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TRADICIÓN Y

VANGUARDIA
EN LA POESÍA DE MIGUEL

HERNÁNDEZ

Trabajo realizado por:


Aitor Garcés Manzanera
2º Bachillerato B2DF
Profesora: Doña Julia Muñoz Ripoll
TRADICIÓN Y VANGUARDIA
EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ

Miguel Hernández era originario de Orihuela, de una familia dedicada a la actividad pastoril. En
su etapa de aprendizaje comenzó a leer y a absorber todo lo que pudo de las lecturas clásicas
como son Garcilaso, Fray Luis, Quevedo, sin olvidar a Góngora, Machado y Gabriel Miró. A
través de dichas influencias, Miguel Hernández consiguió desarrollar su propio estilo que poco
a poco fue definiendo con el tiempo, es decir, su propia voz poética que combinó
espectacularmente a través de todo lo que recibía de manera oral – la tradición popular – así
como de las influencias de sus contemporáneos y un repizco de un vanguardismo que dio a su
poesía un toque un tanto especial que, en muchas ocasiones, se acercaba al surrealismo (cómo
es el caso de Viento del Pueblo). Podemos decir que en la obra de Miguel Hernández confluyen
lo clásico y lo moderno, lo tradicional y lo renovador, por ello, no podemos definir a Miguel
Hernández con un solo género porque fue cambiando su estilo conforme el tiempo pasaba.

De tal manera que se pueda ver de una forma más clara su poesía y por lo tanto, su vida e
influencias y labor como poeta, es necesario distinguir una serie de etapas:

1. El aprendiz de poeta: sus primeros esfuerzos.

Miguel Hernández nace el 30 de Octubre de 1910 en Orihuela, comenzando una etapa que se
extendería hasta 1930 aproximadamente en la que veremos sus esfuerzos por convertirse en
poeta. Miguel Hernández se nutre de lecturas que más tarde le servirán de ejemplo para
advertir su formación poética, acostumbrando su oído a la poesía octosílaba romanceada (con
Virgilio, Garcilaso, Góngora…). No sólo de lecturas clásicas se nutre, sino también de las
personas con las que un trato más cercano tiene, es el caso de Gabriel Miró y, sin lugar a dudas,
de Ramon Sijé, quién será uno de los que le dará el empuje para crecer como poeta, haciendo
el papel de orientador del joven, ya que le influyó, sobre todo, en el amor por los clásicos.

Hernández comienza a escribir sus primeros poemas, la mayoría de arte menor. Sigue
utilizando entonces las formas tradicionales de la poesía popular – romancillos, endechos,
romances… -. Los temas principales de sus poesías en esta etapa se centraron en el paisaje
oriolano, prestando vocabulario pastoril debido a la influencia de su vida de pastor, a través de
dicho vocabulario el joven poeta tiende a la creación léxica1. A este periodo pertenecen sus

1
Con su creación léxica (propia de su etapa adolescente) tiene a crear formas verbales derivadas de un
adjetivo: “astro que tremulece”; a adjetivar un nombre propio: “la noche baltasara”. Esta habilidad le
llevará tempranamente al gongorismo.
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Poemas Sueltos I, caracterizados por una amplia variedad métrica. Un ejemplo muy
tradicionalista es “En mi barraquica”, dónde encontramos textos con rasgos fónicos del
panocho. También “Pastoril” es un buen ejemplo, en el que podemos ver una gran alusión a la
mitología2, así como ambientes orientales3, resultado de su gusto por el romanticismo y
modernismo.

2. Miguel Hernández en el camino hacia la modernidad y la vanguardia.

El joven Miguel Hernández viaja en 1931 a Madrid con la esperanza de que su trabajo poético
sea reconocido, la labor poética de “un pastor un poquito poeta” como él mismo se definía. Su
llegada a Madrid coincide cuando la Generación del 27 está en su máximo apogeo, pero debe
volver por problemas económicos. Éste viaje fue el que le hizo pensar en la renovación de sus
ideas literarias. Se siente atraído por los movimientos vanguardistas, con el objetivo claro de
poder modernizar su técnica, lenguaje y estilo. Este acercamiento a la vanguardia se fue
acentuando más todavía con la conmemoración del tricentenario de la muerte de Góngora en
1927. Comienza a tomar contacto con la poesía de Alberti, Gerardo Diego, o, Jorge Guillén,
quién influyó en el de manera decisiva y en el concepto de poesía pura. Tanto este último
como Paul Valéry le sirvieron de modelo.

En este periodo, y con tantas influencias modernistas, se aventura en una nueva poesía
hermética, con un cierto influjo culterano. Se caracterizaba sobre todo por su uso de octavas
reales y el gusto por la metáfora, como es de ver en su obra “Perito en Lunas”4.

De García Lorca recibió la influencia de hablar sobre la luna de su “Romancero Gitano”. Con
“Perito en Lunas” aparece el neogongorismo, lleno de acertijos poéticos – semejantes a las
greguerías de Gómez de la Serna – así como hipérbaton, anáforas y elipsis. En él se advierte la

2
Muestra de ello la tenemos en el cuarto verso de la primera estrofa: “llora Leda la pastora”. Leda es
una de las doncellas seducidas por Zeus.
3
“Junto al río transparente
que la noche va sombreando
y riza el aura de Oriente
sigue la infeliz llorando”
Como podemos observar, quiere hacernos ver que Oriente está presente, cercano.
4
En el poema “Huevo”, el autor sabe hacer de un elemento tan cotidiano como es el huevo un trabajo
poético que se eleva hasta cimas insospechadas gracias al continuo uso que Miguel Hernández hace de
las metáforas y otros elementos. Esto lo podemos observar en prácticamente todo el poema, pero solo
mencionaré el tercer verso:
“otra redonda noche: luna clara,”
Después de haber sido fecundada la gallina, cuyo huevo “luna clara” está destinado a la sartén “redonda
noche”, metáfora que podemos fácilmente justificar por la forma redonda de la sartén y porque es
oscura. El huevo, por lo tanto, es visto como la “luna clara” ya que es redondo y blanco por el exterior.
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impronta también de ese vanguardismo caduco que Hernández descubre en esos años y que
enriquece el hermetismo de sus composiciones. Aparecen cosas de la vida real, fruto de su
apertura a contemplar todo a su alrededor dejando un poco aparte su mundo propio, personal
e interior. Buen ejemplo de esto lo podemos ver en el poema la “Palmera” en donde aparece
una metáfora surrealista, ya que, la imagen visual de una palmera se asemeja a una columna
que, cuando empieza por la espuela, acaba con sus hojas abiertas. Por su altura, parece
entonces como si quisiese colgarle a la luna un tirabuzón. Otra metáfora similar la tenemos la
misma estrofa, en el verso que dice: /el camello más alto de canela/; Aludiendo sin duda a la
joroba del camello.

3. El encuentro del amor: El rayo que no cesa.

Con el advenimiento del amor, Miguel Hernández hace un uso del mismo como una fuente de
poesía, recibiendo influencias de Quevedo y de Garcilaso, así como la adquisición de la forma
estrófica de su soneto. También recibe claras influencias de Pablo Neruda y Vicente Aleixandre,
a los que debe la adopción de las técnicas de la segunda vanguardia, en especial del
surrealismo y que podemos ver claramente en “Un carnívoro cuchillo” – que es una cuarteta,
por lo que se demuestra la variedad de Miguel Hernández en cuanto al uso de diversas formas
métricas – o los homenajes que dedicó a algunos autores como a Garcilaso con “Égloga” o en
“El ahogado del Tajo” para Bécquer.

El advenimiento del amor será para él como un “desgarrón afectivo”, de pasión cegadora y
fulminante como la del rayo que da nombre a su obra, el Rayo que no cesa, en la que
encontramos también la presencia de símbolos como el cuchillo, el fuego o el toro. En este
poemario, siguiendo la estela de Neruda y Vicente Aleixandre, acoge en su poesía el concepto
de “poesía impura”. Funde su concepción poética con la tradición, dando lugar a la
introducción de la métrica clásica (con el soneto quevedesco) y adecuando el modelo del
cancionero de la tradición del “amor cortés” petrarquista a este “Rayo que no cesa”. Su
experiencia amorosa se puede dividir en tres temas principales: la queja dolorida, el desdén de
la amada y el amor como muerte. La herida del amor hace que el poemario se vuelva de una
manera trágica la cual emana de la vivencia amorosa como una fatal tortura – clara influencia
del modelo clásico del “doloroso sentir” del lamento garcilasiano”.

En el poema, el amor es una especie de rayo que habita en el poeta, llenando su corazón de
“exasperadas fieras y de fraguas coléricas”, que más tarde se volverá contra él mismo. Éste
amor, alimentado del fuego que desprende la amada, se va acrecentando cada vez más y junto
con él el deseo, que podemos ver en su apetencia por su compañía. Cuando el autor habla de

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la ausencia de la misma, dice sentir morir, sumiéndose en un naufragio del que solo podrá
salvarse por su amor o, por su voz. La pena también ocupa un importante punto en el poema,
pero ésta pena no viene de su distanciamiento con Josefina, sino que la inspiradora de esta
pena es otra mujer, María Cegarra, el amor idílico5.A última hora añade “Elegía”, dedicado a
Ramón Sijé tras su súbita muerte; Está compuesta en tercetos encadenados, insertándose en
la tradición literaria de las elegías fúnebres. El estilo que utiliza es similar al de los sonetos,
como demuestra con la presencia de recursos comunes, tales como la anáfora, paralelismo o la
similicadencia.

4. El neopopularismo en una poesía revolucionaria.

El estallido de la guerra civil da un cambio radical a la poesía de Miguel Hernández, pasando de


una poesía neorromanticista a una poesía que está centrada principalmente para el pueblo. La
producción bélica del mismo la podemos ver reflejada en dos obras: Viento del pueblo y El
hombre acecha.

En la primera obra podemos ver claramente un escritor muy arraigado al pueblo, mostrando
cuales son las inquietudes del pueblo con una destacada tonalidad épico-lírica junto a una
poesía belicosa, surrealista y revolucionaria. Miguel Hernández considera a la poesía como la
esencia del pueblo, con destino en el mismo. En la dedicatoria hecha a Vicente Aleixandre en
el libro lo pone de manifiesto:

“Aquel que se atreve a manchar esas manos, aquellos que se atreven a deshonrar esa sangre,
son los traidores asesinos del pueblo y la poesía, y nadie los lavará: en su misma suciedad
quedarán cegados.”

Llega el momento del poeta soldado, del esposo soldado que pasa de crear poesía dedicada a
la amada, con elementos de la naturaleza, del paisaje y de su entorno a una poesía llena de
imágenes plenas de dureza, cambiando esos elementos naturales por los metálicos, es decir,
en armas. La guerra hace pues, que los claveles se transformen en disparos.

A partir de ahora es cuando la poesía impura de Pablo Neruda y Vicente Aleixandre comienza a
adquirir su corporeidad y arriban las imágenes surrealistas, llenándolas de una irrealidad y
unos elementos en los que se puede percibir un cierto optimismo. Así pues, sólo de esta
manera podrá conseguirse que triunfen los vientos del pueblo, unos vientos de libertad que

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Tal como se refleja en su poema “Yo sé que ver y oír a un triste enfada”, en el que el tema constante
del soneto es la pena con tintes de resignación, sufrimiento y una agonía que siempre se encuentra
presente, prometiendo apoderarse de la amada, a pesar de lo mucho que le cuesta y duele, haciendo
voto de amarla hasta la muerte.
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están representados por sus habitantes. Estos habitantes son campesinos, obreros, es decir,
luchadores que son simbólicamente representados por leones, toros o águilas. Al mismo
tiempo, Miguel Hernández realiza la introducción de unos nuevos estilos métricos, dando paso
a la silva, la décima, la cuarteta, el soneto alejandrino, los romances o los serventesios de pie
quebrado. Es de destacar, por mi parte, la “canción del esposo soldado” en la que trata por
todos los medios de sembrar una nueva vida, en medio de la destrucción, el caos y la muerte.
También otro poema importante de este libro sería “el niño yuntero”, en el que se describe el
destino trágico de ese niño. Es un poema marcado por la tristeza, dolor y la injusticia, abriendo
más tarde una puerta de esperanza. Después, el tono vigoroso, entusiasta y combativo de
Viento del pueblo se atempera en El hombre acecha ante la realidad brutal del curso de la
guerra: comienza la introspección pesimista. Ahora, el verso de arte menor y la rima asonante
romanceril dejan espacio al empleo del endecasílabo y el alejandrino y las distribuciones sobre
rima consonante. El hombre acecha es un poema resultado de una visión desalentada y trágica
de la vida y muerte, la cual se aproxima sin sentido, con violencia y crueldad y odio, todo esto
configura los 19 poemas de este libro. El tono general del libro es pesimista y negativo porque
el poeta ha podido comprobar que “el hombre es un lobo para el hombre”. Hernández
introduce las cárceles como una especie de fauces abiertas a sanar su apetito en busca de
hombres, así como los trenes que circulan llenos de sangre al mismo tiempo que siembran
rastros de amargura. En última instancia, con su “Canción última”, Miguel Hernández intenta
expresar su deseo y esperanza de que algún día vea su casa sin llanto, sin dolor y con las
necesidades y el amor satisfecho. Es detenido y llevado a la prisión con el que comenzara un
periplo carcelario que transcurrirá hasta su muerte.

5. Últimos momentos de su vida: transcurso carcelario y muerte. (1939-1942)

Miguel Hernández entregó durante estas fechas su última obra, “Cancionero y romancero de
ausencias”, a su esposa. Éste último libro no es sino un intenso diario íntimo de un tiempo de
desgracias, la oscura desolación del poeta que quiere componer un canto desnudo y un cuento
emocionado de una vida “herida” de muerte. Hernández completa el profundo proceso de
intimización que venía experimentando su poesía desde “El Hombre acecha”, correlato del
proceso de esencialización y de desnudez poética a la que llega el Cancionero. El libro está
compuesto por 79 poemas en los que recoge, como ya hemos dicho, de una forma muy
intimista, episodios de su vida, tales como la pérdida mortal de su primer hijo o la inaudita
venida del segundo, así como la dura separación con su amada o los momentos finales de la
guerra. Ahora, en esta afligida etapa final, Miguel Hernández alcanza su madurez poética, su
metáfora es cada vez más perfecta y expresiva, con su toque surrealista, prescindiendo así de

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lo que no es esencial. Es una poesía que busca la verdad humana, vacía de todo artificio. Esta
vez crea su poesía haciendo unos poemas cada vez más breves y de cortos versos, con metros
que son más tradicionales, es decir, en forma de canciones, romancillos, romances y coplas6.

Este “Cancionero y romancero de ausencias” está repleto de referencias al ámbito familiar,


que podemos ver en sus constantes menciones: “los besos a la mujer amada”;”la ausencia”;”la
distancia” – en estas tres anteriores podemos ver las tres famosas heridas - “la muerte de su
primer hijo”; “la cárcel”; “el hambre”; “el vientre de la amada”; Símbolos como el olivo7, la
higuera, el mar o la tierra cobran especial protagonismo. Es un libro en el que claramente se
pueden ver sus raíces personales, su búsqueda interior en la que olvida toda influencia
recibida con anterioridad. Es una búsqueda en su interior, que podemos ver con toda claridad
en el poema “A mi hijo”8 en el que el padre establece un emotivo monólogo ante el cadáver de
su hijo, mencionando que su hijo ha muerto mirando cara a cara a la muerte, con los ojos
abiertos, como un valiente. A pesar del pozo en el que Miguel Hernández se hunde, poco
después despierta y centra sus esfuerzos hacia su esposa, intentando avivarla, ya que hay otro
hijo que aún ve la luz de la alborada – en 1939 nace su segundo hijo, Manuel Miguel - pero
para ella su vientre es semejante a una estéril noche desolada.

Sin embargo, para quien no queda luz es para el propio Miguel Hernández, que después de
nacer su segundo hijo, es devuelto a prisión en 1940 hasta su muerte en la enfermería de la
prisión alicantina. Muere joven, con 31 años y dejando tras él una larga carrera en la que luchó
por intentar convertirse en alguien considerado algo más que un “pastor un poquito poeta”.

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Poesía en la que son muy frecuentes los paralelismos, correlaciones, las similicadencias y las
reduplicaciones, así como los versos en forma de estribillo, predominando la rima asonante que nos
recuerda a García Lorca, con una inspiración neopopular.
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Lo podemos ver en los dos siguientes fragmentos del poema “El último rincón”, dónde el autor se
suma en un pozo negro de soledad e injusticias, muriendo sin libertad y sangrando de amor.
“Por el olivo lo quiero,
lo persigo por la calle […]”
“Los olivos moribundos
florecen en todo el aire
y los muchachos se quedan
cercanos y agonizantes”
8
Miguel Hernández tiene un vínculo muy grande con su hijo a pesar de su corta edad, en los siguientes
fragmentos de éste poema podemos ver las referencias a la muerte de su hijo y a su corta etapa de vida:
“Desde que tú eres muerto no alientan las mañanas,
al fuego arrebatadas de tus ojos solares […]”
“Diez meses en la luz, redondeando el cielo,
sol muerto, anochecido, sepultado, eclipsado”
Miguel Hernández habla de que el sol, durante los diez meses en los que Manuel Ramón – su hijo – vivió
relució esplendoroso y radiante, pero que desde que ha muerto su hermosura se ha perdido y ahora
parece un sol muerto y eclipsado. Esto es fruto de la impresión que Hernández tuvo el día del entierro
de su hijo, que fue un día sin sol.
TRADICIÓN Y VANGUARDIA EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ 7
COMENTARIO LITERARIO DE TEXTO DE “CANCIÓN ÚLTIMA”- EL HOMBRE ACECHA (1939)

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto


adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos


sobre las almohadas.

Y en torno de los cuerpos


elevará la sábana
su inmensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.

El poema ante el que nos encontramos es de Miguel Hernández, quien ha sido comúnmente
situado en la Generación de poetas del 27 por su estrecha relación con autores tales como
García Lorca, Pablo Neruda y otros, aunque por lo general se le integra en la Generación del 36
por la gran influencia que tuvo en su poesía y en su persona la Guerra Civil.

“Canción Última” es el último poema de su libro “El hombre acecha”, que está formado por 19
poemas, teniendo el más corto de ellos 14 versos y el más largo 144, sumando en total 994
versos. El tono del libro es más bien pesimista, resultado de la visión trágica y desalentada de
la vida que tiene Miguel Hernández. La misma visión tiene de la muerte, una muerte que se
acerca con violencia y sin sentido, cruel y con odio. En concreto, “Canción última” nos habla de
ese repizco de esperanza que todavía le queda al poeta osadamente después de los sucesos de
la guerra.

El poema está dividido en 3 partes: en la primera – que va de los versos 1-4 – nos introduce su
desgracia, comunicando que a pesar de la guerra, su “casa” tiene todavía algo de esperanza,
aun habiendo un gran pesimismo; en la segunda parte – de los versos 5 a 14 – Miguel
Hernández nos transmite de manera un tanto lírica su esperanza de que todo volverá a su
calma, permitiendo esto abastecerse de los alimentos y las pasiones necesarias; en la tercera
parte y última el poeta nos cuenta que a través de todo esto finalmente el odio y la violencia

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se irán, diciendo con súplica en su último verso que al menos se le deje la esperanza, como
medio para poder recuperarse de todo el daño que ha llevado acumulado.

En cuanto a la métrica, el poema está formado por 18 versos. Todos son de arte menor,
heptasílabos y de rima asonante (el esquema métrico es –a-a-a). Es un romance corto de tipo
lírico.

Con respecto al análisis profundo de la forma del poema, podemos destacar que nos habla en
tercera persona, incluyéndose él mismo de una manera explícita, tan sólo utilizando la primera
persona en el último verso: /Dejadme la esperanza/. Nos habla pues, de su casa y el amor en la
mayor parte del poema, lo que se puede interpretar de diferentes maneras. La primera es,
desde mi punto de vista, que el autor deja ver la gran importancia que tiene para él el hecho
de tener un hogar, y sobre todo, el amor que tiene por la familia y a la esposa, ya que por
aquél entonces su primer hijo ya había fallecido, dejando en él un vacío que pronto se vio
sufragado por el nacimiento de su segundo hijo. La segunda interpretación es la relacionada
con la guerra, nos habla de que quiere que su “casa” vuelva del “llanto”, a su casa, no vacía
pero pintada, pintada con las lágrimas de todos aquellos que han sufrido la guerra y con el
deseo de sus pasiones. Con “llanto” el poeta se refiere a la guerra y esta “casa”, es España, una
España sumida en la post-guerra, que intentaba sacar fuerzas de donde las hubiese para poder
levantarse y continuar. En la primera estrofa encontramos numerosos recursos estilísticos, el
segundo verso: /pintada está mi casa/ es un hipérbaton por el orden sintáctico de los
elementos; Encontramos en el tercer y cuarto verso un cromatismo, dándole al color una
calidad moral y humana, personificándolo. Cuando dice “del color de las grandes pasiones y
desgracias” encontramos, a mi parecer, una sinestesia, ya que el poeta nos habla de un color –
percibido por el sentido de la vista – de las “pasiones y desgracias” que son percibidas de
manera diferente, son sentimientos que no se pueden apreciar por los sentidos. En la segunda
estrofa, podemos ver que Miguel Hernández ha personificado a la “casa” diciendo: /regresará
del llanto/ adonde fue llevada/, se produce una vivificación, ya que dota a la “casa”, a su alma,
a la España de la post-guerra, de regresar del llanto, de la guerra para volver a la felicidad, a la
calma y a la tranquilidad. En los versos 7-8: /con su desierta mesa,/con su ruinosa cama/
Encontramos una anáfora, ya que la estructura sintáctica es prácticamente la misma. En la
tercera estrofa podemos ver la pasión profunda del poeta por el amor, la añoranza de la
esposa. En el verso 9 hay un hipérbaton: /Florecerán los besos/. Miguel Hernández personifica
a los besos como rosas que florecen. En los versos que continúan, en la cuarta estrofa, vemos
en el verso 13: /su intensa enredadera/ una metáfora, aludiendo a que “la sábana” cuando nos
movemos en la cama se enrosca y dobla. En los versos 15-16 vemos una personificación: /el
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odio se amortigua/ detrás de la ventana/, como consecuencia de la actividad y de la pasión
que hay en la casa – o en el alma del poeta – el odio termina por difuminarse e irse, dejando el
paso a la esperanza en su plenitud. El último verso: /Dejadme la esperanza/ es una epifonema
que nos resume de manera breve en una oración el argumento, es decir, la pequeña esperanza
que todavía le queda al poeta en el futuro después de la guerra. Como punto interesante a
destacar, es visible el uso del futuro en el poema, lo que claramente ve la relación del autor
por ver un futuro mejor.

En conclusión, Miguel Hernández vivió una vida cargada de experiencias en muchas ocasiones
injustas para él. Como se puede ver en casi todos los poemas, tenía una visión pesimista de la
vida, del amor y de casi todo en general, aunque dicho hecho no se vea reflejado en la poesía
recién analizada. No hay pues, en este poema y en el libro que lo engloba ni una sola metáfora
que no tenga brote en la entraña viva del hombre. La poesía ha dejado de ser un gozoso canto
para convertirse en vida pura, efusión de la carne y el alma dolorida, grito de la criatura
desamparada y en acecho. La poesía de Miguel Hernández halla ahora otro camino diferente,
el de la verdad desnuda.

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