiento del producto.
C o n t r a t a n t e del Empresa nacional con vínculos de propiedad con el subcontratista.
trabajo Empresa nacional sin vínculos de propiedad con el subcontratista.
Empresa extranjera en modalidad de maquila.

Calificación del No calificado, p.e., labores simples de empaque, acarreo, clasificación y otras de
trabajador apoyo a la producción.
Calificación especifica, realizadas con equipo que se posee o recibe en préstamo,
p.e., labores exclusivas de la fabricación de calzado, prendas de vestir, productos
plásticos.
Calificación universal, trabajo de oficios, p.e., soldadura, tomo, pintura.

Ejecutor del Individuos (trabajadores independientes).


trabajo Microempresas (familias o pequeños talleres).
Empresas (distintos tamaños).

I m p a c t o sobre Desplaza directamente el trabajo estable (se aplica a actividades antes realizadas
el e m p l e o por trabajadores con vinculación directa, los cuales se despiden o se convierten
en subcontratistas).

Desplaza indirectamente el trabajo estable (se aplica sólo a nuevas labores o líneas
de producción de la empresa).

I m p a c t o sobre Trabajo precario (mala remuneración, inestabilidad e incertidumbres).


la calidad del Trabajo no precario (en donde los ingresos mejoran según especialización,
trabajo calificación, capacidad empresarial y de negociación del trabajador).

95
Edgar A. Valero

independiente regulada por contrato civil o comercial; del mismo modo, el artí-
culo 32 —que autorizó a empresas con sindicato en el caso que adelanten pro-
yectos para exportar la suspensión por 10 años de la declaratoria de unidad de
empresa entre la sede principal y las nuevas subsidiarias— da vía libre a las co-
nocidas formas de subcontratación mediante establecimientos satélites. A nivel
de gremios empresariales se han promovido relaciones de subcontratación en
metalmecánica, plásticos, productos eléctricos, textiles y confecciones, mediante
un sistema de información y contacto entre las empresas que tienen equipo con
márgenes de capacidad instalada sin utilizar, con el fin de lograr un mejor apro-
vechamiento del parque industrial disponible.

FACTORES DETERMINANTES DE LA SUBCONTRATACIÓN

Se plantea a continuación un conjunto de elementos derivado de la técnica de


producción, el mercado de bienes y trabajo, y la organización productiva que in-
cide en la adopción de formas de subcontratación; se supone que algunos re-
querimientos como el tipo de proceso productivo y las condiciones de demanda
del producto, por ejemplo, condicionan en varios sentidos las formas de gestión
del factor trabajo, pero existe la posibilidad de variaciones según las estrategias
de competencia y criterios organizativos aplicados en cada establecimiento. Las
condiciones de mercado y competencia predominantes en un sector pueden mo-
tivar una decisión en el sentido de emplear subcontratistas, pero se requiere que
los factores tecnológicos o laborales lo faciliten; la aplicación de la modalidad
escogida reflejará la particular concepción de organización y competencia de un
empresario.

Técnica y proceso productivo

El influjo de la variable tecnológica sobre la decisión organizativa de emplear


subcontratistas se puede analizar en varias dimensiones. Se puede decir que, a
nivel general, los proceso de cambio de forma de la materia prima y ensamble
permiten o facilitan la subcontratación, pero existen también condiciones especí-
ficas de ramas y empresas que resultan afines y refuerzan la opción por esta
forma de organización productiva. En las empresas en donde predomina la for-
ma de producción no continua, con suficiente fragmentación del proceso como
para permitir una descentralización de etapas tecnológicas completas y también
de labores muy pequeñas, se hace posible la participación de varios estableci-
mientos en las elaboraciones. Una característica de los procesos discontinuos y
descentralizables es la importancia de las máquinas y los equipos individuales,
que por ser muy elementales generan un gran numero de labores parcelables,

96
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

repetitivas y de alta intervención humana, trabajo que resulta fácil de realizar en


pequeños talleres y aun en los hogares, como ocurre con la confección. Si pre-
dominan los procesos de montaje por medio de la subcontratación, los empre-
sarios consiguen el suministro de componentes por parte de establecimientos
proveedores y pueden así dedicarse esencialmente al ensamble.
En los fragmentarios y parciales procesos en donde se incorporó tecnología
microelectrónica, apreciados principalmente en empresas del sector gráfico4 y
metalmecánico, la versatilidad aportada al proceso creó posibilidades de desma-
sificar la producción, haciendo fácil y rápido el ajuste para elaborar nuevos mo-
delos y series cortas, posibilidades que se han reflejado en las estrategias de des-
centralización de la producción y especialización tecnológica que se apoyan en
varias modalidades de subcontratación.

Mercado de bienes

Para gran número de empresas de las tres ramas analizadas, la demanda se ma-
nifiesta en pedidos de cortas y variadas series; se produce para un mercado es-
trecho, diversificado y, en algunos renglones, muy competido o saturado por un
alto número de productores, de modo que existe la necesidad de lograr rápidos
aumentos o disminuciones en la capacidad productiva ante mercados con alto
grado de incertidumbre y productos de naturaleza variable. En tal sentido, los
ciclos estacionales de alta demanda y los bajones inesperados en el nivel de pe-
didos evitan que se pueda acumular producto, crean gran dependencia de los
compromisos de ventas ya asegurados y exigen adaptabilidad en la planta de
personal. La demanda diversificada, como característica del mercado en las ra-
mas que estudiamos, constituye un importante elemento condicionante de la
subcontratación. Aún empresas con escalas de producción superiores producen
una amplia gama de bienes; sus franjas de producto son estrechas y al mismo
tiempo variables en formas y especificaciones requeridas.
Las empresas más dinámicas en cuanto a innovación tecnológica, producti-
vidad y gestión, seleccionan sus mercados y tienden a la especialización. El tipo
de mercado competitivo, fragmentado y exigente en calidad, tanto como las nue-
vas posibilidades del equipo y las condiciones en que se incorpora, hacen de és-
ta especialización la vía más factible para el desarrollo empresarial, de modo que

La industria gráfica a nivel mundial ha experimentado enormes avances, los cuales repercu-
ten en Colombia a través de la notable importación de maquinaria desde 1975, que tiene sus
más elevadas cifras en 1983, 1986 y 1990. Véase RENTERÍA, Lucía, La dinámica de la industria
de artes gráficas cn el marco de la división del trabajo. Tesis de magister en Economía, Univer-
sidad Nacional, 1993.

97
Edgar A. Valero

se concentra la atención en unas fases de la producción y se contrata con otros


establecimientos las restantes actividades.

Mercado laboral

La abundancia de trabajadores independientes y pequeñas empresas, la mayoría


marginales y débiles económicamente, es una condición favorable a la difusión
de la subcontratación, principalmente en labores descentralizables e intensivas
en trabajo. Se trata de mano de obra que el bajo desarrollo económico y la su-
perpoblación de las ciudades deja como excedente, y que comúnmente se de-
nomina sector informal.5 Al no ser incorporada a sectores estructurados y prote-
gidos laboralmente, esta población se dedica a actividades de autoempleo y su-
pervivencia, entre las cuales pueden estar pequeños talleres y microempresas. En
éstos niveles vulnerables y cambiantes del empleo urbano, las personas se ocu-
pan de la producción a pequeña escala en renglones frecuentemente afectados
por la saturación de productores, en los que alternan el empleo ocasional, la
inactividad o el desempleo. 6
A nivel de las actividades más exigentes en equipo y calificación, con las que
se elabora el alto volumen de producto, la subcontratación tiende a configurarse
como una variedad de vínculos productivos entre empresas de varios tamaños.
En estas ramas industriales, un aspecto muy importante es la existencia de traba-
jadores independientes y pequeños empresarios muy dinámicos y dispuestos a
ampliar su capacidad productiva y eficiencia según lo requieran las empresas
clientes.
La subcontratación de trabajo calificado aparece más claramente asociada a
condicionamientos del tipo de obra y desempeño de los oficios; en tanto que en
los trabajos poco exigentes en calificación, que podrían hacerse dentro de la
empresa con personal propio, se revela más la intención empresarial de ahorrar
costos, evitando además tener que controlar, administrar y dirigir partes del
proceso productivo.

Organización y política industrial

En limitados espacios empresariales se puede decir que influyen elementos deri-


vados de la esfera organizativa y de gestión, los cuales están representados por

LÓPEZ, Hugo. El empleo informal urbano en Colombia: un balance de los cambios acaecidos entre
los ochenta y los noventa. Mimeo Cide 1996, cap. 2.; CARO, Blanca L., Evolución del sector in-
formal en Colombia. Bogotá: DNP, 1995.
OIT. "Otros ingresos urbanos: las categorías vulnerables en los países en desarrollo". En: El
trabajo en el mundo, no. 3, cap.6, Nueva Sociedad, 1990.

98
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

cambios y nuevas estrategias de competencia y disposición de la producción. En


tal sentido, se advierte una doble incidencia sobre las formas de subcontrata-
ción: de una parte, estimulan su crecimiento y, de otra, promueven una particu-
lar reestructuración y profundo cambio en su esencia. Las empresas se ven de-
terminadas a buscar mejoras de productividad, para lo cual adoptan estrategias
inspiradas en la gerencia Japonesa como los programas de Control Total de Ca-
lidad y Justo a Tiempo, que repercuten en cambios a nivel organizativo y trans-
forman los esquemas de subcontratación que se han venido usando.
En empresas de cierto dinamismo, bajo el influjo de principios derivados de
la gerencia japonesa, por ejemplo el Justo a Tiempo, se pretendió convertir a los
proveedores en un soporte productivo estable y confiable, conformando de esta
manera una estructura a tono con las nuevas condiciones de competencia del
mercado. Se aplican así algunos de los bien conocidos planteamientos de dichas
teorías, sobre la importancia de crear, a través de la subcontratación, nexos equi-
tativos, eficientes y duraderos entre la empresa y sus proveedores para garantizar
el mejoramiento de la calidad.7
De este modo, en el sector de autopartes por ejemplo, las empresas más
productivas y dinámicas técnicamente que se visitaron, han venido transfor-
mando, desde finales de los ochenta, sus vínculos productivos con los subcon-
tratistas que les proveen partes. A diferencia de períodos anteriores, ahora se
promueve una decidida intervención, control y orientación del subcontratista;
por medio de asesorías, capacitación y motivación, se estimula la mejora técnica
y organizativa de sus procedimientos.
A partir de una descentralización de la producción ya existente, se cualifican
las relaciones entre empresas y talleres proveedores, esperando generar elemen-
tos de estabilidad y confiabilidad en los vínculos productivos entre empresas y
promover la eficiencia a todo lo largo del circuito de la producción: desde el sec-
tor primario de materias primas, el transformador intermedio, el nivel de en-
samble y el de comercialización. Mediante una estable cooperación se espera al-
canzar calidad, adaptabilidad y eficiencia colectiva en toda la estructura o pirá-
mide de productores.

SUBCONTRATACIÓN Y FLEXIBILIDAD

A partir del hecho de que el crecimiento, la diversificación y la amplia difusión


del trabajo desarrollado por medio de subcontratistas se puede ubicar entre los

Respecto a la subcontratación y los proveedores, son ilustrativos los planteamientos de dos


manuales muy conocidos: KAORU, Ishikawa, Qué es el control total de calidad: la modalidad Ja
ponesa, Norma, 1991, cap. IX; GlTLOW, Howard, Cómo mejorar la calidad y la productividad
con el Método Deming, Norma, 1989, pags 48 - 72.

99
Edgar A. Valero

principales cambios organizativos y laborales ocurridos en las empresas indus-


triales colombianas durante los últimos años, una mirada general a los motivos
y principales propósitos de los empresarios al adoptar las distintas modalidades
demuestra que se trata de conseguir condiciones especificas de flexibilidad ante
diferentes circunstancias y contingencias que afectan la gestión.8
Se entiende por flexibilidad la capacidad que pueden tener las organizaciones
productivas para adaptarse o modificar rápidamente la mayoría de sus procedi-
mientos y actividades según lo exijan las condiciones de un entorno que en los
últimos años se revela más inestable e imprevisible.9 Factores como el acelerado
cambio en los bienes y mercados, las difíciles condiciones de rentabilidad y
competencia, y las posibilidades ofrecidas por la nuevas tecnologías, inciden en
que se busque una maleabilidad y rápida capacidad de respuesta en múltiples
aspectos, como en la contratación laboral y la planta de personal, en las estruc-
turas y los niveles salariales, en la jornada laboral, en la organización de tareas y
puestos, en la técnica de producción, volumen y composición de la producción,
etc.10
A pesar de esta idea general, se ha señalado en la vida práctica de las empre-
sas la existencia de dos sentidos de flexibilidad: por una parte, la que es produc-
to del estancamiento y la crisis, cuyo sentido es reducir el costo laboral para su-
pervivir y, por otra, la derivada de concepciones y prácticas de producción orien-
tadas a mantener procesos estables de innovación y desarrollo competitivo."

La búsqueda de flexibilidad ha transformado el manejo laboral de estilo fordista, generando


cambios como las nuevas formas de definición de puestos y categorías: tendencias al trabaja-
dor polivalente y la labor en equipo, reconsideración del sistema salarial y la estabilidad labo-
ral a través de una más alta rotación de personal y temporalidad; todo lo cual ha generado de-
terioro en la calidad del trabajo y diferentes tipos de Incertidumbre para el trabajador.
STAND1NG G., Desempleo y flexibilidad del mercado laboral en el Reino Unido. Madrid: Informes
OIT-OCDE, 1988; Flexibilidad y mercado de trabajo: el debate actual. Madrid: Informes OCDE,
1987; VlLLEVAL M., "Labour market restructuring and deprivation processes". En: LABOUR AND
SOCIETY, Vol 16 #2 1991.
9
MEULDERS D. y WlLKIN L., "Labour market flexibility: critical introducción to the analysis of a
concept". En: LABOUR AND SOCIETY: vol.12 # 1 , 1987; BOYER, R„ "Labour flexibilities: Many
forms, uncertain effects"; ROSEMBERG S.. From segmentation to flexibility, vol. 14, no. 4, 1989;
SMITH Ch., "Especialización flexible, automatización y producción en serie". En: SOCIOLOGÍA DEL
TRABAJO, NO. 7, 1989; CORIAT, Benjamín. El taller y el robot: ensayos sobre el fordismo y la pro-
ducción en masa cn la era electrónica. Siglo XXI caps. 3 y 4; AM1N A. y ROBINS, K. "Industrial
districts and regional development: limits and possibilities". En: Industrial districts and inter-firm co
operation in Italy. Geneva: ILO, 1990.
10
PlORE, M. y SABEL, Ch. La segunda ruptura industrial. Alianza Editorial, 1990; "Work, la-
bour and action: work experience in a system of flexible production". En: SENGENBERGER, W,
PYKE, F. y BECATTIN1, G. Industrial districts and interfirm co-operation in Italy. Geneva: ILS.
1990; SABEL, Ch. Trabajo y política. Madrid: Ministerio del Trabajo, 1986; RlTZER, G. Teoría
sociológica contemporánea. McGraw - Hill, 1993, cap. 4.
11
PlORE, M. "Dos concepciones sobre la flexibilidad del trabajo". En: La ocupación del futuro: fie-

100
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

Estas dos formas de flexibilidad son producto del dilema básico que enfren-
taron los empresarios en la reciente crisis: reducir costos laborales o emprender
innovaciones. Aunque en algunos casos predomina uno u otro tipo de flexibili-
dad, generalmente coexisten y sus estrategias suelen combinarse o alternarse, a
pesar de lo cual es factible y provechosa su diferenciación para la comprensión
de los cambios ocurridos en las empresas.12
Si es el factor costos el aspecto orientador, se recurre a toda una gama de
medidas para reducir los distintos componentes de la remuneración o las pres-
taciones, aumentar el tiempo de trabajo, introducir empleo temporal o de tiem-
po parcial, trasladar los centros de producción a áreas de menor regulación y sa-
larios más bajos, disminuir la provisión interna de componentes apelando a
subcontratistas de reducido precio, etc.13
En las medidas de flexibilidad orientadas a la innovación, el énfasis se hace
en el aumento de la productividad a través de esfuerzos en campos como: cam-
bio tecnológico y diseño; adaptación a la nuevas normas de competencia y dife-
renciación de productos en contextos exigentes en calidad y entrega oportuna;
calificación y óptima organización de la fuerza laboral.14
El tipo de opción que llegue a predominar dependerá del carácter de las re-
gulaciones institucionales, sindicalización y estructuras de negociación, tanto en
el nivel nacional como en el de sector económico. Del mismo modo, el perfil de
las relaciones de empleo a nivel de empresa resultará de la interacción de las
presiones externas, las instituciones nacionales, y la elección y estrategia seguida
por los actores determinantes.15
Esta diferenciación de las nociones o sentidos divergentes de la flexibilidad
es un avance substancial dentro de los esfuerzos explicativos del fenómeno y sus
variadas manifestaciones, que supera la aproximación de los primeros estudios

xibilización del trabajo y desregulación laboral. México: Nueva Sociedad, 1990. SENGENBERGER,
W. "Intensificación de la competencia, reestructuración industrial y relaciones de trabajo". En: Re-
vista Internacional del Trabajo, vol. 111, no. 3 de 1992.
PlORE, M. y SABEL, Ch. La segunda ruptura... Op. cit. p. 407. También se distinguen como
estrategias basadas en el valor agregado y estrategias basadas en los costos.
La aplicación de esta idea de flexibilidad tiene por consecuencias los fenómenos de dismi-
nución del empleo sindlcalizado, estable y relativamente bien remunerado, y su reemplazo por
trabajo de tiempo parcial, reducidas garantías y bajos salarios, en un proceso que divide la
fuerza laboral y polariza sus condiciones. Véase HARRISON, B., "The dark sidc of flexible pro-
ducción". En: TECHNOLOGY REVIEW. Mayo-junio, 1994.
Este recurso fue empleado para diferenciar los patrones de relación entre contratantes y
subcontratistas, definiendo modalidades dinámicas por su versatilidad activa y regresivas por
su plegabilidad pasiva. Véase SEMLINGER, K. "Small firms in big subcontrating". En: Technology
and work in Germán industry. 1991, parte VI.
PlORE, M., LOCKE, R. y KOCHAN T. "Reconceptuallzing comparative industrial relations: les
sons from international research". En: INTERNATIONAL LABOUR REVIEW, vol. 134, no. 2, 1995.

101
Edgar A. Valero

en los cuales se asumían ios espacios empresariales y ios propósitos de ia ges-


tión como algo homogéneo, de modo que se distinguían clases de flexibilidad
solamente con referencia al aspecto de la gestión que resultaba transformado. 16
En u n reciente análisis, Enrique de La Garza aclara más el problema de los
diversos sentidos que en la organización productiva se atribuyen a la flexibili-
dad. De modo general, la entiende como «la capacidad gerencial de ajusfar el
empleo, el uso de la fuerza de trabajo en el proceso productivo y el salario a las
condiciones cambiantes de producción», pero reconoce que en la práctica los
contenidos y el sentido general de las medidas empresariales tendientes a la fle-
xibilidad son diversas y dependen de las concepciones e interacciones de los ac-
tores, del mismo modo que de la incidencia de las instituciones, las normas y la
cultura.17
Según éste planteamiento, en diferentes contextos institucionales y organiza-
tivos se han adoptado medidas de flexibilidad que tienen varios significados,
destacándose principalmente tres clases:
• Flexibilidad pretaylorista: practicada de modo asistemático en las pequeñas em-
presas no modernizadas. No depende de un proyecto organizacional sino de las
contingencias y arbitrariedad de los pequeños patronos.
• Flexibilidad toyotista: asociable a los ensayos de nuevas formas de organización
del trabajo, participación y concertación.
• Flexibilidad del mercado de trabajo: sería la forma predominante en América La-
tina, caracterizada por la unilateral desregulación de la oferta y demanda de em-
pleo.

T R E S CONCEPCIONES Y ESCENARIOS DE SUBCONTRATACIÓN

Las opciones de reducción de costos y de innovación como orientaciones defini-


torias de la conducta empresarial permiten interpretar la subcontratación, del
mismo modo que los procesos organizativos y laborales que la acompañan y sus
implicaciones para diferentes tipos de firmas colombianas.
En los diversos medios productivos es posible diferenciar e interpretar el
empleo de esta forma de trabajo según se realice en la perspectiva de los costos o
de la innovación y el cambio. Aunque abundan las situaciones intermedias y
coexisten elementos diversos, es posible reconocer las concepciones y espacios
empresariales en que son preponderantes los componentes de adelanto y dina-
mismo sobre las propias del estancamiento y la crisis. Las primeras están rela-

En tal sentido, se hablaba de flexibilidad numérica si los efectos recaían sobre el volumen
de trabajadores; funcional u organizativa, si se actuaba sobre tareas, puestos y responsabilida-
des; salarial, cuando resultaba centrada en las retribuciones.
DE LA GARZA, Enrique. "La flexibilidad del trabajo cn América Latina". Ponencia al Congreso
Latinoamericano de Sociología, Brasil, 1997.

102
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

clonadas con la presencia de elevadas exigencias competitivas en diseño, calidad


y plazo de entrega, que hicieron que los empresarios estructuraran o mejoraran
cualitativamente sus procedimientos de subcontratación, a través de la aplicación
de principios de reciprocidad, equidad y estímulo a la innovación.
En otros espacios, donde las empresas han emprendido muy pocos cambios
técnicos u organizativos, se busca con la subcontratación obtener componentes
o servicios a precios ventajosos —principalmente—, transfiriendo la incertidum-
bre y los costos de ajuste a establecimientos débiles y dependientes.
Entre estos dos extremos existe una heterogénea gama de situaciones inter-
medias y posibilidades. No obstante esa diversidad, que en las empresas esta
acompañada también de alternación, mezcla y transición, es posible diferenciar
tres sentidos o concepciones empresariales en la aplicación de la subcontrata-
ción. Tales concepciones aparecen asociadas a espacios empresariales en donde
tienen particulares patrones de estructuración y hasta cierto punto son ubicables
en períodos de tiempo. Se expondrá a continuación cada una, resaltando como
las dos primeras están en la lógica del ajuste de costos, en tanto que la tercera
aparece más asociable a esfuerzos de mejora productiva e innovación. A renglón
seguido se indicarán las consecuencias que para la mano de obra se derivan en
cada caso y algunas tendencias de cambio.

Concepción tradicional de la subcontratación

Es la de más antigüedad y permanencia. Sus modalidades representan un tipo


de flexibilidad surgida de manera espontánea y mantenida hasta el presente en
la perspectiva del ahorro de costos. En este caso, la subcontratación es realizada
en condiciones usualmente denominadas de informalidad, con tan débiles o casi
inexistentes regulaciones salariales y laborales que se han clasificado como for-
mas de trabajo no sujetas a régimen laboral. Se trata de formas extendidas y nu-
merosas, empleadas en empresas de todos los tamaños para realizar actividades
variadas y clasiflcables en dos grupos:
1. Trabajo de poca calificación: ocupaciones de trabajadores independientes
y pequeños talleres de reducida productividad y elementales medios técnicos;
por ejemplo, en confección, encuademación, calzado, metalmecánica, etc. Se
emplean en precarios espacios económicos para elaboraciones a pequeña escala
y como fórmula de ahorro salarial de los empresarios; pertenecen a este nivel
labores casi artesanales o precapitalistas que han sobrevivido en ciertos espacios
de la industria.
2. Trabajo calificado: modalidades presentes en establecimientos pequeños o
medianos, más complejas en su técnica y organización productiva por estar rela-
cionadas con el desempeño de oficios universales y saberes reconocidos y valo-

103
Edgar A. Valero

rados en distintas ramas industriales. Son determinantes para el mantenimiento


de estas formas el tipo de demanda variable y producción en cortas series de las
ramas en que se emplea, así como las condiciones en que se desempeñan algu-
nos oficios. El factor ahorro de costos incide de modo más débil en éstas moda-
lidades, pues está limitado por la capacidad de negociación de los trabajadores y
la escasez de determinadas calificaciones. Como veremos, en ciertas circunstan-
cias estas dos formas son articuladas e integradas a sectores más modernos por
medio de subcontratación y redes de proveedores.

Consecuencias para los trabajadores

Una definición del impacto que sobre los trabajadores han tenido estas modali-
dades de subcontratación tropieza, en primera instancia, con cierta heterogenei-
dad de situaciones, debido a variadas características económicas, tecnológicas y
organizativas de las unidades económicas, y a la diversidad del componente la-
boral: trabajadores calificados, no calificados, independientes, pequeños empre-
sarios, asalariados de microempresas, etc.
Una de las características de este sector laboral que hace compleja su cuanti-
flcación es la variabilidad, ya que según lo determinen las circunstancias, el es-
tablecimiento puede aumentar su tamaño con miembros de la familia y conoci-
dos de rápido enganche, quedar reducido a la persona del propietario como tra-
bajador por cuenta propia o desaparecer por una temporada. Esta cambiante si-
tuación, en el caso de los subcontratistas, hace que a veces sea indiferente hablar
de trabajadores, talleres o pequeñas empresas.
A pesar de la variedad de situaciones, existen factores comunes a todo el
conjunto de microempresarios y trabajadores por cuenta propia de los casos es-
tudiados; así, muchos de ellos en algún período habían estado vinculados a em-
presas, pero una variedad de circunstancias y motivos como el haber sido retira-
dos de sus puestos, la dificultad de emplearse nuevamente, la edad avanzada y el
deseo de independencia, los había aproximado a su actual actividad.
Las condiciones de los trabajadores no calificados son más asociabies o afi-
nes con impactos desfavorables y débiles posiciones de negociación, en tanto
que la situación del trabajador calificado es en general más cercana a mejores o-
portunidades, autonomía y mayor margen de decisión sobre los términos de su
contratación. A continuación se analizará la situación laboral y los factores de
cambio en las condiciones de estos subcontratistas, considerando primero las
actividades poco exigentes en calificación, y luego los trabajos más calificados.
Dentro de cada grupo, se analizarán las pequeñas empresas y luego los trabaja-
dores individuales.

104
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

Labores poco exigentes en calificación

La subcontratación en estos trabajos es apreciada por las empresas clientes, en


primer término, por el ahorro en costos de producción y mejor calculabilidad de
los mismos que se pueden tener, así como por la adaptabilidad a cambios en el
volumen de producto solicitado en cortos espacios de tiempo. Del tipo de rela-
ción que se ha dado entre contratantes y subcontratistas, se desprenden particu-
lares condiciones para las pequeñas empresas ejecutoras de trabajos y también
para quienes laboran en ellas.
En los acuerdos entre talleres y empresas clientes, estas últimas tienen un
amplio margen para definir precios y condiciones, de modo que las principales
garantías y seguridades favorecen a la parte compradora. Faltan garantías o
normas de apoyo a los subcontratistas, sus posibilidades de incidir en la nego-
ciación o determinar las condiciones de su actuación son reducidas, quedando
expuestos a la arbitrariedad y las condiciones desfavorables de selección y mane-
jo-
Cuando los trabajadores se desempeñan independientemente o laboran para
pequeñas empresas y talleres, en mayor o menor medida actúan bajo algunas de
las siguientes circuntancias:
• Deben alternar períodos de poca o ninguna actividad con otros de intensas y pro-
longadas jornadas; el trabajo se intensifica extendiendo la jornada o aumentando
la planta de personal con familiares o grupos de trabajadores conocidos de otros
talleres, lo cual genera variadas situaciones laborales. Se supone que la mayoría
de la mano de obra se mantiene dentro de las condiciones de informalidad, tra-
bajo precario y de baja calidad que han sido tan resaltadas por analistas y críticos.
• Bajo nivel de ingresos, inestabilidad e incertidumbre sobre los mismos.
• Ausencia de un esquema de seguridad social, seguro de vida, accidentes y meca-
nismos de jubilación. El acceso a tales garantías depende de la mentalidad de
previsión y capacidad individual o colectiva de ahorro, y vinculación a entidades
privadas que tenga cada trabajador.
• Elevada rotación y vinculación por temporadas muy cortas de la mano de obra de
los talleres subcontratistas. Para los trabajadores, el carácter transitorio, esporádi-
co o por temporadas de los pedidos, se traduce en incertidumbre e inseguridad
acerca del volumen de trabajo y los ingresos con que contarán.
• Situación salarial y prestacional precaria, producto a veces de la inestabilidad en
los pedidos y de las condiciones de informalidad en que trabaja la mayoría de es-
tablecimientos. Igualmente, períodos de inactividad y obligación de cumplir jor-
nadas de trabajo muy intensas y prolongadas en las temporadas, a veces como
condición para participar en la elaboración de un nuevo pedido, contrato a tér-
mino fijo o en la siguiente temporada.
• En trabajos realizados con mano de obra femenina y a domicilio —como en el
sector confecciones— el aislamiento de las trabajadoras respecto a sus colegas y al
personal de fábrica evita los procesos de asociación y acción colectiva en defensa
de sus intereses y las hace muy vulnerables frente a situaciones adversas como la

105
Edgar A. Valero

reestructuración público y privado hada una preparación y reubicación como


pequeños empresarios. Una proporción no determinada de esos proyectos fra-
casa, en tanto que en otros la capacitación impartida, si bien no produce empre-
sas autónomas, si coloca a muchos pequeños talleres en condición de asumir
como subcontratistas, relaciones productivas de mejor nivel, más estructuradas y
estables con las empresas clientes. La intervención gubernamental como factor
de cambio en el nivel productivo y condiciones laborales de los subcontratistas,
ha sido notoriamente débil en Colombia, comparada con la experiencia de los
países europeos, en donde se han creado mecanismos para el control y supera-
ción de las condiciones más negativas de la subcontratación, como la que se ha-
ce en forma de trabajo a domicilio.20
Si bien existen tendencias hacia la mejora productiva y laboral en la subcon-
tratación de labores poco exigentes en calificación, también se advirtieron algu-
nas hacia la desaparición de esas modalidades de trabajo. Un ejemplo de lo an-
terior se presenta en algunas empresas gráficas, en donde el ensanchamiento del
mercado de los impresos y estabilización de la demanda por consolidación de
las líneas de exportación o por aumentos de consumo en el mercado interno,
causan la extinción de las formas de subcontratación.
La estrategia a seguir para los empresarios depende en gran medida del fac-
tor tecnológico. Si los trabajos son de difícil mecanización o inevitablemente
manuales y descalificados, la subcontratación se sustituye por franjas de empleo
temporal en ocupaciones altamente fragmentadas. En varios casos en que fue
factible la mecanización, la mejora en el mercado condujo a la eliminación del
subcontrato.
En el caso de los subcontratistas de trabajo calificado, si bien no se advierten
deterioros visibles en las condiciones laborales y salariales, muchos aspectos re-
lativos a su desempeño en oficios y ramas particulares requerirían de un análisis
más detenido. Así, por ejemplo, la situación de dependencia técnica y económi-
ca de los pequeños establecimientos respecto de las empresas clientes.

Concepción de subcontratación para empresas en crisis

Presente en firmas grandes y antiguas, que habían desarrollado algunos de los


elementos fordistas en la organización y la política de personal, y desde comien-

En varios países, grupos de presión como los sindicatos, al lado del Estado y los empresa-
rios, han promovido regulaciones para evitar un extremo deterioro en los Ingresos y condicio-
nes laborales. Las medidas pueden incluir la obligación de las empresas a cancelar bonifica-
ciones en los pedidos a cuenta de uso de local, seguro médico, vacaciones, etc., de los trabaja-
dores a domicilio y el impulso a la creación de organizaciones productivas independientes y
cooperativas. SCHNEIDER G., "Trabajadores a domicilio: necesidad de una protección social". En:
REVISTA INTERNACIONAL DEL TRABAJO. Vol. 109. no. 3, 1990.

108
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

Labores poco exigentes en calificación

La subcontratación en estos trabajos es apreciada por las empresas clientes, en


primer término, por el ahorro en costos de producción y mejor calculabilidad de
los mismos que se pueden tener, así como por la adaptabilidad a cambios en el
volumen de producto solicitado en cortos espacios de tiempo. Del tipo de rela-
ción que se ha dado entre contratantes y subcontratistas, se desprenden particu-
lares condiciones para las pequeñas empresas ejecutoras de trabajos y también
para quienes laboran en ellas.
En los acuerdos entre talleres y empresas clientes, estas últimas tienen u n
amplio margen para definir precios y condiciones, de modo que las principales
garantías y seguridades favorecen a la parte compradora. Faltan garantías o
normas de apoyo a los subcontratistas, sus posibilidades de incidir en la nego-
ciación o determinar las condiciones de su actuación son reducidas, quedando
expuestos a la arbitrariedad y las condiciones desfavorables de selección y mane-
jo.
Cuando los trabajadores se desempeñan independientemente o laboran para
pequeñas empresas y talleres, en mayor o menor medida actúan bajo algunas de
las siguientes circuntancias:
• Deben alternar períodos de poca o ninguna actividad con otros de intensas y pro-
longadas jornadas; el trabajo se intensifica extendiendo la jornada o aumentando
la planta de personal con familiares o grupos de trabajadores conocidos de otros
talleres, lo cual genera variadas situaciones laborales. Se supone que la mayoría
de la mano de obra se mantiene dentro de las condiciones de informalidad, tra-
bajo precario y de baja calidad que han sido tan resaltadas por analistas y críticos.
• Bajo nivel de ingresos, inestabilidad e incertidumbre sobre los mismos.
• Ausencia de un esquema de seguridad social, seguro de vida, accidentes y meca-
nismos de jubilación. El acceso a tales garantías depende de la mentalidad de
previsión y capacidad individual o colectiva de ahorro, y vinculación a entidades
privadas que tenga cada trabajador.
• Elevada rotación y vinculación por temporadas muy cortas de la mano de obra de
los talleres subcontratistas. Para los trabajadores, el carácter transitorio, esporádi-
co o por temporadas de los pedidos, se traduce en incertidumbre e inseguridad
acerca del volumen de trabajo y los ingresos con que contarán.
• Situación salarial y prestacional precaria, producto a veces de la inestabilidad en
los pedidos y de las condiciones de informalidad en que trabaja la mayoría de es-
tablecimientos. Igualmente, períodos de inactividad y obligación de cumplir jor-
nadas de trabajo muy intensas y prolongadas en las temporadas, a veces como
condición para participar en la elaboración de un nuevo pedido, contrato a tér-
mino fijo o en la siguiente temporada.
• En trabajos realizados con mano de obra femenina y a domicilio —como en el
sector confecciones— el aislamiento de las trabajadoras respecto a sus colegas y al
personal de fábrica evita los procesos de asociación y acción colectiva en defensa
de sus intereses y las hace muy vulnerables frente a situaciones adversas como la

105
Edgar A. Valero

arbitrariedad de los intermediarios, por ejemplo. Por otra parte, durante las co-
yunturas críticas en que aumentan los pedidos, resulta difícil combinar las ocupa-
ciones del hogar con las exigencias y presiones del trabajo industrial y, además,
es frecuente apelar al esfuerzo gratuito de otros miembros de la familia.18

Labores exigentes en calificaciones

El hecho de poseer conocimientos y experiencias valorados —y a veces escasos


en el mercado laboral—, da a los trabajadores calificados una seguridad y mejor
capacidad de negociación frente a los empresarios. En el caso de los que se de-
sempeñan como subcontratistas, el detentar un saber técnico apreciado se refleja
en sus niveles salariales y posibilidades de sustraerse a la mayor parte de condi-
ciones adversas que se manifiestan en el trabajo no calificado.
Cuando se trata de trabajadores independientes, como en el sector metalme-
cánica, uno de las implicaciones de su actividad es la alta variabilidad de traba-
jos, empresas y lugares en que se realiza el trabajo. Puede ser que el trabajador
permanezca con alguna continuidad con una o varias empresas subcontratistas,
pero de hecho está en continua rotación entre diversas obras, apoyándose en
una red informal de amigos y conocidos como fuente de información y contacto
para aproximarse a las oportunidades. Funciona de este modo un mercado de
oficios basado en la movilidad física del trabajador: va de obra en obra, pero
tiene una indudable permanencia en el sector y sobre todo en el oficio, en el
que ha colocado sus expectativas de ocupación.
Para los trabajadores de diferentes áreas de mantenimiento, como los solda-
dores especializados, sea actuando individualmente, en pequeños grupos o su-
bordinados a una empresa contratista, se garantizan condiciones más favorables
de ingresos y posibilidades de trabajo estables en contratos con diferentes em-
presas u obras temporales, haciendo de esas labores un permanente y garantiza-
do campo de trabajo.
A nivel de pequeñas firmas y talleres, en donde el trabajador subcontratista
se convierte en un pequeño empresario, la realización de trabajo especializado
para otras compañías significa disponer de u n mercado estable, pero también
cierto desequilibrio en su desarrollo productivo; en el caso de las empresas saté-
lites de confección exigentes en destreza y calidad, después de varios años de eje-
cutar trabajos por encargo han afianzado técnicas y capacidades prácticas de
producción, pero mantienen notorias deficiencias en diseño de productos y pro-
cesos. Igualmente, existen grandes insuficiencias en aspectos administrativos y

GLADDEN, K. "La reestructuración industrial, el subcontrato y la incorporación de la fuerza de


trabajo femenina". En: DOMBOIS, R. y López, C. (Eds.). Cambio técnico, empleo y trabajo en Co-
lombia. Bogotá: Fescol, 1993. P. 327.

106
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

comerciales, conocimiento, acreditación y competencia en el mercado, lo cual


hace improbable su desarrollo autónomo.
En algunos subcontratistas de metalmecánica, existe cierta capacidad para
mejorar diseños y trabajar sobre planos, pero el aumento de complejidad en los
encargos hace necesaria la supervisión o asesoría por parte de personal técnico
de las empresas contratantes. Esto deja claro que les resulta difícil generar li-
neamientos y controles sobre procedimientos de fabricación y calidad. Se puede
decir que el sector de subcontratistas en trabajo exigente en calificación, a pesar
de que no ha debido sobrellevar condiciones tan adversas, tampoco ha logrado
aproximarse a una condición de autosuficiencia y alta capacidad productiva.

Tendencias de cambio

Muchos empresarios experimentaron en los últimos años más presiones compe-


titivas en el mercado en cuanto a calidad y entrega oportuna de productos, cir-
cunstancia que les ha forzado un replanteamiento de varios aspectos de la orga-
nización productiva, entre ellos las modalidades de subcontratación. Esto pro-
mueve indirectamente alguna mejora en la situación de todos los tipos de traba-
jadores dedicados al subcontrato: la búsqueda de eficiencia parece limitar algu-
nos aspectos del extremo deterioro laboral que ha predominado hasta ahora; las
medidas de calidad y eficacia competitiva de las empresas clientes estimulan y
exigen mejoras a sus proveedores, para que éstos se adecúen a las estrategias de
competencia y organización de las empresas contratantes.
Se aprecia alguna aproximación a un tipo de subcontratación en donde se
promueven nexos de cooperación e integración estructural y estable entre em-
presas clientes y subcontratistas, p.e., las actividades gráficas de acabado como
plastificados y troquelados en donde es posible incorporar equipos, pero no se
hace debido a la demanda cambiante o alta variabilidad de productos.
En algunas circunstancias, la labor de diversas instituciones publicas y priva-
das que promueven el trabajo asociativo y la microempresa,19 origina en un pro-
ceso de cambio y cualificación que incide sobre su desempeño y expectativas
como unidades proveedoras o satélites de otras de mayor tamaño. Existe un con-
junto de instituciones para promoción de la microempresa, que encauza a fran-
jas de desempleados, informales y personal recién expulsado por los procesos de

Los planes de capacitación y crédito favorecen una parte muy pequeña del sector microem-
presarial y se han concentrado en el pequeño porcentaje de unidades económicas de 2 a 10
trabajadores, dejando de lado los asalariados y trabajadores por cuenta propia. Entre 1988 y
1991 todas las entidades públicas y las ONG habían capacitado a 149.000 unidades y aumen-
taron levemente su cobertura al pasar de 9% de microempresas asistidas en 1988 a un 19%
en 1993., LÓPEZ H., El empleo informal. Op. cit. cap. IV.

107
Edgar A. Valero

reestructuración público y privado hacia una preparación y reubicación como


pequeños empresarios. Una proporción no determinada de esos proyectos fra-
casa, en tanto que en otros la capacitación impartida, si bien no produce empre-
sas autónomas, si coloca a muchos pequeños talleres en condición de asumir
como subcontratistas, relaciones productivas de mejor nivel, más estructuradas y
estables con las empresas clientes. La intervención gubernamental como factor
de cambio en el nivel productivo y condiciones laborales de los subcontratistas,
ha sido notoriamente débil en Colombia, comparada con la experiencia de los
países europeos, en donde se han creado mecanismos para el control y supera-
ción de las condiciones más negativas de la subcontratación, como la que se ha-
ce en forma de trabajo a domicilio.20
Si bien existen tendencias hacia la mejora productiva y laboral en la subcon-
tratación de labores poco exigentes en calificación, también se advirtieron algu-
nas hacia la desaparición de esas modalidades de trabajo. Un ejemplo de lo an-
terior se presenta en algunas empresas gráficas, en donde el ensanchamiento del
mercado de los impresos y estabilización de la demanda por consolidación de
las líneas de exportación o por aumentos de consumo en el mercado interno,
causan la extinción de las formas de subcontratación.
La estrategia a seguir para los empresarios depende en gran medida del fac-
tor tecnológico. Si los trabajos son de difícil mecanización o inevitablemente
manuales y descalificados, la subcontratación se sustituye por franjas de empleo
temporal en ocupaciones altamente fragmentadas. En varios casos en que fue
factible la mecanización, la mejora en el mercado condujo a la eliminación del
subcontrato.
En el caso de los subcontratistas de trabajo calificado, si bien no se advierten
deterioros visibles en las condiciones laborales y salariales, muchos aspectos re-
lativos a su desempeño en oficios y ramas particulares requerirían de un análisis
más detenido. Así, por ejemplo, la situación de dependencia técnica y económi-
ca de los pequeños establecimientos respecto de las empresas clientes.

Concepción de subcontratación para empresas en crisis

Presente en firmas grandes y antiguas, que habían desarrollado algunos de los


elementos fordistas en la organización y la política de personal, y desde comien-

En varios países, grupos de presión como los sindicatos, al lado del Estado y los empresa-
rios, han promovido regulaciones para evitar un extremo deterioro en los ingresos y condicio-
nes laborales. Las medidas pueden incluir la obligación de las empresas a cancelar bonifica-
ciones en los pedidos a cuenta de uso de local, seguro médico, vacaciones, etc., de los trabaja-
dores a domicilio y el impulso a la creación de organizaciones productivas independientes y
cooperativas. SCHNEIDER G., "Trabajadores a domicilio: necesidad de una protección social". En:
REVISTA INTERNACIONAL DEL TRABAJO. Vol. 109, no. 3,1990.

108
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

zo de los años ochenta, se vieron abocadas a aplicar procesos de reorganización


y estrategiasflexibilizadoras,entendidas como reducciones de costos. En contraste
con el manejo que habían tenido en períodos anteriores, estas firmas comenza-
ron a evitar relaciones duraderas con la mano de obra; los vínculos que impli-
can compromisos estables y garantías de perdurabilidad de los contratos se co-
menzaron a percibir como procedimientos costosos y rígidos que impedían al
empresario realizar una gestión ágil y retardaban su capacidad de respuesta ante
cambios en las variables económicas.21 En la crisis del comienzo de los ochenta,
las empresas que habían tenido una gran integración vertical comenzaron a
promover el abastecimiento extemo y recurrieron a la subcontratación como re-
curso de emergencia para disminuir los costos salariales y racionalizar la gestión.
Si bien este tipo de firmas en un principio subcontrataba un reducido nume-
ro de labores, esencialmente para evitar tener que asumir su control y adminis-
tración, la mayoría de sus actividades productivas y complementarias se habían
realizado con personal vinculado directamente, cuando predominaba el estilo de
dirección que se ha definido como tradicional, paternalista o de empresa provi-
dencia.22 La necesidad de reducir gastos, racionalizar procesos, mejorar el con-
trol y eficiencia general, hace que se incremente la ocupación de contratistas, lo
cual se logra en algunos casos convirtiendo en trabajadores independientes a an-
tiguos empleados que se desea desvincular. No obstante, más que un recurso de
emergencia o una práctica inevitable, el incremento de actividades subcontrata-
das y el conjunto de medidas reestructuradoras que la acompañan representan
un cambio de fondo en las nociones fordistas de gestión y organización que
orientaron los primeros tiempos de estas empresas. Lo más destacable es que se
adopta una nueva perspectiva en la cual se abandona hasta donde es posible, el
esquema de gran empresa centralizada, integrada y autosuficiente, que controla y
ejecuta por sí misma todas las actividades relacionadas con la producción.

Consecuencias para los trabajadores

Inicialmente, en esta parte la atención se dirigirá a los efectos sobre las organiza-
ciones sindicales, cuestión que resulta de gran importancia en este grupo de es-
tablecimientos, en donde se encuentra una de las más importantes trayectorias
de tales agremiaciones y una alta capacidad de negociación. Se realizará también

La reforma laboral (Ley 50 de 1990) legitimó con sus trascendentales cambios muchas prác-
ticas de manejo laboral que venían de mucho tiempo atrás, y abrió nuevas posibilidades para
que continuara la transformación de lo que habia sido un esquema de vinculación relativa-
mente estable, especialmente en los sectores más dinámicos de la economía.
WEISS A. La empresa colombiana entre la tecnocracia y la participación. Del taylorismo a la ca-
lidad total. Bogotá: Departamento de Sociología, Universidad Nacional, 1994.

109
Edgar A. Valero

una aproximación a las implicaciones para los trabajadores a nivel individual y a


la forma en que la subcontratación se constituye cada vez más en una forma de
trabajo con condiciones, niveles de incertidumbre y posibilidades variadas, que
generan una precarización y deterioro de calidad del empleo, pero también
oportunidades de ingreso y ocupación no localizables en esa dinámica.

Crisis y debilitamiento sindical

En los últimos años, los empresarios adelantaron por su cuenta toda una transi-
ción a un nuevo modelo de relaciones laborales, ante la cual la mayoría de los
sindicatos se ubicó a la defensiva. Su debilidad y el éxito de las presiones neutra-
lizadoras patronales les han quitado toda posibilidad de evitar el sistemático
desmonte de un esquema con relativa estabilidad y garantías. El proceso ha
avanzado de tal forma que los sindicatos no aceptan las reformas, pero pueden
hacer muy poco para evitarlas. En la generalidad de los casos, no existen las
condiciones y la disposición en los sindicatos para expresar el interés obrero
aceptando la existencia de un nuevo marco de factores determinantes de las rela-
ciones laborales, para así contribuir y participar en la conformación de un con-
texto distinto de relaciones entre el capital y el trabajo.
Las organizaciones sindicales han visto reducir su nivel de afiliados al mismo
ritmo que se producen los recortes de personal de producción y aumentan las
tareas asumidas por contratistas particulares. Por ello se expresa un fuerte recha-
zo a los cambios que reducen el empleo directo y quitan capacidad de presión a
los sindicatos, en la medida que partes esenciales del funcionamiento productivo
quedan fuera de su control, disminuyendo la capacidad de parálisis completa en
caso de cese de actividades.
A pesar de que éstas agremiaciones conservan una importante capacidad de
presión e incidencia sobre el rumbo de las empresas, su oposición a la vincula-
ción de subcontratistas y a otros cambios en la política de personal sólo ha teni-
do logros parciales. En algunos casos ha conseguido evitar la extensión de la
subcontratación a determinadas áreas, limitar su número, de forma que han he-
cho más lento el proceso pero no lo han evitado. En actividades fácilmente eje-
cutables por particulares, como en los transportes y servicios internos, el relevo
de trabajadores directos ha sido total no obstante el desacuerdo sindical.
Si bien se expresa oposición a los cambios en la política de personal y al in-
cremento de subcontratistas, no se observaron acciones efectivas al respecto, ni
siquiera en el caso en que ocurre la salida de trabajadores directos a través de
negociaciones individuales forzosas. Respecto al despido masivo, se ha tenido
más capacidad de resistencia, principalmente en el esfuerzo por fijar las más fa-

110
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

vorables indemnizaciones según antigüedad y hacer cumplir rigurosamente la


tabla.
A pesar de ello, estos aspectos más o menos comunes al conjunto de las
empresas analizadas, las prácticas de reorganización de la gestión productiva en
relación con la posición sindical originan situaciones y consecuencias específi-
cas: de cinco sindicatos de grandes empresas considerados, uno estaba casi ex-
tinguido, en dos se adelantaba una radical pero inútil resistencia, en otro se dio
una aceptación negociada de subcontratos, y en el último se optó por controlar
el manejo que la empresa hacía de los subcontratistas y exigir garantías para los
mismos.
En el caso de la aceptación negociada, el reconocimiento de la difícil situa-
ción de la empresa y la intención de no contribuir a su concordato y quiebra,
condujo a un sector de sindicalistas antiguos y próximos a pensión, a ceder al-
gunas conquistas y cooperar con la empresa desde 1992, cuando se agudizó la
crisis: las concesiones fueron en aspectos salariales, de prestaciones e incentivos,
contratación temporal y aceptación de subcontratos en labores de producción
que tenían las más altas escalas de remuneración.
Las concesiones del sindicato son apreciadas por otros afiliados como la
búsqueda de una tranquila finalización de la carrera laboral para un sector de
trabajadores o un intercambio de salario por estabilidad, pero aspectos como el
recorte salarial en las categorías de reciente vinculación pueden interpretarse
como un procedimiento en el cual los patronos y el sector antiguo de sindicali-
zados acuerdan descargar el peso de la crisis y las medidas de salvamento en el
grupo de trabajadores jóvenes.
La estrategia de controlar a la empresa fue adoptada por una de las organiza-
ciones con mejor situación y capacidad negociadora, de modo que buscaron par-
ticipar e incidir sobre los procedimientos de la empresa para el manejo, remu-
neración y condiciones de los subcontratistas, una especie de función reguladora
que sugería mejoras y ejercía fiscalización o interventoría informal. Los cuestio-
namientos e intervenciones en la política de manejo de los contratistas, que en
algunas ocasiones logra los cambios o mejoras buscados, no son de frecuente
ocurrencia en las otras empresas, en donde los sindicatos no van más allá de
criticar a la administración por promover esas modalidades de trabajo indepen-
diente.

Precarización del trabajo

La difusión de modalidades de subcontratación en estas empresas tiene un efec-


to general de deterioro y cambio de las condiciones laborales, las garantías y las
seguridades que por largos períodos conformaron las restringidas áreas de bue-

111
Edgar A. Valero

ñas condiciones, produciendo una precarización del trabajo preocupante, que


aproxima a quienes se encuentran en ésta situación a las condiciones de los sec-
tores más desregularizados o informales. Los ingresos de los antiguos trabajado-
res directos, en el nuevo rol de subcontratistas, dependen en gran parte de las
condiciones del mercado y la propia capacidad para competir, mejorar y vender
un servicio.
Gran parte de las condiciones adversas mencionadas en el numeral anterior
se repiten en estas modalidades, con algunas variaciones según el tipo de activi-
dad. Por ejemplo, los problemas de los distribuidores independientes al servicio
de las fábricas de gaseosas relacionados con las condiciones de incertidumbre
sobre su nivel de ingresos, las dificultades para obtener vacaciones, licencias o
permisos, los cuales no son remunerados e implican que el interesado consiga
por su cuenta un reemplazo que sea aceptable para la empresa. Cuando los sub-
contratistas son microempresarios o pequeños patronos, todas las condiciones
de inestabilidad del empleo y baja remuneración se transmiten al personal que
está a su servicio.
La observación de casos muestra que varios de éstos aspectos desfavorables
pueden ser restringidos si la empresa contratante ejerce control e intervención
en la gestión de personal y relaciones laborales que establece el subcontratista y
sus empleados. La mayoría de las veces la intervención de la empresa sólo se di-
rige al proceso de producción para garantizar la óptima entrega y calidad de las
elaboraciones. Pero otras formas de intervención son posibles, y se presentan en
los casos en que las empresas colocan como condición a los titulares del com-
promiso de prestación de servicios la aceptación de la interventoría y vigilancia
de los aspectos normativos de las relaciones laborales.
Salvo algunos sectores de trabajadores calificados, en estas prácticas de sub-
contratación son notoriamente inferiores las condiciones y calidad del empleo,
si se comparan con las que tenían los trabajadores directos. Convertirse en sub-
contratista para la mayoría de los trabajadores de empresas más grandes significa
un retroceso en su estabilidad e ingresos. Esto se refleja en la negativa de los
trabajadores a aceptar voluntariamente las propuestas de salida y conversión en
subcontratistas; las presiones de la negociación de retiro impuestas por la em-
presa y en parte cierta tendencia al trabajo independiente del trabajador acaban
generando una nueva condición laboral.

¿Nuevas oportunidades?

Aunque una buena parte de modalidades de subcontratación directa o indirec-


tamente ha generado y mantenido empleos de tipo precario y pobre remunera-
ción, no se puede desconocer que en algunas circunstancias es posible que tra-

112
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

bajadores independientes hagan de su nuevo rol laboral una forma confiable y


efectiva de obtener ingresos de relativa calidad. Como se ha indicado antes, la
necesidad que tienen las empresas de eficiencia, calidad y estabilidad en el apor-
te de los subcontratistas contribuye a que ocurra un proceso de formalización de
su manejo, al cual va ligado un mejoramiento o superación de las condiciones
más nocivas; se puede decir que la necesidad de calidad actúa como un límite a
la precarización del trabajo.
Por diferentes vías las empresas han comenzado a racionalizar el manejo de
subcontratistas. Motivadas por los nuevos requerimientos sobre la calidad de los
trabajos, impulsan modificaciones en la mecánica de vinculación buscando dis-
poner de las mejores ofertas. El resultado es la creación de franjas de mercado
competitivo para subcontratistas de diferentes especialidades, lo que en presen-
cia de otras circunstancias contribuye a mejorar varios aspectos del trabajo, entre
ellos la remuneración.
De este modo, para una parte de subcontratistas y trabajadores independien-
tes su espacio laboral de desempeño no implica forzosamente una precarización
del empleo, incluso puede ofrecer oportunidades, a condición de que se trabaje
dentro de nuevos niveles de formalidad y organización, sorteando la competen-
cia, la incertidumbre y el riesgo.
En actividades en donde la posesión de oficios es menos significativa, otros
rasgos de la fuerza laboral pueden contribuir a mejorar la condición del subcon-
tratista, haciendo más confiable y remunerativa su fuente de ingresos; en el caso
de los subcontratistas de distribución de gaseosas, las cualidades empresariales
como la capacidad de ahorro individual o colectivo, los esfuerzos de reinversión
y organización respecto a sus oportunidades, llegan a ser un factor diferenciador
de la situación de los trabajadores independientes de reparto y marcan un límite
entre el trabajador bajo condiciones precarias y cierto sector que aparece mejor
adaptado a su que hacer de autoempleado.
Convertir el subcontrato en una forma estable y remunerativa de trabajo, por
medio de esfuerzo y creatividad, es algo que no aparece como viable o aceptable
a muchos sectores de trabajadores; no faltan motivos de escepticismo y rechazo
ante las exigencias e incertidumbres que ello implica. En la perspectiva de algu-
nos trabajadores, habiendo pasado un largo período como asalariados, aporta-
ron mucho esfuerzo y sacrificio a la empresa, y a su edad tienen derecho a con-
tar con formas seguras de obtener sus ingresos mientras llega el momento de la
jubilación.
En síntesis, en los casos en que los subcontratistas se desempeñan en áreas
de trabajo en donde la referencia por los aportes de un oficio estructurado es
clave en el vínculo con los empresarios, o cuando existen posibilidades de des-
plegar ciertas capacidades como pequeños empresarios, una franja de trabajado-

113
Edgar A. Valero

res independientes puede colocarse relativamente a salvo de los aspectos más


negativos de pérdida de calidad y deterioro de las condiciones de empleo, fenó-
menos que aparecen muy asociados a estas nuevas formas de trabajo que se han
multiplicado en las empresas industriales. Las circunstancias en que esto puede
ocurrir, el nivel de éxito e independencia del pequeño empresario, y la propor-
ción de trabajadores que se beneficiaría con esas oportunidades, son cuestiones
abiertas al debate y la investigación.

Concepción de la subcontratación en función de la innovación y la


competitividad

Se ubican aquí las modalidades asociadas a procesos recientes de innovación


tecnológica y organizativa, en donde se tiene por principal objetivo responder
con dinamismo a exigencias de calidad, entrega oportuna y especialización pro-
ductiva. Aunque en términos cuantitativos no son las formas dominantes, pare-
cen haber crecido con más dinamismo que las modalidades anteriores. Sea apli-
cando metodologías relacionadas con la Calidad Total, Justo a Tiempo, etc., o
sin ellas, muchos empresarios en nuevos escenarios de competitividad, y en re-
lación con cambios técnicos u organizativos, llegaron a estructurar una nueva
política en sus relaciones con los subcontratistas y redes de proveedores, así co-
mo formas compartidas o asociadas de elaborar pedidos, todo lo cual busca
promover un tipo de integración productiva entre empresas grandes, medias y
pequeñas, que ha tenido considerable desarrollo y se extiende a otras ramas.

Consecuencias para los trabajadores

En relación con los efectos e implicaciones que estos programas conllevan para
los trabajadores independientes y microempresarios vinculados, el carácter rela-
tivamente reciente de estos procesos y su lenta difusión entre los trabajadores y
establecimientos proveedores, no permite una definición clara.
En general se puede decir que se crean algunas condiciones para la mejora
en la situación de trabajadores independientes, empleados y pequeñas empresas
en la medida en que comienzan a ser considerados componentes de la cadena
productiva y que se quieren integrar y armonizar dentro de objetivos de eficien-
cia y productividad. En varias de las empresas que aplicaban estas nuevas estra-
tegias, se tenían planes y se daban los primeros pasos para un análisis y clasifi-
cación de proveedores que condujeran a su capacitación e integración estable en
programas de abastecimiento de componentes.
La observación de varios casos permite afirmar que una vez seleccionado el
proveedor por su disposición a la innovación y eficiencia, la nueva forma de

114
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

manejo aumenta sus posibilidades de progreso, en la medida en que se aplican


principios como los de flujo más grande y estable de pedidos; precios y sistemas
de pago más equitativos; asesoría y capacitación técnica más frecuente, etc. Del
mismo modo, parece que se llegó a la conclusión de que un extremo deterioro
en los salarios y las condiciones laborales dificulta la consolidación de la calidad
y la productividad. Pero en éste, como en otros puntos relacionados con la difu-
sión y plena aplicación de estas nuevas estrategias de producción, por su recien-
te aplicación se trata más bien de cuestiones abiertas a una comprobación y
cuantificación.

CONCLUSIONES

Uno de los cambios laborales y organizativos más importantes en el medio in-


dustrial ha sido la tendencia creciente en los empresarios a convertir en subcon-
tratación un amplio rango de actividades y labores de sus establecimientos. No
es posible ubicar una única y principal motivación en la aplicación de estas mo-
dalidades, tampoco una sola forma de desarrollo ni un impacto homogéneo so-
bre la fuerza laboral comprometida en tal proceso; al descentralizar la produc-
ción se aplican varias nociones de flexibilidad en el marco de las condiciones
determinantes tecnológicas, económicas, laborales, etc., de cada empresa y según
la estrategia competitiva que se haya elegido. Los casos considerados demuestran
que la subcontratación es un versátil recurso, fácilmente adecuable a las variadas
condiciones y necesidades de los distintos escenarios productivos, y de gran uti-
lidad respecto a las dos opciones fundamentales de la gestión actual: la defensiva
reducción de costos o la innovación.
No obstante, dentro de ese panorama tan variado y heterogéneo, se destacan
y se pueden diferenciar tres procesos y espacios de desarrollo del fenómeno. En
el primero, la subcontratación puede entenderse como la continuidad de anti-
guos y usuales procedimientos de reducción de costos; en el siguiente, se trata
de una medida defensiva predominante en la década de los ochenta, determina-
da por la situación de ciertas empresas y sus específicos y diferenciados procesos
de ajuste; en el tercero, la aproximación a nuevas estrategias de productividad y
calidad de la presente década es el elemento decisivo. La intención de especiali-
zarse para concentrar el esfuerzo, la inversión y capacidad innovadora en las ac-
tividades que se consideran claves dentro del proceso productivo, es también un
factor de estímulo a la descentralización de la producción y empleo de subcon-
tratistas en los dos últimos espacios.
Este último espacio reviste particular interés por constituir una importante
ruptura que implicó redefinir los procedimientos de subcontratación que se ve-
nían aplicando y la necesidad de estructurar nuevas relaciones entre las empre-

115
Edgar A. Valero

sas. Aunque hay evidencia de que el tratamiento al proveedor es diferente según


lo complejo y especializado del producto, es claro que se propicia para pequeñas
y medianas empresas proveedoras un cierto aprendizaje tecnológico y organizati-
vo, en el cual los empresarios comienzan a interactuar según nuevos parámetros
de confianza y eficiencia, dentro de una perspectiva de vínculos productivos es-
tables.
A nivel de los establecimientos en particular, una breve consideración de los
cambios en el tiempo, momentos claves y períodos aproximados de significación
para cada conjunto de modalidades, permite establecer que no se da un forzoso
tránsito por las diferentes prácticas: lo que se advierte es una variedad de posi-
bles rumbos, según la situación de cada establecimiento; desde empresas que en
el pasado no empleaban subcontratación y comenzaron a aplicar alguna de las
tres modalidades y se han mantenido en ella, hasta las que introdujeron cam-
bios que las hicieron pasar de una a otra forma.
Se admite que una parte de las firmas antiguas que aplicaron sus primeros
subcontratos para reducir costos al comienzo de los ochenta, en los últimos
años se han aproximado a las modalidades eficientes e innovadoras del tercer
grupo. En tales casos se puede hablar de fases o períodos diferenciables en la
práctica de la subcontratación dentro de las empresas. Pero en general, no se
trata de etapas por las que pase la mayoría de las empresas. Lo significativo sigue
siendo la coexistencia y continuidad de distintas concepciones y formas de sub-
contratación en el medio industrial, producto de diferencias muy marcadas entre
los establecimientos en aspectos como la organización, la técnica y las condicio-
nes de competencia. En los distintos espacios empresariales se generan variados
y específicos problemas, para los que se encuentra salida con alguna de las mo-
dalidades de subcontratación.
Ciertas condiciones de las empresas las hacen más afines a una u otra prácti-
ca. Así, las modalidades próximas a nuevas formas de organización del trabajo
tienen más proyección en las empresas en donde la subcontratación es significa-
tiva en labores de producción, por el aporte de componentes decisivos en la ca-
lidad final del producto, por ejemplo. En contraste, las empresas grandes y anti-
guas aquí analizadas tienen en su mayoría procesos productivos integrados, en
los cuales la subcontratación se restringe a servicios complementarios a la pro-
ducción, transporte y mantenimiento.
Respecto a la situación laboral de los subcontratistas, abunda el empleo pre-
cario y condiciones laborales que parecen más negativas, especialmente si se las
compara con las que alcanzan los trabajadores mejor ubicados de empresas
grandes y modernas. Lo anterior resulta más notorio cuando se trata de modali-
dades motivadas esencialmente por el ahorro salarial y las situaciones de crisis
de un sector de empresas, no así en las modalidades exigentes en calificación o

116
Subcontratación, reestructuración empresarial y...

las que hemos considerado orientadas por la innovación y competitividad, en


donde las condiciones de los trabajadores subcontratistas y microempresarios
han mejorado o muestran más probabilidades de mejora.
En el crecimiento de estas nuevas oportunidades, podría encontrarse una
posibilidad de cualificación, mejoramiento y estabilización de un nuevo esquema
de relaciones laborales que podría extenderse y tener perdurabilidad en el medio
colombiano. Ello dependerá del rumbo general de nuestro desarrollo industrial,
tanto como de las formas de relación y tipos de entendimiento entre empresa-
rios y trabajadores.

117
Género, globalización y
reestructuración productiva
Luz Gabriela Arango

MUJER, GÉNERO Y TRABAJO: TEORÍAS Y POLÍTICAS

Como lo puso en evidencia Joan Scott en sus importantes estudios históricos


sobre el trabajo femenino en Inglaterra y Francia, el trabajo de la mujer como
problema se construye en el siglo XIX, cuando la economía política convierte el
trabajo doméstico en actividad natural, propia del sexo femenino por disposi-
ción de la naturaleza, excluyéndolo de la economía y de las estadísticas naciona-
les. La mujer en la fábrica y en el espacio productivo es una extraña mal acepta-
da por los mismos obreros y sus organizaciones sindicales, por filántropos e hi-
gienistas, por médicos y economistas. El trabajo de la mujer fuera del hogar es
considerado una anomia, un problema social y moral. Este discurso decimonó-
nico conservador sobrevive a lo largo del siglo XX, donde reaparece con nuevos
ropajes aún en la actualidad. Por otra parte, en un debate que también se inau-
gura en el siglo XIX, las teorías socialistas, comunistas y anarquistas que exaltan
el trabajo y el papel transformador de la clase obrera, proponen diversas alterna-
tivas para incorporar la cuestión femenina en sus utopías sociales y sus proyectos
revolucionarios. La nueva ola del movimiento feminista en las décadas de los se-
senta y los setenta profundiza en el debate con los movimientos socialistas. Polí-
tica y conceptualmente, las feministas se dividen entre las que aceptan la prima-
cía de la lucha de clases como principio explicativo y aquellas que analizan al pa-
triarcado y al capitalismo como dos sistemas de opresión y explotación articula-
dos pero relativamente autónomos. El núcleo teórico del debate entre marxismo
y feminismo gira en torno a los conceptos de producción y reproducción, y a la
exclusión del trabajo doméstico fuera del ámbito de la economía. De esta co-
rriente surge una de las categorías de análisis más importantes, la división sexual

118
Género, globalización y...

del trabajo, referida tanto a la separación entre trabajo doméstico y trabajo pro-
ductivo, como a la segmentación por sexo del mercado de trabajo.
Posteriormente, las críticas al estructuralismo y a la ciencia moderna que se
desarrollan a partir de la década del setenta también afectan los análisis e inter-
pretaciones sobre el trabajo femenino. Uno de los ejes de esta crítica se encuen-
tra en la concepción del sujeto que rompe con la visión moderna del sujeto ra-
cional y las dicotomías entre sujeto consciente y sujeto alienado que hacían parte
de los discursos sobre la clase obrera y sobre las mujeres. Se valora entonces la
subjetividad, la experiencia histórica y situada de los sujetos, y se pone en evi-
dencia la heterogeneidad tanto de la clase obrera como de las mujeres. El centro
de la crítica epistemológica feminista a las ciencias sociales es el haber erigido en
modelo universal al varón. Este androcentrismo explica el porqué las mujeres y
otros grupos de trabajadores con características sociales que no corresponden al
modelo masculino —jóvenes, negros, minorías étnicas— son vistos como margi-
nales o como versiones deficientes del modelo.
Más recientemente, Elda Guerra (1988), refiriéndose a los paradigmas inter-
pretativos con los cuales se ha analizado el trabajo femenino, menciona dos
grandes tendencias. La primera corresponde a un análisis desde la debilidad o
especificidad de la mujer en el mercado de trabajo en relación con el modelo la-
boral masculino: empleada en puestos poco calificados, con salarios bajos, sin
estabilidad y no sindicalizada... En esta primera tendencia se encuentran des-
cripciones estadísticas sobre la segmentación del mercado de trabajo por sexo,
análisis cualitativos de la presencia femenina en el mercado laboral y estudios
sobre las características de las trayectorias laborales femeninas y masculinas. La
segunda corriente interpretativa reúne investigaciones sobre la subjetividad y el
comportamiento, la identidad de género en el trabajo y la heterogeneidad de las
experiencias laborales de sujetos ubicados en distintos contextos de interrela-
ción. Esta segunda corriente pretende dar cuenta de la complejidad de la expe-
riencia femenina y reevaluarla, cuesüonando el modelo de la debilidad y postu-
lando un análisis de la experiencia de trabajo como sexualmente connotada.
Este desplazamiento teórico no es ajeno a la difusión del concepto género y a
la reorientación de los estudios centrados en la problemática del trabajo femeni-
no hacia una problemática relacional y cultural de género. Si bien el concepto
está en desarrollo, según lo han señalado teóricas como Joan Scott (1990), Tere-
sita de Barbieri (1996), Marta Lamas (1994), introduce por lo menos tres di-
mensiones de análisis: las relaciones sociales de género —en donde se ubica la
división sexual del trabajo-, la construcción cultural y simbólica de lo femenino
y lo masculino, y las subjetividades femeninas y masculinas. El estudio de la
masculinidad y de las relaciones inter-género e intra-género en el ámbito del tra-
bajo son todavía escasas. La mayoría de los estudios recientes que recurren al

119
Luz Gabriela Arango

concepto de género siguen concentrándose exclusivamente en el análisis de la


problemática del trabajo femenino.
En América Latina, el estudio del trabajo de la mujer se inicia en la década
del sesenta con los primeros interrogantes sobre la participación de las mujeres
en el desarrollo, en el marco de disciplinas como la sociología del desarrollo, la
economía o la antropología, desde dos grandes polos teórico-políticos: las teorías
de la modernización y la crítica feminista marxista. Se estudia entonces la parti-
cipación de las mujeres en los procesos de urbanización, las migraciones campo-
ciudad, su inserción en el mercado informal urbano y en el servicio doméstico,
su acceso a la educación y su participación en la población económicamente ac-
tiva. En los años setenta, la configuración de un nuevo orden mundial y el desa-
rrollo de programas fronterizos de industrialización que apelan a la contratación
de abundante mano de obra femenina, plantean nuevas preguntas sobre la inte-
rrelación entre división internacional del trabajo y división sexual del mismo. A
partir de la década del ochenta, el debate sobre la división internacional del traba-
jo da paso al de la globalización, al cual se añaden temas como la transformación
de los procesos productivos en las empresas, la introducción de nuevas tecnolo-
gías y teorías organizacionales.
Surgen investigaciones que buscan evaluar el impacto del cambio técnico en
la segmentación vertical y horizontal del trabajo en las empresas, la reproduc-
ción de formas de discriminación en el marco de discursos igualitarios, el acceso
de las mujeres a niveles gerenciales, el impacto de la reestructuración productiva
en el empleo femenino. Los temas de la flexibilidad laboral y la precarización del
empleo introducen nuevas perspectivas en el análisis de la inserción de las mu-
jeres en el mercado laboral. Es importante destacar como uno de los aportes
más significativos de las investigaciones sobre el trabajo de la mujer, el haber
puesto en evidencia las interrelaciones entre el universo laboral y el ámbito de la
familia, la reproducción y el trabajo doméstico. Se estudian las estrategias fami-
liares de supervivencia y el ciclo de vida familiar, las formas de socialización para
el trabajo como dinámicas sociales que inciden de manera definitiva y desigual
en las estructuras de oportunidades de mujeres y hombres y, por ende, en la re-
producción o transformación de las relaciones de género.
En América Latina, como en el resto del mundo hasta hace poco, las investi-
gaciones sobre trabajo femenino que se inscriben dentro del enfoque de la debi-
lidad -identificado por Elda Guerra- son las más numerosas. Su objetivo prin-
cipal ha sido hacer visible la desigualdad y propugnar por políticas públicas des-
tinadas a corregirlas. Si examinamos la presencia de los estudios de género y
trabajo en los dos primeros congresos latinoamericanos de sociología del traba-
jo, puede observarse un incremento significativo, pasando de un grupo de traba-
jo dedicado al tema en el primer congreso a tres en el segundo. En este último,

120
Género, globalización y...

sobre un total cercano a 300 ponencias, 62 (21%) se inscribieron en el campo


de los estudios de género y trabajo, y cerca de la mitad fueron presentadas en pa-
neles centrales o grupos de trabajo no dedicados al debate de género. Esto revela
un aumento importante en el número de investigaciones, una diversificación de
los problemas analizados y una creciente legitimidad del mismo.

GLOBALIZACIÓN, DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO Y DIVISIÓN SEXUAL DEL


TRABAJO

Aunque la globalización, como lo señala Boaventura de Souza Santos (1997), no


es una sino son varias y no sólo tiene dimensiones económicas sino también
sociales, políticas y culturales, me referiré fundamentalmente a las primeras. A
nivel económico, el proceso de globalización se caracteriza por la internacionali-
zación y transnacionalización de las economías, a partir del desarrollo de una
red cada vez más compleja de intercambios entre países a nivel financiero, pro-
ductivo, comercial y de comunicaciones. Este incremento de los intercambios in-
ternacionales que dieron lugar a lo que se llamó en la década del setenta el nue-
vo orden económico mundial y que hoy conocemos como globalización, se presenta
como un proceso en el cual las compañías transnacionales y entidades como el
Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, adquieren un protagonis-
mo sin precedentes en los destinos económicos (sociales, políticos y culturales)
de los países, limitando la capacidad de acción de los Estados nacionales. Para
América Latina, la globalización está asociada con los procesos de apertura eco-
nómica y de ajuste estructural exigidos por el FMI a raíz de la crisis de la deuda y
por los posteriores esfuerzos de integración de mercados regionales.
Este proceso de globalización liderado por los capitales internacionales, ha
tenido consecuencias distintas y contradictorias para los trabajadores según per-
tenezcan a los países centrales o periféricos, generando nuevas segmentaciones
entre trabajadores en un mismo país. Estos efectos han sido analizados desde
distintas perspectivas: algunos autores enfatizan la pérdida de derechos de los
trabajadores y los atropellos a la democracia. Charles Tilly (1995) señala que:
«La globalización incentiva la proletarización y la creciente desigualdad a escala
mundial, y puede hacer lo mismo dentro de la jurisdicción de los Estados na-
cionales. Si el trabajo no encuentra los medios para organizarse efectivamente a
la misma escala que lo hace el capital internacional, una conquista de nuestra
era —la democratización incompleta, empero, muchas veces sustancial— corre el
riesgo de verse atropellada por las nuevas oligarquías del capital». (Abreu,
1995:80) Otros, como Wallerstein (1995, citado por Abreu), diferencian a los
trabajadores de los países centrales de los periféricos señalando cómo los prime-
ros pueden ser vistos más que como víctimas, como colaboradores de los Esta-

121
Luz Gabriela Arango

dos declinantes interesados en mantener la explotación internacional. En senti-


do contrario, puede observarse cómo ciertos procesos que están minando los
derechos de los trabajadores en los países centrales pueden estar favoreciendo el
ingreso de trabajadores al mercado de trabajo formal capitalista moderno en los
países en desarrollo. La recomposición de las clases sociales a nivel nacional e
internacional y la creación de nuevas diferenciaciones sociales no pueden anali-
zarse de manera simplista oponiendo países centrales y periféricos, economías
desarrolladas y subdesarrolladas. Las interrelaciones son complejas y no todos
los beneficiarios ni todos los perjudicados se encuentran del mismo lado.
Como lo destaca Lourdes Benería (1995), el problema de género está poco
presente en este debate, a pesar de que la globalización coincide con un proceso
internacional de feminización de la fuerza de trabajo. Dos tipos de procesos han
sido analizados por investigadoras feministas para poner en evidencia cómo la
división internacional del trabajo en el marco de la globalización se articula con
una división sexual y una división entre países que ubica a ciertos sectores de
trabajadoras del Tercer Mundo en segmentos desventajosos del mercado labo-
ral. El primero es el de las zonas de industrialización para la exportación, y el
segundo, el del trabajo industrial a domicilio integrado a cadenas internaciona-
les de subcontratación.
El primer ejemplo de la feminización de la fuerza de trabajo está relacionada
con el desarrollo de estrategias de industrialización para la exportación que se
pusieron en marcha en varios países en la década del setenta. La nueva división
internacional del trabajo que se va configurando entonces se caracteriza por una
reestructuración industrial que traslada a los países con mano de obra abundan-
te y barata la realización de procesos manufactureros intensivos en mano de
obra. La apertura del comercio internacional y la explosión de nuevos productos
y de nuevas tecnologías crean un sistema de manufactura global, al cual se inte-
gran de manera desigual los países en desarrollo. Estas estrategias de industriali-
zación para la exportación tienen antecedentes en la década del cincuenta, cuan-
do se establecen en Puerto Rico las primeras Zonas de Producción para la Ex-
portación, ejemplo que es seguido durante las dos décadas siguientes por nume-
rosos países en América Latina, el Caribe y Asia: México, El Salvador, Repúbli-
ca Dominicana, Corea, Filipinas, Taiwán, Pakistán, Sri Lanka, China
(Fernández-Kelly, 1989). En América Latina, el programa de maquiladoras en la
frontera norte mexicana que llega a emplear cerca del 10% de la fuerza de traba-
jo del país, es el caso más estudiado y ha sido erigido como modelo de estrategia
de industrialización para los países latinoamericanos.
Susan Tiano (1994) revisa las investigaciones sobre el trabajo de la mujer en
la industria maquiladora mexicana e identifica dos grandes enfoques interpreta-
tivos: el primero sería la tesis de la explotación que insiste sobre las condiciones

122
Género, globalización y...

de trabajo desfavorables que experimentan las mujeres: empleos inestables y mal


remunerados, segregación ocupacional entre trabajos femeninos no calificados y
masculinos calificados, tareas femeninas monótonas y repetitivas, controles arbi-
trarios y sexistas, malas condiciones ambientales, dificultades para sindicalizar-
se... Por otra parte, las mujeres —hijas de familia solteras o jefas de hogar— se
vinculan al mercado laboral respondiendo a necesidades de sus familias afecta-
das por el desempleo masculino y raras veces obedecen a búsquedas de auto-
nomía individual. Este tipo de interpretación ha sido el más frecuente, adelanta-
do por autoras como Patricia Fernández-Kelly (1983a, 1983b, 1989, 1994),
Lourdes Benería (1994) o Helen I. Safa (1991, 1994, 1995). A este enfoque se
opone la tesis de la integración, defendida por autores como Stoddard (1987),
Lim (1990) quienes sostienen que el trabajo en la industria maquiladora repre-
senta una mejora sustantiva con respecto a las condiciones de empleo accesibles
a las mujeres en México, proporcionándoles recursos económicos y psicológicos
para negociar mejor con los hombres en el hogar. De hecho, la mayoría de las
investigaciones recientes hacen interpretaciones matizadas que rescatan aspectos
progresivos de la incorporación de las mujeres a este tipo de empleos en el
campo de las ideologías de género y las relaciones de poder y autoridad en la
familia. El estudio comparativo de experiencias como la de Puerto Rico, Cuba y
República Dominicana (Safa, 1991, 1995) permiten cuestionar la validez de in-
terpretaciones unívocas sobre estos fenómenos. Si bien se hace evidente la pre-
sencia de estrategias empresariales que buscan reducir costos mediante el em-
pleo de mujeres, las dinámicas particulares en cada caso varían de acuerdo con
factores como las características del mercado de trabajo local para ambos sexos,
el tipo de sindicalización, el grado de protección estatal, los patrones familiares y
reproductivos. Por otra parte, en el caso mexicano, la industria maquiladora de
segunda generación presenta características diferentes a las que fueron estudiadas
y denunciadas en sus primeras modalidades. Se trata de una industria más hete-
rogénea que incluye sectores industriales en expansión, con tecnología de punta,
nuevos países inversionistas como el Japón, contrata a un personal más califica-
do y en forma creciente a personal masculino, ofrece mejores niveles salariales y
prestacionales... Si bien las mujeres siguen empleadas en su mayoría en sectores
tradicionales como confecciones en donde las formas de empleo y trabajo no
han mejorado significativamente, se han abierto algunas alternativas de empleo
calificado para ellas en el sector de autopartes (Carrillo 1989, Kopinak 1995).
Aunque los niveles de calificación y productividad han mejorado, los salarios no
se han incrementado significativamente y ha prosperado un nuevo tipo de sin-
dicalismo subordinado o transparente, con escasa capacidad negociadora
(Quintero Ramírez 1990).

123
Luz Gabriela Arango

El segundo ejemplo de las modalidades de incorporación de las mujeres a la


industria en el marco de la nueva división internacional del trabajo es el trabajo
a domicilio, integrado a cadenas internacionales de subcontratación que lo ubi-
can como su eslabón más débil. Lourdes Benería y Marta Roldan (1992) en una
investigación ya clásica, reconstruyen las cadenas de subcontratación que articu-
lan a corporaciones multinacionales en países centrales con empresas y talleres
nacionales, a trabajadoras a domicilio en ciudad de México. Otros estudios rea-
lizados en Brasil (Abreu, 1993), Colombia (Gladden 1994), México (Peña Saint-
Martin, 1994) coinciden en señalar las condiciones precarias de trabajo de estas
mujeres, sometidas a pagos a destajo, extensas jornadas laborales, sin seguridad
social y sin ninguna estabilidad en el empleo. Son una muestra extrema de la
flexibilización y precarización del empleo y uno de los ejemplos que más direc-
tamente revela las articulaciones entre los sectores dinámicos y competitivos de
la economía con las modalidades más precarias e informales de trabajo.

EL «NUEVO PARADIGMA PRODUCTIVO»: FLEXIBILIDAD LABORAL Y SEGMENTACIÓN


DEL MERCADO DE TRABAJO

Buena parte de los debates actuales de la Sociología del Trabajo giran en torno a
la crisis del modelo fordista en dos grandes ámbitos: por una parte, la crisis del
Estado de Bienestar en los países industrializados y la entronización del mercado
como instrumento básico de regulación social y, por otra parte, el surgimiento
de un nuevo sistema industrial que se basaría en la integración de tareas, el em-
pleo de una mano de obra calificada, la formación de redes de subcontratación
entre empresas con base en relaciones horizontales y cooperativas. Como lo se-
ñalan Leite y Aparecido da Silva (1995), este sistema —llamado especialización
flexible por Piore y Sabel (1984), producción ligera por Womack et al. (1992); sis-
tema-red por Hoffman y Kaplinsky (1988)- se caracterizaría «por la superación
de la organización fordista del proceso de trabajo y su sustitución por una nueva
forma de organización basada en la implicación de los trabajadores en los obje-
tivos empresariales». Leite y da Silva hacen una lectura crítica de estas teorías,
mostrando cómo estos autores generalizan abusivamente al conjunto de la eco-
nomía, tendencias observadas en algunos sectores muy particulares como la in-
dustria automotriz. Su enfoque, excesivamente optimista, se limita a considerar
aspectos técnicos y económicos, ignorando los factores políticos, sociales y cultu-
rales, y minimizando los problemas sociales que le acompañan. Las investiga-
ciones de los últimos años han mostrado la inexistencia de un nuevo patrón
productivo único y universal, al documentar una gran variedad de experiencias
en función del país, el sector o la empresa, en donde se combinan taylorismo y
especialización flexible. Uno de los temas que domina en los discursos apologé-

124
Género, globalización y...

ticos del nuevo modelo es el tema de la flexibilidad, considerada como la pana-


cea del mismo. Como lo han señalado numerosos críticos, la flexibilidad remite
a diferentes dimensiones. El análisis de Elson (1995) incluye las siguientes:

• Flexibilidad en la forma de producción, con alteración de la división técnica del


trabajo.
• Flexibilidad en la estructura organizacional de las empresas, con redes de subcon-
tratación y sociedades entre firmas.
• Flexibilidad en el mercado de trabajo, con crecientes desregulaciones y alteracio-
nes en los contratos, costumbres y prácticas que organizan el mercado de trabajo,
facilitando la contratación y el despido de trabajadores.

De acuerdo con esta autora, estos tres típos de flexibilidad generarían un


aumento en la flexibilidad funcional, obteniéndose así mayor flexibilidad en la
definición de tareas; en la flexibilidad numérica, tanto en número de trabajado-
res como en horas de trabajo (turnos y total de horas trabajadas); y en la flexibi-
lidad financiera, es decir, mayor flexibilidad en los costos del trabajo a través de
la mínimización de los costos fijos. (Abreu, 1995) La flexibilidad ha sido anali-
zada por algunos autores como el eje de un nuevo esquema de dominación y de
distribución del poder (Appay 1994) y de desestructuración de la clase obrera
(Bilbao, 1992). La flexibilidad positiva asociada con cooperación, calificación y
autonomía en el trabajo, es indisociable de la flexibilidad negativa a nivel de la
contratación. La cooperación de los trabajadores con los nuevos esquemas de
producción está estrechamente relacionada con el efecto disciplinador que tiene
su nueva vulnerabilidad contractual. Dentro de esta perspectiva crítica, se cues-
tionan los análisis en términos de crecimiento económico y competiüvidad que
remiten a la categoría de costos necesarios, fenómenos como el desempleo o la
precarización del empleo y se asume, al contrario, que estos dos constituyen
procesos centrales de la reestructuración de la economía y del trabajo. La preca-
riedad parece transformarse en la forma normal del empleo en el futuro. Si
examinamos estos fenómenos desde la óptica de las relaciones de género, se ha-
ce evidente que las modificaciones en el proceso productivo y en el mercado de
trabajo no tienen las mismas consecuencias para hombres y mujeres, como
tampoco tienen efectos homogéneos para todas las categorías de trabajadores y
trabajadoras. En esta parte, me referiré a la noción de flexibilidad del empleo.
Daniéle Kergoat (1992) afirma que la flexibilización tiene distintos significados
para hombres y mujeres, pues mientras para los hombres puede implicar en
muchos casos una reprofesionalización del trabajo con integración de funciones,
para las mujeres significa en general precarización de las formas de contratación
y empleo. Para Margaret Maruani (1988), la línea de división entre los sexos en
el mercado de trabajo pasa cada vez más por las formas de empleo; el acceso al

125
Luz Gabriela Arango

empleo y la capacidad de mantenerse en el mercado de trabajo constituiría una


de las líneas de fractura esenciales entre hombres y mujeres. Uno de los datos
que a primera vista requiere alguna explicación es la correspondencia entre la
flexibilización y precarización del empleo y la creciente participación femenina
en el mercado de trabajo. Desde finales de la década del setenta, se observa tan-
to en los países industrializados como en los no industrializados un incremento
sostenido de la tasa de participación femenina. Pero este incremento de la parti-
cipación se produce en medio de una sobrerrepresentación de las mujeres en los
empleos precarios. Según datos para el Mercado Común europeo, el 70% de los
nuevos puestos de trabajo creados entre 1985 y 1992, considerados descalifica-
dos, se encuentran en el sector servicios, en tíempo parcial y ocupados por mu-
jeres. En 1990, el 22% del total de nuevos puestos de trabajo, creados en Ingla-
terra, son a tiempo parcial, siendo el 87% de ellos desempeñados por mujeres
(da Silva Blass, 1997). Para América Latina, el índice de crecimiento de la PEA
por sexo entre 1970 y 1990 es del 251,7% para las mujeres, y del 168,4% para
los hombres, pero en la mayoría de los países, las tasas de desempleo para las
mujeres son superiores a las de los hombres (Valdes, Gomariz, 1995). En Co-
lombia, las estadísticas también tienden a confirmar la coincidencia entre una
mayor participación de las mujeres y una precarización del empleo femenino. Es
así como las mujeres pasan de representar el 38% de la PEA en 1986 al 42% en
1996 (Corredor, 1997) pero presentan las tasas más altas de desempleo: en
1994, son el 60% de los desocupados (UDS-DNP, 1995). Por otra parte, el in-
cremento de la contratación temporal en la industria manufacturera, (Encuestas
Manufactureras, Dañe) —evidente entre 1985 y 1991, período en el cual aumen-
ta del 6.1% al 13,4% del personal total—, afecta en forma superior a las mujeres.
Para éstas, el porcentaje de empleo temporal pasa del 7,5% en 1985 al 18% en
1991. Si se compara la participación en el empleo manufacturero y en el empleo
temporal, es clara la sobrerrepresentación de las mujeres en esta última catego-
ría, sobrerrepresentación que tiende a aumentar. En 1985, las mujeres ocupan
el 32% del empleo en la industria manufacturera, pero son el 37,6% de los tra-
bajadores temporales; en 1991 su participación en el empleo aumenta al 33,4%
y su participación en el empleo temporal al 44,8%. Estas cifras globales no dan
cuenta de la diversidad de situaciones en distintos sectores de la producción ya
que no en todos se produce una feminización y una precarización simultáneas
del empleo. En algunos casos, la reestructuración productiva genera procesos
inversos de desplazamiento de la mano de obra femenina en sectores como la
industria textil y electrónica así como en la industria maquiladora, como ocurre
en el caso mexicano (Elson 1995, citada por Abreu 1995). Los procesos de glo-
balización y apertura económica, si bien han introducido nuevas diferenciacio-
nes entre los trabajadores, no han transformado la tradicional segregación hori-

126
Género, globalización y...

zontal que concentra a las mujeres en los servicios —especialmente los servicios
personales y el servicio doméstico— y en el caso de la industria en sectores con-
siderados femeninos como las confecciones. Los estudios latinoamericanos de los
últimos años (Valdes y Gomariz 1995; Abreu 1995, Amagada 1994 entre otros)
coinciden en señalar algunas tendencias del mercado laboral en los ochenta y
los noventa, como son el aumento sostenido de la participación femenina, una
distribución desigual de hombres y mujeres en la estructura ocupacional, una
creciente vinculación de las mujeres al empleo asalariado, con ingresos clara-
mente inferiores a los masculinos a pesar del incremento visible del nivel educa-
tivo de las mujeres que alcanza o supera al de los hombres. Los procesos de
globalización y la reestructuración productiva se producen en el marco de seg-
mentaciones laborales preexistentes que pueden ser reforzadas o transformadas
por las nuevas formas de trabajo. La noción de segmentación o segregación la-
boral requiere algunas precisiones y se hace indispensable evitar la idea de una
separación tajante entre grupos ocupacionales. Dolors Comas d'Argemir (1995)
distingue dos tipos de segregación laboral: una segregación horizontal presente
cuando «determinado grupo de personas se concentra mayoritariamente en un
número relativamente pequeño de ocupaciones y se encuentra total o parcial-
mente ausente de las demás» (57), y una segregación vertical cuando la
«concentración de determinados grupos se produce en los niveles ocupacionales
inferiores, en tanto que otros se reparten por todas las categorías o se sitúan só-
lo en las superiores» (57). La segregación laboral nunca es absoluta y sólo puede
hablarse de tendencias y de grados de segregación. Por otra parte, ésta no es en
general el resultado de restricciones explícitas o de formas abiertas de discrimi-
nación, sino que responde a un conjunto de factores que derivan de los valores
sociales, las expectativas y capacidades de las trabajadoras, las características
ocupacionales y la lógica laboral. A nivel conceptual, la segmentación laboral se-
gún el género, la raza o la etnia, remite a las interrelaciones entre los procesos
culturales y sociales de construcción de la diferencia y los procesos económicos y
sociales de asignación de las personas a las distintas ocupaciones que componen
el mercado laboral. «Las creencias y estereotipos sobre el carácter humano y sus
diferencias se incorporan a la lógica laboral como uno de sus elementos consti-
tutivos. No se trata de factores añadidos, sino que se hallan en el corazón mis-
mo del sistema, contribuyendo a reproducirlo como un sistema segmentado y
jerarquizado.» (Comas d'Argemir 1995:64). Es importante recordar que el em-
pleo en América Latina se compone en porcentajes muy altos de ocupaciones
informales. A comienzos de los noventa, dos de cada cinco mujeres ocupadas en
las zonas urbanas lo hacían en empleos por cuenta propia o como familiares no
remuneradas de baja calificación o como empleadas domésticas, con importan-
tes diferencias según los países (Valdes, Gomariz, 1995). Por otra parte, el traba-

127
Luz Gabriela Arango

jo de una muy alta proporción de mujeres se desenvuelve en un contexto do-


méstico. Así lo señala Abreu para el Brasil al sumar las empleadas domésticas,
las trabajadoras a domicilio y las que se emplean en pequeños negocios en do-
micilios ajenos (1995). Esto produce una configuración particular de la segmen-
tación por género del mercado laboral en América Latina. De este modo, las
nuevas líneas de demarcación que separan a los hombres con contratación per-
manente de los hombres y las mujeres con contratación temporal y que afectan
a la población asalariada, se suman a las anteriores que diferencian a las mujeres
subempleadas a domicilio de los hombres trabajadores independientes, m¡-
croempresarios o asalariados.

LA REORGANIZACIÓN DEL TRABAJO EN LA EMPRESA: EL DEBATE SOBRE EL


ENRIQUECIMIENTO DEL TRABAJO Y LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LAS
CALIFICACIONES

El supuesto enriquecimiento del trabajo que traerían consigo las nuevas formas
de producción no es una realidad sino para un núcleo reducido de trabajadores,
como lo han puesto en evidencia investigaciones recientes: Wood (1989, (ilada
por Leite y da Silva) señala cómo la reestructuración productiva significa un tra-
bajo más rico y cualificado para los hombres, al tiempo que se degradan las
condiciones de trabajo de las mujeres, «las cuales estarían sufriendo intensifica-
ción en los ritmos, rutinización de las tareas, descualificación y aumento de con-
trol» (13). Según el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos de
Francia, la proporción de mujeres que trabajan en líneas de montaje ha aumen-
tado, mientras que la de hombres ha disminuido. Del mismo modo, va crecien-
do la proporción de mujeres asalariadas sometidas a ritmos de trabajo impues-
tos mientras decrece en el caso de los hombres (Volkof, 1991, citado por Leite y
da Silva). Los nuevos modelos productivos suponen una redefinición de las cua-
lificaciones y habilidades requeridas por los trabajadores, otorgándole importan-
cía a la responsabilidad directa del obrero con la calidad, a su capacidad de co-
municación, facilidad para el trabajo en grupo, flexibilidad en el trato con las
personas. A pesar de que estas habilidades han caracterizado comportamientos
considerados como típicamente femeninos, ello no ha repercutido en un mayor
reconocimiento y remuneración para las mujeres. (Hola y Todaro, 1992) En un
nivel discursivo, lo femenino ha sido integrado en forma creciente, llegando a
referirse, por ejemplo, a una gerencia andrógina pero esto no ha transformado
significativamente la división sexual del trabajo en las empresas, ni la subvalora-
ción del trabajo femenino en los distintos niveles. La caracterización del trabajo
femenino como simple y descualificado sigue generando discriminación, al no
considerar las habilidades caracterizadas como naturales en las mujeres como la

128
Género, globalización y...

«atención, concentración, destreza manual, ni la formación como el nivel de es-


colaridad, en general más alto entre las mujeres que entre los hombres» (Kergoat
1987, citada por Leite y da Silva). En América Latina se han realizado estudios
de empresas en distintos países y ramas industriales —alimentos, textiles, artes
gráficas, metalurgia, química, electrónica— buscando evaluar los efectos de los
procesos de modernización organizacional y reestructuración productiva sobre
las trabajadoras. Estos estudios de caso han puesto el énfasis en el análisis de las
estrategias empresariales hacia la mano de obra femenina en términos de reclu-
tamiento, desplazamiento o expulsión, definición de la calificación del trabajo
femenino y masculino, segmentación de género de los puestos de trabajo, políti-
cas de recursos humanos y estereotipos de género de los empleadores (Roldan
1993, 1994, 1995, Lovesio 1993a 1993b, López et al. 1993, Holzman y Rubin
1993, Bustos 1994, Hernández 1994, Abramo 1995). Sus resultados indican la
escasa repercusión de los procesos de reorganización productiva sobre los sala-
rios, las calificaciones, las oportunidades de promoción y capacitación formal de
las mujeres, aún de aquellas que han desarrollado habilidades polivalentes y
nuevas destrezas comunicativas. Las estrategias de las empresas varían conside-
rablemente en los distintos sectores, desde el reclutamiento de mano de obra
femenina nueva, sin antecedentes industriales, que pueda ser incorporada a la
producción con bajos salarios y en condiciones contractuales precarias, hasta la
introducción de innovaciones tecnológicas que incorporan a las mujeres en
condiciones de relativa marginalidad, con pocas posibilidades de recaliflcación y
desembocando en ocasiones en expulsión de la mano de obra femenina. Marta
Roldan (1993, 1994, 1995) examina el impacto de tecnologías blandas como los
sistemas Justo a Tiempo y Control Total de Calidad sobre hombres y mujeres en
el caso de la industria argentina de autopartes, electrónica, metalúrgica liviana y
del plástico. Sus investigaciones le permiten identificar la configuración progre-
siva de una clase obrera polivalente, mayoritariamente masculina, segmentada en-
tre «un centro masculino (con mayor estabilidad laboral y a cargo de tareas que
exigen un nivel más alto de capacitación técnica) y periferias masculinas y feme-
ninas multifuncionales» (Roldan 1995: 27). Buscando trascender el nivel des-
criptivo de muchos estudios que analizan la división genérica del trabajo en las
empresa y el impacto del cambio técnico sobre ésta, Roldan critica el enfoque
que ha predominado en los estudios feministas de este tipo. Estos tienden a fe-
minizar la tesis de Braverman sobre la descalificación progresiva del trabajo en
tiempos del capitalismo monopolista, lo cual se traduce en un análisis unívoco
que concluye sobre la inevitable descalificación del trabajo femenino. Retoman-
do a Edwards, Roldan propone una visión de la empresa como terreno disputa-
do, como contexto crucial de construcción y renegociación genérica (1993:45). Desta-
ca la naturaleza política de las relaciones entre capital y trabajo, y entre hombres

129
Luz Gabriela Arango

y mujeres en las empresas, relaciones de poder y resistencia que configuran una


diversidad de opciones en contextos particulares. La calificación del trabajo, el
reconocimiento o no de saberes, destrezas y habilidades como calificaciones re-
sulta en buena medida de relaciones de fuerza entre los actores sociales en la
empresa y en el mercado. Roldan propone volver a un análisis de los procesos
de trabajo en términos de unidad entre producción y valorización, otorgándole
un lugar central al concepto de control entendido según la definición de Edwards
(1979) como «modalidades de regulación compuestas por el conjunto de recom-
pensas y sanciones que facilita la cooperación y la exigencia de cumplimiento de
las tareas asignadas» (1993:67). Este control incluye distintos mecanismos gene-
rizados —diferenciados y diferenciadores según el género—, desde dimensiones
materiales como el control corporizado en las tecnologías físicas hasta dimen-
siones simbólicas dentro de las cuales se encuentran las ideologías de género.
Roldan llama la atención sobre la necesidad de considerar factores externos a la
empresa —el marco institucional, la acción del Estado y el tipo de gobierno, la
evolución de la economía, el sistema de relaciones industriales— que afectan el
ejercicio interno del control. En su investigación, destaca la presencia de meca-
nismos de control basados en la manipulación de la angustia de los trabajadores
ante la crisis económica y el desempleo, o ante la carencia de defensa sindical.
Éstos se utilizan con mayor frecuencia en los sectores industriales en crisis que
ponen en marcha sistemas Justo a Tiempo buscando salir de ella.

LA CRISIS DEL MODELO FORDISTA DE PROVEEDOR Y EL PROBLEMA DE LA


REPRODUCCIÓN DE LA FUERZA DE TRABAJO Y EL TRABAJO DOMÉSTICO EN UN
CONTEXTO POST-FORDISTA

Una de las dimensiones del agotamiento o sustitución del modelo fordista que
ha sido poco estudiada es la que atañe a la crisis del modelo de proveedor mas-
culino. Hay que recordar que la política particular de Ford en su fábrica de De-
troit incluye la preocupación por la reproducción de la fuerza de trabajo. De allí
que en su programa de salarios altos —el famoso salario de cinco dólares diario—
que implantó en la segunda década de este siglo, superando los niveles salariales
de la época, iba dirigido exclusivamente a los hombres para estimular el incre-
mento de su productividad y lo acompañaban un conjunto de exigencias sobre
el uso del mismo. Los obreros debían observar un comportamiento moral fuera
de la fábrica, limitando el consumo de alcohol, y sus familias empezaron a ser
objeto de vigilancia por parte de la empresa. El llamado modelo fordista está in-
disolublemente ligado a una noción implícita del obrero normal, entendido co-
mo varón proveedor y padre de familia, siendo su complemento obligado la mu-
jer ama de casa. Sobre este esquema se montan los sistemas de seguridad social,

130
Género, globalización y...

los discursos sindicales y buena parte de sus lógicas reivindicativas que incluyen
la defensa del salario familiar. El modelo otorga a las mujeres un lugar periférico
en el mercado de trabajo y actúa como un fuerte legitimador de la noción del sa-
lario femenino como complementario, noción cuya persistencia explica en bue-
na medida los desniveles salariales entre hombres y mujeres. El modelo impone
una norma familiar y excluye, entre otras, las opciones de pareja no heterosexua-
les. María Patricia Fernández-Kelly (1994) sostiene la tesis de que el orden eco-
nómico que reposaba sobre el modelo de trabajador varón proveedor y el coro-
lario de la mujer como encargada del trabajo doméstico, ha sido transformado
por la globalización económica durante las últimas tres décadas. De acuerdo con
su tesis, la concentración de la producción industrial en los países centrales des-
de el siglo XIX y el incremento correlativo de los salarios reales, resultado de la
movilización de los trabajadores —fundamentalmente varones—, condujo a una
crisis de rentabilidad que estimuló el cambio tecnológico y la relocalización in-
dustrial. El traslado de segmentos de la producción a países subdesarrollados
permitió a los empleadores aprovechar los enormes diferenciales salariales y li-
mitar el alza de salarios en los países desarrollados. El mismo fenómeno ayudó
a los inversionistas a evitar las tarifas sindicales y los salarios comparativamente
altos de los países desarrollados y obtener beneficios derivados del empleo de
mano de obra poco costosa en los países subdesarrollados. Numerosos gobier-
nos de Asia, América Latina y el Caribe proporcionaron incentivos para desa-
rrollar zonas de industria para la exportación y maquiladoras en las cuales mi-
llones de trabajadores, fundamentalmente mujeres, ensamblaron productos para
el mercado mundial. Desde este punto de vista, la globalización y la feminiza-
ción de la fuerza de trabajo industrial tuvieron efectos de redisciplinamiento de
la fuerza de trabajo en una gran escala. A pesar de su creciente importancia co-
mo trabajadoras remuneradas, las mujeres siguen asumiendo la mayoría de las
tareas del hogar, especialmente en el cuidado de los niños. La redefínición de
los roles de género ocurre en un contexto con pocas evidencias de que los hom-
bres hayan aumentado su participación en el trabajo doméstico. La transforma-
ción de las percepciones culturales sobre la obligación exclusiva de las mujeres
de encargarse del trabajo doméstico están relacionadas con transformaciones en
la producción que tienden a atomizar la fuerza de trabajo. El cambio se dirige
hacia una comprensión colectiva de que cada persona, hombre o mujer, debe
asegurar su propio mantenimiento. Los análisis sobre el impacto de la crisis en
las estrategias familiares en América Latina (Benería 1992, González de la Roche
1995 Amagada 1994), confirman que el deterioro de los ingresos masculinos
redundan en una intensificación del trabajo doméstico de las mujeres y una pro-
longación de las jornadas dedicadas a esas tareas. En ese sentido, la caída de los
salarios y el creciente desempleo no solamente obligan a multiplicar los provee-

131
Luz Gabriela Arango

dores en el hogar sino que este último debe suplir bienes y servicios que las fa-
milias adquirían anteriormente en el mercado. De acuerdo con González de la
Rocha (1994), la familia se convierte en un amortiguador de la protesta social al
limitar los efectos negativos de la crisis mediante una intensificación del trabajo
remunerado y no remunerado de los miembros de la familia, en particular de
las mujeres y los niños. La individualización de la fuerza de trabajo con base en
las nuevas definiciones de género comportó la promesa para las mujeres de una
independencia económica y personal, así como de una mayor igualdad entre los
sexos. Pero, como lo indica el caso de la industria maquiladora, la creciente
igualdad entre hombres y mujeres parece ser la resultante de un deterioro de las
condiciones de trabajo de los hombres y no solamente de una mejora en las
condiciones de las mujeres. El trabajo remunerado se ha convertido en una ne-
cesidad para las mujeres pero no va acompañado ni del acceso a un salario de
proveedora ni de una reducción de su trabajo doméstico. La desregulación labo-
ral y el creciente abandono de responsabilidades con respecto a la reproducción
de los trabajadores por parte de las empresas y del Estado, tiende a convertir en
norma para la mayoría de los trabajadores lo que fueron las condiciones propias
del trabajo femenino y de otros sectores sociales discriminados desde el siglo pa-
sado.

ALGUNAS PERSPECTIVAS

El equivalente al sindicalismo fordista en América Latina fue el que se constituyó


en los países con procesos de industrialización por sustitución de importaciones
más exitosos, como Argentina, México o Brasil. La negociación colectiva y el
protagonismo sindical en relación con el Estado generaron un «control sobre el
puesto de trabajo», de acuerdo con Bilbao (1993), para algunos sectores de tra-
bajadores. En Colombia, este tipo de sindicalismo se desarrolló en el Estado y
en algunas grandes empresas. El obrero fabril, de sexo masculino, blanco y la
lucha salarial strictu sensu constituyeron el modelo básico que orientó la acción
sindical en América Latina, de espaldas a un mundo donde el trabajo informal,
los servicios, el trabajo femenino, infantil, la diversidad racial y étnica han sido
primordiales (Godinho Delgado, 1995). Martha Roldan considera que el es-
quema fordista de sindicalismo ofrecía un marco más propicio para la participa-
ción equitativa de las mujeres. El sistema de convenciones colectivas por rama
que existía en Argentina antes de las reformas, por ejemplo, garantizaba una dis-
tribución de ingresos mínimos y un grado elevado de homogeneidad social. Se-
gún Roldan, esta homogeneidad, a pesar de las desigualdades genéricas, otorga-
ba verosimilitud a las demandas feministas de igual remuneración por igual tra-
bajo o por trabajo de igual valor (1995). Esto puede ser cierto para un sector

132
Género, globalización y...

minoritario de trabajadoras asalariadas estables pero excluye a un inmenso con-


tingente de mujeres cuyas formas de trabajo no coinciden con el modelo asala-
riado fordista: asalariadas en condiciones precarias, trabajadoras a domicilio,
trabajadoras por cuenta propia, empleadas domésticas. De este modo resulta pa-
radójico que la feminización de las condiciones de empleo de la mayoría de los
trabajadores que ha disuelto la base social tradicional del sindicalismo lo obligue
hoy a replantear sus formas de acción, su filosofía y sus objetivos sociales, eco-
nómicos y políticos, para tratar de incluir la diversidad de problemáticas labora-
les existentes, y entre éstas, las de las mujeres. Orientar la acción reivindicativa,
sindical y política hacia la equidad de género en el trabajo implica analizar si-
multáneamente el trabajo asalariado y el doméstico, y ampliar el concepto de
trabajo y de trabajador y trabajadora, problematizando el modelo general de pro-
ductor y trabajador encarnado en el obrero fabril, profesional, asalariado y mas-
culino. De acuerdo con Kergoat, el esfuerzo debe dirigirse a «restablecer las co-
nexiones entre lo que había sido separado hasta aquí, a través de una definición
más extensiva de trabajo...», a partir de la cual, el trabajo doméstico y las particu-
laridades del trabajo asalariado de las mujeres no sean mas «excepciones a un
modelo supuestamente general». (H. Hirata y D. Kergoat, 1987, citado por da
Silva Blass 1997:66). Especulando sobre el futuro a partir de las tendencias ob-
servables en Europa especialmente, Elda Guerra (1988) retoma a Gallino para
imaginar algunos escenarios: uno de ellos, hiperliberal, en el cual podrían coin-
cidir una ruptura de la segregación por sexo y una disminución de la cantidad
de trabajo disponible, con una polarización creciente entre un área restringida
del mercado de trabajo que comprende las profesiones de alta calificación y un
área más extensa de malos trabajos por los cuales compiten trabajadores y traba-
jadoras que transitan entre ocupaciones marginales, descalificadas y el desem-
pleo. Se trataría de una eliminación de la segregación de género dentro de una
jerarquía social rígidamente establecida. Otro escenario posible es la ampliación
de las tendencias actuales: una mayor penalización de las mujeres ante la reduc-
ción de la demanda de trabajo, concentrándolas en los trabajos de tiempo par-
cial, acentuándose la discriminación sexual. Esto puede coexistir con una ten-
dencia a la reclasificación en términos de utilidad y prestigio social de las profe-
siones en las que aumenta la presencia femenina. En este caso, se acentuaría la
segregación de género en los trabajos poco calificados y se avanzaría hacia una
mayor equidad de género en los trabajos calificados y profesionales. La tercera
alternativa, que rescataría la existencia de identidades laborales sexualmente
connotadas, implica una revaluación social de los trabajos realizados por las mu-
jeres para la reproducción de las condiciones cotidianas de existencia. Esto signi-
ficaría una ampliación del concepto de trabajo para incluir «el complejo de acti-
vidades productivas y reproductivas desarrolladas en el mercado, en la economía

133
Luz Gabriela Arango

informal, en la economía doméstica y familiar». (Guerra 1988:13) Esto implica-


ría redistribuir la actividad laboral y replantear una cultura del trabajo, o mejor
del obrar humano, que comprenda también la experiencia femenina. En un ejer-
cicio de imaginación política que se inscribe dentro de los esfuerzos de intelec-
tuales de izquierda norteamericanos por darle contenido a la idea de democracia
radical, Nancy Fraser (1997) en contravía con el desmonte de los estados de
bienestar propone el modelo de Cuidador Universal como alternativa al Proveedor
Masculino que caracterizó al fordismo. Según Fraser, este utópico modelo sería
el único capaz de romper con la inequidad de género en todos los ámbitos. Se
trata de hacer que los actuales patrones de vida de las mujeres, que combinan la
actividad de proveedoras con las de cuidado,1 con grandes dificultades y esfuer-
zos, se conviertan en la norma para todos... De este modo se promueve simul-
táneamente la participación equitativa de las mujeres en la sociedad civil y en la
política, y la participación masculina en el ámbito doméstico, socialmente reva-
luado. Los puestos de trabajo estarían diseñados para empleados que son tam-
bién cuidadores. En esta transformación, la acción del Estado es fundamental
pues éste sería el encargado de desmantelar la oposición genérica entre provee-
dor y cuidador, subvirtiendo la división sexual del trabajo y reduciendo la im-
portancia del género como principio estructurante de la organización social.

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El empleo femenino en el estilo de
desarrollo neoliberal
La industria electrónica en el occidente de México

Beatriz Bustos Torres

El presente trabajo muestra la inserción de la mujer trabajadora en el estilo de


desarrollo neoliberal. La hipótesis que se maneja es que existe una correlación
entre el estilo de desarrollo neoliberal y la precarización del empleo femenino
debido a, por una parte, la desregulación del binomio capital-trabajo, propio de
dicho estilo de desarrollo y, por otra, a que el estilo de desarrollo neoliberal re-
produce y reafirma la segregación vertical para las mujeres al generar y mantener
puestos de trabajo inamovibles dentro de la jerarquía ocupacional.
La argumentación se divide en dos partes: en la primera se presentan los an-
tecedentes y características del estilo de desarrollo neoliberal y las formas de uti-
lización de la fuerza de trabajo femenina. En la segunda, se analiza un caso con-
creto, la industria electrónica en el occidente de México, su inserción en el estilo
de desarrollo neoliberal y el empleo de mujeres en dicha rama.

INTRODUCCIÓN

La división sexual del trabajo presupone y define roles de género que son reto-
mados en el desempeño de la actividad productiva bajo el modelo neoliberal.
Este modelo mantiene y reproduce la segregación salarial y ocupacional de las
trabajadoras (Solis 1995).
La política laboral neoliberal presupone para su desarrollo la utilización de
fuerza de trabajo femenina. Sin embargo, la creciente incorporación de la mujer
al mercado de trabajo no significó el mejoramiento de sus condiciones de traba-
jo y de calidad de vida, así como tampoco el desempeño de labores altamente ca-
lificadas y remuneradas (Solis 1995: 233-42).
La ideología patriarcal predominante en la sociedad mexicana se vio reforza-
da por la nueva política laboral al presuponer que el trabajo de la mujer es sólo

138
El empleo femenino-
una ayuda. De esta manera, se justifica que el salario de la mujer sea un com-
plemento al deteriorado salario masculino; que se emplee en puestos de bajo sa-
lario; que acepte hacer cualquier trabajo, descalificado, por destajo, a domicilio,
de medio tiempo; que tenga que hacer esfuerzos extraordinarios para demostrar
sus capacidades y profesionalismo; que siga responsabilizándose del trabajo do-
méstico (ibid.).
La creciente participación de la mujer en actividades extradomésticas en los
modelos económicos de sustitución de importaciones y neoliberal ha sido tal vez
la principal transformación en la vida social y económica de México. Sin em-
bargo, es conveniente distinguir por lo menos tres tendencias en la participación
femenina: 1. La de mujeres con mayor educación y en movimiento hacia la con-
quista de igualdad entre los géneros; 2. Aquellas mujeres impulsadas hacia el
mercado de trabajo por el agobio de la situación económica; y 3. La combina-
ción entre la necesidad de generar ingresos y el deseo de reivindicación del gé-
nero femenino.
Si bien los discursos oficiales apuntaban hacia u n desarrollo sostenible, en-
tre 1989 y 1992 eran claros los resultados del nuevo modelo económico que
apuntaban hacia una mayor desigualdad. Cortés (1996) señala que en los años
de aplicación del estilo de desarrollo neoliberal se ha observado un rápido pro-
ceso de polarización en la distribución del ingreso de los hogares con un distan-
ciamiento claro de los polos (Cortés 1996:25). El ingreso se ha acumulado en
los hogares con mayor ingreso, mientras que en los hogares más pobres se ha
disminuido. El modelo de eficiencia del estilo de desarrollo neoliberal está aso-
ciado a niveles crecientes de pobreza y desigualdad, sin que hasta hoy se vislum-
bren cambios (ibid.:44).
La población ha tenido que responder (para subsistir) al estilo de desarrollo
neoliberal, integrándose intensivamente a la fuerza de trabajo (ibid.:42). Es im-
portante subrayar que quieres se han integrado —formando la barrera de con-
tención— son los trabajadores condicionados o no plenos, es decir, aquellos que
no tienen la posibilidad, por sus características individuales y la asignación so-
cial de roles, de integrarse como trabajadores plenos a actividades extradomésti-
cas. Las mujeres, niños, ancianos y minusválidos forman u n colchón para el es-
tilo de desarrollo y acumulación neoliberal (Bustos 1997).

ANTECEDENTES

El modelo de sustitución de importaciones

El período de posguerra (1940 en adelante) y la nacionalización del petróleo en


México, marcaron una pauta importante en el desarrollo de la manufactura en

139
Beatriz Bustos

México. En este período la industria asume un rol relevante en el proceso de


urbanización de México y América Latina. En México se instaura el modelo co-
nocido como sustitución de importaciones, el cual pretendía desarrollar la indus-
tria nacional protegiéndola de productos manufacturados en el exterior.
La política económica de la Cepal no tuvo impacto de igual intensidad en
todos los países (Safa 1989). Mientras México, Brasil, Argentina y Chile desa-
rrollaron con cierto vigor su sector manufacturero, otros se mantuvieron un tan-
to al margen de la dinámica cepalina sin lograr consolidar su industria.
El modelo de sustitución de importaciones fue visto como la forma de redu-
cir la dependencia frente a países capitalistas avanzados y fomentar la formación
de capital.
Este modelo dio pie a la expansión de la infraestructura en las urbes ya con-
solidadas. Con el crecimiento del mercado de trabajo en la manufactura y los
servicios, y el gran deterioro que venía padeciendo el campo, se presentó una
fuerza migratoria multitudinaria del campo a la ciudad. Los centros urbanos de
México —Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara— recibieron grandes con-
tingentes de personas que se insertaron principalmente en el sector manufactu-
rero y los servicios1 (Safa 1989; Roberts 1978).
Grandes cambios y ajustes se realizaron en el sistema productivo. Por una
parte se adquirió maquinaria y sistemas de producción que facilitaran la organi-
zación del trabajo según el modelo Fordista-Taylorista. Bajo dicho modelo se
segmentó el proceso productivo de tal modo que los trabajadores no tenían a su
vista la totalidad del proceso productivo. Se fomentó la administración con base
en una racionalidad capitalista. Fueron muchos las obstáculos que vencieron los
empresarios para que los trabajadores se adaptaran al nuevo sistema de produc-
ción (Mayor, 1987). Además de los cambios tecnológicos y organizacionales,
también se modificaron las relaciones laborales, las cuales se caracterizaron por
la tutela estatal (de la Garza 1995: 199). De la Garza llama a las relaciones labo-
rales de este período patrón de relaciones laborales de la revolución mexicana, que
se caracteriza por «el control organizativo estatal de los trabajadores, las protec-
ciones al empleo, las condiciones de trabajo y el salario, por medio de los con-
tratos colectivos y la legislación laboral» (ibid.).
Las transformaciones antes señaladas no impidieron la existencia de proce-
sos productivos con poca tecnología y en su mayoría artesanales.
A pesar de los esfuerzos emprendidos para ser autosuficientes y romper los
lazos de dependencia, México y el resto de países de América Latina siguieron
supeditados tecnológica y financieramente a los países industrializados.

Este fenómeno se presentó en las principales ciudades de América Latina.

140
El empleo femenino...

La estructura de clases cambió drásticamente con el crecimiento de la clase


trabajadora industrial, de la clase media al servicio del sector público y el incre-
mento de población indígena en las urbes. Se deja ver en las ciudades un vasto
ejército de desempleados y subempleados.
Bajo este modelo marcadamente populista se consolida la clase trabajadora
en México. La clase trabajadora y la clase media inferior pasan a definirse por el
trabajo asalariado propio del modo de producción capitalista.
Cortés y Rubalcava (1991) afirman que durante el modelo de sustitución de
importaciones se presentó una tendencia hacia la disminución lenta pero siste-
mática de la desigualdad en la distribución del ingreso de los hogares mexica-
nos: aumentaron los ingresos de los sectores más pobres de la sociedad y dis-
minuyeron las entradas monetarias de los hogares más ricos. Sin embargo esa
tendencia de equidad que venía exhibiendo el modelo de sustitución de impor-
taciones durante 15 años se vio trastrocada drásticamente en la década de los
ochenta (Cortés 1996:3-4). Como resultado de la caida espectacular de los sala-
rios en 1983, la familia aumentó su autoexplotación al enviar un mayor número
de miembros al mercado de trabajo. Los hogares se vieron en la necesidad de
enviar a trabajar a las mujeres, a los niños y a los viejos (González 1986,1988;
de Oliveira 1989, Selby 1994, de Barbieri 1989, luirán 1993, Cortés y Rubal-
cava 1991).
Entre 1984 y 1986 se muestran claramente algunos rasgos que permiten ver
un nuevo contexto económico, social y demográfico.2 Además de los procesos
de industrialización y de movimiento urbano antes mencionados, otros actores
sociales se hacen visibles: las mujeres incrementaron su participación en el sis-
tema educativo y productivo, y modificaron sustancialmente los patrones de fe-
cundidad que descendieron con la planificación familiar promovida en gran par-
te por el Estado.

ESTILO DE DESARROLLO NEOLIBERAL

La edificación de un nuevo estilo de desarrollo nunca ha sido decisión de unos


cuantos políticos; según lo asegura Touraine (1988:477), esta tarea es el resulta-
do de una acción donde se conjuga el Estado y diversos actores sociales, así co-
mo la cultura de cada pueblo, que le imprime sus características a dicho proceso.
Además, este proceso nunca ha tenido un carácter totalmente endógeno, ni si-
quiera en los países europeos. La elaboración de un estilo de desarrollo es un

Existe consenso en torno a que el modelo de sustitución de importaciones está desde hace
tiempo en crisis; sin embargo, no lo hay respecto a la existencia de un modelo que lo sustitu-
ya plenamente. Sí se acepta la aparición de fuertes tendencias que se han denominado neolibe-
rales (de la Garza 1995:197-202).

141
Beatriz Bustos

proceso sumamente complejo donde intervienen factores económicos, políticos,


sociales, culturales, locales e internacionales.
A pesar de que se señala la década de los ochenta como el decenio perdido
para los países de América Latina —debido a las dificultades que enfrentaron sus
economías—, México, como otros países latinoamericanos, entró hacia fines de
los ochenta en la dinámica del proceso de globalización de la economía.
Temporalmente se puede ubicar el inicio del estilo de desarrollo neoliberal a
partir de 1982, después de la caída en el precio de los hidrocarburos y la subse-
cuente crisis de la deuda externa. A partir de entonces se han venido presentan-
do cambios profundos en el sistema económico, político y financiero de México.
El nuevo estilo de desarrollo pretende fortalecer la economía interna haciéndola
más competitiva, fortalecer el sector exportador y buscar una mayor participa-
ción en los mercados mundiales (de la Garza 1995, Duran y Partida 1995).
La retirada gradual del Estado mexicano se presentó junto a la internaciona-
lización de compañías en territorio nacional (Arguelles 1994). De esta forma,
México se suma al proceso de segmentación internacional de los procesos pro-
ductivos (de la Garza 1995:200).
El principal indicador del nuevo estilo de desarrollo es la apertura económi-
ca. El sistema económico mexicano abre sus puertas al mundo, dando cabida a
tratos comerciales, además de continuar apoyando proyectos productivos inten-
sivos en mano de obra financiados, de alguna forma, por capitales extranjeros.
El estilo de desarrollo neoliberal ha mostrado dos fases: una, en la cual se
apoya la manufactura de exportación con base en mano de obra intensiva (tipo
maquiladora), y otra, de apertura comercial y financiera y de política manufactu-
rera para el exterior. En la primera fase se pone en marcha un modelo alterna-
tivo de manufactura de exportación, mediante el cual los países en vías de desa-
rrollo aportan la mano de obra para la manufactura de productos de países de-
sarrollados. Esta fase se inicia en la década del sesenta y corre con gran fuerza en
la del setenta. La segunda fase tiene que ver con la reestructuración productiva
que abarca la transformación casi en su totalidad del proceso productivo.

Nuevas Formas de Empleo.NFE, en el estilo de desarrollo neoliberal

Uno de los impactos más fuertes de la reestructuración productiva recae sobre el


empleo. Hacia los años ochenta, el empleo estándar comenzó a disolverse como
figura principal del empleo y se generan otro tipo de relaciones entre el binomio
capital-trabajo. Surgen así las ahora conocidas como Nuevas Formas de Empleo,
NFE, las cuales toman formas específicas en contextos económicos diferentes.3 La

Me refiero a economías altamente desarrolladas (Europa, Norte América) y a economías en

142
El empleo femenino...

mujer tiene un papel importante en el desarrollo de las NFE, ya que una gran
proporción de mujeres en América Latina y el resto del mundo se ocupa en este
tipo de empleos.
Las NFE se han analizado desde diferentes posturas. Los sindicatos argumen-
tan que dichas estrategias las utiliza el capital para facilitar la flexibilización de la
producción desprotegiendo a los trabajadores y haciendo más precario el em-
pleo, sobre todo de mujeres (Wahsner 1985, Dragendorf y Heering 1988).
Por otra parte, grupos de feministas ven estas nuevas tendencias del empleo
femenino como una forma en que las mujeres idealizan a la mujer moderna, es
decir, combinan sus planes profesionales con sus responsabilidades de mujer-
madre (Eckart 1990, Geissler y Pfau 1988, Geissler y Oechsle 1990). La incor-
poración de la mujer bajo las NFE se ha caracterizado como una forma de inte-
gración de ésta a la nueva dinámica económica, la cual dentro de su proceso de
transformación excluye en gran parte a la mujer del empleo estándar (Pfau-
Efíinger 1994).
Sin embargo, cabe señalar que las diferencias culturales de cada sociedad y
las dinámicas económicas locales, modifican fuertemente esta tendencia.
Son varios los enfoques teóricos que se han ocupado del análisis de la ex-
pansión de las NFE:
a. De acuerdo con el enfoque institucional, 4 la expansión de formas de em-
pleo no estándar ayuda a aligerar el desempleo, al tiempo que brinda la oportu-
nidad a las grandes compañías para ejecutar sus estrategias de flexibilización a
expensas de los trabajadores. Analistas feministas de las NFE acuden a este en-
foque para subrayar las desventajas que traen a las mujeres dichas políticas.
Como proveedoras adicionales y trabajadoras con poca representación, las mu-
jeres son vulnerables en el mercado de trabajo y son las principales víctimas de
la flexibilización. Así, las NFE son vistas como una nueva forma de excluir y dis-
criminar a las mujeres en el mercado de trabajo (Móller 1987, Ravaioli 1987).
b. Otro enfoque, el estructuralista, apunta a que el adelgazamiento del Esta-
do benefactor y el desempleo han llevado a que cada vez más trabajadores, espe-
cialmente las mujeres, traten de mejorar el ingreso familiar con alguna forma de
empleo no estándar. Críticas a este enfoque señalan que se considera a la mujer
como una víctima pasiva de las estructuras e instituciones, y no como sujetos ac-
tivos que eligen entre las opciones que se les presentan.

vías de desarrollo, como las de América Latina.


Desarrollado por el Instituto de Investigación Social de Munich, argumenta que el mercado
de trabajo está estructurado principalmente por las políticas de las grandes compañías y por
otras Instituciones como la ley de trabajo y las políticas estatales. Asume que el destino de los
diferentes grupos de trabajadores estará controlado por dichas instituciones (Sengerberger
1974 y Sengerberger 1979 en Pfau'Effinger 1994) de acuerdo a sus intereses. Los trabajadores
deberían aceptar estas condiciones por la falta de alternativas.

143
Beatriz Bustos

ses en vías de desarrollo para el capital extranjero, es la mano de obra barata, la


cual encuentra su representación en la mano de obra femenina (Elson y Pearson
1983, Fernández Kelly 1983, Carrillo 1991).
La industria electrónica instalada en el resto del país no responde a un pro-
grama específico, pero sí responde al programa de desarrollo nacional, el cual
busca atraer inversión de compañías extranjeras y la expansión de manufactura
orientada a la exportación. En este caso la estrategia del uso de mano de obra
intensiva femenina también se adecúa a dichos fines.
A principio de 1997, se registran en la zona conurbada de Guadalajara,
ZCG," 16 compañías dedicadas al ensamble de componentes y artículos electró-
nicos, todas ellas funcionando bajo el estatus de maquiladoras. Al igual que la
industria maquiladora de la frontera norte, dichas empresas utilizan materia
prima del exterior y su producción se retorna al país de origen. Bajo el rubro de
maquiladoras, las compañías no pagan aranceles de importación. El valor agre-
gado que generan es por mano de obra (ver cuadro).
La vinculación de la industria electrónica de la ZCG a la economía local ha
sido limitada. Dentro de los intentos de vinculación se ha promovido que pro-
veedores locales y regionales abastezcan de insumos a las compañías transnacio-
nales.12
El mayor impacto de la industria electrónica de la ZCG ha sido a través de la
contratación de fuerza de trabajo calificada y mano de obra poco calificada.
La fuerza de trabajo calificada es sumamente importante para la industria
electrónica. Está constituida principalmente por ingenieros, teenólogos13 y técni-
cos14 en comunicaciones y electrónica. Algunas empresas los emplean para el
desarrollo de software (IBM), pero no en todas existe esta área. En general, el
personal técnico calificado no diseña tecnología ni manufacturas; éstas vienen de
sus filiales en Norte América o en el oriente. El personal calificado se dedica a
buscar formas de hacer más eficiente el uso de mano de obra y la disminución
de desperdicios, así como al control de calidad (Partida 1997:684).
Estudios recientes señalan que durante 1997 la industria electrónica de la
ZCG ha contratado un promedio semanal de 25 ingenieros, además de 100 téc-
nicos y teenólogos (González 1997), personal en su mayoría masculino.

La Zona Conurbada de Guadalajara comprende los municipios de Guadalajara, Zapopan,


Tlaquepaque, Tonalá, Tlajomulco y El Salto, todos en el estado de Jalisco.
Esto responde al Programa Nacional de Proveedores, que busca fortalecer a proveedores na-
cionales para que se conviertan en proveedores de clase mundial. Estos establecen una sociedad
comercial con la empresa extranjera (asociados de negocio). Se busca que los proveedores me-
xicanos no dependan de su socio comercial para abastecerse de material y gozan de respaldo
financiero local (Partida 1997).
Grado académico del nivel medio superior anterior al de ingeniería.
Grado académico de nivel medio.

146
El empleo femenino-
mujer tiene un papel importante en el desarrollo de las NFE, ya que una gran
proporción de mujeres en América Latina y el resto del mundo se ocupa en este
tipo de empleos.
Las NFE se han analizado desde diferentes posturas. Los sindicatos argumen-
tan que dichas estrategias las utiliza el capital para facilitar la flexibilización de la
producción desprotegiendo a los trabajadores y haciendo más precario el em-
pleo, sobre todo de mujeres (Wahsner 1985, Dragendorf y Heering 1988).
Por otra parte, grupos de feministas ven estas nuevas tendencias del empleo
femenino como una forma en que las mujeres idealizan a la mujer moderna, es
decir, combinan sus planes profesionales con sus responsabilidades de mujer-
madre (Eckart 1990, Geissler y Pfau 1988, Geissler y Oechsle 1990). La incor-
poración de la mujer bajo las NFE se ha caracterizado como una forma de inte-
gración de ésta a la nueva dinámica económica, la cual dentro de su proceso de
transformación excluye en gran parte a la mujer del empleo estándar (Pfau-
Effinger 1994).
Sin embargo, cabe señalar que las diferencias culturales de cada sociedad y
las dinámicas económicas locales, modifican fuertemente esta tendencia.
Son varios los enfoques teóricos que se han ocupado del análisis de la ex-
pansión de las NFE:
a. De acuerdo con el enfoque institucional,4 la expansión de formas de em-
pleo no estándar ayuda a aligerar el desempleo, al tiempo que brinda la oportu-
nidad a las grandes compañías para ejecutar sus estrategias de flexibilización a
expensas de los trabajadores. Analistas feministas de las NFE acuden a este en-
foque para subrayar las desventajas que traen a las mujeres dichas políticas.
Como proveedoras adicionales y trabajadoras con poca representación, las mu-
jeres son vulnerables en el mercado de trabajo y son las principales víctimas de
la flexibilización. Así, las NFE son vistas como una nueva forma de excluir y dis-
criminar a las mujeres en el mercado de trabajo (Móller 1987, Ravaioli 1987).
b. Otro enfoque, el estructuralista, apunta a que el adelgazamiento del Esta-
do benefactor y el desempleo han llevado a que cada vez más trabajadores, espe-
cialmente las mujeres, traten de mejorar el ingreso familiar con alguna forma de
empleo no estándar. Críticas a este enfoque señalan que se considera a la mujer
como una víctima pasiva de las estructuras e instituciones, y no como sujetos ac-
tivos que eligen entre las opciones que se les presentan.

vías de desarrollo, como las de América Latina.


Desarrollado por el Instituto de Investigación Social de Munich, argumenta que el mercado
de trabajo está estructurado principalmente por las políticas de las grandes compañías y por
otras instituciones como la ley de trabajo y las políticas estatales. Asume que el destino de los
diferentes grupos de trabajadores estará controlado por dichas instituciones (Sengerberger
1974 y Sengerberger 1979 en Pfau'Efflnger 1994) de acuerdo a sus intereses. Los trabajadores
deberían aceptar estas condiciones por la falta de alternativas.

143
Beatriz Bustos

c. La argumentación basada en el sujeto asume que los individuos consciente


y voluntariamente eligen las NFE porque desean mayor control sobre su tiempo.
Este enfoque no se ha ocupado a profundidad de las especificidades del género
(Pfau-Effinger 1994).

NFE en América Latina

Estudios recientes realizados en América Latina permiten ver dos vertientes en la


utilización de las NFE. Una de ellas tiene que ver con el débil sistema de seguri-
dad social de los países de la región, donde las NFE son una opción para los in-
dividuos, pues fuera del trabajo estándar pueden lograr mejores ingresos, ade-
más del manejo de su tiempo (Dombois y Pries 1993). La segunda, tiene que ver
con la desregulación de las relaciones capital-trabajo. En América Latina las NFE
han sido reforzadas por políticas neoliberales de flexibilización del trabajo. Las
formas predominantes de NFE en América Latina son la subcontratación5
(Truelove 1986, Delgado 1997), el trabajo a domicilio6 (Benería y Roldan 1987,
Gladden 1994, Peña 1996) y la contratación temporal7 (Bustos 1993). Dichas
formas están asociadas muy de cerca con la situación de precariedad laboral de
muchas mujeres: bajos salarios, pocas o nulas prestaciones laborales, contrata-
ción temporal. Sin embargo, cabe señalar que en América Latina las NFE no son
sólo el resultado de las condiciones estructurales, sino también son consecuencia
de la condición de subordinación de la mujer en los ámbitos doméstico y extra-
doméstico.8 El caso de la industria electrónica del occidente de México nos ayudará
al análisis de las NFE asociadas al empleo femenino en América Latina.

El empleo femenino en la industria electrónica del occidente de México

Los territorios o zonas geográficas de una nación sustentan desarrollos económi-


cos distintos, lo que conduce a un desarrollo desigual. Las grandes urbes en
México albergan un sinnúmero de actividades económicas, algunas de ellas vin-

Bajo esta modalidad, la empresa se vale de una agencia de empleo para abastecerse de traba-
jadores, los cuales no tendrán una vinculación directa con la empresa. La agencia se encarga
de pagar el salarlo y prestaciones al trabajador. Es muy común que esta modalidad se combi-
ne con la contratación temporal.
Esta modalidad desplaza parte de las tareas de producción hacia el domicilio o vivienda del
trabajador, desvinculando así al trabajador de la empresa.
El contrato temporal o por tiempo definido es común en empresas que tienen altas y bajas
en su producción. Al término del contrato se liquida al trabajador y de ser conveniente para
la empresa, se contrata de nuevo.
Cockburn (1981) señala que las diferencias de género y correspondientes relaciones de do-
minio y subordinación se crean en el trabajo y en el hogar paralelamente.

144
El empleo femenino...

culadas nítidamente a procesos globales. Otras se caracterizan por responder a


actividades tradicionales de la localidad. Otras más se mueven entre ambos nive-
les.
Asimismo, los sectores económicos muestran tendencias generales frente a
los modelos económicos, pero aún considerando lo anterior es difícil imaginar
que todas las empresas de un sector o una rama económica respondan de la
misma manera. Son tantas las variables que inciden en el desempeño de una ac-
tividad económica, que se hace necesario el análisis detallado de casos para en-
tender a profundidad su situación.
El inicio de operaciones de la industria electrónica en México data de 1957,
con la instalación de la IBM en México, DF. Posteriormente, en la década de los
sesenta, se instalan otras compañías en la franja fronteriza, pero es hasta los se-
tenta y ochenta cuando se fortalece. Esta industria se ha ubicado principalmente
en la franja fronteriza del norte y en urbes con sólida infraestructura, como
Ciudad de México y Guadalajara.
El desarrollo de la industria electrónica en México ha respondido a dos co-
yunturas económicas:
a. A la iniciativa denominada Programa de Industrialización Fronteriza,
creada a partir del desempleo y descontento generalizado de población que se
ocupaba en el Programa de Braceros en los Estados Unidos; y b. A la política de
apertura y de industrialización de exportación.
La industria electrónica instalada en la frontera norte respondió al Programa
de Industrialización Fronteriza creado en 1963.9 En el marco de dicho programa
se desarrolla la industria maquiladora,10 que además de gozar de subsidios esta-
tales (reducción de tarifas de servicios, exención de impuestos por cierto tiem-
po), reduce aún más sus costos de producción por el bajo precio de la mano de
obra, ya que la actividad de dicha industria se centra en el uso intensivo de ma-
no de obra.
Contrario a las intenciones iniciales del programa de industrialización fron-
teriza, la industria maquiladora —incluyendo la electrónica—, brinda empleo a las
mujeres, quienes representaban el ideal de la mano de obra requerida para la ta-
rea de ensamble. La mano de obra femenina resultó ser atrayente para las em-
presas maquiladoras dada su abundancia, docilidad, fácil sustitución y destreza
manual. Es muy claro que uno de los grandes atractivos de México y de los paí-

Este programa se creó al finalizar el Programa de Braceros para brindar empleo a la pobla-
ción que quedaba desempleada y se mantenía en la frontera en espera de trabajo en los Esta-
dos Unidos.
Término utilizado para denominar la industria de subcontratación para ensamble de pro-
ductos extranjeros, la cual no paga aranceles de importación sino sólo impuestos por el valor
agregado.

145
Beatriz Bustos

ses en vías de desarrollo para el capital extranjero, es la mano de obra barata, la


cual encuentra su representación en la mano de obra femenina (Elson y Pearson
1983, Fernández Kelly 1983, Carrillo 1991).
La industria electrónica instalada en el resto del país n o responde a un pro-
grama específico, pero sí responde al programa de desarrollo nacional, el cual
busca atraer inversión de compañías extranjeras y la expansión de manufactura
orientada a la exportación. En este caso la estrategia del uso de mano de obra
intensiva femenina también se adecúa a dichos fines.
A principio de 1997, se registran en la zona conurbada de Guadalajara,
ZCG,11 16 compañías dedicadas al ensamble de componentes y artículos electró-
nicos, todas ellas funcionando bajo el estatus de maquiladoras. Al igual que la
industria maquiladora de la frontera norte, dichas empresas utilizan materia
prima del exterior y su producción se retorna al país de origen. Bajo el rubro de
maquiladoras, las compañías n o pagan aranceles de importación. El valor agre-
gado que generan es por mano de obra (ver cuadro).
La vinculación de la industria electrónica de la ZCG a la economía local ha
sido limitada. Dentro de los intentos de vinculación se ha promovido que pro-
veedores locales y regionales abastezcan de insumos a las compañías transnacio-
nales. 12
El mayor impacto de la industria electrónica de la ZCG ha sido a través de la
contratación de fuerza de trabajo calificada y mano de obra poco calificada.
La fuerza de trabajo calificada es sumamente importante para la industria
electrónica. Está constituida principalmente por ingenieros, teenólogos 13 y técni-
cos14 en comunicaciones y electrónica. Algunas empresas los emplean para el
desarrollo de software (IBM), pero n o en todas existe esta área. En general, el
personal técnico calificado no diseña tecnología ni manufacturas; éstas vienen de
sus filiales en Norte América o en el oriente. El personal calificado se dedica a
buscar formas de hacer más eficiente el uso de mano de obra y la disminución
de desperdicios, así como al control de calidad (Partida 1997:684).
Estudios recientes señalan que durante 1997 la industria electrónica de la
ZCG ha contratado u n promedio semanal de 25 ingenieros, además de 100 téc-
nicos y teenólogos (González 1997), personal en su mayoría masculino.

La Zona Conurbada de Guadalajara comprende los municipios de Guadalajara, Zapopan,


Tlaquepaque, Tonalá, Tlajomuleo y El Salto, todos en el estado de Jalisco.
Esto responde al Programa Nacional de Proveedores, que busca fortalecer a proveedores na-
cionales para que se conviertan en proveedores de clase mundial. Estos establecen una sociedad
comercial con la empresa extranjera (asociados de negocio). Se busca que los proveedores me-
xicanos no dependan de su socio comercial para abastecerse de material y gozan de respaldo
financiero local (Partida 1997).
Grado académico del nivel medio superior anterior al de ingeniería.
Grado académico de nivel medio.

146
El empleo femenino...

Empresas maquiladoras electrónicas ubicadas en la Z C G


Año NOMBRE DE LA EMPRESA ACTIVIDAD
creación

1983 IBM de México SA Ensamble de Microcomputadoras y PC


1985 Motorola de México SA de CV Ensamble de semiconductores
1985 General Instrument de Jalisco Ensamble de reelevadores y supresores
(hoy CP Clare Mexicana)
1985 TRW Electrónica SA de CV Ensamble de capacitores
1985 Electrónica Nayarit SA de CV Ensamble de componentes electrónicos
1985 Sistemas Delphi de México SA Ensamble de componentes electrónicos
deCV
1986 Electrónica Pantera SA de CV Ensamble de cables y arneses
1986 Poder Digital I.SAdeCV Ensamble de fuentes de poder, componentes
y equipos
1986 Industrias Mexicanas UNYSIS Componentes electrónicos y mecánicos -
computadores
1991 Philips (antes ATyT Lucent) Equipo de telefonía
Wang Equipo de cómputo
Tándem Equipo de cómputo
AIMO Equipo de cómputo
Coilcraft de México Equipo de cómputo
Tecnologías Nec de México Equipo de comunicaciones
Hewlett Packard Equipo de cómputo
Fuente: elaboración propia a partir de información de la Asociación de Maquiladoras de
Occidente 1996.

La ZCG ha respondido a los requerimientos de personal calificado para la


industria electrónica,15 pero en los últimos años ha comenzado a escasear, lo cu-
al constituye un grave problema. Se considera que en la actualidad hay un déficit
de 500 ingenieros.16
La industria electrónica ubicada en la ZCG le apuesta más a la mano de obra
de bajo costo que al uso de tecnología de punta (Partida 1997:688). A pesar de

Constituye una ventaja comparativa en relación a la Industria maquiladora del norte de


México, la cual tuvo que importar del interior del país sus cuadros técnicos o formarlos ella
misma.
Como estrategia a futuro, la industria electrónica de la ZCG ha donado al Ceti (institución
de educación media superior y superior de gran prestigio formadora de teenólogos e Ingenie-
ros contratados en su mayoría por la industria electrónica) 2 millones dc dólares en equipo
para capacitación de estudiantes.

147
Beatriz Bustos

la calificación del personal técnico, los salarios son sumamente bajos en compa-
ración a otros países. Señala González (1997) que mientras en Japón el personal
técnico gana un promedio de USD 21.04 por hora y en Taiwán USD 5.86, en
México gana USD 1.50 por hora.
Pero la productividad y la calidad no responden exclusivamente al desempe-
ño del personal técnico calificado, interviene también la mano de obra manual,
la cual responde a criterios de calidad y productividad señalados por las transna-
cionales, además de ser abundante y de menor costo. Esta situación hace su-
mamente costeable la operación de las compañías transnacionales en México. La
mano de obra empleada por la industria electrónica de la ZCG es mayoritaria-
mente femenina y, a diferencia de la industria electrónica del norte donde se ha
dado en los últimos años un proceso de varonización, se mantiene feminizada.
El abastecimiento de mano de obra no ha sido un problema para la indus-
tria electrónica, pues su abundancia responde a la necesidad de los hogares de
escasos recursos por enviar o mantener en el mercado de trabajo al mayor nú-
mero de proveedores posibles para asegurar la subsistencia.
La utilización de mano de obra femenina en la electrónica de la ZCG se da
bajo preceptos y valores de la cultura local, vale decir, patriarcal. Así, se conside-
ra a la mujer como proveedora complementaria, dócil, con destreza manual para
tareas delicadas, con poca o nula iniciativa de organización sindical, además de
ser fácilmente sustituible17 y abundante. La rutinización y baja polivalencia justi-
fican para la industria electrónica que la mujer sea una mano de obra barata.
Sin embargo, los atributos de género y valores culturales constituyen un factor
de peso en la evaluación que dicha industria —así como el mercado de trabajo-
hace de las mujeres económicamente activas.
Si consideramos el volumen de mujeres que emplea la industria electrónica
en la ZCG, resulta muy conveniente el costo de la misma: por ejemplo, la Phi-
lips (antes Lucent o ATyT) empezó el año con 3 mil trabajadores, ahora tiene
9.600; la IBM tiene 6 mil trabajadores y terminará el año próximo con 9 mil
(González 1997), de los cuales aproximadamente el 80% son mano de obra fe-
menina dedicada al ensamble manual de componentes electrónicos.

Empleo femenino en la electrónica y las NFE

La mano de obra femenina en la industria electrónica ha presenciado y ha sido


sujeto activo en las transformaciones del modelo económico y de organización

Con el fin de expandir el potencial de mano de obra femenina, las empresas transnaciona-
les han ensanchado el perfil de las trabajadoras; ahora su edad está entre los 16 y 40 años y el
estado civil no es tan Importante. El nivel educativo sí tiende a subir a secundarla (9 años)
como mínimo (Delgado 1997).

148
El empleo femenino...

productiva. Una de las transformaciones más profundas ha sido la promoción


de la polivalencia. Contrario a la organización fordista-taylorista propia del mo-
delo económico de sustitución de importaciones —donde las tareas se dividían a
su máxima expresión y se mecanizaban en busca de rapidez y eficiencia—, dentro
del estilo de desarrollo neoliberal se busca que las trabajadoras dominen múlti-
ples tareas. El nuevo concepto de organización productiva parece alentador, sin
embargo, esto no ha redituado en el mejoramiento de la situación laboral de las
trabajadoras; el desempeño de varias tareas no significa mejor salario, posibili-
dades de ascenso o tan siquiera que se les considere como trabajadoras semicali-
ficadas (Delgado 1996).
En la actualidad el estilo de desarrollo neoliberal respalda y refuerza la utili-
zación de nuevas formas de empleo. Esto es claro en la industria electrónica de
la ZCG, donde se contrata a gran porción de la mano de obra femenina por
tiempo definido (Gabayet 1990, Delgado 1996, Magaña 1997) muchas veces
menor a un año. Existe la posibilidad de permanecer varios años con contrato
temporal y pasar a ser definitivo.
La subcontratación a través de agencias de empleo es otra forma común en la
industria electrónica, especialmente cuando la producción se expande tempo-
ralmente. Es más frecuente que las compañías transnacionales como IBM,
Hewlett Packard y Philips recurran a este tipo de contratación.
Asimismo, es usual que las prácticas anteriores se combinen poniendo a las
trabajadoras en una situación de franca desventaja, sin posibilidad alguna de
negociación.

CONCLUSIONES Y REFLEXIONES FINALES

1. La política de bajos salarios realzada como ventaja comparativa por el estilo


de desarrollo neoliberal ha ocasionado que los ingresos monetarios de los hoga-
res se hayan mermado considerablemente. Esta situación ha provocado que los
hogares recurran a la mano de obra de mujeres, niños y ancianos, para lograr
subsistir o mantener su nivel de consumo.
2. Si bien es cierto que en el marco del estilo de desarrollo neoliberal se ha
incrementado considerablemente la actividad económica de las mujeres, no es
alentador saber que las condiciones de las mismas, lejos de mejorar, se reprodu-
cen, perpetuando la subordinación y la precariedad de las mujeres como traba-
jadoras.
3. De esta forma, el estilo de desarrollo neoliberal no contribuye a la cons-
trucción de identidad de la mujer como trabajadoras plenas sino a la construc-
ción de una identidad fragmentada, donde no se cumple a satisfacción con el
papel histórico-biológico (maternidad y sus implicaciones en la reproducción fí-

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Beatriz Bustos

sica y social) asignado y asumido por la mujer, pero tampoco permite la cons-
trucción de trabajadoras plenas.
4. Las modalidades de NFE no tienen que ver únicamente con un modelo de
desarrollo ineficiente, sino también con la cultura local, la cual se refuerza al rea-
firmar los roles femeninos y masculinos en el hogar. La mujer trabajadora vincu-
lada mediante las NFE al mercado de trabajo es dependiente del proveedor prin-
cipal del hogar, lo cual mantiene el esquema de dependencia de la mujer. En el
caso de mujeres jefes de hogar se ha observado que constituyen hogares con ma-
yores dificultades económicas, dando paso al fenómeno conocido como femini-
zación de la pobreza (Peña 1995).
5. Mientras en sociedades industrializadas las NFE han sido consideradas
como una opción del individuo por ganar espacios a voluntad, las NFE en Amé-
rica Latina se muestran como un factor en el proceso de precarización del em-
pleo.
6. A pesar de los cambios organizativos y de políticas que favorecen la con-
tratación de personal femenino, ia industria electrónica del occidente de México
no ofrece ninguna ventaja específica al género.
7. El estilo de desarrollo neoliberal en México está lejos de ser un modelo de
desarrollo para todos (Pozos 1996). Mientras a nivel financiero y macroeconó-
mico muestra avances y crecimiento, la clase trabajadora se ve cada día más des-
protegida debido al constante adelgazamiento del gasto social (educación, salud,
vivienda), y al persistente deterioro del salario real.
8. Vale preguntar si la generación y reproducción de puestos de trabajo bara-
tos y desprotegidos es la única modalidad posible para atraer inversión extranje-
ra productiva. De ser así, México al igual que otros países latinoamericanos en-
frentan una situación de desventaja semejante a la mujer trabajadora: subordina-
ción y precariedad.
9. Es de vital importancia profundizar en el análisis de las implicaciones de
las NFE en el género femenino. Es necesario indagar hasta qué punto las NFE
son producto de las estrategias del capital, o hasta dónde pueden ser parte de la
elección de la mujer por involucrarse activamente en las esferas de lo productivo
y lo reproductivo, esto es seguir dominando el último y ganar espacios en el
primero.

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