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ADIÓS
AL
HUÁSCAR
El Huáscar es ese buque que peleó por el Perú en la Guerra del
Pacifico, hasta que se lo quitó Chile, donde aún permanece. Hoy es un
museo flotante. Para unos, es un símbolo de la victoria. Para otros, un
espacio donde se honra a los héroes de ambos países. ¿Pueden durar
tanto las consecuencias de una guerra del siglo XIX?

una crónica de daniel titinger


fotografías de santiago porter
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ira como
mato
peruanos, papá, mira.
–Se ve que Grau era mujeriego –dice el papá en voz alta.
El niño tiene unos Fue chistoso para algunos: risas.
siete años y una ca- Miguel Grau, el héroe máximo del Perú, el Caballero de los Mares, el
comandante del monitor Huáscar hasta que murió combatiendo contra
pucha naranja que le cubre la cabeza. Chile, 1879, cuando las guerras eran más nobles, pero guerras al fin y al
cabo, es ahora mujeriego en la versión del padre. Grau, decía, murió en el
Ahora se detiene detrás del cañón que Huáscar, y no quedó casi nada de él luego de un cañonazo del enemigo de
ya no dispara, sostiene unas manijas ese entonces. Y del Huáscar, al Perú, no le quedó nada.
Estamos, obvio, en Chile, ciento veintipico años después abordo del
largas de madera que son puro ador- Huáscar. Un día antes, en Viña del Mar, el almirante en retiro Jorge Patri-
cio Arancibia, ex edecán de Pinochet, senador, calvicie avanzada, pulóver
no, pero al menos sirven para que marrón, me había advertido que al pisar el Huáscar se me iban a poner
el niño cierre apenas los ojos como los pelos de punta. Eso dijo: «Vas a pisar el Huáscar y te vas a dar cuenta
de que es un santuario».
buscando un blanco a través de una Pero quizá vine un mal día.

mirilla y «ta-ta-ta-ta», haga un ruido Es domingo, once de la mañana, y el puerto de Talcahuano, al sur
del país del sur, es, visto desde la orilla, un conjunto de cerros verdes –pi-
furioso con la boca, como si dispara- nos y casitas– que dan al mar: una bahía en medialuna, una lengua, casi
una laguna de mar. En el mar, el Huáscar.
se una ametralladora y no un cañón. Las visitas al Huáscar son grupales, mil pesos por cabeza, un frío
El niño mata peruanos en su cándida que atraviesa dos casacas y avancen hasta el muelle de la Base Naval, por
favor. En ese destino que también pudo no ser me tocó en el grupo esta
imaginación. familia de chilenos: un cañón para matar peruanos, el mujeriego almi-
rante Grau. Mala suerte.
El papá se ríe, el hijo es muy bromista. Desde el muelle, una balsita de madera nos lleva hasta el buque. Se
Es el mismo papá que hace unos mi- lo ve inofensivo, bonito como el juguete de un coleccionista. Un Huáscar
recién pintado, con sesenta metros de largo que aquí le dicen «eslora» y
nutos, en el piso de abajo que aquí en que lo hacen ver bastante más chico de lo que imaginé: la realidad echan-

el barco llaman «segunda cubierta» do por la borda todos esos años de remota imaginación escolar, con el
inmenso y majestuoso Huáscar que luchó contra los crueles enemigos
y huele insoportablemente a barniz, chilenos en esa guerra de los libros de Historia del Perú, y que de pronto,
unos metros más allá, es (sólo) eso.
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estuvo tan gracioso que hasta hizo sonreír a un joven


marinero de gorrita blanca, encargado de cuidar que –Ve cómo flota sin ayuda –es el consuelo de un marinero que em-
puja la balsa a través de unas sogas que van del muelle al Huáscar y del
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nadie toque nada y de responder preguntas que casi


siempre son la misma. Huáscar al muelle, de martes a domingo, dice un letrero, desde las 09.30
–¿Y esto qué es? a 12.30 horas y desde 13.30 a 19.30 horas.
Sobre un estante de madera hay un proyectil El Huáscar es el segundo museo más visitado de Chile.
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enano y al lado una inscripción: «Proyectil donado Ahora estoy, entonces, en un museo flotante, y no se me erizan los
por el almirante don Miguel Grau a la srta. Carmen- pelos, no lloro de emoción, no grito: «Chile, devuélvenos el Huáscar»,
cita Pomareda». que es casi una muletilla en el Perú, mi país.
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Algunos libros de Historia, en el Perú, dicen que Arturo Prat


jamás saltó al abordaje del Huáscar, sino que cayó allí
luego del espolonazo, y que hasta gritó: «¡Viva el Perú!»
en señal de rendición. Algunos libros de Historia, en Chile,
aseguran que Miguel Grau había sido un traficante de chinos.

Se escucha un disparo. flaco, Grau», dice el papá y el hijo se ríe. Jorge Figueroa, ex publicista,
Hay unos altavoces en distintos lugares del buque. alargado y viejo como el Quijote, presidente de la Corporación de Defensa
He visto uno frente a la torre giratoria de dos cañones, de la Soberanía de Chile, me dijo hace unos días que «se visita el Huáscar
lo último de la tecnología bélica allá por mil ochocientos como una capilla». Mientras que Sergio Villalobos, Premio Nacional de
sesenta y tantos, cuando el Huáscar se construyó en In- Historia de Chile, nacionalista al extremo, según cuentan, lentes anchos
glaterra y se le bautizó así en honor al inca Huáscar, hijo como fondos de botella, dice que «el Huáscar es parte de la gloria nacio-
de Huayna Cápac y Ráhuac Ocllo. Los disparos salen de nal». La de Chile. «No sólo por habérselo quitado al Perú, sino por los ac-
allí. No de esos cañones estáticos que ni siquiera son los tos heroicos que hubo en él». Prat saltando al Huáscar es, dice Villalobos,
originales –para desilusión de los turistas, un veinte por un acto heroico.
ciento del casco del buque no es el original–, sino de allí: –¡Muerto! ¡Muerto! –se escucha ahora por los altavoces–. ¡El coman-
de los altavoces. Se trata de una grabación, la recreación dante Prat tiene la frente destrozada!
de un combate naval en la agitada voz de un periodista El supuesto reportero de guerra llora a mares e inunda el Huáscar-
que supuestamente es de guerra, despachando supues- museo con su propio melodrama.
tamente desde el mismo epicentro del combate naval, –¿Y esto qué es? –le pregunto a un marinero, señalándole otro alta-
que no es cualquier combate, sino el de Iquique. voz en la parte trasera del barco.
–Es para que la gente entienda mejor –dice.
21 de mayo de 1879. Iquique, Perú. Pero han pasado ciento veintiocho años y la gente aún no entiende.
Flameaba en el Huáscar la bandera peruana. (En- Prat murió por su patria y Chile, al final, ganó la guerra. Meses después,
tre paréntesis: Iquique y el Huáscar son hoy chilenos). Grau moriría por su propio bando. El Perú perdió. Vencedores y vencidos
Grau estaba al mando. En la otra esquina, la Esmeral- se encargarían de crear sus propios héroes, y «desgraciado el país que ne-
da, buque de Chile comandado por Arturo Prat. Ocho cesita héroes», dijo Brecht. Cada tanto, Chile y el Perú pelean una guerra
de la mañana. El Huáscar dispara el primer tiro. Mala que podría ser la misma o no ser, y esas voces grabadas que se escuchan
puntería: cae en el agua. La Esmeralda, en una manio- en el Huáscar le dejan al visitante la extraña sensación de que todo sucede
bra bien estudiada, se pega mucho a la orilla para que en tiempo real.
el adversario deje de disparar. El almirante Grau era El tiempo real puede ser hostil.
conocido por su caballerosidad y jamás iba a poner en Se crean héroes, se inventan historias, se veneran símbolos como
riesgo a la población de enfrente. Entonces el Caballe- si el amor a la patria fuese una religión: el Huáscar es, entonces, un con-
ro de los Mares deja de hacer ruido con su cañonería y vento.
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embiste a la Esmeralda con su espolón de proa. Diez de Al final, lo más devastador de una guerra son las esquirlas que deja.
la mañana. Tan pegados estaban el Huáscar y la Esme- El día después. Lo raro es que este después dure tanto y que sea tan dis-
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ralda que Prat se lanza al abordaje del buque peruano. tinto, dependiendo del mirador de cada país.
–¿Qué pasa con el comandante Prat? ¿Dónde lo Hay una versión de los vencidos: Grau, el Caballero de los Mares, el
ves? –grita hoy una voz por los altavoces del Huáscar, Huáscar que nos quitó Chile, la frontera que estaba más al sur, el enemigo
el buque-museo. es soberbio, expansionista, el resquemor.
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Decía que es bonito el Huáscar. Los chilenos lo Hay una versión de los vencedores. La historia es cíclica, se muer-
han cuidado bien, después de todo. El camarote del de la cola:
comandante hasta tiene la foto de Grau, «es un cabro –Mira cómo mato peruanos, papá, mira.
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*** minario, éstos los Grau, y éste de la izquierda es Miguel Grau Semi-
nario, ¿ves?».
Jura que es el sobrino bisnieto de Miguel Grau. Su –Ése no es nada de Grau –me había advertido un día antes, en su
máximo sueño, dice, es trabajar en el Huáscar, pararse oficina del Museo Naval del Perú, en el Callao, el contralmirante en retiro
en la cubierta del monitor todos los días y recibir visi- y director del museo, Fernando Casaretto.
tantes como si fuera el mismo Grau quien lo hiciera. Pero el sobrino bisnieto, o quién sabe qué, no ve por el ojo izquierdo.
–¿Te imaginas? –me dice, muy serio–, sólo yo Esa falla genética truncó, dice él, su «brillante futuro» en la Marina de
tengo la cara para hacerlo. Guerra del Perú. Germán Seminario sueña con trabajar en el Huáscar pero
El tipo es idéntico a Grau. Tiene el rostro abulta- hoy camina por el malecón de Miraflores, pasos cortos, mirada al frente,
do, la barba gruesa y tupida que sólo deja al descubier- «buenas noches, caballero», la espalda tan recta que parece que tuviera un
to el mentón circular, algo tosco, pasadísimo de moda. dolor muscular, y los transeúntes –«te juro que siempre es así, me ven y
Tiene una calva prominente, una nariz como estrellada me quieren»– se le acercan sin miedo, «buenas noches», «yo lo he visto en
en la pared, ojos claros, hasta una insospechada voz de televisión, mis respetos, señor», «caballero, cuánto gusto», le dan la mano,
niño que no hace juego con su cara de Grau, o sí: «voz una palmada en la espalda, lo señalan de lejos, «habla, Bolognesi», le gri-
de timbre femenino», decía un cronista que tenía el hé- tan, y es que los jóvenes de ahora, qué pena, no saben nada de los héroes de
roe del Perú, y este supuesto sobrino bisnieto lo copia antes. Ya nadie es tan valiente de morir por su país. Como el chileno Prat, o
también en un gabán azul oscuro que casi le llega a los como Grau, porque nadie puede aspirar a ser Grau, óyelo bien, o como ese
talones en esta noche helada, en Lima, frente al mar. otro héroe peruano, Francisco Bolognesi, «habla, Bolognesi», le gritan, y en
Al mar, aquí en el Perú, se le llama Mar de Grau. Chile, cuenta Germán Seminario, a él hasta lo han confundido con Prat.
–Yo podría ir al Huáscar como enviado del Perú Algunos libros de Historia, en el Perú, dicen que Arturo Prat jamás
–dice Germán Seminario, el sobrino bisnieto–, ya estu- saltó al abordaje del Huáscar, sino que cayó allí luego del espolonazo, y
ve tres veces allí y cuando me ven va mucha gente. que hasta gritó: «¡Viva el Perú!» en señal de rendición.
No es muy alto, Grau tampoco lo era. Algunos libros de Historia, en Chile, aseguran que Miguel Grau ha-
El sobrino bisnieto tiene cincuenta y tres años, una bía sido un traficante de chinos.
barba pintada de negro porque el tiempo no pasa en Todo puede ser verdad, todo es cuestión de matices y «cualquier
vano y «Grau murió joven, qué puedo hacer». Hoy ha versión oficial es dudosa», me había dicho, en Santiago, el historiador
llegado hasta el malecón con vista al mar en el distrito chileno Alfredo Jocelyn-Holt. Lo único cierto, en los libros de historia de
de Miraflores, que en el espejo retrovisor de la historia ambos países, es que hubo una guerra.
sólo puede ser la batalla de Miraflores, un 15 de enero Algunos libros de Historia, en el Perú, dicen que el Perú no deseaba
de 1881, Perú versus Chile. Ganó Chile. Luego moriría la guerra y que Chile la preparaba.
Grau, el Huáscar cambiaría de bandera, y «cuando per- Algunos libros de Historia, en Chile, dicen que el Perú y Bolivia se
dimos el Huáscar perdimos la guerra», me había dicho habían aliado para atacarlos.
el historiador peruano Joseph Dager, en su oficina azul –Creo que en cualquier situación de conflicto, incluso entre dos
de la Universidad Católica de Lima. personas, hay mucha razón y sinrazón de ambos lados –me dijo Alfredo
Perdimos el Huáscar, ganaron el mar, y des- Jocelyn-Holt.
pués avanzaron de sur a norte hasta Lima, veinte Es una mañana fría en Santiago y Jocelyn-Holt está sentado en su bi-
mil soldados chilenos, saqueos, violaciones, robos blioteca de estanterías blancas, una barba alargada, un cigarro Drum extin-
que Sergio Villalobos, ultranacionalista, dice que guiéndose en su mano derecha, una alfombra kilim y un busto de piedra.
nunca hubo, y ahora Germán Seminario, el sobrino –Los historiadores tienen que jugar un papel racionalizador –dice
bisnieto, carga un maletín negro lleno de papeles: él–. Tienen que escuchar los dos lados y tratar de encontrar un sentido.
recortes de prensa con su fotografía y titulares del Pero ésa es tarea de los historiadores. El intelectual es consciente de
tipo «Soy la reencarnación de Miguel Grau»; invi- que el pasado nos condena; el ciudadano de la calle, el hombre de a pie,
taciones a colegios en el Perú y en Chile, a ceremo- sólo vive el día y está donde le acomoda mejor. En las portadas de prensa,
nias de la Marina de Guerra del Perú, un diploma, por ejemplo, en la TV, en los políticos que amenazan con invadir el país
algunas cartas, y una hoja desteñida con el árbol de enfrente, en los símbolos, en internet, asolapado en la seguridad del
genealógico de su familia. Mira. «Éstos son los Se- anonimato, diciendo lo que le da la gana, lo que realmente piensa.
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Usted no cierre los ojos. Lea estos comentarios del miliar de Grau le gustaría instalarse en Talcahuano, ir directo al Huáscar,
ciberespacio, en voz alta, y no se tape los oídos: no le de «ese buque me llama», y desde allí iniciar su propia cruzada de valores.
la espalda a la realidad. –Los niños sienten que soy un clon de Grau y hay que aprovecharlo.
–Muerte a los rotos, bloquiemos la frontera… Toda guerra es absurda y decir eso es tan obvio como disfrazarse de
Chile es Caín. Grau. ¿Por qué fuimos a la guerra? ¿Por qué peleamos? ¿Por qué hay pe-
–A ya po’ a weonao, manda tu wea de submarino ruanos que odian a los chilenos? ¿Por qué hay chilenos que se sienten su-
para que la coloquemos al lado del Huáscar gil culiao. Y periores a los peruanos? ¿En verdad es así? ¿Tan longevas pueden ser las
otra cosa, la nana que tengo pa’ lo mandados en la casa consecuencias de una guerra? «Es que las guerras hacen mucho daño»,
seguramente es familiar tuyo. dice por fin, sobre la guerra, Germán Seminario, idéntico a Grau, «pero
–Los chilenos son cruce de payaso y prostituta. lo que hay que rescatar son los valores», continúa con su monólogo antes
–Chile devuélvenos el Huáscar. de cruzar una calle, «buenas noches, señor», un auto que se aproxima y él
–Viva Chile, ejército vencedor, jamás vencido. que se detiene para dejarlo pasar, la mano derecha dentro del gabán azul,
El sobrino bisnieto, o imitador de Grau, o lo que el auto que ahora se detiene y el chofer haciéndole una señal con la mano:
fuera, dice que no quiere hablar de la guerra. Que todo «Pase». El sobrino bisnieto me mira, como para que lo entienda de una
el mundo quiere hacerlo pero él no, que no le importa vez por todas: lo importante que son los héroes.

Decía que es bonito el Huáscar. Los chilenos lo


han cuidado bien, después de todo. El camarote del
comandante hasta tiene la foto de Grau. Sergio
Villalobos, Premio Nacional de Historia de Chile,
nacionalista al extremo, según cuentan, dice que «el
Huáscar es parte de la gloria nacional». La de Chile.

la guerra, dice, que nunca ha leído los foros en internet –¿Ves? –dice Germán Seminario, antes de desaparecer en la noche–.
pero que hasta su madre tiene algo que decirle sobre Ésos son los privilegios que uno tiene.
eso, «ten cuidado, no te vayan a matar los chilenos»,
muerta de miedo cuando él viaja a ese país para visitar ***
colegios, museos, el Huáscar, y siempre para hablar
de lo mismo. Es feriado en Chile. En Talcahuano decían que iba a llover, pero
–A mí lo que me gusta es hablar de los valores, no amaneció despejado. Pasa siempre.
de la guerra –dice Germán Seminario. Hoy, el puerto tiene la apariencia disipada de un domingo y el olor a
También dice que el gobierno del Perú debería buñuelo de una feria. Es lunes. Es 21 de mayo. Es el combate de Iquique, el
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pagarle un sueldo decente para trabajar en Chile –que Día de las Glorias Navales, le dicen aquí, y las calles han sido tomadas por
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lo apunte en mi libreta, por favor, que lo diga en el ar- ambulantes que ofrecen cualquier cosa: flores artificiales sin espinas, rato-
tículo– y huir por fin de su trabajo de oficina, sellando nes verdes de peluche, hombres araña montando patinetas, ande, llévelo, el
papeles en el Ministerio de Transportes, y huir de su Huáscar en miniatura.
casa sin desagüe –¿acaso a nadie le importan ya los hé- –Cuatro mil pesos –dice un vendedor sin dientes, señalando con los
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roes?–, y huir de los medios que lo tratan de loco, de ojos el barquito de plástico.
que quiere parecerse a Grau, «pero yo no quiero pare- El hombre sospecha que la venta es inminente. El cliente evalúa
cerme a Grau, yo me parezco». Luego, al supuesto fa- el producto, no sé, está algo dañado por estribor.
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–Me lo llevo al Perú, por si acaso. sacudiendo, felices, sus banderitas de Chile recién compradas. Talcahua-
–Oye, gallo, éste te lo llevai a donde quieras –me no es un puerto, una ciudad, una congeladora en el invierno y un teatro
dice–, pero el otro ya ni navega. importante para la Armada de Chile. A veces es el cementerio de algunos
El otro sólo puede ser uno. barcos. A veces sólo es el taller de mantenimiento.
El vendedor sonríe, con suerte le quedan tres mue- A veces es las dos cosas y entonces Talcahuano es el Huáscar y el
las, amablemente. Huáscar es, dicen aquí, un museo flotante para honrar a los héroes del
Al final de la calle, en las faldas del Cerro Perú y de Chile. No sé, quizá vine un mal día, otra vez.
Alegre, hay un estrado azul con hombres unifor- Hoy es feriado en todo el país y «en la corbeta Esmeralda brillaba la
mados: un militar envuelto en una capa gris me serenidad de don Arturo Prat», continúa el discurso del comandante. «Si
recuerda a Pinochet. el enemigo era superior, no importaba». «En medio del fragor del com-
Al lado del estrado azul va a empezar un desfile bate, el comandante salta al abordaje e inicia su inmortal viaje a la glo-
militar, pero antes, como suele pasar en las ceremonias ria». «Los chilenos celebramos el 21 de mayo, pues nos sentimos inter-
castrenses, alguien dará un discurso, porque «vale la pretados por las acciones de los hombres». Viva Chile. Aplausos. Empie-
pena hacer un alto en el camino y recordar qué es lo za el desfile militar. Siempre detesté la altanería de los desfiles militares,
que nos convoca», grita al micrófono el comandante de pero éste dura poco. Más aplausos. Banderitas al viento: los chilenos han
la Segunda Zona Naval. Presenten armas. Bayonetas. aprendido a celebrar su victoria conmemorando una derrota. En el Perú
Himno nacional. Hay mucha gente en los cerros, los sucede algo tibiamente parecido: se recuerda la derrota conmemorando
cerros son muy verdes y hay niños detrás de una valla las derrotas. Es extraño el porvenir de los héroes. Pero «ya va a empezar
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lo importante y vamos rápido al Huáscar», me dice la ble: lo que el Huáscar suele generar es mucho ruido. Chile, devuélvenos el
encargada de prensa de la Segunda Zona Naval. Huáscar, dicen los foros en internet, los nacionalistas acalorados, «es un
–¿Y si le digo que Chile devuelva el Huáscar? –le trofeo de guerra», dicen, «es un símbolo de su soberbia», «es un buque
había preguntado al edecán de Pinochet–. ¿Sería un peruano». Se pide la devolución del Huáscar con la misma obstinación
gesto importante? con la que nos acercamos a una sección de «objetos perdidos». Allí murió
–Es impensable –contestó con la rapidez de una Grau, y la devolución del Huáscar sería, dicen algunos, «un imperativo
metralleta–, allí murió Prat. moral», una forma de curar heridas. Chile, devuélvenos el Huáscar. De-
El Huáscar ya no puede navegar. Sólo flota, como vuélvenos los libros de la Biblioteca Nacional del Perú, fruto de saqueos
una maderita. Hoy han maquillado al Huáscar, lo han e incendios, dicen, y los leones de la avenida Providencia, en Santiago,
dejado más lindo, con banderas de colores que van de que también son peruanos, y la Pila de Ganso, esa estatua de la alame-
la proa a la popa, como en la carpa de un circo, porque da Bernardo O’Higgins, y los adornos del cerro Santa Lucía, y muchos
«cada país tiene derecho a hacer su circo». Ahora sale monumentos de Valparaíso, devuélvenos, etcétera. La guerra con Chile
un sol estridente, inesperado pero frío, el clima perfecto nos mató. «Se llevaron cuanto hay –dijo Francisco Miró Quesada en El
para conversar sobre el clima cuando otro periodista te Comercio de Lima–. El paseo Colón estaba lleno de leones, se los lleva-
pregunta: «¿Y qué hace un peruano aquí?». La balsa ron. Fue terrible». Pero siempre hay dos versiones, ya se sabe, y a mí me
de madera se aproxima al buque y aparecen unas es- toca ser imparcial: en el Huáscar murió Prat, su monolito de bronce, el
calinatas para subir. «Huáscar», dice en un cartel: los combate de Iquique, y la corneta que toca silencio, en este instante, en
símbolos tienden a ser redundantes. homenaje a todo eso.
Sobre el puente de mando –que no es el original– –Yo no se lo devolvería a nadie –me había dicho el ex publicista
todo resulta más claro: el mundo siempre se ve mejor chileno Jorge Figueroa–, el Huáscar es un barco maravilloso, elegante,
desde arriba. El piso de madera vieja, la torre giratoria finísimo, no es un trofeo de guerra sino un santuario.
con orificios parchados e inscripciones que dicen, por Hay chilenos que pensaron distinto. Era 1968 y al senador Tomás
ejemplo, «Rasmilladuras causadas por fragmentos de Pablo Elorza se le ocurrió decir que su país, Chile, en un gesto de herman-
granadas», o «Perforación de la coraza. Angamos, 8-X- dad debería devolver el Huáscar al Perú. Indignación. Cómo se le pudo
1879», justo del día en que murió Miguel Grau y aquí hay ocurrir eso. Pablo Elorza sí se hundió, políticamente, y El senador que
un monolito de bronce en honor a Miguel Grau. Más allá, quiso devolver el Huáscar fue su largo sobrenombre desde ese momento.
una placa dice: «Han rodado en mis entrañas minutos «No lo eligieron nunca más nunca», me dijo en Viña del Mar el edecán
eternos de eterno heroísmo». Hay un par de salvavidas de Pinochet. El psicólogo chileno Jaime Collyer escribe en una página de
con las palabras «Huáscar» y «Chile» estampadas una opinión del diario Últimas Noticias, de Chile: «Esa reliquia oxidada a ras
sobre otra. Hay una campana que dice «Huáscar». Hay de agua, proveniente de una contienda infame con nuestros vecinos». Un
tres banderas de Chile y anotaciones por todos lados que doctor en derecho, de Chile, pide devolver el Huáscar y reemplazar el 21
dicen «Armada de Chile». A mí no me parece mucho un de mayo «por su carácter militarista y triunfalista», y el escritor chile-
museo, con Grau y todo, es como pelear para arranchar no Pablo Huneeus escribe en un libro: «Hace muchas décadas que [el
una cartera y honrar, con el tiempo, a la mujer perjudi- Huáscar] se encuentra inactivo en Talcahuano, cumpliendo funciones de
cada. Pero quién soy yo para hablar de eso; mi posición reliquia [...]. Visitarlo es una decepción. Luego de los trámites y controles
es parcial y un periodista debe mantener la imparciali- propios del ingreso a una Base Naval, uno se encuentra ante un pontón de
dad, ser objetivo. Hay otro monolito que indica el punto fierro, sin la gracia de los veleros antiguos». Existe un Comité Chileno por
exacto donde Arturo Prat recibió el disparo en la frente la Devolución del Huáscar al Perú, y todo bien, salvo que estos ejemplos
y justo adelante están paradas las autoridades de Talca- son aislados, peticiones imposibles, manotazos de ahogado.
huano, que han empezado a colocar ofrendas florales. –Los peruanos consideran al Huáscar como peruano –me dijo el
–Corneta, toque silencio –grita alguien, y un ma- nacionalistísimo Sergio Villalobos–, pero también fue chileno y es parte
rinero aprieta los ojos, se lleva una corneta a la boca y la de nuestra gloria nacional.
hace sonar en toda la bahía. El Huáscar, incluso, peleó en la guerra contra el Perú, a favor de Chi-
No entiendo bien cómo es eso de tocar silencio, le. Fue peruano quince años. Angamos, 8-X-1879. Granadas, disparos,
pero ahora no se escucha nada, salvo el ruido destem- cañonazos, muere Grau, se crea un héroe, cadáveres y cuerpos mutila-
plado de la corneta. Es una quietud extraña, improba- dos por todas partes, y los sobrevivientes del Huáscar quisieron hundirlo
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Al final, lo más devastador de una guerra son las


esquirlas que deja. El día después. Lo raro es que este
después dure tanto y que sea tan distinto, dependiendo del
mirador de cada país. Se crean héroes, se inventan historias,
se veneran símbolos como si el amor a la patria fuese una
religión: el Huáscar es, entonces, un convento.

antes de que lo tome el enemigo. No pudieron, obvio, Chile, devuélvenos el Huáscar. Es la única verdad.
el Huáscar está aquí, en Talcahuano, ciento veintiocho A veces los complejos de la historia son inmensos y hasta Alan Gar-
años después porque los chilenos llegaron a tiempo. cía, el presidente del Perú, ha dicho que no descarta que la repatriación
–Corneta, toque romper el fuego –grita alguien, del Huáscar pueda darse «en algún momento». ¿Qué hubiese pasado si
y el mismo marinero de antes hace sonar la corneta en el Perú ganaba la guerra? La improbabilidad de cambiar ese pasado hace
toda la bahía. que pensemos en otra cosa, «y yo siempre le digo a mis alumnos –dice el
Se escucha un disparo. Luego otro, y otro. chileno Joselyn-Holt– que de llegar a tener una guerra, las probabilida-
–¿Por qué los disparos? –le pregunto a un mari- des son de casi noventa por ciento que será con el Perú».
nero que tengo al lado. –En el nombre del padre, del hijo... –un sacerdote termina la ce-
Nadie habla, hay una inmovilidad absoluta, hay remonia en el Huáscar y dice que Jesucristo, El Señor de los Mares, le
un minuto de silencio y mi pregunta suena como un otorgue a Prat «el descanso eterno».
lunar en la cara. Ahora el monolito a Prat está lleno de flores, muy colorido, así es
–Es el momento en que murió Prat –me dice, in- todos los años, luego nos piden abandonar el buque porque le toca in-
cómodo, el marinero. gresar a la gente, al ciudadano de la calle que hace fila, afuera, desde muy
Semanas después, el historiador peruano Joseph temprano. A la gente le gustan estas cosas, por suerte no llueve, está lindo
Dager, camisa verde, en su oficina azul de la Universi- el clima. Otros años han tenido que suspender la ceremonia en el Huás-
dad Católica de Lima, un estante con unos cuantos li- car y hacer el desfile militar bajo techo, sólo con invitados oficiales, «da
bros, Qué es la historia, dice un título, asegura que no pena», dice la encargada de prensa de la Segunda Zona Naval, «esto es
tiene mucho sentido que el Perú pida la devolución del importante para ellos». Un sargento a cargo del Huáscar me invita a un
Huáscar. «Fue importante para el Perú y hoy es un mu- último recorrido antes de bajar. Estoy mareado y me duele la cabeza, el
seo en Chile que para mi gusto es un poco destempla- Huáscar flota por sí solo y se mueve de un lado a otro así sea impercep-
do, descomedido. Podría ser un poco menos pedante en tible. Vamos. Aquí estaban las calderas que ya no existen, estos son los
recrear el triunfo». Claro, luego Dager se da cuenta de cañones que no son los originales, éste el puente de mando que tampoco,
que puede estar hablando desde la derrota (yo también). esta capillita antes no existía, y abajo se le ha dado más peso al buque para
«Para ellos es una forma de crear identidad», da el tiro que no se dé vuelta. Pero flota solo.
de gracia. Un ejército jamás vencido y un buque para –¿Puede navegar?
demostrarlo. ¿Qué hubiese pasado si el Perú ganaba esa –No –intuye la trayectoria de mi duda, la esquiva, se defiende–: cuando
guerra? ¿Acaso no sería todo al revés? Los chilenos or- se lleva a mantenimiento, cada tres años, se necesitan dos remolcadoras.
ganizan una lectura de poesía a bordo del Huáscar entre Es un buque viejo, el Huáscar. Collyer, el psicólogo chileno, ha-
poetas de ambos países, marzo, 2007, y Rocío Silva San- bló de «esa reliquia oxidada a ras de agua» y luego propuso que una
tisteban, poetisa peruana, no quiso ir por tratarse de «un comisión de los dos países «vaya un día a pararse en el muelle y hun-
espacio simbólicamente denso –opinó–, un lugar donde da, de común acuerdo, el Huáscar». Adiós al Huáscar, sí. O mejor:
la herida de nuestra nación sigue palpitando». que se remolque hasta la frontera de los dos países, que la Armada
–Es indigno pedir el Huáscar –me diría también de Chile y la Marina de Guerra del Perú le rindan honores, Grau,
el contralmirante Fernando Casaretto, en su oficina del Prat, la importancia de los símbolos, que una corneta toque silencio,
Museo Naval–. Es un trofeo de guerra que ellos gana- que no se escuche nada salvo eso y el ruido de una nave atravesando
ron, yo no lo podría aceptar, tendría que hundirlo. el agua, por fin, adiós al Huáscar, lentamente, que la corneta toque
Pero son casos aislados, las mismas peticiones im- romper el fuego.
posibles desde el otro bando. Que se escuche un disparo y que sea el último.

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