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Andrés Manuel López Obrador, candidato del PRD a jefe de Gobierno del Distrito
Federal, acusó a Diego Fernández de Cevallos de ser “alcahuete del régimen” y
“hacerle el juego” al ex presidente Carlos Salinas, por respaldar la decisión de quemar
las boletas de la elección de 1988, que probarían el fraude electoral.
El aspirante al Senado por el PAN escuchó esta vez las imputaciones en su contra en voz
del propio López Obrador, que por vía telefónica estableció un improvisado debate con
Fernández de Cevallos, durante una entrevista a éste en el noticiario de Joaquín López
Dóriga.
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El contraataque del panista vino con el tema Fobaproa, pues advirtió a López Obrador:
“Le recomendaría un poco de más cuidado, porque si nosotros hemos sido alcahuetes
del gobierno, que no olvide que su partido acaba de votar en la Cámara de Diputados
dinero público para el Fobaproa, vía el IPAB”.
López Obrador, sin embargo, echó mano de la historia reciente, y precisó: “Yo nada
más le recuerdo que en la época de Salinas, él (Fernández de Cevallos) era el
encargado de toda la negociación para el Fobaproa, para que el PAN apoyara a
Zedillo y convertir en deuda pública las deudas privadas”. Y la precisión de espacio:
“La negociación la hicieron en Gobernación”.
“Puras injurias”, respondió el panista. Pero eso sí: “Tiene que reconocer que mis
entradas y salidas de Los Pinos fueron abiertas, públicas, conocidas por todo el
mundo”.
Y extendió entonces la liza, para alcanzar el nombre del candidato a la Presidencia por el
PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, a quien cuestionó por encontrarse con Salinas, y lo acusó
de tener “bienes escondidos aquí y en otra parte”.
“Esto no es un asunto del ingeniero Cárdenas”, acotó López Obrador. “Por mi parte, le
digo: yo nunca le vi la cara a Salinas, y usted era como un miembro más de aquel
gabinete, como lo sigue siendo ahora con Zedillo, porque PRI y PAN significan lo
mismo: PRIAN”.
Del panista al candidato del PRD: “A usted lo tienen que investigar por riqueza
inexplicable, porque nadie sabe en qué trabaja”. Y la respuesta de López Obrador: “No
soy abogado de picudos, señor Fernández de Cevallos, y tampoco alcahuete del
régimen”.
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MIERCOLES 8 DE MARZO DE 2000
De esta manera terminaba lo que 45 minutos antes había iniciado en el espacio noticioso
de Joaquín López Dóriga, justo en el momento en que López Obrador solicitó se
transmitiera un video que llevó específicamente para comprobar que, siendo diputado,
Diego Fernández avaló que fueran quemadas las boletas de las cuestionadas elecciones
en que Carlos Salinas ganó la Presidencia en 1988.
-Sí, se ve mejor.
“Nadie podría beneficiarse con escudriñar papeles que nada dicen y menos significan.
La bancada panista acepta que se destruyan esos míticos documentos y que esos cientos
de documentos (escándalo en el pleno)... ¡Cállense...! Y que esos cientos de toneladas
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de papel se procesen y se regeneren como reclamamos, que se regenere la vida pública
de México”.
A partir de ese momento, López Obrador soltó una andanada de acusaciones hacia el
panista y su partido por el papel clave que tuvieron no sólo para aprobación el Fobaproa,
durante el actual gobierno de Ernesto Zedillo, sino su relación con el ex presidente
Carlos Salinas de Gortari.
Sin embargo, las pruebas del perredista pesaron más: 87 por ciento de las iniciativas de
Carlos Salinas fueron respaldadas por panistas, y Ernesto Zedillo, “con el apoyo de
ustedes”, convirtió en deuda pública de todo el pueblo el débito privado de unos
cuantos, y esa es “la deuda más grande que se haya contraído en la historia del país”.
Sólo que los argumentos y la defensa del queretano fueron poco efectivos, incluso con
documentos.
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Los lances del panista se centraron en atacar a Cárdenas Solórzano, principalmente; en
criticar el papel del PRD al aprobar, junto con el PRI, recursos para el IPAB, y de refilón
cuestionar el dinero del perredista que es, a decir de López Obrador, 5 por ciento de lo
que tiene el ex candidato presidencial del Partido Acción Nacional.
Al final, una petición de López Dóriga: “¿Se pueden dar la mano para sellar este
encuentro civilizado?”.
El conductor debió tomar el brazo del panista para serenar los ánimos, pero era el fin.
http://www.jornada.unam.mx/2000/03/08/cap3.html
¤ Jaime Avilés
Todo se lo debe a su manager. ¿Quedó algo del “temible polemista” Diego Fernández
de Cevallos, tras el encuentro del martes con Andrés Manuel López Obrador en el
programa Primero Noticias, de Joaquín López Dóriga? Ante millones de televidentes
matutinos, el supuesto “gladiador invicto” del PAN se estrelló una y otra vez contra la
indiscutible autoridad moral del joven candidato perredista, quien desde el primer
intercambio de golpes de efecto lo puso contra las cuerdas, y en menos de una hora lo
desmoronó hasta reducirlo a polvo, sepultándolo bajo una feroz andanada de pruebas
documentales.
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La mañana misma del combate, el columnista Jorge Fernández Menéndez anticipó, con
sospechoso lujo de detalles, la estrategia que desarrollaría su tocayo de apellido.
“Cuando López Obrador lo impugne por los terrenos de Punta Diamante, Diego
explicará cómo se hizo de los mismos, mientras que impugnará a Cárdenas por haberle
adjudicado, cuando fue gobernador de Michoacán, a su madre, doña Amalia, amplios
terrenos en Playa Eréndira, en ese estado” (el tonto del pueblo pide excusas por la
sintaxis pero, ni modo, la cita es textual).
Si usted vio el durísimo enfrentamiento verbal que Joaquín “Don King” López Dóriga
armó con sobrado talento, reconocerá que Fernández de Cevallos, en efecto, siguió las
instrucciones de su “espontáneo” asesor. Pero todo le salió mal de cabo a rabo, pues
desde el principio López Obrador lo puso en su sitio al presentarlo como lo que siempre
ha sido: un “opositor farsante”, un “alcahuete del régimen”, un “corrupto que se ha
enriquecido a costa del sufrimiento de los demás” y un político envilecido por su
prevaricadora conducta en la vida pública.
El pique había surgido días antes, cuando el panista era entrevistado por López Dóriga y
el tabasqueño, que además de ubicuo tiene la mala costumbre de madrugar, se comunicó
al estudio y le recordó que él apoyó en la Cámara de Diputados la iniciativa priísta de
quemar los papeles electorales de 1988, que atesoraban millones de evidencias del
fraude cometido por el gobierno de Miguel de la Madrid a favor de Carlos Salinas.
Concertada la pelea en torno de aquel escándalo -en el que tuvo un papel sobresaliente
Manuel Camacho Solís-, López Obrador y Fernández comparecieron en Televisa la
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mañana del martes y, para empezar, el tabasqueño pidió que se transmitiera un video de
40 segundos con el cual, dijo, iba a demostrar sus afirmaciones. El panista replicó
débilmente, arguyendo que llevaba consigo la versión estenográfica del debate
parlamentario de aquella sesión de 1991, y trató de impedir la reproducción del video.
Este, que no fue proyectado de inmediato, resultaría ser aplastante.
De acuerdo con el guión que tal vez le había ayudado a preparar su tocayo de apellido,
Fernández sacó a colación lo de Playa Eréndira, pero López Obrador lo neutralizó con
un retruécano facilista. “Vamos a suponer que yo soy un intermediario y le propongo un
trato. Yo hablo con el ingeniero Cárdenas y usted se queda con Playa Eréndira y a
cambio da sus terrenos de Punta Diamante, ¿le parece bien?”, le dijo. Diego, en ese
momento, sufrió el segundo revés de la batalla. Cuando aludió a sus reuniones públicas
con Salinas y tachó a Cárdenas de mentiroso por haberse entrevistado en secreto con
Carlos, López Obrador hizo gala de venenoso humorismo y sacó una fotografía en la
que el entonces joven abogado Fernández aparece junto al calvo ex presidente incómodo
y sonriendo desde la atalaya de sus estrepitosas barbas a la Maximiliano de Habsburgo,
que entonces lo pintaban en toda su conservadora ridiculez. Y fue el tabasqueño más
lejos, al recordarle que si Cárdenas habló con Salinas después de 1988 no acordó nada,
absolutamente nada con él. Quizá hubiese debido matizar que el único compromiso
asumido por ambos fue el de no revelar jamás la celebración de aquel encuentro, pacto
que Salinas violaría en 1998 durante una conversación con Jorge G. Castañeda.
Al final de la contienda -todos lo vimos-, Diego optó, cansino y derrotado, por repetir
cada uno de los adjetivos que un López Obrador incontenible le reiteraba sin piedad.
“Es usted un farsante”, le decía. Y Diego: “Sí, farsante”. “Y un corrupto.” Y Diego
otra vez: “Sí, corrupto”, asintiendo con ojos de borrego a medio morir, después de
haberle dicho al perredista, con angustia y desesperación: “Usted es un luchador social
y no sabe hablar sino con denuncias” (¡!). Para un ultraconservador, ¿puede haber una
etiqueta más repugnante que esta?
Como sea, después del martes, el precandidato del PAN al Senado salió de Televisa con
el ánimo por los suelos, convertido en el futuro sucesor de Ignacio Burgoa Orihuela y
Raúl Carrancá, los abogados de las alcantarillas del sistema. En la contraparte, según El
Financiero del miércoles 8, mientras Diego era comido por la rabia y la depresión que le
dura hasta hoy, López Obrador era ovacionado de pie por los comensales de una
cafetería de la colonia Roma, donde desayunó después de empacharse de zopilote
mojado.
http://www.jornada.unam.mx/2000/03/11/tonto.html