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Carlos Maza
El patrón se siente muy contento al decir “esto es el capitalismo”. Para él es una
frase liberadora, no tanto por su contundencia ante los empleados sino por el
remordimientos, después de una vida ambiguamente dedicada a la democracia
estrecharse con falsas promesas de oposición democrática en países ajenos, y con
una pesada herencia: la de haber sido un universitario, joven historiador en los
años sesenta.
sociología norteamericana, la historia como la escriben los ingleses, la envidia
todo eso que hacía de la palabra capitalismo más que un tabú, un resentimiento
ambivalente, deja de ejercer su presión al momento de plasmar el regaño a sus
muchachos por no saber oler el dinero.
Gordo, de apariencia mucho mayor que los años contados, con ese
interesante renguear que transmite desde sospechas de ernia hasta admiración
por el improbable héroe de guerra, de pelo cano y hablar en sonrisa eterna (esa
sonrisa tan culpable de los malentendidos), su rostro rubicundo alcanza por fin
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produciendo dinero. Así que de aquí en adelante van a estar vigilados... ¿En qué
admiración se los pone su imaginación a la frase, pues esta sale como todo de su
boca, monotonía del inglés estadounidense, ausencia de expresión, masticación
del lenguaje. Esto es clientes y capitalismo.
Los días siguientes los pasa el gringo pidiendo como siempre nuevos
perfiles de empresas que pueden ser esos clientes; se siente bien ejerciendo el
control, un placer proporcional al peso que ha dejado después de entender que
había que creer en el capitalismo, que había que dejarse caer en él.
El gringo es un Doctor —alcanzó esos honores en alguna universidad del
organización gringa del conocimiento a la que van a dar los filósofos que quieren
Algo ha sucedido en él a partir de la pronunciación de la frase mística Esto es el
capitalismo. Perdió con ella, con su peso, la altura de los Doctores, que tendrían
que estar más allá de una declaración como esa. Cayó de bruces en el sillón del
capitalista, del businessman, del grotesco organizador de la propia riqueza.
Sin embargo, hay algo en él que no le da al clavo, una especie de desfase
psicocultural. El momento y la forma en la que inicia su empresa, las búsquedas,
el modo en que las organiza, la distribución de prestigios, promesas y salarios;
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algo anda mal en sus ideas. Él ha redescubierto su derecho de mando en función
de una nueva luz, que le da seguridad aunque le quita brillo.
después del equipo que ha formado y capitalizar sus esfuerzos ya sin ellos. Los
conservará un par de meses; documentará su ineptitud hasta el cansancio, hasta
conseguir las pruebas que su capitalismo reclama para materializarse, y después
los despedirá para seguir adelante con lo que los chicos han desarrollado, sin
hacerlos partícipes del anhelado profit.
Esto, esto es el capitalismo.